Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana

El requerimiento de Dios de que las personas sean honestas es de lo más significativo. Lamentablemente, muchos no lo entienden e ignoran este tema de ser una persona honesta. Si entendieran realmente la obra de Dios, sabrían que después de que complete Su obra de juicio en los últimos días, solo obtendrán la salvación de Dios y serán aptas para entrar en Su reino las personas honestas a las que se ha purificado de sus actitudes corruptas y que se han despojado de sus mentiras y engaños. Si siguen rebosando de mentiras y engaños después de tantos años creyendo en Dios; si no se pueden gastar con sinceridad por Él y siempre cumplen con su deber de manera superficial, no cabe duda de que Dios las va a desdeñar. ¿Cuál será su desenlace? Se las apartará de la iglesia y acabarán descartadas. Ahora, al ver que la obra de Dios llega a esta etapa, se nos recuerda cómo Él le ha reclamado al hombre con insistencia que sea honesto. Esto posee un gran significado. No se dice de manera casual y ahí queda todo, sino que está relacionado directamente con la posibilidad de que uno pueda o no lograr la salvación y sobrevivir, y con el desenlace y el destino de cada persona. Por consiguiente, se puede decir con certeza que uno solo puede vivir una humanidad normal y lograr la salvación si se deshace de este carácter taimado y se convierte en una persona honesta. El destino de aquellos que siguen siendo taimados, aunque lleven muchos años creyendo en Dios, es acabar siendo descartados.

Todo el pueblo escogido de Dios actualmente está practicando el cumplimiento de sus deberes, y Dios utiliza el cumplimiento de los deberes por parte de las personas para perfeccionar a un grupo y descartar a otro. Así pues, el cumplimiento del deber es lo que revela a cada tipo de persona, y cada tipo de persona falsa, incrédula y malvada se revela y es descartada durante el cumplimiento de su deber. Los que cumplen lealmente con sus deberes son honestos; los que son sistemáticamente superficiales son gente falsa y astuta y son incrédulos; y los que causan trastornos y perturbaciones al cumplir con sus deberes son malvados y anticristos. Ahora mismo siguen existiendo una gran variedad de problemas en muchos de los que cumplen con el deber. Algunas personas son siempre muy pasivas en su deber, siempre sentados y esperando y dependiendo de los demás. ¿Qué clase de actitud es esa? Es una irresponsabilidad. La casa de Dios ha dispuesto que desempeñes un deber y, sin embargo, lo meditas durante días sin hacer ningún trabajo concreto. No se te ve nunca por el lugar de trabajo y la gente no te encuentra cuando tiene problemas que ha de resolver. No soportas carga alguna en el trabajo. Si un líder te pregunta sobre este, ¿qué vas a decirle? Ahora mismo no desempeñas ninguna clase de trabajo. Eres muy consciente de que es tu responsabilidad, pero no lo haces. ¿En qué estás pensando? ¿No haces trabajo alguno porque eres incapaz de hacerlo? ¿O solo se trata de avidez de comodidad? ¿Qué actitud tienes hacia tu deber? Solo hablas sobre letras y doctrinas y solo dices cosas que suenan bien, pero no haces ningún trabajo real. Si no quieres cumplir con tu deber, deberías dimitir. No mantengas tu posición y te quedes sin hacer nada allí. ¿Acaso hacer eso no es infligir daño al pueblo escogido de Dios y comprometer el trabajo de la iglesia? Por la forma en la que hablas, pareces entender todo tipo de doctrina, pero cuando se te pide que cumplas con un deber, eres superficial, y no eres en absoluto concienzudo. ¿Es eso gastarte sinceramente por Dios? No eres sincero respecto a Dios, pero finges sinceridad. ¿Eres capaz de engañarle? En tu forma de hablar parece haber una gran fe; te gustaría ser el pilar de la iglesia y su roca. Pero cuando cumples con un deber, eres más inservible que una simple cerilla. ¿No es esto engañar a Dios con los ojos abiertos de par en par? ¿Sabes lo que pasará contigo por intentar engañar a Dios? Te desdeñará y te descartará. Todas las personas se revelan en el cumplimiento de su deber: basta con poner a una persona en un deber, y no tardará en revelarse si se trata de alguien honesto o falso, y si es o no amante de la verdad. Los que aman la verdad pueden cumplir su deber con sinceridad y defender la obra de la casa de Dios; los que no la aman no defienden la obra de la casa de Dios en lo más mínimo, y son irresponsables en el cumplimiento de su deber. Esto les queda claro enseguida a los que son lúcidos. Nadie que cumpla de manera pobre su deber es un amante de la verdad o una persona honesta; a tales personas se las va a revelar y descartar. Para cumplir bien con sus deberes, la gente debe tener sentido de la responsabilidad y de la carga. De esta manera, el trabajo se realizará sin duda de la forma adecuada. Resulta preocupante cuando alguien no tiene sentido de la carga o de la responsabilidad, cuando hay que instarle a hacerlo todo, cuando siempre es superficial e intenta trasladar la culpa cuando surgen problemas, provocando demoras en su resolución. ¿Se puede hacer bien el trabajo de todos modos? ¿Dará algún resultado el cumplimiento de su deber? No desean hacer ninguna de las tareas que se les encomienda y al ver que los demás necesitan ayuda con su trabajo, los ignoran. Solo hacen algo de trabajo al recibir una orden, cuando las cosas se ponen feas y no les queda más opción. Eso no es cumplir con un deber, ¡eso es ser mano de obra! La mano de obra trabaja para un empleador cumpliendo una jornada laboral a cambio de un sueldo, un trabajo por horas a cambio de una remuneración; espera que se le pague. Teme hacer alguna tarea y que su empleador no sea testigo de ello, teme que no se le retribuya lo que hace, solo trabaja por las apariencias, lo que significa que carece de lealtad. La mayoría de las veces sois incapaces de responder cuando se os pregunta por cuestiones de trabajo. Algunos de vosotros habéis participado en el trabajo, pero nunca habéis preguntado cómo va ni lo habéis pensado cuidadosamente. A tenor de vuestra aptitud y vuestro conocimiento, al menos debéis saber algo, ya que todos habéis participado en este trabajo. ¿Y por qué la mayoría de la gente no dice nada? Es posible que realmente no sepáis qué decir, que no sepáis si las cosas van bien o no. Hay dos razones para ello. Una es que sois totalmente indiferentes, nunca os habéis preocupado por estas cosas y solamente las habéis considerado una tarea que había que realizar. La otra es que sois irresponsables y no estáis dispuestos a preocuparos por estas cosas. Si tú te preocuparas sinceramente y estuvieras verdaderamente absorto, tendrías una opinión y una perspectiva de todo. A menudo, el no tener ninguna perspectiva ni opinión se deriva de ser indiferente y apático y de no asumir ninguna responsabilidad. No eres aplicado respecto al deber que cumples, no asumes ninguna responsabilidad, no estás dispuesto a pagar un precio ni a implicarte. No te esfuerzas ni estás dispuesto a gastar más energía; simplemente deseas ser un subordinado, lo cual no difiere de cómo trabaja un no creyente para su jefe. A Dios le desagrada este tipo de cumplimiento del deber, no le complace. No puede recibir Su aprobación.

