Las responsabilidades de los líderes y obreros (14) Parte 1
¿Cuánto tiempo llevamos hablando sobre las responsabilidades de los líderes y obreros? (Cuatro meses y medio). Después de hablar sobre este tema durante un período tan largo, ¿tenéis ahora una idea algo más clara del trabajo específico que deberían realizar los líderes y obreros? (Sí, lo comprendemos de forma algo más clara). Deberíais tenerlo más claro que antes. Mi enseñanza es tan clara y específica que, si hay alguien que aún no lo entiende, eso significaría que tiene algún tipo de discapacidad intelectual, ¿no es cierto? (Sí). Al examinarlo ahora, ¿creéis que resulta fácil ser un buen líder u obrero? (No resulta fácil). ¿Qué cualidades se necesitan? (Uno ha de poseer el calibre y la humanidad requeridos para los líderes y obreros, así como la realidad-verdad y un sentido de la responsabilidad). Como mínimo, uno debe tener conciencia, razón y lealtad, y después calibre y capacidad de trabajo. Cuando una persona posee todas estas cualidades, puede ser un buen líder u obrero y cumplir con sus responsabilidades.
Punto 12: Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas (II)
En la última reunión, compartimos el duodécimo punto relativo a las responsabilidades de líderes y obreros: “Detectar con prontitud y precisión a las diversas personas, acontecimientos y cosas que perturban y trastornan la obra de Dios y el orden normal de la iglesia; pararlos y restringirlos, y darles la vuelta a las cosas; asimismo, compartir la verdad de manera que el pueblo escogido de Dios desarrolle discernimiento por medio de estas cuestiones y aprenda de ellas”. Dentro de este punto, primero hablamos fundamentalmente sobre qué personas, acontecimientos y cosas trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia. Si los líderes y obreros quieren desempeñar eficazmente la labor de parar y restringir a las diversas personas, acontecimientos y cosas que causan trastornos y perturbaciones en el seno de la iglesia, en primer lugar, deben conocer y averiguar cuáles de ellos trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia. A continuación, deben relacionarlo con las personas, acontecimientos y cosas tanto en la vida eclesiástica como en la obra de la iglesia reales y luego llevar a cabo distintas tareas como pararlos y restringirlos. Esto constituye un requisito para los líderes y obreros. En nuestra última reunión, hablamos sobre las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la obra de la iglesia y la vida eclesiástica, empezando por aquellos relacionados con la vida eclesiástica. Asimismo, clasificamos a las personas, acontecimientos y cosas en la vida eclesiástica cuya naturaleza es la de causar trastornos y perturbaciones. ¿Cuántas categorías había en total? (Once. La primera, desviarse del tema a menudo cuando se comparte la verdad; segunda, pronunciar palabras y doctrinas para desorientar a la gente y ganarse su estima; tercera, parlotear sobre cuestiones domésticas, establecer conexiones personales y ocuparse de los asuntos propios de uno; cuarta, formar camarillas; quinta, competir por el estatus; sexta, sembrar discordia; séptima, atacar y atormentar a la gente; octava, difundir nociones; novena, dar rienda suelta a la negatividad; décima, propagar rumores infundados; y undécima, violar los principios de elección). El sexto punto es “sembrar discordia”, que encierra una naturaleza de causar trastornos y perturbaciones; no obstante, comparado con las otras acciones malvadas, representa un problema menor. Si se cambia por “entablar relaciones impropias”, se señala una naturaleza más grave que la de sembrar discordia. El séptimo punto es atacar y atormentar a la gente. Si se cambia por “enzarzarse en ataques mutuos y riñas verbales”, ¿no señala algo de naturaleza más grave, aparte de ser más específico y preciso? (Sí). Los ataques mutuos y las riñas verbales constituyen un tipo de problema que surge habitualmente en la vida eclesiástica y que conlleva trastornos y perturbaciones. Modificar así estas dos categorías las hace más precisas y próximas a los problemas que surgen en la vida eclesiástica. El undécimo punto es la violación de los principios de elección. Sustituidlo por “manipular y sabotear las elecciones”. Se trata simplemente de un cambio en términos de nomenclatura; su naturaleza permanece igual, tan solo se intensifica su grado; ahora se relaciona más con la naturaleza de causar trastornos y perturbaciones.
