Qué significa perseguir la verdad (2) Parte 1
En la última reunión hablamos de lo que significa perseguir la verdad. Empecemos haciendo un repaso: ¿Qué significa perseguir la verdad? ¿Tienes respuesta a esta pregunta? ¿La meditasteis después de la enseñanza anterior? Tras hablar de ciertos temas, es necesario que los meditéis, experimentéis y viváis de forma práctica en la vida real. Solo entonces podrás adquirir verdadero conocimiento; solo entonces podrás entender y comprender realmente esos temas que has estado meditando; solo entonces podrás aportar experiencia y conocimiento auténticos. ¿No es así? (Sí). Entonces, ¿meditasteis la pregunta? ¿Qué significa perseguir la verdad? ¿Qué elementos forman parte de la búsqueda de la verdad? ¿Cuáles son los principales aspectos que conlleva? ¿Habéis resumido estas cosas? (La última vez, Dios comenzó hablando de las diversas ideas, opiniones y actitudes equivocadas del hombre sobre la búsqueda de la verdad, y luego enseñó pormenorizadamente los cinco pasos de la búsqueda de la verdad). Nuestra última enseñanza constaba, fundamentalmente, de dos partes principales: algunos estados negativos u opiniones equivocadas de mucha gente sobre la búsqueda de la verdad, los malentendidos del hombre sobre la búsqueda de la verdad y las excusas y justificaciones de la gente para no perseguirla; esa fue la primera parte principal. En la segunda hablamos del modo de perseguir la verdad, formado por cinco pasos. Aunque solo había dos partes, abordamos muchos pormenores y detalles en cada una de ellas. Revelé algunos conocimientos y concepciones distorsionados del hombre sobre la búsqueda de la verdad y también expuse varias dificultades del hombre en su búsqueda, además de algunas excusas, justificaciones y pretextos que dan quienes sienten aversión por la verdad para no perseguirla. Las actitudes negativas y pasivas y los pensamientos de la gente a la hora de perseguir la verdad se ajustan a los estilos de vida y los afanes a los que se aferra en la vida real, así como a las actitudes que alberga hacia la verdad; todo ello guarda relación con las conductas y manifestaciones concretas de la gente. Después, basándome en las diversas conductas del hombre, di algunos métodos y pasos concretos de práctica relacionados con la senda de búsqueda de la verdad. ¿Tenéis claro todo eso? (Sí). ¿De veras? ¿Y por qué no decís nada? Parece que aún no lo tenéis tan claro; es preciso que hablemos de más cosas.
Lo más importante cuando se cree en Dios es perseguir la verdad. ¿Qué significa perseguir la verdad? A la hora de perseguir la verdad, todas las manifestaciones de la gente revelan muchos de sus problemas y dificultades, y la gente da todo tipo de justificaciones y excusas para no perseguir la verdad; los impedimentos son enormes. A raíz de las diversas dificultades de las personas, estas parecen sumamente abrumadas y desconcertadas a la hora de perseguir la verdad y piensan que es muy difícil. En realidad, la pregunta en sí, “¿qué significa perseguir la verdad?”, es fácil de responder; entonces, ¿por qué la gente no es capaz de perseguir la verdad? ¿Cuál es el motivo? Todo el mundo presume de tener conciencia y sentido, de creer sinceramente en Dios, de saber cumplir con su deber, de estar dispuesto a sufrir y pagar un precio. ¿Por qué, sobre la base de estas buenas conductas, no puede emprender la senda de búsqueda de la verdad? Tiene muy buena humanidad, integridad y gran reputación; tiene voluntad, aspiraciones y deseos de búsqueda; hace esfuerzos subjetivos, tiene voluntad de soportar las dificultades y una actitud dispuesta a pagar un precio; tiene una actitud activa, positiva y optimista de ansia por aceptar la verdad. Con estos elementos como base, ¿por qué no es apto para perseguir la verdad? ¿Por qué no puede alcanzar la búsqueda de la verdad? ¿En qué radica el problema? (En que el hombre no ama la verdad y siente aversión por ella por naturaleza). Esa es una respuesta acertada. El motivo más importante es que la gente tiene un carácter corrupto. El carácter corrupto del hombre es de Satanás, y todo lo de Satanás es contrario a Dios y a la verdad. Por tanto, pedir a la gente que persiga la verdad equivale a exigirle que se rebele contra su vida y a sus cualidades inherentes, a su modalidad de búsqueda y a su visión de la vida, que también le son inherentes. Lo que le parece difícil es dejar atrás estas cosas equivocadas, rebelarse contra sus preferencias carnales y, por el contrario, perseguir y practicar las palabras de Dios y la verdad, que no agradan a su carne, que la gente no tiene y que esta desdeña y detesta. Pedirte a ti que persigas la verdad equivale a pedirte que dejes atrás la vida que te es inherente. ¿No es lo mismo que pedirte que des la vida? (Sí). Se trata de que des la vida. ¿Da la gente voluntariamente su vida? (No). En el fondo de su corazón dice “no lo voy a hacer” cien, mil, diez mil veces: “No lo voy a hacer”. Sea como sea, a la gente le cuesta dejar atrás