Las responsabilidades de los líderes y obreros (25) Parte 1

Punto 14: Discernir enseguida y, a continuación, echar o expulsar a toda clase de personas malvadas y anticristos (IV)

Los estándares y las bases para discernir a diversos tipos de personas malvadas

Hoy vamos a seguir con la charla sobre la decimocuarta responsabilidad de los líderes y obreros: “Discernir enseguida y, a continuación, echar o expulsar a toda clase de personas malvadas y anticristos”. En las ocasiones anteriores, hablamos sobre los diversos aspectos que los líderes y obreros deberían discernir, así como sobre las verdades principales que deberían entender, al realizar su trabajo; es decir, hablamos sobre cómo discernir a toda clase de personas malvadas. ¿Cómo se define a toda clase de personas malvadas? Son aquellas que se infiltran en la casa de Dios con el pretexto de creer en Dios, pero que no aceptan la verdad y, además, perturban la obra de la iglesia; todos estos individuos entran en la categoría de personas malvadas. Son aquellos a los que la iglesia debería echar o expulsar; es decir, aquellos a los que no se les permite existir en la iglesia. Diferenciamos y diseccionamos a toda clase de personas malvadas a través de tres criterios principales. ¿Cuáles son estos tres criterios? El primero es la finalidad con la que uno cree en Dios. El segundo es la humanidad de uno; mediante la disección de la humanidad de alguien para discernir y ver claramente si dicha persona se encuentra entre aquellos a los que la iglesia debería echar. ¿Cuál es el tercer criterio? (La actitud de uno hacia sus deberes). La actitud de uno hacia sus deberes es el tercer criterio. Sobre el primer criterio ya se ha hablado anteriormente. Por lo que respecta al segundo criterio, la humanidad de uno, ya hemos compartido dos puntos. ¿Cuál era el primer punto? (Les encanta tergiversar la realidad y las falsedades). ¿Y el segundo? (Les encanta aprovecharse). Por el contenido de estos dos puntos, podría parecer insuficiente considerar estas manifestaciones como propias de las personas malvadas, sin embargo, según las manifestaciones detalladas sobre las que he hablado anteriormente, estos dos tipos de individuos llevan años creyendo en Dios sin arrepentirse con sinceridad; sus diversas manifestaciones ya han causado perturbación y destrucción a la vida de iglesia, la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios y las relaciones entre los miembros de dicho pueblo. Según sus manifestaciones y sobre la base de su esencia-naturaleza, estos dos tipos de individuos deberían formar parte de la categoría de las personas malvadas. Los líderes de la iglesia y el pueblo escogido de Dios deberían discernirlos, calificarlos y echarlos de manera oportuna. ¿Es esto apropiado? (Sí). Es completamente apropiado. El comportamiento de estos dos tipos de personas en la iglesia tiene un impacto muy negativo; no les interesa la verdad de ningún modo ni se someten a la obra de Dios en absoluto. Entre los hermanos y hermanas, no parece haber diferencias con respecto a aquello conforme a lo que viven con los no creyentes; suelen mentir y engañar a otros, cumplen sus deberes de manera superficial y sin el más mínimo sentido de la responsabilidad, y no cambian a pesar de repetidas amonestaciones. No solo afectan a la vida de iglesia, sino que también perturban gravemente la obra de esta. Sin duda alguna, se encuentran entre aquellos a los que la iglesia debería echar o expulsar, y es apropiado por completo calificarlos como personas malvadas y contarlos entre las filas de tales personas; hacer esto no es nada exagerado. En lo que se refiere al primer tipo de individuos, aquellos a los que les encanta tergiversar la realidad y las falsedades, su problema no es tan simple como decir cosas que no son muy apropiadas, tener barreras de comunicación con otros, etcétera, sino que existe un problema con su carácter. En un nivel más profundo, el problema de su carácter es un problema de su esencia-naturaleza. En un nivel más superficial, es un problema con su humanidad; es decir, su humanidad es sumamente vil y despreciable, lo que les imposibilita interactuar con otros con normalidad. No solo carecen de manifestaciones positivas, como proveer, ayudar o amar a otros, sino que además sus acciones y comportamientos solo sirven para perturbar, destruir y demoler. Los que suelen dedicarse a tergiversar la realidad y las falsedades, que siempre hacen esto ya sea de manera abierta o en secreto y que tienen un impacto gravemente negativo en la obra de la iglesia y en los hermanos y hermanas se encuentran entre aquellos a los que la iglesia debería echar. El otro tipo son aquellos a los que les encanta aprovecharse. Sea cual sea la situación, siempre buscan sacar provecho, con la mirada puesta en todo momento en sus propios intereses. No se centran en entrar en la realidad-verdad, en hacer bien sus deberes ni en cumplir bien con sus responsabilidades. Es más, no se centran en interactuar con normalidad con los hermanos y hermanas, en utilizar las fortalezas de otros para enmendar sus propias deficiencias ni en establecer relaciones normales o dirigir una vida de iglesia normal. No se centran en ninguna de estas cosas; se limitan a venir a la iglesia y entre los hermanos y hermanas a aprovecharse. Mientras estén presentes en la iglesia y los hermanos y hermanas estén en contacto con ellos, los hermanos y hermanas sentirán malestar interior. A estos no solo les repugnan las acciones y conductas de tales individuos, sino que, principalmente, suelen sentirse en buena medida afectados y limitados en el corazón. ¿Qué significa “en buena medida”? Significa que, en situaciones de la vida real, cuando se enfrentan al acoso de los incrédulos o las personas malvadas, algunos se encuentran limitados por sus sentimientos y son incapaces de liberarse, mientras que otros, a pesar de su desagrado, no se atreven a expresar su opinión, sino que siempre se sienten limitados e intranquilos por dentro. ¿No es esto una perturbación grave a los hermanos y hermanas? (Sí). Por tanto, el pueblo escogido de Dios debería discernir a estos dos tipos de individuos; la iglesia debería echar a todos los que sean calificados como personas malvadas. En la última reunión ya hablamos sobre los principios concretos para ocuparse de esta gente, de modo que ahora no vamos a volver a compartirlos en detalle. En resumen, los dos tipos de individuos sobre los que hemos hablado más arriba causan perturbación no solo a la vida de iglesia de los hermanos y hermanas, sino también al cumplimiento ordenado de sus deberes; incluso es probable que los comportamientos de algunos de ellos hagan tropezar a algunos creyentes nuevos que carezcan de base. Por tanto, por los modos y los medios conforme a los cuales actúan, así como por las diversas manifestaciones de su humanidad y las consecuencias adversas que dichas manifestaciones causan, estos dos tipos de individuos se encuentran entre aquellos a los que se debería echar, y contarlos entre las filas de las personas malvadas no es nada exagerado. Aunque es posible que las conductas de aquellos a los que les encanta tergiversar la realidad y las falsedades y aquellos a los que les encanta aprovecharse no parezcan tan irrazonablemente vulgares y crueles como las de las personas malvadas definidas en las nociones humanas, aun cuando carezcan de tales manifestaciones obvias, las consecuencias adversas de sus comportamientos y su humanidad hacen necesario que los echen de la iglesia. Estas eran las manifestaciones de los dos tipos de personas y los principios para ocuparse de ellas sobre los que se habló en la última ocasión.

