El autoconocimiento es lo único que ayuda a perseguir la verdad (Parte 2)
¿Cuáles son las condiciones para ser salvado? En primer lugar, uno ha de comprender la verdad y aceptar de buena gana el juicio y el castigo de Dios. Luego, se ha de tener la voluntad de cooperar, ser capaz de rebelarse contra uno mismo y estar dispuesto a desprenderse de los propios deseos egoístas. ¿Qué incluyen estos? El prestigio, la posición social, la vanidad, varios aspectos de los intereses propios, así como los planes personales, anhelos, perspectivas, destinos —ya sean a corto plazo o de futuro—, todo ello se incluye aquí. Si puedes buscar la verdad para resolver esas actitudes corruptas e ir realizando progresos en cada una de ellas, de manera que las vayas abandonando poco a poco, te será cada vez más fácil practicar la verdad y alcanzarás un estado de sumisión a Dios. Tu estatura crecerá gradualmente. Una vez que comprendas la verdad y seas capaz de detectar esos deseos egoístas y renunciar a ellos poco a poco, tu carácter cambiará. ¿Qué nivel de cambio habéis conseguido ya? Según Mis observaciones, por lo que respecta a esas realidades-verdad de los cambios en el carácter, básicamente aún no habéis entrado en ellas. Así que ¿cuál es vuestra estatura actual y en qué estado os encontráis? La mayoría estáis estancados en el nivel correspondiente al desempeño del deber y os dilatáis en esa etapa: “¿Debería cumplir mi deber o no? ¿Cómo puedo llevarlo a cabo bien? ¿Lo ejecuto de forma superficial?”. A veces, cuando tu desempeño del deber sea especialmente superficial, sentirás un reproche en el corazón. Te sentirás como si estuvieras en deuda con Dios, que le has decepcionado, incluso te lamentarás y le expresarás tu deseo de cumplir correctamente tus deberes para corresponder a Su amor. Pero, dos días después, volverás a mostrarte negativo y ya no querrás llevar a cabo tus deberes. Nunca lograrás superar esa etapa. ¿Es eso tener estatura? (No). Cuando ya no necesitéis las enseñanzas sobre cómo cumplir fielmente vuestros deberes, sobre la necesidad de llevarlos a cabo con todo vuestro corazón y mente, así como de someteros a las orquestaciones y disposiciones de Dios, y podáis asumir vuestros deberes como una misión propia y hacerlos bien sin exigencias, quejas ni elecciones propias, habréis alcanzado cierta estatura. Siempre vamos a necesitar hablar sobre cómo llevar a cabo bien los deberes propios. ¿Por qué debemos seguir hablando de ello? Porque la gente no sabe cómo cumplir sus deberes y es incapaz de entender los principios; no han comprendido del todo las diversas verdades sobre el cumplimiento de los deberes, así como tampoco han comprendido la verdad ni entrado en la realidad. Algunas personas solo entienden algunas doctrinas, pero no están dispuestas a practicarlas ni a entrar en ellas, ni a soportar el sufrimiento y el cansancio, siempre ávidas de comodidades carnales, poseedoras aún de demasiadas decisiones propias, incapaces de desprenderse y sin confiarse por entero a las manos de Dios. Aún tienen exigencias y planes propios; sus deseos personales, sus ideas y sus perspectivas aún las dominan y pueden controlarlas: “Si llevo a cabo este deber, ¿tendré buenas oportunidades por delante? ¿Me servirá esto para adquirir alguna destreza? ¿En el futuro conseguiré algo en la casa de Dios?”. Están siempre sopesando estas cuestiones y les desagrada desempeñar deberes que resultan duros, cansados o que carecen de encanto, y con el tiempo se sienten incómodas y se convierten en personas negativas que aún necesitan enseñanza de la verdad y trabajo ideológico. Eso es una falta de estatura. ¿Implica un cambio en el carácter? Aún es muy pronto para eso. Una vez que comprendáis los principios-verdad requeridos para cumplir vuestros deberes, tras superar este escollo, seréis capaces de lograr un desempeño adecuado del deber. Avanzar conllevará entonces cambios en el carácter.
