Solo con sumisión sincera puede tenerse verdadera confianza (Parte 3)

¿Qué hace Dios durante el proceso mediante el cual la gente llega a tener auténtica fe en Él? (Esclarece, guía, instrumenta entornos y luego toma la verdad y la infunde en las personas). Cuando Pedro recibió la reprimenda del Señor Jesús fue porque Dios lo dejó en evidencia, lo juzgó y lo condenó. ¿Han de experimentar las personas estas cosas antes de obtener verdadera confianza en Dios? (Sí). ¿Por qué tienen que experimentarlas? ¿Resultaría imposible sin ellas? ¿Se puede pasar por alto el juicio, el desenmascaramiento, el reproche, la disciplina, la reprimenda e incluso la maldición? (No). Supongamos que el Señor Jesús hubiera discutido el tema con Pedro de manera amistosa, en lugar de reprenderle, y le hubiera dicho: “Pedro, sé que guardas buenas intenciones en lo que dices, pero no vuelvas a hablar así. No entorpezcas Mi plan con buenas intenciones humanas. No hables en nombre de Satanás ni actúes como su emisario. Ten más cuidado en el futuro y no digas tonterías. Antes de hablar, medita si tus palabras son correctas y si van a apenar o enfadar a Dios”. ¿Funcionaría hablar de este modo? (No). ¿Por qué no? Satanás ha corrompido demasiado profundamente al hombre, y la raíz del carácter corrupto de este es muy honda. El hombre vive conforme a su carácter corrupto. Todos sus pensamientos, actos, figuraciones y nociones, todos los objetivos y los rumbos en su vida y la motivación para todo lo que dice y hace proviene de su carácter corrupto. ¿Es adecuado que Dios no le reprenda nada? ¿Se dará cuenta el hombre de la gravedad de este problema? ¿Se puede erradicar la causa principal de su pecado? (No). Si no es así, ¿puede la gente someterse a Dios? (No). ¿Tienes ahora claro si es bueno o malo que Dios condene y maldiga a las personas? (Es bueno). ¿Es bueno que Dios las revele? (Sí). ¿Qué es lo que pone en evidencia de ellas? (Él revela su debilidad, su estatura y su confianza en Dios). Las revela por completo. Dios no aprueba las doctrinas que defiendes, las consignas que repites sin cesar, tus creencias, tu aparente fervor ni tus buenas intenciones. Él no quiere nada de eso. Da igual lo fervoroso que seas o lo lejos que viajes, ¿muestra eso que posees la verdad? ¿Acaso demuestra que tienes auténtica fe en Dios? (No). Estas no son las cosas que aprueba Dios. La bondad y las figuraciones humanas son inútiles. Para obtener la aprobación de Dios y poseer auténtica fe en Él, debes experimentar los diversos métodos según los que obra: dejar en evidencia, juzgar, condenar, maldecir; y a veces incluso hace falta disciplinar y castigar. ¿Se han de temer estas cosas? No son cosas a las que tenerles miedo. En ellas residen la intención, la atenta consideración y el amor de Dios. ¡Merece la pena soportar esta dificultad! Dios hace estas cosas y emplea estos métodos para obrar en las personas. Eso demuestra que Él alberga la expectativa y el deseo de ganar algo de ellas. Dios no hace tales cosas al azar, sin razón o con base en figuraciones. Estas reflejan plenamente la intención de Dios. ¿Cuál es la intención de Dios? Él desea conducir a la gente hacia la auténtica fe en Dios y hacer que acepten la verdad, desechen sus actitudes corruptas y alcancen la salvación.

