Qué significa perseguir la verdad (6) Parte 3
Hablemos ahora del siguiente dicho sobre conducta moral: “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. ¿Qué significa este dicho? Significa que debes ser estricto contigo mismo e indulgente con los demás, para que vean lo generoso y magnánimo que eres. ¿Por qué hay que hacer esto, entonces? ¿Qué se pretende conseguir? ¿Es factible? ¿Es de verdad una expresión natural de la humanidad de las personas? Debes comprometerte mucho para poder asumirlo. Debes liberarte de deseos y exigencias, los cuales te obligan a sentir menos alegría, a sufrir un poco más, pagar un mayor precio y trabajar más para que los demás no tengan que desgastarse. Y si los demás se quejan, se lamentan o trabajan mal, no debes exigirles demasiado: con un “más o menos” es suficiente. La gente cree que esto es una señal de noble moralidad, pero ¿por qué a Mí me suena falso? ¿Acaso no es falso? (Lo es). En circunstancias normales, la expresión natural de la humanidad de una persona corriente es ser tolerante consigo misma y estricta con los demás. Es un hecho. La gente puede percibir los problemas de los demás: “¡Esta persona es arrogante! ¡Esa persona es mala! ¡Esta es egoísta! ¡Aquel es superficial en el cumplimiento de su deber! ¡Esta persona es tan perezosa!”, mientras que para sí mismo piensa: “Si soy un poco perezoso, está bien. Soy de buen calibre. Aunque soy perezoso, hago mejor mi trabajo que los demás”. Encuentran defectos en los demás y les gusta ser quisquillosos, pero con ellos mismos son tolerantes y complacientes en la medida de lo posible. ¿No es esta una expresión natural de su humanidad? (Lo es). Si se espera que la gente viva según la idea de ser “estricto con uno mismo y tolerante con los demás”, ¿qué agonía deben soportar? ¿Serán realmente capaces de soportarla? ¿Cuántos lo conseguirían? (Ninguno). ¿Y por qué? (Las personas son egoístas por naturaleza. Actúan según el principio de “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”). De hecho, el hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa. Si se espera de la gente que no sea egoísta, que se exija estrictamente a sí misma y que salga perdiendo voluntariamente en lugar de aprovecharse de los demás, ¿es eso una expectativa realista? Si se espera que cuando alguien se aprovecha de uno, la persona diga alegremente: “Te estás aprovechando, pero no voy a montar un escándalo al respecto. Soy una persona tolerante, no hablaré mal o intentaré vengarme de ti, y si aún no te has aprovechado lo suficiente, siéntete libre de continuar”; ¿es esa una expectativa realista? ¿Cuántas personas podrían conseguirlo? ¿Es así como se comporta normalmente la humanidad corrupta? Obviamente, es anómalo que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía. “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”: esta afirmación sobre la conducta moral es claramente una exigencia que no concuerda ni con los hechos ni con la humanidad, que es impuesta al hombre por moralistas sociales que no comprenden la humanidad. Es como decirle a un ratón que no se le permite hacer agujeros o a un gato que se le prohíbe cazar ratones. ¿Es correcto exigir algo así? (No. Desafía las leyes de la humanidad). Esta exigencia claramente no se ajusta a la realidad, y es muy vacía. Los que exigen esto, ¿son capaces de cumplirlo? (No). Esperan que los demás cumplan una exigencia que ellos no pueden cumplir; ¿cuál es la cuestión aquí? ¿No es esto un poco irresponsable? Como mínimo, se puede afirmar que son irresponsables y dicen sinsentidos. Yendo un paso más allá, ¿cuál es la naturaleza de esta cuestión? (La hipocresía). Correcto, es un ejemplo de hipocresía. Está claro que ellos no son capaces de cumplir esta exigencia, pese a lo cual afirman ser muy tolerantes, generosos y de gran nivel moral; ¿esto no es hipocresía? Se mire por donde se mire, es un dicho vacío que conlleva cierta falsedad, así que lo calificaremos de dicho hipócrita. Es similar al tipo de dichos que promovían los fariseos; tiene una motivación oculta que es, obviamente, la de presumir, definirse a uno mismo como persona de conducta moral noble y ser elogiado como ejemplo y modelo de esa conducta. ¿Y qué clase de personas son capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás? ¿Son capaces de cumplir este dicho los maestros y médicos? Los supuestos personajes famosos, grandes hombres y sabios como Confucio, Mencio y Laozi, ¿fueron capaces de cumplir este dicho? (No). En resumen, por muy ridículo que sea este dicho postulado por el hombre, por muy defendible que sea o no esta exigencia, en definitiva es una mera exigencia impuesta sobre la moralidad y conducta moral de las personas. Como mínimo, la gente no está dispuesta a acatar esta exigencia, y no le resulta fácil practicarla porque va contra las normas que la humanidad normal del hombre es capaz de cumplir. No obstante, en cualquier caso, sigue siendo una norma y una exigencia de conducta moral del hombre promovida por la cultura tradicional. Aunque “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” es una frase hueca que pocos pueden cumplir, es lo mismo que “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros” —sin importar las motivaciones o intenciones de las personas que las practican ni si alguien siquiera logra practicarlas—, en todo caso, por el mero hecho de que quienes promueven esta exigencia se califican a sí mismos de culmen de la moralidad, ¿no les convierte esto en arrogantes y santurrones, poseedores de una razón un tanto anormal? Si les preguntaras si son capaces de cumplir el dicho “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, responderían: “¡Por supuesto!”. Sin embargo, cuando se vean obligados a cumplirlo de verdad, no podrán. ¿Por qué no? Porque tienen un carácter satánico arrogante. Pídeles que se adhieran a esta moral cuando haya otros compitiendo con ellos por el estatus, el poder, el prestigio y el beneficio, y fíjate en si pueden. Sencillamente, no podrán, y hasta se volverán hostiles hacia ti. Si les preguntas: “¿Por qué continúas promoviendo este dicho cuando ni siquiera tú eres capaz de cumplirlo? ¿Por qué continúas exigiendo a los demás que lo cumplan? ¿No es hipócrita de tu parte?”, ¿lo admitirán? Si los dejas en evidencia, no lo admitirán; por más que los dejes en evidencia, no lo aceptarán ni admitirán su error, lo que demuestra que no son buenas personas. Que finjan un tono moral elevado a pesar de ser incapaces de ajustarse a sus propias exigencias solo demuestra que se les califica, con razón, de grandes farsantes e hipócritas petulantes.
“Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, al igual que los dichos “no te quedes el dinero que te encuentres” y “disfruta ayudando a otros”, es una de esas exigencias que la cultura tradicional hace respecto a la conducta moral de las personas. Del mismo modo, independientemente de si alguien puede alcanzar o ejercer esa conducta moral, sigue sin ser el criterio o la norma con que evaluar su humanidad. Puede que seas realmente capaz de ser estricto contigo mismo y tolerante con los demás y que te exijas un nivel de exigencia especialmente alto. Puede que seas muy puro y siempre pienses en los demás y muestres consideración hacia ellos sin ser egoísta ni buscar tus propios intereses. Puedes parecer especialmente magnánimo y desinteresado, y tener un gran sentido de la responsabilidad y la moral social. Tus allegados y las personas con las que te relacionas puede que perciban tus cualidades y tu noble personalidad. Es posible que tu comportamiento nunca dé a los demás motivos para culparte o criticarte, sino que suscite elogios profusos e incluso admiración. Es posible que la gente te considere alguien realmente estricto consigo mismo y tolerante con los demás. Sin embargo, estos no son más que comportamientos externos. ¿Son coherentes los pensamientos y deseos que habitan en lo más profundo de tu corazón con tales comportamientos externos, con estas acciones que vives externamente? La respuesta es que no, no lo son. La razón por la que puedes actuar así es que haya una motivación detrás. ¿Cuál es esa motivación exactamente? ¿Soportarías el hecho de que esa motivación viera la luz? Desde luego que no. Esto prueba que esta motivación es algo innombrable, algo oscuro y maligno. Ahora bien, ¿por qué esta motivación es incalificable y malvada? Porque la humanidad de las personas se rige y guía por sus actitudes corruptas. Es innegable que todos los pensamientos de la humanidad, tanto si la gente los expresa con palabras como si los manifiesta, están dominados, controlados y manipulados por sus actitudes corruptas. En consecuencia, todas las motivaciones e intenciones de las personas son siniestras y malvadas. Independientemente de que la gente sea capaz de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, o de que exteriorice esta moral a la perfección, es inevitable que esta moral no tenga control ni influencia sobre su humanidad. Entonces, ¿qué es lo que controla la humanidad de las personas? Sus actitudes corruptas, su esencia-humanidad que subyace oculta tras el postulado moral “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”; esa es su auténtica naturaleza. La auténtica naturaleza de una persona es su esencia-humanidad. ¿Y en qué consiste su esencia-humanidad? Principalmente, en sus preferencias, sus búsquedas, su visión de la vida y su sistema de valores, así como su actitud hacia la verdad y hacia Dios, etc. Estas cosas son las únicas que representan verdaderamente la esencia-humanidad de las personas. Se puede decir con certeza que la mayoría de las personas que se exigen cumplir la norma moral de ser “estricto con uno mismo y tolerante con los demás” están obsesionados con el estatus. Impulsadas por sus actitudes corruptas, no pueden evitar buscar prestigio entre los hombres, relevancia social y estatus a ojos de los demás. Todas estas cosas están relacionadas con su deseo de estatus y las buscan al amparo de su conducta moral. ¿Y cómo surgen estas búsquedas suyas? Provienen y son impulsadas enteramente por sus actitudes corruptas. Así pues, pase lo que pase, que alguien cumpla o no la moral de ser “estricto consigo mismo y tolerante con los demás”, y que lo haga o no a la perfección, eso no puede cambiar su esencia-humanidad. Esto implica que no puede cambiar en modo alguno su punto de vista sobre la vida o su sistema de valores, ni guiar sus actitudes y perspectivas sobre todo tipo de personas, acontecimientos y cosas. ¿No es así? (Así es). Cuanto más capaz es una persona de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, mejor sabe fingir, disfrazarse y desorientar a los demás con un buen comportamiento y palabras agradables, y más falsa y perversa es por naturaleza. Cuanto más es de este tipo de personas, más profundo se vuelve su amor y su búsqueda de estatus y poder. Por muy maravillosa, gloriosa y correcta que parezca ser su conducta moral externa, y por muy agradable que sea para las personas contemplarla, la búsqueda tácita que reside en lo más profundo de su corazón, además de su esencia-naturaleza, e incluso sus ambiciones, pueden aflorar de ellos en cualquier momento. Por tanto, por muy buena que sea su conducta moral, no puede ocultar su esencia-humanidad intrínseca ni sus ambiciones y deseos. No puede ocultar su horrible esencia-naturaleza, que no ama las cosas positivas y que siente aversión por la verdad y la odia. Como demuestran estos hechos, el dicho “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” no solo es absurdo, sino que además pone en evidencia a esas personas ambiciosas que tratan