Las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la vida de iglesia
V. Competir por el estatus
La última vez compartimos hasta el cuarto punto, la formación de camarillas. Vamos a continuar ahora con el quinto, competir por el estatus. La cuestión de competir por el estatus es un problema que surge a menudo en la vida de iglesia y es algo que no es poco común ver. ¿Qué estados, conductas y manifestaciones pertenecen a la práctica de competir por el estatus? ¿Qué manifestaciones de competir por el estatus pertenecen al problema del trastorno y perturbación de la obra de Dios y el orden normal de la iglesia? Da igual sobre qué tema o categoría hablemos, debe referirse a lo que se dice en el punto doce, sobre “las diversas personas, acontecimientos y cosas que trastornan y perturban la obra de Dios y el orden normal de la iglesia”. Debe alcanzar el nivel de tratarse de trastorno y perturbación, y debe ser de esta naturaleza, solo así merece la pena comunicarlo y diseccionarlo. ¿Qué manifestaciones de competir por el estatus se asocian con esta naturaleza de trastornar y perturbar la obra de la casa de Dios? La más común es competir con los líderes de la iglesia por el estatus, que se manifiesta principalmente en que se aprovechan de ciertas cosas sobre los líderes y sus errores para denigrarlos y condenarlos, y poner en evidencia a propósito sus revelaciones de corrupción y los fallos y defectos en su humanidad y calibre, en especial en lo que se refiere a desviaciones y errores que han cometido en su obra o al lidiar con las personas. Esta es la manifestación más común y flagrante de competir con los líderes de la iglesia por estatus. Además, a esta gente no le importa lo bien que realicen su trabajo los líderes de la iglesia, ni si actúan o no según los principios, ni si hay problemas o no con su humanidad; simplemente se muestran desafiantes hacia estos líderes. ¿Por qué? Porque ellos también quieren ser líderes de la iglesia; se trata de su ambición, su deseo y por eso son desafiantes. Da igual cómo trabajen o manejen los problemas los líderes de la iglesia, estas personas siempre se aprovechan de cosas sobre ellos, los juzgan y condenan, e incluso llegan al extremo de inflar las cosas de manera desproporcionada, distorsionar los hechos y exagerar las cosas al máximo. No usan los estándares que requiere la casa de Dios de los líderes y obreros para medir si estos líderes actúan conforme a los principios, si son personas correctas, si son gente que persigue la verdad ni si tienen conciencia y razón. No evalúan a los líderes según estos principios. En cambio, basándose en sus propias intenciones y objetivos, son siempre puntillosos y se inventan quejas, buscan cosas que echar en cara a los líderes u obreros, difunden rumores a sus espaldas sobre que hacen cosas que no se ajustan a la verdad, o ponen al descubierto sus defectos. Pueden decir, por ejemplo, que “tal líder cometió una vez un error y fue podado por lo Alto, y ninguno lo sabéis. ¿Veis? ¡Qué bien se les da aparentar!”. No tienen consideración ni les preocupa si este líder u obrero es objeto de cultivo por parte de la casa de Dios, ni si está a la altura, sencillamente siguen juzgándolos, retuercen los hechos, y hacen mezquindades en su contra a sus espaldas. ¿Y con qué fin hacen tales cosas? Para competir por el estatus, ¿verdad? Todo lo que dicen y hacen tiene un objetivo. No tienen consideración por la obra de la iglesia, y su evaluación de los líderes y obreros no se basa en las palabras de Dios ni en la verdad, menos aún en los arreglos de trabajo de la casa de Dios o en los principios que Dios requiere del hombre, sino en sus propias intenciones y objetivos. Replican a todo lo que dicen los líderes u obreros y ofrecen sus propias “percepciones”. Por mucho que lo que digan los líderes y obreros sea conforme a la verdad, no lo aceptan en lo más mínimo. Rechazan cualquier cosa que digan los líderes y obreros y postulan opiniones propias diferentes. En particular, cuando un líder o un obrero se abre y se expone, y habla de su autoconocimiento, se alegran especialmente y creen haber hallado su oportunidad. ¿Qué oportunidad? La de denigrar a este líder u obrero, hacer ver a todos que estos tienen un calibre escaso, que pueden ser débiles, que son también seres humanos corruptos, que a menudo también se equivocan en las cosas que hacen, y que no son mejores