Punto 10: Desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios (III) Parte 1
II. Desprecio por la carne en que se encarna Dios
El tema de la última charla fue la décima manifestación de los anticristos: desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios. Este punto se divide a su vez en tres secciones más para una enseñanza detallada. La primera sección es el desprecio de la identidad y la esencia de Dios, la segunda es el desprecio por la carne en que se encarna Dios y la tercera es el desprecio por las palabras de Dios. Estas tres secciones se utilizan para diseccionar el décimo punto de las diversas manifestaciones de los anticristos. Ya se ha compartido sobre la primera sección, y la segunda, el desprecio por la carne en que se encarna Dios, se divide en cuatro partes para hacer lo propio. ¿Cuáles son estas cuatro partes? (La primera, halagos, adulación y palabras bonitas; la segunda, escrutinio y análisis, además de curiosidad; la tercera, tratan a Cristo según su ánimo; y la cuarta, simplemente escuchan lo que dice Cristo, pero sin obedecer ni someterse). La última vez se compartieron las primeras dos partes; esta vez, compartiremos la tercera.
C. Tratan a Cristo según su ánimo
La tercera parte es que “tratan a Cristo según su ánimo”; con esta simple frase se hacen evidentes las diversas manifestaciones de los anticristos. De acuerdo con vuestra impresión o con lo que habéis visto y experimentado, ¿no creéis que debería haber algunos ejemplos sobre esta parte? Algunas personas dicen: “Nunca he tenido contacto con Cristo; solo he oído Sus sermones. No tengo ninguna experiencia real con esta manifestación ni he visto a otros exhibirla en la realidad”. Quienes tengáis experiencia real con esta parte, ¿tenéis algún sentimiento o comprensión que se condiga con ella? ¿Ninguno? Entonces realmente necesitamos tener una charla en profundidad, ¿no es así? (Sí). En apariencia, esta parte involucra diversas actitudes y manifestaciones cuando la gente entra en contacto con Cristo. De hecho, a partir de esta parte, no solo se pueden ver las diversas manifestaciones y actitudes de las personas hacia la carne en que se encarna Dios, sino también discernir en el tratamiento de la gente hacia esta sus verdaderas actitudes y manifestaciones hacia Dios. Es decir, a partir de esto, se hace evidente con qué actitud la gente trata a Dios Mismo que posee la identidad y la esencia de Dios, y si tiene un corazón temeroso de Dios, fe genuina y sumisión verdadera. Ante diversas situaciones, las actitudes de las personas hacia Cristo ponen en evidencia sus actitudes hacia el Dios en el que creen. En tu trato con esta persona corriente, Cristo, el hecho de si tienes nociones, fe genuina o sumisión verdadera es indicativo de si tienes o no fe genuina en el Dios en el que crees, Dios Mismo, y sumisión verdadera hacia Él. Las personas, en su trato hacia el Dios en el cielo —en sus actitudes, puntos de vista y lo que realmente piensan— son bastante imprecisas y no revelan sus verdaderas actitudes hacia Dios. Sin embargo, cuando se encuentran realmente con Él y ven el cuerpo tangible, de carne y hueso, en el que se encarna, sus verdaderas actitudes hacia Él se revelan por completo. Las palabras que dicen, los pensamientos que albergan en la mente, los puntos de vista que determinan y guardan en el corazón, e incluso sus pensamientos y actitudes hacia Cristo en su interior son, en realidad, diversas manifestaciones de su manera de tratar a Dios. Dado que el Dios en el cielo es invisible e intangible, las personas en realidad no tienen una vara de medir de si sus manifestaciones son correctas o conformes a la verdad con respecto a lo que piensan de Él, cómo lo tratan, cómo lo catalogan y si son sumisos. Pero, cuando Dios se encarna como Cristo, todo eso cambia: surge una vara de medir de todas esas manifestaciones y actitudes de la gente hacia Dios, haciendo evidentes sus verdaderas actitudes hacia Él. A menudo, la gente piensa que tiene una gran fe en Dios y una creencia genuina, pues siente que Dios es grande, supremo y digno de ser amado. Pero ¿es un reflejo de su verdadera estatura o simplemente un estado de ánimo? Es difícil determinarlo. Cuando las personas no pueden ver a Dios, no importa lo bienintencionadas que sean al tratarlo, ese trato siempre está adulterado por la vaguedad, la vacuidad y la impracticabilidad; siempre está cargado de figuraciones vacías. Cuando la gente de verdad ve a Dios y entra en contacto con Él, se revela por completo la magnitud de su fe en Dios, su nivel de sumisión a Él y si siente verdadero amor por Él. Por eso, cuando Dios se hace carne, sobre todo cuando se convierte en una persona tan corriente como pueda serlo cualquier otra, en lo que respecta a toda la gente, esa carne, esa persona corriente, se convierte en una prueba para todos y revela también la fe y la verdadera estatura de cada uno. Es posible que hayas sido capaz de seguir a Dios cuando reconociste Su existencia por primera vez, pero, cuando aceptas al Dios encarnado, cuando lo ves convertido en una persona corriente, tu mente se llena de nociones. En ese momento, el Cristo en el que crees, esta persona corriente, se convierte en el mayor desafío para tu fe. Hoy, pues, vamos a compartir el impacto que tiene en la gente esta persona corriente, la carne en que Dios se ha encarnado, que es Cristo, y las manifestaciones reales que muestra la gente hacia esta persona corriente, que es Cristo, que ponen en evidencia sus verdaderas actitudes y opiniones hacia Dios.
