41. Cómo servir a Dios y dar testimonio de Él de acuerdo con Su intención

Palabras de Dios Todopoderoso de los últimos días

Desde el comienzo de Su obra a lo largo del universo, Dios ha predestinado a muchas personas para que lo sirvan, incluyendo a aquellos de toda condición social. Su propósito es satisfacer Su voluntad y asegurarse de que Su obra en la tierra se complete sin problemas. Este es el propósito de Dios al elegir a las personas para que lo sirvan. Toda persona que sirve a Dios debe entender Su voluntad. Esta obra suya hace más evidente para las personas la sabiduría y la omnipotencia de Dios, y los principios de Su obra en la tierra. Dios ha venido realmente a la tierra para hacer Su obra, para contactar con las personas de tal modo que puedan conocer Sus acciones con mayor claridad. Hoy, vosotros, este grupo de personas, tiene la fortuna de servir al Dios práctico. Esta es una bendición incalculable para vosotros; en verdad, sois elevados por Dios. Cuando Dios selecciona a una persona para que lo sirva, Él siempre tiene Sus propios principios. Servir a Dios no es en absoluto como la gente lo imagina, no es una simple cuestión de entusiasmo. Hoy veis que todos los que sirven ante Dios lo hacen con Su guía y con la obra del Espíritu Santo, y porque son personas que buscan la verdad. Estas son las condiciones mínimas para todos aquellos que sirvan a Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La necesidad de depurar el servicio religioso

Los que sirven a Dios deben ser Sus íntimos; deben ser agradables a Él y capaces de mostrar la mayor lealtad a Él. Independientemente de si actúas en público o en privado, puedes obtener el gozo de Dios delante de Dios; puedes mantenerte firme delante de Él, e, independientemente de cómo te traten otras personas, siempre caminas por la senda por la que debes caminar y le prestas toda la atención a la carga de Dios. Sólo las personas que son así son íntimas de Dios. Que los íntimos de Dios sean capaces de servirle directamente se debe a que Él les ha dado Su gran comisión y Su carga, a que pueden hacer suyo el corazón de Dios y a que toman la carga de Dios como propia, y no consideran sus perspectivas de futuro: aun cuando no tengan perspectivas ni obtengan nada, siempre creerán en Dios con un corazón amante de Él. Por tanto, este tipo de persona es íntima de Dios. Los íntimos de Dios son también Sus confidentes; sólo estos podrían compartir Su inquietud y Sus pensamientos, y aunque su carne es dolorosa y débil, son capaces de soportar el dolor y abandonar lo que aman para satisfacer a Dios. Dios da más cargas a esas personas y lo que Él desea hacer queda demostrado en el testimonio de esas personas. Así, estas personas son agradables para Dios; son siervos de Dios que concuerdan con Su voluntad y sólo ellos pueden gobernar junto a Él. Cuando hayas llegado a ser de verdad un íntimo de Dios, será precisamente cuando gobernarás junto a Él.

Jesús fue capaz de llevar a cabo la comisión de Dios —la obra de redención de toda la humanidad—, porque le prestaba toda la atención a la voluntad de Dios, sin hacer planes ni arreglos para Sí mismo. Así pues, Él también era íntimo de Dios —Dios mismo—, algo que todos vosotros entendéis muy bien. (De hecho, era el Dios mismo, del que Dios dio testimonio. Menciono esto aquí para ilustrar la cuestión mediante la realidad de Jesús). Él fue capaz de poner el plan de gestión de Dios en el centro, y siempre oró al Padre celestial y buscó Su voluntad. Él oró y dijo: “¡Dios Padre! Cumple Tu voluntad, y no actúes según Mis deseos, sino de acuerdo con Tu plan. El hombre puede ser débil, ¿pero por qué deberías preocuparte por él? ¿Cómo podría el hombre ser digno de Tu preocupación, el ser humano que es como una hormiga en Tu mano? En Mi corazón, sólo deseo cumplir Tu voluntad, y deseo que Tú puedas hacer lo que deseas hacer en Mí según Tus propios deseos”. En el camino hacia Jerusalén, Jesús estaba sufriendo, como si le estuvieran retorciendo un cuchillo en el corazón, pero no tenía la más mínima intención de faltar a Su palabra; siempre había una poderosa fuerza que lo empujaba hacia adelante hacia el lugar de Su crucifixión. Finalmente, fue clavado en la cruz y se convirtió en semejanza de carne de pecado, completando la obra de redención de la humanidad. Se liberó de los grilletes de la muerte y el Hades. Delante de Él, la mortalidad, el infierno y el Hades perdieron su poder, y Él los venció. Vivió treinta y tres años a lo largo de los cuales siempre se esforzó al máximo por complacer la voluntad de Dios según la obra de Dios en ese momento, sin considerar jamás Su propia ganancia o pérdida personal y pensando siempre en la voluntad de Dios Padre. Por ello, después de que Jesús fuera bautizado, Dios dijo: “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”. Debido a Su servicio delante de Dios que estaba en armonía con la voluntad de Dios, Dios colocó sobre Sus hombros la pesada carga de redimir a toda la humanidad y le hizo cumplirla, y Él estaba calificado y autorizado para llevar a cabo esta importante tarea. A lo largo de Su vida, soportó un sufrimiento inconmensurable por Dios y Satanás lo tentó innumerables veces, pero nunca se descorazonó. Dios le encomendó tan grande tarea porque confiaba en Él y lo amaba, y por eso Dios dijo personalmente: “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”. En ese momento, sólo Jesús podía cumplir esta comisión y este fue un aspecto práctico de que Dios finalizara Su obra de redención de toda la humanidad en la Era de la Gracia.

