27. Las consecuencias de tener demasiados celos
En 2016, hacía videos en la iglesia. Noté que la hermana Xin Cheng producía relativamente más videos, y, en las conversaciones, se aceptaba la mayoría de sus opiniones, y el supervisor solía pedirle que compartiera sus puntos de vista. Supuse que llevaba mucho tiempo practicando y que tenía competencia técnica, así que pensé: “Como soy nueva, debería aprender más de ella”. Pero más tarde, me enteré de que Xin Cheng solo llevaba dos meses aquí, y empecé a pensar: “Las dos empezamos con nuestro deber más o menos al mismo tiempo. Quizá los demás me comparen con ella. Si puede ganarse la aprobación de todos, yo no puedo ser menos, o los demás me van a menospreciar”. Después, vi a propósito los videos que había hecho Xin Cheng, pero no vi nada particularmente destacable, así que pensé que sus aptitudes no eran nada especial y que yo también podría alcanzar su nivel. Para demostrar que no era menos capaz que Xin Cheng, reflexionaba detenidamente todas las veces que hablábamos sobre la presentación de los videos, tratando de aportar ideas más profundas que las suyas. Incluso cuando su punto de vista era apropiado, seguía aportando mis propias ideas sobre las suyas, para que todos pensaran que consideraba las cosas de forma más profunda que ella.
Una vez, vi un video hecho por Xin Cheng que era bastante bueno. Verlo era revitalizante. Aunque en el fondo de mi corazón lo admitía, la idea de reconocer que su video era bueno me parecía una especie de humillación pública, así que simplemente no podía resignarme a hacerlo. Me consolaba pensando: “Si le pongo un poco de ganas, no lo haré peor que ella”. Después de eso, me volví especialmente meticulosa al hacer videos, dándole muchas vueltas a los puntos destacados, y considerando cómo editarlos para darles un buen efecto. Tras trabajar duramente, produje unos cuantos videos, y cuando le pedí a Xin Cheng que los revisara, no encontró ningún problema, lo que me convenció de que su nivel de habilidad era similar al mío. Pero más adelante, cuando el supervisor le pidió ayuda a Xin Cheng para guiarme, me dije: “Las dos empezamos más o menos al mismo tiempo, así que, ¿por qué ella debería guiarme? El supervisor debe pensar que no soy tan buena como ella”. Para mis adentros, no estaba nada convencida, y pensaba: “Si aprendo de ella obedientemente, será como admitir que soy inferior a ella, e incluso si más adelante lo hago bien, todos le darán el mérito a ella. No pienso permitirlo”. Así que al hablar con Xin Cheng de la presentación de los videos, no me importaban sus opiniones en absoluto y las descartaba sin más. Mientras que, al contrario, Xin Cheng escuchaba muy atentamente mis puntos de vista, y a menudo mencionaba aspectos que no lograba entender del todo y me pedía mi opinión al respecto. Me lo tomé como una señal de que sabía más que ella, y no la consideré digna de mi atención. Poco después, ascendieron a Xin Cheng a cumplir su deber en otro lugar, y sentí tanto satisfacción como envidia. Su ascenso me daba envidia, pero, al mismo tiempo, me alegraba en secreto de su partida, porque así tenía una competidora menos.
En una ocasión, después de que Xin Cheng se marchara, hablábamos de la presentación de un video. Algunos temas no los acabábamos de entender, lo que causaba retrasos frecuentes y ralentizaba el progreso. No podía evitar pensar: “Cuando el supervisor le pidió a Xin Cheng que me ayudara y compartiera su experiencia con nosotros, la descarté, ya que creía entender todo lo que sabía ella y que no importaba que estuviera en el equipo o no. Ahora que Xin Cheng se acababa de ir, afrontábamos dificultades. Resulta que mi entendimiento de los principios es limitado. Sin alguien que supervise y que asuma el mando, soy totalmente incapaz de producir videos acordes al estándar”. Fue en ese momento cuando sentí lo arrogante que había sido y empecé a echar de menos la presencia de Xin Cheng. Pensaba en lo genial que habría sido tener otra persona y otras sugerencias a las que recurrir. Recordé algunas palabras de Dios: “Debéis conseguir una cooperación armoniosa a efectos de la obra de Dios, para beneficio de la iglesia y para estimular a vuestros hermanos y hermanas. Debéis coordinaros con otros, corrigiéndoos mutuamente y alcanzando un mejor resultado de trabajo, con el fin de mostrar consideración con las intenciones de Dios. Esta es la verdadera cooperación y solo aquellos que se dediquen a ella lograrán la verdadera entrada” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Servid como lo hacían los israelitas). De pronto comprendí que Dios había organizado que yo trabajara con Xin Cheng para que cada una complementase las fortalezas y debilidades de la otra y hacer mejores videos. Pero durante los últimos meses, no me había estado ocupando de lo que debía. Me centré solo en compararme con ella y alardear de mis propias habilidades, mientras la excluía y no cooperaba con ella. Ahora que Xin Cheng se había ido, había perdido la oportunidad de aprender de ella. En ese punto, me odiaba a mí misma por haber sido tan poco razonable.
