45. Exponer a los anticristos es mi responsabilidad
A finales de agosto de 2020, me eligieron líder de la iglesia y colaboraba con Xin Ran. A principios de septiembre, nuestro superior llamó a Xin Ran para una reunión fuera del pueblo, mientras yo permanecí en la iglesia con varias diaconisas para manejar diferentes aspectos de la obra de la iglesia. En ese momento, nos dimos cuenta de que el trabajo de riego era ineficaz, principalmente porque el supervisor de riego era negligente y no hacía un seguimiento puntual. Nos preparamos para hablar con él a fin de resolver el problema, pero cuando le enviamos una carta a Xin Ran sobre este asunto, rechazó rotundamente nuestra sugerencia y nos pidió que esperáramos a que volviera para hablar sobre ello. Pensé: “Solo vamos a compartir con ese supervisor. ¿Por qué tenemos que esperar a que vuelva para hacerlo? Pero quizás Xin Ran sabe que este supervisor tiene más problemas y quiere resolverlos todos juntos”. Después de que se me ocurriera esto, me callé. Pero unos días después, Xin Ran volvió de la reunión y no nos dio ninguna explicación. Esto me hizo pensar que tenía algunos problemas: ¿no pensaría que no debíamos trabajar sin ella? Más tarde, cuando hablábamos de la obra de la iglesia, me di cuenta de que Xin Ran siempre nos hablaba con altanería y nos daba órdenes, como si no viera la necesidad de discutir las cosas con nosotras. Hice algunas sugerencias, las cuales rechazó sin darme ninguna explicación. Algunas de mis sugerencias eran válidas, pero deliberadamente les encontró defectos y, en su lugar, nos hizo escucharla. Por ejemplo, había descubierto algunos problemas tras investigar el trabajo de algunos equipos, y sugerí que podría hablar con los supervisores para resolverlos, pero Xin Ran insistió con vehemencia en que no era necesario. Dijo que organizaría una reunión con ellos cuando terminara con su otro trabajo. Pensé que esto retrasaría las cosas, y que yo estaba más familiarizada que ella con el estado del trabajo en esos equipos, así que le repetí mis consideraciones, pero insistió en que hiciera lo que me decía. Me hizo sentir muy incómoda y pensé: “Somos compañeras, pero siempre quiere tener la última palabra y no da lugar al debate. Rechaza todas mis sugerencias, y al final siempre escucho sus ideas. ¿Ninguna de mis propuestas es adecuada? ¿O es que es demasiado arrogante?”. Pero vi lo agresiva que era, y pensé que, como era líder desde hacía tanto tiempo, probablemente comprendía los problemas y dificultades de los hermanos y hermanas mejor que yo. Así que decidí hacer las cosas a su manera y no dije nada más.
Más tarde, nos separamos para reunirnos cada una con uno de los equipos. Cuando me reuní con los regadores, la supervisora dijo que cada vez había más recién llegados que aceptaban el evangelio, y que no daban abasto con el trabajo. Preguntó si los líderes y obreros de la iglesia podían regar a tiempo parcial para garantizar que se regara a todos los recién llegados sin demora. Pensé que era una buena sugerencia, así que acepté. Para mi sorpresa, cuando Xin Ran se enteró, escribió una carta muy dura y la envió a todos los regadores ese mismo día. En la carta me acusaba de tener una comprensión errónea de este asunto y decía que organizar el trabajo de esta forma estropearía las cosas. Entre líneas, también regañaba a la supervisora diciendo: “Organizar así el trabajo es obstinado e irreflexivo. Actúas solo según tus propias ideas. Esto trastorna y perturba la obra de la iglesia y es de naturaleza muy grave”. Leer esta carta fue como una bofetada. El corazón se me salía del pecho. Me pregunté: “¿Estaba siendo obstinada? ¿Trastornaba la obra de la iglesia?”. Me quedé estupefacta y temí haberme extraviado realmente y haber causado perturbaciones y trastornos. Al darme cuenta de que todos los hermanos y hermanas podían leer esta carta, me preocupé por lo que pensarían de mí. ¿Cómo iba a mirarlos a la cara? Estaba destrozada y sentía que me había condenado. Pensé: “Aunque hubiéramos cometido un error, podría haberse limitado a hablar con nosotras sobre los principios y decirnos en qué habíamos fallado para poder resolver el problema. ¿Por qué escribió directamente una carta a todos sin haber compartido nada?”. No pude evitar romper a llorar, y me sentí muy negativa al respecto durante varios días. Mi estado solo mejoró al comer y beber las palabras de Dios. En ese momento, tuve la vaga sensación de que Xin Ran era un poco violenta y que tenía que tener cuidado al interactuar con ella en lo sucesivo e intentar no enfadarla, de lo contrario, quién sabe cuándo podría castigarme y humillarme de nuevo. La sombra de este incidente me persiguió desde entonces. Siempre sentía que si no escuchaba a Xin Ran o si la refutaba, haría algo para dañarme, y, en secreto, albergaba un leve temor hacia ella.
