92. Decisiones difíciles
En 1999, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, y pronto me eligieron como líder de una iglesia. En diciembre de 2000, un día al mediodía, estaba en casa almorzando con mis dos hijos, cuando cinco policías irrumpieron en la casa y empezaron a destrozar el lugar, buscando sin haber mostrado ninguna orden de registro. En esa época mi hijo tenía solo seis años, y los dos niños se aferraban a mi ropa, atemorizados, y les temblaban las manos. Al final, hallaron una Biblia y un diario de devocionales que yo había escrito. Me empujaban y me tironeaban, tratando de meterme en el patrullero. Mis hijos lloraban y gritaban: “¡Mamá! ¡No te vayas!”. En ese momento, las lágrimas empezaron a caer por mi rostro porque no sabía si podría volver y verlos otra vez. El corazón se me estremeció de pena. Más tarde, me llevaron a una sala de interrogatorios de la OSP, donde me esposaron a una silla metálica. Había varias personas que me miraban intensamente. Estaba aterrada y le oraba a Dios sin parar, pidiéndole que me diera fe. Recordé las palabras de Dios: “Este es el momento en que te probaré, ¿me ofrecerás tu lealtad? ¿Puedes seguirme hasta el final del camino con lealtad? No tengas miedo; con Mi apoyo, ¿quién podría bloquear el camino?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Las palabras de Dios me dieron fe, y, al pensar que Dios es mi apoyo, sentí menos temor. Sin importar cuán brutal fuera la policía, ellos estaban en manos de Dios. Juré que, más allá de cómo me torturaran, no sería un judas que traicionara a Dios. ¡Juré por mi vida que me mantendría firme en el testimonio para Dios!
Uno de los oficiales comenzó el interrogatorio: “¿Quién te convirtió en creyente de Dios Todopoderoso? ¿Quién es tu líder? ¿Dónde guardan el dinero de la iglesia?”. Le respondí: “Yo no sé nada”. El director de la Brigada de Seguridad Nacional dijo: “Hoy hallamos tu casa porque ya teníamos pruebas de tu fe. Aunque no digas una palabra, podemos hacer que te declaren culpable. Pero si nos dices lo que sabes, te dejaremos ir a casa ahora mismo”. No dije una palabra. Luego él continuó: “Tus hijos son muy pequeños, sería terrible que no tuvieran a su madre para cuidarlos. Si sus maestros y compañeros se enteran de que su mamá está presa, se burlarán de ellos y los despreciarán. ¿No sería muy dañino para sus psiquis? ¿Tendrías el valor de hacer eso? No despreciarías a tus hijos por tu fe, ¿no?”. Oírlo decir eso de inmediato me recordó las miradas de miedo de mis hijos cuando me arrestaron, y de repente se me hizo un nudo en el corazón. Todo lo que había pasado hoy traumatizaría y afectarían muchísimo a los niños. Si me condenaban, ¿quién los cuidaría? Sobre todo a mi hijo, que siempre era propenso a enfermarse, ¿qué haría sin mí allí para cuidarlo? Si sus maestros y compañeros los discriminaban y se burlaban de ellos, ¿serían capaces de lidiar con eso? Ante esos pensamientos, mis lágrimas fluyeron sin parar y me apresuré a orar a Dios: “¡Dios mío! Me preocupan mis hijos, y estoy muy nerviosa. Por favor, protege mi corazón para que pueda estar tranquila, ampararme en Ti y mantenerme firme en el testimonio”. Tras orar, pensé en estas palabras de Dios: “A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No tienes suficiente fe en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti? ¿Por qué siempre te preocupas de la familia de tu carne? ¡Siempre echas de menos a tus seres queridos! ¿Ocupo Yo un lugar determinado en tu corazón?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). Las palabras de Dios de inmediato iluminaron mi corazón. Dios es el Creador, y Él domina y gobierna sobre el destino de todos. Cualquier cosa que sucediera con mis hijos en el futuro estaba en Sus manos, y mi preocupación era inútil. Debía tener fe en Dios, y confiarlos a Sus manos. Ante este pensamiento, me calmé y ya no me sentí tan preocupada por ellos. Sabía que la policía usaba a los niños para extorsionarme a fin de que delatara a la iglesia. Eran ellos lo que me habían detenido ilegalmente, habían destruido la vida normal de mi familia, y ahora decían que era mi fe la que me impedía cuidar a mis hijos. ¿Eso no era distorsionar los hechos y dar vuelta las cosas? Cuando pensé eso, les repliqué: “¿Es por mi fe, o porque me tienen aquí encerrada? Los creyentes en Dios leen Su palabra y procuran ser buenas personas, no hacen nada ilegal. ¿Por qué están siempre arrestando a los creyentes?”