Solo a base de practicar la verdad y someterse a Dios se puede lograr transformar el carácter (Parte 1)

La gran mayoría de vosotros hace al menos diez años que cree en Dios. ¿En qué etapa de vuestra experiencia de vida os encontráis ahora? ¿En qué etapa se encuentra actualmente vuestra estatura? (Cuando noto que estoy revelando constantemente un carácter corrupto, me convenzo de que no soy parte del pueblo de Dios, sino solo una servidora; es entonces cuando me pongo negativa y comienza a preocuparme el hecho de no ser apta para recibir la salvación). Tener miedo a determinar que uno es un servidor demuestra una estatura infantil e inmadura. Ser de estatura infantil significa carecer de juicio y de la capacidad normal para sopesar y considerar los problemas, estar desprovisto de los procesos de pensamiento de un adulto y encontrarse siempre limitado por vuestras perspectivas futuras y del destino. ¿Alguien más desea decir unas palabras? (Cuando me desvío de mi rumbo al realizar mi deber, siempre me preocupo. Me pregunto si Dios me revelará y me descartará). ¿Por qué os preocupa ser descartados? ¿Qué significa, en última instancia, “ser descartado” para vosotros? (Significa, no tener un buen final). Cuando consideráis que “ser descartado” significa que no se os permitirá realizar vuestro deber, o que perderéis cualquier oportunidad de salvación, ¿esto que habéis determinado se corresponde con la forma en que Dios os ve y el modo en que os trata? Aquellos que son de estatura infantil, por supuesto, abordarán todo basándose en nociones y figuraciones humanas en lugar de hacerlo según la palabra de Dios o en la verdad, como sí lo harán aquellos que han crecido y madurado en la vida. Examinar un asunto de esta manera es mucho más preciso. Es común caer en desviaciones y dificultades al realizar el deber. Si cada uno fuera a ser descartado al cometer el primer error, nadie sería capaz de realizar su deber apropiadamente. Debes entender que el objetivo principal de la realización del deber es purificar el carácter corrupto a través de la experiencia del juicio de Dios, para que uno pueda llegar a comprender la verdad y entrar en la realidad por medio de cumplirlo y, en el acto de realizarlo, pueda liberarse de las garras de la influencia de Satanás y recibir la salvación. Es por este motivo que Dios les exige a las personas que, en el momento de realizar su deber, aprendan a buscar la verdad en todas las cosas y a resolver problemas de acuerdo con Su palabra. Esta es una progresión necesaria en la experiencia de vida. Por lo general, ningún individuo es competente en todo, ni posee habilidades que lo abarquen todo, por lo que es casi imposible evitar errores al realizar el deber. Siempre que no se trate de un acto intencional de perturbación, cae dentro de los límites de las expectativas normales. Sin embargo, si esto se produce por artificio humano, si es una consecuencia maligna provocada por una mala acción deliberada, entonces hay algo que falla en la humanidad de la persona en cuestión y se trataría de un caso de perturbación y destrucción intencionadas. La persona malvada quedaría entonces completamente en evidencia. Dios realiza, con Sus propios ojos, una medida y una evaluación exactas de las personas; es decir, al utilizar a una persona, al llevarla a hacer algo, Dios sin duda tiene normas que Él exige que esta persona cumpla. Dios no quiere que seas sobrehumano, que seas omnipotente; más bien, las exigencias que Él te realiza y el trato que te proporciona se basan en lo que yace dentro de la capacidad de la gente común. En función de los conocimientos con los que cuentes, de tu calibre, de las condiciones en que vivas y de todas las ideas que hayas adquirido, incluidas las que se encuentran dentro de tu capacidad dada tu edad y experiencia actuales, Dios establecerá el criterio más exacto y apropiado para tu evaluación. ¿Cuál es el criterio de evaluación de Dios? Es examinar la intención, los principios y los objetivos de tu manera de hacer las cosas, para ver si se ajustan a la verdad. Puede que lo que haces se ajuste a los criterios que te imponen los demás, y deberías obtener una puntuación perfecta por ello; pero ¿cómo te evalúa Dios? El criterio por el que Dios te mide es si eres capaz de dar todo tu corazón, tu mente y tus fuerzas, si puedes llegar al punto de ofrecerlo todo, de ofrecer tu lealtad. Este es el estándar de evaluación de Dios. Si ya lo has ofrecido todo, entonces Dios considerará que ya lo has alcanzado. Todas las exigencias que Dios les plantea a las personas están dentro de su capacidad y no fuera de su alcance.