El Señor Jesús dijo en una ocasión: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 13:12). ¿Qué significan estas palabras? Significan que, si ni siquiera cumples ni te dedicas a tu deber o trabajo, Dios te quitará lo que antes era tuyo. ¿Qué significa “quitar”? ¿Qué tal hace sentir esto a la gente? Puede ser que no logres lo que tu aptitud y tus dones te hubieran permitido, no sientas nada y seas igual que un no creyente. En eso consiste que Dios te lo haya quitado todo. Si en el deber eres negligente, no pagas un precio y no eres sincero, Dios te quitará lo que antes era tuyo, te retirará tu derecho a cumplir con el deber, no te dará este derecho. Como Dios te otorgó dones y aptitud, pero tú no cumpliste adecuadamente con el deber, no te gastaste por Dios ni pagaste un precio y no te volcaste en ello, no solo es que Dios no te bendiga, sino que te quitará lo que antes tenías. Dios le otorga dones a la gente y le da habilidades especiales, así como inteligencia y sabiduría. ¿Cómo debe la gente utilizar estas cosas? Debes dedicar tus habilidades especiales, tus dones, tu inteligencia y tu sabiduría a tu deber. Debes utilizar tu corazón y aplicar a tu deber todo lo que sabes, todo lo que entiendes y todo lo que puedes lograr. Así recibirás bendiciones. ¿Qué implica recibir bendiciones de Dios? ¿Qué hace sentir esto a la gente? Que Dios le ha dado esclarecimiento y guía y que tiene una senda cuando cumple con el deber. A otra gente le puede parecer que tu aptitud y las cosas que has aprendido no te permiten hacer nada; pero si Dios obra y te da esclarecimiento, no solo podrás entender y hacer estas cosas, sino también hacerlas bien. Al final hasta te preguntarás: “No solía ser tan hábil, pero ahora hay muchas más cosas buenas dentro de mí, todas ellas positivas. Jamás estudié esas cosas, pero ahora, de pronto, las entiendo. ¿Cómo me he vuelto tan inteligente de repente? ¿Cómo es que ahora sé hacer tantas cosas?”. No lo vas a poder explicar. Se trata del esclarecimiento y la bendición de Dios; así bendice Dios a la gente. Si no sentís esto cuando cumplís con el deber o hacéis vuestro trabajo, entonces Dios no os ha bendecido. Si cumplir con el deber te parece siempre un sinsentido, si sientes que no hay nada que hacer y no te animas a contribuir, si nunca recibes esclarecimiento y crees no tener inteligencia ni sabiduría a la que darle uso, entonces eso supone un problema. Indica que no tienes la motivación ni la senda adecuadas para cumplir con el deber, Dios no da Su visto bueno y tu estado es anormal. Debes examinarte a ti mismo: “¿Por qué carezco de una senda en el deber? He estudiado este campo y está dentro de mi ámbito de especialización; hasta se me da bien. ¿Por qué no puedo aplicar mi conocimiento cuando lo intento? ¿Por qué no sé utilizarlo? ¿Qué sucede?”. ¿Acaso es un accidente? Aquí hay un problema. Cuando Dios bendice a alguien, este se vuelve inteligente y sabio, perspicaz en toda materia, además de agudo, despierto y especialmente hábil; tendrá facilidad y estará motivado en todo lo que hace, y creerá que todo ello es muy fácil y que ninguna dificultad puede entorpecerlo: está bendecido por Dios. Si a alguien todo le parece muy difícil, es torpe, propenso a las distorsiones y despistado haga lo que haga, si no comprende nada de lo que se le dice, ¿qué significa esto? Que no tiene la guía de Dios ni Su bendición. Algunos dicen: “Si me he aplicado, ¿por qué no recibo bendiciones de Dios?”. Si solo te aplicas y te esfuerzas, pero no tratas de actuar según los principios-verdad, estás actuando por inercia en el deber. ¿Cómo vas a poder recibir bendiciones de Dios? Si siempre eres negligente en el cumplimiento del deber, y nunca concienzudo, no recibirás esclarecimiento ni iluminación del Espíritu Santo, no tendrás la guía de Dios ni Su obra, y tus actos no fructificarán. Es muy difícil cumplir bien con un deber u ocuparse bien de un asunto recurriendo a la fortaleza y el aprendizaje humanos. Todo el mundo cree que sabe un par de cosas, que tiene cierta pericia, pero hace mal las cosas y estas siempre salen mal, lo que provoca comentarios y risas. Esto es un problema. Tal vez sea evidente que alguien no es gran cosa y, sin embargo, cree tener pericia y no cede ante nadie. Esto está relacionado con un problema de la naturaleza del hombre. Todos aquellos que no se conocen a sí mismos son así. ¿Pueden desempeñar bien su deber esas personas? No solo son incapaces de desempeñarlo bien, sino que es probable que fracasen con estrépito. Algunos no saben realizar bien ningún deber, y sin embargo siempre tratan de ocupar cargos superiores y dominar a los demás. Tales personas no logran nada, no son siquiera capaces de difundir el evangelio ni de darles testimonio a otros, y no cuentan siquiera con una sola palabra de enseñanza para compartir sobre la verdad. Estas personas están totalmente desnudas, están empobrecidas y son patéticas. Todos aquellos que no persiguen la verdad cumplen con el deber con una mentalidad carente de responsabilidad. “Si alguien lidera, yo lo sigo; allá donde me envíe, yo voy. Haré lo que me diga que haga. En cuanto a asumir la responsabilidad y la preocupación, o tomarme más molestias para hacer algo, hacer una cosa de todo corazón y con todas mis fuerzas… a eso no estoy dispuesto”. Estas personas no están dispuestas a pagar el precio. Solo están dispuestas a esforzarse, no a asumir responsabilidades. Esta no es la actitud con la que se cumple verdaderamente con el deber. Uno ha de aprender a volcarse en el cumplimiento del deber, y una persona con conciencia es capaz de conseguir esto. Si uno nunca se vuelca en el cumplimiento de su deber, eso significa que no tiene conciencia, y los que no tienen conciencia no pueden alcanzar la verdad. ¿Por qué digo que no pueden alcanzar la verdad? No saben cómo orar a Dios y buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, cómo mostrar consideración hacia las intenciones de Dios ni cómo volcarse en la meditación de Sus palabras; tampoco saben cómo buscar la verdad ni cómo tratar de entender las exigencias de Dios y Sus deseos. Esto es no saber buscar la verdad. ¿Experimentáis estados donde, da igual lo que pase, qué clase de deber cumpláis, a menudo sois capaces de guardar la calma ante Dios, de volcaros en meditar Sus palabras, en buscar la verdad y en valorar cómo debéis cumplir con ese deber de acuerdo con las intenciones de Dios y qué verdades debéis poseer para cumplirlo satisfactoriamente? ¿Buscáis la verdad de esta forma en muchos momentos? (No). Para volcaros en el deber y ser capaces de asumir la responsabilidad, hay que sufrir y pagar un precio; no basta simplemente con hablar de estas cosas. Si no os volcáis en el deber, sino que en su lugar siempre queréis esforzaros, es indudable que no cumpliréis correctamente con él. Actuaréis por simple inercia y nada más, y no sabréis si habéis cumplido bien con el deber o no. Si te vuelcas en él, poco a poco llegarás a entender la verdad; si no lo haces, no será así. Cuando te vuelcas de corazón en el cumplimiento del deber y la búsqueda de la verdad, poco a poco podrás llegar a entender las intenciones de Dios, descubrir tu corrupción y tus defectos y dominar tus diversos estados. Cuando solamente te centras en esforzarte y no te vuelcas en hacer introspección, no puedes descubrir tus verdaderos estados internos y las innumerables reacciones y revelaciones de corrupción que tienes en distintos entornos. Si no conoces cuáles serán las consecuencias cuando los problemas queden sin resolver, entonces estás metido en un lío. Por eso no es bueno creer en Dios de una manera confusa. Debes vivir ante Dios en todo momento, en todo lugar; te ocurra lo que te ocurra, debes buscar siempre la verdad y, entretanto, también debes hacer introspección y saber qué problemas hay en tu estado, buscando la verdad de inmediato para resolverlos. Es el único modo de cumplir bien con el deber y evitar retrasar el trabajo. No solo podrás cumplir bien con tu deber, lo más importante es que además tendrás entrada en la vida y serás capaz de corregir tus actitudes corruptas. Es el único modo de que puedas entrar en la realidad-verdad. Si en tu interior reflexionas a menudo sobre asuntos que no son relativos a tu deber o a la verdad, sino que estás enredado en cosas externas, pensando en los asuntos de la carne, ¿podrás comprender la verdad? ¿Serás capaz de cumplir bien con tu deber y vivir ante Dios? En absoluto. Una persona así no se puede salvar.

