Punto 15: No creen en la existencia de Dios y niegan la esencia de Cristo (II) Parte 4
C. Cómo consideran los anticristos la humildad y la ocultación de Cristo
Cómo consideran los anticristos la normalidad y practicidad de Cristo se manifiesta de muchas maneras y acabamos de exponer algunos ejemplos específicos. Concluiremos aquí nuestra charla acerca de este aspecto. En cuanto a otro aspecto de Cristo, Su humildad y ocultación, los anticristos aún exhiben su singular esencia-carácter y poseen las mismas manifestaciones y enfoques esenciales que hacia su manera de considerar la normalidad y practicidad de Cristo. Siguen sin poder aceptar estas cosas de Dios ni considerarlas positivas; en cambio, las desprecian, incluso se burlan de ellas y las condenan, y luego las niegan. Es una serie de tres partes: primero, observan, luego condenan y al final niegan. Todas ellas son acciones habituales de los anticristos y vienen determinadas por su esencia. ¿Qué son la humildad y la ocultación? No debería resultar complicado entenderlo en términos literales. Significa que a uno no le agrade alardear ni jactarse, que no llame la atención y mantenga el anonimato. Esto guarda relación con el carácter de Dios encarnado y la personalidad intrínseca de Dios. En virtud de las apariencias, a la gente no le debería resultar difícil darse cuenta de que Cristo no tiene ambición, no intenta hacerse con el poder ni tiene deseos de este, no toma prisionero el corazón de la gente ni estudia cómo se leen las mentes. Cristo habla con simplicidad, sencillez, claridad, sin usar palabras indiscretas ni trucos para sonsacarles a las personas sus verdaderos pensamientos. Si desean decir algo, pueden hacerlo; si no, Él no las obliga. Cuando Cristo desenmascara las actitudes corruptas y los diversos estados de la gente, habla de una manera directa y los señala con claridad. Además, la manera de Cristo de lidiar con las cosas es muy simple. Aquellos que se han relacionado conmigo deberían tener esta impresión y decir: “Eres bastante directo, no empleas tácticas para los asuntos mundanos. A pesar de tener estatus, no parece que te sientas superior en ningún grupo”. No cabe duda de que esta afirmación es acertada. No me agrada ser el centro de atención ni incrementar Mi fama delante de los demás. Si realmente careciera de este estatus y Dios no hubiera dado testimonio de Mí, es inherente a Mi personalidad permanecer en segundo plano, no desear que me vean, no querer que los demás se enteren siquiera de que tengo algunas habilidades especiales, porque si lo supieran, me seguirían a todas partes, lo cual resulta molesto y difícil de manejar. Por eso, vaya donde vaya, en cuanto la gente empieza a seguirme, procuro buscar la manera de alejarla, trato los asuntos cuando es necesario y, cuando no lo es, devuelvo a esas personas rápidamente al lugar que les corresponde para que hagan lo que deben hacer. Esto les resulta inconcebible a los corruptos: “¡Nosotros, los humanos, te amamos y te apoyamos mucho! ¡Estamos muy prendados de Ti! ¿Por qué no aceptas nuestro afecto?”. ¿A qué viene eso? Ya he dicho lo que te tenía que decir, te he ordenado lo que debía, así que ve a hacer lo que debes hacer, no revolotees a Mi alrededor, no me gusta. La gente piensa: “Dios, al haber hecho una obra tan grande, ¿no te sientes a menudo satisfecho contigo mismo? Con tantos seguidores, ¿no te sientes siempre superior? ¿No deseas gozar de un trato especial?”. Yo contesto que nunca me he sentido así; no soy consciente de tener tantos seguidores, no me siento superior y no percibo lo elevada que es Mi posición. Decidme, ¿cuán eufórica estaría a diario una persona normal si se hallara en semejante posición? No sabría ni qué comer ni qué ropa ponerse, ¿verdad? ¿No se pasaría el día en las nubes? ¿No estaría siempre esperando que la gente la siguiera? (Sí). En concreto, aquellos que poseen algunas capacidades siempre encontrarían la manera de celebrar reuniones, de disfrutar de la atención y de los aplausos durante los discursos, lo considerarían más gozoso que comer carne y beber vino. Me pregunto por qué Yo no me siento igual. ¿Por qué no me parece que sea bueno? ¿Por qué no me gusta esa sensación? En la escena musical del mundo, a aquellos con un poco de talento, en