de utilizar tales dichos y comportamientos para encubrir sus innombrables ambiciones y deseos. Podéis comparar esto con algunos de los anticristos y personas malvadas de la iglesia. A fin de consolidar su estatus y poder en la iglesia, y para adquirir mayor reputación entre los demás miembros, son capaces de sufrir y pagar un precio al cumplir su deber, e incluso puede que renuncien a sus empleos y familias y vendan todo lo que tienen para esforzarse por Dios. En algunos casos, el precio que pagan y el sufrimiento que padecen al esforzarse por Dios superan lo que puede soportar una persona normal; son capaces de adoptar un espíritu de abnegación extrema por mantener su estatus. Sin embargo, por mucho que sufran o paguen, ninguno de ellos protege el testimonio de Dios ni los intereses de la casa de Dios, ni practica según las palabras de Dios. El objetivo que persiguen es únicamente obtener estatus, poder y las recompensas de Dios. Nada de lo que hacen guarda la menor relación con la verdad. Independientemente de lo estrictos que sean consigo mismos y de lo tolerantes que sean con los demás, ¿cuál será su desenlace final? ¿Qué pensará Dios de ellos? ¿Decidirá su desenlace en función de las buenas conductas externas que tienen? Desde luego que no. La gente contempla y juzga a los demás en función de estas conductas y manifestaciones y, como no puede calar la esencia de otras personas, acaba engañada por ellas. A Dios, no obstante, nunca le engaña el hombre. Dios no elogiará ni recordará en modo alguno la conducta moral de las personas por haber sido capaces de ser estrictas consigo mismas y tolerantes con los demás. Por el contrario, las condenará por sus ambiciones y por las sendas que hayan tomado en pos del estatus. Por tanto, quienes persigan la verdad deben tener discernimiento de este criterio para evaluar a las personas. Deben negar y abandonar por completo esta absurda norma y discernir a las personas según las palabras de Dios y los principios-verdad. Deben fijarse, principalmente, en si una persona ama las cosas positivas, en si es capaz de aceptar la verdad y en si puede someterse a la soberanía y las disposiciones de Dios, así como en la senda que elige y recorre, y clasificar qué clase de persona es y qué tipo de humanidad tiene a tenor de estas cosas. Es muy fácil que aparezcan aberraciones y errores cuando la gente juzga a los demás según el criterio de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Si disciernes y contemplas equivocadamente a una persona en función de principios y dichos provenientes del hombre, estarás vulnerando la verdad y resistiéndote a Dios en ese asunto. ¿Por qué? Porque el fundamento de tu opinión sobre la gente estará equivocado y será incompatible con las palabras de Dios y la verdad; puede que hasta sea opuesto y contrario a ellas. Dios no evalúa la humanidad de nadie según el enunciado de conducta moral “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”, por lo que, si sigues empeñado en juzgar la moralidad de las personas y en determinar qué clase de personas son según este criterio, habrás vulnerado por completo los principios-verdad y acabarás por equivocarte y provocarás errores y divergencias. ¿No es así? (Sí). Una vez que la gente comprenda estas cosas, comprenderá al menos hasta cierto punto el fundamento, los principios y los criterios por los que Dios contempla a las personas y las cosas; tú al menos comprenderás y reconocerás el planteamiento de Dios respecto a estas cosas. ¿Y desde tu perspectiva? Como mínimo deberías saber cuál es el fundamento correcto para contemplar a una persona y qué criterio para contemplarla se ajusta a la verdad y a los hechos reales, lo cual no acarreará errores ni divergencias de ninguna clase. Si realmente te quedan claros estos asuntos, tendrás discernimiento de estos aspectos de la cultura tradicional, así como de los diversos enunciados, teorías y formas de contemplar a los demás que tiene el hombre, y podrás renunciar completamente a estos aspectos de la cultura tradicional y a los distintos dichos y puntos de vista procedentes del hombre. Así contemplarás y discernirás a las personas según los principios-verdad y, hasta cierto punto, serás compatible con Dios y no te rebelarás contra Él, ni te resistirás ni te opondrás a Él. A medida que alcances poco a poco la compatibilidad con Dios, desarrollarás una idea cada vez más clara de la esencia de las personas y las cosas y buscarás la confirmación a esto en las palabras de Dios. Comprobarás que los diversos enunciados de Dios que desenmascaran al género humano, así como Sus descripciones y definiciones de este, son todos correctos y son la verdad. Por supuesto, conforme halles la confirmación a esto, cada vez adquirirás más fe y conocimiento de Dios y de Sus palabras, y estarás cada vez más seguro de que las palabras de Dios son la verdad y la realidad que el hombre debe vivir. ¿No consiste en esto el proceso de aceptar y alcanzar la verdad? (Sí). Este es el proceso para aceptar y alcanzar la verdad.
