Qué significa perseguir la verdad (1) Parte 3

No es sencillo conocerse a uno mismo. Eso se logra aceptando la verdad y practicando y experimentando las palabras de Dios, y el auténtico autoconocimiento solo puede alcanzarse aceptando el juicio y castigo de Dios. Aquellos que no han experimentado el juicio y castigo pueden, como mucho, admitir los errores que han cometido y las cosas que han hecho mal. Les resulta muy difícil ver con claridad su esencia naturaleza. ¿Por qué los creyentes de la Era de la Gracia, aunque dejaron de cometer ciertos pecados y cambiaron de conducta para mejor, nunca lograron transformar su carácter vital? ¿Por qué, aunque creían en Dios, se resistieron a Él y llegaron a traicionarlo? A la humanidad corrupta le cuesta reconocer la causa de este problema. ¿Por qué toda persona tiene actitudes satánicas? Porque Satanás ha corrompido a la humanidad y la gente ha aceptado sus mentiras y filosofías. Eso es lo que dio origen a las actitudes corruptas y así es como el carácter de Satanás se convirtió en la causa de la resistencia del hombre hacia Dios. Esto es lo que más le cuesta reconocer a la gente. Dios realiza Su obra de juicio en los últimos días para salvar a la humanidad de la influencia de Satanás y corregir la causa del pecado y de la resistencia de la humanidad hacia Dios. Satanás ha corrompido a la humanidad durante milenios y su naturaleza ha arraigado en el corazón del hombre. Por tanto, no hay carácter corrupto que pueda corregirse y desecharse con solo uno o dos intentos de introspección y autoconocimiento. Las actitudes corruptas brotan de forma constante y reiterada, por lo que es preciso que la gente acepte la verdad y libre una larga batalla con sus actitudes satánicas hasta vencer a Satanás. Será entonces cuando podrá desechar completamente sus actitudes corruptas. Así pues, la gente debe orar incesantemente a Dios, buscar la verdad, hacer introspección, conocerse y practicar la verdad hasta que de ella ya no brote corrupción, su carácter vital se transforme y logre someterse a Dios. Hasta entonces no recibirá el visto bueno de Dios. Es posible que los resultados de cada batalla no sean evidentes de inmediato y luego aún reveles actitudes corruptas. Puede que te sientas un poco negativo y desanimado, mas no dispuesto a darte por vencido, y pese a ello sigas esforzándote, respetando a Dios y amparándote en Él. Si perseveras de ese modo dos o tres años, serás realmente capaz de poner en práctica la verdad y habrá paz y alegría en tu corazón. Entonces tendrás claro que cada fracaso, cada esfuerzo y cada avance que lograbas era buen síntoma de que estabas avanzando hacia una transformación de carácter y consiguiendo que Dios cambiara de idea sobre ti. Aunque cada transformación es imperceptible para la conciencia humana, la transformación de carácter que conlleva cada cambio no puede ser lograda por ninguna otra acción ni cosa. Esta es la senda que uno debe tomar en su transformación del carácter y entrada en la vida. Así debe practicarse la búsqueda de la transformación del carácter. Por supuesto, la gente debe tener una comprensión precisa de cómo se produce la transformación del carácter: a diferencia de lo que imagina, no es una transformación repentina y revolucionaria que sorprende y deleita. No sucede de esa manera. Es cuestión de transformarse inconscientemente, despacio, poco a poco. Cuando uno es capaz de poner en práctica la verdad, ve los frutos de su trabajo. Al echar la vista atrás después de recorrer esta senda tres, cinco o diez años, te sorprenderá descubrir que tu carácter se ha transformado enormemente en esos diez años, que eres completamente diferente. Puede que tu personalidad y tu temperamento no hayan cambiado o que no lo hayan hecho tu estilo de vida y todo eso, pero las actitudes, los estados y las conductas que manifiestas serán polos opuestos, como si realmente te hubieras convertido en otra persona. ¿Por qué se producirá esa transformación? Porque en esos diez años habrás sido juzgado, castigado, podado, tratado, probado y refinado muchas veces por las palabras de Dios y habrás comprendido muchas verdades. Comenzará por un cambio en tus puntos de vista sobre las cosas, un cambio en tu perspectiva de la vida y en tus valores, seguido de una transformación de tu carácter vital, un cambio en los cimientos sobre los que te apoyas para sobrevivir; y, a medida que se produzcan estos cambios, poco a poco te convertirás en otra persona, una persona nueva. Aunque no cambien tu personalidad, tu temperamento, tu estilo de vida, y ni siquiera tu forma de hablar y de comportarte, habrás transformado tu carácter vital, y eso ya es por sí solo una transformación fundamental y esencial. ¿Cuáles son las señales de la transformación del carácter? ¿Cómo se manifiesta concretamente? Empieza por un cambio en los puntos de vista de una persona sobre las cosas: los numerosos puntos de vista, propios de los incrédulos, que alberga una persona cambian a medida que aquella comprende la verdad, y esos puntos de vista se acercan más a la verdad de las palabras de Dios. Esta es la primera etapa de la transformación del carácter. Aparte, por medio de la introspección y el autoconocimiento, la gente puede centrarse en practicar la verdad. Al reflexionar sobre la variedad de intenciones, motivaciones, pensamientos, ideas, nociones, puntos de vista y actitudes que surgen en su interior, puede identificar sus problemas y comenzar a sentir remordimiento por ellos. Entonces puede abandonar la carne y poner en práctica la verdad. Conforme lo haga, llegará a valorar aún más las palabras de Dios y la verdad, y reconocerá que Cristo es la verdad, el camino y la vida. Estará más dispuesta a seguir a Cristo y a someterse a Él, y percibirá que Dios expresa verdades para revelar, juzgar y castigar al hombre y para transformar el carácter corrupto de la gente, y que, con ello, Dios salva y perfecciona al hombre de manera verdaderamente práctica. Percibirá que, sin el juicio y castigo de Dios, o sin la provisión y guía de Sus palabras, a la gente le resultaría imposible alcanzar la salvación y tampoco podría obtener semejante fruto. Comenzará a amar las palabras de Dios y notará que depende de ellas en la vida real, que las necesita para recibir provisión y guía y para que le abran paso. Su corazón se llenará de paz y, cuando le suceda algo, consultará inconscientemente las palabras de Dios para que le sirvan de base y buscará en ellas los principios y la senda de práctica. Este es uno de los resultados que se obtienen mediante el autoconocimiento. Hay otro: la gente ya no considerará las manifestaciones de sus actitudes corruptas como lo hacía antes, con una actitud de intransigencia. Por el contrario, podrá sosegar el corazón y escuchar las palabras de Dios con una actitud de honestidad, y podrá aceptar la verdad y las cosas positivas. Esto significa que, cuando brote de ella un carácter corrupto, ya no será como antes —intransigente, difícil de amansar, violentamente agresiva, arrogante, insolente y desalmada—, sino que hará una introspección activa y logrará conocer sus verdaderos problemas. Puede que no conozca la esencia de su carácter corrupto, pero podrá sosegarse, orar a Dios y buscar la verdad, tras lo cual admitirá sus problemas y su carácter corrupto, se arrepentirá ante Dios y decidirá comportarse de forma diferente en lo sucesivo. Esta es una actitud de completa sumisión. Así conseguirá tener un corazón sometido a Dios. A la gente le resultará fácil someterse a cualquier cosa que diga Dios, a cualquier cosa que Él le exija, a cualquier obra que Él lleve a cabo o a cualquier ambiente que Él le disponga. Sus actitudes corruptas no le supondrán un obstáculo tan grande, serán fáciles de corregir y superar. A esas alturas le resultará sencillo poner en práctica la verdad y podrá alcanzar la sumisión a Dios. Estas son las señales de la transformación del carácter. Cuando alguien es capaz de poner en práctica la verdad y someterse sinceramente a Dios, cabe afirmar que su carácter vital ya ha experimentado una transformación: una auténtica transformación que se logra exclusivamente mediante la búsqueda de la verdad. Y todas las conductas que surgen en la gente durante este proceso, ya sean conductas positivas o la negatividad y debilidad normales, son indispensables e inexorables. Dado que hay conductas positivas, también debe haberlas de negatividad y debilidad, pero la negatividad y la debilidad son temporales. En el momento en que una persona tiene cierta estatura, cada vez tiene menos estados negativos y débiles y más conductas positivas y de entrada, y sus actos se basan cada vez más en los principios. Una persona así es una persona que obedece a Dios y cuyo carácter vital se transformó una vez purificadas sus actitudes corruptas. Puede decirse que estos son los resultados que alcanzan quienes persiguen la verdad al experimentar el juicio y castigo de las palabras de Dios y ser reiteradamente podados, tratados, probados y refinados.