que los demás. Es su oportunidad para buscar algo que usar en contra de ese líder u obrero, para incitar a todo el mundo a condenarlos, derrocarlos y hundirlos. Y la motivación de todos estos comportamientos y acciones no es otra que competir por el estatus. Si se siguen los principios de elección y los principios para cultivar y usar a las personas en la casa de Dios, en circunstancias normales, tales individuos nunca saldrán elegidos como líderes u obreros. Es algo que han percibido y comprendido con claridad, de modo que recurren a cualquier medio para atacar y condenar a los líderes y obreros. Sean quienes sean, los desafían sin más, siempre se muestran quisquillosos y les dirigen comentarios irresponsables y críticos. Incluso aunque no haya nada de malo en las acciones o palabras de estos líderes y obreros, esos individuos siempre se las ingenian para sacarles algún fallo; de hecho, los problemas que señalan no son de principios, sino meras trivialidades. Entonces, ¿por qué se obcecan en estas cuestiones triviales? ¿Por qué son capaces de juzgar y condenar tan abiertamente a líderes y obreros por cosas así? Persiguen un único objetivo, que es competir por el poder y el estatus. No importa cómo hable la casa de Dios sobre las diversas manifestaciones de los falsos líderes y anticristos, nunca asocian dichas manifestaciones con ellos mismos, sino que las conectan exclusivamente con líderes y obreros en todos los niveles. Una vez que encuentran una coincidencia, piensan: “Ahora dispongo de pruebas; por fin he descubierto algo que puedo usar como palanca contra ellos y tengo una buena oportunidad”. Entonces se vuelven aún más desenfrenados a la hora de exponer, juzgar, hacer valoraciones críticas y condenar todas las acciones de estos líderes y obreros. Algunas de las cuestiones que plantean quizá parezcan algo problemáticas a primera vista, pero, cuando se miden con respecto a los principios, no son significativas. Así pues, ¿por qué las sacan a colación? El motivo no es otro que desenmascarar a los líderes y obreros, con el objetivo de condenarlos y derrotarlos. Si los líderes y obreros se dejan vencer por la negatividad, suplican clemencia y doblan la cerviz ante ellos, si los hermanos y hermanas observan que estos líderes son siempre negativos y débiles y que cometen errores frecuentes cuando actúan y no vuelven a elegirlos, si los hermanos y hermanas ya no escuchan con tanta atención cuando estos líderes comparten la verdad, y si la gente ya no coopera tan activa y seriamente con ellos a la hora de poner en práctica el trabajo, entonces aquellos que compiten por el estatus estarán contentos y tendrán una oportunidad de sacar provecho. Es la posibilidad que más desean ver, lo que más anhelan que ocurra. ¿Qué objetivo persiguen al hacer todo esto? No pretenden ayudar a los demás a comprender la verdad y a discernir a los falsos líderes y anticristos, ni guiar a las personas hacia Dios. En su lugar, pretenden derrotar y hundir a los líderes y obreros en aras de que todo el mundo los considere a ellos los candidatos más adecuados para servir como líderes. En este momento, habrán alcanzado su objetivo y solo tendrán que esperar a que los hermanos y hermanas los propongan como líderes. ¿Existen personas así en la iglesia? ¿Cómo es su carácter? Estos individuos tienen un carácter cruel, no aman en absoluto la verdad ni la practican; solo desean detentar el poder. ¿Qué ocurre con quienes comprenden parte de la verdad y poseen un cierto discernimiento? ¿Estarían dispuestos a permitir que tales personas ostentaran el poder? ¿Estarían dispuestos a someterse a su autoridad? (No). ¿Por qué no? Si la mayoría de la gente pudiera percibir con claridad la esencia-naturaleza de tales individuos, ¿aún los elegirán como líderes? (No). No lo harían, salvo que todos se acabaran de conocer y no tuvieran mucha relación entre sí. Sin embargo, una vez que se conozcan bien y perciban claramente qué individuos tienen un calibre escaso y son atolondrados, quiénes son malvados y tienen un carácter cruel y falso, quiénes están deseosos de competir por el estatus y caminan por la senda de los anticristos, quiénes pueden perseguir la verdad y cumplir con sus deberes lealmente, etcétera; una vez que capten la esencia-naturaleza y la categoría de las distintas personas, la elección de líderes será relativamente precisa y conforme a los principios.