El objetivo de perseguir la verdad es aceptarla como la propia vida. Cuando la gente es capaz de aceptar la verdad, su humanidad interior y su vida comienzan a transformarse poco a poco y, al final, esta transformación es su recompensa. Antes contemplabas a las personas y las cosas según la cultura tradicional, pero ya te has dado cuenta de que era un error y ya no vas a ver las cosas desde esa perspectiva ni a nadie según lo dictado por la cultura tradicional. ¿Y en qué te basarás ahora para contemplar a las personas y las cosas? Si no lo sabes, eso demuestra que aún no has aceptado la verdad. Si ya sabes cuáles son los principios-verdad según los cuales debes contemplar a las personas y las cosas, si sabes exponer con precisión y claridad tu fundamento, tu senda, tus criterios y tus principios; y si también sabes discernir y aproximarte a las personas según estos principios-verdad, entonces la verdad ya ha empezado a surtir efecto en ti, guía tus pensamientos y domina la perspectiva desde la que contemplas a las personas y las cosas. Esto demuestra que la verdad ya ha arraigado en ti y se ha convertido en tu vida. Y, al final, ¿de qué forma te ayudará el efecto que la verdad surte en ti? ¿No influirá esta en tu conducta, en la senda que elijas y en tu rumbo en la vida? (Sí). Si puede influir en tu conducta y en la senda que sigues, ¿no influirá entonces en tu relación con Dios? (Lo hará). ¿Qué resultado tendrá la influencia de la verdad en tu relación con Dios? ¿Te acercarás o te distanciarás? (Me acercaré a Dios). Por supuesto que te acercarás a Él. Cuando te acerques a Dios, ¿estarás más dispuesto a seguirlo y a arrodillarte ante Él, o creerás a regañadientes en Su existencia, nublado por dudas y malentendidos? (Estaré dispuesto a seguir a Dios y a arrodillarme ante Él). Por supuesto que sí. Ahora bien, ¿cómo alcanzarás esta voluntad? Buscarás la confirmación de las palabras de Dios en tu vida real; la verdad comenzará a surtir efecto en ti y lograrás confirmarla. Mientras se desarrollan todas estas cosas, el origen oculto de todas ellas se confirmará dentro de ti y comprobarás que es plenamente coherente con las palabras de Dios. Verificarás que todas las palabras de Dios son la verdad, y esto aumentará tu fe en Dios. Cuanta más fe tengas en Dios, más normal será tu relación con Él, más dispuesto estarás a comportarte como un ser creado y a aceptar a Dios como Soberano tuyo y cada vez habrá más elementos de ti que se someterán a Dios. ¿Qué te parece esta mejora de vuestra relación? Estupenda, ¿no? Es fruto de un proceso de desarrollo bueno y positivo. ¿Y cuáles serán las consecuencias de un mal proceso de desarrollo maligno? (Que mi fe en la existencia de Dios se debilitará cada vez más y tendré malentendidos y dudas acerca de Dios). Estas serán las consecuencias mínimas. No recibirás confirmación en ningún asunto, y no solo no alcanzarás la verdad en tu fe, sino que además te formarás todo tipo de nociones: malinterpretarás a Dios, le harás reproches y te guardarás de Él y finalmente le negarás. Si niegas a Dios en tu corazón, ¿podrás seguirlo igualmente? (No). Ya no desearás seguirlo. ¿Qué ocurrirá después? Que perderás el interés por lo que Dios haga y diga. Cuando Dios diga: “El fin del género humano está a la vista”, tú responderás: “¡Yo no veo nada!”. No le creerás. Cuando Dios diga: “Te ganarás un buen destino tras perseguir la verdad”, tú responderás: “¿Dónde está ese buen destino del que hablas? ¡Yo no lo veo!”. Perderás el interés. Cuando Dios diga: “Debes actuar como un auténtico ser creado”, tú responderás: “¿Tiene alguna ventaja actuar como un auténtico ser creado? ¿Cuántas bendiciones puedo conseguir con ello? ¿En serio puedo conseguir bendiciones haciendo eso? ¿Tiene algo que ver con conseguir bendiciones?”. Cuando Dios diga: “¡Debes aceptar y someterte a la soberanía de Dios!”, tú responderás: “¿Qué soberanía? ¿Por qué no percibo la soberanía de Dios? Si realmente Dios es soberano, ¿por qué ha permitido que yo viva en la pobreza? ¿Por qué ha permitido que yo enferme? Si Dios es soberano, ¿por qué me resultan siempre tan difíciles las cosas?”. Las quejas embargarán tu corazón y no creerás nada de lo que Dios diga. Esto demostrará tu falta de auténtica fe en Dios. Por eso, ante diversos problemas, no harás más que quejarte sin la menor sumisión. Así llegarás a este maligno desenlace. Algunas personas dicen: “Puesto que Dios es soberano, debería ayudarme a recuperarme de mi enfermedad inmediatamente. Debería ayudarme a conseguir todo lo que deseo. ¿Por qué ahora está mi vida plagada de molestias y sufrimiento?”. Han perdido la fe en Dios y se han quedado sin el menor poso de la vaga fe que una vez tuvieron: ha desaparecido por completo. Esta es la consecuencia maligna y el fruto malvado de todo esto. ¿Queréis llegar a este punto? (No). ¿Cómo podéis evitar rebajaros a este nivel? Debéis esforzaros con respecto a la verdad: la clave y la vía para todo esto están en la verdad y las palabras de Dios. Si te esfuerzas en lo que se refiere a las palabras de Dios y la verdad, sin darte cuenta empezarás a tener más clara la senda que Dios te ha enseñado y por la que te ha guiado, y descubrirás la esencia de las personas, acontecimientos y cosas instrumentados por Dios. A cada paso de esta experiencia descubrirás poco a poco los principios y el fundamento para contemplar a las personas y las cosas, comportarte y actuar según las palabras de Dios. Al aceptar y llegar a comprender la verdad, descubrirás los principios y sendas de práctica en las personas, acontecimientos y cosas con que te encuentres. Si practicas de acuerdo con estas sendas, las palabras de Dios entrarán en ti y se convertirán en tu vida, y sin darte cuenta comenzarás a vivir bajo la soberanía y las instrumentaciones de Dios. Cuando vivas bajo la soberanía y las instrumentaciones de Dios, aprenderás inconscientemente a contemplar a las personas y las cosas según las palabras de Dios, y verás las cosas desde la postura, la perspectiva y el punto de vista adecuados; los resultados de tus puntos de vista sobre las cosas estarán en consonancia con las palabras de Dios y la verdad, y te permitirán acercarte cada vez más a Dios y tener una creciente sed de la verdad. Sin embargo, si no persigues la verdad, si no te esfuerzas con respecto a ella y no te interesa, es difícil saber a qué punto acabarás llegando. Al final, el peor resultado posible es que las personas no contemplen los actos de Dios ni perciban Su soberanía por más que intenten creer en Él; es cuando no perciben la omnipotencia y sabiduría de Dios por más cosas que experimenten. En tales casos, la gente solo reconocerá que las palabras que Dios expresa son la verdad, pero no tendrá esperanza de salvarse, ni mucho menos verá que el carácter de Dios es justo y santo, y siempre tendrá la sensación de que su fe en Dios es confusa. Esto demuestra que no alcanzó la verdad ni la salvación de Dios y que no aprendió nada de nada tras creer en Dios durante años. Con esto concluye Mi enseñanza sobre el tercer dicho, “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”.
