Dios mismo, el único I

La autoridad de Dios (I) Parte 3

2. Dios usa Sus palabras para establecer un pacto con el hombre

(Génesis 9:11-13) Yo haré Mi pacto con vosotros, ninguna carne será cortada nunca más por las aguas de una inundación; ni habrá una inundación nunca más que destruya la tierra. Y Dios dijo: Este es el signo del pacto que hago entre Yo y vosotros y cada criatura viviente que esté con vosotros, por generaciones perpetuas. Pongo Mi arco iris en las nubes, y ese será el signo de un pacto entre Yo y la tierra.

Después de hacer todas las cosas, la autoridad del Creador se confirma y se muestra una vez más en el pacto del arco iris

La autoridad del Creador siempre se muestra y ejerce entre todas las criaturas, y Él no sólo gobierna el destino de todas las cosas, sino también a la humanidad, a la criatura especial que Él creó con Sus propias manos, que posee una estructura vital diferente y existe en una forma de vida diferente. Después de hacer todas las cosas, el Creador no cesó de expresar Su autoridad y poder; para Él, la autoridad con la que tenía soberanía sobre todas las cosas y sobre el destino de toda la humanidad, sólo comenzó de manera formal cuando esta nació realmente de Su mano. Él pretendía gestionarla y gobernarla, salvarla, ganarla de verdad; ganar a una humanidad que pudiese gobernar todas las cosas, y pretendía hacer que viviera bajo Su autoridad, que la conociera y la obedeciera. Por eso, Dios empezó a expresar oficialmente Su autoridad entre los hombres usando Sus palabras, y empezó a servirse de la primera para materializar las segundas. Por supuesto, la autoridad de Dios se manifestó en todas partes durante este proceso; simplemente he elegido algunos ejemplos específicos y bien conocidos a partir de los cuales podáis entender y conocer la unicidad de Dios, y entender y conocer Su autoridad única.

Existe una similitud entre el pasaje de Génesis 9:11-13 y los anteriores concernientes al registro de la creación del mundo por parte de Dios, pero también hay una diferencia. ¿Cuál es la similitud? La similitud reside en el uso que Dios hace de las palabras para realizar lo que Él pretendía. La diferencia consiste en que este pasaje es la conversación de Dios con el hombre en la que estableció un pacto con él, y le indicó cuál era el contenido de este. Este ejercicio de la autoridad de Dios se logró durante Su diálogo con el hombre; es decir, antes de la creación de la humanidad, las palabras de Dios eran instrucciones y órdenes emitidas a las criaturas que Él pretendía crear. Pero ahora había alguien para oír Sus palabras y, por tanto, estas eran a la vez un diálogo con el hombre, una exhortación y una amonestación, además de mandamientos entregados a todas las cosas que llevaran Su autoridad.

¿Qué acción de Dios se registra en este pasaje? Se deja constancia del pacto que Dios estableció con el hombre después de destruir el mundo con un diluvio; le dice al hombre que Dios no volvería a infligir semejante destrucción sobre el mundo, y que, para ello había creado una señal; ¿y cuál era esta señal? En las Escrituras se señala: “Pongo Mi arco iris en las nubes, y ese será el signo de un pacto entre Yo y la tierra”. Estas son las palabras originales que dirigió el Creador a la humanidad. Cuando las pronunció, un arco iris apareció ante los ojos de los hombres, donde ha permanecido hasta hoy. Todo el mundo ha visto ese arco iris, y cuando tú lo ves, ¿sabes cómo aparece? La ciencia es incapaz de demostrarlo, de localizar su fuente o de identificar su ubicación. Eso se debe a que el arco iris es una señal del pacto establecido entre el Creador y el hombre; no requiere una base científica, no fue hecho por el hombre ni este es capaz de alterarlo. Es una continuación de la autoridad del Creador después de que Él profiriera Sus palabras. Él usó Su propio método particular para respetar Su pacto con el hombre y Su promesa; por tanto, Su uso del arco iris como señal del acuerdo que Él había establecido es un edicto celestial y una ley que debe permanecer inmutable por siempre, ya sea respecto al Creador o a la humanidad creada. A pesar de ello hay que reconocer que esta ley inalterable es otra manifestación verdadera de la autoridad del Creador después de haber creado todas las cosas, y que Su autoridad y Su poder son ilimitados; Su uso del arco iris como señal es una continuación y una extensión de Su autoridad. Fue un acto más que Dios llevó a cabo usando Sus palabras, y un símbolo del pacto establecido de palabra con el hombre. Le habló al hombre de lo que había decidido lograr, y de qué forma se cumpliría y se realizaría. Así se llevó a cabo el asunto, según las palabras emitidas por la boca de Dios. Sólo Él posee ese poder y hoy, varios miles de años después de que Él pronunciase estas palabras, el hombre puede seguir contemplando el arco iris del que Dios habló. Por las palabras que Él profirió, esto ha permanecido inalterable e inmutable hasta hoy. Nadie puede eliminar este arco iris ni cambiar sus leyes; existe exclusivamente por las palabras de Dios. Esta es precisamente Su autoridad. “Dios es tan bueno como Su palabra, y Su palabra se cumplirá, y lo que se cumple dura para siempre”. Estas palabras son claramente manifiestas aquí, y son una señal y una característica claras de la autoridad y el poder de Dios. Ninguno de los seres creados la posee ni se ve en ninguno de los seres no creados. Pertenece tan sólo al único Dios, y distingue la identidad y la esencia que sólo posee el Creador al de las criaturas. Al mismo tiempo, es también una señal y una característica que, lejos de Dios mismo, nunca podrá superar ningún ser creado o no creado.

