La trascendencia de la oración y su práctica (Parte 1)
¿Cómo oráis a Dios en la actualidad? ¿En qué sentido vuestra oración actual es mejor que la oración religiosa? ¿Qué entendéis realmente sobre la importancia de la oración? ¿Habéis reflexionado sobre estas cuestiones? Todo aquel que no ora se distancia de Dios y sigue su propia voluntad. La ausencia de oración indica distancia con Dios y traición hacia Él. ¿Cuál es vuestra experiencia real con la oración? La relación entre Dios y los seres humanos se pone de manifiesto en las oraciones de la gente. ¿Cómo te comportas cuando los hermanos y hermanas te admiran y te elogian por los resultados de tu obra? ¿Cómo reaccionas cuando las personas te hacen sugerencias? ¿Oras ante Dios? Todos vosotros os tomáis el tiempo de orar cuando enfrentáis problemas o dificultades, pero ¿os acercáis a Dios en oración cuando no os encontráis en un buen estado? ¿Oráis cuando reveláis corrupción? ¿Oráis de verdad? Si no oráis de verdad, no progresaréis. Sobre todo deberíais ofrecer oraciones y alabanzas en las reuniones. Algunas personas creen en Dios desde hace muchos años, pero, por desgracia, no oran con mucha frecuencia. Entienden algunas palabras y doctrinas y se vuelven arrogantes, pues creen que han llegado a comprender la verdad, que han ganado estatura, y se sienten muy satisfechos consigo mismos. En consecuencia, quedan atrapados en esta clase de estado anormal y, cuando se disponen a orar de nuevo, se encuentran con que no tienen nada que decir y que carecen de la obra del Espíritu Santo. Cuando una persona no logra controlar su estado, puede gozar de los frutos de la labor después de trabajar un poco, o bien puede volverse negativa, empezar a holgazanear en su trabajo y dejar de cumplir su deber cuando se enfrenta con alguna pequeña dificultad, lo que es muy peligroso. Así es la gente sin conciencia ni razón. La mayoría de la gente solo se toma el tiempo para orar cuando tiene dificultades, o cuando no logra entender del todo un asunto. Solamente ora cuando la acosan las dudas y la indecisión, o cuando revela un carácter corrupto. Solo ora cuando tiene una necesidad. Es normal. Sin embargo, también debes orar y dar gracias a Dios cuando obtienes resultados en tu labor. Si lo único que te importa es ser feliz y no oras, siempre estás eufórico, siempre disfrutas de estas sensaciones, pero te olvidas de la gracia de Dios, eso es perder totalmente la razón. Cuando te apartas demasiado de Dios, a veces se te hace padecer disciplina; o tal vez te topas con una pared cuando intentas hacer cosas; o cometes un error y eres podado, se te hace escuchar palabras que hieren el corazón y soportas presión o angustia, todo ello sin saber exactamente qué hiciste para ofender a Dios. De hecho, Dios a menudo utiliza entornos externos para disciplinarte, causarte dolor y refinarte, y cuando finalmente te presentas ante Él para orar y reflexionar, te das cuenta de que tu estado es incorrecto —quizá autocomplaciente, engreído y rebosante de autoadmiración—, sientes repulsión hacia ti mismo y te llenas de remordimiento. Una vez que oras a Dios y te confiesas, comienzas a aborrecerte y deseas arrepentirte, y en ese momento tu estado incorrecto empieza a corregirse. Cuando las personas oran de verdad, el Espíritu Santo hace Su obra y transmite cierta sensación o esclarecimiento, lo que les permite salir del estado anormal. Orar no es simplemente buscar un poco, respetar algunas formalidades y ya está. No se trata de pronunciar unas pocas palabras de oración cuando necesitas de Dios y no decir nada cuando no. Si pasas mucho tiempo sin orar, aunque tu estado por fuera parezca normal, estarás confiando en tu voluntad a la hora de cumplir tu deber, harás lo que te venga en gana y, así, serás incapaz de actuar de acuerdo con los principios. Si pasas mucho tiempo sin orar a Dios, el Espíritu Santo jamás te esclarecerá ni iluminará. Aunque cumplas tu deber, solo estás siguiendo los preceptos, y cumplir el deber de esta manera no dará los frutos del testimonio de Dios.