Puesto que ya todo el mundo ha oído y entendido los procesos normales concretos de la búsqueda de la verdad, debe dejar de inventarse distintas justificaciones o excusas de por qué están hartos de la verdad, se resisten a ella o no la persiguen. Una vez que has comprendido estas verdades y tienes claro este asunto, ¿ya disciernes las justificaciones y excusas de la gente para no perseguir la verdad? Si una persona mayor dice: “Soy mayor. No tengo el empuje ni el entusiasmo de una persona joven. Con la edad pierdo la agresividad y la ambición de la juventud, y ya no soy arrogante. Por eso es una tontería que digas que soy arrogante; ¡no lo soy!”, ¿está en lo correcto? (No). Obvio que no. Todos vosotros ya tenéis discernimiento respecto a esas palabras. Podríais revelar a esa persona y replicar: “Aunque seas mayor, sigues teniendo un carácter arrogante. Has sido arrogante toda tu vida sin corregirlo nunca. ¿Quieres continuar siéndolo?”. Algunos más jóvenes dicen: “Soy tan joven que no he conocido los elementos caóticos de la sociedad ni he luchado y me he dejado llevar dentro de distintos grupos. No tengo las experiencias que tiene la gente que lleva tiempo en el mundo y, sobre todo, por supuesto, no soy tan escurridizo y traicionero como esos viejos zorros. Como joven, es normal que tenga un carácter un poco arrogante; al menos no soy tan calculador, engañoso y malvado como una persona mayor”. ¿Procede decir esto? (No). Toda persona tiene un carácter corrupto. Eso no guarda relación con la edad ni con el sexo. Tú tienes lo que otros tienen y ellos tienen lo que tú. No hay que señalar a nadie. Naturalmente, no basta con el mero reconocimiento de que todo el mundo tiene un carácter corrupto. Dado que has reconocido que tienes un carácter corrupto, debes buscar la verdad para corregirlo; no habrás logrado tu objetivo hasta que no hayas alcanzado la verdad y se haya transformado tu carácter. Corregir un carácter corrupto depende, en última instancia, de que aceptes la verdad, abandones tus justificaciones y excusas y sepas enfrentarte correctamente a tu carácter corrupto. No debes evitarlo ni eludirlo con excusas ni, desde luego, rechazarlo. Son cosas fáciles de lograr. ¿Cuál es la más difícil? Se me ocurre algo. Hay quienes comentan: “Di que persigo la verdad o que no la persigo, di que no amo la verdad o que estoy harto de ella, revela que tengo cualquier actitud corrupta… yo simplemente te ignoraré. Yo hago lo que me pide la casa de Dios o cualquier trabajo que haya que hacer. Escucho en los sermones y reuniones, leo cuando todo el mundo está comiendo y bebiendo las palabras de Dios, me siento con vosotros a mirar videos de testimonios vivenciales y como cuando coméis vosotros. Estoy en sintonía con vosotros. ¿Quién de vosotros podría decir que no persigo la verdad? Esta es mi forma de creer, así que podéis hacer o decir lo que queráis. ¡No me importa!”. Este tipo de persona aparenta no poner excusas ni justificaciones, pero tampoco tiene intención de perseguir la verdad. Es como si la obra de salvación de Dios no tuviera nada que ver con ella, como si no la necesitara. Este tipo de gente no dice explícitamente: “Tengo buena humanidad, creo sinceramente en Dios, estoy dispuesto a renunciar a cosas, puedo sufrir y pagar un precio; encima, ¿tengo que aceptar el juicio y castigo de Dios?”. No lo dice explícitamente, no tiene una actitud clara hacia la verdad y no condena, en apariencia, la obra de Dios. Ahora bien, ¿cómo trata Dios a estas personas? Si no persiguen la verdad, si son muy indiferentes a las palabras de Dios y las ignoran, la actitud de Dios hacia ellas es muy clara. Es como ese versículo de la Biblia que señala: “Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:16). Dios no las quiere, lo que supone un problema. ¿Hay gente así en la iglesia? (Sí). ¿Y cómo hay que clasificarla? ¿En qué categorías? No hace falta clasificarla. En pocas palabras, esas personas no persiguen la verdad. No aceptan la verdad ni reflexionan y se conocen a sí mismas, y no tienen un corazón arrepentido, sino una fe en Dios embrollada y confusa. Hacen lo que les pide la casa de Dios sin ocasionar perturbaciones ni interrupciones. Si se les pregunta: “¿Tienes nociones?”. “No”. “¿Tienes actitudes corruptas?”. “No”. “¿Deseas alcanzar la salvación?”. “No sé”. “¿Reconoces que las palabras de Dios son la verdad?”. “No sé”. Si les preguntas cualquier cosa, contestan que no saben. ¿Tienen un problema estas personas? (Sí). Sí, pero creen que no es un problema y que no hace falta resolverlo. La Biblia dice: “Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Esa frase, “te vomitaré de mi boca” es el principio para encargarse de esas personas, el resultado que reciben. No ser ni frío ni caliente quiere decir que estas personas no tienen ninguna opinión; que, por más que les hables de cuestiones relativas a la transformación de carácter o a la salvación, se quedan indiferentes. ¿Qué significa “indiferentes” aquí? Que no tienen interés por esas cuestiones y no están dispuestas a oír hablar de ellas. Puede que algunos aleguen: “¿Qué hay de malo en no tener opiniones o manifestaciones de corrupción?”. ¡Eso es una estupidez absoluta! Son personas sin alma, muertas, ni frías ni calientes, y es imposible que Dios obre en ellas. Cuando se trata de personas que no pueden salvarse, Dios simplemente las vomita y termina con ellas. No obra en ellas, y nosotros no les haremos ningún tipo de evaluación; tan solo las ignoraremos. Si hay gente así en la iglesia, puede quedarse mientras no perturbe; si lo hace, hay que expulsarla. Esto es fácil de resolver. Mis palabras se dirigen a aquellos capaces de aceptar la verdad, que desean perseguirla y tienen una actitud clara al respecto, que reconocen tener actitudes corruptas y que pueden salvarse; se dirigen a aquellos capaces de comprender las palabras de Dios y de oír Su voz, a las ovejas de Dios: esas son las personas a las que se dirigen las palabras de Dios. Las palabras de Dios no se dirigen a aquellos que no son ni fríos ni calientes hacia Él. Esa gente no tiene interés por la verdad y no es ni fría ni caliente respecto a las palabras y la obra de Dios. La manera de encargarse de dichas personas pasa por decirles: “Vete. Tu forma de ser no tiene nada que ver conmigo”: ignorarlas y no malgastar esfuerzos con ellas.

