Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (III) Parte 1

Apéndice: Regalos

Antes de entrar en el tema principal de esta enseñanza, dejadme que os cuente una historia. ¿Qué tipo de historia debería contar? Si no influye en las personas o si no edifica o beneficia a aquellos que creen en Dios por lo que respecta a la entrada en la vida y a conocer a Dios, no tiene sentido explicarla. Si voy a explicar una historia, esa historia en sí misma tiene que ser de alguna manera edificante. Debe tener valor y significado. Así que escuchad la historia de hoy y ved si os puede resultar edificante y útil. Algunas historias son verdaderas, mientras que otras son inventadas, pero basadas en acontecimientos reales; no son verdaderas, pero se suelen dar en la vida, por lo que no se alejan de la realidad. Tanto si son inventadas como si realmente han sucedido, todas guardan una estrecha relación con las vidas de las personas. ¿Por qué os cuento esas historias? (Para que podamos entender la verdad). Así es, para que podáis comprender la verdad que hay en ellas, ciertas verdades que a las personas les cuesta conocer en la vida real. Recurramos a las historias para que la gente tenga un conocimiento de la verdad y de Dios más próximo a la realidad y les sea más fácil entender la verdad y a Dios.

Cuando me relaciono mucho con la gente y durante mucho tiempo es inevitable que sucedan incidentes extraños y divertidos. Este sucedió en la primavera de este año. A medida que el invierno remitía y se acercaba la primavera, cada vez hacía mejor tiempo y empezaban a brotar todo tipo de plantas, las cuales crecían día a día gracias al sol y la lluvia. Algunas de esas plantas eran silvestres y otras cultivadas. Las había para consumo animal y para consumo humano, y también para consumo tanto de animales como de personas. Era una escena primaveral: un paisaje verde y brillante. Y aquí es donde empieza la historia. Un día, me sorprendieron con un regalo especial. ¿Qué tipo de regalo? Una bolsa con plantas silvestres. La persona que me la dio me dijo: “Es bolsa de pastor. Es comestible y buena para la salud. Se puede hacer con huevos revueltos”. Estupendo. Entonces la comparé con la bolsa de pastor que Yo ya había comprado y, en cuanto lo hice, vi que había un problema. ¿Sabéis cuál era? Que tenía ante Mí un “misterio”. ¿Qué misterio? La bolsa de pastor de otros países tiene un aspecto diferente a la bolsa de pastor de China. ¿Y hay algo malo en eso? (Sí). Si se tratara de la misma cosa, entonces tendría el mismo aspecto. Así que, ¿qué es lo primero que viene a la mente al descubrir que el aspecto es distinto? ¿Era bolsa de pastor o no? No podía estar seguro. ¿No sería mejor que le preguntara a aquella persona? Así que más tarde fui a preguntarle. “¿Estás seguro de que esto es bolsa de pastor?”. Se quedó pensando y contestó: “Pues no estoy seguro de si es bolsa de pastor o no”. Si no estaba seguro, ¿por qué me la había regalado? ¿Cómo se atrevía a regalármela? Por suerte, no me la comí. Dos días más tarde, tuve la certeza de que realmente no era bolsa de pastor. ¿Qué dijo esa persona? Pues dijo: “¿Cómo averiguaste que no era bolsa de pastor? Yo no estoy seguro, pero olvídalo, no te la comas”. ¿Puede comerse entonces una cosa así? (No). No, no puede comerse. Si Yo hubiese dicho: “No estás seguro, pero me arriesgaré y me la comeré, ya que has sido tan amable”, ¿estaría bien? (No). ¿Qué naturaleza refleja actuar así? ¿No sería insensato? (Lo sería). Sí, sería una insensatez. Por suerte, no me la comí, ni tampoco indagué más en ello, así que el asunto se olvidó.

