La actitud que ha de tener el hombre hacia Dios (Parte 3)
Quienes se someten a Dios genuinamente y aceptan la verdad de forma sincera no deberían desarrollar malentendidos acerca de Dios, así como tampoco deberían evaluar ni juzgar nada de lo que Dios hace. En la Era de la Ley, Dios dijo que daría un hijo a Abraham. ¿Cómo respondió Abraham a eso? No dijo nada: creyó en lo que Dios había dicho. Esa fue la actitud de Abraham. ¿Formuló algún juicio? ¿Se burló? ¿Hizo alguna cosa a escondidas? No, ni llevó a cabo ninguna maniobra mezquina. Eso es lo que se considera sumisión; es lo que se considera ceñirse a la posición y el deber que uno tiene. En cuanto a su esposa, Sara, ¿acaso no se comportó de forma distinta a Abraham? ¿Cuál fue su actitud hacia Dios? Lo cuestionó, se burló y desconfió; lo juzgó y llevó a cabo maniobras mezquinas al entregarle su sierva a Abraham como concubina y hacer algo tan absurdo como eso. Eso fue producto de la voluntad del hombre. Sara no se ciñó a la posición que le correspondía; dudó de las palabras de Dios y no creyó en Su omnipotencia. ¿Cuál fue la causa de su incredulidad? Hubo dos causas y contextos. Una fue que, por aquel entonces, Abraham ya era bastante anciano. La otra, que ella también era bastante mayor e incapaz de concebir, así que pensó: “Es imposible. ¿Cómo va a poder hacer eso Dios? ¿No es absurdo? ¿No es eso como si le estuviera gastando una broma a un niño?”. No aceptó ni creyó lo que Dios había dicho como si fuera la verdad, sino que se lo tomó como un chiste, con la idea de que Dios estaba bromeando con las personas. ¿Es esa la actitud correcta? (No). ¿Es esa la actitud con que se debe tratar al Creador? (No). ¿Se ciñó Sara a su posición? (No). No se ciñó a su posición. Debido a que se tomó las palabras de Dios a broma, no como la verdad, y debido a que no creyó en lo que Dios había dicho ni en lo que iba a hacer, obró de forma absurda y desencadenó una serie de consecuencias, todas ellas derivadas de la voluntad del hombre. Básicamente, venía a decir: “¿Puede Dios hacer algo así? Si Él no es capaz, debo intervenir para ayudar a cumplir Sus palabras”. Albergaba malentendidos, juicios, conjeturas y preguntas, lo que en conjunto constituía una rebelión contra Dios por parte de una persona con un carácter corrupto. ¿Hizo Abraham esas cosas? No, y en consecuencia se le otorgó esa bendición. Dios vio la actitud de Abraham hacia Él, su corazón temeroso de Dios, su lealtad y su sumisión genuina, y le entregaría un hijo que sería el padre de muchas naciones. Eso es lo que se le prometió a Abraham y de lo que Sara se benefició inesperadamente. La sumisión es, por tanto, de gran importancia. ¿Hay cabida para el cuestionamiento en la sumisión? (No). Si la hubiera, ¿sería una sumisión genuina? (No). Si hay análisis y juicio en ella, ¿cuenta entonces? (No). ¿Y si alguien busca sacar ventaja? Entonces, menos aún. Por tanto, ¿cuál es la manifestación, la revelación y el comportamiento propios de la sumisión que demuestra plenamente su autenticidad? (La creencia). Por un lado, la creencia verdadera. Uno debe entender correctamente lo que Dios dice y hace, y confirmar que todo lo que Dios hace es correcto y es la verdad; no hay necesidad de cuestionarlo, ni de preguntar a otros al respecto, así como tampoco de sopesarlo o analizarlo en el corazón. Ese es un aspecto del contenido de la sumisión: creer que todo lo que Dios hace es correcto. Cuando alguien hace algo, uno puede observar qué persona fue, qué trasfondo tiene, si ha hecho alguna mala obra y qué clase de carácter tiene. Esas cosas requieren un análisis. En cambio, si algo proviene de Dios y es obra Suya, deberéis taparos la boca de inmediato y no albergar dudas; no lo cuestionéis ni lo pongáis en duda, sino aceptadlo en su totalidad. ¿Y qué se debe hacer a continuación? Las personas son incapaces de comprender algunas verdades implicadas aquí y no conocen a Dios. Aunque crean que se trate de la obra de Dios y sean capaces de someterse, no entienden la verdad de forma genuina. Su entendimiento aún presenta cierta naturaleza doctrinal y sienten inquietud en el corazón. En momentos así, deben buscar y preguntarse: “¿Qué verdad hay en esto? ¿Dónde está el error en mi forma de pensar? ¿Cómo he llegado a distanciarme de Dios? ¿Cuáles de mis puntos de vista son contrarios a lo que Dios dice?”. A continuación, deberán buscar esas cosas. Esa es una actitud y una práctica de sumisión. Hay quienes dicen que son sumisos, pero cuando luego les sucede algo, piensan: “¿Quién sabe lo que hace Dios? Nosotros, los seres creados, no podemos interferir. ¡Que Dios haga lo que le plazca!”. ¿Es eso sumisión? (No). ¿Qué clase de actitud es esa? Es ser reacios a responsabilizarse; es una falta de preocupación por lo que Dios hace y una total indiferencia hacia ello. Abraham fue capaz de someterse porque se atuvo a los principios y se mantuvo firme en su creencia de que lo que Dios decía debía hacerse y debía cumplirse; estaba completamente seguro de esos dos requisitos. Por tanto, no lo cuestionó ni hizo evaluación alguna, ni llevó a cabo ninguna maniobra mezquina. Así es como se comportó Abraham en su sumisión.