A veces, Dios usa determinado asunto para revelarte o disciplinarte. Entonces, ¿significa esto que se te ha descartado? ¿Significa que ha llegado tu fin? No. Es como cuando un niño ha sido desobediente y ha cometido un error; puede que sus padres le reprendan y castiguen, pero si el niño es incapaz de comprender la intención de sus padres o saber por qué lo hacen, lo malinterpretará. Por ejemplo, los padres pueden decirle a su hijo: “No salgas solo de casa y no vayas solo por ahí”, pero esto le entra por un oído y le sale por el otro, y el niño sale solo a escondidas de todas formas. Cuando los padres se enteran, le regañan y, como castigo, le obligan a reflexionar en un rincón. El niño no entiende las intenciones de sus padres y empieza a tener dudas: “¿No me quieren ya mis padres? ¿De verdad soy de ellos? ¿Seré adoptado?”. Estas son las cosas sobre las que reflexiona. ¿Cuáles son las verdaderas intenciones de los padres? Los padres le dijeron que era demasiado peligroso hacer eso y le pidieron a su hijo que no lo hiciera. Pero el niño no les hizo caso y le entró por un oído y le salió por el otro. Por lo tanto, los padres necesitaban utilizar alguna forma de castigo para educar debidamente a su hijo y hacer que aprendiera de sus errores. ¿Qué quieren conseguir los padres con esto? ¿Es solo para que el niño aprenda de sus errores? Esta clase de aprendizaje no es lo que quieren conseguir en última instancia. El objetivo de los padres al hacer esto es que el niño haga lo que se le dice, se comporte de acuerdo con sus consejos y no sea desobediente y les cause preocupaciones; ese es el efecto deseado que quieren conseguir. Si el niño hace caso a sus padres, demuestra que entiende mejor las cosas, y sus padres podrán preocuparse menos. ¿No estarán entonces satisfechos con él? ¿Seguirá haciendo falta que lo castiguen de esa manera? No hará falta. Creer en Dios es justo eso. La gente debe aprender a prestar atención a las palabras de Dios y a entender Su corazón. No debe malinterpretarlo. En realidad, en muchos casos, la preocupación de la gente proviene de sus intereses personales. En general, se trata del temor a no tener ningún desenlace. Siempre piensa: “¿Y si Dios me revela, descarta y rechaza?”. Se trata de tu mala interpretación de Dios; son solo tus conjeturas parciales. Tienes que llegar a comprender cuál es la intención de Dios. Él no revela a la gente para descartarla. La revela para poner de manifiesto sus defectos, sus errores y su esencia-naturaleza, para que se conozca a sí misma y pueda arrepentirse sinceramente; la revelación propiamente dicha es para que la gente crezca en la vida. Sin un entendimiento puro, la gente tiende a malinterpretar a Dios y volverse negativa y débil, o incluso puede sucumbir a la desesperación. De hecho, la revelación por parte de Dios no implica necesariamente que vaya a descartar a la persona. Lo hace para ayudarte a conocer tu propia corrupción y lograr que te arrepientas. A menudo, como la gente es rebelde y no busca la verdad para encontrar una solución cuando revela corrupción, Dios debe ejercer Su disciplina. Por ello, en ocasiones revela a la gente poniendo en evidencia su fealdad y su lamentable estado y permitiéndole conocerse a sí misma, lo que le ayuda a crecer en la vida. Revelar a la gente tiene dos implicaciones distintas. Para los malvados, ser revelados implica el descarte. Para los que son capaces de aceptar la verdad, es un recordatorio y una advertencia; les obliga a hacer introspección, a descubrir su verdadero estado y a dejar de ser díscolos e imprudentes, pues seguir así sería peligroso. Revelar de este modo a la gente es recordarle que, cuando cumpla con el deber, no sea atolondrada y descuidada, que no deje de tomarse las cosas con seriedad, que no se conforme con ser solo un poco eficaz creyendo haber cumplido con el deber a nivel aceptable, cuando, a decir verdad, en comparación con lo que exige Dios, no llega ni de lejos y, sin embargo, sigue siendo autocomplaciente y cree que lo hace bien. En tales circunstancias, Dios disciplina, amonesta y advierte a la gente. Algunas veces, Dios revela su fealdad, lo que, evidentemente, sirve de recordatorio. En esos momentos has de hacer introspección: es insuficiente cumplir con el deber de esta forma, hay rebeldía de por medio, hay demasiadas cosas negativas en ello, es totalmente superficial y, si no te arrepientes, corresponde que seas castigado. De vez en cuando, cuando Dios te disciplina o te revela, eso no implica necesariamente que te vaya a descartar. Hay que plantear correctamente esta cuestión. Incluso si eres descartado, debes aceptarlo y someterte a ello, y apresurarte a reflexionar y arrepentirte. En resumen, sea cual sea el significado que radica detrás del hecho de que seas revelado, debes aprender a someterte. Si muestras una resistencia pasiva y, en lugar de corregir tus defectos, sigues yendo de mal en peor, seguramente serás castigado. Por lo tanto, cuando se trata de ser revelado, uno debe mostrar sumisión, su corazón debe impregnarse de temor y debe ser capaz de arrepentirse: solo así uno concuerda con las intenciones de Dios y, solo