Poco después, en los campos empezaron a crecer plantas silvestres de todo tipo: altas y bajas, con flor y sin flor, y de todas las tonalidades y características. Aumentaron en número, se hicieron más densas y fueron adoptando sus formas características. Un día recibí otra bolsa de regalo, pero esta vez no era bolsa de pastor. Lo que contenía era artemisa china y me la había regalado el mismo hombre. Había sido tan amable de enviarme otra bolsa y, con ella, unas instrucciones: “Prueba esta planta. Es artemisa china. Va bien para el resfriado y también se puede comer con huevos revueltos”. La observé: ¿No era aquello artemisa común? La artemisa china se encuentra en muchos lugares de China y sus hojas despiden una fragancia especial, pero no era lo que me había enviado aquel hombre. ¿Cómo podía confundirse con artemisa china? Las hojas se parecían un poco, pero ¿lo era o no era? Le pregunté al hombre que me la había regalado, pero me dijo que no lo sabía, y con ello eludió por completo su responsabilidad. Hasta me preguntó: “¿Cómo es que todavía no la has probado? No estoy seguro de lo que es, pero deberías probarla. Yo lo he hecho y está muy buena”. No estaba seguro, pero tenía prisa por que la probara. ¿Qué creéis que debería haber hecho? ¿Debería haberme obligado a Mí mismo a comérmela? (No). Por supuesto que no debería habérmela comido, porque la persona que me la envió no sabía ni lo que era. Si me hubiera arriesgado, por probar algo nuevo, a lo mejor no hubiese pasado nada, ya que aquella persona que se la había comido me dijo que no había problema. Pero ¿y si hubiera actuado de manera ignorante, pensando que no iba a pasar nada por comérmela? ¿No sería eso hacer las cosas a ciegas? ¿Qué tipo de persona hace esas cosas a ciegas? Solo alguien rudo e imprudente lo haría, alguien que piense: “Tanto da una cosa que otra; sea lo que sea, estará bien”. ¿Creéis que debería haber actuado así? (No). ¿Por qué no? Hay tantas cosas que se pueden comer… ¿por qué arriesgarse a probar una planta desconocida? En tiempos de hambruna, cuando realmente no queda nada que comer, puedes arrancar distintas plantas silvestres para probar a comértelas y asumir así algún riesgo. En esas situaciones, podrías comerte una planta desconocida. ¿Pero era aquella una de esas situaciones? (No). Son tantas las cosas que uno puede comer… ¿para qué arrancar plantas silvestres? ¿Es necesario asumir el riesgo solo por un pequeño beneficio que es invisible, intangible e imaginario? (No). Así que decidí no comérmela. No me la comí, afortunadamente, ni tampoco indagué más en ello, así que el asunto también cayó en el olvido.

Pasó un tiempo y aquel hombre me hizo otro regalo; era ya la tercera ocasión. Esta vez era algo bastante especial: no crecía de la tierra, ni tampoco era el fruto de ningún árbol. ¿Qué era entonces? Dos huevos de ave bien envueltos en una bolsa de papel que llevaba escritas las palabras: “Huevos de ave para Dios”. Gracioso, ¿verdad? Cuando abrí la bolsa, vi que la cáscara de los dos huevos tenía bonitos colores. Nunca antes había visto ninguno parecido, así que no podía saber qué ave los había puesto. Pensé en buscar información por internet, pero no encontré ninguna pista porque había muchos huevos del mismo tipo y color, así que no había manera de identificarlos a partir del tamaño y el color. ¿Alguno de vosotros cree que habría servido de algo preguntar a aquel hombre de qué ave eran aquellos huevos? (No). ¿Por qué no? (Porque tampoco lo hubiese sabido). Lo habéis adivinado: tampoco lo sabría. Así que no se lo pregunté. De haberlo hecho, hubiera herido sus sentimientos y él habría pensado: “Lo hago con la mejor intención y porque me preocupo, pero aun así dudas de mí. ¿Por qué tienes que buscar por internet? ¿No te los he dado para que te los comas? Pues cómetelos y ya está”. ¿Creéis que me debería haber comido los huevos? (No). Si él os los hubiese dado a vosotros, ¿os los habríais comido? (No). Pues Yo tampoco. Esos huevos son para la eclosión y reproducción de las aves. ¿No sería un acto cruel comérselos? (Sí). Así que no pude hacerlo y me olvidé de aquella historia, aunque volvió a repetirse.