Si, como Jesús, podéis prestar toda la atención a las cargas de Dios y os rebeláis contra vuestra carne, Dios os confiará Sus importantes tareas, de forma que cumpláis las condiciones requeridas para servir a Dios. Solo bajo tales circunstancias os atreveréis a decir que estáis siguiendo la voluntad de Dios y llevando a cabo Su comisión, y solo entonces os atreveréis a decir que estáis sirviendo verdaderamente a Dios.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo servir en armonía con la voluntad de Dios

Todo aquel que así lo haya decidido puede servir a Dios; sin embargo, debe ocurrir que solo aquellos que le presten toda la atención a la voluntad de Dios y la entiendan son aptos para servirle y tienen derecho a hacerlo. He descubierto esto entre vosotros: muchas personas creen que siempre que difundan con fervor el evangelio para Dios, recorran los caminos, se entreguen y renuncien a cosas por Dios, y así sucesivamente, eso es servir a Dios. Incluso las personas más religiosas creen que servir a Dios significa correr de un lado para otro con una Biblia en las manos, difundir el evangelio del reino celestial y salvar a las personas haciendo que se arrepientan y se confiesen. Existen muchos representantes religiosos que piensan que servir a Dios consiste en predicar en las capillas después de cursar estudios avanzados y formarse en el seminario, y enseñar a las personas a través de la lectura de la Biblia. Además, hay personas en regiones pobres que creen que servir a Dios significa sanar a los enfermos y echar fuera demonios entre los hermanos y hermanas u orar por ellos o servirlos. Entre vosotros hay muchos que creen que servir a Dios significa comer y beber Sus palabras, orar a Dios cada día, así como visitar iglesias por todas partes y obrar en ellas. Hay otros hermanos y hermanas que creen que servir a Dios significa no casarse nunca o no tener una familia y dedicar todo su ser a Dios. No obstante, pocas personas saben lo que significa realmente servir a Dios. Aunque hay tantas personas que sirven a Dios como estrellas en el cielo, el número de los que pueden servir directamente y que pueden servir de acuerdo con la voluntad de Dios es insignificante; extremadamente pequeño. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque no entendéis la sustancia de la expresión “servicio a Dios” y comprendéis muy poco de cómo servir de acuerdo con la voluntad de Dios. Existe una necesidad urgente de que las personas comprendan con exactitud qué clase de servicio a Dios puede estar en armonía con Su voluntad.

Si deseáis servir de acuerdo con la voluntad de Dios, primero debéis entender qué tipo de personas son agradables para Dios, a qué tipo de personas aborrece Dios, a qué tipo de personas perfecciona Dios y qué tipo de personas están capacitadas para servir a Dios. Por lo menos, deberíais estar equipados con este conocimiento. Además, debéis conocer los objetivos de la obra de Dios y la obra que Dios hará aquí y ahora. Después de entender esto y a través de la guía de Sus palabras, primero debéis tener entrada y recibir la comisión de Dios. Una vez que hayáis experimentado realmente Sus palabras, y cuando verdaderamente conozcáis Su obra, estaréis calificados para servir a Dios. Cuando le servís es cuando Dios abre vuestros ojos espirituales, os permite tener un mayor entendimiento de Su obra y verla con más claridad. Cuando entres en esta realidad, tus experiencias serán más profundas y prácticas, y todos aquellos de vosotros que hayáis tenido esas experiencias podréis caminar entre las iglesias y ofrecer provisión a vuestros hermanos y hermanas, de modo que cada uno pueda aprovechar las fortalezas del otro para compensar sus propias deficiencias y obtener un conocimiento más abundante en su espíritu. Sólo después de lograr este efecto seréis capaces de servir de acuerdo con la voluntad de Dios y ser perfeccionados por Él en el transcurso de vuestro servicio.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo servir en armonía con la voluntad de Dios

