Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes (Parte 2)
He oído que algunos de aquellos que difunden el evangelio no albergan amor alguno en sus corazones. Mientras lidian con las nociones y cuestiones de los que investigan el camino verdadero, estos difusores del evangelio muchas veces se involucran en charlas. No obstante, cuando esa gente sigue sin entender y no para de hacer preguntas una y otra vez, estos difusores del evangelio ya no pueden soportarlo y empiezan a sermonearles: “Hacéis demasiadas preguntas. No entendéis la verdad por mucho que hable con vosotros. Vuestro calibre es demasiado bajo, no poseéis la capacidad de comprensión y no podéis obtener la verdad y vida. Sois todos trabajadores”. Algunos no pueden soportar oír semejantes palabras y durante un tiempo se vuelven negativos. La gente difiere entre sí. Algunas personas ven que las palabras de Dios son la verdad cuando investigan el camino verdadero. Aunque tengan ciertas nociones y problemas, estos se resuelven a medida que leen las palabras de Dios. Son personas tan puras que pueden aceptar la verdad con facilidad. Leen las palabras de Dios por su cuenta, buscan e investigan, y entonces, cuando alguien habla con ellos, aceptan de buen grado el camino verdadero y se unen a la iglesia. Sin embargo, otros tienen muchas preguntas. Han de seguir investigando hasta haber aclarado todos los aspectos. Si hay un solo punto que no han investigado hasta aclararlo, no aceptarán el camino verdadero. Son cuidadosos y cautos en todo lo que hacen. Algunos de aquellos que difunden el evangelio no tienen ningún amor en sus corazones para esa gente. ¿Cuál es su postura ante ellos? “Puedes creer o no creer. No supondrás una gran pérdida para la casa de Dios, ni tampoco serás una gran ganancia. Si no crees, márchate y ya está. ¿Cómo pueden surgirte tantas preguntas? Ya se te han respondido todas”. De hecho, estos difusores del evangelio no responden con claridad las preguntas que plantean estos destinatarios potenciales del evangelio, no comparten la verdad de forma clara, no disipan por completo las dudas que estas personas albergan en el corazón, sino que quieren que abandonen sus nociones y acepten el evangelio lo más rápido posible. ¿Es esto algo a lo que se pueda forzar a la gente aunque no esté dispuesta? Si alguien dice que no entiende, siendo verdad, entonces debes leerles unos cuantos pasajes de las palabras de Dios respecto a sus problemas y nociones, y luego hablar sobre la verdad para facilitar su comprensión. A algunos destinatarios potenciales del evangelio les gusta llegar a la raíz del asunto. La gente así quiere averiguarlo todo. No te están complicando la vida, no son puntillosos ni buscan faltas, solo se toman las cosas en serio. Cuando se topan con gente tan seria, algunos de los que difunden el evangelio no son capaces de darles respuestas y sienten que están haciendo el ridículo. En consecuencia, no quieren hablar con tales personas, y dicen: “He estado difundiendo el evangelio durante tantos años, pero nunca he tenido una piedra así en el zapato”. Estos difusores del evangelio llaman a esa gente piedras en el zapato. De hecho, ellos mismos solo comprenden a medias cualquier aspecto de la verdad, hablan sobre algunas grandes doctrinas y palabras vacías, e intentan convencer a la gente de que acepte la verdad. ¿No es esto complicarles la vida a los demás? Si las personas no los entienden y les hacen preguntas minuciosas, eso no les gusta nada, y dicen: “Te he explicado las tres etapas de la obra de Dios, y lo he hecho con claridad. Si sigues sin entenderlo después de todo lo que he dicho, deberías leer tú mismo las palabras de Dios para resolver tus nociones. Tienes la palabra de Dios ahí a tu lado. Si la lees y la entiendes, entonces cree. Si no eres capaz de entenderla, entonces no creas”. Después de oír esto, los destinatarios potenciales del evangelio piensan: “Si sigo haciendo preguntas, es posible que pierda la ocasión de salvarme y de recibir bendiciones. Así que dejaré de preguntar, me limitaré a aceptar enseguida lo que dice y a creer”. Luego, estas personas no paran de asistir a las reuniones y de escuchar los sermones con atención, y poco a poco llegan a entender algunas de las verdades y van paulatinamente resolviendo sus nociones. Con independencia de cómo haya evolucionado su fe, ¿es esa una manera apropiada de difundir el evangelio? ¿Se puede decir que esos difusores del evangelio han cumplido con su responsabilidad? (No). Al difundir el evangelio, primero debes cumplir con tu responsabilidad. Debes seguir tu conciencia y tu razón para hacer todo lo que puedas y debas. Siendo amoroso, debes proporcionar soluciones a cualquier noción que la persona que está investigando el camino verdadero pueda tener o cualquier pregunta que se plantee. Si de verdad no puedes proporcionar una solución, puedes buscar algunos pasajes relevantes de las palabras de Dios para leerles, vídeos de testimonios vivenciales o algunas películas evangélicas de testimonio pertinentes que mostrarles. Es muy posible que esto sea efectivo; al menos estarás cumpliendo con tu responsabilidad y no te remorderá la conciencia. Pero si eres superficial y quieres salir del paso, es probable que retrases las cosas, y no será fácil ganarse a esa persona. Al difundir el evangelio a los demás, uno debe cumplir con su responsabilidad. ¿Cómo debe entenderse la palabra “responsabilidad”? ¿Cómo, concretamente, debe