Qué significa perseguir la verdad (7) Parte 3

A continuación, voy a hablar sobre el dicho: “Sacrifica tus intereses por los demás”. Este dicho se refiere a una virtud de la cultura tradicional china que la gente ve como noble y maravillosa. Por supuesto, estas opiniones son un poco exageradas y nada realistas, pero con independencia de ello, se reconoce universalmente como una virtud. Cada vez que alguien oye hablar de esta virtud, su mente evoca ciertas escenas, como la de gente que pone comida en el plato de otro cuando comen juntos y que deja la mejor parte para los demás; gente que deja a otra pasar en la cola del supermercado; gente que permite a otros comprar los billetes primero en la estación de tren o en el aeropuerto; gente que cede el paso a otros para que pasen primero mientras camina o conduce… Son todos “bonitos” ejemplos de “uno para todos y todos para uno”. Cada una de estas escenas muestra lo cálidos, armoniosos, felices y pacíficos que son la sociedad y el mundo. El nivel de felicidad es tan alto que se sale de los gráficos. Si alguien les pregunta: “¿Por qué eres tan feliz?”, responden: “La cultura tradicional china aboga por sacrificar el propio interés por los demás. Todos ponemos esta idea en práctica, y no nos resulta difícil en absoluto hacerlo. Nos sentimos muy bendecidos”. ¿Han cruzado esas escenas por vuestra cabeza? (Sí). ¿Dónde se pueden encontrar estas escenas? Aparecen en las pinturas que se solían poner en las paredes en el festival de primavera, durante el Año Nuevo Chino anterior a los años 90. Se pueden hallar en la mente de las personas e incluso en los denominados espejismos, o castillos en el aire. En resumidas cuentas, tales escenas no existen en la vida real. “Sacrifica tus intereses por los demás” también es, por supuesto, una exigencia formulada por los moralistas con respecto a los criterios morales. Se trata de un dicho relacionado con la conducta moral del hombre que exige que las personas tengan en cuenta primero a los demás antes que a sí mismas a la hora de actuar. Deben considerar primero los intereses de los demás y no los suyos propios. Deben pensar en los demás y aprender a sacrificarse, es decir, deben renunciar a sus propios intereses, exigencias, deseos y ambiciones, e incluso llegar al punto de despojarse de todo lo que les pertenece y pensar primero en los demás. Al margen de si el hombre puede cumplir con esta exigencia, primero hay que preguntarse: ¿qué clase de personas son las que proponen este punto de vista? ¿Entienden la humanidad? ¿Comprenden los instintos y la esencia humanidad de esta criatura que es el hombre? Carecen de la más mínima comprensión. Aquellos que propusieron este dicho deben de haber sido extremadamente necios al plantearle la exigencia irrealista de sacrificar el propio interés por los demás al hombre, una criatura egoísta que no solo alberga pensamientos y tiene libre albedrío, sino que también está llena de ambiciones y deseos. Con independencia de si las personas son capaces de alcanzar esta exigencia, teniendo en consideración la esencia y los instintos de las personas como criaturas, los moralistas que plantearon esta exigencia fueron realmente inhumanos. ¿Por qué digo esto? Por ejemplo, cuando alguien tiene hambre, percibirá instintivamente su propio apetito y no tendrá en cuenta que haya alguien más en la misma situación. Dirá: “Tengo hambre, quiero comer algo”. Primero piensa en sí mismo. Esto es normal, natural y apropiado. Nadie que tenga hambre va a ir en contra de sus verdaderos sentimientos y va a preguntar: “¿Qué quieres comer?”. ¿Es normal que alguien pregunte a otro qué quiere comer cuando él mismo tiene hambre? (No). Por la noche, cuando alguien esté cansado y agotado, dirá: “Estoy cansado. Quiero irme a dormir”. Nadie dirá: “Estoy cansado, así que, ¿puedes irte a la cama y dormir por mí? Cuando duermes, me siento menos cansado”. ¿No sería anormal que se expresara de ese modo? (Sí). Todo aquello que la gente es capaz de pensar y hacer instintivamente es por su propio bien. Si saben cuidar de sí mismos, entonces les va muy bien, pues ese es el instinto humano. Si eres capaz de vivir de manera independiente, si has llegado a un punto en el que puedes vivir y ocuparte de tus asuntos por tu cuenta, si sabes cuidar de ti mismo, si sabes que debes ir al médico cuando te pones enfermo, si sabes cómo recuperarte de una enfermedad y cómo resolver todos los problemas y las dificultades que surgen en la vida, entonces ya te va bastante bien. Sin embargo, sacrificar tus intereses por los demás requiere que abandones las necesidades que tengas en favor de los intereses de otros, no hacer nada por ti mismo, pues se te requiere que en cambio consideres primero los intereses de los demás y lo hagas todo por su bien; ¿acaso no es esto inhumano? Tal y como lo veo, esto priva por completo a las personas de su derecho a vivir. Las necesidades básicas de la vida son algo que debes manejar por tu cuenta, entonces, ¿por qué deben otros sacrificar sus propios intereses para hacer tales cosas y ocuparse de ellas en tu lugar? ¿En qué clase de persona te convierte eso a ti? ¿Tienes algún tipo de discapacidad mental o minusvalía? ¿Eres una mascota? Todas estas son cosas que la gente debe hacer por instinto; ¿por qué deberían otros