Qué significa perseguir la verdad (11) Parte 1

En todo período y etapa suceden en la iglesia ciertas cosas concretas que contradicen las nociones de la gente. Por ejemplo, algunas personas enferman, se releva a líderes y obreros, otras personas son reveladas y descartadas, algunas se enfrentan a la prueba de la vida y la muerte, hay iglesias que incluso albergan personas malvadas y anticristos que perturban, etc. Estas cosas suceden de vez en cuando, pero en modo alguno son casuales. Todas ellas son fruto de la soberanía y las disposiciones de Dios. Un período muy pacífico puede verse interrumpido repentinamente por varios incidentes o acontecimientos inusuales que ocurren a vuestro alrededor, o a vosotros personalmente, y dichos sucesos rompen con el orden normal y con la normalidad de la vida de la gente. Desde fuera, estas cosas no se ajustan a las nociones y figuraciones de la gente, y las personas no quieren experimentarlas ni presenciarlas. Entonces, ¿beneficia a la gente que acontezcan? ¿Cómo debe lidiar la gente con ellas, vivirlas y entenderlas? ¿Alguno de vosotros lo ha pensado? (Debemos entender que es fruto de la soberanía de Dios). ¿Es una mera cuestión de entender que es fruto de la soberanía de Dios? ¿Habéis aprendido algo de ello? ¿Podéis entender mejor de qué manera es Dios soberano de todas estas cosas? ¿Qué implica concretamente la soberanía de Dios? ¿Qué cosas concretas se manifiestan en las personas que estas deberían conocer y comprender? ¿Habéis aprendido algo de las cosas que han sucedido a vuestro alrededor? ¿Sois capaces de aceptarlas de parte de Dios y obtener algo de ello? ¿O acaso andáis perdidos pensando “todo es fruto de la soberanía de Dios; simplemente sométete a Dios, no hay nada que pensar al respecto”, y lo dejáis pasar adoptando una visión tan simplista? ¿Cuál de estas situaciones es aplicable en vuestro caso? A veces ocurren sucesos importantes en la iglesia, como cuando en la predicación del evangelio se logran resultados sorprendentemente buenos, o se presentan dificultades inesperadas, adversidad, obstáculos, incluso perturbaciones y destrucción a cargo de fuerzas externas. En ocasiones ocurre algo inusual en determinada iglesia o entre personas que cumplen su deber. Sea en momentos normales o inusuales, ¿alguna vez habéis reflexionado sobre estas cosas extraordinarias que suceden? ¿Qué conclusión sacasteis? ¿O acaso la mayoría de las veces no entendéis nada de nada? Algunas personas solo piensan en ello para sus adentros y luego simplemente rezan una breve oración sin tan siquiera buscar la verdad para llegar a comprender un poco estas cosas. Admiten que estas cosas provienen de Dios, y ya. ¿Esto no es actuar por inercia? La mayoría de la gente simplemente sale del paso. Y cuando la gente de poquísima aptitud se topa con estas cosas, desarrolla una gran incomprensión y confusión y es fácil que llegue a poseer nociones y malentendidos sobre Dios, así como dudar sobre Su soberanía y Sus orquestaciones. De entrada, esas personas no tenían entendimiento de Dios y, cuando se topan con cosas que contradicen sus nociones, no buscan la verdad ni a nadie con quien hablar, sino que abordan dichas cuestiones según sus nociones y figuraciones para finalmente llegar a la conclusión de que “aún no está muy claro si estas cosas provienen de Dios o no”, y comienzan a recelar de Dios y hasta dudan de Sus palabras. En consecuencia, sus dudas, especulaciones y recelos hacia Dios se agravan y pierden la motivación para cumplir sus deberes. No están dispuestas a sufrir ni a sacrificarse; holgazanean y van apañándoselas día a día. Tras haber vivido algunos sucesos concretos, el poco entusiasmo, la poca determinación y el poco deseo que tenían de antemano las han abandonado sin dejar rastro, y no les quedan sino pensamientos acerca de cómo planificar su futuro y buscar una salida. Estas personas no son una minoría. Como la gente no ama la verdad y no la busca, siempre que le ocurre algo lo contempla desde su propia perspectiva sin aprender a aceptarlo de parte de Dios. No busca la verdad en las palabras de Dios para hallar las respuestas y no busca a nadie que comprenda la verdad para hablar con él y resolver estas cuestiones. En cambio, siempre aplica su conocimiento y su experiencia del