ponerse en práctica y aplicarse? Pues bien, debes entender que, habiendo acogido al Señor y experimentado la obra de Dios en los últimos días, tienes la obligación de dar testimonio de Su obra a aquellos que anhelan Su aparición. Entonces, ¿cómo les vas a compartir el evangelio? Ya sea en Internet o en la vida real, debes difundirlo de cualquier modo que sirva para ganarse a la gente y sea efectivo. La difusión del evangelio no es algo que se hace cuando te apetece, solo cuando estás de humor, y que no haces cuando no estás de buen humor. Tampoco es algo que se haga según tus preferencias, decidiendo tú quién recibe un trato preferente, difundiendo el evangelio a aquellos que te gustan y no difundiéndolo a los que no. El evangelio debe ser difundido de acuerdo con las exigencias de Dios y los principios de Su casa. Debes cumplir con la responsabilidad y el deber de un ser creado, haciendo todo lo que puedas para dar testimonio a los que estén investigando el camino verdadero de las verdades que entiendes, de las palabras de Dios y de Su obra. Así es como cumples con la responsabilidad y el deber de un ser creado. ¿Qué debe hacer una persona mientras difunde el evangelio? Debe cumplir con su responsabilidad, hacer todo lo que pueda y estar dispuesto a pagar cualquier precio. Es posible que hayas estado predicando el evangelio durante un corto espacio de tiempo, te falte experiencia suficiente, no seas muy elocuente y no tengas un alto nivel de educación. De hecho, estas cosas no son de vital importancia. Lo más importante es que elijas pasajes adecuados de la palabra de Dios y hables sobre las verdades que dan en el clavo y pueden resolver problemas. Tienes que adoptar una postura sincera que te permita conmover a la gente, de modo que digas lo que digas, los destinatarios potenciales del evangelio estén todos dispuestos a escucharte, en especial cuando hables sobre tus experiencias reales y desde el corazón. Si puedes ser del agrado de los destinatarios potenciales del evangelio para que se asocien contigo de buena gana, compartan contigo de buen grado y escuchen tu testimonio con gusto, entonces eso ya es un éxito. A partir de ahí te tratarán como a un confidente, y estarán dispuestos a escuchar todo lo que digas, todos los aspectos de la verdad que elijas compartir serán, para ellos, buenos y muy prácticos, y podrán aceptarlos todos. De este modo, puedes convertirlos fácilmente. Esta es la sabiduría que has de poseer al difundir el evangelio. Si no puedes ayudar a la gente con un corazón amoroso ni ser para otros un confidente, te parecerá un esfuerzo demasiado grande difundir el evangelio y convertir a la gente. ¿Por qué sucede que aquellos que hablan de manera simple y abierta, los que son directos y de buen corazón son tan efectivos al difundir el evangelio? Porque a todo el mundo le gustan los difusores del evangelio de este tipo, y están dispuestos a interactuar y entablar una amistad con ellos. Si los difusores del evangelio como esos entienden la verdad y hablan sobre ella de una manera especialmente práctica y clara, si pueden compartir con paciencia la verdad con otros, resolver los diversos problemas, dificultades y perplejidades que tiene la gente, iluminar sus corazones y ofrecerles gran consuelo, a la gente le gustará y confiarán en ellos en sus corazones, los tendrán como confidentes y escucharán de buena gana cualquier cosa que digan. Si un difusor del evangelio siempre se pone a sí mismo en un pedestal y sermonea a los demás, los trata como a niños y estudiantes, lo más probable es que lo vean como molesto y repulsivo. Por tanto, la sabiduría que debes poseer para difundir el evangelio es esta: primero, da una buena impresión a los demás, habla de una manera que resulte agradable al que te escucha. Tras escucharte, deberían poder ganar algo de ello y recibir algún beneficio. De este modo, tu difusión del evangelio irá viento en popa, no encontrará dificultades y logrará resultados fructíferos. Aunque puede que algunos no acepten el evangelio, verán que eres una buena persona y se asociarán contigo con gusto. Los que predican el evangelio deben ser capaces de socializar con la gente. Si tienes un amplio abanico de amigos estás yendo por buen camino. Además, sigue habiendo una cosa de suma importancia. Da igual a quién le prediques el evangelio, primero debes hacer mucho trabajo preparatorio. Debes equiparte con la verdad, dominar los principios, ser capaz de discernir a las personas y de emplear métodos sabios. Debes ser persistente en la práctica realizando este trabajo preparatorio. Antes que nada, durante tus conversaciones con la gente que está investigando, debes entender y captar sus orígenes, a qué denominaciones pertenecen, cuáles son sus nociones principales, si son introvertidos o extrovertidos, cómo son sus habilidades de comprensión y cómo es su talante. Eso es lo fundamental. Una vez hayas afianzado tu conocimiento sobre los destinatarios potenciales del evangelio en todos los aspectos, tu predicación será mucho más efectiva y sabrás cómo prescribir la medicina adecuada para resolver sus nociones y problemas. Si te encuentras con tentaciones por parte de las personas malvadas, los ateos o los demonios, podrás sentirlas, discernirlas tal como son y abandonarlas a toda prisa. Leer las palabras de Dios sirve para revelar a toda clase de personas. Las personas malvadas y los ateos sentirán repulsión