. Cuando dije eso, estallaron en carcajadas estridentes, y un oficial dijo: “Qué ingenua eres. Si todos creyeran en Dios, ¿quién obedecería al PCCh? Entonces, ¿a quién dirigiría el Partido? Así que no podemos dejar que crean, y, si lo hacen, ¡serán arrestados!”. Me enfurecí, y me recordó algo que dijo Dios: “En una sociedad oscura como esta, donde los demonios son inmisericordes e inhumanos, ¿cómo podría el rey de los demonios, que mata a las personas sin pestañear, tolerar la existencia de un Dios hermoso, bondadoso y además santo? ¿Cómo podría aplaudir y vitorear Su llegada? ¡Esos lacayos! Devuelven odio por amabilidad, empezaron a tratar a Dios como un enemigo hace mucho tiempo, lo han maltratado, son en extremo salvajes, no tienen el más mínimo respeto por Dios, roban y saquean, han perdido toda conciencia, van contra toda conciencia, y tientan a los inocentes para que sean insensibles. ¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). A través de las palabras de Dios, vi la esencia del PCCh. Son perversos y van en contra del Cielo. Fue Dios quien creó todas las cosas, creó a esta humanidad, y es Dios quien nutre y sustenta a toda la humanidad. Adorar a Dios está ordenado por el cielo y reconocido en la tierra, pero el Partido Comunista no deja que la gente crea y siga a Dios, promueve el ateísmo y la evolución para engañar al pueblo. Sin vergüenza, incluso sostiene que “no hay absolutamente ningún Dios en el mundo” y que “la felicidad de las personas proviene por completo del Partido”. Quiere que las personas estén profundamente agradecidas, los escuchen y obedezcan. ¡El PCCh es increíblemente malvado y despreciable! En los últimos días, Dios vino personalmente a la tierra a salvar a la humanidad, expresando millones de palabras. A lo que más le teme el PCCh es a que las personas lean la palabra de Dios y entiendan la verdad, y que logren discernir qué es el Partido y, al no estar ya bajo su control, se vuelvan hacia Dios. Por eso el PCCh hace todo lo posible por arrestar cristianos, y esperan en vano suprimir la obra de Dios y lograr el objetivo de controlar a la humanidad para siempre. Tras haber experimentado personalmente su persecución, vi su esencia demoníaca de odio hacia la verdad y de ser enemigo de Dios, y desde lo más profundo de mi corazón desprecié a este malvado grupo de demonios opuestos a Dios. Decidí seguir a Dios firmemente y mantenerme firme en Su testimonio, sin importar cuánto sufriera.
Después, mi esposo le pagó a alguien para que me sacara bajo fianza. El día que me liberaron, un policía dijo: “Por tu actitud actual, es seguro que vas a seguir creyendo. Te estaremos vigilando, y, en cuanto te hallemos reunida o compartiendo el evangelio, ¡te traeremos de vuelta!”. Para poder continuar creyendo y cumpliendo con mi deber normalmente, me vi obligada a mudarme varias veces. En esa época, mi esposo era subjefe de gobierno del municipio y había perdido todas las posibilidades de ascenso desde que me habían arrestado por mi fe. Luego, en abril de 2007, una noche, llegó a casa y dijo: “Algunos dirigentes serán promovidos en la ciudad pronto. Debido a tu fe, no he aprobado las averiguaciones de antecedentes políticos las últimas veces que tuve la oportunidad. Le dije a mi líder que esta vez quiero participar, y dijo que me recomendaría, siempre y cuando renuncies a tu religión”. También me dijo: “Solo debes dejar de creer para que tengamos una buena vida, y podamos darles un hogar estable a nuestros hijos. Si persistes en mantener tu fe, debemos divorciarnos. Ya no quiero que me arrastres en esto. ¡Piénsalo!”. Me dolió mucho oírle decir eso. Si nos divorciábamos, ¡nuestros hijos sufrirían tanto! Siempre había sido bueno conmigo, y nuestros hijos eran obedientes. Él tenía un empleo, yo tenía un negocio, y teníamos una vida feliz. Debido a la persecución del Gobierno chino, nuestra maravillosa familia iba a ser despedazada. Al pensar en ello, me sentí mal, como si mi corazón se partiera en dos. Oré a Dios: “Dios mío, no puedo dejarte, pero no puedo abandonar a mi esposo y a mis hijos. No sé qué hacer. Te ruego que me esclarezcas para que pueda entender Tu voluntad”. Entonces, pensé en la palabra de Dios: “No existe relación entre un esposo creyente y una esposa incrédula y no existe relación entre