Acabamos de hablar de algunos ejemplos negativos relativos al tema de la búsqueda de la verdad. Inconscientemente, la gente suele idear justificaciones, excusas y pretextos diversos para negar sus manifestaciones de actitudes corruptas; por supuesto, también suele ocultar la existencia de aquellas, con lo que engaña a los demás y se engaña a sí misma. Estos son los caminos necios y estúpidos del hombre. Por un lado, la gente reconoce que todas las palabras de Dios que juzgan al hombre son la verdad; por otro, niega la existencia de sus propias actitudes corruptas, así como de sus conductas erradas, que vulneran la verdad. Esto es claro indicio de que no acepta la verdad. Independientemente de si niegas o reconoces que tienes un carácter corrupto, o de si das excusas, justificaciones o argumentos engañosos por tus manifestaciones de conductas corruptas —en resumen, si no aceptas la verdad—, no puedes recibir la salvación de Dios. Esto es indiscutible. Todo aquel que no persiga para nada la verdad quedará, a la larga, puesto en evidencia y descartado por muchos años que haya sido creyente. Este resultado es aterrador. No falta mucho tiempo para que caigan los desastres y tú seas revelado, y cuando lleguen los desastres, tendrás miedo. Puede que tengas muchas justificaciones y abundantes excusas o que estés bien disfrazado y bien metido en una envoltura, pero hay un hecho que no se puede negar: tu carácter corrupto está intacto, no se ha transformado en absoluto. No puedes conocerte sinceramente, eres incapaz de arrepentirte sinceramente y, al final, no podrás transformarte ni someterte a Dios sinceramente y Dios no cambiará de idea sobre ti. ¿No tendrás entonces un gran problema? Estarás en peligro de ser descartado. Por eso toda persona inteligente dejaría estas excusas insensatas y estas justificaciones necias y se despojaría de disfraces y envolturas. Afrontaría adecuadamente las actitudes corruptas que brotan de ella y emplearía los métodos correctos para abordarlas y corregirlas, esforzándose para que todos sus actos y conductas sean buenas acciones, de modo que Dios cambie de idea sobre ella. Si Dios cambia de idea sobre ti, esto demuestra que realmente te ha absuelto de tu rebeldía y tu resistencia previas. Sentirás paz y gozo y ya no te sentirás reprimido, como si te hubieras quitado un peso de encima. Esta sensación es la ratificación de tu espíritu: ahora tienes esperanza de salvación. Esta esperanza es a cambio de los precios que has pagado por perseguir la verdad y por tus buenas acciones. Es el resultado que obtuviste al perseguir la verdad y realizar buenas acciones. Por el contrario, es posible que ya te creas lo suficientemente listo y busques abundantes justificaciones con las que defenderte y exculparte cada vez que brota corrupción de ti. Puede que ocultes y disimules tu carácter corrupto para así evitar hábilmente tener que recapacitar sobre él y conocerlo, como si de ti no hubiera brotado corrupción alguna. Puedes creerte muy listo por evitar una y otra vez que te dejen en evidencia los diversos ambientes que Dios ha dispuesto. No habrás reflexionado ni te habrás conocido, no habrás alcanzado la verdad y habrás perdido muchas oportunidades de ser perfeccionado por Dios. ¿Qué consecuencias tendrá esto? Dejemos a un lado por ahora si eres capaz de arrepentirte o de alcanzar la salvación, y digamos simplemente que, si Dios te da reiteradas ocasiones de arrepentirte y ninguna de ellas jamás te apremia a cambiar de idea, entonces tendrás un gran problema. ¿Qué más dará lo bien que te defiendas, lo bien que te presentes, lo bien que disimules, lo bien que te excuses y justifiques? Si Dios te ha dado oportunidades una y otra vez y esto ni siquiera te ha apremiado a cambiar de idea, estás en peligro. ¿Sabes de qué peligro se trata? Que sigues excusando obstinadamente tu carácter corrupto, dando excusas y justificaciones para no perseguir la verdad y mostrando resistencia y rechazo hacia el juicio de Dios y Su obra, pero crees que estás muy bien y que tienes la conciencia limpia. Te niegas a que la casa de Dios te supervise, pode y trate, con lo que eludes reiteradamente el juicio, el castigo y la salvación de Dios con un corazón rebosante de rebeldía hacia Él; Dios ya abomina de ti y ya te ha abandonado, pero piensas que aún puedes ser salvo. ¿No sabes que ya has ido cada vez más lejos por la senda equivocada y ya no hay redención para ti? Dios reina en Su casa. ¿Crees estar fuera del alcance de Dios cuando te resistes a Él y cometes una amplia variedad de maldades? No aceptas el juicio y castigo de Dios, no has recibido la verdad y vida y no tienes ningún testimonio vivencial. Por eso te condena Dios. Tú mismo te estás acarreando la catástrofe. Eso no tiene nada de inteligente: es necedad, ¡una gran necedad! ¡Es catastrófico! Lo hemos expuesto aquí. Si no lo crees, espera y verás. Más te vale no pensar que, si tienes un montón de justificaciones para no perseguir la verdad y sí elocuencia y maquinaciones, si nadie puede callarte y los hermanos y hermanas no pueden dejarte en evidencia, y si la iglesia no tiene justificación para expulsarte, entonces la casa de Dios no puede hacerte nada en absoluto. En eso te equivocas. No paras de contender con Dios; ¡a ver cuánto tiempo puedes competir con Él! ¿Podrás competir con Él hasta el día en que premie a los buenos y castigue a los malos después de concluida Su obra? ¿Puedes asegurar que no morirás en los desastres, que sobrevivirás a ellos? ¿De veras tienes soberanía sobre tu propio destino? Puede que con tus justificaciones y excusas te libres de la investigación de la casa de Dios durante un tiempo; quizá con ellas puedas prolongar tu innoble existencia durante un tiempo. Tal vez puedas ofuscar temporalmente a la gente y seguir disimulando y engañando a otros en la iglesia y ocupando un asiento allí; sin embargo, no puedes librarte del control ni del escrutinio de Dios. Dios decide el resultado de una persona en función de si esta tiene o no la verdad; Él lleva a cabo Su obra y Su trilla. Sin importar qué clase de persona ni qué diablo seas, no puedes librarte del juicio y la condena de Dios. En cuanto el pueblo escogido de Dios comprenda la verdad y adquiera discernimiento, nadie podrá librarse: en ese momento te expulsarán de la iglesia. Puede que algunos no estén convencidos y refunfuñen: “He ido de aquí para allá por Dios, he trabajado muchísimo por Él y he pagado un gran precio. Abandoné a mi familia y mi matrimonio; di mi juventud por Dios y Su obra. Abandoné mi profesión y dediqué la energía de media vida porque creía seguro que recibiría las bendiciones que Él otorga. ¡Jamás imaginé que me descartaría por no perseguir la verdad y no practicarla nunca!”