Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber (Parte 1)
Para poder cumplir el deber propio de forma satisfactoria, lo más importante es hacer un gran esfuerzo por la verdad. Las personas solo pueden actuar conforme a los principios-verdad una vez que los han llegado a comprender. Además, necesitan aprender acerca de las diversas áreas de conocimiento y las habilidades especializadas relacionadas con sus deberes, y es fundamental que aprendan algunas técnicas sencillas y prácticas. Hay quienes cuentan con cierto conocimiento técnico, pero desconocen cómo aplicarlo a sus deberes. Cuando hacen las cosas sus corazones nunca están seguros. No saben cuál es la forma correcta de hacer las cosas, cuál cumple con los principios-verdad y puede beneficiar a los demás, o cuál es incorrecta y vulnera los principios. Sus mentes se encuentran confusas. Si bien para ellos este camino aparenta ser correcto, hay otros que también parecen viables. Nunca están seguros de cómo obrar de forma adecuada y no saben cómo practicar de tal forma que sigan la senda correcta. ¿Qué demuestra esto? (No entienden la verdad). Estas personas no comprenden la verdad y se encuentran en un estado de ambigüedad en lo que respecta a su estado interior y a su comprensión y estándares de evaluación de muchas cosas. Cuando no están implicadas en algo, sienten que lo entienden todo y que todo les resulta fácil. No obstante, cuando verdaderamente se enfrentan a una situación de la vida real, no saben cómo abordarla, cómo afrontarla o cuál es el camino adecuado a seguir. Solo entonces advierten que no tienen nada y que no comprenden la verdad en lo más mínimo. Las doctrinas acerca de las que hablaron anteriormente son inútiles. No tienen más opción que recurrir a otras personas y hablar de la situación con ellas. Esto es lo que sucede cuando las personas que no entienden la verdad se enfrentan a una situación: están desorientadas, llenas de ansiedad, sienten que está mal hacer esto y que lo otro es incorrecto, y no logran encontrar la senda correcta. ¡Solo entonces comprueban que, sin la verdad, es realmente difícil dar un solo paso! ¿Qué es lo que más necesitan esas personas en este momento? ¿Necesitan de la filosofía satánica y el conocimiento o bien de una comprensión de la verdad? Lo más crucial es entender la verdad. Si no entiendes la verdad, aun cuando completes un trabajo, te sentirás inseguro al respecto. No sabrás si lo hiciste adecuadamente o cuál será el resultado una vez completado el trabajo. No puedes medir estas cosas. ¿Por qué no puedes medirlas? ¿Por qué tu corazón está siempre lleno de incertidumbre? Es porque, cuando haces las cosas, no tienes claro si tu forma de hacerlas se ajusta de un modo real y genuino a los principios, si lo que practicas son principios y si tu práctica es conforme a la verdad o no. No puedes verificarlo. Si logras algún pequeño resultado en el cumplimiento de tu deber, tendrás la sensación de ser muy capaz y de haber acumulado cierto capital, con lo que te sentirás satisfecho contigo mismo. No obstante, si no hay un resultado evidente o si no se ajusta a los estándares de los principios, la negatividad se apoderará de ti de inmediato y pensarás: “¿Cuándo me esclarecerá Dios? ¿Por qué Dios siempre esclarece a los demás, mientras que yo no recibo inspiración, esclarecimiento ni iluminación alguna?”. Puede que en ocasiones sientas que tus intenciones al hacer las cosas han sido correctas, y que te has esforzado mucho, de modo que tienes la esperanza de que Dios acepte, apruebe y ratifique de buen grado tu esfuerzo. Sin embargo, al mismo tiempo también temes que Dios diga que obraste de forma incorrecta y que no lo apruebe. ¿No muestra esto una preocupación por las ganancias y las pérdidas? Cuando ves que tu estatura es escasa, que eres demasiado rebelde y arrogante, y que te vuelves complaciente ante el menor logro, sentirás que eres demasiado corrupto, que eres un diablo y Satanás, e indigno de la salvación de Dios. Luego, tras conseguir algunos pequeños logros, pensarás que, a fin de cuentas, no eres tan malo, que cuentas con cierta capacidad y puedes lograr algunos resultados, de modo que debes ser recompensado. ¿Muestra eso una preocupación por las ganancias y las pérdidas? ¿Qué es lo que desencadena ese estado de desasosiego por las ganancias y las pérdidas? Está directamente relacionado con una falta de comprensión de la verdad. Cuando las personas no entienden la verdad, se producen muchos estados y manifestaciones. Lo principal es que las personas suelen vivir en un estado de preocupación por las ganancias y las pérdidas. Ese es su estado normal. No puedes calibrar tus propias capacidades debido a que no entiendes la verdad; no sabes lo que puedes hacer y lo que no. No sabes qué principios y estándares seguir en el cumplimiento de tu deber, ni el resultado al que debes aspirar, debido a que no entiendes la verdad. Y tampoco entiendes cuál es la meta y la dirección de la vida. No sabes por qué Dios siente ira hacia ti, por qué te aprueba o por qué es indulgente contigo; desconoces todo eso. No sabes cuál es el lugar que te corresponde, y tampoco puedes calibrar si lo que has hecho ha cumplido tu deber como ser creado y si lo has hecho de forma satisfactoria. En ocasiones, haces las cosas con timidez, mientras que en otras eres atrevido y alocado. Te encuentras siempre en un estado inestable. ¿Cómo se desestabiliza el estado de una persona? En última instancia, eso está ligado a una falta de comprensión de la verdad. Cuando las personas no la entienden, gestionan las cosas sin principios. Se vuelven muy erráticas en su conducta e, invariablemente, se desvían en un sentido u otro. Cuando no están haciendo nada, parece como si lo entendiesen todo y hablan bien de la doctrina. En cambio, cuando sucede algo y se les pide que lo arreglen, que apliquen a la vida real todas las verdades que entienden, carecen de senda alguna, no saben qué principio utilizar, y dicen para sus adentros: “Entiendo que debo cumplir mi deber con lealtad, que debo ser honesto, y que no debo albergar nociones ni malentendidos acerca de Dios, debo tener una actitud sumisa hacia Él, pero ¿cómo debo gestionar esto realmente?”