Cómo identificar la esencia-naturaleza de Pablo (Parte 2)
Pablo tiene otra frase famosa, ¿cuál? (“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” [Filipenses 1:21]). No reconocía la identidad del Señor Jesucristo, que Él fuera el Dios encarnado que vive en la tierra, ni el hecho de que el Señor Jesucristo fuera la encarnación de Dios. En cambio, Pablo se veía a sí mismo como Cristo. ¿No es repugnante? (Lo es). Es repugnante, y la esencia de este problema es muy grave. En la mente de Pablo, ¿quién era Cristo exactamente? ¿Cuál era Su identidad? ¿Cómo podía estar Pablo tan obsesionado con ser Cristo? Si, en la mente de Pablo, Cristo fuera una persona corriente con actitudes corruptas o alguien insignificante que desempeñara un papel poco destacable, que no tuviera poder ni una identidad noble, así como tampoco habilidades o destrezas que fueran superiores a las de la gente normal, ¿querría aun así ser Cristo? (No). Desde luego que no. Se consideraba a sí mismo cultivado, y no quería ser una persona corriente, sino un superhumano, un gran hombre, y superar a los demás; ¿cómo iba a desear ser un Cristo al que los demás consideraran humilde e insignificante? Así pues, ¿qué estatus y qué papel tenía Cristo en el corazón de Pablo? ¿Qué identidad y estatus debe poseer alguien, y qué autoridad, poder y presencia debe exhibir para ser Cristo? Esto pone al descubierto cómo imaginaba Pablo a Cristo y lo que sabía sobre Él, es decir, cómo lo definía. Por eso Pablo tenía la ambición y el deseo de ser Cristo. Se da una razón concreta para que Pablo quisiera ser Cristo, y en parte esta se revela en sus cartas. Analicemos varias cuestiones. Cuando el Señor Jesús estaba realizando Su obra, hizo algunas cosas que representaban Su identidad como Cristo. Tales cosas eran símbolos y conceptos que Pablo percibía como propios de la identidad de Cristo. ¿De qué cosas se trataba? (De señales y prodigios). Exacto. Esas cosas eran la curación de enfermedades, la expulsión de los demonios y la realización de señales, prodigios y milagros por parte de Cristo. Aunque Pablo admitía que el Señor Jesús era Cristo, solo era por las señales y los prodigios que realizaba. Por tanto, cuando difundió el evangelio del Señor Jesús, nunca habló sobre las palabras que Él dijo o sobre lo que predicó. A ojos de Pablo, un incrédulo, el hecho de que Cristo pudiera decir muchas cosas, predicar tanto, realizar tanta obra y lograr que lo siguiera tanta gente, confería cierto honor a la identidad y el estatus del Señor Jesús; poseía una gloria y una nobleza ilimitadas, lo que hacía del estatus del Señor Jesús entre los hombres algo particularmente maravilloso y distinguido. Esto es lo que veía Pablo. A partir de lo que manifestaba y revelaba el Señor Jesucristo mientras llevaba a cabo Su obra, así como también a partir de Su identidad y esencia, lo que veía Pablo no era la esencia, la verdad, el camino ni la vida de Dios, como tampoco Su hermosura o sabiduría. ¿Qué veía Pablo? Si usamos una expresión moderna, lo que veía era el brillo de la fama, y quería ser un admirador del Señor Jesús. Cuando Él hablaba u obraba, mucha gente lo escuchaba. ¡Qué glorioso debió haber sido! Era algo que Pablo aguardaba hace mucho; deseaba la llegada de ese momento. Ansiaba el día en el que pudiera predicar sin descanso como el Señor Jesús, al que tanta gente miraba embelesada, con admiración y anhelo en sus ojos, y con ganas de seguirlo. Pablo se quedó impresionado ante la imponente presencia del Señor Jesús. En realidad, no es que le impresionara, sino que envidiaba que poseyera esa identidad y presencia que la gente admiraba, que le prestaran atención, lo idolatraran y lo tuvieran en alta consideración. Eso es lo que envidiaba. ¿Cómo podía alcanzar eso mismo? No creía que el Señor Jesucristo lograra tales cosas gracias a Su esencia e identidad, sino que se debía a Su título. Por tanto, Pablo anhelaba ser una figura pública y desempeñar un papel en el que pudiera llevar el nombre de Cristo. Dedicó mucho esfuerzo a conseguir un papel así, ¿verdad? (Sí). ¿Qué esfuerzos llegó a hacer? Predicó por todas partes e incluso obró milagros. Al final, empleó una frase para definirse a sí mismo que satisfizo sus deseos y ambiciones internos. ¿Cuál era? (“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia”). El vivir es Cristo. Esa era su meta fundamental; su deseo principal era ser Cristo. ¿Qué conexión tiene este deseo con sus búsquedas personales y la senda que recorrió? (Veneraba el poder y buscaba que la gente lo admirara). Eso es una teoría, deberías hablar de hechos. Pablo manifestó su deseo de ser Cristo de maneras prácticas. La definición que hago de él no se basa únicamente en una sola frase de las que dijo. A partir del estilo, los métodos y los principios de sus acciones, vemos que todo lo que hacía giraba en torno a su meta de convertirse en Cristo. Esa es la raíz y la esencia de por qué Pablo dijo e hizo tantas cosas. Pablo quería ser Cristo, y eso influyó en sus búsquedas, su senda en la vida y su fe. ¿De qué maneras se manifestó esa influencia? (Pablo se exhibía y daba testimonio de sí mismo en toda su obra y su predicación). Eso por un lado. Pablo se exhibía cada vez que tenía ocasión. Dejaba bien claro cuánto había sufrido, cómo hacía las cosas y cuáles eran sus intenciones, así que, al oír eso, todo el mundo pensaba que se parecía mucho a Cristo y realmente querían llamarlo así. Esa era su meta. Si de veras la gente lo hubiera llamado Cristo, ¿se habría opuesto Pablo? ¿Lo habría rechazado? (No). Desde luego que no, sin duda se hubiera regocijado. Esa es una de las maneras en las que se manifestaba la influencia que dicha meta tenía en sus búsquedas. ¿Cuáles eran las otras? (Escribía cartas). Sí, escribió algunas cartas para que se transmitieran de generación en generación. En sus cartas, en su obra y a lo largo de su pastoreo en las iglesias, nunca mencionó ni una vez el nombre del Señor Jesucristo, no hizo nada en Su nombre ni lo enalteció. ¿Qué efecto negativo tuvo que siempre obrara y hablara de ese modo? ¿Cómo influyó en aquellos que seguían al Señor Jesús? Hizo que la gente negara al Señor Jesucristo y que