Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes (Parte 4)

¿Por qué caminan por la senda de los anticristos algunos que llevan muchos años creyendo en Dios? Esto viene determinado por la esencia-naturaleza de una persona. Todas las personas malvadas, todos los que no tienen conciencia ni razón, son gente que no ama la verdad. Por eso eligen naturalmente caminar por la senda de los anticristos cuando empiezan a creer en Dios. Todo el mundo cree en Dios, lee Sus palabras y escucha sermones, entonces, ¿por qué algunos eligen tomar la senda de perseguir la verdad? ¿Por qué otros eligen la senda de buscar fama, ganancias, estatus y bendiciones? Sus entornos objetivos son similares, pero la calidad de su humanidad y sus preferencias personales son diferentes, así que eligen sendas distintas. Las ovejas de Dios escuchan Su voz. Él ha dicho muchas palabras en los últimos días, y las palabras de Dios llevan expresándose casi 30 años, pero esta gente no las entiende. ¿Se trata entonces de ovejas de Dios? (No). Si no son ovejas de Dios, no son dignas de llamarse seres humanos. ¿En qué se concentran estas personas que no aman ni persiguen la verdad? ¿Qué es lo que persiguen? Debería resultar fácil percibir que su deseo de buscar estatus y bendiciones es especialmente fuerte, y que no van a escuchar la verdad, da igual cómo se les comparta. No solo no pueden aceptar la verdad, sino que continúan obstinadamente buscando fama, ganancias y estatus. No solo carecen de todo autoconocimiento, sino que siempre comparan los méritos y alardean de su propio capital por todas partes. ¿Cuál es la naturaleza de esa conducta y de tales prácticas? (Cortejar a la muerte). Correcto. De este modo Pablo cortejó a la muerte. Tras escuchar los sermones durante tantos años, la gente sigue siendo capaz de ser como Pablo sin arrepentirse. Carecen de cualquier entendimiento sobre la verdad y no la aceptan en absoluto. ¿No es eso cortejar a la muerte? En principio, cuando no entienden la verdad, exhiben algunas conductas y prácticas que provienen de la voluntad humana y están adulteradas, o puede que exhiban cierta negociación o intenciones y deseos individuales. Como no entienden la verdad, Dios no se fija en esto. Cuando al hombre aún no le habían quedado claras las palabras de Dios, Él le permitió tener su corrupción, adulteración, debilidad y negociación. Ahora Dios ha hablado mucho y con bastante extensión, y sin embargo sigues insistiendo en creer que las cosas a las que debes agarrarte y las conductas que practicas son correctas. Niegas estas palabras de Dios, o incluso las desprecias y las ignoras; miras sin ver y escuchas sin oír. ¿Qué postura adopta Dios ante tales personas? ¿Cómo contempla Él tales cosas? Dios dirá que no amas la verdad, que no amas las cosas positivas y que eres un incrédulo. Tales personas no creen que haya verdad ni que todo lo que Dios ha dicho sea la verdad y la senda de salvación para el hombre. No aceptan este hecho. Aunque las personas como estas no niegan tales palabras de Dios, tampoco las aceptan. A partir de su conducta y de lo que revelan, puedes observar que no se hallan en la senda de perseguir la verdad. ¿Qué senda están caminando? Al confiar en su propio capital y logros para buscar recompensas de Dios, caminan por la senda de Pablo. Da igual cuánto se diseccione a Pablo, no identificarán dentro suyo esos mismos elementos. Por mucho que se diseccione a Pablo, ellos no van a cambiar, a arrepentirse o llegar a conocerse a sí mismos. Siguen creyendo que todo lo que hacen es correcto y concuerda con la verdad. No importa cuántas palabras exprese Dios, da igual cómo diseccione y condene a tales personas, estas nunca reflexionarán sobre sí mismas. Sus puntos de vista sobre la fe en Dios, su intención de ganar bendiciones y su práctica de hacer tratos con Dios se mantienen, inquebrantables e inmutables. ¿Esto a qué se debe? Son incapaces de entender la voz de Dios y no la escuchan. Da igual lo que diga Dios, para ellos tiene poca importancia. “Di lo que te parezca, pero déjame a mí seguir mi camino. Tú eres Tú, yo soy yo. Hagas lo que hagas o sea cual sea Tu intención, ¿a mí qué más me da? No tiene nada que ver con mi vida o mi muerte”. ¿Qué clase de personas son estas? (Incrédulos). ¿En qué creen? En sí mismos. ¿Acaso no son detestables? (Lo son). Son detestables y deben perecer. No son a los que Dios va a salvar. Por tanto, entre aquellos que difunden el evangelio, si hay muchos que siempre se duermen en los laureles, alardean de antigüedad y le piden a Dios recompensas por sus méritos pasados, se hallarán en problemas. Debido a su conducta, su desenlace vendrá determinado por su cortejo a la muerte. Entonces, cuando te encuentras con esta clase de persona, ¿es apropiado que les adviertas contra cortejar a la muerte? Si