Creer en Dios es caminar por la senda correcta en la vida, y se debe perseguir la verdad. Se trata de un asunto del espíritu y de la vida, y se diferencia de la búsqueda de los no creyentes de riqueza y gloria, de hacerse un nombre eterno para sí mismo. Son sendas separadas. En su trabajo, los no creyentes piensan en cómo pueden trabajar menos y ganar más dinero, en qué artimañas dudosas pueden utilizar para ganar más. Se pasan todo el día pensando en cómo hacerse ricos y aumentar la fortuna de su familia, e incluso se les ocurren maneras inescrupulosas de lograr sus objetivos. Esta es la senda del mal, la de Satanás, y es la senda que recorren los no creyentes. La senda que recorren los creyentes en Dios es la de perseguir la verdad y recibir la vida; es la senda de seguir a Dios y ganar la verdad. ¿Cómo debes practicar para ganar la verdad? Debes aplicarte en leer, practicar y experimentar las palabras de Dios; solo después de hacerlo entenderás la verdad. Y cuando la entiendas, has de considerar cómo cumplir bien con tu deber, de modo que puedas hacer las cosas de acuerdo con los principios, y cómo puedes llegar a someterte a Dios. Para esto, es necesario practicar la verdad. No es algo sencillo. No solo debes buscarla, también debes reflexionar y reconocer si tienes ideas y nociones erróneas, y si existen problemas, debes hablar sobre la verdad para resolverlos. Cuando entiendas los principios de practicar la verdad, entonces podrás hacerlo. Y solo practicando la verdad puedes entrar en la realidad-verdad y convertirte en alguien que se somete a Dios. Al practicar y experimentar de este modo, cambiarás tus actitudes y alcanzarás la verdad sin darte siquiera cuenta. Los no creyentes siempre se esfuerzan por conseguir fama, ganancia y estatus. En consecuencia, caminan por la senda del mal, se vuelven cada vez más depravados, astutos y falsos, más calculadores y conspiradores. Sus corazones se vuelven exponencialmente malvados, y ellos más oscuros y enigmáticos; esta es la senda de los no creyentes. La senda de aquellos que creen en Dios es justo la contraria a esta. Los creyentes en Dios quieren separarse de este mundo malvado y de la humanidad malvada, quieren perseguir la verdad y purificar su corrupción. Solo tienen el corazón en calma y en paz cuando viven con semejanza humana; quieren conocer a Dios, temerle, evitar el mal y ganarse Su aprobación y Su bendición. Esto es lo que buscan los que creen en Dios. Si llevas muchos años creyendo en Él, entiendes realmente la verdad y has cambiado, mientras más se relacionen los demás contigo, más les parecerá que eres honesto, tanto en tu discurso como en el cumplimiento del deber; alguien completamente sincero, sin nada que ocultar y que habla y obra de un modo transparente. Mediante las cosas que dices, las opiniones que expresas, las cosas que haces, el deber que cumples y la actitud honesta que adoptas cuando conversas con otros, las personas pueden desentrañar tu corazón y ver la manera en la que te comportas, cuáles son tus preferencias y qué objetivos persigues. Pueden percibir con claridad que eres una persona buena y honesta, y que estás caminando por la senda correcta. Esto muestra que has cambiado. Si has creído en Dios y cumplido con un deber durante mucho tiempo, pero a aquellos con los que te relacionas siempre les parece que no eres transparente en lo que dices, que tus puntos de vista no están claros y no son capaces de percibir tu corazón con claridad en tus acciones, si tienen la constante sensación de que ocultas algo en lo más profundo de tu corazón, esto demuestra que eres una persona reservada que sabe ocultarse, disfrazarse y camuflarse. Si los demás, incluso tras varios años interactuando contigo, son incapaces de comprender del todo tu corazón, y lo único que ven es tu temperamento y tu talante, en lugar de tu carácter o tu esencia, eso demuestra que sigues viviendo de acuerdo con tu carácter satánico. Cuanto más astuto seas, más queda de manifiesto que no eres una buena persona, que careces de humanidad y que perteneces a los diablos y a Satanás. Si no ganas ninguna verdad, y tus actitudes corruptas no se purifican, por muchos años que lleves creyendo en Dios, entonces resultará muy difícil para una persona como tú alcanzar la salvación. Y si, a pesar de tu destreza para prevaricar, de tu manejo de las palabras, de tu inteligencia, de tus rápidas reacciones y de lo hábil que eres manejando las cosas, aquellos que se relacionan contigo se siguen sintiendo incómodos y pueden presentir que no eres fiable, que no eres digno de confianza y eres insondable, entonces tienes un problema. Esto indica que durante el tiempo que has creído en Dios no has cambiado en absoluto, y que realmente no crees en Él. ¿Habéis experimentado algún cambio real en vuestra fe en Dios hasta ahora? ¿Os relacionáis con los demás adoptando una actitud honesta? ¿Sienten ellos que eres sincero? (En cuanto a las cosas que me suponen un beneficio inmediato, soy capaz de mentir y de engañar, pero cuando no me reportan un beneficio inmediato, puedo decir la verdad y abrir un poco el corazón). (Soy selectivo en las cosas que digo. Algunas las digo abiertamente, pero las que tengo escondidas muy dentro de mi corazón permanecen ocultas. Aún suelo camuflarme y disfrazarme cuando me relaciono con los demás). En este caso se trata de alguien que vive en sus propias actitudes corruptas. Si uno no persigue la verdad ni resuelve sus actitudes corruptas, ¿cómo es posible que cambie? Sois todos personas que cumplen deberes. Como poco, debes tener un corazón honesto y permitirle a Dios ver que eres sincero. Solo entonces puedes lograr el esclarecimiento, la iluminación y la guía de Dios. Lo fundamental es que aceptes Su escrutinio. No importa qué barreras existan entre los demás y tú, cuánto valores tu propia vanidad y reputación, y qué intenciones albergues, sobre las cuales no puedes sincerarte de una manera simple; todo esto debe cambiar poco a poco. Paso a paso, cada individuo debe liberarse de estas actitudes corruptas y esas dificultades, y superar los obstáculos que presentan dichas actitudes corruptas. Antes de que atravieses tales obstáculos, ¿es tu corazón realmente honesto con Dios? ¿Le escondes y le ocultas cosas o presentas una falsa imagen y le engañas? Debes tener esto claro en tu corazón. Si tienes estas cosas en el corazón, debes aceptar el escrutinio de Dios. No dejes nada al azar ni digas: “No quiero gastar toda mi vida por Dios. Quiero formar una familia y vivir mi propia vida. Espero que Dios no me escrute ni me condene”. Si escondes todas estas cosas de Dios, es decir, las intenciones, los objetivos, los planes y las metas de vida que albergas en lo más profundo de tu corazón, y si ocultas tus puntos de vista sobre muchas cosas y tus creencias sobre la fe en Dios, entonces te meterás en problemas. Si escondes estas cosas sin valor y no buscas la verdad para resolverlas, eso demuestra que no amas la verdad, y que te resulta difícil aceptarla y ganarla. Eres capaz de ocultarle cosas a otra gente, pero no se las puedes ocultar a Dios. Si no confías en Dios, ¿entonces por qué crees en Él? Si tienes unos cuantos secretos y te preocupa que la gente te menosprecie si te sinceras respecto a ellos, y si te falta el valor para alzar la voz, entonces puedes simplemente sincerarte con Dios. Debes orarle, confesar las viles intenciones que albergas en tu fe en Él, las cosas que has hecho en aras de tu futuro y tu destino, y cómo te has esforzado por conseguir fama y ganancia. Preséntale todo esto a Dios y revélaselo; no se lo escondas. No importa para cuántas personas esté cerrado tu corazón, no se lo cierres a Dios; debes abrírselo. Ese es el más mínimo grado de sinceridad que han de tener los que creen en Él. Si tienes un corazón abierto a Dios y no se lo cierras, y si puedes aceptar Su escrutinio, ¿cómo te contemplará Él? Aunque puede que no te abras a los demás, si puedes abrirte a Dios, Él te verá como una persona honesta con un corazón honesto. Si tu corazón honesto es capaz de aceptar Su escrutinio, entonces, eso es precioso a ojos de Dios, y no cabe duda de que Él va a obrar en ti. Por ejemplo, si has hecho un acto taimado hacia Dios, Él te va a disciplinar. Entonces debes aceptar Su disciplina, arrepentirte y confesarte enseguida ante Él, y reconocer tus errores. Debes reconocer tu rebeldía y corrupción, aceptar el castigo y juicio de Dios, conocer tus actitudes corruptas, practicar de acuerdo con Sus palabras y arrepentirte de veras. Esto es una prueba de tu sincera fe en Dios y de tu auténtica fe en Él.

Para practicar ser una persona honesta, primero debes aprender a abrir tu corazón a Dios y a decirle palabras sinceras cada día en oración. Por ejemplo, si hoy has dicho una mentira que ha pasado desapercibida para otras personas, pero te ha faltado valor para abrirte delante de todo el mundo, como mínimo, deberías plantearte los errores que has examinado y descubierto y las mentiras que has contado ante Dios para reflexionar sobre todo ello, y decir: “Oh, Dios, he vuelto a mentir para proteger mis propios intereses, y estaba equivocado. Te ruego que me disciplines si vuelvo a mentir”. Dios se muestra encantado con esa postura y quedará en Su recuerdo. Puede que te suponga un denodado esfuerzo resolver este carácter corrupto de decir mentiras, pero no te preocupes, Dios está a tu lado. Te guiará y te ayudará a superar esta dificultad recurrente, proporcionándote el coraje para que pases de no reconocer nunca tus mentiras a hacerlo y ser capaz de revelarte abiertamente. No solo reconocerás tus mentiras, sino que también podrás revelar abiertamente por qué mientes, y la intención y los motivos detrás de tus mentiras. Cuando tengas el coraje para romper esta barrera, para romper la jaula y el control de Satanás, y alcanzar de manera paulatina un punto en el que ya no vuelvas a mentir, poco a poco llegarás a vivir en la luz, bajo la guía y bendición de Dios. Cuando rompas esa barrera de restricción carnal y seas capaz de someterte a la verdad, revelarte abiertamente, declarar en público tu posición y no tener reservas, estarás liberado y libre. Cuando vivas de este modo, no solo le vas a gustar a la gente, sino que Dios también estará complacido. Aunque puede que a veces cometas errores y cuentes mentiras, y a veces puede que sigas teniendo intenciones personales, motivos ocultos, o conductas y pensamientos egoístas y despreciables, serás capaz de aceptar el escrutinio de Dios, de revelar tus intenciones, tu estado actual y tus actitudes corruptas ante Él y de buscar la verdad que viene de Dios. Cuando hayas entendido la verdad, entonces tendrás una senda de práctica. Cuando tu senda de práctica sea la correcta y te muevas en la dirección adecuada, tu futuro será maravilloso y resplandeciente. De este modo, vivirás con paz en el corazón, tendrás nutrido el espíritu y te sentirás realizado y gratificado. Si no puedes liberarte de las limitaciones de la carne, si estás constreñido de un modo constante por los sentimientos, los intereses personales y las filosofías satánicas, si hablas y actúas de manera reservada y siempre te escondes en las sombras, entonces estás viviendo bajo el poder de Satanás. Sin embargo, si entiendes la verdad, te liberas de las limitaciones de la carne y practicas la verdad, poco a poco llegarás a poseer semejanza humana. Serás franco y directo en tus palabras y acciones, y podrás revelar tus opiniones, ideas y los errores que has cometido, permitiendo que todo el mundo los vea con claridad. Al final, reconocerán que eres una persona transparente. ¿Y qué es una persona transparente? Es alguien que habla con excepcional honestidad, a quien todo el mundo cree sincero en sus palabras. Aunque mienta o diga algo equivocado sin tener intención, se le perdona, sabiendo que fue sin pretenderlo. Si se da cuenta de que ha mentido o ha dicho algo equivocado, se disculpa y rectifica. Eso es una persona transparente. Se trata de alguien que gusta a todo el mundo, todos confían en ella. Debes alcanzar este nivel para ganarte la confianza de Dios y la de los demás. No es una tarea simple, se trata del nivel más alto de dignidad que puede poseer una persona. Alguien así se respeta a sí mismo. Si no eres capaz de ganarte la confianza de otras personas, ¿cómo esperas ganarte la de Dios? Hay individuos que llevan vidas deshonrosas, inventan mentiras constantemente y abordan las tareas de manera superficial. No tienen el menor sentido de la responsabilidad, se niegan a ser podados, siempre recurren a argumentos engañosos y no son del agrado de nadie con quien se encuentran. Viven sin ningún sentido de la vergüenza. ¿Acaso se les puede considerar seres humanos? Aquellos a los que los demás perciben como irritantes y carentes de fiabilidad han perdido por completo su humanidad. Si nadie puede depositar en ellos su confianza, ¿puede Dios confiar en ellos? Si despiertan antipatía en los demás, ¿pueden agradarle a Dios? A Dios no le gustan esas personas, las aborrece, y es inevitable que sean descartadas. Como ser humano, uno debe ser honesto y honrar los propios compromisos. Ya estén las acciones que uno desempeñe destinadas a los demás o a Dios, debe mantener su palabra. Cuando alguien se ha ganado la confianza de la gente y puede satisfacer y reafirmar a Dios, entonces es una persona relativamente honesta. Si eres de fiar en tus acciones, no solo les gustarás a los demás, sino que no cabe duda de que le vas a gustar también a Dios. Al ser un individuo honesto, puedes complacer a Dios y vivir con dignidad. Por tanto, la honestidad debe ser el punto de partida de la propia conducta.