especial a los que saben cantar y bailar, se los llama diosas, dioses, reyes de la música, reinas de la música e incluso padres, madres y abuelos. Estos no son buenos títulos. Además, alguna gente se siente insatisfecha cuando se la llama “Xiao[a] Wang” o “Xiao Li”, pues creen que rebaja su jerarquía, así que buscan maneras de cambiar el nivel de esta, a fin de que la gente los llame rey o reina en el futuro. Así es la raza humana corrupta. Tras empezar a creer en Dios, algunas personas dicen que los creyentes no deben ser tan insolentes como los no creyentes, que no se los debería llamar dios, rey o reina, que deben ser discretos y humildes. Creen que llamarse a sí mismos “Humilde” directamente es un tanto vulgar, que no es algo lo bastante pequeño ni modesto, así que se autodenominan Diminuto, Minúsculo, Polvo, Pequeño y algunos hasta Grano de Arena y Nanómetro. No se centran en la verdad, sino que se pierden en la vulgaridad con nombres como Hierbajo, Brote e incluso Tierra, Barro, Estiércol y demás. Cada uno de estos apelativos es más desagradable y degradante que el anterior, pero ¿sirven para cambiar algo? A Mi modo de ver, las personas con estos nombres también son muy arrogantes, malas y algunas incluso malvadas. Los que se llaman así no solo no se han vuelto más pequeños o humildes, sino que siguen siendo insolentes, perversos y malévolos.
La primera vez que Dios se hizo carne para obrar en la tierra, Su obra fue simple y breve, pero fue una etapa de obra indispensable e importante para la salvación de la humanidad. Sin embargo, después de que crucificaran al Señor Jesús, Él volvió a la vida y ascendió al cielo, y no se volvió a aparecer a los seres humanos. ¿Por qué no lo hizo? Esta es la humildad y la ocultación de Dios. De acuerdo con la lógica humana normal, Dios se hizo carne y sufrió treinta y tres años y medio, soportó entre otras cosas el rechazo, las calumnias, la condena y los insultos de la especie humana, y debería haber regresado entre la gente para disfrutar de los frutos de Su victoria y gloria después de ser crucificado y volver a la vida. Debería haber vivido otros treinta y tres años y medio o incluso más, disfrutar de que la especie humana lo adorara y lo admirara, del estatus y del trato que merecía. Sin embargo, Dios no hizo tal cosa. En esta etapa de la obra, Él llegó con calma y en silencio, sin ninguna ceremonia y, a diferencia de los humanos que buscan hacer notar su presencia en cuanto poseen algo de habilidad, Dios no quería proclamar al mundo: “¡Estoy aquí, soy Dios mismo!”. Dios no declaró ni una sola palabra sobre Sí mismo de ese modo, sino que nació discretamente en un pesebre. Aparte de los tres reyes magos que vinieron a adorar a Dios, el resto de la vida del Señor Jesucristo estuvo llena de dificultades y sufrimiento, que solo terminaron con Su crucifixión. Dios obtuvo gloria y perdonó los pecados de los seres humanos, esto significa que llevó a cabo una gran acción para la especie humana porque ayudó a la gente a escapar del pecado y del mar de sufrimiento y es el Redentor de la humanidad. Por tanto, sería razonable que Dios hubiera disfrutado de la adoración, admiración y postración de la especie humana. Sin embargo, Dios se marchó con calma y en silencio, sin hacer ruido. En los últimos dos mil años, la obra de Dios no ha parado de expandirse. El proceso de esta expansión ha estado lleno de dificultades, de derramamiento de sangre y de la condena y calumnia de toda la especie humana. Sin embargo, al margen de la actitud de esta hacia Dios, Él ha seguido expresando la verdad y nunca ha abandonado Su obra de salvar al hombre. Es más, en estos dos mil años, Dios nunca se ha proclamado a Él mismo con palabras claras, no ha dicho que el Señor Jesús es Su encarnación y que la especie humana debería adorarlo y aceptarlo. Dios se limita a usar el método más simple, el de mandar a Sus sirvientes a predicar el evangelio del reino del cielo a todas las naciones y lugares, permitir que más gente se arrepienta, acuda ante Dios y acepte Su salvación, para así obtener el perdón de sus pecados. Dios nunca ha empleado ninguna palabra superflua para afirmar que Él es el Mesías venidero. En cambio, ha demostrado con hechos que todas sus acciones son la obra de Dios