Ahora bien, tanto para cumplir el deber como para servir a Dios es necesario hacer un ejercicio frecuente de introspección. Sean cuales sean las opiniones erróneas o las actitudes corruptas que uno revele, ha de buscar la verdad para enmendarlas. Solo así podrá llevar a cabo satisfactoriamente su deber y recibir la aprobación de Dios. Uno tiene que ser capaz de discernir sus actitudes corruptas, o de lo contrario no podrá corregirlas. Algunas personas no saben ver qué corresponde a un carácter corrupto y qué no. Por ejemplo, lo que les gusta comer o vestir, el estilo de vida que llevan, así como la herencia de sus antepasados y los conceptos tradicionales: algunos de ellos son producto de la influencia de las costumbres y la cultura tradicional; otros, de la educación y la herencia familiar, y otros de la falta de conocimiento y perspicacia. Estos son problemas sin importancia que no tienen nada que ver con la bondad o la maldad de la humanidad de la persona, y algunos pueden solucionarse mediante el aprendizaje y la adquisición de conocimiento. Sin embargo, los conceptos o puntos de vista erróneos con respecto a Dios, o el problema de un carácter corrupto, han de resolverse buscando la verdad y no pueden cambiarse mediante la educación humana. En cualquier caso, vengan de donde vengan tus conceptos y tus ideas, si no se ajustan a la verdad has de renunciar a ellos y buscar la verdad para enmendarlos. Todos los problemas de uno pueden resolverse de esta manera. Si se comprende la verdad, pueden resolverse indirectamente muchas cuestiones que no parecen estar relacionadas con ella. No son solo los problemas concernientes a un carácter corrupto los que pueden resolverse con la verdad, sino también aquellos que no le conciernen, como ciertos comportamientos, ideas, métodos y hábitos humanos; estos solo pueden enmendarse a conciencia mediante la verdad. La verdad no solo puede remediar las actitudes corruptas de las personas; puede servir también como objetivo vital, fundamento de vida y principio para vivir, y puede solucionar todos los problemas y dificultades de la persona. Esto es absolutamente cierto. ¿Cuál es la clave ahora? Es ver que el origen de muchos problemas está directamente relacionado con el hecho de no comprender la verdad. Muchas personas no saben cómo obrar cuando les ocurre algo y eso es porque no entienden la verdad. La gente no percibe la esencia y la raíz de muchísimas cosas y esto se debe también a que no entienden la verdad. Pero, sin entenderla, ¿cómo pueden seguir hablando con tanta elocuencia? (Todo son palabras y doctrinas). Este es un problema que tiene que resolverse. Hay que pronunciar menos palabras vacías, recitar menos doctrinas y gritar menos consignas; hay que hablar con más sentido práctico, practicar más la verdad, hablar más de autoconocimiento y autodisección, y procurar que los demás oigan palabras que les resulten edificantes y beneficiosas. Solo quien haga esto posee la realidad-verdad. No sueltes doctrinas ni pronuncies palabras vacías, no pronuncies palabras falsas e hipócritas ni palabras que no sean edificantes. ¿Cómo puede evitarse esta clase de discurso? Primero tienes que percibir y reconocer lo feas, estúpidas y absurdas que son estas cosas, entonces serás capaz de rebelarte contra la carne. Además, también tienes que estar dotado de razón. Cuanto mayor sea la razón de la que están dotadas las personas, con mayor precisión y propiedad hablarán, más madura será su humanidad, más prácticas llegarán a ser sus palabras y menos tonterías dirán. Y en su corazón detestarán esas palabras vacías, exageraciones y falsedades. Algunas personas son demasiado vanidosas y siempre andan diciendo cosas bonitas para disimular, porque quieren adquirir prestigio en el corazón de los demás y ganarse su estima, les hacen pensar que creen bien en Dios, que son buenas personas y que son especialmente dignos de admiración. Siempre tienen esta intención de disfrazarse; están dominadas por un carácter corrupto. Las personas tienen actitudes corruptas, lo cual constituye la raíz de las malas obras del hombre para oponerse a Dios, el problema más difícil de resolver. A menos que el Espíritu Santo actúe y Dios mismo haga a alguien perfecto, su carácter corrupto no podrá purificarse ni se logrará un cambio en sus actitudes. Por lo demás, no hay forma de que una persona