Solo si se resuelven las propias nociones es posible emprender el camino correcto de la fe en Dios (3) Parte 3
¿En qué etapa se halla ahora vuestra entrada en la vida? Ya has llegado a saber que tus puntos de vista están equivocados, pero sigues confiando en ellos para vivir, y los usas para medir la obra de Dios. Te sirves de tus pensamientos y puntos de vista para emitir juicios sobre las circunstancias a las que Él te somete, y tratas la soberanía de Dios mediante tus pensamientos y puntos de vista. ¿Es esto conforme a los principios-verdad? ¿Acaso no es absurdo? La gente solo entiende una pequeña cantidad de doctrina, sin embargo, desea evaluar las acciones de Dios. ¿No es esto increíblemente arrogante? Ahora simplemente reconoces que las palabras de Dios son buenas y correctas y, si nos fijamos en tu comportamiento exterior, no haces nada que vaya de forma obvia en contra de la verdad, ni mucho menos que juzgue la obra de Dios. Además, eres capaz de someterte a la organización del trabajo de la casa de Dios. Esto supone pasar de ser un no creyente a un seguidor de Dios con la decencia de un santo. Pasas de ser alguien que vive con decisión según las filosofías, conceptos, leyes y conocimientos de Satanás a ser alguien que, tras oír las palabras de Dios, las acepta, siente que son la verdad y la persigue, alguien capaz de abrazar las palabras de Dios como su vida. Es ese tipo de proceso, sin más. Durante este periodo, tu comportamiento y tus maneras de hacer las cosas van a sufrir algunos cambios. Por mucho que cambies, para Dios, lo que se manifiesta en ti no son más que cambios en tu comportamiento y tus métodos, en tus deseos y aspiraciones más profundos. No son más que cambios en tus pensamientos y puntos de vista. Puede que ahora seas capaz de ofrecer tu vida a Dios cuando reúnas fuerzas y cuentes con el impulso, pero no puedes lograr la sumisión absoluta a Dios en una cuestión que te parezca especialmente desagradable. Esta es la diferencia entre un cambio en el comportamiento y un cambio en el carácter. Tal vez la amabilidad en tu corazón te permita darle tu vida y todo a Dios, y decir: “Estoy preparado y dispuesto a renunciar a la sangre de mi vida por Dios. ¡En esta vida no tengo remordimientos ni quejas! He renunciado al matrimonio, a las expectativas mundanas, a toda la gloria y las riquezas, y acepto estas circunstancias que Dios ha dispuesto. Puedo soportar todo el ridículo y la calumnia del mundo”. Sin embargo, en el momento en que Dios disponga una circunstancia que no se ajuste a tus nociones, es posible que te alces y clames contra Él, que te resistas a Dios. Esta es la diferencia entre un cambio en el comportamiento y uno en el carácter. Además, también es posible que puedas entregarle tu vida a Dios y renunciar a la gente que más amas, o a aquello que más quieres, de lo que tu corazón menos soportaría separarse, pero, cuando se te reclama que le hables a Dios desde el corazón y seas una persona honesta, te resulta bastante difícil y no eres capaz de hacerlo. Esta es la diferencia entre un cambio de comportamiento y uno de carácter. Por otro lado, tal vez no ansíes las comodidades de la carne en esta vida, ni comer buena comida ni llevar ropa de calidad, y trabajes a diario sin descanso y hasta la extenuación en tu deber. Puedes soportar toda clase de padecimientos que la carne te imponga, pero, si las disposiciones de Dios no concuerdan con tus nociones, entonces eres incapaz de entender y surgen en ti quejas contra Dios y malentendidos sobre Él. Tu relación con Dios se vuelve cada vez más anormal. Siempre te resistes y eres rebelde, incapaz de someterte por completo a Dios. Esta es la diferencia entre un cambio de comportamiento y uno de carácter. Estás dispuesto a renunciar a tu vida por Dios, así que ¿por qué no puedes decirle ni una palabra honesta? Estás dispuesto a dejar de lado todo lo que no seas tú mismo, así que ¿por qué no puedes ser particularmente leal a la comisión que Dios te ha encargado? Estás dispuesto a renunciar a tu vida por Dios, así que, cuando confías en tus sentimientos para hacer cosas y defender tus relaciones con los demás, ¿por qué no eres capaz de hacer introspección? ¿Por qué no te plantas y defiendes la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios? ¿Es así alguien que vive ante Dios? Ya has hecho un juramento ante Dios para gastarte por Él durante toda tu vida y aceptar cualquier sufrimiento que se te presente, así que ¿por qué relegarte una sola vez de tu deber hace que te hundas tanto en la negatividad que no puedas salir del agujero en muchos días? ¿Por qué tienes el corazón tan lleno de resistencia, agravios, malentendidos y negatividad? ¿Qué sucede? Esto demuestra que lo que más ama tu corazón es el estatus, lo cual conecta con tu debilidad vital. Por tanto, cuando se te relega, te caes y no te puedes levantar. Esto basta para probar que, aunque tu comportamiento haya cambiado, tu carácter-vida no lo ha hecho. Es la diferencia entre un cambio en el comportamiento y uno en el carácter.
