Punto 10: Desprecian la verdad, desacatan con descaro los principios e ignoran las disposiciones de la casa de Dios (V) Parte 4
Los anticristos se consideran espléndidos, grandiosos y nobles. En caso de que se dispongan a leer las palabras de Dios, se proponen escoger las declaraciones divinas, las palabras que Dios pronuncia desde el tercer cielo o leer palabras de Dios profundas que a la gente común y corriente le resulta difícil entender y percibir del todo. No desean encontrar la verdad ni una senda de práctica en ellas, sino satisfacer su curiosidad, sus pensamientos vacíos y sus ambiciones y deseos. Por eso, si a tu alrededor ves personas que hacen caso omiso a los fragmentos más conocidos y fáciles de comprender de Sus palabras, a las palabras que Él pronunció desde la óptica de la humanidad, que ni siquiera las cantan cuando les han puesto música, y prefieren mirarlas, escucharlas o leerlas de manera selectiva, se trata de personas que tienen un problema. Quizá algunos pregunten: “¿Qué tipo de problema? ¿Tiene que ver con su forma de pensar o es psicológico?”. Nada de eso; el problema radica en su carácter. ¿Habéis notado que algunas personas, cuando cantan los himnos de las palabras de Dios, no cantan los que se relacionan con verdades sobre la vida cotidiana? ¿Os habéis dado cuenta de que no quieren cantar himnos sobre conocerse a uno mismo, los que ponen al descubierto el carácter corrupto del hombre, las nociones religiosas, los puntos de vista erróneos que se relacionan con la fe en Dios, ni tampoco aquellos en los que Dios les exige a las personas que sean honestas? En especial, no cantan ni una palabra de aquellos himnos que se relacionan con las palabras y el contenido sobre la encarnación de Dios, que dan testimonio de la humildad y la ocultación de Dios, que alaban y dan testimonio del Dios encarnado; en cuanto alguien más comienza a cantarlos, sienten repulsión. Sin embargo, cuando cantan sobre dar testimonio y alabar al Dios en el cielo y al Espíritu de Dios, sobre testimoniar Su carácter justo, Su trascendencia, Sus obras, Sus decretos administrativos y Su ira, cantan con gran entusiasmo e incluso revelan una expresión imposible de describir. Al cantar tales himnos, se tornan grotescos; sus rasgos faciales se contorsionan y su semblante maligno sale a la superficie. Cuando cantan sobre el carácter justo y majestuoso de Dios, golpean la mesa, patalean y llegan a enfurecerse; si se refieren a que Dios desata Su ira y le provoca enormes desgracias a la humanidad, cantan con los dientes apretados y su cara se les enrojece y se hincha. ¿Acaso no está su espíritu en problemas? Por ejemplo, Dios dice: “Cuando desate Mi inmensa ira, las naciones temblarán”; una vez que se ajusta este enunciado a una melodía, cambia de la primera persona a la tercera y se convierte en: “Cuando Dios desate Su inmensa ira, las naciones temblarán”. De acuerdo con un pensamiento normal, se consideran palabras de Dios y que esto implica comprender el carácter de Dios a través de estas canciones que citan Sus palabras, así como comprender el carácter de Dios, Su mentalidad y el contexto de Su discurso desde una perspectiva humana y en tercera persona. De esta manera razona y reacciona la humanidad normal. Así y todo, ¿cómo las cantan los anticristos? No cambian la tercera persona, pero su mentalidad es diferente a la de las personas normales. Cuando las personas normales cantan “Dios”, piensan: “Estas son las obras de Dios, las palabras de Dios, y esto es lo que Dios dice”. Pero ¿qué pasa cuando las cantan los anticristos? Su enfoque es: “Esto es lo que yo he hecho, lo que yo he dicho, la ira que desataré, el carácter que yo revelaré”. ¿Acaso no es diferente? Aunque no se atreven a cantar abiertamente “Cuando desate mi inmensa ira, las naciones temblarán” frente a todos, en sus corazones lo cantan de esa manera. Como creen que son ellos quienes desatan la ira y provocan que las naciones tiemblen, cantan estas palabras con genuina emoción. ¿No indica esto que tienen un problema en su interior? Desde el principio hasta el final, el motivo por el que los anticristos no reconocen a Dios es porque quieren ser Dios. Desean establecerse a sí mismos y paralelamente niegan a Dios y hacen que las personas crean que ellos son Dios y que los reconozcan como el Dios de la humanidad. Es justamente así. Por lo tanto, al leer un pasaje en el que Dios habla en Su divinidad, las personas que poseen la razón de la humanidad normal lo comprenden y lo leen-oran desde el enfoque de la tercera persona y reflexionan sobre las intenciones de Dios. No obstante, los anticristos son diferentes. Cuando cantan o leen estas palabras, sienten la necesidad de expresar