Solo si se buscan los principios-verdad es posible cumplir bien el deber (Parte 3)

Las exigencias de Dios no son las mismas para cada individuo. Por un lado, dependen del calibre de la persona; por otro, de su humanidad y sus búsquedas. A algunos no les cuesta hablar con sinceridad; a otros, en cambio, les exige un gran esfuerzo, pero tras experimentar la poda durante varios años por fin pueden decir algo sincero desde el corazón. ¿Considera Dios esto una transformación? ¿Es el resultado de Su obra? Este es el resultado deseado de la obra de Dios. Tras llevar a cabo esta obra durante tantos años, cuando por fin presencia este resultado deseado, Él lo aprecia. Así que, independientemente de lo que hayas experimentado en el pasado, de los errores que hayas cometido o las muchas veces que hayas fracasado, no debes preocuparte. Debes creer que Dios es justo. Cree que someterse a Dios es correcto. Cree que someterse a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios es correcto. Esta es la verdad más elevada. ¡Sigue esta senda en tu práctica y tus acciones y no podrás equivocarte! No lo dudes ni lo investigues. Hay quien dice: “No saqué mucho de los sacrificios que hice anteriormente. Si hago más sacrificios ahora, ¿saldré perdiendo de nuevo?”. Bueno, ¿practicaste la verdad cuando hiciste esos sacrificios? ¿Hiciste las cosas conforme a los principios-verdad? ¿Seguiste la senda correcta? Si seguiste la senda correcta, es imposible que no alcanzases la verdad y carecieras de testimonio. Sin embargo, si tus sacrificios anteriores se hicieron puramente por el estatus, la fama y la ganancia, ¿qué podrías obtener de ello? Lo único que habrías recibido es la poda y, en caso de no arrepentirte, tan solo habrías recibido el castigo y la destrucción. Hiciste sacrificios por la fama, la ganancia y el estatus y esperabas alcanzar la verdad, ¿no es esto una fantasía? ¿Qué puede obtener alguien que no hace más que maquinar e intentar ser más listo que Dios? Tras tanta maquinación y tanta intriga, al final solo se las dan de listos consigo mismos. No ganan nada, ¿y no es lo que merecen? ¿Cuál es, como mínimo, el punto de referencia para creer en Dios? Es no hacer el mal, no ofender al carácter de Dios, no airarlo, no competir con Él; es desprenderse de los designios, ambiciones y deseos propios en los momentos críticos. De hecho, cuando las personas maquinan de esta o aquella forma, acaban por engañarse a sí mismas al final. Si todo el mundo lo ve claramente, ¿por qué la gente sigue maquinando? Es por su naturaleza. Los humanos tienen cerebro, pensamientos e ideas; también poseen conocimiento y aprendizaje. Debido a que existen estas cosas, son incapaces de controlarse a sí mismos; esta es una ley inexorable. Si te encanta maquinar, puede que conspirar contra otras personas no sea un gran problema. Sin embargo, si insistes en conspirar contra Dios y lo conviertes en el objeto de tus maquinaciones, tan solo urdirás tu propio final y tu estratagema malogrará la oportunidad que Dios te ofreció. Esto no merece la pena. No puedes permitir bajo ningún concepto que tus estratagemas alcancen este punto. Al margen de la forma en que maquines, al final debes pasar por un cambio de carácter y producir resultados, y estos resultados deben ser buenos y positivos. Si alguien conspira de esta forma o aquella y al final no alcanza la verdad, sino que acaba siendo castigado, se deberá a que gusta de maquinar y lo hace constantemente. Tal persona no es inteligente; es el más estúpido de los necios.