mundo para analizar y juzgar las cosas que le suceden. ¿Y cuál es el resultado final? Que se queda atrapada en un incómodo estado sin salida: esa es la consecuencia de no buscar la verdad. Nada sucede por casualidad, todo lo rige Dios. Aunque la gente lo entienda y acepte en teoría, ¿cómo deben considerar las personas la soberanía de Dios? Esta es la verdad que la gente debe perseguir y comprender, y debe practicarla específicamente. Si la gente solamente reconoce la soberanía de Dios en teoría, pero no la comprende realmente y no ha corregido sus nociones y figuraciones, por muchos años que crea en Dios y muchas cosas que experimente, al final aún no podrá alcanzar la verdad. Si la gente no persigue la verdad, no puede conocer la obra de Dios. Cuantas más cosas experimente, más nociones tendrá sobre Dios, más lo cuestionará y, por supuesto, sus especulaciones, malentendidos y recelos hacia Él se agravarán. La realidad es que todo lo que sucede es fruto de la soberanía de Dios y de lo dispuesto por Él. El propósito y la trascendencia de que Dios haga todas estas cosas no es aumentar tus malentendidos y dudas acerca de Él, sino aclarar y corregir tus nociones y figuraciones internas, así como tus dudas, malentendidos y recelos hacia Él, aparte de otras cosas negativas por el estilo. Si no resuelves los problemas a tiempo cuando ocurren, una vez que estos problemas que llevas dentro se acumulen y agraven y tu entusiasmo o tu determinación ya no basten para sustentarte en el cumplimiento del deber, te hundirás en la negatividad, incluso hasta el punto de que haya riesgo de que abandones a Dios, y, desde luego, no podrás mantenerte firme. Ahora bien, algunas personas hacen a regañadientes un esfuerzo simbólico en el cumplimiento de su deber, pero únicamente para recibir bendiciones sin perseguir para nada la verdad, y se vuelven negativas cada vez que les sobreviene alguna dificultad. Así son las personas que no persiguen la verdad. Como no tienen del todo clara la verdad de las visiones ni comprenden realmente la obra de Dios, aunque cumplan su deber y se esfuercen por Dios, no tienen fortaleza interior, y la poca doctrina que entienden no puede sustentarlas mucho tiempo sin que se hundan. Si la gente no se reúne, no escucha sermones ni busca la verdad con regularidad para resolver sus problemas, no puede mantenerse firme. Por tanto, quienes cumplen sus deberes han de hablar con regularidad de la verdad, y siempre que les ocurran ciertos asuntos y empiecen a desarrollar nociones, deben solucionarlo buscando la verdad a tiempo. Solo así se asegurarán de permanecer leales en el cumplimiento de su deber y de ser capaces de seguir a Dios hasta el final.

El camino de la fe en Dios es pedregoso e irregular. Así lo dispone Dios. Pase lo que pase, independientemente de que sea como lo desea la gente, de que concuerde con sus nociones y fantasías o le resulte previsible, su acaecimiento no puede separarse de la soberanía de Dios y Sus instrumentaciones. Que Dios haga todo lo que hace es trascendental, ya que le permite a la gente aprender de ello y conocer Su soberanía. El objetivo de conocer la soberanía de Dios no es que la gente se oponga a Él ni que, tras comprenderlo, esta tenga más poder y capital con los cuales competir con Él. Más bien, se trata de que, cuando le sucedan las cosas, la gente debe aprender a aceptarlas de parte de Dios, buscar la verdad para comprenderla, practicarla para alcanzar la auténtica sumisión y tener fe sincera en Él. ¿Lo comprendéis? (Sí). Pues entonces, ¿cómo lo ponéis en práctica? ¿Es correcta vuestra senda de práctica en relación con tales cosas? ¿Consideráis cada cosa que os sucede con un corazón sumiso y una actitud de búsqueda de la verdad? Si eres alguien que busca la verdad, poseerás esa mentalidad. Cualquier cosa que te suceda la aceptarás de parte de Dios, seguirás buscando la verdad, captarás Sus intenciones y contemplarás a las personas y las cosas en función de Sus palabras. En todas las cosas que te sucedan, serás capaz de experimentar y conocer la obra de Dios, y podrás someterte a Él. Si no eres una persona que persigue la verdad, te suceda lo que te suceda, no lo considerarás según las palabras de Dios ni buscarás la verdad. Saldrás del paso y, en consecuencia, no