. ¿No sabes que la verdad impera en la casa de Dios? ¿No tienes claro a quiénes premia Dios y a quiénes bendice? Si tu renuncia y esfuerzo han derivado en un auténtico testimonio vivencial y, además, dan testimonio de la obra de Dios, Él te premiará y bendecirá. Si tu renuncia y esfuerzo no son auténtico testimonio vivencial, y ni mucho menos testimonio de la obra de Dios, sino testimonio de ti mismo, una petición a Dios para que reconozca tus logros, entonces vas por la misma senda que Pablo. Lo que haces es maldad y resistencia hacia Dios, y Dios te dirá: “¡Aléjate de Mí, malhechor!”. ¿Y qué implicará esto? Será la demostración de que eres un apestado, condenado a caer en los desastres y a ser castigado. Padecerás la catástrofe. Pablo era superior a la persona promedio de su tiempo en cuestión de estatus, del trabajo que hacía, de su competencia y sus dotes, pero ¿cuál fue el resultado? En su fe en Dios, y de principio a fin, Pablo estuvo intentando hacer tratos con Dios, poner condiciones; aspiraba a recibir un premio y una corona de Dios. Al final no se arrepintió sinceramente ni realizó muchas buenas acciones y, naturalmente, estaba lejos de tener mucho testimonio vivencial auténtico. ¿Podría haber recibido el perdón de Dios sin ni siquiera haberse arrepentido sinceramente? ¿Podría haber conseguido que Dios cambiara de idea sobre él? Imposible. Pablo dedicó toda su vida al Señor, pero, por seguir la senda de un anticristo y negarse rotundamente a arrepentirse, no solo no fue premiado, sino que fue castigado por Dios. No hace falta decir que las consecuencias que padeció fueron catastróficas. Por ello, ahora te digo claramente que, si no eres una persona que persiga la verdad, deberías, al menos, tener un poco de sentido y no discutir con Dios ni apostarte tu resultado y tu destino como si estuvieras jugando. Eso es intentar hacer un trato con Dios, una forma de resistirse a Él. ¿Qué buen desenlace pueden tener quienes creen en Dios, pero se resisten a Él? La gente se vuelve dócil ante la muerte; aquellos que son insensibles a la razón no abandonan sus costumbres hasta que no están a las puertas de la muerte. Para salvarse, el mejor método, el más sencillo y aconsejable, es dejarse de excusas, justificaciones y condiciones, y aceptar y perseguir la verdad con los pies firmes sobre la tierra, con lo cual Dios cambiará de idea sobre ti. Cuando Dios cambie de idea sobre ti, tendrás esperanza de ser salvo. La esperanza de salvación del hombre es un don de Dios, y la condición previa para que Dios te dé esta esperanza es que renuncies a todo cuanto aprecias y lo abandones todo por seguirlo a Él y por perseguir la verdad sin intentar hacer tratos con Él. No importa que seas mayor o joven, hombre o mujer, formado o iletrado, ni tampoco dónde naciste. Dios no se fija en ninguna de estas cosas. Tal vez digas: “Yo tengo buen talante. Soy paciente, tolerante y compasivo. Si sigo siendo paciente hasta el final, eso hará que Dios cambie de idea sobre mí”. Esas cosas son inútiles. Dios no se fija en tu talante, ni en tu personalidad, ni en tu formación ni en tu edad, ni importa cuánto hayas sufrido ni cuánto hayas trabajado. Dios te preguntará: “En todos tus años de fe, ¿se ha transformado tu carácter? ¿Según qué cosas vives? ¿Has perseguido la verdad? ¿Has aceptado las palabras de Dios?”. Puede que tú respondas: “Las he escuchado y aceptado”. Entonces Dios te preguntará: “Puesto que las has escuchado y aceptado, ¿se ha corregido tu carácter corrupto? ¿Te has arrepentido sinceramente? ¿Te has sometido a las palabras de Dios y las has aceptado sinceramente?”. Tú argumentas: “He sufrido y pagado un precio; me he esforzado, he abandonado cosas y he hecho ofrendas; también he ofrecido mis hijos a Dios”. Todas tus ofrendas son inútiles. Esas cosas no pueden cambiarse por las bendiciones del reino de los cielos ni utilizarse para que Dios cambie de idea sobre ti. La única manera de conseguir que Dios cambie de idea sobre ti pasa por tomar la senda de búsqueda de la verdad. No hay otra opción. El hombre no debe ser oportunista ni astuto en cuanto a la salvación, y no hay ninguna vía de escape. ¿Lo entiendes? Debes tenerlo claro. No te confundas; aunque tú te confundas, Dios no. ¿Y qué debes hacer a partir de ahora? Cambia de actitud y de punto de vista, y que las palabras de Dios sean tu fundamento hagas lo que hagas. La verdad no puede ser reemplazada por ninguna bondad, ninguna excusa, ninguna filosofía, ningún conocimiento, ninguna moral ni ninguna ética provenientes del hombre, y ni siquiera por la conciencia ni por la supuesta integridad y dignidad del hombre. Deja estas cosas de lado, acalla el corazón y busca el fundamento de todas tus conductas y acciones en las palabras de Dios. Y mientras lo haces, busca la revelación por parte de Dios de los diversos aspectos del carácter corrupto del hombre en Sus palabras. Compárate con ellas y corrige tus actitudes corruptas. Esfuérzate por conocerte cuanto antes, desecha la corrupción y apresúrate a arrepentirte y a cambiar. Renuncia a la maldad y busca los principios verdad en tus conductas y acciones, basando todas ellas en las palabras de Dios; de ninguna manera debes basar estas cosas en las nociones y fantasías humanas. De ninguna manera debes intentar hacer un trato con Dios; no debes intentar cambiar tus insignificantes sufrimientos y sacrificios por las recompensas y bendiciones de Dios. Deja de hacer esas tonterías, no sea que Dios se enoje contigo, te maldiga y te elimine. ¿Está claro? ¿Lo habéis entendido? (Sí). Pues meditadlo detenidamente en lo sucesivo.