Alguien que realmente sirve a Dios es alguien que es conforme a Su voluntad, que es apto para ser usado por Dios y que es capaz de desprenderse de las nociones religiosas. Si quieres que el comer y el beber de las palabras de Dios sea efectivo, entonces debes desprenderte de tus nociones religiosas. Si deseas servir a Dios, entonces es aún más necesario que primero te desprendas de tus nociones religiosas y te sometas a las palabras de Dios en todas las cosas. Esto es lo que debe poseer aquel que sirve a Dios. Si careces de este conocimiento, tan pronto como hagas algún servicio, causarás interrupciones y perturbaciones y si te mantienes aferrado a tus nociones, entonces inevitablemente serás derribado por Dios, y nunca más podrás levantarte de nuevo. Considera el presente, por ejemplo: muchas de las declaraciones y de la obra actual son incompatibles con la Biblia y con la obra previamente realizada por Dios, y si no tienes ningún deseo de someterte, entonces caerás en cualquier momento. Si deseas servir de acuerdo con la voluntad de Dios, entonces primero debes desprenderte de tus nociones religiosas y rectificar tus propios puntos de vista. Mucho de lo que se dirá será incompatible con lo que se dijo en el pasado, y si actualmente careces de voluntad para someterte, no podrás recorrer la senda que se presenta frente a ti. Si uno de los métodos de obrar de Dios ha echado raíces dentro de ti y nunca te desprendes de él, entonces dicho método se convertirá en tu noción religiosa. Si lo que es Dios ha echado raíces en tu interior, entonces habrás ganado la verdad, y si las palabras y la verdad de Dios pueden convertirse en tu vida, entonces ya no tendrás nociones acerca de Él. Aquellos que poseen un verdadero conocimiento de Dios no tendrán nociones, y no acatarán la doctrina.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo pueden servir a Dios los que conocen Su obra de hoy

Servir a Dios no es una tarea sencilla. Aquellos cuyo carácter corrupto permanece inalterado no pueden servir nunca a Dios. Si tu carácter no ha sido juzgado ni castigado por las palabras de Dios, entonces tu carácter aún representa a Satanás, lo que prueba que sirves a Dios por tus propias buenas intenciones, que tu servicio está basado en tu naturaleza satánica. Tú sirves a Dios con tu temperamento natural y de acuerdo con tus preferencias personales. Es más, siempre piensas que las cosas que estás dispuesto a hacer son las que deleitan a Dios, y que las cosas que no deseas hacer son las que son odiosas para Dios; obras totalmente según tus propias preferencias. ¿Puede esto llamarse servir a Dios? En última instancia, tu carácter de vida no cambiará ni un ápice; más bien, tu servicio te volverá incluso más obstinado, haciendo así que se arraigue profundamente tu carácter corrupto, y de esta manera, desarrollarás reglas en tu interior sobre el servicio a Dios que se basan principalmente en tu propio temperamento, y experiencias derivadas de tu servicio según tu propio carácter. Estas son las experiencias y lecciones del hombre. Es la filosofía del hombre para los asuntos mundanos. Las personas como estas se pueden clasificar como fariseos y funcionarios religiosos. Si nunca despiertan y se arrepienten, seguramente se convertirán en los falsos Cristos y los anticristos que desorientan a las personas en los últimos días. Los falsos Cristos y los anticristos de los que se habló surgirán de entre esta clase de personas. Si aquellos que sirven a Dios siguen su propio temperamento y actúan en base a su propia voluntad, corren el riesgo de ser expulsados en cualquier momento. Aquellos que aplican sus muchos años de experiencia adquirida al servicio a Dios con el fin de ganarse el corazón de los demás para sermonearlos, constreñirlos y enaltecerse a sí mismos, y que nunca se arrepienten, nunca confiesan sus pecados, nunca renuncian a los beneficios de su posición; estas personas caerán delante de Dios. Son de la misma especie que Pablo, presumen de su primacía y hacen alarde de sus calificaciones. Dios no traerá a este tipo de personas a la perfección. Este servicio interrumpe la obra de Dios. Las personas siempre se aferran a lo viejo. Se aferran a las nociones del pasado, a todo lo de tiempos pretéritos. Este es un gran obstáculo para su servicio. Si no puedes desecharlas, estas cosas acabarán con tu vida entera. Dios no te elogiará en lo más mínimo; ni siquiera si te rompes las piernas mientras corres o si te quiebras la espalda a causa de tu labor, ni siquiera si eres martirizado en tu servicio a Dios. Muy por el contrario: Él dirá que eres un hacedor del mal.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La necesidad de depurar el servicio religioso