todavía pueden difundir el evangelio, no les digas eso. Puedes recordarles, advertirles y guiarlos dándoles consejos indirectos para ofrecerles la máxima ayuda posible. Sin embargo, si su esencia y carácter son de verdad idénticos a los de Pablo, ¿cómo debemos tratarlos? Sabes que están cortejando a la muerte, pero no les cuentas la verdad y sigues animándolos y les permites continuar rindiendo servicio: a esto se le llama humillar a Satanás. ¿Resulta apropiado hacer esto? (Sí). Aprovecharse del servicio de Satanás forma parte de la sabiduría de Dios. Si tratas a tus hermanos y hermanas de esta manera, cometes una acción malvada y Dios la detesta. Si te aprovechas del servicio de Satanás, eso equivale a humillarlo. Se considera sabiduría. El gran dragón rojo, Satanás y los diablos sirven al pueblo escogido de Dios. ¿Es esto obra de Dios? (Sí). ¿Cómo debemos contemplarlo? Se trata de la sabiduría de Dios. Es algo que no se puede condenar. Es la verdad. Tienes que usar a Satanás, emplear esta cosa para tu ventaja. Si no lo usas para el propósito del servicio, no se hará bien parte del trabajo y no será fácil conseguir resultados. Aquellos que caminan por la senda de perseguir la verdad y de la salvación pasan también por una etapa de trabajo, pero no es permanente. Dios no usa la sabiduría para hacerte rendir servicio, sino que en cambio debes pasar por esta etapa. Como no entiendes la verdad, haces muchas cosas sin principios, pero de acuerdo con tu propia voluntad. En términos de tu esencia, no estás dispuesto a trabajar, pero en cuanto al hecho objetivo, estás trabajando. Solo cuando la gente trabaje bien y entienda poco a poco las intenciones de Dios y la verdad podrá transitar, paso a paso, a la búsqueda de la verdad, desempeñar realmente sus deberes, someterse a Dios y ajustarse a Sus intenciones, y, poco a poco, embarcarse en la senda de la salvación. Sin embargo, este trabajo es algo completamente distinto a aprovecharse del servicio de Satanás. Posee una naturaleza diferente. Dios solo se aprovecha del servicio de Satanás, pero no lo salva. Los trabajadores que creen en Dios con un corazón sincero y pueden perseguir la verdad son los destinatarios de la salvación de Dios. En el caso de algunos trabajadores, se emplean sus servicios cuando resultan útiles, pero si trastornan y perturban el trabajo de la iglesia, hay que advertírselo con firmeza. Si no se arrepienten, se los echará de una patada y se los expulsará. Así es como hay que tratarlos. Si pueden trabajar normalmente con honestidad y no perturban el trabajo, entonces permíteles seguir trabajando. Tal vez algún día entiendan la verdad y puedan salvarse. Se trata de algo bueno, ¿así que por qué no hacerlo de buen ánimo? No puedes condenar a alguien antes de tiempo. ¿Por qué razón se condena a alguna gente? Porque las perturbaciones que causan son demasiado graves. No importa cuánto hables sobre la verdad con ellos, no van a ser capaces de aceptarla y desempeñarán sus deberes de manera mediocre. Sus esencias-naturaleza son idénticas a las de Pablo. Se niegan tercamente a arrepentirse. Sin duda, están cortejando a la muerte. Tales personas están seguras de estar en la iglesia. También de hallarse entre los que difunden el evangelio. ¿Qué os parece, es buena idea dejar que conozcan la verdad auténtica? ¿Os da miedo que la conozcan? (No nos da miedo). Si las personas así pueden reconocerse a sí mismas en esto y arrepentirse, eso es bueno. Hay que darles una oportunidad. No los descartéis. Sin embargo, si conocen la verdad auténtica, pero no pueden cambiar su forma de ser y siguen causando perturbaciones, eso es verdaderamente cortejar a la muerte. Cuando no están en la senda correcta, no se les ofrece ninguna cortesía. A la gente así hay que echarla y descartarla.

Estos son los principios fundamentales relativos a la práctica de difundir el evangelio. Al difundir el evangelio, la gente debe cumplir con su responsabilidad y tratar con seriedad a cada destinatario potencial del evangelio. Dios salva al hombre en la mayor medida posible, y la gente ha de tener consideración con Sus intenciones, no debe ignorar descuidadamente a quien esté buscando e investigando el camino verdadero. Es más, al difundir el evangelio, debes captar los principios. En cuanto a cada persona que esté investigando el camino verdadero, debes observar, entender y captar cosas tales como su trasfondo religioso, si su calibre es bueno o malo y la calidad de su humanidad. Si encuentras a una persona que tenga sed de verdad, que pueda comprender las palabras de Dios y aceptar la verdad, entonces esa persona ha sido predestinada por Dios. Deberías intentar dedicar todo tu empeño a tener comunicación sobre la verdad con ella y ganártela. Sin embargo, si es de pobre humanidad y tiene un talante horrible, y