al practicar de esta manera, puede salvarse a sí mismo y librarse del castigo de Dios. Las personas razonables deberían entonces ser capaces de reconocer sus propias faltas y corregirlas, llegando como mínimo al punto en que confíen en su conciencia para cumplir con su deber. Además, también deben elevarse hacia la verdad, llegando no solo al punto en que su comportamiento se rija por principios, sino también al punto de dar todo su corazón, su alma, su mente y su fuerza. Hacerlo de este modo es la única forma aceptable de cumplir con su deber, solo así se convierten en personas que verdaderamente se someten a Dios. ¿Qué criterio debería adoptar uno para satisfacer las intenciones de Dios? Debe basar sus acciones en los principios-verdad, cuyo aspecto más importante radica en poner énfasis en los intereses y el trabajo de la casa de Dios, mantener en mente el panorama completo y no enfocarse en ningún aspecto en particular a riesgo de perder de vista otro. Su aspecto menor es hacer el trabajo de uno correctamente y lograr el efecto deseado de acuerdo con lo que se exige de uno, sin actuar por inercia de una manera superficial, sin avergonzar a Dios. Si la gente domina estos principios, ¿no se desprenderá de sus preocupaciones y conceptos erróneos? Una vez que los dejes de lado y ya no tengas ideas irracionales sobre Dios, los elementos negativos dejarán poco a poco de tener una posición dominante dentro de ti y abordarás este tipo de asuntos de la manera correcta. Por lo tanto, es importante buscar la verdad y esforzarse por comprender las intenciones de Dios.

Cuando cumplen con su deber, algunos se encuentran a menudo en un estado de negatividad y pasividad, o de resistencia y confusión. Siempre tienen miedo de ser revelados y descartados, y se sienten constantemente limitados por su futuro y su destino. ¿No es esa la expresión de la escasa estatura? (Sí). Algunas personas dicen siempre que tienen miedo de no cumplir bien con su deber y, sin analizar los detalles, uno puede pensar que son bastante leales. ¿Qué es lo que les preocupa realmente en su corazón? Les preocupa que, si no cumplen bien con su deber, serán descartados y no tendrán un buen destino. Algunos dicen que tienen miedo de convertirse en servidores. Cuando los demás oyen eso, piensan que esas personas no quieren convertirse en servidores, sino que solo quieren cumplir bien con su deber como uno de los miembros del pueblo de Dios, y los ven erróneamente como gente con determinación. En realidad, en su corazón, esas personas que tienen miedo de convertirse en servidores están pensando: “Si me convierto en un servidor, al final igualmente pereceré y no tendré un buen destino, ni tendré una participación en el reino de los cielos”. Esta es la implicación de sus palabras; están preocupados por su desenlace y destino. Si Dios dice que son servidores, ponen algo menos de esfuerzo en el cumplimiento de su deber. Si Dios dice que pertenecen a Su pueblo y han sido aprobados por Él, dedican algo más de esfuerzo a cumplir con su deber. ¿Qué problema existe aquí? El problema es que, al cumplir con su deber en la casa de Dios, no actúan según el principio-verdad. Siempre consideran sus propias perspectivas y su destino, y siempre están limitados por la designación de “servidor”. En consecuencia, no pueden cumplir bien con su deber y no tienen fuerza para practicar la verdad, aunque quieren hacerlo. Siempre viven en un estado de negatividad, y buscan el significado detrás de las palabras de Dios para determinar si son del pueblo de Dios o servidores. Si son del pueblo de Dios, se esforzarán por cumplir bien con su deber. Si son servidores, serán superficiales en el cumplimiento de su deber, dando lugar a muchos elementos negativos, y estarán constreñidos por el título de “servidor”, incapaces de liberarse. A veces, después de ser duramente podados, se dicen a sí mismos: “No tengo esperanza, simplemente soy así. Haré lo que pueda”. Y con pensamientos pasivos, negativos y degenerados, se resisten y abordan el cumplimiento de su deber con desgana. ¿Es posible que cumplan bien con su deber? En las reuniones, una persona así constantemente habla de la verdad y de amar a Dios, de someterse a Él, de confiar en Su palabra para vivir la vida, le demuestra lealtad y, sin embargo, es incapaz de poner en práctica alguna de estas cosas. En cambio, solo tiene en cuenta sus propias perspectivas futuras y su destino, perpetuamente constreñido por su codicia de bendiciones, incapaz de aceptar ningún aspecto de la verdad. De este modo, se resiste y se opone, es negativo y está lleno de quejas; en su corazón siempre alberga nociones sobre Dios, levanta barreras contra Él y lo mantiene a distancia. Siempre está en guardia contra Dios, temeroso de que Él desentrañe cómo es realmente, lo controle y actúe en contra de sus intereses. Y, al seguirlo, siempre se muestra reacio y reticente, con gente que lo arrastra por delante y gente que lo empuja por detrás, como si hubiera caído en el lodo, cada paso le supusiera una gran dificultad y estar vivo fuera demasiado sufrimiento. ¿Cómo han llegado a ser así las cosas? Llegó a ser así porque el corazón humano es demasiado falso, siempre malinterpreta la obra de Dios para salvar a la humanidad. Sea cual sea el trato que Dios les dispense, la gente siempre dudará, pensando: “¿Significa esto que Dios ya no me quiere? ¿Me salvará Dios al final o no? Para alguien como yo, ¿tiene algún sentido seguir con mi búsqueda? ¿Podré entrar en el reino?”