lo resuelva. Si eres alguien que persigue la verdad, deberás reflexionar y comprender tu carácter corrupto conforme a las palabras de Dios, compararte con cada frase de las palabras de revelación y juicio de Dios, y poco a poco desenterrar todos tus estados y actitudes corruptos. Empieza ahondando en las intenciones y el propósito de tus palabras y acciones, disecciona y discierne cada palabra que pronuncies y no pases por alto nada de lo que exista en tus pensamientos y en tu mente. De este modo, mediante un incremento progresivo de la disección y el discernimiento, descubrirás que tus actitudes corruptas no son pocas, sino muy abundantes, y que los venenos de Satanás no son limitados, sino harto numerosos. Así, de forma gradual, irás viendo con claridad tus actitudes corruptas y tu esencia-naturaleza, y te darás cuenta de lo profundamente que te ha corrompido Satanás. En este momento percibirás hasta qué punto es sumamente preciosa la palabra expresada por Dios. Puede solucionar los problemas de la naturaleza y el carácter de la humanidad corrupta. Esta medicina que Dios ha preparado para las personas corruptas con el fin de salvar a la humanidad tiene una eficacia increíble, es incluso más valiosa que cualquier elixir. Por lo tanto, para recibir la salvación de Dios, tienes que perseguir la verdad por voluntad propia, ir apreciando más y más cada uno de sus aspectos, perseguirla con una energía siempre creciente. Cuando uno alberga este sentimiento en el corazón, significa que ya ha logrado cierta comprensión de la verdad y que ya se ha afianzado en el camino verdadero. Si puede experimentarlo más a fondo y amar verdaderamente a Dios desde el corazón, su carácter-vida empezará a transformarse.
Resulta fácil hacer algunos cambios de comportamiento, pero cambiar el carácter-vida es más complicado. Para enmendar un carácter corrupto, uno debe empezar por conocerse a sí mismo. Requiere atención, concentrarse en examinar poco a poco los estados y las intenciones de uno mismo, examinar constantemente los propósitos y la manera habitual de hablar. Y entonces, un día se produce una comprensión repentina: “Siempre digo cosas bonitas para disimular, esperando ganar prestigio en el corazón de los demás. Es un carácter perverso. No es la revelación de una humanidad normal y no se ajusta a la verdad. Esta manera perversa de hablar y mis intenciones están mal, y tengo que cambiarlas y deshacerme de ellas”. Después de experimentar esta revelación, percibirás cada vez con mayor claridad la suma gravedad de tu carácter perverso. Creías que la perversidad tan solo implicaba la existencia de un poco de lujuria entre un hombre y una mujer y suponías que aunque la manifestaras en este aspecto, no eras una persona con un carácter perverso. Esto indica que carecías de comprensión; parecía que conocías el significado superficial de la palabra “perverso”, pero no reconocías ni discernías realmente un carácter de este tipo; y, de hecho, sigues sin entender qué significa esta palabra. Cuando te das cuenta de que has revelado esta clase de carácter, empiezas a mirar en tu interior y a reconocerlo, ahondas en su origen, y entonces comprobarás que en realidad tienes ese carácter. ¿Qué tendrías que hacer luego? Deberías examinar constantemente tus intenciones en tu misma forma de hablar. Mediante esta indagación continua, identificarás cada vez con mayor certeza y precisión que, en efecto, posees esta clase de carácter y de esencia. Solo el día que admitas que realmente tienes un carácter perverso, comenzarás a desarrollar el odio y la aversión hacia él. Uno pasa de considerarse una buena persona, de conducta recta, con sentido de la rectitud, una persona de integridad moral, una persona inocente, a reconocer que posee esencias-naturaleza como arrogancia, intransigencia, falsedad, perversidad y aversión a la verdad. En ese momento, se habrá evaluado fielmente a sí mismo y sabrá qué es realmente. Una simple admisión verbal o una identificación superficial de que se tienen estas manifestaciones y estados no producirá un odio genuino. Solo admitiendo que la esencia de estas actitudes corruptas corresponde a la fealdad de Satanás puede uno llegar a odiarse a sí mismo. ¿Qué clase de humanidad se necesita para conocerse a uno mismo hasta el punto de odiarse? Uno debe amar las cosas positivas, amar la verdad, amar la