Ahora la mayoría de la gente exhibe algo de buen comportamiento, pero muy pocos buscan la verdad o la aceptan, y casi nadie tiene auténtica sumisión. Desde esta perspectiva, muchas personas solo experimentan cambios en el comportamiento y variaciones en sus pensamientos y puntos de vista; exhiben la voluntad y la aspiración de aceptar y someterse a la soberanía de Dios, y no albergan resentimiento en su corazón. Decidme, ¿ha experimentado esta gente el juicio y castigo de Dios? (No). Por desgracia, los testimonios vivenciales que habéis compartido antes no tienen relación con el juicio y el castigo de Dios; todos se quedan cortos respecto a las exigencias de Dios. Mientras no hayas experimentado Su juicio y castigo, tu carácter no ha empezado a cambiar. Si no lo ha hecho, entonces los cambios que percibes son solo de comportamiento. Esos cambios de comportamiento son atribuibles a tu propia cooperación, se deben en parte a tu buena humanidad, y son los efectos de la obra de Dios. ¿De verdad crees que Dios solo va a salvar a la gente hasta este punto? (No). Entonces, ¿qué será lo siguiente que haga Dios? ¿Cuál es la principal obra que emprende Dios para salvar a las personas? (El juicio y castigo). El método principal del que se sirve Dios para salvar a las personas es el juicio y castigo. Sin embargo, por desgracia, casi nadie ha sido capaz aún de aceptar el juicio y castigo de Dios. Por tanto, todavía no ha comenzado oficialmente la obra de Dios de salvar a las personas, de perfeccionarlas y de cambiar su carácter. ¿Por qué no ha comenzado oficialmente? Porque esta obra de Dios no se puede llevar todavía a cabo en las personas. ¿Por qué no? Porque, dados su estado y estatura actuales y de lo que son capaces en estos momentos, siguen quedándose cortas para alcanzar los estándares requeridos por Dios, así que Él no puede proceder con Su obra. ¿Significa eso que Dios vaya a suspender Su obra? No, Dios está esperando. ¿Qué hace mientras espera? Purificar a la iglesia, limpiándola de los que trastornan y perturban, de anticristos, personas y espíritus malvados, de incrédulos, de aquellos que no creen en Él de veras y de los que ni siquiera pueden trabajar. A esto se le llama desbrozar el campo o también cribar. ¿Es desbrozar el campo la obra principal de Dios durante este período? No, durante este período Dios va a continuar obrando en vosotros mediante avisos con palabras, el riego, la poda, la corrección y la disciplina. ¿En qué medida? Solo cuando las personas posean las condiciones básicas para aceptar el juicio y castigo, Dios comenzará la obra de juicio y castigo. Ahora decidme, según vuestras especulaciones y juicios, ¿qué condiciones deben reunir las personas antes de que Dios comience dicha obra? Ya ves que Dios hace todo a su tiempo. No obra al azar. Su obra de gestión sigue el plan que Él ha creado, y Él lo hace todo paso a paso, no al azar. ¿Y qué ocurre con esos pasos? Cada paso de la obra que realiza Dios en la gente debe surtir efecto y, cuando Él ve que lo surte, lleva a cabo el siguiente paso de Su obra. Dios sabe cómo puede surtir efecto Su obra, lo que Él debe decir y hacer. Realiza Su obra según lo que la gente necesita, no al azar. Cualquier obra que sea eficaz para la gente, Dios la lleva a cabo, y lo que sea irrelevante en cuestión de eficacia, seguro que Dios no lo hace. Por ejemplo, cuando hacen falta lecciones prácticas negativas con las que el pueblo escogido de Dios pueda desarrollar el discernimiento, aparecen en la iglesia falsos cristos, anticristos, espíritus malignos, gente malvada y que perturba y trastorna, gracias a los cuales los demás podrán desarrollar el discernimiento. Si el pueblo escogido de Dios comprende la verdad y es capaz de discernir a dichas personas, estas habrán prestado servicio y su existencia ya no tendrá utilidad. En ese momento, el pueblo escogido de Dios se alzará para dejarlas en evidencia y denunciarlas, y la iglesia las depurará inmediatamente. Toda obra de Dios tiene unos pasos, y todos esos pasos son dispuestos por Dios sobre la base de lo que el hombre necesita en la vida y de su estatura. ¿Qué necesita la gente en realidad y por qué aparecen en la iglesia los anticristos y las personas malvadas? La gente se muestra generalmente confundida respecto a estos asuntos y no entiende qué ocurre con estos. Algunas personas, sin entender la obra de Dios, albergan nociones e incluso se quejan, diciendo: “¿Cómo pueden aparecer anticristos en la iglesia de Dios? ¿Por qué no se ocupa Él del asunto?”. Solo cuando leen las palabras de Dios que afirman que estos sucesos tienen como intención que las personas aprendan lecciones y desarrollen discernimiento, experimentan una epifanía y comprenden las intenciones de Dios. Al principio, no saben discernir a las personas malvadas. Cuando la iglesia expulsa a tales individuos, la gente se crea nociones; consideran que aquellos que han sido expulsados han realizado muchas contribuciones y han sido capaces de soportar penurias, y que no se los debería haber expulsado. Luego se muestran reacios a lo que ha hecho Dios. Sin embargo, después de un periodo de experiencia, adquieren un entendimiento de la verdad y desarrollan la habilidad de discernir a las personas malvadas. Ahora ya no se crean nociones ni son reticentes cuando se expulsa a una persona malvada. Cuando vuelven a ver que una persona comete acciones malvadas, saben identificarla y todo el mundo colabora para denunciar al individuo y deshacerse de él antes de que cause un daño significativo. Estas personas malvadas ya no tienen un punto de apoyo en la casa de Dios. ¿Cómo se logra esto? ¿Cómo surge en las personas este discernimiento? Es cosa de Dios. Sin Su obra, la gente no podría entender tales cosas. La obra de Dios sigue una secuencia, y los pasos de esta vienen determinados por lo que requiere la vida humana. Sin embargo, las propias personas no tienen claro lo que necesitan en realidad, están atolondradas. Por tanto, Dios solo puede continuar Su obra, disponiendo numerosas lecciones para que la gente aprenda de ellas, permitiéndola entrar en la realidad-verdad y lograr los resultados que Él exige. Al margen de si comprenden o no, Dios continúa Su obra de forma incansable; así es Su amor. Es como la manera en que Dios poda a alguien: si comete un error, Dios lo poda; si lo comete otra vez, lo vuelve a podar. Si queda de nuevo en evidencia, Dios lo poda una vez más. Obra con paciencia hasta que la persona alcanza de veras la comprensión, deja de estar insensibilizada y se torna tan susceptible como si tocara un cable eléctrico al volver a encontrarse con situaciones similares, de modo que ya no comete errores. Con eso es suficiente, y Dios cesará Su obra. Cuando al volver a encontrarte con estos asuntos eres capaz de lidiar con ellos por tu cuenta y de acuerdo con los principios, Dios ya no tiene de qué preocuparse. Esto prueba que has entendido las palabras de Dios y Su verdad, las has aceptado en tu corazón y se han convertido en tu vida. Llegado ese punto, Dios cesa Su obra. Estos son los pasos de la obra de Dios y, tras haberlos experimentado, percibirás Su esencia y Su sabiduría. Esto es innegable y totalmente cierto.