¿A quién preferiría la mayoría de la gente elegir como líder, a alguien que siempre esté compitiendo por el estatus o a alguien cuyo calibre y capacidad de trabajo sean relativamente promedios, pero que sea una persona diligente y con los pies en la tierra? Cuando no está claro qué calidad humana tienen estos dos individuos, ni cuál es su esencia-naturaleza, ni qué senda recorren, ¿a quién preferiría elegir la mayoría como líder? (La mayoría elegiría al segundo, al que es una persona con los pies en la tierra). La mayoría de la gente elegiría al segundo. Las manifestaciones de quienes siempre están compitiendo por el estatus constituyen una prueba de su humanidad y esencia. ¿Acaso no puede la mayoría de la gente ver claramente y discernir sus manifestaciones? La gente dirá: “Este individuo siempre hace pasar malos ratos a la líder de la iglesia; sus ambiciones son alcanzar el estatus de líder, quiere reemplazarla como tal. Desde que ella fue elegida líder de la iglesia, ese individuo la tiene en su punto de mira y la encuentra desagradable. Siempre está replicándole y sacando fallos a cualquier cosa que ella haga, aprovechando lo que le sea posible; asimismo, la juzga y expone sus defectos a espaldas de ella. Sobre todo durante las reuniones o cuando habla sobre el trabajo, si por un momento ella no se expresa con claridad, él la interrumpe, mostrando una gran impaciencia. Llega a despreciarla, a ridiculizarla y a burlarse y reírse de ella; se lo pone difícil a cada ocasión y la mete en situaciones embarazosas”. Tras haber expuesto estas conductas ante todos, ¿no podrá la mayoría discernir a este individuo? (Sí). Entonces, ¿le beneficiará esto para ocupar el puesto de líder? Definitivamente no. ¿Aquellos que compiten por el estatus son inteligentes o tontos? Son claramente unos estúpidos, unos necios. Hay otra cuestión grave: ¡estos individuos son diablos y su naturaleza es inmutable! Su deseo de poder y estatus es incontrolable hasta el extremo de llegar a perder la cabeza, lo cual no es propio de la humanidad normal. Este deseo sobrepasa los límites de la racionalidad y la conciencia de la humanidad normal, alcanzando niveles sin escrúpulos. Estos individuos actuarán del mismo modo sea cual sea el momento, el lugar o el contexto, sin considerar las consecuencias y mucho menos el efecto de sus acciones. Estas son las manifestaciones y los enfoques más típicos de quienes compiten por el estatus. Cada vez que se celebra una reunión o una charla sobre el trabajo, en cuanto todos se juntan, estos individuos causan perturbaciones como moscas molestas y arruinan la vida eclesiástica y el orden normal de compartir la verdad. Tales comportamientos y enfoques encierran una naturaleza de causar trastornos y perturbaciones. ¿No se debería restringir a tales individuos? En casos graves, ¿no habría que echarlos o expulsarlos? (Sí). A veces, confiar únicamente en la fuerza de los líderes de la iglesia para restringir a las personas malvadas representa un esfuerzo algo pobre y aislado; ¿no resultaría más eficaz si, después de percibir claramente la gravedad de los trastornos y perturbaciones causados por la gente malvada y discernir completamente su esencia, los hermanos y hermanas se unieran a los líderes de la iglesia para parar y restringir a estos individuos? (Sí). Si alguien dice: “Restringir a la gente malvada es responsabilidad de los líderes y obreros, no tiene nada que ver con nosotros, los creyentes comunes. ¡No vamos a molestarnos! La gente malvada compite por el estatus con los líderes de la iglesia; compite por el estatus con quienes lo tienen. Nosotros no gozamos de ningún estatus; ellos no intentan quitarnos nada. En cualquier caso, no nos afecta. Que compitan por lo que quieran. Si los líderes de la iglesia tienen la capacidad de restringirlos, que lo hagan; si no, que los dejen en paz. ¿Qué tiene que ver esto con nosotros?”