Más tarde, supe que Xin Ran había insistido en reunirse con los supervisores del equipo, pero, como no había organizado bien los horarios, la reunión se retrasó varios días, y hubo bastante trabajo que no se organizó ni se realizó a tiempo. Pensé que compartiría las lecciones que había aprendido de este asunto, o que hablaría de las desviaciones y errores que había cometido al gestionar el trabajo, pero, sorprendentemente, no lo mencionó. Solo unos días después, nuestra superior envió una carta donde compartía los principios relevantes. Decía que era conveniente que me encargara de que los líderes y obreros regaran a los recién llegados a tiempo parcial. Explicó que, de esta forma, los hermanos y hermanas podrían preparar más buenas obras y que los recién llegados podían ser regados a tiempo, lo que era beneficioso para la obra de la iglesia. Pensé que, al oír esto, Xin Ran reflexionaría sobre sí misma y se daría cuenta de su error pero parecía completamente indiferente. Se limitó a mirarme de forma despectiva y se dio la vuelta. Pensé: “Comete un error detrás de otro en su deber y no se conoce a sí misma en absoluto. Es peligroso para ella seguir así”. Pensé en advertirle que reflexionara sobre sí misma, pero noté que actuaba de manera altiva e imponente y pensé en cómo había rechazado enérgicamente todas las sugerencias que le había hecho. ¿Quién sabe cómo reacionaría al señalarle sus problemas? Y me había regañado tan duro la última vez que aún me sentía un poco asustada y constreñida, así que no me atreví a recordárselo.
Durante ese tiempo, todo nuestro trabajo lo presidía y gestionaba en solitario Xin Ran. Aunque éramos compañeras, nunca me comunicaba las cosas ni las discutía conmigo. Estaba a cargo de todo y solo ella tenía la última palabra. Al hablar de trabajo, las diaconisas y yo expresábamos nuestros puntos de vista, y entonces ella los criticaba, reformulaba nuestras sugerencias, y al final proponía “ideas mejores”. Con el tiempo, todas empezamos a sentir que no éramos buenas en nuestros deberes y que Xin Ran era más perspicaz, tenía capacidad de trabajo y veía los asuntos más claramente que nosotras. Así que, la mayor parte del tiempo, aceptábamos su punto de vista y hacíamos lo que ella decía. Xin Ran era muy agresiva cuando encontraba fallos o cuando negaba rotundamente mis sugerencias, por lo que siempre le tenía un poco de miedo. Pensaba que me haría algo malo si no le hacía caso, así que siempre intentaba complacerla y no me atrevía a llevarle la contraria. Como siempre rechazaba mis sugerencias, Poco a poco dejé de querer compartir mis ideas durante las reuniones de trabajo, incluso cuando me parecía que eran bastante buenas. Pensaba que no tenía sentido expresarlas, ya que Xin Ran las descartaría de todos modos. Después de eso, me volví cada vez más pasiva en mi deber y ya no buscaba ser más eficaz. Era como una marioneta. No tenía pensamientos u opiniones sobre los diferentes asuntos de nuestro trabajo. Esperaba las órdenes de Xin Ran antes de hacer nada y solo hacía lo que ella decía. Las diaconisas estaban en la misma situación. Durante ese tiempo, me volví más y más negativa y pasiva, pero no sabía cómo cambiar mi estado y me sentía muy atormentada.