alcanzarás verdad alguna. Dios hace perfectas a las personas disponiendo muchas cosas que no se ajustan a sus nociones, a fin de instruirlas para que busquen la verdad, comprendan Sus actos y contemplen Su omnipotencia y sabiduría, de modo que su vida madure poco a poco. ¿Por qué aquellos que persiguen la verdad experimentan la obra de Dios, alcanzan la verdad y son perfeccionados por Dios, mientras que los que no lo hacen son descartados? Porque aquellos que persiguen la verdad son capaces de buscarla sin importar lo que les suceda, con lo cual tienen la obra y el esclarecimiento del Espíritu Santo y, por consiguiente, pueden practicar la verdad, entrar en la realidad de las palabras de Dios y ser perfeccionados por Él; en cambio, aquellos que no aman la verdad ven que la obra de Dios no se ajusta a sus nociones y, aun así, no lo solucionan buscando la verdad; hasta puede que se vuelvan negativos y se quejen. Con el tiempo, sus nociones sobre Dios van en aumento y empiezan a dudar de Él y a negarlo. En consecuencia, son abandonados y descartados por la obra de Dios. Por eso la actitud de la gente hacia la verdad debe ser la de buscarla, practicarla y esforzarse por cumplir las exigencias de Dios, en vez de ser negativa y pasiva. Para experimentar la obra de Dios, las personas deben enfrentarse a muchas cosas y contemplar todas ellas según las palabras de Dios, además de dedicar más tiempo a reflexionar, buscar la verdad y hablar de ella para poder conocer la obra de Dios e ir a su ritmo. Es la única forma de que comprendan la verdad y ahonden en ella día a día, y solo así podrán arraigar en las personas las palabras de Dios y todos los aspectos de la verdad. No puede disociarse la vivencia de la obra de Dios de la vida real, y mucho menos de los entornos de las diversas personas, circunstancias y cosas que dispone Dios; si no, la gente no podrá comprender ni alcanzar la verdad. La mayoría de la gente no sabe cómo experimentar la obra de Dios cuando se le presenta un problema. No sabe cómo buscar la verdad para resolver sus nociones y figuraciones ni corregir sus interpretaciones erradas y sus ideas absurdas. Por ello, a pesar de experimentar muchas cosas, no comprende la verdad y no obtiene nada a cambio; es una pérdida de tiempo. Le suceda lo que le suceda a la gente, lo que a la larga debe practicar es la sumisión a las orquestaciones y disposiciones de Dios. Esta sumisión no quiere decir que la gente deba someterse de forma negativa, pasiva o como última opción, sino que debe tener una intención positiva y proactiva y una senda de práctica de la verdad. ¿Qué significa someterse a las orquestaciones y disposiciones de Dios? Significa que, disponga lo que disponga Dios, te suceda lo que te suceda, deja que Dios lo haga y aprende a someterte a Él. No tengas deseos ni planes personales y no trates de hacer las cosas a tu manera. Todo aquello que a la gente le gusta, por lo que se afana y que anhela es absurdo y descabellado. La gente se rebela contra Dios en exceso. Él le pide a la gente que vaya hacia el este, pero la gente no quiere ir hacia el este. Aunque se someta a regañadientes, para sus adentros sigue pensando en ir hacia el oeste. Esto no es auténtica sumisión. La auténtica sumisión implica que cuando Dios te diga que vayas hacia el este, tú debes ir hacia el este y abandonar y rechazar todo pensamiento de ir hacia el norte, el sur o el oeste, ser capaz de rebelarse contra la voluntad de la carne y luego practicar siguiendo la senda y el rumbo que Dios te ha señalado. Esto es lo que implica la sumisión. ¿Cuáles son los principios de práctica de la sumisión? Escuchar las palabras de Dios y someterse y practicar de acuerdo con lo que dice Dios. No albergues intenciones propias ni seas caprichoso. Tanto si comprendes claramente las palabras de Dios como si no, debes ponerlas en práctica con resignación y hacer las cosas según Sus exigencias. Con el proceso de práctica y vivencia llegarás a comprender inconscientemente la verdad. Si afirmas de boquilla que te sometes a Dios, pero nunca te desprendes de tus planes y deseos internos ni te rebelas contra ellos, ¿no es eso decir una cosa y pensar otra? (Sí). No es auténtica sumisión. Si no te sometes sinceramente, tendrás muchas exigencias hacia Dios cada vez