Un deber ineludible
Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en 2019 y pocos meses después empecé a difundir el evangelio. Estaba encantada de poder cumplir con mi deber. Más tarde, tuve que atender unos problemas familiares y no tuve tanto tiempo para evangelizar. Pensaba que tenía mucho tiempo y que podía tomármelo con calma, así que lo alterné entre buscar trabajo y difundir el evangelio. Apenas llevaba trabajando veinte días cuando llegó el COVID. Se propagó enseguida y el estado de Wa entró en cuarentena. Cerraron las tiendas y las empresas, y cortaron las carreteras. Todo esto me puso muy nerviosa. Pensaba que tendría mucho tiempo y que podría tomármelo con calma, por eso no tuve prisa por difundir el evangelio. Pero las desgracias se intensificaron y aún había mucha gente que no había oído la voz de Dios. Me di cuenta de que no había cumplido con mi responsabilidad y me sentí en deuda con Dios. Más tarde, encontré este pasaje en el que Dios dice: “Ahora bien, ¿cuál es vuestra responsabilidad? Ayudarlos a que salgan de la Era de la Gracia y a que entren en la nueva era. ¿Podéis cumplir con Su comisión si os limitáis a orar a Dios y a invocar Su nombre? ¿Alcanza con solo predicar algunas de Sus palabras? Definitivamente no. Esto exige que todos vosotros aceptéis una carga al asumir esta comisión de divulgar el evangelio, al difundir las palabras de Dios por todas partes, divulgar Sus palabras de diversas maneras y al proclamar y esparcir el evangelio del reino. ¿Qué significa ‘esparcir’? Significa dar a conocer las palabras de Dios a aquellos que no han aceptado Su obra en los últimos días, contarles a más personas acerca de la nueva obra de Dios y luego darles testimonio de Sus palabras, testimoniar la obra de Dios a través de vuestras experiencias y también traerlos a la nueva era; de esta manera, entrarán en la nueva era al igual que vosotros. La intención de Dios es clara. No quiere que solo vosotros, que habéis escuchado Sus palabras, las habéis aceptado y lo habéis seguido, entréis en la era nueva, sino que Dios conducirá a toda la humanidad hacia esta nueva era. Esta es la intención de Dios y se trata de una verdad que todas las personas que ahora siguen a Dios deberían entender. Él no conduce a un grupo de personas, a unos pocos, a una minoría étnica, hacia la nueva era. Por el contrario, Dios quiere conducir a toda la humanidad hacia ella. ¿Cómo alcanzar este objetivo? (Divulgando el evangelio por todas partes). En efecto, se alcanza divulgando el evangelio por todas partes, utilizando diversos métodos y maneras para darlo a conocer por una amplia zona. Es sencillo hablar sobre esto, pero ¿cómo se lleva a la práctica? (Es necesaria la cooperación humana). Exacto, es necesaria la cooperación humana” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 1: Tratan de ganarse a la gente). Al leer las palabras de Dios, me di cuenta de que Dios no trabaja para salvar solo a un pequeño grupo de gente o un país en concreto, sino para salvar a la humanidad y guiarla hacia una nueva era; esa es la voluntad de Dios. Aún había mucha gente que no había oído la voz de Dios ni había alcanzado Su salvación, que todavía vivía en pecado, bajo la corrupción y el tormento de Satanás. Necesitaban a los que habíamos aceptado la nueva obra de Dios para difundir entre ellos el evangelio del reino, para darles la oportunidad de oír el evangelio de Dios y recibir Su salvación. Esa era nuestra misión colectiva. Las desgracias empeoraban y la pandemia se propagaba. Si no me hubiese tomado en serio la difusión del evangelio, si hubiera seguido pensando que tenía tiempo de sobra y complaciendo a mi carne, sin pagar el precio de difundir el evangelio, me habría costado mucho más difundirlo a medida que las desgracias iban empeorando. Nadie había difundido el evangelio aún en mi pueblo natal y, si las desgracias seguían recrudeciéndose, puede que nadie hubiese podido acercarse a Dios. Tenía que dejar de complacer a la carne, debía tomar conciencia de la voluntad de Dios y cumplir con mi deber, así que decidí ante Dios difundir el evangelio en mi pueblo natal. En 2021, regresé a mi pueblo natal y difundí el evangelio entre algunos amigos y conocidos. Una vez que aceptaron la obra de Dios de los últimos días, les expliqué cómo prepararse para hacer buenas obras y les pedí que trajeran a sus familiares y amigos para que oyesen las palabras de Dios. Todos se mostraron más que dispuestos. Así es como empezamos a difundir el evangelio entre más gente y, con el tiempo, fundamos una iglesia. Me alegré mucho. Fue en aquel entonces cuando me di cuenta de lo que significaba cumplir mi deber con diligencia y de manera responsable. Sentí que el Espíritu Santo me guiaba y estaba más dispuesta todavía a difundir el evangelio. Me sentía especialmente animada cuando la gente nueva mostraba entusiasmo y deseos de asistir a las reuniones.