abandonar lo que deben hacer y sacrificar su energía para hacer estas cosas por ti? ¿Es eso apropiado? ¿No es este requerimiento de sacrificar los propios intereses por los demás mera palabrería? (Sí). ¿A qué suena toda esa palabrería y de dónde proviene? ¿Acaso no proviene de esos supuestos moralistas que carecen del menor entendimiento sobre los instintos, las necesidades y la esencia del hombre, y de sus ansias de alardear sobre su superioridad moral? (Sí). ¿No es esto inhumano? (Sí). Si todo el mundo sacrificara sus propios intereses por los demás, entonces ¿cómo manejarían sus propios asuntos? ¿De verdad ves a todo el mundo como un minusválido incapaz de manejar su propia vida, como a un idiota, un discapacitado mental o un imbécil? Si no es así, entonces ¿por qué debes sacrificar tus intereses por los demás, y exigir que otros abandonen por ti los suyos? Se da incluso el caso de algunos minusválidos que no quieren que nadie les eche una mano, sino que en cambio quieren ganarse la vida y gestionarla por su cuenta; no les hace falta que otros paguen un precio añadido por ellos o les presten una ayuda adicional. Quieren que los demás los traten de forma adecuada, esa es su manera de preservar la dignidad. Buscan el respeto de la gente, no quieren compasión ni pena. Esto es aplicable sobre todo a aquellos que pueden cuidar de sí mismos, ¿verdad? Así, desde Mi punto de vista, este requerimiento de sacrificar tus intereses por los demás no se sostiene. Vulnera los instintos del hombre y el sentido de su conciencia y es, cuanto menos, inhumano. Incluso si el objetivo es mantener las normas sociales, el orden público y las relaciones interpersonales normales, no es necesario exigir de un modo tan irrazonable e inhumano que todo el mundo vaya contra su voluntad y viva para los demás. ¿Acaso no resultaría un tanto retorcido y anormal que las personas vivieran para los demás y no para sí mismas?

¿En qué circunstancias es aplicable el requerimiento de sacrificar los propios intereses por los demás? Un caso es cuando los padres obran por el bien de sus hijos. Es probable que esto solo suceda durante un tiempo limitado. Antes de que los hijos se hagan adultos, los padres deben esforzarse al máximo para cuidarlos. Para criar a sus hijos hasta la edad adulta y garantizarles una vida saludable, feliz y gozosa, los padres sacrifican su juventud, gastan sus energías y dejan de lado los placeres de la carne e incluso sacrifican sus carreras y aficiones. Todo esto lo hacen por sus hijos. Es una responsabilidad. ¿Por qué deben cumplir los padres con ella? Porque todos los padres tienen la obligación de criar a sus hijos. Es su responsabilidad ineludible. Sin embargo, la gente no tiene esta obligación respecto a la sociedad y la humanidad. Si cuidas de ti mismo, no causas problemas y no le complicas la vida a nadie, entonces ya lo estás haciendo bastante bien. Otra circunstancia es el caso de las personas con discapacidades físicas que son incapaces de cuidar de sí mismas y necesitan que sus padres, hermanos o incluso organizaciones de asistencia social los ayuden en sus vidas y a sobrevivir. Se da otro caso especial cuando una catástrofe natural afecta a determinadas personas o regiones y estas no pueden sobrevivir sin ayuda urgente. Requieren del auxilio de los demás. Además de las mencionadas, ¿existen otras circunstancias en las que las personas deban sacrificar sus intereses por ayudar a los demás? Tal vez no. En la vida real, la sociedad es ferozmente competitiva, y si uno no pone hasta el último ápice de energía mental en hacer bien su trabajo, es difícil desenvolverse, sobrevivir. El ser humano es incapaz de sacrificar sus intereses por los demás; ya le vale con asegurar su propia supervivencia y no atentar contra los intereses de los demás. De hecho, el verdadero semblante de la humanidad queda aún más fielmente reflejado por los conflictos y asesinatos vengativos en los que se involucra en medio del contexto social y las circunstancias de la vida real. En los acontecimientos deportivos, cuando los atletas emplean hasta el último aliento para demostrar quiénes son y salir victoriosos, puedes comprobar que ninguno dice: “No quiero el título de campeón. Creo que deberías quedártelo tú”. Nadie haría eso. El instinto de la gente es competir para ser el primero, ser el mejor y situarse en lo más alto. En realidad, la gente es sencillamente incapaz de sacrificar sus intereses por los demás. En el instinto del hombre no existe la necesidad ni la voluntad de sacrificar sus intereses por los demás. Teniendo en cuenta la esencia y la naturaleza del hombre, este solo puede y quiere actuar para sí mismo. Si una persona actúa por sus propios intereses y, al hacerlo, es capaz de tomar la senda correcta, eso es algo bueno, y esa persona puede considerarse una buena creación entre los hombres. Si, al actuar por tu propio interés, eres capaz de tomar la senda correcta, perseguir la verdad y las cosas positivas, y ejercer una influencia positiva en las personas que te rodean, ya te va bastante bien. Promover y fomentar la idea de sacrificar los propios intereses por los demás no es más que palabrería. No se ajusta a las necesidades del hombre, y mucho menos al estado actual de la humanidad. A pesar de que la exigencia de