907 La verdadera materialización de la autoridad del Creador
I
Los destinos de la humanidad y de todas las cosas están íntimamente interconectados con la soberanía del Creador, inseparablemente vinculados con las orquestaciones del Creador; al final, son inseparables de Su autoridad. En las leyes de todas las cosas, el hombre llega a comprender la orquestación del Creador y Su soberanía; en las normas de supervivencia de todas las cosas, llega a percibir Su gobierno; en los destinos de todas las cosas saca conclusiones sobre las formas en las que Él ejerce Su soberanía y Su control sobre ellas; y en los ciclos de vida de los seres humanos y de todas las cosas el hombre realmente llega a experimentar las orquestaciones y disposiciones del Creador para todas las cosas y seres vivos, a presenciar realmente cómo las mismas sobrepasan a todas las leyes, reglas, e instituciones terrenales, y a todos los demás poderes y fuerzas.
II
A la luz de esto, la humanidad se ve empujada a reconocer que ningún ser creado puede violar la soberanía del Creador, que ninguna fuerza puede perturbar ni alterar los acontecimientos y las cosas predestinados por el Creador. Bajo estas leyes y normas divinas, los seres humanos y todas las cosas viven y se propagan, generación tras generación. ¿Acaso no es esta la verdadera materialización de la autoridad del Creador? Aunque en las leyes objetivas el hombre ve Su soberanía y Su ordenación de todos los acontecimientos y cosas, ¿cuántas personas son capaces de comprender por completo el principio de la soberanía del Creador sobre todas las cosas? ¿Cuántas personas pueden saber, reconocer, aceptar, y someterse realmente a la soberanía y la organización de su propio destino por parte del Creador? ¿Quién creerá y reconocerá de verdad que el Creador dicta el destino de la vida de los hombres porque cree en la realidad de la soberanía del Creador sobre todas las cosas? ¿Quién puede comprender realmente el hecho de que el destino del hombre reposa en la palma del Creador?
de La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III