al oírlas, y los diablos odiarán escucharlas. Solo mostrarán interés aquellos sedientos de la verdad. Buscarán la verdad y harán preguntas. Así es como puedes confirmar si son destinatarios potenciales del evangelio. Una vez confirmemos esto, podemos entablar con ellos una charla sistemática sobre la verdad. Cuando hablamos sobre la verdad, nos es posible captar por completo el calibre de estos destinatarios potenciales del evangelio, lo bien que pueden comprender la verdad y el estado de su talante. De este modo, sabremos en qué personas obrar y cómo hablar sobre la verdad. Da igual cuánto esfuerzo le pongamos, no será en vano. En el proceso de difundir el evangelio, si no entiendes y captas la situación de la otra parte y no prescribes la medicina correcta, no será fácil ganarse a otras personas. Aunque resulte que conviertes a unas cuantas, solo será por casualidad. Aquellos que entienden la verdad y ven el fondo de las cosas se equivocan menos al difundir el evangelio, o directamente no se equivocan. Les predican a las personas que deben, en lugar de a las que no. Realizan una evaluación adecuada antes de predicar y evitan hacer trabajo inútil. De este modo, realizan su deber con mayor eficiencia y menos esfuerzo malgastado, y de este modo logran buenos resultados. Así, si quieres difundir el evangelio de una manera efectiva, equípate con la verdad y realiza suficiente trabajo preparatorio. ¿Qué sucede si te topas con una persona religiosa que conoce bien la Biblia pero tú no la has leído? ¿Qué puedes hacer? En ese momento, es demasiado tarde para que te equipes con la verdad de la Biblia, así que debes presentarle enseguida a un difusor del evangelio que la comprenda. Conduce a esa persona ante alguien que entienda la Biblia. Esto se ajusta a los principios-verdad. Si te pones a alardear a ciegas y le predicas el evangelio de todas formas, esa persona no lo va a aceptar. Tu irresponsabilidad desencadenará ese resultado. Además, has de encontrar tiempo para equiparte con algo de conocimiento de la Biblia cuando no estés trabajando. Difundir el evangelio sin saber nada de la Biblia no es muy funcional. Muchas de las preguntas que hacen los investigadores tienen que ver con las palabras presentes en la Biblia. Si la entiendes, puedes usar la verdad en ella para resolver tales cuestiones. Da igual qué nociones tengan los destinatarios potenciales del evangelio, puedes buscar los versículos bíblicos y palabras de Dios correspondientes para resolverlas. El resultado deseado solo se puede alcanzar de esta manera. Por tanto, difundir el evangelio requiere algo de conocimiento de la Biblia. Por ejemplo, debes saber qué profecías del Antiguo Testamento y qué versículos del Nuevo Testamento dan testimonio de la venida de Dios y de Su obra en los últimos días. Debes leer más de estas palabras, considerarlas con mayor detenimiento y guardarlas en el corazón. Además, has de comprender cómo entienden las personas religiosas tales versículos de la Biblia, reflexionar sobre cómo hablar a fin de conducirlas a un entendimiento preciso y puro de estos y luego incorporar esos versículos bíblicos para guiarlas a una comprensión de la obra de Dios en los últimos días. ¿Es eso hacer un trabajo preparatorio? Eso es exactamente lo que conlleva. Tienes que entender las necesidades de las diferentes clases de personas que investigan el camino verdadero, y luego realizar algo de trabajo preparatorio conforme a la situación. Solo entonces podrás hacer todo lo posible y cumplir con tus responsabilidades. Esa es tu responsabilidad. Algunos dirán: “No me hace falta hacer todo eso. Solo necesito leer la Biblia unas cuantas veces. Da igual a quién le comparta el evangelio, siempre digo las mismas cosas. Las palabras que uso para predicar el evangelio son inmutables y no cambian. Emplearé esas palabras y da igual si las creen o no. Los que no crean, no recibirán bendiciones. No pueden achacarme eso a mí. Después de todo, he cumplido con mi responsabilidad”. ¿Han cumplido con su responsabilidad? ¿Cuál es la situación de la persona que investiga? ¿Qué edad tiene, qué nivel educativo, cuál es su estado civil, sus aficiones, su personalidad, su humanidad, su situación familiar y todo lo demás? No sabes nada de eso, pero aun así le predicas. No has hecho ningún trabajo preparatorio ni te has esforzado en absoluto. ¿Y sigues afirmando que has cumplido con tu responsabilidad? ¿No es eso simplemente engañar a la gente? Tratar así tu deber demuestra la postura superficial e irresponsable que adoptas. Es una postura precipitada. Predicas el evangelio de esa manera y cuando no conviertes a alguien, dices: “Si no cree, mala suerte para él. Aparte, le falta entendimiento espiritual, así que, aunque creyera, no sería capaz de obtener la verdad o salvarse”. Eso es una irresponsabilidad. Estás eludiendo tu responsabilidad. Resulta obvio que no hiciste bien tu trabajo preparatorio. Es evidente que no cumpliste con tu responsabilidad, que no realizaste tu deber de forma leal. Y sigues poniendo excusas y dando toda clase de motivos, tratando de eludir tu responsabilidad con palabras. ¿Qué clase de comportamiento es este? Se llama engaño. Para eludir tu responsabilidad, emites juicios y sacas conclusiones sobre la gente y dices tonterías irresponsables. A eso se le denomina arrogancia y ser sentencioso, es insidia y perversidad. También se le llama engaño. Es un intento de engañar a Dios.