que te sucedan cosas, y para tus adentros estarás impaciente por que Dios cumpla tus exigencias. Si Dios no hace lo que deseas, te sentirás muy angustiado y disgustado, sufrirás mucho y no serás capaz de someterte a la soberanía y las disposiciones de Dios ni a los entornos que Él ha dispuesto para ti. ¿Por qué? Porque siempre tienes exigencias y deseos, no puedes desprenderte de tus ideas personales y quieres ser el que lleve la voz cantante. Por tanto, cada vez que te topas con cosas que contradicen tus nociones, no puedes someterte y te cuesta someterte a Dios. Aunque la gente sabe en teoría que debe someterse a Dios y desprenderse de sus ideas, simplemente no puede, pues teme constantemente que se verá desfavorecida y perjudicada. Dime, ¿esto no le ocasiona grandes dificultades? ¿No aumenta entonces su angustia? (Sí). Si puedes renunciar a todo y desprenderte de las cosas que te gustan y exiges, pero que son contrarias a las intenciones de Dios, si puedes desprenderte de ellas activa y voluntariamente y no ponerle condiciones a Dios, sino estar dispuesto a hacer lo que Él exija, entonces tu dificultad interior será mucho menor y los obstáculos también. Si se diluyen los obstáculos para que una persona se someta a Dios, ¿no se diluye su angustia? A medida que se diluye su angustia, se diluye drásticamente el sufrimiento al que está sometida innecesariamente. ¿Vais a experimentar vosotros de este modo? Es probable que todavía no. Hay personas que cuando ven que alguien se topa con dificultades, inmediatamente se protegen poniéndose en el lugar de esa persona. Cada vez que ven que alguien padece algún tipo de angustia, enfermedad, tribulación o calamidad, piensan inmediatamente en sí mismos y se preguntan: “Si esto me ocurriera a mí, ¿qué haría? Parece que los creyentes pueden toparse igualmente con estas cosas y padecer estos tormentos. Entonces, ¿qué clase de Dios es Él exactamente? Si Dios es tan desconsiderado con los sentimientos de ese individuo, ¿me tratará igual a mí? Esto demuestra que Dios no es confiable. En cualquier lugar y momento, dispone un entorno inesperado para la gente, y puede ponerla constantemente en situaciones bochornosas y en cualquier circunstancia”. Temen que, si no creen, no recibirán bendiciones, pero que si siguen creyendo conocerán el desastre. Así, cuando la gente ora ante Dios, se limita a decir: “Dios mío, te ruego que me bendigas”, y no se atreve a decir: “Dios mío, te pido que me pruebes, me disciplines y hagas Tu voluntad; estoy dispuesto a aceptarla”; no se atreve a orar de esa forma. Tras algunos reveses y fracasos, la determinación y la valentía de las personas menguan, y estas adquieren otro “entendimiento” del carácter justo de Dios, de Su castigo y juicio y de Su soberanía y, asimismo, empiezan a sentir recelo hacia Él. De este modo, hay un muro, un distanciamiento, entre las personas y Dios. ¿Está bien que la gente tenga estos estados? (No). Y vosotros, ¿tendéis a tener estos estados? ¿Vivís inmersos en dichos estados? (Sí). ¿Cómo deben resolverse estos problemas? ¿Está bien no buscar la verdad? Si no comprendéis la verdad y no tenéis fe, os costará seguir a Dios hasta el final y os hundiréis cada vez que os topéis con desastres y calamidades, ya sean naturales o provocados por el hombre.

Tras pasar por una prueba, Job pronunció estas palabras: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21).* Hoy en día, muchos aprenden a recitar esta frase y lo hacen elocuentemente. No obstante, cada vez que la recitan, solo piensan en que es Jehová quien da, pero nunca en qué pasará cuando Jehová quite y qué angustia, dificultad y situación incómoda experimentará entonces la gente, ni en cómo se transformará el corazón de las personas con el entorno. Nunca han reflexionado sobre ello y simplemente siguen recitando “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová”*, hasta el punto de utilizar esta frase a modo de consigna y doctrina que sacan a relucir en toda ocasión. En su cabeza, lo único en lo que pueden pensar es en todas las gracias, bendiciones y promesas que Jehová otorga a las personas, pero nunca piensan, o no pueden imaginar, qué ocurrirá cuando Jehová les quite todas estas cosas. Todo aquel que llega a creer en Dios solamente está preparado para