2. Los pastores y ancianos han creído en el Señor durante muchos años, tienen un gran conocimiento de la Biblia y su fe es superior a la nuestra, así que debemos escucharlos en nuestra fe en el Señor. Dais testimonio de que el Señor Jesús ha regresado y está haciendo la obra del juicio comenzando por la casa de Dios, pero la mayoría de los pastores y ancianos no lo aceptan, e incluso llegan al extremo de oponerse a esto y condenarlo. Por lo tanto, nosotros tampoco podemos aceptarlo.
Versículos bíblicos como referencia:
“Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).
“Son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15:14).
Las palabras relevantes de Dios:
Mira a los líderes de cada denominación: son todos arrogantes y farisaicos y sus interpretaciones de la Biblia carecen de contexto y están guiadas por sus propias imaginaciones. Todos confían en los dones y la erudición para hacer su obra. Si fueran incapaces de predicar nada, ¿les seguirían las personas? Después de todo, poseen cierto conocimiento y pueden predicar sobre cierta doctrina o saben cómo convencer a los demás y cómo usar algunos artificios. Los usan para llevar a las personas ante ellos y engañarlas. Esas personas creen en Dios sólo de nombre, pero, en realidad, siguen a sus líderes. Cuando se encuentran con alguien que predica el camino verdadero, algunos de ellos dicen: “Tenemos que consultarle a nuestro líder respecto a nuestra creencia”. Un ser humano es el medio de su fe en Dios. ¿No es esto un problema? ¿En qué se han convertido, pues, esos líderes? ¿Acaso no se han vuelto fariseos, falsos pastores, anticristos y obstáculos para que las personas acepten el camino verdadero?
La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte
Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para enseñar a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonio jefes que estorban a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos que amenazan a los que buscan a Dios. Pueden parecer de “buena constitución”, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él
Algunas personas no se regocijan en la verdad y, mucho menos, con el juicio. En cambio, se regocijan en el poder y las riquezas; a tales personas se les llama buscadores de poder. Buscan exclusivamente las denominaciones que tienen influencia en el mundo y solo buscan a pastores y maestros que provienen de seminarios. A pesar de haber aceptado el camino de la verdad, son, en parte, escépticos, e incapaces de entregar todo su corazón y toda su mente, y su boca habla de sacrificarse por Dios, pero sus ojos se enfocan en los grandes pastores y maestros, y no le prestan atención a Cristo. Su corazón está obsesionado con la fama, la fortuna y la gloria. Piensan que no es posible que una persona tan pequeña pueda ser capaz de conquistar a tantos, que alguien tan común y corriente sea capaz de perfeccionar al hombre. Ellos no creen en absoluto que estos “don nadie” que están entre el polvo y el estiércol sean el pueblo escogido por Dios. Ellos creen que si tales personas fueran los objetos de la salvación de Dios, el cielo y la tierra estarían de cabeza y todos los hombres se reirían a mandíbula batiente. Ellos creen que si Dios eligió a tales “don nadie” para ser perfeccionados, entonces esos grandes hombres se convertirían en Dios mismo. Sus perspectivas están manchadas de incredulidad; ciertamente, más que incrédulos, son simplemente bestias absurdas. Y es que solo valoran la posición, el prestigio y el poder, y solo tienen en alta estima a los grandes grupos y denominaciones. No tienen la menor consideración hacia quienes son dirigidos por Cristo; simplemente son traidores que le han dado la espalda a Cristo, a la verdad y a la vida.