. Lo piensan una y otra vez, intentan aplicar los preceptos y, al final, acaban sin tener idea alguna de cuáles deben aplicar. ¿Pensáis que alguien que necesita examinar un libro de las palabras de Dios cuando algo le sucede es alguien que entiende la verdad? Esa no es una verdadera comprensión de la verdad. Esas personas se limitan a entender unas pocas doctrinas, pero no han llegado a comprender la realidad de esas verdades. Eso demuestra que lo que dicen habitualmente, y lo que creen entender, no son más que doctrinas. Si entiendes la verdad, si posees la realidad-verdad, cuando algo te suceda sabrás cómo obrar de acuerdo con las intenciones de Dios, y cómo obrar dentro de los límites de los principios. Si tu comprensión se basa únicamente en la doctrina, y no en la verdad, cuando te suceda algo realmente, si te apoyas en la doctrina y sigues los preceptos, no tendrás manera de salir adelante. Serás incapaz de encontrar el principio o la senda de práctica. Dicho de otra manera: puede que parezca que entiendes un aspecto de la verdad, como si entendieras el significado de esas palabras de la verdad y tuvieses una pequeña comprensión de las intenciones de Dios y de lo que Él pide, como si supieras todo eso, pero cuando luego te sucede algo eres incapaz de poner en práctica la verdad, aplicas preceptos ciegamente y lo echas todo a perder. ¿No es eso vergonzoso? Cuando algo sucede a quienes realmente entienden la verdad, son capaces de encontrar los principios de práctica, cuentan con una senda de práctica, y pueden poner en práctica los principios-verdad. En lo que respecta a quienes se limitan a lanzar palabras y doctrinas, parece como si entendiesen la verdad, pero luego, cuando llega el momento de actuar, quedan completamente atolondrados. Esto demuestra que las personas que lanzan palabras y doctrinas no entienden la verdad en lo más mínimo. Quienes hacen esto procuran desorientar a los demás, son engañadores. Se están engañando a sí mismos y a los demás, ¡lo que significa que están perjudicando a ambos!
¿Qué entendéis ahora? ¿Más verdades o más doctrinas? (Más doctrinas). ¿A qué responde eso? (Es el resultado de no perseguir la verdad). (Una falta de esfuerzo para ir y ponderar la verdad). Está relacionado con todas esas cosas, pero todas las razones que habéis ofrecido son subjetivas. También existe una razón objetiva que tiene que ver con el calibre de las personas. Algunos llevan escuchando sermones más de una década, pero son incapaces de distinguir la verdad de la doctrina, ni pueden discernir la diferencia entre seguir los preceptos y practicar la verdad. Escuchan sermones con fervor y trabajan de forma meticulosa para poder discernir, pero son incapaces de ver la diferencia. Creen que las pláticas que brinda todo el mundo son prácticamente idénticas, es decir, que todas ellas son bastante buenas y prácticas. Tras escucharlas son incapaces de diferenciar entre lo que es doctrina y lo que es verdad. ¿Es eso un problema de calibre? (Sí). ¿Puede vuestro calibre alcanzar el nivel de la realidad-verdad? Cada vez que los líderes y los obreros hablan en las reuniones o se relacionan e interactúan con vosotros en otros momentos, ¿podéis diferenciar qué parte de lo que dicen es la realidad-verdad y qué parte es doctrina? (Sí). Si podéis diferenciarlo, demuestra que tenéis cierto discernimiento, y que no sois completamente incapaces de discernir. Si podéis advertir la diferencia, demuestra que no tenéis un calibre escaso. El calibre de las personas se clasifica en diversos grados: escaso, promedio, bueno y excepcionalmente bueno. Esos son, en esencia, los cuatro grados. Quienes tienen un calibre peor aún que un calibre escaso son incapaces de llegar a entender la verdad; no tienen calibre alguno. No pueden entender nada de lo que oyen y obran sin pensar, sin lógica y sin principios en todo lo que hacen. Todo es un desastre confuso en sus cabezas. Son personas atolondradas, lo que podríamos calificar coloquialmente como brutos. Si tienen un calibre extremadamente escaso, son discapacitados intelectuales, carecen de la razón de las personas normales. Son lo que podríamos describir como estúpidos, cuasilocos o cuasinecios.
Las personas cuyo calibre es extremadamente escaso son discapacitadas intelectuales; no hace falta que ahondemos más en ello. Abordemos ahora la forma en que se manifiesta el calibre escaso. Algunos llevan muchos años creyendo en Dios, pero siguen sin entender la verdad. Ni siquiera son capaces de llevar a cabo el deber básico de difundir el evangelio, son incapaces de compartir la verdad y no pueden dar testimonio. Esas son manifestaciones de un calibre escaso. ¿Cuáles son sus otras manifestaciones? Tras escuchar sermones durante muchos años, las personas de un calibre escaso tienen la sensación de que todos son iguales, que todos tratan de las mismas cosas. Son incapaces de diferenciar con claridad entre los detalles de las diversas verdades, por no hablar de la diferencia entre verdad y doctrina. Ni siquiera son capaces de pronunciar las palabras y las doctrinas más sencillas, ni mucho menos de entender la verdad. ¿Tienen esas personas el peor calibre de todos? Para ellas, no importa la forma en que escuchen los sermones o durante cuántos años lo hagan, esas personas son incapaces de comprenderlos, ni pueden entender lo que es la verdad o lo que significa conocerse a uno mismo. Da igual cuánto tiempo hayan creído en Dios o cuántos sermones hayan escuchado, al final siguen siendo incapaces de practicar la verdad. Solo pueden seguir unos pocos preceptos y recordar unas pocas cosas que consideran importantes; no podrán recordar nada que se salga de eso. ¿A qué se debe? Debido a que su calibre es escaso, no pueden estar a la altura de la verdad, ni comprender un gran número de cosas. Como mucho, pueden entender algunas doctrinas superficiales. Eso es todo a lo que pueden llegar. Dichas personas suelen ser bastante arrogantes y se vanaglorian. Algunos dicen: “Creí en el Señor cuando aún me encontraba en el vientre de mi madre. Hace mucho tiempo que soy santo, que me bautizaron y purificaron”. Algunos de ellos han aceptado la nueva obra de Dios desde hace tres, cinco o hasta diez años, pero siguen repitiendo lo mismo. ¿No es eso una muestra de un calibre escaso? Algunos afirman: “Decís que no me conozco a mí mismo, pero sois vosotros quienes no os conocéis. Soy santo desde hace mucho tiempo”. Quienes afirman eso son los que más carecen de comprensión espiritual, los del peor calibre. ¿Puedes seguir hablando de la verdad con esas personas? No. Por mucho que hables, no entenderán lo que es la verdad, lo que implica practicarla, lo que es someterse a Dios, lo que es la entrada en la vida, y lo que es cambiar el carácter propio. No pueden entender esas cosas ni alcanzar ese nivel. En su creencia en Dios, se centran en seguir determinados preceptos, tales como abstenerse de asuntos mundanos, renunciar al mundo, no tener trato con los diablos, no hacer el mal, cometer menos pecados, aferrarse a Su nombre, no traicionar a Dios, y orar a Dios y confiar en Él para todas las cosas; solamente esas cuestiones. En esencia, se mantienen confinados a los formalismos de la creencia religiosa. Tras escuchar tantas palabras de Dios y sermones acerca de la verdad, no entienden lo que oyen. Cuanto más escuchan, mayor es su confusión, de modo que no asimilan nada de ello. Si les preguntas lo que Dios requiere de las personas en esta fase de la obra, serán incapaces de responderte. Tan solo pueden enunciar algunas cosas básicas acerca de las doctrinas. Eso significa que son de un calibre extremadamente escaso e incapaces de entender las palabras de Dios.