. Cuando la gente alberga constantemente pensamientos negativos y contrarios como estos, ¿no afectará esto a su capacidad para cumplir con su deber? ¿No afectará también a su búsqueda de la verdad? A menos que se deshagan de todos estos elementos negativos, ¿cuándo podrán entrar en el camino correcto de creer en Dios? Eso es difícil de decir. Y así, las personas que se niegan a aceptar la verdad son las más difíciles de manejar y, al final, lo único que se puede hacer con ellas es descartarlas.

Entre la humanidad corrupta, ciertos elementos contrarios se han arraigado profundamente en sus corazones, por ejemplo, cosas tales como el orgullo, la vanidad, el estatus, la fama y la ganancia, y así sucesivamente. Cuando se cree en Dios, si se desea aceptar la verdad, esto significa librar una batalla incesante con estos elementos contrarios y lidiar con todo tipo de arduas experiencias y luchas. Esta batalla no llegará a su fin hasta que la verdad, triunfante dentro de las personas, se convierta en vida. Durante este período, cuando las personas hayan llegado a comprender la verdad comiendo y bebiendo la palabra de Dios y hayan logrado comprender Sus intenciones, comenzarán a practicar la verdad y a rebelarse contra la carne. En el momento en que la verdad se convierta en su vida, les será posible usarla para deshacerse de estos elementos negativos y contrarios. La vanidad y el prestigio personal, la fama, la ganancia y el estatus, los apetitos humanos, las intenciones humanas impuras, la incomprensión de Dios por parte de la gente, sus elecciones y preferencias, el ser sentencioso, arrogante, falso, y todo lo demás: todos estos problemas encontrarán gradualmente una solución después de que la gente llegue a comprender la verdad. El proceso de llegar a creer en Dios, de hecho, no es otro que el de aceptar la verdad, de usar la verdad para vencer a la carne e incesantemente comer y beber la palabra de Dios, buscar la verdad y usar la verdad que has llegado a entender, la palabra de Dios que has llegado a conocer y los principios-verdad que has llegado a captar para resolver estos problemas. Tener entrada en la vida es haber pasado por estas experiencias y, al hacerlo, las personas se transformarán poco a poco. Estos elementos corruptos están presentes en todos y no hay un solo individuo que no viva para obtener ganancias y fama. Todos los seres humanos viven para estas cosas; solo varía la forma en que cada persona las maneja y expresa su deseo por ellas. Pero lo que revelan es, en esencia, lo mismo. Algunos hablan en voz alta, otros no; algunos se ponen en evidencia de manera obvia, mientras que otros intentan ocultarse, utilizando todo tipo de métodos para encubrir las cosas y evitar que salgan a la luz, para que otros no los vean tal y como son. ¿Piensas que no dejando que los demás te vean tal y como eres y encubriendo las cosas evitarás que Dios te descubra? ¿Crees que si haces esto tu carácter corrupto desaparecerá? La esencia corrupta de cada individuo es la misma; ¿qué diferencia hay entre un individuo y otro? La actitud con la que uno se acerca a la verdad puede diferir de uno a otro. Algunas personas, en cuanto terminan de escuchar la verdad, son capaces de aceptarla. La toman como si tragaran una medicina amarga en la boca, pero buena para curar, utilizándola para tratar las enfermedades y resolver los problemas que les afligen por dentro. Al gestionar sus asuntos, su conducta personal, cumplir con su deber, interactuar con los demás y establecer su objetivo y rumbo en la vida, buscan respuestas en la palabra de Dios y la utilizan para resolver los problemas que encuentran en la vida, practicando lo que llegan a entender, paso a paso. Por ejemplo, cuando Dios dice: “Todos vosotros debéis esforzaros por llegar a ser personas honestas”, tal individuo reflexionará: “¿Cómo puedo llegar a ser una persona honesta?”. Dios exige que las personas se vuelvan honestas; deben decir palabras honestas, abrir sus corazones a la charla con sus hermanos y hermanas y aceptar el escrutinio de Dios. Estos son los principios implicados y tal persona los pondrá en práctica tan pronto como los haya escuchado. Naturalmente, habrá momentos durante el periodo de su práctica en los que tal vez se desvíe hacia la izquierda o hacia la derecha, sin encontrar los principios correctos sin importar lo mucho que busque, y habrá momentos en los que habrá ligeras distorsiones en su práctica. Pero al esforzarse incesantemente por cumplir este estándar de convertirse en una persona honesta, en pocos años se acercará cada vez más al efecto deseado. Cuanto más viva, más humano se volverá, más se sentirá él mismo en presencia de Dios y mejor será su progreso en la vida. Así son las personas bendecidas por Dios. Así son las personas del primer tipo.