Más tarde, recibimos una carta de nuestro superior que decía que habían detenido a algunos hermanos y hermanas hacía poco. Por nuestra seguridad, nos pidieron que nos dividiéramos en dos grupos para cumplir nuestros deberes y que no nos juntáramos. De esa forma, si algo iba mal, no nos detendrían a todos a la vez, lo que retrasaría los diferentes asuntos de la obra de la iglesia. Xin Ran estaba fuera en ese momento, así que hablé del asunto con las diaconisas. Creí que era un buen plan, pero ellas pensaron que separarnos en dos grupos dificultaría hablar del trabajo. Al final, no pudimos tomar una decisión, y quisieron esperar a que Xin Ran volviera para decidirlo. Pensé que solo nos dividiríamos en grupos y que eso no implicaba grandes cuestiones de principios. Al considerar los riesgos de seguridad y los pros y contras de este plan, separarnos era la opción más adecuada. Pero nadie se atrevía a tomar esa decisión. Insistieron en esperar a que Xin Ran aceptara primero. Vi cómo todo el mundo confiaba en ella y la adoraba, cómo todas esperaban a que llegara para gestionar y decidir las cosas y cómo escuchaban sus órdenes, y me di cuenta de que el problema con Xin Ran era muy grave. Después de eso, hablé con una de las diaconisas, la hermana Li Ruizhi, sobre mi estado y los problemas que había descubierto con Xin Ran. Me sorprendí al escuchar que Xin Ran también la hacía sentir muy limitada. Me dijo que siempre había tenido miedo de Xin Ran y que no se atrevía a contradecirla. También me indicó que Xin Ran exageraba de forma deliberada sus defectos y la regañaba delante de los demás para hacerla sentir mal. Entonces, Ruizhi añadió: “Si nos damos cuenta de los problemas de Xin Ran, pero no los discernimos ni los exponemos y solo actuamos como gente complaciente, sin atenernos, en absoluto, a los principios-verdad, entonces Dios nos aborrecerá y el Espíritu Santo nos detestará”. Me sentía igual. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios que decía: “Aquellos que están dentro de la iglesia y practican la verdad son rechazados, incapaces de darlo todo, mientras que los que perturban a la iglesia y esparcen la muerte hacen vandalismo en la iglesia y, lo que es peor, la mayoría de las personas los sigue. Tales iglesias son dirigidas por Satanás, lisa y llanamente; el diablo es su rey. Si las personas en esas iglesias no se levantan y rechazan a los demonios principales, entonces ellas también, tarde o temprano, se irán a la ruina. A partir de ahora, deben tomarse medidas contra tales iglesias. Si los que son capaces de practicar un poco de la verdad no buscan hacerlo, entonces esa iglesia será eliminada. Si no hay nadie en una iglesia que esté dispuesto a practicar la verdad ni nadie que pueda mantenerse firme en el testimonio de Dios, entonces esa iglesia debe ser completamente aislada y se deben cortar sus conexiones con otras iglesias. A esto se le llama ‘muerte por sepultura’; eso es lo que significa rechazar a Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Me asusté mucho al considerar este pasaje de las palabras de Dios. Las palabras de Dios habían expuesto exactamente el estado en el que nos encontrábamos. Xin Ran tenía la última palabra y ejercía el poder en la iglesia, pero nadie se atrevía a desenmascararla. Por el contrario, todas la escuchábamos, la seguíamos y permitíamos que tomara todas las decisiones. ¿Dónde estaba el lugar de Dios en mi corazón? ¿Cómo era posible que este comportamiento no hiciera que Dios me odiara y despreciara? Si seguía así, Dios me desdeñaría y perdería totalmente la obra del Espíritu Santo. Había visto que Xin Ran vulneraba los principios y actuaba de forma arbitraria. Tenía la última palabra en todo, se comportaba de forma tiránica y no escuchaba, en absoluto, el consejo de sus compañeros de trabajo. Cuando los demás señalaban sus problemas, no los aceptaba ni reflexionaba sobre sí misma. Pero tenía tanto miedo de ofenderla y que me reprimiera que no me atrevía a señalar sus problemas. Solo la obedecía, lo que causaba retrasos y perturbaba la obra de la iglesia. Darme cuenta de esto, me hizo sentir profundamente arrepentida y compungida. Pensé: “Tengo que practicar la verdad y desenmascarar a Xin Ran. No puedo resignarme más”.
