Digresión tres: Cómo obedecieron Noé y Abraham las palabras de Dios y se sometieron a Él (II) Parte 4
En las historias de Noé, Abraham y Job, ¿qué es exactamente lo que conmovió tanto a las generaciones posteriores respecto a sus comportamientos, sus formas de hablar, sus actitudes y cada una de sus palabras y actos al enfrentar las palabras y acciones de Dios? Lo que más conmovió a la gente tanto en relación con la actitud de estas tres personas hacia las palabras de Dios como con respecto a sus comportamientos, formas de hablar y actitudes después de escuchar las palabras y órdenes de Dios, fue precisamente la pureza y la perseverancia de su sinceridad hacia Dios, el Creador. La gente de hoy en día podría llamar a esa pureza y esa perseverancia estupidez y obsesión; sin embargo, para Mí, su pureza y perseverancia fueron sus aspectos más emotivos y conmovedores y, aún más, lo que a otros les parece totalmente inalcanzable. A partir de Noé, Abraham y Job, verdaderamente aprecié y fui testigo de las características de una buena persona. Al observar sus comportamientos, sus formas de hablar y sus actitudes al enfrentar y escuchar las palabras de Dios, veo cómo son las personas que Él considera justas y perfectas. ¿Y cuál es el sentimiento más intenso que experimento después de leer y comprender sus historias? Un profundo recuerdo, cariño y aprecio hacia ellos. ¿Acaso este sentimiento no es de emoción? ¿Por qué tengo ese tipo de sentimiento? A lo largo de la extensa historia de la humanidad, nunca ha existido un libro de historia que se centre en documentar, alabar y difundir las historias de estas tres personas; tampoco se han utilizado sus historias para educar a las siguientes generaciones ni se las ha presentado como ejemplos a seguir por las generaciones futuras. Pero hay algo que la gente del mundo no sabe, y es que, en diferentes momentos, cada uno de estos tres hombres escuchó algo distinto de Dios, recibió una comisión diferente de Él, tuvo diferentes exigencias por parte de Él, hizo algo distinto para Él y completó diferentes obras que Él le había encomendado; sin embargo, todos compartían una cosa en común. ¿Cuál? Que todos colmaron las expectativas de Dios. Después de escuchar hablar a Dios, fueron capaces de aceptar lo que Él les había encomendado y solicitado y, a continuación, pudieron someterse a todo lo que Dios dijo, fueron capaces de someterse a cada una de las cosas que escucharon que Él les exigía. ¿Qué hicieron para estar a la altura de las expectativas de Dios? Entre toda la humanidad, se convirtieron en un ejemplo al escuchar, aceptar, someterse a las palabras de Dios y dar un testimonio rotundo de Dios frente a Satanás. Dado que fueron modelos para la humanidad, además de perfectos y justos a ojos de Dios, ¿cuál es, a fin de cuentas, el dato más importante que esto nos transmite? Que ese es el tipo de persona que Dios quiere, alguien capaz de comprender lo que Él dice, que usa el corazón para escuchar, captar, asimilar, entender, someterse a las palabras del Creador e implementarlas; esa es la clase de persona a quien Dios ama. No importa cuán grandes sean las verificaciones y las pruebas a las que Dios les someta antes de haber confirmado que sus actos son justos, una vez que dan un testimonio rotundo de Dios, se convierten en lo más valioso en Sus manos y en alguien que vivirá para siempre a los ojos de Dios. Este es el hecho que nos transmite. Esto es lo que deseo deciros mediante la enseñanza de las historias de Noé y Abraham, y lo que debéis entender. En consecuencia, Dios descartará a aquellos que aún no entienden las palabras del Creador, a los que no saben que escucharlas es su responsabilidad, obligación y deber, y no son conscientes de que aceptar y someterse a estas palabras es la actitud que los humanos creados deben adoptar, independientemente de cuántos años lleven siguiendo a Dios. Dios no quiere a esas personas, las detesta. Entonces, ¿cuántos son, en definitiva, realmente capaces de escuchar, aceptar y someterse completamente a las palabras del Creador? No importa cuántos puedan hacerlo. Aquellos que llevan siguiendo a Dios muchos años y, sin embargo, aún desprecian la verdad, vulneran desvergonzadamente los principios y son incapaces de aceptar y someterse a las palabras de Dios, ya sean pronunciadas en la carne o en el reino espiritual, enfrentarán un solo resultado: serán, en última instancia, descartados.