las cosas satánicas que le son inherentes. Esto es una realidad, una realidad que vosotros habéis experimentado profunda y verdaderamente. En el fondo de su corazón, la gente no quiere rebelarse contra la carne, ni rebelarse contra su vida —cuya esencia-naturaleza es de Satanás—, ni rebelarse contra sus cualidades satánicas inherentes ni su naturaleza satánica, para perseguir la verdad. Por eso, para aquellos que tienen una naturaleza satánica, que viven con un carácter satánico, amar y perseguir la verdad va en contra de su voluntad y se resisten a ello. ¿Cuál es la causa? Que las cualidades que alberga el hombre son de Satanás e intrínsecamente contrarias a Dios. Así pues, una vez que la gente ha oído y comprendido la verdad, solo aquellos que la aman, que están dispuestos a esforzarse hasta el final por ella y a pagar un precio, que tienen esta voluntad, esta aspiración y este deseo, son capaces de poner en práctica la verdad tan pronto como la comprenden. Estos son los únicos capaces de vivir según la verdad y de vivir su realidad. Hay muchas personas dispuestas a practicar la verdad, pero su naturaleza y sus actitudes satánicas se lo impiden; no pueden practicar la verdad aunque lo deseen. El hecho es que, en la vida real, es dificilísimo practicar la verdad. Una cosa es pedirte que dejes de lado tu ropa y tus joyas favoritas, las cosas que disfrutas, el trabajo y la profesión que te gustan, tus puntos fuertes y aficiones, o cosas similares. Podrías rebelarte contra cualquiera de ellas; es fácil. Sin embargo, es mucho más difícil que te rebeles contra tu carne y tu carácter satánico para llegar a practicar la verdad y someterte a Dios. Por describirlo con una frase inexacta, sería como pedir peras al olmo o pedirte lo imposible: es demasiado exigir. Ahora bien, sería fácil pedir naranjas a un naranjo; es algo natural en él. Pero sería imposible conseguir que diera otro fruto. Si se le pide a una persona que sufra un poco, que pague un pequeño precio y que viva humildemente el resto de su vida, eso es algo que puede conseguir cualquiera que tenga la voluntad de hacerlo. De hecho, ninguna dificultad física supone un gran problema para alguien que crea sinceramente en Dios y anhele la verdad. Por ejemplo, no entregarse al bienestar carnal, reducir la cantidad de horas diarias de sueño, vivir sin comodidades diez años seguidos o conformarse con comida, ropa, vivienda y transporte muy precarios: esas penurias y esos precios los puede pagar cualquiera, siempre y cuando tenga la voluntad de hacerlo, esté dispuesto a perseguir la verdad y tenga cierta moderación. No obstante, si le pides a alguien que se rebele contra la carne y contra Satanás, que actúe íntegramente según las exigencias de Dios y Sus palabras, que practique de acuerdo con la verdad y, con ello, alcance la sumisión a Dios, a cualquier persona le parece difícil. En eso radican las dificultades del hombre. Por tanto, a la hora de perseguir la verdad, no es que la gente pueda simplemente tomar la determinación de intentarlo, o practicar la moderación y seguir los preceptos, y luego poner en práctica la verdad y tenerla. Perseguir la verdad es lo más duro y difícil para la humanidad corrupta. ¿Cuál es el origen de este problema? (Este se origina en el carácter de Satanás). Correcto. El carácter de Satanás es el mayor problema del hombre. Una persona puede tener poca aptitud, o mal temperamento y personalidad, puede que no tenga ningún punto fuerte, talento ni don; ninguna de estas cosas le supondrá un gran problema. En última instancia, el problema se origina en el carácter corrupto del hombre. Un carácter corrupto mantiene las manos y los pies de las personas, su mente y sus ideas, sus pensamientos, su razonamiento y las profundidades de su alma controlados por su abrazo mortal, de tal modo que les resulta difícil cada palmo del camino de búsqueda de la verdad. Uno puede creer en Dios tres o cinco años sin obtener nada; hay, incluso, quienes llevan creyendo diez, veinte o treinta años y solo han obtenido un puñado de cosas. Y algunos no han obtenido absolutamente nada; ¡qué empobrecidas y patéticas esas personas que tienen las manos vacías! Hace treinta años que creen en Dios, pero siguen empobrecidas y ciegas sin resultado alguno. Cuando caen en la negatividad, no saben salir de ella; cuando malinterpretan a Dios, no saben cómo aclararlo; cuando les sobreviene la adversidad, no saben afrontarla ni cómo resolver esa clase de dificultad. ¿Pueden resolverse los problemas con la mera fuerza de voluntad subjetiva de moderarse o amparándose en la paciencia para perseverar sin cesar? La gente puede arrastrarse por las situaciones hasta superarlas, pero su carácter corrupto sigue ahí. No se ha corregido. Por más veces que haya experimentado la negatividad, haya malinterpretado a Dios, haya tenido nociones sobre Él o haya fallado, caído y sido débil, hasta el día de hoy continúa sin poder dar el más mínimo testimonio vivencial, ni tampoco puede hablar de su conocimiento o experiencia de las palabras de Dios. Está vacía por dentro; las profundidades de su alma están vacías. No comprende la verdad por experiencia, no tiene auténtico conocimiento de las palabras de Dios, y está aún más lejos de conocer Su obra y carácter. ¿No son estas unas personas empobrecidas, ciegas y patéticas? (Sí). Si alguien no persigue la verdad, por más años que crea en Dios, esto no tiene sentido. ¿Por qué, entonces, se permite una persona llegar a este punto? ¿En qué radica la causa? También aquí se origina el problema en el carácter corrupto del hombre. Esta es la causa objetiva.