Un día vi que había artemisa común —que se parecía a la artemisa china— secándose sobre una baranda y le pregunté a una hermana que para qué era. “¿No es el mismo tipo de artemisa china que aquel hombre te dio aquella vez?”, contestó. “La artemisa china elimina la humedad y combate el resfriado. ¿Tú no te resfrías con facilidad? El hombre dijo que, una vez seca, te la guardaría para que pudieras hacerte con ella un baño caliente de pies a fin de curarte el resfriado”. ¿Cómo pensáis que me quedé al oír aquello? Decid una palabra. (Mudo). Exacto, me quedé mudo. En esas circunstancias, ¿no debería haber reflexionado sobre lo atenta que era aquella persona y las molestias que se había tomado? ¿Cómo es que me quedé sin palabras? Lo que ocurría era que, simplemente, aquella persona había sido poco perspicaz en las ocasiones anteriores y decidió cambiar de estrategia, como si dijera “te di hierbas y huevos para que te los comieras, pero no lo hiciste, así que he secado un poco de artemisa china para que te hagas con ella un baño caliente de pies, así mis esfuerzos no habrán sido en vano”. Me quedé sin palabras ante aquella escena. Más adelante le comenté a alguien que en muchas farmacias ahora se vende artemisa china. Puedes comprar la cantidad que quieras; viene en paquetes de todos los tamaños, lo producen muchos países y se procesa en condiciones higiénicas. Es mucho mejor que la que aquel hombre me había enviado, así que ¿no supone un esfuerzo en vano el hecho de tener que recogerla y ponerla a secar al sol? Si la seca y me la da, ¿pensáis que la querré? (No). No la quiero. Con el tiempo, la artemisa desapareció de las barandas porque lo que Yo había dicho llegó a sus oídos y dejó de enviármela. Más tarde, cuando hubo hierbas silvestres en el campo, nadie debió de considerarlas raras ya, porque no volví a recibirlas. Y supongo que, entretanto, los huevos eclosionaron y ya no se podían recoger. El caso es que, a día de hoy, ya no he recibido ningún huevo ni ninguna hierba silvestre más. Y aquí acaba Mi historia.

En total, fueron cuatro los incidentes ocurridos en esta historia, todos ellos relacionados con cosas que me habían enviado: dos veces plantas silvestres desconocidas, una vez huevos sin identificar y, finalmente, una “medicina tradicional china” secada al sol. Puede que parezca un poco ridículo hablar de estas cosas pero, por lo que respecta a los incidentes en sí, ¿cuál es vuestra impresión, si es que tenéis alguna, después de haberlos escuchado? ¿Hay algo que deberíais comprender o extraer de ellos? ¿Alguna lección que deberíais aprender? ¿Qué pensabais mientras escuchabais? ¿Lo que he explicado iba dirigido a alguna persona en concreto? No, la verdad. Entonces, si no iba dirigido a ninguna persona en particular, ¿por qué lo cuento? ¿Tiene sentido? ¿O solo es hablar por hablar? (No lo es). Dado que no lo consideráis hablar por hablar, ¿sabéis por qué lo cuento? ¿Por qué hizo aquel hombre esas cosas? ¿Cuál era la naturaleza de su comportamiento? ¿Cuál fue su motivación? ¿Qué problemas plantea? ¿Hay que ponerlos en contexto? Seréis capaces de comprender la verdad si veis más allá de las personas y de la naturaleza de los incidentes en su contexto. ¿Pensáis que el hombre que hizo esas cosas tenía buenas o malas intenciones? (Buenas). Para empezar, una cosa es cierta: sus intenciones eran buenas. ¿Qué había de malo en sus buenas intenciones? ¿Hacer las cosas con buena intención significa que te preocupas? (No necesariamente). Si las buenas intenciones son lo que motiva a alguien a hacer algo, ¿carece esa persona necesariamente de la impureza de un carácter corrupto? No. Por eso os pregunto, a cada uno: si eres respetuoso con tus padres y les obedeces, ¿por qué no les enviarías esas cosas para que se las comiesen? O, si quieres a tus jefes y líderes y te preocupas por ellos, ¿por qué no les darías esas cosas para que se las comieran? ¿Por qué no te atreverías? Porque temes que pase algo malo. ¿Temes hacer daño a tus padres, líderes o jefes, pero no temes hacérselo a Dios? ¿Cuáles son tus intenciones? ¿Qué implica tu amabilidad? ¿Intentas engañar a Dios? ¿Intentas jugar con Él? ¿Te atreverías a hacer esas cosas a Dios como ser espiritual? ¿Tendrías un corazón temeroso de Dios si vieras que Su carne presenta una humanidad normal, y te atreverías entonces a hacer semejantes cosas en lugar de temerlo? Si no tuvieras un corazón temeroso de Dios, ¿serías realmente atento por el hecho de hacer esas cosas? Eso no es ser