Todo el mundo tiene impurezas cuando empieza a creer en Dios. Después de muchos años leyendo las palabras de Dios y hablando acerca de la verdad, puede que hayáis desechado algunas de vuestras actitudes corruptas. ¿Sigue habiendo momentos en que maquináis y conspiráis en beneficio de vuestros propios intereses? (Sí). A menudo os encontráis en estos estados. ¿Cómo debéis tratarlos entonces? ¿Hay algunos principios para la práctica? Esto requiere una dosis considerable de búsqueda. Siempre que sientas que estás siendo deshonesto y te encuentres atrapado en un estado perverso y falso, con tu corazón rebosante de estas actitudes corruptas, debes orar a Dios y rebelarte contra tu carne. No recurras a razonar, analizar y tratar esta cuestión conforme a nociones propias. Si te controlan tus actitudes corruptas y tus propios deseos toman el mando, será problemático. En tu corazón sabes cuándo la oscura mano del pecado está a punto de extenderse. Cuando eso suceda, debes controlarte a ti mismo y abstenerte de obrar. Tendrás que calmar tu mente, presentarte ante Dios y orar. En realidad, no tendrás que examinarte a ti mismo. Tras haber alcanzado esta fase en tu creencia en Dios, tras haber oído tantos sermones, deberías tener muy claro lo que ocupa tu mente y distinguir el bien del mal. La clave está en que debes rebelarte contra tu carne y no dejar que te gobierne. ¿Qué debes hacer entonces? (Someterme). ¿Y qué pasa si no puedes someterte de inmediato? ¿Qué sucede si aún quieres discutir, escrutar y analizar? Entonces deberás dejar que tus ambiciones se calmen y se tranquilicen y, al mismo tiempo, presentarte ante Dios y orar, o hablar con tus hermanos y hermanas. También tendrás que sincerarte y exponerte, y diseccionar la situación utilizando la verdad; tras uno o dos días tu estado habrá mejorado sensiblemente. Esta es la obra del Espíritu Santo. Desprenderse de los designios propios significa, por un lado, ser capaz de rebelarse contra las ideas y los pensamientos erróneos propios, renunciar a ellos y corregirlos. Por otro lado, si las ambiciones y los deseos de alguien son excepcionalmente fuertes y esta persona quiere obrar basándose en ellos, y es incapaz de rectificar su rumbo a pesar de saber que obrar de esta forma no se ajusta a la verdad y no es la senda correcta, será necesario orar; deberá orar con fervor para calmar sus ambiciones. Por ejemplo, puede que haya algo que desees hacer y, cuando ese deseo alcance su mayor intensidad, sientas que debes hacerlo a toda costa, como si no pudieses vivir sin ello. Sin embargo, tras esperar dos o tres días, verás que tu reciente actitud es desvergonzada, irrazonable y carece de conciencia. Esto significa que has logrado revertirlo. ¿Cómo ha pasado esto? Ha pasado por medio de la oración, el esclarecimiento y el reproche del Espíritu Santo, que te proporcionó algunas perspectivas o sentimientos que te han ayudado a ver el problema desde un ángulo distinto. De pronto, adviertes que lo que habías considerado correcto y que te causaba desasosiego no hacer es algo erróneo, y que llevarlo a cabo supondría un reproche a tu conciencia. Esto indica una transformación en tu estado que desemboca en un cambio de mentalidad. Si alguien corrige su estado erróneo, demuestra que aún hay esperanza para él; significa que es alguien que persigue la verdad y recibe la protección de Dios. Sin embargo, si nunca corrige su estado erróneo, persiste a pesar de saber que está haciendo algo mal y se niega a escuchar el consejo de nadie, no es una persona que persiga la verdad y no recibirá la disciplina de Dios ni obtendrá la obra del Espíritu Santo. No importa qué cosas afronte alguien que persiga la verdad; si es incapaz de entenderlo, basta con que ore uno o dos días, lea las palabras de Dios, escuche sermones o lo comparta; al margen del método que emplee, irá comprendiendo la situación gradualmente y será capaz de encontrar la senda de práctica correcta. Esto muestra que esta persona ha obtenido la obra del Espíritu Santo y que Él la guía. Los resultados son distintos, y los principios que guían las acciones de esta persona también experimentarán un cambio. Si nunca cambias, hay un problema en tu búsqueda y en tu actitud. Si cambias tu forma de ver las cosas, la práctica de la verdad te resultará bastante sencilla. Por ejemplo, cuando ves alguna comida deliciosa que, sin embargo, no es del tipo que te gusta o no tienes hambre en ese momento, ¿es