su sed es una pretensión, no para de discutir y se aferra a sus nociones, debes dejarla de lado y renunciar a ella. Algunas personas que están investigando el camino verdadero tienen capacidad de comprensión y un gran calibre, pero son arrogantes y sentenciosas. Se apegan demasiado a las nociones religiosas, así que debes comunicarles sobre la verdad con amor y paciencia para ayudarlas a resolver esto. Solo debes rendirte si no aceptan la verdad, por mucho que hayas comunicado con ellas. Entonces habrás hecho todo lo posible. En resumen, no abandones a la ligera a nadie que pueda reconocer y aceptar la verdad. Mientras estén dispuestos a investigar el camino verdadero y sean capaces de buscar la verdad, debes hacer todo lo que puedas para leerles más palabras de Dios y compartir más con ellos sobre la verdad, y para dar testimonio de la obra de Dios y resolver sus nociones y preguntas, de tal modo que puedas ganártelos y llevarlos ante Dios. Esto concuerda con los principios de la difusión del evangelio. Así pues, ¿cómo se los puede convertir? Si, al relacionarte con ella, determinas que la persona tiene buen calibre y buena humanidad, debes hacer todo lo posible por cumplir con tu responsabilidad; debes pagar cierto precio y utilizar ciertos métodos y medios, y no importa cuáles, siempre y cuando los emplees para convertir a esa persona. En resumen, a fin de ganártela, debes cumplir con tu responsabilidad, usar el amor y hacer todo lo que esté a tu alcance. Debes hablar acerca de todas las verdades que comprendes y hacer todas las cosas que debes hacer. Aunque no te ganes a esta persona, te quedarás con la conciencia tranquila. Habrás hecho todo lo posible. Si no compartes la verdad claramente, y la persona se sigue aferrando a sus nociones, y si pierdes la paciencia y renuncias a ellos por decisión propia, eso es desatender tu deber, y eso será una transgresión y una mancha para ti. Algunos dicen: “¿Tener esta mancha significa que he sido condenado por Dios?”. Eso depende de si la gente hace esas cosas de manera intencional y habitual o no. Dios no condena a las personas por transgresiones ocasionales; solo tienen que arrepentirse. Pero cuando hacen el mal a sabiendas y se niegan a arrepentirse, son condenadas por Dios. ¿Cómo podría Dios no condenarlas cuando son claramente conscientes del camino verdadero y, sin embargo, pecan adrede? A la luz de los principios-verdad, eso es ser irresponsable y superficial; y como mínimo, estas personas no han cumplido con su responsabilidad; así es como Dios juzga sus errores. Si se niegan a arrepentirse, serán condenados. Y, por lo tanto, a fin de reducir o evitar tales errores, la gente debería hacer todo lo posible por cumplir con sus responsabilidades, intentando abordar de manera activa todas las inquietudes que tengan quienes estén investigando el camino verdadero y, definitivamente, no posponiendo ni demorando las cuestiones cruciales. Si una persona que está investigando el camino verdadero reitera una pregunta, ¿cómo debes responder? No debería importarte tomarte el tiempo y la molestia de contestarle, y deberías buscar el modo de hablarle con claridad acerca de su pregunta hasta que la entienda y no la vuelva a hacer. Entonces habrás cumplido con tu responsabilidad y tu corazón estará libre de culpa. Ante todo, tú estarás libre de culpa respecto a Dios en esta materia, pues Él te encomendó este deber, esta responsabilidad. Cuando todo lo hagas ante Dios, mirándolo, cuando todo se contraste con Su palabra, y se haga según los principios-verdad, entonces tu práctica estará totalmente de acuerdo con la verdad y los requerimientos de Dios. De esta manera, todo lo que hagas y digas será de beneficio para la gente, y ellos lo aprobarán y lo aceptarán fácilmente. Si las palabras que dices son esclarecedoras, prácticas y claras, podrás evitar la disputa y la confrontación, permitirás a los demás entender la verdad y los edificarás. Si las palabras que dices son confusas y ambiguas, y si tu enseñanza de la verdad es poco clara, carece de iluminación y no es práctica, no serás capaz de resolver las nociones y los problemas de la gente, y es posible que esta se aproveche de tus fallos, te juzgue y te condene. Tales problemas te serán todavía menos sencillos de resolver; tal vez debas enseñar varios pasajes más de las palabras de Dios para que la gente pueda entender la verdad y aceptarla. Así pues, uno debe ser sabio al hablar cuando difunde el evangelio, y debe enseñar con transparencia sobre la verdad, de tal manera que pueda resolver las nociones y figuraciones de la gente, para así ganarse su admiración y convencerlos con sinceridad. Es fácil lograr resultados haciendo esto; permite a las personas aceptar la obra de Dios sin fisuras, lo cual es beneficioso para la expansión del evangelio.

