Qué significa buscar la verdad (4) Parte 2
Dentro de las buenas conductas, hemos planteado los ejemplos de ser culto y sensato, ser gentil y refinado, ser cortés, respetar a los mayores y amar a los pequeños, ser amable y ser accesible. A continuación tomaremos como ejemplo el respeto a los mayores y el amor a los pequeños, y hablaremos pormenorizadamente de ello. Respetar a los mayores y amar a los pequeños es algo muy normal en la vida humana. Puede presentarse incluso en algunas poblaciones animales, por lo que, naturalmente, debería presentarse aún más entre los seres humanos, poseedores de conciencia y razón. Los seres humanos deberían observar mejor esta conducta, de forma más concreta y práctica que otras especies, en lugar de limitarse a quedarse en lo superficial. A los seres humanos se les debería dar mejor que a otras especies la obediencia a esta buena conducta de respetar a los mayores y amar a los pequeños, ya que los seres humanos tienen conciencia y razón, cosa que otras especies no. Los seres humanos deberían ser capaces de demostrar, al observar esta buena conducta, que su humanidad es más grande que la esencia de otras especies, que es distinta. Sin embargo, ¿hacen esto los seres humanos en realidad? (No). ¿Lo hacen las personas instruidas y eruditas? (Tampoco). Dejemos a un lado al pueblo llano y hablemos de los asuntos de la élite y los asuntos de la corte. En la actualidad, en varios países se están produciendo una serie de dramas palaciegos que dejan al descubierto muchas de las turbulentas historias de las casas reales. Los miembros de palacio y el pueblo llano se parecen en que ambos dan mucha importancia a las jerarquías de antigüedad. Los miembros de las casas reales han recibido una educación más profunda y específica sobre la buena conducta de respetar a los mayores y amar a los pequeños que el pueblo llano, y las generaciones más jóvenes de las casas reales son más deferentes y respetuosas con sus mayores que el pueblo llano; en esto se practica mucho la etiqueta. Cuando se trata de respetar a los mayores y amar a los pequeños, los miembros de las casas reales tienen unos requisitos especialmente exigentes en este aspecto del buen comportamiento y deben seguirlos al pie de la letra. A primera vista parecen obedecer la exigencia de la cultura tradicional de respetar a los mayores y amar a los pequeños como lo hace el pueblo llano, pero, por muy bien o muy adecuadamente que lo hagan, por muy decentes e irreprochables que parezcan, tras la fachada de esta conducta irreprochable se esconden todo tipo de transferencias de poder y maniobras entre diversas fuerzas. Entre padres e hijos, abuelos y nietos, amos y criados, monarcas y ministros… A primera vista todos parecen observar el criterio más fundamental de conducta: respetar a los mayores y amar a los pequeños. No obstante, como la autoridad monárquica y otras fuerzas están de por medio, esta conducta externa no cumple ninguna función. Es totalmente incapaz de afectar a lo que en última instancia resulta de la transferencia del poder monárquico y de las maniobras entre diversas fuerzas. Naturalmente, este tipo de buena conducta es, básicamente, incapaz de frenar a cualquiera que codicie el trono o tenga ambiciones de poder. El pueblo llano cumple la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños que le transmitieron sus antepasados. También ellos viven limitados por esta regla. Sin importar cuántos intereses se crucen ni las luchas que surjan cuando esos intereses choquen, el pueblo llano sigue siendo capaz de convivir después. Sin embargo, las cosas son diferentes dentro de las casas reales, pues sus intereses y luchas de poder son más trascendentales. No paran de pelearse, y el resultado final es que los ganadores se convierten en reyes, y los perdedores, en delincuentes: o muere una parte, o muere la otra. Tanto los ganadores como los perdedores cumplen la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños, pero como cada uno ejerce un poder distinto y tiene deseos y ambiciones diferentes, o debido a las disparidades entre la fuerza de cada parte, algunos sobreviven al final, mientras que otros son aniquilados. ¿Qué determina esto? ¿Lo determina la regla de respetar a los mayores y amar a los pequeños? (No). Entonces, ¿qué lo determina? (La naturaleza satánica del hombre). ¿Qué quiero decir con todo esto? Quiero decir que estas reglas, las presuntas buenas conductas novedosas de la humanidad, no pueden determinar absolutamente nada. La senda que recorre una persona no viene en absoluto determinada por si es culta y sensata, amable o respetuosa con los mayores y cariñosa con los pequeños en cuanto a su conducta externa, sino que viene determinada por la naturaleza del hombre. En resumen, la casa de Dios no promueve estos enunciados de buena conducta que han surgido en medio de la humanidad. Estas conductas que el hombre considera buenas no son más que un tipo de buena conducta y una manifestación; no representan la verdad, y si alguien tiene dichas buenas conductas y manifestaciones, eso no significa que practique la verdad, y ni mucho menos que la busque.
