Cómo buscar la verdad (2) Parte 1

En nuestra reunión anterior, comunicamos sobre un tema importante: cómo buscar la verdad. Cómo buscar la verdad, ¿cómo comunicamos sobre este tema? (Dios enseñó sobre dos aspectos. El primero fue “desprenderse”, el segundo “comprometerse”. En cuanto a “desprenderse”, Dios habló sobre las emociones negativas que existen en el hombre. En particular, Dios comunicó sobre los efectos y consecuencias concretos que las emociones negativas de inferioridad, ira y odio tienen en nuestro deber. La comunicación de Dios nos aportó una comprensión diferente sobre cómo buscar la verdad. Vimos que a menudo pasábamos por alto las emociones negativas que revelamos a diario, y que con frecuencia no las discernimos ni entendemos. Emitimos el juicio unilateral de que simplemente se trata de la clase de persona que somos. Llevamos estas emociones negativas a nuestro deber, y esto causa un impacto directo en los resultados de ese deber. Además, tiene influencia en cómo vemos a las personas y las cosas y cómo nos ocupamos de los problemas en nuestras vidas. Esto nos hace extremadamente difícil caminar por la senda de buscar la verdad). En nuestra última reunión, comuniqué sobre cómo buscar la verdad. En lo relativo a la práctica, hay dos sendas principales, la de desprenderse y la de comprometerse. La vez anterior, resumimos los problemas principales asociados con el primer aspecto de la primera senda, “desprenderse”. Es decir, uno debe desprenderse de varias clases de emoción. Se trata de emociones principalmente negativas: las que son anormales, irracionales y que no concuerdan con la conciencia y razón. De estas, nuestra comunicación se centró en las emociones negativas de inferioridad, ira y odio, además de en algunos comportamientos que aparecen al vivir con estas emociones negativas; diversas emociones negativas que se producen como resultado de algunas circunstancias particulares o de antecedentes de desarrollo; y emociones negativas que reflejan un talante anormal. ¿Por qué hay que desprenderse de estas emociones negativas? El motivo es que estas emociones, objetivamente hablando, hacen surgir mentalidades y puntos de vista negativos en la gente, con lo que influencian la posición que adoptan al enfrentarse a personas, acontecimientos o cosas. Así, el primer aspecto de este modo de práctica, desprenderse, exige a las personas que se desprendan de toda clase de emociones negativas. En la ocasión anterior compartimos algo de comunicación sobre estas emociones negativas. Sin embargo, aparte de la inferioridad, la ira y el odio, sobre los que ya hemos comunicado, por supuesto existe una variedad de emociones que puede causar impacto en los puntos de vista sobre la humanidad normal. Interfieren con la conciencia, razón, pensamiento y juicio de la humanidad normal, y pueden afectar a los resultados en la búsqueda de la verdad por parte del hombre. Esto significa que estas emociones negativas son las primeras cosas de las que la humanidad debe desprenderse en su búsqueda de la verdad. Nuestra comunicación de hoy continuará con el tema en cuestión: cómo desprenderse de varias emociones negativas. Primero vamos a comunicar sobre las diversas manifestaciones de las emociones negativas y, mediante Mi comunicación sobre estas, el hombre podrá obtener conocimiento sobre dichas emociones, compararlas consigo mismo y luego empezar a resolverlas una a una en su vida diaria. Mediante la búsqueda y la comprensión de la verdad, y a través del conocimiento y análisis de los pensamientos y opiniones negativos, además de las perspectivas y posiciones anormales que las emociones negativas hacen surgir en las personas, estas serán capaces de empezar a resolver esas emociones negativas.

La vez anterior hablamos sobre la emoción negativa de “depresión”. En primer lugar, ¿tiene la mayoría de la gente esta emoción de depresión? ¿Sois capaces de tener una idea de la clase de sentimiento y estado de ánimo que es la depresión, y cuáles son sus manifestaciones? (Sí). Esto es fácil de entender. No hablaremos sobre “depresión” extensamente, solo describiremos las manifestaciones que hace surgir la emoción de la depresión en aquellos que creen y siguen a Dios. ¿Qué significa “depresión”? Es sentirse abatido, no sentirse bien, que no te interese nada de lo que haces, estar sin impulso, sin motivación, tener una actitud bastante negativa y pasiva respecto a las cosas que haces, y carecer de la determinación de ir a por todas. Entonces, ¿cuál es la causa fundamental de estas manifestaciones? Esta es la cuestión principal que se debe analizar. Una vez que hayas entendido las diversas manifestaciones de la depresión, además de los distintos estados mentales, pensamientos y actitudes al hacer las cosas que surgen por esta emoción negativa, debes entender cuáles son las causas que dan lugar a estas emociones