Decidme, después de que Pedro negara tres veces al Señor, ¿reflexionó sobre su propia fe? (Sí). Las personas con humanidad normal, aquellas que persiguen la verdad, harán introspección cuando se topen con fallos y reveses. Sin duda, Pedro habría realizado una introspección semejante. Los que no aman la verdad nunca reflexionarán sobre sí mismos. Si se encuentran con una situación como la de Pedro, dirán: “Aunque he negado al Señor tres veces, se trataba de circunstancias excepcionales. ¿Quién no se sentiría preocupado, asustado y débil al enfrentarse a ellas? No es para tanto. Mi amor por el Señor sigue siendo grande, el corazón me arde con fervor, mi espíritu es fuerte y nunca me marcharé ni abandonaré al Señor. Negar tres veces al Señor es solo una pequeña mancha, y lo más probable es que Dios no la recuerde. Después de todo, mi confianza en Él es bastante considerable”. ¿Qué clase de reflexión es esta? ¿Se trata de una postura de aceptación de la verdad? ¿Es esta la manera de lograr verdadera confianza? (No). Imaginemos que Pedro pensara esto: “Señor Jesús, conoces muy bien a la gente, pero ¿cómo pudiste aventurar que yo haría algo así? No debías haber predicho que te negaría. En cambio, debiste predecir que admitiría tres veces que te conocía. Eso hubiera sido genial, y entonces te habría seguido con la cabeza alta. Además, habría demostrado mi gran confianza en Ti y Tu predicción hubiera resultado ser acertada. Ambos estaríamos satisfechos con ella. Creo en Ti con gran sinceridad. Debes perfeccionarme y darme mi dignidad. No deberías reprenderme. No deberías tratarme de esa manera. Soy el digno Pedro. Nunca debí haber pronunciado palabras que negaran a Dios. Es demasiado humillante y vergonzoso. ¿Por qué me cargaste con algo así? ¿Por qué no a otro? ¡Lo que hiciste no fue justo! Aunque admito que te negué, ¿tuviste que revelarme de ese modo para que todo el mundo contemplara mi humillación? ¿Qué haré a partir de ahora? ¿Aún puedo recibir un buen destino en el futuro? ¿Acaso no significa que has renunciado a mí? Siento en el corazón que esto no es justo”. ¿Está bien o mal razonar con Dios de esta manera? (Está mal). ¿De qué clase de estado se trata? Pedro muestra aquí desobediencia y formula quejas. Se queja de que la obra de Dios no se ajuste a sus nociones y sus gustos. Esto deteriora su imagen y reputación, de tal modo que no puede llevar la cabeza alta. Aquí alberga elecciones humanas, y tiene quejas, desobediencia, resistencia y rebeldía humanas. Todas ellas son actitudes corruptas. Pensar de esta forma, actuar así y mantener una postura y un estado semejantes es un error evidente. Si las personas piensan y actúan de tal modo y Dios no se lo reprocha, ¿acaso pueden desarrollar auténtica fe después de que las revelen? ¿Pueden tener verdadera confianza en Dios? (No). ¿Qué clase de resultado está reservado a aquellos que se quejan, se rebelan, se resisten y rechazan lo que Dios revela de ellos y el hecho de que Dios los trate de esa manera? ¿Qué aporta esto a la vida de las personas? Lo primero que acarrea es pérdida. ¿Qué implica la “pérdida”? Tal como lo ve Dios, tratar contigo es demasiado problemático. Te suceda lo que te suceda, siempre tienes elección y siempre cuentas con tus propios gustos, tu propia voluntad, tus propias opiniones, figuraciones, nociones y conclusiones. Entonces, ¿por qué sigues creyendo en Dios? Para ti, Dios es simplemente el objeto de tu convicción y tu apoyo espiritual. No necesitas a Dios ni tampoco Sus palabras, Su verdad ni Su provisión de vida, y desde luego no te hace falta que Dios realice ninguna clase de obra de juicio sobre ti que te cause un gran dolor. A modo de respuesta, Dios dice: “Es fácil, no tengo que hacerte nada. Solo una cosa: has de dejarme. Tú tienes derecho a tus elecciones y Yo también a las Mías. Puedes elegir no aceptar Mi manera de salvarte, igual que Yo puedo optar por no salvarte a ti”. ¿Significa esto que Dios y tú no tenéis nada que ver el uno con el otro? ¿Es esta la libertad de Dios? (Sí). ¿Tiene derecho Dios a hacer tal cosa? (Sí). ¿Tienen las personas el derecho a elegir no aceptar la salvación de Dios? (Sí). También poseen ese derecho. Puedes renunciar o rechazar la salvación que te brinda Dios, pero al final eres tú el que sale perdiendo. No solo es que Dios no vaya a perfeccionarte, sino que también te va a desdeñar y descartar. Al final, se te castigará por partida doble. Ese es el desenlace que te aguarda. ¡Es el problema que tienes reservado para ti! Por tanto, aquellos que deseen salvarse deben elegir someterse a la obra de Dios. Solo así se puede desarrollar una verdadera confianza en Dios y alcanzar una auténtica fe en Él. Semejante fe se genera poco a poco durante el proceso de sumisión a la soberanía y los arreglos de Dios.