sacrificar los propios intereses por los demás no se ajusta a la realidad y es inhumana, sigue ocupando un lugar en lo más profundo del corazón de la gente y, en mayor o menor medida, sus pensamientos siguen estando influenciados y coartados por ella. Cuando la gente solo obra para sí misma, no lo hace para los demás, no los ayuda o no piensa ni muestra consideración hacia ellos, a menudo se siente condenada en el alma. Sienten una presión invisible y, en ocasiones, incluso perciben la fija mirada crítica de los demás. Todos estos sentimientos surgen debido a la influencia de la ideología moral tradicional arraigada en lo más hondo de su corazón. ¿Habéis sido influenciados vosotros también en diverso grado por la cultura tradicional que manda que debéis sacrificar vuestros intereses por los demás? (Sí). Muchos todavía aprueban los requerimientos que tiene la cultura tradicional, y si alguien es capaz de atenerse a ellos, la gente lo tendrá en buena consideración y nadie le va a reprochar ni contradecir en nada, da igual cuántos de estos requerimientos cumpla. Si alguien ve a una persona que, tras reparar en que otra se cae en la calle, no acude a ayudarla, nadie estaría contento con ella, dirían que es muy inhumana. Esto demuestra que los estándares requeridos por la cultura tradicional y que se aplican a los hombres ocupan cierto lugar en el corazón de la gente. Entonces, ¿es acertado evaluar a una persona según estos elementos de la cultura tradicional? Aquellos que no comprenden la verdad nunca serán capaces de entender por completo esta cuestión. Se podría decir que la cultura tradicional ha formado parte de la vida humana desde hace miles de años, pero ¿qué efecto ha logrado en realidad? ¿Ha cambiado el punto de vista espiritual de la humanidad? ¿Ha llevado la civilización y el progreso a la sociedad? ¿Ha resuelto en ella las cuestiones de la seguridad pública? ¿Ha servido para educar a la humanidad? No ha resuelto ninguna de estas cuestiones. La cultura tradicional no ha resultado en absoluto eficaz, por lo que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que los estándares requeridos que se aplican al hombre no pueden considerarse criterios; son meras restricciones destinadas a atar a la gente de pies y manos, restringir sus pensamientos y regular su conducta. Hacen que el hombre se comporte bien vaya donde vaya, siga las normas, tenga una apariencia de humanidad, respete a los mayores, ame a los pequeños y sepa respetar la antigüedad. Sirven para que una persona no moleste a los demás pareciendo ingenuo y maleducado. A lo sumo, lo único que consiguen estos estándares es hacer que la gente parezca un poco más presentable y refinada. En realidad, esto no tiene nada que ver con la esencia de las personas y solo sirve para obtener la aprobación momentánea de los demás y satisfacer la propia vanidad. Te sientes encantado cuando la gente te dice lo buena persona que eres por hacerles recados. Si demuestras que sabes cuidar de los jóvenes y los ancianos cediéndoles tu asiento en el autobús, y los demás te felicitan por ser un buen chico y el futuro de la nación, también te sientes complacido. Igualmente, te quedas encantado cuando haces cola para comprar un billete, dejas que alguien detrás de ti compre primero el suyo y los demás te elogian por ser tan considerado. Después de seguir unas cuantas reglas y mostrar otros tantos actos de buen comportamiento, te parece que tienes un temperamento noble. Si crees que tienes un estatus superior al de los demás tras unas pocas buenas acciones puntuales, ¿acaso no es eso una insensatez? Esta insensatez puede hacerte perder el rumbo y la razón. No merece la pena pasar demasiado tiempo hablando sobre este dicho de la conducta moral sobre sacrificar tus intereses por los demás. Los problemas asociados a él son bastante fáciles de discernir, ya que este dicho deforma y distorsiona en gran medida la humanidad, el talante y la dignidad de las personas. Las vuelve menos sinceras, nada prácticas y autocomplacientes, pierden capacidad para saber cómo deben vivir, cómo discernir a las personas, los acontecimientos y las cosas en la vida real, y cómo lidiar con los diversos problemas que les suceden en ella. La gente solo es capaz de prestar algo de ayuda y aliviar a los demás de sus preocupaciones y problemas, pero pierde el rumbo respecto a la senda que ha de tomar en la vida, Satanás la manipula y se convierte en objeto de sus burlas; ¿acaso no es esto una señal de humillación? En cualquier caso, este supuesto estándar moral de sacrificar los propios intereses por los demás es un dicho perverso y nada sincero. Por supuesto, en cuanto a esto, Dios solo les exige a los hombres que cumplan con las obligaciones, responsabilidades y deberes que se les han encargado, que no causen daño, no lastimen ni perjudiquen a nadie, y que actúen de tal modo que resulte provechoso y beneficioso para los demás; con eso es suficiente. Dios no exige que las personas asuman responsabilidades u obligaciones adicionales. Si puedes desempeñar todo tu trabajo, tus deberes, obligaciones y responsabilidades, ya lo estás haciendo bien; ¿acaso no es sencillo? (Sí). Se consigue fácilmente. Como es tan sencillo y todo el mundo lo entiende, no hace falta compartir con mayor detalle al respecto.