¿Cuál es la práctica más importante para un individuo honesto? El acto de abrirle el corazón a Dios. Pero ¿qué significa abrirse? Significa compartir con Él tus pensamientos, tus intenciones y todo lo que te gobierna, y luego buscar la verdad de Dios. Él lo ve todo con excepcional claridad, con independencia de lo que reveles. Si puedes expresarle a Dios tus propios sentimientos, sincerarte con Él respecto a las cosas que les ocultas a los demás, enunciarlas claramente sin esconder nada, y expresar tus pensamientos tal y como son, sin ninguna intención, eso es ser abierto. A veces, hablar con honestidad puede hacer daño u ofender a los demás. En tales casos, ¿acaso alguien diría: “Hablas con demasiada honestidad, es demasiado doloroso y no puedo aceptarlo”? No. Aunque digas de vez en cuando cosas que de verdad hacen daño a los demás, si te sinceras y te disculpas, si reconoces que tus palabras carecían de sabiduría y que fuiste insensible con su debilidad, reconocerán que no tienes malas intenciones. Entenderán que eres una persona honesta que simplemente comunica de una manera un tanto directa y falta de tacto. No discutirán contigo y, en el fondo, les agradarás. De este modo, ¿pueden existir barreras entre vosotros? Si no existen barreras, se pueden evitar los conflictos y los problemas pueden resolverse con presteza, permitiéndote vivir en un estado de liberación y relajación. Esto es lo que significa que “solo la gente honesta puede vivir feliz”. Lo más importante de ser una persona honesta es sincerarte primero ante Dios y luego aprender a abrirte a los demás. Habla con honestidad, con sinceridad y desde el corazón. Esfuérzate por ser una persona digna, con talante e integridad, evita hablar usando cumplidos vacíos o de manera taimada, y abstente de expresarte de forma engañosa o equívoca. Otro aspecto de ser una persona honesta es cumplir con tu deber desde una postura y con un corazón honestos. Como poco, confía en tu conciencia para guiar tus acciones, esfuérzate por atenerte a los principios-verdad y por cumplir con los requerimientos de Dios. No basta con reconocer estas cosas solo de palabra, y limitarte a adoptar cierta postura no significa que estés practicando la verdad. ¿Dónde queda ahí la realidad de ser una persona honesta? Limitarse a entonar consignas sin tener la realidad no es suficiente. Al escrutar a cada individuo, Dios no solo observa su corazón, sino también sus acciones, conductas y prácticas. Si aseguras que deseas ser una persona honesta pero cuando te sucede algo sigues siendo capaz de mentir y engañar, ¿acaso es esa la conducta de una persona honesta? No, eso es decir una cosa, pero querer decir otra. Dices una cosa y haces otra, engañas a los demás descaradamente y actúas como un santurrón. Eres igual que los fariseos, que podían recitar las escrituras del derecho y del revés mientras se las explicaban a la gente, pero les resultaba imposible practicar de acuerdo con ellas cuando les ocurría algo. Siempre les impulsaba un deseo por los beneficios del estatus, no estaban dispuestos a renunciar a su fama, su ganancia y su estatus. Los fariseos eran así de hipócritas. No caminaban por la senda correcta, la suya no era la adecuada, y Dios detesta a los de su clase. ¿Puede el resto de la gente confiar en tales individuos? (No). ¿Sabéis en qué nivel se halla ahora mismo la confianza que tiene Dios en vosotros? ¿Os habéis ganado la confianza de Dios? (No). ¿Os habéis ganado la confianza de otras personas? (No). ¿Estáis viviendo con dignidad si no os habéis ganado la confianza de Dios ni la de otras personas? (No). ¡Qué manera más penosa de vivir! La pena más profunda de un ser humano es vivir sin dignidad y ser incapaz de ganarse la confianza de otros y de Dios. Si alguien te hiciera preguntas como estas: “¿Qué piensan de ti los demás? ¿Pueden confiar en ti? Si se te encomienda una tarea, ¿creen que la harás bien?”, es posible que sintieras que nadie deposita en ti ese nivel de confianza. Si crees que posees un corazón sincero, y sin embargo la gente no confía en ti, eso indica que tu sinceridad sigue teniendo carencias y es impura. ¿Se puede infundir confianza si los demás no perciben tu sinceridad? La mera creencia en tu propia sinceridad no es suficiente, debes practicarla y demostrarla para que otros sean testigos de ella. Si nadie confía en ti, entonces ciertamente no eres una persona honesta. Teniendo en cuenta que los demás pueden desentrañar tu falta de honestidad y Dios escruta lo más profundo del corazón de las personas con una claridad cien o mil veces mayor que un ser humano, ¿de verdad crees que Dios va a confiar en ti? Si notas que te sientes agraviado por Su falta de confianza hacia ti, debes reflexionar sobre ti mismo y evaluar el nivel y la profundidad de tu sinceridad. Medita esto: “Dios escruta las profundidades del corazón de las personas y debe saber lo que pienso. Si tuviera que valorarme a mí mismo en base a mis conductas, no me daría una nota muy alta. Es normal que Dios no confíe en mí”. Si no te has ganado la confianza de Dios ni la de los demás, ¿cuál debe ser tu plan de acción? Debes entrar en la verdad de ser una persona honesta, con independencia de los desafíos que pueda representar. Si eres incapaz de hacer eso, no podrás lograr la salvación.