los hijos creyentes y los padres incrédulos; son dos tipos de personas completamente incompatibles. Antes de entrar al reposo, se tienen parientes físicos, pero una vez que se ha entrado en el reposo, ya no se tendrán parientes físicos de los cuales hablar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Pensé bien las palabras de Dios y entendí que las personas de fe y las personas sin fe son dos tipos de personas con esencias diferentes. Sus actitudes ante la vida y sus valores son diferentes. Yo estaba en el camino vital correcto de la fe, el de buscar la verdad. Mi esposo estaba en el camino de una carrera oficial, el camino de ascender escalafones y ganar dinero. Para ganar un ascenso, estaba dispuesto a ignorar años de matrimonio y los sentimientos de nuestros hijos, y prefería el divorcio. Eso era porque, en su corazón, el estatus y el futuro se habían vuelto más importantes que los niños y yo. Aunque él decía que quería darles a los niños un hogar estable y que quería tener una vida feliz, todo era una ilusión. Antes era bueno conmigo porque no afectaba sus intereses personales. Ahora, mi fe y mi arresto afectaban su carrera oficial y se habían convertido en una barrera para su ascenso y para ganar más dinero, por eso quería el divorcio. Cuando pensé en eso, me pareció muy frío. Vi que no había amor verdadero entre los seres humanos, solo engaño y explotación. Mi esposo sabía muy bien que el Partido Comunista era un partido malvado, pero seguía poniéndose de su lado y me decía que renunciara a mi fe, e incluso me presionaba con el divorcio. Teníamos diferentes perspectivas y estábamos en caminos diferentes, y no seríamos felices aunque siguiéramos juntos. Cuando me di cuenta de eso, supe lo que tenía que hacer.
Fuimos a la Oficina del Registro Civil a la mañana siguiente para iniciar el trámite de divorcio. En el camino, dijo: “¿Sabes? No quiero divorciarme, pero no hay otra opción. Cuídate bien”. Oírle decir eso, de pronto, me hizo estallar en llanto. Pensé en todas las dificultades y las burlas de los demás que tendría que enfrentar después del divorcio y me atenazó el dolor. Rápidamente, oré a Dios, pidiéndole que protegiera mi corazón. Pensé en las palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Por las palabras de Dios, vi que, sin importar cuán buena sea la vida que alguien pueda vivir en la carne, sin importar cuántas otras personas puedan envidiarlo y admirarlo, nada de eso importa. Solo buscar la verdad y cumplir con el deber de un ser creado puede ganar la aprobación de Dios. Solo esta es una vida de integridad y dignidad, y es la más significativa y valiosa de todas. Pensar en esto fue muy liberador, y manejé los trámites del divorcio sin contratiempos.
En mayo de 2011, me arrestaron otra vez mientras estaba en una reunión. Eran los mismos oficiales de la década anterior. Encontraron mi identificación y me llamaron, diciendo: “En estos últimos diez años fuimos muchas veces a tu casa y no te encontramos. Ahora en verdad encontramos el tesoro. ¡No te dejaremos ir esta vez!”. Mientras hablaban, me esposaron y me metieron en la patrulla. En el auto, pensé en las tres hermanas que habían sido arrestadas antes y torturadas brutalmente por la policía durante todo un mes. Una de ellas sufrió daños permanentes en el brazo izquierdo porque la dejaron colgando demasiado tiempo. Pensar en eso me dio palpitaciones. Temía que me golpearan hasta dejarme discapacitada o matarme. En mi corazón, clamé a Dios con urgencia: “¡Dios mío! Por favor, protégeme y guíame para atravesar esta situación. Aunque me maten a golpes, nunca seré un judas”. Después de mi oración, pensé en las palabras de Dios: “Sabes que todas las cosas del entorno que te rodea están ahí porque Yo lo permito, todo planeado por Mí. Ve con claridad y satisface Mi corazón en el entorno que te he dado. No temas, el Dios Todopoderoso de los ejércitos sin duda estará contigo; Él guarda vuestras espaldas y es vuestro escudo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 26). Era verdad. Mi vida y mi muerte estaban por completo en manos de Dios, y ellos no podrían tomar mi vida sin que Dios lo permitiera. Pensé en Job cuando atravesó sus pruebas. Dios no permitió que Satanás dañara la vida de Job, y Satanás no podía ir en contra de lo que Dios dijera. Esto me trajo paz al corazón y me dio fe para enfrentar lo que vendría.