El carácter corrupto de las personas se oculta en las intenciones que hay detrás de su discurso y sus actos, en su visión sobre las cosas, en todos sus pensamientos e ideas y en sus puntos de vista, su entendimiento, sus nociones, perspectivas, deseos y exigencias relativos a la verdad, a Dios y a Su obra. Se revela a partir de las palabras y los actos de las personas, sin que estas se den cuenta. Entonces, ¿cómo trata Dios aquello que reside en el interior de ellas? Él dispone diversos ambientes para ponerte en evidencia. No solo te pondrá en evidencia, sino que también te juzgará. Cuando reveles tu carácter corrupto, cuando tengas pensamientos e ideas que desafíen a Dios, cuando tengas estados y puntos de vista que compitan con Él, cuando tengas estados a través de los cuales malinterpretes a Dios o te resistas y te opongas a Él, Dios te reprenderá, te juzgará y te sancionará, e incluso algunas veces Él te disciplinará y te castigará. ¿Cuál es el objetivo de que te discipline y te reprenda? (Hacer que nos arrepintamos y cambiemos). Sí, el objetivo es que te arrepientas. Lo que se consigue al disciplinarte y reprenderte es permitirte cambiar de rumbo. Es hacer que entiendas que tus pensamientos son las nociones del hombre y están equivocados; tus motivaciones nacen de Satanás, se originan en la voluntad humana, no concuerdan con la verdad, son incompatibles con Dios, no pueden satisfacer Sus intenciones, Él las detesta y las odia, incitan Su ira e incluso despiertan Su maldición. Una vez que te das cuenta de esto, tienes que cambiar tus motivaciones y tu actitud. ¿Y cómo las cambias? En primer lugar, debes someterte a la forma en que Dios te trata, a los entornos y personas, acontecimientos y cosas que Él te plantea. No seas quisquilloso, no pongas excusas objetivas y no eludas tus responsabilidades. En segundo lugar, busca la verdad que la gente ha de practicar y en la que debe entrar cuando Dios hace lo que hace. Dios te pide que entiendas estas cosas. Él quiere que reconozcas tu carácter corrupto y tu esencia satánica para que seas capaz de someterte a los ambientes que Él dispone para ti y, finalmente, para que puedas practicar de acuerdo con Sus intenciones y Sus requisitos para ti. Entonces habrás superado la prueba. Una vez que dejes de resistirte y oponerte a Dios, dejarás de discutir con Él y podrás someterte. Cuando Dios dice: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, respondes: “Si Dios dice que soy Satanás, lo soy. Aunque no entiendo lo que he hecho mal o por qué dice Dios que soy Satanás, Él ordena que me ponga detrás de Él, así que no dudaré. Debo buscar los deseos de Dios”. Cuando Dios afirma que la naturaleza de tus acciones es satánica, tú dices: “Reconozco lo que Dios dice, lo acepto todo”. ¿Qué actitud es esta? Es sumisión. ¿Es sumisión cuando eres capaz de aceptar a regañadientes que Dios diga que eres un diablo y Satanás, pero no puedes aceptar —y eres incapaz de someterte— que Él te diga que eres una bestia? Sumisión significa total conformidad y aceptación, no discutir ni establecer términos. Significa no analizar la causa y el efecto, independientemente de las razones objetivas, y solo preocuparse por la aceptación. Cuando las personas han alcanzado una sumisión como esta, se hallan cerca de la genuina fe en Dios. Cuanto más actúe Dios y cuanto más tú experimentes, más real te resultará Su soberanía sobre todas las cosas, mayor será tu confianza en Dios y más sentirás que: “Todo lo que Dios hace es bueno, nada de ello es malo. No debo escoger, sino que debo someterme. Mi responsabilidad, mi obligación, mi deber, es someterme. Eso es lo que debo hacer como ser creado. Si ni siquiera puedo someterme a Dios, entonces ¿qué soy? ¡Soy una bestia, soy un diablo!”. ¿Acaso no muestra esto que ahora tienes genuina fe? Una vez que hayas llegado a este punto, estarás sin mácula, y así a Dios le resultará fácil usarte, y a ti también te será fácil someterte a las instrumentaciones de Dios. Cuando cuentes con la aprobación de Dios, podrás recibir Sus bendiciones. Por tanto, hay muchas lecciones que aprender de la sumisión.