negativas, es decir, cuáles son las causas fundamentales que hay detrás de estas emociones negativas, las que hacen que surjan en las personas. ¿Por qué se deprime la gente? ¿Por qué no sienten motivación para hacer cosas? ¿Por qué se muestran siempre tan negativos, pasivos y carentes de determinación a la hora de hacer cosas? Existe una clara razón para esto. Por ejemplo, ves a alguien que está siempre deprimido y pasivo cuando hace cosas, incapaz de hacer acopio de energía alguna, sus emociones y su actitud no son muy positivas u optimistas, y siempre expresa esa actitud negativa, culposa y desesperada. Le das consejos pero nunca los escucha, aunque admite que el camino que le has indicado es el correcto y tu razonamiento es maravilloso. Sin embargo, al hacer cosas no puede reunir ninguna energía y sigue siendo negativo y pasivo. En los casos graves, ya en sus movimientos corporales, su figura, su modo de caminar, su tono al hablar y las palabras que dice, puedes ver que las emociones de esta persona son particularmente depresivas, que le falta energía en todo lo que hace y es como una fruta aplastada, y quien pase mucho tiempo con ella se verá afectado por tales emociones. ¿De qué va todo esto? Los diversos comportamientos, expresiones faciales, tonos al hablar e incluso los pensamientos y puntos de vista expresados por las personas que viven con depresión tienen cualidades negativas. Entonces, ¿qué razón hay detrás de estos fenómenos negativos? ¿Cuál es su origen? Por supuesto, la causa fundamental para el surgimiento de la emoción negativa de la depresión es diferente en cada uno. La emoción de depresión de cierta persona puede surgir de su constante creencia en su propio terrible destino. ¿No es esta una causa? (Sí). Cuando era joven, vivía en el campo o en una región pobre, su familia no era próspera y, aparte del simple mobiliario, no poseían nada de mucho valor. Tal vez tenían una muda o dos de ropa que debían llevar a pesar de tener agujeros, y por lo general no podían consumir comida de buena calidad, sino que en vez de eso tenían que esperar a Año Nuevo o días festivos para comer carne. A veces pasaban hambre, les faltaba ropa de abrigo y tener un gran plato lleno de carne que llevarse a la boca era un sueño, e incluso una pieza de fruta era difícil de conseguir. Al vivir en ese entorno se sentía diferente a otras personas que residían en la gran ciudad, aquellos cuyos padres eran acomodados, que podían comer cualquier cosa que les apeteciera y ponerse cualquier prenda de ropa, que tenían al momento lo que quisieran y poseían conocimiento sobre todo. Pensaba: “Su destino es tan bueno. ¿Por qué el mío es tan malo?”. Siempre quiere destacar entre la multitud y cambiar su destino. Sin embargo, no es tan fácil cambiar el propio destino. Cuando uno nace en esa situación, aunque lo intente, ¿cuánto puede cambiar y mejorar su destino? Después de convertirse en adulto, se ve frenado por obstáculos allá donde va en la sociedad, lo acosan dondequiera que va, así que se siente lleno de infortunio. Piensa: “¿Por qué soy tan desafortunado? ¿Por qué siempre conozco a personas malas? Tuve una vida dura de niño, y así eran las cosas. Ahora que soy grande, sigue siendo muy mala. Siempre quiero mostrar lo que puedo hacer, pero nunca tengo oportunidad. Si nunca la tengo, que así sea. Solo quiero trabajar duro y ganar suficiente dinero para tener una buena vida. ¿Por qué ni siquiera puedo hacer eso? ¿Por qué es tan difícil tener una buena vida? No hace falta tener una vida superior a la de los demás. Al menos quiero vivir la vida de alguien de ciudad, que nadie me menosprecie, no ser un ciudadano de segunda o tercera clase. Como poco, que cuando la gente me llame no me grite: ‘¡Eh, tú, ven aquí!’. Por lo menos que me llamen por mi nombre y se dirijan a mí con respeto. Sin embargo, no puedo disfrutar siquiera de que se dirijan a mí con respeto. ¿Por qué es tan cruel mi destino? ¿Cuándo terminará?”. Cuando una persona así no cree en Dios, considera cruel su destino. Tras empezar a creer en Dios y darse cuenta de que este es el camino verdadero, piensa: “Todo ese sufrimiento merecía la pena. Todo lo orquestó y lo hizo Dios, y lo hizo bien. Si no hubiera sufrido así, no habría llegado a creer en Dios. Ahora que creo en Él, si puedo aceptar la verdad, mi destino debería cambiar a mejor. Ahora puedo llevar una vida en igualdad de condiciones en la iglesia con mis hermanos y hermanas, y la gente me llama ‘hermano’ o ‘hermana’, y se dirigen a mí con respeto. Ahora disfruto de la sensación de contar con el respeto de los demás”. Parece como si su destino hubiera cambiado, y como si ya no sufrieran ni tuvieran un mal destino. Una vez que han empezado a creer en Dios, se proponen cumplir bien con su deber en la casa de Dios, se vuelven capaces de soportar adversidades y trabajar duro, capaces de aguantar