Qué significa buscar la verdad (4) Parte 3

Entre las exigencias que ha hecho Dios con respecto a la conducta del hombre está la de “honrar a los padres”. Como, normalmente, la gente no piensa en las demás exigencias ni tiene nociones sobre ellas, ¿qué pensáis vosotros de la de “honrar a los padres”? ¿Hay alguna contradicción entre vuestras opiniones y este principio verdad enunciado por Dios? Si tenéis esto claro, bien. Aquellos que no comprenden la verdad, que solo saben obedecer normas y soltar palabras y frases de doctrina, carecen de discernimiento; cuando leen las palabras de Dios, siempre albergan nociones humanas, siempre perciben contradicciones y no tienen claras Sus palabras. Entretanto, quienes comprenden la verdad no encuentran ninguna contradicción en las palabras de Dios, les parecen sumamente claras, pues entienden los asuntos espirituales y son capaces de comprender la verdad. A veces no tenéis claras las palabras de Dios y no podéis hacer preguntas; si no hacéis preguntas, parece que no tenéis ningún problema, pero en realidad tenéis muchos problemas y dificultades, de los cuales simplemente no sois conscientes. Esto demuestra que vuestra estatura es demasiado pequeña. Observemos en primer lugar la exigencia de Dios de que la gente honre a sus padres: ¿está bien o mal esta exigencia? ¿Debería cumplirla la gente o no? (Sí debería). Esto es cierto y no se puede negar; no hay necesidad de dudarlo ni de meditarlo, esta exigencia está bien. ¿Qué tiene de bueno? ¿Por qué enunció Dios esta exigencia? ¿A qué se refiere lo de “honrar a los padres”, que dice Dios? ¿Lo sabéis? No. ¿Por qué nunca lo sabéis? Siempre que algo atañe a la verdad, no lo sabéis, pero podéis hablar sin parar de palabras y frases de doctrina; ¿qué problema tenéis? ¿Y cómo practicáis vosotros estas palabras de Dios? ¿Esto no atañe a la verdad? (Sí). Cuando ves una frase de las palabras de Dios que dice “debes honrar a tus padres”, piensas para tus adentros: “Dios me pide que honre a mis padres, así que tendré que honrarlos”, y te pones a ello. Haces todo lo que te piden tus padres: cuando están enfermos, les sirves junto a la cama, les pones algo de beber, les preparas algo rico de comer y, en las festividades, les compras regalos que les gustan. Cuando ves que están cansados, les frotas los hombros y les masajeas la espalda, y siempre que tienen un problema, se te ocurre una solución para resolverlo. Por todo esto, tus padres se sienten muy satisfechos contigo. Estás honrando a tus padres, practicando según las palabras de Dios y viviendo una humanidad normal, por lo que sientes tranquilidad interior y piensas: “Mira, según mis padres, he cambiado desde que empecé a creer en Dios. Dicen que ahora soy capaz de honrarlos y más sensato. Están muy contentos y piensan que creer en Dios es estupendo porque los hijos e hijas que creen en Dios no solo honran a sus padres, sino que también caminan por la senda correcta en la vida y viven a semejanza de un ser humano; son mucho mejores que los incrédulos. Desde que empecé a creer en Dios, he comenzado a practicar según Sus palabras y a actuar según Sus exigencias, y mis padres se alegran mucho de mi transformación. Me siento muy orgulloso de mí mismo. Estoy glorificando a Dios; seguro que Dios debe de estar satisfecho conmigo y dirá que soy una persona que honra a sus padres y tiene decencia santa”. Un día, la iglesia dispone que vayas a otro sitio a difundir el evangelio, y es posible que no puedas regresar a casa en mucho tiempo. Accedes a ir porque crees que no puedes rechazar la comisión de Dios y que debes honrar a tus padres en casa y cumplir con la comisión de Dios fuera de ella. Sin embargo, cuando hablas del asunto con tus padres, se enojan: “¡Hijo desobediente! Hemos trabajado tanto para criarte, y ahora te vas. Cuando te vayas, ¿quién cuidará de una pareja de ancianos como nosotros? Si enfermamos o sucede algún tipo de desastre, ¿quién nos va a llevar al hospital?”. No están de acuerdo con que te marches, y tú te preocupas: “Dios nos dice que honremos a nuestros padres, pero los míos no me dejan marcharme a cumplir con mi deber. Si les obedezco, tendré que rechazar la comisión de Dios, y a Dios no le agradará eso. Pero si obedezco a Dios y me voy a cumplir con mi deber, mis padres estarán tristes. ¿Qué debo hacer?”. No paras de meditar: “Ya que Dios enunció la exigencia de que la gente honre a sus padres en primer lugar, cumpliré esa exigencia. No tengo que irme a cumplir con mi deber”. Rechazas el deber y optas por honrar a tus padres en casa, pero no sientes tranquilidad interior. Sientes que, aunque has honrado a tus padres, no has cumplido con tu deber, y crees haber defraudado a Dios. ¿Cómo puedes resolver este problema? Debes orar a Dios y buscar la verdad, hasta que un día la comprendas y te des cuenta de que cumplir con el deber es lo más importante. Entonces, naturalmente, serás capaz de irte de casa a cumplir con tu deber. Algunos dicen: “Dios quiere que cumpla con mi deber y que también honre a mis padres. ¿No hay aquí una contradicción y una discrepancia? ¿Cómo rayos debo practicar?”