Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber (Parte 2)

Ahora hablemos del calibre de la gente. Al evaluar si una persona posee calibre o no, fijaos si es capaz de comprender las intenciones y las actitudes de Dios cuando le suceden cosas en la vida diaria, así como también la posición que debe tomar, los principios que debe seguir y la actitud que debe tener. Si eres capaz de entender todas esas cosas, entonces tienes calibre. Si lo que comprendes no tiene nada que ver con todo lo que Dios instrumenta para ti en tu vida real, entonces o no tienes calibre o el que tienes es escaso. ¿Cómo surgieron las estaturas reales de Pedro y de Job, y cómo llegaron, en última instancia, a ganar lo que ganaron y a cosechar lo que cosecharon de su fe en Dios? Ellos de ninguna manera disfrutaban de lo que vosotros disfrutáis hoy. Vosotros siempre tenéis con quién hablar sobre la verdad, tenéis quien os provea lo que necesitáis, quien os apoye y os ayude. Siempre hay alguien que puede ayudaros a verificar las cosas. Ellos no tenían nada de eso. La mayoría de las verdades que entendían las habían ganado a través de la experiencia, de la comprensión, de lo que habían ido descubriendo y atravesando en su vida cotidiana. Eso es lo que significa tener un calibre alto. Cuando las personas no tienen un calibre como ese ni una actitud de ese tipo frente a la verdad y a la salvación, no buscarán la verdad ni estarán atentos a practicar la verdad en todo. Como resultado, son incapaces de obtener la verdad. Después de escuchar las historias de Job y de Pedro, la mayoría de las personas sienten envidia. Sin embargo, tras envidiarlos durante un tiempo, no se toman el asunto en serio. Sienten que ellas también pueden decir las clásicas palabras de Job y Pedro cuando les suceden cosas y por eso creen que se trata de cosas simples. Al considerarlas ahora, no son cosas simples.

En el Nuevo Testamento, aparte de los cuatro Evangelios, las epístolas de Pablo son las que ocupan mayor espacio. Durante el mismo período, Pablo y Pedro probablemente hicieron más o menos el mismo trabajo, pero la reputación de Pablo fue mucho mayor que la de Pedro. ¿Qué podemos ver de esas dos situaciones? Podemos ver las sendas que tomaron esos dos hombres. Las generaciones subsiguientes adoptaron como lema muchas líneas de las epístolas de Pablo y todo el mundo ha usado sus dichos famosos para motivarse. Como resultado, todos terminaron en la senda incorrecta y muchos incluso terminaron tomando la senda de los anticristos. Pedro, por el contrario, pocas veces hacía de sí mismo un espectáculo público. Básicamente, no escribió libros, no presentó doctrinas profundas y enigmáticas, y no produjo eslóganes ni teorías grandilocuentes para enseñar y ayudar a los hermanos y hermanas de aquella época, y tampoco elaboró teorías elevadas para influir sobre las generaciones futuras. Solo buscaba amar y satisfacer a Dios de una manera práctica y sensata. Esa es la diferencia entre las sendas que ambos tomaron. Al final, Pablo tomó la senda de los anticristos y pereció, mientras que Pedro tomó la senda de la búsqueda de la verdad y el amor a Dios y fue perfeccionado. Teniendo en cuenta las sendas que ellos tomaron, puedes ver el tipo de persona que quiere Dios, el tipo de persona que no le agrada, las revelaciones y manifestaciones propias de las personas que a Él no le agradan, el tipo de senda por la que ellas caminan, la clase de relación que tienen con Dios y las cosas a las que están atentas. ¿Diríais que Pablo tenía calibre? ¿Cómo calificaríais el calibre de Pablo? (Era muy bueno). Habéis oído tantos sermones y aún no comprendéis. ¿Podría considerarse muy bueno el calibre de Pablo? (No, era escaso). ¿Por qué era escaso? (Porque no se conocía a sí mismo y no podía comprender las palabras de Dios). Porque no comprendía la verdad. Él también había oído los sermones del Señor Jesús y, durante el período en que trabajó, estaba, por supuesto, la obra del Espíritu Santo. Entonces ¿cómo es posible que, habiendo hecho todo ese trabajo, escrito todas esas epístolas y viajado a todas esas iglesias, haya seguido sin entender nada de la verdad y no haya predicado otra cosa que una doctrina? ¿Qué clase de calibre es ese? Un calibre escaso. Es más, Pablo persiguió al Señor Jesús y arrestó a Sus discípulos, tras lo cual el Señor Jesús lo derribó con una gran luz desde el cielo. ¿Cómo abordó Pablo ese gran acontecimiento que le sobrevino y cómo lo entendió? Su forma de entender fue diferente a la de Pedro. Pensó: “El Señor Jesús me derribó; he pecado, así que debo esforzarme más para resarcirme y, una vez que mis virtudes hayan equilibrado mis deméritos, seré recompensado”. ¿Acaso se conocía a sí mismo? No. No dijo: “Me opuse al Señor Jesús por culpa de mi naturaleza malévola, de mi naturaleza de anticristo. Me opuse al Señor Jesús: ¡no hay nada bueno en mí!”. ¿Acaso poseía ese conocimiento de sí mismo? (No). ¿Y cómo registró ese acontecimiento en sus epístolas? ¿Cuál fue su mirada al respecto? (Sintió que Dios lo había llamado para trabajar). Creyó que Dios lo había llamado al arrojar una luz enorme sobre él y que Él comenzaría a valerse de él en grande. Como no tenía ni un ápice de conocimiento de sí mismo, creyó que aquella era la prueba más poderosa de que iba a ser recompensado y coronado, y también que era el capital más importante que podría utilizar para ganar recompensas y una corona. Asimismo, en lo profundo de su ser, sentía que una espina lo pinchaba. ¿Qué era esa espina? Era una enfermedad que Dios le dio como castigo por su resistencia absurda al Señor Jesús. ¿Cómo lidió con ese asunto? Siempre tenía el corazón enfermo y pensaba: “Este fue el peor error de mi vida. No sé si Dios podrá perdonarlo. Por fortuna, el Señor Jesús salvó mi vida y me encomendó difundir el evangelio. Es una buena oportunidad para redimirme. Debo difundir el evangelio con todas mis fuerzas y quizás así no solo se me perdonen mis pecados, sino que también reciba una corona y recompensas. ¡Eso sería maravilloso!”