Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes (Parte 5)

¿Cómo puedes cumplir bien con tu deber de difundir el evangelio? Primero, debes entender las diversas verdades implicadas en ello. Por ejemplo, se ha de considerar la definición y el posicionamiento del deber de difundir el evangelio, además de la propia postura a adoptar, el sufrimiento adecuado que se ha de soportar, el precio a pagar y las verdades adecuadas que se han de practicar y a las que se ha de entrar cuando se cumple con el deber. Si se entienden tales verdades, será fácil cumplir bien con el deber de difundir el evangelio. Asimismo, en el lado negativo, se debe reflexionar sobre las cuestiones relativas a qué prácticas incorrectas se deben evitar, cuáles se clasifican como buenas intenciones del hombre y sobre si las ideas y prácticas de las personas concuerdan en última instancia con los principios de difundir el evangelio. Esto significa que toda conducta, toda práctica, todo principio y toda conclusión en el transcurso de la difusión del evangelio deben examinarse con claridad para comprobar si, al final, concuerdan con los principios-verdad. Persevera solo en aquellas cosas que concuerden con los principios-verdad. Las que no se ajustan a ellos se deben abandonar. Los resultados que provienen de cumplir con el deber de difundir el evangelio solo mejorarán progresivamente de este modo. Además, debes practicar la colaboración armoniosa, lo cual es muy beneficioso para el trabajo evangélico. Resulta complicado llevar a cabo el trabajo sin la colaboración armoniosa. Los hermanos y hermanas debéis ser tolerantes y pacientes unos con otros y apoyaros. Para cumplir bien con tu deber, se requiere de la coordinación armoniosa. Hay que obedecer a quien diga lo que es correcto. No saques siempre la conclusión precipitada de que tienes razón y los demás están equivocados. Debes tomar decisiones acordes con las palabras de Dios. Comparte la verdad según los principios establecidos por la casa de Dios para llegar a un consenso. Asimismo, en el proceso de colaborar en el cumplimiento del deber, debéis aprender unos de otros, permitir que el punto fuerte de una persona compense los defectos de otra, y no ser demasiado duros con los demás. Además, has de ser cuidadoso y prudente y confiar en el amor al tratar con las personas que están investigando el camino verdadero. Esto se debe a que todos los que investigan el camino verdadero son no creyentes, incluso los religiosos entre ellos son más o menos no creyentes, y todos ellos son frágiles: si algo no concuerda con sus nociones, son susceptibles de contradecirlo, y si alguna frase no se ajusta a su voluntad, son propensos a rebatirla. Por lo tanto, predicar el evangelio a estas personas requiere tolerancia y paciencia por nuestra parte. Nos exige un amor extremo, y precisa de algunos métodos y enfoques. Sin embargo, lo fundamental es leerles las palabras de Dios, transmitirles todas las verdades que Dios expresa para salvar al hombre y hacerles oír la voz de Dios y las palabras del Creador. De este modo, obtendrán beneficios. El principio más importante de difundir el evangelio es permitir a los que están sedientos de la aparición de Dios y que aman la verdad leer Sus palabras y oír Su voz. Por tanto, pronuncia menos palabras del hombre con ellos y léeles más palabras de Dios. Después de que hayas acabado de leer, habla sobre la verdad para que puedan oír la voz de Dios y entender algo de la verdad. Entonces, es probable que regresen a Dios. Difundir el evangelio es la responsabilidad y obligación de todos y cada uno. No importa a quién le llegue esta obligación, no debe eludirla ni valerse de excusas o razones para rechazarla. Hay quien dice: “No se me da bien hablar, no entiendo la Biblia y además soy muy joven. ¿Qué haría si me encontrara ante una tentación o un peligro?”