Fue una bendición que Abraham obtuvo de Dios. No planteó duda alguna ni introdujo la voluntad humana en nada de lo que hizo. No obstante, la situación a la que se enfrentó Job fue considerablemente distinta a la de Abraham. ¿En qué se diferenciaba? En que lo que Abraham afrontó fue una bendición, fue algo bueno; con casi cien años, aún no había sido padre y confió en tener un hijo cuando Dios se lo prometió. ¿Cómo no iba a estar feliz? Claramente, estaba deseoso de someterse. En cambio, lo que Job afrontó fue el infortunio; ¿por qué fue capaz de someterse a pesar de ello? (Creyó en su corazón que todo era obra de Dios). Eso por un lado. Por otro, sucede que las personas suelen ser capaces de someterse cuando no padecen demasiado sufrimiento y cuando Dios les otorga bendiciones; pero cuando lo que hace Dios es quitarles algo, ya no les resulta fácil someterse. En lo que a Job respecta, ¿qué clase de punto de vista tenía, qué tipo de racionalidad poseía, qué verdades entendía o qué aspecto del entendimiento de Dios tenía para que fuese capaz de aceptar ese infortunio y someterse a él? (Creía que todo lo que Dios hace es bueno. Creía de corazón que todo lo que tenía se lo había concedido Dios, que no era fruto de su propio trabajo; el hecho de que Dios se lo quitara también formaba parte de Su autoridad. Poseía esa clase de racionalidad, de modo que era capaz de aceptar y someterse). Si las personas creen que todo lo que Dios hace es bueno, les resulta fácil someterse. Sin embargo, ¿sigue siendo fácil someterse cuando parece que todo lo que Dios hace reporta infortunio a las personas? ¿Qué es más indicativo de una sumisión genuina? (Seguir siendo capaz de someterse cuando parece que todo lo que Dios hace reporta infortunio a las personas). Entonces, ¿qué clase de racionalidad y de verdad poseía Job para aceptar ese infortunio? (Job trataba a Dios verdaderamente como Dios. Entendía que Él no solo es el Dios que otorga bendiciones y gracia, sino que sigue siendo Dios incluso cuando quita algo. También entendía que, aun cuando uno se enfrenta a calamidades, es porque Dios lo permite. Al margen de lo que Él haga, sigue siendo Dios, y los humanos deben adorarlo siempre). Principalmente, se debe a que Job poseía cierta comprensión de Dios y tenía bien asumida su posición. Reconocía que la esencia de Dios no cambiaba porque cambiaran las personas, las cosas y los acontecimientos externos; que la esencia de Dios es siempre y perpetuamente la esencia de Dios, que es inmutable. No se trata de que, si Dios otorga bendiciones a las personas, entonces es Dios, y que si todo lo que hace es imponerles calamidades, sufrimiento y castigo o destruirlas, entonces Su esencia cambia y deja de ser Dios. La esencia de Dios no cambia nunca. La esencia del hombre tampoco cambia; esto es, el estatus y la esencia del hombre como ser creado no cambiarán jamás. Aunque puedas temer a Dios y conocerlo, sigues siendo un ser creado; tu esencia no cambia. Dios sometió a Job a esas tremendas pruebas, pero este fue capaz de someterse y no se quejó. Además de tener cierto conocimiento de Dios, ¿cuál fue la mayor de sus fortalezas que le permitió someterse y evitar quejarse? Fue que sabía que los humanos siempre serán humanos; sin embargo, Dios los trata de forma completamente correcta. Por expresarlo con claridad, como quiera que sea que Dios te trate, es como debes ser tratado. ¿No explica eso las cosas? No exijas a Dios cómo debe tratarte, qué bendiciones debe otorgarte, qué pruebas debe imponerte ni qué importancia debe tener para ti Su obra. No puedes exigir esas cosas; tales exigencias son irrazonables. Algunas personas, en tiempos pacíficos y seguros, afirman que todo lo que Dios hace es bueno, pero luego, cuando sucede algo que no se ajusta a sus nociones, son incapaces de aceptarlo. Eso debe resolverse con la verdad. ¿En qué consiste esa verdad? En mantenerte firme en tu posición; cualquier trato que Dios te dispense es merecido y está libre de error. Él sigue siendo Dios con independencia de cómo te trate; las personas no deben imponerle exigencias. No evalúes la corrección de Dios, y no evalúes las razones, los objetivos o la importancia de Sus actos. Esas cosas no precisan de tu evaluación. Tu responsabilidad y deber es mantenerte firme en tu posición como ser creado y dejar que Dios instrumente como desee. Esa es la forma correcta. Es algo fácil de decir, pero difícil de practicar. Sin embargo, las personas deben entender esa verdad. Tan solo por medio de la comprensión de la verdad podrás tener una sumisión genuina cuando algo te acontezca.
