56. Cómo resolver el egoísmo
Dios Todopoderoso dice: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones de una persona son juzgadas como buenas o malvadas? Depende de si en tus pensamientos, expresiones y acciones posees o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad-verdad. Si no tienes esta realidad o no vives esto, entonces, sin duda, eres un hacedor de maldad. ¿Cómo considera Dios a los hacedores de maldad? Tus pensamientos y acciones externos no testifican de Dios, no ponen a Satanás en vergüenza ni lo derrotan; en cambio, todos hacen que Dios se avergüence, en todo son la señal de provocar que Dios se avergüence. No estás testificando para Dios, no te estás entregando a Dios y no estás cumpliendo tu responsabilidad y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Cuál es la implicación de ‘para ti mismo’? Para Satanás. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A los ojos de Dios tus acciones no han sido buenas, sino que tu comportamiento se ha vuelto malvado. No serás recompensado y Dios no te recordará. ¿No es esto completamente en vano?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Veo por las palabras de Dios que podemos esforzarnos y sufrir un poco en nuestro deber, pero si nuestra motivación no es satisfacer a Dios y no tenemos testimonio de practicar la verdad, sino solo satisfacernos a nosotros mismos, Dios lo considera como hacer el mal. Le desagrada. Hace un par de años, noté que una hermana alteraba la obra de la iglesia, pero no me animé a practicar la verdad ni sostener los principios. Temía ofenderla. No expuse ni informé de sus acciones a tiempo, y esto dañó nuestra obra de evangelio. Yo también actué mal. Cada vez que lo pienso, me lleno de remordimiento y autorreproche.
A fines de marzo de 2018, la hermana Chen se unió a nuestro equipo como líder de equipo. Después de un tiempo, descubrí que no asumía la responsabilidad en su deber. A veces, alguien a quien le predicábamos quería investigar la obra de los últimos días de Dios, y ella no organizaba la enseñanza y el testimonio rápidamente. Esto retrasaba la obra de evangelio. La busqué para compartir enseñanzas, pero apenas mencioné sus problemas, temía que lo tomara a mal. Ella lo justificó, dijo que aún tenía otro deber y no podía estar al día, pero que lo haría mejor en el futuro. De inmediato vi que lo tomaba a la ligera. No vio la seriedad del problema. Pensé que debía decir algo más para que no volviera a suceder, y así sostener la obra de la iglesia. Pero cuando iba a decir algo, pensé: “Ella está a cargo, yo soy solo un miembro del equipo. Si señalo su problema, ¿no pensará que soy desubicada y entrometida, y dirá que soy arrogante y poco razonable? Olvídalo. No diré nada. Ella está a cargo, debería saber cuán importante es este deber. Se encargará de todo en el futuro”. Me sentía un poco incómoda, pero no volví a mencionárselo.
Poco después, un predicador de la Iglesia Sola Fide quiso investigar la obra de los últimos días de Dios. Había poco tiempo, pero en ese momento crucial, no pude comunicarme con la hermana Chen. Me hablé con el líder de otro equipo de evangelio para que diera enseñanza. Cuando la hermana Chen se enteró, me reprendió duramente. Me dijo: “¿Por qué buscaste a otro líder de equipo para que se encargara? Si no lo hice a tiempo, es mi problema, y cualquier complicación es mi responsabilidad. Traer a otra persona no está de acuerdo con los principios”. Quería conversar con ella sobre este tema, pero cambié de opinión. Pensé: “Si la critico después de que me abordara y reprendiera, ¿qué pensará de mí? Nos vemos todo el tiempo, si llegamos a un punto muerto, probablemente me dificulte las cosas. Olvídalo. Es mejor tener una preocupación menos. Solo cumpliré bien con mi deber”. Por eso, no dije lo que le quería decir.
Un mes después, más o menos, un colaborador de una iglesia cristiana se interesó en la obra de Dios Todopoderoso. Se lo recordé a la hermana Chen varias veces. Le dije: “Debes organizar que alguien le dé enseñanzas”. En el momento, estuvo de acuerdo, pero, para mi sorpresa, pasaron dos días sin que dijeran nada. Me enojé mucho. Pensaba: “Te lo dije muchas veces. Te dije que era urgente. ¿Por qué no lo tomaste ni remotamente en serio? No, no puedo no hacer nada mientras se entorpece nuestra obra de evangelio. Debo hablarlo con los hermanos y las hermanas del equipo y ver qué podemos hacer sobre su problema”. Pero, cuando iba a hablar con los demás, volví a sentirme conflictuada. Si la hermana Chen descubría que lo hablaba con todos, podría pensar que la atacaba a propósito. Si la ofendía, podría vengarse y hallar una excusa para sacarme de mi deber. Pensé que el clavo que sobresale es el que golpean. Decidí esperar a que alguien más lo mencionara.