. ¿Este punto de vista es correcto? (No). ¿Por qué no? (Esas personas no defienden el orden normal de la iglesia). Para expresarlo en términos más apropiados, ¿a qué se refiere el orden normal de la iglesia? ¿No se refiere a la vida eclesiástica normal? (Sí). Implica una vida eclesiástica normal y ordenada; implica comer y beber de las palabras de Dios de forma disciplinada, lo cual significa que la gente pueda orar-leer y compartir la palabra de Dios, así como contar sus experiencias personales, en una vida eclesiástica donde obra el Espíritu Santo, donde Dios está presente y guía; y, al mismo tiempo, que también pueda recibir el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo y ganar luz. Esto es lo que el pueblo escogido de Dios debería disfrutar en su vida eclesiástica. No debería tolerarse a los individuos que destruyen este orden normal, habría que pararlos y restringirlos conforme a los principios, lo cual no es solo responsabilidad y obligación de los líderes y obreros, sino también de todos cuantos comprenden la verdad y poseen discernimiento. Naturalmente, lo ideal sería que los líderes de la iglesia encabezaran esta labor, compartiendo con los hermanos y hermanas la naturaleza de las acciones de estos individuos, qué tipo de personas son en función de sus manifestaciones y cómo los hermanos y hermanas deberían discernirlos y calarlos. Si no se hace nada por restringir a estas personas malvadas, y todos los hermanos y hermanas se ven perturbados, desorientados y seducidos por ellos, de modo que al final son los líderes de la iglesia los que terminan aislados en lugar de estos individuos, entonces esta iglesia quedará paralizada y se sumirá inevitablemente en el caos. En tales circunstancias, ¿puede continuar la vida eclesiástica normal? Y, si no puede continuar, ¿seguirán siendo fructíferas las reuniones de la iglesia? ¿El pueblo escogido de Dios aún obtendrá algo de estas reuniones? Si el pueblo escogido de Dios no obtiene nada de ellas, ¿bendecirá Dios estas reuniones o las detestará? Las detestará, naturalmente. Una reunión sin la obra del Espíritu Santo y sin la bendición de Dios ya no puede considerarse vida eclesiástica, sino que se convierte más bien en el encuentro de un grupo social. ¿A alguien le gusta una vida eclesiástica desordenada? ¿Resulta edificante o beneficiosa para alguien? (No). Si, durante este periodo, ninguna de las reuniones te ha reportado nada en términos de entrada en la vida, entonces ese tiempo carece de valor o significado para ti; lo has desperdiciado. ¿No significa esto que tu entrada en la vida ha sufrido una pérdida? (Sí). Si durante una reunión hay personas malvadas que compiten por el estatus, riñen y discuten con un líder de la iglesia y, como consecuencia, la gente termina sintiéndose ansiosa y toda la reunión queda impregnada de una atmósfera repulsiva y llena de la energía perversa de Satanás, y si, además de debatir sobre quién lleva razón y quién se equivoca, nadie acude ante Dios a orar y buscar la verdad ni actúa conforme a los principios, ¿habrá aumentado o habrá disminuido tu fe en Dios después de una reunión de esta índole? ¿Habrás comprendido y ganado algo en lo que respecta a la verdad, o las disputas te habrán alterado la mente sin haber ganado nada en absoluto? Quizá pienses a veces: “No entiendo por qué la gente cree en Dios. ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo puede esta gente comportarse de este modo? ¿Siguen siendo creyentes en Dios?”. Una única perturbación por parte de los satanases y diablos altera y enturbia el corazón de las personas, que sienten que creer en Dios no tiene sentido, no conocen el valor de la fe en Dios y su mente se dispersa. Si todos fueran capaces de mantenerse alerta y ser particularmente sensibles y agudos con respecto a estas cuestiones, en vez de estar adormecidos y torpes, cuando las personas malvadas dijeran o hicieran cosas en la vida eclesiástica por el afán de competir por el estatus, la mayoría de la gente se percataría enseguida de que existe un problema que necesita solución. Serán capaces de discernir con prontitud quién está manipulando estas situaciones y cuál es su esencia-carácter, se percatarán rápidamente de la seriedad del problema y lograrán parar y restringir a los malvados en un corto espacio de tiempo, los depurarán de la iglesia y evitarán que continúen perturbando y constriñendo a la gente en el seno de esta. ¿No sería esto beneficioso y edificante para la mayoría de las personas? (Sí).
