¿Por qué debe el hombre perseguir la verdad? (Parte 3)

Nuestra charla de hace un momento se ha centrado sobre todo en por qué el hombre debe perseguir la verdad en términos del plan de gestión de Dios, desde la perspectiva de Dios. Al verlo desde el otro lado, es algo más simple. En términos del hombre mismo, desde la perspectiva de este, ¿por qué debe el hombre perseguir la verdad? Para simplificar, si la búsqueda del hombre, en el caso de vivir bajo la ley y no entender la verdad, solo consistiera en cumplir la ley, ¿qué acabaría saliendo de eso? En última instancia, el hombre solo sería condenado por la ley, debido a su incapacidad de cumplirla. Y entonces se pasó a la Era de la Gracia. En esa era, el hombre entendió mucho, y obtuvo de Dios multitud de información acerca del hombre, además de guías y mandamientos para el comportamiento humano. El hombre se benefició bastante en términos de doctrina. Sin embargo, sin haber entendido la verdad, todavía esperaba obtener más protección, favor, bendiciones y gracia de Dios; el punto de vista del hombre seguía siendo el de hacerle peticiones a Dios, y al hacérselas, su búsqueda todavía apuntaba y estaba dirigida hacia la vida y las comodidades de la carne, y hacia una mejor vida carnal. El objetivo de su búsqueda continuaba contradiciendo la verdad y se oponía a ella. El hombre seguía quedándose corto a la hora de poder perseguir la verdad, y no podía entrar en una vida tan real como aquella en la que la verdad se erige como el fundamento de la propia existencia. Estas son las realidades de la vida del hombre, vividas bajo el fundamento de haber comprendido todas las leyes o los mandamientos y restricciones de la Era de la Gracia, sobre la base de no haber comprendido todavía la verdad. Cuando estas son las realidades de la vida del hombre, muchas veces perderá el rumbo sin darse cuenta. Es tal como la gente dice: “Estoy confundido y perdido”. En tales condiciones de confusión ininterrumpida, el hombre a menudo se precipitará hacia un vacío, preocupado, sin saber por qué vive ni cuál será su futuro, y mucho menos cómo debe enfrentarse a las diversas personas, acontecimientos y cosas que la vida real le depara, o cuál es el modo correcto que debe utilizar para afrontarlos. Hay incluso más seguidores de Dios, creyentes, que, incluso mientras observan los mandamientos y disfrutan mucho de la gracia y las bendiciones de Dios, buscan el estatus, la riqueza, un futuro prometedor, distinguirse entre sus iguales, buenos matrimonios, satisfacción doméstica y fortuna. Además, en la sociedad actual, buscan el disfrute de la carne y la vida, y tranquilidad; buscan mansiones y coches lujosos; ambicionan viajar por todo el mundo, indagar en los misterios y el futuro de la humanidad. Al aceptar las normas y restricciones de una serie de leyes y criterios de comportamiento, la humanidad sigue siendo incapaz de despojarse de su propensión a indagar en el futuro y en los misterios de la humanidad, y en todos los asuntos que escapan a su conocimiento. Y al hacerlo, las personas suelen sentirse vacías, deprimidas, agraviadas, molestas, intranquilas y temerosas, hasta el punto de que, en muchas cosas que les ocurren, se ven en apuros para controlar su impulsividad y sus emociones. Hay algunas que caen en el desánimo, la depresión, la represión, etcétera, cuando se encuentran ante cualquier situación perturbadora, como condiciones duras en el trabajo, trifulcas domésticas, desavenencias domésticas o conyugales, o la discriminación de la sociedad. Hay algunas personas que llegan a sumirse en sentimientos extremos; otras optan incluso por poner fin a su propia vida con métodos radicales. Por supuesto, hay quienes optan por el aislamiento y la soledad. ¿Y a qué ha dado lugar esto en la sociedad? A reclusos, hombres y mujeres; a depresiones clínicas, etcétera. Tampoco faltan estos fenómenos en la vida de los cristianos; ocurren a menudo. Al fin y al cabo, la causa de todo esto, en su raíz, es que la humanidad no comprende lo que es la verdad, ni de dónde viene el hombre y adónde va, ni por qué está vivo y cómo debe vivir. Cuando se enfrenta a cualquiera de los múltiples tipos de personas, acontecimientos y cosas con los que se encuentra, no sabe cómo manejar, resolver, desechar o discernir y penetrar en todas estas cosas, para poder vivir feliz y tranquilo, bajo la soberanía y las disposiciones del Creador. La humanidad no tiene esta habilidad. Sin la expresión de la verdad de Dios, y sin que Él le haya dicho al hombre cómo debe contemplar a las personas y las cosas, y comportarse y actuar, los humanos confían en sus propios recursos, en el conocimiento que han adquirido, en las habilidades para la vida que han captado, en aquellas reglas del juego que han entendido, así como en reglas de comportamiento o filosofías para los asuntos mundanos. Confían en su experiencia de la vida humana y en su exposición a ella, e incluso en lo que han aprendido en los libros, pero se siguen sintiendo impotentes ante todas las dificultades que les plantea la vida real. Para quienes viven en esas condiciones, leer la Biblia no sirve