atento, eso es engañar a Dios, jugar con Él, y demuestra tu absoluto atrevimiento. Si de verdad eres una persona responsable, ¿por qué no te lo comes y lo pruebas tú mismo primero para asegurarte de que no haya ningún problema antes de llevárselo a Dios? Si se lo llevas directamente a Dios, sin antes habértelo comido ni haberlo probado tú, ¿no estarás jugando con Él? ¿No crees que así estarás ofendiendo Su carácter? ¿Podrá Dios olvidar semejante cosa? Aunque tú la olvides, Él no lo hará. Cuando haces algo así, ¿qué pasa por tu cabeza? No lo has probado, y no tienes ninguna evidencia científica, pero aun así te atreves a dárselo a Dios. ¿Es ese un comportamiento responsable? Si hicieras daño a Dios, ¿qué responsabilidad recaería sobre ti? Aunque la ley no te condene, Dios te castigaría durante toda la eternidad. Ni siquiera considerarías que esa porquería es lo bastante buena para dársela a los líderes y funcionarios no creyentes, te parecería indigna, así que, ¿qué tipo de intenciones tendrías al dársela a Dios? ¿Tan poco valgo? Si regalaras a tu jefe una bolsa de hierbas silvestres, ¿qué pensaría? “¿Es que solo valgo eso? La gente me regala dinero y cosas de marca, ¿y tú me das un puñado de hierbas?”. ¿Serías capaz de hacerlo? Por supuesto que no. Pero si lo hicieras, ¿qué debería preocuparte? Lo primero que tienes que pensar es: “¿Qué le gusta a mi jefe? ¿Necesita esto? Si no lo necesita y aun así se lo doy, ¿se la agarrará en mi contra? ¿Me hará la vida imposible y atormentará en el trabajo? Si la cosa se pone fea, ¿me despedirá con cualquier pretexto y tras vigilarme hasta sorprenderme haciendo algo?”. ¿Te planteas alguna de estas cosas? (Sí). Si quieres agradar a tu jefe, ¿qué es lo primero con lo que deberías obsequiarle? (Con algo que le guste). No basta con ofrecerle algo que le guste. Si ahora mismo necesita una taza, por ejemplo, ¿te gastarías uno o dos euros en comprarle una? (No). Tienes que regalarle algo de oro, de plata, algo presentable. ¿Por qué debes regalarle algo que hasta dudarías en comprarte para ti? (Para agradarle). ¿Cuál es el objetivo de agradarle? Para empezar, y como poco, podría convertirte en su protegido y, con el poder que tiene, defenderte y hacer que tu empleo y tu sueldo sean estables y seguros. Y no se la agarraría en tu contra, eso como mínimo. Así pues, nunca le regalarías un puñado de hierbas silvestres que no conoces. ¿A que no? (No). No lo harías ni con tu jefe, así que, ¿por qué lo hizo el hombre que me dio esos hierbajos? ¿Pensó en las consecuencias? Desde luego que no. ¿Y por qué no lo hizo? Algunos dirían: “Porque Tú no vas a atormentarnos”. ¿Es así de simple? Porque no voy a hacérselo pasar mal. ¿Por eso? ¿Cómo es que se atrevió a regalar algo así? (Pensó que sus intenciones eran buenas). Eso es: escondió toda su fealdad y perversidad detrás de buenas intenciones, como diciendo: “Yo muestro buenas intenciones contigo, a diferencia de otros. Mira todas estas hierbas silvestres. ¿Quién las arrancó para ti? ¿Acaso no fui yo?”. ¿Qué tipo de actitud es esa? ¿Qué clase de mentalidad es? ¿Son esas buenas intenciones conformes con la humanidad? Si ni siquiera lo son, ¿pueden ser conformes con la verdad? (No). ¡No podrían estar más lejos de la verdad! ¿En qué consisten esas buenas intenciones? ¿Realmente son buenas intenciones? (No). Entonces, ¿qué tipo de actitud implican? ¿Qué clase de impurezas y esencias presentan? Incluso vosotros, jóvenes, que habéis visto poco mundo, comprendéis que no podéis regalar cualquier cosa a vuestro jefe, que debéis tener en cuenta las consecuencias. Así que, si un hombre curtido, entrado en los cuarenta o cincuenta, me ofrece esas cosas, en vuestra opinión, ¿qué naturaleza refleja? ¿Vale la pena hablarlo aquí? (Sí). Después de todo, ¿qué naturaleza esconde? Aquel hombre me dio a la ligera unas hierbas silvestres y me pidió que me las comiera sin ni siquiera saber lo que eran. Cuando le dije que no se parecían a esa clase de hierbas, no perdió un segundo en decirme que no me las comiera. Y eso no es todo. Me envió hierbas silvestres de otro tipo para que me las comiera. No lo hice, y me dijo: “Cómete unas pocas. Están muy buenas. Yo las he probado”. ¿Qué clase de actitud demuestra eso? (Falta de respeto e irresponsabilidad). Eso es. ¿Veis todos esa actitud? (Sí). ¿Es bienintencionada? ¡No hay nada de bienintencionado ahí! Cogió lo primero que le pareció, no le costó nada, lo metió en una bolsa de plástico, me lo dio y me pidió que me lo comiera. Aunque recogieras hierba para dar de comer a las ovejas y los conejos, igualmente tendrías que plantearte: “¿Pueden envenenarse los animales si se la comen?”