En cuanto a los principios que se han de seguir en la práctica de difundir el evangelio, por otro lado, aquellos que difunden el evangelio deben ser dignos y rectos en su conducta, hablar y comportarse a semejanza de los santos, ejercer la restricción apropiada en todo lo que hacen durante el transcurso de la difusión del evangelio, y comportarse de manera disciplinada. A algunos destinatarios potenciales del evangelio no les agrada que los perturben los desconocidos, entonces, ¿cómo deberías predicarles? Hay quienes predican el evangelio llamando por teléfono tres veces diarias, corriendo a la casa de quien sea cuando esa persona llega del trabajo, y leyéndoles las palabras de Dios a los destinatarios potenciales en cuanto los ven, sin importarles lo ocupados que estén. Nunca eligen el momento adecuado, así que corren el riesgo de convertirse en una molestia. Algunos son tan estúpidos que incluso les hablan de este modo a aquellos que investigan el camino verdadero: “Este mundo es muy malvado, así que deja lo que estés haciendo, no vayas a trabajar. ¿Sabes en qué tiempos estamos? La gran catástrofe es inminente. ¡Es urgente que creas en Dios!”. ¿Es apropiado difundir el evangelio de esta manera? ¿Qué consecuencias traerá? Son no creyentes que no han aceptado todavía la obra de Dios. ¿Es necesario hablarles de esta manera? Además, no te metas en la vida privada o en los puntos de vista personales de los destinatarios potenciales del evangelio. Por ejemplo, alguna gente les dice lo siguiente a aquellos que están intentando convertir: “Oye, ¿sigues creyendo en Dios? Los creyentes no llevamos esas ropas de no creyentes”. “La gente que cree en Dios no come esta clase de comida, tienes que tomar esto o aquello”. ¿No es eso meter la nariz en los asuntos de los demás? Es una necedad. Si en cierto momento tus palabras y acciones no son adecuadas, pueden causar que el precio que pagaste al difundir el evangelio se malgaste. Por esta razón, debes actuar con cautela en todo momento, refrenarte y regular tu conducta, y comportarte de manera disciplinada. ¿A qué llamamos disciplina? Significa hacer las cosas de acuerdo con las reglas, pensar en qué clase de palabras serían aptas para el deber que estás desempeñando, y qué clase de palabras estaría dispuesto a oír un destinatario del evangelio. No hagas ni digas cosas que les desagraden o les vayan a molestar, no hagas preguntas invasivas y nunca interfieras en sus asuntos privados. Imagina que alguien tiene dos hijos y le dices: “Está bien tener dos hijos, pero ¿no sería mejor tener también una hija?”. ¿Qué te importa a ti eso? Cuando un destinatario potencial del evangelio sabe inglés, dices: “Tu inglés es realmente excelente. Sería maravilloso que creyeras en Dios y cumplieras con tu deber en Su casa. Hacen falta en ella personas como tú”. ¿Es apropiado hablar de esa manera? No hay dos personas iguales. Cuando empiecen a creer, puede que sean más activas y entusiastas que tú, pero todavía ni creen ni han aceptado, así que no fuerces las cosas antes de que llegue el momento oportuno, y nunca te metas en la vida de nadie. ¿Lo entiendes?

Se puede dar otra situación. En el transcurso de la difusión del evangelio, hay quienes aceptan la obra de Dios de los últimos días y entienden algunas verdades. Entonces, creen que están muy por encima de las personas normales y corrientes. Desprecian a todos los no creyentes e incluso también desprecian y menosprecian a aquellos que conocen y están investigando el camino verdadero. Piensan: “Eh, vosotros, si no aceptáis la obra de Dios de los últimos días, estáis ciegos, sois necios e ignorantes, solo le valéis a la muerte y no tenéis ningún valor. Mi deber de hoy es predicarte el evangelio, pero en otras circunstancias te ignoraría”. ¿Qué clase de postura es esa? No has hecho nada más que aceptar la obra de Dios de los últimos días. No estás por encima de nadie. Aunque fueras un rey, ¿acaso no serías solo uno más entre la raza humana corrupta? ¿En qué eres mejor que los demás? No desprecies a los que están investigando el camino verdadero. Aunque les prediques tú el evangelio, no eres más grande ni mejor que ellos. No olvides que eres un ser humano corrupto, igual que ellos. Debes tener claro este asunto en tu corazón. No mires siempre a otros como si estuvieras prestando un gran servicio al mundo o guiando a todos los seres sintientes hacia su salvación. Siempre piensas: “Los que no habéis aceptado el evangelio sois lamentables. Todos los días me quema la ansiedad por vosotros”. ¿Qué es ese fuego que te quema? No has resuelto todavía tus propios problemas, pero te quema la ansiedad a causa de los asuntos ajenos. ¿No es eso hipócrita? ¿No estás engañando a los demás? No te escondas detrás de una máscara de virtud. De hecho, no eres nada en absoluto. Aunque hayas aceptado la nueva obra de Dios durante 20 o 30 años, sigues siendo un donnadie. Aunque vivas con Dios todos los días y le hables cara a cara, sigues siendo una persona corriente. Tu esencia permanece inmutable. Difundir el evangelio a otros es cumplir con tu deber. Es tu obligación, tu responsabilidad. Debes entender que no importa a cuánta gente conviertas, sigues siendo tú. No te has convertido en otra persona, sigues siendo un ser humano corrupto. Aunque has convertido a mucha gente, no debes estar orgulloso ni mucho menos mostrarte arrogante. No alardees por ahí de tus logros, diciendo: “Llevo muchos años difundiendo el evangelio, y he acumulado cantidad de experiencia y muchas lecciones. A quienquiera que le predique, soy capaz de saber de un solo vistazo si es bueno o malo y sé cuándo predicar y cuándo abstenerme de hacerlo. Cuando es adecuado difundir el evangelio, sé si será fácil o posible. Siempre puedo encontrar una manera de llevarles el evangelio a aquellos a los que es posible difundírselo”. Aunque tengas experiencia en la difusión del evangelio, tu entrada en la vida sigue siendo muy superficial. A pesar de que tienes cierta experiencia de vida y has