Todo aquello de lo que acabamos de hablar estaba relacionado con la búsqueda de la verdad y, aunque no hemos dado una respuesta específica a la pregunta conceptual de qué implica perseguir la verdad, sí hemos compartido enseñanzas orientadas a las diversas ideas erróneas y los conocimientos falaces del hombre sobre la búsqueda de la verdad, así como a la variedad de dificultades y problemas presentes cuando esta se persigue. Para terminar, me gustaría resumir lo que implica perseguir la verdad, las formas en que se manifiesta la búsqueda de la verdad y cuál es exactamente la senda de práctica para perseguir la verdad. Entonces, ¿qué implica perseguir la verdad? Perseguir la verdad supone empezar a practicar y experimentar las palabras de Dios, y así lograr comprender la verdad y entrar en la realidad verdad por medio de la experiencia de las palabras de Dios, y convertirse en alguien que realmente conoce y obedece a Dios. Ese es el resultado final de la búsqueda de la verdad. Por supuesto, la búsqueda de la verdad es un proceso de varios pasos dividido en varias etapas. Cuando hayas leído las palabras de Dios y hayas descubierto que son la verdad y la realidad, comenzarás a hacer introspección en ellas y lograrás conocerte. Verás que eres muy rebelde y que de ti brota mucha corrupción. Anhelarás poder poner en práctica la verdad y alcanzar la sumisión a Dios, y empezarás a esforzarte por llegar a la verdad. Ese es precisamente el resultado de la introspección y el autoconocimiento. A partir de ese momento comienza tu experiencia vital. Cuando te pones a investigar y analizar los estados y problemas que surgen de tu carácter corrupto, esto demuestra que has empezado a perseguir la verdad. Podrás meditar y analizar activamente cualquier problema que se produzca o cualquier corrupción que brote de ti. Y cuando te des cuenta de que, en efecto, se trata de manifestaciones de corrupción y de un carácter corrupto, como es natural, buscarás la verdad y te pondrás a resolver esos problemas. La entrada en la vida comienza por la introspección; ese es el primer paso de la búsqueda de la verdad. Inmediatamente, y por medio de la introspección y el autoconocimiento, verás que todas las palabras de revelación de Dios concuerdan con la realidad. Entonces podrás someterte a ellas de corazón y aceptar su juicio y castigo. Este es el segundo paso de la búsqueda de la verdad. La mayoría es capaz de aceptar las palabras de Dios que revelan las conductas corruptas del hombre, pero no acepta fácilmente las que exponen la esencia corrupta del hombre. Tras leer las palabras de Dios no reconoce la gran profundidad de su propia corrupción; solamente reconoce las palabras de Dios que revelan las conductas corruptas del hombre. Por eso no puede aceptar de corazón el juicio y castigo de Dios. Por el contrario, lo deja de lado. Algunos dicen: “Yo solo tengo algunas conductas corruptas, pero puedo hacer cosas buenas. Soy buena persona, no soy de Satanás. Creo en Dios, así que debo ser de Dios”. ¿No son tonterías? Naciste en el mundo humano, has vivido bajo el poder de Satanás y has recibido la educación de la cultura tradicional. Tu herencia innata y el conocimiento que has aprendido provienen de Satanás. Todas las personas importantes y famosas a las que veneras vienen de Satanás. ¿Decir que no eres de Satanás te permitirá librarte de su corrupción? Es como los niños pequeños, capaces de mentir e insultar desde el momento en que abren la boca. ¿Quién les enseña a hacerlo? Nadie. ¿Qué otra cosa podría ser eso sino consecuencia de la corrupción de Satanás? Esta es la realidad. La gente no ve a Satanás y los espíritus malignos del mundo espiritual, pero los demonios vivientes y los reyes de los diablos están por todos lados en el mundo humano. Todos ellos son encarnaciones de Satanás. Este es un hecho que debe reconocer toda persona. Aquellos que comprenden la verdad pueden descubrir estas cosas y reconocer que todas las palabras de revelación de Dios son realidades. Puede que algunos hablen de que se conocen a sí mismos, pero nunca reconocen que las corrupciones reveladas por las palabras de Dios son objetivas ni que Sus palabras son la verdad. Esto equivale a no poder aceptar la verdad. Si uno no reconoce que tiene un carácter corrupto, no puede arrepentirse sinceramente. Desde luego, uno debe experimentar la obra de Dios durante un tiempo para reconocer y aceptar el hecho de que toda persona tiene actitudes corruptas. Una vez que haya dejado brotar muchas actitudes corruptas, naturalmente, se humillará para someterse ante esa realidad. No tendrá más remedio que reconocer que todas las palabras de Dios que revelan, juzgan y condenan al hombre son un hecho y la verdad, y aceptarlas por completo. Eso es lo que quiere decir ser conquistado por las palabras de Dios. Cuando la gente es capaz de conocer sus actitudes y su esencia corruptas sobre la base de las palabras de Dios, y admite que tiene un carácter satánico y que su corrupción está muy arraigada, puede aceptar plenamente el juicio y castigo de Dios y someterse a ellos. Estará dispuesta a someterse a las palabras de Dios que revelan y juzgan a la humanidad por muy duras o punzantes que sean. Cuando hayas entendido y sepas un poco cómo las palabras de Dios definen, clasifican y condenan a la humanidad corrupta, así como su modo de juzgarla y revelarla; cuando hayas aceptado sinceramente el juicio y castigo de las palabras de Dios y hayas empezado a conocer tu carácter y esencia corruptos; cuando hayas comenzado a odiar tu carácter corrupto, a Satanás y tu propia carne; y cuando anheles alcanzar la verdad, vivir como debe hacerlo un ser humano y convertirte en alguien que se someta sinceramente a Dios, entonces empezarás a centrarte en aspirar a transformar tu carácter. Este es el tercer paso de la búsqueda de la verdad.