En el ámbito de la religión, muchas personas sufren bastante a lo largo de toda su vida: someten su cuerpo y cargan su cruz, e, incluso, ¡siguen sufriendo y soportando incluso al borde de la muerte! Algunos siguen ayunando en la mañana de su muerte. Durante toda su vida se niegan a sí mismos buena comida y ropa, enfocándose sólo en sufrir. Son capaces de someter su cuerpo y rebelarse contra su carne. Su espíritu para soportar el padecimiento es elogiable. Pero su pensamiento, sus nociones, su actitud mental y, de hecho, su vieja naturaleza, ninguno de estos ha sido en absoluto objeto de poda. Carecen del verdadero conocimiento de sí mismos. Su imagen mental de Dios es la tradicional de un Dios vago. Su determinación de sufrir por Él procede de su celo y el buen temperamento de su humanidad. Aunque creen en Él, no lo conocen ni saben Su voluntad. Simplemente trabajan y sufren ciegamente por Dios. No le dan ningún valor al discernimiento, se preocupan poco por cómo asegurarse de que su servicio cumpla realmente la voluntad de Dios, y menos aún, son conscientes de cómo lograr conocer a Dios. El Dios al que sirven no es Dios en Su imagen inherente, sino un Dios que han imaginado, un Dios del que han oído hablar, o del que solamente han leído en leyendas escritas. Luego usan su fértil imaginación y su devoción para sufrir por Dios y emprender la obra de Dios que Él quiere llevar a cabo. Su servicio es demasiado impreciso, tanto que prácticamente ninguno de ellos es realmente capaz de servir conforme a la voluntad de Dios. Independientemente de con cuánto gusto sufran, su perspectiva original sobre el servicio y la imagen mental que tienen de Dios siguen inalteradas, porque no han pasado por el juicio, el castigo, el refinamiento y el perfeccionamiento de Dios ni nadie los ha guiado haciendo uso de la verdad. Aun si creen en Jesús el Salvador, ninguno de ellos ha visto jamás al Salvador. Sólo lo conocen a través de leyendas y habladurías. En consecuencia, su servicio sólo equivale a servir aleatoriamente con los ojos cerrados, como un ciego que sirve a su padre. Al final, ¿qué puede lograrse con ese servicio? ¿Y quién lo aprobaría? De principio a fin, su servicio sigue siendo el mismo; sólo reciben lecciones creadas por el hombre y basan su servicio únicamente en su naturalidad y sus preferencias. ¿Qué recompensa podría traer esto? Ni siquiera Pedro, quien vio a Jesús, sabía cómo servir conforme a la voluntad de Dios; sólo llegó a saberlo al final, en su vejez. ¿Qué dice esto acerca de esos ciegos que no han experimentado la más mínima poda y que no han tenido a nadie que los guíe? ¿No es el servicio de muchos entre vosotros hoy como el de estas personas ciegas? Todos los que no han recibido juicio, ni poda y que no han cambiado, ¿acaso no han sido conquistados de forma incompleta? ¿De qué sirven tales personas? Si tu pensamiento, tu conocimiento de la vida y tu conocimiento de Dios no muestran un cambio nuevo y en verdad no obtienes nada, ¡entonces nunca conseguirás nada destacado en tu servicio!