Pedro poseía auténtica sumisión a Dios. Cuando Dios dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, guardó silencio e hizo introspección. Las personas de hoy son incapaces de hacerlo. Si Dios dice: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”, ellos dirán: “¿A quién llamas Satanás? No está bien que digas que soy Satanás. Di que me ha escogido Dios, eso estaría bastante bien, lo aceptaría y me sometería. Si dices que soy Satanás, no puedo someterme”. Si no eres capaz de someterte, ¿confías entonces de verdad en Dios? ¿Posees verdadera sumisión? (No). ¿Qué relación existe entre la sumisión y la verdadera confianza? Solo cuando tienes auténtica fe puedes poseer verdadera sumisión. Solo cuando puedes someterte con sinceridad a Dios es posible que surja poco a poco en ti verdadera confianza. La obtienes durante el proceso de someterte con sinceridad a Dios, pero si careces de verdadera confianza, ¿puedes someterte con sinceridad a Dios? (No). Estas cosas están conectadas y no es una cuestión de preceptos o de lógica. La verdad no es filosofía, no es lógica. Las verdades están interrelacionadas y son completamente inseparables. Si dices: “Para someterte a Dios, debes tener confianza en Él, y si tienes confianza en Dios, debes someterte a Él”, esto es un precepto, una frase, una teoría y una opinión altisonante. Las cuestiones de la vida no son preceptos. Sigues admitiendo de palabra que Dios Todopoderoso es tu único Salvador y el único Dios verdadero, pero ¿tienes verdadera confianza en Dios? ¿En qué confías para mantenerte firme cuando afrontas la adversidad? Muchos aceptan a Dios Todopoderoso porque ha expresado muchas verdades. Lo aceptan para entrar en el reino de los cielos. Sin embargo, cuando se han de enfrentar al arresto y las tribulaciones, muchos se retiran, otros se esconden en sus casas y no se atreven a cumplir con sus deberes. En ese momento, las palabras que dijiste —“Creo en la soberanía de Dios, creo que Él controla el destino del hombre y que mi destino se halla en Sus manos”— hace tiempo que han desaparecido sin dejar rastro. Eran una mera consigna para ti. Ya que no te atreves a practicar y experimentar estas palabras y no vives según ellas, ¿acaso tienes verdadera confianza en Dios? La esencia de tener fe en Dios no es solo creer en Su nombre, sino en el hecho de que es soberano sobre todas las cosas. Debes convertir este hecho en tu vida, en el testimonio real de tu cotidianeidad. Has de vivir según estas palabras. Eso significa permitir que guíen tu comportamiento y el rumbo y los objetivos de tus actos a la hora de enfrentarte a las situaciones. ¿Por qué tienes que vivir según estas palabras? Por ejemplo, supongamos que tienes la posibilidad de ir a otro país a creer en Dios y cumplir tu deber, y te parece una idea bastante buena. No existe la ley del gran dragón rojo en el extranjero, ni tampoco se persiguen las creencias; tener fe en Dios no pone tu vida en peligro, así que no hay riesgos. En cambio, los creyentes en Dios de la China continental corren peligro de que los arresten en cualquier momento, viven en la guarida del diablo, y eso resulta muy peligroso. Entonces, Dios dice un día: “Hace varios años que crees en Dios en el extranjero y has obtenido algo de experiencia de vida. En la China continental hay un lugar donde los hermanos y hermanas no tienen madurez en cuanto a la vida. Deberías regresar allí y pastorearlos”. ¿Qué harías al enfrentarte con esta responsabilidad? (Someterme y aceptarlo). Podrías aceptarlo en apariencia, pero sentirías inquietud en el corazón. Llorarías de noche en la cama y orarías a Dios: “Dios, Tú conoces mi debilidad. Mi estatura es demasiado escasa. Aunque regrese al continente, no sería capaz de pastorear al pueblo escogido de Dios. ¿Puedes elegir a otro para que vaya? Me ha llegado esta comisión y quiero aceptarla, pero temo que, si lo hago, no la llevaré bien a cabo, que no cumpliré con mi deber con éxito y no lograré estar a la altura de Tus intenciones. ¿Puedo quedarme dos años más en el extranjero?”