Qué significa buscar la verdad (8) Parte 2

Prosigamos hoy compartiendo y analizando el siguiente enunciado de conducta moral: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Esto describe un método para interactuar con los demás que Satanás ha inculcado en las personas. Significa que cuando interactúas con otros, debes darles cierto margen. No has de ser demasiado duro con los demás, no puedes mencionar sus errores pasados, tienes que mantener su dignidad, no puedes dañar las buenas relaciones con ellos, debes ser indulgente, etcétera. Este dicho sobre la moralidad describe principalmente un tipo de filosofía de vida que dicta las interacciones entre los seres humanos. Hay un principio en las filosofías de vida que dice: “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena”. Esto significa que, para preservar una relación amistosa, uno debe guardar silencio sobre los problemas de su amigo, incluso si los percibe claramente, que debe respetar los principios de no pegarle a la gente en la cara ni llamarle la atención por sus defectos. Han de engañarse mutuamente, ocultarse el uno del otro, intrigar contra el otro; y aunque sepan con claridad absoluta qué clase de persona es el otro, no lo dicen abiertamente, sino que emplean métodos taimados para preservar su relación amistosa. ¿Por qué querría uno preservar esas relaciones? Se trata de no querer hacer enemigos en esta sociedad, dentro del propio grupo, lo cual significaría someterse a menudo a situaciones peligrosas. Al saber que alguien se convertirá en tu enemigo y te perjudicará después de que le hayas llamado la atención por sus defectos o le hayas hecho daño, y al no desear colocarte en esa situación, empleas el principio de las filosofías para vivir que dice que “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. A la luz de esto, si dos personas mantienen una relación de este tipo, ¿consideran que son verdaderos amigos? (No). No son verdaderos amigos, y mucho menos el confidente del otro. Entonces, ¿de qué tipo de relación se trata exactamente? ¿No es una relación social fundamental? (Sí). En este tipo de relaciones sociales, las personas no pueden expresar sus sentimientos, tener intercambios profundos ni hablar sobre lo que les venga en gana. No pueden decir en voz alta lo que hay en su corazón o los problemas que perciben en el otro, ni tampoco palabras que puedan beneficiar al otro. En cambio, optan por decir cosas agradables para conservar el favor del otro. No se atreven a decir la verdad ni a defender los principios por temor a suscitar la animadversión de los demás hacia ellos. Cuando nadie amenaza a una persona, ¿acaso esta no vive en relativa tranquilidad y paz? ¿No es este el objetivo de las personas que promueven el dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? (Así es). Es evidente que se trata de una forma de existencia taimada y engañosa, con un elemento defensivo, cuyo objetivo es la propia preservación. Las personas que viven así no tienen confidentes, ni amigos íntimos a los que puedan decirles lo que quieran. Están a la defensiva unos con otros, y son calculadores y estrategas, cada uno toma de la relación lo que le conviene. ¿No es así? En el fondo, el objetivo de “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es evitar ofender a otros y ganarse así enemigos, protegerse no causando daño a nadie. Se trata de una técnica y un método que uno adopta para evitar ser lastimado. Si observamos estas facetas diversas de su esencia, ¿es un principio noble exigir de la conducta moral de la gente “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Es positivo? (No). Entonces, ¿qué es lo que enseña esto a la gente? Que no debes ofender ni herir a nadie para que no seas tú el que termine herido; asimismo, que no se debe confiar en nadie. Si haces daño a un buen amigo tuyo, la amistad empezará a cambiar sutilmente; pasará de ser un buen amigo, un amigo íntimo, a ser un desconocido o un enemigo. ¿Qué problemas se resuelven enseñando a las personas a actuar así? Aunque al actuar de esta manera no te crees enemigos e incluso pierdas unos cuantos, ¿acaso esto hará que la gente te admire o te apruebe y te tenga siempre como amigo? ¿Con esto se alcanza plenamente el estándar de conducta moral? En el mejor de los casos, no es más que una filosofía de vida. ¿Se puede considerar una buena conducta moral la obediencia a este enunciado y a esta práctica? En absoluto. Así es como algunos padres educan a sus hijos. Si su hijo recibe una paliza en algún sitio, le dicen: “Eres un gallina. ¿Por qué no te defendiste? Si te da un puñetazo, ¡dale tú una patada!”. ¿Es esta la manera correcta? (No). ¿Cómo se llama esto? Incitación. ¿Cuál es el propósito de la incitación? Evitar perjuicios y aprovecharse de los demás. Si alguien te da un puñetazo, como mucho te dolerá un par de días; si luego tú le das una patada, ¿no habrá consecuencias más graves? ¿Y quién lo habrá provocado? (Los padres con su incitación). ¿Y no es un poco parecido al punto de vista del enunciado “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Es correcto comportarse de acuerdo con este enunciado? (No). No, no lo es. Visto desde este ángulo, ¿no es un modo de incitar a la gente? (Sí). ¿Enseña sabiduría a la gente en sus relaciones con los demás, a saber diferenciar a las personas, a contemplar a las personas y las cosas de forma correcta y a relacionarse con la gente con sabiduría? ¿Te enseña que si conoces a gente buena, gente con humanidad, debes tratarla con sinceridad, darle ayuda si puedes y que, si no puedes, debes ser tolerante y tratarla como es debido, aprender a tolerar sus defectos, soportar sus malentendidos y juicios sobre ti y aprender de sus puntos fuertes y sus buenas cualidades? ¿Es eso lo que enseña a la gente? (No). ¿Y qué resulta al final de lo que enseña este dicho a la gente? ¿Hace que la gente sea más honesta, o más taimada? El resultado es que la gente se vuelve más taimada; los corazones de la gente se alejan más, se dilata la distancia entre las personas y sus relaciones se complican, lo que equivale a que se complican las relaciones sociales de la gente. Se pierde la comunicación sincera entre las personas y surge una mentalidad de recelo mutuo. ¿Pueden seguir siendo normales las relaciones de la gente de esta manera? ¿Mejorará el clima social? (No). Por eso es evidente que el dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” está equivocado. Enseñar a la gente a hacer esto no puede servir para que viva con una humanidad normal ni tampoco puede hacer a la gente abierta, recta ni sincera. No puede lograr nada positivo en absoluto.

El dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” alude a dos acciones: la de pegar y la de increpar. En las relaciones normales de las personas con los demás, ¿está bien o mal pegar a alguien? (Mal). Pegar a alguien, ¿es una demostración y una conducta propias de una humanidad normal en las relaciones con los demás? (No). Está claramente mal pegar a alguien, sea en la cara o en otro sitio. Por lo tanto, el enunciado “si pegas a otro, no le pegues en la cara” es intrínsecamente incorrecto. Según este dicho, aparentemente no está bien pegar a alguien en la cara, pero sí pegarle en otro sitio, ya que, tras el golpe, la cara se enrojece, se hincha y resulta herida. Esto hace que la persona se vea mal y poco presentable y, además, demuestra que tratas a la gente de una manera muy grosera, burda e innoble. Entonces, ¿es noble pegar a la gente en otro sitio? No, eso tampoco es noble. En realidad, este dicho no se centra en dónde pegar a alguien, sino en la propia palabra “pegar”. Si, al relacionarte con los demás, siempre les pegas como forma de enfrentarte a los problemas y abordarlos, tu método en sí está equivocado. Lo haces por impetuosidad, no se fundamenta en la conciencia y razón de la humanidad de uno y, por supuesto, menos aún constituye una práctica de la verdad u obediencia a los principios de la verdad. Algunas personas no atacan la dignidad de los demás en su presencia: tienen cuidado con lo que dicen y se abstienen de pegarle al otro en la cara, pero siempre juegan sucio a sus espaldas: dándole la mano sobre la mesa, pero patadas por debajo; diciéndole cosas buenas a la cara, pero conspirando contra él a sus espaldas; criticándolo e intrigando contra él; esperando la ocasión de vengarse; incriminando y maquinando; difundiendo rumores, o tramando conflictos y utilizando a otras personas para meterse con él. ¿Cuánto mejores son estos métodos solapados con respecto a pegarle a alguien en la cara? ¿No son incluso más graves que pegarle a alguien en la cara? ¿No son incluso más solapados, desalmados y carentes de humanidad? (Sí). Así pues, el enunciado “si pegas a otro, no le pegues en la cara” carece intrínsecamente de sentido. Este punto de vista es en sí mismo un error, con un toque de falsas apariencias. Es un método hipócrita, lo que lo hace tanto más aborrecible, repugnante y detestable. Ya tenemos claro que se pega a la gente por impetuosidad. ¿En qué te basas para pegar a alguien? ¿Lo autoriza la ley, o es un derecho divino que tienes? Nada de eso. Entonces, ¿por qué pegar a la gente? Si puedes llevarte bien con alguien normalmente, puedes aplicar maneras correctas de llevarte bien con él y relacionarte. Si no puedes llevarte bien con él, cada cual puede seguir su camino sin necesidad de actuar impetuosamente ni de llegar a las manos. En el ámbito de la conciencia y la razón de la humanidad, esto es lo que debería hacer la gente. En cuanto actúas impetuosamente, aunque no pegues a la persona en la cara, sino en otra parte, se trata de un problema grave. No es una forma normal de relacionarse. Así se relacionan los enemigos, no es la forma normal en que se relaciona la gente. Está fuera de todo sentido de la humanidad. ¿La frase “llamar la atención” en el dicho “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es buena o mala? ¿La frase “llamar la atención” tiene un sentido en el cual hace referencia a que las personas sean reveladas o puestas en evidencia en las palabras de Dios? (No). A Mi entender, la frase “llamar la atención” tal y como se encuentra en el lenguaje humano, no significa eso. Su esencia es cierta forma maliciosa de poner en evidencia; significa revelar los problemas y las deficiencias de la gente, o ciertas cosas y comportamientos desconocidos para los demás, como bien algunas intrigas, ideas o puntos de vista que operan en segundo plano. Este es el significado de la frase “llamar la atención” en el dicho “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. Si dos personas se llevan bien y son confidentes, sin ninguna barrera entre ellas, y ambas confían en poder beneficiar y ayudar a la otra, entonces lo mejor será que se sienten juntas y expliquen los problemas de ambas de una forma franca y sincera. Esto es lo correcto, y no es llamar la atención sobre los defectos de los demás. Si descubres que otra persona tiene problemas, pero observas que aún no es capaz de aceptar tus consejos, basta con que no digas nada, para evitar peleas o conflictos. Si quieres ayudarla, puedes pedirle su opinión y primero preguntarle: “Veo que tienes un pequeño problema y me gustaría darte algún consejo. No sé si podrás aceptarlo. Si puedes, te lo digo. Si no, por ahora me lo guardaré para mí y no diré nada”. Si dice: “Confío en ti. Lo que digas no estará fuera de lugar; puedo aceptarlo”, eso significa que te concede permiso, y entonces puedes comunicarle sus problemas uno a uno. No solo aceptará completamente lo que digas, sino que también se beneficiará de ello, y los dos podréis seguir manteniendo una relación normal. ¿Acaso no es eso tratarse con sinceridad? (Sí). Este es el método correcto para relacionarse con los demás; no es llamarles la atención por sus