Dado que estas conductas que el hombre tiene por buenas no provienen de Dios ni son promovidas por Su casa, y menos aún están de consonancia con Su voluntad, y dado que están reñidas con las palabras y exigencias de Dios, ¿tiene Dios también alguna exigencia de conducta para la humanidad? (Sí). Dios también ha postulado enunciados de conducta para los creyentes que lo siguen. Son distintos de las exigencias que Dios ha impuesto al hombre con respecto a la verdad y algo más sencillos, pero contienen ciertas características específicas. ¿Qué exigencias tiene Dios para quienes lo siguen? Tener decencia santa, por ejemplo, ¿no es una exigencia de conducta para el hombre? (Sí). Aparte, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no fumar ni beber, no pegar ni maltratar verbalmente, así como no adorar ídolos, honrar a los padres, etc. Todas estas son exigencias de conducta que Dios ha postulado para Sus seguidores. Son las exigencias más elementales y no hay que ignorarlas. Dios tiene unas exigencias concretas de conducta para quienes lo siguen, las cuales son distintas de las buenas conductas propuestas por los incrédulos. Las buenas conductas propuestas por los incrédulos no hacen sino convertir a las personas en animales superiores, distinguiéndolas de otros animales inferiores. En cambio, las exigencias de Dios a Sus seguidores los diferencian de los incrédulos, de las personas que no creen en Dios. No tratan de diferenciarlos de los animales. Antes también se hablaba de “santificación”. Es una forma un tanto exagerada e inexacta de expresarlo, pero Dios ha postulado unas exigencias de conducta a Sus seguidores. Dime, ¿cuáles son? (Tener decencia santa, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no fumar ni beber, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, no adorar ídolos y honrar a los padres). ¿Y qué más? (No apropiarse indebidamente de los bienes ajenos, no robar, no dar falso testimonio, no cometer adulterio). Esas también. Forman parte de la ley, son exigencias de Dios respecto a la conducta de la humanidad en el principio, y siguen siendo reales y prácticas hoy día. Dios emplea estas exigencias para regular la conducta de Sus seguidores, lo que significa que estas conductas externas son la señal de aquellos que siguen a Dios. Si tú tienes dichas conductas y manifestaciones, de manera que, cuando otros te miran, saben que eres creyente en Dios, entonces al menos te darán su visto bueno y te admirarán. Dirán que tienes decencia santa, que pareces creyente en Dios, no un incrédulo. Algunas personas que llegan a creer en Dios siguen siendo como los incrédulos: a menudo fuman, beben, se pelean y riñen. Incluso hay quienes cometen adulterio y roban. Hasta su conducta es desenfrenada y no cumple con las palabras de Dios, y cuando un incrédulo los ve, dice: “¿Es un auténtico creyente en Dios? ¿Por qué, entonces, es como la gente que no cree en Dios?”. Los demás no admiran a esa persona ni confían en ella, por lo que, cuando esa persona trata de predicar el evangelio, la gente no lo acepta. Si alguien es capaz de hacer lo que Dios exige del hombre, entonces ama las cosas positivas, tiene buen corazón y tiene una humanidad normal. Una persona así puede poner en práctica las palabras de Dios nada más oírlas y no finge lo que practica porque, como mínimo, ha actuado de esa forma en función de su conciencia y razón. ¿En qué se diferencian las exigencias concretas de Dios al hombre de las buenas conductas que promueve la humanidad? (En que las exigencias de Dios al hombre son claramente prácticas, posibilitan que la gente viva una humanidad normal, mientras que la cultura tradicional solo exige algunas conductas para aparentar, sin ninguna función tangible). Exacto. Todas las buenas conductas que la cultura tradicional exige del hombre son falsas y un disfraz. Son una farsa. Quienes se atienen a ellas pueden decir palabras agradables, pero, en su interior, las cosas son completamente distintas. Estas buenas conductas son una máscara, una ilusión. No son cosas que broten de la esencia de la humanidad de uno, son disfraces que el hombre se pone en aras de su orgullo, su reputación y su estatus. Son un espectáculo, una especie de actitud hipócrita, algo que representa una persona adrede para que los demás lo vean. A veces la gente no sabe discernir si la conducta de una persona es real o falsa, pero con el tiempo todos ven la verdadera cara de esa persona. Así sucedió con los fariseos hipócritas, que tenían tantas buenas conductas externas y tantas manifestaciones de supuesta piedad, pero que, cuando el Señor Jesús vino a expresar la verdad y a realizar la obra de redención, lo condenaron y crucificaron porque estaban hartos de la verdad y la odiaban. Esto demuestra que las buenas conductas y actitudes externas de las personas no representan su esencia naturaleza. No guardan relación con la esencia naturaleza de las personas. En cambio, las reglas que Dios exige cumplir al hombre pueden ponerse en práctica y vivirse de verdad siempre que uno crea sinceramente en Dios y tenga conciencia y razón. Debes hacer estas cosas sin importar si las haces delante de los demás o a sus espaldas; sea cual sea tu esencia humanidad, debes cumplir estas exigencias postuladas por Dios. Puesto que sigues a Dios, debes comedirte y practicar según Sus palabras por mucha que sea la gravedad de tu carácter corrupto. Tras un tiempo de experiencia, tendrás auténtica entrada y te habrás transformado sinceramente. Esa transformación sincera es real.
