Las responsabilidades de los líderes y obreros (26) Parte 4

Los estándares y las bases para discernir a diversos tipos de personas malvadas

II. Según su humanidad

A continuación, seguimos compartiendo la decimocuarta responsabilidad de los líderes y obreros: “Discernir enseguida y, a continuación, echar o expulsar a toda clase de personas malvadas y anticristos”. Los estándares para discernir a toda clase de personas malvadas se dividen en tres categorías principales. Hemos compartido con anterioridad el propósito de alguien al creer en Dios, y luego pasamos a su humanidad. En cuanto a la propia humanidad, también hemos categorizado muchas manifestaciones diferentes. ¿Cuáles son las distintas manifestaciones que ya hemos compartido? Leedlas. (El segundo aspecto para discernir a todo tipo de personas malvadas tiene que ver con la propia humanidad. 1. Les encanta tergiversar la realidad y las falsedades; 2. Les encanta aprovecharse; 3. Son depravados y están desenfrenados; 4. Son propensos a vengarse; 5. Son incapaces de cuidar la propia lengua). Hemos compartido hasta el quinto punto, el de ser incapaz de cuidar la lengua. Al margen de si estamos hablando de manifestaciones específicas de humanidad o de otras cosas, como he dicho, repercutirá de manera diferente en distintos tipos de personas. Aquellas que persiguen la verdad, después de escuchar, se centrarán en examinarse a sí mismas; se compararán con Mi enseñanza y tendrán una entrada proactiva y positiva. Sin embargo, aquellas que no persiguen la verdad, como la mano de obra, solo escucharán sin más. No se toman en serio ni se dedican de corazón a escuchar. A veces, puede que incluso se queden dormidas mientras escuchan sermones. No pueden asimilarlo e incluso piensan: “¿Qué sentido tiene escuchar estos asuntos triviales? Es una pérdida de tiempo; ¡todavía no he terminado el trabajo que tengo entre manos!”. Siempre se preocupan de los trabajos que requieren un esfuerzo arduo. Son especialmente entusiastas y dedicadas en su esfuerzo, muestran lealtad, pero simplemente no pueden reunir la energía para los asuntos relativos a la verdad. Esto revela claramente que tales personas no están interesadas en la verdad; para quedarse satisfechas les basta su gran esfuerzo. Hay otro grupo de personas que mantiene la misma actitud, comparta como comparta la verdad la casa de Dios: “Solo me resisto y soy antagonista. Aunque señales mis problemas y dejes en evidencia mis manifestaciones, revelaciones y actitudes, no prestaré atención ni me lo tomaré en serio de todas maneras. Por tanto, ¿qué pasa si los demás saben que se me está dejando en evidencia?”. Continúan desafiando y oponiéndose con desvergüenza, algo imposible de redimir. Pese a ello, las manifestaciones de los distintos tipos de personas se pueden distinguir. La verdad —ya sea para aquellos que la persigan, aquellos que estén dispuestos a esforzarse aunque no la amen o aquellos que sienten repulsión y aversión por ella— se comporta como una hoja de doble filo, como una piedra de toque. Puede medir las actitudes de las personas hacia la verdad y además la senda por la que caminan.

