La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III

Nuestras últimas enseñanzas han tenido gran impacto en todos vosotros. Desde ahora, las personas podrán por fin sentir realmente la verdadera existencia de Dios y que Él está ciertamente muy cerca de la humanidad. Aunque las personas pueden haber creído en Dios durante muchos años, nunca han entendido de verdad Sus pensamientos e ideas como lo hacen ahora; ni tampoco han experimentado de verdad Sus acciones, como lo hacen hoy. Se trate de conocimiento o de práctica real, la mayoría de las personas han aprendido algo nuevo y han logrado un mayor entendimiento; se han dado cuenta de lo erróneo de sus propias búsquedas pasadas, de que su experiencia es demasiado superficial, de que hay demasiadas cosas en su experiencia que no están en concordancia con la voluntad de Dios, y de que aquello de lo que más carece el hombre es el conocimiento del carácter de Dios. Por parte del hombre, no es más que un tipo de conocimiento basado en la percepción; elevarse al nivel del conocimiento racional requiere una profundización y un fortalecimiento graduales a través de nuestras experiencias. Antes de entender verdaderamente a Dios, se podría decir de forma subjetiva que los hombres creen en la existencia de Dios en sus corazones, pero no tienen un entendimiento real de preguntas específicas como qué tipo de Dios es Él en verdad, cuál es Su voluntad, cuál es Su carácter y cuál Su actitud real hacia la humanidad. Esto compromete enormemente la fe de las personas en Dios e impide que su fe alguna vez pueda lograr la pureza o la perfección. Aunque estés cara a cara con la palabra de Dios o sientas que has tenido un encuentro con Él a través de tus experiencias, aún no se puede afirmar que lo comprendas por completo. Al no conocer los pensamientos de Dios, lo que Él ama u odia, lo que le enoja y lo que le produce júbilo, no lo entiendes de veras. Tu fe está construida sobre un cimiento de imprecisión e imaginación, con base en tus deseos subjetivos. Sigue estando muy lejos de una creencia auténtica, y tú estás lejos de ser un verdadero seguidor. Las explicaciones de los ejemplos de estas historias de la Biblia han permitido a los seres humanos conocer el corazón de Dios, lo que Él pensaba en cada etapa de Su obra y por qué la llevó a cabo, cuál era Su intención original y Su plan cuando los llevó a cabo, cómo logró Sus ideas y cómo preparó y desarrolló Su plan. A través de estas historias podemos obtener un entendimiento detallado y específico de cada intención específica de Dios y de cada pensamiento real durante los seis mil años de Su obra de gestión, y Su actitud hacia los seres humanos en distintos momentos y en diferentes épocas. Si las personas pueden comprender lo que Dios estaba pensando, cuál era Su actitud y el carácter que reveló a medida que se enfrentó a cada situación, esto puede ayudar a que cada persona tome mayor consciencia de la verdadera existencia de Dios, y sienta así Su practicidad y Su autenticidad. Mi objetivo al contaros estas historias no consiste en que las personas entiendan la historia bíblica y tampoco pretendo ayudarlas a familiarizarse con los versículos de la Biblia o las personas que en ella aparecen, y desde luego no lo hago por ayudarlas a comprender el trasfondo de lo que Dios hizo durante la Era de la Ley. En cambio, lo que quiero es que se entienda la voluntad de Dios, Su carácter y cada pequeña parte de Él, así como lograr un entendimiento y un conocimiento de Dios más auténtico y preciso. De este modo, el corazón de las personas puede, poco a poco, abrirse a Dios, acercarse a Él y comprenderlo mejor a Él, Su carácter, Su esencia y conocer mejor a Dios mismo verdadero.

Conocer el carácter de Dios, y lo que Él tiene y es, puede tener un impacto positivo en las personas. Puede ayudarles a tener mayor confianza en Él, a lograr obedecerle y temerle de verdad. Entonces, dejarán de seguirlo o adorarlo ciegamente. Dios no quiere necios ni aquellos que siguen a tientas a la multitud, sino que quiere un grupo de personas que tengan en su corazón un entendimiento y un conocimiento claros de Su carácter y que puedan actuar como Sus testigos, personas que, por Su hermosura, por lo que Él tiene y es, y por Su carácter justo, jamás lo abandonarían. Como seguidor de Dios, si en tu corazón aún careces de claridad o si existe ambigüedad o confusión sobre la verdadera existencia de Dios, sobre Su carácter y lo que Él tiene y es, así como Su plan para salvar a la humanidad, tu fe no podrá conseguir el elogio de Dios. Él no quiere que este tipo de persona le siga ni que comparezca ante Él, porque alguien así no entiende a Dios ni puede entregarle su corazón, que está cerrado a Él y, así, su fe en Dios está llena de impurezas. Su forma de seguir a Dios solo puede definirse como ciega. Las personas solo pueden lograr una fe verdadera y ser seguidores genuinos si poseen un entendimiento y un conocimiento verdaderos de Dios, que engendre dentro de ellos la verdadera obediencia y el auténtico temor de Dios. Solo así pueden entregarle su corazón y abrirlo a Él. Esto es lo que Dios quiere, porque todo lo que las personas hacen y piensan puede soportar la prueba de Dios y dar testimonio de Él. Todo lo que os comunico respecto al carácter divino de Dios, lo que Él tiene y es, o Su voluntad y Sus pensamientos en todo lo que hace y cualquier perspectiva o ángulo desde el cual os hable al respecto es para ayudaros a estar más seguros de la verdadera existencia de Dios, y para que entendáis y apreciéis de un modo más veraz Su amor por la humanidad y Su preocupación por las personas, así como Su sincero deseo de dirigir y salvar a la humanidad.

Un repaso a los pensamientos, ideas y actos de Dios desde que creó el mundo

Hoy, en primer lugar resumiremos los pensamientos, las ideas y cada movimiento de Dios desde que creó la humanidad. Echaremos un vistazo a la obra que ha llevado a cabo a partir de la creación del mundo y hasta el inicio oficial de la Era de la Gracia. Entonces podremos descubrir cuáles de los pensamientos e ideas de Dios le son desconocidos al hombre y, a partir de ahí, podremos aclarar el orden del plan de gestión de Dios, entender a fondo el contexto en el que la creó, la fuente y el proceso de desarrollo de esta y, asimismo, comprender cabalmente qué resultados quiere obtener de ella, es decir, el núcleo y el propósito de la misma. Para entender estas cosas tenemos que remontarnos a un tiempo lejano, tranquilo y silencioso en el que no había seres humanos…

Dios crea personalmente a la primera persona con vida

Cuando Dios se levantó de Su lecho, Su primer pensamiento fue este: crear a una persona viva, un ser humano vivo y real, alguien con quien vivir y que fuera Su compañero constante; esta persona podría escucharlo y Él podría confiar en ella y hablarle. Entonces, por primera vez, Dios recogió un puñado de tierra y la usó para crear a la primera persona viva según la imagen que había imaginado en Su mente, y a esta criatura humana le puso el nombre de Adán. ¿Cómo se sintió Dios, una vez que tuvo a esta persona viva? Por primera vez, sintió el júbilo de tener a un ser amado, un compañero. También por primera vez sintió la responsabilidad de ser padre y la preocupación que eso acarrea. Esta persona viva le produjo a Dios felicidad y júbilo; se sintió consolado por primera vez. Esto fue lo primero que Dios había logrado con Sus propias manos, y no a través de Sus pensamientos o incluso Sus palabras. Cuando este tipo de ser —una persona viva— estuvo delante de Dios, alguien de carne y hueso, con cuerpo y forma, y capaz de hablar con Él, Dios experimentó un tipo de júbilo que nunca antes había sentido. Sintió de veras Su responsabilidad y este ser viviente no solo le trajo alegría, sino que también cada uno de sus pequeños movimientos conmovieron y alegraron el corazón de Dios. Cuando este ser viviente estuvo delante Suyo, Dios tuvo por primera vez la idea de ganar más personas como aquella. Esta fue la serie de acontecimientos que surgieron a partir de este primer pensamiento que Dios tuvo. Para Él, todos esos sucesos estaban ocurriendo por primera vez, pero en ellos, independientemente de lo que Él sintiera en aquel momento —júbilo, responsabilidad, preocupación—, no había nadie con quien poder compartirlo. Desde ese momento, Dios realmente sintió una soledad y una tristeza como nunca antes. Sintió que el hombre no podía aceptar ni comprender Su amor y Su preocupación, o Sus intenciones en relación a los hombres, de manera que aún había tristeza y dolor en Su corazón. Aunque había hecho estas cosas para el hombre, este no era consciente de ello ni lo entendía. Al margen de la felicidad, del júbilo y el consuelo que el hombre le brindó a Dios, esto pronto trajo consigo Sus primeros sentimientos de tristeza y soledad. Estos eran los pensamientos y los sentimientos de Dios en aquel momento. Mientras Él estaba haciendo todas estas cosas, en Su corazón pasaba del júbilo a la tristeza y de la tristeza al dolor, y estos sentimientos se mezclaban con la ansiedad. Todo lo que Él quería hacer era apresurarse para hacerle saber a esta persona, a esta humanidad, lo que había en Su corazón y que ella entendiera cuanto antes Sus intenciones. Así, estas personas podrían convertirse en Sus seguidores y compartir Sus pensamientos y estar de acuerdo con Su voluntad. Ya no se quedarían sin palabras luego de escuchar hablar a Dios; ya dejarían de ignorar cómo unirse a Él en Su obra; sobre todo, ya no serían personas indiferentes a los requisitos divinos. Estas primeras cosas que Dios hizo están llenas de sentido y encierran gran valor para Su plan de gestión y para los seres humanos, hoy.

Después de crear todas las cosas y a la humanidad, Dios no descansó. Estaba impaciente y ansioso por realizar Su gestión y ganar de entre los hombres a aquellas personas a las que tanto amaba.

Dios lleva a cabo una serie de obras sin precedentes en la época de la Era de la Ley

A continuación, poco después de que Dios creara a los seres humanos, vemos en la Biblia que hubo un gran diluvio en todo el mundo, en cuyo relato se menciona a Noé; se puede decir que Noé fue la primera persona en recibir el llamado de Dios para que obrara con Él y para que completara una tarea de Dios. Por supuesto, también fue la primera vez que Dios le pidió a alguien sobre la tierra que hiciera algo según Su mandamiento. Una vez acabó Noé de construir el arca, Dios inundó por primera vez la tierra. Cuando Dios destruyó la tierra con el diluvio, fue la primera vez, desde que había creado a los seres humanos, que se sintió abrumado de indignación hacia ellos; esto fue lo que obligó a Dios a tomar la dolorosa decisión de destruir a esta raza humana mediante un diluvio. Luego de que el diluvio destruyera la tierra, Dios estableció Su primer pacto con los seres humanos: un pacto para demostrar que nunca más volvería a destruir el mundo con un diluvio. La señal de este pacto fue el arcoíris. Fue el primer acuerdo de Dios con la humanidad, de modo que el arcoíris fue la primera señal de un pacto hecho por Dios; el arcoíris es algo real y físico que existe. Es la existencia misma del arcoíris lo que hace que Dios sienta a menudo tristeza por la anterior raza humana que perdió, y sirve de recordatorio constante para Él de lo que les sucedió… Dios no retardaría su paso; estaba impaciente y ansioso por pasar a la siguiente etapa de Su gestión. Posteriormente, Abraham fue el primero que escogió para realizar Su obra en todo Israel. Fue también la primera vez que Dios escogió un candidato así. Dios decidió empezar a llevar a cabo Su obra de salvar a la humanidad a través de esta persona, y decidió continuar con Su obra entre los descendientes de Abraham. En la Biblia se puede ver que esto es lo que Dios hizo con Abraham. A continuación, Dios convirtió a Israel en la primera tierra escogida e inició Su obra de la Era de la Ley por medio de Su pueblo elegido, los israelitas. Una vez más y por vez primera, Dios les proporcionó a los israelitas las normas y leyes específicas que la humanidad debería seguir, y se las explicó en detalle. Esta era la primera vez que Dios les daba a los seres humanos normas tan específicas y estandarizadas sobre cómo ofrecer sacrificios, cómo vivir, lo que debían hacer y lo que no, cuáles festividades y días debían observar y qué principios debían seguir en todo lo que hicieran. Esta era la primera vez que Dios le daba a la humanidad normativas y principios tan detallados y estandarizados sobre cómo conducirse en la vida.

Siempre que digo “la primera vez”, se refiere a un tipo de obra que Dios nunca antes había realizado. Se refiere a una obra que no existía con anterioridad, e incluso aunque Dios hubiera creado a la humanidad y a todos los tipos de criaturas y cosas vivientes, este es un tipo de obra que jamás había llevado a cabo. Toda esta obra implicaba la gestión divina de la humanidad; estaba relacionada con las personas y con Su salvación y la gestión de ellas. Después de Abraham, Dios volvió a hacer algo por primera vez: eligió a Job para que fuera alguien que viviera bajo la ley y resistiera las tentaciones de Satanás, temiendo todavía a Dios, apartándose del mal y siendo testigo de Él. Esta también fue la primera vez que Dios le permitió a Satanás tentar a una persona, y la primera vez que los dos hicieron una apuesta. Al final, por primera vez, Dios consiguió a alguien que, enfrentando a Satanás, fuera capaz de mantenerse firme en su testimonio y fuera capaz de ser testimonio para Dios, alguien que pudiera avergonzar por completo a Satanás. Desde que Dios había creado a la humanidad, esta fue la primera persona conseguida por Él que fue capaz de dar testimonio Suyo. Una vez obtenido este hombre, Dios sintió aún más ganas de continuar Su gestión y de llevar a cabo la siguiente etapa de Su obra, preparando el lugar y las personas que elegiría para esta siguiente etapa.

Después de hablar sobre todo esto, ¿entendéis de veras la voluntad de Dios? Él ve esta instancia de Su gestión de la humanidad, de Su salvación de la humanidad, como lo más importante de todo. No solo hace estas cosas con Su mente o con Sus palabras y, desde luego, no lo hace de manera casual; para todas estas cosas tiene un plan, una meta, principios y Su voluntad. Es evidente que esta obra para salvar a la humanidad tiene una gran relevancia, tanto para Dios como para el hombre. No importa la dificultad de la obra ni lo grandes que sean los obstáculos, ni lo débiles que sean los seres humanos, ni lo profunda que sea la rebeldía de la humanidad; nada de esto es difícil para Dios. Él trabaja mucho, dedicando Sus meticulosos esfuerzos y gestionando la obra que Él mismo quiere llevar a cabo. Asimismo, lo dispone todo y ejerce Su soberanía sobre todas las personas sobre las que obrará y toda la obra que quiere completar; nada de esto se ha hecho antes. Es la primera vez que Dios ha usado estos métodos y pagado un precio tan grande por este importante proyecto de gestión y salvación de la humanidad. Aunque Dios está llevando a cabo esta obra, le está expresando y revelando a la humanidad, poco a poco y sin reservas, Sus meticulosos esfuerzos, lo que Él tiene y es, Su sabiduría y Su omnipotencia, y cada aspecto de Su carácter. Él revela y expresa estas cosas como nunca antes. Así, en todo el universo, aparte de las personas a las que Dios se propone dirigir y salvar, nunca ha habido criaturas tan cercanas a Dios, que hayan tenido una relación así de íntima con Él. En Su corazón, la humanidad, la cual Él quiere dirigir y salvar, es lo más importante y Él la valora por encima de todo lo demás. Aunque haya pagado un gran precio por ella y aunque se sienta continuamente herido por ella y vea que le desobedecen, jamás la abandona y continúa incansablemente Su obra, sin quejas ni remordimientos. Esto se debe a que Él sabe que, tarde o temprano, las personas despertarán gracias a Su llamado y se conmoverán con Sus palabras, reconocerán que Él es el Señor de la creación y regresarán a Su lado…

Después de oír todo esto hoy, es posible que sintáis que todo lo que Dios hace es muy normal. Se diría que los seres humanos siempre han percibido algo de las intenciones de Dios para ellos en Sus palabras y en Su obra, pero siempre existe una cierta distancia entre los sentimientos o el conocimiento del hombre y lo que Dios está pensando. Por eso creo que es necesario comunicar a todas las personas sobre la razón por la cual Dios creó a la humanidad, y el trasfondo subyacente a Su deseo de ganar a la humanidad que Él esperaba. Es necesario compartir esto con todos, para que les quede claro y lo entiendan de corazón. Todo el pensamiento y la idea de Dios, así como toda fase y periodo de Su obra, están vinculados y estrechamente ligados a la totalidad de Su obra de gestión, entonces, cuando uno entiende Sus pensamientos, Sus ideas y Su voluntad en cada paso de Su obra, esto equivale a comprender cómo surgió la obra de Su plan de gestión. Tu entendimiento de Dios se profundiza sobre este cimiento. Aunque todo lo que mencioné con anterioridad sobre lo que Dios hizo cuando creó el mundo al comienzo ahora parezca mera “información”, irrelevante en la búsqueda de la verdad, a lo largo de tu experiencia llegará un día en el que no pensarás que esto es tan solo un poco de información o simplemente algún tipo de misterio. A medida que tu vida progrese, una vez que Dios tenga cierto lugar en tu corazón, o una vez que entiendas más cabalmente y de un modo más profundo Su voluntad, comprenderás de verdad la importancia y la necesidad de lo que estoy hablando hoy. No importa hasta dónde aceptéis esto hoy; todavía es necesario que entendáis y sepáis estas cosas. Cuando Dios hace algo, cuando lleva a cabo Su obra, independientemente de que lo haga con Sus ideas o con Sus propias manos, a pesar de que sea la primera vez que lo hace o la postrera, en última instancia, Dios tiene un plan y Sus propósitos y Sus pensamientos están en todo lo que Él realiza. Estos propósitos y pensamientos representan Su carácter y expresan lo que Él tiene y lo que es. Todas las personas tienen que comprender estas dos cosas: el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Una vez que se entiende Su carácter y lo que Él es y tiene, se podrá tomar poco a poco consciencia de por qué Dios hace lo que hace y dice lo que dice. A partir de ahí, se puede tener más fe para seguir a Dios, para perseguir la verdad y un cambio de carácter. Esto quiero decir que, el entendimiento que tiene el hombre sobre Dios y su fe en Él son cosas inseparables.

Si las personas obtienen conocimiento y llegan a comprender el carácter de Dios y lo que Él tiene y es, entonces lo que obtendrán será la vida que procede de Dios. Una vez que esta vida se haya forjado en ti, tu temor de Dios se hará cada vez mayor. Esto se logra de manera muy natural. Si no quieres comprender ni saber nada sobre el carácter o la esencia de Dios; si ni siquiera deseas reflexionar ni centrarte en estas cosas, puedo decirte con seguridad que la forma en que estás buscando hoy tu fe en Dios jamás te permitirá cumplir con Su voluntad, ni conseguir Su elogio. Es más, no podrás alcanzar verdaderamente la salvación; estas son las consecuencias finales. Cuando las personas no comprenden a Dios y no conocen Su carácter, su corazón no puede abrirse jamás de veras a Él. Una vez hayan entendido a Dios, empezarán a apreciar y a saborear, con interés y fe, lo que hay en Su corazón. Cuando aprecias y saboreas lo que hay en el corazón de Dios, tu corazón se abre a Él gradualmente, poco a poco. Al hacerlo, sentirás lo vergonzosos y despreciables que eran tus intercambios con Dios, lo que le exigías a Dios y tus propios deseos extravagantes. Cuando tu corazón se abra de veras a Dios, verás que el Suyo es un mundo tan infinito y entrarás en una esfera que nunca antes has experimentado. Allí no hay engaño, no hay astucia, no hay oscuridad, ni maldad. Solo hay sinceridad y fidelidad; solo luz y rectitud; solo justicia y amabilidad. Está lleno de amor y cuidado, de compasión y tolerancia, y a través de él sientes la felicidad y el júbilo de estar vivo. Estas cosas son las que Dios te revela cuando le abres el corazón a Él. Ese mundo infinito está lleno de la sabiduría de Dios y de Su omnipotencia; de Su amor y de Su autoridad. Aquí puedes ver cada aspecto de lo que Dios tiene y es, de lo que le produce júbilo, de por qué se preocupa y se entristece, de por qué se enoja… Esto es lo que puede ver cada persona que abre su corazón y le permite entrar. Él solo puede entrar en tu corazón si se lo abres. Solo puedes ver lo que Dios tiene y es, y cuáles son Sus intenciones para ti si Él ha entrado en tu corazón. En ese momento descubrirás que todo lo que tiene que ver con Dios es muy precioso, que lo que Él tiene y es, es muy digno de valorar. Comparados con esto, las personas que te rodean, los objetos y los acontecimientos de tu vida y hasta tus seres queridos, tu pareja y las cosas que amas, apenas merecen ser mencionados. Son tan pequeños y precarios; sentirás que no habrá objeto material que pueda ser capaz de volver a atraerte ni ninguno que pueda volver a seducirte para que pagues un precio por él. En la humildad de Dios verás Su grandeza y Su supremacía. Además, en algo que Él haya hecho y que antes te había parecido bastante pequeño, verás Su infinita sabiduría y Su tolerancia, y contemplarás la paciencia, la indulgencia que tiene contigo y cómo te comprende. Esto engendrará en ti adoración hacia Él. En ese día, sentirás que la humanidad está viviendo en un mundo tan sucio que las personas que están a tu lado y las cosas que suceden en tu vida, y hasta aquellos a quienes amas, el amor de ellos por ti y su pretendida protección o su preocupación por ti ni siquiera son dignas de mencionar; solo Dios es tu amado y solo a Él es a quien más valoras. Cuando llegue el día, sé que habrá algunos que dirán: ¡El amor de Dios es tan grande y Su esencia tan santa! En Dios no hay astucia ni maldad, ni envidia, ni lucha, sino solo justicia y autenticidad, y los seres humanos deberían anhelar todo lo que Dios tiene y es. Tendrían que luchar por ello y aspirar a ello. ¿Sobre qué base se fundamenta la capacidad de la humanidad para lograr esto? Se apoya en el entendimiento que tienen del carácter de Dios y de Su esencia. Por tanto, entender el carácter de Dios y lo que Él tiene y es supone una lección de vida para cada persona; es un objetivo de vida a ser logrado por cada persona que se esfuerza por cambiar su carácter y por conocer a Dios.