Un día, Yanni y yo íbamos a celebrar una reunión pero nadie llegó a la hora establecida, así que le pedí a Yanni que fuese a buscarlos. Cuando volvió, me dijo: “El marido de Ima, la recién llegada, acaba de volver de Mongmao y asegura que nuestro evangelio es falso. Afirma que el Gobierno está deteniendo a los misioneros y que también detendrá a los creyentes. Dice que fue a trabajar a una aldea y que allí había alguien difundiendo el evangelio en secreto, sin que lo supiera el pastor local, el jefe del pueblo ni las autoridades de la comarca. Que, si estaban difundiendo algo bueno, ¿qué necesidad había de hacerlo en secreto? Dice que la gente debería pensárselo dos veces antes de escucharles para evitar que los engañen. Todos se asustaron tanto que no se atrevían a venir a las reuniones”. Eso me desanimó un poco. Antes, los recién llegados lo estaban haciendo muy bien y venían a las reuniones con muchas ganas, pero, tras aquellos rumores, dejaron de venir. Entonces, ¿cómo íbamos a seguir difundiendo el evangelio? No sabía qué hacer. Así que oré a Dios. Más tarde, mi supervisora, Isa, habló con nosotros: “Allí donde se esté haciendo la obra de Dios, Satanás acudirá para trastornarla. Ante este problema, busquemos la voluntad de Dios juntos”. Entonces, nos envió un pasaje de las palabras de Dios: “Sin importar el asunto que surja, siempre debes aprender tu lección y desarrollar discernimiento; no puedes dejarlos escapar, ni tampoco puedes perderte ninguna oportunidad de aprender tu lección y desarrollar discernimiento. Dado que ha ocurrido algo, no debemos abordarlo con una actitud negativa y acusadora; en cambio, debemos afrontarlo con actitud positiva. ¿Cómo se hace eso? Buscando la verdad para resolver el problema. Todo el mundo tiene un carácter corrupto, y su humanidad puede ser buena o malvada, así pues ¿cómo podrían no surgir problemas cuando la gente se reúne? ¿Cuál debería ser tu actitud, dado que Dios ha dispuesto este entorno para ti, que te ha mostrado a las personas, los acontecimientos y las cosas que existen a tu alrededor? Gracias a Dios por disponer estos diversos problemas frente a ti. Te está dando la oportunidad de formarte y aprender y de entrar en la realidad verdad” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (20)). Logré comprender la voluntad de Dios al comer y beber Sus palabras. La buena voluntad de Dios estaba presente en esta situación; su intención era hacernos buscar la verdad y ganar lucidez. Los recién llegados solían estar tan entusiasmados que venían a las reuniones tanto de día como de noche, pero empezaron a tener miedo de los rumores que habían oído y dejaron de asistir. Al ver que Dios salvaba a la gente, Satanás empezó a trastornar y a destruir usando todo su poder, esparciendo rumores para engañar y embaucar a la gente, haciendo que se alejasen cada vez más de Dios y perdiesen la oportunidad de salvarse. ¡Satanás es muy vil y despreciable! Ya sabía que la batalla espiritual era intensa, pero no la había experimentado en mis propias carnes y no había calado las malvadas intenciones de Satanás, así que esta situación me cegó, me sobrepasó y no comprendía por qué estaba pasando. Había estado difundiendo el evangelio entre ellos para que pudiesen oír la voz de Dios y alcanzasen Su salvación. Estaba haciendo algo bueno. ¿Por qué hacían correr esos rumores? También estaba llena de reproches hacia la persona que había hecho correr el rumor y que había provocado esa situación. Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que no debía ser negativa ni hacer reproches cuando hubiese problemas, sino mantener una actitud de sumisión. Dios me había otorgado una oportunidad para practicar, y yo debía aprender de esta situación. Tenía que buscar la verdad en esta adversidad y contactar con los recién llegados para compartir con ellos las palabras de Dios para que así pudiesen distinguir las mentiras de Satanás y no se dejasen engañar. Una vez me di cuenta de esto, estaba preparada para actuar.
