Qué significa buscar la verdad (3) Parte 1

Hoy día, quienes cumplen con un deber están cada vez más ocupados. Notan que el tiempo pasa demasiado rápido, que no es suficiente. ¿Por qué? Porque ya comprenden la verdad y tienen conocimiento de muchas materias. El sentido de la responsabilidad pesa cada vez más sobre ellos y cumplen con el deber con creciente tesón, con un trabajo cada vez más minucioso. Por eso les parece que cada vez hay más deberes que cumplir. Por eso están cada vez más ocupados en el deber. Y, aparte, cada día, la mayoría de quienes cumplen con un deber también han de leer las palabras de Dios y compartir la verdad. Deben hacer introspección y, cuando les acontezca un problema, buscar la verdad para resolverlo. Además, deben aprender competencias profesionales. Siempre les parece que no hay tiempo suficiente, que cada día pasa demasiado rápido. Por la noche reflexionan sobre lo que hicieron ese día y, para ellos, lo que hicieron no tuvo mucho valor, no produjo nada bueno. Se sienten muy pequeños de estatura e insuficientes y están deseosos de crecer rápidamente en estatura. Algunos dicen: “¿Cuándo terminará el ajetreo de este trabajo? ¿Cuándo podré sosegar el corazón, leer debidamente las palabras de Dios y dotarme debidamente de la verdad? Es muy limitado lo que aprendo en una o dos reuniones a la semana. Deberíamos reunirnos más y escuchar más sermones; es el único modo de comprender la verdad”. Así, aguardan y anhelan, y en un abrir y cerrar de ojos han pasado tres, cuatro, cinco años y notan que el tiempo pasa demasiado rápido. Algunos no pueden dar mucho testimonio vivencial ni siquiera tras diez años de fe. Se inquietan por temor a ser abandonados y desean a toda prisa dotarse de más verdad. Por eso sienten la presión del tiempo. Hay muchos que piensan de esta forma. Todos aquellos que llevan la carga de un deber y buscan la verdad sienten que el tiempo pasa muy deprisa. Los que no aman la verdad, que codician la comodidad y los placeres, no sienten que el tiempo pase deprisa; algunos hasta se quejan: “¿Cuándo llegará el día de Dios? Siempre están diciendo que Su obra está llegando a su fin; ¿por qué no ha terminado todavía? ¿Cuándo se extenderá la obra de Dios por todo el universo?”. La gente que dice estas cosas siente que el tiempo va muy lento. En el fondo no le interesa la verdad; siempre desea volver al mundo a continuar con su pequeña vida. Este estado en que se halla es, evidentemente, distinto del de las personas que buscan la verdad. Por muy ocupados que estén en el deber quienes buscan la verdad, son capaces, de todos modos, de buscarla para resolver los problemas que les ocurren, de procurar hablar de las cosas que no les quedan claras de los sermones que han oído y de sosegar el corazón diariamente para reflexionar sobre cómo lo hicieron, para luego contemplar las palabras de Dios y mirar videos de testimonios vivenciales. De esto aprenden cosas. Por muy ocupados que estén en el deber, esto no obstaculiza para nada su entrada en la vida, ni tampoco la retrasa. Es natural que practiquen así quienes aman la verdad. Quienes no aman la verdad no la buscan y no están dispuestos a sosegarse ante Dios para hacer introspección y conocerse, independientemente de que estén ocupados con el deber y de los problemas que les sobrevengan. Así pues, estén ocupados u ociosos en el deber, no buscan la verdad. Lo cierto es que si alguien busca de corazón la verdad, la anhela y lleva la carga que supone entrar en la vida y transformar su carácter, se acercará más a Dios en su corazón y le orará por muy ocupado que esté en el deber. Seguro que adquiere cierto esclarecimiento y vivacidad del Espíritu Santo, y su vida se desarrollará sin cesar. Si alguien no ama la verdad y no lleva ninguna carga para entrar en la vida ni para transformar su carácter, o si no le interesan estas cosas, no puede aprender nada. Reflexionar sobre las propias manifestaciones de corrupción es algo que hay que hacer en todo momento y lugar. Por ejemplo, si uno ha manifestado corrupción en el deber, entonces, en su interior, debe orar a Dios, hacer introspección, conocer su carácter corrupto y buscar la verdad para corregirlo. Es un asunto del corazón; no tiene nada que ver con la tarea en cuestión. ¿Es fácil? Depende de