Palabras sobre el autoconocimiento (Fragmento 42)
La clave para lograr un cambio de carácter es conocer la propia naturaleza, y esto debe suceder de acuerdo con lo que Dios ponga al descubierto. Sólo en la palabra de Dios se puede conocer la propia naturaleza espantosa, reconocer en esta los diferentes venenos de Satanás, darse cuenta de que uno es necio e ignorante, y reconocer los elementos débiles y negativos de la misma. Después de que estos se conozcan completamente, y puedas verdaderamente odiarte y rebelarte contra la carne, llevar a cabo la palabra de Dios de forma constante, perseguir la verdad constantemente mientras cumples con tus deberes, conseguir una transformación en tu carácter, y convertirte en una persona que ama a Dios de verdad, entonces te habrás embarcado en la senda de Pedro. Sin la gracia de Dios, si no hay esclarecimiento y dirección del Espíritu Santo, sería muy difícil transitar por esta senda, porque las personas no tienen la verdad y son incapaces de rebelarse contra sí mismas. Andar por la senda de perfección de Pedro reside ante todo en la determinación, en tener fe y depender de Dios. Además, uno debe someterse a la obra del Espíritu Santo; en todas las cosas, uno no puede estar sin las palabras de Dios. Estos son los aspectos clave, de los cuales ninguno puede ser violado. Llegar a conocerse a uno mismo mediante la experiencia es muy difícil; sin la obra del Espíritu Santo es en vano. Para caminar por la senda de Pedro uno debe concentrarse en conocerse a sí mismo y en transformar el propio carácter. El camino de Pablo no era de búsqueda de la vida o de concentrarse en conocerse a sí mismo, se centró especialmente en hacer la obra y en su influencia e inercia. Su motivación era obtener las bendiciones de Dios a cambio de su obra y su sufrimiento, además de recibir recompensas de Dios. Su motivación era incorrecta, Pablo no se centró en la vida ni le dio ninguna importancia a conseguir un cambio de carácter; sólo se centró en las recompensas. Como tenía las metas incorrectas, el camino por el que anduvo fue también erróneo, claro está. Esto salió a relucir por medio de su naturaleza arrogante y vanidosa. Es evidente que Pablo no posee ninguna verdad ni tampoco conciencia o razón. Al salvar y cambiar a las personas, Dios altera principalmente su carácter. El propósito de Sus palabras consiste en lograr en las personas el resultado de poseer un carácter transformado y la habilidad de conocer a Dios, de someterse a Él y de adorarlo de una forma normal. Este es el objetivo de las palabras de Dios y de Su obra. El modo de búsqueda de Pablo viola directamente las intenciones de Dios y está en conflicto con ellas; se produce en oposición total a ella. La manera de buscar de Pedro estaba, sin embargo, totalmente de acuerdo con las intenciones de Dios: se centró en la vida y en la transformación de carácter, que es precisamente el resultado que Dios desea alcanzar en los seres humanos con Su obra. La senda de Pedro está, por tanto, bendecida y recibe la aprobación de Dios. Al ir la senda de Pablo en contra de las intenciones de Dios, Él la odia y la maldice. Para caminar por la senda de Pedro uno debe conocer las intenciones de Dios. Si se es realmente capaz de comprender por completo Sus intenciones mediante Sus palabras —lo que significa comprender qué quiere hacer Dios con el hombre y, en última instancia, qué resultado desea alcanzar—, sólo entonces podrá tener uno un entendimiento preciso de qué camino seguir. Si no comprendes del todo la senda de Pedro y sólo tienes el deseo de seguirla, entonces no serás capaz de emprenderla. En otras palabras, podrías conocer muchas doctrinas, pero en el fondo eres incapaz de entrar en la realidad. Aunque puedas hacer una entrada superficial, eres incapaz de lograr un resultado verdadero.