Conocerse realmente a uno mismo supone reflexionar sobre el propio carácter corrupto y conocerlo en función de las palabras de Dios, con lo que se llega a conocer la propia esencia corrupta y la realidad de la propia corrupción. Cuando una persona haga esto, verá con total claridad el gran calado de la corrupción de la humanidad: que esta no vive como debería, que vive únicamente con actitudes corruptas y que está desprovista de la más mínima conciencia o razón. Descubrirá que todos los puntos de vista de la gente sobre las cosas provienen de Satanás, que ninguno de ellos es correcto ni acorde con la verdad, que las preferencias de la gente, sus afanes y las sendas por las que opta están adulterados con los venenos de Satanás, y que todos ellos albergan los deseos absurdos del hombre y su intención de recibir bendiciones. Descubrirá que las actitudes que brotan del hombre son precisamente el carácter y la esencia naturaleza de Satanás. No es sencillo conocerse a uno mismo hasta ese punto; eso solo puede conseguirse sobre la base de las palabras de Dios. Si se hace sobre la base de las teorías, los discursos y las ideas morales de la cultura tradicional, ¿es posible alcanzar el auténtico autoconocimiento? Por supuesto que no. Tu carácter corrupto proviene de estas filosofías y teorías satánicas. ¿No sería absurdo basar tu autoconocimiento en estas cosas, que son de Satanás? ¿No sería cometer una insensatez a ciegas? Por consiguiente, el autoconocimiento debe basarse en las palabras de Dios. Las palabras de Dios son la única verdad y el único criterio con el que se evalúan todas las personas, asuntos y cosas. Si realmente entiendes que las palabras de Dios son la verdad y el único fundamento correcto con el que evaluar a toda persona, asunto y cosa, tienes un camino hacia adelante. Entonces podrás vivir en la luz, lo cual es vivir ante Dios. Cuando, en las palabras de Dios, la gente adquiere auténtico conocimiento de su esencia corrupta, ¿cómo se comporta y practica posteriormente? (Se arrepiente). Exacto. Cuando una persona ha llegado a conocer su esencia naturaleza, el remordimiento surge naturalmente en su interior, y comenzará a arrepentirse. Esto significa que aspirará a deshacerse de sus actitudes corruptas y a dejar de vivir de acuerdo con las actitudes satánicas. Por el contrario, vivirá y se comportará según las palabras de Dios y será capaz de someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Esto es verdadero arrepentimiento. Este es el cuarto paso de la búsqueda de la verdad. Ya tenéis claro todos lo que es el verdadero arrepentimiento; así pues, ¿cómo debéis practicarlo? Practica el cambio de ti mismo. Esto significa renunciar a las cosas a las que te aferras y que crees correctas, no vivir de acuerdo con tu carácter satánico y estar dispuesto a practicar la verdad según las palabras de Dios. Esto es lo que significa cambiarte a ti mismo. Concretamente, primero debes renegar de ti mismo y distinguir, según las palabras de Dios, si tus pensamientos, ideas, actos y acciones se ajustan a la verdad, y cómo surgieron. Si compruebas que estas cosas son propias de un carácter corrupto y nacidas de las filosofías satánicas, debes adoptar una actitud de condena y maldición hacia ellas. Esto propicia el abandono de la carne y de Satanás. ¿Qué clase de comportamiento es este? ¿No es el de la negación, el rechazo, la renuncia y el abandono de tu carácter corrupto? Renegar de las cosas que crees correctas, renunciar a tus intereses, abandonar tus intenciones incorrectas y, así, lograr cambiar de rumbo no es tan simple y tiene muchos pormenores concretos. Si estás dispuesto a arrepentirte, pero te limitas a afirmarlo y no reniegas de tu carácter corrupto, no lo rechazas, no renuncias a él ni lo abandonas, esto no es una manifestación de arrepentimiento y todavía no has entrado de forma práctica en el arrepentimiento. ¿Cómo se manifiesta el verdadero arrepentimiento? En primer lugar, reniegas de aquellas cosas que crees correctas, como tus nociones sobre Dios y tus exigencias hacia Él, y de cosas como tus puntos de vista sobre las cosas, tus métodos y formas de abordar los problemas, tu experiencia humana, etc. La negación de todas estas cosas es una práctica concreta de arrepentimiento de corazón y de conversión a Dios. Solo puedes renunciar a las cosas incorrectas cuando las has descubierto y renegado de ellas. Si no reniegas de estas cosas y sigues creyendo que son buenas y correctas, no podrás renunciar a ellas, aunque los demás te digan que lo hagas. Dirás: “Estoy muy bien educado y tengo gran experiencia. Creo que estas cosas son correctas, ¿por qué debería renunciar a ellas?”. Si te aferras a tus costumbres y te empeñas en ello, ¿podrás aceptar la verdad? No sería nada fácil. Si quieres alcanzar la verdad, primero debes renegar de aquellas cosas que crees correctas y positivas y tener claro que son negativas en esencia, que tienen su origen en Satanás, que todas ellas son falacias capciosas y que aferrarse a cosas satánicas tan solo te lleva a hacer el mal, a resistirte a Dios y, finalmente, a ser castigado y aniquilado. Si tienes claro que los pensamientos y venenos con los que Satanás corrompe al hombre son capaces de llevar a la destrucción de este, podrás abandonarlos por completo. Por supuesto, la negación, el rechazo, la renuncia, el abandono, etc., son enfoques y métodos que uno adopta frente a las fuerzas y la naturaleza de Satanás, así como frente a las filosofías, la lógica, las ideas y los puntos de vista con los que él engaña a la gente. Por ejemplo, renunciar a los intereses de la propia carne, abandonar las preferencias y los afanes de la propia carne, renunciar a las filosofías, a las ideas, a las herejías y a las falacias de Satanás, abandonar la influencia de Satanás y sus fuerzas malignas. Toda esta serie de prácticas son métodos y sendas mediante los cuales la gente puede practicar el arrepentimiento. Para entrar en el verdadero arrepentimiento, uno debe comprender muchas verdades; será entonces cuando podrá negarse a sí mismo y abandonar la carne por completo. Por ejemplo, supón que te crees entendido y con abundante experiencia y crees que deberías ser un recurso valioso y de gran utilidad para la casa de Dios. Y sin embargo, tras haber escuchado durante varios años sermones sobre la verdad y haber comprendido algunas verdades, te parece que tu conocimiento y tu aprendizaje son inútiles y no tienen la menor utilidad para la casa de Dios. Entiendes que son la verdad y las palabras de Dios las que pueden salvar a la gente y que es la verdad la que puede ser la vida de una persona. Llegas a percibir que, por mucho conocimiento o experiencia que tenga una persona, eso no significa que posea la verdad y que, por mucho que se ajusten las cosas humanas a las nociones humanas, no son la verdad. Te das cuenta de que todas ellas provienen de Satanás, y que todas ellas son cosas negativas sin relación alguna con la verdad. Por mucha formación, conocimiento o