. Tales palabras son equivocadas. Difundir el evangelio no significa que se te encomiende hacer cosas peligrosas. La casa de Dios no te permitirá ir a un lugar donde exista peligro. La iglesia sigue principios cuando designa a los que difunden el evangelio. No se trata de hacerles correr riesgos, sino de establecer arreglos razonables en función de las condiciones, el calibre y los puntos fuertes de cada uno de ellos. Los hermanos y hermanas colaboran unos con otros, y se asignará el trabajo a quienes sean aptos para realizarlo. No es que se pueda decir que no existe ningún riesgo. Cualquiera que esté vivo se enfrenta a veces con el peligro. Si Dios te encarga directamente un trabajo, entonces el honor te obliga a aceptarlo, aunque eso signifique que te vayas a enfrentar a la tentación, el dolor o el peligro. ¿Por qué debes considerarte obligado por el honor a aceptar? (Es la responsabilidad de las personas). Cierto, solo de esta manera te tomas realmente la difusión del evangelio como tu responsabilidad y tu deber. Esta es la postura adecuada que ha de adoptarse. Se trata de la verdad, y como tal, las personas la deben aceptar, y deben hacerlo sin reservas. Si un día no es apropiado que cumplas con otros deberes, o si hace falta gente para difundir el evangelio y se te asigna a ti esa tarea, ¿qué vas a hacer? Debes aceptarla como algo a lo que te obliga el honor, sin emociones contradictorias, sin análisis ni escrutinio. Es la comisión de Dios. Es tu responsabilidad, es tu deber. A ti no te compete elegir. Dado que sigues a Dios, no te corresponde tomar tus propias decisiones. ¿Por qué no deberías tomar decisiones? Porque difundir el evangelio es la comisión de Dios, y todos los del pueblo escogido de Dios participan en esta tarea. Algunos dicen: “Tengo más de 80 años, ni siquiera puedo salir de casa. ¿Puede Dios encomendarme todavía esta comisión?”. Otros dicen: “Apenas tengo 18 o 19 años, conozco poco del mundo y no sé cómo relacionarme con la gente. Soy muy tímido y me da miedo hablar en público. ¿Me puede encargar Dios a mí este deber?”. Dios te encarga esta comisión a pesar de todo. Da igual la edad que tengas, debes hacer todo lo que puedas para desempeñar tu deber de difundir el evangelio. Difúndelo tanto como puedas y a cuanta más gente sea posible. No importa qué deber estés cumpliendo en la actualidad, has de hacer lo posible para difundir el evangelio. Si un día se te presenta la oportunidad de difundirle el evangelio a alguien, ¿deberías hacerlo? (Claro). Eso es. Muchos tienen sus propios deberes, pero pueden compartir el evangelio en su tiempo libre e incluso lograr algunos resultados. Dios lo aprueba. Por tanto, todo el mundo tiene la responsabilidad de difundir el evangelio. No debes tomar tus propias decisiones ni eludir dicha responsabilidad, sino cooperar activa y voluntariamente. No adoptes una postura pasiva o negativa, no te niegues y no te inventes razones o excusas para no cumplir con este deber. Hay quien dice: “El entorno en el que me hallo es demasiado peligroso. ¿Puedo renunciar a difundir el evangelio?”. Si tu estatura es pequeña en estos momentos, si hay alguien que pueda ocupar tu puesto y eres apto para desempeñar otros deberes, entonces puedes intercambiar un deber por otro. Pero ¿qué has de hacer si eres tú el que debe cumplir con ese deber? (El honor me obliga a aceptar). Cierto. El honor te obliga a aceptarlo y aceptarlo de parte de Dios. Esta es la responsabilidad y la obligación de todo ser creado. Alguna gente dice: “Mi cuerpo es débil, así que no puedo soportar la dificultad de salir a difundir el evangelio”. Si no puedes soportar esta gran dificultad, ¿puedes al menos soportar otras más pequeñas? Si no puedes cargar con ninguna dificultad en absoluto, ¿no deberías entonces sufrir la gran dificultad del castigo? Mientras vivas y respires, debes cumplir con tu deber, has de difundir el evangelio. Es perfectamente natural y justificado. Si rechazas tu deber, no predicas el evangelio y eliges evadirte y huir de tus responsabilidades, esa no es la postura adecuada de un ser humano; asimismo, las personas tampoco han de adoptar una postura defensiva y de resistencia. Todo el mundo debe estar preparado para aceptar la difusión del evangelio como su obligación y su deber en todo momento y lugar. Hay quien dice: “Llevo muchos años