cambiado de algún modo, a veces presumes para lucirte. ¿No supone eso un problema? La gente que tiene dones es más propensa a ser pomposa y a soltar charla vacía. Siempre se creen mejores que otros, les gusta aleccionar constantemente a los destinatarios potenciales del evangelio, y siempre quieren que los admiren y veneren. ¿No es este un problema de carácter? ¿Puede alguien dar testimonio de Dios solo cambiando su comportamiento y no su carácter? Si no puedes ofrecer ningún testimonio de cambio de carácter, si solo puedes hablar sobre la verdad del evangelio y dar testimonio de Dios, ¿eres apto para que te use Dios? Después de aceptar el camino verdadero, las personas han de entender la verdad de la entrada en la vida y la verdad de practicar. Si no tienes experiencia real ni sabes cómo hablar sobre tu testimonio vivencial, ¿acaso no se trata de deficiencias? Si siempre te concentras en hablar sobre doctrinas para que te admiren y te tengan en alta estima, si siempre quieres estar en una posición elevada, ¿es eso dar testimonio de Dios? De ninguna manera. Es dar testimonio de uno mismo. Es tener un carácter corrupto. Si no experimentas juicio y castigo, ¿cómo puedes lograr un cambio en tu carácter? Algunos de los que difunden el evangelio hablan de testimonios vivenciales, y los que los escuchan se benefician mucho de ello, se conmueven y admiran desde el fondo de su corazón a esos que hablan. Y sin embargo, estos difusores del evangelio siguen teniendo corazones temerosos de Dios. No desprecian a ningún destinatario potencial del evangelio. Son capaces de hablar desde el corazón, llevarse bien con la gente y hacer amigos con normalidad, y sin duda poseen un poco de la razón de la humanidad normal. ¿Cómo logran eso? Esto demuestra que han ganado algo en su fe en Dios. Cuanto menos, entienden algunas verdades, tienen algo de conocimiento de sí mismos y su carácter-vida ha cambiado de alguna manera, así que ya no se vuelven arrogantes. Cuando ven a alguien que no ha aceptado el evangelio, piensan: “Yo era igual en otros tiempos, así que no debería ningunearlo. Yo mismo no soy tan grande”. Su mentalidad ya no es la que era. Una vez que reconocen su propia naturaleza, pensarán que es natural ver a destinatarios potenciales del evangelio revelar un poco de ignorancia, necedad o debilidad. No ridiculices a nadie, y no te aferres a la sensación o la postura de que todo el mundo forma parte de las masas de la gente común y ordinaria. Si mantienes esa postura, obstaculizará y comprometerá tu trabajo de difundir el evangelio. Sin embargo, a veces esta clase de estados corruptos surgen en tu corazón cuando ves a mucha gente que acaba de empezar a creer en Dios. Por ejemplo, digamos que aceptaste la obra de Dios de los últimos días hace veinte años y llevas diez difundiendo el evangelio. Cuando te hallas entre los destinatarios potenciales del evangelio, a ellos siempre les pareces alguien superior, y dicen: “Llevas 20 años creyendo en Dios, mientras que nosotros apenas acabamos de aceptarlo. Nuestra estatura es todavía muy pequeña y, en comparación, no cabe duda de que estamos muy por debajo de ti. Eres un adulto y nosotros solo somos unos recién nacidos”. ¿Qué debes pensar cuando hacen esas comparaciones? “Aunque acepté a Dios antes que ellos y llevo creyendo más tiempo, sigo estando muy rezagado en cuanto a la entrada en la vida y la verdad. No he aceptado todavía el juicio y castigo real de Dios, y sigo muy lejos de salvarme y de ser perfeccionado”. Sabes cómo eres en realidad en tu corazón. No importa cuánto te admiren o la alta estima en que te tengan, ¿cómo te sientes tú? “Soy solo una persona corriente, no me admires”. Estarás asqueado y no sentirás ningún placer porque, en tu corazón, percibes claramente que no eres nada en absoluto, que no entiendes ninguna verdad y que solo sabes decir algunas palabras y doctrinas. La gente es necia y propensa a admirar a otros. Si disfrutas alegremente de la sensación de que te admiren y eso te proporciona placer, estás en problemas. Si eso te molesta y quieres abandonar este tipo de situación, si no te gusta que otros te traten de ese modo, eso prueba que tienes algo de conocimiento de ti mismo. Este es el estado correcto y, si te hallas en él, es poco probable que cometas errores o hagas cosas equivocadas.

Las situaciones de las que estoy hablando ahora son básicamente las que se suelen dar en el transcurso de difundir el evangelio. En el lado negativo de las cosas, es necesario que evitéis ciertas maneras de hablar, prácticas y conductas inapropiadas, y que os aseguréis de que vuestro carácter no revele cosas inapropiadas que no concuerden con la verdad. En el lado positivo, mientras cumplís con el deber, ante este debéis adoptar una postura de lealtad y de asumir responsabilidades hasta el final. Así, podréis desempeñar vuestros deberes de manera adecuada. En este proceso, debes poco a poco buscar la verdad y los principios de modo que satisfagas las intenciones de Dios, y esforzarte por perseverar y permanecer leal hasta el final en el cumplimiento de cada deber que tengas. No importa qué clase de deber cumplas, has de ser capaz de satisfacer a Dios y de que Él te recuerde por estas cosas que has hecho de un modo adecuado y encomiable. Durante el periodo de difusión del evangelio, debes esforzarte por cometer cada vez menos transgresiones y errores. Deben de ser cada vez menos las veces en las que te embarques en negociaciones o en la búsqueda de recompensas, o tengas la ambición y el deseo de hacerlo, mientras cumples con tu deber. Al mismo tiempo, debes buscar activamente cumplir con tus responsabilidades, desempeñarlas por completo y considerar tu deber como algo que recae sobre ti. Además, esfuérzate por realizar tu deber de tal modo que, cuando pienses en ello tras muchos años, tengas la conciencia tranquila. Eso significa que debes reducir poco a poco el número de cosas que te hacen sentir que tienes una deuda. No puedes avanzar sin cambiar en absoluto. Supón