si eres o no una persona que busca la verdad. A aquellos que no aman la verdad no les interesan las cuestiones relacionadas con la madurez vital. No piensan en esas cosas. Solo quienes buscan la verdad están dispuestos a aplicarse para madurar en la vida; son los únicos que suelen meditar sobre los problemas que hay realmente y sobre cómo buscar la verdad para resolver esos problemas. De hecho, los procesos de resolución de problemas y de búsqueda de la verdad son los mismos. Si uno se centra constantemente en la búsqueda de la verdad para resolver los problemas en el deber y ha resuelto bastantes problemas a lo largo de varios años practicando así, su cumplimiento del deber está, sin duda, a la altura. Esas personas tienen muchas menos manifestaciones de corrupción y han adquirido mucha experiencia real en el deber. Por tanto, pueden dar testimonio de Dios. ¿Cómo se someten estas personas a la experiencia que empezó cuando asumieron por primera vez su deber hasta que fueron capaces de dar testimonio de Dios? Recurriendo a la búsqueda de la verdad para resolver los problemas. Por eso, por muy ocupados que estén en el deber aquellos que buscan la verdad, la buscarán para resolver los problemas, cumplirán con el deber según los principios y serán capaces de practicar la verdad y de someterse a Dios. Este es el proceso de maduración en la vida, y también el proceso de entrada en la realidad verdad. Algunas personas siempre dicen que están tan ocupadas en el deber que no tienen tiempo de buscar la verdad. Eso no se sostiene. Alguien que busca la verdad, sea cual sea su trabajo, en cuanto detecta un problema, busca la verdad para resolverlo y llega a comprender y alcanzar la verdad. No cabe duda. Hay muchos que piensan que solo es posible comprender la verdad reuniéndose a diario. No podrían estar más equivocados. La verdad no es algo que pueda comprenderse simplemente reuniéndose y escuchando sermones; también hace falta practicar y experimentar las palabras de Dios y, asimismo, es necesario ese proceso de descubrimiento y resolución de problemas. Lo crucial es que deben aprender a buscar la verdad. Los que no aman la verdad no la buscan sean cuales sean los problemas que les sobrevengan; quienes aman la verdad la buscan por muy ocupados que estén en el deber. Por ello, podemos asegurar que esas personas que siempre se quejan de que están tan ocupadas en el deber que no tienen tiempo de reunirse y, en consecuencia, tienen que aplazar su búsqueda de la verdad, no aman la verdad. Son personas con una comprensión absurda que no entienden de cuestiones espirituales. Cuando leen las palabras de Dios o escuchan sermones, ¿por qué no son capaces de practicarlos ni de aplicarlos en el deber? ¿Por qué no pueden aplicar las palabras de Dios en la vida real? Esto basta para demostrar que no aman la verdad, con lo cual, por muchas dificultades que se encuentren en el deber, no la buscan ni la practican. Evidentemente, estas personas son hacedores de servicio. Puede que algunas deseen buscar la verdad, pero tienen muy poca aptitud. Ni siquiera saben organizarse bien en la vida; cuando tienen que hacer dos o tres cosas, no saben cuál hacer primero y cuál al final. Si les acontecen dos o tres problemas, no saben resolverlos. Les da vueltas la cabeza. ¿Pueden acceder estas personas a la verdad? ¿Pueden buscar satisfactoriamente la verdad para resolver problemas? No necesariamente, pues tienen muy poca aptitud. Muchas personas están dispuestas a buscar la verdad, pero, tras haber creído en Dios diez o veinte años, acaban siendo incapaces de dar testimonio vivencial y no han alcanzado verdad alguna. Esto se debe, principalmente, a que tienen muy poca aptitud. Que alguien busque la verdad no depende de lo ocupado que esté en el deber ni del tiempo que tenga; depende de si ama la verdad de corazón. La realidad es que todo el mundo tiene la misma cantidad de tiempo; lo que difiere es a qué lo dedica cada persona. Es posible que cualquiera que diga que no tiene tiempo de buscar la verdad dedique su tiempo a los placeres carnales o esté ocupado en algún proyecto externo. No dedica ese tiempo a buscar la verdad para resolver problemas. Así son las personas negligentes en su búsqueda. Esto demora la gran cuestión de su entrada en la vida.