ese carácter, y de vivir ellos mismos en ese carácter y en esa esencia. Su objetivo es reemplazar a Dios, y tratan de imitar el tono, la manera, la dicción y el carácter que Dios manifiesta en Sus declaraciones, el tono de Su discurso, todas Sus expresiones y las actitudes que Él revela. Son auténticos anticristos. Como no pueden hablar como Dios lo hace ni pueden expresar Su carácter y no son capaces de imitarlo, cuando Dios habla en Su divinidad, por fin perciben que tienen la oportunidad de imitar a Dios e intentan ser Él. Las declaraciones que Dios realiza desde la perspectiva de Su divinidad les proporcionan pistas y dirección, y les permiten conocer la manera en la que Dios habla, así como el tono, los modos, el enfoque y la entonación que utiliza para dirigirse al hombre. Este es uno de los objetivos al valorar y venerar las palabras que Dios pronuncia en Su divinidad. Por eso, a menudo es posible ver que, en la vida diaria, cuando algunas personas pretenden darles lecciones a otras, imitan el tono de Dios con el pretexto de que la obra de Su casa o la vida de los hermanos y hermanas están bajo su responsabilidad. Para sermonear, condenar, podar y exponer a las personas, incluso citan las palabras de Dios textualmente. Al examinar la raíz y el contexto de muchos hechos, el propósito que subyace en sus acciones no nace de una lealtad genuina, de un sentido de rectitud ni de responsabilidad. En cambio, intentan llevar a cabo la obra de Dios desde Su lugar y Su óptica y aspiran a reemplazarlo. Algunos dicen: “Nunca dijeron que querían reemplazar a Dios”. No es necesario que lo digan; basta con observar la esencia, la raíz y la motivación de sus acciones para concluir que esto refleja la perturbación y los métodos de un anticristo. Más allá de la manifestación, del deseo de ser Dios y de las intenciones que de una forma u otra se alberguen, ¿se ajusta esto a lo que una persona con la razón propia de la humanidad normal debería hacer? (No). ¿Es posible determinar que son anticristos basándonos solo en eso? (Sí). Solo con ese punto es suficiente. No importa cuán grande sea tu estatura; si siempre quieres ser Dios y lo imitas de manera imprudente, les exiges a los demás que te consideren y te traten como a Dios, tales acciones, comportamientos y actitudes constituyen la esencia de un anticristo. Este punto, por sí solo, es suficiente para afirmar que alguien es un anticristo. No se trata solo del carácter ni de un vestigio del comportamiento de un anticristo, sino de una manifestación de que su esencia es la de un anticristo.
Decidme, según su naturaleza, ¿qué es más grave, querer ser Dios o tener ambiciones y deseos de buscar estatus constantemente? (Querer ser Dios). Cuando las personas tienen ambiciones, un carácter arrogante y les gusta reafirmar su estatus y, a veces, disfrutar de los beneficios que este estatus conlleva y atesorarlo, se trata de un carácter corrupto que puede cambiar. Sin embargo, el hecho que alguien quiera ser Dios e imite Su tono de voz, Su forma de hablar e incluso cite Sus palabras textualmente y las recite de memoria con el objetivo de que otros piensen por error que puede hablar y actuar como Dios, y que su tono y su manera de hablar son muy similares a los de Él, puede provocar que, en última instancia, los demás crean equivocadamente que es Dios o casi igual a Él y que incluso algunos lo traten como tal, y esto resulta muy problemático. Es un asunto incurable, una enfermedad irremediable. ¿Es querer ser Dios un asunto trivial? La esencia de Dios determina Su identidad. La carne en la que Dios se ha encarnado no obtiene la esencia y el carácter mediante Su esfuerzo personal, ni los cultivan la sociedad, las naciones, la humanidad ni ningún individuo, ni siquiera Dios mismo. Por el contrario, Dios posee la esencia de Dios de forma innata. No necesita la ayuda ni la cooperación del hombre, ni cambios ambientales ni temporales. Dios tiene Su identidad como Dios, por lo que Su esencia ha sido predeterminada hace mucho tiempo y es algo innato. Su capacidad para expresar la verdad no es algo que haya aprendido de los humanos, ni tampoco es algo que ellos hayan cultivado. Los anticristos no logran percibir este asunto en su totalidad. Creen neciamente que, si son capaces de imitar el tono y la manera de hablar de Dios de forma tan adecuada que las personas los consideren más semejantes a Dios, serán aptos para serlo. Además, creen que, al pronunciar algunas de las supuestas “palabras de Dios” vacías, poco prácticas e incomprensibles y que desconciertan y confunden a las personas, es posible que los consideren Dios y que tengan la oportunidad de convertirse en Él. ¿No es esto un asunto peligroso?