¿Cómo se manifiestan las personas de un calibre promedio? Su principal manifestación es su incapacidad para comprender las palabras de Dios. Tras escuchar sermones, tan solo entienden algunas palabras y doctrinas, pero no pueden descubrir ninguna luz nueva. Cuando les sobreviene algo, son incapaces de gestionarlo, ni pueden practicar la verdad. Tan solo son capaces de lanzar algunas doctrinas vacías y de seguir los preceptos. Cuando escuchan sermones, parecen entender, pero luego, cuando les suceda algo, seguirán apegadas a los preceptos y obrando conforme a su propia voluntad. Además, se la pasan regañando a otros lanzándoles palabras y doctrinas. Tras creer en Dios durante muchos años, entienden numerosas doctrinas y, cuando hablan con otros, son capaces de transmitir algo más de conocimiento. Pueden expresar lo que quieren decir de una forma plena y concreta, y pueden mantener conversaciones normales con los demás. Sin embargo, siguen sin entender lo que es la verdad o la realidad. Creen que las doctrinas de las que hablan son la realidad-verdad, y son incapaces de discernir lo que los demás dicen acerca de sus experiencias en lo relativo a la realidad-verdad, su comprensión personal o las sendas de práctica. Esas personas que tienen un calibre promedio no ven diferencia alguna entre la verdad y la doctrina. Por muchos sermones que escuchen, son incapaces de discernir las verdades que deberían practicar y las que deben poseer para ser salvadas. Tampoco saben entenderse a sí mismas, y desconocen las verdades que deberían practicar para despojarse de sus actitudes corruptas. En sus vidas reales solo pueden seguir preceptos y rituales religiosos, asistir constantemente a reuniones, predicar constantemente doctrinas a otros y esforzarse constantemente en el cumplimiento de sus deberes. Sin embargo, cuando se trata de las verdades que implican cambios de carácter, un conocimiento de su carácter corrupto o la entrada en la vida, no entran ni profundizan en ello. Eso es lo que significa tener un calibre promedio y las personas que tienen esta clase de calibre solo pueden alcanzar este nivel. Hay personas que llevan veinte o treinta años creyendo en Dios y siguen hablando únicamente de doctrinas. ¿Habéis tenido trato alguna vez con personas que han creído en Dios durante más de una década y, sin embargo, solo son capaces de lanzar doctrinas? (Sí). Ese tipo de personas tiene un calibre promedio.
¿Cómo se manifiestan las personas que tienen un calibre bueno? Con independencia del tiempo que lleven creyendo en Dios, al escuchar un sermón son capaces de advertir que es diferente respecto a lo que dice la Biblia y que es radicalmente distinto de lo que enseña la religión. Pueden advertir que es más profundo y detallado, y que es completamente práctico. Por tanto, tras aceptar la nueva obra de Dios, comienzan a centrarse en practicar la verdad y entrar en la realidad. En sus vidas reales, se forman para saber cómo practicar y experimentar las palabras de Dios. Por ejemplo, Dios dice: “Debéis ser personas honestas”. Al comienzo de todo, esas personas se limitan a respetarlo como un precepto y dicen todo lo que se les pasa por la cabeza. Poco a poco, en su proceso de escuchar sermones y en su experiencia real, van sintetizando lo que han aprendido y, al final, experimentan y entienden en qué consiste realmente la verdad de ser una persona honesta y qué es en realidad la vida. Tienen la capacidad de aplicar a sus vidas reales las palabras que Dios ha pronunciado y las verdades que han entendido al escuchar sermones, y de convertir ambas cosas en su realidad personal. Al tener una experiencia real, su experiencia vital alcanza una profundidad cada vez mayor. Cuando esas personas escuchan sermones o leen las palabras de Dios, son capaces de comprender la verdad que contienen. ¿Qué entendemos aquí por verdad? No es una doctrina vacía, ni una forma de hablar, ni una teoría acerca de algo en concreto. En lugar de eso, implica las dificultades que se afrontan en la vida real y los diversos estados corruptos que uno revela. Las personas cuyo calibre es bueno pueden identificar esos estados y compararlos con lo que Dios dice y expone. Así, pues, sabrán cómo amoldar su práctica a las palabras de Dios. Eso es lo que significa un calibre bueno. ¿En qué se refleja eso principalmente? En la capacidad de entender lo que se dice en los sermones, de comprender la relación entre esas palabras y el estado real propio, de comprender el efecto que esas palabras tendrán en uno mismo y de vincular esas palabras a uno mismo. Eso es un calibre bueno. Además de ser capaz de entender esas palabras y vincularlas a sí mismas, las personas que tienen un calibre bueno pueden llegar a entender los principios de práctica en la vida real, y aplicarlos a cada dificultad o situación a la que se enfrenten en sus vidas reales. Eso es lo que significa tener perspectiva. Tan solo quienes gozan de tal perspectiva pueden verdaderamente poseer un calibre bueno.