He dicho anteriormente que mucha gente gestiona su propia empresa y se ocupa de sus asuntos mientras cumple su deber, y la gente sigue así en la actualidad. Tras trabajar un tiempo, dejan de orar y Dios ya no está en su corazón. Piensan: “Simplemente haré lo que disponen los arreglos de la obra. De todos modos, no he cometido errores ni he causado trastornos o perturbaciones…”. Cuando haces las cosas sin orar, y si no das gracias a Dios cuando las cosas se hacen bien, hay un problema con tu estado. Si sabes que tu estado es incorrecto pero eres incapaz de corregirlo tú mismo, entonces dependerás constantemente de tu propia voluntad en tus actos y aunque entiendas la verdad, no podrás ponerla en práctica. Crees incesantemente que tu forma de pensar es correcta y siempre te aferras a ella, haces lo que quieres, ignoras cómo obra el Espíritu Santo, te sumerges en tus propios proyectos y, a causa de ello, el Espíritu Santo te abandona. Una vez que el Espíritu Santo te abandone, te sentirás en tinieblas y debilitado. No serás capaz de percibir ningún sustento ni gozo. Hay mucha gente que no ora de verdad ni siquiera una vez cada seis meses. Esta clase de persona ya no lleva a Dios en el corazón. Algunos no suelen orar, y solo lo hacen cuando están en peligro o algo los aflige. Si bien siguen cumpliendo su deber, se sienten espiritualmente débiles, así que inevitablemente tienen pensamientos negativos. En ocasiones piensan: “¿Cuándo podré terminar finalmente con mis deberes?”. Incluso pensamientos así pueden aparecer, todo porque no han orado durante mucho tiempo y se han distanciado de Dios. Si esto da lugar a un corazón incrédulo y malvado, es muy peligroso. ¡Orar es crucial! Una vida sin oración es tan árida como el polvo y no puede recibir la obra del Espíritu Santo; la gente así no vive ante Dios y ya ha caído en las tinieblas. Por tanto, tienes que orar y compartir con frecuencia las palabras de Dios, de modo que puedas gozar de la obra del Espíritu Santo y alabar a Dios de corazón. Esta es la única manera de que tu vida se llene de paz y gozo. El Espíritu Santo obra con especial fuerza en aquellos que ofrecen oraciones y alabanzas en todo. El poder que el Espíritu Santo otorga a la gente es infinito, y esta jamás puede consumirlo ni agotarlo. Puede que la gente hable y predique sin cesar, y tal vez comprenda muchas doctrinas, pero sin la obra del Espíritu Santo es inútil y no sirve de nada. Hay muchos casos en que la gente tal vez pasa la mitad del día orando, pero al hacerlo solo dice un par de palabras, como “Dios mío, ¡te doy gracias y te alabo!”. Tiempo después, quizá diga de nuevo la misma frase. No se le ocurre nada más que decirle a Dios, no tiene pensamientos internos que contarle. ¡Esto es muy peligroso! Si la gente que cree en Dios no puede siquiera pronunciar palabras de alabanza, agradecimiento y gloria a Él, ¿cómo puede decirse que lo lleven en el corazón? Quizá afirmes creer en Dios y reconocerlo de corazón, pero no te presentas ante Él, eres incapaz de contarle lo que hay en tu interior cuando oras y tu corazón está demasiado distanciado de Dios, por lo que el Espíritu Santo no hará Su obra. Cuando os levantáis cada mañana, debéis abrir vuestro corazón sinceramente en oración, leer las palabras de Dios y luego contemplarlas hasta que halléis luz y tengáis una senda de práctica. Hazlo y el día será sumamente bueno y gratificante, y sentirás que el Espíritu Santo siempre está contigo, protegiéndote.