Que Dios estableciera Su pacto con el hombre fue un acto de gran importancia, que Él pretendía usar para comunicarle al ser humano una realidad y Su voluntad. Para este fin utilizó un método único, una señal especial para instituir un pacto con el hombre, una señal que era una promesa del pacto que Él había establecido con este. Por tanto, ¿fue el establecimiento de este pacto un gran acontecimiento? ¿Cómo de grande? Esto es exactamente lo especial de este pacto: no es un pacto establecido entre un hombre y otro, entre un grupo y otro, o entre un país y otro, sino entre el Creador y toda la humanidad, y permanecerá vigente hasta el día en que Él derogue todas las cosas. El ejecutor de este pacto y quien lo mantiene es también el Creador. En resumen, la totalidad del “pacto del arco iris” instituido con la humanidad se cumplió y se logró según el diálogo entre el Creador y la humanidad, y se ha mantenido así hasta hoy. ¿Qué otra cosa pueden hacer las criaturas aparte de someterse a la autoridad del Creador, obedecerla, creerla, apreciarla, presenciarla y alabarla? Porque nadie sino el único Dios posee el poder de establecer semejante pacto. La aparición del arco iris, una y otra vez, anuncia a la humanidad y atrae su atención al pacto entre el Creador y la humanidad. En las continuas apariciones del pacto entre el Creador y la humanidad, lo que se le muestra a esta no es un arco iris o el pacto en sí, sino la autoridad inmutable del Creador. La aparición del arco iris, una y otra vez, muestra Sus hechos tremendos y milagrosos en lugares escondidos y, al mismo tiempo, es un reflejo vital de Su autoridad que nunca se desvanecerá ni cambiará. ¿Acaso no es esto la manifestación de otro aspecto de la autoridad única del Creador?

3. Las bendiciones de Dios

1) (Génesis 17:4-6) En cuanto a Mí, ved, Mi pacto es contigo, y tú serás el padre de muchas naciones. Y tu nombre ya no será más Abram, pero será Abraham, porque te he hecho padre de muchas naciones. Y te haré excesivamente próspero; haré naciones de ti y reyes saldrán de ti.

2) (Génesis 18:18-19) Al ver que Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Porque lo conozco, él ordenará a sus hijos y a su casa después de él, y ellos seguirán en el camino de Jehová, para que hagan justicia y juzguen; y para que Jehová dé a Abraham lo que Él ha dicho de él.

3) (Génesis 22:16-18) Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.

4) (Job 42:12) Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.

La manera única y las características de las declaraciones del Creador son un símbolo de Su identidad y autoridad únicas

Muchos desean buscar y obtener las bendiciones de Dios, pero no todos las consiguen, porque Él tiene Sus propios principios y bendice al hombre a Su manera. Las promesas que Dios le hace al hombre, y la cantidad de gracia que le concede, se asignan en base a sus pensamientos y sus acciones. ¿Entonces qué muestran las bendiciones de Dios? ¿Qué les dicen a las personas? En este punto, dejemos de lado el debate respecto a qué tipos de personas bendice Dios, o los principios de la bendición de Dios al hombre. En su lugar, consideremos que Dios bendice al hombre con el objetivo de que este conozca Su autoridad y desde esa perspectiva.