Ahora que hemos terminado de conversar sobre las personas del primer tipo, hablemos de las del segundo. Aunque ambas escuchan los sermones y leen la palabra de Dios, una persona del primer tipo es capaz de captar la verdad y reflexionar sobre sí misma cuando revela un carácter corrupto. Puede sincerarse y decir: “Soy arrogante y sentencioso. Me gusta presumir al hacer las cosas, albergo siempre mis propias intenciones y deseos, y disfruto del estatus y de competir por la fama y las ganancias”. Dicho esto, la persona adquiere la capacidad del autoconocimiento y de acercarse a la verdad. Sin embargo, esto no sucede con aquellos dentro del segundo tipo. Una persona así podría admitir que es corrupta por dentro e incluso, al enfrentarse a la poda, podría ser capaz de admitir que ha actuado mal, pero simplemente no se reforma. Por mucho que escuche los sermones y aunque capte muchas palabras y doctrinas, se niega a poner en práctica la verdad y sigue haciendo lo que cree que corresponde. Asimismo, una persona así es capaz de abrirse a la charla y de aceptar tanto la poda como la disciplina de Dios. Pero tras aceptarlas, las toma como doctrina. Todo termina en cuanto las ha captado y, luego, vuelve a las andadas sin haber cambiado. ¿Cuáles serán las consecuencias para tal persona de tomar la verdad y tratarla como si fuera una doctrina? Seguramente creerá que observar los preceptos es lo mismo que practicar la verdad. No cumple con su deber en conformidad con la palabra y las exigencias de Dios; por el contrario, intenta resolver los problemas de acuerdo con la filosofía de Satanás para los asuntos mundanos y según las maneras y los medios que ha resumido para sí mismo. A pesar de lo que pueda decir de la boca para afuera sobre reconocer que la palabra de Dios es la verdad y que la filosofía de Satanás es falaz, sigue practicando falacias satánicas en la vida real e, incluso, se siente tranquila al hacerlo. Si uno reconoce que la palabra de Dios es la verdad, pero aun así no la pone en práctica, ¿no es alguien que engaña a Dios? Por más que admita la verdad de la palabra de Dios y la falsedad de la filosofía de Satanás, presiente que esta última puede serle útil, por lo que opta por una solución intermedia entre ambas y considera que esto equivale a practicar la verdad. Al no elegir ni el lado de Dios ni el de Satanás y, así, no ofender a ninguno, incluso se cree sumamente inteligente. Piensa: “Soy alguien que cumple con su deber y que persigue la verdad, así que sin duda seré capaz de recibir la aprobación de Dios”. Decidme, ¿una persona así es alguien que practica la verdad? (No). Escucha con seriedad la palabra de Dios, toma nota de ella, la memoriza e incluso dedica tiempo a meditar al respecto, pero ¿qué hace con ella en realidad? ¿Cuál es el objetivo de escuchar la palabra de Dios? (La incorpora para explicársela a los demás, con la intención de presumir). Ese es un aspecto. ¿Algo más? (La toma como preceptos a observar). A veces, la toma como preceptos a observar, pero ¿qué más? Hay muchas situaciones aquí. Algunos convierten la palabra de Dios en preceptos a observar, siguiendo su significado literal y nada más. Por ejemplo, cuando todos hablan sobre cómo ser una persona honesta, esa persona también lo hace. Y cuando alguien más pregunta: “¿cuál es tu experiencia real sobre ser una persona honesta?”, responde: “Ah, déjame mirar mi libreta”. Si en realidad tuviera experiencia, ¿no la contaría sin más? ¿Por qué necesitaría leerla de un guion? Esto solo lo deja en evidencia como alguien que no tiene ninguna realidad. También hay personas que creen que han entendido los sermones tras escucharlos y que piensan que, si pueden citar algunas frases de la doctrina, es porque han entendido la verdad. ¿No es esta una forma errónea de pensar? Una persona así dice: “Soy capaz de comprender la verdad, tengo entendimiento espiritual, puedo comprender cada aspecto de la palabra de Dios y de aquello que he escuchado en los sermones. Esto significa que poseo la realidad-verdad”. Ignora el hecho de que la palabra de Dios es la verdad, de que es lo que hace a la vida de una persona, de que no solo es necesario poner en práctica la verdad, sino también aplicarla a la resolución de cualquier problema o dificultad