¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber? (Parte 3)

A continuación, vamos a hablar sobre las manifestaciones de un cumplimiento inadecuado del deber. Voy a compartir primero un ejemplo y todos podréis discernir si esta persona está cumpliendo su deber de manera adecuada y de acuerdo con los requisitos de Dios. En una ocasión, la iglesia eligió a un líder, que fue acogido por una familia que era creyente a medias: algunos miembros eran creyentes y otros no. Sin embargo, todos contaban con un rasgo peculiar, que consistía en que eran especialmente hábiles percibiendo los estados de ánimo de los que tenían autoridad y adulándolos. ¿Qué creó este rasgo inadvertidamente en el líder? (Una tentación). Le creó una tentación. ¿Fue esto una bendición o una desgracia para él? Está por ver si fue una bendición o una desgracia; continuemos. Cuando esta familia acogió al líder, le servían carne y buenos alimentos en cada comida. ¿Por qué lo recibieron así? ¿Fue por amor? ¿Habrían recibido así a los hermanos y hermanas? Por supuesto que no. Cuando el líder estaba allí, le preparaban carne todos los días. Al final, el líder, complacido con las comidas, le dijo a la familia: “Toda vuestra familia ama a Dios. Tu madre puede entrar en el reino, tu hijo puede entrar en el reino, y tú y tu esposa podéis entrar también en el reino. En un futuro, toda vuestra familia podrá entrar en el reino”. Al oír esto, la familia se puso eufórica y pensó: “Todos podremos entrar en el reino, incluso los no creyentes. Parece que la carne que le hemos estado ofreciendo no ha sido en vano; se la debemos seguir sirviendo”. En realidad, esta familia entendía muy poco sobre lo que conlleva entrar en el reino, pero sabían que era algo bueno. ¿Qué creyente en Dios no querría entrar en el reino de los cielos y recibir bendiciones? Pensaban: “Mientras el líder diga que podemos entrar en el reino, es que podemos, ¿no? La palabra del líder es decisiva; después de todo, ¡el líder representa a Dios!”. Más adelante, a medida que el líder repetía con mayor frecuencia que podrían entrar en el reino, más copiosas eran las comidas que le ofrecían. Con el tiempo, este líder ya no quería visitar a otras familias porque no le ofrecían tantas cosas buenas ni lo agasajaban de esa manera. No pasó mucho tiempo hasta que el líder comenzó a engordar cada vez más; su cabeza también engordó y pasó de ser una “cabeza humana” a ser una “cabeza de cerdo”. Esto se hizo evidente enseguida durante una reunión de colaboradores. Apenas hacía un mes que no lo veían y había aumentado tanto de peso que le preguntaron con insistencia por su trabajo. Descubrieron problemas serios y le aplicaron una severa poda; diseccionaron la esencia de su problema antes de sustituir finalmente a este falso líder. Una investigación más exhaustiva reveló más problemas: este falso líder no había realizado ningún trabajo real y se deleitaba a diario con los beneficios de su estatus. Favorecía a los que le adulaban, promocionándolos, al tiempo que reprimía a los que no le ofrecían regalos. Incluso exigía que su mujer le trajera más pollo para comer. Así pues, ¿qué pensáis de la manera que tenía este falso líder de cumplir su deber? ¿Cuál era su actitud hacia este? En realidad, no hacía el trabajo; más bien parecía que se había trasladado únicamente para ejercer de funcionario. Si no, ¿cómo podía haber engordado tanto? Existen dos razones: por un lado, eligió a propósito quedarse con familias de acogida en las que podía comer carne y permitirse constantes lujos; por otro, no tenía sensación alguna de carga mientras llevaba a cabo su deber y no sufrió ninguna adversidad. Si un líder u obrero tiene conciencia de la carga, ¿no se sentiría estresado y ansioso al ver la gran cantidad de trabajo en la iglesia y los muchos asuntos que requieren solución urgente? Esta ansiedad lo llevaría a la acción; de inmediato comenzaría a abordar estas cuestiones gastando energía y soportando algunas penurias. Desde el punto de vista físico, lo único que haría sería perder peso; es una ley natural. ¿En qué condiciones podría alguien comer cada vez más y ganar peso? Solo si comiera hasta hartarse durante todo el día y no se centrara en nada más, si estuviera libre de cargas y se sentara en un lugar elevado y poderoso, desconectado de la comunidad y del lugar de trabajo, entregado a las comodidades carnales. Esa es la única manera en la que alguien podría seguir engordando, pasar de ser una “cabeza humana” a una “cabeza de cerdo” en poco más de un mes. ¿Hasta qué punto estaba cumpliendo bien este líder su deber? Había cambiado la naturaleza de su papel de líder; la cuestión ya no era cumplir su deber, sino recrearse en la comodidad y los beneficios del estatus. Actuaba como un funcionario del gobierno. No solo rehuía el trabajo real, sino que también cometía fechorías. Si alguien no lo adulaba o no le proporcionaba alimentos deliciosos, lo reprimía. Además, incitaba a los hermanos y hermanas a que se unieran a él para podarlos, lo que acabó por despertar la ira pública. La gente empezó a sentir repulsión por él y a distanciarse. Más allá de las razones de su destitución, hablemos de si su cumplimiento del deber era adecuado. Su complacencia hacia los beneficios del estatus y la falta de trabajo real son las cuestiones más graves. No servía al pueblo escogido de Dios; se comportaba con ellos como un funcionario y no cumplía en ningún caso su deber. En su trabajo como líder, no evidenció ni una pizca de lealtad en el cumplimiento de su deber y menos aún le dedicó su corazón y sus energías, los cuales solo volcaba en comer, beber y divertirse. Se devanaba los sesos pensando en cómo disfrutar de los beneficios del estatus y no compartió la verdad con la familia de acogida para ponerle coto a su comportamiento adulador. Además, les engañó al afirmar que solo si lo acogían de esa manera tendrían acceso al reino y a obtener recompensas. ¿No es esto hacer el mal? Si trataba así a la familia anfitriona, ¿qué haría en el trabajo de la iglesia? ¿Cómo trataría al pueblo escogido de Dios? Sin duda, rebosaba de engaños y superficialidad. ¿Sabía esta persona realmente lo que era el deber? ¿Conocía cuál era la obra que Dios le había encomendado? ¿Cómo se tomaba este encargo? Lo tomó como un capital y como base para disfrutar de los beneficios de su estatus y, a consecuencia de ello, cometió numerosas maldades, perturbando la vida de la iglesia y