. Sin embargo, nunca pudo deshacerse de aquella espina, que le causaba consternación en su interior. Siempre se sentía inquieto al respecto. “¿Cómo puedo compensar este error flagrante? ¿Cómo lo puedo contrarrestar para que no afecte mi futuro o el recibir la corona que espero recibir? Debo hacer más trabajo para el Señor, pagar un precio más alto, escribir más epístolas y pasar más tiempo de aquí para allá luchando contra Satanás y dando un hermoso testimonio”. Así fue como lidió con el asunto. ¿Tenía algún remordimiento? (No). No tenía el más mínimo remordimiento y mucho menos conocimiento de sí mismo. No tenía ninguna de esas cosas. Esto demuestra que había un problema con el calibre de Pablo y que él no tenía la capacidad de comprender la verdad. En parte por su humanidad y por lo que perseguía y en parte por su calibre, no podía entender esas cosas y tampoco caía en la cuenta de que: “El hombre ha sido corrompido muy profundamente por Satanás. La naturaleza del hombre está demasiado podrida, es demasiado perversa. La suya es la naturaleza de Satanás y de los anticristos. Eso forma parte de la raíz de la redención de la humanidad por parte de Dios. El hombre tiene la necesidad de ser redimido. Así que, ¿cómo debe presentarse ante Dios para aceptar Su redención?”. Nunca hablaba de ese modo. No entendía en absoluto por qué se había opuesto a Jesús y lo había condenado. Aunque admitía que era el principal culpable, no reflexionaba sobre el tema en lo más mínimo. Solo rumiaba de qué manera podía compensar por aquellos pecados tan graves, cómo podía expiarlos, cómo podía repararlos con obras meritorias para, finalmente, lograr obtener la corona y las recompensas que anticipaba. Sin importar lo que le pasara, no podía comprender la verdad o las intenciones de Dios a partir de las cosas que le sucedían. No entendía, ni por asomo, las intenciones de Dios. En lo que a comprender la verdad se refiere, Pablo era la peor persona, por eso podemos decir que su calibre era el peor.

¿Puede comprender la verdad una persona que tiene un calibre muy escaso? (No). ¿Puede ser salvada una persona que no comprende la verdad? (No). La gente que quiere alcanzar la salvación debe poseer suficiente calibre. Debe tener, al menos, un calibre promedio; no puede tener uno demasiado escaso. Debe alcanzar una comprensión de la verdad. Independientemente de hasta qué punto entienda la verdad debe, al menos, llegar a conocerse a sí misma en función de esa comprensión de la verdad y saber cómo practicarla. De esa manera podrán ser salvados. ¿Por qué digo que de esa manera pueden ser salvados? Porque cuando puedas relacionar las cosas con las que te encuentras en la vida cotidiana con la verdad y puedas verlas y tratarlas en función de las palabras de Dios, entonces serás capaz de aplicar las palabras de Dios a tu vida real y, sobre esos cimientos, podrás aceptar los juicios de las palabras de Dios, ser podado por ellas, y podrás aceptar las pruebas y el refinamiento de Sus palabras. De lo contrario, si no comprendes la verdad, ni siquiera estarás calificado para aceptar los juicios, las pruebas y los refinamientos de Sus palabras. Antes de aceptar el juicio y el castigo de Dios, debes, al menos, entender algunas verdades, tener una actitud sumisa hacia Él y haber cambiado en algunos aspectos. También debes saber qué actitud, mentalidad y perspectiva debes tener al tratar con los actos de Dios. Todas esas cosas involucran la verdad. Las personas no pueden usar meros eslóganes, ceremonias y preceptos religiosos para lidiar con esto de manera indiferente y relacionarlos con la verdad. El solo hecho de hacer algunas buenas obras tampoco implica practicar la verdad. No es tan sencillo. Con respecto a lo que conoces, lo que experimentas y lo que sucede a tu alrededor, tienes que saber, en tu corazón, los principios que debes respetar. Solo de esa manera te involucras con la verdad. Asimismo, tu forma de tratar las cosas que Dios te pide que hagas, la forma en que manejas la actitud de Dios hacia ti y Su manera de tratarte, y también la actitud y perspectiva que tú mismo adoptas, todo esto debe involucrar la verdad. Solo así podrás tener entrada en la vida. De lo contrario, Dios no podrá trabajar en ti. ¿Lo entendéis? (Lo entendemos). Mirad a esas personas, en las religiones, que respetan los preceptos, hablan sobre doctrinas y simulan ser buenas. Sus acciones se ven bien desde fuera, pero ¿por qué Dios nunca obra en ellas? Porque las cosas que hacen y todas sus buenas obras no involucran la verdad. Solo han cambiado su comportamiento, pero eso no implica un cambio en su carácter. Es porque no están a la altura de los requisitos y los estándares de Dios. Es como si un niño que recién ha terminado la escuela primaria quisiera pasar directamente a la universidad. ¿Es eso posible? De ninguna manera; no es posible porque no está calificado. Por eso, cuando se trata de la senda que toma la gente o de su humanidad y calibre, las personas deben cumplir, por lo menos, con las condiciones necesarias para su salvación. Específicamente, deben comprender la verdad, despojarse de sus actitudes corruptas y ser capaces de someterse realmente a Dios.