Pablo ocupara Su lugar. Ansiaba que la gente preguntara: “¿Quién es el Señor Jesucristo? Nunca he oído hablar de Él. Creemos en Pablo el Cristo”. Así sería feliz. Esa era su meta y una de las cosas que buscaba. Esa influencia se manifestaba en la manera en la que obraba. Divagaba sobre ideas huecas y hablaba sin parar acerca de teorías vacías para que la gente percibiera lo capaz y convincente que era en su obra, cuánto ayudaba a la gente, y que tenía cierta presencia, como si hubiera reaparecido el Señor Jesucristo. Esa influencia también se manifestaba en que nunca exaltaba al Señor Jesucristo, y desde luego no enaltecía Su nombre ni tampoco daba testimonio de Sus palabras ni de Su obra, ni de cómo estas beneficiaban a la gente. ¿Predicaba Pablo sermones sobre cómo debía arrepentirse la gente? Desde luego que no. Pablo nunca predicó sobre la obra que llevó a cabo el Señor Jesucristo, las palabras que dijo o todas las verdades que enseñó; en su corazón, Pablo negaba todo eso. No solo es que Pablo negara las palabras que dijo el Señor Jesucristo y las verdades que Él enseñó a la gente, sino que trataba sus propias palabras, su obra y sus enseñanzas como la verdad. Se servía de ellas para sustituir las palabras del Señor Jesús y hacía que la gente practicara y se atuviera a las suyas, como si fueran la verdad. ¿Qué impulsó estas manifestaciones y revelaciones? (Su deseo de ser Cristo). Venían impulsadas por su intención, deseo y ambición de ser Cristo. Esto tenía una fuerte conexión con su práctica y sus búsquedas. Este es el sexto pecado de Pablo. ¿Es grave? (Sí). En realidad, todos sus pecados son graves. Todos auguran muerte.
Ahora voy a compartir acerca del séptimo pecado de Pablo. Este es todavía más grave. Antes de recibir la llamada del Señor, Pablo creía en el judaísmo. El judaísmo es la fe en Jehová Dios. ¿Qué concepto de Dios tienen aquellos que creen en Jehová Dios? El que proviene de lo que experimentaron sus antepasados cuando Jehová Dios los sacó de Egipto para devolverlos a la buena tierra de Canaán, lo que incluye Su aparición ante Moisés, las diez plagas que hizo caer sobre Egipto, las columnas de nubes y fuego de las que se sirvió para guiar a los israelitas, la entrega a estos de Sus leyes, etcétera. Los que en aquel momento creían en el judaísmo, ¿pensaban que todas esas cosas eran solo fantasías, nociones y leyendas, o creían que se trataba de hechos? En aquella época, el pueblo escogido de Dios y los que eran auténticos seguidores creían y reconocían que el Dios del cielo existía y era real. Pensaban: “El hecho de que Dios creara a la humanidad es real. Da igual cuánto hace que pasara, sigue siendo cierto. No solo debemos creerlo, sino que hemos de tener la certeza de ello y compartir tal hecho. Es nuestra responsabilidad y nuestra obligación”. Sin embargo, a otro grupo de personas que eran incrédulos les parecía probable que se tratara simplemente de leyendas. Nadie trató de verificar las historias ni de investigar si eran reales o ficticias, solo las creían a medias. Cuando necesitaban a Dios, esperaban que fuera real y pudiera concederles lo que buscaban, aquello por lo que oraban y que anhelaban; cuando oraban a Dios con la esperanza de obtener algo, deseaban que existiera. De ese modo, trataban a Dios como un mero apoyo emocional. No eran conscientes de que Dios salva al hombre ni aceptaban las verdades que Él expresó. No era una auténtica fe en Dios; en realidad eran incrédulos. ¿Cómo se manifestaban las personas del tipo más inferior? Lo único que hacían era servir a Dios en la iglesia, hacerle ofrendas, seguir todos sus rituales e incluso creer en todo tipo de leyendas. Sin embargo, no llevaban a Dios en el corazón, y el Dios de sus nociones y figuraciones era vago y hueco. ¿En qué creían las personas así? En el materialismo. Solo creían en aquello que podían ver. A sus ojos, lo legendario, las cosas vagas y cualquier cosa del reino espiritual que no pudieran tocar con sus manos, ver con sus ojos u oír con sus oídos no existían. Hay quien dice: “Entonces, ¿creen en la existencia de cosas que no pueden ver, como los microorganismos?”. Claro que creen en cosas semejantes. Creen sin reservas en la ciencia, en los electrones, la microbiología y la química. Los incrédulos creen por encima de todo que tales cosas son ciertas. Son unos auténticos materialistas. Estamos hablando de ello para analizar a estos tres tipos de personas: los verdaderos creyentes, aquellos que creen a medias y los materialistas que no creen en absoluto en la existencia de Dios. Hay quien dice: “¿De verdad hay un Dios? ¿Dónde está? ¿Qué aspecto tiene? He oído que se halla en el tercer cielo. ¿Cómo de alto está el tercer cielo? ¿A qué distancia se encuentra y qué tamaño tiene? La gente también dice que hay un cielo, y que está pavimentado con ladrillos de oro y tejas de jade, y que las paredes también son de oro. ¿Cómo podría existir un lugar tan maravilloso? ¡Es una tontería! He oído que, en la Era de la Ley, Dios entregó Sus leyes a Su pueblo escogido, y que las tablas de la ley todavía existen. Es probable que todo eso sea una mera leyenda, algo que la clase dirigente usa para controlar a las masas”. ¿Cree de veras en Dios este grupo de personas? (No). No creen que Dios exista de verdad, ni el hecho de que creara a los humanos y guiara a la humanidad hasta el presente. Entonces, ¿por qué siguen sirviendo en la iglesia? (Porque consideran servir a Dios como un trabajo y una fuente de ingresos). Eso es. Lo ven como un trabajo y una fuente de ingresos. Por tanto, ¿qué tipo de persona era Pablo? (Del tercer tipo). Esto está relacionado con su esencia-naturaleza. A Pablo le gustaba divagar sobre teorías vacías. Le gustaban las cosas vacías e indeterminadas, las fantasías. Le gustaba aquello que era profundo y difícil de captar, y lo que no se puede expresar en términos concretos. A Pablo le gustaba pensar las cosas en exceso, tenía prejuicios y era obstinado, y su entendimiento era distorsionado. La gente así no es humana. Era de esa clase de persona. Al fijarnos en el carácter de Pablo y en su esencia-naturaleza, además de en sus preferencias, esperanzas, búsquedas y aspiraciones, aunque sirvió en la iglesia y fue alumno de un maestro famoso, el conocimiento que adquirió solo fue una herramienta para satisfacer sus propios deseos, ambiciones y vanidad, y para conseguir una fuente de ingresos, estatus y posición en la sociedad. Si examinamos la esencia-naturaleza de Pablo y sus búsquedas, ¿cuánta fe tuvo en Jehová? Su fe no era una promesa, solo palabras vacías. Era un incrédulo, un ateo y un materialista. Algunos preguntan: “Si Pablo era un incrédulo, ¿por qué se convirtió en apóstol del Señor Jesucristo y difundió el evangelio de la Era de la Gracia?”