Hagamos un breve resumen: ¿Qué clase de exigencias tiene Dios respecto a la conducta de las personas? La gente debe tener principios y moderación y vivir con dignidad para que la respeten, sin fingimientos. Estas son las exigencias conductuales de Dios al hombre. Esto significa que uno debe practicar de este modo y tener esta clase de realidad independientemente de si está en presencia de otros o no, del ambiente en que se halle o de a quién se enfrente. Los seres humanos normales deben tener estas realidades; es lo mínimo que se debe hacer en materia de comportamiento. Supón, por ejemplo, que alguien habla muy alto, pero no maltrata verbalmente a nadie ni utiliza un lenguaje soez, y lo que dice es veraz y exacto y no ataca a otras personas. Incluso si esa persona llama malo a alguien o dice que alguien no es bueno, es objetiva. Aunque sus palabras y actuaciones externas no concuerden con las exigencias de ser amable o de ser gentil y refinado, postuladas por los incrédulos, el contenido de lo que dice y los principios y fundamentos de su discurso le permiten vivir con dignidad e integridad. Eso es lo que significa tener principios. No habla alegremente de cosas que no conoce ni evalúa arbitrariamente a personas a las que no percibe con claridad. Aunque esta persona no parezca muy gentil a primera vista y no cumpla la exigencia conductual de los incrédulos de ser culta y obediente a las reglas, dado que teme a Dios de corazón y es comedida de palabra y obra, lo que vive supera con mucho las conductas de ser culta y sensata, gentil, refinada y cortés de las que habla la humanidad. ¿No es esto una manifestación de moderación y principios? (Sí). En cualquier caso, si examináis detenidamente las exigencias de buena conducta de Dios a Sus creyentes, ¿cuál de ellas no es una regla concreta sobre lo que debe vivir la gente en la práctica? ¿Cuál de ellas le pide a la gente que se disfrace? Ninguna, ¿verdad? Si tenéis dudas, podéis plantearlas. Por ejemplo, puede que alguno alegue: “Cuando Dios dice que no hay que pegar ni maltratar verbalmente a otras personas, eso parece un poco falso, pues ahora mismo hay personas que a veces maltratan verbalmente a otras, y Dios no las condena”. Cuando Dios dice que no maltratemos verbalmente a otras personas, ¿a qué se refiere con “maltrato verbal”? (A cuando una persona descarga sus emociones a raíz de su carácter corrupto). Descargar las emociones y decir palabras malsonantes: eso es maltrato verbal. Si lo que se dice de una persona es desagradable pero congruente con su esencia corrupta, eso no es maltrato verbal. Por ejemplo, alguien puede haber interrumpido y perturbado el trabajo de la iglesia y haber cometido mucho mal, y tú le dices “has cometido mucho mal. Eres un sinvergüenza, ¡no eres humano!”. ¿Se considera eso maltrato verbal? ¿Manifestación de un carácter corrupto? ¿Descarga de las propias emociones? ¿O ausencia de decencia santa? (Se ajusta a la realidad, así que no se considera maltrato verbal). Exacto, no se considera tal. Está en consonancia con la realidad: son palabras verdaderas, dichas de verdad, y no hay nada oculto ni escondido. Puede que no se corresponda con el hecho de ser culto y sensato o gentil y refinado, pero sí con la realidad. La persona reprendida se comparará con esas palabras, se examinará y verá que fue reprendida porque hizo algo malo y cometió una gran maldad. Se odiará y pensará: “¡Soy un auténtico inútil! Solo un imbécil habría hecho lo que hice yo; ¡no soy un ser humano! ¡Estuvo bien que me regañaran así!”. Tras admitirlo conocerá un poco su esencia naturaleza, y transcurrido un período de experiencia y exposición, se arrepentirá sinceramente. En lo sucesivo sabrá buscar los principios mientras cumple con su deber. ¿No le espabiló la reprensión? ¿No hay, entonces, diferencia entre dicha reprensión y el “maltrato verbal” en la exigencia de Dios de que la gente no maltrate verbalmente a nadie? (La hay). ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué implica “maltrato verbal” en la exigencia de Dios de que la gente no maltrate verbalmente a los demás? Por un lado, si el contenido y las palabras son obscenos, eso no es bueno. Dios no desea oír palabras soeces de boca de Sus seguidores. No le gustan esas palabras. Sin embargo, si se utilizan palabras desagradables al revelar los hechos, en esos casos se hacen excepciones. Eso no es maltrato verbal. Por otro lado, ¿cuál es la esencia de la conducta de maltrato verbal? ¿No es una manifestación de impetuosidad? Si un problema puede explicarse de forma clara y transparente por medio de la enseñanza, la exhortación y la comunicación normales, ¿por qué maltratar verbalmente a la persona? El maltrato no es bueno, es inadecuado. Si se compara con esos enfoques positivos, el maltrato verbal no es una forma normal de proceder. Eso es descargar las propias emociones y sacar a la luz la propia impetuosidad, y Dios no desea que la gente aborde ningún asunto descargando sus emociones o dejando brotar su impetuosidad. Cuando los seres