justicia y la rectitud, tener conciencia y conocimiento, un corazón bondadoso, y ser capaz de aceptar y practicar la verdad; todas las personas así pueden llegar a conocerse y a odiarse realmente a sí mismas. Quienes no aman la verdad y tienen dificultades para aceptarla nunca lo conseguirán. Y aunque de boquilla hablen de conocerse a sí mismos, no lograrán poner en práctica la verdad y no experimentarán ningún cambio auténtico. Conocerse a sí mismo es la tarea más difícil. Por ejemplo, quizá haya personas de bajo calibre que piensen: “Tengo unas aptitudes pobres. Soy tímido por naturaleza y me asusta involucrarme. Quizá sea incluso la persona más ingenua y cobarde del mundo. Así que eso me convierte en el destinatario más digno de la salvación de Dios”. ¿Es esto verdadero autoconocimiento? Estas son las palabras de alguien que no entiende la verdad. ¿Acaso tener una aptitud deficiente implica automáticamente no tener un carácter corrupto? ¿Es que los cobardes no tienen actitudes corruptas? ¿No han sido también corrompidos por Satanás? De hecho, en tales individuos existen actitudes igual de perversas y arrogantes. Y lo que es más, están profundamente ocultas, más arraigadas que en una persona normal y corriente. ¿Por qué digo que están profundamente ocultas? (Porque siempre se consideran buenas personas). Exacto. Están engañados y desorientados por esta ilusión, por lo que les es imposible aceptar la verdad. Se creen que son buenos y que no necesitan el juicio y la purificación de Dios. Todas esas palabras que Dios dice acerca de juzgar a la gente y desenmascarar su corrupción van dirigidas a otros, a esas personas competentes que tienen un carácter arrogante, a esas personas malvadas, a quienes causan desorientación: los falsos líderes y los anticristos; pero no van dirigidas a personas como ellos. Ellos ya son buenos; tienen las manos limpias y son tan puros como la nieve recién caída, libres de toda mácula. Definiéndose de esta forma, ¿acaso es posible que lleguen a conocerse a sí mismos? (No). No pueden conocerse a sí mismos y, desde luego, no comprenden la verdad. Es imposible que entiendan verdades como la razón por la que Dios juzga y castiga a las personas, la manera en que Él las salva o la manera de purificar un carácter corrupto. Una persona que no se conoce a sí misma ni una pizca no entiende ninguna verdad en absoluto. Los puntos de vista erróneos que revelan estas personas bastan para mostrar que son gente ridícula y absurda. Tienen una comprensión insensata e imponen sus propias creencias a Dios; esto también es un carácter de perversidad. Esta clase de carácter no solo se pone de manifiesto en la conducta entre un hombre y una mujer; un poco de lujuria no debería etiquetarse como perversidad de carácter. Pero si los apetitos lujuriosos son demasiado fuertes y uno se entrega a la promiscuidad o a la homosexualidad continuada, eso es perverso. Algunas personas no saben distinguir una cosa de la otra y siempre están etiquetando los apetitos lujuriosos como perversidad y explicando la perversidad en términos de lujuria; carecen de discernimiento. Un carácter perverso es el más difícil de reconocer. Todos los actos de un individuo demasiado embustero y siniestro serán perversos. Hay personas, por ejemplo, que después de mentir piensan para sí: “Si no expongo mi interpretación, ¿quién sabe lo que pensarán de mí los demás? He de abrirme y conversar un poco; una vez que haya expuesto mi interpretación, se acabó. No puedo dejar que los demás conozcan mis verdaderas intenciones y me crean un embustero”. ¿Qué carácter es este? Abrirse con engaños, eso se llama perversidad. Y después de mentir, observarán: “¿Se habrá enterado alguien de que he mentido? ¿Habrá visto alguien mi verdadero rostro?”. Empezarán a sonsacar información a los demás y a sondearlos; esto también es perverso. No resulta fácil detectar un carácter así. Quien hace cosas de una forma especialmente siniestra y fraudulenta, dificultando que los demás vean su interior, es perverso. Quien conspira y maquina para conseguir sus objetivos es perverso. Quien engaña a la gente haciendo cosas malas disfrazadas de buenas obras para que otros los sirvan es el más perverso de todos. El gran dragón rojo es el más perverso; Satanás es el más perverso; esos reyes demoníacos son los más perversos; todos los demonios son perversos.