Pero entonces, sucedió algo inesperado. Un día, al volver de una reunión, Xin Ran me dijo enfadada, con el rostro sombrío: “Hay dos supervisores de equipo que no pueden trabajar bien juntos y siempre se critican entre ellos. Estoy pensando en despedirlos a los dos”. Al escucharlo, me quedé en shock. Conocía un poco a esos supervisores. Aunque, en ocasiones, mostraban un carácter arrogante, ambos podían aceptar la verdad y hacer trabajo real. Solo habían revelado un carácter corrupto y no habían cooperado de forma armoniosa; hablar con ellos sobre la verdad sería suficiente para resolver esos problemas. ¿Cómo los iba a despedir solo por eso? ¿No retrasaría la obra de la iglesia despedir de forma arbitraria a la gente que puede hacer un trabajo real? Sabía que, en esta ocasión, no podía continuar siguiendo a Xin Ran a ciegas, así que dije: “Cuando se trata de un asunto tan importante, necesitamos buscar cómo practicar de forma adecuada. No podemos simplemente despedir a la gente de forma arbitraria”. Después, fui a investigar la situación de los dos supervisores. Me sorprendí al descubrir que ya los había despedido. Al investigar más a fondo el asunto, descubrí que no eran candidatos al despido en absoluto. Estaba sorprendida y enfadada y pensé: “Xin Ran tomó esta decisión tan importante sin hablar con nadie. ¡Es intolerable!”. Así que escribí una carta a Xin Ran donde señalaba sus problemas, pero ella no se reconoció a sí misma en absoluto. Después, supe que una diaconisa, la hermana Liang Xinjing, que era proactiva y responsable en su deber, había estado recientemente en un estado muy negativo y se sentía incapaz de ser diáconisa ya que Xin Ran solía atacarla y menospreciarla. Escuchar esto me disgustó mucho. Vi que la arrogancia de Xin Ran, su comportamiento tiránico, y la forma en la que continuamente atacaba y limitaba a los demás solo hacía que la gente se sintiera negativa y miserable. ¿No era una persona malvada? Sabía que tenía que desenmascararla y pararla: no podía dejar que siguiera haciendo lo que quisiera. Sin embargo, cuando llegó el momento de enfrentarla, me sentí un poco acobardada.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Si la verdad no se ha convertido en tu vida y todavía vives inmerso en tu carácter satánico, entonces cuando descubras a personas malvadas y a demonios que causen trastornos y perturbaciones en el trabajo de la iglesia, harás la vista gorda y oídos sordos; los desestimarás sin que te lo reproche tu conciencia. Llegarás a creer que cualquiera que perturbe el trabajo de la iglesia no tiene nada que ver contigo. Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni razón, un incrédulo, un contribuyente de mano de obra. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que le da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano, eres más un demonio que una persona y, obviamente, eres un incrédulo. Si eres alguien que cree realmente en Dios, entonces, aunque aún no hayas obtenido la verdad y vida, al menos hablarás y actuarás desde el lado de Dios; al menos no te quedarás impasible cuando veas que los intereses de la casa de Dios están comprometidos. Cuando tengas el impulso de hacer la vista gorda, te sentirás culpable, a disgusto, y te dirás a ti mismo: ‘No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada, debo levantarme y decir algo, debo asumir la responsabilidad, debo desenmascarar este mal comportamiento, debo detenerlo para que los intereses de la casa de Dios no se vean perjudicados, y la vida de la iglesia no se vea perturbada’. Si la verdad se ha convertido en tu vida, entonces no solo tendrás este valor y esta determinación y serás capaz de comprender el asunto del todo, sino que también cumplirás con la responsabilidad que te corresponde en la obra de Dios y en los intereses de Su casa, con lo que cumplirás con tu deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios dicen que si la gente es indiferente y no siente remordimientos de conciencia cuando ven que la obra de la iglesia sufre pérdidas, no viven la vida de un ser humano. Leer esto me afectó profundamente, ya que era exactamente cómo me estaba comportando. Vi claramente que Xin Ran tenía problemas, pero nunca fui lo suficientemente valiente como para desenmascarla y detenerla. Como siempre me encontraba defectos, rechazaba mis ideas y me sermoneaba y atacaba aprovechando su posición, le tenía miedo y no me atrevía a ofenderla. Para protegerme, me rendí a ella y viví una existencia innoble. Incluso pensé que, mientras siguiera siendo su obediente súbdita, no me reprimiría o castigaría. Mientras pudiera protegerme, estaba dispuesta a dejar que estuviera al cargo, diera órdenes y me manipulara. Vivía en este estado sin ninguna consideración por la obra de la iglesia. Sabía que Xin Ran ya había perjudicado la obra de la iglesia al ir contra los principios y actuar como una tirana, pero seguía sin ser lo suficientemente valiente como para dar un paso al frente y exponerla. Incluso cuando atacaba y coaccionaba a la gente, asumía todo el poder y llevaba la voz cantante, no me atrevía a oponerme a ella e impedir que hiciera el mal. ¡Realmente era tan servil! ¡No era más que una cobarde inútil que se ganaba la vida innoblemente! ¿Dónde estaban la integridad y la dignidad al vivir así? Disfrutaba del riego y del suministro de la palabra de Dios y de todo lo que procedía de Él, pero siempre intenté protegerme y no practiqué la verdad para preservar la obra de la iglesia. Cuando pensé en esto, me sentí muy disgustada y culpable. Me odié por ser tan egoísta y falsa. Pensé: “No puedo seguir así. Esta vez, incluso si Xin Ran me castiga y se venga, tengo que levantarme, exponer sus acciones malvadas y salvaguardar la obra de la iglesia. Es mi responsabilidad”.