Hay quienes, tras haber creído en Dios y haber escuchado sermones hasta el presente, piensan: “Job pudo someterse a las pruebas que le impuso Dios porque sabía que todo proviene de Su mano. Por mucho ganado y ovejas, o por muchas propiedades, riqueza y descendencia que uno tenga, todo viene otorgado por Dios; no depende de las personas. Las personas son como esclavos ante Dios, deben soportar cualquier trato que reciban de Él”. Utilizan esa clase de actitud negativa para conocer a Dios. ¿Es correcto conocer a Dios de esa manera? Ciertamente, es incorrecto. Entonces, ¿cuál sería una forma acertada de conocerlo? (Las personas son seres creados, y Dios es Dios por siempre. Con independencia de cómo actúe Dios, las personas deben limitarse a dejar que Dios las instrumente como desee). Así es. No exijas que Dios obre de una forma determinada. No exijas que Dios te explique todo detalladamente por medio de sus enseñanzas. Si no explica algo con claridad, no debes enfrentarte a Él con el pensamiento de que tienes un motivo para ello. Eso es erróneo. Es de ser extremadamente arrogante y sentencioso, y denota una gran falta de conciencia y razón; eso no es lo que un ser creado debe decir. Ni siquiera Satanás se atreve a hablar con Dios de forma tan histérica. Eres un ser humano corrupto, ¿cómo es posible que seas todavía más arrogante que Satanás? ¿Qué posición deben adoptar las personas cuando hablan con Dios? ¿Cómo se debe entender esta cuestión? De hecho, el enunciado de Job: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” ya deja claro por qué él era capaz de someterse a Dios y contiene una verdad que podemos extraer. ¿Expresó Job quejas o demandas al pronunciar ese enunciado? (No). ¿Contenía alguna ambigüedad o insinuaciones negativas? (No). Claramente, no. A través de su experiencia, Job llegó a comprender que no corresponde a las personas decidir la forma en que el Creador las trata. Puede que eso suene algo desagradable, pero es un hecho. Dios ha dispuesto el destino de todas las personas para toda su vida; eso es un hecho, lo aceptes o no. No puedes cambiar tu destino. Dios es el Creador y debes someterte a Sus instrumentaciones y disposiciones. Haga lo que haga, Dios obra de forma correcta porque Él es la verdad y el Soberano sobre todas las cosas, y las personas deben someterse a Él. La expresión “todas las cosas” te incluye a ti y a todos los seres creados. Por lo tanto, ¿quién tiene la culpa de que siempre quieras resistirte? (Nosotros). Ese es tu problema. Siempre intentas encontrar razones y sacar ventaja; ¿está bien eso? Siempre quieres recibir bendiciones y beneficios de Dios; ¿está bien eso? Nada de eso está bien. Esos puntos de vista representan un conocimiento y un entendimiento incorrectos de Dios. Precisamente porque tu punto de vista de la fe en Dios es incorrecto, es inevitable que discrepes con Dios y te enfrentes y opongas a Él cuando afrontas alguna situación, y que siempre pienses: “Está mal que Dios haga eso; no lo puedo entender. Todo el mundo protestaría por lo que está haciendo. ¡No es propio de Dios obrar así!”. Sin embargo, no se trata de cómo sea Dios; con independencia de lo que Él haga, sigue siendo Dios. Si careces de esa razón y ese entendimiento, si siempre estás escrutando y haciendo suposiciones cuando te ocurren cosas en tu día a día, el resultado será que tan solo te enfrentarás a Dios y te opondrás a Él a cada momento, y serás incapaz de escapar de ese estado. Sin embargo, si tienes ese entendimiento y puedes adoptar la posición de un ser creado, y si cuando te enfrentes a situaciones puedes compararte con ese aspecto de la verdad y practicar y entrar en ella, entonces tu temor interior de Dios aumentará con el tiempo. De manera inconsciente, llegarás a pensar: “Resulta que lo que Dios hace no es erróneo; todo lo que Dios hace está bien. Las personas no tienen por qué escrutarlo y analizarlo; ¡tan solo ponte a merced de la instrumentación de Dios!”. Y cuando te veas incapaz de someterte a Dios o de aceptar sus instrumentaciones, tu corazón se sentirá reprendido: “No he sido un buen ser creado. ¿Por qué no puedo limitarme a someterme? ¿No entristece eso al Creador?”. Cuanto más desees ser un buen ser creado, más crecerá tu comprensión y tu lucidez con respecto a ese aspecto de la verdad. Sin embargo, cuanto más pienses en ti mismo como alguien relevante con la creencia de que Dios no debería tratarte así, que no debería reprenderte de esa forma, que no debería podarte ni instrumentarte de esa manera, más problemas tendrás. Si albergas numerosas exigencias hacia Dios en tu corazón, si piensas que hay muchas cosas que Dios no debería haber hecho, estás avanzando por la senda equivocada; aflorarán nociones, juicios y la blasfemia, y te quedará poco para hacer el mal. Cuando las personas que no aman la verdad oyen las palabras de Dios, empiezan a analizar y a escrutar, lo que poco a poco deriva en las dudas y la burla. Luego comienzan a juzgar, negar y condenar; ese es el resultado. Hay demasiadas personas que tratan a Dios así, y todo ello responde a su carácter corrupto.