de nada. Incluso orar al Señor Jesús es en vano, y mucho menos orar a Jehová. Leer lo que predijeron los profetas de antaño tampoco puede resolver ninguno de sus problemas. Así que algunas personas viajan por el mundo, van a explorar la luna y Marte, o buscan profetas que puedan predecir el futuro y conversan con ellos. Sin embargo, una vez que han hecho estas cosas, sus corazones siguen inquietos, sin alegría y sin consuelo. La dirección y el objetivo de su avance siguen pareciéndoles muy esquivos y vacíos. En general, la vida de la humanidad sigue estando vacía. Puesto que tal es el estado de la vida de la humanidad, esta inventa muchas formas de entretenerse, por ejemplo, los videojuegos modernos, el puentismo, el surf, el alpinismo y el paracaidismo que gustan a los occidentales, los dramas, las canciones y los bailes que gustan a los chinos, y los espectáculos de travestis en el sudeste asiático. Incluso ven cosas que satisfacen sus mundos espirituales y sus deseos carnales. Sin embargo, sean cuales sean sus diversiones, vean lo que vean, en el fondo de sus corazones siguen desconcertados respecto al futuro. Por muchas veces que alguien haya dado la vuelta al mundo, o incluso si ha estado en la luna y en Marte, una vez que ha vuelto y se ha asentado un poco, se encuentra totalmente enervado, casi igual que antes. En todo caso, se sentirá más triste e inquieto por haber ido que si no lo hubiera hecho. La humanidad piensa que el motivo por el que se siente tan vacía, tan impotente y por el que está tan desconcertada y agitada, por el que está tan deseosa de explorar lo venidero y lo que le resulta desconocido, es que las personas no saben cómo entretenerse, no saben cómo vivir. Creen que eso se debe a que no saben disfrutar de la vida o del momento; piensan que sus intereses y aficiones son simples, que no son lo bastante amplios. Sin embargo, por muchos intereses que propicien, por muchos entretenimientos en los que participen, por muchos lugares alrededor del mundo en los que hayan estado, la humanidad sigue sintiendo que su forma de vida y el rumbo y el objetivo de su existencia no coinciden con su deseo. En resumen, lo que la gente siente en general es vacío y aburrimiento. Debido a esto, algunas personas desean saborear todas las delicias gourmet del mundo; dondequiera que van, se empeñan en comer. Otros quieren divertirse adonde sea que vayan, y se divierten, comen y se entretienen todo lo que quieren, pero una vez que han comido y bebido y han disfrutado, están más vacíos que antes. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Por qué es imposible librarse de esta sensación? Cuando la gente se halla en un callejón sin salida, algunos empiezan a tomar drogas, a consumir opio, a tomar éxtasis y a estimularse con todo tipo de cosas materiales. ¿Y qué resultado se obtiene? ¿Alguno de estos métodos surte algún efecto a la hora de resolver el vacío del hombre? ¿Puede alguno de ellos resolver de raíz los problemas? (No). ¿Por qué no pueden? Porque los seres humanos viven de acuerdo con sus sentimientos. No comprenden la verdad, ni saben qué origina en la humanidad tales problemas de vacío, malestar, desconcierto u otros del estilo, ni saben por qué medios resolverlos. Piensan que, si se satisface el placer carnal y se ha saciado y llenado el mundo de su espíritu carnal, desaparecerá la sensación de vacío en su espíritu. ¿Es así como funciona? La realidad es que no. Si sales de estos sermones habiéndolos aceptado como doctrina, pero no los sigues o los practicas en absoluto, y si no tomas estas palabras de Dios como la base y el criterio para tus ideas sobre las personas y cosas, y para tu conducta y actuación, tu modo de existencia y tu punto de vista sobre la vida nunca cambiarán. Y si esas cosas no cambian, eso significa que tu vida, su estilo y el valor de su existencia nunca cambiarán. ¿Y qué significa que el estilo y el valor de la existencia de tu vida nunca cambiarán? Significa que un día, tarde o temprano, las doctrinas que comprendes te parecerán pilares del espíritu; tarde o temprano, serán para ti frases hechas y teorías, cosas con las que llenar esa sensación de vacío en tu mundo interior, cuando la situación lo requiera. Si la dirección y el objetivo de tu búsqueda no cambian, serás igual que esas personas que no han escuchado ninguna de las palabras de Dios. La dirección y la meta de tu búsqueda seguirán siendo en aras del entretenimiento, del consuelo carnal. Seguirás tratando de resolver tu vacío y desconcierto viajando por el mundo e indagando en los misterios. No cabe duda de que entonces recorrerás la misma senda que esas personas. Después de haber probado los manjares del mundo y disfrutado de sus grandes lujos, se sienten vacíos, y a ti te pasará lo mismo. Puedes aferrarte al camino verdadero y a las palabras de Dios, pero si no las sigues ni las pones en práctica, acabarás como ellos, sintiéndote a menudo vacío, agitado, resentido y reprimido, sin auténtica felicidad, sin auténtica alegría, sin auténtica libertad y, más aún, sin auténtica paz. Y entonces, al final, tu desenlace será el mismo que el de ellos.