causando pérdidas a la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Tal forma de cumplir el deber no solo es inadecuada, sino que también se ha convertido en malas acciones. Al carecer de cualquier elemento adecuado para cumplir el deber, ¿acaso es posible que Dios los recuerde? (No). Es evidente que no, lo cual resulta bastante lamentable. Ya es deplorable no entender la verdad; ¿acaso no resulta aún más lamentable entenderla y no practicarla? (Sí). Este es el Primer Caso, el de “La cabeza humana que se convirtió en cabeza de cerdo”. Este caso es relativamente sencillo: implica disfrutar de los beneficios del estatus, cumplir el deber sin una pizca de lealtad y carecer incluso de un corazón un poco temeroso de Dios. Este líder trató el deber que le encargó Dios como capital para disfrutar de los beneficios de su estatus. Esto resulta fácil de discernir. Recordad el nombre del Primer Caso para que en el futuro podáis establecer una comparación, discernir a otros y motivaros a vosotros mismos. ¿Qué os parece este caso del que os he hablado? ¿Detestáis a esas personas y esas acciones? (Sí). Si aceptarais la comisión de Dios, ¿podríais cometer tales actos? Si pudierais tener más razón que ese falso líder y ser un poco comedidos y pudierais esforzaros por la verdad, entonces todavía queda alguna esperanza. Sin embargo, si sois capaces de abandonaros a la comida y a la bebida y a disfrutar de los beneficios del estatus, igual que él, entonces se os pondrá en evidencia y se os descartará; seréis meros falsos líderes y personas a las que Dios detesta. Ahora contáis con algo de discernimiento y comprendéis algunas verdades. La medida en la que puedas frenarte y controlarte determina cuánta esperanza tienes de salvación; son directamente proporcionales. Si no te puedes frenar y continúas obrando de acuerdo con tus propias preferencias, vives con un carácter corrupto y te entregas a los beneficios del estatus, complacido y embriagado cuando alguien te adula, sin hacer ninguna introspección ni tener auténtico arrepentimiento, entonces tus esperanzas de recibir la salvación son nulas.

A continuación, hablemos sobre otro caso. Durante la expansión del evangelio, muchas personas en la iglesia se desplazan a diversos lugares para difundirlo. La obra de divulgar el evangelio es un deber para cualquiera. Al margen de cómo la percibas o de si piensas que este deber es bueno o no, en general, se trata de una comisión que Dios les encarga a las personas. Hablando de las comisiones que encarga Dios, estas conllevan tanto la responsabilidad como el deber de las personas. Al tener esta relación con el deber, también tienen que ver con cómo uno lo cumple. Durante el proceso de difundir el evangelio, hay quienes buscan específicamente zonas y viviendas ricas. Cuando ven a alguien que conduce un buen coche o vive en una gran casa, sienten envidia y celos. Si encuentran un hogar donde los acogen bien, se quedan allí y su corazón se llena de codicia. Creen que, ya que han realizado contribuciones para difundir el evangelio, deberían disfrutar de algo de gracia. Así, ¿en qué se convierte su difusión del evangelio? En vender su trabajo. Lo único que hacen es abandonarse a los placeres de la carne, intercambiar su trabajo por el goce físico. Pasados dos o tres años, han ganado a algunas personas tras difundir allí el evangelio e incluso han fundado una iglesia, por lo que acumulan algo de capital. Luego empiezan a dejarse llevar, y para cuando regresan “gloriosamente” a su hogar, lucen radiantes, prácticamente se han convertido en una persona a la moda. Traen electrodomésticos y productos electrónicos de última generación y van vestidos con ropa buena de la cabeza a los pies. Sus vecinos ya no son capaces de reconocerlos, les da la sensación de que se han hecho ricos en alguna parte. ¿Acaso no existe aquí un problema? Han sido creyentes durante muchos años y siempre cumplen su deber lejos del hogar. En sus inicios, no poseían nada de valor en su casa, pero ahora vuelven con ropa de calidad y con sofisticados aparatos que les da la gente; están bien vestidos y provistos de tecnología. Lo consideran la gracia de Dios. Pero ¿de dónde provienen en realidad estas cosas? Se puede decir que las intercambiaron por su trabajo de difundir el evangelio. Algunas personas se han fijado en sus muchos años de fe y en su arduo esfuerzo en la difusión del evangelio, así que les entregan algunos buenos obsequios. ¿Es esto “dar” limosnas? ¿Se trata de misericordia? Si estas cosas tan buenas las obtienen por difundir el evangelio, si otros se las regalan para adularlos, ¿resulta apropiado que las consideren el favor o la gracia de Dios? Dicho sin tapujos, se están aprovechando de la oportunidad de difundir el evangelio para conseguir estos presentes. Si siempre se lamentan de su pobreza delante de los demás, a la vez que mencionan que les gusta esto o aquello, de forma que la gente se lo regala de manera reticente, ¿no se asemeja esto a la extorsión o el chantaje? A algunos de los que predican el evangelio les gusta decirles a los demás: “Nosotros, los que difundimos el evangelio, somos mensajeros de Dios, Él nos ha enviado. Recibís el evangelio de Dios de nosotros, ¡qué tremenda bendición y ventaja obtenéis! Ya que sois tan ricos y habéis disfrutado de tanta gracia de Dios, ¿no deberíais mostrar un poco de agradecimiento? ¿No deberíais compartir con nosotros algunos de los objetos que os sobran o que no usáis?”. Después de haber sido persuadidos de esa manera, algunas personas, por vergüenza, acaban por ceder, y los difusores del evangelio piensan que está del todo justificado. Aquellos que dan, ¿lo hacen en realidad por su propia voluntad? Con independencia de que sea así o no, ¿deberían los difusores del evangelio recibir tales obsequios? (No). Algunos lo racionalizan: “¿Por qué no? He trabajado sin descanso para predicar el evangelio, ¿no es la gracia de Dios que reciba estas pocas cosas?”