El camino del cambio empieza cuando se es capaz de reconocer el propio carácter corrupto. Conocerse verdaderamente a uno mismo implica desentrañar y diseccionar a fondo la esencia de su corrupción, así como identificar los diversos estados que surgen de un carácter corrupto. Solo cuando alguien comprenda con claridad sus propias actitudes y estados corruptos, podrá odiar su carne y odiar a Satanás, lo cual dará lugar, solo entonces, al cambio de carácter. Si uno no logra reconocer estos estados y falla a la hora de establecer conexiones y relacionarlos consigo mismo, ¿puede cambiar su carácter? No puede. El cambio de carácter requiere que uno identifique los distintos estados que produce su carácter corrupto; se ha de alcanzar un punto en el que uno no se vea constreñido por ese carácter para poner la verdad en práctica; solo entonces empezará a cambiarlo. Si uno no puede reconocer el origen de sus estados corruptos y se contiene a sí mismo solo de acuerdo a las palabras y doctrinas que comprende, entonces no puede hablarse de una transformación de carácter, aunque tenga buen comportamiento y haya cambiado un poco por fuera. Puesto que no puede considerarse una transformación de carácter, ¿cuál es entonces el papel que la mayoría de la gente desempeña mientras lleva a cabo su deber? Es el papel de trabajador; se limitan a esforzarse y mantenerse atareados. A pesar de cumplir con su deber, la mayor parte del tiempo se centran únicamente en hacer las cosas; no en buscar la verdad, sino solo en realizar el trabajo. A veces, cuando están animados, le ponen más ganas; otras veces, cuando están de mal humor, aflojan un poco. Pero después, al examinarse a sí mismos, sienten remordimientos y vuelven a esforzarse, creyendo que eso es arrepentirse. En realidad, no se trata de un cambio real ni es un verdadero arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento empieza por conocerse a uno mismo; empieza con un viraje en la conducta. Una vez que este se produce y pueden rebelarse contra la carne, poner la verdad en práctica y, en términos de comportamiento, parecer alineados con los principios, significa que ha habido un arrepentimiento auténtico. Entonces, poco a poco, alcanzan el punto de ser capaces de hablar y actuar según los principios, ajustándose por completo a la verdad. Aquí es cuando comienza el cambio en el carácter-vida. ¿Qué etapa habéis alcanzado hasta ahora en vuestra experiencia? (Yo tengo una buena conducta en la superficie). Esto aún pertenece al período del esfuerzo. Algunas personas se esfuerzan un poco y ya piensan que han hecho una contribución y que merecen la bendición de Dios. Para sus adentros siempre elucubran: “¿Qué piensa Dios de esto? Como he trabajado tanto y aguantado tantas penurias, ¿puedo entrar en el reino de los cielos?”. Siempre intentan llegar al fondo de las cosas, ¿qué clase de carácter es este? Es falso, perverso y arrogante. Es más, esperar obtener un beneficio por hacer un esfuerzo mientras que, al mismo tiempo, se cree en Dios sin aceptar ni una pizca de la verdad; ¿no denota un carácter intransigente? No renunciar nunca a los beneficios del estatus; ¿no es también intransigencia? Siempre están preocupados: “¿Se acordará Dios de que sufrí penurias mientras llevaba a cabo este deber? ¿Me recompensará de alguna forma?”. No dejan de hacer estos cálculos en su mente. Por fuera parece que estén haciendo un trato, pero en realidad aquí intervienen varios tipos de actitudes corruptas. Siempre quieren cerrar un trato con Dios, siempre esperan obtener un beneficio por creer en Dios, siempre desean sacar ventaja y no sufrir pérdidas, siempre envueltos en métodos deshonestos y turbios: dominados por un carácter perverso. Cada vez que una persona así se esfuerza en cumplir con su deber, quiere saber: “¿Seré recompensado por todo el esfuerzo que estoy haciendo? ¿Podré entrar en el reino de los cielos después de sufrir tanto por creer en Dios? ¿Me aprobará por abandonarlo todo para cumplir con mi deber? ¿Me acepta Dios o no?”