¿En qué se fija Dios en lo que respecta al desenlace del hombre? No se fija en cuántas de Sus palabras has leído o cuántos sermones has escuchado. Dios no se fija en esas cosas. Se fija en cuántas verdades has ganado en tu búsqueda, en cuántas verdades puedes practicar; se fija en si puedes tomar Sus palabras como base y la verdad por criterio para tus ideas sobre las personas y cosas, y para tu conducta y actuación en tu vida; en si tienes tal experiencia y testimonio. Si no existe tal testimonio en tu vida cotidiana y en tu proceso de seguir a Dios, y ninguna de estas cosas está del todo corroborada, entonces Dios te considerará igual que a los incrédulos. ¿Esa valoración que Dios hace sobre ti es el fin de la historia? No, Dios estaría lejos de considerarte como tal y dejarlo ahí. En cambio, Él decidirá tu desenlace a partir de eso. Dios decide tu desenlace en función de la senda que recorres, en función de cómo te desempeñas en el conjunto de tu búsqueda y tu meta, de tu actitud hacia la verdad y de si has puesto un pie en la senda de la búsqueda de la verdad. ¿Por qué es así como Él lo establece? Cuando alguien que simplemente no persigue la verdad ha leído las palabras de Dios y ha escuchado muchas de ellas, pero aun así no puede tomar Sus palabras como criterio para sus ideas sobre las personas y cosas, y para su conducta y actuación, al final no solo no podrá salvarse. Esto es lo más importante. ¿Qué podría llegar a ser de tal persona si se quedara? ¿Podría convertirse en ama de todas las cosas? ¿Podría ser administradora de todas las cosas en lugar de Dios? ¿Es digna de comisión? ¿De confianza? Si Dios te entregara todo a ti, ¿harías lo que hace ahora la humanidad, matar indiscriminadamente a los seres vivos que Dios ha creado, disipar de manera indiscriminada la miríada que Dios ha creado, profanar de manera indiscriminada la miríada que Dios ha concedido a la humanidad? ¡Por supuesto que sí! Entonces, si Dios te entregara a ti este mundo y todas las cosas, ¿a qué se enfrentarían al final todas estas? Carecerían de un verdadero administrador; la humanidad corrompida por Satanás las profanaría y las disiparía hasta convertirlas en nada. Al final, todas las cosas, los seres vivos entre estas y la humanidad corrompida por Satanás, correrían la misma suerte: Dios los destruiría. Esto es algo que Dios no espera llegar a contemplar. Por tanto, si tal persona ha escuchado multitud de palabras de Dios y solo ha entendido muchas doctrinas dentro de Sus palabras, pero aun así es incapaz de asumir el deber de un amo de todas las cosas o de contemplar a las personas y las cosas, y comportarse y actuar de acuerdo con las palabras de Dios, sin duda Él no le confiará ningún asunto, puesto que no es apta. Dios no desea contemplar todas las cosas que creó con esmero disipadas y profanadas hasta la nada por la humanidad corrompida por Satanás una segunda vez, ni desea contemplar a la humanidad que ha gestionado durante seis mil años destruida a manos de tales humanos. Lo único que quiere contemplar es la existencia continuada de todas las cosas de Su esmerada creación bajo la administración del grupo de personas que obtiene Su salvación, bajo el cuidado, la protección y el liderazgo de Dios, viviendo de acuerdo con el orden de todas las cosas y con las leyes que Dios ordena. ¿Qué clase de personas son, entonces, las que pueden soportar una carga tan pesada? Solo existe una clase, y son aquellos de los que hablo, los que persiguen la verdad, la clase de personas que pueden contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar, rigurosamente de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Esas personas son dignas de confianza. Su modo de existencia ha surgido enteramente de los modos de la humanidad que Satanás ha corrompido; en la meta y el modo de su búsqueda, en sus ideas sobre las personas y cosas, y en su conducta y actuación, son capaces de estar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, y son del todo capaces de tener la verdad por criterio. Tales personas son las realmente aptas para seguir viviendo, y para que Dios ponga todas las cosas en sus manos. Son las que pueden soportar una carga tan pesada como la comisión de Dios. Desde luego, Él no le entregará todas las cosas a una clase de persona que no persigue la verdad. Sin lugar a la duda, Él no les entregará todas las cosas a personas que simplemente no escuchan Sus palabras y, por supuesto, no les confiará ninguna tarea. Ni siquiera pueden realizar bien sus propios deberes, mucho menos la comisión de Dios. Si Dios fuera a confiarles todas las cosas, no tendrían lealtad alguna, ni actuarían de acuerdo con Sus palabras. Trabajarían un poco cuando estuvieran contentos, y cuando no lo estuvieran, se irían a comer, beber y divertirse. A menudo, estarían vacíos e inquietos y sin saber qué hacer en su corazón, sin ninguna lealtad a la comisión de Dios. Desde luego, tales personas no son las que Dios quiere. Así que, si entiendes la voluntad de Dios y conoces las deficiencias de la humanidad corrupta, así como qué tipo de senda ha de tomar esta, deberías empezar por perseguir la verdad. Escucha las palabras de Dios y empieza por contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar en todo de acuerdo con Sus palabras, con la verdad por criterio. Oriéntate hacia esa meta, hacia esa dirección, y llegará el día, tarde o temprano, en el que Dios recuerde y acepte tu gasto y tu pago. Entonces, cobrará valor el hecho de que estés vivo; Dios te dará Su aprobación, y ya no serás una persona corriente. No se te está pidiendo que seas tan perseverante como lo fue Noé construyendo el arca, pero al menos debes perseverar durante lo que te queda de vida. ¿Vas a vivir ciento veinte años? Nadie lo sabe, pero no hace falta decir que esa no es la esperanza de vida de la humanidad moderna. Ahora es mucho más fácil perseguir la verdad de lo que fue construir el arca. Construir el arca resultó muy difícil, y entonces no había herramientas modernas: se construyó únicamente empleando la fuerza humana, además de en un entorno desfavorable. Llevó mucho tiempo, no contó con demasiada ayuda. Ahora os resulta mucho más fácil perseguir la verdad de lo que fue construir el arca. Vuestro entorno a gran escala y las condiciones a pequeña escala de vuestra vida os conceden una gran ventaja y os otorgan facilidades para perseguir la verdad.