¿Cuál es el cuarto enunciado de conducta moral? (Devolver el bien por mal). ¿Alberga la gente determinadas intenciones cuando devuelve el bien por mal? ¿Eso no supone dar un paso atrás para que le resulten más fáciles las cosas? ¿No es una forma conciliadora de afrontarlas? La gente no quiere quedarse atrapada en un ciclo interminable de venganza, desea suavizar las cosas para poder vivir un poco más tranquila. La vida de una persona no es especialmente larga y, tanto si vive cien años como si vive varios cientos, la vida le parece corta. Se pasa el día pensando en vengarse y matar, su mundo interior está plagado de agitación y lleva una vida infeliz. Por eso intenta encontrar la manera de vivir más feliz y alegre y de tratarse bien a sí misma, lo cual implica devolver el bien por mal. Es inevitable que las personas se ofendan mutuamente y sean víctimas de las maquinaciones de los demás a lo largo de la vida. Siempre están atormentadas por emociones vengativas y amargas y tienen una existencia bastante precaria, por lo que, motivados por la estabilidad, unidad y clima sociales, los moralistas promueven este criterio moral en el mundo. Advierten a la gente que no devuelva el mal por mal y que renuncie a odiar y matar, mientras le insta a, por el contrario, devolver el bien por mal. Dicen que, aunque alguien te hiciera daño en el pasado, no debes vengarte de él, sino ayudarlo, olvidar sus agravios anteriores, relacionarte con él con normalidad y enmendarlo poco a poco, con lo que se apaciguará la animadversión entre vosotros y lograréis tener una relación armoniosa. ¿No conducirá esto a la armonía de la sociedad en general? Dicen que, independientemente de quién te haya ofendido, ya sea un familiar, un amigo, un vecino o un colaborador, debes devolverle el bien por mal y renunciar al rencor. Afirman que, si todo el mundo es capaz de hacer esto, ocurrirá lo que dice la gente: “Si todos damos un poco de amor, el mundo será un lugar maravilloso”. ¿No se basan estas afirmaciones en figuraciones? ¿Un lugar maravilloso? ¡Sí, hombre! Fíjate en quién dirige este mundo y quién corrompe al género humano. ¿Qué cambio puede lograr realmente el enunciado de conducta moral “devolver el bien por mal”? No puede cambiar nada. Al igual que el resto, este enunciado impone ciertas exigencias sobre la calidad moral de las personas, o les impone a estas unas regulaciones determinadas. Les exige que no recurran a odiar y matar frente a otras personas que les odian y matan, que traten a quienes les hacen daño con calma, con templanza, que con su conducta moral apacigüen esa animadversión y esa tendencia a matar y que minimicen el derramamiento de sangre. Este dicho de conducta moral es, claro está, eficaz sobre la gente en cierta medida; puede sofocar la animadversión y el resentimiento y reducir los asesinatos por venganza hasta cierto punto; y puede tener determinado efecto positivo sobre el orden público y la armonía y el clima sociales, pero ¿cuáles son las condiciones previas para que este dicho surta tal efecto? Hay unas condiciones previas importantes en cuanto al entorno social. Una es la razón y el juicio normales de la gente. La gente piensa: “¿Es esta persona de la que quiero vengarme más o menos poderosa que yo? Si me vengo de ella, ¿podré lograr mi objetivo? Si me vengo y la mato, ¿estaré firmando mi propia sentencia de muerte?”. Primero sopesa las consecuencias. Tras pensarlo, la mayoría se da cuenta: “Tiene buenos contactos, tiene mucha influencia social y es despiadada y cruel, por lo que, aunque me haya hecho daño, no puedo vengarme. Debo tragarme la ofensa en silencio. No obstante, si alguna vez tengo ocasión de vengarme en esta vida, la aprovecharé”. Según el refranero popular, “quien no se venga no es hombre” y “la venganza siempre se sirve en plato frío”. La gente sigue albergando este tipo de filosofías para los asuntos mundanos. La filosofía para los asuntos mundanos de devolver el bien por mal la mantiene la gente, por un lado, porque guarda relación directa con el entorno social y la profunda corrupción del hombre: surgió de las nociones de la gente y de los juicios de su razón. Cuando la mayoría se encuentra en este tipo de situaciones, lo único que puede hacer es tragarse las ofensas en silencio y aparentar que devuelve el bien por mal, dejando de lado el odio y la venganza. Otro motivo por el que la gente se aferra a esta filosofía para los asuntos mundanos es que en algunos casos hay un gran desequilibrio de poder entre las dos partes implicadas, con lo que la parte agraviada no se atreve a vengarse y se ve obligada