. ¿Qué haces cuando predicas el evangelio? ¿Te ganas la vida con ello? Predicar el evangelio no es una transacción, es tu deber. Al exigirle cosas a la gente, básicamente, se las estás exigiendo a Dios. Sin embargo, ya que no puedes llegar hasta Él ni te atreves a pedírselas, se las pides a la gente y los desorientas con una sarta de teorías espirituales. Te parece que has hecho méritos al ganar a algunas personas mediante la difusión del evangelio y que tienes derecho a recibir alguna compensación por tus esfuerzos. No te parece correcto pedir dinero directamente, así que, en vez de hacerlo, pides cosas, pues crees que de este modo tus esfuerzos no han sido en vano. ¿Es esto cumplir tu deber? (No). La naturaleza de tus acciones ha cambiado. ¿En qué has convertido la difusión del evangelio? Has comercializado el evangelio de Dios, haces trueques con él a cambio de cosas materiales. ¿Qué clase de comportamiento es este? (Es oportunismo). ¿Es en realidad oportunismo? ¿Llamarlo así es restarle gravedad? ¿No se trata en realidad de hacer el mal, acaso no es una acción malvada? (Sí). ¿Por qué se la considera una acción malvada? Difundir el evangelio es cumplir el deber y dar testimonio de Dios; a medida que das testimonio de Dios, se produce un proceso simultáneo en el que tú le llevas el evangelio a una persona y Dios la gana, y así cumples con tu misión. Lo que tengas que recibir por completarla, Dios te lo dará; no hace falta que se lo pidas a nadie, ni tampoco nadie tiene razón alguna para intercambiar caridad por este evangelio. El evangelio de Dios no tiene precio, no existe la cifra que pueda comprarlo ni es posible cambiarlo por nada. Cuando utilizas la difusión del evangelio como una oportunidad de obtener beneficios materiales, pierdes tu testimonio; este enfoque es blasfemo e indica que deshonras a Dios. Además, ¿qué naturaleza queda de manifiesto al hacer que la gente te esté agradecida después de que le difundas el evangelio? ¡Es robarle la gloria a Dios! El evangelio y la obra de Dios no son mercancías. Dios concede libremente Su evangelio al hombre, es gratis y no involucra ningún tipo de transacción. Sin embargo, las personas convierten el evangelio de Dios en una mercancía que venden a los demás, exigiéndoles dinero y bienes materiales. Esto carece de testimonio y deshonra el nombre de Dios. ¿No es eso una acción malvada? (Sí). Lo es, sin duda. ¿Es cumplir el deber adecuadamente? (No). ¿Es esto más grave en su naturaleza que el caso del que acabamos de hablar, “La cabeza humana que se convirtió en cabeza de cerdo”? (Sí). ¿Dónde radica la gravedad? (En deshonrar a Dios). Esto es deshonrar a Dios, blasfemar contra Él y robarle Su gloria. Tomar el evangelio de Dios y vendérselo a la gente, ofrecerlo como si fuera mercancía, y luego sacar exorbitantes beneficios y buscar ganancia personal de ello, ¿qué clase de criaturas harían una cosa así? ¡Son bandidos y personas malvadas que se comportan como Satanás! Está claro que Dios creó el cielo, la tierra y todas las cosas, además de la humanidad, sin embargo, Satanás y los espíritus malvados desorientan a las personas cuando aseguran que fueron ellos los que crearon a los humanos, el cielo y la tierra, y hacen que la gente los alabe como si fueran Dios y el Creador. ¿No es esto robar la gloria de Dios? Es un pecado, es una acción malvada, es oponerse a Dios. ¿Equivale la venta del evangelio por parte del hombre al comportamiento de Satanás? (Sí). ¿Qué propósito tiene vender el evangelio? Hacer que la gente los considere los mensajeros del evangelio, como si este proviniera de ellos y ostentaran el poder de tomar decisiones. ¿No es esto robarle la gloria a Dios? (Sí). ¿Qué clase de pecado se comete al robarle la gloria a Dios? ¿Cuál es su naturaleza? A esta mala acción se la llama oponerse a Dios; se trata de una conducta que blasfema contra Él. ¿Difundir el evangelio de esta manera sigue contando como cumplir con el propio deber? Esto es una completa muestra de maldad, es oponerse a Dios. Difundir el evangelio de esta manera no es dar testimonio de Dios en absoluto, así que no es cumplir con el propio deber; consiste únicamente en hacer el mal. Algunos dicen: “Difundir el evangelio es un trabajo muy arduo, lo justo es que obtengamos algunos beneficios. ¿Acaso es para tanto? Esto no cuenta como nada malo entre los no creyentes”. ¿Es correcta esta afirmación? Depende de cuáles sean tus intenciones, de lo que codicies y de la naturaleza de aquello que codicias. Si lo haces en aras de tu ganancia personal, lo que vendes es el evangelio de Dios, lo que vendes es la verdad, y lo que al final obtienes es tu beneficio personal; entonces, en efecto, se trata de una acción malvada. ¿Resulta excesivo catalogar esto como una acción malvada? (No). No es para nada exagerado. Cuando alguien ha recibido su deber y lo ha llevado a cabo, pero luego surgen tales consecuencias, ¿a quién hay que culpar? (A las propias personas). Solo se pueden culpar a sí mismas. Por tanto, ¿cómo surgen estas consecuencias? Guardan relación directa con la naturaleza perversa de las personas. Algunas de ellas no persiguen la verdad, pero tienen sentido de la vergüenza, talante y conciencia, así que no harían este tipo de cosas. Si alguien participa en tales acciones, eso demuestra que esta persona carece de humanidad; es avariciosa y tiene un carácter despiadado. Esto lleva no solo al fracaso en el adecuado cumplimiento de su deber, sino que en realidad lo convierte en hacer el mal. Hay quien dice: “¿Cómo se lo puede catalogar como hacer el mal? Se las han arreglado para ganarse a bastantes personas a lo largo de su difusión del evangelio; solo el hecho de que hayan obtenido evidentes resultados debería negar la idea de que cometen maldades, ¿no?”. ¿Es correcta esta afirmación? (No). ¿Por qué es incorrecta? Difundir el evangelio es su deber, su responsabilidad. ¿Qué intención y propósito hay detrás de su deber? ¿Qué principios lo guían? ¿Son responsables de sus acciones? En función de estos factores, uno puede determinar si la persona cumple su deber o está haciendo el mal. Aunque han estado cumpliendo su deber, el punto de partida para su cumplimiento es equivocado; no han obrado de acuerdo con los principios y han cometido muchas acciones malvadas. No existe la menor manifestación de la práctica de la verdad. ¿Cuál es la esencia de esta clase de difusión del evangelio? (Vender el evangelio). ¿Cómo se debería llamar a este caso? El caso de “Vender el evangelio”. Solo con oír este nombre, ya sabes que la naturaleza de esta cuestión es muy seria. ¿Cómo podría alguien vender el evangelio de Dios? La naturaleza de este asunto de vender el evangelio es muy grave. Por tanto, cada vez que se menciona la venta del evangelio, ¿no debería la gente saber cuál es el problema y cuáles son los estados, comportamientos y métodos? Este es el Segundo Caso y su naturaleza es más grave que la del anterior.