Los cuatro pasajes anteriores de las Escrituras son registros de la bendición de Dios sobre el hombre. Proporcionan una descripción detallada de los destinatarios de las bendiciones divinas como Abraham y Job, así como de las razones por las que Dios las concedió, y cuál era su contenido. El tono y la manera de las afirmaciones de Dios, así como la perspectiva y la posición desde las que Él hablaba, permiten apreciar que aquel que concede bendiciones y el destinatario de estas tienen una identidad, un estatus y una esencia distintivamente diferentes. El tono y la manera de estas afirmaciones, y la posición desde los que fueron habladas, son exclusivos de Dios, quien posee la identidad del Creador. Tiene autoridad y poder, así como el honor del Creador, y la majestad que no tolera la duda de ningún hombre.

Primero veamos Génesis 17:4-6: “En cuanto a Mí, ved, Mi pacto es contigo, y tú serás el padre de muchas naciones. Y tu nombre ya no será más Abram, pero será Abraham, porque te he hecho padre de muchas naciones. Y te haré excesivamente próspero; haré naciones de ti y reyes saldrán de ti”. Estas palabras fueron el pacto que Dios estableció con Abraham, así como Su bendición sobre él: Dios convertiría a Abraham en el padre de naciones, lo haría extremadamente fructífero, de él saldrían naciones y reyes. ¿Ves la autoridad de Dios en estas palabras? ¿Y cómo la ves? ¿Qué aspecto de la esencia de Su autoridad ves? A partir de una lectura detenida de estas palabras no resulta difícil descubrir que la autoridad y la identidad de Dios se revelan con claridad en el lenguaje de Sus afirmaciones. Por ejemplo, cuando Él declara: “Mi pacto es contigo, y serás… te he hecho… te haré…”, frases como “tú serás” y “Yo haré”, cuyo lenguaje conlleva la afirmación de la identidad y la autoridad de Dios, son, en un aspecto, un indicativo de la fidelidad del Creador y en otro, palabras especiales usadas por Dios, quien posee la identidad del Creador, y que a la vez forman parte del vocabulario convencional. Si alguien dice que espera que otra persona sea sumamente fructífera, que de ella se formen naciones y salgan reyes, es sin duda un tipo de deseo, y no una promesa o una bendición. Por ello, no se atreven a decir “yo te haré esto y esto, tú serás esto y aquello…”, porque saben que no poseen ese poder; es algo que no está en su mano, y aunque expresaran tales cosas, sus palabras serían vacías y sin sentido, y estarían impulsadas por su deseo y su ambición. ¿Se atreve alguien a hablar en semejante tono grandioso si siente que no puede cumplir sus deseos? Todo el mundo desea el bien de sus descendientes, y espera que se destaquen y disfruten de grandes éxitos. ¡Qué gran fortuna sería que uno de ellos llegase a ser emperador! ¡Si uno tuviese que ser gobernador, tampoco estaría mal, mientras sea alguien importante! Son los deseos de cualquiera, pero las personas sólo pueden desear bendiciones sobre sus descendientes, y no pueden cumplir ninguna de sus promesas ni hacer que se hagan realidad. En sus corazones todos saben claramente que no poseen el poder para lograr tales cosas, porque su todo escapa a su control; ¿cómo podrían, pues, ordenar el destino de otros? Sin embargo, la razón por la que Dios sí puede pronunciar estas palabras es que posee esa autoridad, y es capaz de cumplir y realizar todas las promesas que le hace al hombre, y de materializar todas las bendiciones que le concede. El ser humano fue creado por Dios, y para Él sería un juego de niños hacer que alguien sea sumamente fructífero; prosperar a los descendientes de alguien sólo requeriría una palabra suya. Él nunca tendría que apurarse para lograr algo así, ni romperse la cabeza o enredarse; este es el poder mismo de Dios, Su autoridad misma.