Si os encontráis en situaciones en las que personas malvadas están compitiendo por el estatus, ¿cómo lidiaríais con ellas? ¿Cuál es el punto de vista mayoritario? (Frenaremos ese comportamiento). ¿Solo frenarlo? ¿Cómo? ¿Les prohibiréis hablar? ¿O les diréis: “¡No nos gusta lo que dices, conque en futuras reuniones hablarás menos!”? ¿Eso funcionará? ¿Os escucharán? (No). Entonces, ¿qué habría que hacer? Tienes que exponer y diseccionar a fondo sus intenciones, motivaciones y esencia-naturaleza de acuerdo con la palabra de Dios, de modo que los hermanos y hermanas puedan discernir y permanecer alerta ante tales individuos y la naturaleza de sus acciones, en lugar de ser complaciente y esperar a que los líderes y obreros de la iglesia desenmascaren a los malvados para posicionarte y decir: “Les deberían prohibir asistir a las reuniones”. ¿Está bien ser una persona complaciente? (No, no está bien). Al afrontar situaciones así, ¿acaso la mayoría de la gente no prefiere esquivar estas cuestiones y mantenerse al margen, en lugar de enfrentarse a esas personas malvadas, para evitar que se ofendan y que más adelante resulte incómodo interactuar con ellas? ¿No se adhiere la mayoría de la gente al principio para los asuntos mundanos de ser personas complacientes? (Sí). Pues eso constituye un problema. Supongamos que el ochenta por ciento de las personas de una iglesia son complacientes y, cuando ven que ciertos individuos malvados compiten por el estatus, las posiciones ventajosas y los cargos de líderes en la vida eclesiástica, nadie se alza para pararlos o restringirlos, y la mayoría sostiene el siguiente punto de vista: “Cuantos menos problemas, mejor. No puedo permitirme provocarlos, así que ¿por qué no los evito? Me mantendré alejado de ellos y se acabó. Deja que compitan; cuando llegue el momento, Dios los castigará. ¿Qué tiene que ver conmigo?”. En estas circunstancias, ¿puede ser aún fructífera la vida eclesiástica? La mayoría de la gente es perezosa y dependiente; una vez elegidos los líderes de la iglesia, consideran cumplida su labor y se limitan a esperar a que los líderes lo hagan todo. Si les preguntas si en su iglesia se han distribuido libros de las palabras de Dios, si se han producido trastornos o perturbaciones en la vida eclesiástica o si hay alguien que siempre pregona palabras y doctrinas o compite con los líderes por el estatus, responden: “Los líderes de la iglesia saben todo lo relativo a esas cosas. Yo no las conozco ni tengo por qué molestarme en ellas. Los líderes se encargarán de estas cuando llegue el momento”. No se preocupan ni indagan sobre nada, no están informados de nada, y ni conocen ni les importa ninguna de las personas, acontecimientos o cosas involucrados en la vida eclesiástica, los cuales deberían conocer. En lo que concierne a lo que estas personas malvadas que aparecen en la iglesia dicen y hacen cuando están compitiendo por el estatus, así como a las perturbaciones y efectos que causan en la vida eclesiástica, muestran una total indiferencia y no indagan ni preguntan acerca de estas cuestiones. Después de que todo haya terminado, si les preguntas si han ganado algún discernimiento, si pueden discernir a la gente malvada y cuáles son sus manifestaciones, no saben decir nada aparte de: “Pregunta a los líderes de la iglesia; ellos están enterados de todo”. ¿Una persona así no es una esclava? Es una esclava, una persona cobarde e inútil que vive una existencia vil. Las situaciones en las que los individuos malvados compiten por el estatus requieren discernimiento, manejo y resolución. No es una responsabilidad exclusiva de los líderes de la iglesia, sino compartida por todo el pueblo escogido de Dios. La mayoría de los líderes comprenden un mayor número de verdades que la persona promedio, permanecen alerta ante estos asuntos y pueden percibir los objetivos y la esencia de las acciones de estos individuos. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente también debería aprender lecciones y crecer en discernimiento de forma práctica, así como unirse a otros miembros de la iglesia, aquellos que tienen sentido de la rectitud y comprenden y persiguen la verdad, para tomar las acciones apropiadas contra estos individuos malvados que perturban y trastornan la vida eclesiástica. Deberían aislarlos o echarlos en lugar de quedarse de brazos cruzados y limitarse a escuchar un poco de enseñanzas, ampliando algo sus horizontes y adquiriendo cierta conciencia del asunto en su corazón al afrontar estos problemas, dando así por cumplido su cometido. Esto es porque la vida eclesiástica no es algo que solo concierna a los líderes, y no solo recae en ellos la responsabilidad de llevar una buena vida eclesiástica y mantener un orden normal; se requiere el esfuerzo colectivo de todos los que se alzan para mantenerlo.