El siguiente caso es uno que además tuvo lugar durante el proceso de difundir el evangelio. Con anterioridad, la casa de Dios había establecido algunos principios y métodos para difundir el evangelio, incluidos métodos relacionados con la misericordia y con hacer amigos. Esto permitió a algunas personas encontrar lagunas que podían explotar. ¿Qué personas se aprovecharon de estas lagunas? Gente con una naturaleza perversa y que no ama la verdad. En el proceso de difundir el evangelio, hay en efecto algunos perversos que aprovechan esta oportunidad para encontrar parejas amorosas y entablar relaciones románticas e íntimas. Cuando tales cosas ocurren, creen que existen razones para ello, cuando de hecho son individuos perversos de Satanás que se aprovechan de estas lagunas. Como estos individuos usan la oportunidad de difundir el evangelio para establecer contacto con el sexo opuesto, cuando encuentran una persona adecuada o deseable hacen todo lo posible para buscar oportunidades de relacionarse con ella y seducirla. A primera vista, parece que es con el fin de ganar gente por medio de la difusión del evangelio, pero en realidad, lo hacen para satisfacer su lujuria personal. Todo esto lo hacen con la excusa de difundir el evangelio, con la excusa de expandir la obra de Dios, con el pretexto de dar testimonio de Él y dedicarse a Dios, y también con el de cumplir su deber. Nadie hace nada de esto de manera accidental; de hecho, son plenamente conscientes, pero fingen con obstinación estar confundidos. Cuando hacen estas cosas, saben en su corazón que son pecado, que Dios las detesta y no las permite, pero no pueden controlar su lujuria carnal y se empeñan en buscar excusas y justificaciones para los pecados que cometen. ¿Acaso esto sirve para ocultar sus propios problemas? Si cometes tales pecados una o dos veces y luego te arrepientes, puede que Dios todavía te perdone, pero si insistes en negarte a cambiar, estás en peligro. Algunas personas pueden sentirse algo incómodas cada vez que cometen un pecado así y se preguntan: “¿Podré salvarme si obro de este modo?”. Sin embargo, luego piensan: “No es que sea una gran maldad; como mucho se trata de una simple revelación de corrupción. No lo volveré a hacer; no afectará a mi desenlace ni a mi destino”. ¿Representa esta actitud hacia cometer una transgresión un arrepentimiento auténtico? Si ni siquiera existe remordimiento en su corazón, ¿acaso no seguirán reincidiendo? Creo que es muy arriesgado. ¿Puede una persona así cumplir su deber de forma adecuada? En el cumplimiento de su deber, todavía se dan elementos de una “actividad privada”; mezclan “lo público y lo privado”, ¡lo que supone una gran adulteración! Lo cierto es que esto ofende el carácter de Dios. No se puede considerar a estas personas “adecuadas” en el cumplimiento de su deber; esto es más grave que pedir cosas o vender el evangelio. ¿Cómo que es más grave? Es repugnante; es un comercio de carne y lujuria. Entonces, ¿qué naturaleza entraña este asunto? Es pecar deliberadamente a pesar de conocer la verdad. La palabra “deliberadamente” altera la naturaleza del asunto. De hecho, saben que los preceptos y principios en los arreglos de obra están diseñados para incitar a la gente a practicar la prudencia y evitar que Satanás se aproveche de ellos. El objetivo es conducir a las personas ante Dios, pero explotan las lagunas y aprovechan las oportunidades para dar rienda suelta a sus perversas lujurias; a esto se le denomina cometer pecado a sabiendas. ¿Qué dice la Biblia sobre esto? (“Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados” [Hebreos 10:26]). Si incluso la ofrenda por el pecado de la cruz ya no está disponible, ¿guardan estas personas alguna relación con la salvación? Eso depende de la situación. Algunas obran por necesidad o se denuncian a sí mismas en su interior, pero se ven forzadas a actuar de este modo debido a las circunstancias de ese momento. Si no son demasiadas las veces, no más de tres, se les puede perdonar. ¿Qué significa que se les puede perdonar? Que, tras la primera transgresión, si entran en razón, buscan la verdad, muestran señales de arrepentimiento y dan marcha atrás sin cometer de nuevo una transgresión, todo eso mientras solicitan cumplir su deber, se les puede dar la oportunidad de expiar sus pecados. Siguen quedando esperanzas de salvación en tales casos, pero cuántas sean depende de su búsqueda individual. Nadie puede emitir un juicio definitivo por ti, nadie puede concederte garantías; depende sobre todo de tu propia búsqueda. No voy a hacerte ninguna promesa, ni decirte que mientras no vuelvas a pecar, tu salvación está asegurada. No voy a hacer esta promesa porque desconozco cómo será tu desempeño en el futuro. Si sobrepasas el número de veces en las que el perdón es posible, te niegas en repetidas ocasiones a cambiar y no cuentas con buenas acciones en el transcurso de la divulgación del evangelio que puedan compensar las malvadas, entonces estás acabado por completo. Has cometido muchas maldades, sin rastro de buenas acciones; tu predicación del evangelio es solo para entablar de manera imprudente relaciones íntimas, no para cumplir bien tu deber; está desconectada de tu cumplimiento de este. Ya no es cuestión de tener o no tener ofrenda por el pecado. ¿Cómo se puede catalogar a tales personas? Se las debería catalogar como demonios inmundos y espíritus malignos. No son seres humanos normales. No solo cometen pecados, no guardan relación alguna con el cumplimiento de su deber. ¿Les quedan todavía esperanzas de salvación? No, ninguna. A esas personas las han expulsado de la casa de Dios; las han excluido y Dios no las va a salvar. Lo que hacen y cómo se comportan no solo no afecta a su deber, sino que ni siquiera puede considerarse una cuestión relativa al adecuado cumplimiento de este. El resultado final y el desenlace para tales personas se determinarán en función de su clasificación. ¿No es este un caso bastante repugnante? La naturaleza de este caso es aún más grave que la del segundo, el que acabamos de debatir. Entre estas personas, hay algunas cuyos casos son de naturaleza más grave. ¿Pueden dar marcha atrás? ¿Acaso pueden tener un corazón arrepentido y dejar de hacer tales cosas y aun así trabajar difundiendo el evangelio en la casa de Dios? ¿Existen personas semejantes? (No). ¿Pueden trabajar de buen grado? (No). De hecho, algunas han ganado a ciertas personas durante su época de difundir el evangelio. Sin embargo, ¿para qué ha servido todo este trabajo que han hecho? Ha sido como un trabajo, no es cumplir su deber. En realidad, no han ahorrado esfuerzos, pero la senda que han tomado ha determinado su destino y su desenlace. Entre los que también difunden el evangelio, ¿es cierto que cada uno de ellos se va a encontrar con tales tentaciones? Puede decirse que todos se enfrentarán a este tipo de tentaciones a diversos niveles y en diferentes situaciones, pero ¿significa eso que cada uno de ellos sucumbirá a la tentación y cometerá pecados? (No). No todos pueden cometer pecados, no todos pueden dedicarse a este tipo de actividades, lo cual condena a aquellos que sí lo hacen y, por tanto, quedan así en evidencia. Esto demuestra que hay algo malo en su carácter y en su humanidad. ¿A quién pueden culpar por tener tal desenlace? (A sí mismos). Solo pueden culparse a sí mismos y a nadie más.