II. Según su humanidad

C. Son depravados y están desenfrenados

Hoy seguiremos hablando sobre las manifestaciones de otros tipos de personas con relación a su humanidad y empezaremos por el tercer tipo. ¿Cuál es la característica principal de la humanidad de estas personas? Su depravación y desenfreno. Entender la depravación y el desenfreno desde una perspectiva literal es bastante sencillo; significa que el comportamiento, la conducta y el modo de hablar de estos individuos parecen inapropiados; no son personas dignas ni decentes. Este es un entendimiento básico de las manifestaciones de las personas de este tipo. En la iglesia, es inevitable que las ideas de algunos sobre la fe en Dios y los modos en que estos persiguen presenten desviaciones o errores. Falta hasta el más mínimo ápice de devoción en su forma de expresarse y su conducta, sus manifestaciones en la vida y la calidad de su humanidad no están a la altura del decoro de los santos en absoluto y carecen por completo de un corazón temeroso de Dios. En general, su modo de hablar, su comportamiento y su conducta solo se pueden describir como depravados y desenfrenados. Por supuesto, las manifestaciones específicas son numerosas, evidentes para todo el mundo y fáciles de discernir. Estos individuos son similares a los incrédulos y los no creyentes; en concreto, exhiben un comportamiento particularmente depravado. En las reuniones, su vestimenta y cuidado personal son muy informales. Algunos no se preocupan de arreglarse antes de salir de casa y se presentan en las reuniones en un estado desaliñado, despeinados y con la cara sin lavar. Los hay que se visten de mala manera y acuden a las reuniones con zapatillas gastadas o incluso en pijama. Otros no cuidan su aspecto en absoluto, no prestan atención a la higiene personal ni les importa ir vestidos con ropa sucia a las reuniones. Toda esta gente trata las reuniones con suma informalidad, como si visitaran la casa de un vecino, sin tomárselas en serio. Durante las reuniones, también hablan y se comportan de manera incontrolada, vociferan sin escrúpulos, incluso se entusiasman y gesticulan salvajemente cuando están contentos y exhiben una indulgencia extrema. Al margen de cuánta gente esté presente, se ríen, bromean y hacen gestos exagerados, se sientan con las piernas cruzadas y actúan como si estuvieran por encima de los demás; son particularmente ostentosos e incluso arrogantes, nunca miran directamente a los ojos al hablar con alguien, sino que dirigen la mirada hacia otras partes. ¿Acaso no es esto ser depravado? (Sí). Es una actitud particularmente indulgente y carente siquiera del más mínimo control. Por supuesto, los no creyentes podrían atribuir el modo de hablar y la conducta de esta gente a la falta de buena educación, pero nosotros lo entendemos de manera distinta; no es simplemente una cuestión de falta de buena educación. Como adulto, uno debería saber con claridad cuál es la manera correcta y adecuada de hablar, comportarse e interactuar con otros; en particular, uno debería saber cómo hacerlo de forma que sea acorde al decoro de los santos, que resulte edificante para los hermanos y las hermanas y que constituya una humanidad normal, sin que haga falta que se lo digan. Sobre todo a la hora de vivir la vida de iglesia, en presencia de los hermanos y hermanas, si bien no hace falta fingir, uno debe controlarse. Así pues, ¿cuál es el criterio y el estándar requerido de este control? Adecuarse al decoro de los santos. La ropa y la vestimenta deben ser dignas y decentes, y se deben evitar los atuendos estrafalarios. En presencia de Dios, uno debe ser devoto y no gesticular demasiado; por supuesto, en presencia de otras personas, también se debe mantener la devoción y la semejanza humana, con el fin de presentarse de una manera que sea apropiada, beneficiosa y edificante para los demás. Esto es lo que satisface a Dios. Aquellos que son depravados y están desenfrenados no prestan atención alguna a vivir los aspectos más básicos de la humanidad, y una razón definitiva de su indiferencia es su pura ignorancia sobre cómo ser una persona devota o alguien con integridad y dignidad que infunda respeto; simplemente, no entienden estas cosas. Por tanto, a pesar de que la iglesia estipule y exija una y otra vez que se asista a las reuniones con atuendos limpios, dignos y decentes y no con ropas estrafalarias, ellos siguen sin tomarse estas reglas en serio y suelen presentarse desaliñados, en zapatillas o incluso en pijama. Esta es una manifestación de aquellos que son depravados y están desenfrenados.