. “Honrar a los padres” es una exigencia que ha hecho Dios con respecto a la conducta del hombre, pero ¿no exige Dios renunciar a todo para seguirlo a Él y cumplir con Su comisión? ¿No exige Dios todavía más? ¿No es todavía más la práctica de la verdad? (Lo es). ¿Qué hacer si chocan estas dos exigencias? Hay quien señala: “Así que tengo que honrar a mis padres y cumplir con la comisión de Dios, acatar las palabras de Dios y practicar la verdad… Bueno, eso es fácil. Lo arreglaré todo en casa, prepararé todo lo necesario para la vida de mis padres, contrataré a una enfermera y saldré a cumplir con mi deber. Volveré una vez a la semana, comprobaré que mis padres están bien y luego me iré. Si algo va mal, me quedaré dos días. No puedo estar siempre lejos de ellos y no volver nunca, y no puedo quedarme en casa para siempre y no salir nunca a cumplir con mi deber. ¿No es esto lo mejor de ambos mundos?”. ¿Qué te parece esta solución? (Que no funcionará). Es una fantasía; no es realista. Así pues, cuando te topes con este tipo de situación, ¿cómo debes actuar exactamente en consonancia con la verdad? (Es imposible tener lo mejor de ambos mundos en cuanto a la lealtad y la devoción filial, debo anteponer el deber). Dios le dijo a la gente que honrara a sus padres en primer lugar y, después, enunció unas exigencias más elevadas para que practicara la verdad, cumpliera con el deber y siguiera el camino de Dios. ¿Cuáles debes cumplir tú? (Las exigencias más elevadas). ¿Está bien practicar de acuerdo con las exigencias más elevadas? ¿Puede dividirse la verdad en verdades más y menos elevadas, o más antiguas y más recientes? (No). Entonces, cuando practicas la verdad, ¿conforme a qué debes practicar? ¿Qué significa practicar la verdad? (Abordar los asuntos según los principios). Lo principal es abordar los asuntos según los principios. Practicar la verdad implica practicar las palabras de Dios en diferentes momentos, lugares, ambientes y contextos; no se trata de aplicar obstinadamente unas reglas a las cosas, sino de cumplir los principios verdad. Eso implica practicar la verdad. Por tanto, sencillamente, no hay conflicto alguno entre la práctica de las palabras de Dios y el cumplimiento de las exigencias enunciadas por Él. Más concretamente, no hay conflicto alguno entre honrar a tus padres y cumplir con la comisión y el deber que Dios te ha encomendado. ¿Cuáles de estas son las palabras y exigencias actuales de Dios? Deberías contemplar esta pregunta en primer lugar. Dios exige unas cosas distintas a cada persona; tiene unos requisitos distintos para cada una. Quienes sirven como líderes y obreros han sido llamados por Dios, por lo que deben renunciar y no pueden quedarse con sus padres y honrarlos. Deben aceptar la comisión de Dios y renunciar a todo por seguirlo. Esta es una situación. Los seguidores regulares no han sido llamados por Dios, por lo que pueden quedarse con sus padres y honrarlos. No hay recompensa alguna por hacerlo y no recibirán ninguna bendición por ello, pero, si no demuestran devoción filial, carecen de humanidad. En realidad, honrar a los padres no es más que una especie de responsabilidad y no llega a la categoría de práctica de la verdad. Obedecer a Dios es practicar la verdad, aceptar la comisión de Dios es una manifestación de obediencia a Él, y quienes renuncian a todo por cumplir con el deber son los seguidores de Dios. En resumen, la tarea más importante que tienes ante ti es la de cumplir bien con tu deber. Eso es practicar la verdad y una manifestación de obediencia a Dios. ¿Y qué verdad debe practicar ahora la gente ante todo? (Cumplir con su deber). Exacto, cumplir lealmente con el deber es practicar la verdad. Si una persona no cumple sinceramente con su deber, tan solo presta servicio.

¿Qué cuestión acabamos de debatir? (Que Dios exigió a la gente en primer lugar que honrara a sus padres y luego enunció unas exigencias más elevadas para que practicara la verdad, cumpliera con su deber y siguiera el camino de Dios; entonces, ¿qué es lo que debe obedecer antes la gente?). Acabáis de afirmar que la gente debe practicar de acuerdo con las exigencias más elevadas. A nivel teórico, esta afirmación es correcta; ¿por qué digo que es correcta a nivel teórico? Porque, si se aplicaran reglas y fórmulas a esta cuestión, esta respuesta sería correcta. Sin embargo, cuando la gente se enfrenta a la vida real, esta afirmación suele ser inviable y difícil de llevar a cabo. ¿Y cómo hay que responder a esta pregunta? En primer lugar, debes contemplar la situación y el entorno vital a los que te enfrentas, así como el contexto en que te hallas. Si, a tenor de tu entorno vital y del contexto en que te hallas, la honra a tus padres no está reñida con el cumplimiento de la comisión de Dios y del deber —o sea, si el hecho de honrar a tus padres no afecta a tu leal cumplimiento del deber—, puedes practicar ambas cosas al mismo tiempo. No es necesario que te separes formalmente de tus padres ni que renuncies formalmente a ellos o los rechaces. ¿Qué situación se rige por esto? (Cuando la honra a los padres no está reñida con el cumplimiento del deber). Exactamente. Es decir, si tus padres no tratan de impedirte creer en Dios, también son creyentes y realmente te apoyan y animan a cumplir con tu deber lealmente y a llevar a cabo la comisión de Dios, entonces tu relación con ellos no es una relación carnal entre familiares en el sentido habitual del término, sino una relación entre hermanos y hermanas de la iglesia. En ese caso, aparte de relacionarte con ellos como hermanos y hermanas de la iglesia, también debes cumplir con algunas de tus responsabilidades filiales para con ellos. Debes demostrarles algo más de preocupación. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber —mientras tu corazón no se limite a ellos—, puedes llamar a tus padres para preguntarles cómo están y demostrar algo de preocupación por ellos, puedes ayudarlos a resolver algunas dificultades y a ocuparse de algunos de sus problemas en la vida, y hasta puedes ayudarlos a resolver algunas de sus dificultades en cuanto a su entrada en la vida; puedes hacer todas estas cosas. En pocas palabras, si tus padres no te impiden creer en Dios, debes mantener la relación con ellos y cumplir con tus responsabilidades hacia ellos. ¿Y por qué deberías preocuparte por ellos, cuidarlos y preguntarles cómo están? Porque, ya que eres su hijo y tienes esta relación con ellos, tienes otro tipo de responsabilidad y, a raíz de esta responsabilidad, debes preguntar por ellos un poco más y brindarles una ayuda más sustancial. Mientras eso no afecte a tu cumplimiento del deber y tus padres no obstaculicen o perturben tu fe en Dios y tu cumplimiento del deber ni te refrenen, es natural y adecuado que cumplas con tus responsabilidades para con ellos, y debes hacerlo hasta el extremo de que no te remuerda la conciencia; esta es la norma mínima que debes cumplir. Si no puedes honrar a tus padres en casa por la repercusión y los impedimentos de tus circunstancias, no tienes que atenerte a esta regla. Debes ponerte a merced de las instrumentaciones de Dios y someterte a Sus disposiciones, y no es preciso que te empeñes en honrar a tus padres. ¿Condena Dios esto? Dios no lo condena; no obliga a nadie a hacerlo. ¿De qué estamos hablando ahora? Estamos hablando sobre cómo debe practicar la gente cuando la honra a sus padres está reñida con su cumplimiento del deber; estamos hablando de los principios de práctica y de la verdad. Tú tienes la responsabilidad de honrar a tus padres y, si las circunstancias lo permiten, puedes cumplir con esta responsabilidad, pero no debes dejarte cohibir por tus emociones. Por ejemplo, si uno de tus padres enferma, tiene que ir al hospital, no hay nadie que cuide de él y tú estás demasiado ocupado en el deber como para volver a casa, ¿qué debes hacer? En momentos así, no puedes dejarte cohibir por tus emociones. Debes entregar el asunto en oración, encomendárselo a Dios y ponerlo a merced de Sus instrumentaciones. Esa es la actitud que debes tener. Si Dios quiere quitarle la vida a tu padre o a tu madre y arrebatártelo, debes someterte igualmente. Algunos dicen: “Aunque me he sometido, aún me siento desdichado y llevo días llorando por ello; ¿esto no es una emoción?”. No es una emoción, sino bondad humana, humanidad, y Dios no la condena. Puedes llorar, pero si lloras durante varios días, no puedes dormir ni comer y no estás de humor para cumplir con tu deber y hasta deseas irte a casa a visitar a tus padres, entonces no puedes cumplir bien con tu deber y no has puesto en práctica la verdad, lo que quiere decir que no vas a cumplir con tus responsabilidades honrando a tus padres, que vives inmerso en tus emociones. Si honras a tus padres mientras vives inmerso tus emociones, no estás cumpliendo con tus responsabilidades ni acatando las palabras de Dios, pues has abandonado Su comisión y no eres un seguidor del camino de Dios. Cuando te encuentres en este tipo de situación, si no demora tu deber ni afecta a tu leal cumplimiento de él, puedes hacer algunas cosas que seas capaz de hacer para demostrar devoción filial a tus padres y cumplir con las responsabilidades que seas capaz de cumplir. En resumen, esto es lo que la gente debe y puede hacer en el ámbito de la humanidad. Si te dejas atrapar por tus emociones y esto impide tu cumplimiento del deber, eso contraviene totalmente las intenciones de Dios. Dios nunca te exigió que hicieras eso, Dios solo te exige que cumplas con tus responsabilidades para con tus padres, eso es todo. Eso es lo que implica la devoción filial. Cuando Dios habla de “honrar a los padres”, lo hace en un contexto determinado. Solamente tienes que cumplir con algunas responsabilidades que es posible cumplir en todo tipo de condiciones, eso es todo. Si tus padres enferman de gravedad o mueren, ¿depende de ti decidir estas cosas? Cómo es su vida, cuándo mueren, qué enfermedad los mata o cómo mueren, ¿tienen algo que ver estas cosas contigo? (No). Nada que ver contigo. Algunas personas comentan: “Debo cumplir con mis responsabilidades para poder honrar a mis padres. Debo asegurarme de que no enfermen, sobre todo de cáncer o de algún tipo de enfermedad mortal. Debo asegurarme de que vivan hasta los 100 años. Hasta entonces no habré cumplido de verdad con mis responsabilidades para con ellos”. ¿No son absurdas estas personas? Esto es, obviamente, una fantasía del hombre, en modo alguno una exigencia de Dios. Tú ni siquiera sabes si podrás vivir hasta los 100 años, pero exiges que tus padres vivan hasta esa edad: ¡un sueño de tontos! Cuando Dios habla de “honrar a los padres”, únicamente te pide que cumplas con tus responsabilidades dentro del ámbito de la humanidad normal. Basta con que no maltrates a tus padres ni hagas nada contrario a tu conciencia y tu moral. ¿No está esto en consonancia con las palabras de Dios? (Sí). Por supuesto, también acabamos de aludir al caso en que tus padres te impiden creer en Dios, su esencia naturaleza es la de los descreídos e incrédulos, o incluso la de los malvados y los diablos, y no van por la misma senda que tú. En otras palabras, no son para nada el mismo tipo de persona que tú y, aunque viviste muchos años en el mismo hogar que ellos, simplemente no