defectos. ¿Qué significa no “llamar la atención por los defectos de los demás”, como dice el dicho en cuestión? Supone no hablar de las deficiencias de los demás, no hablar de aquellos problemas que constituyen su mayor tabú, no exponer la esencia de sus problemas y no ser tan descarado a la hora de llamar la atención al respecto. Supone limitarse a hacer algunos comentarios someros, decir cosas que todo el mundo suele decir, decir cosas que la propia persona ya es capaz de percibir, y no revelar errores que la persona haya cometido anteriormente ni tampoco temas delicados. ¿En qué beneficia a la otra persona si actúas así? Puede que no la hayas ofendido o no te hayas enemistado con ella, pero lo que has hecho no le ayuda ni le beneficia en absoluto. Por tanto, la propia frase “no le llames la atención por sus defectos” es esquiva y una forma de engaño que no permite que exista sinceridad en el trato recíproco de las personas. Se podría decir que actuar así es albergar malas intenciones; no es la manera correcta de relacionarse con los demás. Los incrédulos incluso consideran que la frase “si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es algo que debería hacer una persona de noble moral. Se trata claramente de una manera taimada de interactuar con los demás, que las personas adoptan para protegerse a sí mismas; en absoluto es un modo adecuado de interacción. No llamar la atención por los defectos de los demás es en sí mismo poco sincero y, al llamar la atención sobre los defectos ajenos, quizás haya una segunda intención. Generalmente, ¿en qué circunstancias se llaman las personas la atención unas a otras por sus defectos? Un ejemplo: en la sociedad, si dos candidatos se presentan a un determinado cargo, se llamarán mutuamente la atención por sus defectos. Uno dirá: “Tú has hecho tal cosa mal y has malversado tanto dinero”, y el otro responderá: “Tú has perjudicado a tanta y cuanta gente”. Se dejan mutuamente en evidencia con esas cosas. ¿Eso no es llamar la atención a los demás por sus defectos? (Sí). Los que denuncian los defectos de otros en la escena política son adversarios políticos, mientras que cuando lo hace la gente normal, son enemigos. Simplemente se diría que estas dos personas no se llevan bien. Cada vez que se encuentran, se ponen a discutir, a señalarse los respectivos defectos, a juzgarse y condenarse mutuamente, y hasta a inventarse cosas de la nada y a acusar en falso. Siempre que hay algo sospechoso en los asuntos de la otra persona, lo ponen en evidencia y la condenan por ello. Si la gente se llama mutuamente la atención por muchas cosas, pero no por sus defectos, ¿es eso algo noble? (No). No, pero la gente sigue considerando este principio una conducta moral noble y lo alaba, ¡lo cual es realmente repugnante! En sí, el dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” no defiende nada positivo, a diferencia de los refranes “de bien nacidos es ser agradecidos”, “devuelve el bien por mal” y “la mujer ha de ser virtuosa, amable y dócil”, que al menos defienden una conducta moral loable. La expresión “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es un enunciado de conducta moral que incita a tener una conducta negativa y no ejerce ninguna función positiva sobre las personas. No le indica a la gente cuáles son las formas o los principios correctos para conducirse por la vida en este mundo. No proporciona esa información. Lo único que hace es decirle a la gente que no pegue a nadie en la cara, como si estuviera bien pegar en cualquier parte menos en la cara. Pega a alguien todo lo que quieras; déjalo amoratado, mutilado, hasta medio muerto, siempre y cuando aún respire. Y cuando se enfrenta la gente, cuando se encuentran quienes son enemigos o adversarios políticos, pueden increparse lo que quieran mientras no se llamen la atención por sus defectos. ¿Qué clase de talante es ese? ¿No estabais antes bastante de acuerdo con este dicho? (Sí). Supongamos que dos personas se enfrascan en una disputa y se ponen a discutir. Una dice: “Sé que tu marido no es el padre de tu hijo”, y la otra contesta: “Yo conozco los trucos de tu empresa familiar para ganar dinero”. Algunas personas comentan la pelea: “Si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos. Observad cómo sacan a relucir los defectos y secretos culpables de los demás y se rasgan las vestiduras por ellos. ¡Qué conducta más mezquina! Y, además, qué falta de integridad. Al menos podríais mostrar un poco de respeto por la gente; si no, ¿cómo podrá comportarse en el futuro?”. ¿Está bien o mal hacer comentarios así? (Mal). ¿Tiene el más mínimo efecto positivo? ¿Concuerda algo de esto mínimamente con la verdad? (No). ¿Qué clase de ideas y puntos de vista debe tener alguien para hacer semejantes comentarios? ¿Provienen dichos comentarios de alguien con sentido de la rectitud que haya comprendido la verdad? (No). ¿En qué se basan esos comentarios? ¿Se hicieron porque están totalmente influenciados por la idea de la cultura tradicional de que “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? (Sí). Estos comentarios se basan exclusivamente en esta idea y este punto de vista de la cultura tradicional.