Después de eso, Fui a ver a Xin Ran para explicarle cómo había violado los principios y actuado como una tirana al despedir de forma arbitraria a esos dos supervisores. Pero en cuanto empecé a hablar me inturrumpió, le dio la vuelta y dijo que no había cooperado de forma armoniosa con ella. En ese momento, las diaconisas también la pusieron en evidencia por reprimir y limitar a la gente. Al enfrentarse a los hechos, Xin Ran fue incapaz de refutarlos y solo dijo que no era consciente de estos problemas, y que pensaría un poco. Al final, con una sonrisa en la cara, dijo: “Con mi alto calibre, soy propensa a ser arrogante. No se puede evitar”. Me quedé sin palabras al escucharlo. ¡Realmente carecía de razón! Más tarde, dos de las diaconisas compartieron con Xin Ran y la ayudaron dos veces más, con la esperanza de que se arrepintiera, pero no lo aceptó en absoluto e incluso las atacó diciendo que iban a por ella. Cuando vi que Xin Ran no aceptaba la verdad de ningún modo y no comprendía sus propias acciones malvadas, me di cuenta de que los problemas que ella tenía eran realmente graves.
Después, pensé en cómo Xin Ran había nos había reprimido tanto a mi como a las diaconisas hasta el punto de hacernos débiles y negativas. Algunas incluso habíamos dejado de querer cumplir con nuestros deberes. ¿Cómo había pasado esto? Más tarde, al leer las palabras de Dios, finalmente gané un poco de discernimiento sobre los métodos y de la naturaleza detrás las acciones de Xin Ran. Las palabras de Dios dicen: “Los anticristos tienen motivaciones y objetivos detrás de todos los métodos que utilizan contra los que persiguen la verdad. En lugar de luchar por salvaguardar la obra de la casa de Dios, su propósito es salvaguardar su propio poder y estatus, así como su posición e imagen en los corazones del pueblo escogido de Dios. Sus métodos y comportamientos perturban y trastornan la obra de la casa de Dios, y también tienen un efecto destructivo en la vida de la iglesia. ¿Acaso no es esta la manifestación más común de los actos malvados de un anticristo? Además de estos actos malvados, los anticristos hacen algo aún más despreciable, y es que siempre tratan de averiguar cómo ganar ventaja sobre los que persiguen la verdad. Por ejemplo, si algunas personas han fornicado o han cometido alguna otra transgresión, los anticristos aprovechan esto como ventaja para atacarlas, buscan oportunidades para insultarlas, exponerlas y calumniarlas, para etiquetarlas y así desalentar su entusiasmo por cumplir con su deber, de modo que se sientan negativas. Los anticristos también hacen que el pueblo escogido de Dios los discrimine, los rehúya y los rechace, para que los que persiguen la verdad queden aislados. Al final, cuando todos los que persiguen la verdad se sienten negativos y débiles, ya no realizan activamente sus deberes y no están dispuestos a asistir a los encuentros; entonces, el objetivo de los anticristos se ha logrado. Como los que persiguen la verdad ya no suponen una amenaza para su estatus y su poder y ya nadie se atreve a denunciarlos o exponerlos, los anticristos pueden sentirse tranquilos. […] ¿Qué albergan los anticristos en sus pensamientos que les vuelve capaces de tal maldad? ‘Si los que persiguen la verdad escuchan a menudo los sermones, puede que un día vean más allá de mis acciones, y entonces me desenmascararán definitivamente y me sustituirán. Mientras ellos cumplen con su deber, mi estatus, mi prestigio y mi reputación están amenazados. Es mejor golpear primero, buscar oportunidades para aprovecharse de cualquier ventaja para perturbarlos y condenarlos, para volverlos negativos y que pierdan todo deseo de cumplir con su deber. También provocaré conflictos entre los líderes