En las dos últimas reuniones hemos hablado de “qué significa buscar la verdad” y de algunos aspectos concretos que implica este tema. Comencemos repasando lo que tratamos en la última reunión. Fijamos una definición precisa de “qué significa buscar la verdad”, y luego hablamos de algunos problemas y modos concretos en que la gente se comporta y que tienen que ver con lo que significa buscar la verdad. ¿Cuál fue el último punto de lo que hablamos en la última reunión? (Que Dios planteó una pregunta: dado que lo que el hombre tiene por bueno y correcto no es la verdad, ¿por qué sigue afanándose por ello como si lo fuera?). Dado que esas cosas que el hombre tiene por buenas y correctas no son la verdad, ¿por qué las sigue defendiendo como si lo fueran, mientras cree estar buscando la verdad? La última vez hablamos de tres cosas que abordan esta cuestión. Primera: si estas cosas por las que el hombre se afana no son la verdad, ¿por qué sigue practicándolas como si lo fueran? Porque, al hombre, las cosas que considera correctas y buenas le parecen la verdad, así que se afana por ellas como si fueran la verdad. ¿No es una forma clara de expresarlo? (Sí). Entonces, ¿cuál es la respuesta correcta a esta pregunta? Que la gente defiende las cosas que cree buenas y correctas como si fueran la verdad y, con ello, cree estar buscando la verdad. ¿No es esa la respuesta completa? (Sí). Segunda cuestión: ¿por qué el hombre, al defender cosas que cree buenas y correctas como si fueran la verdad, cree estar buscando la verdad? Esto puede responderse del siguiente modo: porque el hombre desea ser bendecido. El hombre va en pos de estas cosas que considera correctas y buenas con deseo y ambición, por lo que cree estar practicando y persiguiendo la verdad. En esencia, es un intento de llegar a un acuerdo con Dios. Tercera cuestión: si una persona tiene una conciencia y razón normales, en aquellos casos en que no comprenda la verdad, instintivamente optará por actuar según su conciencia y razón siguiendo reglamentos, leyes, normas, etc. Podemos afirmar que el hombre defiende instintivamente las cosas que en conciencia considera positivas, constructivas y en consonancia con la humanidad como si fueran la verdad. Esto puede llevarse a cabo dentro de los parámetros de la conciencia y razón del hombre. Hay muchos que pueden entregar su trabajo con normalidad en la casa de Dios; están dispuestos a prestar servicio y a someterse a las disposiciones de la casa de Dios porque tienen una conciencia y razón normales. A fin de recibir bendiciones, hasta sufren y pagan cualquier precio. Por tanto, el hombre también considera práctica y búsqueda de la verdad aquello de lo que él es capaz dentro de los parámetros de su conciencia y razón. Estas son las tres partes principales de la respuesta a esa pregunta. La última vez hablamos de ellas de manera general; hoy vamos a hablar de forma concreta y pormenorizada de los problemas que acarrean estos tres puntos y a analizarlos, además de analizar la forma en que cada elemento difiere de la búsqueda de la verdad o está reñido con ella, para que tengas más claro qué es buscar la verdad y cómo, exactamente, ha de practicarse esa búsqueda. Esto supondrá un mejor aliciente para que la gente practique y busque correctamente las verdades en la vida cotidiana.

Empezaremos hablando del primer punto. Simplemente centraremos nuestra enseñanza del primer punto en las cosas que el hombre considera correctas y buenas según sus nociones. ¿Por qué debe centrarse nuestra enseñanza en eso? ¿Qué problemas conlleva dicha materia? Pensadlo detenidamente primero. ¿Podríais saber exactamente cuáles son si no habláramos debidamente de ellos en las reuniones? ¿Si no habláramos de forma concreta al respecto y solo os guiarais por vuestras reflexiones, o si dedicarais tiempo a experimentarlos y llegarlos a conocer? ¿Sabríais entonces a qué verdades afecta esta materia? ¿Las podríais descubrir por medio de la meditación? (No). Comenzaremos examinando los términos literales de la expresión “las cosas que el hombre considera correctas y buenas según sus nociones” y veremos hasta dónde llega vuestro conocimiento de ella. En primer lugar, ¿qué aborda la parte importante de esta expresión, sobre la cual vamos a hablar? ¿No lo sabéis? ¿Es una expresión abstracta? ¿Tiene algún misterio? (Aborda las nociones y fantasías del hombre). Es una forma general de expresarlo; pon un ejemplo. (El hombre cree, según sus nociones, que, mientras sea capaz de renunciar, de esforzarse, de sufrir y pagar un precio, podrá contar con el visto bueno de Dios. También hay una parte de cultura tradicional: cosas como la devoción filial y que las mujeres atiendan a sus maridos y críen a sus hijos. La gente también considera buenas estas cosas). Has señalado algunas de ellas. ¿Habéis captado la idea central? ¿Qué elementos afectan a nuestro tema? (La renuncia, el esfuerzo, el sufrimiento y el pago de un precio). (La devoción filial y que las mujeres atiendan a sus maridos y críen a sus hijos). Sí. ¿Alguno más? (La demostración de devoción, paciencia y tolerancia, como los fariseos). Humildad, paciencia, tolerancia… Eso está relacionado con algunas demostraciones y algunos dichos concretos