En cuanto a la disputa entre las dos personas de la que acabamos de hablar, si se examina este asunto desde la perspectiva de alguien que cree en Dios, ¿cómo debería abordarse según las palabras de Dios y con la verdad por criterio? ¿No es una cuestión sobre la que la gente debería reflexionar? (Sí, así es). Es algo sobre lo que deberíais reflexionar. ¿Qué principios deben obedecer los creyentes? Deben contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en un todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Si se produce una disputa entre hermanos y hermanas, deben ser tolerantes y pacientes unos con otros y tratarse con amor. En primer lugar, deben reflexionar y conocerse a sí mismos, y luego resolver la cuestión según las palabras de Dios y la verdad, de modo que reconozcan sus errores y puedan abandonar la carne y tratar a los demás según los principios de la verdad. Así resolverán el problema de raíz. Debéis comprender a fondo este problema. El dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” no es un criterio por el que medir la humanidad, sino una mera filosofía básica de vida que no puede restringir la conducta corrupta de la gente en absoluto. Este dicho carece de sentido y no es preciso que los creyentes obedezcan esa regla. Las personas deben relacionarse según las palabras de Dios y los principios de la verdad. Eso es lo que deben obedecer los creyentes. Si la gente cree en Dios, pero sigue creyendo en los puntos de vista de la cultura tradicional y en las filosofías satánicas y aplica ideas de la cultura tradicional como “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para evaluar a otras personas y limitarlas o para exigirse cosas a sí misma, es absurdo y ridículo que lo haga y es incrédula. El dicho “si pegas a otro, no le pegues en la cara; y si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” es una filosofía satánica para relacionarse con los amigos que no resuelve los problemas esenciales de raíz de las relaciones interpersonales. Por tanto, este dicho es una regla muy superficial, una filosofía de vida muy superficial. Es muy inferior a los estándares de los principios de la verdad, y obedecer una regla tan superficial no puede alcanzar nada y carece de sentido. ¿Cabe expresarlo de esta manera? (Sí, así es). Cuando surja una disputa entre hermanos y hermanas, ¿cuál debe ser el principio para tratar este asunto y resolverlo? ¿Obedecer las reglas de la cultura tradicional, o adoptar como principios las palabras de Dios y la verdad? Decidme vuestra opinión. (Primero debemos analizar y llegar a conocer la naturaleza de su disputa y de sus impetuosas acusaciones mutuas según las palabras de Dios, reconociendo que son manifestaciones de un carácter corrupto. Después debemos enseñarles la senda pertinente de práctica. Deben tratarse con amor, deben tener conciencia y razón, y lo que digan y hagan debe edificar al otro en vez de lastimarlo. Si el otro tiene defectos o ha cometido errores, deben abordarlo correctamente ayudándolo si pueden, en lugar de atacarlo, juzgarlo o condenarlo). Esta es una forma de ayudar a la gente. ¿Y qué se puede decir para ayudarla y resolver su disputa? (Discuten en la iglesia, cosa en sí misma indigna de los santos y que no coincide con las exigencias de Dios. Así pues, podemos hablarles diciendo: “Cuando descubráis que alguien tiene problemas, ayudad si podéis. Si no podéis, no hay necesidad de discutir; de lo contrario, eso perturbará la vida de iglesia y, si insistís a pesar de las reiteradas amonestaciones, la iglesia lo abordará de acuerdo con sus decretos administrativos”). Parece que todos sabéis que debéis ocuparos de las personas que perturban la vida de la iglesia según los principios, pero todavía no sabéis muy bien cómo abordar las disputas entre personas ni qué palabras de Dios emplear para ello; todavía no sabéis aplicar las palabras de Dios y los principios de la verdad para resolver problemas. En este asunto, ¿qué problemas tiene cada una de las partes? ¿Tienen ambas un carácter corrupto? (Sí). Dado que ambas tienen un carácter corrupto, observad qué actitudes corruptas brotaron de cada persona cuando se produjo la disputa y qué las originó. Encontrad las actitudes corruptas que brotaron de ellas, y exponedlas y analizadlas con las palabras de Dios, para que ambas personas regresen ante Él y se conozcan a sí mismas según Sus palabras. ¿Y cuáles son las principales cosas que hay que enseñarles? Podrías decir algo como: “Si los dos os reconocéis seguidores de Dios, no discutáis, porque las discusiones no resuelven los problemas. No tratéis así a los que creen en Dios y lo siguen, y no tratéis a los hermanos y hermanas como los incrédulos tratan a la gente. Eso no concuerda con la voluntad de Dios. ¿Cómo exige Dios que tratemos a los demás? Las palabras de Dios son muy claras: sed compasivos, tolerantes y pacientes y amaos los unos a los otros. Si ves que la otra persona tiene graves problemas y estás descontento con lo que ha hecho, debes hablarlo con ella de forma razonable y eficaz, con una actitud compasiva, tolerante y paciente. Mejor si la persona es capaz de admitirlo y recibirlo de parte de Dios. Si no puede, tú de todos modos habrás cumplido con tu