. Decidme, ¿cómo pudo caminar por esa senda? ¿Qué lo incitó a ello? ¿Cuál fue el punto de inflexión que le hizo asumir ese papel y que provocó que un incrédulo como él recorriera una senda como esa y diera un giro? ¿A qué me refiero con “dar un giro”? El giro en la vida de Pablo se produjo al caerse camino de Damasco. Experimentó dos tipos de giro: uno fue cuando pasó de no creer en Dios a no tener dudas de su existencia, después de que el Señor Jesús, al que inicialmente perseguía, se le apareciera en el camino a Damasco. Pablo exclamó: “¿Quién eres, Señor?”. En realidad, en lo más profundo de su ser, Pablo no creía en la existencia del Señor ni de Dios, pero no pudo contenerse y exclamó: “¿Quién eres, Señor?”. ¿Qué respondió el Señor Jesús? (“Yo soy Jesús a quien tú persigues” [Hechos 9:5]). En cuanto el Señor Jesús dijo eso, Pablo quedó convencido de un hecho: había aparecido un Señor al que nunca había visto antes, al cual era incapaz de imaginar y que era más poderoso de lo que podía figurarse. ¿Cómo se convenció de que el Señor era más poderoso de lo que podía imaginar? Porque cuando Pablo menos lo esperaba, el Jesús que él no creía para nada que fuera Dios se apareció justo delante de él. ¿Cuánto poder tiene el Señor Jesús? Pablo quedó convencido de la magnitud de Su poder cuando le cegó Su luz. Entonces, ¿se convenció de que el Señor Jesús es Dios? (No). ¿Por qué no? (Para empezar, porque Pablo no creía que Dios existiera). Eso es, no creía en absoluto en la existencia de Dios. Ahora todos tenéis fe y una base en vuestro corazón, así que, si Dios se apareciera ante ti, aunque solo fuera Su voz y Su espalda, y si te hablara o dijera tu nombre, estarías convencido de un hecho: “Este es el Dios en el que creo. Lo he visto y lo he oído. Dios se ha dirigido a mí”. Estarías convencido porque albergas fe en el corazón, has soñado con ese momento y no tienes miedo. Pero ¿es eso lo que pensó Pablo? (No). Nunca tuvo fe en su corazón. ¿Cuál fue su primer pensamiento? (Miedo). ¡Tuvo miedo porque esa entidad era capaz de hacerlo caer y de matarlo! Le provocó más miedo y terror que el infierno, el cual no podía ver. Sintió un miedo atroz. Su corazón carecía por completo de fe en Dios; se podría decir que no tenía ningún concepto de Él. Por tanto, cuando el Señor Jesús hizo Su obra, ya fuera realizando señales y prodigios o predicando sermones, por mucha gente que lo siguiera, por muy impresionante que Él fuera o por muy grande que resultara la escena, en la mente de Pablo, el Señor Jesús no era más que una persona corriente. Menospreciaba al Señor Jesús y no lo tenía en consideración. Pero ahora, el Hijo del hombre corriente al que menospreciaba estaba justo delante de él, ya no ocupaba el cuerpo de una persona normal, y no solo se trataba de una voz, ¡también era una columna de luz! Ni en un millón de años olvidaría un momento así. ¡La luz era cegadora! ¿Cómo derribó Dios a Pablo? Cuando Dios se dirigió a Pablo, lo cegó al instante y este cayó al suelo. ¿Qué estaba pasando? ¿Se cayó por propia voluntad o es que ya estaba preparado para ello? (No, es que no pudo soportarlo). El cuerpo del hombre es solo carne; es incapaz de soportarlo. Cuando Dios se dirija realmente a ti, no se hallará en el cuerpo físico corriente en el que viste al Señor Jesús, el de alguien tan agradable y accesible, tan humilde y normal, hecho de carne y de sangre, que parece ordinario y en el que no pensarías dos veces. Cuando Dios se dirija a ti de veras, aunque no te haga caer, ¡no serás capaz de soportarlo! En el fondo del corazón de Pablo, lo primero que sintió fue: “Se ha dirigido a mí el Señor Jesús, al que solía perseguir y menospreciar. ¡Esta luz es muy intensa!”. ¿Le pidió Dios que se postrara? ¿Le dijo: “Deberías postrarte”? (No). Entonces, ¿por qué tenía la cara en el suelo? (Estaba asustado). No. Dios creó a la humanidad, y los seres humanos son tan pequeños y débiles que cuando la luz de Dios les roza la piel, no pueden evitar caerse al suelo. Dios es demasiado grande y fuerte, tanto que las habilidades y el arrojo de un ser humano no pueden resistirse. Pablo no reconocía al Señor Jesús como Dios ni como Señor, entonces ¿por qué se iba a postrar por iniciativa propia? Cayó de bruces, quedó totalmente incapacitado y paralizado. Su orgullo, arrogancia, fanfarronería, sentenciosidad y prepotencia iniciales desaparecieron en ese instante. Dios ni siquiera se le apareció a Pablo en Su cuerpo real, lo que brilló sobre él solo fue Su luz, y cuando Pablo la vio, se produjo ese resultado; tal fue el impacto que tuvo en él. Así fue el giro que experimentó Pablo. Si no hubiera un contexto singular detrás de ese giro, o si no fuera un caso especial, se trataría de algo bueno para una persona normal con humanidad y conciencia, que busca las cosas positivas y persigue la verdad, porque cuando alguien ve a Dios, eso influye en la búsqueda de toda su vida. A juzgar por lo que recoge la Biblia, no era nada normal que a lo largo de los siglos alguien oyera hablar a Dios. Job oyó que Dios le hablaba desde un torbellino después de haberlo puesto a prueba. Job pasó toda su vida tratando de someterse a los arreglos de Dios y de entender Su soberanía, pero no lo vio hasta que tuvo setenta años; solo experimentó Su soberanía. Sin embargo, Job tuvo la fe que tuvo. Cuando oyó hablar a Dios con sus propios oídos, ¿acaso no supuso un enorme giro en su fe? (Sí). Este giro significó una elevación, un momento en el que su fe se incrementó todavía más. Le confirmó más si cabe que toda la obra que hacía en la gente el Dios en el