La primera vez que Dios se hace carne para obrar

Acabamos de hablar sobre toda la obra que Dios llevó a cabo, la serie de obras sin precedentes que Él realizó. Cada una de ellas es relevante para el plan de gestión y la voluntad de Dios. También lo son para el propio carácter de Dios y Su esencia. Si queremos entender más de lo que Dios tiene y es, no podemos detenernos en el Antiguo Testamento o en la Era de la Ley, sino que es necesario que avancemos siguiendo los pasos de Dios en Su obra. Por tanto, cuando Dios puso fin a la Era de la Ley y dio comienzo a la Era de la Gracia, dejó que nuestros propios pasos lo siguieran a esta era, un tiempo lleno de gracia y redención. En ella, Dios volvió a hacer algo muy importante que jamás se había realizado antes. La obra en esta nueva era, tanto para Dios como para la humanidad, fue un nuevo punto de partida. Este nuevo inicio fue otra nueva obra que Dios hizo y que jamás había sido realizada con anterioridad. Fue algo sin precedentes, algo que excedió el poder de la imaginación de los seres humanos y de todas las criaturas. Es algo que ahora todo el mundo conoce muy bien: fue la primera vez que Dios se convirtió en un ser humano y que comenzó una nueva obra bajo la forma de un hombre y con la identidad de un hombre. Esta nueva obra significó que Dios había acabado Su obra en la Era de la Ley y que ya no haría ni diría nada bajo la ley. Tampoco diría ni llevaría nada a cabo según la forma de ley ni según los principios o las normas de la ley. Es decir, toda Su obra basada en la ley se detuvo para siempre y no continuaría, porque Dios quiso empezar una nueva obra y hacer cosas nuevas. Una vez más, Su plan tenía un nuevo punto de partida, de manera que Dios tuvo que dirigir a la humanidad a la era siguiente.

La esencia de cada persona determinaría si estas noticias eran felices o fatídicas. Se podría decir que para algunos estas no eran noticias felices, sino fatídicas, porque cuando Dios inició Su nueva obra, los que solo seguían las leyes, las reglas y las doctrinas, pero no temían a Dios, tendían a usar Su antigua obra para condenar la nueva. Para estas personas, las noticias eran fatídicas. Sin embargo, para todo aquel que fuera inocente y franco, sincero a Dios y dispuesto a recibir Su redención, Su primera encarnación fue una noticia muy feliz. Porque desde que los seres humanos fueron traídos a la existencia, esta fue la primera vez que Dios había aparecido y vivido entre la humanidad en una forma que no era la del Espíritu; esta vez, había nacido de un ser humano y vivía entre las personas como el Hijo del hombre y trabajaba en medio de ellos. Esta “primera vez” rompió las nociones de las personas; superó toda lo imaginado. Además, todos los seguidores de Dios obtuvieron un beneficio tangible. Dios no solo acabó con la era antigua, sino que también puso fin a Sus antiguos métodos y a Su modo de obrar. Ya no les pidió a Sus mensajeros que transmitieran Su voluntad, no se escondió más en las nubes ni se apareció o habló a los seres humanos de forma autoritaria por medio del trueno. A diferencia de cualquier otra cosa anterior, mediante un método inimaginable para los seres humanos que les resultaba difícil de entender o aceptar —al hacerse carne—, se convirtió en el Hijo del hombre para dar inicio a la obra de esa era. Este acto de Dios tomó totalmente desprevenida a la humanidad; los hizo avergonzarse, porque Dios había vuelto a empezar una nueva obra que nunca antes había llevado a cabo. Hoy, echaremos un vistazo a la nueva obra que Dios realizó en la nueva era y consideraremos qué podemos aprender de esta obra nueva en relación al carácter de Dios y a lo que Él tiene y es.

Las que siguen son palabras registradas en el Nuevo Testamento de la Biblia:

1. Jesús arranca espigas para comer el sabbat

Mateo 12:1 Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer.

2. El Hijo del hombre es el Señor del sabbat

Mateo 12:6-8 Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo.*

Echemos primero una mirada a este pasaje: “Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer”.

¿Por qué he escogido este pasaje? ¿Qué relación guarda con el carácter de Dios? En este texto, lo primero que sabemos es que era el día de reposo, pero el Señor Jesús salió y llevó a Sus discípulos por los campos de maíz. Y lo más “traicionero” es que incluso “empezaron a arrancar espigas y a comer”. En la Era de la Ley, la ley de Jehová Dios estipulaba que las personas no podían salir de manera informal ni participar en actividades en Sabbat: había muchas cosas que no se podían hacer en Sabbat. Esta acción por parte del Señor Jesús fue desconcertante para quienes habían vivido bajo la ley durante largo tiempo, y hasta provocó críticas. Por ahora dejaremos de lado la confusión y cómo hablaban sobre lo que Jesús había hecho y analizaremos primero por qué el Señor Jesús escogió, entre todos los días, hacer esto en el día de reposo, y qué quiso comunicar, por medio de esta acción, a los que vivían bajo la ley. Sobre la conexión entre este pasaje y el carácter de Dios es que quiero hablar.

Cuando el Señor Jesús vino, usó Sus actos prácticos para decirles a las personas que Dios se había marchado de la Era de la Ley y había comenzado una nueva obra; y que esta no requería la observancia del Sabbat. La salida de Dios de los límites del día de reposo solo fue un anticipo de Su nueva obra; la verdadera gran obra estaba por venir. Cuando el Señor Jesús empezó Su obra, ya había dejado atrás los “grilletes” de la Era de la Ley y se había abierto paso entre las normas y los principios de esa era. En Él no había rastro de nada relacionado con la ley; la había desechado por completo y ya no la observaba; ya no requería que la humanidad la acatara. De modo que aquí ves que el Señor Jesús atravesó los maizales en el día de reposo y que el Señor no descansó; estuvo trabajando, no descansando. Este acto Suyo fue una conmoción para las nociones de las personas y comunicó que Él ya no vivía bajo la ley; que Él había abandonado los límites del Sabbat y apareció ante la humanidad y en medio de ellos con una nueva imagen, con una nueva forma de obrar. Este acto Suyo les dijo a las personas que Él había traído consigo una nueva obra que dio inicio cuando dejó de actuar según la ley y cuando se apartó del día de reposo. Cuando Dios llevó a cabo Su nueva obra, dejó de aferrarse al pasado y ya no se preocupó más por la normativa de la Era de la Ley. Tampoco le afectó Su obra en la era anterior, sino que, en cambio, obró durante el día de reposo, tal como lo hacía en los demás días, y cuando Sus discípulos tuvieron hambre en el Sabbat, pudieron arrancar espigas de maíz para comer. Todo aquello era muy normal a los ojos de Dios. Para Él, estaba permitido tener un nuevo comienzo en cuanto a la obra nueva que quería hacer y las nuevas palabras que quería decir. Cuando Él comienza algo nuevo, no menciona Su obra previa ni la continúa. Como Dios tiene Sus principios en Su obra, cuando quiere empezar una nueva obra es cuando quiere llevar a la humanidad a una nueva etapa de Su obra y cuando Su obra ha de entrar en una fase superior. Si las personas siguen actuando según los antiguos dichos o normas, o siguen aferrados a ellos, Él no lo recordará ni lo aprobará. Esto se debe a que ya ha introducido una nueva obra y ha entrado en una nueva fase de Su obra. Cuando inicia una nueva obra, se aparece a la humanidad con una imagen completamente nueva, desde un ángulo totalmente nuevo y de un modo plenamente nuevo para que las personas puedan ver distintos aspectos de Su carácter y lo que Él tiene y es. Esta es una de Sus metas en cuanto a Su nueva obra. Dios no se aferra a lo antiguo ni toma el camino frecuentado; cuando obra y habla no es tan prohibitivo como los seres humanos imaginan. En Dios, todo es libre y está liberado, y no hay prohibición ni limitaciones: lo que Él le trae a la humanidad es libertad y liberación. Es un Dios vivo, que existe genuina y verdaderamente. No es una marioneta ni una escultura de arcilla y es absolutamente diferente a los ídolos que las personas consagran y adoran. Está vivo y vibrante, y lo que Sus palabras y Su obra aportan a la humanidad es todo vida y luz, libertad y liberación, porque Él es la verdad, la vida y el camino; Él no está restringido por nada en ninguna parte de Su obra. Independientemente de lo que digan las personas y de cómo vean o valoren Su nueva obra, Él la realizará sin reparos. No se preocupará por las nociones de nadie ni por los dedos señalando Su obra y Sus palabras, o tan siquiera por la fuerte oposición y resistencia de ellos a Su nueva obra. Nadie, en toda la creación, puede usar la razón, la imaginación, el conocimiento o la moralidad humanos para medir o definir lo que Dios hace para desacreditar, interrumpir o sabotear Su obra. No existe prohibición en Su obra y en lo que Él hace; no se verá restringido por ningún hombre, acontecimiento o cosa, ni será alterada por ninguna fuerza hostil. En lo que se refiere a Su nueva obra, Él es el Rey siempre victorioso y pisotea bajo Su escabel cualquier fuerza hostil y todas las herejías y las falacias de la humanidad. Independientemente de la nueva etapa de Su obra que esté llevando a cabo, esta será sin duda desarrollada y expandida en medio de la humanidad, y será sin duda llevada a cabo sin trabas a lo largo del universo, hasta que Su gran obra haya concluido. Esta es la omnipotencia y la sabiduría de Dios, Su autoridad y Su poder. Así, el Señor Jesús pudo salir abiertamente y obrar en el día de reposo, porque en Su corazón no había reglas, conocimiento ni doctrina originada por la humanidad. Lo que Él tenía era la nueva obra de Dios y Su camino. Su obra era el camino de liberar a la humanidad, de soltar a las personas y permitirles existir en la luz y vivir. Mientras tanto, aquellos que adoran a los ídolos o a falsos dioses viven cada día atados por Satanás, reprimidos por todo tipo de normas y tabúes, hoy se prohíbe una cosa y mañana otra; no hay libertad en su vida. Son como prisioneros engrilletados que viven la vida sin júbilo del que hablar. ¿Qué representa la “prohibición”? Representa restricciones, lazos y el mal. Tan pronto como una persona adora a un ídolo, está adorando a un falso dios, un espíritu maligno. La prohibición recae cuando existen tales actividades. No se permite comer esto o aquello; hoy no se permite salir; mañana no se permite cocinar; al día siguiente no se permite cambiar de casa; se deben seleccionar ciertos días para bodas y funerales, y hasta para dar a luz. ¿Cómo se denomina esto? Se le llama prohibición; es la esclavitud de la humanidad, y son los grilletes de Satanás y los espíritus malignos que controlan a las personas y cohíben su corazón y su cuerpo. ¿Existen estas prohibiciones con Dios? Cuando se habla de la santidad de Dios, deberías pensar primero en esto: con Dios no hay prohibiciones. Dios tiene principios en Sus palabras y en Su obra, pero no son prohibiciones, porque Dios mismo es la verdad, el camino y la vida.

Veamos ahora el siguiente pasaje de las Escrituras: “Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo” (Mateo 12:6-8).* ¿A qué se refiere la palabra “templo” aquí? Por decirlo de un modo sencillo, alude a un edificio magnífico, alto y, en la Era de la Ley, el templo era un lugar donde los sacerdotes adoraban a Dios. Cuando el Señor Jesús declaró “en este lugar hay uno que es más grande que este templo”,* ¿a quién se refería ese “uno”? Claramente, se trata del Señor Jesús en la carne, porque solo Él era más grande que el templo. ¿Qué transmiten esas palabras a las personas? Les indica que salgan del templo; Dios ya lo había abandonado y no obraba más allí, así que las personas deberían buscar las huellas de Dios fuera del templo y seguirlas en Su nueva obra. Cuando el Señor Jesús dice esto, hay una premisa detrás de Sus palabras, que es que, bajo la ley, la gente había llegado a considerar el templo como algo mayor que Dios mismo. Es decir, las personas adoraban el templo en lugar de a Dios, así que el Señor Jesús les advierte que no adoren a los ídolos, sino, en cambio, a Dios porque Él es supremo. Por consiguiente, Él dijo: “Yo recibiría misericordia y no sacrificio”.* Es evidente que, a los ojos del Señor Jesús, la mayoría de las personas que vivían bajo la ley ya no adoraban a Jehová, sino que seguían la corriente del sacrificio, y el Señor Jesús determinó que esto era adorar a los ídolos. Estos adoradores de ídolos veían el templo como algo mayor y más elevado que Dios. En sus corazones solo figuraba el templo, Dios no; si lo perdían, con él perdían también su morada. Sin él no tenían dónde adorar y no podrían llevar a cabo sus sacrificios. Su pretendida “morada” era donde ellos utilizaban la falsa pretensión de la adoración a Jehová Dios, a fin de permanecer en el templo y llevar a cabo sus propios negocios. Los supuestos “sacrificios” que realizaban eran solo para efectuar sus propios negocios personales y vergonzosos fingiendo cumplir con su servicio en el templo. Por esta razón, las personas de aquella época consideraban que el templo era mayor que Dios. El Señor Jesús pronunció estas palabras como una advertencia para las personas porque usaban el templo como tapadera, y los sacrificios como pretexto para engañar a otros y a Dios. Si se aplican estas palabras al presente, siguen siendo igual de válidas y pertinentes. Aunque las personas de hoy han experimentado una obra de Dios distinta a la de quienes vivieron en la Era de la Ley, su naturaleza y esencia son las mismas. En el contexto de la obra hoy, las personas seguirán haciendo las mismas cosas representadas por las palabras “el templo es más grande que Dios”. Por ejemplo, los seres humanos consideran que cumplir con su deber es su trabajo; que dar testimonio de Dios y luchar contra el gran dragón rojo son movimientos políticos en defensa de los derechos humanos, por la democracia y la libertad; voltean su deber para aplicar sus aptitudes a una profesión, pero tratan el temer a Dios y apartarse del mal como una mera porción de doctrina religiosa que deben cumplir y así sucesivamente. ¿No son estos comportamientos básicamente lo mismo que “el templo es más grande que Dios”? La diferencia es que, hace dos mil años, las personas llevaban a cabo sus negocios personales en el templo físico, pero actualmente los realizan en templos intangibles. Los que valoran las normas las consideran más grandes que Dios; quienes aman el estatus lo ven como algo más grande que Dios; los que aman su profesión la consideran más grande que Dios, etc.; todas sus expresiones me llevan a afirmar: “Las personas alaban a Dios y lo ven como lo más grande, de la boca para afuera, pero ante sus ojos todo es más grande que Él”. Esto se debe a que tan pronto como las personas encuentran una oportunidad a lo largo de su camino de seguir a Dios para exhibir sus propios talentos o para llevar a cabo sus propios asuntos o su profesión, se distancian de Él y se echan en brazos de su amada profesión. En cuanto a lo que Dios les ha confiado y Su voluntad, hace tiempo ya que lo han descartado. ¿Cuál es la diferencia entre el estado de estas personas y las que llevaban a cabo sus propios negocios en el templo, hace dos mil años?

A continuación, leamos la última frase de este pasaje: “Porque el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”.* ¿Existe un lado práctico en esta frase? ¿Podéis verlo? Cada una de las cosas que Dios afirma sale de Su corazón, ¿por qué dijo esto, pues? ¿Qué entendéis por eso? Es posible que entendáis el significado de esta frase ahora, pero en el momento en que fue pronunciada no muchos lo comprendían, porque la humanidad acababa de dejar atrás la Era de la Ley. Para ellos, desviarse del día de reposo era algo muy difícil, por no mencionar entender lo que es el verdadero Sabbat.

La frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”* les dice a las personas que todo lo de Dios no es de naturaleza material, y aunque Dios pueda suplir todas tus necesidades materiales, una vez satisfechas estas, ¿puede la satisfacción que proporcionan estas cosas sustituir tu búsqueda de la verdad? ¡Es evidente que eso no es posible! El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, cosas sobre las que hemos estado comunicando, son la verdad. Su valor no se puede medir en comparación con los objetos materiales, sin importar su valor, ni su valor se puede cuantificar en términos de dinero, porque no es algo material, es algo que suple las necesidades del corazón de todas y cada una de las personas. Para cada persona, el valor de estas verdades intangibles debería ser mayor que el de cualquier cosa material que puedas valorar, ¿verdad? Esta declaración es algo a lo que tenéis que dedicarle tiempo. La idea clave de lo que he dicho es que lo que Dios tiene y es, y todo acerca de Dios, es lo más importante para cada persona y no puede ser sustituido por ningún objeto material. Te daré un ejemplo: cuando tienes hambre, necesitas comida. Esta puede ser relativamente buena o relativamente insatisfactoria, pero en apenas te sacias, la desagradable sensación de estar hambriento se va; desaparecerá. Puedes sentarte en paz y descansar el cuerpo. El hambre de las personas puede resolverse con comida, pero cuando estás siguiendo a Dios y sientes que no tienes un entendimiento de Él, ¿cómo puedes solucionar el vacío de tu corazón? ¿Puedes remediarlo con comida? O cuando estás siguiendo a Dios y no entiendes Su voluntad, ¿qué puedes usar para saciar ese hambre en tu corazón? En el proceso de tu experiencia de salvación a través de Dios, al buscar un cambio en tu carácter, si no comprendes Su voluntad o no sabes cuál es la verdad, si no entiendes el carácter de Dios, ¿no te sentirías muy incómodo? ¿No sentirías en tu corazón mucha hambre y sed? Estos sentimientos ¿no te impiden sentir el corazón descansado? ¿Cómo se puede, pues, saciar ese hambre del corazón? ¿Existe alguna forma de resolverlo? Algunos van de compras, otros buscan el consuelo de un amigo, otros se dan el gusto de un largo descanso, otros leen más palabras de Dios o trabajan más y se esfuerzan más por Dios para cumplir con su deber. ¿Pueden estas cosas solucionar tus dificultades prácticas? Todos vosotros entendéis por completo estos tipos de prácticas. Cuando te sientes impotente o tienes un fuerte deseo de obtener esclarecimiento de Dios que te permita conocer la realidad de la verdad y Su voluntad, ¿qué es lo que más necesitas? No es una buena comida, ni unas pocas palabras amables, ni mucho menos el consuelo y la satisfacción pasajeros de la carne; lo que necesitas es que Dios te diga de un modo directo y claro lo que deberías hacer y cómo hacerlo; que te diga con claridad cuál es la verdad. Después de entender esto, aunque solo obtengas una parte ínfima de entendimiento, ¿no te sentirás más satisfecho en tu corazón que si hubieras comido bien? Cuando tu corazón está colmado, ¿no gana verdadero reposo y toda tu persona también? A través de esta analogía y análisis, ¿entendéis ahora por qué quería Yo compartir con vosotros esta frase “el Hijo del hombre es el Señor aún en el día de reposo”?* Su significado es que lo que procede de Dios, lo que Él tiene y es, y todo acerca de Él es mayor que cualquier otra cosa, incluido aquello o aquella persona que una vez creíste valorar más. Esto significa que si una persona no puede obtener palabras de la boca de Dios o no entiende Su voluntad, no puede lograr el reposo. En vuestras experiencias futuras comprenderéis por qué quería que vierais este pasaje hoy; esto es muy importante. Todo lo que Dios hace es verdad y vida. La verdad es algo que no puede faltar en la vida de las personas y es algo de lo que no se puede prescindir; también se podría decir que es lo mejor. Aunque no puedas verlo ni tocarlo, no puedes ignorar la importancia que tiene para ti; es lo único que puede traer reposo a tu corazón.