Esa noche, mientras pensaba en cuántas cosas había dejado pasar la hermana Chen, empecé a sentirme muy ansiosa, pero aún no me animaba a hablar. No había estado ocupándome de mis responsabilidades. Me sentí incómoda, y oré a Dios. Tras orar, leí estas palabras de Dios: “Tanto la conciencia como la razón deben ser componentes de la humanidad de una persona. Ambas son las más fundamentales y importantes. ¿Qué clase de persona es el que carece de conciencia y no tiene la razón de la humanidad normal? Hablando en términos generales, es una persona que carece de humanidad, una persona de una humanidad mala. Analicemos esto en profundidad. ¿Cómo manifiesta esta persona una humanidad corrupta tal que las personas dicen que no tiene humanidad? ¿Qué características tienen todas las personas? ¿Qué manifestaciones específicas presentan? Tales personas son superficiales en sus acciones y se mantienen alejadas de las cosas que no les conciernen de manera personal. No consideran los intereses de la casa de Dios ni muestran consideración por la voluntad de Dios. No asumen ninguna carga de testificar por Dios o de desempeñar sus deberes y no poseen ningún sentido de responsabilidad. […] Incluso hay personas que, cuando ven un problema cuando cumplen con su deber, permanecen en silencio. Ven que otros están causando interrupciones y perturbaciones, pero no hacen nada para detenerlos. No consideran en absoluto los intereses de la casa de Dios ni piensan en su propio deber ni en las responsabilidades. Hablan, actúan, sobresalen, se esfuerzan, y gastan energía sólo para su propia vanidad, prestigio, posición, intereses y honor. […] ¿Tiene esta clase de persona conciencia y razón? ¿Siente remordimiento una persona sin conciencia ni razón que se comporta de esta manera? La conciencia de esta clase de persona no sirve para nada y nunca ha sentido remordimiento. Así que, ¿pueden sentir el reproche o la disciplina del Espíritu Santo?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios me llegaron directo al corazón. ¿No era yo exactamente la clase de persona que Dios exponía? Carecía de conciencia y humanidad, y era irresponsable en mi deber. Adoptaba una actitud de fría indiferencia para proteger mis propios intereses. No era considerada con la voluntad de Dios ni sostenía la obra de la iglesia. Sabía que la hermana Chen no tomaba en serio su deber y solo salía del paso, y ya había dañado nuestra obra de evangelio. Debería haber mencionado esto en las enseñanzas. Pero temía que me dijera que me ocupara de mis asuntos, por lo que ignoré sus problemas. Después de eso, no cambió para nada. Quería volver a mencionarlo, analizar la naturaleza y las consecuencias de que cumpliera así con su deber, pero temía ofenderla, que me dificultara las cosas y que me sacara de mi deber. Hice caso omiso y lo ignoré. No me había atrevido a defender la casa de Dios solo por proteger mi reputación, mi estatus y mis intereses, mientras veía que una líder de equipo no cumplía con su deber. ¿Dónde estaba mi conciencia? Los desastres son cada vez peores, debe haber más gente investigando el camino verdadero. Hacer que la gente acepte la salvación de Dios de los últimos días Es una prioridad urgente. Pero yo no asumía la responsabilidad. Solo quería protegerme a mí, no a los intereses de la casa de Dios. Eso no era ser considerada con la voluntad de Dios. Era muy egoísta. Estos pensamientos me hicieron sentir que en verdad había decepcionado a Dios. Pensaba: “No puedo seguir así. Debo hallar la forma de solucionar este problema”. Hablé sobre esto con algunos hermanos y hermanas del equipo, y vimos cómo encarar el problema de la hermana Chen. Unánimemente, acordamos que debería trabajar con alguien para compartir la carga. Así, podrían ayudarse y controlarse mutuamente.