mismo, que la salvación del Señor Jesús es la propia salvación de Dios, que el Señor Jesús redimió a toda la humanidad y que es Dios mismo. En esta encarnación, Dios vino entre la gente de la misma manera y forma. La venida de Dios en un cuerpo carnal es una enorme bendición para la especie humana, una oportunidad increíblemente excepcional y, más aún, para ella supone una suerte. Sin embargo, ¿qué significa para Dios mismo? Es lo más doloroso. ¿Entendéis esto? La esencia de Dios es Dios. Dios, que posee la identidad de Dios, carece de arrogancia de manera inherente y en su lugar es fiel, santo y justo. Al venir entre la humanidad, debe afrontar las diversas actitudes corruptas del ser humano, lo cual significa que todas estas personas que Él desea salvar son aquellas a las que odia y encuentra repugnantes. Dios carece de un carácter arrogante, de perversidad y falsedad. Ama las cosas positivas, es justo y santo, pero a lo que se enfrenta es precisamente a un grupo de humanos que es contrario y hostil a Su esencia. ¿Qué es lo que más entrega Dios? Su amor, paciencia, misericordia y tolerancia. El amor, la misericordia y la tolerancia de Dios son Su humildad y ocultación. La especie humana corrupta piensa: “Dios hace una gran obra, obtiene una gran gloria y es soberano sobre muchas cosas, así que ¿por qué no se anuncia ni se proclama a Él mismo?”. Esto a los humanos les parece tan fácil como chasquear los dedos. Cuando hacen una buena acción, la exageran multiplicándola por diez; cuando hacen algo bueno lo inflan hasta dos o tres veces su tamaño, lo magnifican hasta el infinito y creen que, mientras con más detalle lo hagan, mejor. Sin embargo, estas cosas no forman parte de la esencia de Dios. Al margen de lo que Él haga, en ello no entra ninguna de las llamadas “transacciones” de los seres humanos. Dios no quiere pedir nada, no “busca remuneración”, como lo llaman los humanos. Dios no tiene el deseo de estatus de la especie humana corrupta, no dice: “Soy Dios, hago lo que quiero y, haga lo que haga, debéis recordar Mi bondad, tomaros en serio lo que hago y elogiarme siempre”. Dios carece precisamente de esta clase de esencia; no tiene ambición ni el carácter arrogante de la especie humana corrupta ni se proclama a Él mismo. Hay quien dice: “Si no te proclamas a Ti mismo, ¿cómo puede saber la gente que eres Dios? ¿Cómo pueden darse cuenta de que tienes el estatus de Dios?”. Es innecesario, eso lo consigue la esencia de Dios. Dios posee la esencia de Dios, no importa lo humilde y oculto que esté, lo secretamente que obre, cómo muestre misericordia y tolerancia a la especie humana, el efecto último de Sus palabras, obra, acciones y demás sobre las personas está destinado a que los humanos creados acepten la soberanía del Creador, se postren ante Él y lo adoren y se sometan de manera voluntaria a la soberanía y arreglos del Creador. Esto viene determinado por la esencia de Dios. Y lo que los anticristos no pueden lograr es precisamente esto. Tienen ambiciones y deseos, además de actitudes arrogantes, crueles y perversas, les falta la verdad y sin embargo siguen queriendo poseer y controlar a las personas y obligarlas a que se sometan y los idolatren. A juzgar por la esencia de los anticristos, ¿no son perversos? Los anticristos compiten con Dios por Su pueblo escogido, ¿luchará Dios contra ellos? ¿Posee Él esta esencia? ¿Obtiene Dios la adoración y sumisión de los humanos creados luchando contra los anticristos? (No). ¿Cómo la obtiene? Dios ha hecho a los seres creados, solo el Creador sabe lo que necesita la humanidad, lo que ha de poseer y cómo debe vivir. Por ejemplo, digamos que una persona crea una máquina. Solo su inventor conoce sus defectos y fallos y cómo arreglarlos, cualquiera que intente crear una falsificación de esa máquina los desconoce. De igual manera, Dios creó a la humanidad, solo Él sabe qué necesitan las personas, solo Dios puede salvar a la especie humana y solo Él puede transformar a los humanos corruptos en verdaderos humanos. Dios no hace esto mediante Su autoridad, Sus propias declaraciones o Sus propias justificaciones, ni reprimiendo, desorientando o controlando a las personas. Dios no se sirve de estos medios ni de estos métodos, eso solo lo hacen Satanás y los anticristos.