humanos dejan brotar su impetuosidad y descargan sus emociones, la conducta que suelen exhibir es la del uso del lenguaje para maltratar y agredir verbalmente. Dicen las cosas más desagradables, cualquier cosa que hiera a la otra parte y libere su propia ira. Y, una vez que han terminado, no solo habrán mancillado y herido a la otra parte, sino que también se habrán mancillado y herido a sí mismos. Esta no es la actitud ni el método que deben adoptar los seguidores de Dios para abordar las cosas. Además, los seres humanos corruptos siempre tienen una mentalidad de venganza, de descargar sus emociones y su insatisfacción, de dejar brotar su impetuosidad. Quieren maltratar verbalmente a los demás en todo momento, y cuando surgen cosas, tanto grandes como pequeñas, la conducta que manifiestan inmediatamente es de maltrato verbal. Incluso cuando saben que dicho comportamiento no resolverá un problema, lo hacen de todos modos. ¿No es un comportamiento satánico? Lo hacen hasta cuando están solos en casa, cuando nadie los oye. ¿Eso no es descargar las propias emociones? ¿No es revelar la propia impetuosidad? (Sí). En términos generales, revelar la propia impetuosidad y descargar las propias emociones implica utilizar la propia impetuosidad como forma de enfocar y manejar algo; supone afrontar todos los asuntos con una actitud impetuosa, y el maltrato verbal es conducta y manifestación de ello. Dado que esa es la esencia del maltrato verbal, ¿no es bueno que Dios exija al hombre que no lo haga? (Sí, lo es). ¿No es razonable que Dios exija al hombre que no maltrate verbalmente a los demás? ¿No es beneficioso para el hombre? (Sí). En última instancia, el objetivo de la exigencia de Dios de que el hombre no golpee ni maltrate verbalmente a los demás es que las personas ejerzan la moderación y evitar que vivan siempre inmersas en sus emociones y su impetuosidad. Digan lo que digan cuando maltratan verbalmente a alguien, lo que brota de quienes viven inmersos en sus emociones y su impetuosidad es un carácter corrupto. ¿Qué carácter corrupto? Como mínimo, un carácter de malicia y arrogancia. ¿Es la voluntad de Dios que cualquier problema se resuelva dejando brotar un carácter corrupto? (No). Dios no desea que Sus seguidores empleen semejantes métodos para abordar las cosas que suceden a su alrededor, lo que implica que a Dios no le agrada que la gente aborde todo cuanto sucede a su alrededor pegando y maltratando verbalmente a otros. No puedes resolver ningún problema maltratando verbalmente a la gente, y hacerlo afecta a tu capacidad de actuar según los principios. Como mínimo, no es una conducta positiva ni una conducta que deban tener las personas de humanidad normal. Por eso Dios exigió a quienes lo siguen que no peguen ni maltraten verbalmente a nadie. Dentro del “maltrato verbal” hay emociones e impetuosidad. “Emociones”: ¿a qué se refiere eso en concreto? Eso abarca el odio y las maldiciones, desear el mal a los demás, esperar que reciban su merecido según los deseos de uno y que acaben mal. Las emociones abarcan, concretamente, cosas negativas como estas. ¿Qué implica, entonces, la “impetuosidad”? Implica descargar las emociones por métodos extremos, pasivos, negativos y malvados, y desear que desaparezcan las cosas y personas que a uno no le gustan, o que se las vean en el desastre, para poder regocijarse con su desgracia como deseaba. Eso es la impetuosidad. ¿Qué abarca la impetuosidad? Entre otras cosas, el odio, la animosidad y las maldiciones, así como la inquina. ¿Es positiva alguna de esas cosas? (No). ¿En qué situación se encuentra una persona que vive inmersa en estas emociones y en la impetuosidad? ¿No está a punto de convertirse en un mal demonio? Cuanto más maltratas verbalmente a la gente, más te enojas, más cruel te vuelves y más deseas maltratar verbalmente a otras personas, y al final querrás alargar la mano y darle a alguien. Y cuando le des a alguien, querrás herirlo de muerte, quitarle la vida, es decir “¡te aniquilaré! ¡Te mataré!”. Una pequeña emoción —una emoción negativa— conduce a la inflación y el estallido de la propia impetuosidad y, al final, hace que la gente desee la pérdida y aniquilación de una vida. ¿Es eso algo que deban tener aquellos que tienen una humanidad normal? (No). ¿Qué cara tiene esto? (La del diablo). Es el diablo, que traiciona su auténtica apariencia. Es la misma cara que tiene un demonio cuando está a punto de devorar a una persona. Su naturaleza demoníaca sale a la superficie y no puede ser controlada. Eso es lo que significa ser un mal demonio. ¿Y hasta qué punto se vuelven malas estas personas? Se convierten en un demonio que desea devorar la carne y el alma del hombre. La consecuencia más grave del maltrato verbal es que puede girar un simple asunto 180 grados y conducir a alguien a la muerte. Muchos asuntos comienzan con un pequeño roce entre dos personas que las lleva a gritarse, maltratarse verbalmente y golpearse, a lo que le sigue el impulso de matar, que luego se convierte en un hecho: una de ellas es