Hay quienes siempre piensan: “Soy una persona. Es cierto que Dios es el Creador, pero Él debe respetarme y entenderme, debe amarme y protegerme”. ¿Es correcto ese punto de vista? Dios tiene la última palabra en cuanto a la forma en que ama a las personas. Dios es el Creador; la forma en que trata a los seres creados es cosa Suya. Dios tiene Sus principios y Sus actitudes; es inútil que las personas tengan exigencias. En lugar de eso, deberían aprender a entender a Dios y someterse a Él; esa es la razón que deberían poseer. Hay quienes dicen: “Dios es demasiado brusco con las personas. Hacer las cosas así no es amar a la gente. ¡No respeta a las personas ni las trata como a humanos!”. Hay quienes no son humanos, sino que son diablos. Cualquier forma de tratarlos es aceptable; merecen ser maldecidos y no son dignos de respeto. Están aquellos que dicen: “Soy una persona bastante buena; no he hecho nada por resistirme a Dios y he sufrido mucho por Él. ¿Por qué sigue podándome así? ¿Por qué me ignora siempre? ¿Por qué no me reconoce ni me ensalza nunca?”. Y luego otros dicen: “Soy una persona sencilla e ingenua; llevo creyendo en Dios desde que estaba en el vientre de mi madre, y sigo creyendo en Él. ¡Soy de lo más puro! Dejé a mi familia y renuncié a mi trabajo para entregarme a Dios, y pensaba que Él realmente me amaba. Ahora parece como si Dios no amase tanto a las personas, y siento que he quedado a la intemperie, decepcionado y desanimado con Él”. ¿No es eso problemático? ¿En qué se equivocan esas personas? No se han mantenido en la posición que les corresponde; desconocen quiénes son y siempre piensan que son personas relevantes a quienes Dios debería respetar y ensalzar, o valorar y querer. Es muy peligroso que las personas tengan siempre esos conceptos erróneos, esas exigencias distorsionadas e irrazonables. Como mínimo, Dios las aborrecerá y odiará y, de no arrepentirse, corren el peligro de ser descartadas. ¿Qué deben hacer entonces las personas? ¿Cómo deben conocerse y tratarse a sí mismas, de tal forma que se ajusten a los requisitos de Dios, resuelvan esas dificultades y renuncien a sus exigencias hacia Dios? La casa de Dios nombra a algunas personas para que sean líderes, y estas son especialmente entusiastas. Tras haber trabajado durante un tiempo, se descubre que pueden llevar a cabo algunas tareas externas bastante bien, pero que son incapaces de gestionar la resolución de problemas; no pueden compartir la verdad para resolverlos, de modo que se las sustituye de su función de liderazgo en la iglesia. ¿Acaso no resulta eso adecuado? Sin embargo, comienzan a discutir y a quejarse. Dicen: “Esos falsos líderes y anticristos no hicieron bien las tareas que se les había encomendado; lo único que hicieron fue causar trastornos y perturbación. Ciertamente, deberían ser reemplazados y descartados. Sin embargo, yo no he hecho nada malo; ¿por qué se me sustituye también a mí?”. Se sienten un poco tristes. ¿A qué se debe? Piensan que, dado que no hicieron nada malo, deberían seguir siendo líderes y no se les debería reemplazar. Sienten que la casa de Dios ha sido muy injusta con ellos. Su corazón está lleno de quejas y de resistencia, y surgen nociones acerca de Dios en su interior, lo que les provoca inestabilidad interna. “¿No se dijo que hay unos principios de elección y eliminación de líderes? Me parece que no hay ningún principio en lo que ha sucedido, ¡Dios se ha equivocado!”. En resumen, siempre que Dios hace algo que perjudica sus intereses y hiere sus sentimientos, se ponen a buscar culpables. ¿Es esto un problema? ¿Cómo se puede resolver? Debes reconocer tu propia identidad, debes saber quién eres. Sean cuales sean tus dones o puntos fuertes, tu destreza o tu habilidad, incluso los méritos que hayas hecho en la casa de Dios, cuánto te hayas apresurado o las cosas del capital que hayas acumulado, estas cosas no son nada para Dios, y si te parecen importantes, ¿no han surgido malentendidos y contradicciones entre tú y Dios? ¿Cómo habría que resolver este problema? Si deseas reducir la distancia entre tú y Dios y resolver estas contradicciones, ¿cómo deberás hacerlo? Tienes que renegar de aquellas cosas que crees correctas a las que te aferras. Así ya no habrá distancia entre tú y Dios, te mantendrás en tu lugar como es debido y podrás someterte, reconocer que todo lo que hace Dios está bien, negarte y renunciar a ti mismo. Ya no considerarás el mérito adquirido como un tipo de capital ni volverás a tratar de ponerle condiciones a Dios, ni le exigirás nada ni le pedirás recompensa. En ese momento no tendrás más dificultades. ¿Por qué surgen todos los conceptos erróneos del hombre sobre Dios? Porque las personas no pueden medir sus propias capacidades; para ser exactos, no saben qué clase de cosas son a los ojos de Dios. Se valoran demasiado, tienen en muy alta estima su posición a los ojos de Dios y, para