Esa misma tarde, llamé a la hermana Chen, le conté lo que habíamos hablado y hablé en detalle sobre su desempeño reciente y el daño que había causado a la obra de evangelio. Para mi sorpresa, la hermana Chen no sentía arrepentimiento ni remordimiento por su conducta, sino que rechazó el plan completamente. Obstinada, dijo que no necesitaba que nadie trabajara con ella. Al ver que no era consciente de sí misma, seguí con la enseñanza, pero antes de que pudiera terminar, me dijo que tenía algo que hacer y cortó. Yo pensaba: “La hermana Chen tiene estatus, pero no hace obra práctica y no quiere un compañero. ¿Eso no es una tiranía? Si sigue así, la obra de la casa de Dios se retrasará. Debo señalarle este problema”. Le envié mensajes durante los siguientes días, pero nunca respondió. Veía cómo se retrasaba la obra de la casa de Dios. Pensaba que no podía perder más tiempo antes de hablar con el líder de la iglesia, pero cuando iba a hacerlo, quería evitarlo. Pensé: “Si la hermana Chen descubre que fui yo quien habló con el líder, ¿qué pasará? ¿Qué haré si se ofende y halla una excusa para sacarme de mi deber? ¿Y si los hermanos y las hermanas dicen que siempre estoy criticando a la hermana Chen y que no soy justa con ella?”. Me sentía muy conflictuada. Si no decía nada, solo estaría mirando cómo se tambaleaba la obra del equipo. Pero, si decía algo, podía ofenderla. En ese momento, una hermana vino a preguntarme si me interesaba unirme a otro equipo. Pensé: “Será genial cumplir con otro deber, así podré dejar a mi equipo. No me sentiría culpable y atormentada todos los días”. Más tarde, compartí mis pensamientos con otra hermana del equipo. Me escuchó y luego dijo: “Eres el miembro más antiguo de nuestro equipo y quien más acostumbrada está a la obra. La hermana Chen está ignorando los problemas de nuestro equipo. ¿De verdad crees que es el momento correcto para que te vayas?”. Cuando dijo eso, me sentí terrible. Me di cuenta de que conocía la obra del equipo mejor que nadie, y ahora solo miraba cómo se alteraba la obra de la casa de Dios. No solo lo había ignorado, quería huir. Eso no era proteger los intereses de la casa de Dios. Oré a Dios y le pedí que me guiara.
Después, leí un par de pasajes de las palabras de Dios en mis devocionales. Dios dice: “Debes entrar desde la positividad, ser activo y no pasivo. No te dejarás amedrentar por nada ni nadie en ninguna situación, y no debes ser influenciado por las palabras de nadie. Debes tener un carácter estable, sin importar lo que las personas pudieran decir, pondrás inmediatamente en práctica lo que sabes que es la verdad. Siempre debes tener Mis palabras obrando dentro de ti, independientemente de a quién te estés enfrentando; debes poder permanecer firme en tu testimonio de Mí y mostrar consideración por Mis cargas. No te puedes confundir ni estar de acuerdo a ciegas con la gente sin tener tus propias ideas. En cambio, debes tener el valor para ponerte de pie y objetar las cosas que no provienen de Mí. Si claramente sabes que algo está mal, pero te quedas callado, entonces no eres alguien que practique la verdad. Si sabes que algo está mal, pero después tuerces el tema, Satanás te bloquea, hace que hables sin ningún efecto y que no puedas perseverar hasta el final, entonces, esto significa que todavía llevas miedo en tu corazón. ¿No está entonces tu corazón todavía lleno de las ideas de Satanás?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 12). “Todos vosotros decís que tenéis consideración por la carga de Dios y defenderéis el testimonio de la Iglesia, pero ¿quién de vosotros ha considerado realmente la carga de Dios? Hazte esta pregunta: ¿Eres alguien que ha mostrado consideración por Su carga? ¿Puedes tú practicar la justicia por Él? ¿Puedes levantarte y hablar por Mí? ¿Puedes poner firmemente en práctica la verdad? ¿Eres lo bastante valiente para luchar contra todos los hechos de Satanás? ¿Serías capaz de dejar de lado tus emociones y dejar a Satanás al descubierto por causa de Mi verdad? ¿Puedes permitir que Mis intenciones se cumplan en ti? ¿Has ofrecido tu corazón en el momento más crucial? ¿Eres alguien que hace Mi voluntad? Hazte estas preguntas y piensa a menudo en ellas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Después de leer una pregunta tras otra, sentí que Dios estaba parado frente a mí y me pedía explicaciones. Cada palabra era un golpe. También me preguntaba: “¿He sido considerada con la carga de Dios? ¿He practicado la justica por Dios? ¿He practicado la verdad firmemente?”