fácil abstenerse de comerla? (Sí). Y si estás realmente hambriento, pero no se te permite comerla, ¿será fácil aceptarlo? (No). Debes rebelarte contra esto; rebélate contra tu propio apetito, contra tu propio deseo. Si dices: “Me encanta comer esa comida y tengo la determinación de hacerlo. ¿Quién habrá que me diga lo contrario?”, y persistes en discutir y obrar con obstinación, no podrás desprenderte de ello, no serás capaz de rebelarte contra tu propio apetito. ¿Cómo puedes rebelarte contra él entonces? Primero debes calmarte y reflexionar en silencio ante Dios. A continuación, ve y lee algunas de las palabras de Dios al respecto y medita con atención acerca de ellas: “¿Cómo pude ser tan glotón? ¿No es desvergonzado por mi parte tener la determinación de comerla? ¿Qué iba a ganar con comerla en cualquier caso? Estaba siendo tozudo, ¿no es así?”. ¿Qué clase de carácter supone la determinación de comer? Implica terquedad e intransigencia, ser imperioso e irrazonable. Esto es un carácter corrupto. Este carácter te empuja a ser imperioso, insolente e incapaz de someterte. Si lo sopesas, comprenderás que tu carácter corrupto es bastante acusado y muy proclive a hacer que te rebeles contra Dios y te resistas a Él. Si haces el mal, las consecuencias serían inimaginables. Si puedes reflexionar acerca de ti mismo de esa manera, obtendrás una perspectiva de forma natural y captarás con facilidad la esencia del problema. En este punto, cuando vuelvas a orar a Dios, tu mentalidad también será normal y el efecto será distinto. ¿No es este estado bastante diferente del estado rebelde inicial? ¿Qué pensarás en este momento? Podrás reconocer lo intransigente y obstinado que estabas siendo. Sentirás que carecías de vergüenza y de mérito. Esta comprensión de ti mismo será más precisa y acometerás tu práctica de manera más racional. He oído a algunos decir con frecuencia: “¿Cómo pude obrar con tanta necedad anteriormente? ¿Cómo pude decir cosas tan estúpidas? ¿Por qué era tan rebelde? ¿Por qué no tuve más criterio?”. Que alguien diga estas cosas demuestra que ha cambiado y crecido realmente. Así, el simple hecho de que no puedas poner en práctica la verdad durante un tiempo no significa que no puedas hacerlo en toda tu vida. ¿Qué quiero decir con esto? A pesar de que alguien sea falso, obstinado, intransigente o arrogante, no cambiar de forma momentánea no significa una incapacidad absoluta para el cambio. A veces, el cambio de carácter lleva un tiempo; en ocasiones, requiere de un entorno adecuado o del juicio y el castigo de Dios. No obstante, puede que digas: “Simplemente soy así. Me doy por vencido, ya me da igual”. Y esto es peligroso; no es que Dios te esté descartando, sino que eres tú mismo quien lo está haciendo. No eliges la senda de perseguir la verdad, sino la del abandono propio. Eso es traicionar a Dios y, al hacerlo, perderás para siempre la oportunidad de recibir la salvación. Si alguien quiere alcanzar la verdad, si quiere que su carácter-vida cambie, deberá leer con frecuencia las palabras de Dios. Partiendo de las palabras de Dios, deberá examinarse y reflexionar sobre sí mismo en todo momento y en diversos aspectos de manera que resuelva gradualmente sus actitudes corruptas, intenciones e impurezas. Así es cómo deben cooperar las personas, pero también requiere de la obra de Dios. Dios dispone distintos entornos y, conforme a Su propio tiempo, lleva a cabo Su obra en ti. Por un lado, Él revela tus actitudes corruptas, te permite entender y reflexionar. Por otro, la obra del Espíritu Santo corrige tu estado. Ya se trate de un carácter corrupto o deprimido, de emociones negativas, siempre hay un proceso de corrección y arrepentimiento. Si, durante este proceso, oras a Dios y buscas la verdad, tu estado negativo se corregirá y podrás cumplir tu deber con normalidad. Si no cambias ni siquiera tras haber recibido varias oportunidades para arrepentirte, sino que mantienes tus viejos hábitos y conservas tu carácter obstinado e intransigente, no eres alguien que persigue la verdad. Quienes no persiguen la verdad son problemáticos y no pueden alcanzar la salvación. Evaluaos a vosotros mismos: cuando os enfrentáis a estas cuestiones, ¿cuánto podéis cambiar? ¿Habéis enmendado las cosas y os habéis arrepentido? Si habéis enmendado las cosas y os habéis arrepentido, hay esperanza de que recibáis la salvación. Sin embargo, si nunca obráis un cambio, careceréis de esa esperanza.