Si Dios te ha encomendado el deber de difundir el evangelio, debes aceptar la comisión de Dios con deferencia y sumisión. Debes esforzarte por tratar con amor y paciencia a toda persona que esté investigando el camino verdadero, y debes ser capaz de soportar las dificultades y el trabajo duro. Muestra diligencia a la hora de asumir la responsabilidad de compartir el evangelio; habla de manera clara sobre la verdad, de modo que puedas rendir cuenta de ello ante Dios. Esta es la actitud con la que uno debe cumplir su deber. Si alguien que está investigando el camino verdadero busca en ti la verdad y tú le das de lado, no eres capaz de compartir con sinceridad la verdad con él y resolver su problema, e incluso buscas excusas, diciendo: “Ahora no estoy de humor. Quienquiera que sea, por mucha sed que tenga de la verdad o de la aparición y la obra de Dios, eso no es asunto mío. No depende de mí que puedan creer. Si el Espíritu Santo no se pone a obrar, por mucho trabajo de preparación que yo haga, eso no servirá de nada, así que no haré tal esfuerzo. De todos modos, ya he dicho todas las verdades que entiendo. Que puedan aceptar el camino verdadero ya es asunto de Dios. No tiene nada que ver conmigo”. ¿Qué clase de actitud es esta? Se trata de una actitud irresponsable, endurecida. ¿Acaso no hay muchos que difunden el evangelio de esta manera? ¿Puede una difusión semejante del evangelio cumplir con un estándar adecuado? ¿Puede exaltar a Dios y dar testimonio de Él? No, en absoluto. Tal difusión del evangelio no implica más que realizar un poco de trabajo; no se acerca en absoluto al cumplimiento de un deber. Entonces, ¿cómo se puede difundir el evangelio de manera adecuada? Independientemente de quién investigue el camino verdadero, debes primero hacer trabajo de preparación y equiparte con la verdad, y luego apoyarte en el amor, la paciencia, la tolerancia y el sentido de la responsabilidad para cumplir bien con este deber tuyo. Sé puro y haz todo lo que puedas y debas. Resulta adecuado difundir el evangelio de esta manera. Si las circunstancias no te permiten difundir el evangelio, o si la persona que investiga se niega a escuchar y se marcha, no es tu culpa. Has hecho lo que debes, y no te remorderá la conciencia. Eso significa que has cumplido con tu responsabilidad. Puede que alguna gente cumpla con los principios para que se les comparta el evangelio, pero tal vez no sea el momento adecuado. No es todavía el momento de Dios. En este caso, la obra de difundir el evangelio se debe dejar de lado por ahora. ¿Dejarla de lado significa no compartir el evangelio con esa persona? No significa eso, solo que vas a esperar al momento adecuado para hacerlo. ¿A qué otros no se les debe predicar? Por ejemplo, cuando una persona habla en lenguas, no un día o dos, o siquiera un año o dos, sino durante mucho tiempo, y puede hablar de este modo en cualquier momento y lugar, se trata de un espíritu malvado y no se le puede compartir el evangelio. También hay personas que parecen buenas por fuera, pero al indagar y obtener más comprensión, descubres que han cometido adulterio con mucha gente. Si se le comparte el evangelio a alguien así, esto causará muchos problemas. Es probable que acabe causando perturbaciones para el pueblo escogido de Dios, así que no se le debe predicar el evangelio. Para que algunos pastores religiosos acepten la verdad se requiere mucho esfuerzo. Aunque estén dispuestos a aceptarla, siguen poniendo condiciones. Solo les vale servir como líderes y obreros. La mayoría de los de esta clase son anticristos. Según los principios, no se les debe compartir el evangelio. Solo está permitido difundirles el evangelio a semejantes personas si ellos están dispuestos a trabajar difundiendo el evangelio y son capaces de atraer a muchos otros. Si la humanidad de alguien es demasiado malvada y solo por su apariencia percibes que se trata de una persona malvada, entonces alguien de esta clase nunca aceptará la verdad ni se arrepentirá. Aunque llegara a entrar en la iglesia, acabaría expulsada, así que nunca se le debería compartir el evangelio. Predicarle a alguien así equivaldría a llevar a Satanás, a llevar a un diablo a la iglesia. Una situación de otro tipo surge cuando algunos menores están dispuestos a creer en Dios. Sin embargo, en algunos países democráticos los menores requieren del consentimiento de sus tutores si quieren participar en la vida de iglesia y cumplir con su deber. No ignores este requerimiento. Hace falta una solución razonable y se requiere sabiduría. En China, mientras uno de los padres conduzca al menor a creer en Dios, no hay problema alguno. Si un joven que ya no es menor es capaz de comprender la verdad y quiere creer en Dios, pero sus padres se oponen y lo limitan, ese joven puede abandonar a su familia y venir a la iglesia para creer en Dios y seguirlo, ya liberado de las restricciones y obstáculos de sus padres. Eso es del todo adecuado. Es la misma situación que cuando Pedro empezó a creer en Dios. En resumen, sea cual sea la situación, se puede difundir el evangelio mientras que las condiciones objetivas lo permitan y no vulnere la ley. Este asunto necesita abordarse según los principios-verdad y los dictados de la sabiduría.
