Palabras diarias de Dios: La encarnación | Fragmento 104
¿Por qué digo que el sentido de la encarnación no se completó en la obra de Jesús? Porque el Verbo no se hizo enteramente carne. Lo que Jesús realizó fue sólo una parte de la obra de Dios en la carne; Él sólo llevó a cabo la obra redentora y no la de ganar completamente al hombre. Por esta razón, Dios se ha hecho carne una vez más en los últimos días. Esta etapa de la obra también se lleva a cabo en una carne ordinaria, un ser humano completamente normal, uno cuya humanidad no es en absoluto trascendente. En otras palabras, Dios se ha hecho un ser humano completo y es una persona cuya identidad es la de Dios, un ser humano completo, una carne completa, que está llevando a cabo la obra. Para el ojo humano, Él es sólo una carne que no es en absoluto trascendente, una persona muy ordinaria que puede hablar el lenguaje del cielo, que no muestra señales milagrosas, no obra milagros y que mucho menos exhibe la verdad interior sobre la religión en grandes salones de reunión. La obra de la segunda carne encarnada parece a las personas totalmente diferente a la de la primera, tanto así, que ambas parecen no tener nada en común y nada de la primera obra puede verse en esta ocasión. Aunque la obra de la segunda carne encarnada es diferente de la obra de la primera, eso no prueba que Su fuente no sea la misma. Que Su fuente sea o no la misma depende de la naturaleza de la obra realizada por las carnes y no de Sus caparazones corporales. Durante las tres etapas de Su obra, Dios se ha encarnado dos veces y, en ambas ocasiones, la obra de Dios encarnado inaugura una nueva era, abre el paso a una nueva obra. Las encarnaciones se complementan entre sí. Es imposible para el ojo humano percibir que ambas carnes provienen realmente de la misma fuente. Sobra decir que esto escapa a la capacidad del ojo humano o a la de la mente del hombre. Pero en Su esencia son lo mismo, porque Su obra se origina en el mismo Espíritu. Si ambas carnes encarnadas surgen o no de la misma fuente, no puede juzgarse por la era y el lugar en el que nacieron, o por otros factores similares, sino por la obra divina expresada por Ellas. La segunda carne encarnada no lleva a cabo nada de la obra que Jesús realizó, porque la obra de Dios no se ciñe a convenciones, sino que cada vez se abre una nueva senda. La segunda carne encarnada no busca profundizar ni solidificar la impresión de la primera carne en la mente de las personas, sino complementarla y perfeccionarla, profundizar el conocimiento de Dios por parte del hombre, romper todas las reglas existentes en los corazones de las personas y barrer las imágenes erróneas de Dios en sus corazones. Puede decirse que ninguna etapa individual de la obra de Dios puede darle al hombre un conocimiento completo de Él; cada una da sólo una parte, no el todo. Aunque Dios ha expresado Su carácter por completo, debido a las limitadas facultades de entendimiento del hombre, su conocimiento de Dios sigue siendo incompleto. Es imposible, usando un lenguaje humano, transmitir la totalidad del carácter de Dios; ¿cuánto menos puede una sola etapa de Su obra expresar plenamente a Dios? Él obra en la carne bajo la cubierta de Su humanidad normal y uno sólo puede conocerlo por las expresiones de Su divinidad, no por Su caparazón corporal. Dios viene en la carne para permitir al hombre conocerlo por medio de Su obra variada, y no hay dos etapas de Su obra que sean iguales. Sólo de esta forma puede el hombre tener un conocimiento pleno de la obra de Dios en la carne, no confinada a una sola faceta. Aunque la obra de las dos carnes encarnadas es diferente, la esencia de las mismas y la fuente de Su obra son idénticas; ellas sólo existen para llevar a cabo dos etapas diferentes de la obra y surgen en dos eras distintas. Comoquiera que fuere, las carnes encarnadas de Dios comparten la misma esencia y el mismo origen; esta es una verdad que nadie puede negar.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de la carne habitada por Dios
Las dos encarnaciones de Dios provienen de una sola fuente
I
La obra de la segunda encarnación parece muy distinta de la primera, que no se puede ver esta vez. Es como si no tuviesen nada en común. La obra de las dos carnes difiere, pero eso no prueba que Su fuente sea diferente. La naturaleza de la obra realizada es lo que revela Su origen, no Su apariencia. La obra de las dos encarnaciones es distinta, pero la esencia y la fuente de la obra es la misma. Cumplen dos etapas distintas de la obra y se manifiestan en eras distintas. En cualquier caso, las encarnaciones de Dios tienen el mismo origen y la misma esencia. Esta es una verdad que nadie puede negar y nadie puede decir que no tiene sentido.
II
Durante las tres etapas de Su obra, Dios tuvo dos encarnaciones. Ambas se complementan y dieron inicio a una nueva era y obra. Es imposible que los ojos y la mente de un hombre entiendan si ambas encarnaciones tienen la misma fuente. Pero ambas tienen la misma esencia, ya que Su obra comienza de la misma fuente del Espíritu. La obra de las dos encarnaciones es distinta, pero la esencia y la fuente de la obra es la misma. Cumplen dos etapas distintas de la obra y se manifiestan en eras distintas. En cualquier caso, las encarnaciones de Dios tienen el mismo origen y la misma esencia. Esta es una verdad que nadie puede negar y nadie puede decir que no tiene sentido.
III
Que las dos encarnaciones tengan la misma fuente no lo puede juzgar la era ni donde han nacido, ni otros factores similares, sino la obra divina que expresan. La obra de las dos encarnaciones es distinta, pero la esencia y la fuente de la obra es la misma. Cumplen dos etapas distintas de la obra y se manifiestan en eras distintas. En cualquier caso, las encarnaciones de Dios tienen el mismo origen y la misma esencia. Esta es una verdad que nadie puede negar y nadie puede decir que no tiene sentido.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
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