Acabamos de mencionar que los pasos de la obra de Dios están relacionados con el cambio en el carácter de las personas. La obra de Dios no consiste en permitir que la gente experimente un ligero cambio de comportamiento, entienda algunas reglas, tenga algo de semejanza humana y luego lo declare un gran éxito. Si ese fuera el caso, la obra ya habría concluido en la Era de la Gracia. ¿Qué quiere Dios? (El cambio de carácter en las personas). Correcto, el cambio de carácter es lo que deberían poseer aquellos que de veras se salvan. Dios no quiere un simple cambio en el comportamiento de las personas, sino algo más importante: un cambio en su carácter. Este es el estándar para salvarse. Acabamos de mencionar algunos cambios de comportamiento, como la capacidad para renunciar a cosas y entregar la vida por Dios, que son cambios de comportamiento muy claros. Sin embargo, si no existe lealtad a las comisiones de Dios, si uno todavía puede actuar superficialmente y sigue habiendo engaño, eso significa que aún no se ha producido un cambio en el carácter. Ahora la gente solo es loable en cuanto a su comportamiento, parece que se asemeja más a la conducta de un santo, se comporta con mayor humanidad y tiene algo de dignidad e integridad. Sin embargo, no importa cuánto demuestre alguien un buen comportamiento, si no tiene relación con la práctica de la verdad ni se vive a partir de su conciencia, razón y humanidad normal, entonces no tiene nada que ver con un cambio de carácter y no es lo que Dios quiere. Al verlo de esta forma, en cuanto a tu comportamiento actual, no importa cuánto acates las reglas ni lo obediente que seas, no importa cómo puedas entregar tu vida o lo grandes que sean tus aspiraciones, ¿acaso has sido capaz de contentar a Dios? ¿Has cumplido con Sus exigencias? (No). ¿Acaso son demasiado altas? Algunos piensan: “Ahora que la gente es tan obediente, ¿cómo es que aún no han cumplido con las exigencias de Dios?”. ¿Qué os parece, es sumisión esta obediencia? (No). Así es. Esta obediencia ahora solo consiste en tener un poco de racionalidad, toda la cual es resultado de la disciplina de Dios. Se trata por completo del efecto que esta genera. Solo después de que Dios expresara tantas palabras minuciosamente, la conciencia de las personas despertó, se removió su sentido de la conciencia y empezaron a vivir con cierta apariencia de humanidad, a contar con algunas reglas para hacer las cosas, a saber indagar en todos sus actos y a sentir un poco de reproche al actuar en contra de los principios. En resumen, los cambios en el comportamiento no cumplen con las condiciones para recibir el juicio y castigo de Dios; Él no desea el cambio en el comportamiento de la gente. ¿Qué quiere entonces? Quiere un cambio de carácter. ¿Y cuáles son las manifestaciones del cambio de carácter? ¿Hasta qué punto debe cambiar en diversos aspectos a fin de ser apta para el juicio y castigo de Dios? Hasta que Dios perciba que esa persona cumple en todos los aspectos; en especial, que sea capaz de cumplir bien su deber y pueda aceptar la poda, buscar la verdad en todo, seguir a Dios cuando se enfrente a las tribulaciones y las pruebas, y pueda aceptar y someterse fundamentalmente a cualquier cosa que diga Dios. Incluso cuando no lo supervisan y se enfrenta a tentaciones, puede contenerse para no hacer cosas malas ni cometer un poco de maldad. A ojos de Dios, tales personas están a la altura; son aptas para recibir formalmente Su juicio y castigo, que supone el siguiente paso de la obra de Dios de salvarlos y perfeccionarlos. ¿Qué clase de señal hay aquí, qué clase de estándar? ¿Lo sabéis? (Lo que he pensado es que, mediante la corrección y disciplina de Dios, una persona puede recuperar paulatinamente la conciencia y la razón y, si además se dan algunos cambios en su comportamiento, puede llegar a ser capaz de cumplir lealmente sus deberes. Dios podría entonces comenzar la obra de juicio y castigo sobre esa persona). ¿Estáis todos de acuerdo con esta afirmación? (Sí). Bien, pero esa es solo una condición. Antes de llevar a cabo la obra de juicio y castigo en alguien, Dios evalúa a esa persona. ¿Cómo lo hace? Dios dispone de varios estándares. Primero, observa qué actitud tiene hacia Sus comisiones, es decir, hacia los deberes que debe cumplir, si puede hacerlo de todo corazón, lo mejor que pueda y con lealtad. En resumen, Él observa si las personas son capaces de cumplir con el estándar para el adecuado cumplimiento del deber; este es el primer aspecto. Está directamente relacionado con la vida de creer en Dios y el trabajo que la gente hace a diario. ¿Por qué fija Dios este aspecto como una condición, como un estándar para la evaluación? ¿Qué razón hay detrás de ello? ¿Lo sabéis? Cuando Dios le confía a alguien una tarea, la actitud de esa persona es crucial, así es como Él la evalúa. La tarea se la encarga Dios, ¿cómo la trataría una persona provista