Después de leer que “Al ver que Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él” en Génesis 18:18, ¿podéis sentir la autoridad de Dios? ¿Podéis sentir lo extraordinario del Creador? ¿Podéis sentir Su supremacía? Las palabras de Dios son ciertas. Él no habla así por confiar en Su éxito ni en representación de este, sino que Sus palabras son la prueba de la autoridad de Sus declaraciones y el mandamiento que las cumple. Aquí, deberíais prestar atención a dos expresiones. Cuando Dios dice “Al ver que Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”, ¿existe algún elemento de ambigüedad en estas palabras? ¿Algún elemento de preocupación? ¿De miedo? Debido a las palabras “por seguro” y “serán” en las afirmaciones de Dios, estos elementos particulares en el hombre y a menudo exhibidos en él, nunca han tenido relación alguna con el Creador. Nadie se atrevería a usar tales palabras al desear el bien de otros ni osaría bendecir a alguien con una nación grande y poderosa con semejante seguridad, ni prometerle que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Cuanto más ciertas sean las palabras de Dios, mejor demostrarán algo; ¿y qué es ese algo? Acreditarán que Dios posee esa autoridad, que Su autoridad puede lograr estas cosas, cuyo cumplimiento es inevitable. Dios estaba seguro en Su corazón, sin la más mínima duda, de todo aquello con lo que bendijo a Abraham. Además, todo aquello se cumpliría según Sus palabras; no habría fuerza capaz de alterar, obstruir, perjudicar o perturbar su cumplimiento. Independientemente de lo que ocurriese, nada podría revocar ni influenciar el cumplimiento y la realización de las palabras divinas. ¡Este es el verdadero poder de las palabras que salen de la boca del Creador, y Su autoridad que no admite la negativa del hombre! Una vez leídas estas palabras, ¿sigues teniendo dudas? La boca de Dios pronunció estas palabras, y en ellas hay poder, majestad y autoridad. Este poder y esta autoridad, así como la inevitabilidad del cumplimiento del hecho, son inalcanzables e insuperables para cualquier ser creado o no creado. Sólo el Creador puede conversar con la humanidad usando semejante tono y entonación, y los hechos han demostrado que Sus promesas no son palabras vacías ni alardes inútiles, sino la expresión de la autoridad única e insuperable por cualquier persona, cosa, u objeto.