¿Cómo medimos el calibre de las personas? La forma apropiada de hacerlo es observando su actitud hacia la verdad y si pueden o no comprenderla. Hay personas que pueden aprender muy rápido algunas especializaciones, pero, cuando escuchan la verdad, se sienten confundidas y se adormecen. En su interior, se vuelven atolondradas, no les entra nada de lo que oyen ni entienden lo que están escuchando; eso es el calibre escaso. Algunas personas no están de acuerdo cuando les dices que tienen un calibre escaso. Piensan que tener una buena educación y ser cultos es lo mismo que tener buen calibre. ¿Acaso una buena educación demuestra un calibre alto? No. ¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso. Entonces, ¿son personas competentes para trabajar para la casa de Dios? (No). ¿Por qué? (No tienen los principios-verdad). Correcto. Eso es algo que deberíais entender a esta altura. Un sinónimo de trabajar para la casa de Dios es llevar a cabo el deber de uno. La acción de llevar a cabo el deber de uno involucra la verdad, la obra de Dios, los principios de conducta y las formas y métodos usados para tratar a las personas de todo tipo. Todos esos asuntos influyen en que una persona pueda cumplir o no sus deberes de manera efectiva y satisfactoria. Y esos asuntos relacionados con cumplir el deber de uno ¿involucran la verdad? Si la involucran, pero tú no comprendes la verdad y simplemente confías en tu insignificante ingenio, ¿podrás resolver problemas y llevar a cabo tu deber de manera adecuada? (No). No. Incluso si nada sale mal en ciertos casos, puede que esas cosas no tengan nada que ver con la verdad y que sean puras cuestiones externas. De cualquier manera, aun así es preciso que poseas principios al hacer cosas externas y que las manejes de una manera que todos consideren apropiada. Supón que te piden que te encargues de algo tú solo, de una manera conforme a los principios, y mientras lo estás haciendo surge una situación inesperada y no sabes cómo manejarla. Piensas que deberías proceder de acuerdo con tu experiencia, pero actuar exactamente sobre la base de lo que has aprendido de la experiencia no hace más que trastornar y perturbar lo que estás haciendo y lo arruinas. ¿No es eso un error? ¿Cuál es la causa de ese error? Que no tienes una comprensión pura, no entiendes la verdad y no comprendes los principios. En el momento en que te encuentras con asuntos que involucran la verdad y los principios, no eres capaz de encargarte de ellos y tu voluntad estalla. Como resultado, perjudicas la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios y te pones en vergüenza. ¿Es efectivo lidiar con los problemas a partir de la experiencia y los métodos humanos? (No). ¿Por qué? Porque la experiencia y los métodos humanos no son la verdad y el pueblo escogido de Dios no los aceptará. Si siempre lidias con los problemas basándote en la experiencia y los métodos humanos, ¿no significa que te crees más inteligente de lo que en realidad eres? ¿No es una actitud arrogante y sentenciosa? Hay quienes incluso argumentan: “No es que no entienda la verdad sobre el asunto; en mi interior, la entiendo. Es solo que no he reflexionado en ello lo suficiente. Si hago un mayor esfuerzo y considero el asunto con más detenimiento, puedo manejarlo bien. En el pasado, al interactuar y ocuparme de cuestiones con personas no creyentes, debía usar ciertos métodos y medios. Pero la casa de Dios no permite esos enfoques, así que no supe qué hacer. Lo manejé a mi manera, por lo que no es una sorpresa que haya cometido un pequeño error”. ¿Se conocen a sí mismas esas personas? (No). ¿Por qué no se conocen? ¿No tiene algo que ver con la verdad? Ellas no buscan la verdad en este asunto, sino que inventan formas de tapar su error. Piensan que solo se han equivocado y han sido negligentes en términos de comportamiento. No creen que ese error involucre la verdad o que haya surgido por su falta de comprensión de ella y por el hecho de que actuaron a partir de sus actitudes corruptas. Eso es lo que significa tener un calibre escaso. Cuando las cosas suceden, estas personas están siempre buscando razones y excusas. Creen que, simplemente, han cometido un error. En un primer momento, no saben que deben buscar la verdad. En un segundo momento, siguen sin saber que deben buscar la verdad. En un tercer momento, siguen sin saber que deben buscar la verdad y conocerse a ellos mismos. Eso es lo que significa tener un calibre muy escaso. Sin importar cómo los guíes, los dejes en evidencia y compartas con ellos, seguirán sin darse cuenta de qué principios-verdad han vulnerado y qué verdades deberían poner en práctica. No importa de qué manera los guíes, nunca serán conscientes de esas cosas. Carecen de la más mínima capacidad para comprender la verdad. Eso es lo que significa tener un calibre escaso. No importa con cuánta claridad les hables de la verdad, no se percatarán de que se trata de la verdad. Usarán sus propias razones y excusas o dirán que fue solo una equivocación o un error, con el objetivo de esconder los hechos. No admitirán ni por asomo que han vulnerado la verdad o revelado sus actitudes corruptas. No importa qué errores hayan cometido, qué actitudes corruptas hayan revelado o cuántos estados corruptos hayan mostrado, nunca se darán cuenta de cuáles son realmente esas actitudes corruptas que revelaron y mucho menos de cuál es su esencia corrupta. Tampoco saben cómo buscar la verdad o conocerse a ellos mismos en ese asunto. Lo desconocen por completo. Están adormecidos espiritualmente y no tienen el más mínimo sentimiento hacia estas cosas. Esa es una manifestación de calibre escaso.