de conciencia comparada con alguien que carece de ella? ¿Y una persona racional en comparación con una irracional? Existe una distinción entre ambas. La conciencia y la racionalidad son rasgos que deberían estar presentes en la humanidad de alguien. Aparte de esto, tener un poco de sentido de la conciencia o algo de racionalidad no es suficiente. Si la gente recupera su conciencia y racionalidad, ¿parecen entonces humanos? ¿Han alcanzado así la realidad-verdad? No, sigue sin ser suficiente; Dios también observa la senda que las personas recorren durante el periodo de cumplir su deber. ¿Qué clase de senda que recorren las personas puede cumplir con el estándar requerido por Dios? Para empezar, el mínimo estándar es no cometer el mal y tener sumisión mientras se cumple el deber. Si alguien es capaz de cometer el mal, está completamente acabado, no pertenece al tipo de persona que Dios quiere salvar. Además, a la hora de tratar la comisión de Dios, aparte de encargarse de esta gente con conciencia y racionalidad, hay una gran necesidad de buscar la verdad y entender las intenciones de Dios. Al margen de las circunstancias y de si el asunto al que te enfrentas se ajusta a tus nociones y figuraciones, deberías mantener una actitud de sumisión. En esta encrucijada, lo que Dios desea es tu actitud sumisa. Si simplemente reconoces las palabras de Dios como toda la verdad y como correctas, ¿es esa una actitud de sumisión? En absoluto. ¿Cuál es el lado práctico de una actitud de sumisión? Es este: debes convencerte de aceptar las palabras de Dios. Aunque tu entrada en la vida sea superficial, tu estatura sea insuficiente y tu conocimiento del lado práctico de la verdad no sea todavía lo bastante profundo, sigues siendo capaz de seguir a Dios y de someterte a Él; esa es una actitud de sumisión. Antes de que puedas lograr la sumisión total, primero debes adoptar una actitud de sumisión, es decir, debes aceptar las palabras de Dios, creer que son ciertas, tomarlas como la verdad y los principios de práctica y ser capaz de tenerlas como preceptos incluso cuando no captas bien los principios. Esta es una especie de actitud de sumisión. Dado que tu carácter no ha cambiado todavía, si quieres lograr una auténtica sumisión a Dios, primero debes adoptar una mentalidad de sumisión y aspirar a someterte, diciendo: “Me someteré haga lo que haga Dios. No entiendo mucha verdad, pero sé que, cuando Dios me diga qué hacer, lo haré”. Dios ve esto como una actitud de sumisión. Hay quien dice: “¿Y si me equivoqué al someterme a Dios?”. ¿Es Él capaz de estar equivocado? Dios es la verdad y la justicia. Dios no comete errores; hay muchas cosas que hace Dios que no concuerdan con las nociones de las personas. Deberías decir: “No importa si lo que hace Dios se ajusta a mis propias nociones, solo me centraré en escuchar, someterme, aceptar y seguir a Dios. Esto es lo que debería hacer como ser creado”. Aunque haya personas que te juzguen por someterte ciegamente, no debería importarte. En tu corazón estás seguro de que Dios es la verdad y que debes someterte. Eso es así, y es la clase de mentalidad con la que uno debería someterse. Solo las personas de tal mentalidad pueden ganar la verdad. Si tú no tienes esa mentalidad, pero dices: “No soporto que me irriten. A mí nadie me va a engañar. ¡Soy demasiado astuto y no se me puede obligar a someterme a nada! Me pase lo que me pase, tengo que examinarlo y analizarlo. Solo me someteré cuando se ajuste a mis puntos de vista y pueda aceptarlo”, ¿es esa una actitud de sumisión? No, es una falta de mentalidad sumisa, sin albergar en el corazón intención alguna de someterse. Si dices: “Aunque sea Dios, todavía tendré que investigarlo. Incluso los reyes y las reinas reciben de mí el mismo trato. Es inútil lo que me dices. Es verdad que soy un ser creado, pero no soy un pelele, así que no me trates como tal”, entonces es tu final; careces de las condiciones para aceptar la verdad. Tales personas carecen de racionalidad. No poseen humanidad normal, así que ¿acaso no son como una bestia? Sin racionalidad, ¿cómo puede una persona lograr sumisión? Para lograr sumisión, uno debe primero poseer una mentalidad sumisa. Solo así se puede tener una racionalidad digna de mención. Sin una mentalidad de sumisión, no se tiene racionalidad. Las personas son seres creados; ¿cómo pueden ver al Creador con claridad? En 6000 años, la humanidad al completo no ha sido capaz de descifrar ni una sola de las ideas de Dios, por tanto, ¿cómo van a poder las personas comprender al instante lo que Él está haciendo? No lo puedes comprender. Dios ha estado haciendo muchas cosas durante miles de años que ya le ha revelado a la humanidad, pero, si no se las explicase al detalle, seguirían sin entenderlas. Tal vez ahora entiendas Sus palabras en un sentido literal, pero solo las entenderás de verdad un poco dentro de 20 años. Así de grande es la brecha que