Aquellos que son depravados y están desenfrenados manifiestan otro comportamiento, que consiste en vestirse a la moda y ponerse maquillaje abundante y seductor para asistir a las reuniones. Comienzan a acicalarse y engalanarse dos días antes de cada reunión, así como a pensar en qué maquillaje utilizar, qué joyas, ropa y calzado ponerse, qué peinado elegir y qué bolso llevar. Algunas mujeres incluso utilizan un lápiz de labios atractivo, sombra de ojos y contorno para la nariz y, en casos más extremos, se visten y se arreglan de una manera demasiado seductora, dejando al descubierto los hombros y la espalda y con ropa estrafalaria. En las reuniones, no escuchan con atención la charla de los hermanos y hermanas ni oran; mucho menos participan en la charla ni comparten su entendimiento personal y sus testimonios vivenciales. En lugar de eso, se comparan con todos los demás, se preocupan de quién va mejor o peor vestido que ellos, quién lleva ropa de marca especialmente moderna, quién viste ropa de mercadillo barata, cuánto cuesta el brazalete de tal persona, etcétera; solo se centran en esas cuestiones y suelen incluso hacer ese tipo de comparaciones públicamente. Por la vestimenta, así como por el modo de hablar, el comportamiento y la conducta de estos individuos, es evidente que su participación en la vida de iglesia y su interacción con los hermanos y hermanas no tienen como objetivo entender la verdad ni mucho menos perseguir la entrada en la vida para lograr transformar el carácter; por el contrario, emplean el tiempo de las reuniones para presumir de cómo disfrutan del dinero y de la vida material. Algunos asisten a los lugares de reunión con ropa de marca para alardear, se entregan por completo a sus deseos de seguir la moda y las tendencias sociales entre los hermanos y hermanas, seducen a otros para que persigan estas tendencias y hacen que los envidien y los admiren. A pesar de darse cuenta de las miradas y las actitudes de repulsión hacia ellos por parte de algunos hermanos y hermanas, siguen mostrándose despectivos, haciendo las cosas a su propia manera, poniéndose zapatos de tacón alto y llevando bolsos de marca. Algunas incluso intentan aparentar ser personas adineradas y pudientes y se ponen perfume de mala calidad para ir a las reuniones, de modo que, después de que entren en la sala, los aromas mezclados de perfume, colorete y gomina forman un hedor intenso y desagradable. Muchos del resto de asistentes a las reuniones se indignan, pero no se atreven a decir lo que piensan, se sienten asqueados al ver a estas personas, y aquellos que creen en Dios con sinceridad mantienen la distancia respecto a ellas. Tanto si su vestimenta y su cuidado personal son bastante sofisticados como si son bastante informales, la marca distintiva de estos individuos es su modo de hablar, su comportamiento, su conducta y su estilo de vida excepcionalmente libres e indisciplinados, no solo durante las reuniones, sino también en sus interacciones cotidianas con los hermanos y hermanas o en su vida diaria. Para ser exactos, son particularmente indulgentes y no tienen siquiera el más mínimo control. No hay patrones regulares en su vida diaria; dicen lo que quieren, se comportan de manera temeraria y obstinada, jamás hablan sobre sus experiencias personales, casi nunca comparten su entendimiento de las palabras de Dios y apenas hablan sobre las dificultades que afrontan al cumplir sus deberes. ¿Cuáles son los únicos temas de los que hablan? Las tendencias sociales, la moda, la comida de alta cocina, la vida privada de los famosos de la sociedad e incluso de las estrellas, y las historias y anécdotas inusuales de la sociedad. A partir de estas revelaciones naturales que exhiben, no cuesta ver que la fe en Dios de esta gente consiste simplemente en andar errando por la vida. Su existencia se centra por completo en comer, beber y divertirse, en lugar de hacerlo en asuntos como vivir la vida de iglesia, cumplir su deber o perseguir la verdad. Al decir que estos individuos “son depravados y están desenfrenados”, lo que se pretende expresar es que su estilo de vida y lo que viven en cuanto a humanidad, así como su modo de gestionar las cosas, de tratar a los demás y de interactuar con ellos, son depravados y están desenfrenados. Suelen repetir expresiones populares en la sociedad; independientemente de si a los hermanos y hermanas les gusta oírlas o de si pueden entenderlas, estos individuos no paran de decirlas. Incluso repiten con frecuencia los dichos de algunos famosos en la sociedad y de estrellas de la música y el cine. Por lo que se refiere al vocabulario positivo que suele emplearse en la casa de Dios y entre los hermanos y hermanas, nunca muestran ningún interés al respecto; nunca hablan sobre la verdad en su vida cotidiana. Lo que idolatran son tendencias mundanas; diversas celebridades y estrellas son los objetivos de su idolatría e imitación. Por ejemplo, adoptan rápidamente términos y frases populares de internet y los emplean en su vida y en las conversaciones con los hermanos y hermanas. Por supuesto, estos términos no son de ninguna manera positivos ni edificantes; todos son negativos, no tienen valor alguno ni mucho menos significado para los que creen en Dios. Son expresiones populares que ha producido la humanidad corrupta y malvada y que representan por completo los pensamientos y puntos de vista de las fuerzas del mal. Los incrédulos presentes en la iglesia que sienten inclinación por las tendencias malvadas suelen fijarse en estas palabras, aceptarlas y emplearlas. Están absolutamente cerrados a la terminología espiritual y al vocabulario de la casa de Dios, y no los escuchan ni los aprenden en serio. En cambio, captan y aplican rápidamente las cosas negativas del mundo no creyente y aquellas a las que presta atención la gente ruin. Por tanto, tanto si se les juzga por su vestimenta externa, su modo de hablar y su conducta, como por sus diversos pensamientos y puntos de vista y las actitudes hacia las cosas que revelan, estos individuos destacan por ser excepcionalmente diferentes entre los hermanos y hermanas. ¿Qué significa ser diferente? Quiere decir que su forma de expresarse, su comportamiento y su conducta son como los de los no creyentes, sin mostrar ningún cambio en absoluto; simplemente, son unos incrédulos. Por ejemplo, algunos cantan dos himnos en el escenario de la casa de Dios y se ganan el aprecio de todo el mundo, de modo que comienzan a creerse estrellas o gente importante, a exigir que siempre los maquillen mucho para las actuaciones, a insistir en llevar el peinado de cierta celebridad y a teñirse el pelo de colores extraños. Cuando otros dicen: “Los creyentes deberían vestir con dignidad y decencia; tu estilo no se ajusta a los requisitos de la casa de Dios”, se quejan y responden: “Las reglas de la casa de dios son demasiado estrictas; ¡es realmente molesto! ¿Por qué es tan difícil ser una estrella?”