más que nadie en cualquier asunto, y se esfuerzan por ganarse la aprobación y la estima de la mayoría de la gente. Les parece que incluso pueden llegar a ser elegidos líderes de la iglesia, alguien responsable o un líder de equipo, y ¿no estarán entonces honrando a sus antepasados y a su familia? ¿No habrán cambiado su destino? Sin embargo, la realidad no está a la altura de sus deseos y se sienten abatidos y piensan: “Llevo años creyendo en Dios y me relaciono muy bien con mis hermanos y hermanas, pero ¿cómo es posible que cada vez que llega el momento de elegir a un líder, a un responsable o a un líder de equipo nunca me toca a mí? ¿Será porque mi aspecto es muy sencillo o porque no he rendido lo suficiente y nadie se ha fijado en mí? Cada vez que hay una votación, tengo una ligera esperanza, e incluso me alegraría que me eligiesen líder de equipo. Me entusiasma mucho retribuirle a Dios, pero acabo decepcionado cada vez que hay una votación y me dejan fuera de todo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Será que en realidad solo soy capaz de ser una persona mediocre, corriente, alguien anodino toda mi vida? Cuando recuerdo mi infancia, mi juventud y mis años de mediana edad, esta senda que he recorrido siempre ha sido muy mediocre y no he hecho nada digno de mención. No es que no posea ninguna ambición o mi calibre sea demasiado escaso, y no es que no me esfuerce lo suficiente o que no pueda soportar las adversidades. Tengo aspiraciones y metas, e incluso puede decirse que también ambición. Entonces, ¿por qué nunca puedo destacar entre la multitud? A fin de cuentas, simplemente tengo un mal destino y estoy condenado a sufrir, y así es como Dios ha dispuesto las cosas para mí”. Cuanto más piensan en ello, peor creen que es su destino. En el desempeño ordinario de sus funciones, si hacen algunas sugerencias o expresan algunos puntos de vista y siempre acaban refutados, si nadie los escucha ni los toma en serio, se deprimen aún más, y piensan: “¡Oh, qué malo es mi destino! En todos los grupos en los que estoy siempre hay alguna persona mala que me impide avanzar y me oprime. Nadie me toma en serio y nunca puedo destacar. Al fin y al cabo, todo se reduce a esto: simplemente tengo un mal destino”. Da igual lo que les ocurra, siempre lo atribuyen a que tienen un mal destino; le dedican un esfuerzo constante a esta idea de tener un mal destino, se esfuerzan por tener una comprensión y una apreciación más profundas de ella y, a medida que le dan vueltas en su mente, sus emociones se vuelven más depresivas. Cuando cometen un pequeño error en el cumplimiento de su deber, piensan: “Oh, ¿cómo voy a cumplir bien con mi deber si tengo un destino tan malo?”. En las reuniones, sus hermanos y hermanas comunican mientras ellos meditan las cosas una y otra vez, pero no entienden, y piensan: “Oh, ¿cómo voy a entender las cosas si tengo un destino tan malo?”. Cuando ven a alguien que habla mejor que ellos, que debate sobre su comprensión de una manera más clara e iluminada, se sienten aún más deprimidos. Cuando ven a alguien que puede soportar penurias y pagar el precio, que muestra resultados en el cumplimiento de su deber, que recibe la aprobación de sus hermanos y hermanas y consigue ascensos, sienten infelicidad en su corazón. Cuando ven a alguien convertirse en líder u obrero, se sienten aún más deprimidos, e incluso al ver que alguien canta y baila mejor que ellos, se sienten inferiores a esa persona y se deprimen. No importa con qué personas, acontecimientos o cosas se encuentren, o cualquier situación con la que se topen, siempre responden a ellos con esta emoción de depresión. Incluso cuando ven a alguien que lleva ropa un poco más bonita que la suya o cuyo peinado es un poco mejor, siempre se sienten tristes, y los celos y la envidia surgen en su corazón hasta que, finalmente, regresan a esa emoción depresiva. ¿Qué razones se les ocurren? Piensan: “Oh, ¿no será porque mi destino es malo? Si fuera un poco más apuesto, si fuera tan digno como ellos, si fuera alto y tuviera una bonita figura, con buena ropa y mucho dinero, con buenos padres, ¿no serían las cosas diferentes a como son ahora? ¿Acaso la gente no me tendría en alta estima, me envidiaría y sentiría celos de mí? Al fin y al cabo, mi destino es malo y no puedo culpar a nadie de ello. Con un destino tan malo, nada me sale bien, y no puedo caminar a ningún lado sin caerme encima de algo. Es solo mi mal destino, y no puedo hacer nada al respecto”. Igualmente, cuando se les poda y trata o cuando los hermanos y hermanas les reprochan o critican, o les hacen sugerencias, responden a ello con su emoción de depresión. En cualquier caso, ya sea por algo que les ocurre o por todo lo que les rodea, siempre responden con varios pensamientos, puntos de vista, actitudes y planteamientos negativos que surgen de su emoción de depresión.