Cuando las personas de calibre promedio revelan algo de su carácter corrupto, no pueden discernir con claridad su propio estado o la esencia del problema. Simplemente los juzgan comparándolos con las doctrinas que ellas comprenden. No alcanzan a ver la esencia del problema ni reconocen la raíz de dicha esencia y el aspecto que involucra la verdad. Al enfrentarse a alguna situación, después de ser podadas, después de diseccionarla y analizarla, ganan una impresión profunda y algo de comprensión de la situación en sí misma. Sin embargo, cuando se enfrentan a un nuevo estado o circunstancia, siguen sin comprenderlo, no saben qué hacer y no encuentran los principios que deben seguir. Eso es lo que significa tener un calibre promedio. En cuanto a aquellos que tienen un calibre bueno, ¿por qué decimos que lo tienen? Cuando se enfrentan a una situación, puede que las personas con calibre bueno no tengan una senda de práctica inmediata, pero son capaces de encontrarla escuchando sermones o buscando las palabras de Dios. Entonces sabrán cómo abordar la situación. ¿Sabrán qué hacer la próxima vez que se encuentren en una situación similar? (Sí). ¿Por qué? (No se limitan a seguir preceptos. Pueden sopesar una situación para encontrar una senda y luego aplican lo aprendido a situaciones similares). Correcto, han hallado el principio y comprenden ese aspecto de la verdad. Una vez que comprenden la verdad conocen los estados, revelaciones y actitudes corruptas de las personas a los que refiere ese aspecto de la verdad, así como también a los asuntos, circunstancias de la vida y demás que esta involucra. Tienen claros los principios de acción para esos casos y, cuando se encuentran con casos similares en el futuro, saben cómo practicar de acuerdo con los principios-verdad. Eso es lo que implica tener una comprensión genuina de la verdad. Por eso, por poder comprender la verdad, por tener el calibre para poder hacerlo, esas personas pueden convertirse en líderes de grupo o de la iglesia. Otras, en cambio, solo pueden comprender al nivel de la doctrina y por eso no pueden ser líderes de grupo, ya que no son capaces de llegar a entender los principios o encargarse de la supervisión. Pedirte que sirvas como líder de grupo es pedirte que asumas un liderazgo y te encargues de supervisar. ¿Qué debes usar para supervisar? Ni doctrina ni eslóganes ni conocimiento ni nociones. Se te pide que uses los principios-verdad para encargarte de supervisar. Ese es el principio más básico y elevado para hacer cualquier cosa en la casa de Dios. Si tu calibre es promedio o escaso y no puedes entender la verdad, ¿cómo puedes encargarte de supervisar? ¿Cómo puedes asumir esa responsabilidad? No estás a la altura de ese trabajo, de ese deber. A algunas personas se las elige como líderes de grupo, pero no comprenden la verdad y no pueden lograr nada en absoluto; no son dignas de ser llamadas así y deberían ser reemplazadas. A algunas personas se las elige como líderes de grupo y, gracias a que poseen cierta comprensión de los principios-verdad, pueden encargarse del trabajo y resolver algunos problemas prácticos. Eso es lo que hace que una persona esté capacitada para el trabajo y sea adecuada para ser líder de grupo. Algunas personas no pueden asumir el trabajo o llevar a cabo sus deberes de forma adecuada. ¿Cuál es el motivo principal? En la minoría de los casos, es porque tienen una humanidad pobre. Sin embargo, para la mayoría, la razón es el bajo calibre. Ese es el motivo por el que no pueden hacer su trabajo o realizar sus deberes adecuadamente. Ya sea que se trate de comprender la verdad o de aprender una profesión o una habilidad especializada, la gente de calibre bueno puede entender los principios implicados, llegar a la raíz de las cosas e identificar su realidad y su esencia. De esa manera, en todo lo que hacen, en cada trabajo que emprenden, realizan los juicios correctos y determinan los estándares y principios acertados. En eso consiste el calibre bueno. La gente que tiene este tipo de calibre puede encargarse de supervisar las diferentes obras de la casa de Dios. Aquellos que tienen un calibre promedio o escaso no son capaces de hacer ese trabajo. Esto no significa de ninguna manera que la casa de Dios favorezca o menosprecie a algunas personas o las trate de manera diferente; simplemente, son muchos los que no pueden encargarse de la supervisión a causa de su calibre. ¿Por qué no pueden? ¿Cuál es la causa? Que no comprenden la verdad. ¿Y por qué no la comprenden? Porque su calibre es promedio o incluso escaso. Es por eso que la verdad está fuera de su alcance y no son capaces de entenderla cuando la oyen. Puede ser que algunos no comprendan la verdad porque no escuchan con atención o podría ser porque son jóvenes y aún no tienen un concepto de la fe en Dios y no les resulta demasiado interesante. Sin embargo, ninguna de esas es la razón principal. La razón principal es que no tienen suficiente calibre. No importa cuál sea su deber o cuánto tiempo lleven haciendo el trabajo ni cuántos sermones escuchen o cómo les hables sobre la verdad, a las personas con un calibre inferior seguirá sin entrarles en la cabeza. Dilatan la realización de su deber, hacen un completo desastre y no logran nada. Algunas de las personas que sirven como líderes de grupo y se encargan de la supervisión de una parte de la obra tampoco comprenden los principios cuando recién asumen la responsabilidad del trabajo. Después de varios fracasos llegan a entender la verdad y captan los principios buscando y haciendo preguntas. Luego, en función de esos principios, pueden encargarse de la supervisión y asumir el trabajo por ellos mismos. Eso significa tener calibre. A otras personas puedes decirles todos los principios e incluso describirles en detalle la manera de implementarlos y parecerán comprender lo que les dices, pero, de todas formas, no podrán entender los principios cuando hagan las cosas; en cambio, confiarán en sus propias ideas y figuraciones, incluso creyendo que eso es correcto. Pero no pueden asegurar —y, en realidad, no lo saben— si hacen las cosas conforme a los principios. Si lo Alto hace preguntas, se ponen nerviosas y no saben qué decir. Solo se sienten seguras cuando lo Alto se encarga de la supervisión y las guía. Eso indica que su calibre es muy escaso. Con un calibre tan escaso, no pueden cumplir con los requisitos de Dios ni vivir a la altura de los principios-verdad y mucho menos llevar a cabo sus deberes de una manera satisfactoria.