A continuación, voy a hablar del enunciado sobre conducta moral “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral”. La diferencia entre este enunciado y los otros estándares requeridos para la conducta moral es que este se dirige en concreto a las mujeres. “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” es una exigencia inhumana y nada práctica que se hace a las mujeres a propuesta de los supuestos moralistas. ¿Por qué digo esto? Este estándar exige que todas las mujeres, ya sean hijas o esposas, deben ser virtuosas, amables, dulces y morales. Para ser consideradas mujeres buenas y respetables, deben practicar esta clase de conducta moral y poseer este talante moral. Lo que esto implica para los hombres es que las mujeres han de ser virtuosas, amables, dulces y morales, mientras que ellos no; no hace falta que los hombres sean virtuosos o amables, y mucho menos que sean dulces o tengan moral. ¿Qué deben hacer los hombres? Si sus mujeres no logran ser virtuosas, amables, dulces y morales, pueden divorciarse de ellas o abandonarlas. Si a un hombre le resulta imposible abandonar a su mujer, ¿qué debe hacer? Debe convertirla en una mujer virtuosa, amable, dulce y moral, esa es su responsabilidad y obligación. La responsabilidad del hombre en la sociedad es vigilar, guiar y supervisar estrictamente a las mujeres. Debe desempeñar con sumo cuidado el papel de su superior, ha de reprimir a las mujeres virtuosas, amables, dulces y morales, servir como su señor y cabeza de familia, y asegurarse de que las mujeres hagan lo que deben y cumplan con sus legítimas obligaciones. A modo de contraste, a los hombres no les hace falta practicar este tipo de conducta moral, son una excepción a esta regla. Dado que los hombres son una excepción a dicha regla, esta afirmación sobre la conducta moral es solo un estándar según el cual pueden juzgar a las mujeres. Es decir, si un hombre quiere casarse con una mujer con buena conducta moral, ¿cómo tendría que juzgarla? Basta con determinar si la mujer es virtuosa, amable, dulce y tiene moral. Si cumple con esos requisitos, puede casarse con ella; en caso contrario, no debería hacerlo. Si lo hiciera, los demás la despreciarían y llegarían a decir que no es una buena persona. Entonces, ¿qué requerimientos específicos dicen los moralistas que deben cumplir las mujeres para ser consideradas virtuosas, amables, dulces y morales? ¿Cuentan estos calificativos con significados concretos? Cada uno de ellos —“virtuosa”, “amable”, “dulce” y “moral”— encierra un gran significado, y a nadie le resulta fácil estar a la altura de ninguno de estos atributos. No hay hombre ni intelectual que pueda estar a la altura, y sin embargo exigen a las mujeres corrientes que lo estén, lo cual resulta tremendamente injusto para ellas. Entonces, ¿cuáles son los comportamientos básicos y las formas específicas de conducta moral que deben mostrar las mujeres para ser consideradas virtuosas, amables, dulces y morales? Para empezar, las mujeres nunca deben poner un pie fuera de las estancias más privadas de su vivienda, y deben llevar los pies atados entre sí a una distancia de alrededor de diez centímetros, lo cual es menos que la palma de la mano de un niño. Esto restringe a las mujeres y garantiza que no puedan ir donde les venga en gana. Antes del matrimonio, las mujeres no pueden salir de las estancias privadas de su vivienda, deben confinarse en sus alcobas enclaustradas y no mostrar el rostro en público. Si son capaces de atenerse a estas reglas, es que poseen el talante moral de una mujer soltera virtuosa, amable, dulce y moral. Después de casarse, la mujer debe mostrar obediencia filial a sus suegros y tratar con cortesía a los demás parientes de su marido. La manera en que la familia de este la trate o la humille carece de importancia, ella debe tolerar las penalidades y las críticas igual que un fiel caballo de labranza. No solo debe servir a todos los miembros de la familia, tanto a los jóvenes como a los mayores, sino que también debe engendrar hijos para continuar el linaje ancestral, y todo ello sin emitir la menor queja. No importa cuánto la golpeen o las ofensas que sufra a manos de sus suegros, ni lo cansada que esté o lo duro que tenga que trabajar, nunca podrá quejarse de nada de esto a su marido. Da igual hasta qué punto la acosen sus suegros, no puede dejar que nadie externo lo sepa y difunda chismorreos sobre su familia. No importa cuánto la hayan agraviado, no puede alzar la voz y debe tragarse los insultos y la humillación en silencio. No solo debe soportar las penalidades y las críticas, sino que debe también aprender a someterse con docilidad a la opresión, sofocar su indignación y aguantar la humillación y la carga de responsabilidad; debe aprender las artes de la resistencia y la tolerancia. Cualquiera que sea el exquisito alimento que sirva en una comida, los otros miembros de la familia han de comer en primer lugar; como muestra de su obediencia filial, primero ha de permitir que coman sus suegros, y luego su marido y sus hijos. Cuando todos han dado ya cuenta de la mejor parte, entonces se le permite llenarse el estómago con cualquier cosa que haya sobrado. Además de los requerimientos que acabo de exponer, en tiempos modernos, se espera también de las mujeres que “se destaquen en las reuniones sociales al igual que en la cocina”. Cuando oí esta frase, me pregunté que, si eso es lo que se espera de las mujeres, qué hacen entonces los hombres. Las mujeres cocinan para toda la familia, se encargan de los quehaceres, cuidan de los niños en casa y salen al campo a trabajar; tienen que rendir al máximo tanto en el hogar como fuera de este, desempeñando todas esas labores. En cambio, lo único que hacen los hombres es ir a trabajar, luego llegan a casa y pasan el rato ociosos y sin hacer ninguna tarea doméstica. Si se enfadan por algo en el trabajo, lo pagan con su