A la hora de difundir el evangelio, ¿cómo puede alguien cumplir con su deber de manera adecuada? Primero, debe ser capaz de comprender y entender la verdad concerniente a la difusión del evangelio. Solo cuando entienda la verdad puede poseer los puntos de vista correctos, saber cómo lidiar con las perspectivas equivocadas o absurdas y cómo manejar los asuntos y tratar los problemas de acuerdo con los principios-verdad. Podrá entonces discernir varias prácticas, las incorrectas y las de los anticristos que vulneran los principios-verdad. Como tal, entenderá con naturalidad qué principios-verdad ha de dominar a fin de desempeñar su deber de difundir el evangelio. Para cumplir con este deber, ¿cuál es la primera verdad que es de suma importancia entender? Debes comprender que difundir el mensaje de la obra de Dios es la responsabilidad y obligación de cada uno de los integrantes del pueblo escogido de Dios. Es una comisión que Dios ha encargado a todos. Ese es el origen de este deber. Algunos dicen: “No estoy en el equipo evangélico, ¿tengo entonces esa responsabilidad y obligación?”. Todos tienen esa responsabilidad y obligación. La verdad que concierne a este aspecto del deber es útil para todos. No sé si habéis notado cierto fenómeno en la asignación de varios miembros del personal de la iglesia. Algunos fueron antes líderes, pero luego se los sustituyó porque no podían realizar trabajo práctico. Tras su sustitución, como no poseían ninguna habilidad o destreza, no podían desempeñar deberes especiales. Así que, al final, se les reasignó en el equipo evangélico para difundir el evangelio, regar a los recién llegados o cumplir ciertos deberes ordinarios. Si fallaran igualmente en el desempeño de otros deberes en la iglesia, ¿qué les debería suceder? Dichas personas son basura y se las debe descartar. Entonces, si se te destituye como líder de la iglesia por incompetencia y no tienes talentos ni habilidades especiales, entonces tienes que estar preparado para difundir el evangelio. Si puedes difundir el evangelio y realizar tu deber como parte del equipo evangélico, entonces la verdad concerniente al cumplimiento de los deberes de manera adecuada te resulta relevante. Si fracasas al cumplir con tu deber de difundir el evangelio, la verdad sobre el cumplimiento adecuado de los deberes no tiene relevancia alguna para ti, y en la casa de Dios, en la época de la obra de Dios, el trabajo de cumplir con un deber no te concierne. En tu corazón, debes saber con claridad todo lo que esto implica. Si no cumples con ningún deber, ¿qué relación tienes con la obra de Dios? Por tanto, con independencia del tipo de deber que uno cumpla, lo mejor es, naturalmente, que puedas perseverar hasta el final y desempeñarlo bien. Hay quien dice: “No quiero difundir el evangelio porque eso siempre me pone en contacto con desconocidos. Hay toda clase de personas malas que son capaces de hacer todo tipo de cosas malas. En particular, los religiosos tratan a aquellos que difunden el evangelio de Dios de los últimos días como enemigos y son bastante capaces de entregárselos al régimen de Satanás. Son peores que los no creyentes. Yo no podría soportar ese dolor. Me golpearían hasta matarme, me mutilarían o me entregarían al gran dragón rojo. Eso acabaría conmigo”. Dado que no puedes soportar las adversidades y tu estatura es tan pequeña, debes realizar bien las tareas de tu trabajo actual. Esa sería la opción prudente. Por supuesto, sería incluso mejor si pudieras desempeñar varios deberes además de difundir el evangelio. La difusión del evangelio no es solo responsabilidad de los miembros del equipo evangélico, lo es también de todo el mundo. Dado que todos han oído de parte de Dios la buena nueva y la alegre noticia de la nueva obra de Dios, tienen la responsabilidad y la obligación de proclamar este evangelio para que más gente acuda a la casa de Dios al oír la buena nueva y se presente ante Él para aceptar Su salvación. Eso permitirá que la obra de Dios llegue a su conclusión lo antes posible. Esa es la comisión de Dios, esa es Su intención.
Algunos de los que difunden el evangelio se pasan el día ocupados predicando, y sin embargo fracasan a la hora de convertir siquiera a una persona tras varios años de predicación. ¿Qué ha ocurrido? Parecen muy ocupados, y da la impresión de que cumplen con su deber con gran esmero. Entonces, ¿por qué no convierten a nadie? La verdad que se ha de entender del deber de difundir el evangelio es en realidad similar a las verdades que deben entenderse para otros deberes. Si alguien predica el evangelio durante varios años sin convertir a nadie, eso significa que esa persona tiene problemas. ¿Cuáles son esos problemas? El problema principal es que no hablan con claridad sobre la verdad de la visión al difundir el evangelio. ¿Por qué no es clara su plática? Es posible que su calibre sea demasiado bajo para esto o que ellos mismos estén ocupados todo el día sin motivo alguno, por lo que no tengan tiempo para leer las palabras de Dios o meditar sobre la verdad, y no entiendan nada sobre esta y así no puedan resolver ninguna noción, herejía o falacia. Si se dan ambas cosas, ¿puede esta persona desempeñar bien su deber de difundir el evangelio? Me temo que será muy difícil para ellos convertir a la gente. Da igual los años que trabajen difundiendo el evangelio, no van a obtener resultados evidentes. Para difundir el evangelio, primero debes entender la verdad de la visión. Sean cuales sean las preguntas de la gente, mientras hables sobre la verdad para que esta quede clara, puedes responderlas. Si no entiendes la verdad de la visión y no puedes hablar con claridad por mucho que compartas, entonces da igual el modo en el que difundas el evangelio, no vas a obtener resultados. Si no entiendes la verdad, debes concentrarte en buscarla y hablar sobre ella. Si lees más palabras de Dios, escuchas más sermones, hablas más sobre la verdad de difundir el evangelio y siempre trabajas duro al compartir la verdad de la visión, para así entenderla realmente y ser capaz de resolver las nociones y problemas más comunes de las personas religiosas, entonces podrás lograr algunos resultados, en lugar de ningún resultado en absoluto. Por tanto, el no ser capaz de entender la verdad de la visión de la obra de Dios es una de las razones por la que la gente no puede lograr resultados cuando difunde el evangelio. Además, no puedes captar o entender las preguntas que plantean los que investigan el camino verdadero, y eres incapaz de ver dentro de sus corazones para hallar dónde radican sus mayores problemas y determinar cuáles son los problemas fundamentales que les impiden aceptar el camino verdadero. Si no puedes tener certeza sobre estos problemas, entonces no puedes difundir el evangelio ni dar testimonio de Dios a otros. Si solo practicas la predicación del