Tras aquello, Yanni y yo fuimos a buscar a los recién llegados uno por uno. Si podíamos reunirlos en grupos, hablábamos con todos ellos a la vez, pero, cuando no podíamos, hablábamos con ellos individualmente. Una vez, mientras hablábamos con un grupo, se unió también un pastor. El pastor había escuchado sermones en el pasado, pero no había vuelto desde que oyó los rumores. Esta vez, solo había venido para llevarse a su mujer de la reunión. Cuando llegó, me acerqué a él para darle la bienvenida. El pastor abrió su Biblia y dijo: “En Mateo 24, versículos 23 y 24, se dice que en los últimos días se levantarán falsos Cristos para engañar a la gente. Hay muchos difundiendo el evangelio hoy en día, pero no sabemos quién predica el camino verdadero y quién predica el falso, tenemos miedo de que nos engañen y por eso no nos atrevemos a asistir a las reuniones”. Yo le respondí: “Abrazar la llegada del Señor es muy importante y debemos descubrirlo por nosotros mismos sin importar lo que digan los demás. Es como si hubiese una manzana deliciosa y los demás te dijeran que sabe fatal, por lo que tú decides no probarla. ¿No sería una estupidez? Ocurre lo mismo cuando buscamos e investigamos el camino verdadero. Si no buscas e investigas por ti mismo y te dejas llevar por lo que dicen los demás, puede que pierdas la oportunidad de recibir al Señor y te arrepientas para siempre. Si quieres averiguar si la obra de Dios Todopoderoso es el camino verdadero y es la obra de Dios encarnado, debes leer las palabras que Dios Todopoderoso ha expresado para ver si son Sus palabras y expresiones de la verdad”. Les leí el siguiente pasaje: “Investigar algo así no es difícil, pero requiere que cada uno de nosotros conozca esta única verdad: Aquel que es Dios encarnado poseerá la esencia de Dios, y Aquel que es Dios encarnado tendrá la expresión de Dios. Puesto que Dios se hace carne, Él traerá la obra que pretende llevar a cabo y puesto que se hace carne expresará lo que Él es; será, asimismo, capaz de traer la verdad al hombre, de concederle la vida y de señalarle el camino. La carne que no contiene la esencia de Dios definitivamente no es el Dios encarnado; de esto no hay duda. Si el hombre pretende investigar si es la carne encarnada de Dios, entonces debe corroborarlo a partir del carácter que Él expresa y de las palabras que Él habla. Es decir, para corroborar si es o no la carne encarnada de Dios y si es o no el camino verdadero, la persona debe discernir basándose en Su esencia. Y, así, a la hora de determinar si se trata de la carne de Dios encarnado, la clave yace en Su esencia (Su obra, Sus declaraciones, Su carácter y muchos otros aspectos), en lugar de fijarse en Su apariencia externa. Si el hombre sólo analiza Su apariencia externa, y como consecuencia pasa por alto Su esencia, esto muestra que el hombre es ignorante” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prefacio). Tras leer este pasaje, compartí con ellos que la mejor forma de identificar a Dios encarnado es confirmar que Él puede expresar la verdad, hacer la obra de Dios y ofrecer a la gente la verdad, el camino y la vida. Si alguien no puede expresar la verdad, no es Dios encarnado, no es Cristo. Cristo es el Espíritu de Dios encarnado, posee una esencia divina. Solo Cristo puede expresar la verdad y llevar a cabo la obra de salvación, nadie puede reemplazarlo. El Señor Jesús, por ejemplo, realizó la obra de redención, cargó con los pecados de la humanidad, expresó el camino del arrepentimiento y obró muchos milagros, como devolverles la vista a los ciegos, permitir que los tullidos caminasen y revivir a los muertos, manifestando de esta forma la autoridad de Dios. Aparte de Dios, ¿quién podría expresar la verdad y revivir a los muertos? ¿Quién podría realizar la obra de redención? ¿Quién si no tenía ese nivel de autoridad? ¡Nadie! A través de las palabras y la obra del Señor Jesús, reconocemos que Él es Cristo, Dios mismo. Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades, ha hecho la obra del juicio de los últimos días, ha puesto fin a la Era de la Gracia y ha establecido la Era del Reino. Dios Todopoderoso ha desvelado el misterio de Su obra de gestión de la humanidad, ha juzgado y revelado el origen del pecado del hombre y su resistencia a Dios, y le ha otorgado a la humanidad un camino de purificación y salvación que, con el tiempo, la conducirá a un destino maravilloso. Nadie más puede expresar estas palabras o hacer esta obra, solo Dios mismo puede hacer algo así. Dicho esto, podemos confirmar que Dios Todopoderoso es Cristo de los últimos días; Él es la segunda venida del Señor Jesús. Es más, Dios siempre es nuevo, nunca viejo, y no hace la misma obra dos veces. Dios Todopoderoso lleva a cabo la obra del juicio de los últimos días sobre los cimientos de la obra de redención del Señor Jesús. No ha vuelto acurar a los enfermos y a ahuyentar a los demonios, como ya hizo en la Era de la Gracia. En cuanto a los falsos Cristos, no poseen la esencia de Dios y son incapaces de expresar la verdad, solo pueden copiar los actos pasados de Dios y obrar algunos milagros sencillos para engañar a la gente. Si apareciese alguien capaz de obrar milagros y dijese que es el Señor Jesús regresado, sería sin duda un fraude, un falso Cristo que intenta engañar a la gente. Así pues, no debemos evitar investigar la obra de Dios solo porque haya falsos Cristos en los últimos días. Si no leemos las palabras de Dios e investigamos Su obra, ¿cómo oiremos Su voz? Dios está salvando a aquellos que realmente creen en Él. Si no abrazamos la llegada del Señor, nos arrepentiremos para siempre. Tras oír mis palabras, dijeron: “Ya lo entiendo. Dios ha asumido una nueva obra. Ya no se encarga de sanar a los enfermos ni de ahuyentar a los demonios, como en la Era de la Gracia. Si alguien puede obrar milagros, pero no puede expresar la verdad, es un falso Cristo”. También conversamos sobre las tres etapas de la obra de Dios, el significado de Su encarnación y el de Su nombre. El pastor vio que lo que decíamos tenía una base bíblica y reconoció que estábamos leyendo las palabras de Dios, que Dios había venido a hacer una nueva etapa de Su obra.
Más tarde, un recién llegado preguntó: “Si es la obra de Dios, ¿por qué no la predicamos abiertamente?”. Primero leí dos pasajes de las escrituras: “Sabemos que somos de Dios, y que todo el mundo yace bajo el poder del maligno” (1 Juan 5:19). “Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas” (Juan 3:19). Entonces le respondí que este mundo es muy malvado, que toda la humanidad vive bajo el poder de Satanás. Odian la verdad y la luz y prefieren el mal y la oscuridad. Aunque Dios se ha encarnado para hacer Su obra y salvar a la humanidad, esta no solo no lo ha aceptado, sino que se resiste a Él y lo rechaza. Los regímenes satánicos y las fuerzas del anticristo del mundo religioso desprecian especialmente la llegada de Dios. Para conservar su poder y asegurar su estatus y prosperidad, le prohíben a la gente que crea en Dios o que escuche Sus palabras, además de perseguir y detener a aquellos que creen en Dios y difunden el evangelio. Hasta buscan erradicar por completo la obra de Dios. Esto es como cuando el Señor Jesús hizo Su obra. Herodes se enteró de que el Señor Jesús recién nacido era el Rey de los Judíos y deseó Su muerte, así que ordenó matar a todos los niños varones menores de dos años. Y a los fariseos del mundo religioso les preocupó que todos creyeran en el Señor Jesús y escuchasen Sus palabras, que la gente dejase de seguirlos a ellos, así que se resistieron y condenaron al Señor Jesús. Así que, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús no difundía públicamente el evangelio del reino de los cielos en las sinagogas. Daba sermones a Sus discípulos en montañas y barcas de pesca. Lo hizo así para evitar la perturbación y la tentación de los demonios satánicos, cosa que resultó ser beneficiosa para Su obra. El Señor Jesús también les dijo a Sus discípulos: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra” (Mateo 10:23). Dios Todopoderoso ha expresado la verdad para