. Después de cantar solo dos himnos, se las dan de estrellas, piensan que son espectaculares y, cada vez que están desocupados, no paran de pensar: “¿Cuántos dedos utilizan las estrellas del mundo no creyente para sostener el micrófono? ¿Cuántos pasos dan para subir al escenario? ¿Por qué no recibo flores cuando canto tan bien? En el mundo, las estrellas tienen agentes y asistentes; no tienen que gestionar ni resolver por sí mismas la mayoría de los asuntos, sus asistentes se ocupan de todo. Sin embargo, como cantante en la casa de dios, tengo que encargarme de tareas mundanas como ir a buscar comida, vestirme y comprar. ¡La casa de Dios es demasiado conservadora!”. En el corazón, siempre se sienten infelices al vivir en la casa de Dios; se sienten especialmente agraviados, siempre descontentos y quejosos. ¿Puede una persona así amar la verdad? ¿Podrá practicar la verdad? ¿Por qué no reflexiona sobre sí misma? Su perspectiva sobre las cosas está muy distorsionada, como la de los no creyentes; ¿cómo no puede darse cuenta de ello? La casa de Dios no le impide convertirse en una estrella, pero ¿son factibles en la casa de Dios sus puntos de vista y planteamientos, que son los de los incrédulos? Son fundamentalmente insostenibles. Su forma de hablar y su conducta habituales son despreciables para la mayoría de la gente. Debido a su “apertura mental” y extrema indulgencia, lo que hagan o digan este tipo de individuos es depravado y está desenfrenado, y no revela más que el carácter de Satanás.

Una y otra vez, la casa de Dios recalca que los hermanos y hermanas deberían mantener límites entre los hombres y las mujeres, y no tener interacciones inapropiadas con el sexo opuesto. Sin embargo, algunos son depravados y están desenfrenados, no hacen ningún caso de este consejo e incluso intentan seducir o citarse en secreto con otros, con lo que perturban la vida de iglesia. Disfrutan contactando con el sexo opuesto, e incluso buscan razones y excusas para establecer contacto e interactuar alegremente. Al ver a alguien del sexo opuesto que es atractivo o con quien se llevan bien, comienzan a jugar al tira y afloja con esa persona, a flirtear y charlar con ella, a juguetear con su ropa y alborotarle el pelo, e incluso a meterle bolas de nieve dentro de la ropa en invierno; tontean entre sí como animales, sin límites ni sentido del honor ni vergüenza alguna. Algunos dicen: “¿Cómo se puede considerar que eso es tontear? Se muestran afecto; a eso se le llama ser unos tórtolos, ser románticos”. Si buscas tener un romance, has escogido el lugar equivocado. La iglesia es donde los hermanos y hermanas cumplen sus deberes; es un lugar para adorar a Dios, no para flirtear. Las muestras públicas de este tipo de comportamiento delante de todo el mundo provocan repugnancia y repulsión a la mayoría de la gente. El principal problema es que eso no resulta edificante para los demás, y con ello tú también pierdes tu integridad y dignidad. ¿Qué edad tienes? ¿No sabes distinguir la izquierda de la derecha? ¿No entiendes la diferencia entre hombres y mujeres? Y aun así, ¡te pones a flirtear! Es normal que los niños de siete u ocho años tonteen; ese comportamiento y esos intereses son típicos de su edad. Sin embargo, que los adultos exhiban esos comportamientos, ¿no es pueril? Dicho en pocas palabras, eso es exactamente lo que es. Desde el punto de vista de la esencia, ¿qué es? (Indulgencia, depravación). ¡Todo es demasiado depravado! Al creer en Dios, uno debe saber tener sentido del honor. Incluso entre los no creyentes, pocos se comportan de manera tan depravada. ¡Qué frívolos y despreciables son estos individuos depravados! Meten bolas de nieve dentro de la ropa de los miembros del sexo opuesto por diversión, y no solo los persiguen en broma, sino que incluso les patean el trasero; cuando alguien expone el hecho de que este tipo de comportamiento es demasiado depravado y desdibuja los límites entre hombres y mujeres, ellos replican: “Solo tonteamos así porque nuestra relación es muy cercana; la gente debería entenderlo”. Se entregan en tal medida que no solo se permiten hacerlo, sino que también seducen a otros para que sean tan indulgentes como ellos. ¿Qué tipo de desgraciado es este? Decidme, ¿debería la gente así permanecer en la iglesia? (No). Estar cerca de este tipo de personas siempre resulta incómodo y embarazoso. Cuando ven a alguien, no lo saludan con normalidad, sino que le dan un puñetazo y dicen: “¿Dónde diablos has estado todos estos años? ¡Pensaba que te habías esfumado de la faz de la tierra! ¿Cómo te ha ido todo?”. Incluso su manera de saludar es muy bárbara y arrogante; no solo hablan de manera salvaje, sino que incluso entablan contacto físico con los demás. ¿Acaso no parece esto el comportamiento de los gamberros y los bandidos? ¿Os gusta este tipo de personas? (No). ¿Resulta cómoda la sensación de que se burlen de ti y tonteen contigo? (No). Es algo incómodo, y ni siquiera puedes expresarlo; solo tienes que soportarlo, y la próxima vez que las veas, las evitarás desde lejos. En resumen, ¿qué dice esto de la calidad de la humanidad de estos individuos? (Que es mala). Al margen del ángulo desde el cual se los observe, —tanto si es su modo de hablar y conducta, su comportamiento personal, la manera en la que afrontan el mundo, sus interacciones con los demás y su perspectiva respecto a las tendencias del mundo no creyente, como si es su forma de creer en Dios y su actitud hacia Él y Sus palabras— no cuesta ver que carecen del más mínimo ápice de devoción y de un corazón temeroso de Dios. Tampoco se puede apreciar sinceridad alguna en ellos para buscar o aceptar la verdad. Lo que se observa es su depravación y desenfreno, su constante emulación de las estrellas y los ídolos, y su falta de cualquier tipo de intención de revertir la situación independientemente de cómo se comparta la verdad con ellos. ¿Cómo se pueden resumir las características de su humanidad? Como depravación y desenfreno. Por tanto, se puede afirmar de manera definitiva que son no creyentes infiltrados en la casa de Dios; son unos incrédulos.