ellas, lo que consideran el valor y el capital de una persona es la verdad, son los criterios por los que Dios evalúa si aquella se salvará. Esto es un error. Debes saber qué clase de posición ocupas en el corazón de Dios, y que el modo en que Él te trata, sea cual sea este, es el apropiado. Deberías conocer este principio, ya que así entenderás la verdad y tus opiniones se conformarán a las de Dios. Debes poseer esa razón y ser capaz de someterte a Él; debes someterte con independencia de cómo te trate. Entonces ya no habrá más contradicciones entre tú y Dios. Más tarde, cuando Dios vuelva a tratarte a Su manera, ¿acaso no serás capaz de someterte? ¿Seguirás enfrentándote a Dios y oponiéndote a Él? No. Aun cuando sientas cierta incomodidad en tu corazón, o pienses que el trato que Dios te dispensa no es el que te gustaría y no entiendas por qué te trata así, a pesar de eso, debido a que ya entiendes algunas verdades y posees algunas realidades, y dado que puedes mantenerte firme en tu posición, ya no lucharás contra Dios, lo que significa que esos actos y esas conductas que iban a ser tu perdición habrán desaparecido. ¿Acaso no estarás a salvo entonces? Una vez que estés a salvo, te sentirás con los pies en la tierra, lo que significa que habrás empezado a recorrer la senda de Pedro. Verás: Pedro creyó en Dios y avanzó a tientas durante muchos años, y sufrió lo indecible. Tan solo tras experimentar muchas pruebas pudo entender por fin algunas verdades y poseer algunas realidades-verdad. En cuanto a todos vosotros, he hablado mucho, he explicado todo con claridad; ha sido como ponéroslo en bandeja, ¿no es así? Habéis llegado muy lejos sin desviaros; todos habéis salido ganando bastante. Entonces, ¿por qué seguís sin daros por satisfechos? No deberíais tener más exigencias.
¿De qué hemos hablado fundamentalmente hoy? Por un lado, de prestar atención regularmente al examen de los diversos aspectos de tu estado para luego analizarlos a fin de determinar si son correctos. Por otro lado, de resolver los diversos malentendidos acerca de Dios que surgen en ti. Cuando malinterpretas a Dios, hay en ti unos componentes intransigentes y tendenciosos que te impedirán buscar la verdad. Si eliminas tus malentendidos acerca de Dios, podrás buscar la verdad; si no, tendrás una sensación de alejamiento en tu corazón y orarás de manera superficial; esto es engañar a Dios y no te escuchará en absoluto. Si tienes malentendidos acerca de Dios, lo que hace que se genere distancia y alejamiento entre tú y Él y que cierres tu corazón a Dios, no querrás escuchar Sus palabras ni buscar la verdad. Hagas lo que hagas, simplemente será por inercia, disfrazándote y mintiendo. Cuando se corrijan las malas interpretaciones del hombre sobre Dios y aquel haya dejado atrás este obstáculo, considerará con sinceridad cada una de Sus palabras y exigencias, y se presentará ante Él sinceramente y con un corazón honesto. Si hay contradicción, distancia y malentendidos entre el hombre y Dios, ¿qué papel está desempeñando el hombre? El papel de Satanás, y está en oposición a Dios. ¿Qué consecuencias tiene la oposición a Dios? ¿Puede someterse alguien así a Dios? ¿Puede aceptar la verdad? No. Si no puede hacer ninguna de esas cosas, esa persona acabará sin nada y se estancará en la transformación de su carácter. Por lo tanto, cuando uno examina sus diversos estados, por un lado lo hace para conocerse a sí mismo, mientras que, por otro, es preciso que se centre en examinar en qué malinterpreta a Dios. ¿Qué entrañan estas malas interpretaciones? Nociones, figuraciones, delimitaciones, dudas, escrutinio y especulaciones, básicamente. Cuando una persona alberga esas cosas, malinterpreta a Dios. Cuando estás atrapado en estos estados surge un problema en tu relación con Dios. Debes buscar la verdad de inmediato para resolverlo, y debes resolverlo. Algunos piensan: “He desarrollado un malentendido acerca de Dios, así que no puedo cumplir mi deber hasta que resuelva el problema”. ¿Es eso aceptable? No. No pospongas el cumplimiento del deber: cúmplelo y resuelve tu problema al mismo tiempo. A medida que cumplas con el deber, tu malentendido acerca de Dios empezará a resolverse sin que te des cuenta y descubrirás el origen y la gravedad de tu problema. Puede que algún día os deis cuenta: “El hombre es un ser creado y el Creador es por siempre mi Señor; la esencia de esto no cambia. El estatus del hombre no cambia, como tampoco lo hace el estatus de Dios. Haga lo que haga Dios, y aunque toda la humanidad considere un error lo que haga, no puedo negar lo que ha hecho ni que Él es la verdad. Dios es la verdad más elevada, eternamente infalible. El hombre debe mantenerse firme en su posición adecuada; no debe escrutar a Dios, sino aceptar Sus planes y todas sus palabras. Todo lo que Dios dice y hace está bien. El hombre no debe hacerle exigencias varias: los seres