F. Ser irracionales y deliberadamente problemáticos, sin que nadie se atreva a provocarlos

Hemos hablado con anterioridad sobre discernir las cinco manifestaciones de las diversas personas malvadas. Hoy vamos a continuar y compartiremos la sexta. La sexta es además una manifestación de un tipo de persona malvada, o más bien, aunque la gente no considere que este tipo sea malvado, sigue sin ser del gusto de nadie. ¿Por qué sucede eso? Porque estas personas carecen de conciencia y razón, carecen de humanidad normal y las interacciones con ellas son particularmente problemáticas y difíciles, causan repulsión. ¿Cuáles son sus manifestaciones específicas? Ser irracionales y deliberadamente problemáticas, sin que nadie se atreva a provocarlas. ¿Se encuentran tales personas en la iglesia? Aunque no haya muchas, sin duda las hay. ¿Y cuáles son sus manifestaciones específicas? En circunstancias habituales, estas personas pueden hacer su deber e interactuar con otras con bastante normalidad; no vas a observar un carácter cruel por su parte. Sin embargo, cuando sus acciones van en contra de los principios-verdad y se las poda, explotarán de rabia, rechazarán por completo la verdad mientras se inventan excusas sofistas. De repente, te das cuenta de que son como un erizo cubierto de púas, intocables como un tigre. Piensas: “Hace mucho que me relaciono con esta persona, pensaba que tenía buena humanidad, era comprensiva y era fácil hablar con ella, creía que podría aceptar la verdad. No esperaba que fuera alguien irracional y deliberadamente problemática. He de tener cuidado en mis interacciones con ella en el futuro, minimizar el contacto a menos que sea necesario, y mantener la distancia para evitar provocarla”. ¿Habéis visto a las que son irracionales y deliberadamente problemáticas? En general, aquellos que las entienden saben lo temibles que son y hablan con ellas con particular educación y cautela. En concreto, al hablar con ellas, no puedes herirlas de ninguna manera, pues eso dará lugar a infinitos problemas. Hay quien dice: “¿Quiénes son exactamente estos groseros? No nos hemos encontrado todavía con ellos”. En ese caso, de veras debemos hablar sobre esto. Por ejemplo, mientras los hermanos y hermanas comparten sus experiencias, cuando algunos mencionan sus estados corruptos o sus dificultades personales, es inevitable que otros empaticen, al haber tenido experiencias o sentimientos similares. Esto es bastante normal. Después de escuchar, uno podría pensar: “Yo también he tenido esas experiencias, así que vamos a compartir este tema juntos. Quiero oír cómo las has experimentado. Si tu enseñanza tiene luz y se refiere a un problema que tengo, entonces la voy a aceptar y practicaré de acuerdo con tus experiencias y tu senda a fin de ver cuáles serán los resultados”. Solo hay un tipo de persona que, al oír a otros hablar sobre conocerse a sí mismos y poner de manifiesto su propia corrupción y fealdad, cree que esto es dejarla en evidencia y juzgarla indirectamente, y no puede evitar dar un golpe en la mesa y estallar de ira: “¿Quién no tiene corrupción? ¿Quién vive en un vacío? ¡Tal como yo lo veo, vuestra corrupción es incluso peor que la mía! ¿Con qué cualificaciones contáis todos vosotros para ponerme a mí en el punto de mira, para dejarme en evidencia? Tal como lo veo yo, ¡solo queréis complicarme las cosas y excluirme! ¿Es que no se debe solo a que vengo del campo y no sé decir palabras agradables para adularos? ¿Acaso no es porque mi educación no es tan alta como la vuestra? Dios ni siquiera me menosprecia, entonces, ¡qué os da a vosotros derecho a hacerlo!”. Otros dicen: “Esta es una enseñanza normal, no va dirigida a ti. ¿Acaso las actitudes corruptas de todo el mundo no son las mismas? Cuando alguien comparte algún tema y menciona su propio estado corrupto, es inevitable que otros se encuentren a sí mismos en estados similares. Si sientes que compartes el mismo estado, además puedes compartir sobre tus experiencias”. A lo que responde: “¿Es así? Podría tolerar tal enseñanza de una persona, pero ¿por qué os juntáis dos o tres para acosarme? ¿Es que creéis que soy fácil de mandonear?”. ¿Acaso sus palabras no se vuelven más indignantes a medida que habla? (Sí). ¿Tienen razón tales personas al pronunciar esas palabras? (No). Si de veras piensas que el tema de la charla de otros va dirigido a ti, puedes discutir o compartir el asunto; preguntas directamente si va dirigido a ti, en lugar de recurrir a tu trasfondo como agricultor, a tu bajo nivel de educación o a que la gente te menosprecia. ¿De qué sirve decir tales cosas? ¿No es eso parlotear sobre lo correcto y lo incorrecto? ¿No es eso ser irracional y deliberadamente problemático? (Sí). ¿No creéis que tales personas son horribles? (Sí). Después de montar una escena tal, todo el mundo sabe qué clase de persona es y, a la hora de compartir en reuniones futuras, siempre han de hablar con cuidado y estudiar sus expresiones. Si su gesto se vuelve sombrío, otros vacilan a la hora de hablar y todo el mundo se siente reprimido durante la charla en las reuniones. ¿Acaso esta limitación y perturbación no surgen porque este individuo es irracional y deliberadamente problemático? (Sí). Para todos aquellos que son irracionales y deliberadamente problemáticos la razón está fuera de su alcance; tales personas no aceptarán la verdad y es imposible que se salven.