Vuestro entendimiento de la verdad ¿está integrado con vuestros propios estados? En la vida real, primero tienes que pensar en qué verdades se relacionan con las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te has encontrado; en medio de estas verdades es donde puedes descubrir la voluntad de Dios y relacionar lo que has hallado con Su voluntad. Si desconoces qué aspectos de la verdad están relacionados con las cosas con las que te has encontrado, y, en cambio, vas directamente en busca de la voluntad de Dios, este es un enfoque ciego que no puede lograr resultados. Si quieres buscar la verdad y comprender la voluntad de Dios, primero es necesario que consideres qué tipo de cosas te han sucedido, con qué aspectos de la verdad están relacionados, y busca la verdad específica en la palabra de Dios que tenga que ver con lo que has experimentado. Luego, busca la senda de práctica adecuada para ti en esa verdad; de esta forma, puedes lograr un entendimiento indirecto de Su voluntad. Buscar la verdad y practicarla no es aplicar una doctrina de manera mecánica ni es seguir una fórmula. La verdad no es formulada ni es una ley. No está muerta; es vida, es algo vivo, es la regla que un ser creado debe seguir en la vida y la norma que un ser humano debe tener en la vida. Esto es algo que debes entender lo mejor posible a través de la experiencia. Independientemente de la etapa que hayas alcanzado en tu experiencia, eres inseparable de la palabra de Dios y de la verdad, y lo que entiendes de Su carácter y lo que sabes que Dios tiene y es, todo esto está expresado en Sus palabras; están inextricablemente vinculados a la verdad. El carácter de Dios y lo que Él tiene y es, son en sí mismos, la verdad. La verdad es una manifestación auténtica del carácter de Dios y de lo que Él tiene y es. Hace concreto lo que Dios tiene y es y declara de forma expresa lo que Él tiene y es; te indica de un modo más directo lo que le agrada a Dios, lo que le desagrada, lo que Él quiere que hagas y lo que no te permite hacer, a qué personas desprecia y en quiénes se deleita. Detrás de las verdades que Dios expresa, las personas pueden ver Su placer, Su ira, Su tristeza y Su felicidad, así como Su esencia; esta es la revelación de Su carácter. Al margen de saber lo que Dios tiene y es, y de entender Su carácter a partir de Su palabra, lo más importante es la necesidad de alcanzar este entendimiento por medio de la experiencia práctica. Si alguien se aparta de la vida real para conocer a Dios, no podrá lograrlo. Aunque haya quienes puedan lograr cierto entendimiento de Su palabra, este entendimiento se limita a teorías y palabras, y allí surge una disparidad sobre cómo es Dios en realidad.

Lo que estamos comunicando ahora se encuentra, en su totalidad, dentro del ámbito de las historias registradas en la Biblia. Por medio de ellas y a través del análisis de estas cosas que sucedieron, las personas pueden entender Su carácter y lo que Él tiene y es, según Él lo ha expresado, permitiéndoles conocer cada aspecto de Dios de un modo más amplio, más profundo, más exhaustivo y más cabal. Por tanto, ¿son estas historias la única forma de conocer cada aspecto de Dios? ¡No, esta no es la única forma! Porque lo que Dios dice y la obra que hace en la Era del Reino puede ayudar más a las personas a conocer Su carácter, y conocerlo de un modo más cabal. Sin embargo, creo que es un poco más fácil conocer el carácter de Dios y entender lo que Él tiene y es a través de algunos ejemplos o historias recogidas en la Biblia con los que las personas están familiarizadas. Si tomo las palabras del juicio y castigo, así como las verdades que Dios expresa hoy, palabra por palabra, para posibilitarte que llegues a conocerlo de esta manera, sentirás que es demasiado aburrido y tedioso, y algunas personas sentirán incluso que las palabras de Dios parecen frases hechas. Pero si tomo estas narrativas bíblicas como ejemplo para ayudar a las personas a conocer el carácter de Dios, no lo encontrarán aburrido. Se podría decir que en el curso de la explicación de estos ejemplos, los detalles de lo que había en el corazón de Dios en aquel momento —Su estado de ánimo o sentimientos, Sus pensamientos e ideas— se han comunicado a las personas en lenguaje humano, y el objetivo de todo esto consiste en permitirles apreciar y sentir que lo que Dios tiene y es no es una frase hecha. No es una leyenda ni algo que las personas no puedan ver o tocar. Es algo que existe de verdad, que las personas pueden sentir y apreciar. Este es el objetivo supremo. Se podría afirmar que las personas que viven en esta era están bendecidas. Pueden recurrir a las historias de la Biblia para obtener un entendimiento más amplio de la obra anterior de Dios; pueden ver Su carácter a través de la obra que Él ha llevado a cabo. Pueden entender Su voluntad para la humanidad por medio de estas actitudes que ha expresado y pueden entender las manifestaciones concretas de Su santidad y Su preocupación por los seres humanos y alcanzar así un conocimiento más detallado y profundo del carácter de Dios. ¡Creo que todos vosotros ahora podéis sentir esto!

En el ámbito de la obra que el Señor Jesús completó en la Era de la Gracia, puedes ver otro aspecto de lo que Dios tiene y es. Este aspecto se expresó a través de Su carne, y las personas pudieron verlo y apreciarlo a causa de Su humanidad. En el Hijo del hombre, las personas vieron cómo Dios vivió en carne Su humanidad y contemplaron Su divinidad expresada a través de la carne. Estos dos tipos de expresión permitieron a las personas ver un Dios muy real y formarse un concepto diferente de Él. Sin embargo, durante el período entre la creación del mundo y el final de la Era de la Ley, esto es, antes de la Era de la Gracia, los únicos aspectos de Dios que las personas vieron, oyeron y experimentaron fueron Su divinidad, las cosas que Él hizo y dijo en una esfera inmaterial, y las cosas que expresó desde Su persona real que no podían verse ni tocarse. Con frecuencia, estas cosas hacían que las personas sintieran que Dios era tan imponente en su grandeza que no podían acercarse a Él. La impresión que Dios solía dar a las personas era que Él aparecía y desaparecía de su capacidad de percibirlo e incluso sentían que cada uno de Sus pensamientos e ideas era tan misterioso y difícil de escudriñar que no había forma de alcanzarlos y mucho menos de intentar entenderlos y apreciarlos. Para las personas, todo lo relativo a Dios era muy distante, tanto que no podían verlo ni tocarlo. Él parecía estar arriba en el cielo, absolutamente inexistente. Así pues, entender el corazón y la mente de Dios o cualquiera de Sus pensamientos era imposible de lograr para las personas, e incluso inalcanzable. Aunque Dios llevó a cabo obras concretas en la Era de la Ley y también manifestó palabras específicas y expresó actitudes concretas que permitieron a los hombres apreciar y percibir un entendimiento real de Él, al fin y al cabo, estas expresiones de lo que Dios tiene y es provenían de una esfera inmaterial, y lo que las personas entendían, lo que conocían, seguía perteneciendo al aspecto divino de lo que Él tiene y es. La humanidad no podía lograr un concepto concreto a partir de esta expresión de lo que Él tiene y es, y su impresión de Dios seguía adherida a la idea de “un cuerpo espiritual al que resulta difícil acercarse, que entra y sale de la percepción”. Como Dios no usó un objeto específico ni una imagen perteneciente a la esfera material para aparecerse ante las personas, estas seguían sin poder definirlo mediante el lenguaje humano. En sus corazones y sus mentes, siempre querían usar sus propias palabras para establecer un estándar de Dios, para hacerlo tangible y humanizarlo, como por ejemplo lo alto y lo grande que es, cuál es Su aspecto, qué le gusta exactamente y cuál es Su personalidad. En realidad, Dios sabía en Su corazón que las personas pensaban así. Tenía muy claras sus necesidades y, por supuesto, también sabía lo que debía hacer; por ello, llevó a cabo Su obra de un modo diferente en la Era de la Gracia. Esta nueva forma era tanto divina como humana. En el período en que el Señor Jesús estuvo obrando, las personas podían ver que Dios tenía muchas expresiones humanas. Por ejemplo, podía bailar, asistir a bodas, conversar, hablar y discutir con los demás. Además de eso, el Señor Jesús también llevó a cabo mucha obra que representaba Su divinidad y, por supuesto, toda esa obra fue expresión y revelación del carácter de Dios. Durante ese tiempo, cuando la divinidad de Dios se materializó en carne ordinaria, de modo que podía ser visto y tocado, las personas dejaron de sentir que Él entraba y salía de su percepción, y que no podían acercársele. Por el contrario, podían intentar comprender la voluntad de Dios o entender Su divinidad a través de todos los movimientos, las palabras y la obra del Hijo del hombre que, encarnado, expresaba la divinidad de Dios a través de Su humanidad y transmitía Su voluntad a la humanidad. A través de Su expresión de la voluntad y del carácter de Dios, también les reveló a las personas el Dios que no puede verse ni tocarse, que habita en la esfera espiritual. Lo que las personas vieron fue Dios mismo, tangible y de carne y hueso. Así, el Hijo del hombre encarnado hizo concretas y humanas cosas como la identidad de Dios mismo, el estatus, la imagen, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Aunque Su aspecto externo tenía algunas limitaciones respecto a la imagen de Dios, Su esencia y lo que Él tiene y es eran totalmente capaces de representar la propia identidad y el estatus de Dios mismo; sencillamente existían algunas diferencias en la forma de expresión. No podemos negar que el Hijo del hombre representaba la identidad y el estatus de Dios mismo, tanto en la forma de Su humanidad y en Su divinidad. Sin embargo, durante este tiempo, Dios obró a través de la carne, habló desde esa perspectiva y se presentó ante la humanidad con la identidad y el estatus del Hijo del hombre, y esto les proporcionó a las personas la oportunidad de encontrar y experimentar las palabras y la obra verdaderas de Dios en medio de la humanidad. También les permitió tener una percepción de Su divinidad y de Su grandeza en medio de la humildad, así como lograr un entendimiento y una definición preliminares de la autenticidad y la realidad de Dios. Aunque la obra realizada por el Señor Jesús, Sus formas de obrar y la perspectiva desde la que habló diferían de la persona real de Dios en la esfera espiritual, todo lo relativo a Él representaba realmente al Dios mismo que la humanidad nunca había visto antes; ¡es innegable! Es decir, no importa en qué forma aparezca Dios ni desde qué perspectiva hable, o en qué imagen se presente ante la humanidad, Dios no representa nada que no sea Él mismo. No puede representar a ningún ser humano ni a parte alguna de la humanidad corrupta. Dios es Dios mismo, y esto no se puede negar.

A continuación, echaremos un vistazo a una parábola que contó el Señor Jesús en la Era de la Gracia.

3. Parábola de la oveja perdida

Mateo 18:12-14 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes, y va en busca de la descarriada? Y si sucede que la halla, en verdad os digo que se regocija más por esta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos.

Este pasaje es una parábola; ¿qué tipo de sentimiento produce en la gente? La forma de expresión usada aquí, la parábola, es una figura retórica del lenguaje humano y, como tal, está dentro de la esfera del conocimiento humano. Si Dios hubiera dicho algo parecido en la Era de la Ley, las personas habrían sentido que tales palabras no eran realmente congruentes con Su identidad; sin embargo, cuando el Hijo del hombre comunicó estas palabras en la Era de la Gracia, para las personas fue algo reconfortante, cálido e íntimo. Cuando Dios se hizo carne, cuando apareció en forma de hombre, usó una parábola muy apropiada que provenía de Su propia humanidad para expresar la voz de Su corazón. Esta representaba la propia voz de Dios y la obra que Él quería hacer en esa era. También simbolizaba una actitud que Dios tenía hacia las personas en la Era de la Gracia. Mirando desde la perspectiva de la actitud de Dios hacia las personas, comparó a cada una de ellas con una oveja. Si una oveja se perdiera, Él haría lo que hiciera falta para encontrarla. Esto representaba un principio de la obra de Dios en ese momento en medio de la humanidad, cuando estaba en la carne. Dios usó esta parábola para describir Su determinación y Su actitud en esa obra. Esta era la ventaja de Dios al hacerse carne: podía aprovecharse del conocimiento de la humanidad y usar el lenguaje humano para hablar a las personas y para expresar Su voluntad. Él le explicó o le “tradujo” al hombre Su profundo lenguaje divino, que resultaba difícil de entender para las personas en lenguaje humano, de forma humana. Esto ayudó a las personas a entender Su voluntad y a saber qué quería hacer Él. También pudo tener conversaciones con personas desde la perspectiva humana, usar el lenguaje humano y comunicarse con ellas de una forma en la que entenderían. Hasta podía hablar y obrar usando el lenguaje y el conocimiento humanos, de forma que las personas pudieran sentir la bondad y la cercanía de Dios, y ver Su corazón. ¿Qué veis en esto? ¿Hay alguna prohibición en las palabras y las acciones de Dios? Para las personas, Dios de ninguna manera podía usar el conocimiento, el lenguaje o las formas de comunicarse humanas para hablar sobre lo que Dios mismo quería decir, la obra que quería realizar, o para expresar Su propia voluntad. Pero estaban equivocados. Dios utilizó este tipo de parábola para que las personas pudieran sentir la realidad y la sinceridad de Dios, y para que vieran Su actitud hacia los demás durante ese período. Esta parábola despertó de un sueño a aquellas personas que habían estado viviendo bajo la ley durante mucho tiempo y también inspiró a una generación tras otra de personas que vivieron en la Era de la Gracia. Al leer el pasaje de esta parábola, se conoce la sinceridad de Dios al salvar a la humanidad y entienden el peso y la importancia que la humanidad tiene en Su corazón.

Echemos un vistazo a la última frase en este pasaje: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. ¿Fueron estas las propias palabras del Señor Jesús, o las del Padre en el cielo? Superficialmente, parece que es el Señor Jesús el que habla, pero Su voluntad representa la de Dios mismo y por eso dijo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Las personas de esa época solo reconocían como Dios al Padre del cielo y creían que esta persona que tenían ante sus ojos solo era un enviado Suyo y que no podía representarlo. Por esta razón, el Señor Jesús tuvo que agregar esa frase al final de la parábola, de forma que las personas pudiesen sentir realmente la voluntad de Dios para la humanidad, así como la autenticidad y de lo que Él afirmaba. Aunque esta frase era simple, fue pronunciada con cuidado y amor y reveló la humildad y la ocultación del Señor Jesús. Independientemente de que Dios se hiciera carne u obrara en la esfera espiritual, conocía muy bien el corazón humano y entendía perfectamente lo que las personas necesitaban; sabía lo que las preocupaba y lo que las confundía, por lo que añadió esta frase, que resaltaba un problema oculto en la humanidad: las personas eran escépticas ante lo que el Hijo del hombre decía. Por eso, cuando el Señor Jesús estaba hablando tuvo que añadir: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos”. Sus palabras solo podían rendir fruto sobre esta premisa, para que las personas creyeran en su rigor y mejoraran su credibilidad. Esto muestra que cuando Dios se volvió Hijo normal del hombre, Él y la humanidad tuvieron una relación muy complicada, y la situación del Hijo del hombre era muy embarazosa. También muestra cuán insignificante era el estatus del Señor Jesús entre los humanos de la época. Cuando Él dijo esto, en realidad estaba diciendo a las personas: podéis descansar tranquilos, estas palabras no representan lo que hay en Mi corazón, sino que son la voluntad del Dios que está en vuestros corazones. ¿No era esto irónico para la humanidad? Aunque obrando en la carne, Dios tenía muchas ventajas que no tenía en Su persona, Él tuvo que resistir sus dudas y su rechazo, así como su insensibilidad y sosería. Podría decirse que el proceso de la obra del Hijo del hombre fue el proceso de experimentar el rechazo de la humanidad y su experiencia de competir contra Él. Más que eso, fue el proceso de obrar para continuamente ganar la confianza de la humanidad y conquistarla a través de lo que Él tiene y es, a través de Su propia esencia. No fue tanto que Dios encarnado estuviera librando una guerra sobre el terreno contra Satanás, sino que se convirtió en un hombre corriente e inició una lucha con los que lo seguían. En ella, el Hijo del hombre completó Su obra con Su humildad, con lo que Él tiene y es, y con Su amor y sabiduría. Consiguió a las personas que quería, obtuvo la identidad y el estatus que merecía, y “volvió” a Su trono.

A continuación, veamos los siguientes dos pasajes de la escritura.

4. Perdonar setenta veces siete

Mateo 18:21-22 Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

5. El amor del Señor

Mateo 22:37-39 Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

De estos dos pasajes, uno habla del perdón y el otro del amor. Estos dos temas destacan realmente la obra que el Señor Jesús quería llevar a cabo en la Era de la Gracia.

Cuando Dios se hizo carne, con este hecho introdujo una etapa de Su obra, que eran las tareas de la obra específica y el carácter que Él quería expresar en esta era. En ese período, todo lo que el Hijo del hombre hizo giró en torno a la obra que Dios quería llevar a cabo en esa era. Él no haría ni más ni menos. Cada cosa que Él dijo y cada tipo de obra que llevó a cabo tuvo relación con esa era. Independientemente de que lo expresara de una forma humana mediante el lenguaje humano o a través del lenguaje divino —cualquiera fuera la forma o la perspectiva desde la que lo hiciera— Su objetivo era ayudar a que las personas entendieran lo que quería hacer, cuál era Su voluntad y cuáles eran Sus exigencias para las personas. Podía usar diversos medios y diferentes perspectivas para ayudar a las personas a entender y conocer Su voluntad, y a comprender Su obra de salvación de la humanidad. Así, en la Era de la Gracia vemos al Señor Jesús empleando el lenguaje humano la mayoría del tiempo para expresar lo que quería comunicar a la humanidad. Además, lo vemos desde la perspectiva de un guía ordinario que habla a las personas, provee para sus necesidades y las ayuda con lo que han pedido. Esta forma de obrar no se había visto en la Era de la Ley que precedió a la de la Gracia. Él se volvió más íntimo y compasivo con la humanidad, así como más capaz de conseguir resultados prácticos en la forma y manera. La metáfora sobre perdonar a las personas setenta veces siete aclara realmente este punto. El propósito logrado por el número en esta metáfora es permitir a las personas entender la intención del Señor Jesús en el momento en que dijo esto: se debía perdonar a los demás, no una vez, ni dos ni siete veces, sino setenta veces siete. ¿Qué tipo de idea está presente en la idea de “setenta veces siete”? Es conseguir que las personas conviertan el perdón en su propia responsabilidad, algo que deben aprender y un “camino” que deben acatar. Aunque esto solo fuera una metáfora, servía para destacar la idea fundamental. Ayudaba a las personas a apreciar profundamente lo que Él quería decir y a encontrar las formas propias de practicar, así como los principios y los estándares de práctica. Esta metáfora ayudaba a las personas a entender claramente y les daba un concepto preciso, que deberían aprender el perdón y perdonar cuantas veces haga falta, sin condiciones y con una actitud de tolerancia y comprensión hacia los demás. Cuando el Señor Jesús dijo esto, ¿qué había en Su corazón? ¿Estaba pensando realmente en el número “setenta veces siete”? No. ¿Existe un número de veces que Dios perdonará al hombre? Muchas personas están interesadas en el “número de veces” mencionado aquí, quieren entender realmente el origen y el significado de este número, por qué salió este de la boca del Señor Jesús; creen que contiene implicaciones más profundas. En realidad, solo fue una figura lenguaje humano que usó Dios. Cualquier implicación o significado deben analizarse junto a los requisitos del Señor Jesús para la humanidad. Cuando Dios no se había hecho carne aún, las personas no entendían mucho lo que Él decía, porque Su palabra procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; Él se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el mundo espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y superó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, que podían ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que las personas podían aceptar, en un lenguaje que podían entender y un conocimiento que podían comprender, para permitirle así a la humanidad conocer y entender a Dios, comprender Su intención y los estándares que exige dentro del alcance de su capacidad y en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por medio de la humanidad o a través de ella, obtuvo resultados que realmente no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad. La obra de Dios en humanidad fue más concreta, auténtica y enfocada, los métodos fueron mucho más flexibles y, en la forma, superó la obra realizada durante la Era de la Ley.