Ya hemos aclarado la causa objetiva de que la gente no persiga la verdad. Ahora hablaremos un poco de la causa subjetiva. La causa subjetiva es que, aunque la gente haya aprendido —a partir de la obra de Dios y de todas Sus palabras, o a partir de la vida real— que tiene un carácter corrupto, nunca se compara con las palabras de Dios y la verdad para así conocer sus actitudes corruptas, nunca se rebela contra estas actitudes corruptas y nunca practica según las palabras de Dios. La causa subjetiva es que, aunque la gente se esfuerce mucho y tenga gran dedicación en el camino de la fe en Dios, aunque trabaje mucho, sufra enormemente y pague muchos precios por ello, todo esto son meras conductas externas. Estas no demuestran que uno se haya embarcado en la senda de búsqueda de la verdad. Los que más han sufrido son aquellos que comenzaron a seguir a Dios al principio, que asumieron sus deberes cuando tenían unos veinte años de edad. Estas personas tienen ahora en torno a cincuenta años y siguen solteras. Se podría afirmar que han consagrado su juventud a su fe en Dios y que han renunciado a la familia y al matrimonio. ¿Es este un gran precio? (Sí). Renunciaron a su juventud, sacrificaron la vida entera, ¿y cuál es el resultado? El precio que pagaron fue grande, pero lo que obtienen al final no equivale a su esfuerzo ni está en consonancia con él. ¿Cuál es el problema? A tenor de la actitud y determinación con que pagan un precio, y de la duración, cuantía y grado de esfuerzo, parecería que debieran comprender la verdad y saber practicarla. Se podría pensar que deberían tener testimonio y un corazón temeroso de Dios, que deberían tener conocimiento de Él, que ya deberían haber emprendido la senda del temor de Dios y de la evitación del mal, que ya deberían haber entrado en la realidad-verdad. Sin embargo, en realidad, eso es una simple inferencia: estas dos cosas no tienen sino una relación lógica que no se ajusta a los hechos ni a lo que viven estas personas. ¿Cuál es el problema? ¿No deberíamos someterlo a investigación y debate? ¿No es un problema que merece una reflexión profunda? (Sí). Entre los que han aceptado esta etapa de la obra de Dios durante dos o tres años, no faltan personas con experiencia y testimonio. Estas dan testimonio de cómo las palabras de Dios las han transformado y las han hecho volverse honestas; dan testimonio de que, gracias a las palabras de Dios, han podido comprender la verdad en el camino de búsqueda; dan testimonio de cómo las palabras de Dios han corregido su carácter corrupto, su arrogancia y su falsedad, su rebeldía, su anhelo de estatus, sus ambiciones y deseos, etc. Estas personas son capaces de tener experiencia y testimonio tras únicamente dos o tres años de fe en Dios; tienen una honda comprensión empírica de las palabras de Dios y perciben la veracidad de estas. ¿Por qué, entonces, algunos llevan veinte o treinta años creyendo en Dios y han pagado tantos precios, han sufrido tanto y han corrido tanto de acá para allá, pero el fondo de su corazón y su mundo espiritual siguen vacíos y huecos? Muchos de los que se encuentran en esta situación suelen sentirse perdidos. Siempre dicen: “Estoy muy perdido”. Yo contesto: “Ya hace veinte o treinta años que crees en Dios. ¿Por qué continúas perdido? Es evidente que no has obtenido nada”. A día de hoy, algunas personas siguen negativas y débiles. Dicen: “Llevo muchos años creyendo en Dios, ¿y qué he obtenido?”. A menudo, cuando están negativas o débiles, cuando se ven privadas de su estatus y sus ventajas, o cuando su vanidad queda insatisfecha, culpan a Dios y lamentan haber creído en Él tantos años. Se arrepienten de haber creído Sus palabras en un principio, se arrepienten de haber renunciado firmemente a su trabajo, a su matrimonio y a su familia, a la oportunidad de ir a la universidad, por seguir a Dios. Algunas hasta piensan en dejar la iglesia. Ahora se arrepienten muchísimo de su fe: para empezar, ¿por qué se molestaron en tenerla? Creen en Dios desde hace veinte o treinta años, han oído muchísimas verdades y han experimentado muchas cosas de la obra de Dios, pero el fondo de su corazón sigue vacío, y a menudo se sumen en situaciones de caos, confusión, pesar, desgana, e incluso incertidumbre sobre su futuro; ¿qué provoca esto? ¿Merecen compasión estas personas? (No). Cada vez que veo a estas personas, cada vez que