Las personas depravadas y desenfrenadas emplean el mismo vocabulario que los bandidos y los vándalos del mundo no creyente; en particular, disfrutan imitando el habla y el estilo de las estrellas y de las figuras negativas de la sociedad y la mayor parte de su lenguaje conlleva un tono ruin similar al que utilizaría un vándalo o un rufián. Por ejemplo, cuando llega un no creyente y pronuncia algunas frases extrañas después de llamar a la puerta, los hermanos y hermanas dicen: “Hay algo que no encaja; ¿por qué esta persona parece un vigilante o un espía?”. Aunque no pueden estar seguros en ese momento, la mayoría de ellos se sienten inquietos. Aun así, la persona que es depravada y desenfrenada habla de una manera impresionante, incluso con ciertos aires, y dice: “¿Un vigilante? ¡No me asusta! ¿Por qué temerlos? Si tenéis miedo, no hace falta que salgáis. Ya iré yo a ver qué pasa”. Fijaos en lo valientes y atrevidos que son. ¿Vosotros hablaríais así? (No, la gente normal no habla de esta manera; es lo que diría un bandido). Los bandidos hablan diferente de la gente normal; son especialmente autoritarios. Las personas aprenden el lenguaje de su clase; en especial, la gente con habilidades sociales adopta la jerga popular de la sociedad, a los bandidos y los vándalos les gusta hablar su argot y los incrédulos son como los no creyentes y repiten todo lo que estos dicen. La gente buena, digna y decente siente asco y repulsión al oír hablar a los no creyentes; nadie de esa gente intenta imitar ese tipo de habla. Algunos incrédulos, incluso después de creer durante diez o veinte años, todavía utilizan el lenguaje de los no creyentes, eligen esa habla a propósito y, mientras hablan, incluso imitan su conducta, sus expresiones, sus gestos y sus miradas. ¿Pueden estos individuos resultar agradables a ojos de los hermanos y hermanas de la iglesia? (No). La mayoría de los hermanos y hermanas los consideran desagradables y se sienten incómodos al mirarlos. ¿Qué pensáis que siente Dios por ellos? (Aborrecimiento). La respuesta es clara: aborrecimiento. Por lo que viven, sus búsquedas y las personas, los acontecimientos y las cosas que veneran en su corazón, es evidente que su humanidad no tiene dignidad ni decencia y dista mucho de estar a la altura de la devoción y la decencia de los santos. Muy pocas veces salen de su boca las palabras que deberían pronunciar los creyentes o los santos y las palabras que edifican a otros y expresan integridad y dignidad; no es probable que las digan. Lo que veneran, a lo que aspiran y lo que persiguen en el corazón es fundamentalmente incompatible con lo que los santos deberían perseguir y a lo que deberían aspirar, por lo que resulta difícil que restrinjan lo que viven, su discurso y su conducta exteriormente. Pedirles que se restrinjan, que no sean depravados ni indulgentes y que mantengan la dignidad y la decencia es un reto. Por no hablar de pedirles que vivan como alguien que tiene humanidad y razón, que entiende la verdad y entra en la realidad-verdad; ni siquiera pueden lograr ser personas normales con integridad y dignidad que se ajustan al decoro de los santos, acatan las normas y parezcan racionales por fuera. En el pasado, hubo alguien que fue al campo a predicar el evangelio y vio que algunos hermanos y hermanas y sus familias vivían sin recursos en casas ruinosas. Con sarcasmo y sorna, dijo: “Esta casa está destartalada, no es apta para las personas; apenas es adecuada para los cerdos. ¡Deberíais marcharos rápido!”. Los hermanos y hermanas respondieron: “Marcharse es fácil, pero ¿quién nos proporcionará otra casa donde vivir?”. Esta persona habló de manera precipitada y por capricho y dijo lo que le pasó por la cabeza sin tener en cuenta el efecto que eso podría tener en otros. Esto es tener una naturaleza ruin. Los hermanos y hermanas preguntaron: “Si nos marchamos, ¿quién nos dará una casa donde vivir? ¿Tienes tú una casa?”. Él se quedó sin respuesta. Al ver que la gente tenía dificultades, tuvo que ser capaz de resolverlas antes de hablar. ¿Cuáles fueron las consecuencias de que hablara de manera precipitada sin ser capaz de resolver sus dificultades? ¿Fue un problema de haber sido demasiado franco y honesto? En absoluto. El problema fue que su ruindad era demasiado grave; era alguien depravado y desenfrenado. Estas personas carecen por completo de cualquier concepto de integridad, dignidad, consideración, tolerancia, cuidado, respeto, entendimiento, misericordia, compasión, deferencia, asistencia, etcétera. Estas cualidades esenciales para una humanidad normal son lo que la gente debería tener. No solo carecen de estas cualidades, sino que, en sus interacciones con otros, al ver que alguien tiene dificultades puede incluso despreciarlo, ridiculizarlo y burlarse y mofarse de él; no solo son incapaces de entenderlo o de ayudarlo, sino que también le causan tristeza, indefensión, dolor e incluso problemas. La mayoría de la gente capta con claridad y soporta una y otra vez a los que tienen una ruindad tan grave. ¿Pensáis que estas personas pueden arrepentirse de forma genuina? No creo que sea probable. Dada su esencia-naturaleza, no aman la verdad; por tanto, ¿cómo podrían aceptar que las poden y las disciplinen? Para describir a estas personas, los no creyentes tienen expresiones como “ser fiel a tu propia manera de ser” o “recorrer tu propia senda al margen de lo que otros digan”; ¿qué lógica ridícula es esta? Estos llamados dichos, considerados famosos, y estos modismos, suelen verse como positivos en esta sociedad, lo que distorsiona la realidad y confunde lo que está bien y lo que está mal. Con esto cubrimos básicamente lo que son las manifestaciones de la humanidad de los depravados y desenfrenados.