mujer y sus hijos. ¿Es eso justo? ¿Qué habéis observado en todo esto que he expuesto? Nadie reclama nada respecto a la conducta moral de los hombres, pero se espera que las mujeres se destaquen en las reuniones sociales al igual que en la cocina, además de mantener un talante virtuoso, amable, dulce y moral. ¿Cuántas mujeres son capaces de cumplir tales requerimientos? ¿No es una injusticia imponerles tales exigencias? Si una mujer comete el más mínimo error, la golpean, la insultan y su marido puede llegar incluso a abandonarla. Las mujeres tienen que limitarse a sobrellevar todo esto, y si de verdad no pueden soportarlo más, solo les queda la opción del suicidio. ¿Acaso no es represión plantearles exigencias tan concretas e inhumanas a las mujeres, que tienen un físico más débil, menos poderoso y capaz que el de los hombres? Me dirijo a las mujeres aquí presentes, ¿no os parecería excesivo que os exigieran algo así en la vida real? ¿Se supone que los hombres realmente deben controlar a las mujeres? ¿Deben ser sus amos y obligarlas a sufrir adversidades? Si tenemos en cuenta lo perverso de esta situación, ¿acaso no podemos concluir que el dicho “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” está efectivamente causando fracturas en la sociedad? ¿Acaso no se está elevando claramente el estatus de los hombres en ella, mientras se disminuye intencionadamente el de las mujeres? Este requerimiento causa que hombres y mujeres crean con firmeza que el estatus y el valor social de ellas en la sociedad es menor, en lugar de igual al de los hombres. Por tanto, las mujeres deben ser virtuosas, amables, dulces y morales, sufrir maltrato y discriminación, ser humilladas y verse desposeídas de los derechos humanos en la sociedad. Por el contrario, se da por sentado que los hombres deben ser el cabeza de familia y exigir razonablemente que la mujer sea virtuosa, amable, dulce y moral. ¿No supone esto causar un conflicto intencionado en la sociedad? ¿No está creando esto fracturas en ella de manera deliberada? ¿No se alzarán algunas mujeres para rebelarse después de sufrir malos tratos durante tanto tiempo? (Sí). Dondequiera que exista la injusticia, se producirá una revuelta. ¿Resulta justo e imparcial hacia las mujeres este dicho sobre la conducta moral? Cuanto menos, no resulta justo ni imparcial para las mujeres, simplemente les otorga a los hombres licencia para actuar de forma todavía más desvergonzada, incrementa las divisiones en la sociedad, aumenta el estatus de los hombres en ella y disminuye el de las mujeres, al tiempo que las priva todavía más de su derecho a existir y acentúa sutilmente la desigualdad de estatus entre hombres y mujeres en la sociedad. El papel que desempeñan las mujeres en el hogar y en la sociedad en general, así como el tipo de conducta moral que muestran, puede resumirse en tan solo tres palabras: saco de boxeo. El dicho acerca de la conducta moral “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” exige que las mujeres respeten a los ancianos de la familia, que amen y se ocupen de sus miembros más jóvenes, que sean particularmente deferentes con sus maridos y que los traten como a reyes. Deben encargarse de todos los asuntos de la familia dentro y fuera del hogar y, por muchas penalidades que sufran, jamás deben quejarse. ¿Acaso no supone eso privar a las mujeres de sus derechos? (Sí). Esto supone privar a las mujeres de su libertad, de su derecho al libre discurso y del derecho a vivir. ¿Es humano privarlas de todos sus derechos y exigirles que cumplan con sus responsabilidades? ¡Eso equivale a pisotearlas y azotarlas!

Resulta bastante obvio que los moralistas que impusieron este requerimiento a las mujeres, y de paso las azotaron, eran hombres. Las mujeres no elegirían pisotear a las de su propia clase, así que fue seguro obra de los hombres. Les preocupaba que, si las mujeres se volvían demasiado capaces, si ganaban demasiada autoridad y tenían demasiada libertad, se convertirían en sus iguales, a menos que las tuvieran bajo estricta supervisión y control. Poco a poco, las mujeres capaces obtendrían un estatus superior al de los hombres, dejarían de realizar sus deberes en el hogar y esto, o así lo creían ellos, causaría un impacto en la armonía doméstica. Si faltara armonía en las casas particulares, entonces la sociedad al completo se sumiría en la discordia, cosa que preocupaba a los gobernantes del país. Ya ves, sea lo que sea lo que discutimos, la conversación siempre parece regresar a la clase dirigente. Albergan intenciones malvadas y desean ocuparse de las mujeres y actuar contra ellas, lo cual es inhumano. Exigen que, ya sea en casa o en la sociedad en general, las mujeres sean totalmente obedientes, se sometan dócilmente a la opresión, se humillen y degraden a sí mismas, se traguen todos los insultos, sean cultas y sensatas, dóciles y consideradas, soporten todas las penalidades y las críticas y otras tantas cosas más. Está claro que solo se espera de las mujeres que sean sacos de boxeo o felpudos. Si hicieran todo esto, ¿acaso seguirían siendo humanas? Si de verdad acataran todas estas exigencias, no serían humanas, serían como los ídolos venerados por los incrédulos, que ni comen ni beben, son ajenos a las preocupaciones materiales del mundo, nunca se enfadan y no tienen personalidad. O podrían ser como marionetas o máquinas que no piensan ni reaccionan con autonomía. Cualquier persona real contará con opiniones y puntos de vista sobre los dichos y las restricciones del mundo exterior; en ningún caso se someterían dócilmente a toda esa opresión. Por eso los movimientos por los derechos de las mujeres han surgido en la era moderna. El estatus de la mujer en la sociedad se ha elevado poco a poco en los últimos cien años o así, y por fin se ha liberado de los grilletes que una vez la ataron. ¿Durante cuántos años estuvieron las mujeres sujetas a estas