. La respuesta a cada pregunta era “No”. Había sido elevada a un deber tan importante por la gracia de Dios, debería asumir la responsabilidad y trabajar con los hermanos y las hermanas para hacerlo bien. Vi que la líder del equipo no trabajaba bien y retrasaba la obra de evangelio una y otra vez. Era una falsa líder que no hacía obra práctica. Debería haber hablado e informado sobre ella. Pero temía ofenderla y perder mi deber, por eso escondía la cabeza en la arena y tan solo miraba mientras alteraba la obra de la casa de Dios. No fui firme para protegerla. Fui muy egoísta y despreciable. ¡No tenía sentido de la justicia ni responsabilidad! Protegí mi reputación y mi estatus en cada oportunidad. Aunque yo nunca había alterado la obra de evangelio de la casa de Dios como la hermana Chen, callé ante un problema que vi y no practiqué la verdad. ¿No era eso estar del lado de Satanás y dejarlo sabotear la obra de la casa de Dios? ¿No favorecía a un extraño, mordía la mano que me daba de comer, para actuar como ayudante de Satanás? Ese pensamiento hizo que me odiara. ¿Cómo podía haber sido tan egoísta, tan carente de humanidad? Sabía que no podía seguir así. No podía seguir teniendo miedo, tan solo protegiéndome. Debía practicar la verdad, ser una persona con un sentido de la justicia, ponerme del lado de Dios y proteger los intereses de Su casa. Decidí informar sobre la hermana Chen en ese momento. Justo entonces, una hermana me dijo que algunos nuevos creyentes se habían vuelto débiles y negativos tras oír rumores. La hermana Chen no había ordenado a nadie para hablar con ellos y resolver sus problemas a tiempo, por lo que casi había abandonado su fe porque habían sido guiados mal. Al oír eso, me odié. ¡Era la consecuencia terrible de que yo no hubiera practicado la verdad! Después de eso, algunos del equipo hablamos con el líder de la iglesia sobre los problemas de la hermana Chen. Me sorprendió que él investigara y le quitara el rol de líder ese mismo día. Después, el líder me reprendió: “Hace mucho que retrasa las cosas, y ¿nunca dijiste nada?”. Al oír eso, sentí aún más remordimientos y culpa.
Reflexioné sobre mí misma después, sobre por qué, si yo sabía que la hermana Chen no era responsable en su deber y retrasaba la obra de la casa de Dios, nunca la había expuesto ni informado sobre ella. ¿Cuál era la raíz de que no practicara la verdad? Leí estas palabras de Dios: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y hayan obtenido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro de vosotros. En cuanto a qué es el veneno de Satanás, se puede expresar por completo con palabras. Por ejemplo, si les preguntas a algunos malvados por qué cometieron el mal, te responderán: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La lógica de Satanás se ha convertido en la vida de las personas. Puede que hagan las cosas con un propósito u otro, pero solo lo hacen para sí mismas. Todos piensan que ya que el plan es cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda, deben vivir para ellos mismos, hacer todo lo que esté en su mano para asegurarse una buena posición y la comida y ropa de calidad. ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’: esta es la vida y la filosofía del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras de Satanás son precisamente el veneno de Satanás, y cuando la gente lo internaliza, se convierte en su naturaleza. La naturaleza de Satanás queda expuesta a través de estas palabras; lo representan por completo. Este veneno se convierte en la vida de las personas y en el fundamento de su existencia, y la humanidad corrompida ha sido sistemáticamente dominada por este veneno durante miles de años” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Las palabras de Dios me mostraron que la razón por la que no practicaba la verdad era que yo estaba llena de las filosofías de vida de Satanás, como: “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda”, “Guarda silencio para protegerte y sólo procura escapar de la culpa”, “Deja las cosas vagar si no te afectan personalmente”, “Cuantos menos problemas, mejor”, y “Todas las miradas van al más notable”. Hacía mucho que se habían hecho parte de mí. Se habían convertido en mi naturaleza. Me había vuelto egoísta, astuta e interesada porque había vivido según esos conceptos. No podía evitar proteger mis propios intereses ante un problema. Antes de ser creyente, en mi vida profesional y personal, en cuanto temía que algo ofendiera a alguien, aunque esa persona se hubiera equivocado, yo no hablaba. Seguía viviendo según estas filosofías satánicas aún después de convertirme en creyente. No podía evitar proteger mis intereses en mi deber, así que no podía practicar la verdad. La hermana Chen era un ejemplo. Vi que no hacía la obra práctica y no aceptaba comentarios, que era una falsa líder, debería haber sido firme e informado sobre ella. Pero temía que mi informe no llegara a ningún lado y que perdería mi deber. “Todas las miradas van al más notable”, y “Cuantos menos problemas, mejor” eran mi filosofía de vida. Era cobarde. Dejé que una persona irresponsable alterara las cosas sin animarme a hacer algo. Había sido egoísta y astuta. Cumplir con mi deber y proteger los intereses de la casa de Dios es