En los corazones de los anticristos, el deseo y la ambición de convertirse en Dios siempre están activos. A pesar de que rechazan y condenan las palabras de Dios, imitan Su tono al hablar. ¡Qué acto más despreciable, perverso, desvergonzado y vil! El deseo de ser Dios los obsesiona y los desquicia. ¿No es repugnante? (Sí). ¿Alguno de vosotros alberga el deseo de ser Dios? ¡Quienquiera que desee ser Dios será condenado! ¡Todo aquel que desee ser Dios perecerá! No exagero ni intento asustarte, es un hecho. ¿No lo crees? Haz la prueba. Piensa de esa manera, y luego ponlo en práctica, observa si puedes soportarlo en tu interior y analiza qué sientes por dentro. Si internamente estas acciones te provocan agrado, orgullo y satisfacción, no eres una buena persona y estás en peligro. Pero si actuar de esa manera te provoca culpa, te remuerde la conciencia y hace que te avergüence demasiado enfrentar a otras personas o a Dios, tienes algo de la conciencia y la racionalidad de una humanidad normal. Muchas personas aspiran a ser Dios. No comprenden qué es la encarnación de Dios ni conocen el tono y la manera de hablar de Dios ni captan esta información, aunque puede que les interese la idea y tengan ambiciones y proyectos, pero al no saber cómo proceder, no se atreven a actuar imprudentemente. En el mejor de los casos, fingen ser espirituales, personas a las que se salva, santas o dignas de salvación. Sin embargo, una vez que adquieren cierta información sobre Dios, sus ambiciones comienzan a brotar y ellos comienzan a actuar. ¿Qué hacen? Manifiestan con claridad que leen una mayor cantidad de aquellas palabras que Dios pronuncia, que resultan profundas e insondables. En estas palabras, se familiarizan con el enfoque, la manera, el tono y la dicción del discurso de Dios, y luego intentan imitarlo estudiándolo en profundidad. Cuanto más las conocen, mejor, hasta el punto en que pueden percibir el tono y la manera en la que Dios habla, incluso con los ojos cerrados. Las memorizan con ahínco y, al mismo tiempo, las practican y las ensayan frente a otras personas e imitan tal estilo, manera, tono y dicción en su discurso y, a continuación, experimentan intensamente si actuar y hablar de esta manera les da la sensación de ser Dios. A medida que se acostumbran y adquieren más habilidad mediante la práctica, se ubican inconscientemente en el lugar de Dios. De repente, un día, alguien dice: “El sentimiento y el tono de su discurso parecen cercanos a los de Dios. Hablar con ellos es como estar con Él; sus palabras tienen el sabor del discurso de Dios”. Después de escuchar tales comentarios accidentalmente, su corazón se llena de una satisfacción inmensa, sienten que finalmente han logrado su deseo, que por fin se han convertido en Dios. ¿No están acabados ahora? ¿Por qué elegir el camino de la destrucción cuando hay otros por recorrer? ¿No es esto buscar la muerte? Si albergar tales pensamientos es peligroso, llevarlos a la acción lo es aún más. Si sus acciones se salen de control y siguen esa dirección hasta el final, decididos a triunfar en ello y hacerlo realidad, sufren de la destrucción total. Algunos anticristos de veras trabajan y se esfuerzan en esa dirección. ¿Habéis visto o habéis interactuado con este tipo de personas? (Cuando estuve en China continental, conocí a alguien que imitaba el tono de voz de Dios y a menudo albergaba el pensamiento de ser Dios. En aquel entonces, dos o tres personas la consideraban Dios, y una incluso se arrodilló y se postró ante ella al verla). No importa hasta qué punto una persona se esfuerza por ser Dios, es un callejón sin salida. ¿Lo habéis desentrañado? Las expresiones y las provisiones de todas las palabras de Dios dirigidas a la humanidad tienen como objetivo ayudar a las personas a entender las intenciones de Dios y, por lo tanto, lograr la salvación. Si las personas creen por error que, dado que Dios ha expresado estos mensajes, deberían extraer