aceptar la gracia, las bendiciones y las promesas de Dios, y solo está dispuesto a aceptar Su bondad y compasión. Sin embargo, nadie espera ni se prepara para aceptar el castigo y juicio de Dios, Sus pruebas, Su refinación ni Su desposeimiento, y ni una sola persona se prepara para aceptar el juicio y castigo de Dios, Su desposeimiento ni Sus maldiciones. ¿Es normal o anormal esta relación entre las personas y Dios? (Anormal). ¿Por qué respondes que anormal? ¿En qué falla? Falla en que la gente no tiene la verdad. La gente tiene demasiadas nociones y figuraciones, malinterpreta constantemente a Dios y no soluciona estas cosas buscando la verdad, lo que hace más probable que surjan problemas. En concreto, la gente solo cree en Dios para que la bendiga. Solo quiere hacer un trato con Dios y exigirle cosas, pero no persigue la verdad. Esto es muy peligroso. En cuanto se encuentra con algo que contradice sus nociones, inmediatamente empieza a tener nociones, quejas y malentendidos con respecto a Dios, y hasta puede llegar al punto de traicionarlo. ¿Son graves las consecuencias de esto? ¿Qué senda sigue la mayoría de la gente en su fe en Dios? Aunque hayáis escuchado muchísimos sermones y creáis haber llegado a comprender bastantes verdades, lo cierto es que aún transitáis la senda de la fe en Dios tan solo para saciaros de pan. Si tu mente ya está preparada para aceptar el juicio y el castigo, las pruebas y la refinación; te has preparado mentalmente para padecer el desastre y si, por mucho que te esfuerces por Dios y te sacrifiques en el cumplimiento de tu deber, efectivamente, te enfrentaras a las pruebas de Job y Dios te desposeyera de todos tus bienes hasta el extremo de que tu vida estuviera a punto de terminar, ¿qué harías? ¿Cómo asumirías la soberanía y las disposiciones de Dios? ¿Cómo deberías asumir tu deber? ¿Cómo deberías asumir lo que Dios te ha confiado? ¿Tienes la comprensión y la actitud correctas? ¿Es fácil responder a estas cuestiones? Este es un gran obstáculo que debéis afrontar. Dado que es un obstáculo y un problema, ¿no habría que resolverlo? (Sí). ¿Cómo? ¿Es fácil de resolver? Supongamos que, tras haber creído en Dios tantos años, haber leído tantas palabras de Dios, haber escuchado tantos sermones y haber comprendido tantas verdades, ya estás preparado para que Dios lo orqueste todo, sean bendiciones o desastres. Y supongamos que, a pesar de tu renuncia y esfuerzo, de los sacrificios que has hecho y de toda una vida de empeño, lo único que obtienes a cambio es que Dios te maldiga o te desposea. Si aun así no tienes quejas, deseos ni exigencias propios, sino que únicamente aspiras a someterte a Dios y a ponerte a merced de Sus instrumentaciones, y crees que poder tener, aunque sea, algo de comprensión y sumisión a la soberanía de Dios hace que tu vida aún valga la pena; si tienes una actitud así de correcta, ¿no es fácil resolver algunas dificultades? ¿Ya tenéis verdadero conocimiento de la soberanía y las disposiciones de Dios? ¿Seguís albergando planes para vuestro futuro y vuestro destino personales en lo más hondo del corazón? ¿Podéis dejarlo todo atrás y esforzaros sinceramente por Dios? ¿Habéis dedicado tiempo y energía a considerar estas cuestiones y a pensar detenidamente en ellas? ¿Habéis vivido ciertas cosas para lograr comprender las verdades y conocer la soberanía de Dios? Si nunca habéis pensado siquiera en un problema tan práctico como de qué manera ha de asumir la gente que sigue a Dios Su soberanía y las instrumentaciones y disposiciones del Creador, el cual es también el mayor problema que tenéis ante vosotros, y no os dais cuenta de que esta es la mayor verdad de las visiones, entonces, si un día ocurriera un gran acontecimiento o desastre, ¿sabríais manteneros firmes en el testimonio? Es difícil saberlo y continúa siendo una incógnita, ¿no? (Sí). ¿No habría que reflexionar a fondo sobre esta cuestión? (Sí). ¿Y cómo puedes tener tú estatura suficiente para enfrentarte a un futuro que no puedes prever? ¿Cómo puedes mantenerte firme en el testimonio en los entornos que dispone Dios? ¿No es este un asunto sobre el que habría que reflexionar y meditar seriamente? Quizás pienses constantemente: “Soy buena persona por naturaleza y he gozado enormemente de la gracia, las bendiciones