Algunas personas no cumplen sus deberes adecuadamente, son siempre superficiales, causan trastornos o perturbaciones y, en última instancia, son reemplazadas. Sin embargo, no son expulsadas de la iglesia, por lo que se les da la oportunidad de arrepentirse. Todo el mundo tiene actitudes corruptas y momentos en los que son atolondrados o están confundidos, en los que tienen baja estatura. El objetivo de darte una oportunidad es que puedas darle la vuelta a todo esto. ¿Y cómo puedes darle la vuelta? Debes reflexionar y conocer tus errores pasados; no pongas excusas ni vayas por ahí difundiendo nociones. Si malinterpretas a Dios y transmites despreocupadamente estos malentendidos a los demás, para que ellos también malinterpreten a Dios contigo, y si tienes nociones y vas por ahí difundiéndolas, para que todos tengan las mismas nociones que tú e intenten razonar con Dios igual que tú, ¿acaso no es eso demagogia? ¿No es eso oponerse a Dios? ¿Y puede salir algo bueno de oponerse a Dios? ¿Puedes salvarte igualmente? Esperas que Dios te salve, pero te niegas a aceptar Su obra y te resistes y te opones a Él, así que, ¿aún te salvará Dios? Olvida semejantes esperanzas. Cuando cometiste un error, Dios no te hizo responsable ni te descartó por este único error. La casa de Dios te dio una oportunidad y te permitió seguir cumpliendo un deber y arrepentirte, lo que fue la oportunidad que te dio Dios; si tienes conciencia y razón, debes atesorar esto. Algunas personas son siempre superficiales cuando cumplen sus deberes y son reemplazadas; otras son transferidas. ¿Significa esto que han sido descartadas? Dios no ha dicho tal cosa, todavía tienes una oportunidad. Entonces, ¿qué debes hacer? Deberías reflexionar y llegar a conocerte a ti mismo y alcanzar el verdadero arrepentimiento; esta es la senda. Pero eso no es lo que hacen algunas personas. Contraatacan y van por ahí diciendo: “No se me permitió cumplir este deber porque dije algo incorrecto y ofendí a alguien”. No buscan el problema en sí mismos, no reflexionan, no buscan la verdad, no se someten a las disposiciones e instrumentaciones de Dios y se oponen a Él difundiendo nociones. ¿Acaso no se han convertido en Satanás? Cuando haces las cosas que hace Satanás, ya no eres un seguidor de Dios. Te has convertido en un enemigo de Dios, ¿salvaría Él a Su enemigo? No. Dios salva a gente con actitudes corruptas, a gente real, no a demonios, no a Sus enemigos. Cuando vas en contra de Dios y te quejas de Él, lo malinterpretas y lo juzgas, difundiendo nociones sobre Él, estás totalmente en contra de Dios; estás levantando un clamor contra Dios. ¿Qué papel estás desempeñando cuando crees en Dios y, sin embargo, también levantas un clamor contra Él? Estás desempeñando el papel de Satanás. ¿Habéis hecho esto alguna vez? (Sí). ¿Y cómo os sentisteis después de hacerlo? (Mi corazón se ensombreció y mi estado empeoró). Ese no es el camino correcto. Todos vosotros sois conscientes de esto, pero algunas personas carecen de conciencia. ¿Por qué algunos carecen de conciencia? (No tienen corazón ni espíritu). ¿No son como bestias aquellos que carecen de corazón y de espíritu? Las personas que carecen de conciencia están destinadas a no ser verdaderos creyentes en Dios. Son personas malvadas que se infiltran en la casa de Dios buscando aprovecharse de Sus bendiciones. Todo el que tiene corazón y espíritu cuenta con conciencia; si se le reemplaza o transfiere, podrá reflexionar acerca de sí mismo y conocerse. Cuando vea en qué estaba equivocado, podrá arrepentirse y cambiar. Todavía hay esperanza de salvación para este tipo de personas.