existe entre las personas y lo que exige Dios. En vista de ello, la gente debería poseer racionalidad y una mentalidad de sumisión. Las personas no son más que hormigas y gusanos, y sin embargo desean ver con claridad al Creador. Es algo muy poco razonable. Algunos siempre se quejan de que Dios no les cuenta Sus misterios ni explica la verdad directamente, de que siempre hace a la gente buscar. Sin embargo, no está bien decir estas cosas ni es razonable. ¿Cuántas de todas estas palabras que te ha dicho Dios entiendes? ¿Cuántas de sus palabras puedes poner en práctica? La obra de Dios siempre sucede por pasos. Si Dios le hubiera hablado a la gente hace 2000 años sobre Su obra de los últimos días, ¿habrían comprendido? En la Era de la Gracia, el Señor Jesús se convirtió en la semejanza de la carne pecaminosa, y fue una ofrenda por el pecado para toda la humanidad. Si Él hubiera hablado de ello en aquel tiempo, ¿quién lo habría entendido? Ahora aquellos como vosotros entendéis algunas teorías conceptuales, pero respecto a las verdades como el carácter real de Dios, Su intención de amar a la humanidad y el origen y el plan detrás de las cosas que hizo Dios en ese momento, la gente nunca fue capaz de entender. Este es el misterio de la verdad; es la esencia de Dios. ¿Cómo puede verlo la gente con claridad? No tiene nada de razonable desear ver al Creador con claridad. Eres demasiado arrogante y sobrestimas tus capacidades. La gente no debería desear ver a Dios con claridad. Basta con poder entender algo de la verdad. En cuanto a lo que a ti respecta, entender un poco de la verdad ya es un logro suficiente. Por tanto, ¿es racional tener una mentalidad de sumisión? Desde luego que lo es. Una mentalidad y actitud de sumisión es lo mínimo que debe poseer cualquier ser creado.
¿Cuánto tiempo lleva conseguir un adecuado y leal cumplimiento del propio deber y poseer una mentalidad de sumisión? ¿Requiere de un número fijo de años? No hay una franja de tiempo definida, y depende de la búsqueda de cada uno, de su aspiración y de hasta qué punto anhelen la verdad. También depende de su conciencia, razón, calibre y perspicacia innatos. Al adoptar una actitud de sumisión, se producirán inmediatamente después cambios adicionales en tu discurso, tus acciones y tu comportamiento. ¿Qué son estos cambios? A ojos de Dios, ahora eres fundamentalmente una persona honesta. ¿Qué significa eso? Que ha disminuido el componente de mentir de manera intencionada en tu discurso y comportamiento; el ochenta por ciento de lo que dices es sincero. A veces, por canallería, por las circunstancias o por alguna otra razón, mientes sin darte cuenta, y resulta tan incómodo como tragarse una mosca muerta; te sientes inquieto durante unos días. Admites tu error y te arrepientes ante Dios, y luego surgen cambios; tus mentiras se vuelven cada vez menos frecuentes y mejora tu estado. A ojos de Dios, eres fundamentalmente una persona honesta. Algunos dicen: “Si alguien es fundamentalmente honesto, ¿acaso no ha cambiado su carácter?”. ¿Es así? No, es solo un cambio de comportamiento. A ojos de Dios, ser capaz de ser una persona honesta implica más que un cambio de conducta y comportamiento, también se requieren cambios esenciales en la mentalidad y los puntos de vista sobre las cosas. Ya no se tiene la intención de mentir o engañar, y no existe en absoluto falsedad o engaño en lo que se dice y se hace. Sus palabras y actos se vuelven cada vez más sinceros, con cada vez más palabras honestas. Por ejemplo, cuando se te pregunta si has hecho algo, aunque admitirlo conduciría a que te lleves una bofetada o se te castigue, sigues siendo capaz de decir la verdad. Aunque admitirlo conlleva cargar con una responsabilidad significativa, afrontar la muerte o la destrucción, eres capaz de decir la verdad y estás dispuesto a practicarla para satisfacer a Dios. Esto indica que tu actitud hacia las palabras de Dios se ha vuelto bastante firme. No importa cuándo, elegir cualquiera de los estándares de práctica que Dios requiere ya apenas te supone un problema; puedes lograrlo y ponerlo en práctica con naturalidad y sin que te acompañen las contenciones de las circunstancias externas, la guía de los líderes y obreros o el sentido del escrutinio de Dios. Eres capaz de hacer estas cosas por tu cuenta sin apenas esfuerzo. Sin las contenciones de las circunstancias externas, y no por miedo a la disciplina de Dios, ni al reproche de tu conciencia, ni desde luego al ridículo o la supervisión de los demás, no por ninguna de estas cosas, puedes examinar de manera proactiva tu propio comportamiento, medir su corrección y evaluar si se atiene a la verdad y satisface a Dios. Llegado ese punto, has cumplido fundamentalmente con los estándares de ser una persona honesta a ojos de Dios. Ser fundamentalmente una persona honesta es la tercera condición fundamental para aceptar el juicio y castigo de Dios.