oigo hablar de ellas y me entero de sus últimas andanzas, tengo una premonición sobre ellas. Me viene un pensamiento sobre ellas. ¿De qué me suenan tanto su situación y su mundo interno? Todavía se mantienen en la casa de Dios, cumpliendo con sus deberes; ¿en qué se amparan? ¿En una mentalidad de salvación por la gracia? ¿En una mentalidad de que, si uno sigue a Dios hasta el final, esto conduce inevitablemente a la salvación? ¿O en una mentalidad basada en la suerte y el azar? Nada de eso. ¿En qué, entonces? Como dijo Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). A fin de analizar y simplificar este pasaje, estas palabras tienen un tono transaccional, hay en ellas una actitud, una idea y un plan destinados a hacer un trato, y vienen de un lugar de deseo y ambición. ¿Qué realidad ves en estas palabras? ¿A qué aspira la gente en su fe en Dios? (A una corona y bendiciones). Sí. Aspira a recibir bendiciones y un buen destino. ¿Y qué daría a cambio de ese buen destino y esas bendiciones? ¿Qué daría a cambio de estas cosas? (Su esfuerzo y su trabajo, sus sacrificios y su entrega, su sufrimiento y el pago de un precio). Para emplear las palabras de Pablo, estas personas han peleado su batalla, han corrido su carrera. Creen que han hecho todo lo que debían hacer y que, por tanto, deberían recibir el buen destino y las bendiciones que Dios ha preparado para la humanidad. Les parece evidente que esto es lo que Dios debería hacer, lo que debe hacer, y que, si no lo hiciera, no sería Dios. Obviamente, no hay sumisión a Dios en esto, no hay una actitud de búsqueda de la verdad, no hay una actitud ni un plan para cumplir con el deber de un ser creado. Es un mero deseo de cambiar algunas cosas que son capaces de hacer por las bendiciones que Dios ha prometido a la humanidad. Así, las personas de las que acabamos de hablar suelen sentir un vacío en su mundo interno y que no tienen nada en lo que ampararse en el fondo de su corazón, pero continúan como siempre, pagando dichos precios y sufriendo mucho, empeñadas en pelear su batalla y correr su carrera. ¿En qué se amparan? Lo que afianza su “fe” son esas citas de Pablo a las que se aferran y en las que creen ciegamente. Se amparan en sus ambiciones y en su deseo de ser premiadas y coronadas. Se amparan en sus sueños de grandes bendiciones derivadas de una transacción. No se amparan en la comprensión de la obra de Dios ni en la experiencia y el conocimiento adquiridos al perseguir la verdad mientras se esfuerzan por Dios. No se amparan en eso.
Si uno se fija en lo que acabamos de hablar, puede ver que, aunque hay muchos desafíos prácticos en la senda de búsqueda de la verdad, aparte de las trabas y limitaciones de las actitudes corruptas y un sinfín de dificultades y obstáculos, uno debe creer que, siempre y cuando tenga fe sincera, entonces, amparado en la guía de las palabras de Dios y en la obra del Espíritu Santo, será totalmente capaz de embarcarse en la senda de búsqueda de la verdad. Pedro sentó precedente en esto. En su fe en Dios, muchas personas solo se centran en trabajar para Él, se conforman con simplemente sufrir y pagar un precio, pero no persiguen la verdad en absoluto. En consecuencia, tras creer en Dios durante diez, veinte o treinta años, todavía carecen de un verdadero conocimiento de la obra de Dios, y no pueden hablar de ninguna experiencia o conocimiento de la verdad o de las palabras de Dios. Durante las reuniones, cuando intentan hablar un poco de su testimonio vivencial, no tienen nada que decir; desconocen por completo si van a salvarse o no. ¿Qué problema hay aquí? Así son las personas que no persiguen la verdad. No importa cuántos años lleven siendo creyentes, son incapaces de entender la verdad, y mucho menos de practicarla. ¿Cómo podría alguien que no acepta en absoluto la verdad adentrarse en la realidad-verdad? Hay quienes no perciben este problema, que creen que, si los que repiten como loros las palabras y doctrinas practican la verdad, también pueden entrar en la realidad-verdad. ¿Es esto correcto? Los que repiten como loros las palabras y doctrinas son naturalmente incapaces de entender la verdad, así que ¿cómo podrían practicarla? Lo que practican parece no contradecir la verdad, y ser buenas acciones y buenas conductas, ¿pero cómo podrían esas buenas acciones y conductas considerarse la realidad-verdad? Las personas que no comprenden la verdad no saben lo que es la realidad-verdad; consideran que las buenas acciones y conductas de las personas son la práctica de la verdad. Esto es absurdo, ¿no es así? ¿En qué se diferencia de las ideas y opiniones de los religiosos? ¿Y cómo se pueden resolver estos problemas de comprensión distorsionada? Las personas deben comprender primero las intenciones de Dios a partir de Sus palabras, deben saber qué es comprender la verdad y qué es practicarla, para poder analizar a los demás y discernir cómo son realmente, y poder distinguir si poseen o no la realidad-verdad. La obra de Dios y Su