Cumplir bien el deber personal es lo más valioso e importante en la vida de alguien. Uno debe obrar conforme a los principios-verdad y jamás conspirar por el bien propio, puesto que cuanto más conspira por el bien propio, más se retrasa su crecimiento vital. Hay quienes están maquinando constantemente: “¿Cuándo llegará el día de Dios? Todavía no he encontrado pareja, ¿cuándo me casaré? ¿Cuándo viviré mi propia vida?”. Cada persona alberga muchas preocupaciones insignificantes. Cuando disfrutan de comodidad física, empiezan a hacer planes para su vida futura, sus perspectivas, su destino, su final. Si puedes ver la verdadera naturaleza de esto y desprenderte de ello, cumplirás tu deber cada vez mejor, sin estar encorsetado o limitado. Por ejemplo, imagina que se te pide preparar comida o enviar cartas a tus hermanos y hermanas; si puedes ver estas sencillas tareas como tu deber y tratarlas con seriedad, llevándolas a cabo conforme a los principios-verdad, podrás cumplir tu deber cada vez mejor; estarás a la altura en el buen cumplimiento de tu deber. Mantenerte firme en tu posición y ejecutar tu deber es un aspecto; otro de los aspectos es que también debes saber cómo cumplir tu deber y qué principios seguir. Una vez que captes estas cosas, y si sigues estos principios en tus tareas diarias y cuando se te encomienda un deber o mientras lo ejecutas, experimentarás una transformación interior sin tan siquiera ser consciente de ello. Es como tomar un medicamento cuando estás enfermo. Hay quienes dicen: “¿Cómo es posible que no me sienta mejor si ya llevo dos días medicándome?”. ¿Qué prisa hay? La enfermedad no se desarrolló en pocos días y tampoco puede curarse en ese mismo plazo; requiere su tiempo. Hay quienes dicen: “Llevo practicando la verdad y obrando con principios desde hace mucho tiempo, ¿cómo es que no he recibido las bendiciones de Dios? ¿Por qué no me siento lleno del Espíritu Santo?”. En estos casos, no puedes confiar en los sentimientos. Entonces, ¿cómo puedes saber cuándo se producen estos cambios? Lo sabrás cuando, después de que algo te suceda, te resulte cada vez más fácil someterte. Al principio te costaba someterte; siempre estabas racionalizando, escrutando, analizando y queriendo cuestionar y ofrecer resistencia, y tenías que hacer un esfuerzo para contenerte. Pero ya no tienes que hacerlo. Cuando algo te sucede, no te dedicas a escrutarlo. Cuando tienes algunas nociones o ideas, oras y lees las palabras de Dios para disiparlas y desprenderte de ellas. Resuelves tus problemas más rápida y fácilmente. Esto demuestra que entiendes la verdad y que has cambiado. Al principio, se trata de un cambio de conducta, pero se va convirtiendo gradualmente en un cambio en la vida y el carácter. Cada vez se vuelve más fácil someterse a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios. Es más, tus intenciones, designios y planes son cada vez menos, van reduciéndose gradualmente. No obstante, si aumentan en lugar de reducirse, hay un problema. Esto demuestra que durante este periodo no estuviste persiguiendo la verdad, sino tan solo esforzándote. Aquellos que no persiguen la verdad sienten que cuanto más esfuerzo dedican, más méritos acumulan y mayor será la corona que recibirán en el futuro. Sin ser conscientes de ello, siguen la senda de Pablo. Quienes no persiguen la verdad siempre están preocupados por el tamaño de la corona o el halo sobre su cabeza. Centrarse constantemente en estas cuestiones conduce a un deseo de éxito rápido y beneficios instantáneos. Siempre quieren hacer mayores esfuerzos con la idea de que cuanto más se esfuercen más bendiciones recibirán, que un gran esfuerzo conllevará grandes bendiciones, que llevar a cabo un gran deber les granjeará grandes méritos y recompensas. ¿Pueden ejecutar bien su deber si se centran en esto continuamente? Quienes no aceptan la verdad no pueden cumplir su deber.