que le pueda surgir a una persona. Al ser incapaz de aceptar la verdad, alguien así siempre trata de justificar su comportamiento cuando se rebela contra Dios. Inconsciente de que esto es rebelarse contra Dios, le resulta imposible buscar la verdad para resolver el problema de su propia rebeldía. En ese caso, ¿sabéis cómo hacen las personas de este tipo para encontrar una solución a sus dificultades? Tras escuchar la palabra de Dios, una persona que no toma Su palabra como principio-verdad pensará: “¿Estoy siendo rebelde en realidad? Esto es bastante perdonable dadas las circunstancias. Cualquiera pensaría así, es solo una manera de pensar y no cuenta como rebelión. Estaré bien si no vuelvo a pensar de esta manera la próxima vez, seré amable y sumiso”. Luego, continúa reflexionando: “Si puedo ser sumiso, significa que todavía soy alguien que ama a Dios, alguien en quien Dios se deleita”. Y así, de esta forma, se exime a sí mismo. No disecciona por qué es capaz de rebelarse contra Dios o la fuente de su rebelión, no busca más conocerse a sí mismo en relación con este asunto, y por más rebelión que albergue, no reflexiona sobre sí mismo. Es alguien que no persigue la verdad. Dado que una persona así no considera la verdad como vida, sin importar lo que haga o qué rebelión o corrupción revele, no hace ningún intento por estar a la altura o por encontrar una correlación con la verdad y aprender una lección. Esto es suficiente para confirmar que no ama ni persigue la verdad. Al enfrentarse a un problema, nunca se examina, nunca intenta alcanzar la verdad ni encontrar una correlación con ella. ¿No es igual que un no creyente? Independientemente de los años que lleve como creyente, no ha tenido ni la más mínima entrada en la vida. Todo lo que hace es observar unos pocos preceptos e intentar llevar a cabo aun menos acciones malvadas. ¿Cómo puede considerarse esto practicar la verdad? ¿Cómo puede ganarse la aprobación de Dios con esta forma de creer en Él? Una gran cantidad de gente profesa la fe en Dios por más de diez o veinte años y puede citar un montón de palabras y doctrinas. Al escucharlos, alguien que recién ha empezado a creer podría quedar fuertemente impresionado, pero, aun así, ellos no tienen ni una pizca de la realidad-verdad y no son capaces de compartir ningún testimonio vivencial genuino. ¿Cómo se ha llegado a esto? No tener ni un ápice de testimonio vivencial genuino se convierte en un problema. Significa no tener nada de entrada en la vida. Cuando otros le hablan sobre la verdad, esa persona dice: “Déjalo, entiendo todo y he captado todas las doctrinas”. ¿En qué se basa para decir eso? ¿Y por qué es incorrecto que lo diga? ¿Por qué solo puede captar doctrinas al escuchar los sermones y leer la palabra de Dios, en lugar de captar la verdad? Sabe hablar de la doctrina, pero no sabe cómo experimentar la palabra de Dios. En consecuencia, independientemente de la cantidad de años que lleve como creyente, es incapaz de resolver un solo problema. ¿Cómo se ha llegado a esto? (No acepta la verdad). Eso es. Se debe a que no acepta la verdad. Es igual que un médico, que trata regularmente las enfermedades de sus pacientes, les receta medicamentos y los opera; puede comprender cada uno de los aspectos de la doctrina que subyacen a la práctica médica y, aun así, al ser diagnosticado con cáncer, dirá: “Nadie será capaz de curar mi enfermedad”. Cuando alguien le diga: “¡Debes realizarte quimioterapia! ¡Debes operarte!”, responderá: “No necesitas decírmelo, sé todo al respecto”. Pero, si a pesar de saber todo, no toma ninguna medida para curar su propia enfermedad, ¿podría recuperarse? El hecho de ser médico no lo beneficiará en absoluto. Alguien que entiende todos los aspectos de la doctrina y, pese a eso no la pone en práctica, conforma el segundo tipo de persona. En apariencia, una persona de este tipo da la impresión de aceptar la poda, de escuchar los sermones, participar regularmente en las reuniones y ser entusiasta respecto a la realización de su trabajo y de su deber, soportar dificultades y esforzarse. Pero hay un aspecto en el que una persona como esa no está a la altura, y se trata de un fallo de carácter sumamente letal: nunca toma lo que oye en los sermones ni la palabra de Dios como