salvación del hombre tienen el propósito de hacer que las personas comprendan y practiquen la verdad; solo entonces las personas podrán despojarse de sus actitudes corruptas, actuar de acuerdo con los principios y entrar en la realidad-verdad. Si no persigues la verdad y te conformas con esforzarte, sufrir y pagar un precio por Dios según tus propias nociones y fantasías, ¿todo lo que hagas representará tu práctica de la verdad y tu sumisión a Dios? ¿Demostrará eso que has transformado tu carácter-vida? ¿Representará que tienes verdadero conocimiento de Dios? No. ¿Y qué representará entonces todo lo que hagas? Solo puede representar tus propias preferencias personales, tu comprensión y tus ilusiones vanas. Simplemente serán las cosas que te gustan y que estás dispuesto a hacer; todo lo que haces solo satisface tus propios deseos, tu determinación y tus ideales. Está claro que eso no es perseguir la verdad. Ninguno de tus actos o comportamientos tiene nada que ver con la verdad ni con los requisitos de Dios. Todos tus actos y comportamientos son para ti mismo; solo trabajas, luchas y vas de un lado a otro en aras de tus propios ideales, reputación y estatus, lo cual no difiere de Pablo, que se esforzó y trabajó toda la vida con el único fin de ser premiado y coronado y entrar en el reino de los cielos. Esto evidencia que vas por la senda de Pablo. Dicen algunos: “Yo me esfuerzo y trabajo de buena gana. No he intentado hacer ningún trato con Dios”. No importa, en ningún sentido, si has intentado hacer un trato con Dios o no, si en tu mente o en tu actitud hay una intención explícita de hacer un trato con Dios —si tienes o no dicho plan y objetivo—; tú procuras intercambiar tu esfuerzo y tu trabajo, tus penurias y los precios que has pagado por los premios y la corona del reino de los cielos. La esencia de este problema es que intentas negociar con Dios; lo que pasa es que no eres consciente de ello. De todos modos, siempre que alguien sufra penurias y pague precios para recibir bendiciones, la esencia de su búsqueda es la misma que la de Pablo. ¿En qué se parecen? Ambas son un intento de intercambiar las buenas conductas de uno —su esfuerzo, las penurias por las que pasa, los precios que paga, etc.— por las bendiciones de Dios, por las bendiciones que Él promete a la humanidad. ¿No son en esencia lo mismo? (Sí). Son lo mismo en esencia; no hay ninguna diferencia real. Si no quieres seguir la senda de Pablo, sino la de Pedro, y deseas el visto bueno de Dios, ¿cómo debes practicar? No hay duda: debes aprender a perseguir la verdad. Debes ser capaz de aceptar la verdad, así como el juicio y castigo de Dios, y ser podado; debes centrarte en conocerte, lograr una transformación de tu carácter y procurar practicar el amor a Dios. Eso implica ir por la senda de búsqueda de la verdad y emprender la senda de Pedro. Para ir por la senda de Pedro, primero debes comprender lo que exige Dios al hombre y qué senda le ha señalado. Debes saber discernir la senda de fe en Dios, que lleva a la salvación, de aquella que lleva a la perdición y la aniquilación. Tienes que reflexionar sinceramente sobre por qué fuiste capaz de seguir la senda de Pablo y determinar qué carácter te manda ir por esa senda. Debes discernir las cosas más destacadas y obvias que se encuentran entre tus actitudes corruptas, como la arrogancia, la falsedad o la perversidad. A partir de estas actitudes corruptas, reflexiona, disecciónate y conócete. Si puedes alcanzar el verdadero autoconocimiento y el odio por ti mismo, te será fácil despojarte de tus actitudes corruptas y poner en práctica la verdad. ¿Y cómo se practica esto en concreto? Hablemos de ello de forma sencilla, con el ejemplo de un carácter arrogante. En la vida diaria, cuando hables, actúes, abordes los asuntos, cumplas con tu deber, compartas con otros, etc.; sea cual sea el asunto en cuestión, estés donde estés o sean cuales sean las circunstancias, debes centrarte en todo momento en examinar qué tipo de carácter arrogante ha brotado de ti. Debes escarbar en todas las manifestaciones, pensamientos e ideas derivados de tu carácter arrogante de los que seas consciente y que puedas percibir, así como en tus intenciones y objetivos. En particular, siempre quieres sermonear a los demás desde lo alto, no obedeces a nadie, te consideras mejor que los demás, no admites lo que otros dicen por mucha razón que tengan, haces que los demás acepten y se sometan a lo que tú dices hasta cuando te equivocas, siempre tienes la tendencia a liderar a los demás, eres desobediente y das justificaciones cuando los líderes y obreros te podan, y los condenas por falsos, siempre condenas a los demás y te enalteces, siempre te crees mejor que nadie, siempre deseas ser una persona reputada y eminente, y siempre te encanta lucirte para que te aprecien e idolatren… Mediante la práctica de la reflexión y la disección de estas manifestaciones de corrupción, puedes llegar a conocer lo desagradable que es tu carácter arrogante, a