que él creía y al que se sometía era correcta y buena, y que las personas debían someterse a Él. No se trataba de un pequeño giro como el que experimenta cualquier persona normal, en el que pasa paulatinamente de una fe dubitativa a una verdadera, sin vacilaciones. Más bien, era una elevación, mediante la cual su fe alcanzó un plano superior. Respecto a Pablo, ¿qué giro surgió con la aparición de Dios al hacerlo caer? Desde luego no supuso una elevación, porque nunca creyó en Dios antes de aquello, así que no se puede denominar así. Por tanto, ¿qué impacto tuvo en él? Esto de nuevo está relacionado con sus búsquedas. Decidme. (A fin de preservar su vida, Pablo quería trabajar en la difusión del evangelio para expiar sus pecados). Eso es exactamente así. También le tenía miedo a la muerte y era muy evasivo. Cuando se enteró de que el Jesús al que perseguía era en realidad Dios, se asustó muchísimo y pensó: “¿Qué debería hacer? Lo único que puedo hacer es escuchar las órdenes del Señor, ¡si no moriré!”. A partir de ese momento, aceptó la comisión de Dios y empezó a trabajar en la difusión del evangelio para expiar sus pecados. Pensó: “Si de verdad tengo éxito al difundir el evangelio y el Señor Jesús queda satisfecho, ¡puede incluso que logre una corona y una recompensa!”. Esos fueron los cálculos que hizo en el fondo de su corazón. Pensó que al final había encontrado una oportunidad mejor para obtener bendiciones. Pablo aceptó la comisión del Señor para expiar sus pecados y salvar su vida; esa era la intención y el objetivo ocultos para creer en el Señor y aceptarlo. Desde que se encontró con el Señor Jesús en el camino a Damasco y Él lo hiciera caer, dio un giro que marcó un nuevo comienzo para sus búsquedas y su vida de fe en Dios. ¿Fue ese nuevo comienzo positivo o negativo? (Negativo). No reconoció la justicia de Dios y aceptó la comisión del Señor Jesús con un método de transacción que era incluso más dudoso, incalificable y turbio, solo por temor a la majestad de Dios y a que Él lo hiciera caer. Esto es incluso más repugnante. Sin embargo, ese no es el tema de Mi charla de hoy. A partir del giro que dio Pablo después de encontrarse con la gran luz de Dios, y de las diversas formas en las que se manifestó, se puede apreciar con claridad qué senda recorría Pablo, así como la clase de persona que revelaba su esencia-naturaleza. Estas cosas han quedado totalmente claras.
Desde su caída, Pablo empezó a creer que el Señor Jesucristo existía y era Dios. Pasó en un instante de creer en el Dios del cielo a creer en el Señor Jesucristo, el Dios en la tierra. A partir de ese momento, no podía rechazar Su comisión y comenzó a trabajar con gran determinación para el Dios encarnado, el Señor Jesús. Por supuesto, el objetivo de su trabajo era en parte absolver sus pecados, pero también satisfacer su deseo de bendiciones y obtener el destino que quería. Cuando Pablo dijo “por la voluntad de Dios”, ¿con “Dios” se refería a Jehová o a Jesús? Se quedó un poco confuso y pensó: “Creo en Jehová, así que ¿por qué me ha hecho caer Jesús? ¿Por qué no detuvo Jehová a Jesús cuando me hizo caer? ¿Cuál de Ellos es Dios exactamente?”. No lograba entenderlo. En cualquier caso, nunca vería al Señor Jesús como a su Dios. Aunque lo reconociera verbalmente, todavía albergaba dudas en su corazón. A medida que pasaba el tiempo, volvió poco a poco a creer que “solo Jehová es Dios”, así que en todas las cartas de Pablo posteriores a ese acontecimiento, al escribir “por la voluntad de Dios”, es probable que se refiriera principalmente a Jehová Dios. El hecho de que Pablo nunca afirmara con claridad que el Señor Jesús fuera Jehová, que siempre lo viera como el Hijo de Dios, que se refiriera a Él como el Hijo y que nunca afirmara nada parecido a que “el Hijo y el Padre son uno”, demuestra que Pablo nunca reconoció al Señor Jesús como el único Dios verdadero; tenía dudas y solo lo creía a medias. En vista de esta opinión que tenía sobre Dios y de su método de búsqueda, Pablo no era alguien que persiguiera la verdad. Nunca entendió el misterio de la encarnación ni reconoció al Señor Jesús como el único Dios verdadero. A partir de esto, no es difícil darse cuenta de que Pablo era alguien que adoraba el poder y era esquivo y astuto. En relación con su fe, ¿qué nos muestra el hecho de que Pablo adorara la perversidad, el poder y el estatus? ¿Tenía auténtica fe? (No). No la tenía. Entonces, ¿de veras existía el Dios al que había definido en su corazón? (No). ¿Y por qué seguía viajando de un lado a otro, se esforzaba y hacía obra para el Señor Jesucristo? (Su intención de ser bendecido lo controlaba). (Temía que lo castigaran). Hemos regresado al mismo punto. Porque temía que lo castigaran y tenía una espina en la carne que no podía quitarse, así que siempre viajaba de un lado a otro y hacía obra, no fuera a ser que la espina le doliera más de lo que pudiera soportar. A partir de estas manifestaciones suyas, de sus palabras, de su reacción a lo que ocurrió en el camino a Damasco y del efecto que tuvo en él haberse caído allí, nos damos cuenta de que no tenía fe de corazón; se puede tener más o menos la certeza de que era un incrédulo y un ateo. Su perspectiva era: “Creeré en cualquiera que ostente el poder. Haré recados y me esforzaré al máximo por cualquiera que ostente el poder y pueda subyugarme. Cualquiera que me dé un destino, una corona, y satisfaga mi deseo de ser bendecido, a ese será al que siga. Lo seguiré hasta el final”. ¿Quién era el Dios que albergaba en su corazón? Cualquiera podía ser su Dios, mientras fuera más poderoso que él y pudiera subyugarlo. ¿Acaso no era esa la esencia-naturaleza de Pablo? (Sí). Por tanto, ¿quién fue la entidad en la que acabó creyendo, la que fue capaz de hacerlo caer en el camino a Damasco? (El Señor Jesucristo). “El Señor Jesucristo” fue el nombre que usó, pero la entidad en la que creía realmente era el Dios que albergaba en su corazón. ¿Dónde está su Dios? Si le preguntaras: “¿Dónde está tu Dios? ¿Está en los cielos? ¿Se halla entre todos los seres creados? ¿Es aquel que es soberano sobre toda la humanidad?”, diría: “No, mi Dios está en el camino a Damasco”. En