La exigencia de honestidad que hace Dios es de extrema importancia. ¿Qué debes hacer si experimentas muchos fracasos en el transcurso de la práctica de la honestidad y te parece extremadamente difícil? ¿Debes volverte negativo y echarte atrás, y abandonar tu práctica de la verdad? Este es el indicativo más claro de si una persona ama o no la verdad. Tras practicar con honestidad durante cierto tiempo, algunos individuos piensan: “Ser honesto es demasiado difícil, no puedo soportar el daño que le causa a mi vanidad, mi orgullo y mi reputación”. En consecuencia, ya no quieren seguir siendo honestos. En realidad, aquí es donde radica el desafío de ser una persona honesta, y la mayoría de los individuos se atascan en este punto y son incapaces de experimentarlo. Entonces, ¿qué se requiere para la práctica de ser una persona honesta? ¿Qué clase de persona es capaz de practicar la verdad? Ante todo, uno debe amar la verdad. Tienes que ser una persona que ame la verdad, eso seguro. Algunos consiguen resultados reales después de varios años experimentando la práctica de la honestidad. Reducen poco a poco sus mentiras y engaños y, desde luego, se vuelven fundamentalmente personas honestas. ¿Puede ser que, durante su experiencia de práctica de la honestidad, no se enfrentaran a dificultades ni sufrieran durante el proceso? Padecieron sin duda gran cantidad de sufrimiento. Dado que amaban la verdad, pudieron sufrir al practicarla, insistir en hablar con sinceridad y hacer cosas prácticas, ser personas honestas y al final obtener la bendición de Dios. Para ser una persona honesta, uno debe amar la verdad y poseer un corazón sumiso a Dios. Estos dos factores tienen una enorme importancia. Todos aquellos que aman la verdad tienen un corazón amante de Dios. Y a los que aman a Dios les resulta especialmente fácil practicar la verdad y pueden soportar todo tipo de sufrimientos a fin de satisfacer a Dios. Si alguien tiene un corazón amante de Dios, cuando su práctica de la verdad se topa con humillaciones, reveses y fracasos, podrá soportar tal humillación y el sufrimiento de satisfacer a Dios, siempre y cuando Él quede complacido. Por tanto, son capaces de poner la verdad en práctica. Por supuesto, practicar cualquier aspecto de la verdad conlleva cierto grado de dificultad, y ser una persona honesta es incluso más difícil. La mayor dificultad es el obstáculo de las actitudes corruptas propias. Todos los humanos tienen actitudes corruptas y viven según las filosofías satánicas. Fíjate por ejemplo en los dichos “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” o “No se pueden lograr grandes hazañas sin decir mentiras”. Ambos son ejemplos de una filosofía satánica y de un carácter corrupto. La gente recurre a contar mentiras para hacer las cosas, obtener ventajas personales y lograr sus objetivos. No es fácil ser una persona honesta cuando uno posee esta clase de carácter corrupto. Uno debe orarle a Dios y confiar en Él, y hacer frecuente introspección y llegar a conocerse a sí mismo, a fin de poco a poco rebelarse contra la carne, renunciar a los intereses personales y abandonar la vanidad y el orgullo. Asimismo, uno debe soportar distintas clases de difamación y juicio antes de poder convertirse en una persona honesta capaz de decir la verdad y abstenerse de contar mentiras. Durante el periodo en el que uno practica ser una persona honesta, resulta inevitable encontrarse con muchos fallos y momentos en los que se revela la corrupción propia. Habrá momentos en los que las palabras y los pensamientos no se correspondan, u otros de falsedad y engaño. Sin embargo, con independencia de lo que te ocurra, si quieres decir la verdad y ser una persona honesta, debes ser capaz de desprenderte de tu orgullo y vanidad. Cuando no entiendas algo, di que no lo entiendes; cuando no tengas algo claro, di que no es así. No temas que los demás te menosprecien o infravaloren. Si hablas consistentemente desde el corazón y dices la verdad de este modo, encontrarás la alegría, la paz y una sensación de libertad y liberación en tu corazón, y la vanidad y el orgullo ya no te constreñirán. Da igual con quién interactúes, si puedes expresar lo que piensas de verdad, ábrele el corazón a los demás y no pretendas saber cosas que no sabes, esa es la postura honesta. A veces, la gente puede menospreciarte y llamarte necio porque siempre dices la verdad. ¿Qué debes hacer en tal situación? Debes decir: “Aunque todo el mundo me llame necio, decido ser una persona honesta y no alguien taimado. Hablaré con la verdad y según los hechos. Aunque soy repugnante, corrupto y no valgo nada ante Dios, seguiré contando la verdad sin fingir ni disfrazarme”. Si hablas de este modo, tu corazón estará en calma y en paz. Para ser una persona honesta, debes desprenderte de tu vanidad y tu orgullo, y para hablar de la verdad y expresar tus verdaderos sentimientos, no debes temer el ridículo y el desprecio de los demás. Aunque otros te traten como a un necio, no debes discutir ni defenderte. Si eres capaz de practicar la verdad de este modo, puedes convertirte en una persona honesta. Si te resulta imposible desprenderte de las preferencias carnales y de la vanidad y el orgullo, si buscas constantemente la aprobación de los demás, fingiendo saber lo que no sabes y viviendo en aras de la vanidad y el orgullo, entonces no te puedes convertir en una persona honesta; se trata de una dificultad práctica. Si tu corazón siempre está constreñido por la vanidad y el orgullo, es probable que cuentes mentiras y aparentes lo que no eres. Asimismo, cuando otros te ninguneen o pongan en evidencia tu auténtico ser, te resultará difícil aceptarlo y te parecerá que has sufrido una gran desgracia; te ruborizarás, se te acelerará el corazón y te sentirás agitado e intranquilo. Para resolver este problema, será necesario que padezcas un poco más de dolor y sufras unos cuantos refinamientos más. Necesitarás entender dónde radica la raíz del problema, y una vez que desentrañes estos asuntos, serás capaz de aliviar algo de tu dolor. Cuando hayas entendido a fondo estas actitudes corruptas y seas capaz de deshacerte de tu vanidad y tu orgullo, te resultará más fácil convertirte en una persona honesta. No te importará que otros se burlen de ti cuando digas la verdad o lo que piensas, y por mal que te traten o te juzguen, lo soportarás y responderás con corrección. Estarás entonces libre de sufrimiento, y tu corazón siempre permanecerá pacífico y alegre, y obtendrás libertad y liberación. De este modo, te despojarás de la corrupción y vivirás con semejanza humana.

La gente suelta a menudo tonterías en su vida cotidiana, cuenta mentiras, dice cosas ignorantes y necias, y se pone a la defensiva. La mayoría de estas cosas se dicen en aras de la vanidad y el orgullo, para satisfacer sus propios egos. Decir tales falsedades revela sus actitudes corruptas. Si resolvieras estos elementos corruptos, se purificaría tu corazón y poco a poco te convertirías en alguien más puro y honesto. En realidad, todo el mundo sabe por qué miente. En aras de la ganancia y el orgullo personal, o por vanidad y estatus, tratan de competir con otros y se hacen pasar por algo que no son. Sin embargo, sus mentiras se acaban revelando y los demás las sacan a relucir, y acaban por perder su prestigio, además de su dignidad y su talante. Todo esto viene causado por una excesiva cantidad de mentiras. Estas se han vuelto demasiado numerosas. Cada palabra que dices está adulterada y no es sincera, ni una sola se puede considerar veraz u honesta. Aunque cuando dices mentiras no te parezca que has perdido prestigio, en el fondo, te sientes desgraciado. Tienes cargo de conciencia y una mala opinión de ti mismo, piensas: “¿Por qué llevo una vida tan penosa? ¿Tan difícil es decir la verdad? ¿He de recurrir a las mentiras en aras de mi orgullo? ¿Por qué es tan agotadora mi vida?”. No tienes que vivir una vida tan agotadora. Si puedes practicar ser una persona honesta, podrás llevar una vida relajada, libre y liberada. Sin embargo, has escogido defender tu orgullo y vanidad contando mentiras. En consecuencia, vives una existencia agotadora y desdichada, es algo que te causas a ti mismo. Uno puede obtener un sentimiento de orgullo al contar mentiras, pero ¿en qué consiste eso? Solo es algo vacío y completamente inútil. Contar mentiras significa vender el propio talante y la propia dignidad. Te despoja de tu propia dignidad y de tu talante, desagrada a Dios y Él lo detesta. ¿Merece la pena? No. ¿Es esta la senda correcta? No, no lo es. Aquellos que mienten con frecuencia viven según sus actitudes satánicas, bajo el poder de Satanás. No viven en la luz, no viven en presencia de Dios. Piensas constantemente en cómo mentir y, después de hacerlo, tienes que pensar en cómo tapar esa mentira. Y cuando no la tapas lo bastante bien y queda en evidencia, tienes que devanarte los sesos e intentar aclarar las contradicciones para que sea plausible. ¿Acaso no es agotador vivir de este modo? Es extenuante. ¿Merece la pena? No. Devanarse los sesos para contar mentiras y luego taparlas, todo en aras del orgullo, la vanidad y el estatus, ¿qué sentido tiene nada de eso? Al final, reflexionas y piensas para tus adentros: “¿Qué sentido tiene? Es demasiado agotador contar mentiras y tener que taparlas. Comportarme de este modo no sirve de nada; sería más fácil convertirme en una persona honesta”. Deseas convertirte en una persona honesta, pero no puedes desprenderte de tu orgullo, tu vanidad y tus intereses personales. Por tanto, solo puedes recurrir a decir mentiras para conservar esas cosas. Si eres alguien que ama la verdad, sufrirás distintas adversidades para poder practicarla. Aunque signifique sacrificar tu reputación, tu estatus y aguantar que te ridiculicen y humillen, nada de eso te va a importar; mientras seas capaz de practicar la verdad y satisfacer a Dios, con eso basta. Aquellos que aman la verdad eligen practicarla y ser honestos. Esa es la senda correcta y Dios la bendice. Si una persona no ama la verdad, ¿qué elige? Elige servirse de mentiras para mantener su reputación, su estatus, su dignidad y su talante. Prefieren ser falsos y que Dios los deteste y rechace. Tales personas rechazan la verdad y a Dios. Eligen su propia reputación y estatus; quieren ser taimados. No les importa si Dios está complacido o si los va a salvar. ¿Acaso pueden salvarse aún? Desde luego que no, porque han escogido la senda equivocada. Solo pueden vivir por la mentira y el engaño; solo pueden llevar vidas penosas basadas en decir mentiras, taparlas y devanarse los sesos para protegerse día tras día. Si crees que las mentiras sirven para mantener la reputación, el estatus, la vanidad y el orgullo que anhelas, estás completamente equivocado. En realidad, al contar mentiras no solo no mantienes tu vanidad y orgullo, ni tu dignidad y tu talante sino, lo que es más grave, pierdes la oportunidad de practicar la verdad y ser una persona honesta. Aunque te las arregles para proteger tu reputación, tu estatus, tu vanidad y tu orgullo en ese momento, has sacrificado la verdad y has traicionado a Dios. Esto significa que has perdido por completo la oportunidad de que Él te salve y te perfeccione, lo cual supone una enorme pérdida y un remordimiento de por vida. Aquellos que son taimados nunca entenderán esto.