creyendo en Dios, pero la iglesia nunca me ha encargado que difunda el evangelio”. ¿Es esto algo bueno o malo? No se trata de una cuestión de si es bueno o malo. Tal vez Dios no necesite que vayas todavía a difundir el evangelio, pero te necesita para realizar otros deberes. Todos son importantes, entonces, ¿cómo debes elegir entre ellos? Has de someterte a los arreglos de la iglesia, sin albergar deseos personales. Cuando Dios necesita que difundas el evangelio, te dice: “No es apropiado ni tampoco importante que desempeñes tu deber actual. El deber de difundir el evangelio es más crucial”. ¿Qué debes hacer entonces? Debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor, sin analizarlo, juzgarlo o escrutarlo, ni mucho menos resistirte a ello o rechazarlo. Esta es la postura correcta que debe adoptar un ser creado hacia el Creador. Cuando las personas adoptan esa postura, ¿se puede decir que, en cierto sentido, la relación entre ellos y Dios es normal y apropiada? ¿En qué se manifiesta la relación entre el hombre y Dios? En cómo tratas las cosas que Dios te manda hacer. Si Dios te confía hacer algo y deliberas y meditas el asunto y preguntas: “¿Por qué quieres que haga esto? ¿Me va a beneficiar?”; si puedes pensar de este modo, entonces tu relación con Dios es anormal y no te habrás sometido a Él. Si dices: “Lo que Dios me ha dicho que haga es algo importante. No puedo ser descuidado con lo que Él me pide. Lo debo manejar con cuidado. Mi deber es cualquier cosa que Dios me pida, lo que Él me encargue. Escucharé a Dios y haré cualquier cosa que Él disponga. No puedo negarme. Si no puedo mantenerme firme en mi deber, si me niego, si no me lo tomo en serio, si no lo cumplo bien, entonces eso es traicionar a Dios”, en tal caso, posees la razón que es propia de un ser creado y la postura correcta que le corresponde adoptar a un ser creado ante su deber. Si sabiendo perfectamente que se trata de la comisión de Dios, sigues negándote a aceptarla y justificas esa elusión de tu deber, entonces la naturaleza del problema es grave. Esto no es solo rebelarse contra Dios, supone traicionarlo. Si crees en Dios, debes asumir la posición y el estatus de un ser creado y aceptar y someterte a las comisiones del Creador. Esta es la postura adecuada. Si careces de la postura adecuada respecto a tu deber, la naturaleza de este problema es muy grave. Si cuando acabas de empezar a creer, no entiendes la verdad, no hace falta ponerse serio contigo. Si has creído en Dios durante unos pocos años y entiendes algunas verdades, pero sigues siendo capaz de rechazar la comisión de Dios, si no difundes el evangelio y eres aún superficial cuando cumples con tu deber, ¿cuál es la naturaleza de este problema? Esto no solo muestra una falta de conciencia y razón, sino algo más importante: rebelión y resistencia contra Dios, una traición hacia Él. Se puede considerar una desobediencia importante, y no sería una exageración. Una persona así no es digna de llamarse ser humano y sufrirá castigo de manera inevitable. Ya que admites que eres un ser creado, ¿cuál es la razón que corresponde a los seres creados? Hacer cualquier cosa que el Creador te diga que hagas, y someterte a todos Sus arreglos. Esta es la conciencia y razón que corresponde a los seres humanos. En cuanto a aquellos que comprenden la verdad, se tiene una expectativa incluso más alta de que se sometan por completo a la instrumentación y los arreglos de Dios. Jamás deben rebelarse siquiera en lo más mínimo.