El contenido principal de la tercera parte es que la gente trata a Cristo según su ánimo. A qué se refiere exactamente este ánimo es el centro y el foco de la enseñanza de hoy. Por supuesto, este ánimo no es más que una metonimia, una generalización. No es un estado de ánimo; detrás de él acechan diversas nociones y figuraciones de las personas, así como todo tipo de sus actitudes corruptas e incluso su esencia-naturaleza satánica. Cuando uno no afronta ningún obstáculo en el cumplimiento de sus deberes en la casa de Dios, no hay nada que afecte su ánimo y todo va sobre ruedas; a menudo puede orar ante Dios y vivir una vida muy normal, llena de alegría y paz. El entorno que lo rodea también es apacible, la mayoría de los hermanos y hermanas se llevan bien entre sí, Dios lo guía a menudo en el desempeño de sus deberes y en el aprendizaje de ciertos campos técnicos proporcionándole iluminación y esclarecimiento, y los principios de práctica son relativamente claros; todo es de lo más normal y transcurre sin contratiempos. En esos momentos, las personas sienten que tienen una gran fe en Dios, que, en su corazón, están especialmente cerca de Él y que pueden presentarse a menudo ante Dios para orar y hacerle confidencias; sienten que tienen una conexión estrecha con Él y que es especialmente digno de ser amado. Su estado de ánimo en ese momento es muy bueno; a menudo viven en paz y con alegría, hablan activamente en las reuniones y son capaces de orar-leer las palabras de Dios y aprender himnos regularmente cada día. Cuando todo va tan bien y sin contratiempos, la gente agradece continuamente a Dios en su corazón, le ora en silencio y resuelve entregarse a Él durante toda su vida, ofrecer todo lo que tiene, soportar las adversidades y pagar el precio de cumplir bien con sus deberes. Sienten que Dios es muy grande y digno de ser amado, y tienen la determinación y la voluntad de ofrecerse a Él y dedicarle toda su vida. ¿No es esta condición especialmente proactiva y positiva? Desde aquí, parece que podemos ver la lealtad de la gente, su amor a Dios y los sacrificios que hace. Todo parece muy maravilloso, pacífico y tranquilo. Por todas esas manifestaciones, da la impresión de que las personas simplemente están haciendo un esfuerzo activo de su parte, colaborando con la obra de Dios y con Sus requisitos, sin que nada les resulte desfavorable. Así, en su corazón, dan continuamente gracias a Dios, gracias al Dios en el cielo y gracias a Cristo en la tierra, llenas de infinito amor y reverencia por Cristo. Cada vez que cantan las palabras “esta persona insignificante” en los himnos, se conmueven muchísimo, pues piensan: “¡Realmente es esta persona insignificante la que me ha salvado, la que me ha dado esta oportunidad y me permite hoy cumplir con mi deber como ser creado en la casa de Dios!”. Incluso algunas directamente oran: “Oh, Dios práctico, Dios encarnado, Cristo: te doy gracias, te alabo, porque Tú me has dado todas estas bendiciones, Tú me has concedido la gracia. Tú eres el Dios de mi corazón, Tú eres el Creador, Tú eres Aquel a quien deseo seguir. Estoy dispuesto a esforzarme por Ti durante toda mi vida”. Todas esas escenas son muy pacíficas, muy bellas y parecen perfectamente armoniosas, como si salvarse fuera muy fácil y no supusiera ningún esfuerzo. Pero ¿pueden esa armonía y esa paz realmente durar para siempre? ¿Pueden permanecer inalteradas? No es tan sencillo.