¿Disponéis en este momento de una senda para ser honestos? Debéis examinar todas vuestras declaraciones y acciones en la vida para poder detectar más mentiras y engaños, y así reconocer vuestro propio carácter taimado. Luego debéis fijaros en cómo practican y experimentan las personas honestas, y aprender algunas lecciones. Además, debéis practicar la aceptación del escrutinio de Dios en todas las cosas, y presentaros a menudo ante Dios para orar y hablar con Él. Digamos que acabas de decir una mentira; de inmediato te das cuenta de que: “Acabo de decir un par de cosas que no son exactas, he de admitirlo enseguida y arreglarlo, hacer saber a todo el mundo que acabo de decir una mentira”. Rectificas en ese momento y lugar. Si siempre rectificas así, y si practicar de este modo se convierte en una costumbre, entonces cada vez que digas una mentira y no la corrijas, te sentirás incómodo, y Dios te ayudará a velar por ello. Practicando y experimentando así durante un tiempo, empezarás a mentir menos, habrá cada vez menos impurezas en tus palabras y tus acciones estarán cada vez menos contaminadas y se volverán más puras; de este modo, te habrás purificado. Esa es la senda para ser honesto. Debes cambiar poco a poco, paulatinamente. Cuanto más cambies, mejor te volverás; cuanto más cambies, más honestas se tornarán tus palabras y cesarás de mentir; ese es el estado correcto. Toda la gente corrupta comparte el mismo problema. Nacen con la capacidad de mentir, y les resulta extremadamente difícil compartir sus pensamientos profundos o hablar con sinceridad. Aunque quieran contar la verdad, no se deciden a hacerlo. Todo el mundo cree que ser honesto es estúpido y necio, creen que solo los idiotas hablan con franqueza, y que es muy probable que una persona salga perdiendo si es completamente transparente con los demás y siempre dice lo que piensa, creen que nadie querrá relacionarse con ella y, en cambio, la desdeñarán. ¿Desdeñaríais a esta clase de persona? ¿Albergáis este punto de vista? (La hubiera desdeñado antes de empezar a creer en Dios, pero ahora admiro a tales personas y pienso que es mejor vivir una vida honesta y simple. Al vivir así, se deposita menos carga en el corazón. De otro modo, después de mentirle a alguien, tengo que tapar esa mentira, y acabo cavando un hoyo cada vez más grande, hasta que al final la mentira queda expuesta). Tanto mentir como dedicarse al engaño son conductas necias y es mucho más sabio limitarse a decir la verdad y hablar desde el corazón. Todo el mundo entiende ahora este problema; si alguien todavía piensa que mentir y dedicarse al engaño es una señal de tener calibre y ser astuto, entonces es increíblemente necio, tiene una ignorancia obcecada y carece de la más mínima verdad. Cualquier persona entrada en años que siga creyendo que los taimados son los más inteligentes y que los honestos son todos necios es un tipo absurdo que no puede desentrañar nada. Todo el mundo vive sus propias vidas, algunos de los que practican a diario la honestidad son felices y no están estresados, y se sienten libres y liberados en su corazón. No les falta nada y llevan vidas cómodas. Todo el mundo disfruta de relacionarse con gente así, y sin duda deberían ser dignos de envidia, ya que tales personas han llegado a entender el significado de la vida. Algunos necios piensan: “Esa persona siempre dice la verdad y la acabaron podando, ¿verdad? Bueno, se lo merecía. Mírame a mí, guardo mis intenciones a buen recaudo y no hablo sobre ellas ni las revelo, así que no me han podado ni he sufrido ninguna pérdida, y tampoco me he avergonzado delante de todo el mundo. ¡Es maravilloso! Aquellos que ocultan sus intenciones, no hablan honestamente con nadie e impiden que los demás sepan lo que están pensando son superiores y poseen una gran inteligencia”. Y sin embargo, cualquiera percibe que son los más taimados y astutos; todo el mundo está siempre en guardia a su alrededor y mantiene las distancias con ellos. Nadie quiere ser amigo de los taimados. ¿Acaso no son estos los hechos? Si una persona es cándida y siempre dice la verdad, si es capaz de abrirle su corazón a los demás y no alberga intenciones dañinas hacia nadie, aunque pueda ocasionalmente parecer ignorante y obrar con necedad, en general se la reconocerá como una buena persona y todo el mundo estará dispuesto a relacionarse con ella. Es un hecho generalmente reconocido que la gente disfruta de beneficios y de una sensación de seguridad cuando se relaciona con personas buenas y honestas. A los creyentes en Dios que son honestos y persiguen la verdad no solo los aman los demás en la iglesia, sino también Dios mismo. En cuanto ganan la verdad, poseen testimonio real y pueden recibir la aprobación de Dios, ¿acaso no les convierte esto en los más bendecidos de todos? Aquellos que entienden un poco de verdad verán este asunto con claridad. En tu comportamiento, debes tratar de ser una persona buena y honesta en posesión de la verdad; de este modo, no solo te amarán los demás, sino que además obtendrás bendiciones de Dios. No importa lo bueno que sea el comportamiento de alguien que sigue las tendencias mundanas, eso no lo convierte en una buena persona. Los que no comprenden esto son necios que todavía no entienden la verdad. Aquellos que la entienden realmente escogen caminar por la senda adecuada en la vida, ser personas honestas y seguir a Dios. Uno solo puede lograr la salvación si hace tales cosas. Esas son las personas más inteligentes de todas.

Para creer en Dios y caminar por la senda correcta en la vida, como mínimo debes vivir con dignidad y semejanza humana, debes ser digno de confianza y se te ha de considerar valioso. Le debe parecer a la gente que en tu talante e integridad hay sustancia, que cumples todo lo que dices y mantienes tu palabra. Se te debe evaluar de la siguiente manera: de ti deben decir que te aseguras de hacer honor a tus palabras, de cumplir lo que prometes, de llevar a cabo lo que se te encomienda de un modo obediente y con todo tu corazón, y a plena satisfacción de la persona que te encomendó la tarea. ¿Acaso no es esta una persona de palabra? ¿No viven con dignidad las personas así? (Sí). Hay algunos a los que nadie se atreve a encomendarles nada. Si otros lo acaban haciendo, es porque no pueden encontrar a nadie más apropiado y son la única opción, y aun así hay que encargarle a alguien que los vigile. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Se trata de alguien con dignidad? (No). Tienes que analizar y examinar todo lo que dicen, has de cuestionarlo y tienes que prestar atención a su tono y buscar confirmación y verificación por parte de la gente que te rodea. Cuando hacen alguna declaración o hablan sobre lo que sea, el nivel de confianza que merecen es casi nulo. Puede que aquello de lo que hablan exista, pero o bien lo exageran o lo minimizan, o tal vez no exista en absoluto y simplemente se lo están inventando. ¿Y por qué se inventan cosas? Porque quieren engañar a la gente, hacerles ver que son brillantes y capaces; ese es su objetivo. ¿Les gustan a los demás semejantes individuos? (No). ¿Cuánto les disgustan? Los aborrecen y menosprecian, e incluso les llega a parecer que sería mejor no haberlos conocido nunca. Cuando están con tales individuos, no confían en nada de lo que dicen ni se lo toman en serio; simplemente conversan sobre temas banales y se dejan llevar por la inercia y hablan de cualquier asunto externo. Ni siquiera cuando tales individuos dicen la verdad confía nadie en ellos. Esta clase de persona es totalmente inútil e inferior, nadie considera que tenga valor. Cuando el comportamiento de una persona ha llegado a este punto, ¿conservan algo de dignidad? (No). Nadie les encomienda nada, nadie confía en ellos, nadie les abre su corazón, nadie cree en lo que dicen; solo les escuchan, eso es todo. Cuando estos individuos dicen: “Te estoy diciendo la verdad esta vez”, nadie les cree ni les presta atención alguna, incluso cuando lo que dicen es cierto. Cuando afirman: “No todo lo que digo es falso, ¿eh?”, la gente contesta: “No me voy a poner a analizar si lo que dices es verdadero o falso. Escucharte hablar resulta agotador. Tengo que analizar y examinar tus motivaciones e intenciones, y eso ya supone demasiada molestia. El tiempo que he pasado haciendo eso lo podría haber empleado en reflexionar sobre un pasaje de las palabras de Dios o para aprender a cantar un himno, cosas de las que obtendría algún beneficio. De hablar contigo no obtengo nada. Ni una sola palabra que dices es verdad y no quiero nada de ti”. Es así como abandonan a estas personas. Hoy en día, oirás a menudo a los no creyentes decir: “¿Quieres oír la verdad o prefieres oír una mentira?”. Nadie quiere oír mentiras. Así, aquellos que siempre cuentan mentiras y prevarican son los más inferiores, no valen nada. Nadie quiere prestarles ninguna atención, nadie quiere asociarse con ellos, y mucho menos abrirles su corazón o ser sus amigos. ¿Poseen tales personas talante o dignidad de cualquier tipo? (No). Todo aquel que se cruza con ellos los aborrece; no se puede confiar en absoluto en sus palabras, sus acciones, su talante y su integridad. Tales individuos no tienen sustancia alguna. ¿Les agradarían a los demás y los respetarían si tuvieran dones y talento? (No). Y entonces, ¿qué necesitan las personas para llevarse bien las unas con las otras? Talante, integridad, dignidad y que se trate de alguien a quien los demás puedan abrir su corazón. Todos aquellos que tienen dignidad poseen un poco de personalidad, a veces no se llevan bien con los demás, pero son honestos, y no hay falsedad ni engaño en ellos. Al final, los otros los acaban teniendo en alta estima porque son capaces de practicar la verdad, son honestos, tienen dignidad, integridad y talante, nunca se aprovechan de nadie, ayudan a otros que tengan problemas, tratan a la gente con conciencia y razón y nunca emiten juicios a la ligera sobre nadie. Cuando evalúan o debaten sobre otras personas, todo cuanto dicen estos individuos es veraz, hablan de lo que saben y no parlotean sobre lo que desconocen, no se pierden en adornos y sus palabras pueden servir como prueba o referencia. Cuando hablan y actúan, aquellos que poseen integridad son relativamente prácticos y dignos de confianza. Nadie considera valiosos a los que carecen de integridad, nadie presta ninguna atención a lo que dicen y hacen, ni considera importantes sus palabras y acciones ni confía en ellos. Esto se debe a que cuentan demasiadas mentiras y dicen muy pocas palabras honestas, a que les falta sinceridad cuando se relacionan con las personas o hacen algo por ellas, a que tratan de embaucar y engañar a todo el mundo, y no gustan a nadie. ¿Os habéis topado con alguien que a vuestros ojos sea digno de confianza? ¿Creéis ser dignos de la confianza de los demás? ¿Pueden otras personas confiar en vosotros? Si alguien te pregunta sobre la situación de otro, eso es algo que no debes evaluar ni juzgar según tu propia voluntad, tus palabras deben ser objetivas, precisas y conformarse a los hechos. Debes hablar sobre lo que entiendas y no sobre cosas de las que te falta perspectiva. Has de ser justo con esa persona. Esa es la manera responsable de actuar. Si solo has observado un fenómeno superficial, y lo que quieres expresar es solo tu juicio particular sobre esta persona, entonces no debes emitir a ciegas un veredicto sobre ella, y desde luego no debes juzgarla. A lo que digas, debes anteponer esto: “Este es mi propio juicio” o “Eso es lo que a mí me parece”. De ese modo, tus palabras serán relativamente objetivas y, tras oír lo que has dicho, la otra persona será capaz de sentir la honestidad en tus palabras y lo justo de tu postura, y podrá confiar en ti. ¿Estáis seguros de que podéis conseguir tal cosa? (No). Eso demuestra que no sois lo bastante honestos con los demás, y que os falta sinceridad y una postura honesta a la hora de comportaros y manejar los asuntos. Digamos que alguien os dice: “Confío en ti, ¿qué piensas sobre esta persona?”. Y respondes: “Es válida”. Te pregunta: “¿Puedes ser más concreto?”, y tú dices: “Se comporta bien, está dispuesta a pagar el precio cuando cumple con su deber y se lleva bien con la gente”. ¿Existe alguna prueba práctica respecto a cualquiera de estos tres enunciados? ¿Son suficientes para servir como prueba del talante de esa persona? No. ¿Eres digno de confianza? (No). Ninguno de estos tres enunciados incluye ningún detalle, solo son palabras genéricas, vacías y superficiales. Si acabaras de conocer a esa persona y dijeras que es válida según las apariencias, entonces eso sería normal. Pero ya llevas algún tiempo en contacto con ella, y deberías haber sido capaz de descubrir algunos problemas sustanciales que pueda presentar. La gente quiere oír cuál es tu estimación y tu punto de vista sobre esa persona en el fondo de tu corazón, pero no dices nada real, que sea clave o fundamental, así que la gente no confiará en ti ni querrá seguir relacionándose contigo.