experiencia que tengas, de poco te sirve si no comprendes los asuntos espirituales y no puedes entender la verdad. Si tuvieras que servir como líder, no tendrías la realidad verdad y no sabrías resolver los problemas. Si tuvieras que escribir un ensayo sobre un testimonio vivencial, no te saldrían las palabras. Si tuvieras que dar testimonio de Dios, no tendrías conocimiento de Él. Si tuvieras que difundir el evangelio, no sabrías enseñar la verdad y corregir las nociones de la gente. Si tuvieras que regar a los recién llegados, no tendrías clara la verdad de las visiones y solamente sabrías predicar palabras y doctrinas. Si no eres capaz de corregir tus propias nociones, ¿cómo puedes corregir las de los recién llegados? Si no puedes hacer este trabajo, ¿qué puedes hacer? Si se te pidiera que te esforzaras, te parecería un desperdicio de tu talento. Dices que tienes talento, pero no eres capaz de ocuparte de ninguna tarea ni de cumplir bien con ningún deber; entonces, ¿qué sabes hacer exactamente? No es que la casa de Dios no quiera utilizarte, sino que tú no has cumplido con el deber que te corresponde cumplir. No puedes culpar de ello a la iglesia. Sin embargo, tal vez pienses para tus adentros: “¿No espera Dios demasiado del hombre? Estos requisitos me superan. ¿Por qué se me exige tanto?”. Si alguien alberga una incomprensión tan grande de Dios, eso demuestra que no lo conoce y que no comprende lo más mínimo la verdad. Si crees que tus opiniones son correctas y que no es preciso cambiarlas, y si reconoces que las palabras de Dios son la verdad en teoría, pero no puedes renunciar a la basura a la que te aferras, eso demuestra que aún no comprendes la verdad. Debes presentarte ante Dios, buscar más la verdad, leer más Sus palabras y escuchar más sermones y enseñanza; así, poco a poco llegarás a entender que las palabras de Dios son la verdad. Como persona, la primera manera en que debes considerar la verdad y a Dios es con obediencia. Este es el deber ineludible del hombre. Si eres capaz de comprender estas cosas, eso significa que estás cambiando de rumbo. Cambiar de rumbo es la senda de práctica del arrepentimiento; es abandonar totalmente las cosas que antes creías correctas, las cuales provienen de Satanás, y elegir de nuevo el camino que vas a tomar. Es poner en práctica las palabras de Dios de acuerdo con Sus exigencias y con los principios verdad e ir por el camino de búsqueda de la verdad. Esto es lo que significa cambiar de rumbo. Es haberse presentado sinceramente ante Dios y haber entrado en la realidad del arrepentimiento. Cuando uno es capaz de poner en práctica la verdad, huelga decir que ha empezado a entrar en la realidad verdad y que está sinceramente arrepentido. Hasta que no se ha arrepentido sinceramente el hombre, no puede afirmarse que ha emprendido el camino hacia la salvación. Ese es el cuarto paso de la búsqueda de la verdad.

Cuando una persona se ha arrepentido sinceramente, se ha embarcado en el camino de la búsqueda de la verdad; básicamente, no alberga nociones ni malentendidos sobre la obra de Dios, está dispuesta a someterse a Su juicio y castigo y empieza a experimentar formalmente Su obra. Hay un largo período de transición entre el momento en que una persona comienza a creer en Dios y el momento en que experimenta formalmente Su juicio y castigo. Este período de transición es la fase que va desde que una persona comienza a creer en Dios hasta que se arrepiente sinceramente. Si alguien no ama la verdad, no aceptará ni el más mínimo juicio y castigo de Dios ni la más mínima verdad, y nunca podrá conocerse a sí mismo. Esa clase de personas serán descartadas. Si alguien sí ama la verdad, al leer las palabras de Dios y escuchar los sermones podrá aprender algo realmente, sabrá que la obra de Dios es la de salvación del hombre y hará introspección y se conocerá a sí mismo en las verdades que comprenda; llegará a odiar cada vez más sus actitudes corruptas y a interesarse cada vez más por la verdad, alcanzará sin darse cuenta el auténtico autoconocimiento y estará sinceramente compungido y arrepentido. Cuando aquellos que aman la verdad leen las palabras de Dios o escuchan sermones, consiguen esos resultados de forma natural. Progresivamente, llegan a conocerse y a alcanzar el arrepentimiento sincero. Una vez que uno está sinceramente arrepentido, ¿cómo debe practicar? Debe buscar la verdad en todas las cosas; le suceda lo que le suceda, debe saber buscar los principios y sendas de práctica basados en las palabras de Dios, y después empezar a practicar la verdad. Este es el quinto paso de la búsqueda de la verdad. ¿Cuál es el objetivo de la búsqueda de la verdad? Practicarla y alcanzar la sumisión a Dios. Sin embargo, para practicar la verdad hay que hacerlo según los principios verdad. Esa es la única práctica precisa de la verdad; la única con la que se puede recibir el visto bueno de Dios. Así pues, ser capaz de actuar según los principios verdad es lo que se pretende conseguir con la búsqueda de la verdad. Llegar a este paso implica que se ha entrado en la realidad de la práctica de la verdad. Se busca la verdad para corregir las actitudes corruptas del hombre. Cuando una persona es capaz de poner en práctica la verdad, sus actitudes corruptas se disipan de manera natural y su práctica de la verdad consigue el resultado que exige Dios. Ese es el proceso que lleva del arrepentimiento sincero a la práctica de la verdad. Haber vivido anteriormente inmerso en actitudes corruptas supuso vivir bajo el poder de Satanás, recibir la condena y la abominación por parte de Dios de todos los actos y conductas propios; ahora, ser capaz de aceptar la verdad, haberse arrepentido sinceramente, ser capaz de practicar la verdad y someterse a Dios, y vivir según Sus palabras, esto, por supuesto, recibe el visto bueno de Dios. Los que persiguen la verdad deben hacer introspección frecuente. Deben reconocer sus actitudes corruptas y aceptar el juicio y castigo de Dios, adquirir auténtico conocimiento de su esencia corrupta y cultivar un corazón arrepentido; deben comenzar a buscar la verdad en todas las cosas tras arrepentirse, practicar según los principios verdad y alcanzar la sumisión a Dios. Esto es lo que puede lograr la búsqueda de la verdad y la profundización gradual de la propia entrada en la vida. Si uno no se conoce realmente, es imposible que se someta al juicio y castigo de Dios o que se arrepienta sinceramente. Y si uno no se arrepiente sinceramente, continuará viviendo con un carácter satánico. No se producirá en él una auténtica transformación por muchos años que crea en Dios. Su conducta cambiará un poquito y ya está. Dado que es imposible que aquellos que no persiguen la verdad la acepten como su vida, lo cierto es que sus actos y conductas seguirán siendo manifestaciones de un carácter corrupto, y que serán incompatibles con la verdad y reacios a Dios. Los que persiguen la verdad son capaces de aceptarla como su vida, de desechar sus actitudes