Los individuos que compiten por el estatus —el tipo mencionado en la quinta categoría— aparecen a menudo en el seno de la vida eclesiástica. Su manifestación más obvia se observa en que compiten por estatus con los líderes de la iglesia, y después también con aquellos que poseen buen calibre y comprenden la verdad con relativa pureza, aquellos que tienen entendimiento espiritual y aquellos que comprenden los principios-verdad entre los hermanos y hermanas, a menudo desafiándolos. Con frecuencia, estas personas comparten luz y algunas comprensiones puras en la vida eclesiástica, contando diversas experiencias personales que resultan valiosas y transmiten un conocimiento práctico, lo cual ayuda y edifica en gran medida a los hermanos y hermanas. Tras escuchar su enseñanza, los hermanos y hermanas disponen de una senda y saben cómo practicar y experimentar la palabra de Dios y cómo resolver sus propios problemas. Se sienten muy agradecidos por la guía de Dios y, al mismo tiempo, admiran y estiman a quienes poseen una comprensión pura de la verdad y experiencias prácticas. Por lo tanto, tienden a respetar mucho a estas personas y a arrimarse a ellas. El hecho de que en la vida eclesiástica surjan cosas positivas que agradan a Dios es lo último que quieren ver aquellos que compiten por el estatus. Cada vez que ven a alguien compartir experiencias prácticas, se inquietan, se ponen celosos y se sienten especialmente incómodos. En su incomodidad, exhiben una expresión de desafío, desdén e insatisfacción, y en su interior a menudo calculan cómo conseguir que quienes tienen experiencias prácticas y comprenden la verdad parezcan tontos, además de cómo hacer que los hermanos y hermanas perciban sus defectos y carencias y que dejen de tenerlos en alta estima y de arrimarse a ellos. Por lo tanto, aquellos que compiten por el estatus están destinados a decir ciertas cosas y llevar a cabo ciertas acciones. Atacan y excluyen a aquellas personas que comparten testimonios vivenciales, así como a aquellas cuya frecuente enseñanza de la verdad provee a los hermanos y hermanas y los ayuda a entrar en la vida. A menudo se aprovechan de las figuras positivas y exponen sus defectos con el objetivo de distanciar al pueblo escogido de Dios de todos aquellos que a menudo comparten la verdad y cuentan testimonios vivenciales. En resumen, aquellos que compiten por el estatus son personajes negativos que se infiltran en la iglesia y desempeñan el papel de lacayos de Satanás.
Había una hermana que cometió errores en sus relaciones íntimas cuando aún no creía en Dios y, tras convertirse en creyente, se arrepintió y no volvió a cometerlos. Sentía un especial remordimiento por sus transgresiones pasadas, de modo que se abrió y lo compartió con los hermanos y hermanas. ¿Cuál es el propósito y el principio de abrirse y compartir? Se trata de fomentar la comprensión mutua y eliminar las barreras internas entre los hermanos y hermanas. La mayoría, después de comprender la verdad, puede abrirse y compartir sus propias revelaciones de corrupción y transgresiones pasadas al mismo tiempo que expresa gratitud y alabanza por la salvación de Dios. ¿Abrirse y compartir así resulta apropiado? (Sí). Después de comprender la verdad, la mayoría de los hermanos y hermanas son capaces de abrirse y compartir de esta manera; ¿constituye esto un problema? (No). Es muy normal que la gente haya cometido algunos errores en lo concerniente a sus relaciones íntimas o en otros aspectos antes de llegar a creer en Dios. Algunas personas pueden hablar de esas equivocaciones, mientras que otras las ocultan y disimulan, y, por mucho que haya quienes pongan en práctica el acto de abrirse y desnudarse ante los demás, ellas se callan sus cosas. Creen que estos errores son trapos sucios de los que nadie puede enterarse, no vaya a ser que pierdan su reputación, su prestigio y su posición. Sin embargo, algunas personas conciben las cosas de forma distinta; creen que, puesto que han llegado a creer en Dios y han aceptado Su salvación, ahora deben abrirse y compartir sobre sus errores pasados, así como sobre las sendas equivocadas que han transitado, y sacarlas a la luz para diseccionarlas; creen que son cosas que han vivido como humanos corrompidos por Satanás. Ahora son capaces de abrirse, desnudarse ante los demás y compartir. Ya sea para resumir su pasado o para ponerle fin, el hecho de que puedan hacer esto demuestra cuál es la actitud de estas personas hacia la práctica de la verdad: están dispuestas a practicarla y tienen la determinación de hacerlo. La manera exacta de practicarla depende de la comprensión y determinación de cada uno. Sin embargo, abrirse y desnudarse ante los demás no constituye ningún error, y mucho menos un pecado. No debería emplearse para aprovecharse de nadie, y menos aún convertirse en una prueba que otros aprovechen para atacarlas. La mayoría de las personas pueden manejar este asunto de forma correcta; es decir, tienen una comprensión de él que es pura y conforme a los principios-verdad. Sin embargo, los individuos malvados albergan malas intenciones; insisten en aprovechar las confesiones de las personas para ridiculizarlas, jugar con ellas y