evangelio haciendo uso de teorías vacías, eso no va a funcionar. En cuanto aquellos que están investigando empiecen a hacer preguntas, no podrás responderlas. Solo serás capaz de esquivarlas de manera superficial hablando de algunas doctrinas. ¿Se convierte a la gente difundiendo el evangelio de esta manera? Desde luego que no. En muchas ocasiones, cuando aquellos que están investigando el camino verdadero no pueden aceptarlo de inmediato, se debe a que no les proporcionas respuestas claras a sus preguntas. En este caso, se preguntarán por qué alguien como tú, que lleva creyendo tanto tiempo, no sabe darles una explicación clara a tales interrogantes. En sus corazones, dudarán de si se trata del camino verdadero, así que no se arriesgarán a creerlo o aceptarlo. ¿Acaso no es eso lo que sucede en realidad? Esta es la segunda razón por la que puede que no se obtengan resultados al difundir el evangelio. Si quieres difundirlo, pero no puedes resolver los problemas reales, entonces no hay manera de que le difundas el evangelio a la gente. Si no entiendes la verdad, ¿cómo vas a resolver sus problemas? Por tanto, si quieres lograr resultados al difundir el evangelio, debes trabajar duro en buscar la verdad y entender minuciosamente todas las preguntas que planteen los que están investigando. De este modo, puedes responder a sus interrogantes hablando sobre la verdad con ellos. Algunos difusores del evangelio siempre buscan alguna razón objetiva que pueda valer como excusa, y dicen: “Es muy complicado lidiar con estas personas. Cada cual es más propenso a las distorsiones que el anterior, y ninguno acepta la verdad. Son rebeldes y testarudos, y siempre se aferran a nociones religiosas”. Tales difusores del evangelio no van a esforzarse por solucionar las dificultades y problemas de estas personas, así que fallarán todas y cada una de las veces que traten de difundir el evangelio. Carecen del más mínimo amor y son incapaces de perseverar durante mucho tiempo en su deber. Desde fuera, parece que están muy ocupados, pero en realidad no se han esforzado lo suficiente en cada persona que está investigando el camino verdadero. No tratan las preguntas que les hacen de un modo serio y responsable. No buscan la verdad para encontrar una solución, resolver tales cuestiones paso a paso y, al final, convertir a esa gente. En cambio, se limitan a salir del paso. No importa cuánta gente hayan perdido, siguen empeñados en el mismo enfoque. Trabajan unos cuantos días y luego se toman otros tantos libres. ¿En qué convierten la difusión del evangelio? Lo convierten en un juego, una especie de interacción social. Piensan: “Hoy voy a encontrarme con esta clase de persona y voy a pasar un buen rato. Mañana me reuniré con alguien de esta otra clase y resultará nuevo e interesante”. Al final nunca convierten a nadie. Nunca sienten ningún reproche o sensación de carga por su incapacidad para convertir a la gente. Al difundir el evangelio de esta manera, ¿pueden cumplir bien con su deber? ¿Acaso no están siendo superficiales e intentan engañar a Dios? Alguien que siempre ha difundido el evangelio de esta manera no está cumpliendo realmente con su deber porque no ha desempeñado en absoluto su responsabilidad. Son superficiales respecto a todo. ¿Qué otras razones provocan el fracaso a la hora de convertir a las personas cuando se difunde el evangelio? Decidme. (No difundir el evangelio acorde a los principios). Sucede que a la gente solo le importan los números cuando difunde el evangelio. Tales personas no predican de acuerdo con los principios y a menudo no logran convertir a la gente. También sucede que algunos en el equipo evangélico luchan con ansia por los destinatarios potenciales del evangelio, y piensan que el que se lo difunda a más personas obtendrá más méritos. Cuando los destinatarios potenciales del evangelio los vean competir de ese modo, no serán edificados. Por el contrario, en sus mentes surgirán nociones como esta: “Vosotros, los creyentes en Dios no estáis unidos, hay celos y luchas entre vosotros”. Entonces, no querrán creer. Esto es un obstáculo. ¿Constituye esto también parte de la causa por la que fracasan a la hora de convertir a la gente cuando difunden el evangelio? (Sí). Algunos destinatarios potenciales del evangelio han vivido en la sociedad durante mucho tiempo y se encuentran en guardia contra toda clase de gente, en especial los desconocidos. Si no hay intermediarios que se encarguen de presentarlos, se mostrarán desconfiados al conocer a alguien. Por ejemplo, si acabas de conocer a un desconocido, desde luego no vas a decirle tu nombre, dirección y teléfono así como así. Cuando te hayas familiarizado con él, cuando hayáis llegado a conoceros, cuando sepas que no tiene malas intenciones contigo, os haréis amigos. Solo entonces le darías esa información. Sin embargo, algunos de los que difunden el evangelio no entienden a la gente, así que cuando notan que alguien siente desconfianza hacia ellos, lo llaman falso y perverso. Condenan su mentalidad defensiva, y traspasan su propia responsabilidad a los demás. ¿Acaso esos difusores del evangelio no desconfían también de los desconocidos? ¿Por qué no se condenan a sí mismos, sino que creen que es prudente ser desconfiados? No es justo tratar a la gente de esa manera. Algunos de los que difunden el evangelio les preguntan a los destinatarios potenciales por su información personal nada más conocerlos. Si esa persona no quiere proporcionársela, un difusor del evangelio de este tipo no querrá predicarle. ¿Qué clase de carácter muestra? Uno malicioso. Se enfada y se niega a predicar el evangelio solo porque alguien no se ciñe a sus exigencias en un asunto tan menor. ¡Qué despreciable! ¿Por qué quieres difundirles el evangelio a los demás? ¿No es eso realizar tu deber? Si obras como te place, ¿sigue siendo eso realizar tu deber? ¿Acaso no es meramente trabajar? ¿Cómo rendirías cuentas de ti mismo ante Dios? Si nunca te arrepientes, Dios te condenará y te descartará. Tú mismo te estás buscando problemas.