ataduras? En Asia Oriental, estuvieron subyugadas durante al menos varios miles de años. Eran unas ataduras increíblemente crueles y brutales. Les ataban los pies de modo que no pudieran caminar y nadie defendía nunca a estas mujeres de la injusticia. He oído que en los siglos XVII y XVIII, algunos países y regiones occidentales también imponían ciertas restricciones a la libertad de las mujeres. ¿Cómo restringían a las mujeres en aquella época? Las obligaban a llevar faldas de aro sujetas a la cintura por medio de cierres metálicos y apoyadas sobre pesados aros de metal colgantes. Esto dificultaba mucho a las mujeres salir de casa o pasear y reducía radicalmente su movilidad. Por consiguiente, les resultaba muy difícil recorrer distancias largas o salir de casa. ¿Qué hacían en aquellas complicadas circunstancias? Lo único que podían hacer era consentir en silencio y quedarse en casa, y no podían desplazarse a distancias más largas. Salir a la calle para pasear, ver monumentos, ampliar sus horizontes o visitar a sus amigos era cosa imposible. Este era el método que se usaba en la sociedad occidental para limitar a las mujeres, pues no querían que salieran de casa y entraran en contacto con quien quisieran. En aquella época, los hombres podían ir en sus coches de caballos a donde les apeteciera sin limitación alguna, pero las mujeres padecían todo tipo de restricciones para salir de casa. En tiempos modernos, las mujeres sufren cada vez menos restricciones. Está prohibido atarles los pies y las mujeres orientales son libres de elegir con quién quieren tener una relación. Ahora están relativamente liberadas y salen poco a poco de la sombra de las ataduras. Conforme han ido saliendo de esta sombra, se han ido incorporando a la sociedad y poco a poco han empezado a adquirir la parte de responsabilidad que les corresponde. Las mujeres han alcanzado un estatus relativamente alto en la sociedad y disfrutan de más derechos y privilegios que antaño. Paulatinamente, en algunos países han empezado a ser elegidas primeras ministras y presidentas. ¿Es bueno o malo para la humanidad que el estatus de la mujer aumente de forma gradual? Como poco, este aumento en su estatus ha permitido a las mujeres cierta libertad y liberación, lo que sin duda resulta positivo para ellas. ¿Es beneficioso para la sociedad que las mujeres sean libres y tengan derecho a expresarse? En realidad, es beneficioso. Resulta que las mujeres son capaces de hacer muchas cosas que los hombres o no hacen bien o no quieren hacer. Las mujeres destacan en muchos tipos de trabajos. Hoy en día, no solo conducen automóviles, además saben pilotar aviones. Algunas sirven además como funcionarias o presidentas, encargándose de gobernar sus naciones, y hacen su trabajo tan bien como los hombres. Esto es un claro reflejo de que las mujeres son iguales que los hombres. Los derechos de los que deberían disfrutar las mujeres se promueven y protegen ahora por completo, lo cual es un fenómeno normal. Desde luego, es adecuado que las mujeres disfruten de sus propios derechos, pero solo ahora, después de que la situación se hubiera desvirtuado durante miles de años, se ha convertido de nuevo en la norma y básicamente se ha logrado la igualdad entre hombres y mujeres. Visto desde la perspectiva de la vida real, las mujeres están incrementando poco a poco su presencia en todas las clases sociales y en todos los sectores. ¿Qué nos dice eso? Que mujeres con todo tipo de especializaciones diferentes están poniendo poco a poco sus talentos en acción y contribuyendo valor a la humanidad y a la sociedad. Da igual cómo contemple uno esta situación, es ciertamente beneficiosa para la humanidad. Si no se hubieran restaurado los derechos de las mujeres y su estatus en la sociedad, ¿qué clase de trabajo estarían haciendo? Seguirían en casa atendiendo a sus maridos y criando a sus hijos, ocupándose de las labores domésticas y ejerciendo su conducta virtuosa, amable, dulce y moral; no podrían cumplir de ninguna manera con sus responsabilidades en la sociedad. Ahora que se han promovido y protegido sus derechos, las mujeres pueden contribuir a la sociedad de manera normal, y la humanidad ha disfrutado del beneficio del valor y las contribuciones que la mujer ha aportado a dicha sociedad. A partir de este hecho, resulta totalmente cierto que los hombres y las mujeres son iguales, que el hombre no debe infravalorar ni maltratar a las mujeres y que el estatus social de estas se debe incrementar; todo esto implica que la sociedad está mejorando. La humanidad tiene ahora una comprensión más perspicaz, correcta y reglada del género y, en consecuencia, las mujeres han empezado a ocupar puestos de trabajo para los que antes se pensaba que eran incapaces. No solo trabajan a menudo en empresas privadas, sino que es habitual que ocupen puestos en departamentos de investigación científica, y también está aumentando la proporción de mujeres que ejercen funciones de liderazgo nacional. Además, todos hemos oído hablar de escritoras, cantantes, empresarias y científicas, muchas han llegado a ser campeonas y subcampeonas en eventos deportivos, e incluso han existido heroínas en tiempos de guerra, lo que demuestra que las mujeres son tan capaces como sus homólogos masculinos. La proporción de mujeres empleadas en todos los sectores está aumentando y es relativamente normal. Los prejuicios contra ellas son cada vez menores en todos los oficios y profesiones de la sociedad contemporánea, la sociedad es más justa y existe verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Estas ya no se ven constreñidas y juzgadas por frases y criterios de conducta moral como “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” o “La mujer debe recluirse en su alcoba enclaustrada”. Los derechos de la mujer están ahora relativamente más protegidos, lo que sin duda refleja el clima social de igualdad de género.