Hace un momento mencioné que había otro nivel por encima del calibre bueno, que es tener un calibre muy bueno. Después de llegar a creer en Dios, las personas con un calibre muy bueno leen Sus palabras y, en su experiencia, atraviesan, sienten y comprenden gradualmente a qué se refieren los distintos estados mencionados en las palabras de Dios. Incluso cuando reciben muy poca provisión o ayuda pueden encontrar la senda de práctica en las palabras de Dios, plantearse requisitos para ellas mismas conforme a los principios, direcciones y estándares de acuerdo con lo que mencionan las palabras de Dios, y evitar desviaciones y distorsiones. Pueden comprender la verdad y llegar a conocerse a ellas mismas y a Dios comiendo y bebiendo Sus palabras por cuenta propia. Ese es el calibre más alto y esas personas son las que más percepción tienen. Decidme, ¿hay personas así entre los humanos? Quizás no podéis encontrar personas así entre los humanos de hoy día, pero ¿podéis pensar en alguien de ese tipo que esté en la Biblia? (Sí, Job y Pedro). Tanto Job como Pedro son de ese tipo. Están entre los seres humanos con mayor calibre. Haciendo a un lado su humanidad, su talante y su fe en Dios, en términos de calibre son las dos personas con mayor nivel. ¿Sobre qué base se puede decir esto? (Job nunca leyó las palabras de Dios, sin embargo, llegó a conocerlo, a temerle y a apartarse del mal). Dios nunca le habló a Job, así que ¿de dónde venían su experiencia y su conocimiento? Él hacía observaciones y descubrimientos en su vida, luego los saboreaba cuidadosamente, lo que generaba ciertas impresiones en su interior y le proporcionaba algo de esclarecimiento e iluminación. Poco a poco comprendía las verdades y, después, practicaba de acuerdo con su comprensión y entendimiento de la verdad, y de este modo llegaba gradualmente a temer a Dios y a apartarse del mal. “Temer a Dios y apartarse del mal” es lo que la gente debería observar y practicar. Es el camino más elevado que debería seguir. A los ojos de las generaciones posteriores, parece que Job puso en práctica este dicho con bastante facilidad. Crees que fue simple y fácil porque no sabes o no has experimentado el lado práctico de esas palabras. ¿Cómo fue que Job dio con ese dicho? Lo obtuvo a través de su propia experiencia práctica. A los ojos de la gente, las palabras “temer a Dios y apartarse del mal” deben servir como lema; deben seguirlas y practicarlas como un principio-verdad. Eso es correcto. Pero Job no se centró en cómo decirlas, se centró en cómo actuar. Entonces, ¿cómo llegó al principio que puso en acción? (Por medio de la experiencia de su vida cotidiana). ¿Cómo pudo seguir ese principio en su accionar? (A través de sus experiencias en la vida llegó a tener conocimiento de Dios). En su vida normal, veía las obras de Dios y el trabajo que Él hacía en las personas. A través de esas experiencias desarrolló temor de Dios, una fe genuina en Él, admiración verdadera y sumisión y confianza reales. Así fue que se produjo su temor de Dios. No nació con ese conocimiento. El temor de Dios es la síntesis de todas sus prácticas y de su comportamiento después de creer en Dios y de seguirlo durante muchos años. Podríamos decir que era la esencia de su comportamiento, de su conocimiento y de sus principios de acción. Su conducta, lo que revelaba y la forma en que se comportaba ante Dios, así como sus intenciones más profundas y sus principios de acción, la esencia de todas esas manifestaciones era que tenía temor de Dios. Así es como Dios lo definió. Job pudo hacer esas cosas, pero no porque Dios le dijera muchas palabras o le proveyera una gran cantidad de verdad, tras lo cual él adquirió temor de Dios poco a poco a través de su propia comprensión. En esos tiempos, Dios no le decía ninguna palabra clara. Lo que Job podía ver, cuanto mucho, era a los mensajeros de Dios, y lo que podía oír eran, a lo sumo, las leyendas o historias sobre Él heredadas de sus ancestros. Eso era todo lo que podía saber. Sin embargo, apoyándose tan solo en esa información, Job paulatinamente aprendió más y más cosas prácticas viviendo su vida. Poco a poco, su fe en Dios se volvió cada vez más fuerte y también surgió en él un verdadero temor de Dios. Después de que esas dos cosas se generaran en él, su verdadera estatura y calibre se hicieron evidentes. ¿Qué vemos en Job? Podemos ver que hay muchas verdades —verdades que tienen que ver con las intenciones de Dios, con conocerlo, con Sus requisitos para con la humanidad y con la salvación de esta— que de hecho las personas pueden llegar a comprender poco a poco en su vida diaria siempre y cuando posean un razonamiento humano normal y calibre. Job es un ejemplo de ello. Él pudo comprender algunas cosas prácticas. ¿Qué comprendió? Su máximo lema, que se confirmó cuando pasó por sus pruebas; esa fue, también, su comprensión más elevada. ¿Cuál es ese lema, esa comprensión superior? (“Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” [Job 1:21]).* En relación con este asunto, ¿hay alguien en la raza humana actual que tenga la misma comprensión verdadera que Job? ¿Hay alguien que pueda alcanzar esa comprensión? (No). Lo que la gente entiende hoy es solo una doctrina. Aquellas palabras surgieron de la experiencia de Job. Las generaciones posteriores pueden decir esas palabras, pero no tienen un entendimiento de ellas en su corazón. Job tampoco lo tenía al principio, pero esas palabras vinieron de él y son el resultado de su experiencia directa. Esa fue la realidad de Job. No importa en qué medida las generaciones siguientes hayan imitado y repetido a Job como loros: solo entendieron una doctrina. ¿Por qué digo que es solo una doctrina? Primero, porque la gente no puede ponerla en práctica. Segundo, las personas simplemente no tienen las mismas experiencias que tuvo Job y no tienen el conocimiento que él ganó a partir de ellas, por lo que su conocimiento está vacío. Independientemente de la cantidad de veces o de lo fuerte que grites “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová.* Me someto por voluntad propia a todas las instrumentaciones y arreglos de Dios”, cuando algo te sucede en la vida, ¿puedes reconocer en tu interior que es obra de Dios? Si Dios despoja y destruye, ¿puedes igualmente bendecir Su nombre en tu corazón? Eso te resulta difícil. ¿Por qué? Porque no conoces las intenciones originales de Dios al actuar y tampoco reconoces Su soberanía. No puedes comprender esas dos cosas. No puedes entender las intenciones de Dios y no puedes entender la posición que debe tener un ser creado, la sumisión que debe mostrar o las acciones que debe tomar. No puedes hacer nada de eso. Así, cuando recitas las palabras de Job, imperceptiblemente se vuelven vacías, meras palabras ornamentales y elegantes. Por eso, aunque tus palabras y las de Job sean las mismas, el entendimiento y la comprensión que Job tenía de ellas en su corazón era diferente del que tienes tú, y él las dijo en un contexto emocional diferente al tuyo. Se trata de dos estados mentales completamente distintos. Job no decía esas palabras de manera habitual. Más bien, cuando Dios lo despojó de todo, se postró en el suelo y alabó Sus obras. Tú, en cambio, predicas a menudo estas palabras, pero ¿cómo te comportarías si te enfrentaras a esas privaciones por parte de Dios? ¿Serías capaz de ponerte de rodillas y orar? No serías capaz de someterte. Incluso si de la boca para afuera dices “Debo someterme. Dios hizo esto y los humanos no tenemos aptitud ni podemos oponernos, así que dejaré que las cosas sigan su curso”, ¿se trata de sumisión verdadera? Más allá de la naturaleza de tus emociones negativas, rebeldes y de resistencia, ¿hay alguna diferencia entre tu actitud y la de Job? (Sí). Hay una diferencia inmensa. Es la diferencia entre poseer y no poseer la realidad-verdad. Es la diferencia obvia entre las cosas que uno ha experimentado y comprendido, que se han convertido en la revelación natural de la propia vida, y la mera comprensión de doctrinas que no involucran la realidad. Mientras no estén enfrentándose a nada, las personas predicarán las palabras de Job, pero cuando les sucedan cosas, muchas no podrán decir dichas palabras. Eso demuestra que solo entienden doctrinas. Esas palabras no se han convertido en su vida y no guían sus pensamientos y su actitud cuando les pasan cosas. Sin embargo, cuando le suceden cosas a la gente que sí tiene estas palabras en su vida, se ve claramente cómo esas palabras no son solo un lema que predican en lo cotidiano sino también su actitud real hacia las personas, los acontecimientos y las cosas. Aún más: es su actitud real hacia Dios. Esas palabras son la materialización de su vida, no un mero eslogan que dicen a gritos. Eso resalta la diferencia entre comprender o no la verdad.
Ahora consideremos a Pedro. ¿Por qué decimos que Pedro tiene un calibre bueno? Es porque podía comprender la verdad que expresaba el Señor Jesús, así como Sus palabras. Pedro vivió durante la Era de la Gracia. El camino de redención que enseñó el Señor Jesús en la Era de la Gracia era más elevado que el de la Era de la Ley. Involucraba algunas verdades básicas sobre la entrada del hombre en la vida y también algunas verdades iniciales sobre cambiar el carácter humano. Por ejemplo, abarcaba someterse a Dios, someterse a Su soberanía e instrumentaciones y también la forma en que debería reaccionar la gente cuando revela algunas de sus actitudes corruptas. Si bien no se hablaba de estas cuestiones de manera extensa y sistemática, sí se las mencionaba. Se hablaba mucho más de ellas que en los tiempos de Job, por supuesto, pero en una medida mucho menor que en la actualidad. Aunque no hay registro en la Biblia de palabras sobre aspectos de la verdad tales como los cambios en el carácter humano, la actitud de los humanos hacia Dios, la esencia de la corrupción en lo profundo del corazón humano o la revelación del carácter corrupto de una persona, el Señor Jesús sin duda hablaba de esas cosas de algún modo. Solo que las personas no estaban a la altura y, por lo tanto, esas palabras no se registraron. Por ejemplo, el Señor Jesús le dijo esto a Pedro: “En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mateo 26:34). A eso, Pedro respondió: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré” (Mateo 26:35). ¿Qué clase de palabras son esas? (Son palabras de arrogancia que indican falta de autoconocimiento). Son palabras arrogantes dichas por alguien que no se conoce a sí mismo. Entonces esto se relaciona con conocerse a uno mismo. ¿De qué se dio cuenta Pedro después de que cantó el gallo? (De que había hablado de sí mismo con arrogancia). Cuando se dio cuenta, ¿sintió algo en su corazón? (Sí). Después de que pasó eso, ¿cuál fue su primera reacción? (Remordimiento; su corazón se llenó de culpa). Su primera reacción fue sentir culpa y remordimiento. Dijo: “Lo que el Señor dijo era cierto. Lo que dije sobre amar al Señor era solo un deseo, un ideal y una especie de eslogan. No tengo tanta estatura”. Frente a la situación de ver que arrestaban al Señor Jesús, Pedro fue cobarde y miedoso. Alguien le preguntó: “¿No es ese vuestro Señor? ¿Acaso no lo conoces?”. ¿Y qué pensaba Pedro por dentro en ese momento? “Sí, lo conozco, pero si lo admito me arrestarán a mí también”. Por su cobardía y su miedo a sufrir y porque temía ser arrestado junto con el Señor Jesús, no admitió conocerlo. Su falta de coraje prevaleció sobre su fe. Su fe, entonces, ¿era genuina o falsa? (Falsa). En ese momento se dio cuenta de que cuando había dicho, antes, “Señor, estoy listo para ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte”, sus palabras habían sido un mero deseo. No eran su fe genuina, sino solo palabras vacías, un eslogan y doctrina. No poseía verdadera estatura. ¿Cuándo se dio cuenta de que no tenía verdadera estatura? (Cuando los hechos se revelaron). Fue recién cuando se enfrentó con los hechos y cuando se sintió culpable y arrepentido que se dio cuenta: “Resulta que mi fe y mi estatura son muy pequeñas, tal como dijo el Señor. Lo que el Señor dijo era correcto. Lo