1. Su conducta cuando se les hace frente con la poda
Durante el proceso de llevar a cabo sus deberes, es inevitable que las personas revelen sus actitudes corruptas, que se quejen ante las circunstancias que se les presentan, que tengan sus propios puntos de vista y, más aún, que hagan las cosas de manera obstinada y precipitada. En tales situaciones, las personas inevitablemente se enfrentan a la poda. Cuando a una persona que está llena de entusiasmo, que está llena de nociones y figuraciones sobre Dios, se le hace frente con la poda, ¿tiene realmente la estatura para afrontar todo eso, para experimentarlo de manera genuina y para sortear con éxito esas situaciones? Esto nos plantea una pregunta, y aquí radica el problema. Cuando las personas sienten que todo es tan maravilloso, que Dios es tan digno de ser amado, que ama tanto a las personas, que Su amor es tan grande y tan real, y luego se les hace frente con la poda, con dejarlos en evidencia, aquellos que no comprenden la verdad a menudo se sienten desconcertados y confundidos, temerosos y asustados. De repente se sienten como si hubieran caído en la oscuridad, incapaces de ver la senda que tienen por delante y sin saber cómo afrontar la situación actual. Cuando se presentan ante Dios, buscan los mismos sentimientos que tenían antes, oran con el mismo estado de ánimo, pensamientos, puntos de vista y actitud que antes. Pero entonces se dan cuenta de que ya no pueden sentir a Dios. Cuando les pasa esto, comienzan a pensar: “¿Es que Dios ya no me quiere? ¿Acaso Dios me desdeña? ¿Podría ser que, debido a mi carácter corrupto, Dios ya no me quiera? ¿Me va a descartar? De ser así, ¿no estoy acabado? ¿Qué sentido tiene ahora mi existencia? ¿Qué sentido tiene creer en Dios? Bien podría no hacerlo. ¡Si no creyera, tal vez ahora podría tener un buen trabajo, una familia armoniosa, un futuro brillante! Creer en Dios hasta ahora no me ha aportado nada, pero, si de verdad dejo de hacerlo, ¿no supondría que todos mis esfuerzos previos han sido desperdiciados, que todos mis gastos y sacrificios previos han sido en vano?”. Tras esas reflexiones, de repente se sienten completamente desolados e incómodos y piensan: “El Dios en el cielo está muy distante, y este Dios de la tierra, aparte de compartir y transmitir la verdad, ¿en qué más puede ayudarme? ¿Qué más puede darme Él? Parece muy insignificante y desconsiderado. ¿Cuál es el problema de tener un poco de carácter corrupto? Si esto se manejara de una manera humana, Dios pasaría por alto que la gente tenga un poco de carácter corrupto; lo manejaría con indulgencia y no sería quisquilloso con las faltas menores de la gente. ¿Por qué Dios me poda y me disciplina así, e incluso me ignora, por un asunto tan insignificante? No es tan grave revelar tal carácter corrupto en este tipo de situaciones, pero lo cierto es que Dios me detesta. ¿Ama realmente a la gente o no? ¿Dónde se revela Su amor? ¿Cómo ama Él a la gente exactamente? En fin, en este momento, ya no puedo sentir el amor de Dios”. Cuando no pueden sentir el amor de Dios, instantáneamente se sienten muy distantes del Dios en el cielo, y aún más distantes de este Cristo en la tierra, de esta persona corriente. Cuando sienten esa desolación en su corazón, oran y se consuelan una y otra vez: “No temas, pon tu esperanza en el Dios en el cielo. Dios es mi escudo, Dios es mi fuerza, Dios aún ama a la gente”. En este momento, ¿dónde está el Dios del que hablan? En el cielo, entre todas las cosas; ese Dios es el que verdaderamente ama a la gente, el Dios al que las personas admiran y veneran, el que puede ser su escudo, su ayuda constante, y puede consolar sus corazones. Él es la confianza para su espíritu, corazón y carne. Pero, dado lo que este Dios en la tierra es capaz de hacer, ahora ya no hay confianza en el corazón de la gente. Su actitud cambia. ¿En qué situación cambia? Cuando se les hace frente con la poda y con dejarlos en evidencia y cuando sufren contratiempos, se revela su verdadera fe.