de conducta. Ya que vamos a hablar de dicha materia, mejor hablemos en concreto empleando dichos concretos. La gente puede alcanzar una comprensión más exacta y precisa si nos centramos de esa manera en la cuestión. Como por ahora no podéis darme ninguna pista, seguiré adelante con Mi enseñanza, ¿de acuerdo? (Sí). Los cinco milenios de cultura china son “inabarcables y profundos”, repletos de todo tipo de dichos populares y modismos. Además, la cultura china cuenta con multitud de aclamados “antiguos sabios”, como Confucio, Mencio y similares. Ellos crearon las enseñanzas chinas del confucionismo, que constituyen la parte principal de la cultura tradicional china. Gran parte del lenguaje, del vocabulario y de los dichos de la cultura tradicional china fueron elaborados por varias generaciones de personas. Algunos aluden a la antigüedad, otros no; unos proceden del pueblo llano, y otros, de hombres famosos. Quizá no os guste mucho la cultura tradicional, os hayáis alejado de la cultura tradicional básica o seáis lo bastante jóvenes como para no haberos dedicado todavía a estudiar o investigar a fondo la “inabarcable y profunda” cultura tradicional china, y por eso aún no la conocéis ni entendéis esas cosas. En realidad, eso es bueno. Aunque uno no lo comprenda, su pensamiento y sus nociones se los han inculcado y contagiado subliminalmente los elementos de la cultura tradicional. Acaba viviendo de acuerdo con esas cosas sin saberlo. Lo que se transmite de los ancestros —la cultura tradicional transmitida por los antepasados del hombre— contiene muchas afirmaciones de todo tipo sobre cómo debe hablar, actuar y comportarse el hombre. Y aunque la gente pueda tener distintas interpretaciones y opiniones sobre los diversos enunciados de la cultura tradicional, en general está convencida de esas ideas de la cultura tradicional. A partir de esta observación, podemos apreciar que las fuentes de influencia sobre la vida y la existencia de la humanidad, sobre su visión de las personas y las cosas y sobre sus conductas y actos son cosas de la cultura tradicional. Aunque las diversas etnias de la humanidad difieren en los enunciados sobre las normas y los criterios morales que defienden, las ideas generales que las sustentan son parecidas. Hoy hablaremos de algunas y las analizaremos pormenorizadamente. Aunque no podremos comentar y analizar todo lo que el hombre considera correcto y bueno, su contenido general no es otro que los dos elementos mencionados en la definición de búsqueda de la verdad: la opinión de uno sobre las personas y las cosas, y la forma en que se comporta y actúa. Uno son las opiniones; el otro, las conductas. Esto significa que el hombre contempla a las personas y las circunstancias del mundo a través de cosas que según sus nociones son correctas y buenas, y que adopta esas cosas como fundamento, base y criterio según los cuales se comporta y actúa. ¿Y cuáles son exactamente esas cosas buenas y correctas? En términos generales, las cosas que el hombre considera correctas y buenas según sus nociones no son más que exigencias de que el hombre se comporte bien y tenga una buena moral e integridad a nivel humano. Son esas dos cosas. Pensadlo: ¿no son, fundamentalmente, esas dos? (Sí). Una, la buena conducta; la otra, la integridad y la moral humanas. La humanidad ha fijado, básicamente, dos criterios con los que evaluar la humanidad con la que alguien vive y su conducta: uno, la exigencia de que el hombre se comporte bien de puertas afuera; el otro, que se comporte con moralidad. Se aplican estos dos factores para evaluar la bondad de una persona. Como se aplican estos dos factores para evaluar la bondad de una persona, a ese fin surgieron unos criterios con los que juzgar la conducta y la moral de las personas y, conforme iban surgiendo, la gente, naturalmente, comenzó a oír todo tipo de enunciados de conducta moral del hombre o sobre su comportamiento. ¿Qué dichos concretos hay? ¿Los conocéis? Algo sencillo; por ejemplo, ¿qué criterios y dichos hay para evaluar la conducta de las personas? Ser culto, sensato, gentil y refinado; todas esas son conductas externas. ¿Ser cortés es una de ellas? (Sí). El resto son más o menos similares y, por analogía, sabréis qué términos y enunciados son criterios con los que evaluar la conducta del hombre y qué enunciados son criterios con los que evaluar su moral. Ahora, “la mujer ha de ser virtuosa, amable, dulce y moral”, ¿es un criterio de conducta externa o de moral? (De moral y ética). ¿Y la generosidad? (También tiene que ver con la moral). Exacto. Todo esto guarda relación con la moral, con la moralidad del hombre. Los principales enunciados relacionados con la conducta del hombre son aquellos como ser cortés, ser gentil y refinado, y ser culto y sensato. Todas estas son cosas que el hombre cree correctas y buenas según sus nociones, cosas que cree positivas a tenor de las afirmaciones de la cultura tradicional o, al menos, acordes con la conciencia y la razón, no cosas negativas. De lo que estamos hablando aquí es de cosas que la gente generalmente reconoce como correctas y buenas. ¿Y qué más enunciados hay acerca de la buena conducta del hombre, aparte de los tres que acabo de decir? (Respetar a los mayores y amar a los pequeños). Respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable, ser accesible; todas ellas son cosas con las que la gente está un tanto familiarizada y que entiende. Ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable, ser accesible… El pensamiento del hombre cree que todo aquel que tiene estas conductas es buena persona, una persona bondadosa, una persona con humanidad. Todo el mundo evalúa a los demás por su conducta; juzga la bondad de alguien por su conducta externa. La gente juzga, determina y evalúa si una persona es culta y tiene humanidad, si merece la pena relacionarse con ella y es digna de confianza, según los pensamientos e ideas de la cultura tradicional y las conductas que aprecia en esa persona. ¿Tiene la gente la capacidad de adentrarse en el mundo material? En absoluto. La gente solo puede juzgar y distinguir si una persona es buena o mala, o qué clase de persona es, por su conducta; solo si se relaciona, habla y colabora con alguien puede observar y determinar esas cosas. Independientemente de que en tus evaluaciones utilices explícitamente enunciados como “sé culto y sensato”, “sé amable” y “respeta a los mayores y ama a los pequeños”, tus criterios de evaluación no van más allá de estos enunciados. Cuando alguien no puede ver el mundo interior de otro, evalúa si es bueno o malo, noble o ruin, observando sus conductas y actos y aplicando estos criterios de conducta. Esto es, básicamente, lo único que aplica, ¿no es así? (Sí). A tenor de los enunciados que acabamos de esbozar, ¿qué criterios de evaluación tiene la humanidad? ¿Qué cosas considera la humanidad buenas y correctas según sus nociones? En vez de comenzar por la conducta moral, comencemos nuestra comunión y nuestro análisis por las cosas buenas, correctas y positivas que brotan del hombre y que este manifiesta en su conducta. Observemos si realmente son cosas positivas. Así pues, ¿hay algo en los enunciados que acabamos de enumerar que afecte a la verdad? ¿Algo en ellos que esté de acuerdo con la verdad? (No). Si a lo que aspira alguien es a ser una persona así, una persona con esas conductas y esa fachada, ¿busca esa persona la verdad? ¿Guarda relación aquello a lo que aspira con la búsqueda de la verdad? ¿Practica y busca la verdad alguien que tenga dichas conductas? Alguien que tenga dichas conductas y manifestaciones, ¿es buena persona en el auténtico sentido del término? La respuesta es negativa: no lo es. Es evidente.

Veamos primero el enunciado de que hay que ser culto y sensato. Hablad de lo que significa por sí solo el enunciado “ser culto y sensato”. (Describe a alguien bastante decoroso y educado). ¿Qué significa ser “decoroso”? (Ser un tanto mesurado). Correcto. ¿Qué normas acata una persona así? Cuanto más concreta sea tu respuesta, más profunda será tu comprensión de este asunto y de su esencia. Entonces, ¿qué significa ser mesurado? Aquí va un ejemplo. Al comer, la generación más joven no debe sentarse hasta que sus mayores no estén sentados, y deben permanecer callados cuando sus mayores no estén hablando. Si queda comida para los mayores, ninguno puede comerla a menos que los mayores lo indiquen. Tampoco se puede hablar mientras se come, enseñar los dientes, reírse a carcajadas, relamerse ni hurgar en el plato. Cuando la generación mayor haya terminado, los más jóvenes deben dejar de comer inmediatamente y levantarse. Únicamente pueden seguir comiendo cuando se hayan despedido de sus mayores. ¿Esto no es observar unas normas? (Sí). Estas normas están presentes, en mayor o menor medida, en todos los hogares, en familias de todos los apellidos y linajes. Toda persona observa estas normas en mayor o menor medida y, por observarlas, se ve limitada por ellas. En cada familia hay normas diferentes: ¿quién las fijó? Las fijaron los ancestros y ancianos venerables de la familia en distintas épocas pasadas. Adquieren especial importancia cuando se celebran fiestas importantes y fechas conmemorativas; entonces todos deben obedecerlas sin excepción. Si alguien se salta las normas o las infringe, será severamente castigado con la censura familiar. Puede que algunos hasta tengan que arrodillarse a pedir perdón en el altar familiar. Esas son las normas. Acabamos de hablar nada más que de algunas normas que pueden aplicarse en un determinado hogar o familia. ¿No forman parte estas normas de lo que implica ser “decoroso”? (Sí). Se puede saber si una persona es decorosa mirando cómo come. Si se relame al comer, come como un pajarito o siempre está sirviendo bocados a los demás, hablando mientras come, riendo a carcajadas, e incluso, en algunos casos, señalando a quien le habla con los palillos, entonces, con todo esto, está demostrando indecoro. Decir que una persona es indecorosa implica que los demás la reprenden, cuestionan y desprecian por su conducta. Quienes son decorosos no hablan mientras comen, no se ríen, no hurgan en la comida ni sirven bocados a los demás. Son bastante mesurados. Los demás ven su conducta y su actuación y, a tenor de ellas, afirman que es una persona decorosa. Y por este decoro se gana el respeto y la estima de los demás, así como su afecto. Esto es, en parte, lo que subyace al decoro. ¿Y