que yo le dije fue solo arrogancia. Eso no era fe genuina, sino un impulso del momento. Al tener que enfrentarme con algo, fui cobarde, reacio a sufrir, tuve mis propias ideas egoístas, hice mis propias elecciones, no me sometí y no tuve un corazón que realmente amara al Señor. Así de escasa era mi fe, ese era el tamaño de mi estatura”. El remordimiento hizo que surgieran en él esos pensamientos, ¿no es así? Su remordimiento demuestra que él ya tenía un conocimiento de sí mismo y una dimensión precisa de su estatura, estado y fe. El Nuevo Testamento solo registra que Pedro negó al Señor tres veces, pero no registra su testimonio vivencial de cómo se arrepintió, se reformó y cambió. De hecho, Pedro escribió cartas sobre eso, pero los editores de la Biblia decidieron no incluirlas. Es un problema obvio que demuestra que todos los líderes de la iglesia en aquel momento prestaban atención a cómo predicar y testimoniar, pero ninguno entendía la experiencia de vida. Todos se concentraban en cómo los apóstoles predicaban y trabajaban y en cómo sufrían, sin saber que lo más crucial es la entrada en la vida de las personas, así como su comprensión de la verdad y su conocimiento de Dios. Quienes editaron la Biblia registraron lo que le ocurrió a Pedro en términos demasiado generales y simplificados, mientras que registraron los acontecimientos de la vida de Pablo en abundancia y con gran detalle. Esto demuestra que esas personas no eran imparciales. No entendían lo que era la verdad ni lo que significaba dar testimonio por Dios. Adoraban a Pablo, por eso escogieron más de sus cartas, mientras que solo seleccionaron unas pocas de Pedro. Al editar la Biblia de esa manera, cometieron un error de principios que hizo que quienes creían en el Señor adoraran e imitaran a Pablo durante dos mil años. Esto condujo a todo el mundo religioso por la senda de la resistencia a Dios y se convirtió en un reino religioso controlado por anticristos. Ellos ignoraron el excelente testimonio de Pedro al registrar solo dos de sus cartas, la primera y la segunda epístola de Pedro. Pero con respecto a cómo él experimentó realmente lo que le ocurrió; cómo Dios lo esclareció; lo que le dijo Jesús cuando se le apareció; cómo aceptó el juicio de Dios y el castigo, la poda, las pruebas y el refinamiento de Su parte; cómo fue, finalmente, crucificado voluntariamente con la cabeza hacia abajo y cómo fue que llegó hasta ese punto; cómo logró semejante cambio en su carácter-vida y cómo logró tal fe y sumisión; con respecto a eso, no hay registro del proceso de esa experiencia. Esto definitivamente no debería ser así. ¡Es una lástima que esas cosas tan valiosas no hayan sido registradas!
Desde las tres veces que Pedro negó al Señor registradas en los cuatro Evangelios hasta el momento final en que lo crucificaron a causa de Dios con la cabeza hacia abajo, ¿qué ven las personas cuando conectan esos dos acontecimientos? Pedro pasó de negar al Señor tres veces a ser, finalmente, crucificado con la cabeza hacia abajo a causa de Dios. ¿Acaso no hubo aquí un proceso difícil, digno de ser explorado? ¿Cuál fue este proceso? (El de la entrada del hombre en la vida y su cambio de carácter). Así es, el cambio del carácter humano es un viaje de vida que implica ser capaz de renunciar y entregarse por Dios y de someterse de forma voluntaria a todas Sus instrumentaciones. La experiencia de vida es exactamente ese proceso; no es una exageración en absoluto. Desde el principio de todo, cuando Pedro no se atrevió a admitir que era un seguidor del Señor Jesús, hasta el final, cuando tuvo coraje y fe, y estuvo dispuesto a ser crucificado a causa de Dios con la cabeza hacia abajo y ascendió hasta alcanzar este nivel. ¡Qué proceso de transformación sufrieron su fe, su carácter y su sumisión! Sin duda hubo un proceso de crecimiento. La gente moderna no necesita saber exactamente de qué tipo de proceso de crecimiento se trató porque las palabras compartidas hoy son las verdades que aquellos que experimentan la obra de Dios deben comprender. Hoy, Dios ya ha dejado claras estas cosas a la gente y la ha provisto de esas verdades. Entonces, ¿cómo fue la experiencia de Pedro? Después de la partida del Señor Jesús, nadie le dijo en términos claros qué era lo que debía experimentar para alcanzar la sumisión a Dios. En esa época en que no tenía palabras claras de Dios a su alcance, terminó alcanzando una estatura y una fe de sumisión voluntaria sin quejas ni elecciones personales. Decidme, ¿qué verdades ganó al final? ¿Y cómo las ganó? Fue a través de la oración, la búsqueda y luego, de manera gradual, mediante la experiencia y el tanteo. Claro que, durante ese tiempo, Pedro recibió el esclarecimiento y la iluminación de Dios, y Su gracia y guía especiales. Fuera de eso, solo podía ganar percepción por medio de sus propios esfuerzos. Durante ese proceso, el conocimiento que Pedro tenía de sí mismo, de las intenciones de Dios y de todos los aspectos de la verdad en los que las personas deberían entrar, pasó gradualmente de ser borroso a tener claridad, luego precisión y luego pasó a ser una senda de práctica funcional y definitiva. El proceso se extendió hasta el final, en el que él fue capaz de someterse por completo sin ninguna desviación. Solo se atrevió a practicar de esa manera después de obtener confirmación en su corazón. ¿De dónde vino esa confirmación? Del tanteo, así como de la oración y la búsqueda. Permitió que Dios actuara y que el Espíritu Santo actuara. No hubo ningún obstáculo ni disciplina. Recibió el esclarecimiento del Espíritu Santo, paz, alegría y, al mismo tiempo, el apoyo de Dios, Su bendición y Su guía. Así es como recibió la confirmación. Tras recibirla continuó avanzando de forma resuelta, buscando, tanteando y practicando. Después de pasar por un proceso tan complicado, Pedro alcanzó poco a poco una comprensión precisa de los aspectos de la naturaleza humana, del autoconocimiento y del carácter humano, así como también de los distintos estados que produce el carácter corrupto del hombre en