He notado que mucha gente tiene un problema en común. Cuando les pasa algo, se presentan ante Dios a orar, pero cuando nada los aqueja, ignoran a Dios. Se aferran a los placeres de la carne a voluntad, pero jamás despiertan. ¿Es eso creer en Dios? ¿Es eso tener fe genuina? Carecer de fe genuina es carecer de una senda que recorrer. Sin fe genuina, uno no puede saber qué acciones de fe en Dios concuerdan con Sus intenciones o mediante qué acciones uno podría alcanzar la verdad o madurar en la vida. Sin fe, una persona está ciega, posee el deseo de buscar, pero carece de dirección y metas. Así pues, ¿cómo se produce la fe? La fe se produce orando y compartiendo con Dios y, en particular, leyendo Sus palabras y obteniendo el esclarecimiento del Espíritu Santo. Cuanto más entiendas la verdad, más fe tendrás. Aquellos que carecen de comprensión de la verdad no tienen ninguna fe en absoluto, y aunque se relacionen con la iglesia, son incrédulos. La gente que cree en Dios no puede creer sin orar y leer las palabras de Dios. Si se limitan a asistir a reuniones, pero rara vez oran con sinceridad, se hallarán cada vez más lejos de Dios. Todos vosotros rara vez oráis sinceramente, y algunos aún desconocen cómo orar. Lo cierto es que orar es principalmente hablar desde el corazón. Es abrir tu corazón a Dios y sincerarte con sencillez ante Él. Si el corazón de alguien es del tipo correcto, entonces esta persona es capaz de hablar de corazón y, así, Dios escucha y acepta su oración. Algunos solo saben suplicar cuando oran a Dios. Continuamente suplican la gracia de Dios, sin decir nada más, y así, cuanto más oran, más se consumen. Cuando oras, ya sea que anheles algo, que busques algo de Dios, que le pidas a Dios que te otorgue sabiduría y fortaleza en un asunto con el que estás lidiando y que no logras ver con claridad, o que le pidas esclarecimiento, debes poseer la razón de la humanidad normal. Sin razón, te arrodillarás y dirás: “Dios mío, te suplico que me des fe y fortaleza, te suplico que me esclarezcas y me permitas ver mi naturaleza, te suplico que obres y me concedas Tu gracia y bendiciones”. Hay un deje de obligación en este “suplicar”. Es una forma de presionar a Dios, de decirle que se debe hacer algo en particular, como si estuviera predestinado. Esta no es una oración sincera. Para el Espíritu Santo, cuando ya has fijado las condiciones y has decidido lo que vas a hacer, ¿no estás simplemente actuando por inercia? ¿No es eso engañar a Dios? Se ha de orar con un corazón que busca y se somete. Cuando te ocurre algo, por ejemplo, y no estás seguro de cómo abordarlo, podrías decir: “¡Dios mío! No sé qué hacer en este caso. Quiero satisfacerte en este asunto y quiero buscar Tus intenciones. Quiero cumplir con Tus deseos y no con los míos. Sabes que los deseos humanos están totalmente en contra de Tus intenciones, totalmente opuestos a Ti y no concuerdan con la verdad. Te pido que me esclarezcas, que me guíes en este asunto y me permitas no ofenderte…”. Este es el tono adecuado para orar. Si dices: “Dios mío, te pido que me ayudes, me guíes, dispongas el ambiente correcto y la gente adecuada, y me dejes hacer bien mi trabajo”, después de orar, todavía no lograrás captar las intenciones de Dios, ya que le estás pidiendo que actúe según tus deseos. Ahora debes averiguar si las palabras que utilizas cuando oras tienen razón, y si salen del corazón. Si tus oraciones no tienen razón, el Espíritu Santo no obrará en ti. Por consiguiente, cuando ores, debes hablar con razón y en un tono adecuado. Di: “¡Dios mío! Conoces mi debilidad y mi rebeldía. Solo te pido que me des fuerzas y me ayudes a soportar mis circunstancias, pero solo según Tus deseos. No sé cuáles son Tus deseos, y solo te pido esto. No obstante, cúmplanse Tus deseos. Aunque tenga que rendir servicio o servir de contraste, lo haré de buena gana. Te pido que me des fuerzas y sabiduría y que me dejes satisfacerte en este asunto. Mi único deseo es someterme a Tus arreglos…”. Después de orar de esta manera, tu corazón se sentirá sumamente tranquilo. Si lo único que haces es suplicar, por mucho que digas, no será más que palabras huecas; Dios no obrará