Han pasado treinta años desde que Dios se hizo carne y vino a obrar a la tierra. Ha pronunciado muchas palabras y expresado muchas verdades. No importa cómo hable ni los métodos que emplee para hacerlo, como tampoco cuánto contenido dé a conocer, lo único que les exige a las personas es que sean capaces de escuchar, aceptar y someterse. Así y todo, hay muchos que no pueden captar ni ejecutar este requisito tan simple. Esto resulta muy problemático y muestra que la humanidad es sumamente corrupta, que tiene grandes dificultades para aceptar la verdad y que no le será fácil obtener la salvación. Incluso en la actualidad, en un contexto en el que las personas reconocen que Dios creó al hombre y admiten el hecho de que el Dios encarnado es Dios mismo, la gente continúa poniéndose en Su contra y lo desafía, a la vez que rechaza Su palabra y Sus exigencias. Llegan a examinar, analizar, rechazar y mostrarse indiferentes hacia las palabras que la encarnación de Dios pronuncia y no entienden la manera en la que los seres creados deben tratar la palabra de Dios ni la actitud que deben adoptar con respecto a ella. Es verdaderamente triste. Incluso a día de hoy, las personas no saben quiénes son, qué lugar deben ocupar ni qué deben hacer. Algunas personas incluso se quejan de Dios constantemente y dicen: “¿Por qué Dios siempre expresa verdades en Su obra? ¿Por qué nos exige en todo momento que aceptemos la verdad? Cuando Dios habla y obra, debería consultarnos y no complicarnos las cosas continuamente. No tenemos ninguna razón para obedecerlo en todo, queremos derechos humanos y libertad, deberíamos someter a votación a mano alzada las exigencias que Dios nos impone, y todos deberíamos también debatir y llegar a consensos. La casa de Dios debería implantar la democracia, y todos deberíamos tomar las decisiones finales en conjunto”. Todavía hoy, muchas personas sostienen este punto de vista, y aunque no lo digan abiertamente, lo mantienen en el corazón. Si no tengo derecho a pedirte nada, a hacer que obedezcas Mis palabras ni a exigirte absoluta sumisión a ellas, ¿entonces quién lo tiene? Si crees que el Dios del cielo está autorizado a hacerlo y tiene derecho a hablarte desde el cielo a través del trueno, ¡entonces, perfecto! Eso significa que no tendré que ser paciente ni sincero ni desperdiciar Mi aliento hablando contigo; no quiero decirte nada más. Si crees que el Dios del cielo tiene derecho a hablarte desde el cielo, desde las nubes, entonces, adelante, escucha, ve y busca Sus palabras. Espera a que el Dios del cielo te hable desde el cielo, desde las nubes, en medio del fuego. Pero hay algo que debes tener claro: si ese día realmente llega, habrá llegado el momento de tu muerte. Sería mejor que ese día no llegara. “Sería mejor que ese día no llegara”. ¿Qué significan estas palabras? Dios se ha transformado en humano para hablarle personalmente al hombre cara a cara en la tierra, para emitir verdades que indican a la gente todo lo que se supone que debe hacer. Sin embargo, las personas