Las personas así, que siempre piensan que tienen un mal destino, albergan la constante sensación de que una roca gigante les está aplastando el corazón. Dado que siempre creen que todo lo que les sucede es a causa de su mal destino, sienten que no pueden cambiar nada de ello, pase lo que pase. Entonces, ¿qué hacen? Simplemente se sienten negativos, holgazanean y se resignan a sus desgracias. ¿Qué quiero decir cuando digo que se resignan a sus desgracias? Piensan: “Vaya, tendré que salir así del paso por la vida”. Cuando se poda y se trata a otras personas, estas pueden reflexionar sobre sí mismas y decir: “¿Por qué me han podado y tratado a mí? ¿Qué he hecho en contra de los principios verdad? ¿Qué actitudes corruptas he revelado? ¿Es mi comprensión lo bastante profunda y concreta? ¿Cómo debo entender y resolver estas cuestiones?”. Dicen cosas semejantes, y esas son personas que buscan la verdad. Sin embargo, cuando esa persona con supuesto mal destino es podada y tratada, siente que los demás la miran por encima del hombro, que su destino es malo, y por eso nadie la quiere, y que cualquiera que desee tratarla puede hacerlo. Cuando nadie la trata, su depresión se alivia un poco, pero en cuanto alguien lo hace, su depresión empeora. Cuando tratan a otras personas, puede que estas se sientan negativas durante varios días. Leen las palabras de Dios y, con la ayuda y el apoyo de sus hermanos y hermanas, llegan a aceptar la verdad y, poco a poco, dan un giro y dejan atrás ese estado negativo. Sin embargo, los que piensan que tienen un mal destino no solo no dejan atrás esa emoción negativa, sino que, por el contrario, están aún más seguros de que realmente tienen un mal destino. ¿Por qué? Llegan a la casa de Dios sintiendo que sus habilidades nunca se aprovechan del todo, que siempre los tratan y los utilizan como chivo expiatorio. Piensan: “¿Ves? Los demás hacen esto y no se les trata, ¿por qué se me trata a mí cuando lo hago? Esto sin duda demuestra que mi destino es malo”. Y por eso se deprimen tanto y caen en la desesperación. Por mucho que otras personas intenten comunicar la verdad con ellos, no la asimilan, y dicen: “A vosotros solo os tratan durante un momento, pero conmigo es diferente. No sé hacer nada bien y nací para sufrir que me trataran. No puedo culpar a nadie, es que mi destino es malo”. Como siempre creen que su destino es malo y que siempre serán así mientras vivan, por mucho que en la casa de Dios se les diga cómo buscar la verdad, cómo cumplir con el deber de un ser creado y hacerlo conforme al nivel requerido, nada de eso cala en ellos. Como siempre están seguros de que su destino es malo, les parece que esta cosa maravillosa de buscar la verdad y alcanzar la salvación no tiene nada que ver con ellos, y por eso no cumplen con su deber muy a conciencia. Por dentro están seguros de que “las personas con un destino malo no pueden cumplir bien con su deber; solo pueden hacerlo las que tienen un buen destino. Cuando alguien tiene un buen destino, le cae bien a todo el mundo dondequiera que vaya, y todo le sale bien. Tengo un mal destino y siempre me cruzo con gente mala, nunca me siento bien cumpliendo con mis deberes: me suceden estas desgracias una tras otra”. Como creen que tienen un mal destino, siempre se sienten abatidos y deprimidos. Siempre creen que buscar la verdad es algo de lo que se habla y de lo que alguien como ellos, con un mal destino, jamás podrá sacar nada bueno. Les parece que, aunque busquen la verdad, al final no ganarán nada, y siempre piensan: “¿Cómo pueden entrar en el reino personas con un mal destino? ¿Cómo pueden alcanzar la salvación personas con un mal destino?”. No se atreven a creerlo, y por eso se delimitan constantemente, pensando: “Ya que mi destino es malo y nací para sufrir, no será tan malo sobrevivir y al final convertirme en un hacedor de servicio. Eso significaría que las buenas acciones de mis antepasados darían fruto en mí y me bendecirían con buena suerte. Como mi destino es malo, solo soy apto para hacer algunas tareas poco destacables, como cocinar, limpiar, cuidar de los hijos de los hermanos y hermanas, ciertos trabajos esporádicos y cosas del estilo. En cuanto a esos trabajos que te permiten brillar en la casa de Dios, probablemente no tendré nada que ver con ellos mientras viva. Mira, llegué a la casa de Dios lleno de entusiasmo, ¿y cómo he acabado? Simplemente cocinando y haciendo trabajos manuales. Nadie se da cuenta de lo agotado que estoy o de lo duro que es, nadie lo percibe y a nadie le importa. Si esto no es difícil, entonces no sé qué lo es. Otras personas son actores principales o extras, ruedan una película tras otra, un vídeo tras otro; eso es genial. Yo nunca he brillado, ni una sola vez. Qué duro es esto. Mi destino es muy malo. ¿Quién tiene la culpa de mi mal destino? ¿Acaso no es culpa mía? Me limitaré a seguir adelante hasta que llegue el momento de morir”. Se hunden cada vez más en esta emoción negativa. No solo son incapaces de reflexionar sobre sus propias emociones negativas o de conocerlas, o de saber por qué han surgido o si nada de esto tiene algo que ver con tener un buen o un mal destino, ni tampoco buscan la verdad para entender estas cosas, sino que se aferran ciegamente a la idea de que todos sus problemas se deben a su mal destino. El resultado de esto es que se hunden cada vez más en estas emociones negativas y son incapaces de liberarse. Al final, al creerse siempre con un mal destino, caen en la desolación, viven sin un propósito real y solo