Aquellos días de lucha por la reputación y la ganancia
Por Zhao Fan, ChinaEn junio de 2020 asumí la responsabilidad del trabajo de riego de la iglesia. Como nuestra labor se estaba viendo...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En marzo de 2023, fui responsable del trabajo evangélico de una iglesia. En esta iglesia, los resultados del trabajo eran bastante malos. Trabajé duro durante un tiempo, pero seguía sin haber mejoría y sentía mucha ansiedad. Un día, oí que los líderes iban a venir a una reunión para estudiar el trabajo y me sentí muy intranquila. Pensé: “La última vez que vinieron los líderes, hablaron de la cuestión de cultivar a las personas con nosotros, pero todavía no he encontrado un candidato adecuado. Cuando los líderes vean que llevo mucho tiempo practicando, pero que aún no puedo hacer bien el trabajo, ¿pensarán que me faltan capacidades de trabajo? Si eso ocurre, ¡perderán totalmente la buena impresión que tienen de mí!”. Mientras intentaba dormir esa noche, siempre que pensaba en que los líderes iban a venir a revisar el trabajo, el corazón se me aceleraba y me sentía muy preocupada.
Al día siguiente, cuando los líderes vinieron a revisar el trabajo, tenía miedo de que vieran esos resultados tan malos y pensasen que no podía hacer un trabajo real, así que, antes de que pudiesen hacer preguntas, expliqué rápidamente que había reasignado a los trabajadores evangélicos y que había estado supervisando la obra. Le hicieron algunas preguntas a mi compañera, la hermana Xiao Lin y, siempre que escuchaba que se olvidaba de algún punto, interrumpía inmediatamente para compensar lo que ella no hubiese dicho, ya que quería mostrarles a los líderes que tenía ciertas capacidades y que podía hacer un trabajo real. Tras este intercambio, los líderes no dijeron nada y respiré aliviada. Poco después, los líderes nos preguntaron las desviaciones y las dificultades que habíamos tenido recientemente a la hora de predicar el evangelio. Pensé: “Recientemente, el trabajo del que soy responsable no ha dado frutos, así que ¿quizás estaría bien hacérselo saber para que puedan ayudarnos a saber por qué ocurre esto?”. Pero luego pensé: “Si saco a relucir estos problemas y descubren otros problemas en mis deberes, ¿no quedará todavía más claro que me faltan capacidades de trabajo? Si dijese eso, ¿no terminaría humillándome a mí misma?”. Teniendo esto en mente, me tragué las palabras que tenía en la punta de la lengua. Por la tarde, los líderes me corrigieron y me podaron, y me dijeron: “Dices que has hecho esta tarea y esta otra, con lo cual parece que no hay ningún problema o deficiencia, pero el trabajo todavía no ha producido resultados. Deberías reflexionar sobre los motivos de que ocurra esto”. Después de que se marcharan los líderes, me sentí un tanto intranquila y muy culpable por no revelar cómo estaban yendo realmente las cosas con el trabajo. Pensé en estas palabras de Dios: “Mucha gente preferiría ser condenada al infierno que hablar y actuar con honestidad. No es de extrañar que Yo tenga otro trato reservado para aquellos que son deshonestos” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias). Claramente, estaba teniendo dificultades en mi deber, pero, cuando los líderes vinieron a la reunión, tenía miedo de exponer mi falta de capacidades de trabajo y quedar mal, así que no dije nada. Esto dio lugar a que las dificultades no se resolvieran y a que el trabajo sufriera impactos. Sentí que la naturaleza de esto era bastante seria. Estaba engañando a Dios y a los demás. Sentía mi corazón arder de inquietud.