A continuación, hablemos de amar al Señor y al prójimo como a ti mismo. ¿Es esto algo que se expresa directamente en la divinidad? ¡No, claramente no! Todas estas son cosas que el Hijo del hombre dijo en Su humanidad; solo los seres humanos dirían algo como “Ama a tu prójimo como a ti mismo” y “Ama a los demás igual que amas tu propia vida”. Esta forma de hablar es exclusivamente humana. Dios nunca ha hablado de esa forma. Cuando menos, Dios no tiene este tipo de lenguaje en Su divinidad porque Él no necesita el principio de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” para regular Su amor por la humanidad, porque el amor de Dios por el hombre es una revelación natural de lo que Él tiene y es. ¿Habéis oído alguna vez a Dios decir algo como “Amo a la humanidad como me amo a Mí mismo”? No, porque el amor está en la esencia de Dios y en lo que Él tiene y es. El amor de Dios por la humanidad, Su actitud y la forma en la que trata a las personas son una expresión y una revelación naturales de Su carácter. Él no necesita hacer esto deliberadamente de una cierta forma o seguir deliberadamente cierto método o código moral para conseguir amar a Su prójimo como a Sí mismo, Él ya posee este tipo de esencia. ¿Qué ves en esto? Cuando Dios obró en la humanidad, muchos de Sus métodos, palabras y verdades fuero expresados de manera humana. Pero al mismo tiempo, el carácter de Dios, lo que Él tiene y es, así como Su voluntad, se expresaron para que las personas las conociesen y las entendiesen. Lo que llegaron a conocer y a entender fue exactamente Su esencia y lo que Él tiene y es, lo cual representa la identidad y el estatus inherente de Dios mismo. Es decir, el Hijo del hombre en la carne expresó el carácter y la esencia inherentes de Dios mismo lo más extensamente posible y con la mayor precisión posible. La humanidad del Hijo del hombre no solo no fue un obstáculo o una barrera para la comunicación y la interacción del hombre con Dios en el cielo, sino que era realmente el único canal y el único puente de conexión entre el hombre y el Señor de la creación. Ahora, en este punto, ¿no sentís que existen similitudes entre la naturaleza y los métodos de la obra realizada por el Señor Jesús en la Era de la Gracia y la etapa actual de la obra? Esta etapa actual de la obra también emplea mucho lenguaje humano para expresar el carácter de Dios y usa mucho lenguaje y métodos de la vida cotidiana de la humanidad y del conocimiento humano para expresar la voluntad de Dios mismo. Una vez que Dios se hace carne, independientemente de si está hablando desde una perspectiva humana o divina, gran parte de Su lenguaje y Sus métodos de expresión tienen lugar por medio del lenguaje y los métodos humanos. Esto es, cuando Dios se hace carne, es la mejor oportunidad para ti de ver Su omnipotencia y Su sabiduría, y de conocer cada aspecto real Suyo. Cuando Dios se hizo carne, conforme crecía, llegó a entender, aprender y comprender algo del conocimiento, el sentido común, el lenguaje y los métodos de expresión humanos en Su humanidad. Dios encarnado poseía estas cosas que procedían de los humanos que Él había creado. Estos se convirtieron en herramientas de Dios en la carne para expresar Su carácter y Su divinidad, y le permitieron hacer Su obra más pertinente, más auténtica y más precisa mientras obraba en medio de la humanidad, desde una perspectiva humana y usando lenguaje humano. Esto hizo que su obra fuera más accesible y más fácilmente entendible para las personas, consiguiendo así los resultados que Dios quería. ¿No es más práctico para Dios obrar de esta forma en la carne? ¿No es esto la sabiduría de Dios? Cuando Él se hizo carne, cuando Su carne pudo acometer la obra que Él quería llevar a cabo, fue cuando expresó prácticamente Su carácter y Su obra, y también fue el momento en el que pudo comenzar oficialmente Su ministerio como el Hijo del hombre. Esto significó que ya no había una “brecha generacional” entre Dios y el hombre, que Dios cesaría pronto Su obra de comunicarse por medio de mensajeros y que Dios mismo podría expresar personalmente todas las palabras y la obra en la carne que Él quisiera. También significó que las personas que Dios salvaría estarían más cerca de Él, que Su obra de gestión había entrado en un nuevo territorio y que toda la humanidad estaba a punto de afrontar una nueva era.

Todo el que ha leído la Biblia sabe que cuando el Señor Jesús nació se produjeron muchos acontecimientos. El mayor de todos fue el de ser perseguido por el rey de los diablos, que fue un acontecimiento tan extremo que todos los niños de hasta dos años de edad fueron asesinados. Es evidente que Dios asumió un gran riesgo haciéndose carne entre los humanos; el gran precio que pagó para completar Su gestión de salvar a la humanidad también es evidente. Evidentes también son las grandes esperanzas que Dios puso en Su obra en la carne entre los hombres. Cuando la carne de Dios pudo acometer la obra entre los hombres, ¿cómo se sintió Él? Las personas deberían entender eso en cierta medida, ¿verdad? Como mínimo, Dios estaba feliz porque podía empezar a realizar Su nueva obra en medio de la humanidad. Cuando el Señor Jesús fue bautizado y comenzó oficialmente la obra que consistía en cumplir Su ministerio, el corazón de Dios se desbordó de júbilo porque después de muchos años de espera y preparación, podía vestir finalmente la carne de un hombre normal y dar inicio a Su nueva obra en la forma de un hombre de carne y hueso que las personas podrían ver y tocar. Podría hablar por fin cara a cara y con franqueza con las personas, a través de la identidad de un hombre. Dios podría ponerse por fin cara a cara con la humanidad por medio de formas y lenguaje humanos; podría proveer para el hombre, esclarecerlo y ayudarlo usando el lenguaje humano; podría comer en la misma mesa y vivir en el mismo espacio con él. También podría ver seres humanos, cosas, y todo de la manera en que lo hacían los hombres e incluso a través de sus propios ojos. Para Dios, esta ya era Su primera victoria de Su obra en la carne. También podría decirse que era el logro de una gran obra; esto era, por supuesto, lo que más feliz hacía a Dios. Ese comienzo fue la primera vez que Dios sintió una especie de consuelo en relación a Su obra en medio de la humanidad. Todos los acontecimientos que se produjeron eran muy prácticos y naturales, y el consuelo que Dios sintió muy auténtico. Para el hombre, cada vez que una etapa nueva de la obra de Dios se cumple, y cada vez que Él se siente gratificado, la humanidad puede acercarse más a Él y a la salvación. Para Dios, esta es también el lanzamiento de Su nueva obra, avanzando en Su plan de gestión y, lo que es más, este es el momento en el que Su voluntad se acerca al cumplimiento completo. Para la humanidad, la llegada de tal oportunidad es afortunada y muy buena; para todos aquellos que esperan la salvación de Dios, son noticias trascendentales y felices. Cuando Dios lleva a cabo una nueva etapa de la obra es un nuevo comienzo para Él y cuando esta nueva obra y este nuevo comienzo se lanzan y son presentados en medio de la humanidad es cuando el desenlace de esta etapa de la obra ya ha sido determinado y cumplido, y Dios ha visto el efecto final y el fruto que ha dado. Este momento es también cuando estos efectos hacen que Dios se sienta satisfecho, y es cuando Su corazón, por supuesto, está feliz. Dios se siente tranquilo porque, a Sus ojos, Él ya ha visto y determinado las personas que está buscando y ha ganado a este grupo de personas, un grupo capaz de hacer que Su obra tenga éxito y le traiga satisfacción. Así, Dios deja de lado Sus preocupaciones y está feliz. En otras palabras, cuando Su carne puede aventurarse en una nueva obra entre los hombres, y Él comienza a llevar a cabo la obra que debe hacer sin obstrucción, y siente que todo se ha cumplido, Él ya vislumbra el final. Por eso, está satisfecho y Su corazón está alegre. ¿Cómo se expresa la felicidad de Dios? ¿Podéis imaginar cuál podría ser la respuesta? ¿Ha de llorar Dios? ¿Puede Dios llorar? ¿Puede aplaudir? ¿Puede bailar? ¿Puede cantar? De ser así, ¿qué cantaría? Por supuesto que Dios podría cantar una canción bella y conmovedora que expresara el júbilo y la felicidad en Su corazón. Podría cantarla para la humanidad, para sí mismo y para todas las cosas. La felicidad de Dios puede expresarse de cualquier forma; todo esto es normal, porque Dios siente tristeza y felicidad y Sus diversos sentimientos pueden expresarse de diversas maneras. Este es Su derecho, y nada podría ser más normal y adecuado. Nadie debería pensar lo contrario. No deberían intentar el “hechizo de la cinta apretada”[a] en Dios, para decirle que no actúe de esta forma o de aquella, limitando así Su felicidad o cualquier sentimiento que pueda tener. En los corazones de las personas Dios no puede estar feliz, no puede derramar lágrimas, no puede llorar; no puede expresar ninguna emoción. Gracias a lo que hemos comunicado durante estas dos charlas, creo que ya no veréis más a Dios de esta forma, sino que le permitiréis tener algo de libertad y soltura. Esto es muy bueno. En el futuro, si sois capaces de sentir realmente la tristeza de Dios al oír que Él está triste, y sentir Su felicidad al oír que está feliz, como mínimo seréis capaces de saber y entender claramente lo que le hace feliz y lo que le entristece. Cuando puedes sentirte triste porque Él está triste, y feliz porque Él está feliz, Dios habrá ganado totalmente tu corazón y ya no habrá ninguna barrera entre tú y Él. Ya no trataréis de limitarlo más con la imaginación, las nociones, y el conocimiento humanos. En ese momento, Dios estará vivo y vigoroso en tu corazón. Será el Dios de tu vida y el Maestro de todo tu ser. ¿Tenéis este tipo de aspiración? ¿Tenéis confianza en que podéis lograr esto?

A continuación, leamos los siguientes pasajes de las escrituras:

6. El sermón del monte

Las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12)

Sal y luz (Mateo 5:13-16)

Ley (Mateo 5:17-20)

Enojo (Mateo 5:21-26)

Adulterio (Mateo 5:27-30)

Divorcio (Mateo 5:31-32)

Votos (Mateo 5:33-37)

Ojo por ojo (Mateo 5:38-42)

Ama a tus enemigos (Mateo 5:43-48)

Instrucción acerca de dar (Mateo 6:1-4)

Oración (Mateo 6:5-8)

7. Las parábolas del Señor Jesús

La parábola del sembrador (Mateo 13:1-9)

La parábola de la cizaña (Mateo 13:24-30)

La parábola de la semilla de mostaza (Mateo 13:31-32)

La parábola de la levadura (Mateo 13:33)

La parábola de la cizaña explicada (Mateo 13:36-43)

La parábola del tesoro escondido (Mateo 13:44)

La parábola de la perla (Mateo 13:45-46)

La parábola de la red (Mateo 13:47-50)

8. Los mandamientos

Mateo 22:37-39 Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Veamos primero cada una de las distintas partes del “Sermón del monte”. ¿Qué temas tratan todas ellas? Puede decirse con certeza que los contenidos de estas distintas partes son todos más elevados, concretos y cercanos a las vidas de las personas que las regulaciones de la Era de la Ley. Hablando en términos modernos, estas cosas son más relevantes para la práctica real de las personas.

Leamos sobre el contenido específico de lo siguiente: ¿cómo deberías entender las bienaventuranzas? ¿Qué deberías saber sobre la ley? ¿Cómo debería definirse el enojo? ¿Cómo debería tratarse a los adúlteros? ¿Qué debe decirse sobre el divorcio, y qué tipo de normas hay sobre eso? ¿Quién puede divorciarse y quién no? ¿Qué hay de los votos, el ojo por ojo, amar a los enemigos y practicar la caridad? Etcétera. Todas estas cosas tienen que ver con cada aspecto de la práctica de la creencia y del seguimiento de Dios de parte de la humanidad. Algunas de estas prácticas siguen siendo aplicables actualmente, pero son más superficiales que lo que actualmente se requiere de las personas. Son verdades bastante elementales que las personas encuentran en su creencia en Dios. Desde el momento en que el Señor Jesús comenzó a obrar, Él ya había empezado a llevar a cabo Su obra sobre el carácter vital de los humanos, pero estos aspectos de Su obra estaban basados en el fundamento de la ley. Las normas y la forma de hablar sobre estos temas ¿tiene acaso algo que ver con la verdad? ¡Por supuesto que sí! Todas las regulaciones y los principios anteriores, al igual que estos sermones en la Era de la Gracia, tenían relación con el carácter de Dios y con lo que Él tiene y es, y por supuesto con la verdad. Independientemente de lo que Dios exprese, de la forma de expresión o el lenguaje que use, las cosas que Él expresa tienen su fundamento, su origen y su punto de partida en los principios de Su carácter y de lo que Él tiene y es. Esto es absolutamente cierto. Así que, aunque estas cosas que Él dijo parezcan ahora un poco triviales, sigues sin poder decir que no son la verdad, porque eran cosas indispensables para las personas en la Era de la Gracia, para satisfacer la voluntad de Dios y lograr un cambio en su carácter vital. ¿Puedes decir que alguno de estos sermones no es coherente con la verdad? ¡No! Cada uno de esos sermones eran la verdad porque eran todos requisitos que Dios le imponía a la humanidad; eran los principios y el ámbito dados por Dios sobre cómo comportarse y representaban Su carácter. Sin embargo, en base al nivel del crecimiento en la vida de las personas en esa época, estas eran las únicas cosas que podían aceptar y comprender. Como el pecado de la humanidad no se había resuelto, el Señor Jesús solo podía proclamar estas palabras, y solo podía utilizar estas enseñanzas simples incluidas dentro de este tipo de ámbito para decir a las personas de la época cómo debían actuar, qué debían hacer, de acuerdo a qué principios y esferas debían hacer las cosas y cómo debían creer en Dios y cumplir Sus requisitos. Todo esto estaba determinado en base a la estatura de la humanidad en esa época. No era fácil para las personas que vivían bajo la ley aceptar estas enseñanzas y, por tanto, lo que el Señor Jesús enseñaba tenía que permanecer en ese ámbito.

A continuación, veamos los distintos contenidos de “las parábolas del Señor Jesús”.

La primera es la parábola del sembrador. Es realmente interesante; sembrar semillas es un acontecimiento común en la vida de las personas. La segunda es la de la cizaña. Cualquiera que haya plantado cultivos y, seguramente, los adultos sabrán qué es la “cizaña”. La tercera es la parábola del grano de mostaza. Todos vosotros sabéis lo que es la mostaza, ¿verdad? Si no lo sabéis, podéis echar un vistazo a la Biblia. La cuarta parábola es la de la levadura. Ahora, la mayoría de las personas sabe que se usa para la fermentación y que es algo que las personas utilizan en la vida cotidiana. Las siguientes parábolas, incluyendo la sexta, la del tesoro escondido, la séptima, la de la perla, y la octava, la de la red, fueron tomadas de la vida real de las personas. ¿Qué tipo de cuadro pintan estas parábolas? El de Dios convirtiéndose en una persona normal y viviendo junto a la humanidad, usando el lenguaje de la vida, el lenguaje humano, para comunicarse con los hombres y proveerles lo que necesitan. Cuando Dios se hizo carne y vivió entre los hombres durante mucho tiempo, después de haber experimentado y presenciado los diversos estilos de vida de las personas, estas experiencias pasaron a ser Su material educativo a través del cual transformó Su lenguaje divino en humano. Por supuesto, estas cosas que Él vio y oyó en la vida también enriquecieron la experiencia humana del Hijo del hombre. Cuando Él quería que las personas llegaran a entender algunas verdades, entender algo de la voluntad de Dios, podía usar parábolas parecidas a las anteriores para hablar a las personas acerca de la voluntad de Dios y Sus requisitos para la humanidad. Todas estas parábolas tenían relación con la vida de las personas; no había una sola que no estuviese en sintonía con la vida humana. Cuando el Señor Jesús vivió entre los hombres, vio campesinos cuidando su tierra y sabía lo que eran la cizaña y la levadura; entendió que los humanos aman los tesoros, por lo que usó las metáforas del tesoro escondido y la perla. En la vida, con frecuencia vio a pescadores echando redes; el Señor Jesús observó estas y otras actividades relacionadas con la vida humana y también experimentó ese tipo de vida. Él fue igual que cualquier otro ser humano normal, experimentaba las rutinas cotidianas humanas y comía tres veces al día. Experimentó personalmente la vida de una persona corriente y observó la vida de otros. Cuando observó y experimentó todo esto en persona, no pensó en cómo tener una buena vida o vivir con mayor libertad y comodidad. Por el contrario, a partir de su experiencia de vida humana auténtica, el Señor Jesús vio las dificultades en la vida de las personas. Vio el sufrimiento, el infortunio y la tristeza de las personas viviendo bajo el campo de acción de Satanás y viviendo una vida de pecado bajo la corrupción de Satanás. Mientras experimentaba personalmente la vida humana, también comprobó cuán desamparadas estaban las personas que vivían en medio de la corrupción y vio y experimentó el desgraciado estado de los seres humanos que vivían en pecado, que perdieron el rumbo en medio de la tortura a la que los sometía Satanás y el mal. Cuando el Señor Jesús vio estas cosas, ¿las vio con Su divinidad o con Su humanidad? Su humanidad existió realmente, estaba completamente vivo; Él pudo experimentar y ver todo esto. Pero, por supuesto, también vio estas cosas en Su esencia, que es Su divinidad. Esto es, Cristo mismo, el Señor Jesús que era hombre vio esto y todo lo que observó le hizo sentir la importancia y la necesidad de la obra que había acometido durante el tiempo que vivió en la carne. Aunque Él mismo sabía que la responsabilidad que debía asumir en la carne era inmensa y sabía lo cruel que sería el dolor que afrontaría, cuando vio a la humanidad desamparada en el pecado, el infortunio de sus vidas y su lucha ineficaz bajo la ley, sintió cada vez mayor tristeza y más inquietud por salvar a la humanidad del pecado. Independientemente del tipo de dificultades que afrontaría o del dolor que sufriría, su determinación de redimir a la humanidad que vivía en pecado aumentaba. Durante este proceso, se podría decir que el Señor Jesús comenzó a entender con mayor claridad la obra que necesitaba hacer y lo que se le había encomendado. Estaba cada vez más deseoso de completar la obra que debía acometer: cargar con todos los pecados de los hombres, expiar por la humanidad para que no viviera más en pecado y, al mismo tiempo, Dios podría perdonar los pecados del hombre, gracias a la ofrenda por el pecado, lo cual le permitiría a Él continuar con Su obra de salvación de la humanidad. Se podría decir que, en Su corazón, el Señor Jesús estaba dispuesto a ofrecerse por la humanidad, a sacrificarse. También estaba dispuesto a actuar como ofrenda por el pecado, a ser clavado en la cruz y, sin duda, estaba ansioso por completar esta obra. Cuando vio las condiciones miserables de la vida humana, tuvo aún más deseos de cumplir Su misión a la mayor rapidez posible, sin el retraso de un solo minuto o siquiera un segundo. Cuando tuvo ese sentimiento de urgencia, no estaba pensando en lo grande que sería Su dolor ni en cuanta humillación tendría que soportar. Solo tenía una convicción en Su corazón: mientras Él se ofreciera, mientras fuera clavado en la cruz como ofrenda por el pecado, la voluntad de Dios se llevaría a cabo y Él podría comenzar una nueva obra. La vida del hombre y el estado de su existencia en el pecado se transformarían por completo. Su convicción y lo que estaba decidido a hacer tenían relación con la salvación del hombre, y Él solo tenía un objetivo, cumplir con la voluntad de Dios, de manera que Dios pudiese iniciar, con éxito, la siguiente etapa de Su obra. Esto es lo que tenía en mente el Señor Jesús en aquella época.

