206 Jamás volveré a abandonar a Dios
1 Una vez creyente en Dios, iba en pos de las riquezas mientras le daba la espalda para regresar al mundo. Me pasaba los días de acá para allá en pos de la carne, lo que me agotaba física y mentalmente. En esos días sin Dios, el sufrimiento fue mi compañero. Había caído en las tinieblas y estaba aterrado por dentro. Tras la reprensión y disciplina estrictas de Dios fue cuando me puse a hacer introspección. Nunca lo había seguido en serio; nunca había valorado Sus palabras. Al dar la espalda a la fe y la justicia, le partí el corazón a Dios. Me pregunté: ¿Dónde está mi conciencia? No tenía veneración por Dios; pese a haber ofendido Su carácter, aún no era consciente.
2 Con Su juicio y castigo vi clara mi naturaleza traidora a Dios. Me humillé ante Dios abrumado por el remordimiento, lleno de culpa y vergüenza. Mi terquedad y rebeldía habían herido a Dios por los cuatro costados; ¿cómo podría borrar de mi corazón todas las cosas lamentables que había hecho? Fueron Su misericordia y bondad las que me dieron la oportunidad de arrepentirme, con lo que pude volver a Su casa a cumplir con el deber una vez más. Al probar el sincero amor de Dios me hice más a la idea de cuánto le debía. Sentí que en Su carácter había justicia y majestad, además de misericordia y bondad. Me puse un nuevo objetivo: comenzar de nuevo, corresponder el amor de Dios y dar testimonio de Él.