salvar a la humanidad en los últimos días, y también ha sido perseguido y condenado por regímenes satánicos y por las fuerzas anticristo del mundo religioso. Si difundiésemos el evangelio públicamente, nos toparíamos con graves obstáculos. Dios Todopoderoso dice: “En la época en que Jesús obró en Judea, lo hizo abiertamente, pero ahora obro y hablo entre vosotros en secreto. Los incrédulos lo ignoran por completo. Mi obra entre vosotros está cerrada a quienes se encuentran fuera. Estas palabras, estos castigos y estos juicios los conocéis únicamente vosotros y nadie más. Toda esta obra se lleva a cabo entre vosotros y se revela únicamente a vosotros; ninguno de los incrédulos está al tanto de esto, pues la hora aún no ha llegado. Estas personas están cerca de ser completas tras soportar castigos, pero los de fuera no saben nada de ello. ¡Esta obra está demasiado oculta! Para ellos, Dios hecho carne está oculto, pero para quienes están en esta corriente, se puede decir que Él está expuesto. Aunque todo en Dios está expuesto, revelado y liberado, esto únicamente se aplica a quienes creen en Él; en lo que a los demás se refiere, a los incrédulos, no se da a conocer nada. La obra que se realiza en la actualidad entre vosotros y en China está estrictamente cerrada para evitar que la conozcan. Si tomaran conciencia de esta obra, todo lo que harían sería condenarla y someterla a persecución. No creerían en ella. Obrar en la nación del gran dragón rojo, este lugar tan extremadamente retrasado, no es una tarea sencilla. Si esta obra se mostrara abiertamente, sería imposible continuarla. Esta fase de obra simplemente no se puede realizar en este lugar. Si esta obra se realizara abiertamente, ¿cómo iban a permitir que continuase? ¿Esto no pondría la obra incluso en mayor riesgo? Si esta obra no estuviera oculta, sino que se realizara como en la época de Jesús, cuando sanaba enfermos y expulsaba demonios de manera espectacular, ¿acaso no lo habrían ‘capturado’ los demonios hace ya mucho tiempo? ¿Acaso serían capaces de tolerar la existencia de Dios? Si Yo entrara ahora en las sinagogas y enseñara al hombre, ¿no me habrían roto en pedazos hace tiempo? Y si esto hubiera ocurrido, ¿cómo habría continuado Mi obra? La razón por la que no se manifiestan en absoluto señales y milagros abiertamente es para lograr esta ocultación. Entonces, para los incrédulos Mi obra no se puede ver, saber ni descubrir. Si esta etapa de la obra se hiciera de la misma manera de Jesús en la Era de la Gracia, no podría ser tan estable como lo es actualmente. Entonces, obrar de esta manera, en secreto, supone un beneficio para vosotros y para la obra en su totalidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El misterio de la encarnación (2)). Las palabras de Dios son bastante claras. Para aquellos que aceptan el camino verdadero y siguen a Dios, los detalles de la obra de los últimos días son completamente claros, ninguno de sus aspectos permanece oculto. No así para los incrédulos y aquellos que se resisten a Dios. El evangelio no se puede difundir abiertamente, y menos todavía en zonas en las que se persigue a Dios. Por ejemplo, hoy en día, cuando ciertos gobiernos se enteran de que hay gente que practica la fe y difunde el evangelio, ordenan detenerla y perseguirla. Y el mundo religioso esparce rumores y mentiras e impide que la gente busque e investigue el camino verdadero. Si difundiésemos el evangelio públicamente, nos pararían los pies. Además, uno no debería investigar el camino verdadero basándose en si lo difunden públicamente o no, sino en si posee la verdad y es la voz de Dios. Este es el único camino correcto. Comprendieron los rumores, entendieron la importancia de aceptar el camino verdadero y se mostraron dispuestos a seguir escuchando sermones. Tras escuchar mi charla, el pastor también reconoció que las palabras que leíamos poseían la verdad y eran la voz de Dios. Después de aquello, ya no volvió a causar ningún trastorno y asistía a las reuniones cuando tenía tiempo. Agradecí mucho la guía de Dios.