Lo que tú admiras no es la humildad de Cristo, sino a esos falsos pastores de destacada posición. No adoras la belleza ni la sabiduría de Cristo, sino a esos licenciosos que se regodean en la inmundicia del mundo. Te ríes del dolor de Cristo, que no tiene lugar donde reclinar Su cabeza, pero admiras a esos cadáveres que cazan ofrendas y viven en el libertinaje. No estás dispuesto a sufrir junto a Cristo, pero te lanzas con gusto a los brazos de esos anticristos insensatos a pesar de que solo te suministran carne, palabras y control. Incluso ahora tu corazón sigue volviéndose a ellos, a su reputación, su estatus, su influencia. Aun así, continúas teniendo una actitud por la cual la obra de Cristo te resulta difícil de soportar y no estás dispuesto a aceptarla. Por eso te digo que no te falta fe para reconocer a Cristo. La razón por la que lo has seguido hasta el día de hoy es solo porque no tenías otra opción. En tu corazón siempre se elevan muchas imágenes altivas; no puedes olvidar cada una de sus palabras y obras ni sus palabras influyentes ni sus manos. En vuestro corazón, ellos son supremos por siempre y son héroes por siempre. Pero esto no es así para el Cristo de hoy. Él permanece por siempre insignificante en tu corazón y por siempre indigno de tu veneración. Porque Él es demasiado ordinario, tiene muy poca influencia y está lejos de ser elevado.
En cualquier caso, Yo digo que todos los que no valoran la verdad son incrédulos y traidores de la verdad. Tales hombres nunca recibirán la aprobación de Cristo. ¿Has identificado ahora cuánta incredulidad hay dentro de ti y cuánta traición a Cristo tienes? Te exhorto: puesto que has elegido el camino de la verdad, debes consagrarte totalmente; no seas ambivalente o poco entusiasta. Debes entender que Dios no pertenece al mundo ni a ninguna persona, sino a todos aquellos que creen verdaderamente en Él, a todos los que lo adoran y a todos aquellos que se consagran a Él y le son fieles.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Eres un verdadero creyente en Dios?
Aquellos que no entienden la verdad siempre siguen a otros: si la gente dice que esta es la obra del Espíritu Santo, entonces, también tú dirás que es la obra del Espíritu Santo; si la gente dice que es la obra de un espíritu maligno, entonces, también tendrás dudas, o también dirás que es la obra de un espíritu maligno. Siempre repites como un loro las palabras de los demás, y eres incapaz de distinguir nada por ti mismo, y tampoco eres capaz de pensar por ti mismo. Esto es alguien sin una postura, que es incapaz de diferenciar, ¡una persona así es un ser despreciable sin valor! Siempre repites las palabras de los demás: hoy se dice que esta es la obra del Espíritu Santo, pero existe la probabilidad de que un día alguien diga que no es la obra del Espíritu Santo y que, en realidad, no es otra cosa más que actos del hombre; sin embargo, tú no puedes discernir esto y cuando eres testigo de que otros lo dicen, repites lo mismo. En realidad, es la obra del Espíritu Santo, pero tú dices que es la obra del hombre; ¿acaso no te has convertido en uno de los que blasfeman contra la obra del Espíritu Santo? Y al hacerlo, ¿acaso no te opones a Dios porque no eres capaz de diferenciar? Quizás algún día aparezca algún tonto que diga que “este es el trabajo de un espíritu maligno”, y cuando oigas estas palabras te confundas, y una vez más estarás atado por las palabras de otros. Cada vez que alguien crea perturbación eres incapaz de respaldar tu postura, y esto es todo debido a que no posees la verdad. Creer en Dios y buscar el conocimiento de Dios no es un asunto sencillo. Estas cosas no pueden lograrse simplemente reuniéndose y escuchando prédicas, y no puedes ser perfeccionado solo por la pasión. Debes experimentar y conocer, y tener principios en tus acciones, y obtener la obra del Espíritu Santo. Cuando hayas sufrido experiencias, serás capaz de discernir muchas cosas, serás capaz de distinguir entre el bien y el mal, entre la rectitud y la maldad, entre lo que es de carne y hueso y lo que es de la verdad. Debes ser capaz de distinguir entre todas estas cosas, y al hacerlo, sin importar las circunstancias, nunca te perderás. Solo esto es tu real estatura.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Sólo los que conocen a Dios y Su obra pueden satisfacer a Dios
Las personas que creen en Dios deben obedecerle y adorarle. No exaltes ni admires a ninguna persona; no pongas a Dios en primer lugar, a las personas a las que admiras en segundo y, en tercer lugar, a ti. Ninguna persona debe tener un lugar en tu corazón y no debes considerar que las personas —particularmente a las que veneras— están a la par de Dios o que son Sus iguales. Esto es intolerable para Él.