La verdad relativa a la difusión del evangelio incumbe a un amplio conjunto de personas. Debería incumbir a todo el mundo. Al principio, cuando algunos oían comunicación sobre este aspecto de la verdad, pensaban que a ellos no les afectaba. Sin embargo, ahora ya todo el mundo debe adoptar una postura de aceptación respecto al deber de difundir el evangelio, y ha de tener conciencia de este aspecto de la verdad. Además, se debe tener una definición precisa de este deber. Entonces, ¿cómo se ha posicionado la gente? (Como un ser creado). Eres un ser creado, así que, ¿cuál es la primera prioridad de un ser creado? (Someterse al Creador). ¿Cuál es la primera manifestación concreta de someterse al Creador? (Cumplir con nuestro deber como seres creados). Entonces, ¿cuál es el primer deber que debe cumplir un ser creado? (Difundir el evangelio y dar testimonio de Dios). Eso es. Esa es la respuesta que estoy buscando. Habéis dado un gran rodeo antes de dar en el clavo con la respuesta correcta. La primera prioridad de todo ser creado es difundir el evangelio, dar testimonio y difundir la obra de Dios a lo largo del mundo entero y hasta los confines de la tierra. Esta es la responsabilidad y obligación de todo el que acepte el evangelio de Dios. Están obligados a ello por el honor. Puede darse la circunstancia de que no estés cumpliendo actualmente con este deber, o que te quede muy distante, o que nunca hayas pensado que se trate de un deber que debas cumplir. Sin embargo, tu corazón debe tener algo claro: este deber está conectado a ti. No es solo una responsabilidad para otros, es tu responsabilidad y también tu deber. Solo porque en este momento no se te haya asignado cumplir con este deber no significa que no tenga nada que ver contigo, que no sea cosa tuya cumplirlo o que Dios no te haya confiado hacerlo. Si tu comprensión puede llegar a este nivel, ¿no significa esto que la perspectiva que mantienes en tu corazón sobre el deber de difundir el evangelio concuerda con la verdad y con la intención de Dios? Cuando tu comprensión llegue a este nivel, cierto día, después de que todos hayáis finalizado la obra que tenéis entre manos, Dios dará la orden de dispersaros y distribuiros por todas partes, incluso a lugares que os parecerán extraños, muy desagradables y complicados. ¿Qué haréis entonces? (El honor nos obligará a aceptar). Eso es lo que decís ahora, pero cuando llegue el día es muy posible que se os llenen los ojos de lágrimas. Ahora debéis prepararos de este modo, debéis llegar a tener esa conciencia: “Esta es la era en la que he nacido. Soy afortunado de haber aceptado la obra de Dios de los últimos días y de formar parte de la obra del plan de gestión de Dios. Por tanto, el valor y significado de mi vida deben ser dedicar mi completa energía vital a la expansión de la obra evangélica de Dios. No pensaré en nada más”. ¿Tenéis esa aspiración? (Sí). Debéis tener esta aspiración y haber realizado esta preparación y este plan. Solo así podéis ser un auténtico ser creado al que Dios ama y que a Él le resulte adecuado. Hay quien dice: “No estoy listo, y tendría miedo si me pidieran que difundiera el evangelio ahora”. No temas, Dios no te va a obligar a hacerlo hasta que no estés listo. Y aunque digas que estás listo, puede que Dios no te use todavía. Entonces, ¿cuándo se te dará uso? Depende de Dios, así que no tienes que preocuparte de eso. Dios lo dispondrá todo cuando quiera usarte. Cuando tengas la estatura y experiencia necesarias y cumplas con todas las demás condiciones requeridas, puede que Él disponga que difundas el evangelio en varios lugares. Llegado ese momento, ¿se te podrá llamar mensajero del evangelio? (No). En ningún momento se les puede llamar mensajeros del evangelio a aquellos que cumplen con este deber. Eso no cambiará nunca. ¿Cómo se debe llamar a esas personas? (Gente que difunde el evangelio). Eso es más preciso. No importa cómo se les llame, el deber que cumplen es ese. Esta es la verdad y nunca cambiará. Si cambia el nombre y la identidad de esas personas, entonces cambiará la esencia del trabajo. Una vez que cambie la esencia, se apartará del camino de la verdad. Cuando el trabajo se aparta del camino de la verdad, se convierte en comportamiento religioso. En ese caso, la gente se apartará cada vez más de la senda de salvación, partirán hacia el sur cuando pretenden ir al norte. Por tanto, nunca vayas por la senda incorrecta. En todas las ocasiones en las que a aquellos que difunden el evangelio se les envía a diversos lugares, no hacen otra cosa que desempeñar su deber. No son testigos, no son predicadores, y ni mucho menos son mensajeros del evangelio. Esta es una verdad eterna e inmutable.