Este tipo de persona irracional y deliberadamente problemática cuenta con otra manifestación. Hay quien siempre dice durante las reuniones: “No puedo seguir comportándome de esta manera superficial. He de concentrarme en practicar la verdad; he de perseguir la perfección. Me esfuerzo naturalmente para sobresalir. Haga lo que haga, he de hacerlo bien”. Dice lo que hay que decir, pero en realidad, se sigue comportando de manera superficial en el desempeño de su deber, y hay muchos problemas en este, que queda lejos de lograr el efecto de dar testimonio de Dios. Cuando los líderes señalan los problemas en su cumplimiento del deber y lo podan, se enfada enseguida, dice: “Lo sabía. Todos me juzgáis a mis espaldas, decís que mis habilidades profesionales son malas. ¿Acaso no se trata de un menosprecio por parte de todos vosotros? Fue un pequeño error, sin más. ¿Es necesario podarme así? Además, ¿quién no comete errores? Dices que me comporto de manera superficial, pero ¿es que no has sido tú también negligente antes? ¿Eres apto para criticarme? Sin mi cooperación, ¿quién entre vosotros podría encargarse de este trabajo?”. ¿Qué pensáis de esta persona? Haga lo que haga, no permite a los demás señalar sus deficiencias ni ofrecer sugerencias; ni siquiera acepta la poda justificada. Se opone y va en contra de cualquiera que levante la voz, pronuncia palabras irracionales, llega incluso a decir que se le menosprecia o que se le acosa por estar solo y no tener poder, o cosas del estilo. ¿No es eso ser ingobernable, irracional y deliberadamente problemático? Hay incluso algunos que, después de recibir la poda, abandonan su deber: “No voy a hacer más este trabajo. Si vosotros podéis hacerlo, pues muy bien. ¡A ver si sois capaces de continuar con el trabajo sin mí!”. Los hermanos y hermanas intentan persuadirlos, pero no escuchan. Incluso cuando los líderes y obreros comparten la verdad con ellos, rehúsan aceptar; empiezan a darse aires y abandonan su deber. Durante las reuniones, se enfurruñan, no leen las palabras de Dios ni comparten, siempre son los últimos en llegar y los primeros en marcharse. Cuando se van, lo hacen pisando fuerte y dando un portazo, y la mayoría de la gente no tiene idea de cómo lidiar con ellos. Cuando les ocurren cosas a tales personas, sueltan argumentos ridículos y tonterías; se vuelven ingobernables e incluso lanzan cosas, se muestran del todo impermeables a la razón. Algunos exhiben incluso manifestaciones más severas; si los hermanos y hermanas no los saludan, eso les desagrada y aprovechan la oportunidad para llantos y quejas durante las reuniones: “Sé que todos me menospreciáis. Durante las reuniones, todos os centráis en compartir las palabras de dios y discutir vuestro propio entendimiento vivencial. A nadie le importo, nadie me brinda una sonrisa ni me despide cuando me marcho. ¿Qué clase de creyentes sois? ¡De veras carecéis de humanidad!”. Les entran rabietas así en la iglesia. Se ponen iracundos por asuntos triviales, liberan todas las quejas acumuladas. Es evidente que revelan su propio carácter corrupto, pero ni reflexionan sobre sí mismos ni se conocen, así como tampoco tienen deseo de perseguir el cambio ni la verdad. En su lugar, buscan problemas en otros, encuentran diversas excusas para equilibrar su propia psique; y mientras hacen esto, buscan oportunidades para airear sus quejas. Lo que es más importante, pretenden llamar la atención de más gente y que se les tema, a fin de ganar cierto prestigio y atención entre ella. ¡Este tipo de persona es tan problemática! Digan lo que digan, nadie se atreve a decir “no”, nadie se atreve a evaluarlas a la ligera y nadie se atreve a abrirse para compartir con ellas. Aunque se observen en ellas algunos fallos y actitudes corruptas, nadie se atreve a señalarlos. Durante las reuniones, cuando todo el mundo comunica sus experiencias personales y su entendimiento de las palabras de Dios, evitan con cautela el “avispero” que es