Viviendo en la carne, Dios encarnado poseía una humanidad normal; poseía las emociones y la racionalidad de una persona normal. Sabía lo que era la felicidad, el dolor, y cuando vio al hombre vivir este tipo de vida, sintió en lo más profundo que simplemente dándoles a las personas algunas enseñanzas, proveyéndoles algo o instruyéndolas en algo no sería suficiente para sacarlas del pecado. Con solo cumplir con los mandamientos tampoco las redimiría del pecado; solo cuando Él cargara con el pecado de la humanidad y se volviera semejanza de carne pecadora podría lograr a cambio la libertad del hombre y el perdón de Dios para la humanidad. Así, después de que el Señor Jesús experimentara y fuera testigo de la vida del hombre en el pecado, un intenso deseo se manifestó en Su corazón: permitirles a los humanos que se libraran de su vida de lucha en el pecado. Este deseo hizo que sintiera cada vez más que debía ir a la cruz y cargar con los pecados de la humanidad lo antes posible, lo más rápido que pudiera. Estos fueron los pensamientos del Señor Jesús en ese momento, después de haber vivido con personas y haber visto, oído y sentido la desgracia de su vida en el pecado. Que el Dios encarnado pudiera tener este tipo de voluntad para el hombre, que pudiera expresar y revelar este tipo de carácter, ¿es algo que una persona normal podría poseer? ¿Qué vería una persona corriente en este tipo de entorno? ¿Qué pensaría? Si una persona normal afrontase todo esto, ¿consideraría los problemas desde una perspectiva elevada? ¡Definitivamente no! Aunque el aspecto exterior de Dios encarnado fuera exactamente igual al de un ser humano, y aunque Él aprendiera el conocimiento humano, aunque hablara el lenguaje humano y, en ocasiones, hasta expresara Sus ideas a través de los propios medios o las formas de hablar del hombre, Su modo de ver a los seres humanos y ver la esencia de las cosas era absolutamente distinto a como las personas corruptas veían estas mismas cosas. Su perspectiva y la altura en la que se halla es algo inalcanzable para una persona corrupta. Esto se debe a que Dios es la verdad, porque Su carne también posee la esencia de Dios y Sus pensamientos y lo que expresa Su humanidad también son la verdad. Para las personas corruptas, lo que Él expresa en la carne son provisiones de la verdad y de la vida. Estas provisiones no son solo para una persona, sino para toda la humanidad. En su corazón, una persona corrupta solo se relaciona con algunas personas. Se preocupan e interesan solo por ese manojo de personas. Cuando se asoma algún desastre, piensa primero en sus propios hijos, en su cónyuge o en sus padres. Como mucho, alguien más compasivo dedicaría algún pensamiento a algún familiar o un buen amigo; pero ¿pueden extenderse más que eso los pensamientos de una persona incluso así de compasiva? ¡Jamás! Los seres humanos son, después de todo, humanos, y solo pueden ver las cosas desde la perspectiva y la elevación de un ser humano. Sin embargo, Dios encarnado es totalmente diferente de una persona corrupta. Independientemente de lo corriente, normal y humilde que sea la carne del Dios encarnado, o de la cantidad de desprecio con que lo miren todos, Sus pensamientos y Su actitud hacia la humanidad es algo que ningún hombre podría poseer o imitar. Él siempre observará a la humanidad desde la perspectiva de la divinidad, desde la elevación de Su posición como Creador. Siempre contemplará a la humanidad a través de la esencia y de la mentalidad de Dios. No puede verla en absoluto desde la humilde elevación de una persona normal ni desde la perspectiva de una persona corrupta. Cuando el hombre mira a la humanidad, lo hace con una visión humana, y usan cosas como el conocimiento, las normas y las teorías humanas como punto de referencia. Esto está dentro del alcance de lo que las personas pueden ver con los ojos, dentro del alcance de lo que puede lograr una persona corrupta. Cuando Dios mira a la humanidad, lo hace con visión divina; usa como referencia Su esencia y lo que Él tiene y es. Esto alcanza cosas que las personas no pueden ver, y en esto es en lo que Dios encarnado y los humanos corruptos son totalmente diferentes. Esta divergencia viene determinada por la esencia de los seres humanos, que es distinta a la de Dios, y que determina las identidades y las posiciones, así como la perspectiva y la elevación desde la que ven las cosas. ¿Veis la expresión y la revelación de Dios mismo en el Señor Jesús? Se podría decir que lo que Él hizo y dijo guardaba relación con Su ministerio y con la obra de gestión de Dios mismo, que todo ello era la expresión y la revelación de Su esencia. Aunque se manifestara de manera humana, Su esencia divina y la revelación de Su divinidad no pueden negarse. Esta manifestación humana ¿era de veras una expresión de humanidad? Por su propia esencia, fue Su manifestación humana totalmente diferente de la de las personas corruptas. El Señor Jesús fue Dios encarnado, y si hubiera sido realmente una persona normal, corrupta, ¿habría podido contemplar la vida del hombre en pecado, desde una perspectiva divina? ¡En absoluto! Esta es la diferencia entre el Hijo del hombre y las personas corrientes. Todas las personas corruptas viven en pecado, y cuando alguien ve el pecado, no siente nada particular al respecto; son todos iguales, como un cerdo que vive en el fango y no se siente en absoluto incómodo ni sucio; al contrario, come bien y duerme profundamente. Si alguien limpia la pocilga, el cerdo no se sentirá a gusto ni se mantendrá limpio. Pronto estará revolcándose de nuevo en el fango, completamente a gusto, porque es una criatura sucia. Los seres humanos ven a los cerdos como sucios, pero si limpias el espacio donde el cerdo vive, el cerdo no se siente mejor. Por esta razón nadie tiene un cerdo en su casa. La forma en que los humanos ven a los cerdos siempre será diferente de cómo se sienten ellos, porque humanos y cerdos no pertenecen a la misma especie. Y como el Hijo del hombre encarnado no es de la misma especie que los seres humanos corruptos, solo el Dios encarnado puede alzarse desde una perspectiva divina, a la altura de Dios, desde donde contempla a la humanidad y lo ve todo.

Cuando Dios se hace carne y vive entre los hombres, ¿qué sufrimiento experimenta en la carne? ¿Qué es? ¿Acaso alguien lo entiende realmente? Algunas personas dicen que Dios sufre mucho y aunque Él es Dios mismo, las personas no entienden Su esencia y tienden siempre a tratarlo como una persona, lo que lo hace sentir agraviado e injustamente perjudicado. Dicen que, por estos motivos, el sufrimiento de Dios es verdaderamente grande. Otros aseveran que Dios es inocente y libre de pecado, pero que sufre lo mismo que la humanidad y es víctima de persecución, difamación e indignidades junto con los hombres; también dicen que Él soporta las malinterpretaciones y la desobediencia de Sus seguidores; así, dicen que el sufrimiento de Dios no puede medirse. Ahora, parece que no entendéis realmente a Dios. De hecho, este sufrimiento del que habláis no cuenta como verdadero sufrimiento para Dios, porque hay uno mayor que este. ¿Cuál es, pues, el verdadero sufrimiento para Dios mismo? ¿Cuál es el verdadero sufrimiento para la carne del Dios encarnado? Para Dios, no es un sufrimiento que la humanidad no le entienda, que le malinterpreten y que no lo vean como Dios. Sin embargo, las personas sienten a menudo que Él debe de haber sufrido una gran injusticia, que cuando está hecho carne Dios no puede mostrar Su persona a la humanidad ni permitirle ver Su grandeza, y que se esconde humildemente en una carne insignificante, lo cual debió de ser un gran tormento para Él. Las personas se toman muy en serio lo que pueden entender y lo que pueden ver del sufrimiento de Dios, y proyectan todo tipo de compasión hacia Dios y a menudo hasta elevan una pequeña alabanza por Su sufrimiento. En realidad, existe una diferencia, una brecha entre lo que las personas entienden del sufrimiento de Dios y lo que Él siente realmente. Os estoy diciendo la verdad: para Dios, independientemente de que se trate del Espíritu de Dios o de la carne del Dios encarnado, ese no es un sufrimiento verdadero. ¿Qué hace, pues, sufrir a Dios de verdad? Hablemos sobre el sufrimiento de Dios tan solo desde la perspectiva del Dios encarnado.

Cuando Dios se hace carne y se convierte en una persona corriente, normal, que vive entre los hombres, codo con codo con las personas, ¿no puede ver ni sentir los métodos, las leyes y las filosofías de las personas para la vida? ¿Cómo se siente con respecto a esos métodos y leyes para la vida? ¿Siente aborrecimiento en Su corazón? ¿Por qué sentiría esto? ¿Cuáles son los métodos y las leyes de la humanidad para la vida? ¿En qué principios están arraigados? ¿En qué se basan? Los métodos, las leyes, etc., de la humanidad para la vida están todos creados en base a la lógica, el conocimiento y la filosofía de Satanás. Los humanos que viven bajo estos tipos de leyes no tienen humanidad, ni verdad, todos ellos desafían a la verdad y son hostiles con Dios. Si echamos un vistazo a la esencia de Dios, vemos que Su esencia es exactamente lo contrario de la lógica, del conocimiento y la filosofía de Satanás. Su esencia está llena de justicia, verdad, santidad, y otras realidades de todas cosas positivas. ¿Qué siente Dios, que posee esa esencia y vive en medio de semejante humanidad? ¿Qué siente en Su corazón? ¿No está lleno de dolor? Su corazón está dolido y ese dolor es algo que ninguna persona puede entender ni experimentar. Y es que todo lo que Él afronta, se encuentra, oye, ve y experimenta es corrupción, mal, resistencia y rebelión contra la verdad por parte de la humanidad. Todo lo que proviene de los humanos es la fuente de Su sufrimiento. Es decir, como Su esencia es diferente a la de los humanos corruptos, la corrupción de los hombres pasa a ser la fuente de Su mayor sufrimiento. ¿Puede Dios, al hacerse carne, encontrar a alguien que comparta un lenguaje común al Suyo? No se puede hallar una persona así entre los hombres. No hay quien pueda comunicar ni tener este diálogo con Dios. ¿Qué tipo de sentimiento dirías que tiene Dios sobre esto? Las cosas que las personas tratan, aman, buscan y anhelan están todas relacionadas con el pecado y con tendencias malvadas. Cuando Dios afronta todo esto, ¿no es como una puñalada en Su corazón? De frente a estas cosas, ¿podría rebozarle de júbilo? ¿Podría hallar consuelo? Los que están viviendo con Él son seres humanos llenos de rebeldía y maldad; ¿cómo podría no sufrir Su corazón? ¿Qué tan grande es este sufrimiento en realidad y a quién le importa? ¿Quién se ocupa de él? Y ¿quién es capaz de apreciarlo? Las personas no tienen forma de entender el corazón de Dios. Su sufrimiento es algo que las personas son particularmente incapaces de apreciar, y la frialdad y el entumecimiento de la humanidad profundizan aún más el sufrimiento de Dios.

Algunas personas a menudo se compadecen de la difícil situación que afronta Cristo porque hay un versículo en la Biblia que dice: “Las zorras tienen madrigueras y las aves […] nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Cuando las personas oyen esto, se lo toman muy en serio y creen que es el mayor sufrimiento que Dios padece, y que también es el mayor sufrimiento que Cristo padece. Ahora, mirándolo desde la perspectiva de los hechos, ¿es ese el caso? No. Dios no cree que estas dificultades sean sufrimiento. Nunca ha clamado contra la injusticia por Sus dificultades de la carne ni ha hecho que los seres humanos le devuelvan nada ni lo recompensen. Sin embargo, cuando ve el todo de la humanidad, las vidas corruptas y la maldad de los humanos corruptos, cuando es testigo de que la humanidad está presa en las garras de Satanás, sin poder escapar, esas personas que viven en pecado no saben cuál es la verdad y Él no soporta todos estos pecados. Cada día aborrece más a los hombres, pero Él tiene que aguantar todo eso. Ese es el gran sufrimiento de Dios. No puede expresar plenamente la voz de Su corazón ni Sus emociones entre Sus seguidores, y nadie entre ellos puede entender verdaderamente Su sufrimiento. Nadie intenta siquiera entender o consolar Su corazón, que soporta este padecimiento día tras día, año tras año, una y otra vez. ¿Qué veis en todo esto? Dios no les exige nada a los humanos a cambio de lo que Él ha dado, pero debido a Su esencia no puede tolerar en absoluto la maldad, la corrupción y el pecado de la humanidad y siente un aborrecimiento y un odio extremos, que llevan a Su corazón y a Su carne a padecer un sufrimiento infinito. ¿Habéis visto todo esto? Lo más probable es que ninguno de vosotros lo viera, porque no hay entre vosotros quien entienda de verdad a Dios. Con el tiempo deberíais experimentarlo gradualmente vosotros mismos.

A continuación, veamos los siguientes pasajes de las escrituras:

9. Jesús lleva a cabo milagros

a. Jesús alimenta a los cinco mil

Juan 6:8-13 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced que la gente se recueste. Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

b. La resurrección de Lázaro glorifica a Dios

Juan 11:43-44 Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo, y dejadlo ir.

Entre los milagros realizados por el Señor Jesús, solo hemos seleccionado estos dos porque son suficientes para demostrar aquello de lo que me gustaría hablar aquí. Estos dos milagros son realmente asombrosos y muy representativos de los milagros que el Señor Jesús realizó en la Era de la Gracia.

Primero, echemos un vistazo al primer pasaje: Jesús alimenta a los cinco mil.

¿Cuál es la idea de “cinco panes y dos peces”? Comúnmente, ¿para cuántas personas serían suficientes cinco hogazas de pan y dos peces? Si se mide en base al apetito de una persona normal, solo alcanzarían para dos personas. Esta es la idea de “cinco panes y dos peces” en su forma más básica. Sin embargo, ¿a cuántas personas dice este pasaje que alimentaron esos cinco panes y dos peces? Lo siguiente es lo que se encuentra registrado en las Escrituras: “Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil”. Comparado con cinco panes y dos peces, ¿es cinco mil una gran cantidad? ¿Qué muestra que esta cantidad sea tan grande? Desde una perspectiva humana, dividir cinco panes y dos peces entre cinco mil personas sería imposible, porque la diferencia entre las personas y los alimentos es demasiado grande. Aunque cada persona diese un pequeño bocado, seguiría sin ser suficiente para cinco mil personas. Pero aquí, el Señor Jesús hizo un milagro, no solo aseguró que cinco mil personas comiesen y se saciasen, sino que sobró. Las Escrituras dicen: “Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”. El milagro permitió a las personas ver la identidad y el estatus del Señor Jesús, y también les permitió ver que no hay nada imposible para Dios; de este modo, vieron la verdad de la omnipotencia de Dios. Cinco panes y dos peces fueron suficientes para alimentar a cinco mil, pero de no haber habido nada de comida, ¿habría sido Dios capaz de alimentar a cinco mil personas? ¡Por supuesto que sí! Esto fue un milagro, por lo que inevitablemente las personas sintieron que era incomprensible, increíble y misterioso, pero para Dios hacer eso no fue nada. Si eso era algo ordinario para Él, ¿por qué debería señalárselo ahora para ser interpretado? Porque lo que había detrás de este milagro es la voluntad del Señor Jesús, algo que la humanidad nunca antes había percibido.

En primer lugar, tratemos de entender qué tipo de personas eran estas cinco mil. ¿Eran seguidores del Señor Jesús? Las Escrituras nos enseñan que no. ¿Sabían quién era el Señor Jesús? ¡Claramente no! Al menos, no sabían que la persona que estaba delante de ellos era Cristo, o quizás solo algunos sabían Su nombre y conocían o habían oído algo acerca de las cosas que había hecho. Su curiosidad por el Señor Jesús se había simplemente despertado luego de oír historias sobre Él, pero sin duda no se puede decir que lo siguieran, y mucho menos que lo entendieran. Cuando el Señor Jesús vio a estas cinco mil personas, estaban hambrientas y solo podían pensar en saciar su estómago, entonces fue en este contexto que Él satisfizo sus deseos. ¿Qué había en Su corazón cuando lo hizo? ¿Cuál fue Su actitud hacia estas personas que solo querían comer hasta saciarse? En ese momento, los pensamientos del Señor Jesús y Su actitud enfocaban al carácter y la esencia de Dios. Frente a estas cinco mil personas con el estómago vacío, que solo querían comer bien, frente a estas personas llenas de curiosidad y esperanza por Él, el Señor Jesús solo pensó en utilizar este milagro para concederles gracia. Sin embargo, no guardó esperanza de que se convirtieran en Sus seguidores, porque sabía que solo querían divertirse y comer hasta saciarse. Así pues, Jesús hizo lo que pudo con lo que tenía y usó cinco hogazas de pan y dos peces para alimentar a cinco mil personas. Abrió los ojos de esas personas que disfrutaban ver cosas emocionantes, que querían ver milagros y que vieron con sus propios ojos las cosas que Dios encarnado podía lograr. Aunque el Señor Jesús usó algo tangible para satisfacer su curiosidad, en Su corazón ya sabía que estas cinco mil personas solo querían comer bien, por lo que no dijo nada en absoluto ni predicó. Solo les permitió ver cómo se producía el milagro. No hay duda de que no podía tratar a estas personas igual que a Sus discípulos, que le seguían realmente; pero, en Su corazón, todas las criaturas están bajo Su dominio y a todas las criaturas que veía les permitía que disfrutasen de la gracia de Dios cuando fuera necesario. Aunque estas personas no sabían quién era Él ni lo entendían, ni tenían una impresión particular de Él ni gratitud hacia Él, aun después de haber comido los panes y los peces, a Dios no le importaba; Él les dio a estas personas una maravillosa oportunidad de disfrutar Su gracia. Algunos opinan que Dios es recto en lo que hace y que no cuida ni protege a los incrédulos y, sobre todo, que no les permite disfrutar de Su gracia. ¿Es este realmente el caso? A los ojos de Dios, siempre que sean criaturas vivientes creadas por Él mismo, las dirigirá y cuidará de ellas y, de muchas formas diferentes, las tratará, hará planes para ellas y las regirá. Estos son los pensamientos y la actitud de Dios hacia todas las cosas.

Aunque las cinco mil personas que comieron las hogazas de pan y los peces no planeaban seguir al Señor Jesús, Él no formuló exigencias estrictas con ellas; una vez que comieron hasta saciarse, ¿sabéis qué hizo? ¿Les predicó algo? ¿Dónde fue tras haber hecho esto? Las Escrituras no registran que el Señor Jesús les dijese nada, solo que se fue rápido, cuando hubo completado Su milagro. ¿Les exigió algo entonces a estas personas? ¿Hubo odio? No, no hubo nada de eso; Él simplemente no quiso brindarles más atención a estas personas que no podían seguirle y, en ese momento, Su corazón estaba dolido. Como había visto la depravación de la humanidad y había sentido su rechazo hacia Él, al ver a estas personas y estar con ellas, su torpeza y su ignorancia lo entristecieron mucho y afligieron Su corazón. Por ello solo buscó apartarse cuanto antes. El Señor no les exigió nada en Su corazón; no quería brindarles atención y, sobre todo, no quería gastar energía en ellos. Sabía que no podían seguirle, pero a pesar de ello, Su actitud hacia ellos siguió siendo muy clara. Solo quería tratarlos con bondad, concederles la gracia y, ciertamente, esta era la actitud de Dios hacia toda criatura que estuviera bajo Su dominio: tratarla con bondad, proveer para ella y alimentarla. El Señor Jesús reveló, de forma muy natural, la propia esencia de Dios y trató con bondad a estas personas, porque era Dios encarnado. Lo hizo con un corazón lleno de benevolencia y tolerancia, y con ese corazón les mostró bondad. Independientemente de cómo ellas le viesen y del tipo de resultado que esto produjera, Él trataba a cada criatura basándose en Su identidad como Señor de toda la creación. Todo lo que revelaba era, sin excepción, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. El Señor Jesús hizo esto tranquilamente y después se marchó de la misma manera. ¿Qué aspecto del carácter de Dios es este? ¿Dirías que es Su misericordia? ¿Dirías que Dios es abnegado? ¿Acaso es algo que podría hacer una persona normal? ¡Definitivamente no! Fundamentalmente, ¿quiénes eran estas cinco mil personas a las que el Señor Jesús alimentó con cinco panes y dos peces? ¿Dirías que eran personas compatibles con Él? ¿Dirías que eran todas hostiles a Dios? Podemos afirmar con certeza que no eran en absoluto compatibles con el Señor y que su esencia era totalmente hostil a Dios. Pero ¿cómo las trató Dios? Usó un método para disipar la hostilidad de las personas hacia Él: este método se llama “bondad”. Es decir, aunque el Señor Jesús vio que eran pecadores, a Sus ojos, sin embargo, eran Su creación, por lo que igualmente trató a los pecadores con bondad. Esta es la tolerancia divina, determinada por Su propia identidad y esencia. Por tanto, es algo de lo que ningún ser humano creado por Dios es capaz; solo Dios puede hacerlo.