aborrecerte y abominar de ti mismo y a odiar todavía más tu carácter arrogante. Con ello estarás dispuesto a reflexionar sobre si has dejado brotar un carácter arrogante en todos los asuntos. En parte, esto supone reflexionar sobre qué actitudes arrogantes y sentenciosas dejas brotar en tu discurso, qué cosas jactanciosas, arrogantes y sin sentido dices. Por otra parte, supone reflexionar sobre las cosas absurdas y sin sentido que haces al actuar según tus nociones, fantasías, ambiciones y deseos. Este es el único tipo de introspección que puede arrojar autoconocimiento. Una vez adquirido auténtico conocimiento de ti mismo, debes buscar en las palabras de Dios las sendas y los principios de práctica para ser una persona honesta, y luego practicar, cumplir con tu deber, acercarte a los demás y relacionarte con ellos según las sendas y los principios indicados en las palabras de Dios. Cuando hayas practicado así durante un tiempo, quizá un mes o dos, notarás que se te ilumina el corazón al respecto, habrás aprendido algo de ello y habrás probado el éxito. Percibirás que tienes una senda por la que convertirte en una persona honesta y sensata y te sentirás mucho más asentado. Aunque aún no podrás hablar de un conocimiento especialmente profundo de la verdad, habrás adquirido cierto conocimiento perceptivo de ella, además de una senda de práctica. Aunque no sepas expresarlo claramente con palabras, tendrás cierto discernimiento del daño que hace un carácter corrupto a la gente y de cómo aquel distorsiona su humanidad. Por ejemplo, las personas arrogantes y engreídas suelen decir cosas jactanciosas y descabelladas, y pronuncian palabras endiabladas para engañar a los demás; pronuncian palabras altisonantes, gritan consignas y sueltan soflamas majestuosas. ¿No son estas diversas manifestaciones propias de un carácter arrogante? ¿No es totalmente disparatado dejar brotar estas actitudes arrogantes? Si comprendes realmente que debes de haber perdido tu razón humana normal para dejar brotar dichas actitudes arrogantes y que vivir con un carácter arrogante implica vivir con una naturaleza satánica en lugar de humanidad, habrás reconocido verdaderamente que un carácter corrupto es un carácter satánico y serás capaz de odiar de corazón a Satanás y las actitudes corruptas. Tras seis meses o un año de tal experiencia, podrás tener auténtico autoconocimiento y, si vuelves a dejar brotar un carácter arrogante, serás inmediatamente consciente y podrás rebelarte y renunciar a él. Habrás comenzado a transformarte y podrás desprenderte poco a poco de tu carácter arrogante y llevarte normalmente con los demás. Sabrás hablar honestamente y de corazón; ya no dirás mentiras ni ninguna cosa arrogante. ¿No tendrás entonces un poco de razón y cierta semejanza con una persona honesta? ¿No habrás alcanzado esa entrada? Entonces empezarás a obtener algo. Cuando practiques la honestidad de esta manera, podrás buscar la verdad y hacer introspección sin importar qué clase de carácter arrogante dejes brotar y, después de practicar la honestidad de esta manera durante un tiempo, inconsciente y progresivamente llegarás a comprender las verdades y palabras pertinentes de Dios sobre la gente honesta. Y cuando, con esas verdades, analices tu carácter arrogante, en el fondo de tu corazón tendrás el esclarecimiento y la iluminación de las palabras de Dios y tu corazón empezará a sentirse más luminoso. Verás clara la corrupción que un carácter arrogante acarrea a las personas y la fealdad con que las hace vivir, y sabrás discernir cada uno de los estados corruptos en los que se halla la gente cuando deja brotar un carácter arrogante. A través de una mayor disección apreciarás con más nitidez aún la fealdad de Satanás y lo odiarás más todavía. Así te será fácil desechar tu carácter arrogante. Cuando tu conocimiento llegue a este punto, la verdad pertinente en las palabras de Dios te resultará claramente comprensible y sabrás que lo único que Dios le exige al hombre es aquello que las personas con una humanidad normal deben tener y vivir. Con eso ya no te costará practicar la verdad. Por el contrario, creerás que la práctica de la verdad es perfectamente natural y justificada, que así debe vivir el hombre. En ese momento, tu práctica de las palabras de Dios y de la verdad será completamente espontánea, positiva y activa, y al mismo tiempo amarás la verdad todavía más. Aumentará el número de cosas positivas en tu interior y ahí surgirá gradualmente el auténtico conocimiento de Dios. Eso significa comprender realmente la verdad. Tendrás una idea y una perspectiva correctas sobre todos los asuntos, y este conocimiento verdadero y estas ideas correctas arraigarán paulatinamente en tu interior. Eso implica haber entrado en la realidad-verdad, algo que nadie puede quitarte ni robarte. Tras haber acumulado estas cosas positivas poco a poco, te sentirás enormemente rico en el fondo de tu corazón. Ya no te parecerá que no tiene sentido creer en Dios y