. ¿No es algo en lo que deberías pensar? Si no estás dispuesto a correr el riesgo de dárselo al ganado, ¿cómo puedes coger un puñado de hierbas marchitas cualesquiera y dármelas para que me las coma? ¿Qué tipo de carácter es ese? ¿Cuál es la naturaleza del problema? ¿La comprendéis? Si esa persona me trata a Mí así, ¿cómo creéis que tratará a sus subordinados o a quien considere una persona común y corriente? No hace más que jugar con los demás despreocupadamente. ¿Qué carácter demuestra? Uno perverso y despiadado. ¿Se le puede considerar una buena persona? (No). No se le considera una buena persona. No tomarse en serio la vida ni la integridad de las personas, ponerlas en riesgo y después no sentir nada al respecto ni tener absolutamente ningún remordimiento de conciencia, sino ser capaz de volver a hacer lo mismo una y otra vez; eso sí que es extraño.

Al principio de la historia dije algunas palabras a las que quizás no prestasteis mucha atención. Dije que algunas hierbas silvestres eran para consumo humano, otras para consumo animal y algunas para consumo tanto humano como animal. Se trata de un “dicho muy conocido”, y tiene un origen. ¿Sabéis de dónde procede? Alude a una historia. Proviene del hombre que me hizo los regalos de la historia que os he contado. Ese hombre estaba a cargo de plantar y había sembrado tres tipos de maíz. ¿Qué tres tipos? El que la gente come, el que los animales comen y el que tanto las personas como los animales comen. Esos eran los tres tipos, y son muy interesantes. ¿Habéis oído hablar de ellos antes? No, no los habéis oído mencionar, y también era la primera vez que Yo oía hablar de ellos, ya que son una rareza. Las personas encargadas de sembrarlos fueron tan irresponsables que acabaron mezclando los tres tipos de maíz. Las mazorcas destinadas a consumo animal se distribuyeron entre las personas y, las que eran para consumo humano, entre los animales. Después de comérselas, todo el mundo se quejó de que eran incomibles, que no tenían gusto a maíz y que sabían un poco a hierba. ¿Qué habían hecho quienes sembraron el maíz? Su irresponsabilidad a la hora de llevar a cabo su deber les había hecho mezclar el maíz de consumo humano con el de consumo animal hasta el punto de que nadie podía distinguirlos, así que tuvieron que comprar más semillas y volver a sembrar. ¿Cómo pensáis que realizaron su trabajo? ¿Acaso no carece ese tipo de personas de principios en sus acciones? (Sí). ¿Buscan la verdad en sus actos? (No). Con ese tipo de actitud en su modo de actuar, siendo tan irrespetuosas e irresponsables hacia los demás, ¿qué piensan las personas así sobre la fe en Dios? ¿Cuál es su enfoque de la verdad? ¿Qué peso tiene la verdad en su corazón? ¿Qué importancia tiene la identidad de Dios? ¿Lo saben? (No). ¿No deberían ser conocedoras de cosas tan trascendentales? Entonces, ¿por qué no lo son? Tiene que ver con su carácter. ¿Y qué carácter es ese? (Uno perverso). Es un carácter perverso y que siente aversión por la verdad. No son conscientes de la naturaleza de lo que hacen y nunca tratan de reflexionar o buscar, ni tampoco se examinan a sí mismas después de hacer las cosas. En lugar de eso, hacen lo que les place y piensan que, mientras sus intenciones sean buenas y correctas, no es necesario que nadie las supervise o critique, que han cumplido con sus responsabilidades y obligaciones. ¿Es cierto eso? Hay quien dice: “Comprendemos la historia que nos has contado, pero seguimos sin entender lo que más nos preocupa, es decir: ¿cuál es Tu actitud hacia ese tipo de cosas cuando suceden? ¿Y hacia la persona que hace tales cosas? ¿Es de ira, desdén y repulsión, o te gusta ese tipo de persona?”. (Es de aborrecimiento). ¿No son aborrecibles ese tipo de cosas? (Sí). Si os hubiera pasado a vosotros, ¿qué pensaríais? Imagina que una persona amable te ofrece una y otra vez cosas desconocidas, haciendo todo lo posible por persuadirte: “Cómetelo, es bueno para la salud. Cómetelo y hará que te conserves bien. Cómetelo y mejorará tu aspecto y vitalidad. ¡Deberías hacerme caso!”