Cuando seas capaz de apreciar realmente los pensamientos y la actitud de Dios hacia la humanidad, cuando puedas entender realmente Sus emociones y Su preocupación por cada ser de la creación, podrás entender la devoción y el amor depositados sobre cada persona creada por el Creador. Cuando esto ocurra, utilizarás dos palabras para describir el amor de Dios. ¿Cuáles son estas dos palabras? Algunas personas dicen “abnegado”, y otras “filantrópico”. De estas dos, la segunda es la palabra menos apropiada para definir el amor de Dios. Es un término que se utiliza para describir a una persona que es magnánima o abierta de mente. Aborrezco esta palabra, porque se refiere a dispensar caridad de un modo aleatorio, indiscriminado, sin tener en cuenta principios. Es una inclinación abiertamente sentimental, que es común en las personas insensatas y que están confundidas. Cuando esta palabra se utiliza para describir el amor de Dios, existe inevitablemente una connotación blasfema. Tengo dos palabras que definen de forma más adecuada el amor de Dios. ¿Cuáles son? La primera es “inmenso”. ¿No es evocadora? La segunda es “vasto”. Detrás de estas palabras que utilizo para definir el amor de Dios hay un significado real. Literalmente, “inmenso” describe el volumen o la capacidad de una cosa, pero no importa lo grande que esta sea: es algo que las personas pueden tocar y ver. Esto es porque existe, no es un objeto abstracto, sino algo que puede darles ideas a las personas de una manera relativamente precisa y práctica. No importa si lo estás mirando desde una perspectiva bi o tridimensional; no necesitas imaginar su existencia, porque es algo que existe de hecho de forma real. Aunque usar la palabra “inmenso” para definir el amor de Dios puede hacernos pensar que se está intentando cuantificarlo, al mismo tiempo también da la sensación de que Su amor no se puede cuantificar. Yo digo que el amor de Dios puede cuantificarse, porque no es vacío ni surge de ninguna leyenda. Más bien, es algo compartido por todas las cosas que están bajo Su dominio y es algo que disfrutan todas las criaturas en diversos grados y desde diferentes perspectivas. Aunque las personas no pueden verlo ni tocarlo, este amor trae sustento y vida a todas las cosas conforme se va revelando gota a gota en su vida y las personas cuentan y dan testimonio del amor de Dios, el cual disfrutan en cada momento que pasa. Digo que el amor de Dios no puede cuantificarse porque el misterio de Dios que provee y alimenta todas las cosas es algo difícil de comprender para los seres humanos, como lo son los pensamientos de Dios sobre todas las cosas y, en particular, sobre la humanidad. Es decir, nadie sabe la sangre y las lágrimas que el Creador ha derramado por la humanidad. Nadie puede comprender ni entender la profundidad o el peso del amor que el Creador tiene por la humanidad, a la que hizo con Sus propias manos. Describir el amor de Dios como inmenso es ayudar a las personas a apreciar y entender su amplitud y la verdad de su existencia. También pueden comprender en mayor profundidad el significado real de la palabra “Creador”, y pueden obtener un entendimiento más profundo de la verdadera relevancia de la denominación “Creador”. ¿Qué describe habitualmente el término “vasto”? Se usa generalmente para describir el océano o el universo, por ejemplo: “el vasto universo” o “el vasto océano”. La expansión y la silenciosa profundidad del universo superan el entendimiento humano y es algo que capta la imaginación de los hombres y los llena de admiración. Su misterio y su profundidad se ven, pero no se puede alcanzar. Cuando piensas en el océano, piensas en su amplitud: parece no tener límites y sientes su misterio y su gran capacidad de contener cosas. Por esta razón he usado la palabra “vasto” para definir el amor de Dios. Lo he hecho para ayudar a las personas a sentir lo valioso que es, su intensa belleza y lo infinito y extenso de su poder. Lo he hecho para ayudarlas a sentir la santidad de Su amor, la dignidad Dios y Su calidad de inofendible, revelados por medio de Su amor. ¿Pensáis ahora que “vasto” es una palabra apropiada para describir el amor de Dios? ¿Está el amor de Dios al nivel de estos dos términos, “inmenso” y “vasto”? ¡Totalmente! En el lenguaje humano, solo estas dos palabras son de alguna manera adecuadas y están relativamente cerca de definir el amor de Dios. ¿No pensáis lo mismo? Si os pidiera que lo describierais, ¿usaríais estas dos palabras? Lo más probable es que no lo haríais, porque vuestro entendimiento y vuestra apreciación del amor de Dios se limitan a una perspectiva bidimensional y no ha ascendido a la altura del espacio tridimensional. Por tanto, si os pidiera que describierais el amor de Dios, sentiríais que os faltan las palabras, o quizá os quedaríais incluso mudos. Los dos términos de los que he hablado hoy pueden resultaros difíciles de entender, o quizá simplemente no estéis de acuerdo. Esto solo demuestra que vuestra apreciación y vuestro entendimiento del amor de Dios son superficiales y se limitan a un alcance reducido. He dicho antes que Dios es abnegado. ¿Recordáis la palabra, “abnegado”? ¿Será que el amor de Dios solo puede definirse como abnegado? ¿No queda demasiado corta? Deberíais reflexionar más sobre este asunto para obtener algo de él.

Lo anterior es lo que vimos del carácter de Dios y de Su esencia desde el primer milagro. Es una historia que las personas han leído durante varios miles de años, su trama es simple y permite ver un fenómeno simple, sin embargo, en esta sencilla trama podemos ver algo más valioso, que es el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Estas cosas representan a Dios mismo y son una expresión de Sus propios pensamientos que, una vez manifestados por Él, son la expresión de la voz de Su corazón. Él espera que haya personas que puedan entenderlo, que puedan conocerlo y comprender Su voluntad, y que haya quienes puedan oír la voz de Su corazón y sean capaces de cooperar activamente para satisfacer Su voluntad. Estas cosas que el Señor Jesús hizo fueron una expresión silenciosa de Dios.

A continuación, veamos este pasaje: La resurrección de Lázaro glorifica a Dios.

¿Cuál es vuestra impresión después de leer este pasaje? La relevancia de este milagro realizado por el Señor Jesús fue mucho mayor que el anterior, porque no hay milagro más sorprendente que traer a un muerto de vuelta de la tumba. Que el Señor Jesús hiciera algo así fue extremadamente significativo en aquella era. Como Dios se había hecho carne, las personas solo podían ver Su apariencia física, Su lado práctico y Su aspecto insignificante. Aunque algunos vieran y entendieran algo de Su carácter o algunas habilidades especiales que parecía poseer, nadie sabía de dónde había venido el Señor Jesús, quién era verdaderamente en Su esencia y qué otras cosas era capaz de hacer realmente. Todo esto era desconocido para la humanidad. Así que muchas personas querían encontrar pruebas para responder a estos interrogantes acerca del Señor Jesús y para saber la verdad. ¿Podía Dios hacer algo para demostrar Su propia identidad? Para Él, esto era muy fácil, un juego de niños. Podía hacer algo en cualquier lugar y en cualquier momento para demostrar Su identidad y esencia, pero Dios hacía las cosas siguiendo un plan y paso a paso. No hacía las cosas indiscriminadamente; sino que esperaba el momento y la oportunidad adecuados para hacer algo que permitiría que la humanidad viera, algo realmente significativo. De este modo, Él demostraba Su autoridad y Su identidad. Así pues, ¿podía la resurrección de Lázaro demostrar la identidad del Señor Jesús? Veamos el siguiente pasaje de las Escrituras: “Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, […]”. Cuando el Señor Jesús hizo esto, dijo solo una cosa: “¡Lázaro, ven fuera!”. Lázaro salió entonces de su tumba; esto se cumplió con solo unas pocas palabras pronunciadas por el Señor. En aquel momento, el Señor Jesús no levantó un altar ni llevó a cabo otras acciones. Solo dijo esa única cosa. ¿Se denominaría esto un milagro o un mandato? ¿O era algún tipo de hechicería? Superficialmente, pareciera que podría denominarse un milagro y, mirándolo desde una perspectiva moderna, por supuesto que podrías seguir llamándolo milagro. Sin embargo, de ninguna manera podría considerárselo el tipo de magia que supuestamente trae de vuelta el alma de los muertos ni fue en absoluto ningún tipo de brujería. Es correcto decir que este milagro fue la demostración más normal y pequeña de la autoridad del Creador. Esa es la autoridad y el poder de Dios. Él tiene la autoridad de hacer morir a una persona, de hacer que su alma deje su cuerpo y vuelva al Hades, o donde deba ir. La hora de la muerte y el lugar adónde va una persona está determinado por Dios. Él puede tomar estas decisiones en cualquier momento y lugar, sin limitación alguna por parte de los seres humanos, los acontecimientos, los objetos, el espacio o la geografía. Si quiere, puede hacerlo, porque todas las cosas y los seres vivientes están bajo Su dominio, y todas las cosas nacen, viven y mueren por Su palabra y Su autoridad. Él puede resucitar a un hombre muerto, y esto también es algo que puede hacer en cualquier momento y lugar. Esta es la autoridad que solo el Creador posee.

Cuando el Señor Jesús hizo cosas como traer a Lázaro de entre los muertos, Su objetivo fue brindar una prueba para que los humanos y Satanás vieran, para que supieran que todo lo relativo a la humanidad, a la vida y la muerte de la humanidad están determinados por Dios, y que, aunque Él se había hecho carne, seguía dominando el mundo físico visible así como el mundo espiritual, que los hombres no pueden ver. Hizo esto para demostrarles a la humanidad y a Satanás que no todo lo relativo a la humanidad está bajo el mando de Satanás. Esto fue una revelación y una demostración de la autoridad de Dios, y también una forma de enviar un mensaje a todas las cosas de que la vida y la muerte de la humanidad están en Sus manos. La resurrección de Lázaro por parte del Señor Jesús fue una de las maneras en las que el Creador enseñó e instruyó al hombre. Fue una acción concreta en la que Él usó Su poder y autoridad para instruir y proveer a la humanidad. Fue una forma, sin el uso de palabras, de permitir que los hombres viesen la verdad de que Él comanda todas las cosas. Fue una forma de decir a la humanidad por medio de acciones prácticas que no hay salvación si no es por medio de Él. Este medio silencioso que Él utilizó para instruir a la humanidad es eterno, indeleble y produce en los corazones humanos un impacto y un esclarecimiento que nunca se desvanecerá. La resurrección de Lázaro glorificó a Dios: esto tiene un profundo impacto en cada uno de Sus seguidores. Fija firmemente, en cada persona que entiende profundamente este acontecimiento, el entendimiento, la visión de que solo Dios puede controlar la vida y la muerte de la humanidad. Aunque Él tenga este tipo de autoridad y aunque enviara un mensaje acerca de Su soberanía sobre la vida y la muerte del hombre por medio de la resurrección de Lázaro, esta no fue Su principal obra. Dios nunca hace nada sin sentido. Cada cosa tiene un gran valor y es una joya sublime en un almacén de tesoros. Bajo ningún concepto, permitiría Él “que una persona saliera de su tumba” fuera el objetivo o el elemento principal o único de Su obra. Dios no hace nada que no tenga relevancia. La resurrección de Lázaro, como acontecimiento singular, es suficiente para demostrar Su autoridad y para probar la identidad del Señor Jesús. Esta es la razón por la que no repitió este tipo de milagro. Dios hace las cosas de acuerdo a Sus propios principios. En el lenguaje humano, podría decirse que Dios ocupa Su mente solo con asuntos serios. Esto es, cuando Él hace algo, no se desvía del propósito de Su obra. Sabe qué quiere llevar a cabo en esa etapa, qué quiere conseguir y sigue Su plan a rajatabla. Si una persona corrupta tuviera ese tipo de habilidad, simplemente pensaría en formas de mostrarla con el fin de que los demás sepan lo formidable que es, se inclinen ante él, y poder así controlarlos y devorarlos. Esta es la maldad que viene de Satanás y se llama corrupción. Dios no tiene ese carácter ni esa esencia. Su propósito al hacer las cosas no es exhibirse, sino proveer a la humanidad más revelación y dirección, y esta es la razón por la que las personas ven tan pocos ejemplos de este tipo de acontecimiento en la Biblia. Esto no significaba que los poderes del Señor Jesús estuvieran limitados o que fuera incapaz de hacer tales cosas. Simplemente, Dios no quiso hacerlo, porque el hecho de que el Señor Jesús resucitara a Lázaro tuvo un sentido muy práctico; y también porque la obra principal de Dios al encarnarse no consistía en realizar milagros ni en traer a los muertos de vuelta a la vida, sino que era la obra de redención para la humanidad. Así, gran parte de la obra completada por el Señor Jesús fue enseñar a las personas, proveer para ellas y ayudarlas; acontecimientos como resucitar a Lázaro fueron simplemente una pequeña parte del ministerio que Él llevó a cabo. Aún más, se puede decir que “exhibirse” no forma parte de la esencia de Dios, por lo que no mostrar más milagros no significaba que el Señor Jesús se contuviera intencionalmente, ni tampoco que obedeciera a limitaciones del entorno, y con toda certeza no se debía a una falta de poder.

Cuando el Señor Jesús resucitó a Lázaro, usó solo estas pocas palabras: “¡Lázaro, ven fuera!”. No dijo nada más. Así que, ¿qué demuestran estas palabras? Demuestran que Dios puede conseguir cualquier cosa por medio de Sus palabras, incluida la resurrección de un hombre muerto. Cuando Él creó todas las cosas, cuando creó el mundo, lo hizo con palabras: con mandatos hablados, con palabras de autoridad, y de esta manera se crearon todas las cosas y así se las logró. Estas pocas palabras pronunciadas por el Señor Jesús fueron como las palabras habladas por Dios cuando creó los cielos y la tierra, y todas las cosas; del mismo modo, tenían la autoridad de Dios y el poder del Creador. Todas las cosas se formaron y se mantuvieron firmes por las palabras salidas de la boca de Dios y, de la misma forma, Lázaro salió de su tumba por las palabras de boca del Señor Jesús. Esto fue la autoridad de Dios, demostrada y materializada en Su forma encarnada. Este tipo de autoridad y capacidad pertenecían al Creador y al Hijo del hombre, en quien el Creador se materializó. Este es el entendimiento que Dios le enseñó a la humanidad cuando hizo regresar a Lázaro de entre los muertos. Aquí concluiremos nuestro debate de este tema. A continuación, leamos un poco más de las Escrituras.

10. El juicio de los fariseos sobre Jesús

Marcos 3:21-22 Cuando sus parientes oyeron esto, fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí. Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios.

11. La reprensión de Jesús a los fariseos

Mateo 12:31-32 Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero.

Mateo 23:13-15 Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.

El contenido de los dos pasajes anteriores es distinto. Veamos el primero de ellos: el juicio de los fariseos sobre Jesús.

En la Biblia, la valoración que los fariseos hicieron del propio Jesús y de las cosas que hizo fue: “[…] decían: Está fuera de sí. […] Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios” (Marcos 3:21-22). El juicio del Señor Jesús de parte de escribas y fariseos no fue una mera copia de lo dicho por otras personas ni una conjetura infundada; fue la conclusión a la que llegaron a partir de lo que vieron y oyeron sobre Sus acciones. Aunque su conclusión fue ostensiblemente hecha en nombre de la justicia y a las personas les pareció bien fundamentada, la arrogancia con la que juzgaron al Señor Jesús fue difícil de refrenar, incluso para ellos. La frenética energía de su odio por el Señor Jesús puso de manifiesto sus propias ambiciones disparatadas y sus satánicos rostros malvados, así como la malévola naturaleza con la que se resistían a Dios. Las cosas que dijeron en su juicio del Señor Jesús fueron impulsadas por sus ambiciones disparatadas, su envidia y la naturaleza horrible y malévola de su hostilidad hacia Dios y hacia la verdad. No investigaron el origen de las acciones del Señor Jesús ni la esencia de lo que dijo o hizo. En cambio, atacaron y desacreditaron ciegamente lo que Él había hecho, en un estado de agitación enloquecida y con malicia deliberada. Llegaron incluso al punto de desacreditar intencionadamente a Su Espíritu, esto es, el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios. Esto es lo que quisieron decir con las palabras “Está fuera de sí”, “Beelzebú” y “el príncipe de los demonios”. Es decir, dijeron que el Espíritu de Dios era Beelzebú y el príncipe de los demonios. Definieron como locura la obra del Espíritu de Dios encarnado, que se había vestido de la carne. No solo blasfemaron tachándolo de Beelzebú y príncipe de los demonios, sino que también condenaron la obra de Dios y condenaron y blasfemaron al Señor Jesucristo. La esencia de su resistencia y su blasfemia de Dios fue exactamente la misma que la esencia de la resistencia y blasfemia de Dios por parte de Satanás y los demonios. No solo representaban a seres humanos corruptos, sino que más bien eran la representación de Satanás. Eran un canal para Satanás en medio de la humanidad y eran sus cómplices y lacayos. La esencia de su blasfemia y su denigración del Señor Jesucristo fue su lucha contra Dios por el estatus, su competencia con Él y la eterna puesta a prueba de Dios. La esencia de su resistencia a Dios y su actitud de hostilidad hacia Él, así como sus palabras y sus pensamientos, fue directamente una blasfemia y algo que hizo enfadar al Espíritu de Dios. Así pues, Dios determinó un juicio razonable basado en lo que dijeron e hicieron y determinó que sus hechos constituían un pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo. Este pecado es imperdonable tanto en este mundo como en el venidero, tal como dice el siguiente pasaje de las Escrituras: “la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada”, y “al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Hoy, hablemos sobre el verdadero significado de estas palabras de Dios: “no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Es decir, desmitifiquemos cómo cumple Dios las palabras: “no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”.

Todo aquello de lo que hemos hablado tiene relación con el carácter de Dios y Su actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas. Naturalmente, los dos pasajes anteriores no son una excepción. ¿Habéis notado algo en estos dos pasajes de las Escrituras? Algunas personas dicen ver en ellos el enojo de Dios. Algunos dicen que ven el lado del carácter de Dios que no tolera la ofensa de la humanidad, y que si las personas lo blasfeman, no obtendrán Su perdón. A pesar de que en estos dos pasajes las personas vean y perciban la ira y la intolerancia de Dios por la ofensa a la humanidad, siguen sin entender realmente Su actitud. En estos dos pasajes se encuentran implícitas ciertas referencias ocultas de la verdadera actitud de Dios y Su enfoque hacia aquellos que blasfeman y lo hacen enfadar. Su actitud y Su enfoque demuestran el verdadero sentido del siguiente pasaje: “al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”. Cuando las personas blasfeman a Dios y cuando lo hacen enfadar, Él emite un veredicto, y este veredicto es un desenlace dado por Él. Se lo describe de la siguiente forma en la Biblia: “Por eso os digo: todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada” (Mateo 12:31), y “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” (Mateo 23:13). Sin embargo, ¿está registrado en la Biblia cuál fue el desenlace con estos escribas y fariseos, así como con aquellos que, después de que el Señor Jesús dijera estas cosas, afirmaran que Él estaba loco? ¿Está registrado si sufrieron algún castigo? Desde luego que no. Este “no” no quiere decir que no se registró, sino que no hubo un desenlace visible al ojo humano. Decir que “no se registró” esclarece el asunto de la actitud y los principios de Dios para gestionar ciertas cosas. Dios no hace la vista gorda ni hace oídos sordos a la blasfemia y la resistencia de las personas, ni a la difamación —cuando lo atacan, difaman y maldicen intencionalmente—, sino que tiene una actitud clara. Él desprecia a las personas que hacen esto y en Su corazón las condena. Incluso manifiesta abiertamente su desenlace para que sepan que Él tiene una actitud clara hacia aquellos que lo blasfeman, y para que sepan cómo Él determinará su desenlace. Sin embargo, después de que Dios dijese estas cosas, las personas raramente podían ver la verdad sobre cómo Dios lidiaría con esas personas y no podían entender los principios detrás del desenlace y el veredicto dictado por Dios para ellas. Es decir, las personas no pueden ver el enfoque y los métodos particulares que Dios tiene para lidiar con ellas. Esto tiene que ver con los principios en los que Dios se basa para hacer cosas. Dios usa el acontecer de los hechos para ocuparse de la conducta malvada de algunas personas. Esto es, no anuncia su pecado ni determina su desenlace, sino que usa directamente el acontecer de los hechos para aplicar el castigo y la justa retribución. Cuando estos hechos ocurren, es la carne de las personas la que sufre el castigo, lo que significa que el castigo es algo que puede verse con ojos humanos. Al lidiar con la conducta malvada de algunas personas, Dios simplemente las maldice con palabras y también Su enojo recae sobre ellas, pero el castigo que reciben puede que sea algo que las personas no pueden ver. Y este tipo de desenlace puede ser incluso más grave que los desenlaces que sí se pueden ver, como ser castigado o matado. Esto se debe a que, bajo las circunstancias en las que Dios ha determinado no salvar a este tipo de personas, no mostrarles más misericordia ni tolerancia ni darles más oportunidades, la actitud que adopta con ellas es dejarlas de lado. ¿Cuál es el significado de “dejar de lado”? El significado básico de este término es poner algo a un lado, ignorarlo y no prestarle más atención. Pero aquí, cuando Dios deja a alguien de lado, hay dos explicaciones diferentes de su significado: la primera es que Él ha entregado la vida y todo lo relativo a esa persona a Satanás, para que se ocupe de ella. Dios deja de ser responsable y no lidia más con esa persona. Si la persona estuviera loca, fuera estúpida, si estuviera viva o muerta o si hubiera descendido al infierno para su castigo, nada de eso le incumbiría a Dios. Lo cual significa que tal criatura no tiene relación con el Creador. La segunda explicación es que Dios ha determinado que Él mismo quiere hacer algo con esta persona, con Sus propias manos. Es posible que utilice el servicio de la persona o que la utilice como contraste. Es posible que tenga una forma especial de ocuparse de ella, una forma especial de tratarla, como con Pablo, por ejemplo. Este es el principio y la actitud en el corazón de Dios según los cuales ha decidido ocuparse de este tipo de persona. Entonces, cuando los seres humanos se resisten a Dios y lo difaman y lo blasfeman, si exasperan Su carácter o si lo empujan más allá de los límites de Su tolerancia, las consecuencias son impensadas. La más grave es que Dios entrega a Satanás, de una vez y para siempre, la vida de esta persona y todo lo relativo a ella. Esta persona no será perdonada en toda la eternidad. Esto significa que ha pasado a ser comida en la boca de Satanás, un juguete en su mano y, de ahí en más, Dios no tiene nada más que ver con ella. ¿Podéis imaginar qué desgracia fue cuando Satanás tentó a Job? Incluso bajo la condición de que Satanás no tenía permitido dañar la vida de Job, aun así, este sufrió enormemente. ¿Y no es incluso más difícil imaginar los destrozos de Satanás a los que estaría sometida una persona que le hubiera sido entregada por completo, que estuviera completamente presa de sus garras, que hubiera perdido totalmente el cuidado y la misericordia de Dios, que ya no estuviera bajo el dominio del Creador, que hubiera sido despojada del derecho a adorarle y el derecho de ser una criatura bajo Su dominio y cuya relación con el Señor de la creación hubiera sido totalmente cortada? La persecución de Job por parte de Satanás fue algo visible ante los ojos humanos, pero si Dios le entrega a Satanás la vida de una persona, las consecuencias exceden la imaginación humana. Por ejemplo, algunos podrían renacer bajo el aspecto de una vaca o un asno, mientras que otros podrían ser ocupados y poseídos por espíritus inmundos, malignos, etc. Tal el desenlace de algunas personas que Dios ha entregado a Satanás. Desde fuera, parece que esas personas que ridiculizaron, difamaron, condenaron y blasfemaron al Señor Jesús no sufrieron ninguna consecuencia. Sin embargo, la verdad es que Dios tiene un enfoque en particular para ocuparse de todo. Puede que no use un lenguaje claro para comunicar el desenlace que tiene preparado para cada tipo de persona. En ocasiones no habla directamente, sino que actúa directamente. Que no hable al respecto no quiere decir que no haya un desenlace; de hecho, en ese caso, es posible que sea uno incluso más grave. Por fuera, puede parecer que hubiera personas a las que Dios no les revela explícitamente Su actitud; en realidad, son personas a las que no ha querido prestarles atención durante mucho tiempo. No quiere verlas más. Por las cosas que han hecho y por su conducta, por su naturaleza y esencia, Dios solo quiere que desaparezcan de Su vista, quiere entregarlas directamente a Satanás, entregarle espíritu, alma y cuerpo para que Satanás pueda hacer lo que quiera con ellas. Queda claro hasta qué punto Dios las aborrece, hasta qué punto está asqueado de ellas; si una persona hace enfadar a Dios hasta el punto de que Él ya ni siquiera quiere volver a verla y está preparado para abandonarla por completo, hasta el punto de no querer ocuparse de ella personalmente; si se llega al punto de que Él la entregue a Satanás para que este haga lo que desee, permitiéndole controlarla, consumirla y tratarla de cualquier manera que desee, esa persona está completamente acabada. Su derecho de ser humana se ha revocado por completo y su derecho como criatura de la creación divina ha llegado a su fin. ¿No es este el castigo más serio?

Todo lo anterior es una explicación completa de las palabras: “no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero”, y también sirve como un simple comentario sobre estos pasajes de las Escrituras. ¡Creo que ya todos lo entendéis!

Leamos ahora los siguientes pasajes de las Escrituras.

12. Las palabras de Jesús a Sus discípulos después de Su resurrección

Juan 20:26-29 Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.

Juan 21:16-17 Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

Estos pasajes narran ciertas cosas que el Señor Jesús hizo y les dijo a Sus discípulos después de Su resurrección. En primer lugar, echemos un vistazo a las posibles diferencias que podrían existir en el Señor Jesús antes y después de resucitar. ¿Seguía siendo el mismo que en el pasado? Las Escrituras contienen el siguiente versículo que le describe después de aquel acontecimiento: “Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros”. Es evidente que, en aquel tiempo, el Señor Jesús ya no habitaba un cuerpo de carne, sino uno espiritual. Esto se debía a que Él había trascendido los límites físicos; aunque la puerta estuviera cerrada, Él aún pudo estar entre los hombres y permitirles que lo vieran. Esta es la mayor diferencia entre el Señor Jesús posterior a la resurrección y el que vivió en la carne antes de ella. Aunque no había diferencia entre el aspecto del cuerpo espiritual de aquel momento y cómo era Él antes, ahora era un extraño para las personas, porque se había convertido en un cuerpo espiritual después de resucitar de entre los muertos; comparado con Su cuerpo anterior de carne, este cuerpo espiritual era más desconcertante y confuso para las personas. Y creaba más distancia entre el Señor Jesús y las personas, que sentían en su corazón que se había vuelto más misterioso. Esta noción y sensación, de repente, devolvió a las personas a la era en la que se creía en un Dios que no podía verse ni tocarse. Por tanto, lo primero que Él hizo tras Su resurrección fue permitir que todos lo vieran, confirmar Su existencia y el hecho de Su resurrección. Además, este acto restableció la relación con las personas y todo volvió a ser como cuando Él obraba en la carne y era el Cristo que podían ver y tocar. Uno de los resultados de esto fue que nadie tuvo ninguna duda de que Él hubiera resucitado de la muerte después de haber sido clavado en la cruz y que no se dudara de la obra del Señor Jesús para redimir a la humanidad. Otro resultado fue que, al aparecerse tras la resurrección y permitir que lo vieran y lo tocaran aferraba a la humanidad a la Era de la Gracia, asegurando que, de allí en más, no regresarían a la era precedente, la Era de la Ley, sobre la presunta base de que el Señor Jesús había “desaparecido” o que se había “marchado sin decir una palabra”. De esta manera, Él se aseguró de que seguirían avanzando, siguiendo las enseñanzas del Señor Jesús y la obra que Él había realizado. Una nueva fase se había abierto, pues, formalmente en la obra de la Era de la Gracia y, a partir de ese momento, quienes habían estado viviendo bajo la ley dejaron formalmente de hacerlo y entraron a una nueva era, un nuevo comienzo. Estos son los multifacéticos significados de la aparición del Señor Jesús ante la humanidad, después de Su resurrección.

Ya que el Señor Jesús habitaba ahora un cuerpo espiritual, ¿cómo podían tocarlo o verlo? Esto está relacionado con la relevancia de la aparición del Señor Jesús ante la humanidad. ¿Habéis notado algo en los pasajes que acabamos de leer en las Escrituras? Por lo general, los cuerpos espirituales no pueden verse ni tocarse; además, la obra que el Señor Jesús había asumido después de resucitar ya había llegado a su fin. Por tanto, en teoría ya no tenía necesidad alguna de regresar entre las personas en Su imagen original para encontrarse con ellas, pero que se apareciera en Su cuerpo espiritual a seres humanos como Tomás hizo que la relevancia de Su aparición fuera más concreta y que se instalara más profundo en el corazón de las personas. Cuando el Señor Jesús se le acercó, dejó que el escéptico Tomás tocara Su mano y le indicó: “extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Estas palabras y estos actos no eran cosas que el Señor Jesús quisiera decir o hacer enseguida después de haber resucitado; de hecho, eran cosas que quería decir y hacer antes de ser clavado en la cruz, porque las dudas de Tomás no habían comenzado recién entonces, sino que las había tenido durante todo el tiempo que había seguido al Señor Jesús. Es evidente que antes de la crucifixión el Señor Jesús ya sabía que existían personas como Tomás. ¿Qué podemos ver en esto? Él seguía siendo el mismo después de resucitar. Su esencia no había cambiado. Sin embargo, aquí estaba Él, resucitado de entre los muertos y de regreso del mundo espiritual, con Su imagen y Su carácter originales y con la comprensión de la humanidad que tenía en Su época en la carne. De modo que, primero fue en busca de Tomás y le permitió que tocara Su costado, para que no solo viera Su cuerpo espiritual después de la resurrección, sino para que pudiera tocar y sentir la existencia de Su cuerpo espiritual y despejara todas sus dudas. Antes de que el Señor Jesús fuera crucificado, Tomás siempre dudó de que Él fuera Cristo y era incapaz de creer. Su fe en Dios solo se cimentaba en aquello que podía ver con sus propios ojos, en lo que podía tocar con sus propias manos. El Señor Jesús entendía muy bien cómo era la fe de este tipo de personas. Solo creían en el Dios del cielo y no creían en absoluto en el enviado por Dios ni en el Cristo encarnado y no lo aceptaban. Con el fin de que Tomás reconociera y creyera en la existencia del Señor Jesús, y de que creyera que de verdad era Dios encarnado, Él permitió que Tomás le tocara el costado. ¿Acaso cambió la duda de Tomás antes y después de la resurrección del Señor Jesús? Siempre estaba dudando y, excepto por el cuerpo espiritual del Señor Jesús que se le apareció personalmente y le permitió a Tomás tocar las marcas de los clavos en Su cuerpo, nadie pudo resolver sus dudas ni consiguió que se deshiciera de ellas. Por tanto, desde el momento en que el Señor Jesús le permitió tocar Su costado y le dejó palpar la existencia de las marcas de los clavos, las dudas de Tomás desaparecieron y supo realmente que el Señor Jesús había resucitado y reconoció y creyó que Él era el verdadero Cristo y Dios encarnado. Si bien Tomás dejó de dudar en ese preciso momento, ya había perdido para siempre la oportunidad de encontrarse con Cristo, de estar con Él, de seguirle, de conocerle; había perdido la oportunidad de que Cristo lo perfeccionara. La aparición del Señor Jesús y Sus palabras brindaron una conclusión y un veredicto sobre la fe de quienes estaban repletos de dudas. El Señor Jesús usó Sus palabras y Sus actos prácticos para decirles a los que dudaban, a los que solo creían en el Dios del cielo y no en Cristo: Dios no elogió que creyeran ni que le siguieran llenos de dudas. El día en que creyeron por completo en Dios y en Cristo solo sería el día en el que Dios completara Su gran obra. Por supuesto, también sería el día en el que su duda recibiría un veredicto. Su actitud hacia Cristo determinó su destino, y su obstinada duda fue muestra de que su fe no había producido resultados, y su rigidez fue muestra de que sus esperanzas eran en vano. Como su creencia en el Dios del cielo se alimentaba de ilusiones y su duda en relación a Cristo era, en realidad, su verdadera actitud en relación a Dios, aunque tocaran las marcas de los clavos en el cuerpo del Señor Jesús, su fe seguía siendo inútil y su resultado solo podía describirse como coger agua con una cesta de bambú: todo en vano. Lo que el Señor Jesús le dijo a Tomás fue también Su manera de indicarles claramente a cada persona: el Señor Jesús resucitado es el Señor Jesús que pasó obrando con anterioridad treinta y tres años y medio entre los hombres. Aunque había sido clavado en la cruz y había experimentado el valle de sombra de la muerte y aunque había experimentado la resurrección, nada en su aspecto había sufrido cambio alguno. Aunque ahora tenía marcas de clavos en Su cuerpo y había resucitado y salido de la tumba, Su carácter, Su comprensión de la humanidad y Sus intenciones hacia esta no se habían modificado en lo más mínimo. Asimismo, les estaba diciendo a todos que Él había bajado de la cruz, que había triunfado sobre el pecado, superado las dificultades y triunfado sobre la muerte. Las marcas de los clavos precisamente eran la prueba de Su victoria sobre Satanás, eran la prueba de haber sido la ofrenda por el pecado que había logrado redimir a toda la humanidad. Les estaba diciendo a todos que ya había cargado con los pecados de la humanidad y que había completado Su obra de redención. Cuando regresó para ver a Sus discípulos, les transmitió este mensaje por medio de Su aparición: “Sigo vivo, sigo existiendo; hoy estoy verdaderamente ante vosotros para que podáis verme y tocarme. Siempre estaré con vosotros”. El Señor Jesús también quiso usar el ejemplo de Tomás como advertencia para los que vinieran en el futuro: Aunque no puedas ver ni tocar al Señor Jesús en tu fe en Él, estás bendecido por tu fe verdadera y puedes ver al Señor Jesús gracias a tu fe verdadera y una persona así es una persona bendecida.

Estas palabras, registradas en la Biblia, que el Señor Jesús habló cuando se le apareció a Tomás son de gran ayuda para todas las personas de la Era de la Gracia. Su aparición ante Tomás y las palabras que le dijo han tenido un profundo impacto en las generaciones siguientes; tienen una relevancia eterna. Tomás representa un tipo de persona que cree en Dios, pero duda de Él. Este tipo de persona tiene una naturaleza sospechosa, un corazón siniestro, son traicioneros y no creen en las cosas que Dios puede lograr. No creen en la omnipotencia divina ni en Su soberanía, ni tampoco en Dios encarnado. Sin embargo, la resurrección del Señor Jesús fue un golpe en su cara y les también les brindó la oportunidad de descubrir y reconocer su propia duda, de aceptar su propia traición, llegando así a creer de veras en la existencia y resurrección del Señor Jesús. Lo que ocurrió con Tomás fue una advertencia y un aviso para las generaciones posteriores, para que más personas evitaran dudar como Tomás y para que supieran que, en el caso de estar llenos de ellas, se hundirían en la oscuridad. Si sigues a Dios, pero solo como Tomás, siempre queriendo tocar Su costado para sentir las marcas de los clavos y confirmar, verificar y especular si Dios existe o no, Dios te abandonará. Por tanto, el Señor Jesús requiere que las personas no sean como Tomás, que solo cree lo que ve con sus propios ojos, sino que sean puros, honestos y que no alberguen dudas en relación a Dios, sino que solo crean en Él y le sigan. Este tipo de persona es bendecida. Este es un requisito muy pequeño que el Señor Jesús tiene para las personas y es una advertencia para Sus seguidores.

Lo anterior es la actitud del Señor Jesús hacia quienes están llenos de dudas. ¿Qué dijo Él, pues, y qué hizo por aquellos que son capaces de creer sinceramente en Él y seguirle? Esto es lo que leeremos a continuación, a través de un diálogo entre el Señor Jesús y Pedro.

En esta conversación, el Señor Jesús le hizo una y otra vez la misma pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Este es un nivel superior que Él les exigía a las personas como Pedro después de Su resurrección, personas que creían de verdad en Cristo, pero a las que les cuesta amar al Señor. Esta pregunta era una especie de investigación e interrogación, más aún, era un requisito y lo que se esperaba de las personas como Pedro. El Señor Jesús usó este método de interrogatorio para que las personas pudieran reflexionar sobre sí mismos y pudieran mirar en su interior y preguntarse: ¿Cuáles son los requisitos del Señor Jesús para las personas? ¿Amo al Señor? ¿Soy una persona que ama a Dios? ¿Cómo debería amar a Dios? Aunque el Señor Jesús solo formulara esta pregunta a Pedro, la verdad es que en Su corazón, al hacer estas preguntas a Pedro, quería aprovechar la oportunidad para extender ese tipo de interrogante a más personas que buscan amar a Dios. Pedro fue bendecido para ser ejemplo de ese tipo de persona y recibió las preguntas de la propia boca del Señor Jesús.

Comparada con las siguientes palabras que el Señor Jesús dirigió a Tomás después de Su resurrección: “Extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”, la pregunta formulada a Pedro tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, permite que las personas perciban mejor la severidad de la actitud del Señor Jesús y la urgencia que Él sintió durante Su interrogatorio. En cuanto al escéptico Tomás, con su naturaleza astuta, el Señor Jesús le permitió que extendiera la mano y le tocara las marcas de los clavos del cuerpo, y esto le hizo creer que Él era el Hijo del hombre resucitado y reconocer la identidad del Señor Jesús como Cristo. Y aunque el Señor Jesús no reprendió con severidad a Tomás ni expresó verbalmente ningún juicio claro sobre él, sí utilizó actos prácticos mediante los cuales le hizo saber que le entendía, a la vez que manifestó Su actitud y Su determinación hacia ese tipo de personas. Los requisitos y expectativas que el Señor Jesús imponía a estas personas no se pueden ver a partir de lo que Él decía, porque las personas como Tomás sencillamente no tenían ni una pizca de fe verdadera. Lo que el Señor Jesús les requería solo llegaba hasta allí, pero la actitud que Él reveló hacia los que eran como Pedro fue totalmente diferente. Él no le pidió a Pedro que extendiera la mano y le tocara las marcas de los clavos ni tampoco le dijo: “no seas incrédulo, sino creyente”. En cambio, le formuló varias veces la misma pregunta. Era una pregunta que invitaba a la reflexión y que estaba llena de significado, una pregunta que a cualquier seguidor de Cristo le hacía sentir remordimiento y temor y también les hacía sentir el ánimo del Señor Jesús, angustiado y triste. Y cuando están soportando gran dolor y sufrimiento, podían entender la preocupación del Señor Jesucristo y Su cuidado; descubren Su enseñanza sincera y Su estricto requisito de personas puras y honestas. La pregunta del Señor Jesús permite que las personas sientan que las expectativas que Él tiene respecto a las personas, reveladas en estas simples palabras, no son meramente para que crean en Él y lo sigan, sino para lograr sentir amor, para que ames a tu Señor y a tu Dios. Este tipo de amor es atención y obediencia. Es el hombre viviendo para Dios, muriendo por Él, dedicándole todo a Él y entregándose y dando todo por Él. Este tipo de amor también consiste en darle consuelo a Dios, permitirle disfrutar del testimonio y que descanse. Es una retribución que la humanidad le hace a Dios, es la responsabilidad, obligación y deber del hombre, y es el camino que las personas deben seguir durante toda su vida. Estas tres preguntas fueron un requisito y una exhortación que el Señor Jesús le hizo a Pedro y a todos aquellos que serían perfeccionados. Y fueron estas las que guiaron a Pedro y lo motivaron a seguir su camino en la vida hasta el final; fueron las preguntas que hizo el Señor Jesús justo antes de partir las que llevaron a Pedro a emprender la senda de ser perfeccionado; fueron las que hicieron que, por su amor al Señor, Pedro cuidara el corazón del Señor, obedeciera al Señor, ofreciera consuelo al Señor y le ofreciera toda su vida y todo su ser, a causa de este amor.

Durante la Era de la Gracia, la obra de Dios fue principalmente para dos tipos de personas. El primer tipo eran los que creían en Él y le seguían, los que podían cumplir Sus mandamientos y cargar la cruz, y que podían aferrarse al camino de la Era de la Gracia. Este tipo de persona lograría la bendición de Dios y disfrutaría de Su gracia. El segundo tipo de persona era como Pedro, alguien que podía ser perfeccionado. Por tanto, después de que el Señor Jesús resucitara, lo primero que hizo fueron estas dos cosas, tan llenas de significado. Una fue hecha con Tomás y la otra con Pedro. ¿Qué representan estas dos cosas? ¿Acaso representan las verdaderas intenciones de Dios de salvar a la humanidad? ¿Representan la sinceridad de Dios hacia la humanidad? La obra que realizó con Tomás fue advertirles a las personas que no dudaran y que simplemente creyeran. En el caso de Pedro, la obra fue fortalecer la fe de personas como Pedro y dejar en claro Sus requisitos para este tipo de personas, para mostrarles qué objetivos deberían perseguir.

Después de que el Señor Jesús resucitara, se apareció a aquellos que a Él le pareció necesario, habló con ellos y les presentó Sus requisitos, dejando atrás Sus intenciones y Sus expectativas respecto a ellos. Es decir, como Dios encarnado, Su preocupación por la humanidad y Sus requisitos jamás cambiaron; fueron los mismos que cuando estuvo en la carne y cuando estuvo en Su cuerpo espiritual después de haber sido crucificado y tras resucitar. A Él, estos discípulos le preocupaban antes de estar en la cruz y, en Su corazón, tenía muy claro el estado de cada persona y entendía la deficiencia de cada uno y, por supuesto, después de morir, de resucitar y de convertirse en cuerpo espiritual, las comprendió igual que cuando estaba en la carne. Él sabía que las personas no estaban del todo seguras de Su identidad como Cristo, pero durante Su tiempo en la carne no tuvo exigencias estrictas. Sin embargo, después de resucitar, se les apareció y los convenció absolutamente de que el Señor Jesús había venido de Dios y de que Él era Dios encarnado, y utilizó Su aparición y Su resurrección como la mayor visión y motivación para la perpetua búsqueda de la humanidad. Su resurrección de entre los muertos no solo fortaleció a todos aquellos que lo seguían, sino que también implementó plenamente Su obra de la Era de la Gracia entre la humanidad y, por tanto, el evangelio de la salvación del Señor Jesús en dicha era se difundió, poco a poco, a todos los rincones de la humanidad. ¿Dirías que la aparición del Señor Jesús después de Su resurrección tuvo alguna relevancia? Si hubieras sido Tomás o Pedro en ese tiempo y te hubieras encontrado con algo tan significativo en tu vida, ¿cómo te habría impactado? ¿Lo habrías considerado la mejor y más extraordinaria visión de creencia en Dios de tu vida? ¿Lo habrías interpretado como una fuerza impulsora en tu seguimiento de Dios, en tu esfuerzo por satisfacerle y tu intento de amar a Dios toda la vida? ¿Habrías dedicado el esfuerzo de toda una vida a difundir esta visión, que es la mayor de todas? ¿Habrías aceptado convertir la salvación del Señor Jesús en un encargo de Dios? Aunque no hayáis experimentado esto, los dos ejemplos de Tomás y Pedro ya son suficientes para que las personas de hoy tengan un claro entendimiento de Dios y de Su voluntad. Se puede decir que, después de que Dios se hiciera carne, después de que Él experimentara personalmente la vida en medio de los hombres y experimentara personalmente la vida humana, y después de ver la depravación y la situación de la humanidad en ese momento, Dios en carne sintió más profundamente cuán impotente, lamentable y digna de lástima es la humanidad. La empatía de Dios por la condición humana aumentó gracias a la humanidad que tuvo mientras vivió en la carne, debido a Sus instintos carnales. Esto le llevó a sentir mayor preocupación por Sus seguidores. Es probable que no podáis entender estas cosas, pero puedo describir esta preocupación y el interés de Dios en la carne hacia cada uno de Sus seguidores con tan solo dos palabras: “preocupación intensa”. Aunque este término procede del lenguaje humano y es muy propio de los seres humanos, expresa y describe de verdad los sentimientos de Dios por Sus seguidores. En cuanto a la intensa preocupación de Dios por los seres humanos, en el transcurso de vuestras experiencias, sentirán esto poco a poco y lo probarán. Sin embargo, esto solo se puede conseguir mediante el entendimiento gradual del carácter de Dios basado en buscar un cambio en vuestro propio carácter. La aparición del Señor Jesús hizo que la intensa preocupación por Sus seguidores en la humanidad se materializara y pasara a Su cuerpo espiritual o, se podría decir, a Su divinidad. Su aparición permitió que las personas, una vez más, experimentaran y sintieran la preocupación y el cuidado de Dios, corroborando contundentemente a su vez que Dios es Aquel que da inicio a una era, que despliega una era y también El que pone fin a una era. A través de Su aparición fortaleció la fe de todos y demostró al mundo el hecho de que Él es Dios mismo. Esto les brindó a Sus seguidores confirmación eterna y con su aparición también dio inicio a una fase de Su obra en la nueva era.

13. Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección

Lucas 24:30-32 Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció de la presencia de ellos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?

14. Los discípulos le dan un pescado asado a Jesús para que coma

Lucas 24:36-43 Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Y cuando dijo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y Él lo tomó y comió delante de ellos.

A continuación, echaremos un vistazo a los pasajes anteriores de las Escrituras. El primero es un relato del Señor Jesús comiendo pan y explicando las escrituras después de Su resurrección, y el segundo es un relato de Él mismo comiendo un pescado asado. ¿Cómo os ayudan estos dos pasajes para conocer el carácter de Dios? ¿Podéis imaginar el tipo de imagen que obtendréis a partir de estas descripciones del Señor Jesús comiendo pan y después pescado asado? ¿Podéis imaginarlo de pie delante de vosotros, comiendo pan? ¿Cómo os sentiríais? O, si estuviera comiendo con vosotros en la misma mesa, o comiendo pescado y pan con las personas, ¿qué tipo de sentimiento tendríais en ese momento? Si sientes que estarías muy cerca del Señor, que Él es muy íntimo contigo, este sentimiento es correcto. Es exactamente el resultado que el Señor Jesús quiso al comer pan y pescado delante de la gente reunida tras Su resurrección. Si, tras su resurrección, solo hubiera hablado con las personas, si estas no hubieran podido sentir Su carne y Sus huesos y, en cambio, hubieran creído que se trataba de un Espíritu inalcanzable, ¿cómo se habrían sentido? ¿No se habrían sentido decepcionadas? Y al sentirse así, ¿no se habrían sentido abandonadas? ¿No habrían sentido una distancia con el Señor Jesucristo? ¿Qué tipo de impacto negativo habría creado esta distancia en la relación de las personas con Dios? Sin duda se habrían sentido asustadas, sin atreverse a acercarse a Él, demostrando por ende querer mantenerlo a una distancia respetable. De ahí en más, habrían roto su trato íntimo con el Señor Jesucristo y habrían regresado al trato que tenía la humanidad con el Dios de arriba, en el cielo, tal como era antes de la Era de la Gracia. El cuerpo espiritual que las personas no podían tocar ni sentir habría resultado en la erradicación de su intimidad con Dios y también habría hecho que ese trato íntimo —establecido durante el tiempo del Señor Jesucristo en la carne, sin distancia entre Él y los seres humanos— dejara de existir. Lo único que el cuerpo espiritual generó en las personas fue miedo, evasión y miradas silenciosas. No se habrían atrevido a acercarse a Él ni a mantener un diálogo con Él, menos aún seguirle, confiar en Él o admirarle. Dios no deseaba ver este tipo de sentimiento que los humanos tenían por Él. No quería ver que las personas lo evitaran o se apartaran de Él; solo quería que lo entendieran, que se le acercaran y que fueran Su familia. Si tu propia familia o tus hijos te vieran, pero no te reconocieran ni se atrevieran a acercarse a ti y siempre te evitaran y si no lograras que entendieran todo lo que hiciste por ellos, ¿cómo te sentirías? ¿No sería doloroso? ¿No te rompería el corazón? Esto es precisamente lo que Dios siente cuando las personas lo evitan. Así, después de Su resurrección, el Señor Jesús siguió apareciéndose a las personas bajo Su forma de carne y hueso y continuó comiendo y bebiendo con ellos. Dios ve a las personas como Su familia y también quiere ser El más querido para la humanidad; solo de esta manera puede Él ganar de verdad a las personas, y solo así las personas pueden amarlo y adorarlo verdaderamente. ¿Podéis entender ahora Mi propósito al extraer estos dos pasajes bíblicos en los que el Señor Jesús come pan y explica las Escrituras después de Su resurrección, y en los cuales los discípulos le dan pescado asado para que coma?

Puede decirse que la serie de cosas que el Señor Jesús dijo e hizo después de Su resurrección fue reflexionada muy seriamente. Estas cosas estaban llenas de la bondad y del afecto que Dios tenía por la humanidad y estaban además llenas del aprecio y del cuidado meticuloso que Él tenía por el trato íntimo que había establecido con la humanidad durante Su tiempo en la carne. Aún más, estaban llenas de la nostalgia y el anhelo que sentía por Su vida de comer y vivir junto con Sus seguidores durante Su tiempo en la carne. Por eso, Dios no quería que las personas sintieran que había una distancia entre ellos, ni quería que la humanidad se alejase de Él. Más aún, no quería que el hombre sintiera que, después de Su resurrección, el Señor Jesús ya no era el Señor que había tenido tan íntimo trato con las personas, que Él ya no estaba más junto a la humanidad porque había regresado al mundo espiritual, al Padre que las personas nunca podrían ver ni alcanzar. No quería que las personas sintieran que había surgido alguna diferencia de estatus entre Él y la humanidad. Cuando Dios ve a aquellos que quieren seguirle pero lo mantienen a una distancia respetable, Su corazón se aflige porque eso significa que su corazón está muy lejos de Él y que le será muy difícil ganarlo. Por tanto, si se les hubiera aparecido a las personas en un cuerpo espiritual que no pudieran ver ni tocar, esto habría vuelto a distanciar al hombre de Dios, y habría hecho que la humanidad tuviera un concepto erróneo de Cristo tras Su resurrección, como si se hubiera vuelto elevado, de una clase diferente que los humanos, alguien que ya no compartiría una mesa ni comería con los hombres porque los humanos son pecadores, inmundos e incapaces de estar cerca de Dios. Con el fin de disipar las malinterpretaciones de la humanidad, el Señor Jesús hizo numerosas cosas que solía hacer en la carne, tal como se registra en la Biblia: “tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio”. Él también les explicó las Escrituras, tal como solía hacerlo antes. Todo esto que el Señor Jesús llevó a cabo hizo que cada persona que lo vio sintiera que el Señor no había cambiado, que seguía siendo el mismo Señor Jesús. Aunque había sido clavado en la cruz y había experimentado la muerte, Él había resucitado y no había abandonado a la humanidad. Había vuelto para estar entre los humanos y nada en Él había cambiado. El Hijo del hombre que estaba de pie delante de esas personas seguía siendo el mismo Señor Jesús. ¡Su comportamiento y Su forma de conversar con las personas era tan familiar! Seguía lleno de bondad, gracia y tolerancia; seguía siendo el mismo Señor Jesús que amaba a los demás como a sí mismo, que podía perdonar a la humanidad setenta veces siete. Como siempre lo había hecho, comió con las personas, les explicó las Escrituras y, lo más importante, como antes, era de carne y hueso y se le podía tocar y ver. El Hijo del hombre que Él era permitió que sintieran su trato íntimo, que se sintieran a gusto y que disfrutaran haber recuperado algo que había sido perdido. Con gran facilidad, valentía y confianza, empezaron a admirar y a confiar en este Hijo del hombre que podía perdonarle los pecados a la humanidad. También empezaron a orar en el nombre del Señor Jesús, sin vacilaciones, comenzaron a orar para obtener Su gracia, Su bendición y a recibir de Él Su paz y Su júbilo, Su cuidado y Su protección, y comenzaron a sanar a los enfermos y expulsar demonios en el nombre del Señor Jesús.

Durante el tiempo en el que el Señor Jesús obró en la carne, la mayoría de Sus seguidores no pudieron comprobar por completo Su identidad y las cosas que decía. Cuando se iba acercando a la cruz, la actitud de ellos fue de observación. Entonces, a partir del momento que fue clavado en la cruz y hasta que fue sepultado, las personas se sintieron decepcionadas En ese entonces, en su corazón, las personas ya habían comenzado a pasar de dudar acerca de lo que el Señor Jesús había dicho cuando estuvo en la carne a negarlas por completo. Entonces, cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las personas, la mayoría de los que le vieron con sus propios ojos o que oyeron las noticias de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la negación al escepticismo. Recién cuando el Señor Jesús hizo que Tomás le pusiera la mano en Su costado y cuando partió el pan y comió delante de ellos después de Su resurrección, y después de que procediera a comer pescado asado delante de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era Cristo hecho carne. Se podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual de carne y hueso, frente a aquellos hombres, los estuviera despertando a todos de un sueño: el Hijo del hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había vivido y comido junto a la humanidad durante un largo tiempo… En ese momento, ¡sintieron que Su existencia era muy real y maravillosa! Al mismo tiempo, ¡estaban llenos de júbilo y felices y llenos de emoción! Su reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su cercanía y su cariño por la humanidad, y que sintieran cuánto pensaba en ellos. Esta breve reunión hizo que las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados, anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza y algo en lo que confiar. El Hijo del hombre de frente a ellos sería para siempre su retaguardia; sería su torre fuerte, su refugio por toda la eternidad.

Aunque el Señor Jesús hubiera resucitado, Su corazón y Su obra no habían abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría, caminaría con ellos y estaría con ellos en todo momento, en todo lugar. Y les dijo que en todo momento y en todo lugar proveería para la humanidad y la pastorearía; permitiría que le vieran y le tocasen, y se aseguraría de que nunca más se sintieran indefensos. El Señor Jesús también quería que las personas supieran que no vivían solas en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él está con ellos. Pueden apoyarse siempre en Dios y cada uno de Sus seguidores es Su familia. Al poder apoyarse en Dios, la humanidad ya no estará sola ni indefensa, y aquellos que le aceptaran como ofrenda por el pecado dejarían de estar presos del pecado. A los ojos humanos, esta porción de la obra que el Señor Jesús llevó a cabo después de Su resurrección fueron cosas muy pequeñas, pero, en Mi opinión, cada mínima cosa fue muy significativa, valiosa, importante y cargada de gran significado.

Aunque el tiempo en que el Señor Jesús obró en la carne estuvo lleno de dificultades y sufrimiento, Él terminó perfecta y completamente la obra mientras estuvo en la carne y redimió a la humanidad apareciéndose en Su cuerpo espiritual de carne y hueso. Comenzó Su ministerio haciéndose carne y acabó Su ministerio apareciéndose a la humanidad en Su forma carnal. Anunció la Era de la Gracia y la comenzó con Su identidad como Cristo. Con esta identidad llevó a cabo Su obra y fortaleció y guio a todos Sus seguidores en la Era de la Gracia. De la obra de Dios se puede decir que Él de veras acaba lo que empieza. Su obra cuenta con pasos y con un plan y está repleta de la sabiduría de Dios, de Su omnipotencia y de Sus maravillosos hechos, de Su amor y de Su misericordia. Por supuesto, el hilo principal que atraviesa toda la obra de Dios es Su preocupación por la humanidad; Su obra está impregnada de la preocupación que nunca puede dejar de lado. En estos versículos de la Biblia, en todo lo que el Señor Jesús hizo después de Su resurrección, lo que se reveló fuer la esperanza y la preocupación inmutables de Dios por la humanidad, así como Su meticuloso cuidado y Su estima por los hombres. Hasta el día de hoy, nada de esto ha cambiado jamás, ¿podéis verlo? Cuando lo veis, ¿no se acerca vuestro corazón de forma inconsciente a Dios? Si vivierais en aquella época y el Señor Jesús se os apareciera después de Su resurrección, en una forma tangible para que pudierais verle, y si se sentara frente a vosotros, comiera pan y pescado y os explicara las Escrituras y os hablara, ¿cómo os sentiríais? ¿Estaríais felices? ¿U os sentiríais culpables? Los malentendidos previos y el evitar a Dios previamente, los conflictos previos con Dios y las dudas previas sobre Dios, ¿no desaparecerían todos por completo? ¿No se volvería más normal y adecuada la relación entre Dios y el hombre?

A través de la interpretación de estos capítulos limitados de la Biblia, ¿encontráis defectos en el carácter de Dios? ¿Alguna adulteración en Su amor? ¿Veis alguna astucia o maldad en la omnipotencia o la sabiduría de Dios? ¡Desde luego que no! ¿Podéis decir ahora con seguridad que Dios es santo? ¿Podéis decir con certeza que cada una de las emociones de Dios es una revelación de Su esencia y de Su carácter? Espero que después de leer estas palabras, lo que entendáis de ellas os ayude y os brinde beneficios en la búsqueda de un cambio de carácter y en el temor de Dios, y que estas palabras den fruto en vosotros y que crezca día a día, para que en el proceso de esta búsqueda os acerquéis cada vez más a Dios y al estándar que Él requiere. Espero que la búsqueda de la verdad ya no os aburra y dejen de sentir que esa búsqueda y el cambio de carácter son cosas difíciles y superfluas. Más bien que, motivados por la expresión del verdadero carácter de Dios y Su santa esencia, anheléis la luz, la justicia y aspiréis a buscar la verdad, a procurar satisfacer la voluntad de Dios y os convirtáis en personas ganadas por Dios, os convirtáis en personas reales.

Hoy hemos hablado sobre ciertas cosas que Dios hizo en la Era de la Gracia, cuando se encarnó por primera vez. A partir de ellas hemos visto el carácter que Él expresó y reveló en la carne, así como cada aspecto de lo que Él tiene y es. Todos estos parecen muy humanizados, pero la realidad es que la esencia de todo lo que Él reveló y expresó es inseparable de Su propio carácter. Cada método y cada aspecto del Dios encarnado que expresa Su carácter en humanidad están inextricablemente vinculados a Su propia esencia. Por tanto, es de suma importancia que Dios viniera a la humanidad por medio de la encarnación. También es importante la obra que realizó en la carne, pero, para cada persona que vive en la carne, para cada persona que vive en la corrupción, más importante aún es el carácter que Él reveló y la voluntad que expresó. ¿Podéis entender esto? Tras comprender el carácter de Dios y lo que Él tiene y es, ¿habéis sacado algunas conclusiones respecto a cómo deberíais tratarle? Finalmente, en respuesta a esta pregunta, me gustaría daros tres consejos: primero, no pongáis a Dios a prueba. Independientemente de cuánto comprendáis sobre Él, de cuánto sepáis sobre Su carácter, nunca jamás lo pongáis a prueba. Segundo, no compitáis con Dios por el estatus. No importa el tipo de estatus que Dios te dé o el tipo de trabajo que te encomiende, no importa el deber que te lleve a realizar y no importa lo mucho que te hayas esforzado y sacrificado por Dios, no compitas en modo alguno con Él por el estatus. Tercero, no compitas con Dios. Independientemente de que entiendas y puedas someterte a lo que Dios hace contigo, lo que Él dispone para ti y las cosas que traiga a tu vida, no compitas de ninguna manera con Dios. Si puedes seguir estos tres consejos, entonces estarás bastante a salvo y no tenderás a enfadar a Dios. Y así concluimos las enseñanzas de hoy.

23 de noviembre de 2013

Nota al pie:

a. El “hechizo de la cinta apretada” lo utilizaba el monje Tang Sanzang en la novela china Viaje a Occidente. Utiliza este hechizo para controlar a Sun Wukong presionando una cinta metálica alrededor de la cabeza de este último, lo que le provocaba fuertes dolores de cabeza y así podía controlarlo. Se ha convertido en una metáfora para describir algo que constriñe a una persona.

Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.

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