Parece que solo vemos a los hombres exigir que las mujeres sean virtuosas, amables, dulces y morales, pero nunca observamos a las mujeres exigirles lo mismo a los hombres. Esta es una manera terriblemente injusta de tratar a las mujeres, e incluso un tanto egoísta, despreciable y desvergonzada. Uno podría también decir que es ilegal y abusivo tratar a las mujeres de ese modo. En la sociedad contemporánea, muchos países han establecido leyes que prohíben el maltrato a mujeres y niños. De hecho, Dios no tiene nada concreto que decir en cuanto a los géneros de la humanidad, porque tanto los hombres como las mujeres son creaciones de Dios y parten de Él. Por usar una frase que dice la humanidad, “tanto la palma como el envés de la mano están hechos de carne”. Dios no siente ningún prejuicio especial hacia los hombres o las mujeres, ni tampoco hace exigencias distintas ni a uno ni a otro, ambos son lo mismo. Por tanto, Dios usa los mismos estándares para juzgarte, ya seas hombre o mujer; Él se va a fijar en el tipo de esencia humanidad que tengas, qué senda recorres, qué postura adoptas respecto a la verdad, si la amas, si tienes un corazón temeroso de Dios y si puedes someterte a Él. A la hora de elegir a alguien y cultivarlo para que realice cierto deber o lleve a cabo cierta responsabilidad, Dios no mira si es hombre o mujer. Él promueve y utiliza a las personas, sea cual sea su género, fijándose en si poseen conciencia y razón, en si tienen un calibre aceptable, en si aceptan la verdad y en qué senda caminan. Por supuesto, cuando salva y perfecciona a la humanidad, Dios no se para a considerar su género. Si eres una mujer, Dios no considera si eres virtuosa, amable, dulce o tienes moral, o si te comportas bien, y no evalúa a los hombres en base a su virilidad y masculinidad; estos no son los estándares según los cuales valora a los hombres y a las mujeres. No obstante, entre las filas de la corrupta humanidad, siempre están aquellos que discriminan a las mujeres, que depositan ciertas exigencias inmorales e inhumanas en ellas para privarlas de sus derechos, de su merecido estatus social, del valor que deben tener en la sociedad, y que se esfuerzan por restringir y coartar el desarrollo positivo de la mujer y su existencia dentro de la sociedad, al tiempo que distorsionan sus concepciones psicológicas. Esto empuja a las mujeres a vivir toda su vida en un estado depresivo y angustiado, sin otra alternativa que soportar un estilo de vida humillante en estos entornos sociales y morales retorcidos y enfermizos. El único motivo por el que esto ha ocurrido es porque Satanás controla a la sociedad y al mundo entero, y todo tipo de demonios están engañando y corrompiendo a la humanidad impúdicamente. El resultado es que la gente es incapaz de ver la verdadera luz, no busca a Dios y, en cambio, vive sin quererlo ni saberlo bajo el engaño y la manipulación de Satanás, sin posibilidad de escape. Su única salida es buscar las palabras de Dios, Su aparición y Su obra para obtener el entendimiento de la verdad y ser capaz de observar y discernir claramente las diversas falacias, herejías, mentiras y afirmaciones absurdas que provienen de Satanás y de la malvada humanidad. Únicamente entonces será capaz de liberarse de estas limitaciones, presiones e influencias. Y solo cuando uno contempla a las personas y las cosas y se comporta y actúa de acuerdo con las palabras de Dios y la verdad es posible vivir con apariencia humana, vivir con dignidad, en la luz, hacer lo que se debe, cumplir con las obligaciones que se deben cumplir y, por supuesto, aportar el valor propio y completar la propia misión en la vida con el liderazgo de Dios y guiado por pensamientos y puntos de vista correctos. ¿Acaso no posee un gran significado vivir de esta manera? (Sí). A medida que reflexionáis sobre cómo ha hecho uso Satanás del dicho “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral” para imponer exigencias a las mujeres y restringirlas, controlarlas e incluso esclavizarlas durante muchos miles de años, ¿qué clase de sentimientos experimentáis? Cuando todas vosotras, las mujeres, oís a alguien sacar a colación la frase “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral”, os oponéis de inmediato y decís: “¡No digas eso! No tiene nada que ver conmigo. Aunque soy mujer, las palabras de Dios dicen que esta frase no tiene nada que ver con nosotras”, ¿no es así? Habrá hombres que dirán: “Si no tiene nada que ver contigo, ¿a quién se dirige esa frase? ¿Acaso no eres mujer?”. Y responderás: “Soy mujer, eso es cierto. Pero esas palabras no provienen de Dios, no son la verdad. Provienen del diablo y de la humanidad, pisotean a las mujeres y las privan del derecho a la vida. Se trata de palabras inhumanas e injustas para la mujer. ¡Me rebelo como muestra de resistencia!”. En realidad, no es necesario rebelarse así. Lo único que hay que hacer es adoptar un enfoque adecuado para ese tipo de frases, rechazarlas y no dejarse influir ni constreñir por ellas. Si alguien te dice en el futuro: “No pareces una mujer, y cuando hablas eres igual de brusca que un hombre. ¿Quién iba a querer casarse contigo?”. ¿Qué deberías responder a eso? Puedes decir: “Si nadie se casa conmigo, pues muy bien. ¿De verdad implicas que la única forma de vivir con dignidad es casándose? ¿Quieres decir que las únicas mujeres reales son las virtuosas, amables, dulces, morales y a las que todos aman? Eso no puede ser cierto. Virtuosa, amable, dulce y moral no deberían ser los calificativos con los que se define realmente a una mujer. A las mujeres no se las debería definir por su género, y no se debería juzgar su humanidad en base a si son virtuosas, amables, dulces y morales, sino que se las debería juzgar según los estándares con los que Dios evalúa la humanidad del ser humano. Esa es la forma justa y objetiva de valorarlas”. ¿Contáis ahora con una comprensión básica del dicho: “La mujer debe ser virtuosa, amable, dulce y moral”? Con Mi enseñanza, ya deberían haber quedado claras las verdades relevantes acerca de este dicho y los puntos de vista correctos a partir de los que se debe abordar.