Después, leí estas palabras de Dios: “Los anticristos son inherentemente perversos; no poseen un corazón honesto, ni amor por la verdad, ni amor por las cosas positivas. A menudo viven en rincones oscuros: no actúan con una actitud de honestidad, no hablan de manera sincera y albergan un corazón perverso y falso tanto hacia otras personas como hacia Dios. Quieren engañar a los demás y a Dios también. No aceptarán la supervisión de otros, y mucho menos el escrutinio de Dios. Cuando están entre otras personas, nunca quieren que nadie sepa qué piensan y planean en el fondo, qué tipo de persona son, qué actitud albergan hacia la verdad, etcétera; no quieren que los demás sepan nada de esto, y también quieren engatusar a Dios y que Él no sepa nada. Por eso, cuando un anticristo no tiene estatus, tampoco tiene oportunidades para manipular la situación en un grupo de personas, y entonces nadie puede averiguar realmente qué hay detrás de sus palabras y acciones. Las personas se preguntarán: ‘¿En qué piensan cada día? ¿Hay alguna intención detrás del cumplimiento de su deber? ¿Están revelando corrupción? ¿Sienten celos u odio hacia los demás? ¿Tienen algún prejuicio contra otras personas? ¿Qué opinan de lo que dicen los demás? ¿Qué piensan cuando se encuentran con ciertas cosas?’. Los anticristos nunca dejan que otros sepan lo que realmente les está pasando. Incluso si expresan algunas palabras sobre su opinión respecto a algo, serán vagas y ambiguas, darán rodeos para que los demás no puedan comprender lo que intentan transmitir y no sepan lo que quieren decir o lo que están tratando de expresar, y dejarán a todos rascándose la cabeza. Después de que alguien así gana estatus, adquiere un comportamiento aún más subrepticio frente a otras personas. Quiere proteger sus ambiciones, su reputación, su imagen y su nombre, su estatus y su dignidad, etcétera. Es por eso que no quiere ser directo sobre cómo hace las cosas o sobre los motivos que tiene para hacerlas. Incluso cuando comete un error, revela un carácter corrupto, o cuando los motivos e intenciones detrás de sus acciones son incorrectos, no quiere abrirse y permitir que los demás lo sepan, y a menudo da una apariencia de inocencia y perfección para engañar a los hermanos y hermanas. Y, ante lo Alto y ante Dios, solo dice cosas agradables, y a menudo usa tácticas engañosas y mentiras para mantener su relación con lo Alto. Cuando informa a lo Alto sobre su trabajo y habla con este, nunca dice nada desagradable, para que nadie pueda descubrir sus puntos débiles. Nunca menciona lo que ha hecho en los rangos inferiores, ninguno de los problemas que han surgido en la iglesia, los problemas o errores en su trabajo, o las cosas que no puede entender o desentrañar. Nunca pregunta ni consulta a lo Alto sobre estos asuntos, y en cambio solo presenta una imagen y una apariencia de competencia en su trabajo, de ser capaz de asumirlo completamente. No informa a lo Alto sobre ninguno de los problemas que existen en la iglesia, y, sin importar lo caótica que sea la situación allí, la magnitud de los errores que hayan aparecido en su trabajo o lo que haya estado haciendo exactamente en los estratos inferiores, lo cubre todo repetidamente, tratando de que lo Alto no se entere ni escuche ninguna noticia sobre estos asuntos y llegando incluso a transferir a lugares lejanos a las personas que están conectadas a estos temas o que conocen la verdad sobre él, en un esfuerzo por ocultar lo que realmente está sucediendo. ¿Qué tipo de prácticas son estas? ¿Qué tipo de comportamiento es este? ¿Es este el tipo de manifestación que debería tener una persona que persigue la verdad? Claramente, no lo es. Este es el comportamiento de un demonio. Los anticristos harán todo lo posible por ocultar o encubrir cualquier cosa que pueda afectar su estatus o reputación, manteniendo estas cosas ocultas a otras personas y a Dios. Esto es engañar a los que están por encima y por debajo de ellos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 11). A partir de las palabras de Dios, vi que los anticristos son, de manera inherente, perversos y falsos. A fin de proteger su prestigio y su estatus, siempre que surgen problemas o dificultades en sus deberes, o independientemente de las pérdidas que causen a estos, engañan a los demás para ocultarlo y fingen ser competentes en su trabajo. Este comportamiento es un acto demoniaco, intentan engañar tanto a los superiores como a los subordinados. Al hacer autorreflexión, era muy conscience del hecho de que la eficacia del trabajo del que yo era responsable era baja, y que estaba teniendo problemas a la hora de cultivar a la gente, y de que, cuando los líderes vinieron a la reunión, debería haberlo mencionado y haberles permitido que ayudasen a resolverlo. Pero me daba miedo que pensasen que me faltaban capacidades de trabajo y perder la buena imagen que ellos tenían de mí. No esperé a que revisasen el trabajo, me apresuré a mencionar que me había esforzado por supervisarlo todo y quería que vieran que tenía capacidades y que podía resolver problemas reales. Así, parecía que los malos resultados no eran mi responsabilidad. Cuando los líderes vinieron a ver cómo iba el trabajo