para contestar a tu súplica porque habrás decidido lo que quieres con anterioridad. Cuando te arrodilles para orar, di: “¡Dios mío! Conoces las debilidades y los estados del hombre. Te pido que me esclarezcas en este asunto. Déjame entender Tus deseos. Lo único que quiero es someterme a todo lo que Tú dispongas, y mi corazón está dispuesto a someterse a Ti…”. Si oras así, el Espíritu Santo te conmoverá. Si tu intención al orar es equivocada y siempre formulas exigencias a Dios según tu voluntad, tus oraciones serán áridas e infértiles y el Espíritu Santo no te conmoverá. Si te limitas a cerrar los ojos y sueltas algunos tópicos trillados para salir del paso con Dios, ¿te conmoverá de ese modo el Espíritu Santo? Cuando la gente se presenta ante Dios debe comportarse de manera obediente y tener una actitud devota. Te estás presentando ante el único Dios verdadero, estás hablando con el Creador. ¿Acaso no deberías ser devoto? Orar no es cosa sencilla. Cuando la gente se presenta ante Dios, muestra los dientes y saca las uñas, totalmente carente de devoción; y cuando ora, está recostada en su casa, pronunciando un puñado de palabras simples y superficiales, y cree que está orando y que Dios puede escucharla; ¿no es eso engañarse a uno mismo? No digo esto con el propósito de exigir a la gente que cumpla unos preceptos específicos. Sin embargo, lo mínimo que uno puede hacer es tener un corazón que se someta a Dios y presentarse ante Él con una actitud devota. Vuestras oraciones carecen de razón con demasiada frecuencia. Siempre oráis con el siguiente tono: “¡Oh, Dios! Como me has dado este deber que cumplir, haz que todo lo que yo haga sea adecuado para que Tu obra no sea trastornada y que los intereses de la familia de Dios no se perjudiquen. Debes protegerme…”. Esta oración carece totalmente de razón, ¿no es así? ¿Puede Dios obrar en ti si acudes a Él y oras de semejante manera? ¿Acaso te escucharía si vinieras a Mí y hablaras sin razón? Si me hicieras aborrecerte, ¡directamente te echaría a patadas! ¿No eres el mismo ante el Espíritu que ante Cristo? Cuando acudes ante Dios para orar, debes considerar cómo puedes hablar con razón, y cómo puedes ajustar tu estado interior para alcanzar la piedad y ser capaz de someterte. Una vez que lo hagas, estará bien que vuelvas a orar, y sentirás la presencia de Dios. Muchas veces, la gente se pone de rodillas para orar; cierran los ojos y lo único que saben hacer es exclamar: “¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!”. ¿Por qué gritarían así sin decir palabra durante tanto tiempo? Esto se debe a la mentalidad incorrecta y el estado anormal de la gente. Cuando una persona no logra llegar a Dios desde el corazón, sus oraciones se quedan sin palabras. ¿Hacéis esto vosotros alguna vez? Ya conocéis vuestra propia medida, pero cuando vuestro estado es anormal, no hacéis introspección ni buscáis la verdad y no estáis dispuestos a acudir a Dios en oración ni a comer y beber de Sus palabras. Esto es peligroso. Más allá de que el estado de una persona sea normal o no, o de qué problemas surjan, no debe desviarse de la oración. Si no oras, aunque tu estado ahora sea normal, transcurrido un largo período de tiempo se tornará anormal. Orar y leer la palabra de Dios debe ser lo normal. Leer las palabras de Dios para buscar la verdad puede conducir a la oración genuina, a través de la cual se puede obtener el esclarecimiento de Dios y eso puede posibilitar que la persona comprenda la palabra de Dios. Al orar a Dios, lo más importante es, en primer lugar, corregir tu mentalidad. Este es el principio de la oración. Si tu mentalidad es incorrecta, no serás devoto, solo actuarás por inercia y engañarás a Dios. Si temes a Dios y te sometes a Él de corazón, y si oras a Dios, esa es la única manera en la que tu corazón estará en paz. Por tanto, cuando ores, debes tener la mentalidad correcta y tus oraciones darán fruto. Si practicas así a menudo, le cuentas a Dios lo que de verdad hay en tu interior cuando oras y dices lo que tu corazón más quiere decirle a Dios, entonces, sin siquiera darte cuenta, serás capaz de orar a Dios y podrás hablar con Él con normalidad.