. ¿Qué elección estás haciendo? No te niegas del todo a ir, pero tampoco llegas a acceder. Se trata de una evasión tácita. ¿Es eso someterse a Dios? Es una rebelión muy clara contra Él. Que no quieras regresar implica que albergas sentimientos de resistencia. ¿Sabe esto Dios? (Sí). Él dirá: “No vayas. No estoy siendo duro contigo. Solo te estoy poniendo a prueba”. De este modo, te ha revelado. ¿Amas a Dios? ¿Te sometes a Él? ¿Posees verdadera confianza? (No). ¿Se trata de debilidad? (Tampoco). Es rebeldía, es oponerse a Dios. La prueba ha puesto en evidencia que no tienes verdadera confianza en Dios ni sumisión a Él, y que no crees que Dios sea soberano sobre todas las cosas. Dices: “El hecho de tener miedo justifica mi decisión de no ir. Mientras mi vida esté en peligro, puedo negarme a ir. No estoy obligado a aceptar la comisión y puedo elegir mi propia senda. Puedo colmarme de quejas y agravios”. ¿Qué clase de confianza es esta? No tiene nada de verdadera. Por muy elevadas que sean las consignas que entonas, ¿tendrán ahora algún efecto? Ninguno. ¿Causarán efecto alguno tus juramentos? ¿Hará algún bien que otros compartan la verdad y actúen para persuadirte? (No). Aunque se esfuercen por convencerte y viajes al continente a pesar de tus reticencias, ¿sería eso auténtica sumisión? Dios no quiere que te sometas de ese modo. Si viajas contra tu voluntad, todo será en vano. Dios no obrará en ti y no obtendrás nada de ello. Él no fuerza a nadie a hacer nada. Debes estar dispuesto. Si no quieres ir, prefieres una tercera opción y siempre buscas una vía de escape, negarte y evadirte, entonces no es necesario que vayas. Cuando tu estatura sea lo bastante grande y alcances esa confianza, solicitarás ir voluntariamente, dirás: “Iré, aunque no vaya nadie más. Esta vez no tengo ningún miedo y voy a arriesgar mi vida. ¿Acaso no concede Dios la vida? ¿Por qué da tanto miedo Satanás? ¡Es un juguete en manos de Dios y yo no le tengo miedo! Si no me arrestan, será por la gracia y la misericordia de Dios. Si las circunstancias son tales que acabo detenido, es porque Dios lo permite. Aunque tenga que morir en prisión, ¡debo dar testimonio de Dios! He de tener esta determinación; le entregaré mi vida a Dios. Les llevaré a esos hermanos y hermanas que carecen de entendimiento y conocimiento lo que he entendido, experimentado y llegado a conocer en mi vida, y lo compartiré con ellos. De ese modo, podrán tener la misma confianza y determinación que yo, y presentarse ante Dios y dar testimonio de Él. He de ser considerado con las intenciones de Dios y llevar esta pesada carga. Aunque hacerlo requiera correr riesgos y sacrificar mi vida, no tengo miedo, ya no pienso en mí mismo; tengo a Dios, mi vida está en Sus manos y me someto voluntariamente a Sus instrumentaciones y arreglos”. Una vez que regreses, tendrás que sufrir en ese entorno. Puede que envejezcas rápido, se te ponga el pelo gris y el rostro surcado de arrugas. Puede que enfermes o te arresten y te persigan, o incluso que te halles en peligro mortal. ¿Cómo deberías afrontar esos problemas? Esto vuelve a implicar verdadera confianza. Algunas personas pueden regresar en un arranque de determinación, pero ¿qué pasará cuando se enfrenten a semejantes dificultades tras su regreso? Debes lanzarte a creer en la soberanía de Dios. Incluso si tu envejecimiento es visible o te pones un poco enfermo, son asuntos triviales. Si pecas contra Dios y rehúsas Su comisión, perderás la oportunidad de que Él te perfeccione en esta vida. Si pecas contra Dios y rechazas Su comisión, ¡eso será una mancha eterna en tu vida! Si pierdes esa oportunidad, es imposible recuperarla ni a cambio de muchos años de tu juventud. ¿Para qué sirve tener un cuerpo sano y fuerte? ¿De qué sirve tener un rostro agraciado y una bonita figura? Incluso si vives hasta los ochenta años y mantienes la mente despierta, si no eres capaz de comprender el significado de una sola frase pronunciada por Dios, ¿no resultaría eso patético? ¡Sería patético hasta el extremo! Entonces, ¿qué es lo más importante y preciado que debe obtener alguien cuando se presenta ante Dios? Auténtica fe en Él. Te ocurra lo que te ocurra, si ante todo te sometes, aunque en ese momento albergues algunas ideas equivocadas sobre Dios o no entiendas muy bien por qué Él actúa de esa manera, no mostrarás negatividad ni debilidad. Como dijo Pedro: “Aun si Dios estuviera jugando con los seres humanos como si fueran juguetes, ¿qué queja tendrían estos?”. Si careces siquiera de esta poca confianza, ¿podrías seguir siendo tan sumiso como Pedro? En muchas ocasiones, lo que te hace Dios es apropiado y razonable, concuerda con tu estatura, figuraciones y nociones. Dios obra conforme a tu estatura. Si sigues siendo incapaz de aceptarlo, ¿puedes lograr la sumisión de Pedro? Eso resultaría más imposible si cabe. Por tanto, tienes que avanzar en esta dirección y hacia este objetivo. Solo entonces podrás alcanzar la auténtica fe en Dios.