En cuanto se les hace frente con la poda, la supuesta fe verdadera de las personas encuentra inmediatamente la confianza en el Dios vago del cielo. En cuanto al Dios visible en la tierra, ¿cuál es la actitud de esa gente? Su primera reacción es rechazarlo y desprenderse de Él, ya no confiar ni creer en Él, sino evitarlo, esconderse y distanciarse de Él. Ese es el tipo de ánimo que tiene la gente. Cuando les hacen frente con la poda, la verdad que la gente entiende, su supuesta fe verdadera, lealtad, amor y sumisión, se vuelven muy frágiles. Cuando todas esas circunstancias cambian, su actitud hacia el Dios encarnado también cambia acorde a ello. En ese momento, sus sacrificios anteriores —su supuesta lealtad, el gasto y el precio que pagaron, así como su presunta sumisión— se revelan como mero entusiasmo, no verdadera lealtad ni auténtica sumisión. ¿Y con qué se mezcla ese entusiasmo? Se adultera con sentimientos, bondad y lealtad humanos. Dicha lealtad también puede entenderse como impetuosidad, como pensar: “Si sigo a alguien, debo mostrar verdadera lealtad fraternal, estar dispuesto a entregar mi vida por él, esforzarme, dar la vida por él, ofrecerlo todo por esa persona”, que es una manifestación de la impulsividad humana. Tales manifestaciones humanas quedan en evidencia entonces. ¿Por qué quedan en evidencia? Porque, en sus pensamientos y puntos de vista, las personas parecen haber aceptado que ese individuo corriente es el Dios encarnado, es Cristo, es Dios, y que posee la identidad de Dios; pero, si observamos su estatura real, la verdad que comprenden y su conocimiento de Dios, no han aceptado verdaderamente a ese individuo corriente, ni lo han tratado como a Cristo, como a Dios. Cuando todo va bien, cuando todo es como uno desea, cuando las personas sienten que Dios las bendice, las ilumina, las guía y les concede Su gracia, y cuando lo que reciben de Él se ajusta a sus nociones y figuraciones, pueden aceptar subjetivamente al individuo corriente que Dios atestigua que es el Dios del hombre. Sin embargo, cuando todas esas circunstancias cambian, cuando Dios las despoja de todas esas cosas, y cuando las personas carecen del auténtico entendimiento y no poseen verdadera estatura, todo en ellas se pone en evidencia, y lo que expresan es precisamente su verdadera actitud hacia Dios. ¿Cómo surge esta verdadera actitud? ¿Cuál es su origen? Se origina en el carácter corrupto de las personas y en su falta de conocimiento de Dios. ¿Por qué lo digo? ¿Qué es este carácter corrupto de las personas? (Después de ser corrompidas por Satanás, las personas se protegen internamente de Dios y alzan una barrera contra Él. Sin importar lo que Dios haga, siempre se preguntan: “¿Me hará daño Dios?”). ¿La relación entre las personas y Dios es simplemente cuestión de que exista una barrera? ¿Es así de sencillo? No se trata solo de eso; es un problema de dos esencias diferentes. Los seres humanos tienen actitudes corruptas; ¿tiene Dios un carácter corrupto? (No). Entonces, ¿por qué hay discordia entre la gente y Dios? ¿Por qué la gente es hostil hacia Dios? ¿Dónde reside el motivo? ¿En Dios o en la gente? (En la gente). Por ejemplo, si dos personas se pelearan y dejaran de hablarse, aunque luego lo hicieran, solo sería de manera superficial, con una barrera en su corazón. ¿Cómo se forma esa barrera? Surge porque tienen puntos de vista diferentes que no pueden reconciliarse, y ninguno está dispuesto a renunciar al suyo, lo que impide que exista unidad. Así es como se forman las barreras entre las personas. Pero si para describir la relación entre las personas y Dios decimos simplemente que en ella hay una barrera, ¿no sería quedarse corto y no llegar a dar en el clavo? Es cierto que existe una barrera, pero limitarnos a utilizar el término “barrera” para explicar el problema del carácter corrupto de las personas sería demasiado suave. La razón es que, tras haber sido corrompidas por Satanás, las personas tienen una esencia y un carácter corruptos y satánicos, y su naturaleza innata es hostil hacia Dios. Satanás es hostil hacia Dios. ¿Considera que Dios es Dios? ¿Tiene fe o sumisión hacia Él? No tiene ni