Existe otro dicho que dice: “Al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó”. No quiero hablar sobre ese dicho. ¿Por qué no? Su naturaleza es similar a la de aquel otro: “Sacrifica tus intereses por los demás”, y también tiene algo de perverso. ¿Hasta qué punto resultaría inoportuno tener que elogiar al que cavó el pozo cada vez que sacas agua de él? Algunos pozos tienen lazos rojos y talismanes a modo de adorno, ¿no sería un poco raro que la gente se pusiera allí también a quemar incienso y hacer ofrendas con frutas? Si comparamos el dicho “Al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó” con este otro: “Las generaciones futuras disfrutan de la sombra de los árboles que plantaron las generaciones pasadas”, prefiero mucho más el segundo, porque refleja una realidad que la gente puede experimentar en primera persona y según la cual puede vivir. Al plantar un árbol, tarda entre diez y veinte años en alcanzar un tamaño que proporcione sombra, así que la persona que lo plantó no podrá descansar bajo él durante mucho tiempo, y solo las generaciones siguientes se beneficiarán de la sombra a lo largo de toda su vida. Este es el orden natural de las cosas. A modo de contraste, hay algo ligeramente neurótico en rememorar al que cavó el pozo cada vez que alguien bebe de él. ¿No sería un poco alocado que cada persona tuviera que rememorar y recordar al que cavó el pozo cada vez que acudiera a extraer agua? Si ese año hubiera sequía y mucha gente necesitara el pozo, si todo el mundo tuviera que quedarse allí plantado reflexionando sobre el que lo cavó antes de extraer el agua, ¿no impediría eso que la sacaran y que se prepararan la comida? ¿Sería algo realmente necesario? Solo serviría para demorar a todo el mundo. ¿Reside el alma del que cavó el pozo junto a este? ¿Puede él oír tales elogios? Es imposible confirmarlo. Así que la frase: “Al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó” es absurda y carece de ningún sentido. La cultura tradicional china ha propuesto muchos dichos de este estilo respecto a la conducta moral, la mayoría de los cuales son absurdos, y este en particular es más absurdo que el resto. ¿Quién cavó el pozo? ¿Para quién lo cavó y por qué? ¿De verdad lo cavó en beneficio de todos y para las generaciones siguientes? No necesariamente. Solo lo hizo para sí mismo y para que su familia tuviera acceso al agua potable, no consideró para nada a las generaciones siguientes. ¿No es entonces engañar y confundir a la gente hacer que las generaciones siguientes rememoren y le den las gracias al que cavó el pozo, y hacerles pensar que lo hizo para todo el mundo? Por tanto, el que propuso este dicho solo estaba imponiendo sus propios pensamientos y puntos de vista a los demás y obligándoles a aceptar sus ideas. Esto es inmoral y causará que incluso más gente sienta asco, repulsión y odio hacia ese dicho. Aquellos que promueven esta clase de dichos simplemente padecen ciertas discapacidades intelectuales que provocan que para ellos sea inevitable decir o hacer ciertas cosas ridículas. ¿Qué efectos provocan en la gente las ideas y puntos de vista de la cultura tradicional como los dichos “Al beber agua de un pozo, nunca hay que olvidar quién lo cavó” y “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”? ¿Qué ganan de estos dichos de la cultura tradicional las personas educadas y aquellos que poseen un poco de conocimiento? ¿Se han convertido realmente en buenas personas? ¿Han vivido con apariencia humana? En absoluto. Estos expertos en moralidad que veneran la cultura tradicional se sientan en sus altos pedestales del pináculo de la moralidad y hacen exigencias morales a la gente que no se ajustan en absoluto al auténtico estado de sus vidas. Se trata de algo inmoral e inhumano para todos los que viven en esta tierra. Estos puntos de vista morales de la cultura tradicional que promueven pueden transformar a una persona con una racionalidad bastante normal en alguien con un sentido de la razón anormal, capaz de decir cosas que otros considerarían impensables e inescrutables. La humanidad de tales personas está deformada y tienen la mente perturbada. No es de extrañar entonces que muchos chinos tiendan a decir cosas en eventos deportivos, espacios públicos y en ámbitos oficiales que están un poco fuera de lugar y que a la gente le cuesta comprender. Todo lo que dicen resulta vacío, una teoría ridícula, y no contiene ni un ápice de discurso sincero o práctico. Esta es la prueba fehaciente, el resultado de la corrupción de la humanidad por parte de Satanás, y la consecuencia de haber educado al pueblo chino durante miles de años según la cultura tradicional. Todo esto ha convertido a aquellos que vivían con sinceridad y autenticidad en gente que vende falsedades y a la que se le da de maravilla disfrazarse y enmascararse para engañar a los demás, que parece increíblemente cultivada y en teoría es capaz de opinar con elocuencia, pero en realidad posee una mentalidad distorsionada y es incapaz de hablar con sensatez o de interactuar y comunicarse con nadie. Todos ellos tienen básicamente la misma naturaleza. En un sentido estricto, rayan en la enfermedad mental. Si no puedes aceptar estas palabras, te animo a que las experimentes. Así concluye la charla de hoy.

2 de abril de 2022

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