Pero los rumores no cesaron. Ima dejó de venir a las reuniones y, junto a su marido, empezó a causar trastornos. Comenzó a ir por ahí asegurando que el evangelio que difundíamos procedía de China, que nuestros evangelizadores habían matado a mucha gente, que viajábamos por todo el mundo engañando a la gente con nuestro evangelio y que ahora habíamos venido a Birmania para hacer lo mismo, por eso la gente debía evitar escucharnos. Algunos de los recién llegados no le hicieron caso, sabían que éramos buenas personas y que no estábamos engañándolos. También aseguraba que fingíamos ser buenos con ellos al principio, pero que, con el tiempo, les pedíamos dinero y que, si no lo tenían, nos llevábamos a sus hijos. Que si no asistían a las reuniones, los matábamos. En aquel momento, me enfadé mucho y era incapaz de entender por qué esparcían aquellos rumores. Pero también tuve un poco de miedo. Yo venía de fuera de la aldea y los recién llegados no me conocían demasiado. Si alguno se dejaba engañar por los rumores y pensaba que yo podía actuar tal y como Ima aseguraba, ¿me denunciarían? Ima y su marido les contaron a todos con los que se topaban que yo era una asesina e intentaron convencer a mi anfitrión para que me echase. Una noche, cuando salí a difundir el evangelio y a regar a los recién llegados, mi anfitrión, que creyó las palabras de Ima, cerró con llave y me dejó en la calle aprovechando que estaba fuera. Todos los aldeanos empezaron también a tenerme miedo, no venían a las reuniones y querían que me echaran. Estaba muy disgustada. Había venido a difundir el evangelio de la salvación de Dios de los últimos días para que ellos también alcanzasen Su gracia salvadora y, a cambio, ellos hacían correr rumores, me difamaban y decían que era una asesina. Todos me tenían miedo y querían que me marchara. Si no me iba, me podían detener. Me asusté muchísimo. Si me detenían y me metían en la cárcel, ¿me sentenciarían a una condena larga? ¿Qué pensaría mi familia si se enteraba? ¡Sería una auténtica deshonra! Tenía tanto miedo de que me detuviesen y me humillasen que no podía dormir por las noches. No sabía cómo enfrentarme a esta situación, así que oré a Dios, le pedí que me guiase en aquel trance. Al día siguiente, cuando mi supervisora se enteró de lo que estaba pasando, me envió un pasaje de las palabras de Dios: “Al difundir el evangelio, a menudo nos toparemos con mofas, escarnios, burlas y difamaciones, e incluso podremos hallarnos en situaciones peligrosas. Por ejemplo, hay gente malvada que denuncia y rapta a algunos hermanos y hermanas, y otros son delatados a la policía y entregados al Gobierno. Algunos pueden ser arrestados y encarcelados, mientras que a otros hasta pueden matarlos a golpes. Todas estas cosas suceden. Pero ahora que sabemos esto, ¿deberíamos cambiar de actitud hacia la obra de difusión del evangelio? (No). La difusión del evangelio es responsabilidad y obligación de todos. En cualquier momento, independientemente de lo que oigamos o veamos o del tipo de tratamiento que recibamos, siempre debemos mantener esta responsabilidad de difundir el evangelio. Bajo ninguna circunstancia podemos renunciar a este deber por negatividad o debilidad. El deber de difundir el evangelio no es pan comido, sino que está lleno de peligros. Cuando difundáis el evangelio, no os enfrentaréis a ángeles, extraterrestres ni robots. Solo os enfrentaréis a la humanidad malvada y corrupta, a demonios vivientes, bestias; todos son humanos que sobreviven en este espacio maligno, este mundo malvado, que han sido hondamente corrompidos por Satanás y se oponen a Dios. Por lo tanto, durante la difusión del evangelio hay, ciertamente, todo tipo de peligros, por no hablar de mezquinas calumnias, burlas y malentendidos, que son moneda corriente. Si realmente consideras la difusión del evangelio una responsabilidad, una obligación y tu deber, podrás considerar correctamente estas cosas y hasta ocuparte correctamente de ellas. No renunciarás a tu responsabilidad y obligación ni te desviarás de tu intención original de difundir el evangelio y dar testimonio de Dios por ellas, y jamás dejarás de lado esta responsabilidad, pues es tu deber. ¿Cómo debe entenderse este deber? Es el valor y la obligación principal de la vida humana. Difundir la buena nueva de la obra de Dios en los últimos días y el evangelio de Su obra es el valor de la vida