tienen los mismos afanes ni la misma condición que tú y, ciertamente, no tienen tus mismas preferencias ni aspiraciones. Tú crees en Dios, y ellos no creen en Él en absoluto, y hasta se resisten a Él. ¿Qué se debe hacer en esas circunstancias? (Rechazarlos). Dios no te ha dicho que los rechaces ni que los maldigas en estas circunstancias. Dios no ha dicho eso. La exigencia de Dios de “honrar a los padres” sigue en pie. Esto quiere decir que, mientras vivas con tus padres, debes seguir cumpliendo la exigencia de honrarlos. No hay ninguna contradicción en este asunto, ¿verdad? (No). No hay contradicción alguna. En otras palabras, cuando consigas volver a casa de visita, puedes prepararles una comida o unos buñuelos y, si es posible, comprarles algunos productos de salud, y ellos estarán muy a gusto contigo. Si les hablas de tu fe y no la aceptan ni creen, e incluso te maltratan verbalmente, no has de predicarles el evangelio. Si puedes visitarlos, practica de esta forma; si no puedes, así es como debe ser, es una instrumentación de Dios, y debes darte prisa en distanciarte de ellos y evitarlos. ¿Qué principio sustenta esto? Si tus padres no creen en Dios, no hablan tu mismo idioma, no comparten metas y objetivos comunes contigo, no van por la misma senda que tú y hasta obstaculizan y persiguen tu fe en Dios, puedes discernir cómo son, descubrir su esencia y rechazarlos. Por supuesto, si insultan a Dios o te maldicen a ti, puedes maldecirlos de corazón. Entonces, ¿a qué alude la “honra a los padres”, de la que habla Dios? ¿Cómo debes practicarla? Si puedes cumplir con tus responsabilidades, cúmplelas ligeramente, y si no tienes esa oportunidad o los roces en tu relación con ellos son excesivos y hay tantos conflictos entre vosotros que ya no podéis veros, debes apartarte de ellos enseguida. Cuando Dios habla de honrar a esta clase de padres, quiere decir que debes cumplir con tus responsabilidades filiales desde la perspectiva de tu posición de hijo y hacer lo que debe hacer un hijo. No debes maltratar a tus padres ni discutir con ellos, no debes pegarles ni gritarles, no debes abusar de ellos y debes cumplir lo mejor que puedas con tus responsabilidades para con ellos. Estas son cosas que hay que llevar a cabo en el ámbito de la humanidad, los principios que se deben practicar en cuanto a “honrar a los padres”. ¿No son fáciles de practicar? No hace falta que trates a tus padres impetuosamente, gritando “¡diablos e incrédulos, Dios os maldice al lago de fuego y azufre y al abismo, os enviará a las profundidades del infierno!”. No es necesario, no hace falta llegar a este extremo. Si las circunstancias lo permiten y la situación lo requiere, puedes cumplir con tus responsabilidades filiales para con tus padres. Si no es necesario, o si las circunstancias no lo permiten y no es posible, puedes prescindir de esta obligación. Lo único que tienes que hacer es cumplir con tus responsabilidades filiales cuando te veas con tus padres y te relaciones con ellos. Una vez que lo hayas hecho, habrás concluido tu misión. ¿Qué te parece este principio? (Bien). Debe haber principios para tratar a todas las personas, incluidos tus padres. No puedes actuar impetuosamente ni maltratar verbalmente a tus padres solo porque persigan tu fe en Dios. Hay muchísima gente en el mundo que no cree en Dios, muchísimos incrédulos y muchísimas personas que insultan a Dios; ¿vas a maldecirlos y a gritarles a todos? Si no lo vas a hacer, tampoco deberías gritarles a tus padres. Si les gritas a tus padres, pero no a esas otras personas, vives inmerso en la impetuosidad, y a Dios no le agrada esto. No pienses que Dios estará satisfecho contigo si maltratas verbalmente y maldices a tus padres sin motivo llamándoles diablos, satanases vivientes y lacayos de Satanás y maldiciéndolos para que se vayan al infierno; eso no es así. A Dios no le parecerás aceptable ni dirá que tienes humanidad por esta falsa demostración de iniciativa. Por el contrario, Dios dirá que tus actos llevan aparejadas ciertas emociones e impulsividad. A Dios no le gustará que actúes así, es algo demasiado radical y no concuerda con Su voluntad. Debe haber unos principios en tu manera de tratar a todas las personas, incluidos tus padres; crean en Dios o no, sean o no personas malvadas, debes tratarlos con unos principios. Dios le ha señalado al hombre el siguiente principio: tratar a los demás de forma justa; eso sí, la gente tiene una responsabilidad añadida hacia sus padres. Lo único que tienes que hacer es cumplir con esa responsabilidad. Sin importar si tus padres son creyentes o no, si buscan dentro de su fe o no, si su visión de la vida y su humanidad coinciden con las tuyas o no, has de cumplir con tu responsabilidad para con ellos. No tienes que evitarlos, simplemente deja que todo siga su curso natural según las instrumentaciones y disposiciones de Dios. Si obstaculizan tu fe en Dios, debes cumplir con tus responsabilidades filiales lo mejor que puedas para que, al menos, tu conciencia no se sienta en deuda con ellos. Si no son un obstáculo para ti y respaldan tu fe en Dios, también debes practicar según los principios y tratarlos bien cuando sea lo adecuado. En resumen, en toda circunstancia, las exigencias de Dios al hombre no cambian y los principios verdad que la gente debe practicar no pueden cambiar. En estas cuestiones, simplemente tienes que guardar los principios y cumplir con las responsabilidades que te sea posible cumplir.