y los obreros y los que persiguen la verdad, de tal manera que los líderes y obreros los aborrecen, se distancian de ellos y ya no valoran ni promocionan a aquellos que persiguen la verdad. De esta manera, ya no tendrán ningún deseo de perseguir la verdad ni de cumplir con su deber. Es mejor que los que persiguen la verdad permanezcan negativos’. Este es el objetivo que desean alcanzar los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 3: Excluyen y atacan a quienes persiguen la verdad). Al leer las palabras de Dios, comprendí que los anticristos tienen un fuerte deseo de estatus y que consideran que el poder es la vida misma. Les preocupa que quienes persiguen la verdad los disciernan después de comprender la verdad y ganen el apoyo y la aprobación de los hermanos y hermanas. Así, con el fin de consolidar su posición y poder, los anticristos buscan deliberadamente el mecanismo para atacar y menospreciar a aquellos que persiguen la verdad. Intentan hacerlos negativos y que pierdan la fe y que no sean capaces de cumplir con sus deberes con normalidad. De ese modo, los anticristos pueden permanecer en el poder y tener siempre la última palabra. Me di cuenta de que era exactamente lo que Xin Ran había hecho. Siempre nos encontraba fallos, se aprovechaba de nuestros problemas y nos atacaba con sus burlas y sarcasmos. También nos avergonzaba de forma deliberada y nos menospreciaba delante de los hermanos y hermanas, lo que nos hacía sentir que no podíamos hacer un trabajo real y nos dejaba tan débiles y negativos que no queríamos cumplir con nuestros deberes. La carta pública que escribió menospreciándome y condenándome por mi comprensión distorsionada y mis acciones voluntarias, que eran graves por naturaleza, me afectó mucho. Le tenía miedo desde entonces. Me aterraba que volviera a menospreciarme y reprenderme públicamente si no estaba de acuerdo con ella, así que hice lo que pude para seguirle la corriente. No me atreví a ofenderla o desafiar de nuevo su voluntad y no fui lo suficientemente valiente para discernirla y desenmascararla. Utilizó los mismos métodos con las diaconisas y atacó a todas hasta que sintieron que no eran buenas en sus deberes. Al hacer esto, Xin Ran se aseguró de que nadie la discerniera. También significaba que todas se sentían obligadas a escucharla y nadie se atrevía a oponerse a sus decisiones. Así es cómo consiguió su objetivo de tener el poder exclusivo en nuestra iglesia. Las palabras y acciones de Xin Ran eran muy siniestras, falsas y malévolas. Hablaba y se comportaba igual que un anticristo.
También reflexioné sobre por qué habíamos adorado y obedecido tanto a Xin Ran cuando claramente nos reprimía. Ni siquiera nos atrevimos a tomar decisiones sin ella allí. ¿Cómo nos había desorientado y controlado a tal nivel? Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “El fenómeno más común del control del anticristo es que, dentro de su esfera de autoridad, solo él tiene la última palabra. Si no está presente, nadie se atreve a tomar decisiones o resolver un asunto. Sin él, los demás son como niños perdidos: no saben cómo orar, buscar ni deliberar unos con otros; se comportan como marionetas o personas muertas. Ahora no entraremos en detalles respecto a lo que dicen a menudo los anticristos para desorientar y controlar a las personas. Seguramente emplean muchas afirmaciones y tácticas, y las consecuencias resultantes se pueden ver desarrolladas en aquellos que son desorientados. […] Por ejemplo, si haces una sugerencia razonable, todos deberían acoger esa propuesta certera y continuar hablando sobre ella, y esa es la senda correcta y demuestra lealtad y responsabilidad en su deber, pero el anticristo piensa en su interior: ‘¿Cómo es que no se me ocurrió esa propuesta a mí primero?’