auténtica fe ni verdadera sumisión: así es Satanás. Las personas son iguales que Satanás; poseen la esencia y el carácter corrupto de este, y también carecen de verdadera fe y sumisión hacia Dios. Entonces, ¿podemos decir que hay una barrera entre la gente y Dios debido a esta falta de verdadera fe y sumisión? (No). Esto solo indica que la gente es hostil a Dios. Cuando lo que Dios hace se ajusta a los gustos, ánimos y necesidades de la gente, cuando complace sus preferencias y hace que todo le salga bien y como desea, entonces ella siente que Dios es muy digno de ser amado. Pero, en esos momentos, ¿es auténtico ese sentimiento de que Dios es digno de ser amado? (No). La gente solo se está aprovechando y ofreciendo unas palabras bonitas en respuesta; es lo que se conoce como cosechar los beneficios y luego fingir amabilidad. En esas situaciones, ¿reflejan las palabras de la gente un verdadero conocimiento de Dios? ¿Es real o falso ese conocimiento de Dios? (Falso). Dicho conocimiento no se ajusta a la verdad ni a la esencia de Dios. No es un conocimiento verdadero, sino una figuración, una noción surgida de los sentimientos y la impulsividad humanos. Cuando esta noción se rompe, se saca a la luz y se pone en evidencia, la gente siente frustración, ya que implica que todo lo que deseaba ganar le ha sido arrebatado. ¿No se ha criticado y condenado la percepción previa de la gente de que Dios es digno de ser amado y bondadoso de diversas maneras? Esto es exactamente lo contrario de lo que creían antes. ¿Es posible que la gente acepte este hecho? (No). Cuando Dios no te da nada, sencillamente te permite vivir según Sus palabras, hablar y actuar, cumplir con tu deber, servir a Dios, llevarte bien con los demás, etc., todo de acuerdo con Sus palabras. Cuando efectivamente vives según estas y puedes sentir el meticuloso cuidado de Dios y amarlo y someterte a Él genuinamente, las impurezas en ti son menos, y la belleza y esencia de Dios que sientes son auténticas.
Cuando se le hace frente con disciplina y con la poda, la gente desarrolla nociones, quejas y malentendidos acerca de Dios. Cuando salen a la luz estas cosas, la gente siente de repente que Dios es desconsiderado, como si no fuera tan amoroso como lo imaginaba: “Todo el mundo dice que Dios es amoroso, pero ¿por qué yo no puedo sentirlo? Si Dios es efectivamente así, debería bendecirme y consolarme. Cuando estoy a punto de cometer un error, debería advertirme en lugar de dejar que haga el ridículo o erre; ¡debería hacerlo de antemano y evitar que cometa errores o que tome la senda equivocada!”. Tales nociones y pensamientos se agitan en la mente de las personas cuando afrontan adversidades. En ese momento, su forma de hablar y actuar se vuelve menos abierta. Cuando se les hace frente con la poda, cuando afrontan adversidades, su ánimo empeora; empiezan a sentir que Dios no las ama tanto o no las trata con tanta gracia, que no son tan favorecidas. Piensan para sí: “Si Dios no me ama, ¿por qué debería amarlo yo? Yo tampoco lo amaré”. Hasta entonces, en las conversaciones que mantenían con Dios, respondían a todo lo que Él les pedía; eran muy activas. Siempre querían compartir algo más, nunca se les acababan las cosas para contar, querían expresar y transmitir todo lo que llevaban en el corazón y aspiraban a ser confidentes de Dios. Pero, cuando se les hace frente con la poda, sienten que Dios ya no es tan amoroso, que no las ama tanto, y ellas tampoco quieren amarlo. Cuando Dios les pregunta algo, se limitan a responder de forma breve y superficial, por lo general con una sola palabra. Si Dios pregunta: “¿Cuán bien has cumplido con tus deberes últimamente?”, responden: “Bien”. “¿Has encontrado dificultades?”. “A veces”. “¿Puedes colaborar de forma armoniosa con los hermanos y hermanas?”. En su mente, piensan: “Puf, si ni siquiera puedo cuidar de mí mismo, ¿cómo voy a cooperar de forma armoniosa con los demás?”. “¿Tienes puntos débiles?”