a devolver el bien por mal porque no puede hacer otra cosa. Si se vengara, podría poner en peligro la vida de toda su familia, y las consecuencias de eso son inimaginables. En esos casos, la gente considera preferible seguir con su vida tragándose la ofensa. Ahora bien, con ello, ¿ha superado el resentimiento? ¿Hay alguien capaz de olvidar el rencor? (No). Especialmente en casos de rencor muy grave —por ejemplo, cuando alguien ha matado a tus parientes cercanos, arruinado a tu familia y deshonrado tu nombre, lo que ha hecho que desarrolles una profunda animadversión hacia él—, nadie puede olvidar un rencor así. Esto forma parte de la humanidad y es algo que la humanidad no puede superar. La gente desarrolla instintivamente sentimientos de odio en esas situaciones, cosa bastante normal. Surjan por impetuosidad, instinto o conciencia, en cualquier caso es una respuesta normal. Hasta los perros se acercan a quienes los tratan bien y les dan de comer o los atienden habitualmente, y comienzan a confiar en ellos, mientras aborrecen a quienes los maltratan y pegan; y eso no es todo: aborrecen incluso a las personas que huelen o suenan igual que sus maltratadores. Como ves, hasta los perros tienen ese instinto, ¡así que no digamos la gente! Dado que las personas tienen una mente mucho más compleja que los animales, es perfectamente normal que sientan animadversión ante un asesinato por venganza o un trato injusto. Sin embargo, por diversas razones y por circunstancias particulares, a menudo la gente se ve obligada a transigir, a tragarse ofensas y a aguantar cosas temporalmente, pero esto no significa que desee o sea capaz de devolver el bien por mal. Lo que acabo de decir está basado en la perspectiva de la humanidad y en las reacciones instintivas del hombre. Si lo analizamos ahora desde la perspectiva de los hechos objetivos de la sociedad —si alguien no devolviera el bien por mal, sino que se vengara y cometiera un asesinato—, ¿cuáles serían las consecuencias? Se le imputaría responsabilidad jurídica y podría ser detenido, condenado a pena de cárcel e incluso, posiblemente, a pena de muerte. A tenor de esto podemos concluir que, ya sea desde el punto de vista de la humanidad o del poder restrictivo de la sociedad y la ley, cuando las personas son víctimas de un trato injusto o de un asesinato por venganza, ni una de ellas puede eliminar el odio de su mente o de lo más hondo de su corazón. Incluso cuando son víctimas de daños leves como agresiones verbales, ridiculización o burla, siguen siendo incapaces de devolver el bien por mal. ¿Es la capacidad de devolver el bien por mal una manifestación normal de humanidad? (No). Así pues, cuando una persona sufre acoso o daño, ¿qué necesita y exige su humanidad como mínimo? ¿Alguna persona diría, alegre y feliz: “¡Adelante, acósame! Eres poderoso y malvado, puedes acosarme como quieras, y yo te devolveré el bien por mal. Percibirás claramente mi noble personalidad y mi moralidad y, desde luego, no me vengaré de ti ni tendré opinión alguna sobre ti. No me enojaré contigo, me lo tomaré todo a broma. Por mucho que las cosas que digas ofendan mi personalidad, me hieran en mi orgullo o perjudiquen mis intereses, no pasa nada, no dudes en decir lo que quieras”? ¿Hay gente así? (No). Absolutamente nadie es realmente capaz de dejar atrás el rencor; bastante es que pueda pasar un tiempo sin matar a su enemigo por venganza. Por tanto, nadie es verdaderamente capaz de devolver el bien por mal, e, incluso cuando la gente practica esta conducta moral, es porque se vio obligada a actuar de ese modo por los límites de las circunstancias concretas del momento o porque todo fue en realidad inventado y ficticio. En circunstancias normales, cuando la gente es víctima de persecución o maltrato graves, se vuelve rencorosa y vengativa. La única circunstancia en que alguien podría no ser consciente de su odio o no responder a él sería si ese odio fuera excesivo y la persona sufriera una conmoción tan grave que acabara perdiendo la memoria o la cordura. No obstante, nadie con una humanidad y una razón normales querría ser tratado con insultos, discriminación, menosprecio, sorna, mofa, burla, daño, etc., ni que alguien llegara al extremo de pisotear y quebrantar su personalidad y dignidad; a nadie le haría gracia corresponder hipócritamente con una conducta moral a quienes previamente lo ofendieron o perjudicaron; nadie es capaz de eso. Por consiguiente, al género humano corrompido, esta afirmación de conducta moral de devolver el bien por mal le parece muy floja, raquítica, hueca y carente de sentido.