Al margen de si los individuos depravados y desenfrenados afectan a la vida de iglesia, a las relaciones normales entre los hermanos y hermanas o al cumplimiento normal del deber por parte del pueblo escogido de Dios, mientras las manifestaciones y revelaciones de su humanidad tengan consecuencias y efectos adversos y perturben a los hermanos y hermanas, deben resolverse estos problemas y tomarse medidas adecuadas contra estas personas, en lugar de limitarse a permitir que actúen sin impedimentos. En casos leves, se les puede ofrecer ayuda y apoyo o se las puede podar y advertir. En casos graves, en los que su comportamiento y su conducta sean especialmente depravados, como los de los no creyentes o los incrédulos, y no tengan ni un ápice del decoro de los santos, los líderes y obreros de la iglesia deberían encontrar soluciones adecuadas para ocuparse de estos individuos. Si la mayoría de los hermanos y hermanas están de acuerdo y las condiciones lo permiten, se les debería echar; como mínimo, no se les debería permitir que cumplan sus deberes en las iglesias con un deber a tiempo completo. ¿A qué se refiere “en casos leves”? Se refiere a que algunas personas son nuevos creyentes, inicialmente no creyentes, que nunca han creído en el cristianismo ni entienden qué comporta creer en Dios. Su forma de hablar y su conducta revelan los hábitos de los no creyentes. Sin embargo, al leer la palabra de Dios, compartir la verdad y vivir la vida de iglesia, poco a poco dan un giro y cambian, llegan a ser como los creyentes y muestran cierta semejanza humana. A estos individuos no se les debería categorizar entre las filas de las personas malvadas, sino como aquellos a los que se puede ayudar. Otra categoría es la gente joven de unos veinte años que, a pesar de llevar entre tres y cinco años creyendo en Dios, todavía muestra un carácter juguetón, no ha sentado la cabeza del todo, exhibe cierta puerilidad en su modo de expresarse y su conducta externos —hablan, se comportan y actúan como niños— y otras características, debido a su joven edad. Se debería ofrecer ayuda y apoyo con amor a estas personas; se les debería dar tiempo suficiente para cambiar gradualmente sin imponerles exigencias demasiado estrictas. Por supuesto, en el caso de aquellos adultos que llevan muchos años creyendo en Dios, pero que siguen exhibiendo una forma de hablar, una conducta, unas acciones y un comportamiento depravados y desenfrenados como los de los no creyentes y que se niegan a cambiar a pesar de amonestarlos repetidas veces, está justificado aplicar un planteamiento distinto; habría que ocuparse de ellos según los preceptos de la casa de Dios. Si su modo de hablar, su conducta y las revelaciones de su humanidad perturban a la mayoría y tienen un efecto adverso en la iglesia, por lo que muchos sienten repulsión al verlos y no están dispuestos a escucharlos ni a ver sus expresiones al hablar ni sus atuendos, y la mayoría está más contenta y se encuentra mejor cuando estos individuos no asisten a las reuniones, al tiempo que siente incomodidad y repulsión ante su mera participación en la vida de iglesia y ante su mera presencia entre los hermanos y hermanas, como si fueran chinches que causan perturbación, entonces, sin duda alguna, se trata de personas malvadas. Es decir, siempre que estos individuos viven la vida de iglesia y cumplen sus deberes con los hermanos y hermanas, la mayoría se siente perturbada y especialmente asqueada. En esos casos, habría que ocuparse de ellos tan pronto como sea posible, no dejarlos solos para que hagan lo que quieran o someterlos a una mayor observación. Como mínimo, se les debería depurar de las iglesias con un deber a tiempo completo y enviarlos a una iglesia corriente para que se arrepientan. ¿Por qué hay que ocuparse de ellos así? (Han causado perturbación y consecuencias adversas a la mayoría de la gente, perturbando así la vida de iglesia). ¡Porque las consecuencias y los efectos de sus manifestaciones son pésimos! De acuerdo con esto, los líderes y obreros, así como el pueblo escogido de Dios, no deberían hacer la vista gorda y consentir su comportamiento con los ojos cerrados. Es inadecuado que los líderes y obreros no hagan nada incluso cuando estos individuos perturban a la mayoría; se les debería depurar de la iglesia según los preceptos de la casa de Dios; esta es la opción más sabia.