. “No me quejo”. Se muestran reacias a hablar más y adoptan una actitud totalmente negativa y quejosa. Todo su ser se desanima y desalienta; se encuentran llenas de lamentos y de una sensación de haber sido agraviadas, y no están dispuestas a decir más de lo necesario. ¿A qué se debe? A que en ese momento no están de ánimo, están relativamente desanimadas y no tienen ganas de hablar con nadie. Cuando les preguntan: “¿Has orado estos días?”, responden: “Mis oraciones siguen siendo las mismas palabras”. “Tu estado no ha sido bueno en los últimos tiempos; ¿has buscado la verdad cuando se te han presentado dificultades?”. “Lo entiendo todo, pero no puedo ser proactivo”. “Has desarrollado malentendidos sobre Dios. ¿Ves dónde está el problema? ¿Qué actitudes corruptas te impiden presentarte ante Dios? ¿Qué te hace ser tan negativo que ni siquiera te apetece presentarte ante Él para orar?”. “Ni idea”. ¿Qué clase de actitud es esa? (Negativa y confrontativa). Correcto, no tienen ni un atisbo de sumisión, sino que están llenos de quejas y lamentos. En su mundo espiritual y mental, perciben a dios como una figura similar a la de Buda o Bodhisattva tal y como la describen los humanos. Al margen de lo que hagan las personas o de cómo vivan, esas figuras de Buda o Bodhisattva nunca pronuncian una palabra, simplemente se someten a las manipulaciones de la gente. Las personas creen que dios no debe podarlas ni mucho menos hacerles daño; que, sea cual sea el mal que cometan, dios solo debe calmarlas, no podarlas, desenmascararlas ni dejarlas en evidencia y, desde luego, no debe disciplinarlas. Quieren creer en Dios y cumplir con su deber de acuerdo con sus propios estados de ánimo y actitudes, haciendo lo que les plazca, pensando que, sin importar lo que hagan, Dios debería estar satisfecho, feliz y tolerante. Sin embargo, las cosas no les salen como desean; Dios no actúa así. Piensan entonces: “Si no actúa como yo imaginaba, ¿sigue siendo dios? ¿Sigue siendo digno de mi inversión, entrega y sacrificio? De no ser así, ofrecer mi corazón sincero sería una necedad, ¿no?”. Así, cuando llega el momento de que la poden, la respuesta inicial de la gente —desde la perspectiva de un ser creado— es no escuchar lo que dice Dios ni cuáles son Sus requerimientos o los problemas, estados o carácter humanos que Él pone al descubierto. Tampoco atienden a cómo debe el hombre aceptar, considerar o someterse a estas cosas. Tales cosas no están en la mente de la gente. No importa cómo Dios les hable o cómo los guíe, si Su tono o forma de hablar son desconsideradas, si sus estados de ánimo, su autoestima y su debilidad no son tenidos en cuenta, entonces las personas albergan nociones y no quieren tratar a Dios como Dios ni tampoco ser seres creados. El mayor problema radica en que, cuando Dios facilita buenos momentos, dejando que todo salga como quieren las personas, estas están dispuestas a actuar como seres creados, pero, cuando Dios presenta la adversidad para disciplinar y revelar a las personas, para que aprendan una lección y comprendan la verdad y conozcan Su intención, en esos momentos, las personas le dan la espalda de inmediato y ya no desean ser seres creados. Cuando una persona no quiere ser un ser creado, ¿podrá entonces someterse a Dios desde esa perspectiva y posición? ¿Será capaz de aceptar la identidad y esencia de Dios? No. Cuando los momentos de buen humor, de estados agradables y entusiasmo, esos momentos en los que la gente quiere ser confidente de Dios, dan paso a otros en los que quieren abandonarlo al tener que enfrentarse a la poda, a los ambientes dispuestos por Dios, ¡qué cambio tan radical se produce! ¿Cuál es exactamente la verdad del asunto? ¿Qué es lo que la gente debe saber? ¿No debería una persona saber qué tipo de actitud debe tener hacia Dios como ser creado? ¿Cuáles son los principios que debe seguir? Como persona, como ser humano corrupto, ¿qué perspectiva y posición debe adoptar hacia todo lo que Dios le da al hombre y los entornos que Él dispone? ¿Qué actitud deben adoptar las personas con la poda de Dios hacia ellas? ¿Cómo deberían tomársela? ¿No deberían reflexionar sobre estos asuntos? (Sí). La gente debería reflexionar y meditar sobre estas cosas. No importa cuándo y cómo una persona trate a Dios, la identidad del hombre, de hecho, no cambia. Las personas son siempre seres creados. Si