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de conquista (3)

Los que pueden liderar las iglesias, proveer de vida a las personas, y ser apóstoles para ellas, deben tener experiencias reales, deben tener un entendimiento correcto de las cosas espirituales, una comprensión correcta y experiencia de la verdad. Solo esas personas son aptas para ser obreros o apóstoles que lideran las iglesias. De otro modo, solo podrán seguir como inferiores, y no podrán liderar ni mucho menos ser apóstoles capaces de proveer de vida a las personas. Esto es así porque la función de los apóstoles no es ir de un lado para otro o pelear; es hacer la obra de ministrar la vida y liderar a otros para que transformen sus actitudes. A aquellos que desempeñan esta función se les encomienda cargar con una gran responsabilidad, una de la que no puede encargarse cualquiera. Esta clase de obra solo la pueden emprender los que tienen un ser vital; es decir, los que tienen experiencia de la verdad. No la puede emprender cualquiera que pueda abandonar, que pueda ir de un lado a otro o que esté dispuesto a esforzarse; las personas que no tienen experiencia de la verdad, que no han sido podadas o juzgadas, no son capaces de hacer este tipo de obra. Las personas sin experiencia, que no tienen realidad, no son capaces de ver la realidad con claridad porque ellas mismas carecen de esa clase de ser. Así, no solo es que este tipo de persona no sea capaz de llevar a cabo la obra de liderazgo, sino que, si sigue careciendo de verdad durante un largo periodo, será descartada.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la obra del hombre

En lo que se refiere a la obra, el hombre cree que consiste en correr de un lado a otro para Dios, predicar por todas partes y esforzarse por Él. Aunque esta creencia es correcta, es demasiado parcial; lo que Dios le pide al hombre no es únicamente que corra de un lado a otro para Él; más allá de esto, esta obra tiene que ver con el ministerio y la provisión dentro del espíritu. Aun después de todos estos años de experiencia, muchos hermanos y hermanas jamás han pensado en trabajar para Dios, porque la obra, tal y como el hombre la concibe, es incongruente con lo que Dios pide. Por tanto, el hombre no tiene el más mínimo interés en el asunto de la obra y esta es precisamente la razón de que la entrada del hombre sea también bastante parcial. Todos vosotros deberíais empezar vuestra entrada obrando para Dios, de manera que podáis pasar mejor por cada aspecto de la experiencia. A esto es a lo que deberíais entrar. La obra no se refiere a correr de un lado a otro para Dios, sino a si la vida del hombre y lo que este manifiesta pueden dar disfrute a Dios. La obra se refiere a que las personas utilicen su devoción a Dios y su conocimiento de Él para dar testimonio de Dios y, también, para pastorear al hombre. Esta es la responsabilidad del hombre y es lo que todos los hombres deben entender. Se podría decir que vuestra entrada es vuestra obra y que estáis buscando entrar en el transcurso de obrar para Dios. Experimentar la obra de Dios no significa, solamente, que sabes cómo comer y beber de Su palabra; lo más importante, debes saber cómo dar testimonio de Dios y poder servirle y pastorear y proveer al hombre. Esto es obra y también vuestra entrada; es lo que toda persona debe lograr. Hay muchas personas que solo se centran en correr de aquí para allá para Dios y en predicar por todas partes, pero pasan por alto su experiencia individual y descuidan su entrada a la vida espiritual. Esto es lo que ha llevado a quienes sirven a Dios a convertirse en quienes se resisten a Él. […]

Uno trabaja para satisfacer la voluntad de Dios, para llevar delante de Él a todos los que son conformes a Su voluntad, para llevar al hombre a Él y presentarle la obra del Espíritu Santo y la dirección de Dios, perfeccionando así los frutos de la obra de Dios. Por tanto, es imperativo que tengáis completamente en claro la esencia de la obra. Como persona usada por Dios, cada hombre es digno de trabajar para Él; es decir, todos tienen la oportunidad de ser usados por el Espíritu Santo. Sin embargo, hay algo que debéis entender: cuando el hombre lleva a cabo la obra encargada por Dios, se le ha dado la oportunidad de ser usado por Él, pero lo que dice y lo que sabe no corresponde del todo a su estatura. Lo único que podéis hacer es conocer mejor vuestras deficiencias en el transcurso de vuestra obra y llegar a poseer un mayor esclarecimiento por parte del Espíritu Santo. De esta manera, se os permitirá obtener una mejor entrada en el transcurso de vuestra obra.