realidad, ese era su Dios. ¿Por eso fue Pablo capaz de pasar de perseguir al Señor Jesucristo a obrar, esforzarse e incluso sacrificar su vida por Él? ¿Fue esa la razón por la que pudo dar un giro tan grande, por la que se produjo un cambio en su fe? ¿Fue porque su conciencia se había despertado? (No). ¿Qué lo causó entonces? ¿Qué cambió? Cambió su apoyo psicológico. Antes ese apoyo se hallaba en los cielos, era algo vacío e indeterminado. En el caso de que Jesucristo reemplazara dicho apoyo, a Pablo le parecería demasiado insignificante, pues Jesús era una persona normal, no podía ser un apoyo psicológico, y Pablo tenía incluso en menos estima a las figuras religiosas famosas. Pablo solo quería encontrar a alguien en quien poder confiar, que fuera capaz de subyugarlo y hacer que lo bendijeran. Le parecía que la entidad que se encontró en el camino a Damasco era la más poderosa y en la que debía creer. Su apoyo psicológico cambió a la par que lo hizo su fe. Tomando esto como base, ¿creía Pablo realmente en Dios o no? (No). Ahora resumamos en una frase lo que influyó en las búsquedas de Pablo y el camino en el que se encontraba. (Su apoyo psicológico). Entonces, ¿cómo debemos definir el séptimo pecado de Pablo? En todos los sentidos, la fe de Pablo era un apoyo psicológico; era vacía e indeterminada. Era un incrédulo y un ateo de la cabeza a los pies. ¿Por qué un ateo y un incrédulo como él no dejó atrás el mundo religioso? Para empezar, en su imprecisa imaginación aparecía el problema del destino. Además, estaba la cuestión de tener una fuente de ingresos en la vida. La fama, la ganancia, el estatus y una fuente de ingresos eran sus búsquedas en la vida, y le reconfortaba la idea de contar con un destino tras la muerte. Todas esas cosas constituyen las causas y los apoyos que hay detrás de lo que la gente como esta persigue y revela, y de la senda que recorre. Desde esa perspectiva, ¿qué era Pablo? (Un incrédulo. Creía en un dios vago). (Un ateo). Es acertado decir que era ateo, y un incrédulo y un oportunista que acechaba en el cristianismo. Si solo lo llamas fariseo, ¿acaso no es un eufemismo? Si te fijas en las cartas que escribió Pablo, y observas que a simple vista dicen “por la voluntad de Dios”, puedes asumir que Pablo veía al Dios en el cielo como el más alto, y que el único motivo por el que se dividió a Dios en tres niveles —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— fueron las nociones de la gente o su ignorancia y el hecho de que no entendieran a Dios, con lo que se debe únicamente a la necedad del hombre y no supone un grave problema porque el mundo religioso al completo también piensa lo mismo. Sin embargo, después de haberlo analizado ahora, ¿es eso cierto? (No). Pablo ni siquiera reconocía la existencia de Dios. Es un ateo y un incrédulo, y se le debe meter en el mismo saco que a los ateos y los no creyentes.
He terminado de resumir los siete pecados de Pablo. Recapitulad brevemente de cuáles se trata. (El primer pecado es que Pablo trataba la búsqueda de una corona de justicia y de bendiciones como objetivos adecuados; el segundo es que Pablo consideraba como la verdad sus figuraciones y las cosas que creía correctas según sus propias nociones, y las predicaba por todas partes, lo que desorientaba a la gente; el tercero es que Pablo trataba sus dones y su conocimiento como la vida; el cuarto es que negaba la identidad y esencia del Señor Jesucristo, así como la obra de redención del Señor Jesús; el quinto es que predicaba “Me está reservada la corona de justicia” e instigaba y desorientaba a la gente abiertamente para que trataran de presionar a Dios, clamaran contra Él y se le opusieran; el sexto es que Pablo creía que el vivir es Cristo. Negaba las verdades que expresó el Señor Jesús, sustituyó las palabras del Señor Jesús por las suyas propias e hizo a la gente practicarlas y adherirse a ellas. El séptimo pecado de Pablo es que trataba la fe en Dios como un apoyo psicológico, y era un ateo y un incrédulo de la cabeza a los pies). Nuestro análisis de estos problemas que tuvo Pablo es tan detallado que puede llegar a hacer entrar en razón a todo el mundo que venere a Pablo. Resulta significativo. Entre estas actitudes y esencias que reveló y manifestó Pablo, y entre sus métodos personales de búsqueda, ¿cuáles tienen una obvia correlación con los vuestros? (Todos). El primer pecado es tratar la búsqueda de una corona de justicia y de bendiciones como objetivos adecuados. ¿Por qué digo que eso está mal y que la gente debería reflexionar sobre ello y cambiarlo? Cuando Pablo perseguía una corona de justicia y bendiciones y buscaba entrar en el reino de los cielos, consideraba adecuada la búsqueda de tales beneficios. Entonces, ¿qué revelaciones y manifestaciones presentáis en la vida real que coincidan con ese estado? (Algunas veces busco llevar a cabo una obra importante y realizar contribuciones a la casa de Dios. Creo que Dios me acabará perfeccionando si persigo esas cosas. Trato la obra que hago y los deberes que cumplo como una lista de logros). Esa es una parte de la cuestión. Tratar los deberes que cumples como una lista de logros es lo mismo que perseguir una corona de justicia; es algo del mismo tipo, se trata del mismo estado. Para eso trabajas y sufres. Es lo que determina el origen y la motivación de tu sufrimiento. Si no te guiaran esas cosas, no tendrías energía alguna; estarías totalmente agotada. ¿Alguien quiere añadir algo más? (Tratar ejemplos del pasado, como cuando hice renuncias, me esforcé, sufrí, me arrestaron, pasé tiempo en prisión y cosas semejantes, como capital personal y como base y razón para ser bendecido). Eso es solo una descripción. ¿Cuál es el estado subyacente en este caso? ¿Qué clase de situación te hace sumirte en ese estado? No pensarías de ese modo sin motivo. De ninguna manera estarías pensando siempre así mientras comes, duermes o te ocupas de lo cotidiano. Has de saber qué contextos y situaciones te colocan en ese estado. Decidme. (Cuando cumplo mis deberes con cierta eficacia y cuando pienso que he viajado mucho por Dios, me he entregado, me he esforzado y he hecho mucho por Él. Igual que