la verdad que debe ponerse en práctica. Esto quiere decir que no acepta la verdad. ¿Cuál es el problema fundamental de una persona que no acepta la verdad? (Que no ama la verdad). Alguien que no ama la verdad, ¿qué perspectiva, qué actitud tiene hacia Dios? ¿Por qué una persona así no ama la verdad? La razón principal es que no considera que la verdad sea verdad. Desde su punto de vista, la verdad no es más que buena doctrina. ¿Sabe una persona de este tipo cómo discernir las herejías y falacias de Satanás en sus múltiples formas? Por supuesto que no, porque todas ellas parecen buena doctrina a ojos de los seres humanos. Incluso una persona malvada, al cometer actos malvados, busca motivos que suenen bien para desorientar a otros, de manera que lo apoyen, lo aprueben y piensen que está en lo cierto. Sería demasiado absurdo que alguien que cree en Dios considere que la verdad es solo buena doctrina. A una persona así no solamente le faltaría capacidad de comprensión, sino que también sería fácil que otros la desorientaran y sirviera como herramienta de Satanás. Por ese motivo, Yo afirmo que cualquiera que carezca de la capacidad de comprender la verdad es una persona sin entendimiento espiritual. Piensa que comprender la verdad quiere decir entender la doctrina y que, mientras uno sepa cómo soltar doctrinas, significa que ha entendido la verdad. Este tipo de persona con toda seguridad no sabrá cómo poner en práctica la verdad, ni tampoco será capaz de captar lo que se entiende por un principio. Lo único que puede hacer es tratar de observar los preceptos conforme a su propia comprensión de la doctrina. Tras muchos años de creer en Dios y haber llegado a entender bastante de la doctrina, observará algunos preceptos más y realizará unas cuantas buenas obras adicionales, y tal vez haga algún que otro sacrificio, soportando numerosas adversidades sin protestar. Considerará que hacer tales cosas es practicar la palabra de Dios, practicar la verdad. En realidad, no importa cuánto parezca que uno sigue externamente los preceptos, ni cuánto sufra y pague uno un precio sin quejarse, nada de eso significa que practique la verdad, mucho menos que se someta a Dios.

A fin de cuentas, ¿cuál es el criterio para practicar la verdad? ¿Cómo evaluar si la estás practicando o no? Al fin y al cabo, ¿eres alguien que escucha y acepta la palabra de Dios? ¿Cómo observa esto Dios? Él se fija en lo siguiente: al profesar tu fe en Dios y escuchar los sermones, ¿has tomado tu estado interior incorrecto, tu rebelión contra Dios y todas las distintas formas de tu carácter corrupto y los has sustituido por la verdad? ¿Has cambiado? ¿Lo has hecho únicamente en tu conducta y tus actos externos o tu carácter-vida ha experimentado un cambio? Dios te evalúa en base a estas consideraciones. Tras haber escuchado sermones y comido y bebido la palabra de Dios durante tantos años, ¿los cambios en tu interior son superficiales o de naturaleza esencial? ¿Ha cambiado tu carácter? ¿Ha menguado tu rebeldía contra Dios? Si te enfrentas a un problema y se revela tu rebeldía, ¿eres capaz de hacer introspección? ¿Eres capaz de mostrar sumisión a Dios? ¿Ha experimentado algún cambio tu actitud frente a tu deber y a la comisión que Dios te ha encomendado? ¿Se ha incrementado tu lealtad? ¿Hay aún impurezas en tu interior? En cuanto a las intenciones, ambiciones, apetitos y planes que albergas como individuo, ¿acaso se han purificado todas esas cosas durante el tiempo que llevas escuchando sermones? Todos esos son criterios de evaluación. Además de todo lo anterior, ¿cuántas de tus nociones e ideas erróneas acerca de Dios se han eliminado? ¿Todavía te aferras a esas nociones, figuraciones y conclusiones vagas que tenías antes? ¿Sigues albergando quejas, resistencia o emociones negativas hacia las pruebas y los refinamientos? Si aún no has abordado realmente estos elementos negativos y todavía no has experimentado ningún cambio real, eso no hace sino corroborar un hecho: que no eres una persona que practica la verdad. De la misma forma, cuando una semilla, una vez sembrada en la tierra, se riega y fertiliza pero no acaba de germinar pasados muchos días, eso demuestra que la semilla no tiene vida. Por ejemplo, hay algunas personas que creen en Dios