qué es realmente el decoro? Lo acabamos de explicar: el “decoro” solamente está relacionado con la conducta de las personas. En estos últimos ejemplos, digamos que hay un orden de prioridad generacional a la hora de comer. Todo el mundo debe colocarse según las normas; no debe sentarse nadie en el lugar que no es. Tanto las generaciones mayores como las más jóvenes siguen las normas familiares, que nadie puede infringir, y parecen muy mesurados, gentiles, nobles y dignos; sin embargo, por mucho que lo parezcan, todo se reduce a una mera buena conducta externa. ¿Implica esto que tengan un carácter corrupto? No; esto no es más que un criterio con el que evaluar las conductas externas de las personas. ¿Qué conductas? Principalmente, su forma de hablar y sus actos. Por ejemplo, no se debe hablar mientras se come ni hacer ruido al masticar. Al sentarse a comer, se sigue un orden. Hay formas correctas de levantarse y sentarse en general. Todo esto no son más que conductas, conductas externas todas ellas. ¿Y está la gente realmente dispuesta a obedecer estas normas? ¿Qué piensa la gente para sus adentros sobre esta cuestión? ¿Qué opina al respecto? ¿Le beneficia a la gente obedecer estas lamentables normas? ¿Progresa en la vida gracias a ellas? ¿Qué problema hay en obedecer estas lamentables normas? ¿Tiene que ver con la cuestión de si se produce una transformación en la visión de las cosas y el carácter vital de alguien? En absoluto. Solamente tiene que ver con la conducta de las personas. Únicamente impone algunas exigencias de conducta a las personas, unas exigencias relativas a qué normas deben cumplir y obedecer. Independientemente de lo que alguien piense de estas normas, incluso si las odia y desprecia, no tiene más remedio que vivir sujeto a ellas por su familia y sus ancestros y por su código familiar. Sin embargo, nadie se pone a investigar qué piensa la gente en concreto de estas normas, cómo las contempla y considera en su pensamiento ni su perspectiva y actitud hacia ellas. Basta con que demuestres buena conducta y obedezcas estas normas en este ámbito concreto. Quienes así lo hacen son personas decorosas. Lo de “ser culto y sensato” tan solo impone unas exigencias de conducta a las personas. Se emplea exclusivamente para limitar la conducta de las personas, conducta que incluye la postura de las personas sentadas y de pie, sus movimientos corporales, los gestos de sus órganos sensoriales, cómo ha de ser su mirada, cómo han de mover la boca, cómo han de girar la cabeza, etc. Eso le brinda a la gente un criterio de conducta externa sean cuales sean su mente, su carácter y la esencia de su humanidad. Ese es el criterio de ser culto y sensato. Si cumples dicho criterio, eres una persona culta y sensata, y si tienes la buena conducta que supone ser culto y sensato, entonces, a ojos de los demás, eres alguien que merece estima y respeto, ¿no es así? (Sí). Así pues, ¿se centra este enunciado en la conducta del hombre? (Sí). ¿Para qué sirve en realidad este criterio de conducta? Principalmente, para evaluar si una persona es decorosa y mesurada, si puede ganarse el respeto y la estima de los demás en su trato con ella y si es digna de admiración. Esta forma de evaluar a la gente no se ajusta en absoluto a los principios verdad. Es intrascendente.

Nuestra enseñanza de hace un momento estaba relacionada, principalmente, con la cultura de una persona, una de las exigencias del enunciado “ser culto y sensato”. ¿A qué alude lo de “ser sensato”? (A demostrar que se entiende de modales y etiqueta). Eso es un poco superficial, pero en parte es cierto. “Ser sensato”, ¿no implica la cortesía de ser razonable, de estar dispuesto a razonar? ¿Podemos llegar así de lejos? (Sí). Demostrar que se entiende de modales y etiqueta y tener la cortesía de ser razonable. Así pues, en conjunto, si alguien tiene las conductas que implica “ser culto y sensato”, ¿cómo, exactamente, lo demuestra en general? ¿Habéis visto a alguna persona culta y sensata? ¿Hay alguna persona culta y sensata entre vuestros mayores y familiares o entre vuestros amigos? ¿Cuál es su rasgo distintivo? Que obedece un número excepcional de normas. Es muy particular en su forma de hablar, ni tosca, ni grosera ni hiriente para los demás. Cuando se sienta, lo hace correctamente; cuando se levanta, lo hace con porte. En todos los sentidos, su conducta parece refinada y aplomada a ojos de los demás, que sienten cariño y envidia al verlo. Cuando se encuentra con la gente, baja la cabeza e inclina el cuerpo, hace reverencias y genuflexiones. Habla con educación, respetando estrictamente las reglas de la decencia y el orden públicos, sin las costumbres ni el gamberrismo de los estratos más bajos de la sociedad. En general, su conducta externa suscita tranquilidad y elogios en quienes la contemplan. Sin embargo, hay algo preocupante en esto: para esa persona hay unas normas para todo. Comer tiene sus normas, dormir tiene sus normas, caminar tiene sus normas; hasta salir de casa y volver tiene sus normas. Uno se siente bastante constreñido e incómodo con una persona así. No sabes cuándo va a saltar con una norma, y si la infringes por descuido, pareces bastante imprudente e ignorante, mientras él