y la protección de Dios. Cuando otros afrontan dificultades, están en una posición de indefensión, pero cuando yo las afronto, tengo la provisión, guía y ayuda de Dios. Ahora soy capaz de soportar las adversidades y de sacrificarme en el cumplimiento de mi deber; mi fe en Dios se ha fortalecido y, además, cumplo un deber importante. Veo que Dios es especialmente misericordioso conmigo y tengo Su protección y bendición. Si sigo así, aunque en un futuro sufra castigos, juicios, pruebas y refinaciones, debería ser capaz de superarlos. Al final, sin duda estaré entre los bendecidos, sin duda Dios me introducirá en el reino, ¡y sin duda veré el día en que Dios sea glorificado!”. ¿Qué tal está pensar de esta manera? Crees que eres diferente, que Dios te muestra un favor especial y que si Dios descarta o abandona a alguien, no será a ti. ¿Son correctas estas ideas? (No). ¿Por qué no lo son? (Porque no es objetivo pensar así). ¿Suponen estas palabras un auténtico conocimiento de Dios? ¿O acaso se trata de algo demasiado subjetivo y especulativo? Los que tienen estas ideas, ¿son personas que persiguen la verdad? (No). ¿Y pueden someterse sinceramente a Dios? (No). ¿Están preparados para aceptar el castigo, el juicio, las pruebas y la refinación de Dios, y hasta Sus maldiciones? (No). ¿Qué harán cuando el castigo y el juicio, las pruebas y la refinación de Dios les ocurran realmente? ¿Empezarán a tener nociones o a quejarse de Dios? ¿Sabrán aceptar estas cosas de parte de Dios y someterse sinceramente? (No). Como mínimo, les costaría, pues creen en Dios nada más que para aspirar a la gracia o para saciarse de pan. No saben que Dios también tiene ira y majestad y que el carácter de Dios no puede ofenderse. Dios trata a todos con justicia, y Su carácter respecto a todo ser creado es de compasión y amor, pero también de majestad e ira. En la forma que Dios trata a cada persona, la compasión, el amor, la majestad y la ira de Su carácter justo son inmutables. Dios nunca mostrará compasión y amor exclusivamente a algunas personas y solo majestad e ira a otras. Dios jamás lo hará porque es un Dios justo e imparcial con todos. Dios tiene compasión, amor, majestad e ira para todas las personas. Puede otorgarle gracia y bendiciones a la gente y darle protección. Al mismo tiempo, Dios también puede juzgarla y castigarla, maldecirla y quitarle todo lo que le ha dado. Dios puede darle a la gente, pero también puede quitarle todo. Este es el carácter de Dios y lo que Él debe hacer con todas las personas. Por tanto, si piensas: “Soy valioso a ojos de Dios, como la niña de Sus ojos. Él no soporta de ninguna manera la idea de castigarme y juzgarme, y no tendrá en absoluto el valor de quitarme todo lo que me ha dado para que no me apure y me aflija”, ¿no es una idea equivocada? ¿No es una noción acerca de Dios? (Sí). Así pues, antes de llegar a comprender estas verdades, ¿no piensas únicamente en gozar de la gracia, la compasión y el amor de Dios? En consecuencia, olvidas que Dios también tiene majestad e ira. Aunque digas de boquilla que Dios es justo y seas capaz de darle gracias y alabarlo cuando te muestra compasión y amor, siempre que Dios muestra majestad e ira al castigarte y juzgarte, te sientes muy molesto. “Ojalá no existiera un Dios así”, piensas. “Ojalá no fuera Dios quien hiciera esto; ojalá no fuera yo el objetivo de Dios; ojalá no fuera esta la intención de Dios; ojalá estas cosas se las hiciera a los demás. Ya que soy una persona bondadosa, no he hecho nada malo y he pagado un alto precio por creer en Dios muchos años, Dios no debería ser tan inmisericorde. Yo debería tener derecho y ser apto para gozar de la compasión y el amor de Dios, así como de Su gracia y Sus bendiciones abundantes. Dios no me juzgará ni me castigará, y tampoco tiene el valor de hacerlo”. ¿Es esta una ilusión equivocada? (Sí). ¿En qué sentido está equivocada? El error aquí es que tú no te consideras un ser creado, un integrante de la humanidad creada. Te equivocas al abstraerte de la humanidad creada y considerarte perteneciente a un grupo o clase especial de seres creados, lo que te otorga un estatus especial. ¿No es esto arrogante y santurrón? ¿No es irracional? ¿Esto es ser una persona que se somete sinceramente a Dios? (No). En absoluto.