Orar no exige que tengas educación ni que seas culto, y no se trata de redactar un ensayo. Basta con que hables con sinceridad, con la razón de una persona normal. Piensa en las oraciones de Jesús. En el Huerto de Getsemaní Él oró “Si es posible […]”. Es decir, “si puede hacerse”. Esto se dijo como parte de una deliberación. Él no dijo: “Te imploro”. Con un corazón sumiso y en un estado de sumisión, oró: “Si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”. Él siguió orando así la segunda vez, y, en la tercera, oró: “Que se haga Tu voluntad”. Habiendo comprendido los deseos de Dios Padre, dijo: “Que se haga Tu voluntad”. Él fue capaz de someterse por completo sin absolutamente ninguna decisión personal. En oración, Jesús dijo: “Si es posible, que pase de mí esta copa”. ¿Qué significaba eso? Oró de esta forma porque pensaba en el enorme sufrimiento de desangrarse en la cruz hasta Su último hálito de vida —esto aludía al tema de la muerte— y porque Él todavía no había comprendido por completo los deseos de Dios Padre. Orar de esa forma, a pesar de pensar en tal sufrimiento, demuestra cuán profunda era Su sumisión. Su modo de orar fue normal. No propuso ninguna condición en Su oración y tampoco dijo que debían llevarse la copa. Más bien, Su propósito era buscar el deseo de Dios en una situación que Él no entendía. La primera vez que Él oró, no entendía y dijo: “Si es posible […] sino como tú quieras”. Él oró a Dios en un estado de sumisión. La segunda vez, oró de la misma forma. En total, oró tres veces, y, en Su oración final, llegó a entender completamente el deseo de Dios, después de lo cual ya no pidió más. En Sus dos primeras oraciones, Él solo buscaba, y lo hizo en un estado de sumisión. Sin embargo, simplemente, las personas no oran así. En sus oraciones, las personas siempre dicen: “Dios, te pido que hagas esto y aquello, y te pido que me guíes en esto y aquello, y te pido que prepares condiciones para mí…”. Tal vez Dios no prepare condiciones adecuadas para ti, y te haga sufrir esta adversidad y te enseñe una lección. Si siempre oras así: “Dios, te pido que hagas preparativos para mí y me des fortaleza”, ¡eso es extremadamente irracional! Cuando oras a Dios, debes ser razonable, y deberías orarle con un corazón sumiso. No intentes determinar qué harás. Si intentas determinar qué hacer antes de orar, eso no es sumisión a Dios. En la oración, tu corazón debe ser sumiso, y primero debes buscar con Dios. De este modo, tu corazón se iluminará de manera natural durante la oración y sabrás qué corresponde hacer. Pasar de tu plan anterior a la oración a la transformación producida en tu corazón tras orar es resultado de la obra del Espíritu Santo. Si ya has tomado tu propia decisión y has determinado qué hacer y luego oras a Dios para pedirle permiso o para pedirle que haga lo que tú quieres, esa clase de oración es irrazonable. Muchas veces, Dios no responde a las oraciones precisamente porque las personas ya han decidido qué hacer y solo le piden permiso a Dios. Él responde: “Dado que ya has decidido qué hacer, ¿por qué me preguntas?”. Esta clase de oración se parece un poco a engañar a Dios y, por lo tanto, sus oraciones son estériles.
Si bien la gente habla con Dios cuando se arrodilla a orar, debes verlo claramente: la oración es una vía a través de la cual el Espíritu Santo obra en las personas. El Espíritu Santo siempre esclarece, ilumina y conduce a la gente cuando esta ora. Si la gente ora y busca mientras se encuentra en un estado correcto, el Espíritu Santo estará obrando al mismo tiempo. Se trata de una especie de pacto tácito entre Dios y los seres humanos; también podría decirse que es la forma en que Dios ayuda a la gente a ocuparse de los asuntos. La oración es una manera de que la gente se presente ante Dios y coopere con Él. También es una forma de que Dios salve y purifique a las personas. Además, es una senda para la entrada en la vida; no es un ritual. La oración no es solo un modo de motivar a las personas ni es una manera formulista de satisfacer a Dios. Tales ideas son erróneas. ¡La oración es sumamente significativa! Si crees en Dios, no puedes apartarte de la oración, y mucho menos de la lectura de Sus palabras. A través de la oración, el Espíritu Santo obra en las personas, las esclarece y las conduce. Si la gente no ora a Dios, le costará recibir la obra del Espíritu Santo. Si con frecuencia oras, practicas la oración y oras con un corazón sumiso a Dios, tu estado interno es normal. Si, cuando oras, por lo general solo empleas unas pocas frases de doctrina y no abres tu corazón a Dios ni buscas la verdad, y tampoco contemplas las intenciones y las exigencias de Dios, entonces no oras de verdad. Solo aquellos que con frecuencia contemplan la verdad, cuyo corazón a menudo está cerca de Dios y con frecuencia viven en Sus palabras tienen una oración genuina, cuentan con palabras en su interior para hablar