son despreciativas y poco serias; se resisten en secreto y rivalizan con Dios en el corazón. Como creen que el Dios en la tierra no tiene derecho a intentar gobernar a las personas, no desean escuchar. ¿Le complace o le molesta a Dios esta actitud de las personas? (Le molesta). ¿Y qué hará Dios cuando se sienta molesto? La gente enfrentará la ira de Dios. Lo entendéis, ¿verdad? La ira de Dios, no Su verificación; son dos conceptos distintos. Cuando la ira de Dios se abate sobre las personas, estas corren peligro. ¿Pensáis que Dios está furioso con aquellos a quienes ama? ¿Está furioso con aquellos que son dignos de vivir a la luz de Su semblante? (No). ¿Con qué tipo de persona está furioso? Dios siente aversión y repugnancia por aquellos que llevan siguiéndolo muchos años y aún no entienden Sus palabras, aquellos que todavía no saben que se supone que deben escucharlas y que carecen de conciencia para aceptarlas y someterse a ellas, y Él no desea salvar a tales personas. Lo comprendes, ¿no es cierto? Entonces, ¿cuál debería ser la actitud de las personas hacia Dios, el Dios encarnado y la verdad? (Deberíamos escuchar, aceptar y someternos). Exactamente. Debes escuchar, aceptar y someterte. No hay nada más simple que eso. Después de escuchar, debes aceptar en tu corazón. Si eres incapaz de aceptar algo, debes continuar buscando hasta que seas capaz de aceptarlo completamente; luego, apenas lo aceptes, debes someterte. ¿Qué significa someterse? Significa practicar e implementar. No desestimes las cosas después de escucharlas, prometiendo cumplirlas en apariencia, anotándolas, comprometiéndote con ellas por escrito y escuchándolas atentamente, pero sin tomártelas en serio, sino comportándote como de costumbre, haciendo lo que te viene en gana cuando llega el momento de actuar, dejando lo que escribiste en el olvido y tratándolo como si no tuviera importancia. Eso no es someterse. La verdadera sumisión a las palabras de Dios significa escucharlas y comprenderlas con el corazón y aceptarlas sinceramente, acogiéndolas como una responsabilidad ineludible. No se trata solo de decir que aceptas Sus palabras; más bien, significa aceptarlas desde el corazón, convertir tu aceptación de estas en acciones prácticas e implementarlas sin desviaciones. Si todo lo que piensas, lo que haces y el precio que pagas están destinados a satisfacer las exigencias de Dios, eso es implementar Sus palabras. ¿Qué implica la “sumisión”? Implica la práctica y la implementación, para convertir las palabras de Dios en realidad. Si escribes las palabras y las exigencias de Dios en un cuaderno y dejas constancia de ellas sobre el papel, pero no las grabas en tu corazón, y cuando llega el momento de actuar haces lo que quieres, y desde fuera parece que cumpliste lo que Dios pidió, pero lo hiciste según tu propia voluntad, eso no es escuchar, aceptar y someterse a las palabras de Dios. Eso es despreciar la verdad, desacatar con descaro los principios e ignorar las disposiciones de la casa de Dios. Es rebelión.