asesinada, y la otra es declarada culpable de asesinato y condenada a muerte. Al final, ambas partes pierden. Este es el resultado final. Han terminado su maltrato verbal, han terminado de descargar sus emociones, han revelado toda su impetuosidad y ambos se han ido al infierno. Este es el resultado. Esas son, para el hombre, las consecuencias de descargar sus emociones y de la inflación y el estallido de su impetuosidad. Este no es un buen resultado, es malo. Como ves, este es el tipo de resultado al que se enfrenta el hombre como consecuencia de la conducta ocasionada por una simple emoción negativa. La gente no quiere dicho resultado ni está dispuesta a enfrentarlo, pero, inmersa en toda clase de emociones negativas y enredada y controlada por la impetuosidad, que a menudo se expande y estalla, esas consecuencias son las que finalmente surgen. Dime, ¿es el maltrato verbal una simple conducta? El maltrato verbal que la gente comete en la vida diaria puede que no produzca un resultado tan pernicioso; es decir, no todos los episodios de maltrato verbal derivan necesariamente en un resultado tan pernicioso. Sin embargo, esta es la esencia del maltrato verbal. Es la descarga de las propias emociones y la inflación y el estallido de la propia impetuosidad. Por tanto, la exigencia de Dios de que la humanidad no maltrate verbalmente a nadie es ciertamente beneficiosa para el hombre —le beneficia de cientos de maneras y no le perjudica en ninguna— y, al mismo tiempo, esto forma parte de la trascendencia de que Dios postule esta exigencia para la humanidad. Tal vez la exigencia de no maltratar verbalmente a nadie no llegue al nivel de practicar o buscar la verdad, pero, de todos modos, el hombre debe observar esta clase de exigencia.
¿Es capaz la gente de cumplir la exigencia de Dios de no maltratarse verbalmente recurriendo únicamente al autocontrol? Cuando la gente se enoja, muchas veces no sabe controlarse. Entonces, ¿cómo puede cumplir esta exigencia de no maltratarse verbalmente? Cuando estés a punto de maltratar verbalmente a alguien, sobre todo si no puedes controlarte, debes apresurarte a orar. Si oras un rato y le suplicas fervientemente a Dios, es probable que tu ira disminuya. En ese momento podrás controlarte de forma eficaz y controlar tus emociones y tu impetuosidad. Por ejemplo, a veces puede que la gente diga algo que te ofenda, puede que te juzgue a tus espaldas, puede que te haga daño consciente o inconscientemente, o puede que se aproveche un poco de ti, te robe algo o incluso perjudique tus intereses vitales. Cuando te ocurran estas cosas, pensarás: “Como me hizo daño, lo odio, quiero insultarle a gritos, quiero vengarme de él; incluso pegarle. Quiero asestarle una puñalada trapera para darle una lección”. ¿Todo esto no lo provocan las malas emociones? La consecuencia de las malas emociones es que desearás hacer estas cosas. Cuanto más lo pienses, más te enfurecerás, y más creerás que esa persona te acosa y que ha ofendido tu dignidad y tu condición. Te sentirás a disgusto para tus adentros y querrás vengarte. ¿Esta no es la impulsividad impetuosa que estas emociones negativas han provocado en ti? (Sí). ¿Qué clase de conducta es este deseo que tienes de vengarte? ¿No estás a punto de dejar brotar tu impetuosidad? En momentos así debes calmarte; en primer lugar, debes orar a Dios, controlarte, meditar y buscar la verdad y actuar con prudencia. Es la única manera de evitar una situación en la que te angusties y en la que surjan en ti el odio, ciertas emociones y la impetuosidad. Alguno dirá: “Si dos personas trabajan juntas todo el día, es imposible evitar este tipo de situaciones”. Aunque no puedas evitar esta situación, no debes vengarte, sino controlarte. ¿Cómo puedes controlarte? Antes de nada, debes pensar: “Si me vengara, sin duda no agradaría a Dios, así que no puedo hacerlo. El odio, la venganza y la animosidad son cosas que a Dios le desagradan”. A Dios no le agradan estas cosas, pese a lo cual tienes ganas de hacerlas y no puedes controlarte. ¿Cómo debes corregir esto? Como es natural, debes ampararte en Dios; si no oras a Dios, no podrás corregirlo. Además, si tu estatura es demasiado pequeña, eres excesivamente impetuoso, y realmente no sabes controlar tus emociones y tu impetuosidad y deseas vengarte, aún así no debes abrir la boca de ninguna de las maneras para maltratar verbalmente a esa persona. Puedes irte de donde estés y dejar que intervenga otro para resolver la situación. Tú debes orar a Dios en silencio y recitar algunas frases pertinentes de Sus palabras. Ora a Dios de este modo, y tu impetuosidad desaparecerá poco a poco. Te darás cuenta de que maltratar verbalmente a la gente no resuelve los problemas, de que sería una revelación de corrupción y de que no serviría más que para deshonrar a Dios. ¿No resolverá tu problema orar de esta forma? ¿Qué opináis vosotros de esta solución? (Es buena). Aquí concluye Mi enseñanza sobre la regulación de conductas propuesta por Dios: “No pegues ni maltrates verbalmente a nadie”.