que no realizaste bien tu deber cuando difundiste el evangelio a un destinatario potencial, y eso te incomodó, como si tuvieras una deuda, y te pareció que no habías hecho suficiente trabajo preparatorio. Sin embargo, cuando difundiste el evangelio después de eso, tu estado era idéntico y no realizaste ningún cambio. Eso significa que durante este periodo no creciste en absoluto. ¿Qué representa esta falta de crecimiento? Implica que no has practicado o ganado este aspecto de la verdad, implica que esto sobre lo que estoy hablando nunca fue para ti otra cosa que doctrina. Si cometes cada vez menos transgresiones, menos errores, te sientes menos en deuda y con menos remordimientos de consciencia, ¿qué representa esto? Significa que estás cumpliendo con tu deber con cada vez mayor pureza, y que tu sentido de la responsabilidad se está tornando más fuerte por momentos. En otras palabras, te estás volviendo más leal a la hora de cumplir con este deber. Por dar un ejemplo, en el pasado, difundir el evangelio dependía de los métodos humanos, no de compartir la verdad o de interpretar los versículos de la Biblia. Ahora parece que ese enfoque no es apropiado, que no es lo que debe hacer alguien que acepta la comisión de Dios, y que para Él es algo así como una deshonra. ¿Habéis tenido esta sensación? Tal vez ahora no os sintáis así, pero algún día, después de haberte equipado con más y más verdades de varios tipos y haber ganado una cierta estatura, adoptarás una postura y una perspectiva más precisas y prácticas al fijarte en tus prácticas pasadas. Esto demuestra que tu estado interno se ha vuelto normal. Ahora mismo no sientes nada respecto a tus prácticas anteriores, no las desprecias ni tienes una opinión o una evaluación correctas de ellas. En cambio, te resultan indiferentes. ¿Acaso no es esto muy problemático? Demuestra que no posees ninguna de las verdades relevantes para tales cosas. Incluso adoptas una postura insensible ante las diversas acciones malvadas y trucos del hombre y aquellas prácticas suyas que no se ajustan a la verdad, y aceptas, secundas e incluso estás de acuerdo con estas inmundicias. Entonces, ¿cuál es tu estado interno? Amas las cosas injustas, las relacionadas con el pecado, y las que no se ajustan a la verdad, sino que son contrarias a ella. Esto es muy problemático. Si sigues actuando de acuerdo con estas prácticas, te enfrentarás a una consecuencia muy seria. ¿Cuál? Estás acumulando constantemente acciones malvadas y desviándote cada vez más de la senda de la salvación. ¿Por qué digo que te desvías cada vez más? Porque mientras cumples con este deber no buscas la verdad ni te atienes a los principios en nada de lo que haces. Solo sigues tu propia voluntad y tus preferencias. Entonces, ¿cómo puedes cumplir con tu deber de manera adecuada? No realizas tu deber con el propósito de entrar en la verdad, sino con el de completar una tarea y luego rendir cuentas de ti mismo. Lo que sigues no es la voluntad de Dios, y lo que aceptas no es Su comisión. La naturaleza de estas cosas es diferente. Por tanto, mientras vas por ahí difundiendo el evangelio no estás caminando por la senda que lleva a la salvación, sino por la senda del trabajo, la senda de Pablo, que negoció con Dios. Tarde o temprano, en base a todo lo que haces, Dios determinará para ti el mismo final que para Pablo. ¿Acaso no será ese el resultado? Será así con absoluta seguridad. Por el contrario, si en el proceso de difusión del evangelio, todos tus métodos y medios son prácticos, tu punto de partida y tu intención son satisfacer a Dios y devolverle Su amor, y los principios con los que actúas y la senda por la que caminas concuerdan con los requerimientos de Dios y se ajustan por completo a la verdad, ¿qué resultado se conseguirá con esa práctica? Tu entendimiento de la verdad se volverá cada vez más profundo, manejarás los asuntos con creciente conformidad a los principios, tu vida crecerá de forma gradual, y tu fe, tu amor y tu lealtad a Dios se incrementarán poco a poco. De este modo, te embarcarás en la senda de la salvación. Al mismo tiempo, en el proceso de cumplir con tu deber, examinarás paulatinamente tu propia rebelión y corrupción, además de tus diversas actitudes corruptas. Entonces, en el transcurso del cumplimiento de este deber, serás capaz de refrenarte cada vez más y de poseer un corazón temeroso de Dios y sumisión. Después, tu sentido de la responsabilidad se hará más y más fuerte y la pureza de tu lealtad se incrementará cada vez más. Tu miedo a Dios también se volverá más profundo. Al mismo tiempo, ganarás más experiencia y conocimiento de la realidad de distintas verdades. De este modo, la senda que camines será completamente opuesta a la que tomó Pablo. Se trata de la senda de búsqueda de la verdad de Pedro. Esta senda es la de la salvación. En cuanto al resultado final, lo experimentarás por ti mismo. Dios te aprobará y tu corazón conocerá cada vez más paz y alegría. A ojos de Dios, no importa cuántas vueltas y giros haya experimentado tu senda, cuántos rodeos hayas dado, o qué negatividad, debilidad o incluso fracasos y tropiezos hayas tenido. Cuando lo que hayas hecho, lo que hayas revelado y lo que hayas manifestado se contemple como un todo, la senda que camines será la de la salvación. Entonces, ¿cómo determinará Dios tu desenlace? Él no se dará prisa en hacerlo. De manera metódica y con delicada paciencia, Dios te apoyará, te ayudará y te guiará por la senda de la salvación. Te permitirá aceptar Su juicio y castigo, las pruebas y los refinamientos, y te acabará perfeccionando. De este modo, te salvarás exhaustiva y completamente. Por consiguiente, desde esta perspectiva, al cumplir con el deber de difundir el evangelio, ¿acaso no cuentan las personas con la oportunidad y la posibilidad de embarcarse en la senda de la salvación? (Sí). Cuentan con esta oportunidad y es del todo posible. Solo depende de si son capaces de perseguir la verdad y de tomar la senda de la búsqueda de la verdad.