Ahora hablaré de por qué Dios planteó una exigencia relativa a la conducta del hombre como la de “honrar a los padres”. El resto de exigencias de Dios son normas conductuales que atañen al comportamiento individual de cada persona; entonces, ¿por qué planteó Dios otra exigencia respecto a la cuestión de la devoción filial? Dime, si una persona no es capaz ni siquiera de honrar a sus padres, ¿cómo es su esencia naturaleza? (Mala). Sus padres sufrieron mucho para traerla al mundo y criarla y, desde luego, educarla no habría sido fácil; en realidad no esperan que su hijo les dé mucha felicidad ni satisfacción, tan solo que, cuando se haga mayor, viva feliz y ellos no tengan que preocuparse demasiado por él. Sin embargo, el hijo no se esfuerza ni trabaja mucho y no vive bien: sigue dependiendo del cuidado de sus padres y se ha convertido en una sanguijuela que no solo no honra a sus padres, sino que, además, quiere intimidarlos y chantajearlos para quedarse con sus bienes. Si es capaz de esta vil conducta, ¿qué clase de persona es? (Una persona de poca humanidad). No cumple con ninguna de sus responsabilidades hacia las personas que la trajeron al mundo y la criaron y no se siente nada culpable por ello; visto desde esta perspectiva, ¿tiene conciencia? (No). Golpea y maltrata verbalmente a cualquiera, incluidos sus padres. Trata a sus padres como a cualquiera: les pega e insulta a su antojo. Cuando se siente triste, descarga su ira sobre sus padres rompiendo cuencos y platos y aterrorizándolos. ¿Está en posesión de la razón una persona así? (No). Si alguien no tiene conciencia ni razón y es capaz de maltratar tranquilamente hasta a sus propios padres, ¿es persona? (No). ¿Qué es, entonces? (Un animal). Es un animal. ¿Es correcta esta afirmación? (Sí). De hecho, si una persona cumple con algunas de sus responsabilidades hacia sus padres, cuida de ellos y los quiere con locura, ¿esto no es lo que deben hacer las personas de humanidad normal como algo natural? (Eso es). Si una persona maltratara y abusara de sus padres, ¿podría asumirlo su conciencia? ¿Podría hacer algo así una persona normal? Las personas con conciencia y razón no podrían: si enojaran a sus padres, se sentirían tristes varios días. Algunas personas tienen un temperamento fuerte y pueden enojarse con sus padres en un momento de desesperación, pero después les remuerde la conciencia y, aunque no se disculpen, no vuelven a hacerlo. Esto es algo propio de las personas de humanidad normal y manifestación de una humanidad normal. Quienes no tienen humanidad pueden maltratar a sus padres de cualquier forma sin sentir nada, y lo hacen. Si sus padres les pegaron una vez de pequeños, lo recordarán el resto de su vida, y de mayores seguirán deseando pegar a sus padres y devolverles el golpe. La mayoría no devuelve el golpe cuando sus padres les pegan de pequeños; hay treintañeros que no devuelven el golpe si sus padres les pegan y no dicen ni una palabra al respecto aunque duela. Esto deberían hacer las personas de humanidad normal. ¿Por qué no dicen nada? Si les pegara otra persona, ¿lo permitirían y dejarían que les pegara? (No). Si se tratara de otra persona, la que fuera, no permitirían que les pegara; ni siquiera se dejarían maltratar verbalmente por ella. Entonces, ¿por qué no devuelven el golpe ni se enojan por mucho que les peguen sus padres? ¿Por qué lo toleran? ¿Acaso no es porque hay conciencia y razón dentro de su humanidad? Piensan para sí: “Mis padres me criaron. Aunque no esté bien que me peguen, debo soportarlo. Además, fui yo quien provocó su enojo, así que me merezco que me peguen. Solo lo hacen porque les he desobedecido y les he enojado. ¡Me merezco que me peguen! No volveré a hacerlo”. ¿No es esta la razón que deberían tener las personas de humanidad normal? (Sí). Es esta razón de humanidad normal la que les permite soportar que sus padres las traten así. Esta es una humanidad normal. Y las personas que no soportan esta clase de trato, que devuelven el golpe a sus padres, ¿tienen esta humanidad? (No). Exacto, no la tienen. Las personas que no tienen la conciencia y razón de la humanidad normal son capaces hasta de golpear y maltratar verbalmente a sus padres, así que ¿cómo serán capaces de tratar a Dios y a sus hermanos y hermanas en la iglesia? Si son capaces de tratar así a las personas que las han traído al mundo y criado, ¿no les importarán todavía menos otras personas que no comparten con ellas lazos de sangre? (Cierto). ¿Cómo tratarán a Dios, a quien no pueden ver ni tocar? ¿Serán capaces de tratar a Dios, a quien no pueden ver, con conciencia y razón? ¿Serán capaces de someterse a todos los ambientes orquestados por Dios? (No). Si Dios tuviera que tratarlas y podarlas, o juzgarlas y castigarlas, ¿se resistirían a Él? (Sí). Piensa en esto: ¿para qué sirven la conciencia y la razón de una persona? Hasta cierto punto, la conciencia y razón de una persona pueden refrenar y regular su conducta: le permiten tener la actitud correcta y tomar decisiones correctas cuando le suceden las cosas y abordar todo lo que le ocurre con conciencia y razón. La mayoría de las veces, el hecho de actuar según la conciencia y la razón hace que la