Acabo de enseñar las buenas conductas que Dios le pide cumplir a la gente; ¿cuáles eran? (Tener decencia santa, no ser disoluto, ser comedido, no llevar ropa peculiar, no pegar ni maltratar verbalmente a nadie, no fumar ni beber, no adorar ídolos, honrar a los padres, no robar, no apropiarse indebidamente de los bienes ajenos, no cometer adulterio y no dar falso testimonio). Sí, todas son correctas. Dime, lo que exige la ley, como no robar y no aprovecharse de nadie, ¿sigue siendo válido ahora? ¿Sigue vigente? (Sigue siendo válido y estando vigente). ¿Y los mandamientos de la Era de la Gracia? (Siguen siendo válidos también). Entonces, ¿por qué enunció Dios estas exigencias concretas? ¿A qué aspecto de la práctica del hombre afectan estas exigencias concretas? Si Dios no enunciara dichas exigencias, ¿entendería la gente estas cosas? (No). La gente no las entendería. Todas estas exigencias concretas de Dios para regular la conducta del hombre están, de hecho, relacionadas con la vivencia de una humanidad normal. El objetivo al enunciar estas exigencias concretas era que la gente pudiera discernir e identificar con precisión las cosas positivas y negativas, así como lo que está bien y mal; enseñar a la gente que el adulterio es negativo, vergonzoso, aborrecido por Dios y despreciado por el hombre, y que la gente debe controlarse en esta cuestión, que no debe cometer este acto ni equivocarse en este sentido. El objetivo también era enseñar a la gente que conductas como las de aprovecharse de los demás, robar, etc., son cosas negativas y que no debería hacerlas. Si te gusta hacerlas, y las has hecho, no eres buena persona. ¿Cómo se puede diferenciar entre una persona de buena humanidad y una de mala humanidad, o entre una figura positiva y una negativa? Ante todo, debes corroborar lo siguiente: que solo es posible discernir con precisión cómo son las personas y diferenciar las figuras positivas y negativas en función de las palabras de Dios. Solo es posible discernir y percibir claramente cómo son las personas en función de las exigencias y los criterios de Dios para regular la conducta del hombre. Pondré un ejemplo: si una persona tiene la mano larga y le gusta robar a los demás, ¿cómo es su humanidad? (Mala). Robar es una mala acción grave, por lo que quienes roban son personas malas. Los demás se protegen y alejan de ellos y los consideran ladrones. En opinión de la gente, los ladrones son sujetos negativos, y robar es algo negativo y una conducta pecaminosa. ¿No está corroborado esto? He aquí otro ejemplo: supón que hay un adúltero y algunas personas no saben si eso es algo positivo o negativo; la única manera que tienen de evaluarlo con precisión es de acuerdo con las palabras de Dios, pues las palabras de Dios son la única verdad. Digan lo que digan actualmente los ordenamientos jurídicos y la moral sobre el acto de adulterio, eso no es la verdad. Las palabras pronunciadas por Dios, “no cometas adulterio”, son la verdad, y la verdad nunca pasa. Desde el momento en que Dios enunció la exigencia de “no cometer adulterio”, todo el mundo debería haber empezado a despreciar a los adúlteros y a alejarse de ellos. La gente así no tiene humanidad y, como mínimo, si la evalúas desde la perspectiva de la humanidad, no es buena. Toda persona que tenga este tipo de conducta y de humanidad es lamentable, el hombre la aborrece, en los grupos es menospreciada y despreciada, y las masas la rechazan. A tenor de las palabras de Dios, podemos corroborar que cometer adulterio es algo negativo y que las personas que lo hacen son figuras negativas. Por muy malvadas que lleguen a ser las tendencias de la sociedad, el adulterio y la fornicación son cosas negativas, y las personas que las practican, figuras negativas. Esto es absolutamente cierto y debes entenderlo; no debes dejarte engañar ni seducir por las tendencias malvadas de la sociedad. Además de estas exigencias, hay otras más concretas: Dios le dice a la gente que no adore ídolos, que honre a sus padres, que no pegue ni maltrate verbalmente a nadie, que tenga decencia santa, etc. Todas estas exigencias concretas son normas con las que Dios regula la conducta del hombre. Es decir, antes de que Dios le proveyera a la gente la verdad, le enseñó qué actos son correctos y positivos y cuáles incorrectos y negativos, le dijo cómo ser buenas personas y qué buenas conductas deben tener para ser personas con una humanidad normal, así como qué cosas deben y no deben hacer, como personas con una humanidad normal, para poder tomar las decisiones correctas. Todas estas exigencias que regulan la conducta del hombre son cosas que toda persona normal debería vivir sinceramente y el fundamento sobre el que, de hecho, toda persona afronta y aborda todo aquello que encara. Por ejemplo, supón que ves que otra persona tiene algo bueno y lo quieres para ti, pero piensas: “Dios dice que está mal robar a otras personas, que no debemos robar ni aprovecharnos de nadie, así que no le voy a robar”. ¿No has controlado la conducta de robar? Y, al tiempo que la has controlado, ¿no la has regulado? Antes de que Dios enunciara estas exigencias, cuando la gente veía que otro tenía algo bueno, lo quería para sí. No pensaba que eso fuera malo o vergonzoso, ni que Dios abominara de ello ni que fuera algo negativo, ni siquiera que fuera pecado; no sabía estas cosas, no tenía estos conceptos. Una vez que Dios enunció la exigencia de “no robar”, la gente se vio dotada de una limitación mental a la hora de hacer este tipo de cosas, y con esta limitación aprendió que hay una diferencia entre robar y no robar. Robar equivale a hacer algo negativo, a hacer algo malo o perverso, y es vergonzoso. No robar supone cumplir la moralidad de la especie humana, lo que entraña humanidad. Las exigencias de Dios respecto a la conducta del hombre no solo corrigen las conductas y los planteamientos negativos de la gente, sino que, a su vez, regulan la conducta del hombre y hacen que la gente viva una humanidad normal, tenga unas conductas y manifestaciones normales y, al menos, parezcan personas, gente normal. Dime, ¿no son muy importantes estas exigencias de Dios para regular la conducta del hombre? (Lo son). Son importantes. Ahora bien, estas exigencias concretas que regulan la conducta del hombre aún distan bastante de las verdades que expresa Dios actualmente y no pueden elevarse a la categoría de verdad. Esto se debe a que, hace mucho tiempo, en la Era de la Ley, estas exigencias eran simples leyes que regulaban la conducta del hombre, el lenguaje más sencillo y directo de Dios para decirle a la gente qué cosas debía y no debía hacer y Sus normas para con ella. En la Era de la Gracia, estas exigencias eran simples mandamientos, y en la actualidad únicamente cabe afirmar que son criterios para evaluar la propia conducta y evaluar las cosas. Aunque estos criterios no pueden elevarse a la categoría de verdad y hay cierta distancia entre ellos y la verdad, son condición indispensable para que el hombre busque y practique la verdad. Cuando una persona se atiene a estas normas, a estas leyes y estos mandamientos, a estas exigencias y estos criterios de conducta fijados por Dios para regular la conducta del hombre, puede decirse que cumple las condiciones fundamentales para practicar y buscar la verdad. Si una persona fuma y bebe, es de conducta disoluta, comete adulterio, se aprovecha de otras personas y roba a menudo, y tú dijeras “esta persona ama la verdad y seguro que es capaz de practicarla y de alcanzar la salvación”, ¿sería de recibo esa afirmación? (No). ¿Por qué no sería de recibo? (Porque esa persona no es capaz de cumplir ni siquiera las exigencias más básicas de Dios, es imposible que practique la verdad, y si se dijera que la ama, sería mentira). Exacto. Esta persona ni siquiera tiene el nivel más básico de autocontrol. Esto implica que no tiene ni siquiera el nivel más elemental de conciencia y razón que debe tener una persona. En pocas palabras, esta persona no tiene la conciencia y razón de la humanidad normal. ¿Qué significa no tener conciencia y razón? Que esta persona ha oído las palabras que Dios ha pronunciado, las exigencias de Dios al hombre y las normas fijadas por Dios, y no se las ha tomado nada en serio. Dios dice que robar está mal y que la gente no debe robar, y esta persona se pregunta: “¿Por qué no está permitido robar? Con lo pobre que soy, ¿cómo podría vivir si no robara? ¿Podría hacerme rico si no robara cosas ni me aprovechara de nadie?”. ¿No carece de la conciencia y razón de la humanidad normal? (Sí). Incapaz de atenerse a las exigencias que creó Dios para moderar la conducta del hombre, no es una persona con una humanidad normal. ¿Sería posible afirmar que ama la verdad una persona que no tiene una humanidad normal? (No). No ama las cosas positivas y, aunque Dios diga que la gente no debe robar ni cometer adulterio, es incapaz de cumplir estas exigencias y está harta de estas palabras de Dios. Así pues, ¿es capaz de amar la verdad? La verdad es muy superior a estos criterios de conducta; ¿puede alcanzarla esta persona? (No). La verdad no es un simple criterio de conducta ni una mera cuestión de que la gente se acuerde de ella cuando peca o es arbitraria e imprudente, y luego se controle y deje de pecar o de actuar arbitraria e imprudentemente. La verdad no se limita a moderar la conducta de las personas de esta manera tan sencilla: la verdad puede convertirse en la vida de una persona y dominarla totalmente a esta. Cuando la gente acepta la verdad como su vida, lo logra experimentando la obra de Dios, llegando a conocer la verdad y practicándola. Cuando la gente acepta la verdad, surge una lucha en su interior y es probable que se manifieste su carácter corrupto. Cuando la gente es capaz de aplicar la verdad para corregir su carácter corrupto, la verdad puede convertirse en su vida y en el principio según el cual se comporta y vive. Esto solamente lo pueden lograr las personas que aman la verdad y tienen humanidad. ¿Pueden alcanzar este nivel quienes no aman la verdad y carecen de humanidad? (No). Exacto, no pueden aunque quieran.
Si observamos estas exigencias que Dios ha creado para regular la conducta del hombre, de todas las palabras que Dios ha pronunciado y de todas las estipulaciones concretas que ha enunciado, ¿hay alguna superflua? (No). ¿Tienen sentido? ¿Tienen valor? (Sí). ¿Debe cumplirlas la gente? (Sí). Así es, la gente debe cumplirlas. Y, al tiempo que las cumpla, debe descartar los enunciados que le ha inculcado la cultura tradicional, como ser culto y sensato, ser gentil y refinado, etc. Debe cumplir todas las exigencias enunciadas por Dios para regular la conducta del hombre y comportarse en estricta conformidad con las palabras de Dios. Debe vivir una humanidad normal, atenta a todas las exigencias enunciadas por Dios y, naturalmente, también debe evaluar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en estricta conformidad con dichas exigencias. Aunque estas no llegan a ser criterios de la verdad, todas ellas son palabra de Dios y, por ser palabra de Dios, pueden guiar positiva y activamente a las personas. ¿Cómo definí la búsqueda de la verdad? Contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar en todo de acuerdo con las palabras de Dios, con la verdad por criterio. Las palabras de Dios abarcan una gran variedad de cosas. A veces, una frase de Sus palabras representa un elemento de la verdad. A veces hacen falta varias frases, o un pasaje, para exponer un elemento de la verdad. A veces es preciso un capítulo entero para expresar un elemento de la verdad. La verdad parece sencilla, pero en realidad no lo es en absoluto. Para describir la verdad en términos más amplios, Dios es la verdad. Todas las palabras de Dios son verdad, las palabras de Dios son prolijas y abarcan mucho contenido, y todas ellas son expresión de la verdad. Por ejemplo, la totalidad de las leyes y los mandamientos que Dios ha ordenado, así como las exigencias conductuales que ha enunciado en esta nueva era, son palabra Suya. Aunque algunas de estas palabras no llegan a la categoría de verdad, y aunque no se consideran verdad, son positivas. Aunque solo son palabras que moderan la conducta del hombre, la gente debe atenerse a ellas de todos modos. La gente debe, como mínimo, tener este tipo de conductas y no incumplir estos criterios. Por consiguiente, los puntos de vista de una persona sobre las personas y cosas, así como sus conductas y actos, deben fundamentarse en estas palabras de Dios. La gente debe atenerse a ellas porque son las palabras de Dios; todo el mundo debe contemplar a las personas y las cosas, comportarse y actuar según las palabras de Dios porque son las palabras de Dios. ¿Eso no es así? (Sí). Ya lo he explicado antes: Dios habla muy en serio, Sus palabras se cumplen y lo que alcanzan Sus palabras dura eternamente, lo que quiere decir que las palabras de Dios nunca pasan. ¿Por qué no pasan? Porque, sin importar cuántas palabras pronuncie Dios ni cuándo lo haga, todas ellas son verdad y nunca pasan. Ni siquiera pasarán y cambiarán las palabras de Dios cuando el mundo entre en una nueva era. ¿Por qué digo que las palabras de Dios no pasan? Porque las palabras de Dios son la verdad y la verdad nunca cambia. Así pues, jamás pasarán todas las leyes y todos los mandamientos que Dios ha enunciado y pronunciado ni todas las exigencias concretas que ha enunciado con respecto a la conducta del hombre. Toda exigencia de las palabras de Dios es beneficiosa para la humanidad creada; todas regulan la conducta del hombre y son edificantes y valiosas con respecto a la vivencia de la humanidad normal y a la forma en que debe comportarse la gente. Todas estas palabras pueden cambiar a las personas y hacer que vivan a semejanza de un auténtico ser humano. Por el contrario, si la gente reniega de estas palabras de Dios y de las exigencias de Dios a la humanidad y, en cambio, se atiene a los enunciados de buena conducta propuestos por el hombre, corre un gran peligro. No solo no tendrá cada vez más humanidad y razón, sino que será cada vez más taimada, falsa y capaz de engañar, y la humanidad que viva será cada vez más engañosa. No solo engañará a otra gente, sino que también intentará engañar a Dios.
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