algo positivo que está de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuando alguien altera la obra de la casa de Dios, es el momento de estar del lado de Dios y proteger Sus intereses. Dios pide esto a Sus escogidos. Es mi deber y mi responsabilidad. Pero temía exponerme, arriesgar mis intereses, por eso no defendí la obra de la casa de Dios. No cumplí con mi deber ni mis responsabilidades. ¿Qué clase de creyente era? No me arriesgué, sino que negocié con Satanás y enterré la cabeza en la arena. Permití que una persona irresponsable alterara la obra de la casa de Dios. No me animé a ser firme. No tenía agallas. Vivía sin integridad ni dignidad. Vi muy claramente que ella alteraba la obra de la casa de Dios, pero no solo lo ignoré, también quise huir. ¿No estaba del lado de Satanás, opuesta a Dios? Era una transgresión grave a los ojos de Dios. En verdad, al pensar en eso, no podía practicar la verdad y temía que perdería mi deber si informaba sobra la hermana Chen. Pero lo que en verdad pasó fue que, después de que informáramos sobre la hermana Chen, le quitaron el rol de líder de inmediato. Esto me hizo sentir vergüenza y me mostró que en la casa de Dios, Cristo y la verdad prevalecen. Quien no practique la verdad e impida la obra de la casa de Dios no puede tener lugar aquí. Si no se arrepiente, será eliminado en algún momento. Pero yo no miraba las cosas según los principios de la verdad. Estaba limitada por el poder y el estatus. Consideré que la persona a cargo era mi superior y pensé que, si la ofendía, no tendría lugar en la casa de Dios. Pensaba que la casa de Dios era tan oscura como el mundo, sin equidad ni justicia. ¿No estaba blasfemando contra Dios? Si Dios no hubiera organizado ese entorno para exponerme, sin el juicio y castigo de Sus palabras, aún no sabría las terribles consecuencias de vivir según las filosofías satánicas. Algo que en verdad aprendí de esto es que, como creyente, vivir según las palabras de Dios, practicar la verdad y sostener los principios de verdad da paz y tranquilidad. También es algo justo que debe hacer un creyente. Después, todos los del equipo charlamos sobre lo que habíamos experimentado y ganado. Todos habían aprendido lecciones en distintos grados, sobre todo, sobre el carácter justo de Dios. La obra de nuestro equipo mejoró gradualmente.
En mi siguiente deber, tras un mes de coordinación con la hermana Liu, la líder de otro equipo, descubrí que era arrogante y autocrática. Casi nunca aceptaba las sugerencias de otras personas y ya había alterado la obra de la casa de Dios. Sabía que, esta vez, debía avisarle al líder de la iglesia. Pero pensé: “No hace mucho que trabajamos juntas, no la conozco tanto. ¿Puedo estar equivocada? ¿Y si lo investigan, y resulta que no tiene un gran problema? ¿Qué pensarán de mí el líder y los demás? ¿Dirán que soy quisquillosa? ¿Y qué pensará la hermana Liu de mí si se entera? No importa, no debería decir nada”. Estaba por olvidarme de esto, pero mi conciencia me acusaba. Recordé que antes la obra de evangelio se había visto comprometida porque no había informado sobre la hermana Chen a tiempo. Lo lamentaba mucho. Pensé: “No puedo vivir de una manera egoísta y despreciable. No puedo quedarme con arrepentimientos esta vez”. Entonces, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “Para cada uno de vosotros que cumplís con vuestro deber, no importa cuán profundamente entendáis la verdad, si queréis entrar en la realidad-verdad, entonces la manera más sencilla de practicar es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo lo que hagáis y dejar ir vuestros deseos egoístas, vuestras intenciones, motivos, prestigio y estatus individuales. Poned los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo su deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios, los propios intereses de Dios y considerar Su obra y poner estas consideraciones antes que nada; sólo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te ven los demás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios me dieron el camino de la práctica, que es anteponer los intereses de la casa de Dios sin considerar los míos propios. No debe importar lo que los demás piensen de mí, debo hacer lo correcto para la obra de la casa de Dios No hacía mucho que nos conocíamos, y yo no la conocía mucho, pero en verdad había visto que su conducta había alterado la obra de la casa de Dios. Sabía que debía compartir lo que había visto, corregir mis motivos y cumplir con mi deber y responsabilidades. Después, hablé con el líder sobre los problemas de la hermana Liu, y, tras investigarlo, le quitaron el rol de líder de acuerdo con los principios. Cuando oí las noticias me sentí segura y reconfortada y sentí que había defendido los intereses de la casa de Dios. También experimenté de verdad que la única forma de tener una vida significativa es vivir según las palabras de Dios.