. ¿Qué opinarías si, después de comprobarlo, resulta que esas cosas no tienen ningún valor? (En mi caso, seguramente ya no querría saber nada más de esa persona, me enfadaría con ella y no le dirigiría la palabra. Esos son los sentimientos que tendría). Hay que aborrecer a esas personas e indignarse con ellas. ¿Qué más? ¿Hay que sentir ira, tristeza o dolor? (No tiene sentido). No tiene sentido, ¿verdad? ¿A que hay gente que dice “esa persona probablemente lo hizo porque no entiende la verdad”? La mayoría de personas no entienden la verdad, pero ¿cuántas de ellas son capaces de hacer esas cosas? ¿Acaso no difieren las personas entre sí? (Claro). Las personas son diferentes. Es como cuando la gente hace tratos. Cuando intercambian bienes materiales, algunas personas tratan de ser justas y razonables. Aunque los demás puedan aprovecharse un poco de ellas, no les importa, ya que, de esa manera, la relación se fortalece. Poseen humanidad y consideran que no es un gran agravio estar en ligera desventaja. Otras personas carecen de humanidad y siempre quieren aprovecharse de los demás; en sus tratos no pretenden más que salir ganando y beneficiarse a costa de otros. Mientras puedan sacar algún beneficio de ti, te complacerán y se relacionarán contigo, pero cuando no puedan, te abandonarán. No son sinceras contigo; esas personas no tienen humanidad.

¿Qué os parece el tipo de personas que hacen regalos como en la historia que os he contado hoy? ¿Por qué las personas así regalan cosas? ¿Es coincidencia? Si hubiera pasado una vez a lo largo de muchos años, podría ser una coincidencia, pero ¿puede seguir considerándose una coincidencia cuando sucedió lo mismo cuatro veces en una misma estación? (No). Ese comportamiento no fue casual, ni semejante carácter puede considerarse una revelación y expresión momentáneas de corrupción. ¿Cuál es, pues, la naturaleza de tal comportamiento? Como hemos dicho anteriormente, ese comportamiento fue irrespetuoso, irresponsable, imprudente, temerario e impulsivo, propio de un carácter incivilizado. ¿Por qué lo hizo entonces? ¿Por qué no regaló aquellas cosas a nadie más, solo a Mí? Mi identidad y estatus diferentes me hicieron merecedor de esos regalos. ¿Explica eso la intención del hombre que hizo los regalos y la naturaleza de sus acciones? ¿Cuál era su objetivo? (Congraciarse). Eso es. ¿Y cuáles son las palabras que mejor describen ese intento de congraciarse? Un truco barato: congraciamiento y oportunismo. Es una forma inteligente de congraciarse contigo, de llevarte a su terreno sin que te des cuenta y de suscitar en ti buenos sentimientos sobre él, cuando en realidad no es sincero en absoluto, solo quiere conseguir sus objetivos de balde. Actuó sin pensar detenidamente en las consecuencias y no hizo más que darte algo que había conseguido gratis para hacerte sentir que es atento, para llevarte a un estado de felicidad. ¿Y qué implicaciones reales tiene? Pues que, sin siquiera gastarse un céntimo, ha hecho que te sintieras como si te hubiera reportado un enorme beneficio, lo que obviamente equivale a tomarte el pelo. ¿Acaso no significa eso? Él piensa para sí: “No me cuesta ni un céntimo, no me supone ningún esfuerzo; no muestro ninguna sinceridad hacia ti. Solo te daré algo para que así me recuerdes, para que pienses que soy amable, atento y leal y que tengo amor para ti en mi corazón”. Hacerte creer erróneamente que él es así es un truco barato, además de oportunismo. Recurrir a una supuesta amabilidad al menor precio para obtener el máximo beneficio y la mayor ventaja sin pagar nada ni mostrar ninguna sinceridad es un truco barato. ¿Alguno de vosotros lo hace? Todos lo hacen, solo que vosotros no habéis hecho lo mismo que él, pero lo haríais si tuvierais la oportunidad. Esta es la primera conclusión a la que he llegado al tratar con este tipo de personas, que se les dan muy bien los trucos baratos. No es en Dios en quien creen; a quien siguen es a alguien que creen que les beneficiará, bendecirá y que vale la pena seguir. Este incidente puso totalmente en evidencia la fe de ese tipo de personas y mostró cómo son en verdad. Su comprensión del amor, la lealtad y la sumisión a Dios es demasiado simplista, y quieren recurrir al método del truco barato para ganarse la aprobación de Dios y ser bendecidas. ¿Son sinceras con Dios? ¿Temen a Dios de alguna manera? (No). Entonces otras cosas quedan incluso más fuera de cuestión. Esa es la primera conclusión a la que he llegado. ¿Es correcta, en vuestra opinión? (Lo es). ¿Estoy encasillando a ese hombre injustamente? ¿Estoy haciendo una montaña de un grano de arena? En absoluto. Si nos fijamos en la esencia de esa persona, es mucho más grave que eso. En el mejor de los casos, está engañando a Dios y jugando con Él.