Acabamos de hablar acerca de las tres condiciones para aceptar el juicio y castigo de Dios: la primera es cumplir el deber de manera adecuada, la segunda es tener una actitud de sumisión, y la tercera es ser fundamentalmente una persona honesta. ¿Cómo se evalúa esta tercera condición? ¿Cuáles son los criterios? (Mentir intencionadamente menos y decir la verdad más). Significa ser capaz de decir la verdad la mayor parte del tiempo; todos deberíais ser capaces de evaluar esto, ¿verdad? Ser una persona honesta es la tercera condición para aceptar el juicio y castigo de Dios. La segunda es tener una actitud de sumisión, que incluye algunos detalles, principalmente no escrutar ni analizar la obra de Dios, sino solo tener una mentalidad sumisa. Asimismo, entraña perseguir ser una persona honesta, llegar a un punto en el que tus mentiras disminuyan y la mayor parte del tiempo puedas hablar con sinceridad y expresar tus verdaderos sentimientos. Aquí lo más importante es la cooperación subjetiva de las personas, lo que significa progresar activamente y esforzarse por alcanzar la verdad. Tener una mentalidad sumisa es un resultado que se logra en el frente subjetivo; ser capaz de convertirse en una persona honesta —ser fundamentalmente honesto— es también un asunto subjetivo, y es el resultado de la diligente búsqueda que uno hace. Aceptar el juicio y castigo de Dios requiere otra condición primordial. Primero os daré una pista, y si pensáis en la línea de lo que digo, podréis captarlo. Desde el principio de creer en Dios hasta el final, ¿ha cometido la gente muchos errores en esta vida? ¿Se han producido muchos actos de rebeldía contra Dios? (Sí, muchos). Por tanto, ¿qué ha de hacer alguien cuando comete un error o es rebelde? (Debe tener un corazón de arrepentimiento). Tener un corazón de arrepentimiento indica que se es una persona con conciencia y razón. La conciencia y la razón son las cualidades mínimas con las que debe contar el que recibe la salvación de Dios; no pueden alcanzarla quienes carecen de conciencia y razón. Si alguien nunca sabe arrepentirse después de cometer errores, ¿qué clase de persona es? ¿Puede aquel que jamás sabe arrepentirse seguir a Dios hasta el final? ¿Puede experimentar un verdadero cambio? (No). ¿Por qué no? (Porque carece de un corazón de arrepentimiento). Exacto, y esto nos lleva a la condición final: se debe tener un corazón de arrepentimiento. Al seguir a Dios, por su necedad e ignorancia y por sus diversas actitudes corruptas, la gente a menudo se muestra rebelde y a veces malinterpreta o se queja contra Él. Se extravían, y algunos incluso se crean nociones respecto a Dios, se vuelven negativos y flojean en su trabajo durante un tiempo y pierden la fe. Los comportamientos rebeldes surgen en todas las etapas de la vida de las personas. Tienen a Dios en su corazón y saben que Él está obrando cuando ocurre algo, pero a veces no pueden entender ese hecho. Aunque son capaces de someterse de manera superficial, en el fondo simplemente no pueden aceptarlo. ¿Qué convierte en evidente que en el fondo no puedan aceptarlo? Una forma en que esto se manifiesta es que, a pesar de saberlo todo, simplemente son incapaces de dejar de lado lo que han hecho y presentarse ante Dios para admitir sus errores y decir: “Dios, me equivoqué. No actuaré más así. Buscaré Tus intenciones y haré lo que quieras que haga. No solía hacerte caso; mi estatura era pequeña, era necio e ignorante, y con frecuencia rebelde. Ahora lo sé”. ¿Qué actitud tiene la gente si es capaz de admitir sus errores? (Quieren dar un giro). Si la gente tiene conciencia y razón, y anhela la verdad, pero nunca sabe hacer introspección y dar un giro después de cometer errores, y en cambio cree que el pasado es pasado y tiene la certeza de que no se equivoca, entonces ¿qué tipo de carácter muestra esto? ¿Qué clase de comportamiento? ¿Cuál es la esencia de este? (Ser intransigente). Tales personas son intransigentes y, pase lo que pase, esa es la senda que seguirán. A Dios no le gustan esas personas. ¿Qué dijo Jonás cuando expresó por primera vez las palabras de Dios a los ninivitas? (“Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada” [Jonás 3:4]). ¿Cómo reaccionaron los ninivitas a estas palabras? Cuando vieron que Dios iba a destruirlos, se apresuraron a vestir de cilicio y cenizas y a confesarle sus pecados y abandonar la senda de la maldad. Esto es lo que significa arrepentirse. Si el hombre es capaz de arrepentirse, se le presenta una enorme oportunidad. ¿Qué oportunidad es esa? La de seguir viviendo. Sin arrepentimiento real, sería difícil continuar adelante, ya sea en tu cumplimiento del deber o en tu búsqueda de la salvación. En cada etapa, ya sea cuando Dios te disciplina o te corrige, o cuando te recuerda y te exhorta, mientras haya un conflicto entre tú y Dios, si no cambias de rumbo y sigues aferrado a tus propias ideas, puntos de vista y actitudes, aunque tus pasos se encaminen hacia adelante, el conflicto entre tú y Dios, tus malentendidos con Él, tus quejas y tu rebeldía hacia Él no se rectifican, y tu corazón no da un giro. Entonces Dios, por Su parte, te descartará. Aunque no has dejado de cumplir con el deber pertinente, y todavía te atienes a tu deber y conservas un poco de lealtad por lo que Dios te ha encargado, y la gente considera esto aceptable, la disputa que hay entre Dios y tú ha formado un enredo permanente. No has utilizado la verdad para resolverla y obtener una verdadera comprensión de las intenciones de Dios. En consecuencia, tu malentendido de Dios se vuelve más profundo y siempre