de ellos los detalles para convertirse en Dios y, de este modo, perseguir ser Dios, imitarlo y convertirse en Él, todo acabó para ellas. Esta es la senda hacia la destrucción; nunca debes imitar esto. Algunas personas dicen: “No resulta fácil no imitar a dios. Cada vez que lo escucho hablar, pienso en lo digno y grandioso que suena hablar desde la identidad de dios. ¿Por qué suena tan agradable y fascinante? ¿Por qué, cuando él habla, pienso que debe ser tan placentero ser dios? La forma en que se expresa la persona con la identidad de dios suena muy diferente”. Así, sin darse cuenta, comienzan a imitar parte del tono y la dicción de Dios. Aunque, en lo que respecta a sus deseos subjetivos, pueden no querer ser Dios ni convertirse en Él de manera tan explícita, ¿en qué se fundamenta su imitación? ¿En que valoran la verdad y las palabras de Dios? (No). Entonces, ¿de dónde proviene? (La motiva su deseo de ser Dios). Si Yo no tuviera esta identidad ni estatus y dijera estas palabras, ¿alguien me imitaría? Nadie me prestaría atención, nadie me tendría en alta estima. ¿No es cierto? Cuando no tenía esta identidad ni estatus, también hablaba y compartía con la gente. ¿Quién me tomaba en serio en ese entonces? En cuanto veían que era joven, que carecía de cualificaciones y de una educación avanzada y que no tenía ningún estatus social, nadie de Mi iglesia ni de otras, ni ninguna de las personas que realizaban sus deberes e interactuaban conmigo, me tomaba realmente en serio. Aunque hablara de manera apropiada o sincera, nadie prestaba atención. ¿Por qué? Sin identidad ni estatus, careces de presencia. Lo que digas, aunque sea correcto o la verdad, no tiene importancia. Puede que la gente incluso niegue lo que dices y afirme que todo es incorrecto. En esas circunstancias, ¿te imitarían? Si eres una persona de lo más común y corriente, sin identidad ni estatus, ¿quién se tomaría la molestia de imitarte? Según la gente, tal persona carece de presencia y no es digna de admiración. Eres afortunado si no te intimidan. ¿Qué necesidad habría de imitarte? ¿Te imitarían solo para que los demás los menosprecien, los acosen y los discriminen? ¿A quién imita la gente? A aquellos que, a su parecer, tienen presencia y distinción, a quienes poseen estatus e identidad. La gente imita a estas personas. ¿Por qué, una vez que alguien adquiere cierta identidad y estatus, a ojos de los demás parece distinto cuando no dice nada diferente? ¿Cómo es que de golpe parece tener presencia y se merece que lo imiten? ¿Qué es lo que la gente imita en realidad? Lo que aceptan, imitan y adoran no es la verdad ni las cosas positivas, sino más bien la grandeza exterior y un estatus aparente. ¿No es así? Si no tuviera identidad ni estatus, sin importar cuánto hablara conforme a la verdad ni la cantidad de palabras espirituales que dijera, ¿os llegarían tales palabras? No. A nadie le importaría. Pero ahora que tengo identidad y estatus, muchas personas imitan algunas de las palabras que digo a menudo, Mis frases informales, Mi dicción, así como la forma y estilo con el que me expreso. Me repugna escucharlo. ¿Hasta qué punto me repugna? Cuando lo escucho, me dan ganas de vomitar. Todo aquel que me imita me indigna y me da asco, ¡incluso hasta el punto de condenarlo! ¿Qué intenciones y objetivos esconden aquellos que imitan tales cosas? Imitar el tono del discurso de Dios, experimentar lo que se siente ser Dios. ¿No es cierto? Desean estatus, quieren hablar desde una posición de estatus, expresarse y actuar con el tono y de la manera en que lo hace alguien que posee identidad y estatus, y parecer que ellos también tienen estatus, identidad y valor; ¿acaso no es más que eso? Si imitas a una persona corriente, no representa un problema importante; a lo sumo, se trata de un carácter arrogante. Pero si imitas el tono y la manera en que Dios habla, es ahí donde comienzan los problemas. Déjame decirte que te meterás en problemas.
