122 El gran dragón rojo colapsa a medida que crece el pueblo de Dios

Cuando todo el pueblo se haya completado

y toda nación sea el reino de Cristo,

los siete truenos retumbarán.

Hoy es un gran paso hacia esa fase. El ataque se desató.

Este es el plan de Dios. Pronto se realizará.

Para poder cumplir el plan de Dios,

los ángeles han venido a la tierra.

Dios encarnado está en el campo de batalla también,

librando guerra contra el enemigo.

Dios ha hecho lo que ha dicho.

Las naciones son sólo castillos en la arena,

temblando al acercarse la marea.

Inminente es el último día.

El gran dragón rojo caerá bajo la palabra de Dios.

Dondequiera aparece la encarnación, el enemigo es destruido.

La aniquilación de China vendrá primero.

Será asolada por la mano de Dios.

La prueba del derrumbe del gran dragón rojo

se ve en la maduración del pueblo.

Es el signo de la muerte del enemigo.

Esto es lo que significa “librar batalla”, “librar batalla”.

Cuando toda la humanidad reconozca a Dios desde dentro de la carne

y Sus obras desde la carne puedan ver,

la guarida del gran dragón rojo en cenizas se convertirá,

desaparecerá por siempre.

Dios ha hecho lo que ha dicho.

Las naciones son sólo castillos en la arena,

temblando al acercarse la marea.

Inminente es el último día.

El gran dragón rojo caerá bajo la palabra de Dios.

Dondequiera aparece la encarnación, el enemigo es destruido.

La aniquilación de China vendrá primero.

Será asolada por la mano de Dios.

La prueba del derrumbe del gran dragón rojo

se ve en la maduración del pueblo.

Es el signo de la muerte del enemigo.

Esto es lo que significa “librar batalla”, “librar batalla”,

“librar batalla”, “librar batalla”, “librar batalla”.

Adaptado de La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 10

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Como cientos de millones de otros seguidores del Señor Jesucristo, nosotros acatamos las leyes y los mandamientos de la Biblia, gozamos la abundante gracia del Señor Jesucristo y nos reunimos, oramos, alabamos y servimos en el nombre del Señor Jesucristo, y todo esto lo hacemos bajo el cuidado y la protección del Señor. Muchas veces somos débiles y muchas veces fuertes. Creemos que todas nuestras acciones están en conformidad con las enseñanzas del Señor. Se sobreentiende, entonces, que también creemos que caminamos el camino de la obediencia a la voluntad del Padre que está en el cielo. Anhelamos el regreso del Señor Jesús, la gloriosa llegada del Señor Jesús, el fin de nuestra vida en la tierra, la aparición del reino, y todo lo que se predijo en el Libro de Apocalipsis: el Señor llega y trae el desastre, y recompensa a los buenos y castiga a los malvados, y se lleva en los aires a los que lo siguen y acogen Su regreso para que se encuentren con Él. Cada vez que pensamos en esto, no podemos evitar que la emoción nos embargue. Estamos agradecidos de haber nacido en los últimos días y somos lo suficientemente afortunados de ser testigos de la venida del Señor. Aunque hayamos sufrido persecución, es a cambio de “un peso de gloria que sobrepasa todo y que es eterno”; ¡qué bendición que así sea! Todo este anhelo y la gracia que otorga el Señor muchas veces nos vuelven más formales en la oración y nos reúnen con más frecuencia. Tal vez el año que entra, tal vez mañana o tal vez incluso antes, cuando el hombre no se lo espere, el Señor de repente llegará y aparecerá entre un grupo de personas que han estado esperándolo atentamente.

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