La enseñanza de hoy sobre “Por qué debe el hombre perseguir la verdad” ha cubierto fundamentalmente dos aspectos del tema. Uno era la simple enseñanza desde la perspectiva de Dios, sobre Su plan de gestión, Sus deseos y Su anhelo; el otro, una disecación de los problemas en las propias personas, desde su propia perspectiva, que sirvió para explicar la necesidad e importancia de perseguir la verdad. En términos de cualquiera de estos ángulos, perseguir la verdad resulta de enorme importancia para el hombre y es de vital urgencia. La búsqueda de la verdad, desde cualquier punto de vista, es la senda y la meta en la vida que debería escoger todo seguidor de Dios, todo el que haya oído Sus palabras. La búsqueda de la verdad no se debería considerar como una especie de ideal o deseo, ni tampoco deberían tomarse los enunciados que se hicieron sobre ella como una especie de consuelo espiritual. En cambio, uno debe tomar las palabras que dice Dios y Sus requerimientos para el hombre y tornarlos de manera totalmente pragmática en los principios y la base para su práctica en la vida real, de tal modo que pueda cambiar la meta de su vida y el modo de su existencia, algo que, por supuesto, hace que la vida de alguien sea más digna de ser vivida. De esta manera, cuando persigas la verdad, a una escala reducida, el camino que tomes y tu elección serán los correctos y, a una escala mayor, te acabarás desprendiendo de tu carácter corrupto porque persigues la verdad y vas a ser salvado. Aquellos que se van a salvar no son, tal como los contempla Dios, solo los niños de Sus ojos o Sus tesoros, y menos aún son meramente los pilares de Su reino. La bendición que te va a llegar, como miembro de la humanidad futura, es sin duda grande, de una clase nunca vista antes y que nunca más se volverá a ver; te llegarán cosas buenas, una detrás de otra, de una manera que tu mente es incapaz de concebir. En cualquier caso, lo que primero debes hacer es establecer la meta de la búsqueda de la verdad. Establecer esta meta no tiene como fin resolver el vacío de tu mundo espiritual, ni tampoco resolver la represión y la indignación, ni la incertidumbre y el desconcierto presentes en el fondo de tu corazón. No es ese su cometido. En cambio, sirve como una meta real y auténtica hacia la cual uno puede dirigirse para comportarse y actuar. Es tan simple como eso. Es sencillo, ¿no os parece? No os atrevéis a decirlo, pero el hecho es que es bastante simple, todo se reduce a si una persona tiene la determinación de perseguir la verdad. Si esa determinación es real en ti, ¿qué verdad hay que no tenga una senda específica de práctica? Todas tienen sendas, ¿verdad? (Sí). Tener una base específica de práctica de la verdad, en cualquiera de sus ámbitos, y tener principios de práctica específicos para cualquier proyecto en la obra; ese es un fin alcanzable para aquellos que poseen una determinación real. Algunos dirán: “Sigo sin saber cómo practicar cuando me encuentro con problemas”. Eso es porque no buscas. Si buscaras, tendrías una senda. ¿No hay un dicho para eso? Dice: “Buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). ¿Has buscado? ¿Has llamado? ¿Has reflexionado sobre la verdad mientras leías las palabras de Dios? Si dedicas esfuerzo a esa reflexión, serás capaz de entenderlo todo. Toda la verdad reside en las palabras de Dios, solo hace falta que las leas y reflexiones sobre ella. No seas vago, presta sincera atención. En cuanto a los problemas que no puedas resolver tú mismo, debes orar a Dios y será necesario que busques la verdad durante un tiempo, y a veces deberás ser paciente y esperar el momento de Dios. Si Dios dispone un entorno para ti y en este lo revela todo, y te esclarece un pasaje de Sus palabras, trayendo claridad a tu corazón, y además posees principios específicos de práctica, ¿no habrás entendido entonces? Por tanto, la búsqueda de la verdad no es algo tan abstracto ni tan difícil. Ya sea a partir de tu vida cotidiana o de tu deber, o de tu trabajo en la iglesia o tus interacciones con los demás, visto desde cualquier ángulo, puede que busques la verdad para indicar la dirección y el criterio de práctica. No tiene nada de difícil. Es mucho más fácil para el hombre creer ahora en Dios de lo que era en el pasado, porque hay muchas palabras de Dios y escucháis multitud de sermones, y existe gran cantidad de enseñanza sobre todos los aspectos de la verdad. Si alguien tiene entendimiento espiritual y tiene calibre, ya habrá entendido. Solo aquellos que carecen de entendimiento espiritual y de suficiente calibre son los que dicen que no entienden esto o aquello y no pueden desentrañar