Algunas personas, no importa qué transgresiones cometan durante su época de difundir el evangelio, nunca buscan la verdad para resolverlas, no le oran a Dios y nunca realizan introspección, lo que demuestra que son unos obstinados irredentos. A esta gente se la acaba descartando. Me enteré de que alguien, mientras difundía el evangelio, se apropió de una mujer y ni siquiera le permitía buscar pareja y casarse; la naturaleza de este asunto es muy grave. ¿Qué clase de persona es esta? (Una malvada). ¿Es posible que estos malvados individuos permanezcan en la casa de Dios? (No). En la casa de Dios no hay espacio para tales tiranos; ¡ellos deshonran a Dios! Al hacer tales cosas, ¡afectan a la percepción que tienen de Dios innumerables personas y provocan que muchos lo malinterpreten! La gente dirá: “¿Cómo puede alguien que cree en Dios hacer tales cosas?”. Esto ya es una deshonra para Dios. Si la iglesia no expulsa ni se encarga de esos individuos, pero en cambio les permite continuar difundiendo el evangelio y les ofrece una oportunidad de arrepentirse, eso es una completa equivocación. Esta persona no es la primera vez que comete una infracción; su comportamiento es grave por naturaleza y se la debería expulsar directamente. De lo contrario, deshonraría a Dios y proporcionaría a Satanás una ventaja para juzgar y condenar a la casa de Dios. Por tanto, a Satanás no se le puede dar la oportunidad de ganar ventaja; aquellos que son libertinos por costumbre deben ser expulsados de la iglesia. Estos individuos son espíritus licenciosos que ya han deshonrado a Dios, y Él no los va a salvar de ninguna manera. Al margen de lo eficaz que sea su predicación del evangelio o de cuánta gente hayan ganado, si no recorren la senda correcta, se habrán destruido y abandonado a sí mismos. No se permite que tales personas existan dentro de la casa de Dios; son objetivos a los que hay que excluir. Así pues, ¿cuentan sus actos como el cumplimiento de su deber? No, sus contribuciones se han borrado por completo a ojos de Dios y Él no las va a recordar. No solo son inadecuados, es que la naturaleza de su cumplimiento del deber ha cambiado, y se ha convertido en hacer maldad. ¿Cómo trata Dios a los que hacen el mal? Los excluye. ¿Qué significa ser excluido? Significa que se les aparta de las personas que Dios ha escogido y preparado para salvar; no pertenecen a ese grupo. En vez de eso, se les categoriza entre los espíritus malignos, los demonios inmundos y los que no se van a salvar. ¿Qué posibilidades tendrían de obtener la salvación? (Cero). Aunque cumplieron su deber y siguieron a Dios de la misma manera, al final este tipo de personas alcanza este punto y se las descarta. Así que ya ves, este es otro tipo de persona. ¿Es la naturaleza de este caso más grave que la del anterior? (Sí). Es todavía más grave; está focalizado. Este caso debería combinarse con el tercero; entra en la categoría de caso típico y especial del tercer ejemplo, y está enfocado a un objetivo. ¿Cómo debería llamarse este caso? “Los perversos serán excluidos”, vamos a quedarnos con ese nombre. En estos tres casos, el cumplimiento del deber de los tres tipos de personas consistía básicamente en trabajar sin ningún efecto. ¿Qué significa trabajar sin efecto? Quiere decir que convirtieron su deber en un mero trabajo y, aun así, no lo ejecutaron bien ni cumplieron su deber como es debido. No trataron su deber como tal, e incluso cometieron varias fechorías y malas acciones, hasta que al final se los descartó, sin obtener ningún buen desenlace. La naturaleza de estos tres casos es muy grave.