Si observamos esto desde la perspectiva de la conciencia y razón de la humanidad normal, por muy corrupta que sea una persona, e independientemente de si es malvada o tiene una humanidad relativamente buena, toda persona espera que la traten bien y con un nivel elemental de respeto. Si alguien se pusiera a halagarte y adularte sin motivo, ¿te haría feliz? ¿Te gustaría? (No). ¿Por qué no te gustaría? ¿Te sentirías como si te estuviera embaucando? Pensarías: “¿Te parezco un niño de tres años? ¿Por qué no entiendo tu necesidad de decirme estas cosas? ¿Soy tan bueno como dices? ¿He hecho alguna de esas cosas? ¿A qué viene toda esta estúpida adulación? ¿Cómo es que no te das asco?”. A la gente no le gusta oír halagos y se los toma como una especie de insulto. Aparte del respeto elemental, ¿de qué otra forma desea la gente que la traten? (Con sinceridad). Sería imposible pedirle a la gente que tratara a los demás con sinceridad: basta con que no los acose. Pedirle a la gente que no se acose mutuamente es una exigencia relativamente objetiva. La gente espera que la respeten, que no la acosen y, sobre todo, que la traten con justicia. Espera que no la acosen cuando es vulnerable, que no la marginen cuando se descubran sus defectos y que no la halaguen y adulen constantemente. A la gente le repugnan este tipo de conductas y solo desea un trato justo, ¿no es así? Tratar a los demás de forma justa es un ideal relativamente positivo en el mundo del hombre y en la esfera de pensamiento del hombre. ¿Por qué lo digo? Piénsalo: ¿Por qué a todo el mundo le cae bien Bao Zheng? A la gente le encantan las historias en que Bao Zheng juzga casos, aunque estos sean ficticios y totalmente inventados. ¿Por qué sigue disfrutándolos la gente? ¿Por qué sigue dispuesta a verlos? Porque, en su mundo ideal, en su esfera de pensamiento y en lo más profundo de su corazón, toda ella desea un mundo positivo y ligeramente mejor. Desea que el hombre pueda vivir en un entorno social relativamente justo y equitativo, en un mundo en que se garantice esto para todos. De ese modo, al menos, cuando te acosaran fuerzas malignas, habría un lugar donde se haría justicia, donde podrías denunciar tus reivindicaciones, donde tendrías derecho a quejarte y, en última instancia, donde se esclarecerían las injusticias que hubieras padecido. En esta sociedad y comunidad humana habría un lugar donde podrías limpiar tu nombre y protegerte de toda humillación y agravio. ¿No es esta la sociedad ideal del hombre? ¿No es lo que toda persona desea vehementemente? (Sí). Es el sueño de todo el mundo. La gente espera un trato justo: no desea ser objeto de un trato injusto ni no tener dónde quejarse si es tratada injustamente, y eso le resulta muy angustioso. Cabe afirmar que la norma y la exigencia de “devolver el bien por mal”, impuestas sobre la conducta moral del hombre, están muy alejadas de la realidad de la corrupción del género humano en la vida real. Por ello, esta exigencia impuesta sobre la conducta moral del hombre no es considerada con este y está muy alejada de los hechos objetivos y de la vida real. Es un enunciado propuesto por idealistas que no comprenden el mundo interior de los desfavorecidos injustamente tratados y humillados; estos idealistas no tienen ni idea de hasta qué punto se ha tratado injustamente a estas personas, hasta qué punto han sido ofendidas en su dignidad y personalidad ni hasta qué punto se ha visto amenazada su seguridad personal. No comprenden esas realidades, pese a lo cual exigen igualmente que esas víctimas se reconcilien con sus agresores y no se venguen de ellos, diciendo cosas como: “Naciste para ser maltratado y debes aceptar tu destino. Naciste en la clase más baja de la sociedad y eres de estirpe esclava. Naciste para ser dominado por otros; no debes vengarte de los que te han hecho daño, sino devolver el bien por mal. Debes poner de tu parte por el bien del clima y la armonía sociales, y contribuir a la sociedad con tu energía positiva y tu mejor conducta moral”. Todo esto se dice claramente para excusar la explotación de las clases bajas por las altas esferas de la sociedad y las clases dirigentes, para darles esta facilidad y para acallar en su favor el corazón y las emociones de los desfavorecidos. ¿No es este el objetivo cuando se dicen cosas así? (Sí). Si el ordenamiento jurídico y social de cada país, así como los sistemas y normas de cada raza y clan, fueran justos y se hicieran cumplir estrictamente, ¿seguiría siendo necesario promover este dicho tan poco objetivo, que va contra las leyes de la humanidad? No lo sería. Está claro que el dicho “devolver el bien por mal” solamente se ha promovido como una vía y una facilidad para que las clases dirigentes y las personas malvadas con autoridad y poder exploten y pisoteen a los desfavorecidos. Al mismo tiempo, para aplacar a las clases desfavorecidas y evitar que busquen venganza o se vuelvan hostiles hacia los ricos, las élites y la clase dirigente; estos supuestos pensadores y pedagogos se califican de culmen de la supremacía moral, promoviendo este dicho con el pretexto de exigir que todo el mundo practique una buena conducta moral. ¿Esto no genera todavía más contradicciones en la sociedad? Cuanto más reprimes a la gente, más injusta resulta ser la sociedad. Si la sociedad fuera realmente justa y equitativa, ¿seguiría siendo necesario juzgar y exigir una conducta moral a la gente por medio de este dicho? Es obvio que esto es resultado de que no hay justicia ni en la sociedad ni entre el género humano. Si los malhechores pudieran ser castigados por ley, o si los que tienen dinero y poder también tuvieran que responder ante ella, el dicho “devolver el bien por mal” no sería válido y no existiría. ¿Cuánta gente del pueblo llano podría perjudicar a una autoridad pública? ¿Cuántos pobres podrían perjudicar a los ricos? Les resultaría difícil conseguirlo. Por tanto, es evidente que el dicho “devolver el bien por mal” está dirigido al pueblo llano, a los pobres y a las clases bajas; es un dicho inmoral e injusto. Por ejemplo, si tú le exigieras a una autoridad del gobierno que devolviera el bien por mal, te contestaría: “¿A qué mal he de responder? ¿Quién se atrevería a meterse conmigo? ¿Quién se atrevería a ofenderme? ¿Quién se atrevería a decirme ‘no’? Mataré a todo aquel que me diga que no: ¡exterminaré a toda su familia y a todos sus parientes!”. Ya ves, no hay ningún bien que tengan que devolver las autoridades, así que el dicho “devolver el bien por mal” ni siquiera existe para ellas. Si les dices: “Debes practicar esta conducta moral de devolver el bien por mal, debes tener esa conducta moral”, responderán: “Claro que lo puedo hacer”. Es una mentira insidiosa de tomo y lomo. En cualquier caso, “devolver el bien por mal” es, en esencia, un simple dicho promovido por los moralistas sociales como vía para aplacar a las clases bajas y, más aún, un dicho que se promueve a fin de esclavizarlas. Se promueve para asentar todavía más la autoridad de la clase dirigente, ganarse su apoyo y perpetuar la esclavitud de las clases bajas, de modo que no se quejen aunque estén esclavizadas durante generaciones. Esto evidencia que, en este tipo de sociedades, las leyes y los sistemas son claramente injustos; este tipo de sociedad no se rige por la verdad ni está gobernada por ella, ni por la justicia o la rectitud. Por el contrario, se rige por la maldad y el poder del hombre, independientemente de quiénes sean las autoridades. Si los del pueblo llano fueran autoridades, la situación sería exactamente la misma. Esta es la esencia de este sistema social. Lo de “devolver el bien por mal” desenmascara esta realidad. Es obvio que la frase tiene un cierto rasgo político: es una exigencia impuesta sobre la conducta moral del hombre para reforzar la dominación de las clases dirigentes y la esclavitud de las clases bajas.