Con lo que he dicho hasta ahora, la mayoría de la gente habrá sentido que una luz brilla en su corazón, y muchos se frotarán las manos con el ansia de la anticipación, pensando: “Eso es maravilloso, el futuro parece muy prometedor. La senda que ha preparado Dios para nosotros resplandece con una luz brillante”. Esto no es necesariamente así. Dios tiene un plan para cada uno de Sus seguidores. Cada cual tiene un entorno, acondicionado por Dios para el hombre, en el que cumplir con su deber, y tiene la gracia y el favor de Dios para disfrute del hombre. Tiene también unas circunstancias especiales, planteadas por Dios para el hombre, y debe experimentar mucho sufrimiento; no es nada parecido al camino de rosas que imagina el hombre. Aparte de esto, si reconoces que eres un ser creado, debes prepararte para sufrir y pagar un precio por cumplir con tu responsabilidad de difundir el evangelio y por cumplir adecuadamente con tu deber. El precio podría consistir en padecer una dolencia física o una adversidad, sufrir persecuciones del gran dragón rojo o malentendidos de la gente mundana, así como las tribulaciones que se padecen al difundir el evangelio: traiciones, palizas e injurias, ser condenado e incluso hostigado y correr peligro de muerte. Es posible que, en el transcurso de la difusión del evangelio, mueras antes de la consumación de la obra de Dios y no llegues a ver el día de Su gloria. Debéis estar preparados para esto. No pretendo atemorizaros; es una realidad. Ahora que lo he dejado claro y lo habéis entendido, si todavía tenéis esta aspiración y estáis seguros de que no cambiará, y permanecéis leales hasta la muerte, esto demuestra que tenéis cierta estatura. No deis por supuesto que la difusión del evangelio en estas naciones extranjeras con libertad religiosa y derechos humanos estará libre de peligro ni que todo lo que hagáis irá viento en popa, que todo tendrá la bendición de Dios y vendrá acompañado de Su gran poder y autoridad. Este es el material de las nociones e imaginaciones humanas. Los fariseos también creían en Dios, pero prendieron a Dios encarnado y lo crucificaron. Entonces, ¿qué cosas malas es capaz de hacerle el mundo religioso actual al Dios encarnado? Han hecho muchas, como juzgar a Dios, condenarlo o blasfemar contra Él; no hay nada malo de lo que no sean capaces. No olvidéis que los que prendieron al Señor Jesús y lo crucificaron eran creyentes. Fueron los únicos que tuvieron ocasión de hacer una cosa así. A los no creyentes no les importaban esas cosas. Fueron esos creyentes los que se confabularon con el gobierno para prender al Señor Jesús y crucificarlo. Por otro lado, ¿cómo murieron esos discípulos del Señor Jesús? Entre los discípulos hubo quienes fueron lapidados, arrastrados por un caballo, crucificados cabeza abajo, desmembrados por cinco caballos; les acaecieron todo tipo de muertes. ¿Por qué murieron? ¿Los ejecutaron legalmente por sus delitos? No. Los condenaron, golpearon, acusaron y ajusticiaron porque difundían el evangelio del Señor y los rechazó la gente mundana; así los martirizaron. No hablemos del fin último de esos mártires ni de la definición de su conducta por parte de Dios; en cambio, preguntémonos esto: al llegar al final, ¿las formas en que afrontaron el fin de su vida se correspondieron con las nociones humanas? (No). Desde la perspectiva de las nociones humanas, pagaron un precio muy grande por difundir la obra de Dios, pero al final los mató Satanás. Esto no se corresponde con las nociones humanas, pero es precisamente lo que les sucedió. Es lo que permitió Dios. ¿Qué verdad es posible buscar en esto? Que Dios permitiera que murieran así, ¿fue Su maldición y Su condena, o Su plan y Su bendición? Ninguna de las dos. ¿Qué fue? La gente actual reflexiona sobre su muerte con mucha angustia, pero así eran las cosas. Los que creían en Dios morían de esa manera, ¿cómo se explica esto? Cuando mencionamos este tema, os ponéis en su lugar; ¿se os entristece entonces el corazón y sentís un dolor oculto? Pensáis: “Estas personas cumplieron con su deber de difundir el evangelio de Dios y se les debería considerar buenas personas; por tanto, ¿cómo pudieron llegar a ese fin y a tal resultado?”