Pongamos algunos ejemplos para hablar un poco sobre cómo se mide el calibre de una persona. He dicho, por ejemplo, que hay personas que procrastinan y hacen las cosas de manera superficial. Al oír eso, las personas de buen calibre se darán cuenta enseguida de que ellas también experimentan ese estado y que a menudo viven un estado y una actitud así cuando no se sienten bien físicamente o cuando se sienten negativas o perezosas. Además, vendrán a su mente algunas imágenes de momentos en los que procrastinaron o hicieron ciertas tareas de manera superficial. Se compararán a ellas mismas con las palabras de Dios y admitirán que lo que Dios pone al descubierto es la realidad de la corrupción humana y que eso se relaciona con las actitudes corruptas del hombre. También admitirán que las palabras de Dios son la verdad y las comprenderán de una manera pura, sin malentendidos y sin sus propias nociones. Eso es lo que significa tener buen calibre. Al oír esas palabras, su primera reacción será compararse con ellas. Entonces, ellas se darán cuenta de que también experimentan ese estado y relacionarán dichas palabras de Dios con sus propios estados y vidas cotidianas. Luego reflexionarán sobre sí mismas, examinarán ese estado propio y aceptarán que las palabras de Dios son la verdad. Así reaccionan las personas de buen calibre cuando escuchan las palabras de Dios. En el caso de las personas de calibre promedio, no puedes simplemente decir “procrastinar” y “superficial”. Debes señalar sus problemas directamente poniendo al descubierto cómo se manifiestan y combinando esto con las cosas que hacen, diciendo: “A menudo estás atolondrado y no te tomas las cosas en serio. Al hacer tu deber de esa manera estás siendo superficial. ¿Cómo puedes no darte cuenta? ¿Cuántas veces te lo he dicho? Eso se llama ser superficial y procrastinar”. Señálales sus problemas de esta manera. Después de escucharte, reflexionarán sobre cómo han procrastinado y hecho las cosas de manera superficial. Tras reflexionar de verdad y llegar a entender esto, admitirán sus errores y podrán corregirlos. Sin embargo, lo que reconocerán es algo fijo, un estado fijo. Solo pueden aceptar y admitir lo que les dices si está de acuerdo con sus propias figuraciones. A eso llamamos un calibre promedio. Trabajar en personas con calibre promedio requiere de esfuerzo y solo se las puede convencer completamente cuando se les habla desde los hechos. ¿Cuál es el estado de las personas que poseen un calibre escaso? ¿Cómo se las debería abordar? Las personas de calibre escaso son ingenuas y les falta un golpe de horno. No logran ver a través de ninguna de las situaciones que enfrentan y no buscan la verdad. Si no se les dicen las cosas de una manera clara y directa, no las pueden descifrar por su cuenta. Por eso, al hablar con personas de calibre escaso, debes ser más claro y directo y también debes dar ejemplos. Debes hablar desde los hechos y repetir las cosas una y otra vez. Es la única forma de que tus palabras surtan algún efecto. Así debes hablar: “¡Estás procrastinando y haciendo las cosas de manera superficial al llevar a cabo tu deber de esta manera!”. ¿Cuál será su primera reacción? “¿Yo? ¿Yo he procrastinado? Ni bien me levanto por la mañana comienzo a pensar en cosas relacionadas con mi deber y las hago primero. Cuando salgo, también pienso en cómo hacer bien esas cosas. No procrastino ni actúo de manera superficial. ¡Dedico mucho esfuerzo a esos asuntos!”. Su primera reacción será negar lo que has dicho. No tienen consciencia y, en esencia, no se dan cuenta de que están procrastinando y llevando a cabo sus deberes de manera superficial. Entonces tendrás que explicarles cuáles son las manifestaciones de la procrastinación y de actuar de forma superficial, y deberás hablarles de una manera que realmente los convenza, para que luego acepten tus palabras. No les resulta sencillo admitir que no han hecho algo bien o que han cometido errores en asuntos externos. Los asuntos que involucran la verdad, los principios de práctica o el carácter de Dios son mucho más complicados para la gente de calibre escaso. No entenderán nada de lo que dices y, cuanto más hables, más confundidos e ignorantes se sentirán, y no querrán seguir escuchando. Estas son las personas de calibre extremadamente escaso; esa es una manifestación de su incapacidad para alcanzar la verdad. En el caso de las personas de calibre escaso, no importa cómo hables sobre la verdad, pues no sirve de nada. No importa cuánto intentes hablarles, no pueden entender. Como máximo, podrán entender algunas doctrinas y preceptos. Por lo tanto, no es necesario hablar sobre la verdad en gran detalle con esas personas cuyo calibre es extremadamente escaso. Simplemente diles, de manera sencilla, lo que tienen que hacer; si pueden ceñirse a eso, estará bastante bien. Las personas con un calibre extremadamente escaso carecen por completo de capacidad de comprensión, al punto en que jamás serán capaces de entender la verdad, y desde luego que no se puede esperar que alcancen un nivel en el que actúen de acuerdo con los principios. Si algo sucede justo frente a sus narices y tú se lo explicas a estas personas con lujo de detalles, seguirán sin ser capaces de vincularlo con ellas mismas. A eso llamamos un calibre escaso. Cuando se trata, por