creados no son quiénes para hacerlo. Aunque Dios me tratara como un juguete, debería someterme igualmente, y si no lo hiciera, sería mi problema, no el de Dios”. Cuando tengas experiencia y conocimiento de este aspecto de la verdad, entrarás de facto en la sumisión a Dios, ya no tendrás grandes dificultades y, tanto si estás cumpliendo con tu deber como si estás practicando diversos aspectos de la verdad, se resolverán muchas dificultades. La sumisión a Dios es la verdad más grande y profunda. Muchas veces, cuando la gente se enfrenta a diversas dificultades, cuando hay varios obstáculos o se encuentra con algo que no puede asumir, ¿cuál es la causa? (Se debe a que no está en la posición adecuada). Está en una posición equivocada: malinterpreta a Dios, quiere escrutarlo y no tratarlo como a Dios, quiere negar la rectitud de Dios y negar que Él sea la verdad. Esto significa que el hombre no quiere ser un ser creado, sino estar en pie de igualdad con Dios para criticarlo. Esto ocasionará problemas. Si eres capaz de cumplir con tu deber de manera adecuada y mantenerte firme en tu lugar de ser creado, prácticamente no surgirá en ti oposición alguna a lo que Dios haga. Puede que tengas algunos malentendidos y nociones, pero al menos tendrás una actitud de disposición a aceptar los planes de Dios y partirás del deseo de someterte a Él, por lo que no surgirá en ti oposición alguna.
Aunque Job tenía fe, ¿sabía lo que estaba sucediendo al principio, cuando le sobrevinieron las pruebas de Dios? (No). Los humanos carecen de la facultad de comprender inmediatamente el reino espiritual; Job desconocía por completo lo que allí estaba sucediendo, era totalmente ajeno a ello. Así pues, es indudable que, cuando le sobrevinieron las pruebas de Dios, se sintió desconcertado y pensó: “Vaya, ¿qué está pasando? Todo estaba en calma, ¿por qué ha sucedido esto de pronto? ¿Por qué he perdido repentinamente todo mi ganado y mis posesiones?”. Al principio estaba desconcertado, pero el desconcierto no equivalía a tener malentendidos acerca de Dios ni a ser incapaz de entender lo que Él estaba haciendo. Simplemente, todo había ocurrido de manera muy repentina; Job no lo había previsto y tampoco nadie le había avisado de antemano; le pilló completamente desprevenido. No obstante, eso no lo llevó a tomar decisiones erróneas o a seguir la senda equivocada, ni le impidió someterse. Entonces, ¿qué hizo Job a continuación? Ciertamente calmó su corazón y reflexionó seriamente acerca de sus actos, y oró a Dios. Tras unos días de búsqueda, alcanzó esta conclusión: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Con ese enunciado, Job está mostrando su punto de vista y la senda que siguió. Aunque Job se sintió desconcertado en un primer momento cuando le sobrevinieron las pruebas, sabía que estas eran obra de Dios y no de la voluntad humana. Sin el permiso de Dios, nadie podía tocar aquello que Él había concedido a las personas, ni siquiera Satanás. A primera vista, parecía que Job tenía algún malentendido con respecto a los actos de Dios; no sabía el motivo de lo que le estaba ocurriendo o qué pretendía Dios con ello. No tenía una comprensión plena, pero su malentendido no era una negación o un cuestionamiento de lo que Dios estaba haciendo; el malentendido de Job era del tipo que Dios considera permisible. Después de eso, no tardó en comprender que Jehová Dios quería quitarle todo lo que tenía, y que lo que Dios estaba haciendo era correcto; se apresuró a arrodillarse y aceptarlo. ¿Pueden las personas corrientes alcanzar ese nivel? No. Con independencia de lo desconcertado que Job se sintiera en aquel momento, o del tiempo que le llevase arrodillarse y aceptar todo lo que le había sobrevenido, su actitud fue la de mantenerse siempre en la posición de un ser creado. Al enfrentarse a esos acontecimientos, no dijo: “Soy rico y tengo muchos siervos, ¿cómo es posible que se me arrebaten esas cosas sin más? Debo decirles a mis siervos que las recuperen de inmediato”. ¿Hizo eso? No lo hizo. Tenía claro en su corazón que aquello era obra de Dios, y que el hombre no podía hacer nada al respecto. Intervenir significaría oponerse a lo que Dios había hecho y a todo lo que le había sobrevenido. No entonó la menor queja en aquel momento, ni juzgó lo que estaba sucediendo, ni interfirió para intentar revertirlo todo. Simplemente esperó y observó calladamente el desarrollo de los acontecimientos, para ver lo que Dios iba a hacer. De principio a fin, lo que hizo Job fue mantenerse firme en el lugar que le correspondía, es decir, se ciñó a la posición de un ser creado. Así es como obró. Si bien Job sufrió cierto desconcierto cuando le sobrevinieron esos acontecimientos, fue capaz de buscar y reconocer que todo lo que el Creador hacía era correcto, y entonces se sometió. No recurrió a métodos humanos para resolver la cuestión. Cuando llegaron los bandidos, les