La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (2)

Si como líder u obrero de la iglesia debes guiar a los escogidos de Dios para que entren en la realidad-verdad y den un buen testimonio de Dios, lo más importante es guiar a las personas para que pasen más tiempo leyendo Sus palabras y hablando sobre la verdad. De este modo, los escogidos de Dios pueden tener un conocimiento más profundo de Sus objetivos en la salvación del hombre y el propósito de Su obra, y pueden entender las intenciones de Dios y Sus diversas exigencias hacia el hombre, permitiéndoles así cumplir correctamente con su deber y satisfacer a Dios. Cuando te reúnas a compartir y predicar, debes hablar de tu testimonio vivencial de manera práctica, y no conformarte con predicar palabras y doctrinas. Cuando comas y bebas las palabras de Dios, debes concentrarte en entender la verdad y, una vez que la comprendas, debes tratar de ponerla en práctica; entonces será cuando la comprendas realmente. Cuando compartas las palabras de Dios, habla acerca de lo que sabes. No te jactes, no hagas observaciones irresponsables, no te limites a pronunciar palabras y doctrinas y no exageres. Si exageras, las personas te detestarán y te sentirás reprobado después; sentirás remordimiento y angustia, y todo esto te lo habrás causado tú mismo. ¿Puedes hacer que la gente entienda la verdad y entre en la realidad si solo predicas palabras y doctrinas para sermonearla y podarla? Si aquello de lo que hablas no es práctico, si solo son palabras y doctrinas, entonces no importa cuánto los podes y los sermonees, no servirá de nada. ¿Crees que el hecho de que la gente tenga miedo de ti y haga lo que le dices sin atreverse a llevarte la contraria equivale a que entienden la verdad y son sumisos? Ese es un gran error; la entrada en la vida no es tan sencilla. Algunos líderes son como un jefe nuevo que trata de causar una honda impresión, tratan de imponer a los escogidos de Dios su autoridad, para que todos se sometan a ellos, creyendo que eso facilitará su trabajo. Si careces de la realidad-verdad, entonces en poco tiempo quedará revelada tu estatura, se desenmascarará tu verdadero ser y puede que seas descartado. En algunos trabajos administrativos, es aceptable un poco de poda y disciplina. Pero si eres incapaz de hablar sobre la verdad, al final, seguirás siendo incapaz de resolver los problemas, y eso afectará los resultados del trabajo. Si, independientemente de los problemas que aparezcan en la iglesia, sigues sermoneando a la gente y arrojando culpas, si lo único que haces es actuar con mal genio, entonces esto es la revelación de tu carácter corrupto, y has mostrado la fea cara de tu corrupción. Si siempre te pones en un pedestal y das lecciones a la gente de esa manera, a medida que pase el tiempo, la gente será incapaz de recibir de ti la provisión de vida, no ganará nada práctico, y en vez de eso te detestará y sentirá asco hacia ti. Además, habrá algunas personas que, habiendo sido influenciadas por ti debido a la falta de discernimiento, igualmente aleccionarán a otros y los podarán. También se enfadarán y perderán los nervios. No solo serás incapaz de resolver los problemas de la gente, sino que también estarás fomentando sus actitudes corruptas. ¿Y no es eso llevarlos a la senda de la perdición? ¿No es eso un acto de maldad? Un líder debe liderar, principalmente, mediante la enseñanza de la verdad y la provisión de vida. Si siempre te pones en un pedestal y aleccionas a los demás, ¿serán capaces de entender la verdad? Si trabajas de esta manera durante un tiempo, cuando la gente llegue a verte claramente tal como eres, van a abandonarte. ¿Puedes llevar a la gente ante Dios trabajando de esta manera? Desde luego que no; lo único que puedes hacer es estropear el trabajo de la iglesia y hacer que todo el pueblo escogido de Dios te aborrezca y te abandone. En el pasado, hubo algunos líderes y obreros que resultaron descartados por este motivo. Eran incapaces de compartir la verdad para resolver problemas reales, de conducir a la gente para que comiera y bebiera las palabras de Dios o se comprendiera a sí misma. No cumplían con ninguna de estas tareas esenciales. Se limitaban a subirse a un pedestal, sermonear a la gente y dar órdenes, pues creían que en eso consistía la labor de un líder de iglesia. En consecuencia, no cumplían con la organización del trabajo dispuesta por lo Alto, aunque la conocían, ni realizaban bien ciertas tareas específicas. Lo único que hacían, además de soltar palabras y doctrinas y gritar consignas, era subirse a un pedestal, sermonear a la gente y podarla ciegamente. Esto hizo que todo el mundo temiera a esos líderes y obreros y los evitara, y la gente no se atrevía a informarles sobre los problemas. Al actuar de esta manera, los líderes y obreros echaban a perder su trabajo y ocasionaban que este se estancara. No fue sino hasta que la casa de Dios los destituyó que se dieron cuenta de que no habían hecho ningún trabajo real. Tal vez sintieron mucho remordimiento, pero lamentarse no sirve de nada. Fueron destituidos y descartados de todos modos.

La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte

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