evangélico, fui muy consciente de que debería haber mencionado las dificultades y buscado soluciones lo antes posible, pero temía exponer mis desviaciones y lagunas en mis deberes y perder mi prestigio y estatus, así que mantuve la boca cerrada. Mis capacidades de trabajo eran escasas y había muchos problemas en mis deberes, y la obra de la iglesia ya había sufrido pérdidas, pero, para conservar mi prestigio y mi estatus, intenté darles la impresión de ser competente en mi trabajo. Da igual cuántas maldades o fechorías cometan los anticristos, harán lo que haga falta para ocultar y engañar, y así proteger su reputación y su estatus, sin tener en cuenta los intereses de la casa de Dios. Estaba mintiendo y engañando para ocultar la verdad de que no podía realizar un trabajo real, así que ¿qué diferencia había entre un anticristo y yo? Pensar en esto me hizo sentir muy arrepentida, así que escribí rápidamente a los líderes sobre mi estado reciente y sobre la falta de resultados en mis deberes. Cuando los líderes entendieron esto, aunque me podaron por mi falsedad, también me guiaron para que hiciese autorreflexión y me ayudaron a descubrir los motivos de esta falta de eficacia en mi trabajo. Descubrieron que yo solo estaba lanzando eslóganes en mi trabajo, que no compartía soluciones que abordarsen las dificultades reales de mis hermanos y hermanas y que no lograba aportar una senda de práctica para el futuro. En cuando identifiqué mis problemas, sentí mucha más positividad en mi corazón.
Después de esto, practicaba la honestidad de manera consciente, pero, en ocasiones, seguía encontrándome atada a mi carácter corrupto. Una vez, cuando los líderes vinieron a una reunión, recordé que había un trabajador evangélico con un calibre bastante bueno, pero que trabajaba de acuerdo con sus propias ideas y no prestaba atención a la entrada en los principios. Hablé con él varias veces, pero no había mejoría, así que pensé que tenía que sacar este tema a colación con los líderes y ver de qué manera solucionarlo. Pero luego pensé: “Si los líderes descubren mis carencias, ¿dirán que me faltan capacidades de trabajo? ¡Qué humillante sería! Quizás debería quedarme callada”. Pero luego recordé la lección aprendida de mi último error, y pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Ya seáis líderes u obreros, ¿tenéis miedo de que la casa de Dios haga indagaciones y supervise vuestro trabajo? ¿Teméis que la casa de Dios descubra lagunas y errores en vuestro trabajo y os pode? ¿Teméis que después de que lo Alto conozca vuestro verdadero calibre y estatura, os vean de manera diferente y no os consideren para un ascenso? Si tienes estos temores, eso demuestra que tus motivaciones no son en aras de la obra de la iglesia, sino que estás trabajando en aras de la reputación y el estatus, lo que evidencia que tienes el carácter de un anticristo. Si tienes el carácter de un anticristo, eres susceptible de recorrer la senda de los anticristos y cometer todo el mal que estos causan” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (II)). Ante estas palabras de Dios, me di cuenta de que había concedido demasiada importancia a mi prestigio y mi estatus, y ello me había hecho actuar de manera falsa y hacer cosas que dañaron los intereses de la casa de Dios. En esto, estaba recorriendo la senda de un anticristo. Luego, hablé de los problemas con los que buscaba ayuda. Los líderes descubrieron que no estaba compartiendo la verdad para resolver problemas y que, en vez de eso, estaba sacando provecho de mi posición para sermonear a otros. Esto estaba constriñendo a la gente y dejándolos sin una senda en sus deberes. Cuando los líderes me señalaron esos problemas, me puse colorada y pensé para mí: “¿Qué pensarán ahora de mí? ¿Creerán que me falta humanidad? ¡Qué humillante!”. Comencé a lamentar el haber dicho la verdad. Pero luego pensé: “¿El propósito de hablar no es para identificar estos motivos y resolver los problemas? Si mi prestigio me constriñe y no estoy dispuesta a aceptar estas cosas, ¿cómo pueden resolverse los problemas?”. Así que oré a Dios para que me ayudara a rebelarme contra mí misma, aceptar y someterme. También me acordé de que no solo había mostrado ese comportamiento con este trabajador evangélico, sino también con otros. Cuando vi que la eficiencia en sus deberes era escasa, no reflexioné sobre cuáles de mis propias tareas no se llevaron a cabo bien ni investigué sus dificultades, sino que, en vez de eso, sentí dañados mi propio prestigio y mi estatus y los regañé. Esto no solo no los ayudó, sino que también los constriñó. Más adelante, me apresuré a disculparme con mis hermanos y hermanas y abrí mi corazón para compartir mi estado. El estado de los trabajadores evangélicos mejoró un poco, llegaron a reconocer sus carencias y se mostraron dispuestos a esforzarse por mejorar. En adelante, cuando supervisaba el trabajo, prestaba más atención a compartir los principios y a aportar más sendas buenas de práctica. En ese momento, aunque practicar ser una persona honesta y abrirme a los líderes me daba un poco de vergüenza, me permitió reconocer mis problemas y hacer ajustes a tiempo, cosa que benefició a mi entrada en la vida y a mis deberes.