Después, me interrogó el líder de la Brigada de Seguridad Nacional. Dijo: “Este es un caso muy importante para nuestra ciudad ahora. Te arrestaron hace diez años, y en 2009 alguien denunció que seguías difundiendo el evangelio. Varios intentos de arrestarte fracasaron. Esta vez, te encontramos en una reunión, así que, aunque no digas nada, igual podemos encarcelarte por siete a diez años. Cuando te hayan sentenciado, tus dos hijos no serán admitidos en la universidad y nunca podrán ser funcionarios del estado. Todos los discriminarán por tener una madre como tú. Serás culpable de haber arruinado su futuro. ¡Te odiarán por el resto de sus vidas! Aunque no pienses en ti, piensa en el futuro de tus hijos. Si cooperas con nosotros, nos dices quién es tu líder y nos das el dinero de la iglesia, te dejaremos libre”. Oírle decir eso me desagradó mucho. Es el Partido Comunista el que no se detiene ante nada para perseguir cristianos, incluso utilizaron el futuro de mis hijos para amenazarme, y obligarme a delatar a la iglesia y traicionar a Dios, pero sostenían que era mi fe la que arruinaba su futuro. ¡Era una total distorsión de los hechos!
Ese día me interrogaron continuamente hasta las dos de la mañana. Al ver que no iba a hablar, me enviaron al centro de detención. Un oficial dijo: “¡Esta vez te van a condenar y vas a pasar tiempo la prisión!”. La celda estaba oscura y húmeda. Mi reumatismo y mi enfermedad reumática del corazón empeoraron cada vez más, y me dolían todas las articulaciones. Hacía guardias de dos horas cada noche, y después de estar parada un rato, tenía palpitaciones y me dolía el pecho. Era horrible. Pensé en que el oficial había dicho de siete a diez años, y empecé a calcular cuántos días hay en siete años, y cuántos hay en diez. Serían miles de días y noches. ¿Cómo iba a soportarlo? ¿Saldría viva de aquí? Al pensar esto, no pude evitar que las lágrimas fluyeran por mi cara y sentí que la oscuridad se apoderaba de mi corazón. Me di cuenta de que no estaba en el estado correcto, por lo que me apresuré a orar, pidiéndole a Dios que protegiera mi corazón y me diera la fe para soportar esas circunstancias. Recordé las palabras de Dios: “En este vasto mundo, ¿quién personalmente ha sido examinado por Mí? ¿Quién ha escuchado personalmente las palabras de Mi Espíritu? Tantas personas se mueven a tientas y buscan en las tinieblas, tantas otras oran en medio de la adversidad, tantas miran con esperanza mientras sufren de hambre y frío, y tantas se encuentran atadas por Satanás; sin embargo, hay tantas que no saben a dónde recurrir, tantas me traicionan en medio de su felicidad, tantas son ingratas, y tantas son fieles a los esquemas engañosos de Satanás. ¿Quién entre vosotros es Job? ¿Quién es Pedro? ¿Por qué he mencionado repetidamente a Job? ¿Y por qué me he referido a Pedro tantas veces? ¿Alguna vez habéis apreciado Mis esperanzas sobre vosotros? Deberíais dedicar más tiempo a reflexionar sobre estas cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 8). Tras meditar las palabras de Dios, entendí que Él aprobó a Job y Pedro porque ellos creían de verdad y se sometieron. Job atravesó pruebas, perdió su riqueza y a sus hijos, y todo su cuerpo se cubrió de llagas, pero él igualmente pudo alabar el nombre de Dios, y dijo: “Jehová dio y Jehová quitó; bendito sea el nombre de Jehová” (Job 1:21),* lo que humilló a Satanás. Y Pedro fue crucificado cabeza abajo por Dios, obediente hasta la muerte, y dio un testimonio rotundo. En cuanto a mí, había disfrutado tanto del riego y el sustento de las palabras de Dios, pero quise huir en cuanto enfrenté un poco de sufrimiento. ¿Dónde estaba mi fe? ¿Y mi obediencia? Estaba muy lejos de lo que Dios requiere. Me aferraba mucho a mi vida, ¿cómo podía dar testimonio para Dios? Ante esto, sentí mucho remordimiento y culpa, y oré a Dios: “¡Dios mío! Estoy lista para ponerme en Tus manos. No importa cuántos años me encierren o cuánto sufra, deseo mantenerme firme en el testimonio para Ti y humillar a Satanás”. Para mi sorpresa, después de ofrecerlo todo y estar lista para mantenerme firme en el testimonio, me liberaron. Después descubrí que mi exesposo, por temor a que mi encarcelamiento afectara la admisión en la universidad de nuestros hijos, sobornó a alguien para asegurar mi liberación.