desaparecerá la sensación de vacío en tu interior. Cuando hayas notado lo maravilloso que es comprender la verdad y hayas visto la luz de la vida humana, surgirá en ti una fe sincera. Y cuando tengas fe para experimentar la obra de Dios y veas lo real y práctico que es perseguir la verdad y alcanzar la salvación, practicarás y experimentarás las palabras de Dios de forma positiva y activa. Compartirás tu experiencia y conocimiento reales, con lo que darás testimonio de Dios y ayudarás a más gente a conocer el poder de las palabras de Dios y los beneficios de la verdad para el hombre. Después tendrás más fe para practicar la verdad y cumplir correctamente con tu deber y, con ello, te habrás sometido sinceramente a Dios. Cuando hables de tu verdadero testimonio vivencial, tu interior se iluminará aún más. Sentirás que tu senda para practicar la verdad es mayor y, al mismo tiempo, descubrirás que tienes muchísimos defectos, que hay muchísimas verdades que deberías practicar. Dicho testimonio vivencial no solo es beneficioso y edificante para los demás: tú también notarás que has obtenido algo en tu búsqueda de la verdad y que realmente has recibido las bendiciones de Dios. Cuando alguien experimenta la obra de Dios de este modo hasta poder dar testimonio de Él, eso no solo puede provocar que más gente conozca su carácter corrupto y se desprenda de los grilletes, las limitaciones y la aflicción de ese carácter y del poder de Satanás, sino que también puede darle a esa persona cada vez más fe para ir por la senda de búsqueda de la verdad y ser perfeccionada. ¿No se convierte dicha experiencia en auténtico testimonio? Ese es el auténtico testimonio. ¿Creería una persona capaz de dar dicho testimonio de Dios que creer en Él es aburrido, inútil o vacío? En absoluto. Cuando una persona es capaz de dar testimonio de Dios y cuando tiene auténtico conocimiento de Él, el fondo de su corazón se llena de paz y gozo, y se siente rica y sumamente asentada. Cuando uno vive en esa situación y esa esfera, es natural que no se obligue a sufrir, a pagar un precio ni a cohibirse. Uno no se obligaría a sí mismo a disciplinar el cuerpo y rebelarse contra la carne. Más bien conocería positivamente sus actitudes corruptas. También aspiraría a conocer el carácter de Dios, lo que Dios tiene y es, y comprendería lo que se ha de hacer para someterse a Él y satisfacerlo. Así captaría las intenciones de Dios de entre Sus palabras y descubriría los principios de práctica de la verdad, en vez de pensar en los sentimientos fugaces que lleva dentro. Por ejemplo, en no saber contenerse cuando ocurren las cosas, ser un cascarrabias, estar de mal humor, haberse enojado de nuevo ese día, haber hecho otra vez algo mal o menos de lo esperado ese día, o cualquier asunto trivial de este tipo. Mientras estas cosas no te impidan practicar la verdad, no hay necesidad de preocuparse por ellas. Debes centrarte en corregir tus actitudes corruptas y aspirar a practicar de una manera que satisfaga a Dios y concuerde con Sus intenciones. Practica de este modo la verdad, y progresarás rápidamente en la vida y habrás emprendido la senda de búsqueda de la verdad y de la perfección. Ya no estarás vacío por dentro; tendrás fe sincera en Dios, te interesarás cada vez más por las palabras de Dios y la verdad y las valorarás cada vez más. Llegarás a comprender cada vez más las intenciones de Dios y Sus exigencias. Cuando uno llega a este nivel, ha entrado plenamente en las palabras de Dios y en la realidad-verdad.
Lo que ya muchas personas practican y en lo que están entrando no es en la realidad-verdad, sino que entran en un tipo de situación en que exhiben buenas conductas externas y están dispuestas a pagar un precio, a sufrir y a darlo todo. Ahora bien, el fondo de su corazón permanece vacío y no tienen respaldo alguno en su mundo interior. ¿Por qué no tienen respaldo? Porque les falta una senda cuando les ocurre algo; se apoyan en ilusiones y no tienen los principios de práctica de la verdad. Cuando brota de ellas un carácter corrupto, lo único que saben practicar es la moderación; no saben buscar la verdad para corregirlo. Por suerte para la gente, su antigua carne tiene una capacidad instintiva: puede sufrir. Hay un dicho entre los no creyentes: “No hay sufrimiento que no se pueda soportar; solamente bendiciones de las que no se puede gozar”. La carne del hombre tiene una habilidad innata, instintiva: no puede gozar de demasiadas bendiciones, pero sí sufrir cualquier cosa, soportarla y contenerse. ¿Es bueno esto? ¿Es un punto fuerte o un defecto, una deficiencia? ¿Es ese dicho la verdad? (No). No, y si algo no es la verdad, es una tontería. Ese dicho son meras palabras vacías; no puede resolver ninguno de tus problemas ni tus dificultades prácticas. Para ser exactos, no puede corregir tus actitudes corruptas. Por tanto, es un dicho inútil. Aunque lo conozcas un poco, seas consciente de él y lo hayas experimentado a fondo, sigue siendo inútil. Los no creyentes también tienen otros dichos, como: “Si no me da miedo morir, ¿por qué ha de darme miedo vivir?” y “Cuando el invierno ya ha llegado, ¿cuánto puede faltar para la primavera?”