Hoy día, la mayoría de las personas tiene un entendimiento muy superficial de sí mismas. No han llegado a distinguir en absoluto las cosas que forman parte de su naturaleza. Solo tienen conocimiento de algunos de los estados corruptos que revelan, de las cosas que probablemente van a hacer o de unos de sus defectos, y eso les hace creer que se conocen a sí mismos. Si, además, viven rigiéndose por unos cuantos preceptos, si se aseguran de no cometer equivocaciones en ciertos ámbitos y se las apañan para evitar cometer ciertas transgresiones, entonces consideran que poseen realidad en su creencia en Dios y asumen que serán salvadas. Esto es una imaginación completamente humana. Si te atienes a estas cosas, ¿de verdad llegarás a ser capaz de evitar cometer transgresión alguna? ¿Habrás logrado un verdadero cambio de carácter? ¿Estarás viviendo realmente a semejanza de un ser humano? ¿Puedes satisfacer auténticamente a Dios? ¡Desde luego que no, eso está claro! La creencia en Dios sólo funciona cuando uno tiene altos estándares y ha alcanzado la verdad y alguna transformación en el carácter de vida. Esto requiere, en primer lugar, conocerse a uno mismo. Si el conocimiento que las personas tienen de sí mismas es demasiado superficial, les resultará imposible resolver los problemas y su carácter de vida simplemente no cambiará. Es necesario que alguien se conozca en un nivel profundo, lo que significa conocer la propia naturaleza: qué elementos se incluyen en esa naturaleza, cómo se originaron estas cosas y de dónde provinieron. Además, ¿eres realmente capaz de odiar estas cosas? ¿Has visto tu propia alma fea y tu naturaleza perversa? Si eres realmente capaz de ver la verdad sobre ti mismo, entonces te odiarás. Cuando te odias, y luego practicas la palabra de Dios, podrás rebelarte contra la carne y tener la fuerza para practicar la verdad sin considerarlo arduo. ¿Por qué muchas personas siguen sus preferencias carnales? Porque se consideran bastante buenas, sienten que sus acciones son correctas y justificadas, que no tienen fallas e incluso que están completamente en lo correcto. Por lo tanto, son capaces de actuar con la suposición de que la justicia está de su lado. Cuando alguien reconoce cuál es su verdadera naturaleza, cuán fea, despreciable y detestable es, entonces no está demasiado orgulloso de sí mismo ni es tan salvajemente arrogante ni está tan complacido consigo mismo como antes. Tal persona siente: “Debo ser serio y centrado y tener los pies en la tierra al practicar algunas de las palabras de Dios. Si no, entonces no estaré a la altura del estándar de ser humano, y me avergonzaré de vivir en la presencia de Dios”. Entonces alguien realmente se ve a sí mismo como miserable, como verdaderamente insignificante. En este momento, a alguien se le hará fácil practicar la verdad y se parecerá un poco a lo que debería ser un humano. Sólo cuando las personas realmente se odian pueden rebelarse contra la carne. Si no se odian a sí mismas, serán incapaces de rebelarse contra la carne. Odiarse a uno mismo verdaderamente no es algo simple. Debe haber ciertas cosas en ellos: primero, conocer la propia naturaleza; y segundo, verse a uno mismo como una persona dependiente y mísera, verse extremadamente pequeño e insignificante y ver la propia alma deplorable y sucia. Cuando alguien ve completamente lo que realmente es, y se logra este resultado, entonces realmente adquiere conocimiento de sí mismo y se puede decir que se ha llegado a conocer completamente. Sólo entonces puede alguien mismo odiarse, hasta el punto de maldecirse y sentir verdaderamente que Satanás lo ha corrompido profundamente; tanto que ni siquiera se parece a un ser humano. Entonces un día, cuando aparezca la amenaza de la muerte, esa persona pensará: “Este es el justo castigo de Dios. Dios es, ciertamente, justo; ¡en verdad yo debería morir!”. En este punto, él no albergará quejas y, mucho menos, culpará a Dios, simplemente, sentirá que es tan dependiente y despreciable, tan inmundo y tan corrupto, que debería ser descartado y destruido por Dios, y que un alma así no es apta para vivir en la tierra. Por tanto, esta persona no se quejará de Dios ni se opondrá a Él y, mucho menos, lo traicionará. Si alguien no se conoce, y todavía se considera bastante bueno, entonces cuando la muerte llame, esta persona pensará: “Lo he hecho muy bien en mi fe. ¡Qué duro he buscado! He dado tanto, he sufrido tanto, pero finalmente Dios ahora me está pidiendo que muera. No sé dónde está la justicia de Dios. ¿Por qué me está pidiendo que muera? Si tengo que morir, entonces ¿quién se salvará? ¿No llegará a su fin la raza humana?”. En primer lugar, esta persona tiene nociones acerca de Dios. En segundo lugar, esta persona se queja y no muestra ninguna sumisión en absoluto. Esto es igual que Pablo: cuando estaba a punto de morir, no se conocía, y para cuando el castigo de Dios estaba cerca, era demasiado tarde.
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