humana” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Difundir el evangelio es el deber al que están obligados por honor todos los creyentes). A través de las palabras de Dios me percaté de que, cuando difundimos el evangelio, nos enfrentamos a gente malvada que ha sido corrompida por Satanás, además de a toda clase de condenas y ataques por parte de anticristos, malhechores e incrédulos. Puede que nos ridiculicen, nos difamen y nos insulten, que nos denuncien y nos detengan, y que nuestras propias vidas se vean amenazadas. Aquellos que difundieron el rumor de que era una asesina y de que mis acciones eran malvadas solo intentaban mancillar mi reputación y evitar que difundiese el evangelio. Querían usar rumores y calumnias para abatirme, para que no me atreviese a difundir el evangelio y dar testimonio de Dios. Ese era el peligroso plan de Satanás. Si abandonara la aldea y dejara de difundir el evangelio y de regar a los recién llegados, caería en la trampa de Satanás y me convertiría en su objeto de burla. Con los recién llegados asustados de acudir a las reuniones y leer la palabra de Dios por miedo a ser denunciados o detenidos, supe que necesitaban del riego con más razón todavía para que pudiesen entender la verdad, desentrañar el peligroso plan de Satanás y no vivir atemorizados. Pero, como me dejaron en la calle, me sentía agraviada y estaba incluso más preocupada de que me detuvieran y humillaran, así que quise dejarlo e irme a casa. No había tomado la tarea de difundir el evangelio como una responsabilidad y una obligación. No había cumplido en absoluto con mi cometido. Ante esta situación indeseable, no busqué la voluntad de Dios ni pensé en los recién llegados, solo quería abandonar mi deber. ¡No tenía ni el más mínimo sentido de la responsabilidad! Cuanto más difícil es una situación y las fuerzas oscuras de Satanás más los atacan y perturban, aquellos que de verdad atienden a la voluntad de Dios estarán más obligados todavía a ponerse de pie, a compartir la verdad, a rebatir y desenmascarar las mentiras y falacias de Satanás, a continuar la obra de la casa de Dios y a humillar a Satanás. Eso es lo único que reconforta el corazón de Dios y constituye realmente cumplir con el deber. Mi responsabilidad y deber era difundir el evangelio de Dios y dar testimonio del Creador. Era una tarea muy valiosa y el urgente propósito de Dios. Cuando me di cuenta de ello, gané la confianza necesaria para continuar mi trabajo. Daba igual cómo nos perturbara Satanás o cómo me tratasen los recién llegados. Iba a quedarme, iba a seguir difundiendo el evangelio y regando a los recién llegados.
Tras esto, buscamos a los recién llegados. No paraban de decirnos: “Nosotros también queremos reunirnos, pero tenemos miedo de que nos engañen y más todavía de que el marido de Ima llame a la policía para que nos detenga”. Isa habló con ellos y les dijo: “Todos sabemos que el Señor Jesús era Dios, entonces, ¿por qué la gente afirmaba en aquellos tiempos que difundía herejías? ¿Quién lo dijo? Fueron los pastores y ancianos del mundo religioso. Vieron que sus discípulos habían empezado a seguir al Señor Jesús y entraron en pánico. Les preocupaba que, si todos depositaban su fe en el Señor Jesús, nadie acudiese a oír sus sermones y nadie los adorase. Por eso empezaron a difundir rumores y a prohibirle a la gente que lo siguiera. En la Biblia, podemos ver que algunos lo acusaban de herejía, mientras que otros afirmaban que ahuyentaba a los demonios mediante el príncipe de los diablos. Cuando el Señor Jesús resucitó tras ser crucificado, ellos sobornaron a los soldados que vigilaban la tumba y les obligaron a decir que los discípulos del Señor Jesús habían robado Su cuerpo del sepulcro y que, en realidad, no había resucitado. ¿Acaso no eran eso rumores? No había duda de que el Señor Jesús había resucitado, pero ellos no lo aceptaban. Corrían muchísimos rumores en aquella época y eso se hacía para evitar que la gente creyera en el Señor Jesús. Ahora bien, teniendo en cuenta que condenaron al Señor Jesús por hereje, ¿por qué deberíamos creer en Él?”