. En realidad, así fue cómo murieron y perecieron sus cuerpos; este fue su medio de partir del mundo humano, pero eso no significaba que su resultado fuera el mismo. No importa cuál fuera el modo de su muerte y partida, ni cómo sucediera, así no fue como Dios determinó los resultados finales de esas vidas, de esos seres creados. Esto es algo que has de tener claro. Por el contrario, aprovecharon precisamente esos medios para condenar este mundo y dar testimonio de las acciones de Dios. Estos seres creados usaron sus tan preciadas vidas, aprovecharon el último momento de ellas para dar testimonio de las obras de Dios, de Su gran poder, y declarar ante Satanás y el mundo que las obras de Dios son correctas, que el Señor Jesús es Dios, que Él es el Señor y Dios encarnado. Hasta el último momento de su vida siguieron sin negar el nombre del Señor Jesús. ¿No fue esta una forma de juzgar a este mundo? Aprovecharon su vida para proclamar al mundo, para confirmar a los seres humanos, que el Señor Jesús es el Señor, Cristo, Dios encarnado, que la obra de redención que Él realizó para toda la humanidad le permite a esta continuar viviendo, una realidad que es eternamente inmutable. Los martirizados por predicar el evangelio del Señor Jesús, ¿hasta qué punto cumplieron con su deber? ¿Hasta el máximo logro? ¿Cómo se manifestó el máximo logro? (Ofrecieron sus vidas). Eso es, pagaron el precio con su vida. La familia, la riqueza y las cosas materiales de esta vida son cosas externas; lo único relacionado con uno mismo es la vida. Para cada persona viva, la vida es la cosa más digna de aprecio, la más preciada, y resulta que esas personas fueron capaces de ofrecer su posesión más preciada, la vida, como confirmación y testimonio del amor de Dios por la humanidad. Hasta el día de su muerte siguieron sin negar el nombre de Dios o Su obra y aprovecharon los últimos momentos de su vida para dar testimonio de la existencia de esta realidad; ¿no es esta la forma más elevada de testimonio? Esta es la mejor manera de cumplir con el deber, lo que significa cumplir con la responsabilidad. Cuando Satanás los amenazó y aterrorizó, y al final, incluso cuando les hizo pagar con su vida, no abandonaron su responsabilidad. Esto es cumplir con el deber hasta el fin. ¿Qué quiero decir con ello? ¿Quiero decir que utilicéis el mismo método para dar testimonio de Dios y difundir Su evangelio? No es necesario que lo hagas, pero debes entender que es tu responsabilidad, que si Dios necesita que lo hagas, debes aceptarlo como algo a lo que te obliga el honor. La gente de hoy alberga miedo y preocupación, pero ¿de qué sirven esos sentimientos? Si Dios no necesita que hagas esto, ¿de qué te sirve preocuparte por ello? Si Dios necesita que lo hagas, no debes eludir ni rechazar esta responsabilidad. Debes cooperar de manera proactiva y aceptarla sin preocuparte. Muera como muera una persona, no debe morir ante Satanás ni tampoco en las manos de este. Si uno va a morir, debe morir en las manos de Dios. Las personas vinieron de Dios y a Él regresan; estos son la razón y la actitud que ha de tener un ser creado. Esta es la verdad definitiva que hay que entender al difundir el evangelio y cumplir con el deber: hay que pagar con la propia vida por difundir y dar testimonio del evangelio de Dios encarnado, que lleva a cabo Su obra y la salvación de la humanidad. Si tienes esta aspiración, si puedes dar testimonio de este modo, es maravilloso. Si todavía no tienes esta clase de aspiración, debes, como mínimo, cumplir adecuadamente con la responsabilidad y el deber que tienes por delante y confiarle lo demás a Dios. Tal vez entonces, a medida que pasen los meses y años, aumenten tu experiencia y edad y ahondes en la comprensión de la verdad, te darás cuenta de que tienes la obligación y la responsabilidad de ofrecer tu vida, incluso hasta el último momento de esta, a la obra del evangelio de Dios.

Ahora es el momento adecuado para empezar a hablar de estos temas porque ya ha comenzado la difusión del evangelio del reino. Con anterioridad, en la Era de la Ley y en la Era de la Gracia, algunos antiguos profetas y santos dieron su vida para difundir el evangelio, así que aquellos nacidos en los últimos días también pueden dar la suya por la causa. No es algo nuevo o repentino, ni mucho menos un requerimiento excesivo. Se trata del deber que los seres creados deben cumplir y desempeñar. Esta es la verdad, es la más elevada verdad. Si lo único que haces es gritar consignas sobre lo que quieres hacer por Dios, cómo quieres cumplir con tu deber y cuánto quieres