Cuando te relacionas con los hermanos y hermanas, debes abrirles tu corazón y confiar en ellos para que eso te beneficie. Cuando cumples con tu deber, es incluso más importante abrir tu corazón y confiar en la gente; solo entonces trabajaréis bien juntos. No obstante, si se trata de alguien que no te abre su corazón, que no acepta la verdad, si es una persona muy falsa, entonces sería una necedad abrirle tu corazón, y eso provocaría fácilmente problemas. Deben existir principios en cuanto a cómo te relacionas con los hermanos y hermanas; solo debes abrirte y sincerarte con personas que creen realmente en Dios y son capaces de aceptar la verdad. Si le abres el corazón a gente malvada y a los incrédulos, entonces eres un necio y un ignorante, y te falta sabiduría. Solo debes abrir tu corazón a los hermanos y hermanas que creen realmente en Dios y pueden aceptar la verdad. Esas personas falsas, atolondradas, malvadas e incrédulas, que carecen de cualquier aceptación de la verdad, no son hermanos y hermanas. Hagas lo que hagas, no les abras tu corazón, hacerlo equivaldría a abrírselo a los diablos, y acabaría conduciendo a caer presa de sus planes y trampas. Entre los líderes y obreros los hay que son falsos, de igual modo que existen falsos creyentes e incrédulos entre los propios creyentes. Ninguno de ellos son hermanos y hermanas, así que hagas lo que hagas, no los trates como si lo fueran. Solo son auténticos hermanos y hermanas aquellos de buen corazón y amantes de la verdad, los que pueden aceptar la verdad y ponerla en práctica, y cuando te relaciones con ellos debes abrirles tu corazón, debes sencillamente sincerarte con ellos, y solo entonces os será posible amaros mutuamente y cooperar en armonía mientras cumplís bien con vuestro deber. A veces, al relacionarse dos personas, chocan sus personalidades o tienen entornos familiares, orígenes o condiciones económicas diferentes. Sin embargo, si esas dos personas son capaces de abrirse el corazón mutuamente y del todo sobre sus problemas, comunicarse sin mentiras ni engaños y mostrarse a corazón abierto, de esa forma podrán hacerse amigos de verdad; es decir, íntimos. Cuando la otra persona tenga una dificultad, quizá recurra a ti y a nadie más, y solo confiará en ti para que puedas ayudarla. Incluso si la regañas, no te lo discute, dado que sabe que eres alguien honesto y tienes un corazón sincero. Confía en ti, así que no importa lo que digas o cómo la trates, será capaz de entenderlo. ¿Podéis ser así vosotros? ¿Sois así? Si no lo sois, tú no eres honesto. Al relacionarte con los demás, primero debes hacer que perciban tu corazón veraz y tu sinceridad. Si al hablar, trabajar juntos y establecer contacto con los demás, las palabras de alguien son superficiales, grandilocuentes, amables, aduladoras, irresponsables e imaginarias, o si simplemente habla para buscar el favor del otro, entonces sus palabras carecen de toda credibilidad y no tienen la menor sinceridad. Es su modo de relacionarse con los demás, sean quienes sean. Una persona así no tiene un corazón honesto. No es una persona honesta. Supón que alguien se halla en un estado negativo y te dice con sinceridad: “Dime por qué exactamente soy tan negativo. ¡Es que no lo entiendo!”. Y supongamos que, de hecho, en el fondo comprendes su problema, pero no se lo dices, sino que contestas: “No es nada. No estás siendo negativo; yo también suelo ponerme así”. Estas palabras suponen un gran consuelo para esa persona, pero la postura que adoptas no es sincera. Estás siendo superficial con ella, con tal de que se sienta cómoda y de proporcionarle consuelo, has evitado hablarle con honestidad. No la estás ayudando de veras ni estás exponiéndole claramente su problema, de modo que pueda dejar atrás su negatividad. No has hecho lo que debe hacer una persona honesta. Por intentar consolarla y asegurarte de que no exista ningún distanciamiento o conflicto entre vosotros, has sido superficial con ella, y eso no es ser una persona honesta. Entonces, ¿qué debes hacer en este tipo de situaciones para ser una persona honesta? Has de decirle lo que has visto e identificado: “Te diré lo que he visto y experimentado. Tú decides si tengo o no razón en lo que digo. Si no la tengo, no tienes que aceptarlo. Si la tengo, espero que lo hagas. Si digo algo que te resulte duro de escuchar y te duela, espero que seas capaz de aceptarlo de Dios. Tengo la intención y el objetivo de ayudarte. Veo claro el problema. Ya que te parece que se te ha humillado, y nadie alimenta tu ego y piensas que los demás te menosprecian, que se te está atacando y nunca te habías sentido tan ofendido, no lo aceptas y te vuelves negativo. ¿Qué opinas? ¿Se trata de esto realmente?”. Al oír esto, creen que, efectivamente, así es. Esto es lo que piensas en realidad, pero, si no eres honesto, no lo dices. Dirás: “A menudo también yo me vuelvo negativo”, y cuando la otra persona oye que todo el mundo se vuelve negativo, considera normal serlo ella y, al final, no supera la negatividad. Si eres una persona honesta y la ayudas con una actitud y un corazón honestos, puedes ayudarla a comprender la verdad y a olvidar la negatividad.