porque anteriormente fueron siempre acosadas, excluidas y despreciadas, y ahora creen en Él para poder mantener la cabeza bien alta en el futuro. Tras profesar su fe durante un tiempo, una persona así continúa albergando esta intención mientras cumple su deber y se entrega, y sigue esforzándose cada vez con más energía hasta que termina por convertirse en un líder en la iglesia, tras lo cual siente que puede tener la cabeza bien alta. Por dentro, su intención sigue sin resolver, lo que suscita la siguiente reflexión: “Si me convirtiera en un líder más importante todavía, ¿acaso eso no me permitiría alzar aún más la cabeza? ¡Creer en Dios es el camino a seguir!”. Su llegada a la casa de Dios tenía como finalidad única obtener estatus para poder mantener bien alta la cabeza, y esa intención permanece aún sin resolver. Ha trabajado, escuchado sermones y comido y bebido la palabra de Dios durante muchos años, pero no ha sido capaz de abordar este problema concreto. ¿Acaso esa forma de creer en Dios no equivale a desatender las tareas que le corresponden? Uno escucha sermones y lee la palabra de Dios para obtener la verdad y la vida, pero él ha profesado su fe durante muchos años sin alcanzar ningún aspecto de la verdad ni la vida. He aquí un problema digno de consideración. Hay personas que, aunque no sepan cómo hablar sobre la verdad o dar testimonio de Dios, de todos modos cuentan con cierta experiencia real. Cuando se enfrentan a la poda, son capaces de hacer introspección, y además pueden aceptar la verdad para, a continuación, llevar a cabo auténticos cambios que les permitan reformarse. Esto demuestra que esa gente tiene fe verdadera. Por mucho sufrimiento e infortunio que se abata sobre ellos, no reculan, sino que su corazón amante de Dios se vuelve cada vez más real. Al gestionar las cosas, ahora se atienen a los principios, la corrupción que revelan se ha reducido en gran medida y tienen un mayor sentido de la responsabilidad al cumplir su deber. ¿Puede afirmarse que esta clase de persona no comprende la verdad? A juzgar por los cambios que se han producido en su interior, esa persona está viviendo de veras la realidad de la verdad. Tan solo al obrar de esa forma se ha imbuido de la palabra de Dios hasta lo más profundo de su corazón. Aunque no tenga el don de la palabra, sabe practicar la verdad, y además se atiene a los principios al ocuparse de los asuntos, hace todo lo posible por alcanzar metas concretas y soporta dificultades de todo tipo sin emitir una sola queja. Esta es la prueba de que la palabra de Dios obra en su interior, está surtiendo efecto y empezando a convertirse en su vida.

Hace un instante hablábamos de dos tipos de personas. El primero presenta una conducta simple: cuando oye la palabra de Dios, es capaz de ponerla en práctica. El segundo, tras haber escuchado mucho la palabra de Dios, la pone en práctica, pero no del todo. En su mente, se imagina que la practica, porque ha renunciado a su familia y su ocupación y se ha entregado por completo. Hay incluso algunos que entregan su vida entera a Dios, escogiendo la senda del celibato, rechazando la búsqueda de la riqueza y entregándose por completo, pero sin que cambie nunca su estado interior. Sus quejas, malentendidos, nociones y figuraciones con respecto a Dios, así como su carácter arrogante y su conducta despótica y arbitraria, todo ello permanece siempre sin cambios, y continúan viviendo conforme a la filosofía satánica, sin distinguirse apenas de los no creyentes. Este tipo de persona tan solo habla de boquilla cuando dice que cree en Dios, y la mínima diferencia positiva con los no creyentes es que no comete actos de gran maldad. Por fuera, una persona así parece buena. No obstante, no persigue la verdad, y por mucho que escuche los sermones, no realiza cambios en su carácter-vida. ¿Qué hace este tipo de persona con la palabra de Dios? La toma como buena doctrina. Considera que la palabra de Dios es la verdad, pero lo que para ella es la verdad es en realidad doctrina, es decir, algo de naturaleza doctrinal, algo no demasiado malo. Es capaz de observar unos cuantos preceptos, pero su carácter-vida no varía lo más mínimo. Así son las personas del segundo tipo.

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