responsabilidad y no te hará falta lanzarle ataques impetuosos. Cuando los hermanos y hermanas discuten y se señalan los respectivos defectos, esa es una conducta indigna de los santos y no concuerda con la voluntad de Dios. Así no deben comportarse los creyentes. Y en cuanto a la persona acusada, aunque creas haber actuado de forma razonable y que no te debería criticar, debes dejar atrás tus prejuicios personales y afrontar el asunto y las acusaciones de la otra parte con calma y abiertamente. Nunca debes contraatacar de manera impetuosa. Si ambos os exaltáis hasta un estado de impetuosidad y no podéis controlaros, debéis empezar por retiraros de la situación. Calmaos y no sigáis insistiendo en el asunto para no caer en la trampa de Satanás y en su tentación. Podéis orar en privado, presentándoos ante Dios en busca de ayuda y procurando resolver vuestros problemas con Sus palabras. Cuando ambos seáis capaces de calmaros y de trataros con calma y racionalidad, sin actuar ni hablar impetuosamente, podréis reuniros a hablar de los asuntos en disputa hasta que alcancéis un consenso, os unáis en las palabras de Dios y logréis solucionar el problema”. ¿No sería apropiado decir eso? (Sí). El caso es que, cuando dos personas discuten, ambas dejan brotar su carácter corrupto y su impetuosidad. Todo ello constituye una conducta satánica. Ninguna de las dos personas tiene razón ni deja de tenerla y la conducta de ninguna de ellas está de conformidad con la verdad. Si tú hubieras sabido considerar y abordar el asunto según las palabras de Dios y la verdad, la disputa no habría tenido lugar. Si tan solo una de las partes hubiera sido capaz de contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios, la disputa no habría tenido lugar. Por tanto, si dos personas se llaman la atención por sus defectos y se pegan en la cara, estas personas son dos gallitos impetuosos. No tienen nada de bueno; ninguno tiene razón ni deja de tenerla. ¿En qué nos basamos para evaluar el bien y el mal? Esto depende de la perspectiva y la postura que adoptes en este asunto, de cuáles sean tus motivaciones, de si te basas en las palabras de Dios y de si lo que haces concuerda con la verdad. Obviamente, la motivación de vuestra disputa es someter y abrumar a la otra persona. Os dejáis en evidencia y os hacéis daño mutuamente con palabras desagradables. Da igual si lo que reveláis es correcto o no y si la cuestión de vuestra disputa es correcta o no, porque no abordáis este asunto según las palabras de Dios, con la verdad por criterio, y lo que dejáis brotar es la impetuosidad y el procedimiento y los principios de vuestros actos se fundamentan exclusivamente en la impetuosidad y os habéis visto obligados a hacerlo por vuestro corrupto carácter satánico; por consiguiente, no importa quién tiene la razón ni quién está en ventaja y quién en desventaja: el caso es que ambos estáis equivocados y sois responsables. Vuestra manera de abordar el asunto no se fundamenta en las palabras de Dios. Ambos debéis calmaros y pensar detenidamente en vuestros propios problemas. Hasta que ambos no os quedéis en silencio ante Dios y abordéis el problema con la cabeza fría, no podréis sentaros a hablarlo con calma y serenidad. Siempre y cuando los puntos de vista de ambas personas sobre las personas y las cosas, así como sus conductas y actos, se fundamenten en las palabras de Dios y en los principios de la verdad, por muy distintas que sean sus ideas y opiniones sobre un asunto en particular, en realidad no hay una diferencia real ni problema alguno. Siempre y cuando aborden sus diferencias con las palabras de Dios y la verdad como principios, en última instancia, seguro que sabrán llevarse bien y resolver sus diferencias. ¿Así abordáis vosotros los problemas? (No). Sencillamente, no sabéis aplicar la verdad para resolver problemas, con la excepción de vuestro método del recurso a las sanciones administrativas. Entonces, ¿cuál es la principal lección para abordar el asunto en su totalidad? No se trata de exigir a la gente que deje de lado sus diferencias, sino de resolverlas de forma correcta y alcanzar un acuerdo. ¿Cuál es el fundamento para resolver las diferencias? (Las palabras de Dios). Exacto: buscad el fundamento en las palabras de Dios. No se trata de analizar quién tiene razón y quién no, quién es superior y quién inferior ni quién es justificable y quién no. Se trata, más bien, de resolver el problema de las ideas y opiniones de la gente; o sea, de corregir las ideas y opiniones equivocadas de la gente y su forma errónea de abordar un asunto concreto. Solo si se busca un fundamento en las palabras de Dios y si se comprenden los principios de la verdad, pueden resolverse realmente los problemas y puede vivir realmente la gente en armonía, en unidad. De lo contrario, si aplicáis enunciados de la cultura tradicional y procedimientos como “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para abordar las cosas, los problemas jamás se resolverán, o al menos no se resolverán las diferencias entre las ideas y las opiniones de la gente. Por tanto, todo el mundo debe aprender a buscar un fundamento en las palabras de Dios. Las palabras de Dios son toda la verdad y no hay nada contradictorio en