Después de tantas enseñanzas, ¿cuál es vuestra comprensión de la humildad y ocultación de Dios? ¿Qué es la humildad y ocultación de Dios? ¿Es ocultación esconder de manera deliberada Su identidad, ocultar de manera intencionada Su esencia y Sus verdaderas circunstancias? (No). ¿La humildad es algo fingido de manera artificial? ¿Es autocontrol? ¿Es una farsa? (No). Hay quienes dicen: “Eres Dios encarnado, ¿cómo alguien con un estatus tan noble lleva ropa tan corriente?”. Yo respondo que solo soy una persona normal que vive una vida normal; todo en Mí es corriente, ¿por qué no voy a llevar ropa corriente? Algunos dicen: “Eres Cristo, el Dios encarnado. Tu estatus es noble, no te infravalores”. Yo contesto, ¿cómo que me infravaloro? Ni me sobrevaloro ni me infravaloro, soy quien soy, hago lo que debo y digo lo que debo, ¿qué tiene eso de malo? Ni sobrevalorar ni infravalorar es correcto; sobrevalorar es arrogancia, infravalorar es fingir y engañar. Hay quien asegura: “El Dios encarnado debe tener el porte de una celebridad y Tu discurso y comportamiento debe ser elegante. Mira los peinados, las ropas y el maquillaje de esas mujeres poderosas en la sociedad, ¡son personas con estatus, es a ellas a las que la gente tiene en alta consideración!”. Yo replico, ¿qué es el estatus? ¿Qué importancia tiene que la gente me admire? No me gusta, me repugna y me da náuseas que me admires. No debes admirarme de ninguna manera. Otros afirman: “Fíjate en esas mujeres emprendedoras en la sociedad, visten con gran nobleza y elegancia. Se puede ver de un solo vistazo que son poderosas, personajes de la élite, ¿por qué no aprendes de ellas?”. ¿Por qué he de aprender algo que no me gusta? Llevo ropa acorde con Mi edad, ¿por qué debo fingir? ¿Por qué he de aprender de nadie? Yo soy Yo, ¿para quién finjo? ¿No es eso un engaño? Decidme, ¿qué clase de semejanza, apariencia, discurso y comportamiento debe tener Dios encarnado para coincidir con Su identidad? ¿Disponéis de criterios sobre esto? Debéis tenerlos, porque si no, no contemplaríais a Cristo de esta manera. Yo tengo Mis criterios, ¿superan estos el ámbito de los principios-verdad? (No). ¿Por qué algunas personas siempre tienen nociones sobre cualquier cosa que vista o que coma, por qué no paran de hacer informes y emitir veredictos sobre Mí? ¿No es repugnante? ¿Por qué me ven así? A sus ojos, cualquier cosa que haga Cristo está mal, todo es negativo, siempre hay algo sospechoso en ello. ¡Qué perversos deben ser! A juzgar por esta serie de identidades diferentes, de ópticas distintas de Dios —de la esencia del Espíritu de Dios y de Dios mismo a la humanidad del Dios encarnado—, no hay arrogancia ni ninguna de las ambiciones y deseos de Satanás en la esencia de Dios y menos aún el supuesto afán de estatus del ser humano. Aparte de Su propia esencia, la característica más destacada de lo que Dios posee, desde el Espíritu de Dios hasta Su encarnación, es Su humildad y ocultación. La humildad no se finge, la ocultación no es una evasión deliberada; esta es la esencia de Dios, este es Dios mismo. Ya se halle Dios en el reino espiritual o encarnado como humano, Su esencia no cambia. Si alguien es incapaz de ver que el Cristo encarnado posee la esencia de Dios basándose en esto, ¿qué clase de persona es? Le falta entendimiento espiritual, es un incrédulo. Al fijarse en Su esencia de humildad y ocultación, la gente piensa: “Dios no parece tener tanta autoridad. Decir que Dios es todopoderoso no parece muy creíble, es más seguro decir que Dios es poderoso. Ya que no tiene esa gran autoridad, ¿cómo puede tener Él soberanía sobre la especie humana? Ya que nunca muestra el estatus y la identidad de Dios, ¿puede derrotar a Satanás? Se dice que Dios tiene sabiduría, ¿puede decidirlo todo la sabiduría? ¿Qué es más grande, la sabiduría o la omnipotencia? ¿Puede la sabiduría influenciar en la omnipotencia? ¿Puede la sabiduría influir en la omnipotencia?”