Una vez, le encomendé a alguien que hiciera algo. Mientras le explicaba la tarea, él tomaba notas cuidadosamente en su cuaderno. Vi que era muy meticuloso al anotarlo; parecía sentir una gran responsabilidad por el trabajo y tener una actitud concienzuda y responsable. Tras comunicarle la tarea, me dispuse a esperar a que me informara al respecto. Pasadas dos semanas, seguía sin informarme de nada. Así pues, me encargué de buscarlo y le pregunté cómo iba la tarea que le había asignado. Me respondió: “Uy, no, ¡me olvidé! Recuérdame qué era”. ¿Qué opináis de su respuesta? Ese era el tipo de actitud que tenía al hacer el trabajo. Pensé: “Esta persona es de verdad muy poco fiable. ¡Apártate de Mí, rápido! ¡No quiero volver a verte!”. Así me sentí. Por eso, os contaré un hecho: jamás debéis asociar las palabras de Dios con las mentiras de un embaucador; si lo hacéis, a Dios le parecerá abominable. Algunos afirman ser gente de palabra, que su palabra es sagrada. Entonces, si eso es así, cuando se trata de las palabras de Dios, ¿son capaces de actuar de acuerdo con lo que estas dicen cuando las escuchan? ¿Pueden implementarlas con el mismo cuidado con el que llevan a cabo sus asuntos personales? Cada frase de Dios es importante. Él no habla en broma. La gente debe implementar y ejecutar lo que Él dice. Cuando Dios habla, ¿le pide a la gente su opinión? Claro que no. ¿Te hace preguntas para las que exista más de una respuesta? Por supuesto que no. Si puedes darte cuenta de que las palabras y la comisión de Dios son órdenes, que el hombre debe acatarlas e implementarlas, entonces tienes la obligación de implementarlas y ejecutarlas. Si crees que las palabras de Dios no son más que una broma, tan solo comentarios casuales que pueden cumplirse o no a gusto personal, y las tratas como tales, entonces careces bastante de razón y no eres apto para llamarte persona. Dios jamás volverá a hablarte. Si alguien siempre toma sus propias decisiones en cuanto a los requisitos de Dios, Sus órdenes y Su comisión, y los trata con una actitud superficial, es un tipo de persona a quien Dios detesta. Respecto de las cosas que te ordeno y encomiendo directamente, si siempre necesitas que te supervise y te insista, que te haga un seguimiento, si siempre haces que me preocupe, haga averiguaciones y verifique todo a cada paso, entonces deberías ser descartado. Entre aquellas que en estos últimos tiempos han sido descartadas de la casa de Dios, hay muchas personas de ese tipo. Les doy indicaciones con respecto a algunas cosas, y luego les pregunto: “¿Lo has anotado todo? ¿Está claro? ¿Tienes alguna pregunta?”. A lo que responden: “Lo he anotado todo. Ningún problema, ¡no te preocupes!”. Aceptan cumplirlas sin dudarlo, incluso se ponen la mano en el corazón y me lo juran. Pero, ¿pasan realmente a implementarlas después de aceptarlas? No, simplemente desaparecen sin dejar rastro y no dan más noticias. Hacen las cosas que les gustan de inmediato, actuando con rapidez y determinación. Aceptan sin reparos lo que les encomiendo, pero luego simplemente lo ignoran, y cuando más tarde les hago un seguimiento con respecto al asunto, descubro que no han hecho absolutamente nada. Este tipo de personas carecen totalmente de conciencia y razón. Son unos inútiles y no son dignos de cumplir ningún deber. Son peores que los cerdos o los perros. Si alguien tiene un perro guardián y se ausenta, cuando aparecen extraños, el perro es capaz de colaborar en la vigilancia de la casa y el patio. Hay muchas personas que son incluso peores que los perros a la hora de hacer las cosas. Para que cumplan siquiera con una pequeña parte de su deber, algunas siempre deben tener a alguien que las supervise, que las pode constantemente y las vigile antes de hacer algo. ¿Es eso cumplir con el deber? ¡Son unos farsantes! Si no tenían intención de hacerlo, ¿por qué aceptaron? ¿No es eso engañar deliberadamente a la gente? Si pensaban que la tarea sería difícil, ¿por qué no lo dijeron antes? ¿Por qué prometieron hacerla y luego no la llevaron a cabo? Si engañan a los demás, estos no tienen forma de hacerles nada, pero si engañan a Dios, ¿cuáles son las consecuencias? ¡Esta clase de personas deberían ser reprendidas y descartadas! ¿No creéis que las personas que desprecian la verdad y desacatan con descaro los principios son malas personas? Todas ellas son malas personas, son demonios, ¡y deben ser descartadas! Porque actúan deliberadamente, vulneran los principios, son rebeldes y desobedientes, crean sus propios reinos y, debido a su pereza e irresponsabilidad, ¡han causado grandes pérdidas a la iglesia! ¿Quién puede reponer tales pérdidas? Nadie puede asumir tal responsabilidad. Cuando se las poda, se quejan y continúan sin estar convencidas ni satisfechas. ¿Acaso no son unos diablos descabellados? ¡Son un caso perdido y deberían haber sido descartadas hace mucho tiempo!