ejemplo, de mentir, veamos cómo reacciona la gente de buen calibre. Cuando escuchan a otros hablar sobre cómo manejaron y solucionaron los estados de mentira y engaño, hablando sobre su propio estado de mentira y dando ejemplos, las personas de buen calibre reflexionarán sobre sí mismas y compararán lo que oyen con sus propios estados. Después, serán capaces de reconocer situaciones en las que han mentido y las intenciones que tenían al actuar de esa manera. Tomando como referencia revelaciones de su vida cotidiana y por medio del examen de sus intenciones, motivos y pensamientos, las personas de buen calibre podrán descubrir cuáles de sus palabras eran mentiras y cuáles contenían engaño. Al oír los testimonios vivenciales de otras personas, pueden beneficiarse y ganar algo. Incluso si hablas solo de unos pocos principios, ellas entenderán y aprenderán a aplicarlos. Luego tomarán esas palabras como principios-verdad, convirtiéndolas en su propia realidad y, poco a poco, se cambiarán a sí mismas. Cuando una persona de calibre promedio escucha los testimonios vivenciales de otras personas, puede ver cómo casos evidentes se relacionan con ellos mismos, pero no podrán relacionar con ellos mismos las cosas menos evidentes o aquellas que están en el fondo del corazón de esas personas y que no se han expresado en palabras. Además, su comprensión de los principios-verdad es un poco más superficial, como las doctrinas, y su nivel de comprensión es mucho más bajo que el de la gente de buen calibre. Cuando las personas de calibre escaso, por su parte, escuchan los testimonios de otros, no importa cuán cuidadosamente esos otros diseccionen qué cosas son mentiras y palabras vacías y cuáles son estados falsos: no podrán relacionarlos con ellas mismas ni serán capaces de hacer una autorreflexión ni de llegar a conocerse. Esas personas no solo no logran reconocer sus propios estados de mentira y engaño, sino que hasta se consideran gente muy honesta que no puede decir mentiras. Incluso si otros les mienten y las engañan, no pueden discernirlo y son fácilmente embaucadas. Mucho menos pueden entender los principios-verdad que otros comparten; no tienen ni la más remota capacidad de comprensión. Esa es una manifestación de calibre escaso.

De los tres tipos de personas que acabamos de mencionar según su calibre, ¿cuál puede lograr un cambio de carácter? ¿Qué tipo de persona puede entrar en la realidad-verdad? (La gente de buen calibre). La gente de buen calibre puede entrar en la realidad-verdad de una forma un poco más rápida y profunda. La gente de calibre promedio entra de manera más lenta y superficial. La gente de calibre escaso directamente no puede entrar. Esa es la diferencia. ¿Puedes ver cómo esas personas se diferencian unas de otras? (Sí). ¿Cuáles son sus diferencias? Las diferencias residen en su calibre y en su actitud hacia la verdad. Las personas que aman la verdad y tienen buen calibre entran en la verdad rápidamente y pueden ganar la vida. Aquellas de calibre promedio son obstinadas y están adormecidas. Su entrada en la verdad es lenta, así como también su progreso en la vida. Las personas de calibre escaso no solo son ingenuas y arrogantes, sino también tontas y de rostro vacío y apagado; tienen el espíritu adormecido y son lentas para reaccionar y para comprender la verdad. Esas personas carecen de vida porque no entienden la verdad y no hacen nada más que hablar sobre doctrinas, gritar eslóganes y seguir los preceptos. Dado que no comprenden la verdad, no pueden entrar en la realidad-verdad. ¿Hay vida en aquellos que no pueden entrar en la realidad-verdad? Carecen de vida. Cuando les suceden cosas a las personas que no tienen vida, estas siguen su propia voluntad y actúan sin pensar, a veces toman un desvío para un lado y a veces para otro sin una senda de práctica precisa y siempre con una sensación de duda y desamparo. Verlas da lástima. A lo largo de los años, he oído constantemente a personas decir que no saben qué hacer cuando les suceden cosas. ¿Cómo puede ser así después de haber escuchado tantos sermones? Su expresión demuestra que de verdad están perdidas. Tienen el rostro vacío y apagado. Algunas dicen: “¿Cómo pueden decir que estoy adormecido? Soy muy sensible a todo lo que está de moda en el mundo. Sé usar todo tipo de computadoras, teléfonos móviles y consolas de videojuegos. Vosotros sois unos tontos que no sabéis usarlos. ¿Cómo puede ser que tengáis un calibre tan escaso?”. Pero esa pizca de ingenio es solo una habilidad, un poco de astucia; no cuenta como calibre. Si les pides que escuchen un sermón o que hablen sobre la verdad, quedan en evidencia: por dentro, están terriblemente adormecidas. ¿Cuán adormecidas? Llevan años creyendo en Dios, pero aún no están seguras de si serán salvadas y no pueden calcularlo, y tampoco tienen claro el tipo de persona que son. Si les preguntas qué piensan de su calibre, dirán: “Es un poco más bajo que el calibre bueno, pero mucho mejor que el calibre promedio”. Eso demuestra lo escaso que es su calibre. ¿No es esto un poco tonto? Las personas con un calibre realmente escaso revelan esa clase de estupidez. Si algo, sin importar qué sea, involucra la verdad o los principios, no lo entenderán para nada y no podrán estar a la altura. Eso es lo que significa tener un calibre escaso.