gente eluda un gran número de desgracias. Naturalmente, quienes buscan la verdad pueden elegir la senda de búsqueda de la verdad sobre esta base, entrando en la realidad verdad y sometiéndose a las orquestaciones y disposiciones de Dios. Aquellos que no buscan la verdad carecen de humanidad y no tienen esta clase de conciencia y razón; las consecuencias de esto son nefastas. Son capaces de hacerle cualquier cosa a Dios: tal como los fariseos trataron al Señor Jesús, ellos son capaces de insultar a Dios, de vengarse de Él, de blasfemar contra Él, incluso de acusarlo y traicionarlo. Este problema es gravísimo; ¿no conduce al desastre? Las personas que carecen de la razón de la humanidad suelen vengarse de los demás con su impulsividad; como no las refrena la razón de la humanidad, es fácil que cultiven pensamientos y discursos radicales, que luego tengan conductas extremas y actúen de numerosas formas carentes de conciencia y razón y que, a la larga, las consecuencias de esto se les vayan totalmente de las manos. Prácticamente he terminado de enseñar lo que es “honrar a los padres” y la práctica de la verdad; al final todo se reduce a la humanidad. ¿Por qué enunció Dios una exigencia como la de “honrar a los padres”? Porque está relacionada con la conducta del hombre. Por un lado, Dios utiliza esta exigencia para regular la conducta del hombre y, al mismo tiempo, con ella prueba y define la humanidad de las personas. Si una persona no trata a sus padres con conciencia y razón, definitivamente no tiene humanidad. Algunos preguntan: “¿Y si sus padres no son de buena humanidad y no han cumplido del todo con sus responsabilidades para con su hijo? ¿Esa persona debe demostrarles igualmente devoción filial?”. Si tiene conciencia y razón, entonces, como hija o hijo, no maltratará a sus padres. Quienes maltratan a sus padres no tienen conciencia ni razón alguna. Así pues, sea cual sea la exigencia de Dios, aluda a la actitud con que la gente trata a sus padres o a la humanidad que normalmente vive y revela, en cualquier caso, dado que Dios ha enunciado estos procedimientos relativos a las conductas externas, Él debe de tener unos motivos y objetivos para ello. Aunque estas exigencias conductuales enunciadas por Dios están todavía un tanto alejadas de la verdad, no dejan de ser normas fijadas por Dios para regular la conducta del hombre. Todas ellas son importantes y todavía válidas hoy día.

Acabo de enseñaros las diversas relaciones y diferencias entre los criterios conductuales de Dios al hombre y las verdades que Él exige. A estas alturas, ¿no hemos terminado prácticamente de hablar de las buenas conductas que forman parte de las cosas que la gente cree correctas y buenas según sus nociones? Tras hablar de esto, departimos sobre algunas normas y algunos enunciados dictados por Dios para regular la conducta del hombre y lo que este vive, y enumeramos algunos ejemplos, como no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, honrar a los padres, no fumar ni beber, no robar, no aprovecharse de nadie, no dar falso testimonio, no adorar ídolos, etc. Por supuesto, estos son nada más que los principales, y hay muchos otros pormenores en los que no nos adentraremos. Así pues, después de haber compartido estas cosas, ¿qué verdades deberíais haber aprendido? ¿Qué principios deberíais practicar? ¿Qué deberíais hacer? ¿Es preciso que respetéis a los mayores y améis a los pequeños? ¿Que seáis personas corteses? ¿Que seáis amables y accesibles? ¿Han de ser las mujeres gentiles y refinadas o cultas y sensatas? ¿Han de ser los hombres excelentes, ambiciosos y competentes? No. Naturalmente, hemos compartido muchas enseñanzas. Es obvio que Satanás utiliza estas cosas, por las que aboga la cultura tradicional, para desviar a la gente del buen camino. Son cosas muy confusas que engañan a la gente. Debéis examinaros para comprobar si todavía albergáis algunos de estos pensamientos e ideas o algunas de estas conductas y manifestaciones. Si es así, debéis daros prisa en buscar la verdad para corregirlos, aceptarla y vivir según las palabras de Dios. Así podréis recibir Su visto bueno. Deberíais reflexionar sobre cuál era vuestro estado interior cuando vivíais de acuerdo con la cultura tradicional, qué sentíais en el fondo del corazón, qué aprendisteis y cuál fue el resultado, y comprobar después qué se siente al comportaros según las normas que Dios le ha exigido al hombre, como ser mesurado, tener decencia santa, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, etc. Observa cuál de estas formas de vida te permite vivir con más facilidad, libertad, paz, tranquilidad y humanidad, y cuál te hace sentir como si vivieras con una máscara falsa y vuelve tu vida muy falsa y desdichada. Observa cuál de estas formas de vida te permite vivir cada vez más cerca de las exigencias de Dios y hace tu relación con Él cada vez más normal. Cuando lo experimentes realmente, lo sabrás. La práctica de las palabras de Dios y de la verdad es lo único que puede depararte la liberación y la libertad y hacer que recibas el visto bueno de Dios. Imagina, por ejemplo, que para que digan que tú respetas a los mayores y amas a los pequeños, que obedeces las