piensas que Dios está equivocado y que te están tratando injustamente. Esto significa que no has cambiado de rumbo. Tu rebeldía, tus nociones y tu malentendido de Dios aún persisten, lo que te lleva a tener una mentalidad de no sumisión, a ser siempre rebelde y a oponerte a Dios. ¿No es este tipo de persona alguien que se rebela contra Dios, se opone a Él y se niega tercamente a arrepentirse? ¿Por qué Dios le da tanta importancia a que la gente cambie de rumbo? ¿Con qué actitud debería un ser creado considerar al Creador? Con la de reconocer que el Creador tiene razón, haga lo que haga. Si no reconoces esto —que el Creador es la verdad, el camino y la vida—, estas no serán más que palabras huecas para ti. Si tal es el caso, ¿puedes todavía alcanzar la salvación? No puedes. No estarías cualificado; Dios no salva a gente como tú. Hay algunos que dicen: “Dios pide que las personas tengan un corazón de arrepentimiento y sepan dar un giro. Sin embargo, hay muchas cosas donde no he dado un giro. ¿Me queda aún tiempo para hacerlo?”. Sí, todavía hay tiempo. Además, algunos dicen: “¿En qué cosas tengo que dar un giro? Las cosas del pasado han pasado y se han olvidado”. Mientras tu carácter no cambie ni llegues a saber qué es lo que no concuerda con la verdad en tus acciones y qué es lo que no puede concordar con Dios, entonces ese nudo que existe entre ti y Dios todavía no se ha desatado; el asunto no se ha resuelto. Este carácter está dentro de ti, así como la idea, el punto de vista y la actitud que se rebelan contra Dios. En cuanto aparezcan las circunstancias correctas, este punto de vista tuyo emergerá una vez más, y tu conflicto con Dios se recrudecerá de nuevo. Por lo tanto, aunque no rectifiques el pasado, debes rectificar las cosas que sucederán en el futuro. ¿Cómo deben rectificarse? Dando un giro y dejando de lado tus ideas e intenciones; una vez tengas esta intención, la tuya será naturalmente también una actitud de sumisión. Sin embargo, para hablar con mayor precisión, esto se refiere a las personas que dan un giro en su actitud hacia Dios, el Creador; es un reconocimiento y afirmación del hecho de que el Creador es la verdad, el camino y la vida. Si puedes cambiar, esto demuestra que puedes dejar de lado aquellas cosas que crees que son correctas, o las que la humanidad, que es corrupta, piensa colectivamente que son correctas; y, en cambio, estás reconociendo que las palabras de Dios son la verdad y cosas positivas. Si puedes tener esta actitud, demuestras tu reconocimiento de la identidad del Creador y de Su esencia. Así es como Dios ve el asunto, y por lo tanto Él considera especialmente importante que el hombre cambie de rumbo.
Hay algunos que dicen: “Si una persona no ha hecho nada malo, ¿para qué le hace falta dar un giro?”. Aunque de momento no hayas hecho nada malo, primero debes entender la verdad del arrepentimiento. Esto es algo que deberías poseer. Una vez que entiendas la verdad, descubrirás que algunas cosas que hiciste son inapropiadas y destaparás problemas que tienen que ver con tus intenciones y tu mentalidad; es decir, problemas con tu carácter. Estas cosas aflorarán a la superficie sin que te des cuenta y te harán ver que, en realidad, tu relación con Dios no es una relación simple entre los humanos y Él. Dios sigue siendo Dios, pero tú eres un ser creado que no satisface el estándar. En estos asuntos en los que la gente no ha permanecido en el lugar que le corresponde ni ha logrado lo que debería; es decir, cuando fracasa en su deber, se convertirá en un nudo en su interior. Este es un problema sumamente práctico y que ha de resolverse. Entonces, ¿cómo se resuelve? ¿Qué clase de actitud debería adoptar la gente? Antes de nada, deben estar dispuestos a dar un giro. ¿Y cómo debería ponerse en práctica tal disposición? Por ejemplo, una persona que es líder durante un par de años, pero por su bajo calibre no hace bien su trabajo, no es capaz de ver ninguna situación con claridad, no sabe cómo usar la verdad para resolver los problemas ni realizar ninguna obra real, por lo que es relevada. Si después de que se la releven es capaz de someterse, continúa cumpliendo su deber y está dispuesta a dar un giro, ¿qué debería hacer? Para empezar, ha de entender lo siguiente: “Dios tenía razón al hacer lo que hizo. Mi calibre es demasiado pobre, durante mucho tiempo no he hecho obra real y, en su lugar, solo he demorado la obra de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Tengo suerte de que la casa de Dios no me expulsara enseguida. He sido bastante desvergonzado por haberme aferrado a mi puesto todo este tiempo e incluso creer que había hecho un gran trabajo. ¡Qué poco razonable por mi parte!”. ¿Sentir odio por uno mismo y una sensación de remordimiento es una expresión de la voluntad de dar un giro? Si es capaz de decirlo, significa que está dispuesto. Puede que diga en su interior: “Durante mucho tiempo, siempre me he esforzado desde mi posición de líder para obtener los beneficios del estatus; siempre predicaba doctrina y me equipaba con ella; no me esforzaba por entrar en la vida. Solo ahora que me han sustituido me doy cuenta de lo inadecuado que soy y de mis carencias. Dios hizo lo correcto y he de someterme. Antes tenía estatus y los hermanos y hermanas me trataban bien; me rodeaban allá donde iba. Ahora nadie me presta atención y me han abandonado; esto es lo que me toca, es la retribución que merezco. Además, ¿cómo iba un ser creado a tener estatus alguno ante Dios? Por muy alto que sea el estatus de alguien, no es ni el desenlace ni el destino; Dios me encomienda una comisión no para que pueda mandonear ni disfrutar de mi estatus, sino para que cumpla mi deber, y debería hacer todo lo que me sea posible. He de tener una actitud de sumisión ante la soberanía de Dios y las disposiciones de la casa de Dios. Aunque la sumisión pueda ser ardua, debo someterme; Dios tiene razón al hacer lo que hace e, incluso suponiendo que yo tuviera miles o decenas de miles de excusas, ninguna de ellas sería la verdad. ¡Someterse a Dios es la verdad!”