Me enteré del caso de dos miembros de sendos equipos evangélicos que conocieron a un destinatario potencial del evangelio. Ambos discutieron porque tanto el uno como el otro afirmaban ser los que habían contactado primero con él. ¿Qué sentido tiene pelearse por eso? ¿Es una cuestión de ignorancia? Es algo que no se puede hacer. Entonces, ¿qué es lo adecuado en este caso? Todos han de discutir juntos la cuestión. No importa quién haya sido el primero en contactar. Cuando veáis que os habéis puesto en contacto con la misma persona, difundid juntos el evangelio, dividid el trabajo y cooperad. Si vuestro plan original era pasar dos meses acercándole el evangelio a esta persona, tratad de hacerlo en un solo mes ya que sois más en la tarea. Entonces, todo el mundo debe hablar sobre los problemas y dificultades del destinatario potencial del evangelio, sobre qué aspectos de la verdad necesita buscar todo el mundo para resolver estas cuestiones, sobre cómo deberían coordinarse los dos equipos y cosas así. ¿Cuál es el propósito de esto? Convertir a la persona y desempeñar vuestro deber. Si todos se unen en mente y en espíritu, si comparten juntos y dirigen todos sus esfuerzos al mismo objetivo, el Espíritu Santo los esclarecerá y guiará. Cuando está unida, la gente es capaz de conseguir cosas con facilidad, y recibirá las bendiciones y la guía de Dios. Sin embargo, si no obras de esta manera, si siempre compites con los demás, si siempre vas a lo tuyo, si trazas una clara línea entre tú y el resto, y si solo te importa convertir a la gente cuando eres tú el que difunde el evangelio, si piensas “tú predica para ti que yo convertiré a las personas por mi cuenta”, entonces, ¿puedes cumplir bien con tu deber unido en mente y en espíritu? A veces la gente puede realizar sus deberes por su cuenta, pero en otras ocasiones todos necesitan trabajar juntos y en armonía para desempeñar adecuadamente el trabajo de la iglesia. Si todo el mundo obra por su cuenta y no coopera en armonía, eso estropeará el trabajo de la iglesia. ¿Quién asumirá la responsabilidad de esto? Todo el mundo es responsable, y el supervisor principal carga con una parte más grande de la responsabilidad. Cuando estropeas el trabajo de la iglesia, no solo no cumples con tu deber de forma adecuada, sino que cometes una gran maldad, ocasionando el aborrecimiento y la repulsión de Dios. Entonces, te habrás metido en un lío. Si Dios te condena y declara que eres una persona malvada o un anticristo que perturba el trabajo de la iglesia, será todavía peor. No cabe duda de que se te pondrá en evidencia y se te descartará, e incluso recibirás castigo. Si abandonas tu deber, ¿a qué equivale eso? No te corresponderá nada de la obra de Dios y no recibirás Su salvación. Serás uno más de los no creyentes, y tu vida perderá su sentido. ¿Para qué vives a día de hoy? ¿Qué valor aportas al equipo evangélico? ¿Cómo puedes reflejar tu valor como individuo? Debes cumplir con tus responsabilidades de una manera realista, realizar bien tu deber y ser capaz de ofrecerle garantías a Dios, diciendo: “He convertido a algunas personas al difundir el evangelio. He hecho todo lo que estaba en mi mano. Aunque tengo poco calibre y solo poseo unas pocas realidades-verdad, lo he hecho lo mejor que he podido. He realizado mi deber sin tirar la toalla, sin molestarme ni sentirme negativo u holgazanear, sin tratar de obtener fama o beneficio. En vez de eso, he sufrido no pocas humillaciones al predicar el evangelio, he soportado insultos y expulsiones de círculos religiosos, y he dormido en la calle. Aunque he experimentado negatividad y debilidad, no he abandonado mi deber, sino que tuve perseverancia al difundir el evangelio en todo momento. Le agradezco a Dios la protección y guía que me ha dado”. Esto es lo que significa desempeñar realmente tus responsabilidades. Cuando llegue el día, serás capaz de acudir ante Dios con la conciencia tranquila y rendir cuentas de ti mismo. Tal vez has conocido a muchos destinatarios potenciales del evangelio, pero no has convertido a demasiados. Sin embargo, en base a tu calibre y tus acciones, convertiste a todos los que pudiste dedicando tus mejores esfuerzos. En este caso, ¿cómo va a evaluarte Dios? Has cumplido con tu deber de manera adecuada. Has dado lo mejor de ti y te has entregado a ello por completo. Has trabajado duro para equiparte con la verdad de la visión y te has familiarizado con los versículos relevantes de la Biblia para difundirles el evangelio a los destinatarios potenciales. Memorizaste lo que hizo falta y escribiste lo que no pudiste memorizar. Al difundir el evangelio, dio igual a quién te encontraras y qué preguntas te hiciera, fuiste capaz de aportar una solución. De este modo, tu trabajo difundiendo el evangelio se volvió cada vez más efectivo y pudiste convertir a más personas. Para convertir a más personas mientras difundías el evangelio, para cumplir bien con este deber y desempeñar tus responsabilidades, superaste muchas dificultades en tu interior, incluidos tus propios defectos, debilidades y emociones negativas. Superaste todo esto, y dedicaste mucho tiempo a esta tarea. ¿Acaso no es necesario superar tales dificultades para cumplir bien con tu deber? (Lo es). Además, para llevar a aquellos que investigan el camino verdadero a oír la voz de Dios, a entender y conocer la obra de Dios y aceptar el camino verdadero, necesitas entender más de la verdad, de modo que puedas dar un mejor testimonio de la obra de Dios. No importa lo profunda o superficial que sea tu plática sobre la verdad, deberías tener amor y paciencia. Tal vez los que te escuchen te ridiculicen, te insulten, te rechacen o no te entiendan; eso no importa, si puedes lidiar correctamente con esto y hablar pacientemente sobre la verdad con ellos, y si has invertido un gran esfuerzo y has pagado un alto precio con este fin, entonces has desempeñado tus responsabilidades. Realizar tu deber de este modo supone hacerlo de forma adecuada.