esta persona, temen provocarla y causar problemas. Hay quienes se desahogan durante las reuniones después de sentirse maltratados o enfrentarse a disgustos en casa o en el trabajo. Claramente, convierten a los hermanos y hermanas en su desahogo y su saco de boxeo. Cuando están alterados, sueltan argumentos ridículos, lloran y tienen rabietas. ¿Quién se atrevería entonces a compartir la verdad con ellos? Si se comparte con ellos, y alguna palabra les toca la fibra, amenazan con suicidarse. Eso será incluso más problemático. La enseñanza normal no sirve con esas personas; la conversación normal tampoco. Ser demasiado cálido o demasiado frío es inútil, como lo es evitarlos o acercarse demasiado y, si los hermanos y hermanas no expresan una felicidad acorde a la suya, eso tampoco vale. Cuando estas personas se encuentran con algunas dificultades, si los hermanos y hermanas no están a la altura de su angustia, eso tampoco servirá: con ellos nada funciona. Cualquier cosa que se haga puede molestarlos y enrabietarlos. Da igual cómo se los trate, nunca están satisfechos. Incluso Mis sermones y Mi enseñanza sobre los estados de ciertas personas pueden llegar a provocarlos. ¿Qué provocación es esa? Piensan: “¿No es esto dejarme en evidencia? Ni siquiera has interactuado conmigo y no te he dicho nada sobre lo que he hecho en privado. ¿Cómo podías saberlo tú? Debe ser que hay algún chivato, tengo que enterarme de quién ha estado en contacto contigo, de quién ha sido el chivato y ha informado sobre mí. ¡No voy a dejarlo pasar!”. Este tipo de persona irracional y deliberadamente problemática puede tener pensamientos retorcidos sobre cualquier cosa y es incapaz de tratar cualquier asunto de la manera correcta. ¡La razón está fuera de su alcance! Están muy alejados de la racionalidad y menos aún pueden aceptar la verdad. Es perjudicial que permanezcan en la iglesia, no supone ningún beneficio. Solo son una molestia, una carga de la que habría que deshacerse enseguida, ¡se les debería depurar de inmediato!

Creer en Dios en China conlleva represión y persecución por parte del gran dragón rojo y son muchos los perseguidos que no pueden ir a casa. Sin embargo, algunos perseguidos que no pueden regresar a casa creen que se han ganado méritos o cualificaciones. Viven con familias de acogida y no es solo que obliguen a los demás a atenderlos, sino que, si algo va ligeramente contra sus deseos o empiezan a echar de menos su hogar, empiezan a montar una escena y otros tienen que lisonjearlos y tolerarlos. ¿Acaso tales personas no son irracionales y deliberadamente problemáticas? Hay muchas personas perseguidas y pocas familias de acogida. Los hermanos y hermanas que acogen a los que no pueden regresar a casa lo hacen por amor. Evitan que se queden en la calle y les permiten vivir en sus casas. ¿No es esta la gracia de Dios? Sin embargo, algunos no solo no alcanzan a apreciar la gracia de Dios, sino que tampoco logran ver el amor de los hermanos y hermanas. En su lugar, se sienten agraviados e incluso llegan a quejarse y son ingobernables. De hecho, las condiciones de vida en los hogares de los hermanos y hermanas son en cierto modo mejores que las de la propia. En especial, en cuanto a creer en Dios y llevar a cabo el propio deber, quedarse en los hogares de los hermanos y hermanas es incluso mejor que quedarse en la propia casa, y hacer que los hermanos y hermanas cooperen en armonía es siempre bastante mejor que estar completamente solos. Aunque las condiciones de vida en algunas regiones sean un poco deficientes, son todavía un estándar de vida promedio. Lo más importante es que pueden vivir con los hermanos y hermanas, reunirse a menudo y comer y beber las palabras de Dios, entender más verdades y saber cuáles son los objetivos de su búsqueda. Por tanto, aquellos que persiguen la verdad son capaces de pagar ese precio y experimentar ese sufrimiento. La mayoría de la gente tiene la actitud correcta hacia esto; son capaces