comen y duermen, esperando la muerte. De este modo, pierden cada vez más interés en la búsqueda de la verdad, en cumplir bien con su deber, en alcanzar la salvación y en otros requerimientos similares de Dios, e incluso repelen y rechazan cada vez más estas cosas. Toman su mal destino como su razón y fundamento para no buscar la verdad, y el no poder alcanzar la salvación como algo natural. No analizan sus propias actitudes corruptas o emociones negativas en las situaciones con las que se encuentran, para de ese modo llegar a conocer y resolver sus actitudes corruptas, sino que utilizan su punto de vista de que tienen un mal destino como modo de responder a toda persona, acontecimiento y cosa con los que se encuentran y que experimentan, con lo cual caen aún más profundamente en su emoción de depresión. ¿No es así? (Sí). Entonces, ¿es correcta o no esta emoción depresiva según la cual la gente cree que tiene un mal destino? (No). ¿Por qué no es correcta? (Creo que esta emoción es bastante radical. Llevan su mal destino a la forma en que explican y delimitan todo lo que les sucede. Cuando les pasan cosas, no reflexionan ni llegan a una conclusión sobre por qué surgen estos problemas, ni tampoco buscan o contemplan. Se trata de una forma totalmente radical y excluyente de enfocar las cosas). ¿Cómo surge esta forma radical y absurda de enfocar las cosas? ¿Cuál es la causa fundamental de esta emoción de depresión? (Creo que la causa fundamental de esta emoción es que están siguiendo la senda equivocada, y el punto de partida de su búsqueda es erróneo. Tienen algunos deseos alocados, siempre están compitiendo y comparándose con los demás, y cuando no pueden satisfacer sus deseos alocados, esta emoción negativa que llevan dentro asoma la cabeza). No habéis comprendido claramente la esencia de esta cuestión: se trata sobre todo de que su punto de vista sobre la cuestión del “destino” es inexacto. Siempre buscan un buen destino o quieren que este sea tal que todo les resulte fácil y sencillo. Siempre se fijan en el destino de la gente, y cuando empiezan a buscar algo así, ¿qué les ocurre? Observan a las personas que viven en todos los entornos, lo que comen, lo que visten, lo que disfrutan, y luego lo comparan con su propia situación y sienten que están peor en todos los aspectos, que todos los demás son mejores que ellos, y por eso creen que tienen un mal destino. En realidad, no son necesariamente los que peor están, pero siempre están haciendo comparaciones y midiéndose con los demás, siempre se esfuerzan por reflexionar y observar esta cuestión del “destino” y profundizar en su estudio. Utilizan la perspectiva y el punto de vista sobre si el destino es bueno o malo para medirlo todo, no paran de medir, hasta que se ven arrinconados y se quedan sin salida, y finalmente se hunden en la negatividad. Utilizan constantemente el punto de vista sobre si el destino es bueno o malo para medir la apariencia externa de todo lo que sucede, en lugar de fijarse en la esencia de las cosas. ¿Qué error cometen al hacer esto? Sus pensamientos y puntos de vista son erróneos y absurdos, y sus ideas sobre el destino son inexactas. El destino del hombre es un asunto muy profundo que nadie puede comprender con claridad. La fecha u hora exacta de nacimiento de una persona no es lo único que indica si el destino de esta será bueno o malo: eso es un misterio.

El arreglo de Dios sobre cuál va a ser el destino de una persona, ya sea bueno o malo, no es algo que se deba contemplar o medir con los ojos de un hombre o de un adivino, ni tampoco que se deba medir en función de cuánta riqueza y gloria esa persona disfruta en su tiempo de vida, del sufrimiento que experimenta o el éxito que tenga en su búsqueda de perspectivas, fama y fortuna. Sin embargo, este es precisamente el grave error que cometen quienes dicen tener un mal destino, así como una forma de medir el propio destino que usa la mayoría de la gente. ¿Cómo mide la mayoría de la gente su propio destino? ¿Cómo mide la gente mundana si el destino de una persona es bueno o malo? Principalmente, se basan en si a esa persona le va bien en la vida o no, si puede disfrutar o no de la riqueza y la gloria, en si puede vivir con un estilo de vida superior al de los demás, cuánto sufre y cuánto disfruta durante su vida, cuánto vive, qué carrera tiene, si se trata de una vida esforzada o si es cómoda y fácil. Estas y otras cosas son las que usan para medir si el destino de una persona es bueno o malo. ¿No lo medís vosotros así también? (Sí). Entonces, cuando la mayoría de vosotros os topáis con algo que no es de vuestro gusto, cuando los tiempos son duros o no sois capaces de disfrutar de un estilo de vida superior, pensaréis que también tenéis un mal destino y os hundiréis en la depresión. Aquellos que dicen tener un mal destino no necesariamente sufren un auténtico mal destino, ni tampoco aquellos que dicen tener un buen destino disfrutan necesariamente de uno tal. ¿Cómo se mide exactamente si el destino es bueno o malo? Tu destino es bueno si crees en Dios, y no lo es si no crees en Él; ¿es acertado decir eso? (No necesariamente). Decís “no necesariamente” refiriéndoos a que hay algunos que creen en Dios que tienen un auténtico mal destino y otros que tienen uno bueno. Si esto es así, entonces algunas personas que no creen en Dios tienen también un buen destino y otras uno malo, ¿se puede decir esto? (No, eso es un error). Contadme vuestras razones para decir esto. ¿Por qué es un error? (No creo que el destino de una