Pablo, creo que he peleado la buena batalla y he realizado una contribución. Entonces es cuando mis ambiciones y deseos asoman la cabeza). En realidad, al principio no carecías de ambiciones y deseos; estaban ocultos en tu corazón justo desde el comienzo, y ahora aparecen en la superficie y se revelan. Cuando eso ocurre, dejas de ser humilde, tus palabras no son indirectas y te conviertes en un fanfarrón. Las opiniones incorrectas de Pablo se encontraban en la raíz de todo lo que hacía. El hecho de que los puntos de vista subyacentes a su fe en Dios fueran los equivocados confirmaba que la raíz de sus acciones también lo era. Sin embargo, no se percató de ello, e incluso pensó que era lo apropiado, así que persiguió en una dirección incorrecta. Eso hizo que el resultado de sus búsquedas fuera el contrario al que pretendía; no dieron buenos frutos y él no ganó la verdad. La gente de ahora es igual. Si los puntos de vista y la dirección que guían tu búsqueda son siempre erróneos, pero los sigues considerando métodos correctos de búsqueda, entonces ¿qué acabarás ganando? Lo más probable es que suponga una decepción o infle tu naturaleza. Por ejemplo, si Dios te bendice de una manera especial, o te concede algo a ti solo, pensarás: “Mira, Dios me concede Su gracia. Eso evidencia que aprueba todo lo que he hecho. Él lo ha aceptado. Mis sacrificios y esfuerzos no han sido en vano. Dios no trata a la gente injustamente”. Sus bendiciones y Su aceptación; así es como comprendes que Dios no trata a la gente injustamente, pero es una comprensión errónea y distorsionada. Ahora la clave radica en cómo transformar esas intenciones, puntos de vista y búsquedas erróneos y distorsionados en opiniones y pensamientos correctos y puros. Practicar la verdad consiste en hacer las cosas de acuerdo con los pensamientos y puntos de vista correctos, y es la única manera en la que puedes obtener la verdad. Esa es la clave.
Al escuchar sermones con frecuencia, la gente está empezando ahora a reflexionar sobre sí misma y a compararse con las palabras de Dios. Empiezan a reconocer los problemas que tienen a la hora de cumplir con su deber y son capaces de detectar estados anormales, deseos extravagantes y revelaciones de corrupción. No carecen por completo de percepción. El único problema es que, cuando detectan que se hallan en un estado incorrecto o revelan corrupción, no tienen la capacidad de frenarlo ni buscan la verdad para resolverlo. A veces viven conforme a filosofías satánicas, sin ofender a nadie, y piensan que son bastante buenos. Sin embargo, no han cambiado en ningún sentido real; se han dedicado a malgastar sus días, y el resultado es que no tienen ningún testimonio vivencial real del que hablar incluso después de llevar una década creyendo en Dios, y se sienten avergonzados. El problema clave que se ha de resolver ahora es cómo cambiar la dirección incorrecta de tus búsquedas. Tienes claro que la senda de la búsqueda de la verdad es correcta, sin embargo, insistes en perseguir la fama, la ganancia y el estatus. ¿Cómo se le puede dar la vuelta a este problema para que puedas emprender la senda de la búsqueda de la verdad? Se trata de un problema real que los creyentes deben resolver. Deberíais hablar a menudo sobre cómo experimentáis la obra de Dios, ver quién tiene un testimonio vivencial en relación con la búsqueda de la verdad y determinar qué testimonio es bueno, para luego aceptarlo y tomar ejemplo, de modo que te beneficies de ello y te liberes de las limitaciones de tu carácter corrupto. No es fácil caminar por la senda de la búsqueda de la verdad; no solo debes entender tus transgresiones, sino también a ti mismo. Lo más importante es entender tu carácter corrupto, qué tienen de malo tus preferencias y búsquedas y qué consecuencias podrían conllevar. Eso es lo principal. La mayoría de las personas persiguen la fama, la ganancia y el estatus. Piensan todos los días en cómo convertirse en líder, en cómo hacer que las admiren, cómo lucirse y vivir una vida majestuosa. Si son incapaces de reflexionar sobre tales cosas, no pueden percibir con claridad la esencia de vivir de esa forma y siguen perdidas durante quién sabe cuántos años, cuando choquen contra un muro, tropiecen y recuperen por fin el sentido común, ¿no se habrá demorado la importante cuestión de su crecimiento vital? Solo podrán emprender la senda de la búsqueda de la verdad si echan un claro vistazo a su propio carácter corrupto y a la senda que han escogido. Si ese es el efecto que desean lograr, ¿acaso no es crucial entenderse a sí mismas? Algunos no se entienden ni lo más mínimo, sin embargo, tienen una percepción cristalina de hasta el menor detalle de los problemas de otros, y se muestran especialmente perceptivos. Entonces, al discernir a los demás, ¿por qué no lo usan como un espejo para examinarse a sí mismos? Si siempre dices que otras personas son arrogantes, sentenciosas, falsas y que no se someten a la verdad, pero no eres capaz de darte cuenta de que tú eres igual, tendrás dificultades. Si nunca percibes tus propios problemas, y por muchos sermones sobre la verdad que oigas, no te comparas con ellos aunque los entiendas, no estás dispuesto a examinar tu estado y eres incapaz de gestionar y resolver con seriedad tus propios problemas, no tendrás entrada en la vida. Si las personas son siempre incapaces de entrar en las realidades-verdad, ¿acaso no albergarán un sentimiento de vacío en su corazón? No sentirán qué obra ha hecho Dios en ellas, como si no tuvieran percepción. Siempre estarán en un estado impreciso, y sus búsquedas no apuntarán hacia un objetivo o dirección correctos. Solo perseguirán de acuerdo con sus propias preferencias, y caminarán por su propia senda. Es igual que lo que hizo Pablo: dar importancia solamente a perseguir recompensas y una corona, y no aceptar ni practicar la verdad en absoluto. Si tu mente siempre se halla en un estado indeterminado y no tienes una senda correcta de búsqueda, no conseguirás ningún resultado después de escuchar sermones durante varios años, y el camino verdadero nunca enraizará en tu corazón. Aunque puede que sepas cómo hablar sobre mucha doctrina, esta