. La gente reflexiona sobre esta cuestión, pero no puede dilucidarla ni entenderla. Algunos albergan dudas en su corazón y luego las digieren poco a poco, buscan de manera constante e intentan entender este asunto por medio de sus experiencias y obtienen sin saberlo algo de conocimiento perceptivo. Solo los anticristos, tras dudar de todos estos aspectos de la esencia de Dios, de todas estas manifestaciones y de todas Sus acciones, no solo no llegan a entender que esta es la humildad y la ocultación de Dios, que esto es lo que es digno de amar en Dios, sino que, por el contrario, les entran más dudas sobre Dios y lo condenan con mayor severidad. Dudan de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, de que Dios pueda derrotar a Satanás, dudan de que Él pueda salvar a la humanidad, de que el plan de gestión de seis mil años de Dios se pueda completar con éxito e, incluso más aún, del hecho de que Dios se vaya a revelar a todas las personas con Su glorificación. ¿Qué hacen tras dudar de estas cosas? Las niegan. Por tanto, los anticristos dicen: “La humildad y la ocultación de cristo no significan nada, no merecen alabanza ni exaltación y no son la esencia de dios. Dios no posee tal humildad y ocultación; la humildad y ocultación de cristo son manifestaciones de su impotencia. En el mundo, en cuanto alguien tiene un poco de estatus, es declarado rey, marqués o emperador. Cristo ha establecido su reino y tiene muchos seguidores, al tiempo que prospera la obra de expansión del evangelio; ¿no significa eso que se está incrementando el poder de cristo? Sin embargo, a juzgar por sus acciones, no pretende incrementar su poder ni poseerlo siquiera. Es como si no contara con la capacidad de poseer este poder, de poseer el reino de cristo. ¿Puedo obtener bendiciones por seguirlo? ¿Puedo convertirme en el amo de la próxima era? ¿Puedo gobernar todas las naciones y pueblos? ¿Es él capaz de destruir este viejo mundo, esta corrupta especie humana? En vista de la apariencia corriente de cristo, ¿cómo es capaz de lograr grandes cosas?”. Tales dudas siempre surgen en el corazón de los anticristos. La humildad y ocultación son cosas que todos los humanos corruptos, especialmente los anticristos, son incapaces de aceptar, aprobar o ver; los anticristos se toman la humildad y la ocultación de Dios como evidencia de sus dudas acerca de la identidad y esencia de Dios, como pruebas y argumentos para negar Su autoridad, de modo que niegan la identidad y esencia de Dios y la esencia de Cristo. Después de negar la esencia de Cristo, los anticristos empiezan a actuar en contra del pueblo escogido de Dios dentro de su jurisdicción, sin misericordia, sin clemencia y sin miedo, y, al mismo tiempo, no niegan ni dudan en lo más mínimo de sus propias capacidades, destrezas o ambiciones. Dentro de su esfera de influencia, del ámbito donde pueden actuar, los anticristos sacan sus garras, controlan a aquellos a los que pueden controlar y desorientan a aquellos a los que pueden desorientar; dejan a Cristo y a Dios completamente al margen, rompiendo a conciencia con Dios, con Cristo y con la casa de Dios.