persona tenga nada que ver con si cree en Dios). Es cierto, nada tiene que ver el buen o mal destino de alguien con su fe en Dios. Entonces, ¿con qué tiene que ver? ¿Tiene algo que ver con la senda por la que las personas caminan o con su búsqueda? ¿Es que alguien tiene un buen destino si busca la verdad, pero muy mala fortuna si no? Decidme, ¿tiene una viuda un buen destino? Para la gente del mundo, las viudas tienen un mal destino. Si se quedan viudas con treinta y tantos o cuarenta y tantos, sin duda tienen un mal destino, es muy duro para ellas. Pero si una viuda sufre mucho porque ha perdido a su esposo y llega a creer en Dios, ¿es entonces algo malo? (No). Porque aquellos que no han enviudado viven una vida feliz, todo les va bien, tienen mucho apoyo, comida y ropa, una familia llena de hijos y nietos, viven una vida cómoda, sin adversidades y sin sentir ninguna necesidad espiritual. No creen en Dios y no creerán en Él por mucho que intentes difundirles el evangelio. Entonces, ¿quién tiene el buen destino? (La viuda tiene el buen destino porque ha alcanzado la fe en Dios). Mira, como la gente del mundo considera que la viuda tiene un mal destino y sufre tanto, ella cambia de rumbo, empieza a tomar una senda diferente y cree en Dios y lo sigue, ¿no significa esto que ahora tiene un buen destino y vive feliz? (Sí). Su mal destino se ha transformado en uno bueno. Si dices que tiene un mal destino, entonces su destino en la vida debería ser siempre malo y no puede cambiarlo; entonces, ¿cómo puede cambiarse? ¿Cambió su destino cuando empezó a creer en Dios? (No, es porque su forma de ver las cosas ha cambiado). Su manera de considerar las cosas ha cambiado. ¿Ha cambiado el hecho objetivo de su propio destino? (No). Antes de que la viuda creyera en Dios, envidiaba a las mujeres que no habían enviudado, pensando: “Mírala, qué buen destino tiene. Tiene un marido, un hogar, vive feliz y contenta. No sufre este dolor de ser viuda”. Sin embargo, después de creer en Dios, piensa: “Ahora creo en Dios y Él me ha elegido para seguirle, y puedo cumplir con mi deber y obtener la verdad. En el futuro podré alcanzar la salvación y entrar en el reino. Qué buen destino este. Ella no ha enviudado, pero ¿cuál es su destino? Siempre quiere disfrutar de la vida, busca fama, fortuna y estatus, desea que le vaya bien en su carrera y disfrutar de prosperidad y riqueza, pero después, cuando muera, de todos modos irá al infierno. Tiene un mal destino. Mi destino es mejor que el suyo”. Sus opiniones han cambiado, pero los hechos objetivos no. El que no cree en Dios sigue pensando: “¡Uf! Mi destino es mejor que el tuyo. Tú eres viuda, yo no. Mi vida es mejor que la tuya. Tengo un buen destino”. Sin embargo, a ojos de la mujer que ha llegado a creer en Dios, no tiene un buen destino. ¿Cómo se ha producido este cambio? ¿Ha cambiado el entorno objetivo de la viuda? (No). Entonces, ¿cómo ha cambiado su punto de vista? (Sus criterios para medir si las cosas son buenas o malas han cambiado). Sí, sus puntos de vista sobre cómo medir las cosas y considerar los asuntos han cambiado. Ha pasado de pensar que la mujer que no ha enviudado tiene un buen destino a pensar que es malo, y de pensar que ella misma tiene un mal destino a pensar que ahora es bueno. Estos dos puntos de vista son totalmente diferentes a los previos, se han invertido por completo. ¿Qué ocurre aquí? Los hechos objetivos y el entorno no han cambiado, así que ¿cómo ha acabado cambiando su visión de las cosas? (Después de haber aceptado la verdad y las cosas positivas, ahora aplica los criterios correctos en su punto de vista para medir las cosas como buenas o malas). Su visión de las cosas ha cambiado, pero ¿han cambiado los hechos reales? (No). La viuda sigue viuda, y la mujer que vive feliz sigue viviendo feliz; no se ha producido ningún cambio en los hechos reales. Entonces, al final, ¿quién tiene el buen destino y quién el malo? ¿Puedes explicarlo? La viuda solía pensar que tenía un mal destino, siendo una de las razones su situación vital objetiva, y otra razón los pensamientos y puntos de vista surgidos de su entorno objetivo. Después de llegar a creer en Dios, al leer Sus palabras y comprender algunas verdades, sus pensamientos asimismo cambian y su perspectiva sobre las cosas es diferente. Así, después de llegar a creer en Dios, ya no se considera a sí misma como alguien con un mal destino, sino todo lo contrario, ya que ha tenido la oportunidad de aceptar la obra de Dios, y puede comprender la verdad y alcanzar la salvación; esto es algo predestinado por Dios, y ella está muy bendecida. Una vez que cree en Dios, se centra únicamente en la búsqueda de la verdad, que difiere de los objetivos que buscaba antes. Aunque sus condiciones, su entorno y su calidad de vida son los mismos que antes y no han cambiado, su visión de las cosas sí lo ha hecho. En realidad, ¿ha llegado a tener un buen destino porque cree en Dios? No necesariamente. Es solo que ahora cree en Dios, tiene esperanza, siente cierta satisfacción en su corazón, los objetivos que busca han cambiado, sus puntos de vista son diferentes y, por tanto, su entorno de vida actual la hace sentirse feliz, satisfecha, alegre y en paz. Le parece que su destino ahora es muy bueno, mucho mejor que el destino de la mujer que no ha enviudado. Es ahora cuando se da cuenta de que la opinión que tenía antes, al creer malo su destino, era equivocada. ¿Qué podéis deducir de esto? ¿Existe algo así como un “buen destino” y un “mal destino”? (No). No, no existe.