Hoy hemos hablado primordialmente sobre varias verdades relativas a desempeñar el deber de difundir el evangelio. Volvamos al tema con el que empezamos nuestra charla. ¿Cómo debemos llamar a aquellos que cumplen con el deber de difundir el evangelio? (Personas que realizan el deber de difundir el evangelio). Eso es lo correcto. No se les puede llamar testigos, predicadores y, desde luego, tampoco mensajeros del evangelio. Después de todo, son personas que difunden el evangelio. No te llames testigo a ti mismo. La gente no puede ser testigo de nada, y ya es suficiente con que no avergüencen a Dios. Llamarte a ti mismo predicador es peor si cabe. Te encuentras incluso más alejado de ello. Lo que predicas no es el “camino” y las cosas sobre las que predicas distan bastante del “camino”. Por tanto, si nos quedamos con la denominación “persona que difunde el evangelio”, todo el mundo tendrá una definición precisa de este deber, pues se trata simplemente de personas que cumplen este deber. No son para nada testigos ni predicadores. Se hallan muy lejos de tales cosas. Si los llamas testigos o predicadores, ¿acaso no se sentirán superiores a los demás? No hace falta mucho para que alguien se ponga a alardear y a vanagloriarse. ¿Es eso algo bueno o malo? (Malo). Aquellos a los que no exaltas ni enalteces siempre quieren vanagloriarse. Si los exaltas, los llamas testigos, predicadores o mensajeros del evangelio, ¿puedes siquiera imaginar cómo se pondrían tras recibir tal elogio? Se vanagloriarían tanto que se elevarían flotando en el aire. ¿Tienes ahora una comprensión básica de las diversas verdades involucradas en el deber de difundir el evangelio? (Sí). Para cumplir bien con el deber de difundir el evangelio, has de estar equipado de muchas verdades. Hay quien dice: “Yo no difundo el evangelio, ¿tengo entonces que equiparme con la verdad?”. Otros dicen: “No sé cuándo seré capaz de difundir el evangelio. Nunca lo he hecho y no se me da bien hablar, así que ¿cómo voy a difundir el evangelio?”. Puede que no seas capaz de difundir el evangelio, pero ¿acaso no puedes equiparte de las verdades relacionadas con esta tarea? ¿No puedes practicar tu forma de hablar y conocer gente? Si posees un sentido de la misión y de la responsabilidad, si quieres cumplir bien con tu deber y cooperar con Dios, entonces debes equiparte con las verdades relativas a difundir el evangelio. Debes equiparte con las verdades de la visión y de la práctica. Para el pueblo escogido de Dios es imperativo equiparse con las verdades relativas a estos dos aspectos porque hacerlo nunca resulta superfluo. No solo atañen a la difusión del evangelio, sino que son verdades que la humanidad debe comprender. ¿Cómo se benefician las personas de la comprensión de estas verdades? ¿Qué bendiciones pueden aportarles? Tal vez todo el mundo sea capaz de entender la idea general, pero a medida que Su obra sigue progresando y profundizándose, la gente continuará experimentando la obra de Dios y su comprensión de la verdad seguirá progresando y profundizándose del mismo modo. Su relación con Dios se volverá cada vez más cercana y su asociación con Él se tornará más frecuente. Paso a paso, la gente comparará las verdades referentes a la visión y a la obra de Dios con Sus obras y con Su postura respecto a cada individuo. Este proceso de comparación paulatino es el de conocer a Dios. Como ser creado, llevas mucho tiempo creyendo en Dios, pero no sabes quién es ni cómo aparece y actúa. ¿Acaso no se trata de una creencia demasiado desorientada y confusa? Has cumplido con tu deber durante muchos años. Pero si al final sigues sin saber nada sobre Dios, entonces tu fe en Él ha sido inútil. Si oyeras a diablos difundiendo rumores sobre Dios, ¿les creerías? (No). Ahora dices que no te creerías tales cosas, pero si de verdad no entiendes a Dios, al llegar el día en que oigas esos rumores, tendrás dudas y meditarás las palabras en tu corazón, pensando: “¿Será verdad? ¿Haría Dios tal cosa?”. Dado que te sientes incómodo, no estarás dispuesto a realizar tu deber. Al haber caído bajo la influencia de los rumores, te parecerá que el camino que tienes por delante es sombrío y lúgubre, así que te sentirás perdido y confuso. La gente siempre está perdida y confusa, ¿por qué? No sabe dónde está Dios, o ni siquiera si hay un Dios, por lo que siempre está perdida y confusa. ¿En qué condiciones surge esta confusión? Surge cuando las personas se sienten desconcertadas ante muchas cosas que son, en apariencia, contradictorias, lo cual provoca que no puedan discernir con claridad la dirección a seguir ni sepan qué rumbo tomar. Así, se pierden y se confunden. ¿Podéis ver con claridad y discernir las muchas cosas que tenéis ante vuestros ojos y seguir la senda correcta? Esto guarda relación con tu entendimiento de Dios, tu comprensión de la verdad y hasta qué punto estás equipado con ella. ¿Qué significa que la gente esté siempre perdida y confusa? ¿Acaso son incapaces realmente de ver el camino que tienen por delante? ¿Están en realidad ciegos los perdidos y los confusos? No, se trata de una ceguera en el corazón