¿De qué estamos hablando principalmente en lo que respecta a este aspecto de cómo consideran los anticristos la humildad y la ocultación de Cristo? La humildad y la ocultación de Dios, que la gente debe entender, son las condiciones más ventajosas a ojos de los anticristos para hacer cualquier cosa que quieran y establecer un reino independiente en la casa de Dios. Dios está oculto en la carne y esta etapa de obra en los últimos días difiere en cuanto a forma de la Era de la Gracia. Aunque Dios no hace milagros y prodigios en esta etapa, ha pronunciado muchas más palabras, innumerables. Obre como obre Dios, mientras esté encarnado, el desempeño de Su obra viene acompañado de una tremenda humillación. Solo un Dios así, que posee una esencia divina, puede realmente ser humilde y ocultarse para convertirse en una persona corriente a fin de realizar Su obra, ya que posee la esencia de humildad y ocultación. A modo de contraste, Satanás es absolutamente incapaz de esto. ¿Qué clase de cuerpo carnal vestiría Satanás para hacer obra entre los humanos? Primero, tendría una apariencia imponente y sería cruel, falso y perverso; luego, debería dominar varias estrategias y técnicas con el fin de jugar con las personas y manipularlas, además de usar diversas falsas artimañas, ha de ser lo bastante implacable y malévolo. Debe dejarse ver constantemente entre la gente y destacar en todas partes, pues teme que alguien no lo conozca, y siempre debe tratar de incrementar su fama y promocionarse. Cuando por fin lo llamen rey o emperador, estará satisfecho. Lo que hace Dios es exactamente lo opuesto a lo que hace Satanás. Dios sigue ejerciendo la paciencia y se oculta, y, mientras hace esto, obra Sus palabras y Su vida en las personas, para lo que hace uso de la misericordia y el cariño del Creador, a fin de que las personas entiendan la verdad, se salven y se conviertan en auténticos seres creados con una humanidad y una vida humana normales. Aunque lo que hace Dios tiene un valor incalculable para la especie humana, Dios lo considera Su propia responsabilidad. Por tanto, se convierte personalmente en carne e, incansable, provee, ayuda, apoya, esclarece e ilumina a las personas como una madre o un padre. Por supuesto, Él además castiga, juzga, reprende y disciplina a las personas y observa cómo día a día cambian, viven una vida normal de iglesia y crecen en la vida. Así, todo lo que hace Dios es la realidad de las cosas positivas. Entre la humanidad, los humanos alaban los precios que ha pagado Dios, Su gran poder y Su gloria, pero en palabras de Dios, ¿cuándo les ha dicho Él alguna vez: “He hecho esto y aquello por la especie humana, he sacrificado mucho; la gente debe alabarme y ensalzarme”? ¿Tiene Dios esas exigencias hacia la especie humana? No. Es Dios mismo. Dios nunca ha puesto condiciones para hacer intercambios con la gente ni ha dicho: “He puesto a Cristo entre vosotros, debéis tratarlo bien, escuchar Sus palabras, someteros a Él y seguirlo. No causéis perturbaciones ni trastornos, haced cualquier cosa que Él os diga que hagáis, de la manera que os diga que la hagáis, y una vez que todo se haya conseguido, se os recompensará a todos”. ¿Ha dicho Dios tal cosa alguna vez? ¿Es esta la intención de Dios? No. Al contrario, son los anticristos los que siempre intentan servirse de diversos métodos para seducir, limitar, controlar y dominar todo lo relacionado con las personas, para hacer que estas dejen a Dios y se presenten ante ellos. Son los anticristos los que proclaman y anuncian por todas partes cada pequeña acción que hacen. Los anticristos no solo no son capaces de entender, aceptar, alabar ni ensalzar la humildad y ocultación de Dios; en su lugar, además desprecian estas cosas y blasfeman contra ellas. Esto lo determina la esencia-carácter de los anticristos.
Hoy hemos compartido las tres manifestaciones de cómo los anticristos niegan la esencia de Cristo. Concluyamos aquí nuestra charla sobre esto. ¿Tenéis alguna pregunta? (No). Muy bien, ¡adiós!
21 de noviembre de 2020
Nota al pie:
a. Los hablantes de chino colocan “Xiao” delante del apellido de una persona que es más joven que ellos.
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