con Dios y son capaces de buscar la verdad en Él. Para aprender a orar, debes contemplar frecuentemente las palabras de Dios. Si puedes entender Sus intenciones, tendrás mucho en tu interior que decirle y podrás comprender qué palabras son oraciones razonables y cuáles no; qué oraciones son de adoración genuina y cuáles no; qué oraciones intentan captar las intenciones de Dios y sobre cuáles ya has tomado una decisión y solo le estás pidiendo permiso a Dios. Si jamás te tomas en serio estas cuestiones, tus oraciones nunca tendrán éxito y tu estado interno siempre será anormal. En cuanto a qué es la razón normal, qué es la sumisión y la adoración genuinas y qué posición se debe adoptar al orar, son todas lecciones que conciernen a las verdades de la oración. Son asuntos detallados. Como la mayoría de la gente no puede verme realmente, está limitada a orar ante el Espíritu. Una vez que empiezas a orar, se convierte en una cuestión de si las palabras que dices son razonables, si tus palabras son de real adoración, si lo que pides tiene la aprobación de Dios, si tu oración tiene un elemento transaccional o si está adulterada por impurezas humanas, si tus oraciones y tu discurso están de acuerdo con las intenciones de Dios, si tienes especial temor, respeto y sumisión a Dios, y si realmente estás tratando a Dios como tal. Debes ser serio acerca de lo que dices en la oración, percibir las intenciones de Dios y ser conforme a Sus exigencias. Solo orando así conocerás la paz y el gozo en tu interior. Solo así puedes tener una razón normal cuando te presentas ante Cristo. Si no oras o no dices qué hay en tu corazón ante el Espíritu, cuando te presentas ante Cristo eres susceptible de tener nociones, de rebelarte contra Él y resistirte a Dios, o hablarás de forma poco razonable o deshonesta, o causarás constantemente trastornos en tu discurso y acciones, y después siempre serás objeto de reproche. ¿Por qué siempre serás objeto de reproche? Porque, en general, careces del menor conocimiento de las verdades de cómo adorar o tratar a Dios, así que te confundes cuando te encuentras con un problema, no sabes cómo practicar y cometes errores constantemente. ¿Cómo han de llegar a Su presencia las personas que creen en Dios? Por supuesto que debe ser a través de la oración. Si has corregido tu actitud cuando oras y tienes el corazón en paz, entonces has llegado ante Dios. Tras orar, debes examinar si las palabras pronunciadas en la oración fueron razonables, si te colocaste en una posición adecuada, si poseías un corazón sumiso a Dios y si poseías impureza humana o deshonestidad. Si hallas problemas, debes continuar orando a Dios y debes admitir tus impurezas y defectos ante Él. Al contarle así a Dios lo que hay en tu corazón, tu estado será cada vez más normal, poseerás cada vez más conciencia y razón y tus estados incorrectos serán cada vez menos. Tras practicar así durante un tiempo, tus oraciones seguirán mejorando y Dios las escuchará y aceptará la mayoría de las veces. Aquellos que a menudo pueden orar así a Dios son quienes han llegado a vivir ante Él. Si no te tomas en serio la oración o no corriges tus formas incorrectas de orar, no sabrás cómo hacerlo. Y al no saber orar, te resultará difícil vivir ante Dios. Esta clase de persona no tendrá ninguna entrada en la vida y estará fuera de la palabra de Dios. Si no sabes orar ni hablar ante Dios, si no eres serio al hablar y dices lo que quieres, si no sientes que haya ningún problema cuando dices cosas equivocadas, y si constantemente has sido descuidado y has estado atolondrado, entonces, como consecuencia de ello, cuando te presentes ante Cristo, tendrás miedo de decir o hacer algo equivocado. Cuanto más temas equivocarte, más errores cometerás y jamás podrás subsanarlos. Y dado que la gente no puede estar en contacto constante con Cristo ni escucharlo hablarles cara a cara con frecuencia, como Yo no puedo estar a menudo ante vosotros, lo único que podéis hacer es buscar y sinceraros ante el Espíritu en oración frecuente; basta con que logréis someteros a Dios y tener un corazón temeroso de Dios. Aunque Yo os hable cara a cara, sigue dependiendo de vosotros aceptar y perseguir la verdad y tomar la senda de seguir a Dios. A partir de ahora, debéis prestar más atención a lo que decís cuando oráis. Tomaos el tiempo de orar, reflexionar y sentir. Así, una vez que el Espíritu Santo os esclarezca, progresaréis. La sensación que tienes cuando te esclarece el Espíritu Santo es especialmente sutil. Después de tener algunos de estos sentimientos y conocimientos sutiles, si haces algunas cosas, o si entras en contacto con Cristo para ocuparte de ciertos asuntos, entonces serás capaz de reconocer qué palabras se dicen de manera razonable y cuáles no, qué cosas se hacen de manera razonable y cuáles no. Así, habrás logrado los propósitos de la oración.
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