ellas. Son el único criterio para evaluar a toda persona, cuestión y cosa. Si todo el mundo busca un fundamento en las palabras de Dios y sus puntos de vista sobre las cosas concuerda con aquellas, ¿no es fácil que la gente llegue a un consenso? Si todo el mundo es capaz de aceptar la verdad, ¿seguirá habiendo diferencias entre las personas? ¿Seguirá habiendo disputas? ¿Seguirá siendo necesario utilizar ideas, puntos de vista y enunciados como “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos” para cohibir a la gente? No, porque las palabras de Dios pueden resolver todo problema. Sean cuales sean las discrepancias de la gente o sus muchos puntos de vista diferentes, todos han de ser llevados ante Dios, discernidos y analizados según Sus palabras. Entonces se podrá determinar si concuerdan con la verdad. Cuando la gente ha comprendido la verdad, puede apreciar que la mayoría de las ideas y los puntos de vista de la humanidad corrupta provienen de la cultura tradicional, de las lumbreras y grandes figuras a quienes adora. Sin embargo, se originan en las filosofías satánicas. Por consiguiente, estas ideas y estos puntos de vista equivocados son, en realidad, fáciles de corregir. ¿Por qué afirmo que son fáciles de corregir? Porque, si evalúas estas ideas y estos puntos de vista humanos con las palabras de Dios, descubrirás que todos ellos son absurdos, insostenibles e inviables. Si la gente es capaz de aceptar la verdad, es fácil dejar atrás estas cosas y todos los problemas pueden resolverse como corresponde. ¿Qué se consigue una vez resueltos los problemas? Que todo el mundo es capaz de dejar atrás sus opiniones, así como sus ideas y puntos de vista personales y subjetivos. Por muy nobles y correctos que te parezcan, por mucho tiempo que lleven difundiéndose entre la gente, mientras no concuerden con la verdad, debes renegar de ellos y desecharlos. Al final, una vez que toda persona haya adoptado como fundamento las palabras de Dios y haya renegado de todo lo que proviene de la gente, ¿no se unificarán sus ideas y opiniones? (Sí). Cuando se hayan unificado todas las ideas y opiniones que determinan la perspectiva de la gente sobre las personas y las cosas, así como su conducta y sus actos, ¿qué diferencias habrá entre las personas? Como mucho, algunas diferencias en la dieta y los hábitos de vida. Sin embargo, en asuntos que realmente atañen al carácter corrupto de las personas, a la senda por la que van y a la esencia de la humanidad, si toda persona adopta las palabras de Dios como fundamento y la verdad por criterio, llegará a ser una con los demás. Seas oriental u occidental, mayor o joven, hombre o mujer, intelectual, trabajador o agricultor, mientras puedas relacionarte con los demás según las palabras de Dios y la verdad, ¿seguirá habiendo peleas y conflictos entre las personas? No. Entonces, ¿pueden seguir planteándose como solución a las disputas de la gente exigencias infantiles como “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”? ¿Pueden seguir siendo estas las máximas que obedezca la gente en sus relaciones con los demás? Estas reglas superficiales no tienen valor para la humanidad y no pueden afectar a la opinión de la gente sobre las personas y las cosas, ni a su conducta y sus actos en la vida cotidiana. Piénsalo: ¿no es así? (Sí, así es). Puesto que están demasiado alejadas de la verdad y no tienen efecto alguno sobre la opinión de la gente acerca de las personas y las cosas, ni tampoco sobre su conducta y sus actos, habría que renunciar a ellas de una vez por todas.

Observando lo que hemos compartido más arriba, ¿no puede afirmarse con certeza que las palabras de Dios y la verdad son los criterios con los que deben evaluarse todas las personas, circunstancias y cosas, y que la cultura tradicional y las lecciones morales de la humanidad son insostenibles e indignas de mención frente a las palabras de Dios y la verdad? (Sí). En cuanto a esa “noble” exigencia moral de que “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, venerada por la humanidad, ¿bajo qué punto de vista y perspectiva debe contemplarla ahora la gente? ¿Debe seguir adorando y obedeciendo la gente esas palabras? (No). ¿Y cómo se renuncia a ellas? Empieza por no ser impetuoso ni impulsivo cuando te sucedan las cosas. Trata a todos y todo correctamente, cálmate, preséntate ante Dios, busca los principios de la verdad en Sus palabras y halla una senda de práctica, a fin de que puedas abordar a las personas y las circunstancias exactamente según las palabras de Dios, en vez de verte encadenado o limitado por el enunciado de conducta moral que dice que “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”. ¿No te resultaría más fácil y gozoso vivir así? Si la gente no acepta la verdad, es imposible que se libere de las ataduras de las actitudes corruptas y le cuesta relacionarse con los demás en el grupo en que vive. Puede haber alguien a quien tú no intimides, pero que quiera intimidarte a ti. Quieres llevarte bien con alguien, pero siempre te está causando problemas. Te pones en guardia contra ciertas personas y las evitas, pero siguen acosándote y dándote la lata a pesar de todo. Si no comprendes la verdad y no te fundamentas en las palabras de