gastarte por Él, eso es inútil. Cuando te des de bruces con la realidad, cuando se te pida que sacrifiques la vida, ¿te quejarás en el último momento, estarás dispuesto, te someterás realmente? Esa es la prueba de tu estatura. Si justo antes de que te vayan a quitar la vida estás tranquilo, dispuesto y te sometes sin quejarte, si sientes que has cumplido con tus responsabilidades, obligaciones y deberes hasta el final, si tu corazón está alegre y en paz; si partes así, entonces, para Dios, no te has ido en absoluto. En cambio, vives en otro reino y en otra forma. Lo único que has hecho es cambiar tu manera de vivir. En ningún caso estás realmente muerto. Tal como lo ve el hombre: “Esta persona murió a una edad temprana, ¡qué pena!”. Pero a ojos de Dios, no has muerto ni has partido para sufrir. Por el contrario, has partido para disfrutar de las bendiciones y acercarte más a Dios. Como ser creado, a ojos de Dios ya has desempeñado adecuadamente tu deber, ahora ya lo has completado. Dios ya no necesita que sigas cumpliendo con tu deber entre las filas de los seres creados. Para Dios, tu “partida” no se llama “partida”, sino que eres “llevado”, “traído” o “conducido”, y eso es algo bueno. ¿Queréis que Dios os lleve? (Eso deseamos). No lo deseéis. En esta vida, hay muchas cosas que el hombre no entiende. No te apresures a llegar a ese paso. Antes de que llegue ese día, debes esforzarte por entender más de la verdad y saber más del Creador. No dejes atrás ningún remordimiento. ¿Por qué digo esto de no dejar atrás los remordimientos? En esta vida, la gente cuenta con un tiempo limitado para pasar de entender las cosas a tener esta oportunidad, poseer este calibre y satisfacer las condiciones para entablar diálogo con el Creador, a fin de alcanzar un auténtico entendimiento, conocimiento y temor del Creador, y tomar el camino de temer a Dios y evitar el mal. Si ahora quieres que Dios te lleve enseguida, no estás siendo responsable con tu propia vida. Para ser responsable, debes trabajar más duro para dotarte de la verdad, reflexionar más sobre ti mismo cuando te ocurren cosas y compensar rápidamente tus propios defectos. Debes llegar a practicar la verdad, actuar según los principios, entrar en la realidad-verdad, saber más de Dios, ser capaz de conocer y entender Sus intenciones y no vivir tu vida en vano. Debes llegar a saber dónde está el Creador, cuáles son Sus intenciones y cómo expresa alegría, rabia, pena y felicidad; aunque no puedas alcanzar una conciencia más profunda o un conocimiento completo, debes al menos poseer un entendimiento básico de Dios, nunca traicionarle, ser compatible con Él en lo fundamental, mostrarle consideración, ofrecerle un consuelo básico y hacer lo que para un ser creado es adecuado y alcanzable de una manera básica. No son cosas fáciles. En el proceso de llevar a cabo sus deberes, la gente puede llegar a conocerse a sí misma poco a poco, y a partir de ahí conocer a Dios. Este proceso es en realidad una interacción entre el Creador y los seres creados, y debe ser un proceso que merezca la pena recordar a lo largo de la propia vida. Se trata de un proceso que la gente debería ser capaz de disfrutar, en lugar de resultarle doloroso y difícil. Por consiguiente, deberían valorar los días y las noches, los años y los meses que pasan cumpliendo con sus deberes. Deben disfrutar de esta fase de la vida y no considerarla un impedimento o una carga. Han de saborear y obtener conocimiento experiencial de esta etapa de su vida. Entonces, lograrán un entendimiento de la verdad y vivirán la apariencia de un ser humano, poseerán un corazón temeroso de Dios y harán el mal cada vez menos. Entiendes mucha verdad, no haces cosas que apenen a Dios o por las cuales Él sienta aversión. Cuando acudes ante Él, sientes que ya no te aborrece. ¡Qué maravilla! Una vez que alguien ha logrado esto, ¿acaso no estaría en paz aunque fuera a morir? Entonces, ¿qué pasa con esos que ahora ruegan por su muerte? Lo único que quieren es escapar y no sufrir. Solo quieren un fin rápido a esta vida, de modo que puedan partir y presentarse ante Dios. Quieres presentarte ante Dios, pero Él todavía no quiere que lo hagas. ¿Por qué ibas a presentarte ante Dios antes de que siquiera te llame? No te presentes ante Él sin que te toque aún. Eso no está bien. Si vives una vida significativa y valiosa y Dios te lleva, eso es algo maravilloso.