permitió que se llevasen lo que quisieran; no obró de forma impetuosa para enfrentarse a ellos. En su corazón pensó: “Sin permiso de Dios, no podrían tomar nada. Ahora que se lo han llevado todo, está claro que Dios lo ha permitido. Cualquier intervención humana sería inútil. Las personas no pueden obrar impetuosamente, no pueden intervenir”. Su falta de intervención no significa que tolerase a los bandidos; no fue una señal de debilidad ni de temor ante ellos. Lo que sucedía era que temía la mano de Dios y tenía un corazón temeroso de Él. Dijo: “Que se las lleven. Al fin y al cabo, fue Dios quien me concedió estas cosas”. ¿No es eso lo que un ser creado debería decir? (Sí). No tuvo queja alguna. No mandó a nadie para que luchara, recuperase sus cosas o las protegiera. ¿Acaso eso no es una auténtica manifestación de sumisión a Dios? (Sí). Pudo hacerlo únicamente porque tenía una comprensión verdadera de la soberanía de Dios. Sin esa comprensión, habría recurrido a métodos humanos para luchar y recuperar sus pertenencias, ¿y qué habría pensado Dios de eso? Eso no es someterse a las instrumentaciones de Dios. Denota una falta de comprensión de las cosas que proceden de la mano de Dios, y todos esos años creyendo en Él habrían sido en vano. Ser felices cuando Dios da, pero estar resentidos cuando las quita, mostrarse reacios y querer recuperarlas por la fuerza; no estar satisfechos con lo que Dios hace ni querer perder esas cosas; aceptar solo las recompensas de Dios, pero no sus privaciones; no querer someterse a las instrumentaciones de la mano de Dios; ¿acaso eso es actuar desde la posición de un ser creado? (No). Eso es rebeldía, es oposición. ¿No muestran las personas esa conducta con frecuencia? (Sí). Eso es justo lo contrario de lo que hizo Job. ¿Cómo expresó Job que podía temer a Jehová desde la posición de un ser creado, someterse a las pruebas de Dios y aceptarlas, y aceptar lo que Dios le había impuesto? ¿Clamó? ¿Se quejó? ¿Recurrió a toda clase de medios y métodos humanos para recuperarlo todo? No. Permitió que Dios se lo quitara todo libremente. ¿No es eso tener fe? Tenía una fe, un entendimiento y una sumisión verdaderos. Ninguna de esas cosas es sencilla; para conseguirlas se requiere cierto tiempo de experimentación, búsqueda y aceptación. Job solo pudo mostrar esas manifestaciones cuando hubo alcanzado cierto nivel de entendimiento del Creador. ¿Qué dijo Job al final? (“Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” [Job 1:21]).* ¿Y qué es lo que dijo la esposa de Job? “Maldice a Dios y muérete” (Job 2:9). Lo que ella quería decir era lo siguiente: “Deja de creer. Si de verdad fuera Dios en quien crees, ¿por qué estarías sufriendo una calamidad? ¿No es eso un castigo? No hiciste nada malo, ¿por qué te está sucediendo esto? ¿No será que tu fe es incorrecta?”. ¿Cómo respondió Job a su esposa? Dijo: “Como habla cualquier mujer necia, has hablado” (Job 2:10). Job dijo que su esposa era necia, que carecía de una fe y un entendimiento de Dios verdaderos, motivo por el cual pronunciaba palabras de oposición contra Dios. La esposa de Job no conocía a Dios. Cuando sucedió algo tan importante que a todas luces era obra de Dios, ella fue incapaz de reconocerlo por asombroso que parezca, y hasta llegó a aconsejar a Job: “Has tomado la senda equivocada. Deja de creer y abandona a tu Dios”. ¡Qué afirmación tan exasperante! ¿Por qué instó a Job a que abandonase a Dios? Porque ella había perdido sus propiedades y ya no iba a poder utilizarlas. Había pasado de ser rica a convertirse en una mujer pobre sin nada a su nombre. Estaba descontenta con la privación de Dios, de modo que le dijo a Job que dejase de creer, con lo que venía a decir: “Yo ya no creo, y tampoco tú deberías hacerlo. Un hogar completamente decente ha caído en la miseria, ya nada nos queda. En un abrir y cerrar de ojos, hemos perdido todo, nuestra riqueza se ha convertido en pobreza. ¿Qué sentido tiene creer en un Dios semejante? ¡Deja de creer!”. ¿No son necias esas palabras? Así es como actuó. ¿La escuchó Job? No lo hizo; no se dejó desorientar ni perturbar por ella, ni tampoco aceptó sus puntos de vista. ¿Por qué no? Porque Job se regía por un solo enunciado: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Pensó: “Todo esto es completamente normal. Dios hace lo correcto con independencia de cómo actúe; las personas deben limitarse a aceptarlo. No deben creer en Dios únicamente para buscar bendiciones. He disfrutado de las bendiciones de Dios durante muchos años sin hacer nada por Él; ahora es el momento de dar testimonio de Él. Lo que Dios quita le pertenece, puede llevárselo cuando Él lo desee. Las personas no deben tener exigencias, sino limitarse a aceptar y someterse”. Entonces, ¿deberías recibir bendiciones por creer en Dios? ¿Es así como debería ser? Cuando uno pueda comprender íntegramente esta cuestión, significará que tiene fe.