. Unas afirmaciones bastante grandilocuentes, ¿no? Muy inspiradoras y filosóficas, ¿verdad? Los no creyentes denominan estos dichos “bálsamo para el alma”. ¿Te gusta esta clase de dichos? (No). ¿Por qué no? Tal vez algunos aleguen: “No nos gustan. Son lo que dicen los no creyentes; a nosotros nos gustan las palabras de Dios”. ¿Qué fragmentos de las palabras de Dios te gustan, entonces? ¿Qué frase consideras la verdad? ¿Qué frase has experimentado, has practicado, en cuál has entrado y ganado? Es inútil que te disgusten los dichos de los no creyentes; puede que no te gusten, pero no puedes discernir claramente su esencia. ¿Tienen razón estos dichos? (No). La tengan o no, las palabras de los no creyentes no tienen nada que ver con la verdad. Aunque la gente las considere buenas y correctas, no están de acuerdo con la verdad y no pueden llegar al nivel de la verdad. Todas ellas vulneran la verdad y están enemistadas con ella. Los no creyentes no aceptan la verdad, así que no hace falta discutir con ellos sobre lo que está bien y mal. Lo único que podemos hacer es considerar sus palabras tonterías confusas, y ya está. ¿Qué quiere decir “tonterías”? Palabras nada edificantes ni valiosas para la gente, para su vida, para las sendas por las que va ni para su salvación. Toda esa palabrería es una tontería; también puede calificarse de palabras vacías. No tiene nada que ver con la vida y la muerte del hombre ni con las sendas por las que va, y son tonterías sin ninguna función positiva. La gente oye una frase así, y vive como quiere, como siempre lo ha hecho; una frase así no cambia ninguna realidad porque no es la verdad. Solo la verdad es edificante para el hombre; tiene un valor inconmensurable. ¿Por qué lo afirmo? Porque la verdad puede cambiar el destino de la gente, sus pensamientos e ideas y su mundo interior. Sobre todo, la verdad puede eliminar las actitudes corruptas del hombre; puede transformar las cualidades de una persona y convertir sus cualidades satánicas en cualidades propias de la verdad; puede convertir a una persona que vive de acuerdo con sus actitudes corruptas en una persona que viva según la verdad y las palabras de Dios. Cuando una persona vive la realidad-verdad sobre la base de las palabras de Dios, ¿no se transforma con ello su vida? Cuando se transforma la vida de una persona, eso significa que sus pensamientos e ideas han cambiado; que su perspectiva, sus actitudes y sus ideas sobre las personas y cosas han cambiado; que su postura y sus ideas respecto a los acontecimientos y cosas son distintos a los de antes. Todos esos dichos de los no creyentes son palabras vacías y tonterías. No resuelven ningún problema. El que acabo de señalar, “No hay sufrimiento que no se pueda soportar; solamente bendiciones de las que no se puede gozar”, ¿no son tonterías y palabras vacías? (Sí). Puedes sufrir; ¿y qué? No sufres para alcanzar la verdad; sufres para gozar de prestigio y estatus. Tu sufrimiento no tiene valor ni trascendencia en absoluto. Observa la realidad: has sufrido muchísimo y pagado un precio muy alto, pero aún no te conoces, y ni siquiera sabes captar los pensamientos e ideas que surgen de tu carácter corrupto ni corregirlos. ¿Crees entonces que puedes tener entrada en la vida? ¿Tiene algún valor tu sufrimiento? No tiene valor alguno. El sufrimiento de algunas personas tiene valor. Por ejemplo, el sufrimiento que padece la gente para alcanzar la verdad tiene valor: cuando uno ha alcanzado la verdad, puede edificar y proveer a otros. Muchos sufren y pagan un precio para difundir el evangelio ayudando a expandir la labor de la iglesia y de la casa de Dios, y predican el evangelio del reino de los cielos. Con esto vemos que cualquiera que sufra y pague un precio para alcanzar la verdad y satisfacer a Dios obtendrá algo de ello. Estas personas recibirán el visto bueno de Dios. Sin embargo, hay quienes no persiguen la verdad y, aunque se esfuercen y sufran por Dios y reciban Su bondad, esa bondad no es sino la piedad y la tolerancia de Dios y un reflejo del favor que muestra al hombre, así como la gracia que le hace extensiva. ¿Qué clase de gracia? Unas cuantas bendiciones materiales nada más. ¿Es eso lo que quieres? ¿Es ese el objetivo último de tu fe en Dios? No lo creo. Desde el día que empezaste a creer en Dios, ¿solamente has deseado Su bondad, Su protección y algunas de las bendiciones materiales que otorga? ¿Esas son las cosas que quieres? ¿A eso aspiras en tu fe? (No). ¿Pueden resolver estas cosas el problema de tu salvación? (No). Parece que estáis pensando con bastante lucidez. Entendéis qué es crucial y qué importante. No estáis confundidos. Sabéis qué tiene influencia y qué no. No obstante, queda por ver si podéis emprender la senda de búsqueda de la verdad.
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