no te reconcilias con tu condición de ser creado, significa que eres rebelde y estás lejos de cambiar tu carácter, lejos de temer a Dios y de evitar el mal. Si estás reconciliado con tu lugar como ser creado, entonces ¿qué tipo de actitud deberías tener hacia Dios? (Sumisión incondicional). Como poco, debes tener una sumisión incondicional. Eso significa que, en cualquier momento, nada de lo que hace Dios es nunca erróneo; solo erran las personas. Independientemente de los entornos que aparezcan, sobre todo ante la adversidad y cuando Dios revela o expone a las personas, lo primero que uno debe hacer es presentarse ante Dios para reflexionar sobre sí mismo y examinar sus palabras y actos y su carácter corrupto, en lugar de examinar, estudiar y juzgar si las palabras y los actos de Dios están bien o mal. Si te mantienes en tu posición adecuada, deberías saber exactamente qué es lo que has de hacer. La gente tiene un carácter corrupto y no entiende la verdad. Esto no es un problema tan grande. Pero, cuando las personas tienen un carácter corrupto y no entienden la verdad, y aun así no la buscan, entonces tienen un gran problema. Tienes un carácter corrupto y no entiendes la verdad, y puedes juzgar a Dios arbitrariamente y abordarlo e interactuar con Él según tu estado de ánimo, tus preferencias y emociones. Sin embargo, si no buscas ni practicas la verdad, las cosas no van a ser tan sencillas. No solo no podrás someterte a Dios, sino que podrías malinterpretarlo y quejarte de Él, condenarlo, oponerte a Él, e incluso regañarlo y rechazarlo en tu corazón, diciendo que Dios no es justo, que no todo lo que hace es necesariamente correcto. ¿No es peligroso que puedan surgir tales cosas en ti? (Lo es). Es muy peligroso. ¡No buscar la verdad puede costarte la vida! Y eso puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. Sin embargo, por muy exuberantes que sean en este momento tus emociones, aspiraciones, deseos o ideales, y por mucho que ahora ames a Dios en tu corazón, todo es temporal. Es como cuando un pastor oficia una boda y pregunta a las dos partes: “¿Lo (o la) aceptas como tu esposo (o esposa)? En la salud y en la enfermedad, en la adversidad, en la pobreza, etc., ¿aceptas pasar tu vida con él (o ella)?”. Ambas partes, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón embargado por la emoción, juran dedicar sus vidas el uno al otro y asumir la responsabilidad mutua por siempre. ¿Qué son esos votos solemnes en ese momento? Son meras emociones y deseos pasajeros de las personas. Pero ¿realmente poseen ambas partes tal integridad? ¿Poseen realmente tal humanidad? Eso sigue siendo una incógnita; la verdad se revelará en los siguientes diez, veinte o treinta años. Algunas parejas se divorcian al cabo de tres a cinco años, otras, a los diez, y otras, después de treinta años, rompiendo sin más. ¿Adónde fueron a parar sus deseos iniciales? ¿Qué ha sido de sus votos solemnes? Hace mucho que quedaron en el olvido. ¿Qué función cumplen esos votos solemnes? Absolutamente ninguna, son solo deseos, emociones momentáneas, y los deseos y emociones no determinan nada. ¿Qué hace falta para que una pareja pase realmente toda la vida unida, para que envejezcan juntos? Hablando en términos ideales, como mínimo, ambas partes deben tener integridad y una calidad humana honesta. En términos más concretos, a lo largo de su vida se encontrarán con muchas cosas grandes y pequeñas, buenas y malas; enfrentarán dificultades, adversidades, contratiempos y, sobre todo, situaciones que no son las deseadas. Eso requiere que ambas partes tengan auténtica tolerancia, paciencia, amor, consideración, cuidado y otras cosas relativamente positivas de la humanidad para apoyarse mutuamente hasta el final del camino. Sin esas cualidades y confiando únicamente en los votos, ideales, deseos y fantasías de la época en que se casaron, sin duda no podrán estar juntos hasta el final. Lo mismo es aplicable a creer en Dios; si uno no busca la verdad, sino que confía solo en un poco de entusiasmo y deseo, sin duda no puede mantenerse firme ni seguir a Dios hasta el final.
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