En mi búsqueda, encontré estas palabras de Dios: “Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “¿Cuál es el carácter más evidente de los anticristos? Es decir, ¿cuál es el carácter que puedes ver más claramente cuando te encuentras con ellos con solo oír una o dos frases? La arrogancia. […] Es justo decir que no desean colaborar ni debatir las cosas con nadie en ningún caso porque son altivos y creen que nadie está a su altura. Puede que escuchen sermones, lean las palabras de Dios y entiendan lo que estas ponen al descubierto o sean podados de vez en cuando, pero, de todas maneras, no admitirán haber puesto en evidencia su corrupción ni haber cometido una transgresión y mucho menos haber sido arrogantes y sentenciosos. No son capaces de comprender que son solo personas comunes, de un calibre común. No pueden entender tales cosas. Como sea que los podes, seguirán pensando que su calibre es el correcto, que son superiores a la gente normal. ¿No es esto irremediable? (Así es). Es irremediable. Así es un anticristo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). A través de la exposición de las palabras de Dios, comprendí que mi comportamiento se correspondía exactamente con la envidia a la gente con talento y la arrogancia irracional que Él expuso. Reflexioné sobre cuando acababa de llegar y había empezado a hacer videos, y al haber visto que Xin Cheng se ganaba la aprobación de todos a pesar de acabar de llegar también, me había comparado con ella y pensaba que, si ella podía hacerlo, yo también. Ya fuera haciendo videos o compartiendo puntos de vista, me había devanado los sesos intentando mostrar mi ingenio. También había sido reacia a reconocer las fortalezas de Xin Cheng. Sus capacidades para hacer videos eran claramente mejores que las mías, y aunque lo había reconocido en mi corazón, me había negado a admitirlo verbalmente. El supervisor le había pedido ayuda a Xin Cheng para guiarme más y que pudiera entender los principios rápidamente y mejorar el nivel de mis habilidades. Pero yo había interpretado aquello como un signo de menosprecio, y me había portado con Xin Cheng de forma despectiva una y otra vez. A causa de mis celos, me había aferrado a mis propias ideas, sin intención de mejorar, y no había aprendido nada al colaborar con ella. Es más, como mi formación en producción de video acababa de empezar, mis habilidades eran bastante deficientes, pero seguía creyendo que lo sabía todo, y había sido arrogante de una manera ciega y obstinada. Xin Cheng era mejor que yo haciendo videos e incluso era capaz de pedirme consejo y hablar de los problemas conmigo con humildad, pero ignoré sus fortalezas e incluso creí que era mejor que ella descaradamente. Si hubiera tenido tan solo un ápice de sensatez para reconocer mis deficiencias, dejar de lado mi orgullo y aprender de Xin Cheng, no estaría tan desahuciada y patética. Al comprender esto, oré a Dios: “Dios, no me he estado ocupando de lo que debería haber estado haciendo y he defraudado Tu honesta intención. Incluso ahora, sigo sin dominar las habilidades, lo que ha retrasado mi deber. Estoy dispuesta a arrepentirme”.