Ahora que hemos hablado sobre estas cosas, ¿seríais capaces de medir qué es el calibre bueno y qué es el calibre escaso? Si podéis entenderlo y veis con claridad vuestro propio calibre y vuestra esencia-naturaleza, eso os ayudará a conoceros a vosotros mismos. Una vez que tengáis una idea clara de vuestro lugar, tendréis un poco de razón y conoceréis vuestra propia talla. No tenderéis a volveros arrogantes y os sentiréis más resueltos y tranquilos cuando estéis cumpliendo vuestro deber. Ya no tendréis expectativas tan altas y podréis ocuparos del trabajo que os concierne. Que las personas no se conozcan a ellas mismas genera muchos problemas. ¿Qué tipo de problemas? Incluso si su calibre es claramente promedio, siempre piensan que tienen buen calibre, mejor que el de otros. Siempre tienen algún impulso en su corazón y quieren servir como líderes y guiar a otros. Si siempre tienen ese tipo de cosas en su interior, ¿eso afectará el desempeño de sus deberes? Esas cosas las perturban constantemente, su corazón no está tranquilo y no pueden calmarse. No solo no pueden llevar a cabo sus deberes adecuadamente, sino que también hacen algunas cosas tontas y vergonzosas, y algunas cosas sin razón que Dios detesta. Tienen problemas así de serios. ¿Está bien si continúan sin resolverlos? Claro que no, esas personas deben buscar la verdad para resolverlos. Primero que nada, deben orar a Dios y reflexionar sobre por qué tienen esos pensamientos, por qué son tan ambiciosas y de dónde vienen esas cosas. Si solo las consideran de una forma simple, ¿serán capaces de penetrar hasta la esencia de los problemas? Por supuesto que no. Deben orar a Dios y leer Sus palabras para hallar la raíz de los problemas, solo así les resultará sencillo resolverlos. Sus ambiciones y deseos solo podrán ser erradicados cuando hayan resuelto sus actitudes corruptas. De esa manera, podrán cumplir sus deberes de una forma sensata y ser mucho más diligentes; ya no se andarán pavoneando tanto ni se creerán mejores que todo el resto o actuarán con tanta arrogancia y no se sentirán diferentes a los demás. Esas actitudes corruptas ya no las molestarán y se volverán mucho más maduras. Como mínimo, poseerán una decencia santa digna y recta. Solo de esa manera podrán estar seguros de vivir ante Dios. Cuando las personas creen en Dios y vienen a Su casa, deben tener, al menos, consciencia y razón para poder aceptar la verdad. Si son como los no creyentes, como animales salvajes indómitos, no podrán presentarse ante Dios. Algunas personas dicen: “¿Qué tiene de difícil presentarse ante Dios? Yo lo hago a menudo”. Presentarse ante Dios no es algo simple. Debes tener una actitud correcta y un corazón entregado a Él para que te acepte. Si las personas que son como bestias se presentan ante Dios, Él sin duda las odiará y las aborrecerá. Por eso, presentarse ante Dios no es algo que se pueda conseguir por el mero deseo de una persona; no es que Dios vaya a reconocer el que te hayas presentado ante Él sólo porque tú así lo deseas. El derecho a decidir sobre eso está en las manos de Dios. Solo te habrás presentado ante Dios cuando Él te reconozca. Solo cuando tienes las intenciones correctas, buscas la verdad y oras a Dios con frecuencia puedes recibir el esclarecimiento del Espíritu Santo. Solo entonces te has presentado realmente ante Dios. Si Dios dice que eres un plebeyo ignorante, un animal salvaje indómito, ¿te prestará atención? (No). Dios te ignorará, te dará solo cosas superficiales como algo de gracia y unas pocas bendiciones. En sentido estricto, no podrás acercarte verdaderamente a Dios ni presentarte ante Él en absoluto. Así que, antes de que Dios te reconozca como Su seguidor, debes realizar algunos cambios hasta alcanzar el punto en el que Él te reconozca como un miembro de Su casa. Solo entonces comenzará a probar tu deber y cada una de tus palabras y de tus obras, cada pensamiento e idea; solo entonces comenzará a trabajar en ti. Antes de traspasar la puerta de la casa de Dios, algunos de los comportamientos y las manifestaciones de la gente, de las revelaciones de su humanidad, de sus prácticas, pensamientos e ideas y de sus actitudes hacia Dios le resultan a Él detestables y repulsivas. ¿Tomará Él la mano de las personas a las que considera detestables y repulsivas, y las guiará para cruzar la puerta de Su casa? (No). ¿Entonces por qué algunas de esas personas se sienten tan complacidas y felices? ¿De dónde viene ese sentimiento? De la simulación. ¿No es eso un poco irracional? (Sí). Ciertamente Dios —el Creador— tiene estándares para elegir a Sus seguidores. No es suficiente con que las personas crean. A Dios le agrada la gente honesta y bendice a los que se esfuerzan por Él de forma genuina. Usa a quienes pueden exaltarlo y dar testimonio de Él. Los estándares de Dios con respecto a las personas son diferentes de los del hombre. Cuando eliges un amigo con quien relacionarte, debes considerar su talante, si se adapta a tus gustos, el tipo de personalidad que tiene, si tiene algún pasatiempo en común contigo y su apariencia. Hasta tú tienes estándares a la hora de elegir a la gente, ¿y Dios, entonces? Algunas personas dicen: “¿Qué estándar usa Dios para seleccionar a las personas? ¿Es tan difícil acercarse a Él? ¿Es tan difícil que la gente se presente ante Dios y cruce la puerta de Su casa?”