Cuando algunos difusores del evangelio se encuentran con un destinatario potencial que es arrogante debido a la riqueza de su familia y su estatus social, siempre se sienten inferiores e incómodos al estar frente a él. ¿Afectará esta incomodidad al cumplimiento de tu deber? Si te afecta de tal modo que no puedes realizar bien tu deber ni cumplir con tus responsabilidades, entonces no estás desempeñando tu deber. Si solo afecta a tu estado anímico, si te hace sentir infeliz e incómodo, pero no abandonas tu deber ni olvidas tus responsabilidades y obligaciones, de forma que, al final, completas tu trabajo y además lo haces bien, entonces sí has cumplido realmente con tu deber. ¿Es esta la verdad? (Sí). Es la verdad y todo el mundo debería aceptarla. ¿Es posible que te halles en esta situación? Por ejemplo, quizá algunos destinatarios del evangelio te menosprecien porque vienes del campo. Puede que incluso te infravaloren. ¿Cómo te enfrentas a ello? Les dices: “Nací en la pobreza del campo, mientras que tú naciste con una vida privilegiada en la ciudad. Dios ordenó que así fuera. Sin embargo, Dios es misericordioso con independencia de dónde hayamos nacido. Vivimos en esta era, y todos tenemos la bendición de haber coincidido con la obra de Dios en los últimos días”. Estas palabras son ciertas, no un intento de congraciarte contigo mismo. Los destinatarios del evangelio dirán: “Entonces no estás tan bendecido como nosotros. Nosotros disfrutamos de este mundo y del otro, pero vosotros solo podéis disfrutar de la otra vida. Por tanto, nosotros disfrutamos más que vosotros”. Dices: “Todo esto es por la gracia de Dios”. Como no conocen la obra de Dios, ¿es necesario entrar en disputas con ellos? Si no valoras tales cosas, no discutirás con ellos. Debes entender esto claramente en tu corazón: “Tengo un deber en mi corazón, una carga sobre mis hombros, una misión y una obligación. No voy a discutir con ellos sobre esto. Llegará el día en el que crean y regresen a la casa de Dios, cuando hayan oído más sermones y entendido algo de la verdad, pensarán en su conducta y sus acciones de hoy y se sentirán avergonzados”. Si lo consideras de este modo, se abrirá tu corazón. Eso es lo que sucede en realidad. Si los conviertes realmente y persiguen la verdad, entonces, a los tres o cinco años de creer, reconocerán que fue inapropiado, carente de humanidad e inconsistente con la verdad tratarte como lo hicieron cuando te conocieron. Entonces tendrán que disculparse contigo la próxima vez que te vean. En el transcurso de la difusión del evangelio, te encontrarás a menudo con este tipo de situación. Cuando esto ocurre, ¿cómo lo afronto? No le presto mucha atención a estas cosas. No es para tanto. Si no crees que sea para tanto, entonces sus palabras no te afectarán. A esto se le llama poseer estatura. Si entiendes la verdad y posees la realidad-verdad, podrás desentrañar muchos dichos o prácticas que supuestamente hacen daño a la gente. Podrás resolverlos. Sin embargo, si no puedes desentrañar tales cosas, recordarás esas palabras y acciones toda tu vida y cualquiera podrá dañarte con un guiño, una palabra o un gesto. ¿Son muy graves esas heridas? Dejarán una marca en tu corazón. Cuando ves a gente rica, con un estatus mayor que el tuyo o que una vez te menospreciaron y te atacaron, tendrás miedo y sentirás timidez. ¿Cómo puedes deshacerte de esa timidez? Tienes que desentrañar su esencia. Da igual lo grandiosos que sean, no importa el estatus o posición que ostenten, no son más que gente corrupta. No tienen nada de especial. Si ves esto, tu corazón no estará limitado. En el trabajo de difundir el evangelio, te encontrarás sin duda con estos problemas. Son muy comunes. Alguna gente no te va a entender o tendrá prejuicios hacia ti, o llegará incluso a insinuar y soltar indirectas muy feas para ridiculizarte. Habrá quienes digan que predicas el evangelio para ganar dinero, buscar un beneficio o encontrar el amor. ¿Cómo manejarías tales situaciones? ¿Debes discutir con esa gente? En especial, cuando un destinatario potencial del evangelio proviene de una familia con dinero, ¿qué debes hacer si estás comiendo en su casa y ves esa mirada en su rostro? Si no comes en su casa para conservar tu dignidad, ¿puedes continuar predicando el evangelio con el estómago vacío? Debes considerar el asunto de esta manera: “Hoy puedo comer en su casa y compartir el evangelio con ellos. Pueden recibir a los que difunden el evangelio. Tienen esa buena fortuna”. De hecho, en realidad es así como son las cosas. Tienen esa fortuna. No se dan cuenta, pero tú has de ser consciente de ello en tu corazón. Al difundir el evangelio, a menudo nos toparemos con mofas, escarnios, burlas y difamaciones, e incluso podremos hallarnos en situaciones peligrosas. Por ejemplo, hay gente malvada que denuncia o rapta a algunos hermanos y hermanas, y otros son delatados a la policía y entregados al Gobierno. Algunos pueden ser arrestados y encarcelados, mientras que a otros hasta pueden matarlos a golpes. Todas estas cosas suceden. Pero ahora que sabemos esto, ¿deberíamos cambiar de actitud hacia la obra de difusión del evangelio? (No). La difusión del evangelio es responsabilidad y obligación de todos. En cualquier momento, independientemente de lo que oigamos o veamos o del tipo de tratamiento que recibamos, siempre debemos mantener esta responsabilidad de difundir el evangelio. Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a este deber por negatividad o debilidad. El deber de difundir el evangelio no es pan comido, sino que está lleno de peligros. Cuando difundáis el evangelio, no os enfrentaréis a ángeles, extraterrestres ni robots. Solo os enfrentaréis a la humanidad malvada y corrupta, a demonios vivientes, bestias; todos son humanos que sobreviven en este espacio maligno, este mundo malvado, que han sido hondamente corrompidos por Satanás y se oponen a Dios. Por lo tanto, durante la difusión del evangelio hay, ciertamente, todo tipo de peligros, por no hablar de mezquinas calumnias, burlas y malentendidos, que son moneda corriente. Si realmente consideras la difusión del evangelio una responsabilidad, una obligación y tu deber, podrás considerar correctamente estas cosas y hasta ocuparte correctamente de ellas. No renunciarás a tu responsabilidad y obligación ni te desviarás de tu intención original de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios por ellas, y jamás dejarás de lado esta responsabilidad, pues es tu deber. ¿Cómo debe entenderse este deber? Es el valor y la obligación principal de la vida humana. Difundir la buena nueva de la obra de Dios en los últimos días y el evangelio de Su obra es el valor de la vida humana.
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