Existen señales que indican el logro de un crecimiento vital al perseguir la verdad. También puedes sentirlo en tu corazón. Los pensamientos y los puntos de vista de las personas pasan por ciertos cambios tras experimentar un periodo de poda. Por ejemplo, puede que digas: “Ya no me preocupan las ganancias o pérdidas personales. Ya no me parece importante que Dios no conceda recompensas, y el hecho de que yo reciba bendiciones al final tampoco me preocupa demasiado; estas preocupaciones ya no ocupan un lugar en mi corazón. Ahora bien, si Dios dice que no me bendecirá, que quiere refinarme, privarme de algo, parece que puedo someterme. Habrá cierta tristeza en mi corazón, pero también habrá cierta sumisión”. ¿Qué demuestra esto? Ahora tienes algo parecido a un corazón temeroso de Dios, te has despojado hasta cierto punto de tu carácter corrupto y has cambiado genuinamente. Por ejemplo, si en el pasado se te escogía para que cumplieras un deber que requería cierto sufrimiento físico, es posible que hubieras llorado por ello durante un par de noches. Sin embargo, ahora puedes someterte tras haber derramado unas pocas lágrimas. Ahora te resulta más fácil someterte y ya no temes las dificultades. ¿Cómo llegó a producirse esta sumisión? Se produjo al establecer una relación normal con Dios y por ir aceptando gradualmente que Él te podara, así como por aceptar sus instrumentaciones y sus disposiciones. Tras conseguir este resultado, tus deseos, planes, intenciones y ambiciones subjetivos quedan en un segundo plano y dejas de pensar en la ganancia y la pérdida personal. En el pasado asignabas a estas cosas una segunda, tercera o cuarta prioridad, pero ahora ya no son importantes; ya no las tomas en consideración. Tu deseo de someterte a Dios se ha fortalecido y, de forma gradual, te ves capaz de decir: “Me parece bien todo lo que Dios me dé y todo lo que quiera quitarme”, sin que eso sean unas palabras vacías. Tal como Job dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”,* tú también puedes afirmarlo ahora. ¿Tienes, sin embargo, la misma estatura que Job? (No). ¿Te atreverías a orar a Dios para que te pusiese a prueba tal como hizo con Job? No lo harías; no tienes la fe y la estatura para ello. Cuando imaginas a Job cubierto de sarna, rascándose con un trozo de cerámica, sientes miedo, te echas a temblar y dices para tus adentros: “Qué doloroso debió de ser eso. Espero que nunca me suceda a mí. No podría soportarlo. No tengo esa clase de fe”. ¿No es así? No asumas, pues, cosas que no tienes fe suficiente para completar. No te impacientes con los resultados ni pienses que cuentas con la estatura. Deja que tus pies te trasladen con paso firme, aprende a dejar que las cosas transcurran con naturalidad y aumenta tu experiencia poco a poco. Cuando realmente entiendas la verdad, podrás percibir con claridad los elementos corruptos que existen dentro de ti, y te desprenderás fácilmente de tus pensamientos, proyectos, planes e intenciones personales. Tu relación con Dios será cada vez más normal. La normalidad de tu relación con Él depende principalmente del hecho de que puedas practicar la verdad para lograr la sumisión a Dios. En lo que se refiere a la sumisión, significa una obediencia, una aceptación y una práctica directas y absolutas, sin escrutar ni plantear objeciones quisquillosas. Escrutar no es obediencia. ¿Y qué hay de las objeciones quisquillosas? Menos si cabe. ¿Está bien que digas: “Dios quiere que haga esto de esta manera, pero yo lo haré a mi manera de todas formas”? (No). Es peor que no estar bien; no es sumisión. Debes conocer las manifestaciones prácticas de la sumisión y, si no puedes lograrlas, no digas que eres alguien que se somete a Dios. En lugar de eso, habla conforme al nivel que hayas alcanzado; expresa hechos objetivos. No exageres ni, menos aún, mientas. Si eres incapaz de captar algo, limítate a declarar que no lo entiendes y luego busca la