Hay otro caso cuya naturaleza es también bastante grave. Hubo un individuo que llevó a cabo trabajo durante muchos años y, a nivel superficial, parecía perseguir la verdad y esforzarse de manera real. Renunció al matrimonio y a la familia, abandonó su carrera y sus perspectivas, se desplazó a muchos lugares para cumplir su deber, y además se ocupó de ciertas tareas de poca importancia. Sin embargo, durante el proceso de cumplir su deber, entendió pocas verdades porque en realidad no perseguía la verdad, y creía que le iba bien porque sabía hablar de palabras y doctrinas. Lo más grave era que esta persona no practicaba la verdad en absoluto. Así que su cumplimiento del deber se limitaba a predicar algunas doctrinas y a seguir ciertos preceptos, a comportarse con amabilidad hacia los demás y no ofender a nadie. En cuanto a cómo cumplir la obra de la iglesia y a los problemas que se seguían produciendo, no prestaba atención, no dedicaba esfuerzo ni buscaba la verdad para resolverlos. En resumen, su actitud hacia el trabajo era superficial e indiferente; no se portaba como un holgazán, pero tampoco se cansaba mucho. No parecía que actuara de una manera superficial, pero los resultados de su trabajo no eran especialmente buenos. En un incidente concreto, debido a su negligencia y actitud superficial, causó la pérdida de más de 10 millones de yuanes de las ofrendas de Dios. ¿Qué cifra es esa de 10 millones de yuanes? La gente corriente que oyera tal cantidad la consideraría astronómica. Se les escaparía un jadeo de incredulidad y no se atreverían siquiera a pensar en ello, porque no han visto tanto dinero junto en toda su vida. No obstante, este “viejo caballero”, tras causar la pérdida de más de 10 millones de yuanes en ofrendas, no sentía remordimientos ni un ápice de arrepentimiento, y tampoco estaba triste. Cuando la iglesia lo expulsó, incluso se quejó. ¿Qué clase de criatura haría eso? Vamos a debatir dos puntos. Primero, esa suma de dinero se perdió mientras trabajabas, y al margen de quién tuviera la culpa, tú eras el responsable. Tenías la responsabilidad de protegerlo, pero fallaste. Eso supone una negligencia en el deber, ya que no se trata de dinero humano; es una ofrenda, y hay que tratarla con suma lealtad. Si se sufre una pérdida en las ofrendas, ¿cómo habría que reaccionar? ¡Ni siquiera la muerte es suficiente compensación! ¿Cuánto dinero vale la vida humana? Si la pérdida es demasiado grande, ¡ni siquiera entregar la propia vida bastará para retribuirla! La clave es que la naturaleza de este problema es demasiado grave. Este “viejo caballero” no se tomó en serio la pérdida de tantas ofrendas, ¡es una persona detestable hasta el extremo! Para él, perder más de 10 millones de yuanes de ofrendas fue como perder algo así como 100; no informó a lo Alto, no sentía remordimiento alguno y no les dijo a los que tenía alrededor: “Analicemos cómo se ha perdido este dinero y qué hacer al respecto. ¿Deberíamos devolverlo o encontrar otra solución? ¿O tal vez informar a lo Alto, admitir la responsabilidad y renunciar, así como orar a Dios para confesar nuestros pecados?”. Ni siquiera tenía esta actitud; ¿no es algo detestable? (Sí). ¡Totalmente detestable! Su capacidad para semejante fechoría revela su actitud hacia el deber y hacia Dios. En segundo lugar, después de ser expulsado, no solo no lo aceptó, no confesó su pecado ni se arrepintió, sino que incluso se quejó. Una persona semejante escapa a la razón. Imaginaos cuál podría ser su protesta. Se quejó así: “Llevo 20 años creyendo en Dios, nunca me casé, renuncié a mucho, padecí grandes sufrimientos y ahora me expulsan, me rechazan. ¡Buscaré mi propio lugar!”. No mucho después, se casó. Decidme, si una persona normal, con conciencia y humanidad, tuviera un poco de sentido de la conciencia, ¿se casaría tan rápido? ¿Estaría de humor para eso? En general, una persona con apenas un poco de conciencia y humanidad, al enfrentarse a un problema tan grave, consideraría incluso la muerte, y pensaría: “Se acabó mi vida, ¿cómo pude cometer semejante acto después de creer en Dios durante 20 años? ¡Solo me puedo culpar a mí mismo y merezco que me expulsen! No me puedo permitir devolver un millón, ya ni hablemos de diez. Aunque me vendieran, no podría compensarlo, ¡mi vida no vale nada!”. ¿Por qué te empeñaste en hacerlo si sabías que no te lo podías permitir? ¿No sabes que ese dinero era una ofrenda destinada a Dios? Ese dinero no era tuyo; tu responsabilidad era salvaguardarlo. No era algo que no tuviera relación contigo, sino que lo tenías que mantener a salvo. Era lo más importante y tu descuido supuso una negligencia en el deber. Al haberlo perdido, no cabe duda de que no podías eludir la responsabilidad. Como creyente en Dios, ¿acaso no tenías la obligación y la responsabilidad de mantener estas ofrendas a salvo e impedir cualquier contratiempo? ¿No deberías haber minimizado el riesgo de que algo saliera mal? Si ni siquiera puedes hacer eso, ¿qué eres? ¿Acaso no eres un demonio viviente? (Sí). ¡Eso es del todo repugnante y carece de humanidad! Además, después de ser expulsado, no solo dejó de creer en Dios y se casó, sino que además perturbó a los creyentes de su familia, lo cual es algo de naturaleza aún más grave. Cumplió su deber durante muchos años, renunció a mucho, hizo multitud de sacrificios, realizó bastante trabajo, se arriesgó y pasó un tiempo en la cárcel. Sin embargo, estos factores externos no determinan el destino de la persona. ¿Qué si no? La senda que uno elige. De haber tomado la senda de perseguir la verdad, no hubiera terminado así ni habría causado una pérdida tan grande en la casa de Dios. No fue para nada arbitrario que ocurriera un percance tan grave; estuvo directamente relacionado con la calidad de su humanidad y la senda que eligió. ¿Creéis que Dios es consciente de la senda en la que se halla? (Sí). Dios lo sabe. Por tanto, ¿el incidente tenía la misión de revelarlo o de descartarlo? Así es, ambas cosas. Desde la perspectiva humana, él parecía estar cumpliendo bien su deber, con lealtad, esfuerzo, voluntad de pagar el precio y capacidad para soportar el sufrimiento. Entonces, ¿por qué le haría Dios algo así? ¿Por qué lo puso en evidencia? ¿Qué se pretendía revelar? ¿Se trataba solo de revelar su desenlace? No, la intención era revelar su fe, su humanidad, así como su esencia y naturaleza; todo eso se ha puesto ahora en evidencia. ¿Todavía puede Dios salvar a alguien así? ¿Le reserva Él siquiera un atisbo de esperanza? Dios no guarda esperanza alguna hacia esa persona. ¿Siente Dios algo de amor o misericordia hacia él? En absoluto. Algunos podrían decir: “Si Dios no tiene amor ni misericordia hacia él, ¿entonces solo le queda justicia, majestad e ira?”