las cosas. Se quedan confundidos en cuanto algo les sucede. La plática sobre la verdad lo aclara, pero un tiempo después, se vuelven a quedar confundidos. Todo esto se debe a que pasan los días sin preocuparse por nada. Son demasiado perezosos y no buscan. Las cosas serán fáciles de entender si buscas y lees más de las palabras pertinentes de Dios, pues todas esas palabras están en un lenguaje común que resulta fácil de entender. Cualquier persona normal puede entenderlas, salvo los deficientes mentales. Estas palabras dicen muchas cosas con claridad y te lo cuentan todo. A menos que no veas la búsqueda de la verdad como algo muy relevante, si realmente anhelas de corazón obtener la verdad y consideras su búsqueda como lo más importante en la vida, entonces nada puede impedirte o apartarte de comprender y practicar la verdad.

El precepto más simple en la búsqueda de la verdad es que debes aceptar todo de parte de Dios y someterte en todas las cosas. Eso es parte de ello. La otra parte es que, por muy difícil que sea, debes pagar el precio con tu deber y con lo que tienes que hacer y, por encima de eso, con la comisión que te ha asignado Dios y es tu obligación, así como con el importante trabajo ajeno a tu deber, pero que es necesario que hagas, el trabajo que se te ha encomendado y para el que se te ha designado. Aunque tengas que aplicarte en ello al máximo, aunque se cierna sobre ti la persecución, y aunque pongas en riesgo tu vida, no debes lamentar el coste, sino ofrecer tu lealtad y someterte hasta la muerte. Así es como se manifiesta en la realidad la búsqueda de la verdad, su gasto y su práctica real. ¿Es difícil? (No). Me gustan los que dicen que no es difícil, porque tienen corazones que anhelan perseguir la verdad, que son decididos y fieles; existe fortaleza en sus corazones, así que nada que les sucede les resulta difícil. Sin embargo, respecto a los que carecen de confianza, si dudan de sí mismos, como se dice a menudo, ese es su final. Si una persona es igual de inútil que un montón de barro, no está motivado para hacer nada productivo, pero se anima cuando se trata de comida, bebida y alegría; si se vuelve negativo cuando se enfrenta a dificultades y carece de entusiasmo, sin siquiera un atisbo de motivación, en lo que respecta a compartir sobre la verdad, ¿qué clase de persona es? Se trata de alguien que no ama la verdad. Si en la Era de la Gracia y la Era de la Ley se le hubiera exigido que persiguiera la verdad, eso hubiera supuesto un desafío para ella. No hubiera resultado fácil, porque las condiciones de la humanidad de entonces eran diferentes, como lo eran los estándares de los requerimientos de Dios hacia ella. Por tanto, en eras pasadas, no había muchas personas capaces de atender a las palabras de Dios y de someterse a Él, excepto figuras prominentes como Noé, Abraham, Job y Pedro. Sin embargo, Dios no culpó a las personas de estas dos eras, porque no les había dicho cómo alcanzar los estándares de salvación. En esta etapa de la obra en la última era, Dios les habla claramente de todos los aspectos de las verdades que deben practicar. Si siguen sin practicarlos y sin cumplir los requerimientos de Dios, eso no es culpa de Él, sino un problema relativo a que el hombre no ama la verdad y siente aversión por ella. Por tanto, lograr que las personas persigan la verdad en este momento, ahora que corresponde, no les supone un reto; de hecho, es algo de lo que son capaces. Por un lado, esto se debe a que todo es propicio para ello; por otro, a que las condiciones y los fundamentos de las personas son suficientes para perseguir la verdad. Si al final alguien no obtiene la verdad, es porque simplemente sus problemas son demasiado graves. Tal persona merece cualquier castigo que sufra, cualquier desenlace que tenga, cualquier muerte que recaiga sobre ella. No merece ninguna lástima. Para Dios, no hay términos tales como lástima o compasión para las personas. Él decide el desenlace que alguien debe tener con base en los requerimientos que le hace al hombre, a Sus actitudes y al orden y las reglas que Él ha establecido; y como determinado comportamiento da lugar a un resultado concreto, la vida presente de una persona y la vida venidera se deciden de este modo. Es tan simple como eso. No importa cuántos sobrevivan al final, o cuántos sean castigados. Eso a Dios no le importa. ¿Qué habéis entendido de esas palabras? ¿Qué información os transmiten? ¿Lo sabéis? Dejadme ver si sois lo bastante inteligentes e ingeniosos para responder. Si no podéis, os evaluaré con una sencilla palabra: estúpidos. ¿Por qué digo que sois estúpidos? Os cuento. He dicho