¿Todos entendéis lo que hemos discutido hoy? Espero que estas palabras no coloquen ninguna carga adicional sobre vosotros, y espero que el contenido de la comunicación de hoy no os asuste. En cambio, espero que os permita entender algunas de las verdades que debéis entender, de modo que comprendáis mejor el asunto de la fe en Dios y os sintáis más centrados y lo tengáis más claro. ¿Han conseguido Mis palabras este efecto? (Sí). Describídmelo. (En el pasado, en realidad no me tomé difundir el evangelio como mi deber. Albergaba muchos puntos de vista falaces en mi corazón. Pensaba que se me asignaría difundir el evangelio solo si cumplía con el resto de mis deberes de una manera deficiente. Me parecía que difundir el evangelio era el peor deber, y en realidad no lo consideré una comisión que Dios le confía al hombre. Hoy, la comunicación de Dios nos ha contado que difundir el evangelio y dar testimonio de Dios es responsabilidad del hombre y la gente debe sentirse obligada por honor a salir a desempeñar esta responsabilidad. Solo entonces noté que mis opiniones eran demasiado absurdas y que así parecía que en realidad no quería desempeñar adecuadamente mi deber de difundir el evangelio. Escuchar la comunicación de Dios hoy les ha dado la vuelta a mis puntos de vista). Excelente. ¿Quiere hablar alguien más? (Yo solía pensar que era solo un pequeño ser creado, y no me tomaba el cumplimiento de este deber como algo importante. Me parecía que no era gran cosa y que no merecía atención. Sin embargo, hoy he oído a Dios decir que los deberes que realizan todas las personas que Él ha predestinado los ha ordenado Dios, y que todos han sido planeados y arreglados cuidadosamente por Él. Si la gente no cumple con su deber de forma leal, está evadiendo sus responsabilidades y obligaciones. En particular, cuando oí en Su comunicación que difundir el evangelio y dar testimonio de Dios es una comisión que Él le confía a todo el mundo y es responsabilidad de los seres creados, me proporcionó una enorme fe y una gran aspiración para caminar por la senda que Dios ha ordenado. Quiero hacerme responsable de mi vida, realizar bien mi deber y completar mi misión. Entonces seré capaz de ofrecerle un poco de consuelo a Dios. Tras escuchar la comunicación de Dios, mi corazón estaba especialmente conmovido. Me pareció que ya no podía subestimar la comisión que Dios me había encomendado). Bien dicho. Todo el mundo se siente igual, ¿verdad? (Sí). Como puedes ver, aquellos que no entienden la verdad se vuelven atolondrados y pueden ignorar incluso algo tan grande como difundir el evangelio. Sin embargo, cuando la verdad se comparte con claridad, la gente se da cuenta de la importancia de este asunto, llega a conocer su propio lugar y el valor de su propia vida. ¿Significa esto que tienen un rumbo? (Sí). La verdad puede cambiar el corazón de las personas. Aparte de la verdad, ¿existe alguna teoría que pueda conmover tu corazón y cambiarte los puntos de vista? Ninguna, solo el camino de la verdad puede cambiarte los puntos de vista. ¿Por qué es así? Porque estas verdades son tan prácticas que nadie puede refutarlas. Están relacionadas con la vida del hombre y la misión de esta. Están muy vinculadas a los seres humanos, a ellos no les resultan irrelevantes. No son cosas insignificantes, sino que están vinculadas a la misión de la vida del hombre y al valor y el significado de vivir. Por tanto, cuando se dicen con claridad, estas palabras pueden cambiar el corazón de las personas de modo que lleguen a aceptar estas palabras y cambiar sus puntos de vista. La comunicación de hoy debe haber desempeñado cierto papel en cambiar la postura de la gente hacia los deberes. Si estas verdades pueden cambiar la vida de las personas, cómo viven y el rumbo que siguen en su búsqueda, eso sería maravilloso. Significaría que hoy no he pronunciado estas palabras en vano. Ahora que he completado Mi comunicación sobre estas verdades, hará falta que las apliquéis poco a poco, las experimentéis y las digiráis en vuestra vida cotidiana. Cuando estas verdades se conviertan en tu realidad y tu vida, Dios no borrará tu título de ser creado y realmente habrás ganado algo. En esos momentos, cuando Dios realmente te pida que ofrezcas tu vida y la uses para dar testimonio de Sus actos y des testimonio de Su evangelio, serás libre de preocuparte y temer, y desde luego no te negarás. Aceptarás gozoso. Al tratarse de una comisión que te ha confiado el Creador, la aceptarás de Dios. Por tanto, para aguardar y dar la bienvenida a ese día, aparte de poder entender estas verdades, la gente debe ahora trabajar duro para dotarse de las palabras de Dios y obtener un conocimiento mayor y más profundo de Su obra y Su carácter. Esto es lo más importante.

25 de diciembre de 2018

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