Todo lo que hace el Creador es correcto y es la verdad. Al margen de lo que haga, Su identidad y Su estatus no cambian. Todo el mundo debería adorarlo. Él es el Señor y Dios eterno de la humanidad. Este hecho no puede cambiarse jamás. Las personas no pueden reconocerlo como Dios únicamente cuando les otorga dones ni dejar de reconocerlo como tal cuando les quita cosas. Ese es un punto de vista humano erróneo, no una equivocación en los actos de Dios. Si las personas entienden la verdad, podrán advertir lo anterior con claridad, y si en lo más profundo son capaces de aceptar que esa es la verdad, su relación con Dios se irá normalizando progresivamente. Si afirmas que reconoces las palabras de Dios como la verdad, pero luego, cuando te sucede algo, no entiendes a Dios y hasta lo culpas y no te sometes verdaderamente a Él, de nada vale tu afirmación de que reconoces las palabras de Dios como la verdad. Lo más importante es que tu corazón sea capaz de aceptar la verdad y que, al margen de lo que suceda, puedas ver que los actos de Dios son correctos y que Él es justo. Esa es la clase de persona que entiende a Dios. Hay muchos creyentes que se centran exclusivamente en entender la doctrina. Reconocen la teoría espiritual, pero cuando les sucede algo, no aceptan la verdad ni se someten. Estas personas son hipócritas. Todas las cosas que sueles decir son correctas, pero cuando te sucede algo que no se ajusta a tus nociones, eres incapaz de aceptarlo. Discutes con Dios y piensas que Él no debería haber hecho esto o aquello. No puedes someterte a la obra de Dios, y no buscas la verdad ni reflexionas acerca de tu rebeldía. Eso significa que no eres sumiso a Dios. Siempre te gusta discutir con Dios; siempre piensas que tus argumentos son superiores a la verdad, que si pudieses subir a un escenario para compartirlos, muchas personas te apoyarían. Sin embargo, aunque fuesen muchos los que te apoyasen, todos serían humanos corruptos. ¿No son humanos corruptos tanto los partidarios como aquel a quien apoyan? ¿No carecen todos ellos de verdad? Aun cuando todo el género humano te apoyase y se opusiera a Dios, Él seguiría estando en lo cierto. La humanidad seguiría estando equivocada y siendo la que se rebela contra Dios y se resiste a Él. ¿Es eso una simple expresión? No. Es un hecho; es la verdad. Las personas deben sopesar y experimentar con frecuencia ese aspecto de la verdad. Dios ha llevado a cabo Su obra en tres fases, y en cada una de esas fases hubo muchas personas que se opusieron a ella. Como cuando el Señor Jesús vino para llevar a cabo Su obra de redención y todo Israel se alzó contra Él. Sin embargo, ahora la humanidad tiene miles de millones de personas que reconocen al Señor Jesús como el Salvador. Sus creyentes están repartidos por todo el mundo. El Señor Jesús ya ha redimido a toda la humanidad. Eso es un hecho. Da igual que las personas de algún país quieran negarlo, no servirá de nada. Da igual la manera en que los seres humanos corruptos evalúen la obra de Dios; dicha obra y las verdades que Dios pronuncia son siempre ciertas y correctas. Da igual cuántas personas de toda la raza humana se alcen contra Dios, será en vano. Todo lo que Dios hace es correcto; Él no comete el más mínimo error. Debido a que los seres humanos corruptos carecen de verdad alguna y son completamente incapaces de ver con claridad la importancia y la esencia de la obra de Dios, nada de lo que dicen se ajusta a la verdad. Aun cuando pudieses resumir todas las teorías de la humanidad, estas seguirían sin ser la verdad. No podrían tener más peso que una sola de las palabras de Dios, ni que ninguna palabra de la verdad. Eso es un hecho. Si las personas no lo entienden, tendrán que experimentarlo lentamente. ¿Cuál es el requisito previo a esa experiencia? Primero debes reconocer y aceptar que las palabras de Dios son la verdad. Luego debes practicarlas y experimentarlas. Antes de que te des cuenta, descubrirás que las palabras de Dios son la verdad; eso es completamente correcto. En ese momento, empezarás a apreciar las palabras de Dios, a dar importancia a la búsqueda de la verdad, y serás capaz de aceptar la verdad en tu corazón y de convertirla en tu vida.
10 de septiembre de 2018
Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.
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