normas y que eres buena persona, siempre que te encuentras a un hermano o hermana mayor, le llamas “hermano mayor” o “hermana mayor”, sin atreverte nunca a llamarlo por su nombre, azorado por la idea de hacerlo y pensando que sería muy irrespetuoso. Esta noción tradicional de respetar a los mayores y amar a los pequeños está oculta en tu interior, por lo que, cuando ves a una persona mayor, actúas con mucha delicadeza y amabilidad, y como si fueras muy cumplidor de las normas y cultivado, y no puedes evitar inclinar la cintura desde un ángulo de 15 grados hasta uno de 90 grados. Tratas a las personas mayores con respeto: cuanto mayor es la persona que tienes delante, más educado finges ser. ¿Es bueno ser así de educado? Eso es vivir sin agallas y sin dignidad. Cuando una persona así ve a un niño pequeño, se comporta de forma simpática y juguetona, como un niño. Cuando ve a uno de sus iguales, se pone bien derecho y se comporta como un adulto para que los demás no se atrevan a faltarle al respeto. ¿Qué clase de persona es esa? ¿No es una persona de muchas caras? Cambia muy rápido, ¿no? Cuando ve a una persona mayor, le llama “abuelo mayor” o “abuela mayor”. Cuando ve a alguien un poco mayor que ella, le llama “tío”, “tía”, “hermano mayor” o “hermana mayor”. Cuando conoce a alguien más joven que ella, le llama “hermano pequeño” o “hermana pequeña”. Les da a las personas distintos tratamientos y apodos según su edad y utiliza dichos tratamientos con mucha precisión y exactitud. Estas cosas han arraigado en lo más profundo de su ser, y sabe emplearlas con gran facilidad. Sobre todo desde que cree en Dios, se siente aún más convencida: “Ahora que soy creyente en Dios, debo ser cumplidor de las normas y cultivado; debo ser culto y sensato. No puedo infringir las reglas ni ser rebelde como esos jóvenes incrédulos y problemáticos; eso no le gustará a la gente. Si quiero caer bien a todo el mundo, tengo que respetar a los mayores y amar a los pequeños”. Por consiguiente, regula su conducta de una forma todavía más estricta y divide a las personas de distintos grupos de edad por categorías, todas ellas con su tratamiento y su apodo, pone esto en constante práctica en la vida diaria y cada vez piensa más lo siguiente: “Mira, he cambiado mucho desde que creo en Dios. Soy culto, sensato y cortés, respeto a los mayores y amo a los pequeños y soy amable. Realmente vivo a semejanza de un ser humano. Sé dirigirme a cada persona que conozco por el tratamiento adecuado, tenga la edad que tenga. No me hizo falta que mis padres me lo enseñaran ni que mi entorno me lo mandara. Sencillamente, sabía cómo hacerlo”. Tras practicar estas buenas conductas, cree que tiene mucha humanidad, que es muy obediente a las normas y que a Dios le debe de agradar esto. ¿No se está engañando a sí misma y a los demás? A partir de ahora, tú debes abandonar estas cosas. Antes conté la historia de Daming y Xiaoming, relacionada con el respeto a los mayores y el afecto a los pequeños, ¿no es cierto? (Sí). Cuando ciertas personas ven a un anciano, piensan que llamarle “hermano mayor” o “hermana mayor” no es lo bastante delicado y que eso no hará que la gente las considere lo suficientemente cultivadas, así que le llaman “abuelo mayor” o “tía mayor”. Parece que les has respetado lo suficiente, ¿y de dónde viene tu respeto hacia ellos? No tienes cara de respetar a nadie. Tienes un aspecto aterrador, feroz, descarado y arrogante, y eres más arrogante que nadie con tus conductas. No solo no buscas los principios verdad, sino que tampoco consultas con nadie; haces lo que te da la gana y no tienes el más mínimo ápice de humanidad. Miras quién tiene estatus, y le llamas “tío mayor” o “tía mayor” esperando recibir los elogios de la gente por ello; ¿es útil fingir de este modo? ¿Tienes humanidad y moral si finges de este modo? Por el contrario, cuando otras personas ven que lo haces, les das todavía más asco. Cuando surgen asuntos que atañen a los intereses de la casa de Dios, eres capaz de traicionar verdaderamente dichos intereses. Vives únicamente para satisfacerte a ti mismo y, a pesar de tener esta clase de humanidad, llamas a la gente “tía mayor”. ¿Eso no es fingir? (Sí). ¡Se te da muy bien fingir! Dime, ¿no son repugnantes las personas así? (Sí). Esa gente siempre traiciona los intereses de la casa de Dios; no los protege en absoluto. Muerde la mano que le da de comer y no merece vivir en la casa de Dios. Examinaos para ver cuáles de los pensamientos, ideas, actitudes, planteamientos y formas de tratar a la gente que aún albergáis son cosas que la humanidad reconoce generalmente como buenas conductas; de hecho, son precisamente las cosas de las que Dios abomina. Debéis daros prisa en desprenderos de estas cosas sin valor y no aferraros a ellas en modo alguno. Algunos preguntan: “¿Qué tiene de malo actuar así?”