. Muy en el fondo, admite que la propuesta es adecuada, pero ¿puede aceptarla? Debido a su naturaleza, sin duda no aceptará tu sugerencia correcta. Hará todo lo posible para rechazarla y luego inventará un plan alternativo para hacerte sentir que tu propuesta es completamente inviable y que su plan es mejor. Quiere que pienses que no puedes prescindir de él y que, solo si trabaja él, pueden ser eficaces todos los demás. Sin él, ningún trabajo se puede llevar a cabo correctamente y todos se vuelven inútiles y no pueden lograr hacer nada. La estrategia del anticristo es parecer siempre innovador y único y hacer declaraciones grandilocuentes. Por muy correctas que sean las declaraciones de otras personas, las rechazará. Aunque las sugerencias de los demás sean coherentes con sus propias ideas, si él no las propuso primero, nunca las reconocerá ni las adoptará. En su lugar, hará todo lo que esté en su poder para menospreciar esas sugerencias, luego invalidarlas y condenarlas, criticándolas de manera persistente hasta que la persona que aportó la sugerencia sienta que se equivocó y admita su error. Solo entonces el anticristo lo dejará estar. Los anticristos disfrutan posicionándose mientras denigran a otros, buscando hacer que los adoren y los conviertan en el centro de atención. No permiten que brille nadie más que ellos, mientras que los demás solo pueden mantenerse en el fondo. Todo lo que hacen y dicen es correcto, y lo que hacen y dicen los demás está mal. A menudo proponen puntos de vista novedosos para invalidar los puntos de vista y las acciones de los otros, buscando fallas en sus sugerencias y trastornando y rechazando sus propuestas. De esa manera, las otras personas deben escucharlos y actuar de acuerdo con sus planes. Usan esos métodos y estrategias para socavarte, atacarte y hacerte sentir un incompetente de manera continua, haciéndote así cada vez más sumiso a ellos; haciendo que los admires más y los tengas en mayor estima. Así, terminas bajo su control pleno. Ese es el proceso mediante el que los anticristos subyugan y controlan a la gente” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 5: Desorientan, atraen, amenazan y controlan a la gente). Tras leer las palabras de Dios, mi corazón se iluminó. En el pasado, cuando Xin Ran rechazaba continuamente nuestras ideas, solo pensaba que era arrogante, pero no discernía sus intenciones y propósitos, ni la naturaleza de sus acciones. Solo después de leer las palabras de Dios comprendí que cuando rechazaba mis puntos de vista, ella solo estaba buscando problemas en nuestras opiniones para poder refutarlas y hacernos sentir que nuestras sugerencias podrían ser inadecuadas. Entonces, resumía una idea o una retórica pretenciosa basándose en esto. Al cabo de un tiempo, empezamos a sentir que éramos inferiores a ella y que veía las cosas con más profundidad y perspicacia. Además de no discernirla, cada vez la admirábamos más y al final no pudimos evitar negarnos a nosotras mismas. Sentimos que nuestras ideas y sugerencias básicamente eran inútiles, que no tenía sentido mencionarlas, y que solo debíamos escucharla. Al hacerlo, ella había conseguido su propósito de controlar los pensamientos de la gente. Sentimos que nuestras ideas y sugerencia básicamente eran inútiles, que no tenía sentido mencionarlas y, al final, dejamos de pensar por nosotras mismas. Éramos como marionetas y completamente inútiles en nuestros deberes. Finalmente comprendí que era un método que los anticristos utilizan para dominar y controlar a la gente. Xin Ran lo utilizaba como un mecanismo para controlarnos, para que la escucharáramos y obedeciéramos. ¡Ella era tan insidiosa, falsa y malvada!