juzgarlas. Son acciones malvadas que resultan bastante evidentes. Quienes son capaces de desnudarse ante los demás, abrirse y compartir su corrupción y las sendas equivocadas que han tomado poseen un corazón con hambre y sed de justicia en su enfoque de la verdad y de las palabras de Dios. En consecuencia, al leer las palabras de Dios, ganan inconscientemente varios conocimientos y percepciones prácticas que los ayudan a encontrar la senda de la práctica frente a las dificultades y la infinidad de situaciones que ocurren en sus vidas, lo cual conduce a una cierta comprensión vivencial genuina de la verdad. Compartir estas comprensiones vivenciales genuinas resulta edificante y útil para los demás; los hermanos y hermanas mirarán a estas personas con admiración y respeto y dirán: “Tus experiencias prácticas son realmente maravillosas. Después de escucharlas, siento una profunda empatía. Veo que tu forma de practicar la verdad es correcta y está bendecida por Dios. Yo también estoy dispuesto a desprenderme de mis propias nociones y prejuicios y soltar mi bagaje; quiero practicar la verdad de una forma sencilla y recibir, al igual que tú, el esclarecimiento y la guía de Dios. Esta es la senda correcta”. ¿No son bastante normales estas manifestaciones? ¿No resulta muy apropiado que surjan relaciones así entre los hermanos y hermanas? Se trata de un tipo de relación interpersonal que difiere del que se establece entre los que no creen en Dios; es una relación aprobada por Dios y que Él desea ver. Solo cuando existe una relación normal de este tipo entre los hermanos y hermanas, la vida eclesiástica también podrá ser normal. Sin embargo, siempre habrá personas malvadas o con intenciones maliciosas que se alzarán para atacar, denigrar y excluir a aquellos que cuentan con experiencias prácticas, a aquellos que tienen sed y hambre de la verdad y a aquellos que admiran y tienen en gran estima a las personas con experiencia. ¿Por qué los atacan? Su propósito no es otro que competir por un cierto estatus dentro de la iglesia. Como no aman la verdad ni la persiguen, se hacen pasar por buscadores de la verdad y se inventan experiencias falsas para desorientar a todos los demás y ganarse su estima. Esto significa que utilizan los métodos de Satanás para desorientar y controlar a la gente con el fin de conseguir el estatus y el poder deseados. Tales incidentes ocurren con frecuencia en iglesias de todas partes y son visibles para todos. Si descubrís que algunos hermanos y hermanas poseen parte de la realidad-verdad, que pueden compartir una genuina comprensión vivencial de las palabras de Dios durante las reuniones y se han granjeado los elogios de muchos, pero que, no obstante, por algún motivo, algunos los atacan, toman represalias contra ellos y los hunden en la miseria, entonces deberíais permanecer alerta y discernir qué clase de individuos tienen estas conductas. ¿Por qué se ataca y se excluye a menudo a quienes persiguen la verdad? ¿Qué está ocurriendo aquí en realidad? Esto indica, sin duda alguna, un problema.
En la vida eclesiástica, se debería prestar especial atención a quienes se dedican con frecuencia a sacar fallos a los líderes y obreros. Asimismo, ciertas personas suelen burlarse, ridiculizar o atacar a quienes persiguen relativamente la verdad y anhelan las palabras de Dios. También hay que vigilar y observar de cerca a estos personajes negativos para determinar cuáles serán sus próximas acciones. Si alguien expone los defectos de los líderes de la iglesia o ataca a personas que poseen la realidad-verdad sin un motivo justo mientras participa en la vida eclesiástica, no cabe duda de que existe un problema y una razón oculta; está claro que no es sin motivo. Los hermanos y hermanas deberían prestar seria atención a semejantes individuos, porque no se trata de un asunto menor. A veces, después de haber escuchado un testimonio de experiencia práctica y sentir un gozo pleno en el corazón, o después de haber ganado un poco de luz y entendimiento, cabe la posibilidad, sin embargo, de que uno se vea sumido en la confusión por ciertas palabras desorientadoras pronunciadas por gente malvada, de modo que pierden todo cuanto acaban de ganar. Justo cuando uno ha empezado a edificar un poco de fe, se ve perturbado por la gente malvada y retorna a su estado original; justo cuando empieza a desarrollar una cierta sed por la verdad y la palabra de Dios, junto con una cierta determinación para practicar la verdad, se ve perturbado por la gente malvada y pierde el ánimo y la motivación, y entonces lo que quiere es abandonar enseguida este lugar de conflicto. ¿Son graves estas consecuencias? Son gravísimas. Por lo tanto, si en la iglesia existe alguien que siempre crea polémicas por cosas que no se ajustan a sus deseos, discute sobre quién lleva razón, debate sobre qué está bien y qué está mal, e incluso cuestiona quién es superior o quién es inferior, entonces este individuo debería hacer saltar todas las alarmas. Observa qué papel desempeñan esos individuos en la iglesia y qué consecuencias generan, y a través de ello podrás desentrañar cuál es su esencia-naturaleza.
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