parece muy refinado. Es así de refinado incluso con su sonrisa, que no enseña los dientes, y con su llanto, que nunca vierte delante de los demás, sino en los pliegues de su manta a altas horas de la noche, mientras los demás duermen. Haga lo que haga, está regulado. Eso se llama “educación”. Esas personas viven en el terreno de la etiqueta, en una gran familia; tienen muchas normas y mucha educación. Te pongas como te pongas, las buenas conductas que conlleva ser culto y sensato son conductas, buenas conductas externas que le ha inculcado a la persona el entorno en que fue criada, y progresivamente suavizadas en ella por los elevados criterios y las estrictas exigencias que le imponen a su comportamiento. Sea cual sea la influencia de dichas conductas sobre la gente, no afectan sino a la conducta externa del hombre, y aunque dichas conductas externas sean consideradas buenas por el hombre, conductas a las que la gente aspira y que mira con buenos ojos, son distintas del carácter del hombre. Por muy buena que sea la conducta externa de una persona, no puede disimular su carácter corrupto; por muy buena que sea la conducta externa de una persona, no puede reemplazar la transformación de su carácter corrupto. Aunque la conducta de una persona culta y sensata sea bastante reglamentista y suscite bastante respeto y estima de los demás, esa buena conducta no sirve de nada cuando se manifiesta su carácter corrupto. Por muy noble y madura que sea su conducta, cuando le ocurre algo que afecta a los principios verdad, esa buena conducta no le sirve de nada ni le induce a comprender la verdad; en cambio, como cree, según sus nociones, que ser culto y sensato es algo positivo, lo considera la verdad, con la cual evalúa y cuestiona las palabras de Dios. Evalúa su propio discurso y sus actos de acuerdo con ese enunciado, el cual es también su criterio para evaluar a los demás. Fíjate ahora en la definición de “qué significa buscar la verdad”: contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Ahora bien, ¿tiene algo que ver con las palabras de Dios y la verdad el criterio de conducta externa que exige ser culto y sensato? (No). No solo no guardan relación, sino que se contradicen. ¿Dónde está la contradicción? (En que esos dichos solo hacen que la gente se centre en la buena conducta externa, mientras ignora las intenciones y actitudes corruptas que alberga. Eso es para que la gente se deje seducir por estas buenas conductas, no reflexione sobre sus propios pensamientos e ideas y, de ese modo, no pueda examinar su carácter corrupto y hasta envidie e idolatre ciegamente a otros por su conducta). Esas son las consecuencias de aceptar los enunciados de la cultura tradicional. Por ello, cuando el hombre ve una representación de estas buenas conductas, las valora. Empieza por creer que esas conductas son buenas y positivas y, por ser positivas, las considera la verdad. Luego utiliza esto como el criterio por el cual él se inhibe y evalúa a los demás; lo considera el fundamento de sus opiniones sobre las personas y cosas y, al tiempo, también lo considera el fundamento de sus conductas y actos. ¿No contradice esto la verdad? (Sí). Dejemos de lado por ahora si el enunciado de que hay que ser culto y sensato seduce a la gente y hablemos del enunciado en sí. “Ser culto y sensato” es una expresión civilizada y noble. A todo el mundo le agrada este enunciado, y el hombre lo aplica para evaluar a los demás y para contemplar a las personas y las cosas dando por sentado que es correcto, bueno y un criterio. A su vez, también lo considera el fundamento de sus conductas y actos. Por ejemplo, el hombre no basa su evaluación de la bondad de alguien en las palabras de Dios. ¿En qué la basa? “¿Es una persona culta y sensata? ¿Tiene una conducta externa cultivada? ¿Es una persona mesurada? ¿Es respetuosa con los demás? ¿Tiene modales? ¿Adopta una actitud humilde al hablar con los demás? ¿Tiene unas buenas conductas de cortesía y respeto, como antaño Kong Rong al darle la pera más grande a su hermano? ¿Es esa clase de persona?”. ¿En qué se basa para plantear estas preguntas y opiniones? En primer lugar, en el criterio de ser culto y sensato. ¿Es correcto que aplique ese criterio? (No). ¿Por qué no? Una respuesta tan sencilla, pero a vosotros no se os ocurre. Porque Dios no evalúa así y no quiere que el hombre lo haga. Si el hombre lo hace, se equivoca. Si alguien evalúa a una persona o circunstancia de esta forma, si la aplica como criterio con el que contemplar a las personas y las cosas, está quebrantando la verdad y las palabras de Dios. Esa es la contradicción entre las nociones tradicionales y la verdad, ¿no es así? (Sí). ¿En qué quiere Dios que se base el hombre para evaluar a los demás? ¿De acuerdo con qué quiere que el hombre contemple a las personas y las cosas? (Con Sus palabras). Quiere que el hombre contemple a las personas según Sus palabras. Concretamente, esto implica evaluar si una persona tiene humanidad según Sus palabras. Eso, en parte. Más allá de eso, se basa en si esa persona ama la verdad, si venera de corazón a Dios y si es capaz de someterse a la verdad. ¿No son estos los aspectos concretos? (Sí). ¿Y en qué se basa el hombre para evaluar la