Dios, lo único que puedes hacer es continuar batallando contra ellas hasta el final. Si llegas a encontrarte con un matón temible, creerás que no te queda más remedio que seguir el dicho “la venganza es un plato que se sirve frío”. Aguardarás la ocasión adecuada para vengarte de él con métodos ingeniosos para derribarlo. No solo podrás desahogar tu agravio, sino que también conseguirás que todos aplaudan tu sentido de la justicia y les harás creer que tú eres el caballero, y él, el villano. ¿Qué opinas de este planteamiento? ¿Es la forma correcta de comportarse en el mundo? (No). Ahora lo entendéis. Entonces, ¿quién es el bueno: el caballero o el villano? (Ninguno). A esos caballeros venerados por los incrédulos les falta una descripción: “falsos”. Son “falsos caballeros”. Así pues, hagáis lo que hagáis, no seáis caballeros, pues todos los caballeros fingen serlo. ¿Y cómo debe comportarse uno para permanecer en la senda correcta? ¿Está bien actuar como un “auténtico caballero”, que “si pega a otro, no le pega en la cara, y si increpa a alguien, no le llama la atención por sus defectos”? (No). Todos esos caballeros y personajes famosos son hipócritas, taimados y unos falsos caballeros. ¡Pueden irse todos al infierno! Entonces, ¿cómo debe comportarse uno? Siendo alguien que busque la verdad, que contemple a las personas y las cosas, se comporte y actúe en un todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Solo se es una persona auténtica si uno se comporta de esa manera. ¿Es este el camino correcto o no? (Sí). ¿Qué debes hacer si alguien no deja de señalarte tus defectos? Podrías decir: “Si tú me llamas la atención a mí, ¡yo también te llamaré la atención a ti!”. ¿Es bueno atacarse así? ¿Así debe comportarse, actuar y tratar a los demás la gente? (No). Quizá la gente sepa que no debe hacer esto por cuestiones de doctrina, pero muchas personas no pueden vencer esas tentaciones y trampas todavía. Es posible que no hayas oído a nadie que te llame la atención por tus defectos, que te ataque o te juzgue a tus espaldas, pero cuando oigas a alguien decir semejantes cosas, no lo soportarás. Se te acelerará el corazón y te acalorarás: “¿Cómo te atreves a increparme? Si eres desagradable conmigo, yo te haré daño. Si me llamas la atención por mis defectos, ¡no creas que yo no te señalaré tu talón de Aquiles!”. Otros dicen: “Según el dicho, ‘si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos’, así que no te llamaré la atención por tus defectos, pero buscaré otra manera de ocuparme de ti y de bajarte los humos. ¡A ver quién es el duro!”. ¿Son buenos estos métodos o no? (No). Para casi todo el mundo, si se entera de que alguien le ha llamado la atención, lo ha juzgado o ha dicho algo malo de él a sus espaldas, su primera reacción es de ira. Explota de ira, no puede comer ni dormir y, si consigue dormir, ¡hasta dice palabrotas en sueños! ¡Su impetuosidad no conoce límites! Es un asunto realmente insignificante, pero no puede superarlo. Esta es la repercusión de la impetuosidad sobre la gente, los malvados resultados derivados de las actitudes corruptas. Cuando un carácter corrupto se convierte en la vida de alguien, ¿en qué se demuestra principalmente? En que, cuando la persona se encuentra con algo que le resulta desagradable, esa cosa afecta primero a sus sentimientos y luego estalla la impetuosidad de esa persona. Y, al hacerlo, esta vive inmersa en la impetuosidad y contempla el asunto en virtud de su carácter corrupto. Las ideas filosóficas de Satanás brotan en su interior y comienza a pensar en la manera de vengarse, lo que deja al descubierto sus actitudes corruptas. Las ideas y opiniones de la gente al abordar problemas como este, y los medios y recursos que se le ocurren, e incluso sus sentimientos y su impetuosidad, son fruto de sus actitudes corruptas. ¿Y qué actitudes corruptas surgen en este caso? La primera es, ciertamente, la malicia, seguida de la arrogancia, el engaño, la maldad, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. De estas actitudes corruptas, la arrogancia puede ser la menos influyente. ¿Cuáles son, entonces, las actitudes corruptas más capaces de dominar los sentimientos y pensamientos de una persona y de determinar cómo abordará finalmente este asunto? La malicia, la intransigencia, la aversión por la verdad y el odio hacia ella. Estas actitudes corruptas son el abrazo de la muerte para una persona, y es obvio que esta vive en la red de Satanás. ¿Cómo aparece la red de Satanás? ¿No son las actitudes corruptas las que la propician? Tus actitudes corruptas han tejido toda clase de redes satánicas para ti. Por ejemplo, cuando te enteras de que alguien hace algo como juzgarte, maldecirte o señalar tus defectos a tus espaldas, dejas que las filosofías satánicas y las actitudes corruptas sean tu vida y dominen tus pensamientos, ideas y sentimientos, lo que genera una serie de actos. Estos actos corruptos son, principalmente, fruto de tu naturaleza y tu carácter satánicos. Sean cuales sean tus circunstancias, mientras estés ligado, controlado y dominado por el carácter corrupto de Satanás, todo lo que vives, todo lo que revelas y todo lo que exhibes, o tus sentimientos, pensamientos y puntos de vista, además de tu manera