Dos años después, nombraron a una nueva supervisora llamada Wang Lu. Yo había sido responsable del trabajo de Wang Lu anteriormente, pero ahora ella se había convertido en la supervisora encargada de hacer el seguimiento y supervisar el mío, lo que me hacía sentir bastante incómoda. Pensé: “Llevo cumpliendo mi deber más tiempo que ella, pero se ha convertido en supervisora en cuanto ha llegado. ¿Será que los hermanos y hermanas piensan que aunque lleve más tiempo formándome, todavía no soy tan buena como una recién llegada?”. Aunque nunca fue mi intención llegar a supervisora, tampoco quería que me menospreciaran. Así que, de manera tentativa, le pregunté a una compañera su opinión sobre Wang Lu, y la hermana dijo que Wang Lu comprendía bien los principios y que los resultados de los videos que hacía eran bastante buenos. Al oír esto, no quedé muy convencida; no podía creer que fuera realmente tan buena. Después, seguí buscando el menor problema con Wang Lu para compensar el desequilibrio en mi actitud. Una tarde, Wang Lu vino para resumir los problemas de nuestro trabajo, y quise ver qué nivel tenía exactamente, así que esperé a su enseñanza. Sin embargo, se quedó en silencio un buen rato. Pensé: “Siendo la supervisora, ¿por qué no das el primer paso? Parece que de supervisora solo tienes el título. Ni siquiera puedes organizar esta pequeña tarea”. Después, comenté intencionadamente a las hermanas que Wang Lu era pasiva e ineficiente en sus deberes, y estuvieron de acuerdo conmigo. Me alegré un poco de su desgracia y pensé: “Aunque ahora sea bien considerada, su capacidad de trabajo no tiene nada de impresionante. Probablemente no dure mucho como supervisora. En ese momento, los hermanos y hermanas pensarán que, aunque yo no tenga la aptitud para ser supervisora, por lo menos soy fiable y responsable en mi deber, y que no soy peor que ella”. Durante otro encuentro, Wang Lu preguntó por mi estado, y le contesté de manera despectiva, lo que le complicó el poder entender mi verdadero estado y la puso intencionalmente en una posición difícil. En los encuentros habituales, incluso si tenía ideas, no las comunicaba inmediatamente. Incluso ansiaba que los demás tampoco dijeran nada, para ver cómo manejaría la situación Wang Lu. Pero todos tomaban la iniciativa para abrirse y charlar, y respondían activamente a cualquier pregunta que hiciera Wang Lu. Al ver que todos se sentían libres y a gusto, mientras que yo me sentía fuera de lugar, me pregunté: “¿Por qué todos pueden tratar correctamente a Wang Lu, mientras que yo siempre intento ir en su contra?”. Al reflexionar, comprendí que mis celos habían vuelto a la carga.
Un día, leí estas palabras de Dios: “¿Qué tipo de carácter se presenta cuando una persona ve a alguien que es mejor que ella y trata de derribarla, difundiendo rumores sobre tal persona o empleando medios despreciables para denigrarla y socavar su reputación —incluso pisoteándola— con el fin de proteger su propio lugar en la opinión de la gente? Esto no es solo arrogancia y vanidad, es el carácter de Satanás, es un carácter malicioso. Que esta persona pueda atacar y alienar a personas que son mejores y más fuertes que ella es mezquino y perverso. Y que no se detengan ante nada para derribar a la gente muestra que hay mucho de diablo en ellos. Viviendo según el carácter de Satanás, son capaces de menospreciar a las personas, de intentar que las culpen de algo que no han hecho, de ponerles las cosas difíciles. ¿No es esto hacer el mal? Y viviendo así, siguen pensando que no hay problema en ellos, que son buenas personas; sin embargo, cuando ven a alguien mejor que ellos, son propensos a hacérselo pasar mal, a pisotearlos. ¿Qué problema es este? Las personas que son capaces de cometer semejantes acciones malvadas, ¿acaso no son inescrupulosas y caprichosas? Esas personas solo piensan en sus intereses, solo consideran sus sentimientos, y lo único que quieren es concretar sus deseos, ambiciones y objetivos. No les importa el daño que causan a la obra de