verdad para comprenderlo; siempre habrá tiempo para que hables más adelante. Está claro que algunos son incapaces de conseguirlo y, a pesar de ello, hablan de forma grandilocuente y afirman que se someten a Dios. ¿No es esto arrogante e irrazonable? Esto es algo que les encanta decir a quienes no persiguen la verdad y no la entienden. Cuando ven que alguien ha renunciado a su familia y trabaja para cumplir su deber, dicen: “Mira lo mucho que esta persona ama a Dios”. Estas son las palabras de un zopenco, y carecen por entero de cualquier entendimiento de la verdad. ¿Os atrevéis ahora a proclamar que sois alguien que se somete a Dios y lo ama? (No). Entonces tienes algo de razón sobre ti mismo. Estos zopencos arrogantes e irrazonables siempre están diciendo que aman a Dios y se someten a Él, y cuando hacen el menor sacrificio o soportan alguna dificultad mínima, piensan: “¿Me ha recompensado Dios? ¿Se ha bendecido a mi familia? ¿Irán mis hijos a la universidad que quieren? ¿Hay alguna posibilidad de que mi esposo sea ascendido y reciba un aumento salarial? ¿He sacado algo de los deberes que he cumplido en estos dos últimos años? ¿He sido bendecido? ¿Obtendré una corona?”. ¿Estar permanentemente ideando estas cosas es una manifestación de la búsqueda de la verdad? (No). ¿De qué manera entendéis el acto de perseguir la verdad? (Para perseguir la verdad debemos reconocer nuestras actitudes corruptas, buscar un cambio en nuestras actitudes y vivir como una persona verdadera). De hecho, no hace falta que evalúes nada más, y no tiene por qué ser tan complicado; basta con que observes si, en el transcurso del cumplimiento de tu deber, demostraste algún tipo de sumisión y lealtad, si lo hiciste con todo tu corazón y tus fuerzas y si obraste conforme a los principios-verdad. Estos criterios pueden determinar con claridad si eres una persona que persigue la verdad. Si alguien se esfuerza arduamente en cumplir su deber, pero se resiste a practicar la verdad y le desagrada, no es una persona que persiga la verdad. Algunas personas están siempre hablando de todas las cosas que hacen por la iglesia, de lo grandes que han sido sus contribuciones a la casa de Dios. Siguen hablando de estas cosas incluso después de llevar varios años creyendo en Dios; ¿es esta persona alguien que persigue la verdad? (No). ¡Este tipo de personas son lamentables! Son diminutos en su estatura y jamás llegan a crecer. Carecen de vida. ¿Por qué se esfuerza tanto alguien sin vida? (Para recibir bendiciones). Correcto. Les gobiernan sus ambiciones y deseos personales. Si no persiguen la verdad, son incapaces de desprenderse de estas cosas. Verás, también asisten a sermones y escuchan a otros hablar acerca de la verdad en las reuniones, ¿por qué no entienden entonces? Un día tras otro piensan para sus adentros: “¿Cómo puedo escuchar más, leer más, recordar más y luego hablar más cuando trabajo? Entonces habré llevado a cabo buenas obras y Dios podrá recordarme, y yo podré recibir Sus bendiciones”. Al final, todo se hace para recibir bendiciones. Y esta persona cree que estaría justificado recibir bendiciones. En cuanto una persona que persigue la verdad logra entenderla y alcanzarla, ya no persigue bendiciones; cree que hacer tal cosa es irrazonable. ¿Qué bendiciones puedes recibir si tu carácter corrupto no ha experimentado la menor transformación y no tienes sumisión alguna a Dios? ¿Quién te daría bendiciones? ¿Cómo se producen las bendiciones? (Dios las concede). Y si no te las da, ¿podrás arrancárselas tú? (No). Hay quienes incluso desean tomarlas por la fuerza; ¿no es esto una idiotez? La mayoría de las personas se creen muy inteligentes, pero no están dispuestas a buscar más la verdad en el cumplimiento de su deber y obrar conforme a principios. ¿Cómo pueden recibir las bendiciones de Dios de esta forma? ¡Se pasan de listos!

28 de agosto de 2018

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