de aceptarlo de parte de Dios, al saber que ese sufrimiento merece la pena y que les corresponde experimentarlo. Pueden considerarlo de manera correcta. Sin embargo, algunas personas irracionales y deliberadamente problemáticas que son ingobernables no pueden comprender las cosas de esta manera. Puede que toleren a regañadientes no ser capaces de regresar a casa durante una semana, pero pasadas dos, cambia su estado de ánimo y, pasados uno o dos meses, se vuelven ingobernables, dicen: “¿Por qué vuestra familia puede estar felizmente reunida y yo no puedo regresar con la mía? ¿Por qué no tengo libertad, mientras que todos vosotros podéis ir y venir a vuestro antojo?”. Otros responden: “¿Acaso la causa de esto no es la persecución del gran dragón rojo? ¿Es que no es apropiado que soportemos tal sufrimiento como seguidores de Dios? ¿Acaso es para tanto este tipo de sufrimiento? Dadas las circunstancias, ¿por qué hay que ser tan quisquilloso? Si otros pueden soportar semejante sufrimiento, ¿por qué tú no?”. Aquellos que son irracionales y deliberadamente problemáticos no quieren sufrir en absoluto. Si los atraparan y los metieran en la cárcel, se convertirían sin duda en judas. ¿Qué sufrimiento hay en vivir con una familia de acogida? Primero, la comida es la digna para un ser humano; segundo, nadie te complica la vida; y tercero, nadie te acosa. Lo único que sucede es que no puedes irte a casa y reunirte con tu familia, y ese pequeño sufrimiento les resulta simplemente inaceptable a las personas irracionales y deliberadamente problemáticas. Cuando otros comparten la verdad con ellas, rehúsan aceptarla, pero dicen cosas como: “No me sermonees sobre esas grandes doctrinas. No entiendo menos que tú, ¡todo esto lo sé! Dime solo una cosa, ¿cuándo puedo irme a casa? ¿Cuándo va a dejar el gran dragón rojo de vigilar mi hogar? ¿Cuándo podré volver a casa sin que me arreste el gran dragón rojo? Si no sé cuándo puedo volver a casa, ¡para eso mejor no vivir!”. Vuelven a montar una escena y en el transcurso de esta se sientan en el suelo, patalean y, mientras más lo hacen, más rabia les entra y, además, les sobreviene un arrebato de ingobernabilidad, con llantos y lamentos. Otros dicen: “Baja la voz. Si sigues así y te oyen los vecinos, se enterarán de que aquí hay forasteros, ¿acaso no nos dejará eso en evidencia?”. Contestan: “¡No me importa, solo quiero montar una escena! Todos podéis ir a casa menos yo. ¡No es justo! Montaré una escena tan grande que vosotros tampoco podréis volver a casa, ¡igual que yo!”. Su arrebato ingobernable no remite y su despecho sale a la superficie; nadie puede hacerlos entrar en razón ni persuadirlos. Cuando su estado de ánimo mejora un poco, se calman y paran de montar semejante escena. Pero quién sabe, cualquier día pueden volverse de nuevo ingobernables y repetirla. Les bastará con ir a dar una vuelta y ser libres, hablar a gritos dentro de la casa; no pararán de intrigar para volver a su hogar. Los hermanos y hermanas les advierten: “Volver a casa es demasiado arriesgado; hay policía apostada allí y vigilándola”. Responden. “No me importa, ¡quiero volver! Si me atrapan, ¡que me atrapen! ¿Acaso es para tanto? ¡En el peor de los casos, solo seré un judas!”. ¿No es una locura? (Sí). Dicen abiertamente que están dispuestos a ser un judas. ¿Quién se atrevería a acogerlos? ¿Quiere alguien acoger a un judas? (No). ¿Cree en Dios una persona así? Los hermanos y hermanas la acogen como creyente en Dios. Si tiene algunas carencias en su humanidad, eso sería tolerable, al igual que el hecho de que no persiguiera la verdad. Sin embargo, puede perjudicar a los hermanos y hermanas al vender a la iglesia y convertirse en judas, y por tanto causar que muchas personas no puedan regresar a sus casas ni hacer su deber con normalidad; ¿quién podría asumir la culpa de estas consecuencias? ¿Os atreveríais a acoger a esta clase de enemigo? ¿Acaso hacerlo no supone simplemente buscaros problemas?

Las personas irracionales y deliberadamente problemáticas no piensan más que en sus propios intereses cuando actúan, hacen lo que les place. Sus palabras no son más que argumentos y herejías absurdos y ellos son impermeables a la razón. Su carácter cruel es desmedido. Nadie se atreve a asociarse con ellos y nadie está dispuesto a hablar sobre la verdad con ellos, por miedo a provocar el desastre. Otras personas tienen el alma en vilo cada vez que les comunican lo que piensan, temen que si dicen una palabra que no sea de su agrado o que no se ajuste a sus deseos, se aprovecharán de ello y lanzarán acusaciones ofensivas. ¿Acaso no son malvados? ¿No son demonios vivientes? Todas aquellas personas con un carácter cruel y de razón endeble son demonios vivientes. Cuando alguien interactúa con un demonio viviente puede atraer el desastre sobre sí mismo con un simple descuido. ¿No traería grandes problemas que tales demonios vivientes estuvieran presentes en la iglesia? (Sí). Después de que estos demonios vivientes monten sus berrinches y desfoguen su ira, es posible que hablen como humanos durante un rato y se disculpen, pero no cambiarán. A saber cuándo se les agriará el humor y volverán a tener otra rabieta, profiriendo sus absurdos argumentos. El objetivo de su berrinche y desahogo es siempre diferente, al igual que la fuente y el trasfondo de su desahogo. Es decir, cualquier cosa puede hacerles estallar, que se sientan insatisfechos y reaccionar con berrinches y un comportamiento ingobernable. ¡Qué horrible! ¡Qué problemático! A estas personas malvadas y trastornadas se les puede ir la cabeza en cualquier momento; nadie sabe lo que son capaces de hacer. A estas personas es a las que más odio. Hay que depurar a todas y cada una de ellas. No deseo relacionarme con ellas. Son de pensamiento turbio y carácter tosco, bullen de argumentos absurdos y palabras endiabladas y, cuando les suceden cosas, se desahogan de manera impetuosa. Algunas de ellas lloran al desahogarse, otras gritan, otras patalean e incluso algunas sacuden la cabeza y agitan los brazos. Simplemente son bestias, no son humanas. Algunos cocineros lanzan ollas y platos cuando pierden los estribos; hay criadores de cerdos y perros que patean y golpean a estos animales cuando se enfurecen para desahogar toda su ira con ellos. Pase lo que pase, estos individuos siempre reaccionan con ira; ni se calman para reflexionar ni aceptan la situación de parte de Dios. No oran ni buscan la verdad ni compartir con otros. Cuando no tienen más remedio, lo soportan; cuando no están dispuestos a aguantarlo, enloquecen, profieren argumentos absurdos y acusan y condenan a otros. Suelen decir cosas como: “Sé que todos tenéis formación y me menospreciáis”; “Sé que vuestras familias son ricas y me desdeñáis por ser pobre”; o “Sé que me despreciáis porque carezco de una base en mi fe y porque no persigo la verdad”. A pesar de que son obviamente conscientes de sus numerosos problemas, nunca buscan la verdad para resolverlos ni hablan sobre conocerse a sí mismos cuando comparten con otros. Cuando se mencionan sus problemas, se desvían y hacen contraacusaciones falsas, achacan todos los problemas y las responsabilidades a otros e, incluso, se quejan de que el motivo de su comportamiento es que los otros los maltratan. Es como si los otros fueran la causa de sus rabietas y de sus alborotos insensatos, como si los demás tuvieran la culpa de todo, ellos no tuvieran otro remedio que actuar así y se estuvieran defendiendo de manera legítima. Siempre que se sienten insatisfechos, comienzan a desahogar su resentimiento y a proferir disparates, insisten en sus argumentos absurdos, como si todos los demás estuvieran equivocados, como si ellos fueran las únicas personas buenas y los demás unos villanos. Por muchos berrinches que tengan o argumentos absurdos que profieran, exigen que se hable bien de ellos. Incluso cuando hacen algo mal, prohíben a los otros que los pongan al descubierto o los critiquen. Si señalas incluso el más mínimo de sus problemas, te enredarán en disputas interminables y, entonces, ya podrás olvidarte de vivir en paz. ¿Qué tipo de persona es esta? Es alguien irracional y deliberadamente problemático; las personas que actúan así son malvadas.