La exigencia de que la gente devuelva el bien por mal no solo no está en consonancia con las necesidades o exigencias normales de la humanidad, ni con su personalidad y dignidad, naturalmente, sino que ni mucho menos es un criterio adecuado para evaluar la calidad de la humanidad de una persona. Esta exigencia está muy alejada de la humanidad real; no solo es inalcanzable, sino que, para empezar, nunca debería haberse promovido. No es más que un dicho y una estrategia utilizados por la clase dirigente para fortalecer su dominio y control sobre las masas. Naturalmente, Dios nunca ha promovido este tipo de dichos, ni en la Era de la Ley, ni en la Era de la Gracia, ni en la actual Era del Reino, y jamás ha aplicado esta clase de métodos, dichos o exigencias como fundamento para evaluar la calidad de la humanidad de las personas. Esto se debe a que, sin importar si alguien es moral o inmoral ni lo buena o mala que pueda ser su conducta moral, Dios solamente tiene en cuenta su esencia; estos dichos de conducta moral no están presentes en la esfera de Dios. Por consiguiente, el dicho de conducta moral “devolver el bien por mal” no es válido en la casa de Dios y no merece análisis. Tanto si devuelves el bien por mal como si lo que devuelves es venganza, ¿cómo deben contemplar los creyentes en Dios la cuestión de responder al mal? ¿Con qué actitud y desde qué punto de vista deben contemplarla y abordarla? Si alguien comete un acto de maldad en la iglesia, la casa de Dios tiene unos decretos administrativos y unos principios para ocuparse de esa persona; no hace falta que nadie se vengue en nombre de la víctima ni que la defienda de la injusticia. Eso no es necesario en la casa de Dios, y la iglesia, por supuesto, abordará el problema según los principios. Esta es una realidad que la gente puede observar y plantearse. Dicho de manera clara y precisa: la iglesia tiene unos principios con los que ocuparse de las personas y la casa de Dios tiene unos decretos administrativos. ¿Y Dios? Con respecto a Dios, toda persona que haga el mal será castigada en consecuencia y Dios dictará cuándo y cómo será castigada. Los principios de castigo de Dios son absolutamente consustanciales a Su carácter y esencia. Dios tiene un carácter justo e inofendible, majestad e ira, y todos aquellos que hagan el mal serán castigados por Él en consecuencia. Esto es mucho más grande que las leyes del hombre, va más allá de la humanidad y de todas las leyes seculares. No solo es justo, razonable y acorde con los deseos de la humanidad, sino que, además, no requiere el aplauso y beneplácito de todo el mundo. No requiere que juzgues los asuntos desde el culmen de la supremacía moral. Cuando Dios hace estas cosas, tiene Sus propios principios y tiempos. Se debe dejar que Dios actúe como quiera, y la gente debe evitar inmiscuirse, pues esto no tiene nada que ver con ella. ¿Qué le pide Dios a la gente con respecto a la cuestión de responder al mal? Que no actúe ni se vengue de otras personas con impetuosidad. ¿Qué debes hacer tú si alguien te ofende, te acosa, o incluso desea hacerte daño? ¿Hay principios para abordar semejantes situaciones? (Sí). Hay soluciones y principios para estas cosas, así como un fundamento en las palabras de Dios y la verdad. Independientemente de todo lo demás, el dicho de conducta moral “devolver el bien por mal” tampoco es un criterio por el que juzgar la calidad de la humanidad de las personas. Como mucho, si alguien es capaz de devolver el bien por mal, puede afirmarse que es relativamente tolerante, sencillo, bondadoso y magnánimo, que no es mezquino y que tiene una conducta moral aceptable. Ahora bien, ¿se puede evaluar y juzgar la calidad de la humanidad de esta persona basándose en este único dicho? No, en absoluto. También hay que tener en cuenta lo que busca, la senda que recorre, su actitud hacia la verdad y hacia las cosas positivas, etc. Es el único modo de juzgar de forma precisa si tiene humanidad o no.
Aquí concluye nuestra enseñanza de hoy.
26 de marzo de 2022
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