que a Dios no le importa cuántas personas sobrevivan o cuántas acaben destruidas y castigadas al final. ¿Qué os dice esto? Que Dios no ha determinado un número fijo de personas. Puedes luchar por ello, pero quienquiera que al final sobreviva o sea castigado, seas tú, otro o cualquier grupo, no forma parte de un recuento que Dios ya ha establecido. Dios obra y habla como lo hace ahora. Él trata a cada persona de un modo justo y le concede a cada una de ellas una amplia oportunidad. Te concede una amplia oportunidad, una amplia gracia, una amplia medida de Sus palabras, además de Su obra y Su misericordia y tolerancia. Él es justo con todas las personas. Si puedes perseguir la verdad, estás en la senda de seguir a Dios, y puedes aceptar la verdad, por muchas dificultades que sufras o desafíos a los que te enfrentes; y si tu carácter corrupto se ha purificado, serás salvado. Si puedes dar testimonio de Dios y convertirte en un ser creado digno, en un amo digno de todas las cosas, sobrevivirás. Si sobrevives, no será porque tengas buena suerte, sino gracias a tus propios gastos y esfuerzos, y a tu propia búsqueda. Será lo que te mereces y a lo que tienes derecho. No será necesario que Dios te conceda nada adicional. Dios no te proporciona una guía y formación complementarias; no te dice palabras adicionales ni te hace favores especiales. Él no hace semejante cosa. Es la supervivencia del más fuerte, como en la naturaleza. Cada animal tiene sus crías, sea cual sea la cantidad que nazca y muera, según el orden y las reglas que Dios ha establecido. Las que pueden sobrevivir, lo hacen, y las que no logran vivir, mueren y luego vuelven a renacer. Las que sobreviven después de eso son las que hay. En un año malo, no sobrevive ni una sola; en un año bueno, sobreviven más. Al final, todas las cosas mantienen un equilibrio. Entonces, ¿cómo trata Dios a la humanidad que Él creó? La actitud de Dios es la misma. Así, Él le da a cada persona su justa oportunidad, y es así como le habla a cada una, públicamente y sin compensación. Es amable con todas y las eleva por igual; las guía, cuida y protege a todas. Si al final sobrevives persiguiendo la verdad y cumples los estándares de Dios, habrás triunfado. Sin embargo, si siempre vas sin rumbo fijo, perdiendo el tiempo, creyéndote desgraciado, tiendes a extralimitarte, no sabes qué hacer, vives siempre según tus sentimientos, sin perseguir la verdad ni seguir la senda correcta, al final no ganarás nada. Si siempre quieres que tus días transcurran sin hacer nada, ignorando la obra que Dios hace en ti, sin importarte lo más mínimo que Él te guíe, o que te brinde oportunidades, disciplina, esclarecimiento y apoyo, Él se dará cuenta de que eres un necio atontado, y te ignorará. Dios obrará en ti el día en que persigas la verdad. Él no recuerda tus transgresiones. Si no persigues la verdad, Dios no te forzará ni te llevará a rastras. Si persigues la verdad, ganarás; si no lo haces, no ganarás. La gente puede perseguir la verdad o no según le plazca. Es su decisión. Cuando la obra de Dios llegue a su fin, Él te pedirá que respondas, y te evaluará según los estándares de la verdad. Si no tienes ningún testimonio, serás descartado; no podrás sobrevivir. Dirás: “He cumplido muchos deberes y he contribuido con mucha mano de obra. ¡He gastado y pagado mucho!”. Y Dios dirá: “Pero ¿perseguiste la verdad?”. Y lo pensarás y te parecerá que, en tus veinte, treinta, cuarenta o cincuenta años de fe en Dios, no habías perseguido la verdad. Dios dirá: “Tú mismo dices que no has perseguido la verdad. Pues márchate. Ve donde te dé la gana”. Dirás: “¿No le parece a Dios una lástima haber salvado a una persona menos de las que debía, quedarse sin un amo de todas las cosas?”. Llegados a este punto, ¿seguiría Dios compadeciéndose de ti? Dios ya ha sido paciente durante bastante tiempo; ya ha esperado lo suficiente. Sus expectativas hacia ti se habrán agotado; habrá perdido Sus esperanzas en ti y te habrá dejado de prestar atención. No derramará ni una sola lágrima, ni padecerá más dolor ni sufrimiento por ti. ¿Por qué? Porque el desenlace de todas las cosas habrá alcanzado su final, la obra de Dios y Su plan de gestión llegarán a su fin y Él descansará. Dios no se alegrará por ninguna persona, ni le dolerá, ni se apenará, ni llorará por nadie. Por supuesto, tampoco se regocijará ni se alegrará de que alguien sobreviva o de que sea capaz de convertirse en amo de todas las cosas. ¿Y eso por qué? Dios ha gastado demasiado y durante demasiado tiempo en esta humanidad, y necesita descansar. Le hace falta cerrar el libro de los seis mil años de Su plan de gestión y ya