Después, también pensé: “Sé con claridad que practicar la honestidad es lo que Dios exige, pero ¿por qué siempre me da miedo de que me menosprecien y no estoy dispuesta a practicar la honestidad?”. Oré a Dios para que me guiase y recordé una enseñanza Suya en la que diseccionaba un dicho inculcado por nuestras familias: “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Así que la busqué para leerla. Dios Todopoderoso dice: “Cuando los ancianos de la familia te dicen que ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’, lo hacen para que otorgues importancia al hecho de tener una buena reputación, vivir con orgullo y no hacer nada que te haga caer en desgracia. Entonces, ¿guía este dicho a la gente de un modo positivo o negativo? ¿Puede conducirte a la verdad? ¿Puede llevarte a entenderla? (No). Te es posible aseverar con total certeza que no es así. Piénsalo, Dios dice que la gente debe comportarse con honestidad. Cuando has cometido una transgresión, has hecho algo malo o has llevado a cabo alguna acción que se rebela contra Dios y va en contra de la verdad, debes admitir tu error, lograr entenderte y diseccionarte a ti mismo para llegar al verdadero arrepentimiento, y de ahí en adelante actuar de acuerdo con las palabras de Dios. Así que, si las personas deben comportarse con honestidad, ¿se contradice eso con el dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’? (Sí). ¿De qué manera se contradice? El objetivo de ese dicho es que las personas concedan importancia al hecho de llevar una vida alegre y colorida y de hacer cosas que las dejen en buen lugar —en vez de otras que sean malas o deshonrosas o de poner al descubierto su lado más desagradable— e impedir que vivan sin orgullo o dignidad. Por el bien de su propia reputación, orgullo y honor, uno no puede tirarse piedras en su propio tejado, y menos aún hablarle a los demás sobre su lado oscuro o sus aspectos más vergonzosos, ya que una persona debe vivir con orgullo y dignidad. Para tener dignidad se necesita una buena reputación, y para tener una buena reputación hay que aparentar y engalanarse. ¿Acaso no se contradice eso con comportarse como una persona honesta? (Sí). Cuando te comportas como una persona honesta, lo que haces se opone por completo al dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’. Si quieres comportarte como una persona honesta, no le des importancia al orgullo; el orgullo de una persona no vale un céntimo. Ante la verdad, uno debe desenmascararse, no aparentar ni crear una imagen falsa. Uno debe revelar a Dios sus verdaderos pensamientos, los errores que ha cometido, los aspectos que vulneran los principios-verdad, etc., y también dejar al descubierto esas cosas ante sus hermanos y hermanas. No se trata de vivir por el bien de la propia reputación, sino más bien en aras de comportarse como una persona honesta, perseguir la verdad, ser un verdadero ser creado, satisfacer a Dios y ser salvado. No obstante, cuando no entiendes esta verdad ni las intenciones de Dios, las cosas con las que tu familia te condiciona tienden a prevalecer. Así que cuando haces algo malo, lo encubres y finges, pensando, ‘No puedo decir nada acerca de esto, y tampoco permitiré que nadie que lo sepa diga nada. Si alguno de vosotros dice algo, no dejaré que se vaya de rositas. Mi reputación es lo primero. Vivir no sirve para nada si no es por el bien de la propia reputación, ya que esta es más importante que cualquier otra cosa. Si una persona pierde su reputación, se queda sin dignidad. Así que no puedes decir las cosas como son, has de fingir y encubrirlas, de lo contrario te quedarás sin reputación ni dignidad, y tu vida carecerá de cualquier valor. Si nadie te respeta, no vales nada; eres basura sin valor’. ¿Resulta posible comportarse como una persona honesta si se practica de esta manera? ¿Es posible ser completamente franco y diseccionarse a uno mismo? (No). Obviamente, al hacerlo estás defendiendo el dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’ con el que tu familia te ha condicionado. Sin embargo, si te desprendes de ese dicho para perseguir y practicar la verdad, dejará de afectarte y ya no volverá a ser el lema o principio conforme al cual hagas las cosas, y en lugar de eso harás justo lo contrario al dicho ‘El orgullo es tan necesario para la gente como