. Eso es. Una persona tan malvada ya no necesita amor ni misericordia, ya no hay necesidad de ello, pues ha ofendido gravemente el carácter de Dios. Lo único que Dios reserva para él es justicia, majestad e ira. Su desenlace no tiene nada que ver con la obra de gestión de Dios ni con Su obra de salvar a la humanidad; se le ha descartado y despedido. Por tanto, da igual dónde esté ahora esta persona, a ojos de Dios, no es más que un muerto viviente, un cadáver que camina y habita entre demonios inmundos y espíritus malignos, entre aquellos que tienen rostro humano pero que poseen corazones salvajes y son bestias con atuendo humano. Estas son sus cualidades, y se le ha extirpado de la vista del Creador. Si tenemos en cuenta su desenlace y su actitud final ante este importante acontecimiento que se produjo en su vida, su cumplimiento del deber durante todo este tiempo, ¿se acercó siquiera a la definición de “adecuado”? (No). ¿Cómo sabes que su cumplimiento del deber no fue adecuado incluso antes de que se produjera tal acontecimiento? ¿Por medio de juicios y deducción, o es que has realizado esta evaluación observando su esencia? (La he hecho observando su esencia). Exacto. Tomemos a Pablo como ejemplo: si hubiera perseguido la verdad, si hubiera sido capaz de buscar ser perfeccionado como Pedro, no habría dicho palabras tan blasfemas. Todo desenlace conlleva una causa; el desenlace con el que se encontró este individuo cuenta con sus razones subyacentes. El hecho de que esta persona fuera capaz de llegar hoy hasta este punto, y teniendo en cuenta su actitud hacia Dios, su actitud hacia las ofrendas y hacia sus propias acciones malvadas, es suficiente para que la gente perciba claramente por qué senda estaba caminando y cuál era en realidad su fe en Dios. Esto revela por completo su esencia y la senda que recorría. Si estuviera en la senda de perseguir la verdad, la senda de temer a Dios y evitar el mal, y si de veras fuera capaz de tratar su deber como su responsabilidad y obligación, ¿cómo habría afrontado esta situación cuando se produjo de forma inevitable? Desde luego, no habría tenido la actitud que tiene ahora, de resistencia y queja. Su lado demoníaco ha quedado al descubierto; la esencia-naturaleza en lo más hondo de su alma ha quedado completamente desenmascarada. No es un ser humano, es un diablo. Si fuera humano, no habría acabado así tras creer en Dios durante más de 20 años. Si fuera humano, ¿cuánto arrepentimiento sentiría por una pérdida tan grande de ofrendas? ¿Cuántas lágrimas derramaría? ¿Hasta qué punto se estremecería? Se sentiría responsable y culpable absoluto de un terrible pecado, creería que no tiene perdón, sentiría que debería arrepentirse y le confesaría sus pecados a Dios. Como mínimo, aunque la iglesia le expulsara, no dejaría de creer ni traicionaría a Dios, y mucho menos perturbaría la fe de su familia en Él. ¿Qué se deduce de los diversos comportamientos posteriores de esta persona? Que se trata de un incrédulo que no ama la verdad, y que además posee una humanidad maliciosa. Este es el cuarto caso. ¿Cómo deberíamos llamarlo? (“El caso de la pérdida de diez millones en ofrendas”). Deberíamos agregar su reacción y llamarlo “Perder diez millones en ofrendas sin mostrar ningún arrepentimiento”. ¿Acaso no es mejor ese nombre? Serviría de advertencia a los demás; como poco, hace que la gente sea consciente de dónde radica la gravedad de sus acciones.

El hecho de que se produjeran todos estos acontecimientos, los diversos comportamientos que mostraron estas personas, así como sus actitudes hacia Dios después de que ocurrieran los hechos; todo ello surgió y quedó al descubierto en el transcurso del cumplimiento de su deber. Por tanto, hasta cierto punto, la senda que uno toma al creer en Dios y su desenlace final guardan una estrecha relación con el cumplimiento del propio deber; incluso podría decirse que hay una relación directa. El tema del cumplimiento del deber debería ser perenne, como debería serlo también la verdad sobre este aspecto. Se trata de la verdad que la gente debe entender de manera más absoluta, y es un tema que se ha de discutir continuamente a lo largo del proceso de crecimiento en la vida de las personas y de su creencia en Dios. Esto se debe a que está conectado de manera inseparable con los cambios en las actitudes de las personas, con su entrada en la vida, y con el tipo de senda que recorren y la clase de desenlace que tienen al final. Hoy hemos hablado en profundidad sobre el cumplimiento del deber y también sobre varios casos. El principal propósito de la charla ha sido haceros entender cómo cumplir vuestro deber de una manera que apruebe Dios, qué consecuencias conlleva que cometáis maldad, y la importancia de llevar a cabo vuestro deber a la altura del estándar. En estos casos, los acontecimientos se volvieron cada vez más graves y aterradores, pero no me los he inventado Yo. Se produjeron de veras entre aquellos que creen en Dios y que se cuentan entre las filas de los que cumplen su deber. ¿Qué significa esto? Algunas personas dicen: “Eh, si no cumplimos nuestro deber, no hay problema, pero, siempre surge alguna adversidad cuando lo llevamos a cabo. Por tanto, ¿tan malo es que no cumplamos nuestro deber?”. ¿Cómo se puede definir esta manera de pensar? ¿Acaso no es como dejar de comer por miedo a atragantarse? ¿No es una necedad? Debes aprender a buscar la verdad para resolver estas cuestiones; se trata de una actitud proactiva y que coincide con las que debe tener una persona normal. Si temes que puedan surgir problemas en el cumplimiento de tus deberes que te conduzcan a ser condenado, expulsado, descartado o excluido y, en definitiva, a perder toda esperanza de alcanzar la salvación, y simplemente dejas de cumplir tus deberes o adoptas un enfoque negativo y antagonista hacia ellos, ¿qué clase de actitud es esa? (Una mala actitud). Hay otros que dicen: “Nuestra humanidad es demasiado pobre para que ejecutemos cualquier deber, así que ¿por qué no nos contentamos con trabajar? Dios no les plantea grandes exigencias a los trabajadores y no hay estándares ni principios: basta con hacer un esfuerzo. Haz lo que se te pida, sé obediente, no asumas responsabilidades importantes ni albergues ambiciones de convertirte en líder u obrero. El mero hecho de poder perdurar hasta el final sería la mayor bendición”. ¿Cómo son estas motivaciones? ¿Acaso no son más bien rastreras y viles? ¿Pueden tales individuos sin ambiciones obtener la salvación de Dios? ¿Le es posible a una persona sin humanidad trabajar de manera adecuada? Los que carecen de humanidad no pueden trabajar adecuadamente; no llegarán a convertirse en leales trabajadores que logren perdurar.