¿Cuál es la diferencia entre las palabras habladas por Dios y las pronunciadas por el hombre? Cuando lees estas declaraciones de Dios, sientes el poder de Sus palabras y Su autoridad. ¿Cómo te sientes cuando oyes a las personas decir estas palabras? ¿Piensas que son extremadamente arrogantes y jactanciosos, y hacen alarde de sí mismos? Porque no tienen este poder ni poseen esa autoridad y, por tanto, son completamente incapaces de lograr tales cosas. Que estén tan seguros de sus promesas sólo muestra la negligencia de sus observaciones. Si alguien pronuncia semejantes palabras, sin duda es arrogante y excesivamente confiado, y se revelaría como un ejemplo clásico del carácter de un arcángel. Estas palabras salieron de la boca de Dios; ¿percibes algún elemento de arrogancia aquí? ¿Sientes que las palabras de Dios son sólo una broma? Sus palabras son autoridad, sus palabras son realidad, y antes de que Su boca las profiera, es decir, cuando Él toma la decisión de hacer algo, eso ya se ha realizado. Puede decirse que todo lo que Dios le dijo a Abraham fue un pacto que Él estableció con Abraham, y una promesa que le hizo. Esta promesa era una realidad establecida, un hecho consumado, y todo se cumplió gradualmente en los pensamientos de Dios de acuerdo con Su plan. Por tanto, que Dios profiriera tales palabras no significa que tenga un carácter arrogante, porque Él es capaz de lograr esas cosas. Él tiene ese poder y autoridad, y es totalmente capaz de realizar estos actos, y su materialización está por completo dentro del ámbito de Su capacidad. Cuando palabras como estas salen de la boca de Dios, son una revelación y una expresión de Su verdadero carácter; una revelación y una manifestación perfectas de la esencia y la autoridad de Dios, y no hay nada más apropiado y adecuado como prueba de la identidad del Creador. La forma, el tono y el lenguaje de tales afirmaciones son precisamente la marca de Su identidad, y se corresponden perfectamente con la expresión de la propia identidad de Dios; en ellas no hay fingimiento ni impureza; son, completa y totalmente, la demostración perfecta de la esencia y la autoridad del Creador. En cuanto a las criaturas, no poseen esta autoridad ni esta esencia, y mucho menos el poder que Dios da. Si el hombre traiciona semejante comportamiento, sería con total seguridad la fulminación de su carácter corrupto, y se debería al impacto de la interferencia de la arrogancia del hombre y la ambición salvaje, así como la revelación de las intenciones malignas nada más y nada menos que del diablo, Satanás, quien desea engañar a las personas y seducirlas para que traicionen a Dios. ¿Y cómo considera Dios lo que revela un lenguaje así? Él diría que deseas usurpar Su lugar, suplantarlo y reemplazarlo. Cuando tú imitas el tono de las afirmaciones de Dios, tu intención es sustituirlo en los corazones de las personas, apropiarte de la humanidad que le pertenece por derecho a Dios. Este es Satanás, pura y llanamente; ¡son las acciones de los descendientes del arcángel, intolerables para el cielo! ¿Hay entre vosotros algunos que hayan imitado alguna vez a Dios, de algún modo, hablando unas pocas palabras con la intención de confundir y engañar a alguien, haciéndole sentir que sus palabras y sus acciones encierran la autoridad y el poder de Dios, como si la esencia y la identidad de esta persona fuesen únicas, e incluso como si el tono de sus palabras fuese similar al de Dios? ¿Habéis hecho algo así en alguna ocasión? ¿Habéis imitado alguna vez el tono de Dios en vuestro discurso, con gestos que representan supuestamente Su carácter, con el supuesto poder y autoridad? ¿Actuáis así, la mayoría de vosotros, con frecuencia o planeáis hacerlo? Ahora, cuando vosotros veis, percibís y conocéis verdaderamente la autoridad del Creador, y miráis en retrospectiva a lo que solíais hacer y revelar de vosotros mismos, ¿os sentís asqueados? ¿Reconocéis vuestra bajeza y desvergüenza? Habiendo diseccionado el carácter y la esencia de tales personas, ¿podría decirse que son la descendencia maldita del infierno? ¿Podría afirmarse que todos los que actúan así están acarreando humillación sobre sí mismos? ¿Reconocéis la gravedad de su naturaleza? ¿Os dais cuenta de lo grave que es? El propósito de las personas que actúan de este modo es imitar a Dios. Quieren ser Dios, y hacen que las personas los adoren como tal. Quieren abolir el lugar de Dios en los corazones de las personas, y librarse del Dios que obra en medio del hombre, a fin de conseguir el objetivo de controlar a las personas, devorarlas y tomar posesión de ellas. Todos tienen esos deseos y ambiciones subconscientes; todos viven en semejante esencia corrupta y en una naturaleza satánica en la que están en enemistad con Dios, lo traicionan, y desean ser Él. Después de Mi enseñanza sobre el tema de la autoridad de Dios, ¿seguís deseando o aspirando a suplantarle o imitarle? ¿Seguís deseando ser Dios? ¿Seguís deseando volveros Dios? El hombre no puede imitar Su autoridad ni puede suplantar Su identidad y Su estatus. Aunque seas capaz de imitar el tono con el que Dios habla, no puedes imitar Su esencia. Aunque seas capaz de ponerte en el lugar de Dios y suplantarlo, jamás serás capaz de hacer lo que Él pretende hacer; nunca serás capaz de gobernar y ordenar todas las cosas. A los ojos de Dios, siempre serás una pequeña criatura, e independientemente de lo grandes que sean tus habilidades y capacidades, de los dones que tengas, estás en tu totalidad bajo el dominio del Creador. Aunque seas capaz de pronunciar palabras atrevidas, con ello no demostrarás jamás tener la esencia del Creador ni esto supondrá que poseas Su autoridad. La autoridad y el poder divinos son la esencia de Dios mismo. No fueron aprendidas ni añadidas externamente, sino que son la esencia inherente a Él mismo. Por tanto, la relación entre el Creador y las criaturas nunca puede alterarse. Como una de las criaturas, el hombre debe mantener su propia posición comportarse concienzudamente y guardar con sumisión aquello que el Creador le ha confiado. El hombre no debe actuar de forma inaceptable ni hacer cosas más allá de su registro de capacidad, ni las que son aborrecibles para Dios. El hombre no debe tratar de ser grande, excepcional ni estar por encima de los demás, ni buscar volverse Dios. Así es como las personas no deberían desear ser. Buscar ser grande o excepcional es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que las criaturas deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en una verdadera criatura; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir.

Las citas de la Biblia en este artículo han sido traducidas de AKJV.

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