no servirá en absoluto para resolver tu estado negativo o tu carácter corrupto. Cuando te encuentres ante cualquier tipo de dificultad, esa doctrina que entiendes no te ayudará a superarlo ni a sobrellevarlo sin problemas. Tampoco te ayudará a cambiar o corregir tu estado, no te permitirá vivir con un sentido de conciencia, ni te concederá libertad ni liberación, así como tampoco impedirá que nada te limite. Nunca antes te has hallado en un estado como ese, lo que demuestra que fundamentalmente no has entrado en las realidades-verdad. Si quieres entrar en ellas, entiende las palabras de Dios, alcanza la verdadera fe en Él, conócelo y ten la seguridad de que Dios existe realmente; a continuación, debes comparar tu estado con las palabras de Dios y luego encontrar una senda de práctica y entrada en Sus palabras. Algunas personas leen las palabras de Dios y quieren compararse con ellas, pero por mucho que lo intentan, no son capaces. Por ejemplo, cuando Dios pone al descubierto que el carácter del hombre es demasiado arrogante, piensan: “Soy muy humilde y permanezco en segundo plano. No soy arrogante”. ¿Qué es esa arrogancia de la que habla Dios? Es una especie de carácter, no se refiere a la manifestación de una personalidad altiva ni a hablar en voz alta o de forma particularmente fanfarrona. Más bien, se refiere a algo que presenta tu carácter; un carácter que hace que no cedas ante nada, que desdeñes y desprecies todo, y que no te preocupes por nada en absoluto. Eres arrogante, vanidoso, sentencioso, siempre te crees capacitado y no escuchas a nadie. Aunque oigas palabras acerca de la verdad, te traen sin cuidado y la verdad no te parece importante. Para ti no es un problema el hecho de que reveles un carácter corrupto, e incluso piensas que nadie puede igualarte, siempre crees que eres mejor que todos los demás y exiges que te escuchen. Esa es una persona arrogante y sentenciosa. La gente así no tiene entrada en la vida ni posee realidades-verdad.
¿Cómo se debe evaluar si una persona tiene realidades-verdad? Por supuesto, se debe hacer una valoración exacta conforme a las palabras de Dios. Primero, fíjate en si de verdad te entiendes a ti mismo y tu carácter corrupto. Por ejemplo, ¿es arrogante tu carácter? ¿Revelas un carácter arrogante al hacer cosas? Si no lo sabes, es que no te entiendes a ti mismo. Si una persona es incapaz de ver con claridad su estado, no tiene el menor entendimiento de la corrupción que revela, no basa sus palabras y acciones en la verdad, no tiene discernimiento en situaciones con las que se encuentra y aplica los preceptos a ciegas cuando analiza cualquier asunto, pero no sabe si son correctos o incorrectos, entonces, dicha persona no tiene entendimiento de la verdad. Si entiendes la verdad, serás capaz de entenderte a ti mismo, de saber que tienes un carácter arrogante, de discernir tu verdadero estado, de arrepentirte y cambiar de verdad, y de saber cómo practicar la verdad. Sin embargo, si no persigues la verdad, no tienes ningún entendimiento del aspecto práctico de la verdad de las palabras de Dios, no reflexionas sobre las esencias corruptas de las personas que Dios pone al descubierto ni te comparas con ellas, siempre serás una persona atolondrada. Solo la verdad puede hacer que disciernas y que puedas diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto, entre el negro y el blanco; solo la verdad puede hacer que te vuelvas inteligente y racional, aportarte sabiduría y concederte la habilidad de distinguir con claridad entre las cosas positivas y las negativas. Si no puedes distinguirlas con claridad, siempre serás una persona atolondrada; siempre te hallarás en un estado de confusión, ignorancia y despiste. Los que son así no tienen manera de entender la verdad, y da igual cuántos años crean en Dios, siguen siendo incapaces de entrar en las realidades-verdad. Si su trabajo no está a la altura, lo único que les queda es que los descarten. Por ejemplo, una persona de gran renombre hace cualquier cosa, y la mayoría de la gente lo considera “algo bueno”, pero si alguien que entiende la verdad lo analiza, poseerá discernimiento y determinará las malvadas intenciones que están ocultas en sus acciones; se trata de una bondad falsa, de artimañas y engaño, y solo una persona malvada o un rey diablo podría hacer algo así. ¿En qué nos basamos para decir esto? La esencia de ese “algo bueno” se determinó en función de la verdad. Da igual lo que digan los demás; solo si utilizas la verdad para evaluar su esencia serás capaz de ver esta con claridad. Si es buena, entonces es buena; si es mala, entonces es mala. Evaluarla según las palabras de Dios será totalmente acertado. Sin embargo, si no entiendes la verdad, surgirán nociones en ti y dirás: “¿Por qué se las desenmascara y condena por hacer algo bueno? ¡No es un trato justo!”. Así es como lo evaluarás. No empleas la verdad como base para evaluar este asunto, sino más bien las cosas que imagina tu mente. Si siempre ves las cosas de acuerdo con las nociones y figuraciones humanas, nunca serás capaz de percibir la esencia de los problemas con claridad; solo te desorientarán las apariencias externas. Cuando no posees la verdad, no importa lo que mires, tu opinión siempre será confusa, indefinida, difusa y poco clara, sin embargo, crees que tienes percepción y profundidad de pensamiento. Eso es falta de autoconocimiento. Por ejemplo, si Dios dice que alguien es malvado y ha de ser castigado, pero tú aseguras que es una buena persona y que ha hecho cosas buenas, ¿no están tus palabras en total oposición y son contrarias a las de Dios? Eso es lo que sucede cuando la gente no entiende la verdad y no tiene discernimiento. Hay quienes llevan muchos años creyendo en Dios, pero no entienden la verdad. No son meticulosos en ningún asunto, y hay muchos temas que no son capaces de ver con claridad. Los falsos líderes y anticristos los desorientan con facilidad; sea cual sea la situación que surja, mientras haya una persona malvada que cause perturbación, se confunden y, sin darse cuenta, hablan igual que lo haría la persona malvada. Solo recobran el juicio cuando se desenmascara y se revela a esa