El número de ejemplos mencionados durante las últimas charlas que hemos tenido es relativamente alto. Se trata de acontecimientos fáciles de recordar, pero las verdades de las que he hablado son complicadas de entender. Sin embargo, hay un beneficio en esto. Al debatir estos acontecimientos, es posible que recordéis o lleguéis a entender las verdades que se abordan de pasada. Si no habláramos sobre estos casos, lograr un resultado así probablemente requeriría un mayor esfuerzo. Debatir sobre ellos sirve tanto de aliciente como de advertencia, pues ayuda a las personas a encontrar la senda correcta en estos casos. Os guía para que sepáis qué senda recorrer en vuestra fe para evitar vulnerar los decretos administrativos de Dios, cometer errores importantes o tomar el rumbo equivocado. El objetivo principal es ayudar a las personas a cumplir de manera adecuada su deber. Después de oír estos cuatro casos, ¿cómo os sentís? ¿Recibís una nueva comprensión del cumplimiento adecuado del deber? ¿Resulta fácil que la gente lleve a cabo su deber de forma adecuada? (No). ¿Dónde radica la dificultad? ¿El motivo es que la gente no entiende la verdad y no es capaz de hallar los principios, así que sigue cometiendo errores? (No). Así pues, ¿dónde estriba la dificultad? En que la gente no ama la verdad ni la persigue. Si en el proceso de cumplir su deber las personas no persiguen la verdad ni la practican, esta circunstancia, sumada a sus actitudes despiadadas, perversas y arrogantes, puede fácilmente llevarlas a ciertas consecuencias y desembocar en desenlaces que no esperan ni desean ver. ¿Prevé alguien un mal desenlace para ellos? (No). ¿Hay quienes solo esperan un desenlace mediocre y se contentan con ir tirando hasta el final sin morir? (Sí). ¿A qué clase pertenecen? A una clase de persona que no persigue la verdad, sino que simplemente deja que pase el tiempo hasta que muere. Lo más probable es que, para esas personas, el cumplimiento del deber resulte por completo superficial, por lo que es fácil que cometan errores o pecados, y muy complicado que lleven a cabo su deber a la altura del estándar. ¿Qué clase de personas pueden cumplir su deber a la altura del estándar? (Aquellos que persiguen la verdad). ¿Quién más? (Los que poseen humanidad). ¿Qué engloba la humanidad? (Conciencia y razón). Aquellos que tienen conciencia y razón, que poseen humanidad, ejecutarán con facilidad su deber a la altura del estándar si persiguen la verdad. Hay quien dice: “Sigues hablando sobre estos graves ejemplos negativos de personas que fracasan a la hora de cumplir de manera adecuada su deber y eso nos está haciendo perder confianza. ¿Cuándo llegaremos al estándar de cumplir de un modo adecuado nuestro deber? ¿Existen otros ejemplos positivos de esto?”. Así pues, vamos a discutir algo más edificante y positivo. En la actualidad, muchos empiezan a centrarse en perseguir la verdad, así como a convertirse en personas más diligentes a la hora de cumplir su deber. Por ejemplo, los hay que pueden cooperar en armonía con otros mientras cumplen su deber. ¿Qué implica la cooperación armoniosa? Aquí se da una manifestación de ella. No consiste solo en que todo el mundo se lleve bien en apariencia, sin conflictos ni intrigas. La cooperación armoniosa implica que cuando te enfrentes a diversas cuestiones en el trabajo, ya tengas o no una percepción sobre ellas y poseas o no una perspectiva correcta, todavía te sea posible consultar y hablar con los demás, buscar los principios-verdad y luego alcanzar un consenso. Esa es una cooperación armoniosa. ¿Cuál es el propósito de alcanzar un consenso? El de cumplir mejor tus deberes, llevar mejor a cabo el trabajo de la iglesia y poder dar testimonio de Dios. Si quieres dar la talla en el desempeño de tu deber, primero debes lograr una cooperación armoniosa. Ahora hay algunos que ya practican la cooperación armoniosa. Después de entender la verdad, aunque son incapaces de practicarla por completo, y aunque se produzcan fracasos, debilidades y desvíos a lo largo del camino, siguen haciendo esfuerzos en pos de los principios-verdad. Así pues, tienen esperanza de lograr una cooperación armoniosa. Por ejemplo, es posible que a veces pienses que lo que estás haciendo es lo correcto, pero eres capaz de no ser sentencioso. Puedes debatir con los demás y hablar juntos sobre los principios-verdad hasta que resulten claros y evidentes, de modo que todo el mundo entienda y se muestre conforme en que esta es la manera de obtener los mejores resultados. Del mismo modo, también se coincide en no apartarse de los principios, en tomar en consideración los intereses de la casa de Dios y en proteger dichos intereses en la mayor medida posible. Practicar de este modo se ajusta a los principios-verdad. Aunque el resultado final puede no ser siempre el que habías imaginado, la senda, la dirección y el objetivo de tu práctica eran acertados. ¿Cómo lo ve Dios? ¿Cómo define Él este asunto? Dios afirmará que el cumplimiento de tu deber es adecuado. ¿Querrá decir eso que tu deber se cumplió de acuerdo con las intenciones de Dios? No, no significa eso. Lo adecuado todavía está lejos de satisfacer las intenciones de Dios, de recibir Su afirmación y de ponerse en práctica con total adhesión a los requisitos de Dios. Que sea adecuado solo significa que te hallas en la senda correcta, que tus intenciones y tu rumbo son los adecuados, pero que aún no has alcanzado el elevado estándar de actuar de acuerdo con los principios-verdad, tal y como Dios lo exige. Por ejemplo, en lo que respecta a la sumisión, digamos que la casa de Dios dispone que hagas algo en el cumplimiento de tu deber. ¿Cómo has de practicar para estar a la altura en el cumplimiento de tu deber? Cuando oyes hablar por primera vez de la tarea, puede que te sobrevengan algunas opiniones. Tras meditarlo un poco, piensas: “Dios ha dicho que debemos aprender a buscar y a someternos en los asuntos que no entendemos. Por tanto, he de buscar. Aunque no entienda la verdad ni sepa cómo debo practicar, la tarea ha recaído en mí, así que debo acatarla y someterme. Aunque solo se trate de seguir los preceptos, lo primero que debo hacer es cumplirlos”. Si puedes practicar de esta manera, es que estás dando la talla. Sin embargo, ¿existe una brecha entre hacer esto y recibir la afirmación de Dios? (Sí). Esta brecha la determina el grado en que entiendes la verdad. Aunque puedas someterte, no comprendes las intenciones de Dios y no has identificado por completo los principios-verdad ni los has puesto en práctica; simplemente te has adherido a los preceptos. Te has adherido a las cosas básicas que uno debe hacer, conforme a los estándares de conciencia y a los preceptos, así que, en términos de ejecución, no hay problema alguno, y en cuanto a la naturaleza de tus acciones, no hay nada de malo. Sin embargo, esto no cumple con el estándar de practicar la verdad; sigues sin entender las intenciones de Dios. Solo has defendido tus deberes de manera pasiva y negativa; no los has cumplido como es debido de acuerdo con los principios-verdad. No has llegado a un nivel en el que puedas dar testimonio de Dios o satisfacer Sus intenciones. No has alcanzado el estándar para dar testimonio. Por tanto, cumplir tu deber de esta manera apenas es adecuado, y todavía no recibe la aprobación de Dios.

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