bondad de otra persona? En si es culta y mesurada, en si se relame o tiende a hurgar los bocados cuando come, en si espera a que sus mayores se sienten antes de sentarse ella a comer. Utiliza estas cosas para evaluar a los demás. ¿Acaso utilizarlas no supone aplicar el criterio de conducta de ser culto y sensato? (Así es). ¿Son precisas esas evaluaciones? ¿Se ajustan a la verdad? (No). Es bastante obvio que no se ajustan a la verdad. ¿Y cuál es el resultado último de dicha evaluación? Que el que evalúa cree que todo aquel que es culto y sensato es buena persona y, si enseña la verdad, siempre le inculca a la gente esas reglas y enseñanzas familiares y buenas conductas. Y el resultado último de que inculque estas cosas a la gente es que hace que esta tenga buenas conductas, pero la esencia corrupta de esas personas no se transforma en absoluto. Esta manera de hacer las cosas se aleja mucho de la verdad y de las palabras de Dios. Esas personas tienen simplemente unas pocas buenas conductas. ¿Y pueden transformarse las actitudes corruptas que albergan con una buena conducta? ¿Pueden alcanzar la sumisión y la lealtad a Dios? Ni mucho menos. ¿En qué se han convertido estas personas? En unos fariseos, que solamente tienen una buena conducta externa, pero que, fundamentalmente, no comprenden la verdad y no son capaces de someterse a Dios. ¿No es así? (Sí). Fijaos en los fariseos: ¿no eran impecables en apariencia? Guardaban el sabbat; el sábado no hacían nada. Eran corteses cuando hablaban, bastante mesurados y obedientes a las reglas, muy cultos, civilizados y eruditos. Como se les daba bien disimular y no veneraban a Dios en absoluto, sino que lo juzgaban y condenaban, al final Él los maldijo. Dios los proclamó fariseos hipócritas, malhechores todos ellos. Del mismo modo, es evidente que las personas que aplican la buena conducta de ser culto y sensato como criterio propio de conducta y actuación no son personas que busquen la verdad. Cuando aplican esta regla para evaluar a los demás, comportarse y actuar, claro está, no buscan la verdad; y cuando emiten un juicio sobre alguien o algo, el criterio y el fundamento de ese juicio no se ajustan a la verdad, sino que la quebrantan. En lo único que se centran es en la conducta de una persona, en sus formas, no en su carácter y esencia. Su fundamento no son las palabras de Dios ni la verdad; por el contrario basan sus evaluaciones en este criterio de conducta de la cultura tradicional de ser culto y sensato. A resultas de dicha evaluación, para ellos, una persona es buena y está en consonancia con la voluntad de Dios siempre y cuando tenga buenas conductas externas como la de ser culta y sensata. Cuando la gente adopta semejantes clasificaciones, es evidente que ha adoptado una postura contraria a la verdad y a las palabras de Dios. Y cuanto más aplica este criterio de conducta para contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar, más se aleja de las palabras de Dios y de la verdad. Aun así, disfruta con lo que hace y cree buscar la verdad. Al defender algunos enunciados buenos de la cultura tradicional, cree defender la verdad y el camino verdadero. Sin embargo, por mucho que se atenga a esas cosas, por mucho que se empeñe en ellas, a la larga no tendrá experiencia ni exposición a las palabras de Dios, la verdad, ni se someterá a Dios lo más mínimo. Menos aún puede suscitar esto una veneración sincera por Dios. Es lo que sucede cuando la gente defiende toda buena conducta como la de ser culto y sensato. Cuanto más se centra el hombre en la buena conducta, en vivirla, en aspirar a ella, más se aleja de las palabras de Dios, y cuanto más alejado está de las palabras de Dios, menos comprende la verdad. Es de esperar. Si la conducta de alguien mejora, ¿significa eso que se ha transformado su carácter? ¿Habéis pasado vosotros por esto? ¿Alguna vez habéis aspirado inconscientemente a ser personas cultas y sensatas? (Sí). Eso pasa porque todo el mundo entiende que, al ser una persona culta y sensata, uno parece bastante respetable y noble a ojos de los demás. Los demás lo tienen en alta estima. Es así, ¿no? (Sí). Por tanto, no debería ser malo tener estas buenas conductas. No obstante, ¿puede corregir el hombre su carácter corrupto adquiriendo estas buenas conductas, estas buenas manifestaciones? ¿Puede con ello dejar de hacer cosas malas? Si no, ¿de qué sirven esas buenas conductas? Es una mera buena apariencia; no sirve de nada. ¿Pueden someterse a Dios las personas que tienen una conducta así de buena? ¿Pueden aceptar y practicar la verdad? Es evidente que no. La buena conducta no puede reemplazar la práctica de la verdad por parte del hombre. Es igual que con los fariseos. Su conducta era buena y eran bastante piadosos, pero ¿cómo trataban al Señor Jesús? Nadie hubiera imaginado que podrían llegar a crucificar al Salvador de la humanidad. Por consiguiente, aquellos que solamente tienen buenas conductas externas, pero no han alcanzado la verdad, están en peligro. Pueden seguir como hasta ahora, resistiéndose a Dios y traicionándolo. Si no lo entendéis, es posible que, como siempre, todavía os dejéis seducir por la buena conducta de la gente.

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