y una insensibilidad hacia la verdad, hacia Dios, y hacia los juicios a todas las personas, acontecimientos y cosas. ¿Por qué están insensibilizados? Porque no entienden la verdad, no conocen las obras de Dios ni tampoco Su carácter, y no poseen una base sobre la que emitir juicios acertados sobre todas las cosas. Por tanto, no tienen estándar para juzgar ni calificar nada. Son difusos, no ven nada con claridad o entendimiento, y no pueden emitir juicios. Tampoco pueden definir o desentrañar el fondo de las cosas. Esto es insensibilidad. La insensibilidad lleva a la ceguera, y la ceguera lleva a sentirse perdido y confuso. Así es como funciona. Entonces, ¿por qué aquellos que han escuchado sermones durante tantos años siguen sin discernir las cosas? Porque no entienden la verdad. No pueden desentrañar nada, sino que siguen los preceptos a ciegas y sacan conclusiones precipitadas. ¿Se puede considerar eso ceguera? Aunque no se puede decir que estén completamente ciegos, lo están parcialmente. De hecho, si no entiendes la verdad, no puedes desentrañar nada hasta el fondo. Por mucho tiempo que lleve alguien creyendo en Dios o por muchos sermones que haya escuchado, si nunca es capaz de entender la verdad, eso significa que el problema es su calibre. Esto tiene una directa correlación con si tiene o no comprensión espiritual. La mayoría de la gente que ha escuchado sermones durante muchos años es capaz de entender algo de la verdad, y puede que en realidad entiendas bastante, pero solo te faltaba un entorno adecuado, así que no has usado algunas verdades y te sigue pareciendo que no las entiendes. Cuando las experimentes tú mismo, cuando debas hacer una elección o te haga falta considerar en serio las cosas, tal vez el aspecto relevante de la verdad te irá quedando claro poco a poco. Ahora mismo, tus impresiones están llenas de burdos esquemas vacíos y de cosas doctrinales. A medida que vayas creciendo paulatinamente en experiencia y edad, poco a poco, muchas verdades se volverán para ti más prácticas y realistas. Esto te permitirá percibir cada vez más la esencia de la verdad. De este modo, podrás llegar realmente a comprender la verdad y contemplar los problemas con sensibilidad. Por muchos sermones que escuchen aquellos que no entienden la verdad, no serán capaces de desentrañar las manifestaciones de humanidad, de actitudes corruptas, de los distintos estados humanos y de las esencias de los diferentes tipos de personas, incluso con los ojos abiertos de par en par. Están ciegos. Sin embargo, desde fuera, alguien que persigue la verdad no parece estar prestando atención, pero tendrá una reacción al comportamiento y la conducta de los demás en su corazón e inconscientemente se formará una impresión del tema. ¿De dónde proviene esta impresión, este sentimiento? Las verdades que comprenden las personas les confieren la capacidad de discernimiento. Esto les proporciona una definición de la esencia de ese tipo de conducta, práctica o manifestación. ¿De dónde procede esta definición? La verdad es lo que lleva a la gente a comprender, y es lo que le otorga discernimiento y juicio. Ahora mismo, comprendéis algunas verdades y tenéis un poco de discernimiento sobre ciertas cosas. Sin embargo, vuestro discernimiento no es muy preciso, razón por la que aún no sentís nada parecido a una sensación de reafirmación, y os halláis todavía avanzando a tientas hacia delante. Hay quien dice: “En ese caso, deberías hablar con nosotros sobre todas y cada una de las cosas”. No es necesario. Los humanos tienen responsabilidades humanas, y Dios tiene Su propio ámbito de trabajo. Os he contado todos los aspectos de la verdad, lo que os queda es experimentar todo tipo de personas, acontecimientos y cosas en vuestra vida diaria. El Espíritu Santo actuará e instrumentará. Se pide una cosa de las personas: que participen en la cooperación y en la búsqueda humanas. Si no te embarcas en esta búsqueda, por muy claro que yo lo explique, no lo vas a ganar. No voy a adoctrinarte por la fuerza, ni a obligarte a que lo conozcas, a que lo entiendas y a ganar la entrada. Yo no haré tal cosa, y el Espíritu Santo tampoco. Solo con tu práctica y entrada en la verdad deliberadas, voluntarias y activas, esta dará fruto de forma inconsciente en tu interior. Cuando la verdad dé fruto, tu corazón se llenará de luz. Eso es comprender la verdad. Pero si no la comprendes, entonces te mostrarás insensible a todo, reaccionarás con lentitud y te resultará imposible conocer el fondo de las cosas. Por ejemplo, cuando alguien haga algo y otro diga que se trata de una acción malvada y que pertenece a tal o cual naturaleza, tú no lo sabrás y te resultará imposible comprobarlo por ti mismo. Cuando alguien te da la respuesta, puede que la aceptes y la admitas en base a doctrinas, pero en cuanto a esencia, seguirás siendo incapaz de dar tu consentimiento. Si no puedes darlo, ¿acaso comprendes realmente? No, así que solo puedes seguir preceptos para lidiar con las cosas que te encuentres. Esto sucede porque no entiendes la verdad.

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