Mi exesposo condujo al centro de detención para verme el día de mi liberación. Vio que me veía muy diferente tras haber perdido tanto peso y me preguntó: “Adelgazaste mucho después de tan solo un mes, no habrías sobrevivido varios años. Esta vez, dejarás de creer, ¿no?”. Como no respondí, siguió presionándome: “Vamos, ¿dejarás de creer?”. Con mucha calma, le dije: “¡Seguiré creyendo! Tener fe está ordenado por el cielo y reconocido en la tierra, y creeré mientras viva”. Al oírme decir esto, golpeó el volante con enojo, suspiró y sacudió la cabeza, luego, explotó y dijo: “¡Debo reconocerle el mérito a tu Dios! El Partido lo intenta todo para ganar los corazones de la gente, pero nunca puede, mientras que ustedes, los creyentes, insisten en creer sin ninguna ganancia material, e incluso, tras varios arrestos. ¡Tu Dios es poderoso!”. Agradecí a Dios por haberme guiado para mantenerme firme en el testimonio.
Unos días después de volver a casa, mi hijo volvió de la escuela, y me dijo con solemnidad: “Mamá, hoy tienes que tomar una decisión. Si quieres que siga siendo tu hijo, debes abandonar tu fe. Si sigues en tu religión, me iré de casa, y nunca me volverás a ver”. Quedé sorprendida. Mi hijo siempre había sido muy cercano a mí y nunca antes se había opuesto a mi fe. ¿Por qué, de repente, decía esto hoy? Fue muy doloroso, y sentí que este camino de fe en verdad estaba lleno de adversidad y altibajos. Había una elección a cada paso. Sentí que era una decisión demasiado difícil, por lo que oré a Dios y le pedí que me guiara para comprender Su voluntad. Después de orar, recordé un pasaje de las palabras de Dios: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que, si bien parecía que mi hijo me pedía que eligiera, en realidad era Satanás que me tentaba y me atacaba, para ver si elegía mi vínculo familiar con mi hijo, o si lo elegía a Dios. Debía mantenerme firme en el testimonio para avergonzar a Satanás. Pensando en eso, le dije a mi hijo: “No puedo alejarme de Dios. Elegir dejar a Dios sería como que tú decidas dejarme hoy. Sería inconcebible, y desilusionaría a Dios. Siempre seguiré a Dios. ¡Esa es mi elección!”. Al oírme decir esto, se fue, llorando. En ese momento, yo también me sentí alterada, pero sabía que había tomado la decisión correcta.
Cerca de media hora después, volvió y me dijo: “Mamá, estaba equivocado. No debí haberte obligado a tomar esa decisión. Papá me dijo que, si te detienen de nuevo, nunca saldrás. Tenía miedo de que te detuvieran, así que quise usar esa táctica para que abandonaras tu fe”. Oírle explicar eso me llenó de desagrado hacia ese demonio anti-Dios del Partido Comunista. Solo porque creía en Dios, el Partido Comunista me arrestó y me persiguió, lo que destrozó mi familia y arrastró a mi esposo y a mis hijos. Cuanto más me persiga, más lo abandonaré, y ¡seguiré a Dios con voluntad de hierro!