La segunda conclusión a la que he llegado es lo que se desprende de esas personas. ¡El corazón humano es atroz! Decidme, ¿qué horror es este? ¿Por qué digo que el corazón humano es atroz? (Esa persona se congracia con Dios para satisfacer su intención y su deseo de obtener bendiciones, y luego es irresponsable y no se plantea cómo puede afectar a la salud de Dios comer esas cosas o cuáles podrían ser las consecuencias. Siempre tendrá en cuenta las posibles consecuencias de cualquier cosa que ofrezca a su propia familia para comer, pero cuando le da algo a Dios, no las mide en absoluto. Lo hace únicamente para conseguir sus propios fines a través del congraciamiento con Dios por medios lícitos o ilícitos; se puede ver que es una persona especialmente egoísta y despreciable, que en su corazón no hay lugar para Dios y que no trata a Dios como tal). Por lógica, ¿no implica eso no tratarme como a un ser humano? ¿Podríamos decirlo así? (Sí). ¡Qué horrendas intenciones! (Sí. No engañaría a Dios, aunque lo tratara como a un miembro de su familia). Eso es terrible. ¿Te trataría así un amigo? No. Te diría lo que se puede comer y, si algo conlleva efectos adversos, no se cansaría de advertirte que no te lo comieras; para eso están los amigos. ¿Pero lo haría esa persona? No. Puesto que me hizo tal cosa a Mí, sin duda os lo haría a vosotros. ¿Qué más comportamientos atroces demuestra? (Es sumamente calculador. Lo esconde bajo una capa de amabilidad, pero por dentro está maquinando, tratando de sacar el máximo partido a la mayor nimiedad, y eso es terrible). Es una buena manera de verlo. A lo que os referíais antes es a su lado egoísta, mientras que ahora esto alude a su maquinación. En la línea de lo que habéis dicho, ¿de dónde proceden esas cosas que están tan arraigadas en una persona, aquellas que revela su humanidad, que son tangibles o intangibles, y que los demás pueden ver o ser incapaces de observar e interpretar? ¿Las enseñan los padres? ¿Se enseñan en el colegio? ¿Las inculca la sociedad? ¿Cómo surgen? Una cosa es cierta: son algo innato. ¿Por qué lo digo? ¿Con qué guardan relación las cosas innatas? Con la esencia-naturaleza de cada persona. Así que, en el caso de ese hombre, ¿fue su forma de pensar una premeditación sopesada o un impulso repentino? ¿Le inspiró algo que vio hacer a alguien o tuvo que hacerlo por determinadas circunstancias? ¿O le pedí Yo que lo hiciera? Nada de eso. Aunque esas pequeñas cosas puedan tener una apariencia normal, la naturaleza que subyace es extraordinaria. ¿Podía la persona que hizo esas cosas calibrar las consecuencias de sus actos? No. ¿Por qué no? Imagina que compras una baratija en un puesto callejero para dársela a tu jefe. Antes de regalársela, no deberías analizar la situación y preguntarte: “¿Podría mi jefe ver esto en un puesto callejero? ¿Entrar en internet y descubrir cuánto cuesta? ¿Podría revelarle alguien lo que cuesta? ¿Qué pensará de mí cuando se entere?”. ¿No son estas las cosas que deberías sopesar? Primero las analizas y después compras. Si tras estudiar el asunto consideras que regalarle ese objeto traería consecuencias desfavorables, ¿se lo regalarías igualmente? Seguro que no. Si pensaras que, aunque fuera barato, tu jefe se alegraría al recibirlo, seguro que se lo regalarías. Pero el hombre de la historia no sopesó ninguna de esas cosas. ¿En qué pensaba? Lo único en lo que pensaba es que aquella era la única manera de lograr sus intenciones. Ahora, analizándolo, emerge la naturaleza del asunto. ¿Y qué deja entrever? El segundo resultado que se observa en las personas a través del contacto