¿Entendéis cuál es el sentido de las historias de Noé y Abraham que hemos compartido hoy? ¿Es muy difícil lo que Dios exige al hombre? (No). Lo que Dios exige al hombre debería ser esencial para un ser humano creado; no resulta difícil en absoluto, y es totalmente factible y realista. Para que Dios las apruebe, las personas deben poseer fe verdadera y sumisión absoluta; solo aquellos que poseen estas dos cosas reciben realmente la salvación. Pero para los que han sido profundamente corrompidos, los que desprecian la verdad y sienten aversión por las cosas positivas, y para quienes son hostiles a la verdad, ¡no hay nada más difícil que estas dos cosas! Solo las personas que tienen un corazón puro y sincero hacia Dios, las que poseen humanidad, razón y conciencia, y aman las cosas positivas pueden lograrlo. ¿Está todo esto presente en vuestro corazón? ¿Y quién alberga la perseverancia y la pureza que la gente debe poseer? En lo que respecta a la edad, todos los que estáis aquí sentados sois más jóvenes que Noé y Abraham. Sin embargo, en términos de pureza, no podéis compararos con ellos. No poseéis pureza ni inteligencia ni sabiduría; pero, por otra parte, no os faltan artimañas mezquinas. Por lo tanto, ¿cómo puede resolverse este problema? ¿Hay manera de satisfacer las exigencias de Dios? ¿Existe una senda? ¿Por dónde se empieza? (Por escuchar las palabras de Dios). Así es, por aprender a escuchar y a someterse. Algunos dicen: “En ocasiones lo que Dios dice no es la verdad, y no resulta fácil someterse. Si Dios pronunciara algunas palabras de verdad, sería fácil someterse”. ¿Es correcto lo que dicen? (No). ¿Qué habéis descubierto a partir de las historias sobre Noé y Abraham de las que hablamos hoy? Que el deber ineludible del ser humano es obedecer la palabra de Dios y someterse a Sus exigencias, y que, si Dios dice algo que no se ajusta a las nociones humanas, el hombre no debe analizarlo ni examinarlo. Sea quien sea a quien Dios condene o descarte, lo que dé lugar a nociones y resistencia por parte de cualquier número de personas, la identidad de Dios, Su esencia, Su carácter y Su estatus permanecen inalterables. Él siempre es Dios. Dado que no tienes dudas de que Él es Dios, tu única responsabilidad, lo único que debes hacer, es obedecer lo que dice y practicar según Su palabra; esa es la senda de práctica. Un ser creado no debe examinar, analizar, debatir, rechazar, contradecir, rebelarse contra las palabras de Dios ni negarlas; Dios lo detesta y no es lo que Él desea ver en el hombre. ¿De qué manera exactamente deben tratarse las palabras de Dios? ¿Cómo debes practicar? En realidad, es muy sencillo: aprende a obedecerlas y escúchalas, acéptalas, entiéndelas y asimílalas con el corazón, y después ve y ponlas en práctica e impleméntalas con el corazón. Lo que escuchas y comprendes en el corazón debe estar estrechamente vinculado a tu práctica. No separes una cosa de la otra; todo lo que practicas, a lo que te sometes, lo que haces con tus propias manos, todo aquello que te mantiene ocupado, debe estar relacionado con las palabras de Dios. Luego, debes practicar conforme a Sus palabras e implementarlas a través de tus acciones. Eso es someterse a las palabras del Creador. Esa es la senda de práctica de las palabras de Dios.
18 de julio de 2022
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