En las palabras de Dios hay una frase que dice lo siguiente: Dios es un Dios que aborrece el mal. ¿A qué se refiere “aborrecer el mal”? La identidad y el estatus de Dios son únicos. Su santidad, justicia, autoridad y amor son atributos que ningún ser creado o no creado posee. Intentar imitarlos es una blasfemia. Dado que no posees tales atributos, ¿qué te propones al imitarlos? Ya que no los tienes, ¿por qué querrías ser Dios? Al imitar, ¿acaso no albergas la intención de ser Dios o de convertirte en Él? ¿O lo haces porque adoras a Dios, porque envidias Su belleza y esencia? Nada de eso. Careces de la calidad humana y la estatura necesarios para ello. Solo buscas satisfacer tu deseo de ser Dios, de ganar la admiración y el respeto de las personas, y de ser tratado entre la gente como tal. ¿No es esto vergonzoso? ¡Es absolutamente bochornoso! Imitar, por sí solo, es repugnante, y aspirar a ser Dios no solo es asqueroso, sino que es condenable. Por lo tanto, hoy os digo solemnemente que, más allá de lo que haya dicho, de lo que haya hecho, de lo que diga o haga que despierte veneración, envidia o celos en vuestro corazón, hay algo que debéis recordar: nunca me imitéis. Debes desprenderte de la intención de imitar, debes rebelarte contra la mentalidad de imitar y evitar ofender el carácter de Dios. ¡Es un asunto muy serio! Dios detesta a aquel ser humano corrupto que trata el tono del discurso de Dios, Su manera de hablar y Su carácter como asuntos insignificantes de los que se habla de la boca para afuera, que los manipula y juega con ellos a su antojo. Si lo haces, ofendes el carácter de Dios. ¡Nunca lo hagas! Aunque no te oiga imitar la manera de hablar y el tono del Dios encarnado, el mero hecho de saber que tienes tal carácter y pensamientos me provoca un profundo asco. Si imitas el tono del Espíritu de Dios con la intención de dirigirte a toda la humanidad o al público, ¿no buscas la muerte? Todo el mundo debe estar atento a esto; ¡no lo hagas jamás! Algunas personas solían preguntar: “¿Qué significa ofender el carácter de Dios?”. Hoy te diré lo siguiente: imitar el tono y la manera de hablar de Dios, así como una serie de asuntos relacionados con Su identidad y Su estatus, ya sean externos o internos, constituye una ofensa contra el carácter de Dios. Debéis tenerlo siempre presente. ¡Nunca cometáis esta ofensa! Si lo hacéis, pero sois capaces de enmendaros, rebelaros contra ello y transformaros inmediatamente, entonces aún hay esperanza. Sin embargo, si persistes en transitar esa senda, se te calificará de anticristo y, permíteme que te diga la verdad, a los ojos de Dios, ya no habrá vuelta atrás. Estarás completamente perdido. Recuerda, Dios es un Dios que aborrece el mal. Debes tratar cada aspecto que se relacione con la identidad y la esencia de Dios con el máximo cuidado y no debes tomarlo a la ligera. Que la boca de un humano corrupto exprese el tono y la manera de hablar de Dios representa una gran afrenta y una blasfemia contra Dios y es algo que Él no puede tolerar de ninguna manera. Los seres humanos jamás deben cometer esta ofensa en ninguna circunstancia. ¿Lo entiendes? Si la cometes, ¡morirás! Si no me escuchas ni me crees, inténtalo, y cuando causes tu propia ruina, no podrás decir que no te avisé.
15 de agosto de 2020
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