. Si tú actúas así, me repugnarás y abominaré de ti; de ninguna manera debes hacerlo. Algunas personas señalan: “Da igual que te repugnemos; al fin y al cabo, no vivimos contigo”. Igualmente, no debes actuar así aunque no vivamos juntos. Me repugnará que no seas capaz de aceptar ni de practicar la verdad, lo que implica que no podrás salvarte. Por tanto, sería mejor que abandonaras esas cosas cuanto antes. No finjas ni vivas tras una máscara falsa. Creo que los occidentales son muy normales en este sentido. Por ejemplo, en Estados Unidos basta con llamar a la gente por su nombre. No tienes que llamar a una persona “abuelo” y a otra “abuela” con vergüenza, ni preocuparte de que la gente te juzgue; puedes llamar a la gente por su nombre, de forma digna, y cuando te oiga se alegrará mucho, tanto los adultos como los niños, y les parecerás respetuoso. Por el contrario, si conoces su nombre y sigues llamándoles “señor” o “tía”, no les hará gracia y te ignorarán, lo que te parecerá muy extraño. La cultura occidental es distinta de la cultura tradicional china. Los chinos se han visto adoctrinados e influidos por la cultura tradicional y siempre quieren estar arriba, ser los mayores del grupo y que los respeten. No les basta con que les llamen “abuelo” o “abuela”, quieren que la gente añada un “mayor” después y les llamen “abuelo mayor”, “abuela mayor” o “tío mayor”. También “tía grande” o “tío grande”; si no les llaman “mayor”, quieren que les llamen “grande”. ¿No es repugnante la gente así? ¿Qué carácter es este? ¿No es un carácter miserable? ¡Qué repugnante! Este tipo de personas no solo son incapaces de ganarse el respeto de los demás, sino que estos las detestan y desprecian, se alejan de ellas y las rechazan. Por eso Dios tiene un motivo para sacar a la luz estos aspectos de la cultura tradicional y detestarlos: porque en estas cosas están presentes los trucos y el carácter de Satanás, y porque pueden influir en los métodos y el sentido de la conducta de una persona. Por supuesto, también pueden influir en la perspectiva desde la que alguien contempla a las personas y las cosas y, asimismo, ciegan a la gente y afectan a su capacidad para optar por la senda correcta. Así pues, ¿no debe abandonar la gente estas cosas? (Sí).

El pueblo chino está muy influido por la cultura tradicional. Naturalmente, cada país del mundo tiene una cultura tradicional propia, y estas culturas tradicionales solo difieren en pequeños aspectos. Aunque algunos de sus enunciados son distintos de los de la cultura tradicional china, son de la misma naturaleza. Todos estos enunciados existen porque la gente tiene un carácter corrupto y carece de una humanidad normal, por lo que tiene conductas muy engañosas que parecen buenas a simple vista, que concuerdan con las nociones y fantasías del hombre y que le resultan fáciles de llevar a cabo, a fin de aparentar ser muy caballerosa, noble y respetable y para que parezca tener dignidad e integridad. Sin embargo, son precisamente estos aspectos de la cultura tradicional los que le nublan la vista y le engañan a la gente, y son precisamente estas cosas las que le impiden vivir a auténtica semejanza de un ser humano. Y, peor todavía, Satanás se sirve de ellas para corromper la humanidad de las personas y alejarlas de la senda correcta, ¿no es cierto? (Sí). Dios le dice a la gente que no robe, que no cometa adulterio y demás, mientras que Satanás le dice que debe ser culta y sensata, gentil y refinada, cortés, etc. ¿Esto no es justo lo contrario a las exigencias de Dios? ¿No son unas contradicciones deliberadas con respecto a las exigencias de Dios? Satanás enseña a la gente a valerse de métodos y comportamientos externos, además de aquello que vive, para engañar a otras personas. ¿Qué le enseña Dios a la gente? Que no debe valerse de comportamientos externos para ganarse fraudulentamente la confianza de otras personas, sino que debe comportarse basándose en Sus palabras y en la verdad. Así se hará merecedora de la confianza de los demás; estas son las únicas personas que tienen humanidad. ¿No hay una diferencia? Una gran diferencia. Dios te dice cómo comportarte, mientras que Satanás te dice cómo fingir y engañar a los demás; ¿no hay una gran diferencia? Entonces, ¿entiendes ya lo que la gente debe elegir al final? ¿Cuál es la senda correcta? (Las palabras de Dios). Exacto, las palabras de Dios son la senda correcta en la vida. Sin importar qué clase de exigencia planteen las palabras de Dios con respecto a la conducta del hombre —trátese de una regla, de un mandamiento o de una ley que Dios le haya dirigido al hombre—, todas ellas son, sin duda, correctas, y la gente debe obedecerlas. Esto es así porque las palabras de Dios siempre son la senda correcta y las cosas positivas, mientras que las palabras de Satanás engañan y corrompen a la gente, albergan las tramas de Satanás y no son la senda correcta por mucho que concuerden con los gustos o con las nociones y fantasías de la gente. ¿Lo entiendes? (Sí). ¿Qué sentís tras haber oído la enseñanza de hoy? ¿Guarda relación con la verdad? (Sí). ¿Comprendíais antes este aspecto de la verdad? (No de forma clara). ¿Ya lo comprendéis de forma clara? (Más que antes). En resumen, la comprensión de estas verdades le será de utilidad a la gente más adelante. Le resultará de provecho para su futura búsqueda de la verdad, para su vivencia de la humanidad y para el objetivo y el sentido de aquello que persiga en la vida.

26 de febrero de 2022

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