respirar’. No vivirás por el bien de tu reputación ni de tu dignidad, sino en aras de perseguir la verdad, comportarte como una persona honesta, buscar satisfacer a Dios y vivir como un auténtico ser creado. Si te atienes a este principio, te habrás desprendido de los efectos condicionantes que tu familia ejerce sobre ti” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (12)). A partir de las palabras de Dios, descubrí el motivo por el cual siempre me sentía constreñida por las preocupaciones relativas a mi prestigio y era incapaz de ser una persona honesta. Todo ello fue el resultado de estar, desde la infancia, bajo la influencia del veneno satánico que dice: “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”. Llegué a situar mi prestigio y mi estatus por encima de todo lo demás, y creía que gozar de estas cosas ante los demás era lo que contribuía a tener una vida gloriosa de dignidad e integridad. Si exponía mis carencias, me sentiría infravalorada y menospreciada por los demás, lo cual me haría sentir como si estuviese perdiendo mi vida, y era algo realmente doloroso. No obstante, en realidad, hablar de mis problemas en mis deberes para buscar orientación podía permitirme reconocer mis carencias y encontrar modos de resolverlas. Y eso me permitiría cumplir bien mis deberes. Sin embargo, cuando surgieron problemas en mis deberes, no busqué la manera de resolverlos. En vez de eso, actué de manera falsa para proteger mi prestigio y mi estatus. Incluso cuando mis actos dañaron el trabajo, encubría los problemas que había en mis deberes y, al mismo tiempo, hablaba constantemente sobre el trabajo que había llevado a cabo. Esto hizo creer a los líderes que no tenía dificultades en mis deberes, lo cual impidió que los problemas se solucionasen a tiempo. Mentí para proteger mi prestigio e intenté engañar tanto a los líderes como a Dios, sin pensar en absoluto en los intereses de la iglesia. ¿Dónde estaban mi dignidad y mi integridad en todo esto? Estaba viviendo a semejanza de un demonio. La dignidad y la integridad no se mantienen fingiendo ser lo que no eres ni protegiendo tu prestigio. Solo cuando una persona es capaz de practicar la honestidad, tiene el coraje de admitir cualquier carencia o error, y acepta y practica la verdad anteponiendo los intereses de la casa de Dios, se la puede considerar una persona íntegra y digna. Vivir de acuerdo con venenos satánicos solo hace que las personas sean cada vez más falsas y perversas y que cometan cada vez más hechos malvados. Con el tiempo, esto conduce a que Dios las desdeñe y las descarte.
Luego, pensé en este pasaje de las palabras de Dios: “¿Y qué subyace en la búsqueda de intereses personales? Que la gente considera sus intereses de mayor importancia que todo lo demás. Engaña en beneficio propio, con lo que revela así su carácter taimado. ¿De qué modo debe resolverse este problema? En primer lugar, debes discernir y saber qué son los intereses, qué le aportan exactamente a la gente y cuáles son las consecuencias de afanarse por ellos. Si no eres capaz de averiguarlo, renunciar a ellos será más fácil de decir que de hacer. Si la gente no comprende la verdad, nada le resultará más complicado que renunciar a sus intereses. Eso se debe a que sus filosofías de vida son ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’ y ‘El hombre muere por la riqueza como las aves por el alimento’. Obviamente, vive para sus intereses. La gente piensa que, sin sus intereses, si los perdiera, no podría sobrevivir. Es como si su supervivencia fuera inseparable de ellos; por eso la mayoría de la gente está ciega a todo lo que no sean sus intereses. Los considera superiores a todo lo demás, vive para sus intereses, y conseguir que renuncie a ellos es como pedirle que renuncie a su propia vida. Entonces, ¿qué debe hacerse en tales circunstancias? Las personas deben aceptar la verdad. Solo cuando comprenden la verdad pueden comprender la esencia de sus propios intereses; solo entonces pueden empezar a rebelarse contra ellos y abandonarlos, y a ser capaces de soportar el dolor de desprenderse de aquello que tanto aman. Y cuando puedas hacer esto, y abandones tus propios intereses, te sentirás más tranquilo y en paz de corazón, y al hacerlo habrás vencido a la carne. Si te aferras a tus intereses y te niegas a renunciar a ellos, y si no aceptas en lo más mínimo la verdad, por dentro tal vez digas: ‘¿Qué hay de malo en intentar beneficiarme y negarme a sufrir pérdida alguna? Dios no me ha castigado, ¿qué va a hacerme la gente?’