la iglesia y prefieren sacrificar los intereses de la casa de Dios para proteger su estatus en la opinión de la gente y su propia reputación. ¿Acaso no son las personas así arrogantes y sentenciosas, egoístas y viles? Estas personas no solo son arrogantes y sentenciosas, sino que también son extremadamente egoístas y viles. No son consideradas con las intenciones de Dios en absoluto. ¿Tienen estas personas un corazón temeroso de Dios? No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Esa es la razón por la que actúan arbitrariamente y hacen lo que les place, sin ningún sentido de culpa, sin ninguna inquietud, sin ninguna aprensión o preocupación y sin considerar las consecuencias. Esto es lo que suelen hacer y el modo en que se han comportado siempre. ¿Cuál es la naturaleza de tal comportamiento? Por decirlo suavemente, esas personas son demasiado envidiosas y tienen un deseo excesivo de reputación y estatus personales; son demasiado falsas y traicioneras. Dicho con mayor dureza, la esencia del problema es que esas personas no tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. No temen a Dios, creen que son sumamente importantes y consideran que cada aspecto de sí mismas es superior a Dios y a la verdad. En su corazón, Dios no merece mención y es insignificante y Dios no tiene absolutamente ningún estatus en su corazón. ¿Acaso pueden poner la verdad en práctica aquellos que no tienen lugar para Dios en su corazón y no tienen un corazón temeroso de Dios? Por supuesto que no. Entonces, cuando van como siempre por ahí alegres manteniéndose ocupados y gastando mucha energía, ¿qué están haciendo? Esa gente incluso asegura que lo ha abandonado todo para esforzarse por Dios y que ha sufrido mucho, pero, en realidad, la motivación, el principio y el objetivo de todos sus actos son en aras de su propio estatus y prestigio, de proteger todos sus intereses. ¿Diríais o no que esa clase de gente es terrible? ¿Qué clase de personas han creído en Dios durante muchos años y sin embargo no tienen un corazón temeroso de Él? ¿Acaso no son arrogantes? ¿No son satanases? ¿Y cuáles son los seres que más carecen de un corazón temeroso de Dios? Además de las bestias, son las personas malvadas y los anticristos, la calaña de los demonios y Satanás. No aceptan para nada la verdad; carecen totalmente de un corazón temeroso de Dios. Son capaces de cualquier maldad; son los enemigos de Dios y los enemigos de Su pueblo escogido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Al leer las palabras de Dios, sentí que atravesaban lo más hondo de mi corazón. Términos como “personas malvadas”, “anticristos”, “demonios” y “Satanás” me avergonzaban profundamente. Estaba claro que no podía ser supervisora, pero quería que los demás me elogiaran. Al ver que Wang Lu, una recién llegada, sobrepasaba a otros, temía que se dijera que, a pesar de mi largo periodo de práctica, seguía siendo inferior a la recién llegada, lo que me hacía parecer incompetente. Por mis celos e insatisfacción, me centré en buscarle defectos. Cuando Wang Lu había llegado y todavía no estaba familiarizada con el trabajo, intenté encontrarle defectos para criticarla por ser pasiva e ineficiente en su deber, para poder menospreciarla y menoscabar sus esfuerzos. En los encuentros, no era proactiva en la charla y tampoco quería que otros hermanos y hermanas compartieran intentando deliberadamente avergonzarla. Era realmente despreciable y malévola, totalmente carente de temor de Dios. En apariencia, tenía celos de ella y me esforzaba en menoscabarla, pero en realidad estaba perturbando y trastornando la obra de la iglesia, y estaba ofendiendo al carácter de Dios. ¡Estaba haciendo el mal! Yo no podía cumplir el rol de supervisora, pero me aprovechaba de los defectos de los demás para dificultarles las cosas, esperando que fallaran también. Me comportaba como una sirvienta de Satanás. Si seguía viviendo con celos y competitividad, tarde o temprano me encontraría con el castigo de Dios por mis muchas acciones malvadas.