Hace mucho que Dios predestinó los destinos de las personas, y son inmutables. Este “buen destino” y este “mal destino” difieren de una persona a otra, y dependen del entorno, de cómo se sienten las personas y de lo que buscan. Por eso el destino no es ni bueno ni malo. Puede que vivas una vida muy dura, pero tal vez pienses: “No busco vivir una vida de lujo. Me basta con tener suficiente para comer y vestirme. Todo el mundo sufre a lo largo de su vida. La gente mundana dice: ‘No puedes ver un arcoíris a menos que esté lloviendo’, así que el sufrimiento tiene su valor. Esto no es tan malo, y mi destino no es malo. El cielo me ha dado algo de dolor, algunas pruebas y tribulaciones. Eso es porque Él me tiene en alta estima. Este es un buen destino”. Algunas personas piensan que el sufrimiento es algo malo, que implica que tienen un mal destino, y que solo una vida sin sufrimiento, con comodidad y tranquilidad, significa que tienen un buen destino. Los incrédulos llaman a esto “una cuestión de opinión”. ¿Cómo consideran los creyentes en Dios esta cuestión del “destino”? ¿Hablamos de tener un “buen destino” o un “mal destino”? (No). No decimos cosas así. Digamos que tienes un buen destino porque crees en Dios, entonces si no sigues la senda correcta en tu fe, si eres castigado, puesto en evidencia y descartado, ¿significa eso que tienes un buen o un mal destino? Si no crees en Dios, no puedes ser puesto en evidencia o descartado. Los incrédulos y la gente religiosa no hablan de poner en evidencia o discernir a la gente, y tampoco de expulsarla o descartarla. Debería significar que las personas tienen un buen destino cuando son capaces de creer en Dios, pero si al final son castigadas, ¿significa entonces que tienen un mal destino? Su destino es bueno en un momento y malo al siguiente, así que ¿cuál de los dos es? Si alguien tiene un buen destino o no, no es algo que se pueda juzgar, la gente no puede juzgar este asunto. Todo lo hace Dios y todo lo que Él dispone es bueno. Lo único que ocurre es que la trayectoria del destino de cada individuo, o su entorno, y las personas, los acontecimientos y las cosas con las que se encuentra, y la senda vital que experimenta a lo largo de su vida son todos diferentes; estas cosas difieren de una persona a otra. El entorno vital y en el que crece cada persona, ambos dispuestos para ella por Dios, son todos diferentes. Las cosas que cada individuo experimenta durante su vida son todas diferentes. No existe un supuesto destino bueno o destino malo: Dios lo arregla y lo hace todo. Si consideramos el asunto desde la perspectiva de que todo lo hace Dios, todo es bueno y correcto. Lo que ocurre es que, desde la perspectiva de las predilecciones, los sentimientos y las elecciones de las personas, algunas eligen vivir una vida cómoda, tener fama y fortuna, una buena reputación, tener prosperidad en el mundo y llegar a lo más alto. Creen que eso significa que tienen un buen destino, y que una vida de mediocridad y de no tener éxito, viviendo siempre en lo más bajo de la sociedad, es un mal destino. Así es como se ven las cosas desde la perspectiva de los incrédulos y de la gente mundana que busca cosas mundanas y vivir en el mundo, y así es como surge la idea del buen destino y del mal destino. Esta idea solo surge de la estrecha comprensión de los seres humanos y de su percepción superficial del destino y, entre otras cosas, de los juicios de la gente sobre cuánto sufrimiento físico soportan, cuánto disfrute, fama y fortuna obtienen. De hecho, si lo miramos desde la perspectiva de los arreglos y la soberanía de Dios sobre el destino del hombre, no existen tales interpretaciones de buen o mal destino. ¿Acaso esto no es exacto? (Sí). Si consideras el destino del hombre desde la perspectiva de la soberanía de Dios, entonces todo lo que Él hace es bueno, y es lo que cada individuo necesita. Esto se debe a que la causa y el efecto desempeñan un papel en las vidas pasadas y presentes, están predestinados por Dios, Él tiene soberanía sobre ellos y los planifica y arregla: la humanidad no tiene elección. Si lo consideramos desde este planteamiento, la gente no debería juzgar su propio destino como bueno o malo, ¿verdad? Si la gente emite juicios casuales sobre este asunto, ¿no está cometiendo un terrible error? ¿Acaso no están cometiendo el error de juzgar los planes, los arreglos y la soberanía de Dios? (Así es). ¿Y no es grave ese error? ¿Acaso no afectará a la senda por la que caminan en la vida? (Sí). Entonces ese error los llevará a la destrucción.