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los diez decretos administrativos que el pueblo escogido de Dios debe obedecer en la Era del Reino
Algunos son engañados con frecuencia por los que, en apariencia, son espirituales, nobles, elevados y grandes. En lo que respecta a las personas que pueden hablar con elocuencia de letras y doctrinas, y cuyo discurso y acciones parecen dignos de admiración, quienes son engañados por ellos jamás han analizado la esencia de sus acciones, los principios subyacentes a sus obras o cuáles son sus objetivos. Además, tampoco han observado si estas personas se someten verdaderamente a Dios ni tampoco han determinado si auténticamente temen a Dios y se apartan del mal. Nunca han discernido la esencia de la humanidad de estas personas. Más bien, empezando por el primer paso que consiste en familiarizarse con ellas, llegan poco a poco a admirarlas, a venerarlas, y acaban convirtiéndose en sus ídolos. Asimismo, en la mente de algunos, los ídolos a los que adoran —y que creen que pueden abandonar a su familia y su trabajo, y que por fuera parecen capaces de pagar el precio— son los que están satisfaciendo realmente a Dios y los que pueden lograr de verdad un buen final y un buen destino. En su mente, estos ídolos son a los que Dios elogia. ¿Qué los induce a creer tal cosa? ¿Cuál es la esencia de esta cuestión? ¿A qué consecuencias puede llevar? Expongamos, en primer lugar, el tema de su esencia.
Básicamente, estos asuntos relativos a los puntos de vista de las personas, sus métodos de práctica, los principios de práctica que deciden adoptar y aquello en lo que cada uno tiende a centrarse no tienen nada que ver con las exigencias de Dios hacia la humanidad. Ya sea que se centren en asuntos superficiales o profundos, o en letras y doctrinas o en la realidad, las personas no se ciñen a lo que más deberían ajustarse ni saben lo que más deberían saber. Esto se debe a que la verdad no les gusta en absoluto. Por tanto, no están dispuestas a invertir tiempo ni esfuerzo en buscar y poner en práctica los principios de práctica que se encuentran en las declaraciones de Dios. Más bien, prefieren utilizar atajos, resumir lo que entienden y lo que saben que es una buena práctica y un buen comportamiento; este resumen pasa a ser, pues, el objetivo a perseguir, lo cual toman como la verdad a practicar. La consecuencia directa de esto es que las personas utilizan el buen comportamiento humano como sustituto de poner en práctica la verdad, algo que también satisface su deseo de ganarse el favor de Dios. Esto les proporciona un capital con el que lidiar con la verdad, que también utilizan para razonar con Dios y competir con Él. Al mismo tiempo, las personas dejan de lado a Dios, sin escrúpulos, y colocan en Su lugar a los ídolos a los que admiran. Solo existe una causa fundamental por la que estas personas llevan a cabo y sostienen acciones y puntos de vista tan ignorantes, así como opiniones y prácticas parciales, y hoy os hablaré de ello. La razón es que, aunque las personas pueden seguir a Dios, orar a Él y leer Sus declaraciones cada día, no entienden realmente Su voluntad. Aquí está la raíz del problema. Si alguien entendiera el corazón de Dios y supiera lo que a Él le gusta, lo que Él detesta, lo que quiere, lo que rechaza, a qué clase de persona ama, qué clase de persona no le gusta, qué tipo de estándar usa cuando hace exigencias a las personas y qué tipo de enfoque adopta para perfeccionarlas, ¿podría esa persona seguir teniendo sus propias opiniones personales? ¿Podrían tales personas simplemente ir y adorar a alguien más? ¿Podría un ser humano común y corriente ser su ídolo? Las personas que entienden la voluntad de Dios poseen un punto de vista ligeramente más racional que ese. No van a idolatrar arbitrariamente a una persona corrupta y, mientras caminan por la senda de poner en práctica la verdad, tampoco creerán que ceñirse ciegamente a unas cuantas reglas o principios sencillos equivale a poner en práctica la verdad.