con ellas es que su corazón es atroz. ¿Se puede extraer una conclusión sobre el carácter corrupto que revelan esas personas, ya sea intencionado o involuntario? ¿Qué provoca que el corazón humano sea tan atroz? ¿Se debe a que es demasiado insensible? Una persona insensible es aquella que carece de percepción. ¿Sería correcto describirlas como personas insensibles? (No). Entonces, ¿se trata de ignorancia? (No). ¿A qué motivo fundamental debe atribuirse, pues? A las actitudes perversas de las personas. Tengo que deciros dónde radica la atrocidad de las personas: en el hecho de que habitan demonios en su corazón. ¿Qué opináis al respecto? ¿Por qué digo que habitan demonios en el corazón de las personas? ¿Qué pensáis? ¿No creéis que es una afirmación terrible? ¿No os da miedo escucharlo? Antes no pensabais que en vuestro corazón habitaran demonios, solo que teníais un carácter corrupto, pero sin saber que residían demonios en vuestro ser. Ahora lo sabéis. ¿Acaso no es un problema serio? ¿Creéis que tengo razón? (Sí). ¿No es esa la raíz del problema? (Lo es). Meditad sobre por qué he dicho que habitan demonios en el corazón de las personas. Pensad en ello: una persona con conciencia y razón, ¿engañaría a Dios así? ¿Es eso sumisión a Dios? Eso es resistirse a Él con conocimiento de causa y no tratarlo como a Dios en absoluto. Ahora que Dios ha venido a la tierra a salvar a la humanidad, ¿cuál es la relación entre el hombre y Dios? ¿Es la de un superior y su subordinado? ¿Es de amistad? ¿De parentesco? ¿Cuál es la verdadera relación? ¿Cómo enfocas y gestionas esa relación? ¿Qué tipo de mentalidad debes poseer al acercarte a Dios y relacionarte con Él? ¿Qué debe haber en tu corazón al relacionarte con Dios? (Temor). Que todo el mundo sienta temor parece algo poco realista. (Miedo). El miedo es inalcanzable. Si me tratas como a una persona normal, simplemente como a un conocido, sin que nos conozcamos demasiado bien ni lo suficiente para que seamos aún amigos, ¿cómo puede haber armonía y amistad entre nosotros? Una persona con sentido de la conciencia debe saber cómo hacer esas cosas debidamente. (Tiene que haber respeto). Eso es lo mínimo que deberías tener. Supón que dos personas se acaban de conocer. Todavía no saben cómo es la otra persona ni cómo se llama. Si una de ellas ve que la otra es ingenua y quiere jugar con ella, ¿no es eso abusar? Si ni siquiera hay un mínimo de respeto, ¿dónde queda la humanidad? Para que las personas se lleven bien, a pesar de las disputas o los conflictos que puedan producirse, deben al menos respetarse. El respeto es el sentido común elemental de lo que implica el hecho de ser humano, y existe un mínimo de respeto entre todos los seres humanos. ¿Pero se da ese respeto cuando las personas se relacionan con Dios? Si ni siquiera consigues llegar a ese punto, ¿cuál es realmente en tu mente la relación entre Dios y tú? No existe ninguna relación en absoluto, ni siquiera la que habría con un extraño. Por lo tanto, la persona que ofreció aquellos regalos a Dios fue capaz de tratarlo así: no solo no lo respetó, sino que trató de engañarlo. No sentía en su corazón que hubiera que respetar a Dios o que tuviera que ser cuidadoso y meticuloso con Su salud, ni pensó en las consecuencias de que se comiera lo que le regaló; ni siquiera se lo llegó a plantear. Le bastaba con recurrir a tretas para conseguir embaucar a Dios con el fin de conseguir Su favor; lograr engañar a Dios era lo mejor para él. Así era su corazón. ¿No es terrible que un hombre tenga un corazón así? ¡Es atroz!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.