persona malvada. La gente así suele vivir en un estado mental de ignorancia, y su esencia es la de una persona atolondrada. Son personas sin un ápice de calibre; no solo no entienden la verdad, sino que se las puede desorientar en cualquier momento, y por eso no tienen manera de entrar en las realidades-verdad. En todas las iglesias hay gente así. Cuando un falso líder realiza su trabajo, lo siguen; cuando un anticristo desorienta a la gente, lo siguen. En resumen, seguirán al líder, sea quien sea; son como una mujer que sigue a su marido en todo lo que hace. Si el líder es buena persona, siguen a una buena persona; si es mala, siguen a una mala. No tienen opiniones ni planteamientos propios. Por tanto, no esperes que esa clase de persona sea capaz de entender la verdad o de entrar en la realidad. Ya es bastante que puedan trabajar un poco. El Espíritu Santo obra en las personas que aman la verdad. Todas ellas tienen calibre y al menos pueden entender las palabras de Dios, los sermones y la enseñanza de la casa de Dios. No importa cuántas herejías y falacias disemine y difunda el mundo religioso, y tampoco importa de qué manera la fuerza perversa de los anticristos difame, condene y persiga a la iglesia, la gente que ama la verdad sigue convencida de que las palabras de Dios son la verdad, y creen que los sermones, las enseñanzas y los testimonios vivenciales de la casa de Dios concuerdan con la verdad y son testimonios reales. Eso es lo que significa tener capacidad de comprensión. Si eres consciente de que todas las palabras que dice Dios son la verdad y constituyen las realidades-vida que la gente debe poseer, esa comprensión demuestra que ya has entendido parte de la verdad. Si comprendes que todas las verdades que expresa Dios son positivas y constituyen las realidades-verdad, estás seguro de ello y reconoces al cien por cien que es así, entonces tienes entendimiento de la obra de Dios. No es tarea fácil entender la verdad; es algo que solo las personas esclarecidas por el Espíritu Santo pueden alcanzar. Aquellos que realmente entienden la verdad ya reconocen en lo profundo de su corazón que todo lo que Dios ha hecho es positivo, que es todo verdad, y que todo es valioso para la humanidad. Los que realmente entienden la verdad son capaces de ver con claridad que todo en el mundo de los no creyentes es negativo y va en contra de la verdad. Por muy buenas que suenen esas teorías, desorientan y hacen daño a la gente. Todo lo que hace Dios es positivo, es la verdad y para la gente supone la salvación. Todo lo que hace Satanás y los diablos es negativo, erróneo y absurdo, y desorienta y hace daño a la gente; es exactamente lo contrario de lo que hace Dios. Si lo tienes completamente claro, entonces posees discernimiento. Si además eres capaz de perseguir la verdad, aceptar el juicio y castigo de las palabras de Dios, entenderte a ti mismo por medio de ellas y compararlas contigo, de percibir tu corrupción tal y como es, de resolver las actitudes corruptas que revelas en cada una de las circunstancias que Dios crea para ti y, en última instancia, eres capaz no solo de entenderte a ti mismo, sino de tener discernimiento respecto a otros; si además puedes discernir entre quién cree de verdad en Dios, quién es un incrédulo, quién es un falso líder, quién es un anticristo y quién desorienta a la gente; si eres capaz de evaluar y de discernir con precisión esas cosas, significa que entiendes la verdad y posees algo de realidad. Digamos, por ejemplo, que tus parientes o padres son creyentes en Dios y, debido a malas acciones, a que causan perturbaciones o no tienen aceptación alguna de la verdad, son echados. Sin embargo, tú no tienes discernimiento sobre ellos, desconoces por qué los echaron, te sientes sumamente disgustado y siempre te quejas de que la casa de Dios no tiene amor y no es justa con la gente. Debes orar a Dios y buscar la verdad, luego evaluar qué tipo de personas son estos familiares sobre la base de las palabras de Dios. Si entiendes realmente la verdad, serás capaz de definirlos con exactitud, y verás que todo lo que Dios hace es correcto y que es un Dios justo. Entonces, no tendrás ninguna queja, serás capaz de someterte a los arreglos de Dios y no tratarás de defender a tus parientes o padres. No se trata aquí de cortar vuestro parentesco, sino únicamente de definir qué tipo de personas son y hacer que puedas discernir sobre ellas y saber por qué fueron descartadas. Si tienes verdaderamente claras estas cosas dentro de ti y tus puntos de vista son correctos y acordes con la verdad, sabrás estar del mismo lado que Dios, y tus opiniones sobre el asunto serán plenamente compatibles con las palabras de Dios. Si no eres capaz de aceptar la verdad ni de contemplar a las personas de acuerdo con las palabras de Dios, y continúas del lado de las relaciones y perspectivas de la carne al contemplarlas, nunca podrás deshacerte de esta relación carnal y seguirás tratando a estas personas como tus parientes, más cercanos incluso que tus hermanos y hermanas de la iglesia, en cuyo caso existirá una contradicción entre las palabras de Dios y tus opiniones de tu familia en este asunto, incluso un conflicto; en tales circunstancias sería imposible que estuvieras del lado de Dios, y tendrías nociones y malentendidos sobre Él. Entonces, para que las personas logren la compatibilidad con Dios, en primer lugar su visión de los asuntos debe concordar con las palabras de Dios; deben ser capaces de ver a las personas y las cosas basándose en las palabras de Dios, aceptar que estas son la verdad y ser capaces de dejar de lado las nociones tradicionales del hombre. Sin importar a qué persona o asunto te enfrentes, debes ser capaz de mantener las mismas perspectivas y puntos de vista que Dios, y esas perspectivas y puntos de vista deberán estar en armonía con la verdad. De este modo, tus puntos de vista y la forma en que abordas a la gente no se opondrán a Dios y serás capaz de someterte y ser compatible con Él. Tales personas nunca podrían volver a resistirse a Dios; esas son precisamente las personas que Dios desea ganar.
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