La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra
Sería mejor que aquellas personas que dicen que siguen a Dios abrieran los ojos y miraran bien para ver exactamente en quién creen: ¿Realmente es en Dios en quien crees o en Satanás? Si sabes que no es en Dios en quien crees sino en tus propios ídolos, entonces sería mejor que no afirmaras que eres un creyente. Si realmente no sabes en quién crees, entonces, una vez más, sería mejor que no dijeras que eres un creyente. ¡Decirlo sería una blasfemia! Nadie te está obligando a creer en Dios. No digáis que creéis en Mí; ya que he oído bastante esa plática y no deseo volver a oírla, porque en lo que creéis es en los ídolos que están en vuestro corazón y en los bravucones locales que están entre vosotros. Aquellos que sacuden la cabeza cuando oyen la verdad, que sonríen cuando oyen hablar de la muerte son la simiente de Satanás, y son quienes serán eliminados. Muchos en la iglesia no tienen discernimiento. Cuando sucede algo engañoso, inesperadamente se ponen del lado de Satanás; incluso se ofenden cuando se les llama lacayos de Satanás. Aunque las personas podrían decir que no tienen discernimiento, siempre se ponen del lado donde no está la verdad, nunca se ponen de pie y defienden la verdad. ¿Acaso carecen verdaderamente de discernimiento? ¿Por qué se ponen inesperadamente del lado de Satanás? ¿Por qué nunca dicen una palabra que sea justa y razonable a favor de la verdad? ¿Ha surgido esta situación auténticamente como resultado de su confusión momentánea? Cuanto menos discernimiento tienen las personas, menos capaces son de ponerse del lado de la verdad. ¿Qué muestra esto? ¿Acaso no muestra que los que no tienen discernimiento aman el mal? ¿Acaso no muestra que son la simiente leal de Satanás? ¿Por qué siempre pueden ponerse del lado de Satanás y hablan su idioma? Todas sus palabras y acciones, la expresión en su rostro, todo ello es suficiente para probar que no son amantes de la verdad; más bien, son personas que detestan la verdad. Que puedan ponerse del lado de Satanás basta para probar que Satanás realmente ama a estos insignificantes demonios que pasan la vida luchando a favor de Satanás. ¿No son todos estos hechos sumamente claros? Si en verdad eres una persona que ama la verdad, entonces ¿por qué no tienes consideración por aquellos que practican la verdad y por qué sigues inmediatamente a aquellos que no practican la verdad en el instante en el que te dirigen la mirada? ¿Qué tipo de problema es este? No me importa si tienes discernimiento o no. No me importa cuán grande sea el precio que pagaste. No me importa cuán grandes sean tus fuerzas y no me importa si eres un bravucón local o un líder que enarbola la bandera. Si tus fuerzas son grandes, es sólo con la ayuda de la fuerza de Satanás. Si tu prestigio es alto, es simplemente porque hay demasiados a tu alrededor que no practican la verdad. Si no has sido expulsado es porque ahora no es el momento para la obra de expulsión; sino que es tiempo para la obra de eliminación. No hay prisa por expulsarte ahora. Simplemente estoy esperando el día en el que te castigaré después de que hayas sido eliminado. ¡Quienquiera que no practique la verdad será eliminado!
La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad