Qué significa buscar la verdad (3) Parte 2

Ser culto y sensato es una noción tradicional del hombre. Está en total desacuerdo con la verdad. Dado que está reñida con la verdad, ¿qué debería tener exactamente el hombre si quisiera poner en práctica la verdad? ¿Qué realidad, una vez vivida, se ajusta a la verdad y a las exigencias de Dios? ¿Lo sabéis? Ante semejantes palabras, quizá digan algunos: “Tú afirmas que ser culto y sensato está en desacuerdo con la verdad, que es una mera conducta externa. Pues ya no seremos personas cultas y sensatas. La vida será más despreocupada, sin ataduras, sin reglas. Podremos hacer lo que nos dé la gana, vivir como queramos. ¡Qué despreocupados estaremos! Ahora somos más libres, pues la buena conducta del hombre no guarda relación con su resultado. No hace falta que nos preocupemos por la cultura, las reglas ni nada por el estilo”. ¿Es eso lo que hay que extraer de esto? (No). Es una interpretación absurda; cometen el error de irse a los extremos. Entonces, ¿hay alguien que cometería semejante error? Puede haber quienes señalen: “Como es posible que las personas cultas todavía se resistan y traicionen a Dios, yo, sencillamente, no seré una persona culta. Estoy empezando a sentir desprecio por la gente culta. Desprecio a los cultos y sensatos, gentiles y refinados, corteses, que respetan a los mayores y aman a los pequeños, que son amables. Miro por encima del hombro a cualquiera que exhiba estas conductas y lo reprendo públicamente: ‘Tu conducta es la de los fariseos, para seducir a los demás. Eso no es buscar la verdad, y ni mucho menos practicarla. Deja de intentar engañarnos; ¡no nos dejaremos engañar por ti ni caeremos en tus trampas!’”. ¿Actuaríais así vosotros? (No). Haríais bien en no hacerlo. Sería absurdo que hicierais algo tan insensato. Algunas personas de entendimiento absurdo carecen de una comprensión pura de la verdad, no tienen esa capacidad. Lo único que saben hacer es obedecer las reglas, por lo que actúan de esa forma. Entonces, ¿por qué compartimos y analizamos este problema? Principalmente, para que la gente entienda que buscar la verdad no es aspirar a una buena conducta externa ni pretende convertirte a ti en una persona que se comporta correctamente, que es mesurada y culta. Más bien, su objetivo es que comprendas la verdad, la practiques y sepas actuar en función de ella; es decir, que todo lo que hagas se fundamente en las palabras de Dios, que todo ello se ajuste a la verdad. Las conductas que se ajustan a la verdad y se fundamentan en las palabras de Dios no son lo mismo que ser culto y sensato ni lo mismo que las normas exigidas al hombre por parte de la cultura y la moral tradicionales. Son dos cosas distintas. Las palabras de Dios son la verdad, el único criterio con el que se evalúan el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, del hombre. Por otra parte, la norma de la cultura tradicional de ser culto y sensato dista mucho de la norma de los principios verdad. ¿Cuándo, en qué etapa de Su obra, te dijo Dios que debes ser una persona culta y sensata, una persona cultivada y noble, sin ningún interés vil con respecto a ti? ¿Ha afirmado Dios semejante cosa? (No). No lo ha hecho. Entonces, ¿qué enuncia y exige Dios con respecto a la conducta del hombre? Que os comportéis y actuéis en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. ¿Cuál es, pues, ese fundamento de las palabras de Dios? Dicho de otro modo, ¿qué verdades debéis aplicar como criterio y qué tipo de vida debéis llevar para que busquéis y practiquéis la verdad? ¿Acaso no hay que entender esto? (Sí). Así pues, ¿cuáles son los criterios de las normas de conducta de las palabras de Dios para con el hombre? ¿Podéis buscar unas palabras Suyas que sean claras al respecto? (Las palabras de Dios dicen: “Tengo muchas esperanzas. Espero que os comportéis de una manera correcta y bien educada, que seáis fieles en cumplir vuestro deber, que poseáis la verdad y humanidad, que seáis personas que pueden renunciar a todo lo que tienen por Dios, incluso a sus vidas, y así sucesivamente. Todas estas esperanzas provienen de vuestras insuficiencias y de vuestra corrupción y desobediencia” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las transgresiones conducirán al hombre al infierno).). Todas esas palabras son principios y exigencias de conducta hacia el hombre. ¿Y qué otras palabras de Dios guardan relación con la práctica concreta? (Otro pasaje señala: “Tu corazón ha de estar en un constante estado de quietud y, cuando te sucedan cosas, no debes precipitarte, tener prejuicios ni ser obstinado, radical, artificial o falso, de modo que puedas actuar con razón. Esta es la manifestación adecuada de la humanidad normal” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La senda para corregir un carácter corrupto).). He ahí algo de práctica concreta. Son fórmulas y exigencias concretas de conductas y métodos externos del hombre. ¿Pueden considerarse el fundamento de las palabras de Dios? ¿Son lo bastante concretas? (Sí). Leedlas otra vez. (“Tu corazón ha de estar en un constante estado de quietud y, cuando te sucedan cosas, no debes precipitarte, tener prejuicios ni ser obstinado, radical, artificial o falso, de modo que puedas actuar con razón. Esta es la manifestación adecuada de la humanidad normal”). Tomad nota de esos puntos; son los principios de actuación que debéis mantener en lo sucesivo. Le indican a la gente que debe aprender a afrontar las cosas racionalmente al comportarse y actuar y, por otra parte, que debe ser capaz de buscar los principios verdad a partir de una conducta con conciencia y razón. Comportaos y actuad así, y tendréis principios, además de una senda de práctica.

¿Es fácil hacer esas cosas de las que acabamos de hablar: “cuando te sucedan cosas, no debes precipitarte, tener prejuicios ni ser obstinado, radical, artificial o falso, de modo que puedas actuar con razón”? En realidad, todas son asequibles con un período de preparación. Si hay alguien que realmente no pueda, ¿qué hay que hacer? Valdrá con que hagas una sola cosa: que, cuando te encuentres con un problema o te relaciones con otros, cumplas al menos un requisito: comportarte y actuar de una manera que edifique a los demás. Esto es lo principal. Si lo practicas y lo cumples de acuerdo con ello y teniéndolo por criterio, no provocarás, en general, grandes perjuicios a los demás ni los sufrirás tú. Compórtate y actúa de una manera que edifique a los demás; ¿se puede pormenorizar eso? (Sí). No bases tu satisfacción en el perjuicio a los intereses de los demás; no construyas tu felicidad y tu gozo sobre el sufrimiento ajeno. Eso significa edificar. ¿Cuál es la forma más elemental de interpretar dicha edificación? Que tu conducta debe ser tolerable para los demás según la conciencia y razón de la humanidad; debe estar en consonancia con la conciencia y razón de la humanidad. ¿No puede vivir de conformidad con esto toda persona con una humanidad normal? (Sí puede). Supón que alguien está descansando en la habitación y tú entras, indiferente a lo que te rodea, y empiezas a cantar y a poner música. ¿Sería apropiado? (No). ¿No estarías construyendo tu diversión y tu felicidad sobre el sufrimiento ajeno? (Sí). Alguien está en plena lectura de las palabras de Dios o compartiendo sobre la verdad, y tú no haces más que hablarle de tus problemas, ¿estás siendo respetuoso con él? ¿No es eso poco edificante para él? (Sí). ¿Qué quiere decir poco edificante? Como mínimo, que no eres respetuoso con los demás. No debes interrumpir el discurso ni las acciones de nadie. ¿No puede cumplir eso la humanidad normal? Si tú ni siquiera puedes cumplir eso, no tienes conciencia ni razón. ¿Pueden acceder a la verdad quienes no tienen conciencia ni razón? No. La práctica de la verdad es asequible únicamente, al menos, a aquellos con conciencia y razón, y si tú buscas la verdad, al menos debes ajustarte de palabra y obra a los criterios de conciencia y razón; debes hacer que quienes te rodean te encuentren tolerable y resultar aceptable para todos. Es lo que acabamos de decir: que tus actos al menos les parezcan decentes a los demás y les resulten edificantes. ¿Ser edificante es lo mismo que ser beneficioso para los demás? En realidad no: ser edificante supone mutuo respeto al espacio de los demás y no perturbarlos, interrumpirlos ni inmiscuirse en sus asuntos; no dejar que sufran ni que se sientan perjudicados por tu conducta. Eso significa ser edificante. ¿Cómo lo entendéis vosotros? Ser edificante no tiene que ver con cuánto beneficias a los demás; se trata de que ellos dispongan de los intereses y derechos que les son propios sin que tu obstinación y tu conducta impropia los interrumpan ni les priven de ellos, ¿no es así? (Sí). Ya conocéis algunas palabras de Dios relacionadas con Sus exigencias de conducta y actuación al hombre, pero, no obstante, ya os digo que lo principal es que debes ser edificante para otros en tus conductas y actos. Ese es el principio de actuación. ¿Has comprendido lo que es ser edificante? (Sí). Algunos no piensan en si los demás resultan edificados por su forma de hablar y actuar, pero afirman ser personas cultas y sensatas. ¿Eso no es impostura? ¿No hay que aprender una lección del hecho de ser edificante para los demás con las propias conductas y acciones? Puede que sea una manifestación conductual, pero ¿es fácilmente realizable? Si alguien comprende un poco la verdad, sabrá actuar según los principios, actuar de una manera que edifique a los demás y actuar de una manera que los beneficie. Si alguien no comprende la verdad, no sabrá qué hacer; solo sabrá actuar según sus nociones y fantasías. Algunos nunca buscan la verdad en la vida cotidiana pase lo que pase. Se limitan a actuar según sus preferencias, sin preocuparse por cómo les hagan sentir a los demás. ¿Hay principios para actuar así? Deberíais poder ver si los hay, ¿no? Todos os reunís y leéis las palabras de Dios a menudo; si realmente comprendéis un poco la verdad, sabréis practicar y ocuparos de algunos asuntos según los principios verdad. ¿Cómo te hace sentir esa práctica? ¿Cómo les hace sentirse a los demás? Si te esfuerzas mucho por sentirlo, sabrás qué tipo de práctica es edificante para los demás. Normalmente, cuando os ocurre algo, lo que sea, no pensáis en las cuestiones reales de cómo actuar de una forma que se acerque a la humanidad normal o a la práctica de la verdad. Por eso, cuando os ocurre algo, si alguien os preguntara qué tipo de práctica o de actuación sería edificante para los demás, a vosotros os resultaría difícil responder, como si no hubiera una senda clara. Lo único que enseño en las reuniones son estos problemas de la vida real, pero, cuando os topáis con ellos, nunca sois capaces de aguantar y siempre se os queda la mente en blanco. ¿No hay una contradicción aquí? (Sí). ¿Qué habéis aprendido, entonces, de vuestra fe en Dios? Unas cuantas doctrinas y unas cuantas consignas. ¡Qué mediocres y patéticos!

En uno de los enunciados que hemos analizado como algo que el hombre considera correcto y bueno según sus nociones —el de ser culto y sensato—, hay algunas nociones y fantasías concretas del hombre, así como algunas formas tradicionales que tiene el hombre de entender esta conducta. En resumen, si contemplamos ahora esta manifestación conductual, vemos que no guarda relación alguna con la verdad ni con la auténtica humanidad. Esto se debe a que dista mucho de la verdad y no puede incluirse en la misma categoría que ella; aparte, dicha conducta está fundamentalmente en desacuerdo con los criterios exigidos por Dios para las opiniones del hombre sobre las personas y cosas, sus conductas y actos, con los cuales es totalmente incompatible y no guarda relación. Es una mera conducta del hombre. Por muy bien que manifieste el hombre esa conducta y por muy adecuadamente que la practique, no es más que una modalidad conductual. Ni siquiera puede calificarse de auténtica humanidad normal. El enunciado de que se debe ser culto y sensato es una mera manera de adornar la conducta externa del hombre. El hombre, para disimular bien y dar buena impresión, se esfuerza mucho por ser una persona culta y sensata, con lo que se gana la estima y el respeto de los demás y eleva su posición y valor en el grupo. No obstante, lo cierto es que esa conducta ni siquiera llega al nivel de la moralidad, integridad y dignidad que debe tener una persona auténtica. Ser culto y sensato es un enunciado procedente de la cultura tradicional y un conjunto de manifestaciones conductuales que la humanidad corrupta se ha impuesto a sí misma como algo que cree que hay que cumplir. Estas manifestaciones conductuales pretenden mejorar la posición de una persona en su grupo y aumentar su valor, de modo que pueda ganarse el respeto de los demás y ser más fuerte que nadie, alguien que no sea objeto de desprecio ni de acoso en el grupo. Esta conducta externa no tiene absolutamente nada que ver con la moralidad ni la calidad de la humanidad, pero el hombre le da gran importancia y peso. ¡Comprobad por vosotros mismos cuánto engaño debe de haber en eso! Por tanto, si a lo que tú aspiras actualmente es a ser una persona culta y sensata, y regulas tu conducta esforzándote mucho en tu búsqueda y práctica hacia tu objetivo de ser culto y sensato, te insto a que acabes con eso de inmediato. Lo único que puedes lograr con dichos comportamientos y métodos es disimular cada vez más y ser cada vez más hipócrita; y, a medida que eso suceda, estarás más lejos de ser una persona honesta, una persona sencilla y sincera. Cuanto más te esfuerces por ser una persona culta y sensata, más disimularás, y cuanto más disimules —cuanto más a fondo disimules—, más les costará a los demás calarte o entenderte, y más a fondo se ocultará tu carácter corrupto. Si haces eso, te resultará muy difícil llegar a aceptar la verdad y alcanzar la salvación. Así pues, a la luz de estas cuestiones, el camino de aspirar a ser una persona culta y sensata, ¿es el mismo que el camino de búsqueda de la verdad? ¿Es la aspiración adecuada? (No). ¿No hay un mayor engaño hacia los demás y hacia uno mismo detrás de la conducta de ser culto y sensato, aparte de su esencia negativa y sus resultados negativos? (Sí, lo hay). Una persona culta y sensata oculta tras de sí muchos secretos inconfesables y, aparte, toda clase de reflexiones, nociones, opiniones, actitudes e ideas equivocadas que son desconocidas, viles, desagradables, malvadas y odiosas para los demás. La buena conducta de una persona culta y sensata esconde su carácter, más corrupto. Dicha persona, al amparo de esa manifestación conductual, no tiene el valor de enfrentarse a su carácter corrupto ni confianza para admitirlo. Ni mucho menos tiene valor y confianza para sincerarse sobre su carácter corrupto, sobre su conocimiento absurdo, sobre sus malos pensamientos, intenciones y metas o, dado el caso, ni siquiera sobre sus pensamientos malignos y ponzoñosos. Oculta muchísimas cosas y nadie las ve; lo único que ve la gente es la presunta “buena persona” que tiene enfrente, con su buena conducta de ser culta y sensata. ¿No es un engaño? (Sí). El conjunto de la conducta, la actuación, la búsqueda y la esencia de esa persona es un engaño. Engaña a los demás y se engaña a sí misma. ¿Cuál será el resultado final de una persona así? A fin de ser culta y sensata, renuncia a Dios y da la espalda al camino verdadero, y Dios abomina de ella y la rechaza. En cada recoveco de la buena conducta de ser culto y sensato, el hombre oculta sus técnicas y conductas de disimulo y engaño y, con ello, sus actitudes arrogantes, malvadas, hartas de la verdad, ruines e intransigentes. Por eso, cuanto más culto y sensato es uno, más engaña, y cuanto más se esfuerza por ser una persona culta y sensata, menos ama la verdad y más harto está de ella y de las palabras de Dios. Dime, ¿no es así? (Sí). Concluiremos aquí, de momento, nuestra enseñanza sobre la buena conducta de ser culto y sensato.

Acabamos de hablar de un enunciado de buena conducta de la cultura tradicional: ser culto y sensato. No hablaremos por separado de los demás. En conjunto, todos los enunciados de buena conducta no son más que una forma de adornar la conducta e imagen externas del hombre. “Adornar” es una expresión amable; para ser más precisos, en realidad es una manera de disimular, una manera de proyectar una falsa imagen para engañar a los demás y que se sientan bien contigo, para engañarlos y que te evalúen positivamente, para engañarlos y que te respeten, mientras la cara oculta del corazón de uno, sus actitudes corruptas y su verdadera faz están ocultos y bien guardados. También podemos expresarlo del siguiente modo: lo que oculta el halo de estas buenas conductas son los verdaderos rostros corruptos de todos y cada uno de los integrantes de la humanidad corrupta. Lo que está oculto son todos y cada uno de los integrantes de la malvada humanidad con un carácter arrogante, taimado, ruin y de hartazgo por la verdad. Sin importar si, por su conducta externa, una persona es culta y sensata, gentil y refinada, amable, accesible, respetuosa con los mayores y cariñosa con los pequeños o cualquier otra cosa similar, sin importar qué evidencie, eso no es más que una conducta externa que los demás pueden apreciar. La buena conducta no conduce a la persona al conocimiento de su esencia naturaleza. Aunque el hombre tenga tan buena imagen por las conductas externas de ser culto y sensato, gentil y refinado, accesible y amable que todo el mundo humano es amistoso hacia él, lo que no se puede negar es que las actitudes corruptas del hombre están muy presentes bajo la tapadera de dichas buenas conductas. El hartazgo del hombre por la verdad, su resistencia y rebeldía hacia Dios, su esencia naturaleza de hartazgo por las palabras del Creador y de resistencia hacia Él sí están verdaderamente presentes. Eso no tiene nada de falso. No importa lo bien que finjan, lo respetable o apropiado de sus comportamientos, lo bien o lo bonito que se presenten a sí mismos, o cuán engañosos sean; lo que no se puede negar es que todas y cada una de las personas corruptas están llenas de carácter satánico. Bajo la máscara de estos comportamientos exteriores, todavía se resisten y se rebelan contra Dios, se resisten y se rebelan contra el Creador. Naturalmente, con el camuflaje y la tapadera de estas buenas conductas, la humanidad manifiesta actitudes corruptas en cada asunto, cada día, hora y momento, cada minuto y segundo, durante los cuales vive en medio de las actitudes corruptas y el pecado. Es incuestionable. A pesar de las conductas presentables del hombre, de sus palabras agradables y su falsa fachada, su carácter corrupto no ha amainado lo más mínimo, ni tampoco se ha transformado en absoluto a raíz de esas conductas externas. Por el contrario, al tener la tapadera de estas buenas conductas externas, su carácter corrupto se manifiesta constantemente, y nunca cesa de hacer el mal y de resistirse a Dios; y, claro está, gobernado por sus actitudes ruines y malvadas, sus ambiciones, deseos y exigencias exorbitantes están en constante expansión y desarrollo. Dime, ¿dónde está la persona cortés, amable y accesible cuya imagen viva y cuyo fundamento de conducta y actuación son positivos y se ajustan a las palabras de Dios, la verdad? ¿Dónde está la persona culta, sensata, gentil y refinada que ama la verdad, dispuesta a buscar en las palabras de Dios el rumbo y el objetivo de su vida, que ha contribuido a la salvación de la humanidad? ¿Eres capaz de encontrar a una sola persona así? (No). El caso es que, en la humanidad, cuanto más entendida es una persona, cuanto más formada está y cuantas más ideas, más estatus y más reputación tiene —aunque la califiquen de persona culta y sensata, amable y accesible—, más posible es que engañe a la gente con lo que asevera por escrito, más mal comete y más fuerte es su resistencia a Dios. Quienes tienen más reputación y estatus engañan todavía más, y su resistencia a Dios es más desenfrenada. Observa en la humanidad a sus personajes famosos, a sus grandes personajes, pensadores, pedagogos, escritores, revolucionarios, estadistas, o a cualquier lumbrera similar de un campo. ¿Quién de ellos no ha sido culto y sensato, accesible y amable? ¿Cuál de ellos no se comportaba aparentemente de una manera que cosechara los elogios de los demás y le hiciera digno del respeto ajeno? Sin embargo, objetivamente, ¿han aportado algo a la humanidad? ¿Han llevado a la humanidad por la senda correcta o la han descarriado? (La han descarriado). ¿Han introducido a la humanidad bajo el dominio del Creador, o la han llevado bajo los pies de Satanás? (Bajo los pies de Satanás). ¿Han permitido que la humanidad participe de la soberanía, provisión y guía del Creador, o que se enfrente al atropello, la crueldad y el vilipendio de Satanás? De entre todos los personajes heroicos, la gente famosa, importante, eminente, extraordinaria y poderosa de la historia, ¿cuánta autoridad y cuánto estatus no adquirieron con el asesinato de millones y millones? ¿Cuánta reputación no adquirieron por medio del fraude, el engaño y el soborno a la humanidad? Desde fuera parecen accesibles en sus encuentros cotidianos con los demás y bastante afables, situándose al mismo nivel que los demás y hablando con amabilidad, pero lo que hacen entre bastidores es totalmente distinto. Algunos conspiran para hacer caer a los demás en una trampa; otros traman un ardid para hostigar y perjudicar a otras personas; otros más buscan la ocasión de vengarse. La mayoría de los estadistas son crueles y nefastos para el pueblo hasta lo indecible. Adquirieron estatus e influencia con los pies firmemente plantados sobre la cabeza de innumerables personas y con la sangre de estas, pero, en público, lo que la gente ve es su porte accesible y su conducta amable. Lo que la gente ve es la modesta figura gentil y refinada, culta y sensata que representan. En apariencia son corteses, gentiles y refinados, pero por detrás asesinan a infinidad de gente, se apoderan de innumerables recursos del pueblo y dominan y juegan con un sinnúmero de personas. Dicen todas las palabras bonitas y hacen todas las cosas malvadas y, sin vergüenza, descaradamente, sermonean desde su estrado para enseñar a los demás a ser personas accesibles, cultas y sensatas, a ser personas que contribuyan al país y a la humanidad, a servir al pueblo y ser servidores públicos, a comprometerse con la nación. ¿No es una desvergüenza? ¡Escoria atrevida e insaciable toda ella! En resumen, ser una persona de buen comportamiento que se ajusta a los conceptos tradicionales de moralidad no es buscar la verdad, no es la búsqueda de ser un verdadero ser creado. Por el contrario, detrás de la búsqueda de estos buenos comportamientos se esconden muchos secretos oscuros e inconfesables. No importa qué tipo de buen comportamiento persiga el hombre, el objetivo que hay detrás no es otro que el de ganarse el afecto y el respeto de más personas, mejorar su propia posición y hacer que la gente piense que es respetable y digno de confianza y de asumir responsabilidades. Si buscas ser una persona de tan buen comportamiento, ¿no es esto lo mismo en tu naturaleza que aquellos que son famosos y grandiosos? Si eres una persona que simplemente se comporta bien, pero no ama la palabra de Dios y no acepta la verdad, entonces en naturaleza, eres igual a ellos. ¿Y cuál es el resultado? A lo que has renunciado es a la verdad; lo que has perdido es tu oportunidad de salvación. Este es el más insensato de los comportamientos; es la elección y la búsqueda de un idiota. ¿Habéis deseado alguna vez ser esa persona grandiosa, famosa, exuberante en el escenario, a la que habéis admirado durante tanto tiempo? ¿Esa persona amable y accesible? ¿Esa persona cortés, gentil y refinada, culta y sensata? ¿Esa persona que, desde fuera, parece amigable y encantadora? ¿No habéis seguido e idolatrado antes a personas así? (Sí). Si todavía sigues a gente así, si todavía idolatras a gente así, déjame decirte: no estás lejos de la muerte, porque la gente que idolatras es gente malvada que finge ser buena. Dios no salvará a la gente malvada. Si idolatras a la gente malvada y no aceptas la verdad, al final también serás destruido.

La esencia de una buena conducta, como ser accesible y amable, puede calificarse con una sola palabra: fingimiento. Esa buena conducta no nace de las palabras de Dios ni es resultado de la práctica de la verdad o de un comportamiento con principios. ¿De qué es fruto? De las motivaciones de la gente, de sus maquinaciones, su fingimiento, su disimulo, su astucia. Cuando la gente se aferra a estas buenas conductas, su objetivo es conseguir lo que quiere; si no, jamás se oprimiría a sí misma de esta forma ni viviría en contra de sus deseos. ¿Qué significa vivir en contra de sus deseos? Que su auténtica naturaleza no es tan dócil, inocente, gentil, amable y virtuosa como la gente imagina. La gente no vive de acuerdo con la conciencia y la razón, sino para alcanzar determinado objetivo o exigencia. ¿Cuál es la auténtica naturaleza del hombre? Es confusa e ignorante. Sin las leyes y los mandamientos otorgados por Dios, la gente no sabría qué es el pecado. ¿Antes no era así la humanidad? Hasta que no dictó Dios las leyes y los mandamientos, la gente no tuvo concepto de pecado. Sin embargo, aún no tenía concepto del bien y del mal ni de las cosas positivas y negativas. Y en ese caso, ¿cómo podía conocer los principios correctos para hablar y actuar? ¿Podía saber qué maneras de actuar, qué buenas conductas, debían presentarse en la humanidad normal? ¿Podía saber qué provoca una conducta verdaderamente buena, qué tipo de camino seguir para vivir con semejanza humana? No podía saberlo. Debido a la naturaleza satánica de la gente, a sus instintos, aquella solamente podía fingir y disimular para vivir decorosamente y con dignidad, lo que dio lugar a falsedades como ser culto y sensato, gentil y refinado, cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible; así surgieron estos trucos y técnicas de engaño. Y, una vez surgidos, la gente se aferró selectivamente a uno o varios de ellos. Unos optaron por ser amables y accesibles, otros, cultos y sensatos, gentiles y refinados; otros más optaron por ser corteses, respetar a los mayores y amar a los pequeños, y hubo quienes optaron por todas estas cosas. Sin embargo, Yo califico con un solo término a las personas que tienen esas buenas conductas. ¿Cuál es ese término? “Piedras lisas”. ¿Qué son las piedras lisas? Esas piedras lisas de los ríos, socavadas y pulidos sus bordes, afilados por muchos años de paso del agua. Y aunque no duela al pisarlas, la gente, si no tiene cuidado, puede resbalar en ellas. En apariencia y forma, estas piedras son muy hermosas, pero cuando te las llevas a casa son bastante inútiles. No te haces a la idea de tirarlas, pero tampoco tiene sentido conservarlas; eso es lo que es una “piedra lisa”. Para Mí, los que tienen estas conductas aparentemente buenas son tibios. Fingen ser buenos por fuera, pero no aceptan la verdad en absoluto, dicen cosas que suenan bien, pero no hacen nada real. No son sino piedras lisas. Si comunicas con ellos sobre la verdad y los principios, te hablarán sobre ser gentil, refinado y cortés. Si les hablas de discernir a los anticristos, te hablarán de respetar a los mayores y amar a los pequeños, y sobre ser culto y sensato. Si les dices que debe haber principios en el comportamiento propio, que uno debe buscar los principios en su deber y no actuar de modo obstinado, ¿cuál será su respuesta? Dirán: “Actuar de acuerdo con los principios verdad es otro tema, yo solo quiero ser culto y sensato, que otros aprueben mis actos. Mientras respete a los mayores y ame a los pequeños, y tenga la aprobación de los demás, con eso me basta”. Solo les preocupan los buenos comportamientos, no se centran en la verdad. Por lo general son capaces de respetar a los ancianos, a sus mayores, a la gente cualificada y a quienes tienen gran integridad moral y reputación dentro de su grupo, al tiempo que brindan un gran cariño a las comunidades de niños y personas vulnerables. Cumplen estrictamente la norma social de respetar a los mayores y amar a los pequeños para demostrarse nobles. Lo que no se puede negar, sin embargo, es que, cuando sus intereses están reñidos con esa norma, dejan de lado la norma y se lanzan, de cabeza y sin “sufrir” la contención de nadie, a proteger sus intereses. Aunque su buena conducta les granjea el visto bueno de toda persona con que se encuentran, que conocen o con la que están familiarizados, lo que no se puede negar es que ni siquiera mientras llevan a cabo estas buenas conductas, elogiadas por los demás, sufren el más mínimo perjuicio para sus intereses y luchan por ellos por todos los medios que hagan falta, sin “sufrir” la contención de nadie. Su respeto por los mayores y su amor por los pequeños es una mera conducta pasajera erigida sobre la base de que no entorpezca sus intereses. Su alcance se limita a una modalidad de comportamiento. Pueden hacerlo en aquellos casos en que no afecte ni quebrante sus intereses en absoluto, pero, cuando sus intereses están en primer plano, al final pelean por ellos. Así pues, su respeto por los mayores y su amor por los pequeños no entorpece, en realidad, el afán por sus intereses ni puede limitarlo. La conducta de respetar a los mayores y amar a los pequeños es una buena conducta que la gente solo puede llevar a cabo en determinadas circunstancias, a condición de que no entorpezca sus intereses. No es algo que surja del interior de la vida de una persona, de sus huesos. Por mucho que alguien pueda practicar dicha conducta, por mucho que pueda perseverar, eso no puede modificar las actitudes corruptas a las que el hombre está sujeto para vivir. Esto significa que aunque alguien no tenga esta buena conducta, manifiesta actitudes corruptas de todos modos, pero, una vez que ha adquirido esta buena conducta, sus actitudes corruptas no mejoran ni se modifican lo más mínimo. Al contrario, las esconde cada vez más a fondo. Estas son las cosas esenciales que ocultan esas buenas conductas.

Esto es todo en cuanto a nuestra enseñanza y nuestro análisis de las buenas conductas de la cultura tradicional consistentes en ser gentil y refinado, cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible. Son como ser culto y sensato, y más o menos lo mismo en esencia. Son insustanciales. La gente debería desprenderse de estas buenas conductas. La gente debería esforzarse al máximo por hacer de las palabras de Dios su base y de la verdad su criterio; tan solo entonces podrá vivir en la luz y como un ser humano normal. Si quieres vivir en la luz, debes actuar según la verdad; debes ser una persona honesta que dice palabras honestas y hace cosas honestas. Lo fundamental es tener los principios verdad en el comportamiento propio; una vez que las personas pierden los principios verdad, y se centran solo en el buen comportamiento, esto da lugar inevitablemente a que sean falsas y finjan. Si no hay principios en la conducta de las personas, entonces, por muy bueno que sea su comportamiento, son hipócritas; pueden ser capaces de engañar a los demás durante un tiempo, pero nunca serán dignas de confianza. Solo cuando las personas actúan y se comportan de acuerdo con las palabras de Dios tienen una base verdadera. Si no se comportan de acuerdo con las palabras de Dios, y solo se centran en fingir que se comportan bien, ¿podrán así convertirse en buenas personas? Por supuesto que no. Las buenas doctrinas y el buen comportamiento no pueden cambiar las actitudes corruptas del hombre ni su esencia. Solo la verdad y las palabras de Dios pueden cambiar las actitudes corruptas, los pensamientos y las opiniones de las personas, y convertirse en su vida. Las diversas buenas conductas que el hombre, según su cultura tradicional y sus nociones, tiene por tales, como ser culto y sensato, gentil y refinado, cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible, son meros comportamientos. No son la vida, y ni mucho menos la verdad. La cultura tradicional no es la verdad, como tampoco lo es ninguna de las buenas conductas que promueve. Por mucha cultura tradicional que el hombre asimile y muchas buenas conductas que tenga en la vida, eso no puede modificar sus actitudes corruptas. Así, durante milenios, a la humanidad se le ha inculcado la cultura tradicional, y su carácter corrupto no se ha transformado en absoluto; al contrario, su corrupción se ha hecho cada vez más profunda, y el mundo cada vez más oscuro y malvado. Esto guarda relación directa con la educación de la cultura tradicional. Los seres humanos solo pueden vivir como personas auténticas si consideran las palabras de Dios su vida. Es indiscutible. ¿Y qué tipo de parámetros y exigencias establecen las palabras de Dios para la conducta del hombre? Aparte de lo establecido en las leyes y los mandamientos, también están las exigencias del Señor Jesús en cuanto a la conducta del hombre, especialmente las exigencias y reglas para el hombre en el juicio de Dios de los últimos días. Estas son las palabras de mayor valor en lo que respecta a la humanidad y los principios más elementales de conducta de aquella. Vosotros debéis hallar los criterios conductuales más básicos para vuestros comportamientos y actos en las palabras de Dios. Cuando lo hagáis, podréis libraros del extravío y la falsedad de las buenas conductas de la cultura tradicional china. Entonces habréis hallado la senda y los principios de conducta y actuación; o sea, habréis hallado la senda y los principios de la salvación. Si consideráis las palabras actuales de Dios vuestro fundamento y la verdad compartida ahora vuestro criterio, y suplantáis con ellas esas normas de buena conducta —según las nociones de la humanidad—, entonces sois personas que buscan la verdad. Las exigencias de Dios al hombre se refieren en todos los casos a qué tipo de persona ha de ser y qué camino debe recorrer. Jamás le exige al hombre ningún comportamiento aislado. Exige que la gente sea honesta, no falaz; le exige al hombre que acepte y busque la verdad, que le sea fiel y sumiso y que dé testimonio de Él. Nunca ha exigido que el hombre se limite a tener algunas buenas conductas, lo que estaría bien por sí solo. Sin embargo, la cultura tradicional china hace que el hombre se centre únicamente en la buena conducta, en las buenas manifestaciones externas. No arroja absolutamente ninguna luz sobre cuáles son las actitudes corruptas del hombre ni el origen de su corrupción, y ni mucho menos es capaz de señalar la senda por la que desechar sus actitudes corruptas. Por tanto, por mucho que la cultura tradicional abogue por cualquier buena conducta que deba tener el hombre, cuando se trata de que la humanidad se deshaga de sus actitudes corruptas y viva como personas auténticas, eso no sirve de nada. Por muy nobles o atractivos que sean sus enunciados morales, no pueden hacer nada por transformar la esencia corrupta de la humanidad. Con la inculcación y el influjo de la cultura tradicional han surgido muchas cosas subconscientes en la humanidad corrupta. ¿Qué quiere decir “subconscientes” aquí? Quiere decir que, una vez que al hombre se le ha inculcado y contaminado imperceptiblemente con la cultura tradicional, en ausencia de palabras, enunciados, reglas o conocimientos claros sobre cómo actuar debidamente, él, de forma instintiva, practica y acata las ideas y los métodos convencionales de la gente. Viviendo en semejantes circunstancias, en semejante situación, como toda persona, llega a pensar, abstraído en su subconsciente: “Es genial ser culto y sensato, es positivo y se ajusta a la verdad; es genial ser gentil y refinado, es como debe ser la gente, a Dios le agrada y se ajusta a la verdad; ser cortés, respetuoso con los mayores y cariñoso con los pequeños, amable y accesible son manifestaciones del interior de la humanidad normal y se ajustan a las palabras de Dios y a la verdad”. A pesar de no haber hallado un fundamento claro en las palabras de Dios, en el fondo siente que las palabras de Dios, Sus exigencias al hombre y los criterios exigidos por la cultura tradicional son más o menos lo mismo, sin grandes diferencias entre ellos. ¿No es esto una tergiversación y una interpretación falsa de las palabras de Dios? ¿Han manifestado semejantes cosas las palabras de Dios? No, ni tampoco son Su voluntad; esas cosas son tergiversaciones e interpretaciones falsas de las palabras de Dios por parte del hombre. Las palabras de Dios nunca señalaron esas cosas, así que lo que tenéis que hacer es no pensar bajo ningún concepto en esos términos. Debéis leer las palabras de Dios exhaustivamente y hallar con exactitud las exigencias conductuales de Sus palabras al hombre, buscar más pasajes de Sus palabras, recopilarlos, leerlos en oración y hablar de ellos en síntesis. Cuando los conozcáis es cuando debéis practicarlos y vivirlos. Esto introduce las palabras de Dios en vuestra vida real, en la que se convierten en fundamento de vuestras ideas sobre las personas y cosas, así como de vuestras conductas y acciones. ¿Cuál debe ser la base del discurso y las acciones de la gente? Las palabras de Dios. Entonces, ¿cuáles son los requisitos y normas que Dios tiene para el discurso y las acciones de las personas? (Que sean constructivos para las personas). Exacto. Fundamentalmente, debes decir la verdad, hablar con honestidad y beneficiar a los demás. Como mínimo, tu discurso debe edificar a las personas y no engañar, inducir a error, burlarse de la gente, ridiculizarla, mofarse de ella, parodiarla, oprimirla, exponer sus debilidades o herirla. Esta es la expresión de una humanidad normal. Es la virtud de la humanidad. ¿Te ha dicho Dios lo alto que tienes que hablar? ¿Te ha exigido alguna lengua vehicular? ¿Te ha exigido una retórica florida o un estilo lingüístico elevado y refinado? (No). No hay ni un ápice de ninguna de esas cosas superficiales, hipócritas, falsas e insignificantes. Todas las exigencias de Dios son cosas que debería tener la humanidad normal, unos criterios y principios de lenguaje y conducta del hombre. Da igual dónde haya nacido alguien o qué idioma hable. En cualquier caso, las palabras que tú digas, su prosa y su contenido, deben ser edificantes para los demás. ¿Qué implica que sean edificantes? Implica que los demás, tras haberlas oído, las perciban sinceras, obtengan de ellas enriquecimiento y ayuda, comprendan la verdad y ya no estén confundidos ni sean propensos a que los engañen. Así pues, Dios exige a la gente que diga la verdad, lo que piensa, que no engañe, induzca a error, se burle, ridiculice, se mofe, parodie, oprima a los demás o exponga sus debilidades ni los hiera. ¿No son estos los principios discursivos? ¿Qué significa decir que uno no debe exponer las debilidades de la gente? Significa no buscar defectos en los demás. No aferrarse a sus errores o faltas del pasado para juzgarlos o condenarlos. Esto es lo menos que debes hacer. Desde el lado proactivo, ¿cómo se expresa el discurso constructivo? Principalmente, se trata de animar, orientar, guiar, exhortar, comprender y reconfortar. Además, en casos especiales, se hace necesario sacar directamente a la luz los errores de otras personas, tratarlas y podarlas para que adquieran conocimiento de la verdad y deseen arrepentirse. Es entonces cuando se consigue el efecto pretendido. Esta forma de practicar beneficia enormemente a la gente. Le supone una verdadera ayuda y es muy constructiva, ¿verdad? Digamos, por ejemplo, que eres especialmente obstinado y arrogante. Nunca has sido consciente de ello, pero alguien que te conoce bien viene directamente y te dice el problema. Piensas: “¿Soy obstinado? ¿Soy arrogante? Nadie más se ha atrevido a decírmelo, pero él me entiende. El hecho de que pueda decir tal cosa sugiere que es realmente cierto. Debo dedicar algún tiempo a reflexionar sobre esto”. Después le dices a la persona: “Los demás solo me dicen cosas bonitas, me alaban, nadie nunca es sincero conmigo, nadie ha señalado nunca estos defectos y problemas en mí. Solo tú has sido capaz de decírmelo, de hablarme de forma personal. Ha sido genial, una gran ayuda para mí”. Esto es un diálogo abierto, de corazón, ¿verdad? Poco a poco, la otra persona te comunica lo que tiene en mente, sus pensamientos sobre ti, y sus experiencias respecto a que tuvo nociones, imaginaciones, negatividad y debilidad sobre este asunto, y fue capaz de escapar de ello buscando la verdad. Esto es tener un diálogo abierto, es una comunión de almas. Y, en resumen, ¿cuál es el principio que subyace al hablar? Es este: decir lo que hay en tu corazón, y hablar de tus verdaderas experiencias y de lo que realmente piensas. Estas palabras son las más beneficiosas para las personas, proveen para ellas, las ayudan, son positivas. Rechaza decir esas palabras falsas, esas palabras que no benefician ni edifican a las personas; así evitarás perjudicarlas o hacerlas tropezar, sumirlas en la negatividad y tener un efecto negativo. Debes decir cosas positivas. Debes esforzarte por ayudar a las personas tanto como puedas, para beneficiarlas, para proveer para ellas, para producir en ellas la verdadera fe en Dios; y debes permitir que se ayude a las personas, que ganen mucho a partir de tus experiencias de las palabras de Dios y de la forma en que resuelves los problemas, y que sean capaces de entender la senda de la experiencia de la obra de Dios y de entrar en la realidad verdad, así les permitirás entrar en la vida y harás que esta crezca, todo lo cual es el efecto de que tus palabras tengan principios y resulten edificantes para las personas. Aparte de esto, cuando la gente se reúne a chismorrear y reírse ociosamente, eso implica que le faltan principios. No manifiesta sino su carácter corrupto. Eso no está fundamentado en las palabras de Dios y ellos no están defendiendo los principios verdad. Todo esto son las filosofías de vida del hombre; viven como su carácter corrupto los manipula al efecto.

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