. Rumian estas cuestiones a todas horas. El día que no logran hallar una respuesta, se sienten intranquilos, poco dispuestos a hacer sus deberes o pagar un precio, y aún menos dispuestos a perseguir la verdad. Siempre constreñidos y atados por estas cuestiones, carecen de una fe verdadera. No creen que las promesas de Dios sean reales. No creen que perseguir la verdad vaya a procurarles la bendición de Dios con seguridad. En su corazón le tienen aversión a la verdad. Aun cuando quisieran perseguirla, carecen de la energía para ello, por lo que no tienen el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo y no pueden comprender la verdad. Estas personas, con frecuencia, encuentran problemas en el ejercicio de su deber y a menudo son negativas y débiles. Refunfuñan y se quejan de las dificultades y, cuando les sobreviene una catástrofe o son detenidas, determinan que Dios ni las protege ni las quiere, y se entregan a la desesperación. ¿Qué carácter es este? ¿No es crueldad? ¿Qué harán estas personas cuando estén resentidas? Sin duda, tendrán una actitud perezosa y negativa; se darán por vencidas, desesperadas. Y con frecuencia acusarán a líderes y obreros de ser falsos líderes y anticristos. Quizá hasta se quejen directamente de Dios y emitan juicios sobre Él. ¿Qué es lo que provoca estas cosas? Están bajo el control de un carácter desalmado. Creen, según los puntos de vista laicos y la lógica satanista, que cada inversión ha de tener un beneficio. Sin esta recompensa, no invertirán más. Tienen una mentalidad vengativa y buscan desatender sus responsabilidades, rechazar sus deberes y exigir una recompensa. ¿No es esto una actitud desalmada? ¿En qué sentido se asemeja a Pablo? (Pablo creía que cuando hubiera acabado la carrera y peleado una buena batalla, le esperaba una corona de justicia). Exacto, en eso coinciden con Pablo. Y vosotros, ¿exhibís alguna de las manifestaciones de Pablo? ¿Hacéis comparaciones de este tipo? Si no os identificáis con las palabras de Dios, no podréis conoceros a vosotros mismos. Solo reconociendo la esencia de vuestro carácter corrupto podréis conoceros verdaderamente. Reconocer solo los aciertos y los errores superficiales, o simplemente admitir que sois un demonio o Satanás, resulta demasiado genérico e insustancial. Se trata de una profundidad fingida, un disfraz, un fraude. Hablar de conocerse a uno mismo de esa forma constituye una falsa espiritualidad, supone una desorientación.
¿Os habéis fijado alguna vez en la forma en que los individuos falsos tratan de alcanzar el autoconocimiento? Intentan hacer una montaña de un grano de arena, dicen que son un diablo y Satanás, y hasta se maldicen a sí mismos; y, sin embargo, no mencionan los actos malvados y diabólicos que han cometido, ni diseccionan la inmundicia y la corrupción que habitan en su corazón. Se limitan a decir que son un diablo y Satanás, que se han opuesto y rebelado contra Dios, emplean muchas palabras vacías y declaraciones grandilocuentes para condenarse a sí mismos, de ese modo consiguen que los demás piensen: “Esta persona sí que se conoce de verdad; qué comprensión tan profunda tiene de sí misma”. Dejan que los demás vean lo espirituales que son y así consiguen que todos los envidien por perseguir la verdad. Pero después de varios años de conocerse a sí mismos de esta manera, aún no han mostrado un arrepentimiento sincero y no se los ve en situaciones en las que pongan realmente en práctica la verdad o hagan cosas conforme a los principios. No se ha producido ni un solo cambio en su carácter-vida, lo cual pone en evidencia el problema: esto no es tener un verdadero autoconocimiento. Se trata de un disfraz, un fraude, y estas personas son unas hipócritas. Por mucho que alguien hable de autoconocimiento, no hay que concentrarse en lo bonitas que suenen sus palabras ni en lo profundo que sea su conocimiento. ¿Cuál es la clave para observarlos? Hay que fijarse en qué cantidad de verdad logran poner en práctica, así como en si se adhieren a los principios-verdad para defender la obra de la iglesia. Estos dos indicadores bastan para advertir si alguien ha experimentado una transformación auténtica. Este es el principio