¿Qué debe hacer la gente en respuesta a los arreglos y la soberanía de Dios sobre sus destinos? (Someterse a las instrumentaciones y arreglos de Dios). Primero, debes buscar entender por qué el Creador ha dispuesto para ti esta clase de destino y entorno de vida, por qué te hace encontrar y experimentar ciertas cosas, y por qué tu destino es como es. A partir de ahí, debes entender lo que anhela tu corazón y qué necesita, además de la soberanía y los arreglos de Dios. Después de que entiendas y sepas estas cosas, no debes resistirte, tomar tus propias decisiones, rechazar, contradecir o evitar tu destino. Por supuesto, además, tampoco deberías tratar de regatearle a Dios. En vez de eso, has de someterte. ¿Por qué debes someterte? Dado que eres un ser creado, no puedes orquestar tu destino y no tienes soberanía sobre él. Tu destino lo determina Dios. En lo relativo a tu destino, eres pasivo y no tienes elección. Lo único que debes hacer es someterte. No debes realizar tus propias elecciones respecto a tu destino ni evitarlo, no debes regatearle a Dios y no debes oponerte a tu destino ni quejarte. Por supuesto, sobre todo no debes decir cosas como: “El destino que Dios ha dispuesto para mí es malo. Es terrible y peor que el destino de los demás”, o “Mi destino es malo y no me toca disfrutar nada de felicidad o prosperidad. Dios ha dispuesto mal las cosas para mí”. Estas palabras son juicios y, al decirlas, te extralimitas en tu puesto. No son palabras que deba decir un objeto de la creación y no son puntos de vista o actitudes que debas tener como tal. En su lugar, has de deshacerte de estos falsos entendimientos, definiciones, puntos de vista y comprensiones del destino. Al mismo tiempo, debes ser capaz de adoptar una actitud y una postura correctas para poder someterte a todas las cosas que ocurrirán como parte del destino que Dios ha dispuesto para ti. No debes resistirte, y desde luego no debes deprimirte y quejarte de que el Cielo no es justo, que Dios ha dispuesto mal las cosas para ti y no te ha proporcionado lo mejor. Los objetos de la creación no tienen derecho a elegir su destino. Dios no te concedió esa clase de obligación y no te otorgó ese derecho. Por tanto, no deberías realizar elecciones, razonar con Dios o hacerle peticiones adicionales. Debes adaptarte y enfrentarte a los arreglos de Dios, sean cuales sean. Debes afrontar y tratar de experimentar y apreciar lo que sea que ha dispuesto Dios para ti. Debes someterte por completo a todo lo que debes experimentar por medio de los arreglos de Dios. Debes acatar el destino que Dios ha dispuesto para ti. Aunque algo no te guste, o si sufres por ello, incluso si amenaza y reprime tu orgullo y dignidad, siempre que sea algo que debas experimentar, algo que Dios ha orquestado y dispuesto para ti, debes someterte a ello y no puedes hacer nada al respecto. Dado que Dios arregla los destinos de las personas y tiene soberanía sobre ellos, no se pueden negociar con Él. Por lo tanto, si las personas son sensatas y poseen la razón de la humanidad normal, no deben quejarse de que su destino es malo o de que esto o aquello no es bueno para ellos. No deberían afrontar su deber, su vida, el camino que siguen en su fe, las situaciones que Dios ha dispuesto o Sus exigencias hacia ellos con una actitud abatida simplemente porque les parece que su destino es malo. Esta clase de depresión no es una rebeldía simple o momentánea, ni tampoco es la efusión temporal de un carácter corrupto, mucho menos la efusión de un estado corrupto. Más bien, es una resistencia silenciosa a Dios, y una insatisfecha resistencia silenciosa al destino que Dios ha arreglado para ellos. Aunque puede tratarse de una simple emoción negativa, las consecuencias que acarrea a las personas son más graves que las que conlleva un carácter corrupto. No solo te impide adoptar una actitud positiva y correcta ante el deber que debes cumplir, y ante tu propia vida cotidiana y trayectoria vital, sino que, lo que es más grave, también puede hacerte perecer de depresión. Por tanto, las personas inteligentes deberían apresurarse a revertir sus puntos de vista erróneos, reflexionar y llegar a conocerse a sí mismas a la luz de las palabras de Dios, y ver qué es lo que les está haciendo creer que tienen un mal destino. Deberían fijarse en qué formas se ha dañado su dignidad o se ha herido su corazón, lo que ha dado lugar a pensamientos negativos tales como sentir que tienen un mal destino, lo que las ha llevado a caer en la emoción negativa de la depresión, de la que nunca se han recuperado, ni siquiera a día de hoy. Esta es una cuestión sobre la que deberías reflexionar y examinar. Puede que algún asunto haya quedado profundamente grabado en tu corazón, o que alguien te haya dicho algo vil que hirió tu sentido del amor propio, y esto te hizo sentir que tenías un mal destino, y por eso caíste en la depresión. O quizás, a lo largo de tu vida o en tu juventud, surgió algún pensamiento o visión de Satanás o del mundo que te llevó a tener esta comprensión incorrecta del destino y a volverte increíblemente sensible respecto a si tienes un buen o un mal destino. O tal vez, después de experimentar algo perturbador en algún momento, te volviste particularmente serio y sensible en relación con tu destino, y entonces te apasionaste en exceso por cambiarlo y te dedicaste a ello. Todas estas son cosas que deberías examinar. Sin embargo, con independencia de cómo lo hagas, la comprensión que debes tener al final es la siguiente: no debes utilizar tus pensamientos y opiniones sobre si el destino es bueno o malo para medir el tuyo propio. El destino de la vida de una persona está en manos de Dios y Él lo arregló hace mucho tiempo, no es algo que la gente pueda cambiar. Sin embargo, el tipo de senda que una persona recorre durante su vida y si puede vivir una vida valiosa son elecciones que puede hacer por su cuenta. Puedes elegir vivir una vida valiosa, vivir tu vida para las cosas valiosas, vivir para los planes y la gestión del Creador, y para la causa justa de la humanidad. Por supuesto, también puedes optar por no vivir para las cosas positivas, sino vivir para la búsqueda de fama y fortuna, una profesión pública, riquezas y tendencias mundanas. Puedes elegir vivir una vida sin valor alguno y ser como un muerto viviente. Todas estas son elecciones que puedes realizar.

El fin de todas las cosas se está acercando, ¿quieres saber cómo el Señor recompensará el bien, castigará el mal y determinará el fin de cada uno? Bienvenido a contactarnos para descubrir la respuesta.

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