. Nadie puede hacerte nada, pero con semejante fe en Dios, al final no obtendrás la verdad y vida. Esto será una gran pérdida para ti: no podrás alcanzar la salvación. ¿Acaso existe algún remordimiento mayor? Esto es lo que en última instancia resulta de buscar tus propios intereses. Si las personas solo buscan fama, ganancia y estatus, si solo persiguen sus propios intereses, entonces nunca obtendrán la verdad y vida, y al final serán ellos los que sufran una pérdida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El conocimiento del propio carácter es la base de su transformación). Las palabras de Dios me recordaron que solo podía alcanzar la verdad y recibir la salvación de Dios abandonando mis intereses y practicando la honestidad. Ganar prestigio y estatus puede satisfacer la vanidad temporal, pero no conduce a la salvación. Recordé que, en el pasado, dije la verdad en esas dos ocasiones. Aunque en el momento me sentí un poco avergonzada, gracias a la guía y la ayuda de los líderes, reconocí que había tomado la senda incorrecta al trabajar por mi prestigio y mi estatus, vi las desviaciones que había en mis deberes y descubrí los principios y las sendas para resolver estos problemas. En comparación, ¿qué suponía perder un poco de prestigio? Los líderes eran conscientes de mis escasas capacidades de trabajo y debía hacer frente a esto con valentía y tratar el tema correctamente, además de expresar honestamente cualquier problema o dificultad y buscar la verdad para lograr soluciones. Solo podría hacer progresos en mi deber haciéndolo de esta manera. A la inversa, si intentaba protegerme siendo falsa, no solamente no conseguiría comprender mis propios problemas, sino que también habría un impacto en la eficacia de mis deberes y dejaría transgresiones a mi paso. ¿No sería esto una ridiculez por mi parte? Al reconocer esto, resolví practicar la honestidad y recorrer la senda de la salvación.
Después de eso, seguí buscando, y me di cuenta de que siempre había temido que los líderes supervisaran y analizaran mi trabajo, fundamentalmente porque no comprendía el significado de la supervisión de los líderes de la obra. Satanás me había corrompido profundamente y, en cualquier momento, podía actuar en mis deberes basándome en mi carácter corrupto. Por tanto, necesitaba que los líderes y los obreros supervisaran y me preguntaran sobre el trabajo con frecuencia, para que, si se encontraban problemas, pudiesen compartir su palabra de inmediato y ayudarme a corregirlos. Además, esto me permitiría evitar cometer cualquier hecho malvado que trastornase y perturbase la obra de la iglesia. ¡Para mí era una salvaguardia! Además, le daba mucha importancia a mi prestigio y mi estatus, y a menudo buscaba resultados inmediatos y vulneraba los principios en mis deberes. Al mismo tiempo, pensaba que tenía un gran sentido de carga en mis deberes. Incluso cuando los resultados del trabajo fueron malos, no reflexioné ni quise conocerme a mí misma e identificar los motivos por los que ocurrió esto. Después de que los líderes lo investigasen, aunque me expusieron y me podaron, a través de su guía y enseñanzas, pude reconocer mis problemas y me di cuenta de que era esencial aceptar la supervisión de los líderes. Después de eso, practicaba la honestidad conscientemente y, tanto si interactuaba con los líderes como con mis hermanos y hermanas, hablaba honestamente. A veces, cuando tenía problemas en mis deberes y no sabía cómo solucionarlos, aunque quería abrirme, todavía me daba miedo que me menospreciasen, así que me rebelaba rápidamente contra mí misma y, al abrirme y buscar enseñanzas, encontraba, sin saberlo, un modo de resolver los problemas en cuestión. He conseguido darme cuenta de que ser una persona honesta ayuda mucho en mis deberes y en mi entrada en la vida. A través de esta experiencia, he logrado comprender el significado de la honestidad y he ganado ciertos conocimientos sobre mi carácter falso. Atribuyo estas ganancias a la guía de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!
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