. Esas son expresiones exactas de la voluntad de dar un giro. Y, si alguien las poseyera todas, ¿cómo calificaría Dios a tal persona? Diría que se trata de alguien con conciencia y razón. ¿Se trata de una valoración elevada? No demasiado; solo con tener conciencia y razón no se llega a los estándares para ser hecho perfecto por Dios, pero, en lo que concierne a este tipo de persona, no es un logro pequeño. Ser capaz de someterse es valioso. Después de esto, la manera en que la persona busca hacer que Dios cambie Su punto de vista sobre ella depende del camino que elija. Si no se ha arrepentido con sinceridad y, al no tener estatus, no es leal en su deber y es siempre superficial, entonces para ella es el fin; se la va a descartar. Si todavía se siente agraviada y se queja: “Durante mi época como líder sufrí mucho y, aunque no se lograran méritos, se trabajó con ahínco. Dicen que no hice ningún trabajo real, pero hice mucho. Al margen de que consiguiera o no algún resultado, al menos no permanecí ocioso. Solo por esto, Dios no debería descartarme tan a la ligera. Incluso sin estatus, se me sigue imponiendo que haga esto o aquello; ¿acaso no es eso jugar conmigo?”. Si después de ser reemplazada no conserva ningún entusiasmo para cumplir algún deber, ¿existe aquí algo de lealtad o sumisión? No tiene ninguna lealtad, sumisión ni voluntad de cambio, nada de eso. ¿Acaso no es lamentable? Bastante; todos estos años ha creído en vano. Escuchó sermones durante mucho tiempo sin practicar ninguna verdad, siempre daba lecciones a los demás sobre palabras y doctrinas, pero era incapaz de hacer nada por su cuenta; así es como creía en Dios. Predicó mucha doctrina a los demás, pero al final ni siquiera es capaz de resolver sus propios asuntos. ¡Es muy lamentable! ¿Y todavía pretende recibir el juicio y castigo de Dios? Después de ser sustituida, continúa batallando con Dios y sufriendo un suplicio, sin mostrar sumisión de ningún tipo. ¿No es acaso sufrir a ciegas? ¡Tu sufrimiento es inútil! Dejando de lado todo lo demás, y solo si nos fijamos en el hecho de que te pusiste furioso y conflictivo cuando la iglesia te relevó de tu puesto; con eso basta para que no seas merecedor de ser un humano, un ser creado por Dios. Entonces, ¿para qué discutes? Cualquier argumento que esgrimas es inútil. Llevas muchos años creyendo, pero careces siquiera de un mínimo de sumisión; ¿dónde se hallan los frutos de tu fe a lo largo de los años? ¡Lamentable, deplorable, repugnante! Se te concedió un estatus y lo trataste como un puesto de funcionario; ¿acaso el hecho de tener estatus significa que haya cambiado tu carácter? ¿No se trata solo de la gracia de Dios? Dios te agració con esta comisión, pero te la tomaste como un puesto de funcionario, ¿no es asqueroso? ¿Hay funcionarios en la casa de Dios? Entre los santos de todas las épocas, ninguno era funcionario. Durante dos mil años, la gente ha adorado a Pablo, pero nadie ha dicho nunca que Pablo ostentara ningún cargo de funcionario. Por tanto, el término “funcionario” no se sostiene, no es ni una recompensa ni una comisión de Dios, y tienes que desprenderte de eso. Si no paras de perseguir ser un funcionario, ¿lo aprobará Dios? ¿Te permitirá alcanzar la salvación? Desde luego que no. Hace un momento mencionamos que, para aceptar el juicio y el castigo de Dios, uno debe estar dispuesto a dar un giro. ¿Eso es importante? (Sí). ¡Es sumamente importante tener esa actitud! Si deseas entablar una relación de Salvador y salvado entre tú y el Creador, y deseas que Dios te salve, debes enmendar tu postura y determinar el lugar y el estatus de Dios en tu corazón. Entonces, ¿cuál es entonces tu posición? (La de un ser creado). ¿Quién es un ser creado? Es el hombre, no una bestia. Debes recordar en todo momento que eres un ser creado, un ser humano corriente, y no debes olvidar el lugar que te corresponde. Cuando Dios te concede un poco de gracia, un poco de bendición, entonces pierdes de vista quién eres. Cuando, en Su humildad y ocultamiento, Dios comparte algunas palabras sinceras para consolarte, te está elevando; y aun así deseas ponerte al mismo nivel que Dios, elevarte a ti mismo; ¿quién haría tal cosa? ¿Lo haría un ser humano? (No). Dios no reconoce a un ser creado como tú: ¡puedes apartarte a un lado! Si Dios no te reconoce, ¿te perfeccionará? No satisfaces las condiciones para que Dios te haga perfecto. Llegado este punto, ¿no se ha transmitido ya claramente el quid de la discusión? Así pues, tener la voluntad de cambiar de rumbo es muy importante; es un estado mental y, al mismo tiempo, una actitud. Esta actitud es un principio importante de práctica que uno debe poseer para recibir la salvación y la perfección de Dios. No te creas tan grande, tan noble, ni asumas que estás totalmente en lo cierto y eres infalible. No eres grande, ni glorioso ni correcto; eres minúsculo, humilde, un ser creado del género humano corrompido por Satanás. Necesitas aceptar la salvación del Creador. Todavía no estás salvado, no eres perfecto; debes poseer esta razón.
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