. En realidad, no es difícil; la vara no está alta, pero hay estándares. Primero, las personas deben tener, al menos, una actitud devota y saber cuál es su lugar. Además, deben acercarse a Dios con un corazón honesto y puro. También se deben comportar con una decencia santa en todo lo que hacen y dicen y, como mínimo, deben tener en su haber algunas buenas palabras y obras, modales y educación. Si ni siquiera cumples con esas condiciones básicas, honestamente, Dios no te prestará ningún tipo de atención. ¿Sabes qué es lo que pasa? Cuando se trata de algunas personas que creen en Dios, mira lo que hacen, lo que manifiestan y lo que revelan. ¿Por qué le resultan tan desagradables y detestables a Dios? Es porque esas personas no tienen humanidad, consciencia ni razón, y tampoco la más básica y fundamental decencia santa. Ese tipo de personas quieren que Dios las lleve de la mano a cruzar la puerta de Su casa, pero eso es imposible. Solo un tonto difundiría el evangelio a personas así que carecen de humanidad. Algunas personas se maquillan mucho y usan ropa provocativa en su vida cotidiana, vistiéndose de una manera mucho más seductora que las bailarinas que viven entre los no creyentes. En su vida privada y en su conducta, no puedes ver en qué se diferencian de los no creyentes. Cuando están entre los hermanos y hermanas claramente se ven como no creyentes e incrédulas. Esas personas pueden parecer creyentes verdaderos por fuera; pueden haber renunciado a cosas, pueden ser capaces de llevar a cabo sus deberes y algunas de ellas pueden no retroceder cuando se enfrentan a persecuciones y tribulaciones, pero ¿pueden aceptar la verdad? ¿Pueden aceptar el juicio y el castigo de Dios? Tomando como referencia las cosas que viven, ¿son gente digna y recta? ¿Son personas honestas? ¿Son personas que aman la verdad? ¿Son personas que se entregan por Dios sinceramente? ¿Quiere Dios personas así? Por supuesto que no. Esos son no creyentes que se han metido a hurtadillas en la casa de Dios. Están afuera de la puerta de Su casa y aún no han entrado. Las cosas que hacen por la casa de Dios constituyen una ayuda y un esfuerzo; son amigos de la iglesia, pero no forman parte de la casa de Dios. Dios no quiere no creyentes ni animales salvajes. También existen algunas personas que, a partir de sus muchos años de creer en Dios, de la pizca de capital que poseen y de los deberes importantes que han llevado a cabo en el pasado, se dan aires en la casa de Dios, queriendo controlar a la iglesia y tener toda la autoridad. Las actitudes de esas personas hacia Dios y la verdad le resultan detestables a Él. Por su esencia y por las cosas que tienen en el fondo del corazón es que Dios no las reconoce como miembros de Su casa. Pero si no las reconoce como tales, ¿por qué les permite trabajar en ella? Dios les permite ayudar o hacer trabajos temporales. En ese proceso de ayudar y hacer trabajos temporales, si realmente tienen consciencia y razón, si saben escuchar, someterse y aceptar la verdad y si tienen decencia santa y un corazón algo temeroso de Dios y hacen las cosas con sinceridad desde el corazón; si pasan esas pruebas, Dios las conducirá hacia Su casa y se convertirán en miembros de la casa de Dios. En ese momento, el trabajo que hagan y lo que Dios les encomiende se convertirán en sus deberes. Lo que las personas hacen puertas afuera de la casa de Dios no es cumplir con un deber, sino ayudar y trabajar para ella; esas personas son contribuyentes de mano de obra.

Ahora, ¿podéis determinar si sois miembros de la casa de Dios? Si te guías por la cantidad de tiempo que llevas creyendo en Él, deberías serlo, pero ¿es ese un método preciso para determinarlo? (No). ¿En qué deberías basarte para hacerlo? En si tienes o no alguna reacción interna cuando oyes la verdad, si te sientes culpable, regañado y disciplinado en lo profundo de tu corazón cuando la vulneras o cuando te opones a Dios y te rebelas contra Él. Para algunas personas, la disciplina viene en forma de llagas en la boca después de decir palabras sentenciosas; a otras, que actúan de manera superficial y no se toman las cosas en serio, Dios las somete a enfermedades. Si, cuando se mencionan estas cuestiones, esas personas sienten remordimientos en lo profundo de su ser y son capaces de arrepentirse —si muestran esas manifestaciones—, entonces son miembros de la casa de Dios. Dios las trata como a miembros de Su casa, de Su propia familia. Él las reprende, las disciplina, las regaña y las poda; en eso consiste ser un miembro de la casa de Dios. Cuando tu actitud hacia Dios cambia y eres capaz de arrepentirte, Él también cambia Su actitud hacia ti. Cuando has entrado en la vida y ha habido algunos cambios en tu mirada sobre las cosas y en la dirección de tu vida, y la fe y el temor de Dios que albergas en el fondo de tu corazón han crecido y se han transformado poco a poco, es que te has vuelto parte de la casa de Dios. Algunas personas llevan muchos años creyendo en Dios, pero no han hecho demasiado para el beneficio de Su casa. De hecho, han realizado bastantes cosas malas. Han mentido y engañado, han obrado de manera superficial, han actuado de manera arbitraria y unilateral, han robado ofrendas, sembrado la discordia, causado perturbaciones y trastornos, y han arruinado la obra de la iglesia. Han cometido muchas transgresiones, pero nunca se lo han reprochado a sí mismos; su corazón no siente remordimiento y no tienen ni el más mínimo sentido de la culpa. Esas son las personas que se quedan fuera de la puerta de la casa de Dios. La gente de ese tipo siempre vive fuera de la casa de Dios. No sigue principios en lo que hace y no está interesada en las palabras de Dios o en la verdad. Se centra solamente en realizar tareas, ir de un lado a otro, esforzándose, haciendo de sí misma un gran espectáculo y acumulando capital personal. Estas personas actúan de manera superficial cuando se trata de la obra de la iglesia y sus deberes; mienten y engañan a Dios y hasta desorientan y controlan a los hermanos y hermanas. No se sienten ni un poco regañadas ni tienen remordimiento y tampoco sienten la disciplina de Dios. Esa gente no es miembro de la casa de Dios. Por fuera, ese tipo de personas muestran mucho entusiasmo por ir de aquí a allá y por esforzarse; tienen mucha fe y están dispuestas a entregarse. Parecen amar a Dios y amar realmente la verdad y querer practicarla. Sin embargo, tan pronto escuchan los sermones se quedan adormecidas, no pueden estar sentadas sin moverse y se sienten ahuyentadas. En su interior, piensan: “¿Acaso hablar de estas cosas no es solo señalar los estados de las personas, decirles que deben conocerse a sí mismas y luego hacer que entiendan un poco de la verdad y, finalmente, que logren la sumisión? Yo ya entiendo todo eso, así que ¿por qué deben compartirlo de nuevo?”