varios entornos. Una vez que entendió esas cosas, se puso a trabajar en ellas para buscar las sendas de práctica correspondientes. Al final, resolvió cada uno de los estados que surgieron a raíz de distintas actitudes corruptas en diferentes entornos. ¿Cómo los resolvió? Poco a poco, usando las verdades y los principios en los que Dios lo había esclarecido. Por supuesto que pasó por muchas pruebas y refinamientos durante ese período. ¿Hasta qué punto Dios lo puso a prueba y lo refinó? En última instancia, entendió la intención de Dios y comprendió que Él quiere que la gente aprenda la lección de sumisión. Entonces, ¿hasta qué punto Dios trabajó en Pedro para hacer que se diera cuenta de que las personas deben practicar la sumisión? Antes mencionamos algo que dijo Pedro. ¿Recordáis qué era? (“Si Dios me tratara como a un juguete, ¿cómo no iba a estar listo y dispuesto?”). Correcto, eso mismo. En el proceso de experimentar y someterse al trabajo o a la guía de Dios, Pedro, sin saberlo, desarrolló este sentimiento: “¿No trata Dios a las personas como si fueran juguetes?”. Pero no hay duda de que eso no es lo que motiva las acciones de Dios. Cuando evalúa este tema, la gente confía en su perspectiva, razonamiento y conocimiento humanos, y siente que Dios juega con las personas de manera indiferente, como si fuesen juguetes. Un día dice que hay que hacer una cosa y al otro día, otra. Sin darte cuenta, empiezas a sentir: “Vaya, Dios ha dicho muchas cosas. ¡No entiendo qué es lo que quiere hacer!”. La gente se siente confundida y un poco abrumada y no sabe qué decisiones tomar. Dios utilizó ese método para poner a prueba a Pedro. ¿Cuál fue el resultado final de esa prueba? (Pedro alcanzó la sumisión hasta la muerte). Alcanzó la sumisión. Ese era el resultado que Dios quería, y Dios lo vio. ¿Qué palabras de Pedro nos demuestran que se había vuelto sumiso y que había aumentado su estatura? ¿Qué dijo? ¿Cómo aceptó y vio todo lo que Dios había hecho y Su actitud de tratar al hombre como si fuese un juguete? ¿Cuál fue la actitud de Pedro? (Dijo: “¿Cómo no iba a estar listo y dispuesto?”). Así es, esa fue la actitud de Pedro. Esas fueron sus palabras exactas. Las personas que no han experimentado las pruebas de Dios y Su refinamiento no podrían jamás decir esas palabras porque no comprenden la narrativa de la historia y nunca la han vivido. Al no tener la experiencia, sin duda no tienen claro el tema. Y si no lo tienen claro, ¿cómo podrían decir algo así de manera tan casual? Esas son palabras que a un humano jamás se le podrían ocurrir. Pedro pudo pronunciarlas gracias a la cantidad de pruebas y refinamientos que había vivido. Dios lo privó de muchas cosas, pero al mismo tiempo también le concedió mucho. Después de darle, le volvió a quitar. Tras quitarle algunas cosas, Dios hizo que Pedro aprendiera a someterse, y entonces volvió a concederle. Desde el punto de vista del hombre, muchas de las cosas que Dios hace parecen un capricho, y eso le da a la gente la impresión de que Él trata a las personas como si fueran juguetes, de que no las respeta y no las trata como seres humanos. La gente cree que vive sin dignidad, como juguetes: piensan que Dios no les da derecho a elegir con libertad y que Él puede decir lo que sea que quiera. Cuando Él te da algo, dice: “Mereces esta recompensa por lo que has hecho. Esta es la bendición de Dios”. Cuando te quita algunas cosas, simplemente tiene otra cosa para decir. En ese proceso, ¿qué deberían hacer las personas? No te corresponde a ti juzgar si lo que Dios hace es correcto o incorrecto; no te corresponde identificar la naturaleza de las acciones de Dios; y sin duda no te corresponde darle una mayor dignidad a tu vida en ese proceso. Esa no debe ser tu elección. Ese no es tu papel. Entonces ¿cuál es tu papel? A través de la experiencia, deberías aprender a entender las intenciones de Dios. Si no puedes entenderlas y no puedes cumplir con los requisitos de Dios, tu única opción es someterte. En esas circunstancias, ¿te resultará fácil someterte? (No). No es fácil hacerlo. Esa es una lección que debes aprender. Si te resultara fácil someterte, no sería necesario que aprendieras lecciones ni que fueras podado y sometido a pruebas y refinamientos. Dios te pone a prueba constantemente porque te resulta difícil someterte a Él, y juega contigo de manera deliberada como si fueses un juguete. El día que te resulte fácil someterte a Él, cuando tu sumisión se dé sin dificultad ni obstáculos, cuando puedas someterte de manera voluntaria y alegre, dejando de lado tus elecciones, intenciones y preferencias, entonces Dios no te tratará como un juguete y harás exactamente lo que debes. Y si un día dices “Dios me trata como si fuese un juguete y vivo sin dignidad. No estoy de acuerdo con esto y no me someteré”, ese podría ser el día en que Él te abandone. Imagina que tu estatura ha alcanzado el nivel en el que dices “Aunque las intenciones de Dios no sean fáciles de entender y Él siempre se esconda de mí, todo lo que hace está bien. Sin importar lo que Él haga, me someteré por propia voluntad. Incluso si no puedo hacerlo, igualmente adoptaré esta actitud y no me quejaré ni tomaré decisiones propias. Eso es porque soy un ser creado; mi deber es someterme y esa es una obligación clara de la que no puedo escapar. Dios es el Creador y lo que sea que Él haga es correcto. No albergaré nociones ni figuraciones sobre lo que Él hace. Eso no es lo que corresponde a un ser creado. Agradezco a Dios por lo que me ha dado. También le agradezco por lo que no me ha dado o por lo que me dio y luego me quitó. Todas las acciones de Dios son para mi beneficio; aunque no pueda ver ese beneficio, de todas formas, lo que debo hacer es someterme”, ¿qué sucedería entonces? ¿No tienen esas palabras el mismo efecto que las de Pedro cuando dijo “Cómo no iba a estar listo y dispuesto”? Solo quienes poseen una estatura así pueden comprender realmente la verdad.
Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.
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