¿Pueden someterse a Dios aquellos que carecen de auténtica fe? Es difícil de decir. Solo pueden someterse a Dios con sinceridad si tienen verdadera confianza en Él. Es así de simple. Si no te sometes a Dios con sinceridad, no dispondrás de más oportunidades de recibir Su esclarecimiento, guía o perfección. Has desechado todas estas oportunidades para que Dios te perfeccione. No las quieres. Las rehúsas, las evitas y las esquivas constantemente. Siempre eliges un entorno en el que cuentas con las comodidades de la carne y que está libre de sufrimiento. ¡Eso supone un problema! No puedes experimentar la obra de Dios. Tampoco Su guía, liderazgo y protección. No eres capaz de ver las obras de Dios. Por tanto, no obtendrás la verdad ni tampoco verdadera confianza, ¡no obtendrás nada! Si no puedes obtener la verdad ni la palabra de Dios para convertirla en tu vida, ¿puede ganarte Dios? Desde luego que no. ¿Qué es lo primero que pretendes obtener a partir del esclarecimiento, la guía y el perfeccionamiento de Dios? La verdad y la palabra de Dios. Es decir, la palabra de Dios se convierte en tu realidad, en el origen de tu vida y el principio, base y criterio para tus actos. Cuando esto es así, ¿qué vives? ¿Todavía un carácter corrupto? (No). ¿Acaso te dirá Dios: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”? (No). ¿Qué te dirá? ¿Cómo definió Dios a Job? (Teme a Dios y evita el mal, es una persona perfecta). Es adecuado citar aquí estas palabras. Si queréis aspirar a ese título y definición que Dios hizo de Job, ¿resultará fácil conseguirlo? (No). No es fácil. Has de satisfacer el corazón de Dios en todas las cosas, buscar Sus intenciones en todas partes, actuar según las intenciones de Dios y someterte a Sus instrumentaciones y arreglos. Si te limitas a decir que te vas a someter a las instrumentaciones y arreglos de Dios, pero luego buscas analizar por qué te encuentras con ciertas circunstancias, personas, acontecimientos y cosas, formulas quejas y caes en malentendidos y malinterpretas las intenciones de Dios, ¡a Él eso le resultaría muy doloroso! Si no quieres a Dios, Él no te quiere a ti. No tendréis nada que ver el uno con el otro. ¿No supondría un problema que las cosas continuaran así? Dado que no eres un ser creado, Él no es tu Soberano ni tu Dios. ¿Cómo te acabará definiendo Él? “Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”. ¿Queréis que se os dediquen semejantes palabras? (No). ¿Qué implica que se os diga esto? (Que Dios nos condena, descarta y castiga). ¡Eso no es nada bueno! Cuando Dios te condena y te descarta, no es igual que si lo hiciera un líder o alguien en un puesto de autoridad, ¡se trata de Dios! Él te concede la vida y te la sustenta. Ahora que Dios no te quiere, ¿es posible que sigas viviendo? (No). ¿Qué significa esto? Implica tu desenlace definitivo, lo cual no es nada bueno. No es en absoluto una buena señal. Si digo que una persona teme a Dios y evita el mal y es perfecta, eso es una buena señal, y sin duda la bendición de Dios llegará a ella. ¿Cómo deberíais tomaros las palabras con las que Dios evaluó a Job? Si piensas en lo que comía Job, la vestimenta que usaba, cómo caminaba y qué temperamento tenía, y tratas de imitar tales cosas, lo estás abordando mal. Tienes que reflexionar de inmediato y buscar, al tiempo que piensas: “¿Cómo lo hizo Job? ¿Qué vivió para recibir la aprobación de Dios? Dios dijo que Job temía a Dios y evitaba el mal, era una persona perfecta. No es poca cosa. Eso es lo que dijo Dios mismo. Debo seguir el ejemplo de Job, buscar el camino para temer a Dios y evitar el mal, y esforzarme para convertirme también en una persona que teme a Dios y evita el mal. Eso servirá para que Dios me apruebe y me asigne también ese título. Quiero ser una persona perfecta a Sus ojos”. Semejante pensamiento concuerda con las intenciones de Dios.

30 de diciembre de 2016

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