En mi reflexión, leí estas palabras de Dios: “En el bando de Satanás, ya sea en la sociedad o en los círculos oficiales, ¿cuál es la atmósfera que prevalece? ¿Qué prácticas son populares? Debéis tener algún conocimiento de ellas. ¿Cuáles son los principios y directrices de sus acciones? Cada uno es su propia ley; cada uno sigue su propio camino. Actúan según sus propios intereses y hacen lo que quieren. Quien tiene autoridad tiene la última palabra. No piensan ni por un momento en los demás. Se limitan a hacer lo que quieren, luchan por la fama, la ganancia y el estatus, y actúan totalmente de acuerdo con sus propias preferencias. En cuanto reciben poder, lo ejercen rápidamente sobre los demás. Si les ofendes, quieren hacerte sufrir, y tú no puedes hacer otra cosa que ofrecerles regalos. Son tan despiadados como escorpiones, dispuestos a infringir las leyes, las normas gubernamentales e incluso a cometer delitos. Son capaces de todo esto. Así de oscuro y malvado es el bando de Satanás. Ahora, Dios ha venido a salvar a la humanidad, a permitir que la gente acepte la verdad, la comprenda y se libere de la esclavitud y el poder de Satanás. Si no aceptáis la verdad y no la practicáis, ¿acaso no seguís viviendo bajo el poder de Satanás? En ese caso, ¿cuál es la diferencia entre vuestro estado actual y el de los diablos y Satanás? Competiríais de la misma manera en que compiten los no creyentes. Lucharíais de la misma manera que los no creyentes. De la mañana a la noche, conspiraríais, maquinaríais, envidiaríais y entraríais en disputas. ¿Cuál es la raíz de este problema? Se debe a que la gente tiene actitudes corruptas y vive conforme a ellas. Que reine el carácter corrupto es que reine Satanás; la humanidad corrupta habita en un carácter satánico, y nadie es una excepción” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Tras leer las palabras de Dios, recordé que antes de que creyera en Dios, seguía reglas de supervivencia como: “Solo puede haber un macho alfa” y “La legitimidad es del vencedor, el perdedor nunca tiene razón”. Pensaba que sobrepasar a los que me rodeaban y convertirme en la persona que los demás tienen en alta estima y apoyan era lo valioso de la vida. Bajo el dominio de esta mentalidad, los que tenían mejores notas o más atención de los profesores en la escuela se convertían en aquellos con los que me comparaba en secreto. Cuando me uní a la fuerza laboral, escuchaba a menudo que para garantizar un puesto estable y recibir respeto, había que destacarse y ser excepcional. Cuando tenía gente cerca más capaz que yo, me parecía una crisis, ya que me suponía otro competidor, y en ciertos campos, si a alguien con experiencia le sobrepasa un recién llegado, es todavía más humillante. Seguí viendo las cosas así incluso después de empezar a creer en Dios. En cualquier grupo, primero miraba quién era mejor que yo o quién podría ser una amenaza para mi estatus. Si alguien me sobrepasaba en algo, me avergonzaba y me volvía celosa e insegura. Cuando veía a hermanos y hermanas que eran mejores que yo, me entraban celos y los excluía, y siempre intentaba menospreciarlos y ponerme por encima. Para superarles, llegaba incluso a conspirar, aprovechar sus defectos y juzgarlos a sus espaldas, con la esperanza de hacerles caer para sentirme satisfecha. Comprendí que, al vivir bajo las reglas de supervivencia de Satanás, me había vuelto arrogante, malévola y sin humanidad. También había perturbado la obra de la iglesia. Dios no me trató acorde a mis acciones malvadas, sino que me dio la oportunidad de arrepentirme. Le di gracias a Dios desde lo más hondo de mi corazón, y ya no quise seguir viviendo según mis actitudes corruptas.
Más adelante, leí estas palabras de Dios: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad-verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me señalaron los principios a practicar: al afrontar situaciones, no debería priorizar el proteger mis propios intereses, mi orgullo o mi estatus, sino considerar los intereses de la casa de Dios, y hacer lo que sea necesario para proteger la obra de Su casa. Cuando veo que otros son mejores que yo y pueden hacer trabajo real, debería apoyarlos y defenderlos. Incluso si tienen deficiencias, debería tratarlos correctamente, sin tener expectativas excesivamente altas para ellos y aprender de sus fortalezas y virtudes. Wang Lu acababa de empezar a practicar como supervisora, y era normal que tuviese algunas carencias. Mientras sea la persona adecuada y pueda hacer algo de trabajo real, debería ayudarla con amor y cooperar con ella para hacer bien el trabajo juntas. Esto es defender la obra de la iglesia. Cuando corregí mi mentalidad, dejé de sentir celos de Wang Lu y, en su lugar, empecé a admirarla. A pesar de su juventud, consideraba las cosas detenidamente, trabajaba con serenidad y firmeza y prestaba atención a buscar los principios. Todo esto era lo que me faltaba a mí. Ya no sentía resistencia hacia ella, también podía tomar la iniciativa de informarle de los problemas del trabajo y hablar de ellos, y también estaba dispuesta a aceptar su opinión cuando señalaba nuestras carencias en el trabajo. Al practicar así, no me sentía avergonzada, sino más bien, más liberada.