no le va a prestar más atención, no va a planear nada, no declarará ninguna palabra ni hará ninguna obra en el hombre. Él les entregará el trabajo futuro y los días venideros a los amos de la próxima era. ¿Qué os estoy diciendo entonces? Lo siguiente: como ahora sabéis cuántas personas permanecerán en el final y quién podrá lograrlo, todos y cada uno de vosotros debéis esforzaros hacia ese objetivo, y la única senda para hacerlo es perseguir la verdad. No malgastéis vuestros días, de nada servirá estar confundido. Si llega el día en que Dios ya no recuerde nada de lo que has pagado y ya no le importe qué senda camines ni cuál sea tu desenlace, entonces, ese será el día en que realmente se decida tu desenlace. ¿Qué es lo que debéis hacer ahora? Debéis aprovecharos del presente, mientras el corazón de Dios todavía se esfuerza por la humanidad, mientras sigue haciendo planes para ella, mientras se sigue apenando y preocupando por cada gesto y movimiento de los seres humanos. Las personas deben elegir lo antes posible. Estableced la meta y la dirección de vuestra búsqueda, no esperéis a que lleguen los días de descanso de Dios para hacer vuestros planes. Si no sentís verdadero arrepentimiento, remordimiento, pesar y lamento hasta entonces, todo habrá llegado demasiado tarde. Nadie será capaz de salvarte, ni lo hará Dios. Esto es porque cuando llegue el momento en el que el plan de Dios realmente termine, y Él haya hecho la última marca y esté cerrando el libro de Su plan, entonces ya no obrará más. Dios necesita descansar; necesita saborear los frutos nacidos de Su plan de gestión de seis mil años y disfrutar de la administración de todas las cosas, en nombre de Él, por parte de los seres humanos que se queden. Dios quiere disfrutar viendo a los seres humanos que se queden gestionando todas las cosas según las reglas y preceptos que Él ha establecido, meticulosamente de acuerdo con el orden que Él ha creado para las estaciones y todas las cosas y para la humanidad, sin vulnerar nada de lo que Él quiere o desea. Dios quiere disfrutar de Su descanso, quiere disfrutar de Su comodidad, sin preocuparse más de la humanidad ni obrar por ella. ¿Comprendéis esto? (Sí). Ese día llegará pronto. Si habláramos de la longevidad humana en tiempos de Adán y Eva, a las personas les seguirían quedando siglos y bastante tiempo restante. Fijaos en lo que tardó Noé en construir el arca. Creo que solo hay un puñado de personas que hoy en día superan los cien años, y aunque vivas hasta los noventa o cien, ¿cuántas décadas te quedan? No demasiadas. Aunque ahora tengas veinte años y puedas llegar a los noventa, entonces vivirás setenta años más, que sigue siendo menos tiempo del que le llevó a Noé construir el arca. Para Dios, seis mil años es un parpadeo, y lo que para el hombre son sesenta, ochenta o cien años, para Dios son apenas unos segundos, unos minutos a lo sumo; un parpadeo. Incluso las personas que no caminan por la senda correcta o persiguen la verdad dicen a menudo: “La vida es corta: en un parpadeo, somos viejos; en un parpadeo, la casa se llena de hijos y nietos; en un parpadeo, nuestras vidas han terminado su transcurrir”. Entonces, ¿qué pasa si persigues la verdad? Para ti, el tiempo es aún más apremiante. Las personas que no persiguen la verdad y viven en un mundo vacío malgastan sus días, y a todos les parece que el tiempo pasa muy deprisa. ¿Y si persigues la verdad? Cualquier entorno, persona, acontecimiento o cosa dispuesta por Dios es algo adecuado para que lo experimentes durante un tiempo, y solo pasado un largo tiempo ganarás esa pequeña porción de conocimiento, perspectiva y experiencia. No es fácil. Cuando realmente poseas ese conocimiento y experiencia, se te ocurrirá lo siguiente: “¡Vaya! La humanidad no gana mucho por pasar la vida entera persiguiendo la verdad”. Hay muchas personas que ahora escriben ensayos sobre su testimonio vivencial, y veo a algunos que han creído en Dios durante veinte o treinta años limitarse a escribir sobre sus fallos y fracasos de hace diez o veinte. Desean escribir sobre algo reciente y de su presente entrada en la vida, pero no tienen nada. Su experiencia es lamentablemente escasa. Al escribir ensayos sobre testimonios vivenciales, algunas personas deben echar la vista atrás a sus fallos y fracasos, y aquellos de mala memoria necesitan que otros se los recuerden. Ese poco es lo único que han ganado en sus diez, veinte o incluso treinta años de fe en Dios, y escribirlo supone un duro esfuerzo. Algunos ensayos son incluso inconexos, partes inconexas unidas forzadamente y de un modo extravagante. De hecho, ni siquiera cuentan como experiencia vital; no tienen nada que ver con la vida. Así de lamentable es el hombre cuando no persigue la verdad. ¿No es así? (Sí). Así es como es. Espero que ninguno de vosotros llegue a ese día en que haya terminado la obra de Dios y, arrepentido ante Él, caigas de rodillas y digas: “¡Ahora me conozco a mí mismo! ¡Ahora sé cómo perseguir la verdad!”