La gente que es irracional y deliberadamente problemática puede que en general no cometa ninguna acción malvada o traicionera significativa, pero, en el momento en que sus intereses, reputación o dignidad se ven implicados, su rabia explota de inmediato, tienen rabietas, actúan de manera ingobernable e incluso amenazan con suicidarse. Decidme, si surge una persona tan absurda e irracionalmente tosca en una familia, ¿acaso no sufriría toda ella? Esa casa estaría entonces sumida en el caos, se llenaría de llantos y gemidos, lo que haría que resultara insufrible vivir en ella. En algunas iglesias hay personas así; puede que no se note cuando todo es normal, pero nunca se sabe cuándo pueden sufrir un brote y revelarse. Las principales manifestaciones de tales personas incluyen tener rabietas, soltar argumentos ridículos y maldecir en público, entre otras cosas. Aunque estos comportamientos ocurran solo una vez al mes o cada medio año, causan grandes molestias y dificultades, causando perturbaciones de diverso grado en la vida de iglesia de la mayoría de las personas. Si efectivamente se confirma que alguien se engloba en esta categoría, habría que ocuparse de él enseguida y echarlo de la iglesia. Alguien podría decir: “Esta gente no comete ninguna maldad. No se la puede considerar malvada, deberíamos ser tolerantes y pacientes con ella”. Decidme, ¿sería lo correcto no ocuparse de tales personas? (No, no estaría bien). ¿Por qué no? (Porque sus acciones causan un problema y una molestia significativos a la mayoría de las personas y también causan perturbaciones en la vida de iglesia). Según este desenlace, está claro que aquellos que perturban la vida de iglesia, incluso si no son personas malvadas ni anticristos, no deberían permanecer en la iglesia. Eso es porque tales personas no aman la verdad, sino que sienten aversión por ella, y por muchos años que lleven creyendo en Dios o muchos sermones que oigan, no aceptarán la verdad. Cuando hacen algo malo y las podan, tienen rabietas y sueltan sinsentidos. Incluso cuando alguien comparte la verdad con ellas, no la aceptan. Nadie puede razonar con ellas. Hasta cuando Yo les comparto la verdad, puede que guarden silencio de cara al exterior, pero no la aceptan en su interior. Al enfrentarse a situaciones reales, siguen actuando como siempre lo han hecho. No escuchan Mis palabras, así que menos aún van a aceptar vuestro consejo. Aunque puede que no cometan actos de gran maldad, estas personas no aceptan la verdad ni lo más mínimo. Al fijarnos en su esencia-naturaleza, no solo carecen de conciencia y razón, sino que también son irracionales y deliberadamente problemáticos, así como insensibles a la razón. ¿Pueden tales personas lograr la salvación de Dios? ¡En absoluto! Aquellos que en ningún caso aceptan la verdad son incrédulos, son siervos de Satanás. Cuando las cosas no funcionan a su manera, tienen rabietas, sueltan sin parar argumentos ridículos y no escuchan la verdad, se comparta como se comparta. Tales personas son irracionales y deliberadamente problemáticas, puros diablos y espíritus malvados; ¡son peores que bestias! Son enfermos mentales de razón endeble y nunca son capaces de arrepentirse de verdad. Cuanto más permanecen en la iglesia, más nociones tienen sobre Dios, más exigencias irrazonables hacen a la casa de Dios y mayor es la perturbación y el daño que causan a la vida de iglesia. Esto afecta a la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios y al progreso normal del trabajo de la iglesia. Su daño a la obra de la iglesia no es menor que el que hacen las personas malvadas; se las debería echar pronto de la iglesia. Hay quien dice: “¿Acaso no son un poco ingobernables? No llegan al punto de ser malvados, así que ¿no sería mejor tratarlos con amor? Si se quedan, tal vez puedan cambiar y ser salvados”. ¡Te digo que es imposible! No existe ese “tal vez” en este tema, a estas personas no se las puede salvar en absoluto. El motivo es que no son capaces de entender la verdad y mucho menos de aceptarla; les falta conciencia y razón, sus procesos de pensamiento son anormales e incluso carecen del más básico sentido común que se requiere para comportarse. Son gente de razón endeble. Dios no salva a tales personas en ningún caso. Incluso aquellos que tienen un pensamiento ligeramente más normal y que tienen mejor calibre, si no aceptan la verdad en absoluto, no se los puede salvar, menos si cabe a aquellos de razón endeble. ¿Acaso no es demasiado necio e ignorante seguir tratando a estas personas con amor y conservar la esperanza en ellas? Os lo digo ahora: depurar a aquellos que son irracionales y deliberadamente problemáticos e impermeables a la razón de la iglesia es del todo correcto. Eso corta de manera fundamental su acoso hacia la iglesia y el pueblo escogido de Dios. Esta es la responsabilidad de los líderes y obreros. Si hay personas tan irracionales en cualquier iglesia, el pueblo escogido de Dios debería informar sobre ellas y, una vez que los líderes y obreros reciban tales informes, deberían encargarse de ellas con prontitud. Este es el principio para manejar al sexto tipo de personas, aquellas que son irracionales y deliberadamente problemáticas.

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