corruptas, de poner en práctica la verdad y de alcanzar la sincera sumisión a Dios. Los que persiguen la verdad la buscan cuando ocurren cosas que les resultan confusas. Dejan de conspirar en beneficio propio y se apartan de todo mal con un corazón compatible con Dios. Los que persiguen la verdad se someten cada vez más a Dios, y son capaces de temerlo y de apartarse del mal mientras viven cada vez más como debe vivir el hombre. Dichos cambios son imposibles para quienes no persiguen la verdad. ¿Por qué se afanan quienes no persiguen la verdad? Por el prestigio, la ganancia y el estatus; por las bendiciones y las recompensas. Sus ambiciones y deseos son cada vez mayores y no tienen la meta correcta en la vida. Sea lo que sea aquello por lo que les gusta afanarse, no se dan por vencidos si no pueden alcanzar su meta, y ni mucho menos cambian de idea. Tan pronto como las circunstancias lo permitan y el escenario sea el adecuado, serán capaces de hacer el mal y resistirse a Dios, y puede que intenten fundar un reino independiente. Esto se debe a que no tienen un corazón que tema a Dios ni que se someta a Él, y, al final, solo pueden ser destruidos por Él por cometer múltiples maldades y traicionarlo. Todos aquellos que no persiguen la verdad son personas hartas de ella, y todos aquellos que están hartos de la verdad aman el mal. Lo que veneran en cuerpo y alma no es sino el prestigio, la ganancia, el estatus y la influencia; son felices viviendo con actitudes satánicas y luchando contra el cielo, la tierra y el hombre por lograr sus objetivos. Esa vida les parece alegre; desean vivir como individuos sobresalientes y morir como héroes. Obviamente, van por el camino satánico de la aniquilación. Cuanto más comprenden la verdad aquellos que la persiguen, más aman a Dios y perciben lo valiosa que es la verdad. Están dispuestos a aceptar el juicio y castigo de Dios y, por más adversidades que padezcan, están decididos a perseguir y alcanzar la verdad. Esto significa que han emprendido la senda de la salvación y la perfección y que pueden alcanzar la compatibilidad con Dios. Sobre todo, son capaces de someterse a Dios, han vuelto a su posición original de seres creados y tienen un corazón temeroso de Dios. Pueden recibir legítimamente la dirección, la guía y las bendiciones de Dios, y Dios ya no los detesta ni rechaza. ¡Qué maravilla! Aquellos que no persiguen la verdad no pueden desechar sus actitudes corruptas, por lo que su corazón se aleja cada vez más de Dios, y están hartos de la verdad y la rechazan. En consecuencia, se vuelven cada vez más reacios a Dios y emprenden un camino de oposición a Él. Como Pablo, le piden abiertamente a Dios su recompensa. Si no la reciben, intentan discutir con Dios y oponerse a Él y, al final, se convierten en unos anticristos que revelan íntegramente el espantoso rostro de Satanás, tras lo cual Dios los maldice y aniquila. En cambio, los que van por la senda de búsqueda de la verdad son capaces de aceptarla y de someterse a ella. Son capaces de despojarse del carácter corrupto de Satanás, están dispuestos a abandonarlo todo por cumplir correctamente con su deber y retribuir el amor de Dios, y pueden llegar a ser personas que obedezcan y adoren a Dios. Una persona dispuesta a someterse a Dios, y que lo hace totalmente, ha regresado por completo a su posición original de ser creado y puede someterse a las instrumentaciones y disposiciones de Dios en todo. Esto significa que tiene una semejanza humana fundamental. ¿A qué se refiere la auténtica semejanza humana? Esta se da cuando una persona obedece y teme al Creador, igual que Job y Pedro. Esas son las personas a las que Dios bendice verdaderamente.

Los principales pasos para perseguir la verdad, de los cuales hemos hablado hoy, son así de simples. Repetidlos conmigo. (Primero, haz introspección según las palabras de Dios. Segundo, reconoce y acepta la realidad revelada por las palabras de Dios. Tercero, conoce tu carácter y esencia corruptos, y comienza a odiar tu carácter corrupto y a Satanás. Cuarto, practica el arrepentimiento y desecha todas tus malas acciones. Quinto, busca los principios verdad y practica la verdad). Estos son los cinco pasos. La práctica de cada uno de esos pasos es muy difícil para aquellos que viven inmersos en actitudes corruptas, cada paso presenta muchos impedimentos y dificultades, todos requieren de un arduo esfuerzo para practicarlos y alcanzarlos y, por supuesto, es inevitable experimentar fracasos y reveses por el camino; sin embargo, Yo os diría lo siguiente: no os desaniméis. Aunque otros te condenen diciéndote “estás acabado”, “no sirves”, “eres así, no puedes cambiar”, por desagradables que sean sus palabras, debes tener claro tu discernimiento. No te desanimes ni te rindas, pues solo la senda de búsqueda de la verdad, solo la entrada y práctica de estos pasos, te permitirán realmente eludir tu hecatombe. Las personas inteligentes optarán por dejar de lado todas sus dificultades; no eludirán los fracasos y reveses y seguirán adelante por duro que sea. Aunque te quedes en el paso de analizarte y conocerte durante tres o cinco años, o si después de ocho o diez solo sabes qué actitudes corruptas tienes, pero continúas sin poder comprender la verdad o desechar tu carácter corrupto, te diría igualmente lo mismo: no te desanimes. Aunque aún no puedas lograr un verdadero cambio, ya has entrado en los tres primeros pasos, así que ¿por qué preocuparse por no poder entrar en los dos restantes? Tranquilo: trabaja más, esfuérzate más, y lo conseguirás. También puede que algunos lleguen al cuarto paso, el arrepentimiento, pero se queden cortos en la búsqueda de los principios verdad y no puedan entrar en este paso. ¿Qué hacer entonces? Tampoco debes desanimarte. Mientras tengas la voluntad de hacerlo, debes perseverar en tu afán de buscar la verdad en todo y orar más a Dios; eso suele fructificar. Persigue como mejor puedas según tu aptitud y tus circunstancias y esfuérzate por lograr lo que puedas. Mientras hagas todo lo posible, tendrás la conciencia tranquila y sin duda podrás obtener mayores beneficios. Es bueno comprender incluso una verdad más: tu vida será un poco más feliz y alegre por ello. En resumen, la búsqueda de la verdad no es algo vacío; hay una senda concreta de práctica para cada uno de sus pasos y requiere que la gente padezca cierto dolor y pague un precio determinado. La verdad no es un campo de estudio académico, ni una teoría, ni una consigna ni un argumento; no es vacía. Cada verdad requiere que la gente la experimente y practique varios años para poder comprenderla y conocerla. No obstante, sin importar qué precio pagues ni qué esfuerzos hagas, siempre que tu enfoque, tu método, tu senda y tu rumbo sean correctos, tarde o temprano llegará el día en que cosecharás una gran recompensa, alcanzarás la verdad y podrás conocer a Dios y someterte a Él, lo que te dejará totalmente satisfecho.

8 de enero de 2022

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