. Demasiado tarde. Dios no te prestará atención; ya no le importará si eres alguien que persigue la verdad, ni el tipo de carácter corrupto que tengas, ni qué tipo de actitud tengas hacia Él, ni le importará lo hondamente que hayas sido corrompido por Satanás, ni qué tipo de persona eres. Cuando eso suceda, ¿acaso no te quedarás completamente helado? (Sí). Imagínatelo ahora, si llegara realmente ese momento, ¿estarías triste? (Sí). ¿Por qué estarías triste? La implicación es que nunca se te da una segunda oportunidad. Nunca volverás a oír las palabras de Dios, y Él no volverá a preocuparse por ti. Nunca más formarás parte de Sus preocupaciones ni serás Su ser creado. No tendrás relación alguna con Él. Cuánto miedo da pensarlo. Si puedes imaginártelo ahora y, sin embargo, de verdad llega el día en que alcanzas ese punto, ¿acaso no te quedarás estupefacto? Será tal como dice la Biblia: cuando llegue ese momento, la gente se golpeará el pecho y la espalda, gimiendo, crujiendo los dientes, con tal llanto que podría causarle la muerte. Y llorar hasta la muerte será inútil. ¡Todo será demasiado tarde! Dios ya no será tu Dios, y ya no serás un ser creado de Dios. No tendrás ninguna relación con Él, no te querrá. Tu forma de ser ya no tendrá nada que ver con Dios. Ya no estarás en Su corazón, y Él ya no se preocupará por ti. ¿No habrás llegado entonces al final de tu senda de fe en Dios? (Sí). Por eso, si eres capaz de imaginarte que puede llegar un momento en que Dios te desdeñe, debes valorar el presente. Puede que Dios te castigue, te juzgue y te pode; incluso puede que te maldiga y reprenda con dureza. Todo esto es digno de aprecio: Dios al menos todavía te reconoce como Su ser creado, y al menos sigue teniendo expectativas hacia ti y permaneces aún en Su corazón, y continúa dispuesto a reprenderte y maldecirte, lo cual significa que todavía se preocupa por ti en Su corazón. Esta preocupación no es algo por lo que alguien pueda intercambiar su vida. ¡No seáis estúpidos! ¿Lo habéis entendido? (Sí). Si es así, en realidad no sois estúpidos; estáis fingiendo, ¿verdad? Espero que en realidad no seáis estúpidos. Si habéis entendido estas cosas, no perdáis el tiempo. La búsqueda de la verdad es un asunto importante para la vida humana. Ningún otro asunto es de tanta importancia como la búsqueda de la verdad ni supera en valor a la obtención de la verdad. ¿Ha sido fácil seguir a Dios hasta hoy? Date prisa y convierte tu búsqueda de la verdad en un asunto vital. Esta etapa de la obra en los últimos días es la más importante que Dios realiza en la gente en Su plan de gestión de seis mil años. La búsqueda de la verdad es la expectativa más elevada que Dios tiene de Su pueblo escogido. Él espera que la gente camine por la senda correcta, que es la búsqueda de la verdad. No defraudes a Dios, no lo decepciones, y no hagas que te expulse de Su corazón cuando llegue el momento final, que deje de preocuparse por ti. Ni siquiera sentiría odio hacia ti. No permitas que se llegue a eso. ¿Lo entiendes? (Sí).

¿Cuál ha sido el tema de nuestra plática de hoy? (Por qué debe el hombre perseguir la verdad). Por qué debe el hombre perseguir la verdad. Es un tema un poco pesado, ¿verdad? ¿Por qué es pesado? Porque es importante. Es de máxima importancia para el futuro, la vida y la manera en la que existirá cada persona en la próxima era. Por tanto, tengo la esperanza de que escucharéis la charla de hoy sobre este tema un par de veces más, para que la impresión que os cause sea un poco más honda. Hayas perseguido o no la verdad en el pasado, y estés o no dispuesto a perseguirla, a esforzarte a partir de la enseñanza de hoy del tema “Por qué debe el hombre perseguir la verdad”, y de ahí en adelante fijar tu determinación y fortalecer tu voluntad con el objetivo de elegir perseguir la verdad. Es la mejor elección. ¿Puedes hacerlo? (Sí). Estupendo. Hoy hemos hablado acerca de por qué debe el hombre perseguir la verdad. Nuestro próximo tema de charla es cómo perseguir la verdad. Ahora que os he dicho cuál es, reflexionad un poco sobre ello para ver qué conocimiento tenéis sobre el tema en vuestro corazón. Echadle un vistazo previo, al menos. Con esto concluye la plática de hoy.

3 de septiembre de 2022

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