En la familia de Dios, entre los hermanos y hermanas, sin importar cuál sea tu estatus o tu posición, la importancia de tu deber, la grandeza de tu talento y tus aportaciones o el tiempo que lleves creyendo en Dios, a ojos de Dios eres un ser creado, un ser creado normal, y no existen los títulos de nobleza y los tratamientos que te has otorgado a ti mismo. Si los consideras siempre coronas o un capital que te permite pertenecer a un grupo especial o ser un personaje único, con esto te resistes a las ideas de Dios, chocas con ellas y eres incompatible con Dios. ¿Cuáles serán las consecuencias? ¿Eso hará que te resistas a los deberes que ha de cumplir todo ser creado? A ojos de Dios no eres más que un ser creado, pero tú no te consideras como tal. ¿Puedes someterte sinceramente a Dios con semejante mentalidad? Siempre piensas ilusoriamente: “Dios no debería tratarme así, jamás podría tratarme así”. ¿No genera esto un conflicto con Dios? Cuando Dios actúe en contra de tus nociones, tu mentalidad y tus necesidades, ¿qué pensarás para tus adentros? ¿Cómo te enfrentarás a los entornos dispuestos por Dios para ti? ¿Te someterás? (No). No te someterás y, sin duda, te resistirás, te opondrás, refunfuñarás y te quejarás mientras le das vueltas una y otra vez para tus adentros, pensando: “Pero, antes, Dios me protegía y me trataba bondadosamente. ¿Por qué ha cambiado ahora? ¡Ya no puedo vivir más!”. Así, empiezas a ser petulante y a comportarte mal. Si, en casa, te comportaras de este modo con tus padres, sería excusable y no te harían nada. Sin embargo, eso no es aceptable en la casa de Dios. Como eres adulto y creyente, ni siquiera otras personas soportarían tus tonterías; ¿crees que Dios toleraría esa conducta? ¿Consentiría que le hicieras esto? No. ¿Por qué no? Porque Dios no es tu progenitor; es Dios, el Creador, y el Creador nunca permitiría que un ser creado fuera petulante e irracional ni que se agarrara una rabieta delante de Él. Cuando Dios te castiga y juzga, te prueba o te quita algo, cuando te enfrenta a la adversidad, quiere ver la actitud de un ser creado en su forma de tratar al Creador, quiere ver qué tipo de senda escoge un ser creado, y nunca permitirá que seas petulante e irracional ni que lances justificaciones absurdas. Una vez entendidas estas cosas, ¿no debería pensar la gente en cómo debería asumir todo aquello que hace el Creador? En primer lugar, las personas deberían asumir el lugar que les corresponde como seres creados y reconocer su identidad como tales. ¿Reconoces que eres un ser creado? Si lo reconoces, debes asumir el lugar que te corresponde como tal y someterte a las disposiciones del Creador y, aunque sufras un poco, hacerlo sin quejarte. Esto es lo que significa ser una persona con sentido. Si no crees que eres un ser creado, sino que imaginas que tienes títulos y una aureola sobre la cabeza y que eres una persona con estatus, un gran líder, jefe, editor o director en la familia de Dios, alguien que ha hecho valiosas aportaciones a la obra de la familia de Dios, si eso es lo que piensas, eres una persona de lo más irracional y descaradamente desvergonzada. ¿Sois vosotros personas con un estatus, una posición y valía? (No). Entonces, ¿qué eres tú? (Un ser creado). Exacto, no eres más que un ser creado normal. En medio de la gente puedes alardear de cualificaciones, jugar la baza de la antigüedad, presumir de tus aportaciones o hablar de tus hazañas heroicas. Sin embargo, ante Dios, estas cosas no existen y nunca debes hablar ni alardear de ellas ni darte aires de veterano. Las cosas te saldrán mal si haces alarde de tus cualificaciones. Dios te considerará totalmente irracional y arrogante en extremo. Sentirá asco y repugnancia por ti y te marginará, y entonces tendrás problemas. Primero debes reconocer tu identidad y tu posición de ser creado. Sin importar cuál sea tu estatus entre los demás, lo distinguido que sea, qué prerrogativas tengas ni si Dios te ha dado algún talento especial, de manera que disfrutas de un sentido amplio de superioridad entre la gente; cuando te presentas ante Dios, estas cosas no tienen valor ni trascendencia. Por tanto, no debes alardear, sino ser un ser creado con resignación ante Dios. Ante Dios no eres más que un integrante de la humanidad creada. No importa lo famoso que seas, los dones y talentos que tengas ni lo grandes que sean tus esfuerzos en medio de la gente, ante Dios estas cosas no son dignas de mención, y ni mucho menos de alarde, y solamente debes asumir el lugar que te corresponde como ser creado. Esto es lo primero. Lo segundo es no aspirar únicamente a gozar de la gracia y las bendiciones de Dios mientras para tus adentros te resistes y rechazas Su castigo y juicio, o temes Sus pruebas y Su refinación para contigo. Estos temores y esta resistencia son vanos. Algunos preguntan: “Si estoy dispuesto a aceptar el juicio, el castigo, las pruebas y la refinación de Dios, ¿puedo librarme de estos sufrimientos?”