Más adelante, me trasladaron a otro equipo para trabajar con Jian Ran. Aunque las dos llevábamos más o menos el mismo tiempo cumpliendo este deber, pude ver que su eficiencia y aptitudes profesionales eran claramente superiores a las mías. Al principio, me avergoncé bastante y me preocupaba que los demás me menospreciaran. Pero entonces comprendí que con sus sólidas aptitudes, podría aprender más de ella para compensar mis deficiencias, así que tenía muchas ganas de colaborar con ella. Sin embargo, más adelante, cuando el supervisor la puso a cargo del trabajo, y otras hermanas acudían a menudo a ella para hablar de problemas, volví a sentirme desequilibrada. Pensé: “Pero si apenas es un poco más capaz y efectiva que yo en su deber, ¿es como para que todos acudan a ella de esa manera? Es como si yo fuera invisible”. Mi corazón estaba escéptico, pero en ese momento, comprendí que mis celos volvían a aflorar. Así que oré a Dios, pidiéndole que me guiase para llevar esta situación de manera correcta. Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Dios ordenó hace mucho tiempo el papel que desempeñas en tu vida, el deber que cumples. Hay personas que se dan cuenta de que otros tienen puntos fuertes que ellas no y están insatisfechas. Quieren cambiar las cosas aprendiendo más, viendo más y siendo más aplicadas. Pero lo que pueden lograr con su diligencia tiene un límite y no pueden superar a los que tienen dones y experiencia. Por mucho que te esfuerces, es inútil. Dios ha ordenado lo que vas a ser y nadie puede hacer nada por cambiarlo. Debes esforzarte en aquello en lo que seas bueno. Sea cual sea el deber para el que eres apto, ese es el que debes realizar. No trates de meterte a la fuerza en campos ajenos a tus habilidades y no envidies a los demás. Cada uno tiene su función. No pienses que puedes hacerlo todo bien, o que eres más perfecto o mejor que los demás, ni desees reemplazar a otros y jactarte. Ese es un carácter corrupto. Hay quienes piensan que no saben hacer nada bien y que no tienen ninguna habilidad. Si ese es el caso, limítate a ser una persona que escuche y se someta de manera sensata. Haz lo que puedas y hazlo bien, con todas tus fuerzas. Con eso es suficiente. Dios quedará satisfecho” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Las palabras de Dios me hicieron entender que todos tenemos distintos calibres y fortalezas, que todo fue predeterminado por Dios y que no podemos competir para obtenerlos. La intención de Dios con nosotros es que tratemos correctamente tanto nuestras propias fortalezas y carencias como las de los demás, que ocupemos nuestro propio lugar y cumplamos bien nuestro deber. Que mi capacidad de trabajo y comprensión de los principios no era tan buena como la de Jian Ran era un hecho, y los hermanos y hermanas acudían más a ella para poder cumplir bien sus deberes, no para tenerla en alta estima y menospreciarme a mí. Todos estaban cumpliendo su deber como seres creados en sus roles correspondientes; nadie estaba por encima ni por debajo del resto. Precisamente, las fortalezas de Jian Ran complementaban mis carencias, así que debería pedirle consejo activamente y aprender de ella para ganar más. En ese momento, me sentí animada. Tengo que afrontar mi propio calibre y mis deficiencias, dejar de lado mis ambiciones y deseos y llevar a cabo lo que puedo hacer bien. Esta es la razón que debería tener. Después, me centré en hacer el trabajo que debía hacer lo mejor que pude, y cuando encontraba cosas que no podía entender, recurría a Jian Ran para analizarlas y hablarlas. Más adelante, al conocer gente que era mejor que yo, hubo ocasiones en las que los celos todavía afloraban, pero reflexioné sobre mí misma de forma consciente y oré para rebelarme contra los celos, y mi corazón no se sintió tan constreñido ni atado. Vivir así me trajo mucha más calma y alivio. ¡Gracias a Dios!