de hacer las cosas, todo ello es satánico. Todas estas cosas vulneran la verdad y son hostiles a las palabras de Dios y a la verdad. Mientras más te alejes de la palabra de Dios y de la verdad, más te controla y te enreda la red de Satanás. Si, en cambio, puedes librarte de las cadenas y el control de tus actitudes corruptas, rechazarlas, presentarte ante Dios, y actuar y resolver los problemas con los métodos y principios que te indican las palabras de Dios, te liberarás paulatinamente de la red de Satanás. Ya libre, dejas de vivir a semejanza de una persona satánica controlada por sus actitudes corruptas y vives a semejanza de una persona nueva que considera las palabras de Dios su vida. Cambia toda tu manera de vivir. Sin embargo, si cedes a los sentimientos, pensamientos, puntos de vista y prácticas a que dan lugar las actitudes satánicas, obedecerás una letanía de filosofías satánicas y técnicas diversas, como “si pegas a otro, no le pegues en la cara; si increpas a alguien, no le llames la atención por sus defectos”, “la venganza es un plato que se sirve frío”, “más vale ser malo de verdad que bueno de mentira” y “quien no se venga no es hombre”. Las llevarás dentro y dictarán tus actos. Si basas tus actos en estas filosofías satánicas, la naturaleza de aquellos cambiará y estarás haciendo el mal y resistiéndote a Dios. Si basas tus actos en estos pensamientos y puntos de vista negativos, es obvio que te has apartado mucho de las enseñanzas y palabras de Dios y que has caído en la red de Satanás y no puedes salir. Vivís casi toda vuestra vida cotidiana rodeados de actitudes satánicas, en la red de Satanás. La causa del tormento de la gente es que está tan controlada por sus actitudes satánicas que no puede salir de ellas. Vive en pecado y sufre haga lo que haga. Te sientes atormentado, incluso cuando has derrotado a tu oponente, porque no sabes quién será el próximo enemigo al que te enfrentarás ni si podrás derrotarlo igual. Tienes miedo y estás atormentado. ¿Y el derrotado? Por supuesto, también está atormentado. Tras haber sido intimidado, cree no tener dignidad ni integridad en la vida. Cuesta asimilar la intimidación; por eso espera constantemente el momento oportuno para atacar y busca la ocasión de vengarse —ojo por ojo y diente por diente— para cantarle las cuarenta a su oponente. Una mentalidad así también es un tormento. En resumen, tanto el que se venga como el que recibe la venganza viven en la red de Satanás, donde hacen constantemente el mal, buscan constantemente el modo de salir de su incierta situación y, entretanto, desean hallar paz, felicidad y seguridad. Por un lado, las personas están controladas por el carácter corrupto y viven en la red de Satanás, adoptando los diversos métodos, pensamientos y puntos de vista que Satanás les ofrece para resolver los problemas que se producen a su alrededor. Por otra parte, las personas todavía esperan alcanzar la paz y la felicidad de Dios. Sin embargo, como siempre están ligadas al carácter corrupto de Satanás y atrapadas en su red, incapaces de renunciar a ella y salir de allí de forma consciente, y como se apartan de la palabra de Dios y de los principios de la verdad, las personas nunca son capaces de alcanzar el consuelo, el gozo, la paz y la felicidad que provienen de Dios. ¿En definitiva, en qué estado viven las personas? No están a la altura de la tarea de buscar la verdad, aunque les gustaría hacerlo, y no llegan a los requerimientos de Dios, aunque desean cumplir adecuadamente con el deber. Permanecen estancadas donde están. Es un tormento agónico. Las personas viven en el carácter corrupto de Satanás, no pueden evitarlo. Se parecen más a demonios que a personas, a menudo viven en rincones oscuros, buscando métodos vergonzosos y malvados para resolver las numerosas dificultades a las que se enfrentan. El hecho es que, en el fondo de su alma, las personas desean ser buenas y aspiran a la luz. Esperan vivir como seres humanos, con dignidad. También esperan poder buscar la verdad y apoyarse en la palabra de Dios para vivir, y hacer de ella su vida y su realidad, pero nunca pueden poner en práctica la verdad, y aunque entienden muchas doctrinas, no consiguen resolver sus problemas. Las personas están acechadas por este dilema, incapaces de avanzar y reacias a dar marcha atrás. Están atrapadas en su lugar. Y la sensación de estar “atrapadas” es de agonía, una agonía tremenda. Las personas tienen la voluntad de aspirar a la luz y no están dispuestas a abandonar la palabra de Dios y la senda correcta. Sin embargo, no aceptan la verdad, no pueden poner en práctica las palabras de Dios, y permanecen incapaces de desechar las ataduras y el control de su carácter satánico corrupto. En última instancia, solo pueden vivir en agonía, sin ninguna verdadera felicidad. ¿No son así las cosas? (Sí). En cualquier caso, si la gente quiere practicar la verdad y alcanzarla, debe experimentar las palabras de Dios poco a poco, empezando por las cosas pequeñas, para disipar la influencia de estos enunciados de conducta moral sobre sus ideas y puntos de vista y sobre su búsqueda de la verdad. Esto es clave; hay que resolver estas cuestiones.

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