para evaluar y discernir a las personas. No escuchéis las cosas bonitas que salen de su boca; observad sus actos reales. Hay quienes, cuando hablan del autoconocimiento, de cara a los demás aparentan tomárselo en serio. Expresan a otros cualquier idea equivocada o pensamiento erróneo que tengan, se abren y se ponen al descubierto ante los demás, pero al acabar de hablar no están verdaderamente arrepentidos. Cuando les ocurre algo, siguen sin practicar la verdad, sin adherirse a los principios, sin defender la obra de la iglesia y sin exhibir ninguna transformación. Este tipo de autoconocimiento, de apertura y charla carece de sentido. Las personas de esta clase quizá piensen que conocerse a sí mismas de esta forma implica que se han arrepentido de verdad y que están practicando la verdad, pero, al final, años después de haber alcanzado dicha comprensión, no se ha producido ningún cambio. ¿Acaso esta forma de conocerse a sí mismas no significa que actúan por inercia, que solo siguen el procedimiento? No existe ningún efecto real; ¿acaso no están simplemente jugando consigo mismas? En una ocasión fui a un sitio y, al llegar, había alguien cortando el césped con una desbrozadora. La máquina hacía un ruido muy fuerte y armaba mucho escándalo. Cada una de las dos o tres veces que fui allí me encontré con la misma situación, conque le pregunté a esa persona: “¿No tenéis un horario fijo para cortar el césped?”. Me respondió: “Ah, es que solo corto la hierba cuando veo que ha venido Dios. Para mí también es molesto”. La gente que no sabe discernir podría oír esto y pensar que el hombre está siendo sincero, que dice lo que se le pasa por la cabeza. Podrían pensar que está admitiendo sus errores y adquiriendo autoconocimiento, y por lo tanto, quedarán desorientados. Pero ¿alguien que entendiera la verdad lo percibiría igual? ¿Cuál es el enfoque acertado en este caso? Quienes no se dejen engañar por esta situación pensarán: “No estás asumiendo tu responsabilidad en el desempeño de tu deber; ¿acaso no lo haces solo por aparentar?”. Pero como el cortador de césped teme que los demás piensen eso, se anticipa y habla así para hacerlos callar. Se trata de una retórica bastante hábil, ¿no es cierto? (Sí). De hecho, hacía tiempo que el hombre había descubierto cómo afrontar esta situación, anticiparse para desorientarte y llevarte a creer que es una persona franca, capaz de hablar abiertamente y de admitir sus errores. Lo que está pensando es: “Entiendo la verdad; no es necesario que me la cuentes. Lo admitiré yo primero. A ver si puedes decir algo en contra de mi ingenioso discurso. Eso haré, sí; ¿qué puedes hacerme?”. ¿Qué actitudes están involucradas aquí? En primer lugar, esa persona lo entiende todo. Cuando comete un error, sabe que tiene que arrepentirse. Esta es la impresión que causa en los demás, emplea disfraces y mentiras para crear una ilusión y granjearse la admiración de la gente. Se trata de un individuo excepcionalmente calculador, sabe hasta qué punto sus palabras desorientarán a los demás y cómo reaccionarán estos. Lo ha evaluado todo de antemano. ¿De qué carácter se trata? Se trata de un carácter perverso. Además, el hecho de que diga estas cosas demuestra que no solo se ha dado cuenta ahora, sino que sabe desde hace tiempo que este tipo de comportamiento es superficial, que no debería actuar así en este momento, que no debería ponerse una careta y que no debería servir solo a su propio orgullo. ¿Por qué lo sigue haciendo, entonces? ¿Esto no es intransigencia? Hay pose, intransigencia y también perversidad. ¿Sabéis discernir a estas personas? Algunas personas solo saben discernir a otros y no a ellas mismas. ¿Por qué? Si uno logra discernirse a sí mismo de verdad, entonces también logrará discernir a los demás. Si solo es capaz de discernir a los demás pero no a sí mismo, eso significa que existe un problema con su carácter y su personalidad. Medir a los demás con la vara de la verdad pero no medirse a uno mismo es impropio de quien ama la verdad, y mucho menos de quien la acepta.
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