. Todos los recién llegados respondieron: “Porque el Señor Jesús es Dios, el Redentor”. Isa continuó hablando: “Dios se encarnó y vino a hacer Su obra y salvar a la humanidad. El diablo no soportaba ver cómo Dios ganaba adeptos, así que difundió rumores sobre Él y trabajó junto con el Gobierno para perseguir a Sus discípulos y evitar que siguiesen a Dios. Sin embargo, no lograron disuadir a aquellos que de verdad lo seguían. Uno de los discípulos del Señor Jesús fue arrastrado por caballos hasta morir, otro fue crucificado cabeza abajo y algunos terminaron en la cárcel. Aun así, siguieron creyendo y siguiendo al Señor. ¿Acaso los verdaderos creyentes de Dios no fueron revelados a través de la persecución y las adversidades? Los incrédulos que solo ‘comieron el pan y se saciaron’ se creyeron esos rumores o no se atrevieron a creer en Dios por miedo a ser detenidos o perseguidos. Esa gente es como la mala hierba. La obra de Dios los desenmascara y los descarta. Al final, todos ellos descenderán al infierno junto con los que inventaron los rumores”. Luego leyó unas palabras de Dios: “En la nación del gran dragón rojo, he llevado a cabo una etapa de una obra insondable para los seres humanos, haciendo que se mezan en el viento, después de lo cual muchos se alejan silenciosamente con el soplo del viento. En verdad, este es la ‘terreno’ que estoy a punto de limpiar; es lo que anhelo y también es Mi plan. Porque muchos malvados han entrado con sigilo mientras estoy obrando, pero no tengo ninguna prisa por ahuyentarlos. Más bien, los dispersaré cuando sea el momento adecuado. Sólo después de eso seré la fuente de vida, permitiendo que los que verdaderamente me aman reciban de Mí el fruto de la higuera y la fragancia del lirio. En la tierra del polvo, donde Satanás reside temporalmente, no queda oro puro, sólo arena, y así, frente a estas circunstancias, llevo a cabo tal etapa de la obra. Debes saber que lo que Yo obtengo es oro puro y refinado, no arena. ¿Cómo pueden los malvados permanecer en Mi casa? ¿Cómo puedo permitir que los zorros sean parásitos en Mi paraíso?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los siete truenos retumban: profetiza que el evangelio del reino se extenderá por todo el universo). Tras leer las palabras de Dios, Isa siguió hablando y dijo: “¿Por qué Dios permite que existan esos rumores? Porque aprovecha estas situaciones para poner a prueba a la gente, para ver si su fe es sincera o falsa. Todos los que de verdad creen en Dios escuchan Sus palabras y, en situaciones difíciles, siguen profesando una fe sincera y siguen a Dios. En cambio, los falsos creyentes sí creen a los cuentistas y no se atreven a seguir a Dios por miedo y cobardía. Al final, Satanás los atrapa y pierden la oportunidad de salvarse”. Algunos de los recién llegados dijeron: “Esos cuentistas siempre intentan engañarnos con sus habladurías, ¡son muy malvados! ¿Por qué deberíamos hacer caso de lo que dicen? No volveremos a hacerlo”. Otros también dijeron: “Ya no escucharemos ni a Ima ni a su marido, ¡escucharemos las palabras de Dios!”. Le di las gracias a Dios cuando les oí decir esas cosas. Sin importar lo despiadado que fuera Satanás ni los planes malvados o los rumores que utilizara, no podía hacer nada para detener la obra de Dios. Después de aquello, seguí difundiendo el evangelio. Una vez, cuando fui con un recién llegado a hablar con un destinatario potencial del evangelio, este trajo consigo siete u ocho más para escuchar y todos se mostraron bastante entusiasmados. Les di testimonio de que el Señor Jesús ya había regresado, había dicho muchas verdades y estaba haciendo la obra del juicio de los últimos días. Después, les di testimonio de que Dios lleva a cabo tres etapas de la obra para salvar a la humanidad. Tras escucharme, todos se mostraron deseosos de investigar y algunos dijeron que se alegraban mucho de oír las palabras de Dios. Los animé a que trajeran a sus amigos y familiares para escuchar nuestros sermones y todos estaban más que dispuestos. Tras algunos días más de charla, otro grupo de personas aceptó la nueva obra de Dios. Desde entonces, seguimos difundiendo el evangelio y un total de sesenta y cuatro personas de la aldea terminaron aceptando la obra de Dios de los últimos días.
Al echar la vista atrás y pensar en aquella experiencia, reconozco que no fue fácil… Nos enfrentamos a muchas situaciones peligrosas, fuimos perseguidos y podrían habernos detenido. También fuimos el blanco de insultos y calumnias, pero Dios solo estaba usando las perturbaciones de Satanás para perfeccionar mi fe y hacer que reconociera mi propia corrupción y carencias. Gracias a esta experiencia, ahora tengo mucha más confianza cuando difundo el evangelio.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.