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Si alguien es inteligente, si sus palabras y actos siempre están repletos de ardides, resulta un personaje imponente y cuando estás con él o ella siempre quiere controlarte y manejarte, ¿sientes que esta persona es bondadosa o cruel? (Cruel). Le tienes miedo y piensas: ‘Esta persona siempre quiere controlarme. Tengo que alejarme de ella lo antes posible. Si no hago lo que dice, buscará una forma de vengarse de mí y a saber qué métodos utilizará para castigarme’. Te das cuenta de que su carácter es cruel, ¿verdad? (Sí). ¿En qué lo notas? (Siempre hace que la gente haga las cosas de acuerdo con sus ideas y exigencias). ¿Está mal que exija a los demás que hagan las cosas de cierta manera? ¿Es necesariamente malo que otras personas te formulen exigencias? ¿Es correcta esta lógica? ¿Se ajusta a la verdad? (No). ¿Son sus métodos o su carácter los que te hacen sentir incómodo? (Su carácter). Así es, su carácter te hace sentir incómodo. Te parece que proviene de Satanás, que no está de acuerdo con la verdad y que te perturba, te controla y te ata. No solo te hace sentir incómodo, sino que te genera miedo, te hace pensar que si no haces lo que te dice, existe la posibilidad de que pueda castigarte. ¡El carácter de este tipo de personas es muy cruel! No se limitan a decir algo a la ligera: quieren controlarte. Te exigen muy fuertemente que hagas cosas y además demandan que las hagas de cierta manera, y esto se relaciona con un cierto tipo de carácter. No solo te exigen que hagas algo, quieren controlarte. Si te controlan, te convertirás en su marioneta, un muñeco en sus manos. Si les haces caso por completo en todo lo que dices, en todo lo que haces y en cómo lo haces, estarán contentos. Cuando percibes este carácter, ¿qué sientes en tu corazón? (Siento miedo). Y cuando sientes miedo, ¿cómo defines este carácter suyo? ¿Es responsable, es bondadoso o es cruel? Te parece que es cruel. Cuando percibes que el carácter de alguien es cruel, ¿sientes placer o sientes detestación, aversión y miedo? (Detestación, aversión y miedo). Esos son los malos sentimientos que aparecen en ti. Cuando sientes detestación, aversión y miedo, ¿te sientes liberado y libre o te sientes obligado? (Obligado). ¿De dónde vienen este tipo de sentimientos y sensaciones? Vienen de Satanás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El conocimiento del propio carácter es la base de su transformación). Tras leer las palabras de Dios, comprendí por qué tenía tanto miedo a Xin Ran y no me atreví a desafiarla. Principalmente, se debía a que era tan cruel cuando me regañaba y rechazaba mis ideas que me hacía sentir coaccionada y oprimida. Creí que si no la escuchaba, me reprimiría y castigaría. Xin Ran nos atacaba cruelmente y encontraba fallos en nuestras ideas para poder así rechazarlas: su propósito era que cediéramos y convertirnos en sus marionetas. Quería que todo el mundo la escuchara, eliminar toda desobediencia, y así lograr su objetivo de de ejercer el poder total. ¡Su deseo de control era tan fuerte!
Más tarde, las diaconisas y yo compartimos estas palabras de Dios. Cuanto más hablábamos, más claro lo teníamos. Ganamos algo de discernimiento de los métodos de Xin Ran para engañarnos, controlarnos y reprimirnos y vimos que tenía una naturaleza arrogante y cruel. Para consolidar su estatus y poder, solía utilizar estos métodos para reprimir y controlar a los demás. Ejercía todo el poder y tenía la última palabra entre los hermanos y hermanas. También perturbaba y causaba pérdidas a la obra de la iglesia al vulnerar con frecuencia los principios y actuar arbitrariamente. Y aunque la habían expuesto y compartido con ella en varias ocasiones, no lo aceptaba en absoluto, y le faltaba conocimiento de sí misma y una actitud de arrepentimiento. Según las palabras de Dios, fuimos capaces de discernir con certeza que Xin Ran era el mismo tipo de persona que un anticristo, lo que significaba que teníamos que despedirla y aislarla para observarla. Por eso, ese mismo día notificamos a nuestro superior el comportamiento de Xin Ran y nuestras conclusiones. Tras investigar y examinar la situación, nuestro superior descubrió que Xin Ran también había cometido muchas acciones malvadas y confirmó que era una anticristo. Consultó a los hermanos y hermanas y más del 80 % le dió su aprobación, por lo que expulsaron a Xin Ran de la iglesia. Tras expulsarla, los hermanos y hermanas estaban encantados y todos vimos que Dios es muy justo y que la verdad reina en la casa de Dios. Aprendimos que, aunque los anticristos y la gente malévola pueden correr descontroladamente en la iglesia por un tiempo, al final siempre los revelan y depuran. Después de todo, también sentí un profundo arrepentimiento y remordimiento. Me di cuenta de que me había preocupado demasiado por protegerme mientras que un anticristo hacía el mal. Preferí que me oprimiera a buscar la verdad, discernirlo y ponerlo en evidencia. Había consentido tácitamente su maldad y el trastorno que causó a la obra de la iglesia, lo que significaba que había contribuido a sus acciones malvadas. Ahora comprendo que como líderes y obreros debemos defender los principios-verdad y atrevernos a exponer a los anticristos y a la gente malvada. Es la única manera en la que podemos salvaguardar la obra de la iglesia y cumplir bien con nuestro deber.