. Dios no hace todas estas cosas en función de que te gusten o no ni en función de tu deseo subjetivo o tu preferencia, sino según Sus deseos, Sus pensamientos y Sus planes. Por consiguiente, como ser creado, además de aceptar la gracia y las bendiciones de Dios, también debes ser capaz de aceptar y experimentar sinceramente en tu interior el castigo, el juicio, las pruebas y la refinación de las palabras de Dios. Los hay que dirán: “¿Quieres decir que la gracia de Dios puede otorgarse a las personas en cualquier lugar y momento, pero que el castigo, el juicio, las pruebas, la refinación y las calamidades de Dios también pueden recaer sobre la gente en cualquier lugar y momento?”. ¿Creéis que el castigo, el juicio, las pruebas y la refinación de Dios podrían recaer sobre la gente arbitrariamente, con lo que le resultaría imposible protegerse? (No). De ninguna manera, no es para nada así. Los seres humanos corruptos no son dignos del juicio y castigo de Dios, debéis ser conscientes de esto. No obstante, has de entender que en función de tu estatura, de tus circunstancias y, naturalmente, de tus búsquedas personales, Dios te revela y te deja en evidencia, te disciplina, te reprende y te castiga, y que también Su juicio, Sus pruebas y Su refinación, incluso Su maldición sobre ti, se basan en lo mismo. Si Dios te da Su visto bueno, te sobrevendrán Su juicio, Su castigo, Sus pruebas y Su refinación en el momento apropiado. En el transcurso de tu fe en Dios, Sus bendiciones y Su gracia te acompañan en todo momento y lugar, al igual que Sus revelaciones, Su reprensión, Su disciplina, Su castigo y juicio, Sus pruebas y Su refinación, etc. Por supuesto, “en todo tiempo y lugar” quiere decir en su justa medida, en el momento correcto y según el plan de Dios. Esto no le sucede a la gente arbitrariamente, y no significa que de pronto le sobrevendrá una gran calamidad en cuanto deje de andarse con ojo. No es así en absoluto. Si no tienes cierta estatura y Dios aún no ha planeado hacer nada contigo, no te preocupes, puede que tan solo te acompañen la gracia, la bendición y la presencia de Dios en tu vida. Si no tienes suficiente estatura o eres especialmente reacio y temeroso del castigo, el juicio, las pruebas y la refinación de Dios, Él no te impondrá nada en contra de tu voluntad, así que no has de preocuparte por eso. Sucedan o no estas cosas, la gente debe conocer la obra de Dios y comprender Sus intenciones. Solo con un conocimiento preciso de las palabras de Dios puede tener la gente una actitud correcta y un estado normal y ser capaz de afrontar adecuadamente lo que le suceda. ¿Ya estáis listos para aceptar el castigo, el juicio, las pruebas y la refinación de Dios? ¿Estáis dispuestos a aceptarlos? (Sí). Decís que sí de boquilla, pero en el fondo todavía tenéis mucho miedo. Si, justo después de responder que sí, cayera de repente una calamidad sobre ti, ¿cómo la afrontarías? ¿Te echarías a llorar? ¿Tendrías miedo a la muerte? ¿Te preocuparía no ser bendecido? ¿Te preocuparía no llegar al día en que Dios será glorificado? Todos estos son problemas a los que se enfrenta la gente cuando le suceden las cosas. En resumen, si uno desea mantenerse firme entre las pruebas y las tribulaciones, debe cumplir dos condiciones. En primer lugar, asumir el lugar que le corresponde como ser creado. Debes tener claro en tu corazón que eres un ser creado normal, una persona normal en medio de la humanidad corrupta, nada extraordinario ni especial, y debes asumir el lugar que te corresponde como ser creado. En segundo lugar, tener un corazón sincero que se someta a Dios y estar preparado en todo momento para aceptar las bendiciones y la gracia de Dios, así como Su castigo, Su juicio, Sus pruebas y Su refinación. Como dijo Job: “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10), y “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21)*. Esto es una realidad, una realidad que nunca cambiará. Lo entiendes, ¿no? (Sí). Si cumples estas dos condiciones, básicamente serás capaz de mantenerte firme y de superar las calamidades y tribulaciones comunes. Aunque quizás no seas capaz de dar un testimonio firme y rotundo, al menos será improbable que te descarríes, tropieces o cometas alguna traición. ¿No estás entonces a salvo? (Sí). Por eso debéis practicar de acuerdo con estas dos condiciones y comprobar si es fácil conseguirlo y si sois capaces de aceptarlas en lo más hondo de vuestro corazón. Una vez que sepas estas cosas, cuando afrontes alguna prueba, de ti dependerá lo distinto que las contemples y entiendas. Aquí concluye nuestra charla sobre este tema.

Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.

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