¿Se ha ocupado anteriormente la iglesia de personas que son depravadas y están desenfrenadas? (Sí). Cuando esto ha ocurrido, algunas han llorado, diciendo: “No fue a propósito. Solo me comporto así a veces; no soy ese tipo de persona. ¡Dame otra oportunidad! Si no se me permite cumplir mi deber, no seré capaz de creer en dios cuando vuelva a casa, donde todos son no creyentes”. Hablan de manera muy atractiva y parecen realmente afligidas, se muestran reticentes a abandonar a Dios y piden a la casa de Dios otra oportunidad para arrepentirse. Es posible concederles otra oportunidad, pero el quid de la cuestión es si pueden cambiar o no. Si se percibe plenamente que alguien no tiene ni un ápice de humanidad, que no posee conciencia o razón, y que básicamente carece de corazón y espíritu, no se le debería dar otra oportunidad; eso sería en vano. Sin embargo, si la sustancia de esa persona es buena y lo único que ocurre es que su humanidad es inmadura debido a su joven edad, pero seguramente cambiará en unos años, se le debe dar la oportunidad de arrepentirse. No se la debería echar de la iglesia de ninguna manera; nunca se puede arruinar a ninguna persona buena. Algunos son incrédulos por naturaleza; son depravados, ignorantes y estúpidos de manera innata, y en su humanidad carecen intrínsecamente del concepto de honor y desconocen qué es el sentido de la vergüenza. Después de comportarse de manera poco refinada en público, la mayoría se sentiría demasiado arrepentida y avergonzada para mirar a los demás. Además, cuando quieren hacer estas cosas, son capaces de ser considerados con los sentimientos y las opiniones de los hermanos y hermanas, así como conscientes de su propia integridad y dignidad, y no se comportarán así; como mucho, tal vez armen un escándalo en casa con sus hijos o hermanos. Fuera de casa, al interactuar con desconocidos, la gente debería entender qué significan el sentido del honor, la decencia, las normas y la dignidad. ¿Puede cambiar alguien que no entienda estos conceptos, incluso con tu ayuda? Aunque ahora se frene, ¿cuánto tiempo podrá soportarlo? No tardará en recaer en su antiguo proceder. No puedes ayudar a estas personas porque carecen de dignidad y de sentido de la vergüenza en su humanidad, no saben qué significan las normas, la decencia o el decoro de los santos y, por naturaleza, su humanidad no tiene estas cualidades. La gente a la que no se puede ayudar son personas que no pueden cambiar, personas a las que no se les puede instruir y sobre las cuales no se puede influir. Se debe depurar a estos individuos cuanto antes y tan rápido como sea posible, para evitar que causen perturbación entre los hermanos y hermanas y que les avergüencen. La casa de Dios no necesita a nadie solo para hacer bulto. Si alguien no va a ser salvado por Dios, de nada le servirá hacer bulto. Se debería echar a aquellos a los que Dios no reconoce, depurar a quienes no deberían permanecer en la casa de Dios, no sea que la presencia de esa única persona afecte de manera negativa a muchos otros, lo que es injusto para la mayoría. Si alcanzáis a ver la esencia de aquellos que son depravados y están desenfrenados, deberíais ocuparos de ellos y echarlos tan pronto como sea posible, en lugar de tolerarlos por tiempo indefinido. Algunos dicen: “A veces producen buenos resultados al cumplir su deber. Siguen siendo necesarios para ese aspecto del trabajo. También tienen un corazón bastante cariñoso y pueden pagar un pequeño precio”. Pero entre los que permanecen en la casa de Dios, ¿quién no puede pagar un pequeño precio? ¿Quién no puede lograr algunos resultados al cumplir su deber? Si todo el mundo puede producir algunos buenos resultados, ¿por qué no elegir a personas buenas que sean dignas y decentes para cumplir deberes? ¿Por qué insistir en mantener los tipos de personas que son ruines, granujas y zoquetes en las iglesias con un deber a tiempo completo para que causen perturbaciones? ¿Por qué insistir en mantener a esos incrédulos que viven como no creyentes para que sean mano de obra en la casa de Dios? La casa de Dios no está falta de contribuyentes de mano de obra; la casa de Dios solo quiere a gente honesta que ame la verdad, a personas rectas y a aquellos que pueden perseguir la verdad, para que se esfuercen por Dios.