La práctica de la honestidad abarca muchos aspectos. En otras palabras, el estándar para ser honesto no se logra simplemente con un solo aspecto; debes estar a la altura en muchos otros antes de poder ser honesto. Algunas personas siempre piensan que basta con no mentir para ser honesto. ¿Es correcto este punto de vista? ¿Ser honesto consiste tan solo en no mentir? No, también tiene que ver con otros aspectos. En primer lugar, no importa a qué te enfrentes, ya sea a algo que hayas visto con tus propios ojos o a algo que otra persona te haya contado, ya sea a la hora de relacionarte con la gente o de resolver un problema, ya sea a la tarea que debas realizar o a algo que Dios te haya encomendado, siempre debes abordarlo con un corazón honesto. ¿Cómo hay que abordar las cosas con un corazón honesto? Di lo que piensas y habla con honestidad; no digas palabras vacías, pomposas o que suenen bonitas, no digas cosas falsas halagadoras o hipócritas, en cambio, di las palabras que hay en tu corazón. Esto es ser alguien honesto. Expresar los verdaderos pensamientos y opiniones que hay en tu corazón: esto es lo que se supone que hacen las personas honestas. Si nunca dices lo que piensas, y las palabras se enconan en tu corazón, y lo que dices no coincide siempre con lo que piensas, eso no es propio de una persona honesta. Por ejemplo, supón que no cumples bien con tu deber, y cuando la gente te pregunta qué pasa, dices: “Quiero cumplir bien con mi deber, pero por diversas razones no lo he hecho”. En realidad, en el fondo de tu corazón sabes que no has sido aplicado, pero no dices la verdad. En vez de eso, buscas todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos y evitar la responsabilidad. ¿Es ese el proceder de una persona honesta? (No). Engañas a la gente y sales del paso diciendo estas cosas. Pero la esencia de lo que hay dentro de ti, de las intenciones que hay en ti, es un carácter corrupto. Si no puedes sacar a la luz y analizar las cosas y las intenciones que hay dentro de ti, no se pueden purificar, y eso no es poca cosa. Debes hablar con la verdad: “He estado postergando un poco el cumplimiento de mi deber. He sido superficial y poco atento. Cuando estoy de buen humor, puedo esforzarme un poco. Cuando estoy de mal humor, aflojo y no quiero esforzarme, y ansío las comodidades de la carne. Así, mis intentos de cumplir con mi deber resultan ineficaces. La situación ha cambiado estos últimos días, y estoy intentando darlo todo, mejorar mi eficiencia y cumplir bien con mi deber”. Esto es hablar desde el corazón. La otra forma de hablar no era desde el corazón. Debido a tu miedo a ser podado, a que la gente descubra tus problemas y te hagan responsable, has buscado todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos, primero haciendo que otras personas dejen de hablar de la situación, y luego trasladando la responsabilidad a fin de evitar ser podado. Este es el origen de tus mentiras. En cualquier caso, parte de lo que digan los mentirosos será seguramente verdad y hechos. Pero algunas cosas clave que dicen contendrán un poco de falsedad y otro poco de sus motivaciones. Por lo tanto, es muy importante discernir y diferenciar lo que es verdadero de lo falso. Sin embargo, esto no es fácil de hacer. Una parte de lo que dicen estará contaminado y adornado, otra parte estará de acuerdo con los hechos y otra los contradirá; con la realidad y la ficción así mezcladas, es difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Este es el tipo de persona más falsa, y la más difícil de identificar. Si no pueden aceptar la verdad o practicar la honestidad, sin duda serán descartados. ¿Qué senda debe elegir la gente entonces? ¿Cuál es el camino para practicar la honestidad? Debéis aprender a decir la verdad y ser capaces de hablar abiertamente sobre vuestros estados y problemas reales. Así es como practica la gente honesta, y tal práctica es correcta. Todas las personas que poseen conciencia y razón están dispuestas a esforzarse por ser honestas. Solo las que son honestas se sienten realmente alegres y tranquilas, y solo practicando la verdad para lograr la sumisión a Dios puede uno disfrutar de la auténtica felicidad.

A medida que las personas experimentan la honestidad, surgen muchos problemas prácticos. A veces hablan sin pensar, cometen deslices momentáneos y dicen una mentira porque los gobierna una motivación o un objetivo equivocados, o la vanidad y el orgullo. En consecuencia, tienen que decir cada vez más mentiras para tapar la anterior. Al final, no tienen el corazón tranquilo, pero no pueden retractarse de esas mentiras, les falta valor para corregir sus errores, para admitir que han mentido, y de este modo tales errores nunca tienen fin. Después, es como si esa persona tuviera siempre una roca oprimiéndole el corazón; siempre quiere buscar una oportunidad de sincerarse, admitir su error y arrepentirse, pero nunca pone esto en práctica. En definitiva, lo piensa y se dice: “Lo enmendaré cuando cumpla con mi deber en el futuro”. Siempre dice que lo va a enmendar, pero nunca lo hace. No es tan sencillo como simplemente pedir disculpas tras mentir. ¿Puedes enmendar el perjuicio y las consecuencias de contar mentiras y engañar? Si en mitad de un fuerte odio hacia ti mismo eres capaz de practicar el arrepentimiento y nunca más vuelves a hacer ese tipo de cosas, entonces puede que recibas la tolerancia y misericordia de Dios. Si hablas con palabras edulcoradas y dices que enmendarás tus mentiras en un futuro, pero en realidad no te arrepientes y luego continúas mintiendo y engañando, entonces te niegas a arrepentirte con una terquedad extrema, y no cabe duda de que serás descartado. Esto lo debería reconocer la gente que posee conciencia y razón. Después de mentir y engañar, no basta con pensar en enmendarse; lo más importante es arrepentirte de verdad. Si deseas ser honesto, entonces debes resolver el problema de tu mentira y tu engaño. Debes decir la verdad y hacer cosas prácticas. A veces decir la verdad puede afectar a tu imagen y causar que se te acabe podando, sin embargo, merecerá la pena haber practicado la verdad y haberte sometido y satisfecho a Dios esa única vez, y será algo que te reconforte. En cualquier caso, al final habrás podido practicar la honestidad, finalmente habrás podido decir lo que hay en tu corazón, sin intentar defenderte ni reivindicarte, y eso es verdadero crecimiento. Con independencia de que te poden o te sustituyan, te mantendrás firme de corazón, dado que no mentiste. Te parece que, puesto que no has cumplido con el deber correctamente, fue justo que se te podara y que te responsabilizaras de ello. Ese es un estado mental positivo. Y sin embargo, ¿cuál será la consecuencia de que engañes? Tras haber engañado, ¿cómo te sentirás por dentro? Incómodo. Siempre te parece que existe culpa y corrupción en tu corazón, siempre te sientes acusado: “¿Cómo he podido mentir? ¿Cómo he podido engañar otra vez? ¿Por qué soy así?”. Te parecerá que no puedes levantar la cabeza, que estás demasiado avergonzado para enfrentarte a Dios. En concreto, cuando Dios bendice a la gente, cuando recibe la gracia, la misericordia y la tolerancia de Dios, más le parece que es vergonzoso engañarle y, en su interior, alberga una mayor sensación de reproche y menos paz y gozo. ¿Qué problema evidencia esto? Que engañar a las personas es la manifestación de un carácter corrupto, es rebelarse y oponerse a Dios, y por eso te acarreará dolor. Cuando mientes y engañas, puede que te parezca haber hablado con mucha inteligencia y tacto, y que no has dado ninguna pequeña pista de tu engaño. Sin embargo, después tendrás una sensación de reproche y acusación que es posible que te persiga toda la vida. Si mientes y engañas intencionada y deliberadamente, y cierto día llegas a darte cuenta de la gravedad de esto, te atravesará el corazón como un cuchillo y no pararás de buscar la ocasión de enmendarte. Y eso es lo que debes hacer, a menos que carezcas de conciencia y nunca hayas vivido acorde a ella, y tampoco poseas humanidad, ni talante ni dignidad. Si tienes un poco de talante y dignidad, y algo de conciencia, cuando te des cuenta de que estás mintiendo y engañando, te parecerá que tu conducta es vergonzosa, que es desgraciada e inferior. Te despreciarás y te detestarás a ti mismo, y abandonarás la senda de las mentiras y el engaño. A los de la calaña de Satanás les falta la conciencia y razón de la humanidad normal; permanecen ajenos y sin inmutarse ante todas las mentiras que dicen, e incluso cuentan con una base teórica para ellas. Aseguran que no se pueden lograr grandes hazañas sin decir mentiras, y por eso se niegan tercamente a arrepentirse. Los que tienen conciencia y razón son diferentes. Esta gente solo ha experimentado la corrupción de Satanás y, aunque revelen actitudes corruptas, no son malvados, tienen sensibilidad a la conciencia, tienen las necesidades de la humanidad normal y los instintos y necesidades de un amor por las cosas buenas, rectas y positivas. Por tanto, cuando sienten que su conciencia les acusa, son capaces de hacer introspección y arrepentirse de veras. Satanás es algo de extrema maldad. No le gustan las cosas positivas, tampoco las buenas, y en su naturaleza solo existen las cosas oscuras y malvadas, solo hay cosas corruptas y maliciosas; no posee humanidad, no posee las necesidades de la humanidad normal y no tiene sensibilidad a la conciencia. Pero las personas son diferentes. Las creó Dios, tienen conciencia y razón. Aquellos con conciencia tienen sensibilidad en su corazón, pueden sentir la acusación y el reproche de sus conciencias cuando intentan engañar a Dios o a otras personas, y ambas cosas les causan dolor. Cuando una persona siente este dolor, cuando siente esta acusación y reproche, su conciencia empieza a ser sensible. Se dan cuenta de que la gente debe ser honesta, y que deben caminar por la senda de perseguir la verdad. Cuando tienen esta necesidad, eso es bueno. Ahora mismo, ¿experimentáis alguna sensación de reproche cuando mentís y engañáis? (Sí). Que sintáis ese reproche demuestra que tenéis algo de sensibilidad a la conciencia y que todavía conserváis algo de esperanza; este es el nivel mínimo de sensibilidad y la clase de conducta que debéis poseer para alcanzar la salvación. Si tu conciencia no siente ningún reproche, eso es problemático, y significa que no tienes humanidad. ¿Sabéis ahora cómo arrepentiros tras mentir y engañar a los demás? Si te niegas con terquedad a arrepentirte, ¿qué consecuencia habrá? Serás irredimible. Ahora todos podéis ver que Dios va a salvar a aquellos que posean conciencia, razón, las necesidades de la humanidad normal, la habilidad para distinguir el bien del mal, amor por las cosas positivas y buenas, odio al mal y la habilidad para aceptar la verdad. Tales personas pueden salvarse.

30 de noviembre de 2017

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