. Esas personas de ningún modo aman la verdad y, así y todo, no se lo reprochan a sí mismas ni reciben disciplina, como si directamente no tuviesen corazón. Todas ellas están fuera de la casa de Dios. Son no creyentes. Desde el momento mismo en que aceptaron la obra de Dios hasta hoy, jamás han reconocido realmente que son seres creados y que Dios es su Creador. No aceptan la verdad en lo más mínimo y no cumplen sus deberes voluntariamente. Sin embargo, como tienen una pizca de inteligencia sagaz y algo de entusiasmo además de ambición, se concentran en correr por todas partes trabajando para ganar la admiración de la gente, todo con el objetivo de forjarse un lugar en la casa de Dios. Piensan: “Haciendo estas tareas y correteando de esta manera he ganado prestigio y credibilidad en varios sitios. He asegurado mi lugar en la iglesia y, donde sea que voy, los hermanos y hermanas me respetan. Tener esta reputación entre ellos es suficiente; eso significa que tengo vida. En cuanto a cómo la define Dios, no es necesario ser tan meticulosos”. ¿Qué clase de personas son estas? En sentido estricto, son incrédulos. ¿Sobre qué base se puede decir esto? La base es su actitud hacia la verdad y hacia Dios. Ellos jamás se arrepintieron, nunca llegaron a conocerse a ellos mismos ni supieron lo que es someterse a Dios. En vez de eso, hacen lo que quieren, involucrándose en gestiones personales bajo el pretexto de llevar a cabo sus deberes y satisfaciendo sus propios deseos y preferencias. Han creído en Dios durante muchos años y escuchado muchos sermones, pero no tienen idea de la verdad y tampoco de que creer en Dios implica que uno la practique. Después de haber escuchado tantos sermones, aún no han entendido de qué se trata realmente el camino. Desde lo profundo de su corazón, no sienten que el hombre sea sumamente corrupto y necesite de la salvación de Dios. Tampoco tienen un deseo genuino y un anhelo de la verdad y de Dios en lo más íntimo de su ser. ¿No es eso un problema? (Sí). Es un gran problema. Para ellos, Dios, la verdad y la salvación no son más que retórica, simplemente un tipo de argumento o eslogan. Eso es muy problemático.

¿Cuál os parece la diferencia más obvia entre Pablo y Pedro? Pablo trabajó durante muchos años, viajando, esforzándose, contribuyendo y soportando mucho sufrimiento, pero la senda que tomó no involucraba la verdad, ni la sumisión a Dios, ni un cambio de carácter, y desde luego que no involucraba ser salvado. Por lo tanto, no importa cuán buena sea su reputación ni cuánto hayan influido sus escritos en las generaciones siguientes: él no era alguien que amara de verdad al Señor Jesús. No tenía una comprensión genuina de Él, no lo reconocía como el único Dios verdadero, sino que solo admitía que era el Hijo de Dios, una persona común. Como resultado, no se sometía al Señor Jesús de verdad, solo hacía todo lo que podía para difundir el evangelio y convertir a las personas, fundar iglesias y pastorearlas personalmente con la esperanza de ganar la aprobación de Dios; pero Él escrutó su corazón y no lo aprobó. Pedro, por el contrario, actuaba discretamente y su corazón siempre estaba lleno con las cosas que el Señor Jesús le había dicho. Buscaba amar y entender a Dios conforme a los requisitos del Señor Jesús. En ese tiempo, había aceptado que Dios lo regañara, lo podara e incluso lo amonestara. ¿Qué palabras usó Dios para amonestarlo? (“¡Quítate de delante de mí, Satanás!” [Mateo 16:23]). Correcto: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!”. Dios dijo esas palabras, pero ellas no determinaron el desenlace de Pedro, fueron solo una amonestación. ¿Dios amonestó a Pablo durante su obra? (No). En un sentido, teniendo en cuenta los elementos subjetivos, Dios no lo amonestó. En otro sentido, desde la perspectiva de los elementos objetivos, Pablo no aceptaba la verdad ni la buscaba, así como tampoco buscaba en absoluto el camino de la salvación, por lo que no podía recibir o experimentar esas cosas. La obra que Dios hizo en él fue para usar su servicio: si Pablo podía ser mano de obra hasta el final sin cometer grandes males, podría continuar como contribuyente de mano de obra; sin embargo, si cometía alguna gran maldad, el resultado sería otro. Esa es la diferencia. Pedro, por otro lado, recibió mucha disciplina, reprensión y amonestación de parte de Dios. Desde afuera, parecería que Pedro no estaba de acuerdo con las intenciones de Dios y por eso Él estaba disconforme, pero desde la perspectiva de las intenciones de Dios, así era exactamente la persona que Él quería y que le agradaba. Por eso es que constantemente lo reprendía y lo podaba, para que creciera poco a poco, entrara en la verdad y llegara a entender las intenciones de Dios para, finalmente, lograr la sumisión y el cambio verdaderos. Ese era el amor de Dios y Su salvación.

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