La mayoría de los que actualmente hacen deberes llevan creyendo en Dios desde hace más de cinco o seis años y, a lo largo del cumplimiento de los deberes, se ha puesto completamente en evidencia a todo tipo de personas: incrédulos, personas atolondradas, falsos líderes, personas malvadas y anticristos. Muchos miembros del pueblo escogido de Dios han visto con claridad que la mayoría de estos individuos se niegan a cambiar a pesar de que se los amoneste repetidas veces, lo que ya ha causado graves perturbaciones y trastornos en la obra de la casa de Dios. Ha llegado el momento en el que se debe depurar a estos incrédulos, personas malvadas y anticristos; de lo contrario, el funcionamiento de la obra de la iglesia y la difusión del evangelio del reino de Dios sufrirán las consecuencias, como también lo hará la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios; la vida de iglesia seguirá viéndose perturbada y nunca tendrá paz. Por tanto, los líderes y obreros de iglesia de todos los niveles deberían comenzar a limpiar la iglesia según las intenciones y las palabras de Dios. Veo que a bastante gente le falta humanidad. En las reuniones, algunos exhiben todo tipo de comportamientos indecorosos, no adoptan una apariencia adecuada, ya sea sentados o de pie, y tienen preparados al lado su té, su teléfono móvil, su crema facial y su perfume. Algunas a las que les gusta estar guapas se pasan todo el tiempo comprobando su aspecto en el espejo y retocándose el maquillaje, mientras que otros siempre están bebiendo agua, deslizando el dedo por el teléfono para leer noticias o ver vídeos del mundo no creyente, hablando y conversando con las piernas cruzadas, retorciendo el cuerpo de manera que forma dos curvas, asemejándose a la silueta de una serpiente, sin ni siquiera mantener una postura adecuada. También he oído que, al irse a la cama por la noche, algunos se acuestan sin siquiera quitarse los zapatos y duermen hasta el amanecer. Por la mañana, abren los ojos no para orar o dedicarse a devociones espirituales, sino para revisar en primer lugar las noticias en el teléfono móvil. A la hora de comer, cuando ven platos deliciosos o carne, les hincan el diente con voracidad —sin preocuparse por si otros podrán comer o no, siempre y cuando ellos se sacien— y después se vuelven a la cama directamente. Carecen de semejanza humana en cualquier cosa que hacen, actúan de manera depravada y desenfrenada como los no creyentes y no acatan ninguna regla en absoluto, sin un ápice de obediencia o sumisión, como si fueran bestias. Decidme, ¿puede salvarse el tipo de personas que tienen una naturaleza tan gravemente ruin? (No). Así pues, ¿tiene algún sentido que crean en Dios? Con un calibre demasiado escaso para estar a la altura de la verdad en lo más mínimo, ¿pueden entender las palabras de Dios cuando las leen? Si no poseen ninguna regla por lo que se refiere a comportarse, ¿puede su contribución de mano de obra cumplir con el estándar? Si no tienen conciencia ni razón, ¿pueden aceptar al escuchar sermones y enseñanzas sobre la verdad? (No). Los que exhiben estos comportamientos carecen en esencia de humanidad alguna, de modo que ¿cómo van a poder ganar la verdad? Los que no tienen humanidad son bestias, diablos, muertos sin espíritu, que no pueden entender la verdad cuando la oyen ni merecen oírla. Dejar que entiendan y ganen la verdad es como forzar a los peces a vivir en la tierra u obligar a los cerdos a volar: ¡algo imposible! En el pasado, al hablar sobre qué tipos de personas son bestias, la palabra “bestias” solía ir seguida de la palabra “caninas”, de forma que se las llamaba “bestias caninas”. Sin embargo, después de criar a perros e interactuar con ellos de cerca, he descubierto que los perros tienen las mejores cosas de las que los humanos carecen: se comportan conforme a las reglas, son obedientes y tienen sentido del respeto por uno mismo. Si les marcas unos límites por donde pasear, solo lo harán dentro de ellos y, sin excepción alguna, no irán de ninguna manera a los lugares donde les prohíbas ir. Si cruzan la línea sin querer, retrocederán de inmediato, menearán la cola sin parar, pedirán perdón y admitirán su error. ¿Pueden los humanos lograr esto? (No). Los humanos se quedan cortos. Aunque es posible que los perros no entiendan tanto como los humanos, hay algo que sí comprenden: “Este es el territorio del dueño, su hogar. Voy allá donde el dueño me permita y evito los lugares donde me ha prohibido ir”. Aunque no se les pegue, se abstienen de ir allí; tienen sentido del respeto por uno mismo. Incluso los perros saben qué es la vergüenza, de modo que ¿por qué no lo saben los humanos? ¿Es exagerado calificar de bestias a aquellos que no conocen la vergüenza? (No). No es exagerado en absoluto; la mayoría de la gente ni siquiera tiene las virtudes de un perro. En el futuro, cuando digamos que algunos son bestias, ya no podremos llamarlos “bestias caninas”; eso sería un insulto para los perros, ya que estos individuos, estas bestias, son peores incluso que los perros. Por tanto, una vez que estas personas causan perturbación a la vida de iglesia o al cumplimiento de los deberes de los hermanos y hermanas, se las debe echar de inmediato; esto solo es razonable y justificable, y no es exagerado en absoluto. Esto no es ser poco afectuoso; es actuar conforme a los principios. Aun en el caso de que aquellos que son depravados y están desenfrenados mostraran algunos resultados en el cumplimiento de sus deberes, ¿podrían salvarse? ¿Son personas que aceptan la verdad? No pueden ni siquiera frenar sus propias acciones; así que, ¿cómo podrían aceptar la verdad? Son incapaces de mantener su integridad y dignidad; así pues, ¿pueden entrar en la realidad-verdad? Eso es imposible. Por tanto, ocuparse así de estos individuos no es exagerado en absoluto; es algo que, en su totalidad, se basa en los principios y que se lleva a cabo íntegramente con la finalidad de proteger al pueblo escogido de Dios de la perturbación de Satanás. En resumen, al detectar a estas personas, hay que ocuparse de ellas en consecuencia sobre la base de los diversos principios que acabo de mencionar. ¿Es exagerado categorizar como no creyentes e incrédulos al tipo de individuos que realmente son depravados, están desenfrenados y se entregan a la carne sin el decoro de los santos? (No). Dado que se los categoriza como no creyentes e incrédulos, no es nada exagerado incluirlos entre las filas de los diversos tipos de personas malvadas a las que la iglesia debería echar. La gente que no puede siquiera frenar su comportamiento y conducta indudablemente no puede aceptar la verdad. ¿Acaso no son enemigos de la verdad los que no pueden aceptarla? (Sí, lo son). ¿Es exagerado calificar de personas malvadas a los enemigos de la verdad? (No). No es exagerado en absoluto. Por tanto, los principios para ocuparse de ellos son adecuados por completo.

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